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mucho más interesante, e importante, comprender lo que la magia es, sobre todo desde
el punto de vista de quien cree en la magia. Lo que se entiende por “magia”, dentro de
los círculos esotéricos, puede variar, sintetizando una definición podemos decir, sin
temor a equivocarnos, que la magia es toda operación donde la naturaleza de la causa es
distinta a la naturaleza del efecto, se trata de una causalidad análoga, que no equívoca, y
la diferencia estriba en que si la causalidad fuese equívoca, cualquier causa daría como
resultado cualquier efecto, es decir, no habría más que un caos absoluto. La causalidad
análoga conlleva pues un cierto orden, ciertas armonías entre la causa y el efecto, aún si
éstos son de naturalezas distintas. Por ejemplo, un chamán en África canta un estribillo
monótono mientras deja caer arena, y se desencadena la tempestad, es claro que el canto
y la arena son de naturaleza distinta que la tempestad, y sin embargo guardan una cierta
relación, es decir, entramos al reino de las correspondencias, existe una
correspondencia, cuantitativamente distinta, pero cualitativamente idéntica, entre el
canto de ciertas palabras y la lluvia, así como las correspondencias entre signos
zodiacales y los metales por ejemplo.
Las correspondencias sin embargo no son universales, por ejemplo, los chinos
concebían que la madera era uno de los elementos básicos, y no solo el agua, el fuego,
el aire y la tierra, o los árabes antiguos que concebían a la luna como deidad masculina
y al sol como deidad femenina. Aún así la magia se fue estableciendo bajo distintos
sistemas, algunos más avanzados y otros más primitivos, es decir, algunos sistemas eran
más complejos, conteniendo mayor cantidad de correspondencias, y por ende variables
posibles.
Es interesante notar que el mago antiguo realmente creía que el sol poseía
correspondencia con el oro, es decir, una correspondencia objetiva, cualitativa y
misteriosa, un cosmos donde todos los objetos que le componen se encuentran
relacionados entre sí cualitativa y objetivamente. La historia de la magia es ciertamente
fascinante, en realidad no existe un foco originador, si bien sobran los mitos de dioses
que descienden de los cielos a enseñar a los mortales las técnicas divinas, la hipótesis de
que toda práctica de este estilo desciende de un solo pueblo, sean los egipcios, los
hindúes o los chinos es insostenible, el génesis de estas ideas, del mundo de las
correspondencias, de la práctica mágica, etc., no puede ser localizado en un punto
histórico, espacial y temporal, sino que se encuentra en la Naturaleza del Hombre, al
igual que la repetición de temas y figuras en las diversas mitologías (de pueblos
desconectados entre sí por el tiempo y el espacio) se explica por la misma psique del
individuo y su contexto.
En los albores de la práctica mágica ésta era en principio fetichista, pensaba que las
correspondencias, si bien eran objetivas y reales, no se entablaban entre ésta realidad y
otra ideal, sino que se situaba en esta misma realidad, fuera de nosotros eso sí, pero en
la Naturaleza conocida. Un ejemplo sencillo es la práctica adivinatoria griega, que se
fundamenta por las difusas ideas del destino y el “daimon” típicos de su cultura, la
creencia también en que el viento, o las aves comunicaban eventos lejanos. La magia
tuvo que esperar hasta el cristianismo para dar su siguiente gran transformación, pasó de
ser más o menos fetichista, a una forma de idealismo, o bien, de realismo exagerado.
La magia a través del cristianismo se platoniza, es decir, sostiene que ese reino de las
correspondencias es un mundo real e ideal, muy al estilo del mundo de las Ideas de
Platón, este realismo exagerado (llamado así porque sostiene que el Universal, por
ejemplo “lo caballo”, o “lo arbóreo”, existe realmente) conduce a colocar a esta realidad
empírica como reflejo difuso, falso en cierto sentido, de ese otro mundo. El cristianismo
plantea una cosa semejante, sobre todo desde sus inicios en la filosofía, que el mundo
celestial es “más real” que este, y que este mundo debe ser repudiado en espera de la
realidad ideal, por estas líneas, por cierto, se conduce la crítica de Nietzsche con
respecto al cristianismo al decir que “todo cristianismo es platonismo”, y defendido por
Heidegger.
Sin embargo no es éste el único cambio, la única evolución por la que atraviesa la
práctica mágica, aunque sí sea muy importante, pero la platonización, o cristianización
(que viene siendo lo mismo), de la magia es un aspecto teórico, una justificación
filosófica que llevará a la práctica ritual y sacramental de la magia como conexión con
Dios. De este modo la magia se acerca a la religión en un sentido distinto que en épocas
anteriores, en las cuales a veces la magia era la religión, o bien, era una ciencia para
conocer la naturaleza del cosmos.
Es así como el chamán se vuelve sacerdote, guía espiritual del pueblo, como siempre
fue, iniciado en una tradición distinta que la del chamanismo primitivo, pero aún así
igual de importante. Las hechicerías del pasado se llamaron sacramentos, a la iniciación
“bautizo”, y se ordenó una jerarquía de hierofantes, muy al estilo de los magos persas,
que habría de condenar y perseguir cualquier otra clase de magia que no estuviese en
conformidad con la suya propia.
Esta magia sacramental y platónica posee sus rasgos característicos, como bien expone
Leví al confrontar a la magia de los apóstoles con la de Simón el Mago, narrado en los
Hechos de los Apóstoles. Simón el mago busca comprar los dones de Pedro, pero al
final su avaricia le ciega del hecho de que la magia de Pedro se vincula a su santidad, y
así es como el cristianismo, con su eterna moralina, vincula el estado moral con la
práctica mágica, característica novedosa a comparación con la magia primitiva. La
virtud moral como principio necesario del nuevo hierofante sirvió para alentar al pueblo
a rendir su voluntad de búsqueda, es decir, que dejasen de estudiar las magias anteriores,
para darles la fantasía del sacerdocio universal, dando una cualidad mágica a la pobreza,
la obediencia, la fe y la beatitud.
La connotación moral no podría ser más obvia, después todo el acto completamente
libre, es completamente responsable y por ende absolutamente moral, y a esta
perfección se refiere el libro de la Ley al decir (I:44-45): <<“44. Pues querer puro, libre
de propósito, rescatado de la lujuria del resultado, es perfecto de todos lados.”>>. La
última evolución dialéctica de la práctica mágica va, por supuesto, en el mismo sentido
que el devenir del Espíritu, la magia pre-cristiana tan típica del Eón de Isis, el Espíritu
que se desentiende de la materia, que abandona su enajenación, la magia cristiana y su
dualismo platónico, tan propio del Eón de Osiris, de la separación entre espíritu y
materia, y finalmente el principio del Niño, es decir, de Horus, del Espíritu
desenvolviéndose en lo particular y objetivo, es tan solo lógico que la magia
evolucionara como evoluciona la realidad, hacia la subjetividad y plena conciencia.
Este vuelco hacia el espíritu, hacia el interior del Hombre, en vez de salirse de sí,
volcarse en la realidad ideal, es rasgos distintivo del Eón de Horus, el Niño rey, el
conquistador, y es por ello que Magick puede ser explicado, o resumido, en las cinco
V’s, “Vi Veri Veniversum Vivus Vici”, frase latina, del autor alemán Goethe en su obra
Fausto, que en español quiere decir: “Por el poder de la verdad, mientras viví, conquisté
el Universo”, es decir, por medio de la Thelema se conquista al Universo, se hace
alusión por supuesto al Universo interior e infinito de cada persona, que al ser
conquistado se ordena y el sujeto se convierte en un estrella, es decir, posee su propio
orden y se ve en armonía con el devenir.
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