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Nota editorial

el Boletín de Arqueología PUCP es una revista del departamento de humanidades y la especialidad de


Arqueología de la Pontificia Universidad Católica del Perú que, desde hace 17 años, vienen publicando
volúmenes temáticos que discuten diversos aspectos, teóricos y prácticos, sobre arqueología andina y
americana. en esta oportunidad el Boletín 16 titulado Los rostros de Wari: perspectivas interregionales so-
bre el Horizonte Medio, marca el inicio de un nuevo ciclo académico en la vida de esta publicación, pues
el Boletín de Arqueología PUCP cuenta ahora con un nuevo Comité editorial, bajo la dirección de los
doctores Julián idilio santillana y luis Jaime Castillo, con la edición ejecutiva de la magíster Ana Cecilia
mauricio. la Pontificia Universidad Católica del Perú, el departamento de humanidades y la especia-
lidad de Arqueología, expresan su profundo agradecimiento al doctor Peter Kaulicke, a rafael valdez y
a su Comité editorial, por su invaluable labor en pro de la creación de espacios para la discusión acadé-
mica y la difusión de la misma, lo cual llevó a que el Boletín de Arqueología PUCP sea reconocido como
una de las publicaciones más prestigiosas en su género.
la nueva directiva del Boletín se propone mantener los estándares de calidad de esta publicación y
buscará expandir el alcance de la misma. en este sentido, esta nueva etapa del Boletín de Arqueología
PUCP significa también la inclusión de algunos cambios en su política editorial:
• El Boletín de Arqueología PUCP seguirá con la política de publicar volúmenes de carácter temáti-
co, compuestos por un conjunto de artículos que discutan aspectos puntuales de la investigación
arqueológica, que sean resultado de simposios y mesas redondas, organizados por profesores de la
PUCP o por académicos nacionales o extranjeros, y que hayan sido resultado de eventos académicos
de reconocido nivel.
• Cada número del Boletín de Arqueología PUCP es preparado por el Comité editorial (directores y
editor ejecutivo), y por los editores invitados para cada volumen. los editores invitados deberán ser
preferentemente los investigadores que propongan el volumen o los organizadores de los eventos
académicos de donde estos se originen.
• El Boletín de Arqueología PUCP acepta ahora contribuciones y propuestas editoriales tanto en idio-
ma español como en inglés.
• La convocatoria para recibir propuestas editoriales está permanentemente abierta y la aceptación
de una propuesta editorial dependerá de la evaluación del Comité editorial y su Consejo editorial
internacional.
la elección del tema del presente volumen obedece a los avances cualitativos y cuantitativos que la
arqueología Wari ha experimentado en los años que siguieron a la publicación de los volúmenes 4 y 5,
en los años 2001 y 2002, respectivamente. si bien en aquella oportunidad se presentaron artículos de
análisis general, así como interpretaciones teóricas, se privilegió la publicación de nuevos datos y nuevas
investigaciones, pues el estado de la arqueología Wari en ese entonces así lo ameritaba. después de diez
años, el creciente número de investigaciones y publicaciones sobre diversos aspectos de la sociedad Wari,
nos permite —y nos exige—, la presentación de volúmenes como el presente, donde se ha favorecido
el análisis comparativo, la (re)interpretación y las propuestas teóricas acerca del fenómeno Wari, dentro
del marco general de interacción interregional que significó el horizonte medio en los Andes centrales.
Por otro lado, este volumen del Boletín de Arqueología PUCP contiene artículos en español e inglés,
pues obedece a nuestra nueva política editorial, que busca ampliar la difusión de las investigaciones
arqueológicas. Creemos que como andinistas o americanistas, el manejo de ambos idiomas resulta no
solamente útil sino necesario, no solo en la difusión y la adquisición de conocimiento, sino también en
la creación de espacios de encuentro y discusión del quehacer profesional.
6 SANTILLANA, CASTILLO & MAURICIO

debemos agradecer la realización de este volumen al apoyo de varias personas y entidades, en primer
lugar al doctor miguel giusti, jefe del departamento de humanidades, a la magíster Patricia Arévalo,
directora general del fondo editorial, la señora Aída Nagata, coordinadora de revistas académicas y al
doctor Justin Jennings, por la revisión de los artículos en inglés y su apoyo en la edición de este volumen.
Como Comité editorial, deseamos sinceramente seguir contando con la aceptación de la comuni-
dad arqueológica andina y americana, y esperamos ser el medio por el cual se difunda y se discuta, de
manera rigurosa, investigaciones arqueológicas de calidad y vanguardia.

lima, diciembre de 2013

JULIÁN I. SANTILLANA
LUIS JAIME CASTILLO
ANA CECILIA MAURICIO

ISSN 1029-2004
BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 7-9 / ISSN 1029-2004

LOS ROSTROS DE WARI: PERSPECTIVAS INTERREGIONALES


SOBRE EL HORIZONTE MEDIO

Luis Jaime Castillo a y Justin Jennings b

En los últimos 15 años, a medida que la paz volvía a la sierra central del Perú a un altísimo costo para
las poblaciones locales, el estudio de la sociedad wari volvió a estar en el centro de atención y el interés
de los arqueólogos e investigadores sociales. Evidentemente los muchos años en que no se pudo hacer
investigaciones en esta parte del Perú, particularmente en Ayacucho, habían dejado una deuda inmensa
y una carencia fundamental en los estudios de las sociedades andinas, ya que sin estudiar a los wari es
imposible entender, por ejemplo, cómo estados regionales de jurisdicción y acción muy circunscritas
podrían haber dado lugar al Imperio de los incas, o cómo se relacionaron los dos grandes desarrollos
macro regionales de Wari y Tiahuanaco. Los resultados de los numerosos proyectos de investigación que
se han desarrollado en esta región, en sitios como Huari, Conchopata, Pikillacta y Huaro aún están en
proceso y seguramente cambiarán nuestras ideas respecto a la naturaleza y carácter de la sociedad wari,
de sus predecesores en Ayacucho y de las sociedades que se desprendieron de ella. Hallazgos como las
espectaculares tumbas de Espíritu Pampa, nos demuestran que aún quedan muchos cabos sueltos y
cosas por descubrir.
Uno de estos cabos sueltos es, evidentemente la naturaleza misma de la sociedad wari, su carácter
fundamental entendido como su grado de complejidad política. ¿Fueron los wari el primer imperio del
hemisferio sur, o fueron un estadío un tanto menos avanzado y complejo, quizá un estado regional de
grandes dimensiones? Mucho se ha dicho y escrito respecto a este punto, al grado de que los especialistas
se dividen en dos bandos irreconciliables a favor y en contra del Imperio wari. Concordando con
Katharina Schreiber, que lo que Wari fue, es decir el epíteto que consensualmente colocamos por delante
de la palabra Wari, es más un artefacto de la interpretación que la verdadera realidad de esta cultura. Lo
que en realidad nos interesa es lo que Wari era capaz de hacer, y además de hacer en diferentes lugares,
momentos de su largo desarrollo y circunstancias en la que se encontró en su derrotero. Resulta peculiar
que los investigadores que trabajan en el centro del fenómeno (Ayacucho, Apurímac, Huancavelica,
Arequipa, Moquegua o Cusco), concuerden en su carácter imperial, en su fuerza y hegemonía, en su
capacidad de trasformar íntegramente el paisaje cultural de su tiempo. Mientras tanto, los que vemos a
los wari desde lejos, como dice Jennings, más allá de las murallas de Wari, lo perciben como algo mucho
menos poderoso que un imperio, particularmente si lo comparamos con la información documental
respecto a los incas. Creemos que los que verdaderamente pueden hacer un juicio respecto al carácter de
Wari son los que juzgan desde el centro hacia afuera, los otros, los que lo vemos de afuera para adentro,
somos como los que tratan de ver al elefante solo a través de huecos en una pared.
En los últimos meses el Museo de Arte de Cleveland ha reunido la más extraordinaria colección
de artefactos de origen Wari en una de las muestras más sobresalientes sobre una sociedad prehispá-
nica organizada en los Estados Unidos. Bajo el título Wari, Lords of the Ancient Andes, la muestra y el
catálogo que la acompaña, ambos preparados por Susan Bergh, ha sorprendido a conocedores y legos,
acerca de las increíbles creaciones artísticas en cerámica y textiles, metal, madera y plumas, producidos

a
Departamento de Humanidades, Especialidad de Arqueología, Pontificia Universidad Católica del Perú.
Dirección postal: Av. Universitaria 1801, San Miguel, Departamento de Humanidades, oficina 130.
Correo electrónico: lcastil@pucp.edu.pe
b
Department of World Cultures, Royal Ontario Museum.
Dirección postal: 100 Queen’s Park, Toronto, ON M5S2C6, Canada.
Correo electrónico: justinj@rom.on.ca
8 LUIS JAIME CASTILLO Y JUSTIN JENNINGS

con el signo estilístico de esta cultura, y empleados no solo en los rituales celebrados por los jerarcas y
sacerdotes wari, seguramente en sus emblemáticos templos en forma de «D», sino en sus interacciones
con sociedades a lo largo y ancho de los Andes centrales. Muchos de los artefactos en esta muestra se
presentan por primera vez y verdaderamente causan el asombro general por su calidad y extraordinaria
tecnología de manufactura. Si bien se puede ver en estos artefactos una serie de líneas de influencia
estilística, iconográfica y artística, en realidad tienen un uniforme sello que revela su identidad cultural
y que claramente determinó la marca que Wari impuso a lo largo de los Andes centrales. También sor-
prende que gran cantidad de estos artefactos fueron hallados fuera de las grandes urbes Wari, en lugares
apartados de la sierra central y sobre todo en la costa, lo que pone en evidencia el marcado carácter
cosmopolita de esta sociedad.
Este volumen, sin embargo, no trata de estos magníficos artefactos o hallazgos inesperados, o exclu-
sivamente de la naturaleza misma de los wari, al menos no directamente. Los trabajos que se presentan
aquí tienen como común denominador el estudio del periodo cronológico en el que se cristalizó el
fenómeno Wari, el Horizonte Medio, y cómo en diversas partes de los Andes centrales se desarrollaron
diferentes sociedades a la sombra del Imperio wari. En muchas regiones y lugares estos desarrollos estu-
vieron marcados por las interacciones, de mayor o menor intensidad, directas o indirectas, entre socie-
dades locales y los wari, o por lo menos por intentos de establecer líneas de comunicación e interacción
entre estas sociedades.
En este volumen, el complejo mosaico sociopolítico que fue el fenómeno Wari y por ende el Hori-
zonte Medio, es abordado desde diferentes regiones y perspectivas. Así, Schreiber hace un análisis del
área nuclear wari antes y durante el Horizonte Medio, y sostiene que el tipo de organización sociopolí-
tica y los tipos de relaciones interregionales que surgen durante este periodo, reflejan estrategias expan-
sionistas complejas, que configuran el accionar de un imperialismo incipiente en los Andes. Schreiber
sostiene que solo una visión holística que integre el análisis tanto del núcleo como la periferia y los cen-
tros regionales de Wari, es el mejor camino para un buen entendimiento de la naturaleza del fenómeno
Wari y del Horizonte Medio. Lau por su parte, explora el Horizonte Medio desde la región de Áncash y
analiza los cambios sociales, políticos, económicos y religiosos que se dan en esta región. Lau emplea los
términos conceptuales «bundling» y «vector» como alternativas a términos como «control» y «domina-
ción», para explicar los intensos intercambios culturales que caracterizaron el Horizonte Medio en esta
región, entre los cuales se incluye la presencia de Wari. Dentro de este contexto, factores económicos,
rituales y de prestigio parecen explicar la naturaleza de las relaciones de Wari en Áncash.
Castillo et al. analizan las múltiples dimensiones de la relaciones entre Moche y Wari y sostienen
que, en el caso particular del sitio San José de Moro, fue la sociedad mochica quien atrajo a Wari y
Cajamarca para tener acceso a bienes rituales de alta calidad, producidos por otras sociedades con-
temporáneas. Eventualmente, esta interacción parece haber llevado al debilitamiento la presencia de
las élites locales y su posterior caída. Swenson discute el Horizonte Medio desde la perspectiva de las
comunidades costeras del valle de Jequetepeque durante el Periodo Mochica Tardío, y propone que la
«popularización» de la ideología moche y la expansión de los ceremoniales de comensalismo entre elites
de diverso estatus, que caracterizaron este periodo, así como la ascensión del culto de la Sacerdotisa Mo-
chica, tuvieron sus raíces en fenómenos sociopolíticos serranos, entre ellos Wari, que fueron asimilados
por las comunidades mochica, dentro del escenario de fragmentación política que caracterizó el Periodo
Mochica Tardío en el valle del Jequetepeque.
Por su parte, Watanabe discute las dinámicas sociales y políticas del Horizonte Medio en la región
de Cajamarca, a través del análisis de los materiales y contextos arqueológicos recuperados de los sitios
El Palacio y Paredones, y reconstruye una presencia de imperialista wari en esta región, estableciendo
paralelismos entre el accionar de Wari y el del Imperio inca en Cajamarca. Para Watanabe, la naturaleza
segmentaria y flexible de los cajamarca les permitió coexistir con otros grupos sociales a través de su
historia, sin perder su identidad, reflejada en parte por la ubicuidad de su cerámica de caolín. De esta
manera, al igual que con los incas, los wari no necesitaron implantar una infraestructura imperial, ya
que el poder se ejercía desde pocos establecimientos clave, como fue el caso de El Palacio. Tschauner e
Isbell, presentan una perspectiva desde la periferia urbana de la zona de Ayacucho donde, a través de

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un análisis cuantitativo exhaustivo, cuestionan el modelo de distribución centralizada de la cerámica


wari, del núcleo a la periferia, por poblaciones urbanas especializadas asentadas en Conchopata, abo-
gando más bien por una probable producción para consumo local. El cuestionamiento del modelo, no
solo abre un debate sobre la naturaleza de las interacciones interregionales de Wari con las sociedades del
Horizonte Medio, sino que cuestiona también el carácter y grado de especialización de las poblaciones
que habitaron sitios como Conchopata.
Por otro lado, Jennings discute la presencia Wari en el contexto del Horizonte Medio en la región
de Arequipa, y plantea que, a la luz de la evidencia recuperada en la región, no es posible hablar de un
imperialismo wari al estilo del Imperio inca. Jennings plantea que los cambios sociopolíticos que carac-
terizaron el Horizonte Medio en la región, parecen ser el resultado de respuestas locales a fenómenos
locales y externos, donde Nasca habría jugado un papel clave en la difusión de la influencia Wari en
Arequipa, debido a sus antiguos vínculos con esta sociedad costera. Dentro de esta visión, Wari habría
representado una ideología y un sistema propicios para el desarrollo de las comunidades emergentes y
las élites locales. Una visión opuesta es la que presenta Glowacki cuando analiza la presencia wari en la
región Cuzco. La autora se apoya en evidencia material como cerámica y arquitectura de filiación wari,
para sostener que esta región estuvo bajo el control directo de la capital ayacuchana, siendo la razón
principal de esta relación el interés de Wari en los recursos naturales de los valles de Cuzco.
Por su parte Earle y Jennings parten del «modelo de mosaico» de control imperial, propuesto por
Schreiber —que entiende a Wari como un imperialismo incipiente, cuyas relaciones interregionales
tuvieron diversos grados de integración y control—, y proponen un modelo de política económica im-
perial para Wari, caracterizado por la ausencia de mercados, la producción y movilización de productos
de primera necesidad para llevar a cabo las empresas del estado —aunque en mucho menor grado que
el Imperico inca—, y la producción de bienes de lujo, encargados de portar la ideología Wari, lo cual
pudo haber sido más importante que el poder militar para expandir la hegemonía imperial —pudiendo
haber tenido más importancia en el Horizonte Medio que durante el Imperio de los incas—. El capítulo
de cierre de Knappett nos lleva de los Andes al Mediterráneo, para discutir los paralelos entre «warifica-
ción» y «minoanisación». El autor sugiere que los investigadores de ambas regiones han hecho interpre-
taciones basadas en preconcepciones de cómo ideas, tecnologías y artefactos debieron haberse esparcido
a través de grandes distancias. Knappett argumenta que un mejor entendimiento del fenómeno Wari
requiere una mejor comprensión de la variabilidad temporal y espacial durante el Horizonte Medio, así
como también de una apreciación más matizada sobre transmisión cultural
Como los diferentes artículos de este volumen lo demuestran, la visión monolítica de los años seten-
tas sobre un Imperio wari es ahora insostenible. La mayoría de los investigadores coinciden ahora que el
surgimiento de un estado en Ayacucho estuvo relacionado al menos en parte, con los cambios culturales
que impactaron muchas partes del Perú durante el Horizonte Medio. Sin embargo, los lazos políticos,
económicos y sociales que conectaron al Estado wari con regiones particulares, permanecen aún poco
claros. La compleja variedad de perspectivas presentadas en este volumen subrayan lo poco que conoce-
mos sobre las relaciones que dieron forma al Horizonte Medio. Nuestra frustrante ignorancia de muchas
de las dinámicas más críticas de este periodo, solo puede ser superada con más años de trabajo de campo
y laboratorio. Aunque este volumen explora unos cuantos huecos en la pared que nos separa del elefante
del Horizonte Medio, queda aún mucho por hacer.

ISSN 1029-2004
BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 11-22 / ISSN 1029-2004

UNA APROXIMACIÓN A LAS INVESTIGACIONES SOBRE WARI:


PARADIGMAS Y PERSPECTIVAS SOBRE EL HORIZONTE MEDIO*

Katharina Schreiber a

Resumen
En este artículo resumimos brevemente la historia de los estudios sobre Wari. Discutimos el centro urbano de Huari, incluyendo su
ocupación pre-Horizonte Medio, y la distribución espacial de la arquitectura del Horizonte Medio. Si bien la periferia de Huari
ha recibido cierta atención, queda aún mucho por aprender sobre la zona nuclear wari. La mayoría de las investigaciones sobre
Wari se ha concentrado en las provincias, principalmente en sitios con las formas características wari de arquitectura y cultura
material. Las prospecciones regionales complementan estas excavaciones y revelan los efectos de la expansión wari en el escenario
político y económico. Las interpretaciones actuales sobre Wari muestran un balance entre la acumulación de nuevos datos y los
diferentes escenarios interpretativos. Sostenemos que Wari debe ser visto holísticamente y no desde un solo sitio o región, que la
evidencia material de control imperial puede resultar esquiva, y que nuestros datos aún resultan incompletos. Concluimos que los
datos existentes respaldan la interpretación de Wari como un intento temprano de formación de un imperio, el cual impuso un
mosaico de control sobre muchas regiones de los Andes centrales.

Palabras clave: Huari, Wari, Horizonte Medio, historia de la investigación, sitios provinciales, imperios.

Abstract

A VIEW OF WARI RESEARCH:


PARADIGMS AND PERSPECTIVES ON THE MIDDLE HORIZON

In this introductory article, the history of Wari studies is summarized in brief terms. The urban site of Huari is considered, inclu-
ding evidence for its occupation prior to the Middle Horizon, and spatial patterning of Middle Horizon architectural remains.
While the hinterland around Huari has received some attention, there is still much to be learned about the heartland of the Wari
polity. Most research devoted to Wari has occurred in the provincial regions, primarily at sites exhibiting distinctive Wari forms
of architecture and material culture. Regional surveys data complement these excavations and reveal the effects of Wari expansion
on the local political and economic landscapes. Current interpretations of Wari balance the accumulation of new data and the
waxing and waning of different interpretative scenarios. It argued that Wari must be viewed holistically, not from the perspective
of a single site or region, that the material evidence for imperial control can be elusive, and that our data are still far from com-
plete. It is concluded that the extant data support the interpretation that Wari was an early attempt at empire–building, and
that it imposed its mosaic of control over many regions of the Central Andes.

Keywords: Huari, Wari, Middle Horizon, history of research, provincial sites, empires.

* Traducción del inglés al castellano: Patricia Chirinos Ogata.


a
Department of Anthropology, University of California, Santa Barbara.
Dirección postal: 507 Mesa Road, CA 93103-3210, Estados Unidos.
12 KATHARINA SCHREIBER

1. Introducción

El periodo comprendido entre los años 550 y 1000 d.C., que abarca el final del Periodo Intermedio
Temprano y todo el Horizonte Medio, fue un tiempo de interacción interregional y cambio sociopolí-
tico en niveles sin precedentes en los Andes. Un actor fundamental en este cambio fue Wari, el primer
gran estado expansivo o imperio en los Andes centrales.
Wari plantea una serie de desafíos particulares a los arqueólogos andinistas. Durante los primeros
años de investigación arqueológica, los artefactos de estilo Wari eran confundidos con aquellos pertene-
cientes a los estilos Tiwanaku (confusión que beneficiaba a Tiwanaku, al llevar a la gente a pensar que
este era un enorme imperio que se extendió por gran parte del Perú). Sin embargo, con el tiempo quedó
claro que las dos entidades políticas eran independientes, aunque estaban relacionadas entre sí tanto
temporal como culturalmente. Con los años, los estudios sobre Wari por derecho propio han aumenta-
do de manera exponencial, y el inventario de artefactos y sitios wari continúa creciendo, aunque existen
todavía opiniones encontradas respecto a la naturaleza del sistema cultural que produjo estos restos. El
centro urbano de Huari1, lamentablemente, ha sufrido de negligencia por parte de los arqueólogos y la
maldición de las investigaciones no publicadas, y sigue siendo uno de los sitios importantes menos co-
nocidos en los Andes. Irónicamente, se sabe más acerca de los sitios provinciales wari que de la presunta
capital de la entidad política.
No es mi intención presentar aquí un recuento detallado de la historia de los estudios y las inter-
pretaciones sobre Wari, tema que se ha desarrollado ampliamente en otras publicaciones. En su lugar,
resumiré en términos generales los trabajos de campo desarrollados en Huari y las interpretaciones pro-
puestas sobre la base de esas investigaciones. Por tanto, comenzaré discutiendo el sitio de Huari y lo que
sabemos acerca de su estructura y organización, y luego consideraré su zona de influencia inmediata y
su sistema urbano. Luego trasladaré la discusión a los sitios provinciales wari, a los efectos de Wari en re-
giones distantes y, finalmente, a las interpretaciones sobre la naturaleza de la entidad política en general.

2. El sitio de Huari y su área nuclear

El centro urbano de Huari se encuentra en el extremo sur de la cuenca del Mantaro, en la sierra central
del Perú y en lo que actualmente constituye el norte de Ayacucho. El núcleo urbano del sitio cubre cerca
de seis kilómetros cuadrados y está rodeado por una gran densidad de material cultural y por estructuras
aisladas, de tal manera que la extensión total del sitio podría haber alcanzado los 12 kilómetros cua-
drados. El sitio fue descrito por Cieza de León en la década de 1540 (Cieza 1984: 249) y fue objeto de
numerosas excavaciones limitadas a partir de la década de 1880. Tello visitó el sitio en 1931 (Tello 2009
[1931]) y excavó allí en 1942, pero nunca publicó los resultados de sus excavaciones. Wendell Bennett
llevó a cabo excavaciones de prueba (cateos) en 1950 y produjo el primer plano del sitio (Bennett 1953).
Se efectuaron además excavaciones en el sitio bajo los auspicios del Proyecto Arqueológico-Botánico de
Ayacucho, dirigido por MacNeish en la década de 1960, aunque solo se publicó una parte de los resul-
tados. William Isbell y sus estudiantes realizaron excavaciones en el sector de Moraduchayoc entre 1977
y 1980, lo cual dio lugar a varias tesis inéditas (Wagner 1981; Knobloch 1983; Brewster-Wray 1989)
y un artículo publicado en el libro de 1991 sobre el Simposio de Dumbarton Oaks (Isbell et al. 1991).
Isbell publicó posteriormente un artículo en el cual reconstruye la historia ocupacional del sitio, aunque
reconoce libremente que se trata de una reconstrucción «creativa» (Isbell 1997: 216).
También a finales de la década de 1970, el arqueólogo peruano Mario Benavides excavó en el sector
Cheqo Wasi de Huari, exponiendo allí cámaras con lajas de piedra tallada, las cuales se cree que fueron
tumbas reales (Benavides 1979). En 1982 el Instituto Nacional de Cultura, bajo la dirección de Enrique
González Carré, llevó a cabo excavaciones en el Templo Mayor y sus estructuras asociadas en el sector
Vegachayoq Moqo de Huari, y también investigó el sector de Monqachayoq (Bragayrac 1991; González
et al. 1996). Los conflictos políticos de las décadas de 1980 y 1990 impidieron una labor sostenida en el
sitio, pero ahora el trabajo más reciente llevado a cabo en el sitio por arqueólogos peruanos ha comen-
zado a aparecer en publicaciones limitadas (v.g. Pérez 1999; González y Soto 2004).

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UNA APROXIMACIÓN A LAS INVESTIGACIONES SOBRE WARI... 13

El sitio de Huari fue ocupado quizás desde épocas tan tempranas como el Horizonte Temprano, y la
estructura más antigua conocida hasta ahora en Huari es probablemente el patio cuadrangular hundido
que subyace a las estructuras del Horizonte Medio en el sector Moraduchayoq de Huari (cf. Isbell et
al. 1991). Este patio mide poco más de 24 metros de lado y está orientado a los puntos cardinales. La
estructura fue remodelada varias veces, y tuvo probablemente dos pisos más tempranos por debajo del
piso de lajas de piedra expuesto por las excavaciones de Isbell. La mampostería de los muros por debajo
de ese piso es notablemente diferente de la que se presenta por encima del piso. La similitud en tamaño
y diseño que mantiene con estructuras en Chiripa y Pucara me sugiere que la construcción original
probablemente antecedió al Horizonte Medio por una cantidad considerable de tiempo. Desafortu-
nadamente, los fechados radiocarbónicos no son suficientes para resolver este problema2. El piso final
puede ser fechado hasta en épocas tan tardías como el Periodo Intermedio Temprano (PIT), pero lo que
sí se sabe es que en algún momento el patio fue rellenado intencionalmente, y sus muros sirvieron como
cimientos para las estructuras construidas bajo el estilo clásico Wari del Horizonte Medio.
El sitio de Huari tuvo una ocupación extensiva durante el Periodo Intermedio Temprano. Wendell
Bennett encontró cerámica Huarpa ampliamente dispersa a lo largo del sitio en sus pozos de cateo
(Bennett 1953: fig. 2, tabla 1). Otro depósito de cerámica Huarpa fue expuesto durante la construcción
de la carretera a través del sitio en 1974; este fue descrito por Patricia Knobloch en su tesis de maestría
inédita (Knobloch 1976). Aunque se ha sugerido que hubo varias aldeas Huarpa que posteriormente se
fusionaron en el sitio urbano de Huari, los datos existentes no sustentan ninguna conclusión específica
sobre la naturaleza o ubicación de estas tempranas ocupaciones Huarpa, al margen de señalar que hubo
una extensa ocupación Huarpa en el sitio.
La mayor parte de lo que vemos hoy en el sitio representa la ocupación del Horizonte Medio. En
1974 Isbell, Knobloch y yo mapeamos unos dos kilómetros cuadrados en la parte norte del sitio, al
menos en líneas generales (Isbell et al. 1991: fig. 4.). Los restos en superficie en Huari están pobremente
preservados y la vegetación en el sitio ha crecido excesivamente. Más de la mitad del núcleo arquitec-
tónico del sitio permanece sin mapear. Solo después de una extensiva limpieza y de la excavación se
pueden distinguir y registrar los detalles de los planos arquitectónicos. No hace falta excavar más que
unos pocos centímetros para exponer los muros, las terrazas y los canales (Lumbreras 1974: 125). Hasta
la fecha el único plano publicado con cierto detalle es el que pude elaborar de Moraduchayoq, bajo los
auspicios del proyecto de Isbell (Isbell et al. 1991: fig. 19; entre otros).
El núcleo arquitectónico incluye estructuras ceremoniales y probablemente algunas plazas abiertas,
pero la mayor parte del sitio se caracteriza por un volumen sustancial de arquitectura cuidadosamente
planificada. Gran parte de esta arquitectura incluye grandes complejos rectangulares, subdivididos en
grupos de patios, de manera muy similar a la arquitectura planificada observada tan claramente en las
provincias. En contraste con los sitios provinciales, donde tales complejos representan construcciones
intrusivas aisladas, en Huari tienen una distribución mucho más orgánica. Si bien hay muchos comple-
jos grandes subdivididos, estos están más adaptados al paisaje, y los espacios entre ellos están llenos de
formas irregulares, pero son formas que aún así intentan adecuarse al plan básico de los grupos de patios.
Sospecho que la mayor parte de esta arquitectura representa cierta combinación de residencias de élite y
estructuras administrativas estatales, pero dada nuestra actual falta de datos de excavación no podemos
estar seguros. Sería particularmente interesante comparar los conjuntos de artefactos procedentes de los
complejos en Huari con aquellos procedentes de las provincias.
Parece existir cierto patrón de distribución de la arquitectura ceremonial en el sitio. El gran templo
en forma de «D» en Vegachayoq Moqo está situado justo al norte de las galerías con lajas de piedra en
Monqachayoq. Otro gran templo en forma de «D» se encuentra justo al noreste del primero, y un tercer
templo más pequeño se encuentra adyacente a Monqachayoq. Un poco más al sur-sureste se encuentra
Moradochayoq, lugar del antiguo patio hundido, e inmediatamente al sur-sureste de esta estructura se
encuentran las cámaras con lajas de piedra de Cheqo Wasi. Este parece ser entonces el sector ceremonial
del sitio, una hipótesis que también proponían González Carré y Bragayrac (1996).
La amplia distribución de artefactos y estructuras aisladas que rodea al núcleo arquitectónico de
Huari puede ser simplemente el resultado de basura descartada procedente del centro o puede represen-

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14 KATHARINA SCHREIBER

tar los restos de estructuras perecederas. ¿Fue aquí donde vivían las clases más bajas? Una vez más, las
excavaciones son necesarias para abordar estos importantes temas.
Los fragmentos de cerámica en la superficie del sitio, como era de esperarse, corresponden mayo-
ritariamente a estilos Wari. Si bien no tenemos aún estudios consistentes de la cerámica llana wari, los
estilos decorados definidos por Menzel (1964, 1969) dominan completamente la muestra.

3. La periferia urbana

Si nos trasladamos a la periferia inmediata alrededor de Huari, vemos que el reconocimiento de la región
fue iniciado por Lumbreras, dirigido por Mario Benavides y continuado por MacNeish en 1969 (Bena-
vides 1976; MacNeish et al. 1981). Aunque estas prospecciones tempranas fueron más extensivas que
intensivas, y no incluyeron la parte de la cuenca que se extiende a través del límite departamental hacia
Huancavelica, fueron identificadas decenas de sitios del PIT con cerámica Huarpa, lo que demuestra
que la región fue ampliamente ocupada durante el Periodo Intermedio Temprano. La cerámica Huarpa
del PIT estaba generalmente pintada con diseños geométricos en negro sobre un engobe blanco, con el
uso ocasional también de pintura roja. Hacia el final del PIT, se produjo una particular influencia Nasca
en el estilo Huarpa, la cual estuvo marcada por la adición de nuevos colores y formas de vasijas, y que
indica un incremento de la interacción interregional.
Los sitios con cerámica Huarpa están distribuidos por toda la cuenca de Ayacucho pero son escasos
fuera de ella, lo que indica que la cultura Huarpa estuvo geográficamente centrada en esta área. Huarpa,
por tanto, tuvo los mismos límites y extensión que el área nuclear wari y la cultura inmediatamente
anterior a Wari. No parece que haya existido un solo centro de gran tamaño que pueda ser interpretado
como una capital política, aunque el sitio de Ñawinpukyo puede haber tenido una importancia especial
como centro religioso que se mantuvo durante el Horizonte Medio (Lumbreras 1974: 103-111; Leoni
2006, 2010). Los sitios Huarpa correspondieron al menos a tres categorías de tamaño, lo que indica
cierto grado de complejidad sociopolítica. Uno de los sitios ocupados durante esta etapa fue Huari,
como se mencionó anteriormente.
Durante la época Huarpa se inició un proceso de intensificación agrícola que incluyó la construcción
de terrazas, para conservar la escasa agua de lluvias y el agua de manantiales, y de redes de canales de
riego y embalses para distribuir el agua. Es posible también que las zonas más bajas se hayan sembrado
permanentemente con cosechas bianuales o trianuales (Lumbreras 1974: 97-98). Este proceso de inten-
sificación probablemente se haya acelerado durante el Horizonte Medio, cuando la población del núcleo
se incrementó notablemente.
Al parecer hubo una reorganización sustancial de la cuenca de Ayacucho a comienzos del Horizonte
Medio y las poblaciones se trasladaron y se reubicaron. Mientras que en la época Huarpa cada sector de
la cuenca fue ocupado por al menos un sitio más grande y varios sitios más pequeños, durante la etapa
temprana del Horizonte Medio los asentamientos se concentraron alrededor de Huari, y los sitios en la
parte norte de la cuenca pasaron a estar más aislados. Además, en la fase 2 del Horizonte Medio, el nú-
mero total de asentamientos se redujo sustancialmente. ¿Adónde fue toda esa gente? La respuesta lógica
es que todos se trasladaron a la ciudad. El abandono de las zonas rurales de la periferia es un fenómeno
también observado en el caso de otros centros urbanos tempranos, como Teotihuacan y Uruk, por lo
que el caso de Ayacucho podría ser similar.
Las recientes excavaciones en Conchopata realizadas por José Ochatoma, Anita Cook, William Isbell,
Tiffiny Tung y otros han proporcionado algunos datos nuevos sobre el área nuclear wari. Conchopata fue
un asentamiento de segundo orden en la jerarquía urbana y residencia tanto de la élite como del pueblo.
El sitio incluye estructuras domésticas, algunas formalmente planificadas, otras de diseño irregular y
arquitectura religiosa, incluidos varios templos en forma de «D». Se pueden distinguir al menos ocho
tipos diferentes de tumbas en Conchopata durante el Horizonte Medio (Isbell y Cook 2002). Puede
haberse producido cerámica en el sitio y dos de los llamados «depósitos de ofrendas» fueron encontrados
allí. Un conjunto de fechados radiocarbónicos se ubica principalmente en la parte tardía del siglo IX
y el siglo X de nuestra era. El estudio realizado por Tiffiny Tung de 31 cabezas  trofeo encontradas

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UNA APROXIMACIÓN A LAS INVESTIGACIONES SOBRE WARI... 15

en  Conchopata muestra que el 42% de ellas presenta traumatismo craneal; además, el análisis de
estroncio de una muestra de este conjunto sugiere que muchos de los individuos que perdieron sus
cabezas eran extranjeros (Tung y Knudson 2008). Este constituye un fuerte sustento para el argumento
de un componente militar relacionado al expansionismo Wari.
En cuanto a la naturaleza de la producción rural y el consumo urbano en la cuenca de Ayacucho solo
tenemos datos limitados. El sitio de Azángaro, excavado por Martha Anders (1991), pudo haber servi-
do en parte para almacenar los productos agrícolas cultivados en el microclima más cálido y más bajo
de la cuenca norte de Ayacucho. Jargampata, un pequeño sitio wari ubicado justo al Este de la cuenca
de Ayacucho, fue excavado por Isbell, quien sostuvo que este sitio fue establecido como un centro de
acopio para recoger y almacenar productos destinados al sustento del centro urbano (Isbell 1977). Solo
unos cuantos de los sitios de menor orden del Horizonte Medio han sido excavados, como Ñawimpu-
kio (Leoni 2006, 2010) y Marayniyoq (Valdez et al. 2006), con énfasis en la arquitectura ceremonial o
pública, el análisis de cerámica y los patrones funerarios.
Definitivamente estamos perdiendo de vista a muchos miles de personas en nuestra perspectiva
sobre Wari en su área nuclear. Por lo menos la cuenca de Ayacucho debe ser reevaluada y prospectada
de manera mucho más intensiva, y empleando los avances metodológicos y tecnológicos de las últimas
décadas.

4. Los sitios provinciales y las regiones

Pasando ahora a los sitios wari más distantes, las investigaciones sobre el Horizonte Medio se iniciaron
con la identificación de artefactos Tiahuanacoides (ahora reconocidos como Wari) en la costa peruana
(v.g. Uhle 1903) y, eventualmente, los estudios pasaron a concentrarse en las excavaciones de los grandes
complejos rectangulares típicos dispersos por toda la sierra: McCown (1945) en Viracochapampa en la
década de los cuarenta y Sanders (1973) en Pikillaqta en la década de 1960. Luego hubo un aumento en
las investigaciones a partir de la década de los setenta en varios lugares incluyendo Jincamocco (Schreiber
1978, 1991, 1992), Pikillaqta (McEwan 1984, 1991, 2005), Viracochapampa (Topic 1991) y Cerro
Baúl (Moseley et al. 1991; Williams 2001; entre otros), y esto continúa hasta el presente, donde vemos
decenas de sitios wari o relacionados a Wari que están siendo investigados. Ha habido una explosión
de nuevas investigaciones, conferencias, simposios y publicaciones sobre Wari y el Horizonte Medio
en la década pasada, entre los que destacan los dos volúmenes publicados por la Pontificia Universidad
Católica en Lima (Kaulicke e Isbell [eds.] 2001), el libro de Gordon McEwan sobre Wari en la región de
Cuzco (McEwan [ed.] 2005), el volumen reciente de Justin Jennings (Jennings [ed.] 2011), y la presente
compilación, por nombrar solo algunos.
La mayoría de los sitios wari provinciales se pueden distinguir sobre la base de su particular
arquitectura típica. Muchos de estos sitios son grandes recintos rectangulares, subdivididos en unidades
cuadrangulares o rectangulares de acuerdo a un plan rígido de cuadrícula. La unidad básica es un
patio central rodeado de galerías estrechas y largas, con a veces dos o tres galerías de profundidad.
Algunos sitios se apartan de la forma del complejo unificado y comprenden una serie de unidades
independientes de patios y galerías. Las excavaciones en los sitios wari provinciales han proporcionado
muchas nuevas líneas de evidencia respecto a los tipos de actividades que tuvieron lugar en los centros
wari, incluyendo la residencia de élite, festines, almacenamiento, producción artesanal y actividades
ceremoniales, entre otros. Si bien algunos de los sitios más pequeños pueden haber tenido funciones
especializadas —especialmente aquellos relacionados con los centros más grandes—, los sitios medianos
y grandes fueron casi con total seguridad centros regionales administrativos y llevaron a cabo una serie
de funciones políticas, económicas y ceremoniales.
Los conjuntos de artefactos en estos sitios se caracterizan por la presencia de los estilos de cerámica
wari, pero, a diferencia de Huari mismo, la proporción de esos estilos es siempre mucho menor. En
Jincamocco, por ejemplo, los estilos Wari «puros» representaron menos del 10% del conjunto, mientras
que el resto estaba conformado por estilos locales. Esto puede parecer un asunto menor, pero tiene
varias implicancias. En primer lugar, no se puede asumir que toda la cerámica dentro de un sitio wari

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16 KATHARINA SCHREIBER

corresponde a estilos Wari. Uno debe tener suficiente conocimiento de los estilos locales para poder
separar ambas tradiciones. Algunas vasijas de cerámica de la región de Nasca que Menzel incluyó en su
seriación, por ejemplo, han resultado ser de estilos del Horizonte Medio local en lugar de estilos Wari.
La segunda implicancia es que sin una sólida comprensión de la cerámica local, tanto de la etapa ante-
rior como durante el periodo Wari, no se puede evaluar el grado de influencia wari en los estilos locales.
Además, ahora con los análisis químicos y físicos que permiten la identificación de las fuentes de arcilla
y pigmentos, es esencial hacer la distinción entre las materias primas utilizadas en la producción de cerá-
mica local y aquellas utilizadas para producir alfares wari para poder identificar las copias de fabricación
local y los estilos importados.
Más allá del hecho de que los sitios provinciales wari varían en tamaño y detalles arquitectónicos,
en algunos casos la configuración de los sitios cambió con el tiempo. Esto arroja algunas luces sobre el
hecho de que las necesidades y las estrategias wari cambiaron también con el tiempo. Los wari entraron
en una región con un plan, pero luego modificaron ese plan. Algunos sitios nunca fueron terminados:
Viracochapampa nunca fue terminado ni ocupado. Algunos sectores de Pikillaqta fueron terminados y
ocupados, pero otros quedaron sin terminar. Otros complejos fueron terminados y luego se añadieron
estructuras, como en el caso de Jincamocco. Todos los grandes proyectos arquitectónicos, los «grandes
recintos rectangulares» como Pikillaqta, Jincamocco o el recién descubierto Incahuasi, pueden ser fe-
chados en los primeros años de la expansión Wari. Otros sitios, como Huaro y Honcopampa, fueron
construidos como grupos de patios cuadrangulares por separado en lugar de un gran rectángulo sub-
dividido. Definitivamente resulta más rápido construir y ocupar unidades más pequeñas que diseñar y
construir grandes complejos masivos. ¿Wari fue cada vez más eficiente? ¿O se dieron ciertas situaciones
en las cuales tuvo que actuar rápidamente, como en el caso en que necesitara proteger sus fronteras?
En algunas áreas en las que hay presencia de centros wari también tenemos datos de reconocimientos
regionales para complementar estas excavaciones. En zonas como Moquegua o Sondondo encontramos
que los centros wari conocidos inicialmente no estaban aislados, y se encuentran también otros sitios
wari en las mismas regiones. En Sondondo, la prospección permitió registrar otros cuatro sitios wari
más pequeños; en esta región, además, la población local fue reorganizada completamente en términos
políticos. En ambas regiones hay evidencia abrumadora de una reorganización masiva de la producción
agrícola. Prácticamente todo el valle de Sondondo fue aterrazado en el Horizonte Medio, un esfuerzo
que requirió sin duda más mano de obra que la que podía ser suministrada u organizada por la pobla-
ción local. Hay evidencia ahora procedente de varias regiones que indica que Wari se concentró en el
incremento de la producción de maíz, y los análisis de isótopos en huesos muestran que los individuos
(¡e incluso los camélidos!), aumentaron considerablemente su consumo de maíz durante el Horizonte
Medio (Finucane et al. 2006).
Existen también muchas regiones en las que se encuentran artefactos wari o copias de estos, pero
no hay aparentemente formas de arquitectura wari que indiquen la presencia directa de Wari. Estas
situaciones son más difíciles de interpretar. En algunos casos Wari puede haber estado presente pero
gobernando solo de manera indirecta, sin la necesidad de invertir en infraestructura más visible. En
otros casos, puede no haber existido presencia Wari directa o indirecta, y la presencia de artefactos wari
puede ser explicada por relaciones comerciales, imitación o algún otro factor. Retomaré este punto en
la siguiente sección.

5. La entidad política wari

A lo largo de los años, las interpretaciones sobre la entidad política wari han girado, en primer lugar, en
torno a su relación con Tiwanaku y, en segundo lugar, en torno a su naturaleza. No necesitamos dete-
nernos aquí en el primer punto: Wari y Tiwanaku compartieron algunos elementos iconográficos, pero
fueron entidades geográfica, política y económicamente independientes. Por su parte, la naturaleza de
la entidad política wari se expresa a veces en términos de una dicotomía entre, por un lado, Wari como
una entidad política unificada (un estado monolítico o imperio) y, por otra parte, Wari como una de
muchas entidades independientes que fueron socios comerciales o que compartían creencias religiosas

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UNA APROXIMACIÓN A LAS INVESTIGACIONES SOBRE WARI... 17

(ver Isbell y McEwan 1991 para un resumen de estas propuestas). De hecho, la realidad se encuentra
probablemente en un punto entre estos dos polos. Definitivamente existieron varias entidades políticas
independientes y razonablemente poderosas durante el Horizonte Medio: Wari, Tiwanaku y los grupos
Mochica de la costa norte. Sin embargo, en los Andes centrales —la sierra y la costa central y sur del
Perú—, Wari parece haber sido predominante en muchas áreas. Además, fue la única entidad política
que mantuvo una posición dominante sobre las demás, lo que le da una posición de cierta distinción
en los Andes centrales.
En mi opinión, Wari fue un experimento temprano de formación de un imperio. Los wari no fue-
ron los incas. El área de dominio Wari no fue tan extensa como el Tawantinsuyu y su control no fue
tan profundo en su área de dominio. Los wari interactuaron de manera muy diferente con diferentes
grupos en distintas regiones, y en muchos casos parecen haber ignorado u omitido algunos lugares a
favor de otros (bajo el dominio de los incas, al parecer, nadie se salvó). Sin embargo, no sería adecuado
sostener que, si hay poca o ninguna evidencia directa de control wari en algunos lugares, entonces debe
declararse que el sistema político completo carece de tendencias imperiales. La ausencia de evidencias de
control en una región no es evidencia de la ausencia total de control. Cuando nos fijamos en la totalidad
del proyecto político wari, observamos que fueron capaces de grandes cosas en algunas zonas. Como
ha señalado Norman Yoffee, el modelo que da cuenta del mayor número de variables o datos es el que
proporciona la mejor explicación. En el caso Wari, este modelo parece ser el que incluye la expansión
imperial y el control. Además, como Yoffee también ha señalado, los arqueólogos ahora se están alejando
de las preguntas sobre lo que son las sociedades prehistóricas y están orientándose a preguntar lo que
estas sociedades hacen (Yoffee 2005: 20).
Por expansión imperial y control me refiero a una entidad política compleja —una sociedad de nivel
estatal— que se expande a partir de, y es en gran medida coordinada desde, una base central. En los An-
des centrales esa base fue el sitio de Huari, identificado hace décadas como el centro de dispersión de los
estilos particulares de la arquitectura y la cerámica wari (Rowe, Collier y Willey 1950). Definitivamente,
no hay otro sitio que rivalice con Huari en tamaño o complejidad.
Bajo este modelo, otros grupos de diversas etnias son sometidos y sus estructuras políticas reorga-
nizadas para proporcionar nodos de control que puedan articularse con la estructura política mayor a
nivel de toda la entidad. La producción económica es reorganizada con el fin de desplazar la producción
hacia el aprovisionamiento del nuevo régimen en términos tanto de productos de subsistencia como de
objetos de prestigio (ver D’Altroy y Earle 1985). Además, bajo este esquema podrían tomarse medidas
para modificar las ideologías locales o prácticas religiosas, en algunos casos para infiltrar la organización
política recientemente dominante en los sistemas de creencias locales, y en otros para legitimar las nue-
vas estructuras de poder.
También debemos tener en cuenta que las evidencias materiales del control imperial pueden ser
difíciles de conseguir. Consideremos por ejemplo el caso Inca. En los casos en que los incas gobernaron
a través de alianzas con líderes locales dejaron tras ellos una cantidad mínima de infraestructura.
Catherine Julien ha señalado que sin el vasto registro documental a nuestra disposición resultaría muy
difícil documentar el nivel del poder inca en los Andes, y muchos arqueólogos podrían incluso sostener
que no hubo un «imperio» inca.
En algunas zonas hay pruebas evidentes de control Wari: grandes centros administrativos con un
estilo arquitectónico wari particular. En otras áreas la evidencia es mucho menos evidente, aunque los
artefactos wari o copias de estos parecen estar casi en todas partes. La gente que vivió en las zonas que
no cayeron bajo el control wari fue sin duda consciente de ello. En algunas áreas no hay sitios wari, pero
se encuentra artefactos wari en las residencias y las tumbas de élite. Si bien es cierto que esto podría ser
producto del comercio, o el resultado de una situación en que las élites locales emulaban el gran poder
de Wari usando símbolos de poder para reforzar el suyo, este patrón podría ser también evidencia de
colaboración. Las elites locales, a través de las cuales un imperio gobierna utilizando alianzas, tienen
acceso a la cultura material del imperio. Craig Morris ha demostrado perfectamente esto en el caso de
los incas (Morris 1966). La evidencia arqueológica de control puede ser difícil de observar y puede ser
objeto de más de una interpretación.

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18 KATHARINA SCHREIBER

En otras publicaciones me he referido a estas estrategias y niveles de interacción que varían regio-
nalmente como productoras de un «mosaico» de control (Schreiber 1992: 31). Los imperios necesitan
adaptar sus estrategias de control al nivel de complejidad de los sistemas sociopolíticos que encuentran
en cada región. Otros factores entran en juego, incluyendo la disposición de los grupos locales a coope-
rar (o no), la presencia de recursos importantes y la ubicación estratégica de la región, entre otros. En
las regiones que están suficientemente organizadas y centralizadas, y que están dispuestas a (o han sido
persuadidas a) cooperar, un imperio puede establecer control a través de alianzas con los gobernantes
locales; en tal situación, la necesidad de invertir en infraestructura es mínima. En los casos en que
una región carece de un lugar central, de liderazgo o de jerarquía administrativa, o donde los grupos
locales son hostiles, un imperio tendrá que invertir en la construcción de sus propias estructuras. Estas
situaciones producen precisamente aquellos casos en los que las ocupaciones imperiales son más visibles
arqueológicamente. En la parte inicial del Horizonte Medio, muy pocos grupos en los Andes centrales
fuera de la costa norte o el Altiplano se caracterizaban por un liderazgo centralizado, por lo que puede
ser que Wari se haya visto más obligado que otros imperios a invertir en la creación de su propia infraes-
tructura. Sin embargo, incluso en el caso de Wari podemos observar una variabilidad considerable de
una región a otra: un complejo muy grande e importante en Pikillaqta, un sitio grande con grupos de
patios dispersos en el sitio cercano de Huaro, un complejo de tamaño mediano en Jincamocco asociado
con cuatro complejos mucho más pequeños dispersos en el valle, entre otros. No existen dos regiones
iguales. Cada elemento de este «mosaico» tiene una intensidad ligeramente diferente.
Algunos artefactos wari aparecen efectivamente como objetos de intercambio en regiones sin ningu-
na otra evidencia de control wari, y que pueden caer fuera del área de dominio wari. En la costa norte
vemos a grupos como los de San José de Moro al parecer interactuando de manera independiente con
Wari, o al menos con los wari en Cajamarca (Castillo 2008 et al.; entre otros). No hay evidencia sólida
de que Wari haya «conquistado» la costa norte, o haya tenido algún interés en hacerlo, pero la interac-
ción entre los distintos grupos mochica y los wari pudo haber tomado, y probablemente lo hizo, una
variedad de formas. Durante el Horizonte Medio existieron muchos grupos en los Andes centrales, y
cada uno interactuó con Wari en formas particulares y diferentes. Muchos de estos grupos estuvieron
consolidados bajo el englobante sistema político wari, pero otros pueden no haber estado incluidos.
Además, no olvidemos que nuestro conocimiento de la cantidad y la distribución de los sitios pro-
vinciales wari dista mucho de estar completo. Nuevos sitios wari aparecen continuamente: cuatro de
ellos únicamente en la cuenca de Nasca en los últimos años. Además, la mayoría de los valles de la sierra
central nunca han sido estudiados a profundidad. Yo estimaría que hasta un 90% de esta región queda
por ser prospectada intensivamente. Probablemente no hay más Pikillaqtas por allí, pero yo apostaría a
que quedan decenas de Patarayas e incluso unos cuantos Jincamoccos aún por ser encontrados.
Quisiera concluir señalando que no creo que debamos rehuir al uso de la palabra «imperio» para
describir a Wari, mientras usemos el término calificándolo y no esperemos que Wari se parezca a la an-
tigua Roma. Como dije anteriormente, este fue un experimento temprano de formación de un imperio.
Hubo lugares lejos de su área nuclear donde Wari construyó grandes centros, desde Cajamarca en el nor-
te del Perú hasta Moquegua en el extremo sur y hasta Cuzco en el sureste. En zonas cercanas y lejanas,
los wari establecieron control político, reorganizaron sistemas económicos e incluso interfirieron en las
prácticas religiosas locales. Esto es exactamente lo que hacen los imperios. Los wari no fueron tan domi-
nantes o invasivos como los Incas, y quizás fueron más selectivos en la elección de sus enfrentamientos,
pero sin duda hicieron sentir ampliamente su presencia.
Creo que todos estamos de acuerdo en que el Horizonte Medio es un periodo fascinante, y que debe
ser visto desde un punto de vista holístico. Discutir la naturaleza del Horizonte Medio o de Wari desde
la perspectiva de un solo valle o un sitio es como enfocarnos en el árbol y no en el bosque. Cuando da-
mos un paso atrás y vemos los elementos de nuestra (todavía incompleta) imagen, encontramos que se
asemeja mucho a algo que parece un imperio. No obstante, al final no es tan importante la manera como
nombramos a Wari, sino que lo interesante es preguntarnos qué hicieron los actores en esta sociedad en
tantos contextos tan diferentes.

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Notas
1
Sigo en este artículo la convención de usar Huari para referirme al sitio urbano que fue el centro y la
capital de la entidad política, y Wari para referirme a la cultura y la entidad política en general.
2
Una muestra fechada provino del relleno fuera de la estructura. Otra provino del relleno debajo del piso
de piedra cortada. El material examinado en ambos casos estuvo compuesto por trozos muy pequeños
de carbón vegetal recogidos del tamizado durante la excavación, no por carbón con una sólida asociación
cultural. Los fechados además tienen márgenes de desviación estándar muy grandes.

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ISSN 1029-2004
BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 23-52 / ISSN 1029-2004

INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU:


THE NORTH CENTRAL HIGHLANDS DURING
THE MIDDLE HORIZON

George Lau a

Abstract

This contribution surveys the emergence and character of the Middle Horizon in Peru’s north highlands. It centers on Ancash de-
partment, a region with a rich and unique archaeological record for contextualizing interaction during the period. My discussion
begins by detailing the sequence and variability of interregional interaction in Ancash Department during the latter half of the 1st
millennium AD. Then I will examine the general implications of the available data – especially architecture, long distance goods
and ceramic style – with a view to identify current difficulties and to encourage future problem-oriented investigations. Two terms
help contextualize the cultural dynamism of the Middle Horizon: bundling (purposeful acquisition and clustering of objects from
long-distance) and vector (a distinct cultural predisposition facilitating interaction). Although there is evidence of Wari contact be-
fore imperial expansion, trade interaction increased dramatically during the early Middle Horizon, focused on ‘bundled’ patterns
of acquisition. These were followed by new exchange orientations and stylistic emulation. There is very little evidence to indicate
territorial control, but Wari strategies highlighted the rich areas of western Ancash, while apparently de-emphasising Eastern
Ancash. Religion and prestige economies appear to have been the most common factors for local engagements with Wari culture.

Keywords: trade, exchange, coast-highland, emulation, interregional interaction.

Resumen

RELACIONES INTERCULTURALES EN EL NORTE DEL PERÚ: LA SIERRA NOR-CENTRAL DURANTE EL


HORIZONTE MEDIO

Esta contribución investiga el surgimiento y el carácter del Horizonte Medio en la sierra norte del Perú. Se enfoca en el depar-
tamento de Áncash, una región con un registro amplio para contextualizar la interacción durante dicho periodo. Mi discusión
comienza detallando la secuencia y la variabilidad de la interacción interregional en Áncash (500-1000 d.C.). Se describen los
patrones generales con los datos disponibles —la arquitectura, los bienes de larga distancia y el estilo de cerámica— con el fin
de identificar las dificultades actuales. Dos conceptos ayudan a contextualizar el dinamismo cultural del periodo: «bundling»
(adquisición intencional y la agrupación de objetos de larga distancia) y «vector» (una predisposición cultural que facilita
la interacción). Aunque existe evidencia de contacto wari antes de la expansión imperial, la interacción comercial aumentó
dramáticamente durante el Horizonte Medio temprano; se centró en los patrones de «bundling» de adquisición. Estos fueron
seguidos por nuevas orientaciones de intercambio y emulación estilística. Hay poca evidencia para indicar el control territorial,
pero las estrategias wari destacaron las ricas áreas del oeste de Áncash, con menos presencia en el este. Economías rituales y pres-
tigio parecen haber sido los factores más comunes para las interacciones locales con la cultura Wari.

Palabras clave: comercio, intercambio, costa-sierra, emulación, interacción interregional.

a
Sainsbury Research Unit, University of East Anglia.
Dirección postal: Norwich NR4 7TJ, United Kingdom.
Correo electrónico: george.lau@uea.ac.uk
Teléfono: 44-(0)-1603-593198
24 GEORGE LAU

1. Introducction

In recent years, investigations have improved the cultural record of variability that we understand as the
Middle Horizon (cal. AD 700-1000).1 The period is best recognized as the time when the first large-
scale expansive states emerged in Andean South America, namely Wari and Tiwanaku (Lanning 1967;
Lumbreras 1974).2
The wide dissemination of Wari cultural elements over the period transformed the complexion of
local assemblages in rapid and often dramatic fashion. Common belief sees a centralized Wari polity,
based at the large urban site of Huari (Ayacucho), extending political power across the Central Andes
(Figure 1), from Moquegua in the south to Cajamarca in the north. Secular, religious, and military
means effected the expansion (Menzel 1964; Lumbreras 1974; Isbell and McEwan 1991; Schreiber
1992; Jennings and Craig 2001).
As the archaeological sample grows more robust, scholars are moving beyond the question of whether
Wari was a state or not — to questions that center on how it was state-like and, just as important, not
state-like. Yet the broad stress on Wari statecraft continues to obscure its role as a mutual participant
in the innovative cultural practices and histories of the time. In northern Peru and other parts of the
Central Andes, it is clear that the period’s intercultural relationships were quite complex across time and
space. Scholars also increasingly recognize that diverse groups flourished during the Middle Horizon,
some relatively free of Wari entanglements.
It is precisely the record of entanglements — their presence, absence, nature and history — that per-
mits richer understandings of Wari civilization. By entanglements, I mean the broad series of cultural
interrelationships, material and social, that accompany times of major culture contact. In all complex
societies, political strategies may be conventionalized but rarely are they monolithic. Just as important,
these strategies will not remain the same over time. Not only do polities rise, mature and fail, so do
regimes within them. All the while, these feature against other neighboring systems. Over time, his-
tories overlap and nest within histories, in a cultural record of relationships with an overall movement
(Bennett 1948; Rowe 1967).
This presentation examines, with a broad brush, a component of one such record for the Central
Andes.3 It centers on Peru’s Ancash department, a region with a rich and unique archaeological record
for contextualizing interaction during the Middle Horizon. Ancash is critical for several reasons. First
and foremost, it features a relatively coherent chronology across the region, both relative and absolute,
which integrates distinct local site and valley-based sequences (Lau 2004b). Thus it is possible to track,
with some degree of confidence, how regional patterns were before, during and after the Middle Hori-
zon.4 Second, research over the last few decades have resulted in material assemblages from a range of
sites, suitable for making inferences about the role of prehistoric interaction among groups of differing
complexity during the period. It is possible now to detect variability in how different peoples, regions,
and routes within Ancash participated in intercultural exchanges over time. Finally, Ancash has long
been considered one of the key annexes during Wari state expansion and a highland artery between its
Ayacucho heartland and more northern areas, especially Huamachuco and Cajamarca. While Wari pre-
sence is well known in the region, until recently there has been little work to problematize its presence
and distribution. The Ancash highlands features one of the best published records of variability — from
small villages and cemeteries to shrines and major regional centers — to discuss regional level transfor-
mations during the Middle Horizon.
My discussion begins by detailing the sequence and variability of interregional interaction in Ancash
Department during the latter half of the first millennium AD. This provides the basic diachronic
framework to locate historical changes. Then I will examine the general implications of the available
data — especially architecture, long distance goods and ceramic style — with a view to itemize current
difficulties and to encourage future problem-oriented investigations. Two terms are presented to help
contextualize the cultural dynamism of the Middle Horizon: bundling (purposeful acquisition and
clustering of objects, e.g. from long-distance) and vector (a distinct cultural predisposition facilitating
interaction). Although there is evidence of Wari contact before imperial expansion, trade interaction

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 25

Fig. 1. Map of Central Andes, locating cultures and sites referred to in the text.

increased dramatically during the early Middle Horizon, focused on ‘bundled’ patterns of acquisition.
These were followed by new exchange orientations and stylistic emulation. There is very little evidence
to indicate territorial control, but Wari certainly centered on resources in western Ancash, while
apparently avoiding zones to the east. Religion and prestige economies appear to have been the principal
factors for local engagements with Wari culture.

2. Interaction after AD 500: a diachronic review

The department of Ancash (Figure 2) features great environmental diversity in a highly compressed
zone: from west to east, one moves from arid coastlines into the verdant river valleys rising up the

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26 GEORGE LAU

Fig. 2. Map of north central highlands, with location of Ancash and locales mentioned in the text.

Pacific  flanks; one then passes high mountain glaciers and grasslands to descend into the forested
eastern slopes of the Amazonian headwaters. At the same time that the northern Peruvian environment
promoted cultural interaction, crystallizing in Chavín civilization for example, the geography also
favored insular developments distinctive to the region (Bennett 1948).
Much of the following discussion relies on ceramic associations and chronology, so it is useful to
review in broad terms the relative sequence here.5 By roughly AD 200, most areas of highland Ancash
were characterized by styles of the Recuay tradition (Bennett 1944; Reichert 1977; Smith 1977; Grieder
1978; Bankmann 1979; Proulx 1982; Gambini 1984; Eisleb 1987; Wegner 1988; Lau 2004b, 2006,
2011, 2012; Orsini 2007; Ibarra 2009). These were of groups that flourished through high altitude
agriculture, herding and trade. Major architectural projects as well as mortuary variability indicate
that, by AD 500, a number of large chiefly polities (curacazgos or lordships) had developed in different
parts of highland Ancash, especially at Pashash, Yayno, Huaraz, and other centers in the Callejón de
Huaylas. Recuay groups were warlike, and their settlements, even the largest centers, were located in

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 27

high, strategic locations and defended by fortifications. Many were also situated above transport routes,
apparently to monitor movements of people and things.
While very diverse in expression, most Recuay groups shared important common denominators,
namely funerary practices, stone sculpture, finely made buildings and objects, and in particular, pottery
(Lau 2011). The elite wares, found especially in funerary contexts, are typified by fine thin pastes (oc-
casionally of light colored kaolinite clays), a diverse range in shapes, modeled figuration, and especially,
polychrome and resist painting of imagery typical of the Recuay style.
By about AD 600, new stylistic dispositions emerged throughout highland Ancash, both east and
west of the Cordillera Blanca (Bennett 1944; Grieder 1978; Wegner 2000; Ibarra 2003a; Lau 2010a,
2012). These included a fairly rapid cessation of kaolinite use, resist painting and modeling, fewer sha-
pes, and major changes in imagery. Some former preferences were preserved, such as the emphasis on
light backgrounds and exterior painting, typically repeating abstract designs in thicker dark red strokes.
When light pastes were not available, a light/buff slip could be used to reproduce the light ground.
By the end of the tradition, ca. 8th century AD, nearly all of the distinctive techniques and imagery
typical of the Recuay fineware style had been abandoned. It was supplanted by a host of local oxidized
styles, which often featured a red/orange background (slipped or unslipped), and a limited range of
abstracted figural and geometric motifs painted mainly in dark red or black; arranged into bands and
pendants, these seem to derive from Wari polychromes as part of the great proliferation of ‘secular Wari
styles’ seen throughout the Central Andes during the late Middle Horizon (Menzel 1964; Anders 1989;
González Carré et al. 1999).
In this trajectory of regional culture change, we can locate specific evidence of interaction during the
first millennium AD. It is to these general patterns that we now turn.
Most of the relationships during the early to mid-first millennium can be characterized as stylistic
(Makowski and Rucabado Yong 2000; Lau 2004b: 191-198). Different materials and techniques in ma-
king were shared by Recuay and different groups of the coast (Gallinazo, Vicús, Early Moche) and the
northern highlands (Alto Chicama, Cajamarca).This is parallelled by commonalities in ceramic shapes
as well as in imagery, and presumably in attendant cosmologies. The current evidence does not show
much traffic of durable commodities.
By the 7th century AD, the waning of the Recuay pottery style coincided with broader cultural
transformations more generally. A range of external contacts prevailed, contrasting with more insular
patterns typical of Recuay groups before. Fancy pottery was acquired from the North Highlands and
the North Coast (Late Moche, blackwares), with small amounts from the Central Highlands (Wari
polychromes), suggesting increased interest and relationships in these regions (Bennett 1944; Wegner
2000; Lau 2005). Imported goods were relatively rare, but the limited evidence shows a greater willing-
ness on the part of Ancash groups to obtain foreign materials.
Over the next few centuries, interregional interaction intensified considerably. In particular, access
to foreign goods burgeoned across highland Ancash. Coastal relationships are seen through imported
fancy styles (Late Moche, Nievería, Huari Norteño, polished and early press-molded wares, associated
with coastal valley groups); images of marine shell (Strombus sp. and Spondylus sp.) and marine fauna (e.g.
birds, crustaceans) became very important to highland imaginaries. There were also ceramic connections
with both the northern and southern highlands. In addition to Cajamarca, Wari polychrome wares
became more abundant as did a series of lesser known fancy wares (e.g. Bennett 1944; Ponte R. 1999; Lau
2005; Paredes 2007b). Imported ceramics include Chakipampa and Viñaque and north highland wares
(Wilkawaín negative, fine redware spoons and anthropomorphic figurines, blackware vessels).
In contrast to earlier Recuay patterns that focused on stylistic interaction, there was much greater
exchange of durable goods. Both the range of sources and the frequency of exotic items increased
considerably. Besides the fancy prestige pottery, obsidian appeared in Ancash. Notably, not much
obsidian has been recovered from the large centers; it appears much more commonly at small villages,
such as Chinchawas and Ancosh Punta (Pierina).These sites featured obsidian overwhelmingly from
the Quispisisa source (Huancasancos, Ayacucho), with trace amounts from the Alca source in Arequipa
(Burger et al. 2006).

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Commerce seems to have routed through the Callejón de Huaylas and parts of the Cordillera Negra.
Eastern Ancash, in comparison, remained fairly isolated. The interaction focused on prestige goods,
which emphasized rare items and the foreign imagery of powerful societies, especially Wari and groups
within its exchange network.
The terminal Middle Horizon, ca. AD 1000, in the north central highlands culminated in greater
cultural connections and economic interaction with groups of the Pacific littoral. This is shown mainly
through ceramic evidence, where imported assemblages become increasingly dominated by press-mol-
ded wares, with their attendant techniques and imagery, of coastal style. Spindle whorls also indicate
fairly intensive fiber-producing industries, perhaps for exchange of bulk goods with lower elevation
communities nearer the coast (Lau 2007). By the end of the Middle Horizon, access to obsidian dimi-
nished dramatically.
During the next few centuries, the plastic decoration typical of coastal Ancash pottery styles became
very popular in highland areas and would characterize local decorative modes in pottery production
up until the present. These are characterized by punctations, appliqué, stamping, and press-molding.
Some scholars have suggested that a form of vertical complementarity between highland and coastal
communities developed during this time (Schaedel 1985).

3. Patterns and networks through time

Considered over the long term, distinct times and patterns of long distance interaction can be discer-
ned. These occurred especially during the early centuries AD, during the 7th to 9th centuries, and over
the centuries straddling the end of the first millennium. There may have been reduced interaction du-
ring the intervening times. Each period highlighted a unique suite of long-distance sources, while ope-
rating at different scales.The first period is oriented toward the northern and coastal areas, and appears
more stylistic in nature, with few transactions of prestige items. The second reverses the pattern, with
less stylistic interaction, but more traffic in physical, luxury goods. The second also occurred within the
wider interaction network articulated by the Wari state, and extended into many surrounding coast
and highland regions. The third returned to a more geographically circumscribed pattern, and included
stylistic interchanges and trade mainly with neighboring coastal cultures.
The data indicate persistent activity at the margins of highland Ancash, especially to the north and
the west. In particular, intensive interaction occurred along the Pacific flanks of the Cordillera Negra,
especially along the coastal valleys and adjacent foothills (Nepeña, Santa, Chao and Virú), and also the
highlands between Huamachuco and Ancash (Pallasca and Santiago de Chuco provinces). These were
stylistic frontiers, and may have also been the social boundaries of different ethnic groups.
Proximity to exchange networks was a critical factor. Communities near transportation arteries
(Ichik Wilkawaín, Chinchawas, La Pampa) and valley bottlenecks (Honcopampa) grew increasingly
important. These sites all witnessed relatively sudden local building programs. Not surprisingly, these
were settlements also with prominent Wari relationships. Well-located, multi-purpose settlements
—with cemetery, public and residential sectors — appear to have been the main contexts for early Wari
interaction in Ancash.
Interestingly, intrusive Wari materials are most evident not at the large ‘provincial’ centers where
we might expect Wari administrators to have left evidence of their living and administrative activities.
Rather, they have been found in very specialized ceremonial contexts that were established (and held
local ritual significance) centuries before Wari expansion. Of the published cases, these include San José
de Moro (Castillo 2001a; Castillo et al. 2008), Ichik Wilkawaín (Bennett 1944; Paredes 2007b), Chin-
chawas (Lau 2005, 2010a) and Cerro Amaru (McCown 1945; Topic and Topic 1992).
It is also difficult to evidence a continuous territorial presence. Large tracts of northern and central
Peru do not feature much Wari presence, neither in imported goods nor in stylistic influence. For
instance, relatively little evidence has been reported in Cerro de Pasco and Huánuco. In Junín and
Huancayo, Wari presence appears to have concentrated in certain religious sites and high status burials,

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Figure 3. Front (a) and back (b) views of carved figure of blue-green stone, perhaps turquoise. It was found in plowed fields
near Carhuaz, Callejón de Huaylas; other materials included a fine Cajamarca cursive bowl and derivative Wari style cera-
mics (Felipe Díaz collection, Carhuaz).

which also contained trade wares from different Andean regions (e.g. Lumbreras 1974: 165; MacNeish
et al. 1975: 60; Mallma Cortéz 2004: 107-108).
In Ancash, where there is more published work, Wari favored strategic routes in the Callejón de
Huaylas and Cordillera Negra. In comparison, there was very limited Wari presence in eastern Ancash,
to the east of the Cordillera Blanca, a region called the Conchucos (Lau 2006: 159-163). The available
evidence indicates that trade was less prominent in the Conchucos, Cabana region (northern Recuay
area), and southern Callejón de Huaylas. Groups in these regions seem to have had little to do with
Wari. It is not clear whether this was intentional or because they were situated outside its primary ex-
change networks.6
It is noteworthy that much of the current evidence for Wari interaction in the northern Peru comes
from funerary contexts. The materials generally come from chullpas (aboveground mortuary structures)
and/or associated offertory contexts, and feature a range of high to low quality Wari-related preciosities,
including polychrome and modeled ceramics, beadwork, and small items of rare stone (turquoise, so-
dalite, and greenstone) (Figure 3). It can be argued that the principal end-users of Wari material culture
were local elites. The cases result from collecting and display habits geared toward funerary activities,
but some contexts suggest their importance in other special practices as well (feasting, offering caches).
Overall, Wari presence in the Central Andes appears to have been highly localized and focused on cer-
tain areas and resources, while largely disregarding others.

4. Bundling: intercultural acquisition and display

The circulation of Wari ceramics — the Wari polychrome styles from Ayacucho (Menzel 1964; Kno-
bloch 1991) — illuminates a greater phenomenon during the Middle Horizon Period. This is not
because of their frequency. Wari imports were fairly limited in northern Peru and rarely constituted the
bulk of assemblages, or even the bulk of imported assemblages. Rather, they figured as fairly rare items
in polythetic, ‘cosmopolitan’ collections (see Lau 2005: 94-95, 2006: 161-163; Burger et al. 2006: 114-
116). They were obtained and/or were made to look as if they were acquired from a range of regional
sources.
Other fancy wares in the innovative practice entailed Nievería and Pachacamac, polished blackwares
from different regions, Wilkawaín negative, Late Moche, Huari Norteño and others (Bennett 1944;
Topic and Topic 1984; Lau 2005; Castillo et al. 2008). Middle Cajamarca cursive wares and associated
developments such as Cajamarca Costeño were especially key elements (Bernuy and Bernal 2005, 2008;
Lau 2006; Watanabe 2009). Later in the Middle Horizon, ca. AD 800-900, exchange in Ancash turned

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30 GEORGE LAU

to press-molded and painted styles typical of the central and north central coasts. Many coeval groups
also made stylistically diverse collections but held somewhat different predilections (e.g. Rucabado Yong
and Castillo 2003).
The various styles represented prestigious regions, each with its own political and social complexity, as
well as symbolic import (Shady 1988; T. L. Topic 1991). One is reminded about the value of materials
and things that come from long-distance (Helms 1993; Goldstein 2000; Stovel 2008). But one should
not discount their importance in having been gathered together in dense or special configurations to
work together — e.g. mummy bundles, portable huacas, marked adobes, trophy heads, even laborers.
An important but undertheorized pattern concerns how Wari materials, when they did appear,
almost always co-occurred with other sorts of luxury items. Cajamarca cursive pottery has already been
mentioned, but Spondylus sp., turquoise/greenstone objects and obsidian from the Quispisisa source
formed crucial parts of the consumption pattern (T. L. Topic 1991; Burger et al. 2006). If they are not
revealed together, one often finds, almost predictably, Cajamarca pottery, obsidian and Spondylus sp.
in other parts of the site or in associated deposits. Ceramic human figures also featured occasionally.
Textiles were also probably part of the Wari ‘bundle’ but may be less perceptible archaeologically.
In Ancash, Wari polychrome styles occur with one or more of these categories at a series of sites,
frequently in association with chullpa contexts and activities (Bennett 1944; Amat 1976; Kato 1979;
Lau 2002, 2005, 2010a; Ponte R. 2001, 2004; Paredes et al. 2001; Paredes 2007a, b). Miniature ves-
sels, metal tupu pins, and moldmade human figurines also formed part of the funerary set (Table 1).
The latter usually represent standing females and males, occasionally with four-cornered hats (see also
Morgan 1996: 562), with arms and hands tucked near the waist (e.g. Bennett 1944: 51; Paredes et al.
2001: fig. 6, 27; Lau 2010a: fig.101). Some are produced using a distinctive fine red clay used also on
small spoons and panpipes; the latter were molded but perhaps also slipcast for mass production and
precision (Dawson 1964: 107; Proulx 2006: 120).
At one level, the diverse materials constituted counterparts, both temporally and contextually, in
very specific exchange practices (Table 1). At another, one can argue that Wari seems to have promoted
interest in a cultural bundle (physical items, ritual practices and the meanings exercised through them)
at specific locales of encounter. Local groups, especially elite individuals, enhanced their social status
through display of rare goods either from Wari or associated with its wide religious and cultural pro-
gramme.
Patterns of interaction in the north were considerably different before the Middle Horizon. There
was certainly interest in other cultures, sometimes seen in pottery emulation (Bankmann 1979; Re-
ichert 1982), depictions of possible foreign groups (Lau 2004a), and a series of stylistic commonalities
(Makowski and Rucabado Yong 2000). But, crucially, the exchange of long-distance wares was much
rarer; also, there was little demonstrated desire to form intercultural assemblages. For instance, peoples
at large Recuay centers, such as Pashash and Yayno, demonstrated relatively little access to exotic styles
and goods during their height (middle to late Early Intermediate Period), in spite of marvelous displays
of wealth in monumental architecture and burial offerings. With some exceptions such as Spondylus
shell, long distance items and intercultural bundles also did not figure much in pre-Middle Horizon
Moche or Gallinazo cultures.
Some provisional observations might be offered to account for the early Middle Horizon ‘bundling’
patterns, with the hope that further research can test and refine their propositions. First, we are deal-
ing with high status persons who are making conscious choices for certain kinds of social ends: wealth
display, labor mobilization, funerary ritual, alliancing, political rhetoric, etc. These are of course related
social fields, but for heuristic purposes are still useful to distinguish. The choices can only be highly
contingent and based on various historical factors that, unfortunately, have little footprint at present:
taste, regional orientations, age, fashionable styles, diplomacy, etc. For comparison, we might consider
how bundled things mark the uptake of a faith (Christianity’s crucifix, text, cathedral, candle, wine,
altar) or an event such as Christmas (e.g. gift, carol, conifer, turkey dinner, panetón), or a pastime, like
baseball (e.g. bat/ball, stadium, souvenir, attire). The objects can exist (and signify) on their own, but
also connote and enable a larger whole when brought together, in proximate space and time. Also, they

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 31

Ichik San José de


Pashash Roko Amá Yayno Queyash Alto Chinchawas Cerro Amaru
Wilkawain Moro

(Mid (Mid-Late (Early-Late (Early Middle


(Mid Recuay) (Late Recuay) (Late Recuay) (Late Moche)
Recuay) Recuay) Recuay) Horizon

Wari polychromes

Local Wari

Cajamarca cursive

Local Cajamarca

Obsidian

Marine shell or
imagery

Copper garment
pins

Other prestige items

Greenstone beads

Table 1. llustration showing the dramatic transformation and ‘bundling’ of long-distance exchange patterns found in highland
Ancash and other northern Peru archaeological contexts, before and during the Middle Horizon.

share aims and conventions, but take varied expression among different groups because of local social
relations, resources, traditions, languages, and social and environmental settings. In other words, ‘bun-
dling’ is mediated through local contexts. Yet, in each case, the cluster of objects effect a certain way
when together, just as they gain significance when together (Keane 2003; Lau 2010c).7
Second, at least some of the variability should be attributed to time differences which our relative
chronologies cannot precisely map at present. Wari cultural expansion occurred over some two to three
centuries, and there is little reason to believe at present that there was ever a truly stable or lasting state
system, either administratively or in terms of material style. The great diversity of derivative Wari wares
must have been affected by changing technical dispositions of potters over many generations. The long-
term appeal of Wari pottery, I would argue, was its quality of being stylistically and technically innova-
tive, yet symbolically open and promiscuous.
Finally and probably of greatest relevance is that collectives ‘practiced’ Wari differently. It seems
likely that persons and factions within the same region, valley or even ethnic group knew and engaged
Wari differently (Lau 2012: Chapter 2). For example in highland Ancash, the bundling was one of
heterogeneity and apparent aspiration, than of unbridled adherence. Thus, we find that at places such
as Wilkawaín/Ichik Wilkawaín and other parts of the Callejón de Huaylas that there were important
dispositions toward effigies of standing felines (probably a Central Coast Nievería link) and blackware
keros. These were less important in places such as Chinchawas. To draw out an earlier analogy, it would
be inaccurate to say that all people play baseball the same way: there needs to be a ball and a bat, but
it need not be of ash, or even of wood; many kids don’t play with four bases; a can might be used as
a ball; some teams, indeed even nations, emphasize speed and defense, others the big hit. Where this
might be seen to be particularly different from related concepts such as ‘interaction sphere’ and ‘cultural

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32 GEORGE LAU

packages’ (e.g. co-dispersal of language and agriculture) is the degree of local agency and calculation in
the selective practice that ‘bundling’ presumes.
The capacity to obtain long-distance items blossomed during the Middle Horizon Period. It might
be suggested that these were new orientations of competing leaders within smaller polities or especially
competitive collectivities, who looked increasingly outside their own cultural worlds for important
markers of distinction. This was initially a highly discriminating practice to assert political authority,
economic wherewithal and perhaps the divergent interests of rival factions. The new things and their alien
imagery and meanings were especially useful in two social fields: commensality and funerary display.

5. Stylistic emulation and making the Middle Horizon

Within a century or two of their appearance, by around AD 800 in northern Peru, many of the regions
of the Central Andes that featured Wari imports, even in limited quantities, began to incorporate
Wari-affiliated features in local pottery production.
Whole ceramic-making traditions (e.g. Moche, Recuay, Cajamarca) became retooled to accommo-
date the new interest to be more Wari (e.g. Thatcher 1972; Menzel 1977; Terada and Matsumoto 1985;
Lau 2004b, 2006; Castillo et al. 2008). The variability in adoption of long distance items mirrors the
variability in stylistic emulation. Some cultures were successful technically at reproducing Wari style
(Menzel 1964). Most others syncretized specific elements. New, distinctive forms, designs and color
schemes typical of Wari were selectively adopted, very often displacing earlier techniques and modes.
Across the Central Andes, innovations might include vessel forms (e.g. kero-shaped cups, stirrup-spout
bottles, open bowls), new designs (e.g. pendant designs, band/meanders, mythical creatures with ap-
pendages), polychrome schemes, surface treatments (e.g. glossy red slip) and other new techniques (e.g.
fine spoon and figurine production).
Some of the human figural imagery of the Wari-inspired pottery takes very special forms in Ancash.
There was interest in depicting chiefly leaders with traditional Recuay style headdresses, but in Wari
polychrome style (Figure 4). Some effigies are of male figures with four-cornered hats, often identified
as Wari affiliated apparel (e.g. Paredes et al. 2001: fig. 7). One is shown to have his hands tied behind
his back, like a captive (Ponte 2001: 242), while another holds a shield and drinking tumbler (Herrera
2005: fig.7.19). Wari may have been recognized, it seems, through idioms of male political authority,
warriorhood and festive generosity. More data are certainly necessary, but the available evidence is con-
sistent with a model of local peoples actively trying to accord themselves the prestige of Wari association
through special objects and ritual.
It should be noted that stylistic entanglements in Ancash were highly variable. The local derivative
styles, while comparable in general look, do not necessarily resemble each other or even follow the same
derivative sources. For example, among the major stylistic transformations was the great proliferation of
open, ‘cumbrous’ bowls with interior painting. These were often produced using redware pastes known
from earlier local production, usually associated with common plainwares. Not only were the bowls
generally larger and more diverse in size range than before, some local potters made them with tripod
legs, others with ring bases; other potters left the bases plain, with a round concave or slightly angled
basal profile. While the ring bases clearly conformed with the earlier Recuay tradition of ring based
bowls, they can just as easily have referenced exogenous styles, such as Cajamarca. Also, there was no
outstanding regularity in their interior imagery. In other words, the Ancash pottery data suggest that
cultural dynamism of the later Middle Horizon revealed a new repertoire of new and popular features,
but did not prescribe a strict formula for how things were made or put together at the local level.
Ultimately, foreign Wari-associated markers spread to non-elite sectors of local society by being
integrated into the common local decorated wares. Both near and far from the Wari heartland, stylistic
emulation resulted in derived, secular Wari wares (e.g. Menzel 1964: 69; Isbell 1977; Anders 1989;
Glowacki 2005; Owen 2007). Investigations of Wari’s southern margins also evince variability in the
local impact and uptake of Wari style (Menzel 1964: 39; Cook and Glowacki 2003; Jennings 2006;
Owen 2007: 322). The production of later Middle Horizon figurines followed a similar sequence:

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 33

Figure 4. Effigy vessel of a chiefly figure, with warrior associations.


The figure wears a headdress with trophy hand elements and
holds a club and shield. Its deep red, glossy slip and polychrome
scheme are Wari in style. The figure was recovered from scientific
investigations in the funerary complex at Ichik Wilkawaín led
by archaeologist Juan Paredes (courtesy of Complejo Arqueológico
Willkawaín – Ichic Willkawaín, INC-Ancash).

strong rupture from earlier local traditions, and then more common copying from early Middle Hori-
zon prototypes (Morgan 1989: 166). Crucially, coeval to these developments was local emulation of
Cajamarca pottery (Figure 5), even at Huari itself (e.g. Bennett 1953; Lau 2006; Bernuy and Bernal
2008; Castillo et al. 2008; Valdez 2009).
By the end of the Middle Horizon, dispositions for Wari style altered irrevocably the trajectories of
many local corporate traditions in the Central Andes. And for a few, such as Recuay, Wari precipitated
their outright demise.
It is noteworthy that a range of peoples, not just elites and subjects, found Wari style accessible and
worthy of copying in local production. Apparently, the items were desirable for their cosmological con-
tent that could be appreciated and incorporated across factional, wealth, or ethnic boundaries. The later
Middle Horizon pattern appears to have been more comprehensive in scope. Rather than occurring
simply at special nodes or occasional sites, the new dispositions became widely distributed, and shared
by people of small villages as well as of larger, political centers. What were privileges formerly limited
mainly to elites, what Appadurai (1986: 22-25, 31) and others have discussed as ‘enclaved’ objects/
sumptuaries, became more widely accessible as sought after items through the work of local makers.
The objects resulting originally from elite tastes and acquisition during the Middle Horizon provided
the models for internal consumption and change.
Interestingly, at the same time that secularization of the style cast Wari’s net further and more widely
during the later Middle Horizon, we can only imagine that it destabilized the status system which regulated
the previous enclaving and prestige economy. In effect, the hybridization of styles decreased the symbolic
and physical distance between Huari and its provincial adherents, while narrowing, or denying altogether,
the cosmological gulf between acquisitive lords and their subjects (Helms 1993: 46-49,160- 170).
Transformations in the knowledge economies so crucial in making and governing the circulation of
sumptuaries may have ultimately thinned the reliance on and symbolic authority of Huari. If this

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34 GEORGE LAU

Figure 5. Cajamarca style bowls in Ancash, probably local


emulations using coarse light buff paste and thick and
untidy cursive painted designs (Museo Arqueológico de
Áncash, Huaraz). A) Ring base bowl showing pendant
lattices and panels with typical Cajamarca style zoo-
morph (also Topic and Topic 1984: Fig. 10; Castillo, et
al. 2008: Fig. 21). B) Profile of above vessel, showing
cursive strokes in segmented exterior band. C) Very small
ring base bowl, with cursive strokes in segmented exterior
band. The coarse holes in ring base are pre-fire and suggest
the small bowl was suspended during fabrication and/or
use in local display (see also Eisleb 1987: Abb. 25).

proposition holds, the question moves away from the rather intractable program of matching Wari
styles to kinds of statecraft/organization, to more narrowly focus on what processes or ruptures caused
their enclaving to cease; or put another way, why previously exclusive things became more secularized
and why they were adopted. By obligation, answers to the question shift the emphasis to local contexts
and strategies outside the Wari heartland.
In sum, the timing, duration and diverse character of the interaction are of major consequence in
more accurately representing the functional tenor of Wari presence in the Central Andes. In northern
Peru, the earliest sustained form of interaction was of imported goods, which ended up mainly in the
funerary practices celebrating local provincial elites. These were people interested in the symbolic capital
of a growing power in the south. Within a few centuries, ca. AD 800, there was a surge in the production
and dissemination of Wari-inspired local decorated wares. This would indicate that limited quantities
of imports, albeit still satisfying certain sectors, were not enough; the appeal of Wari-related materials,
initially limited to elites, extended to a wider populace of different statuses and means. The demand for
Wari style goods came also from commoners and non-elites, suggesting at once its popularity and its
shared ideological importance.

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 35

Over the longue durée, Middle Horizon patterns of northern Peruvian interaction bear some resem-
blances to, but also crucial differences from the other horizon periods, associated with Chavín and Inka
cultures in the region. The key similarity, of course, was the interchange of finely made portable objects
and imagery. The items, almost always redolent with religious symbolism, formed the basis of large-
scale ideological programmes that fostered local political alliances. Chavín for example stressed esoteric
knowledge and the circulation of its fancy objects (e.g. pottery, textiles, drug paraphernalia) among
priestly and local elites at other ceremonial centers; this turned on local religious conversion while en-
gaging lower power brokers in exchange opportunities (Burger 1992; Burger and Matos 2002). In all
three cases, there is considerable local emulation of the expansive style, which maps onto innovations in
provincial cosmologies and ritual performance (Bray 2003; Cook and Glowacki 2003).
However, there are fundamental differences. In particular, the degree of volition and choice in long-
distance assemblages differed. By now, we know the Inka system entailed mass movements of goods
and resources. But there was great standardization in the types of items moved around during the Late
Horizon. For example, the contents of offerings in Inka capacocha sacrifices in the provinces are rela-
tively predictable (e.g. Spondylus sp., metal figurines, rich textiles, vessels), and all usually rendered in
the imperial style (e.g. McEwan and van de Guchte 1992). Although there was also a formal checklist
(e.g., Cajamarca bowl/spoon; Nievería bottle; Spondylus shell; Quispisisa lithic; turquoise bead/figurine;
Wari face-neck, cup and bowl; miniatures), there was little prescription for Wari stylistic homogeneity.
Indeed, it was basic that most of these objects were not Wari (in style).
For each of the horizons, a recognizable ‘bundle’ of high-status, significant objects and the innovati-
ve practices in which they were embedded served to engender a larger imagined community. ‘Bundling,’
as presented here, simply acts to recognize a pattern; unlike capacocha, however, there are no documents
to elucidate the earlier cases. If there is a generalizable insight now, I suspect it is about how bundled
materials and practices transacted understandings of community in their respective systems. Each ele-
ment of the bundle sought to pull in some partial/regional aspect, embodied in objects and persons,
into a new intercultural cartography. The next sections aim to clarify the character and organization of
the Wari community during the Middle Horizon.

6. Architecture and Wari politics

Various authors have voiced concerns over models of Wari military conquest and direct territorial con-
trol in northern Peru (Mackey 1982; T. L. Topic 1991; Topic and Topic 2001; Lau 2002, 2005, 2010a;
Ibarra A. 2003b; Tschauner 2003; Herrera 2005). The record shows limited evidence for conquest or
large population movements. While it remains unfair to make categorical comparisons between the
Middle and Late Horizon, it is not unreasonable to expect clearer evidence for state infrastructure, es-
pecially if Wari intervention in the north was based on the extraction of local staple or labor resources,
or on military policy (Topic and Topic 2001: 181-182). But the current record shows weak evidence
for Wari roads, storage systems and fortifications in the north — even given the three to four century
period attributed to Wari’s dominion. And the imagery and mixing of local pottery elements mark
histories that cannot be completely explained through site-unit intrusion.
Investigations of Wari imperialism focus on the identification and histories of Wari provincial ad-
ministrative settlements (Isbell and McEwan 1991; Schreiber 1992). One of the key debates concerns
Honcopampa, a large late Early Intermediate Period and Middle Horizon site located in the Callejón
de Huaylas (Figure 6). First studied but never fully published by archaeologists Gary Vescelius and
Hernan Amat, its role in the Wari political economy entered into the literature via various secondhand
but influential accounts (Buse 1965: 327; Lanning 1965: 140; Lumbreras 1974: 171).
Honcopampa has, ever since, been seen as a Wari administrative center, in spite of research advo-
cating against any swift judgment (Isbell 1991: 34-35; Tschauner 2003: 218). On a map, it would help
connect the Huari capital and the Central Highlands to Viracochapampa and Cajamarca in the north.
It also features D-shaped structures sometimes found at other Wari sites (Cook 2001; Meddens and
Cook 2001; Williams 2001). But closer scrutiny shows that Honcopampa shares little of the integrated

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Figure 6. South view of the ruins of Honcopampa, showing the foundations of two D-shaped structures (foreground) and a series
of aboveground mortuary buildings, known as chullpas (midground). The D-shaped structures were probably used for special
ceremonies involving ancestors and feasting.

spatial organization — long avenues, cellular rooms, perimeter wall — construction techniques, stone-
masonry, or pottery typical for Wari provincial settlements (Tschauner 2003). Far above the valley floor
and away from easy transport routes, especially north-south routes, Honcopampa is not particularly
central to the Callejón de Huaylas, either for valley-wide displays of imperial power, storage, or for
organizing goods and labor.8 These are crucial differences from the better known centers of Pikillacta,
Viracochapampa, Jincamocco and Azángaro (Anders 1991; Schreiber 1992; Topic and Topic 2001;
McEwan 2005).9
In addition, Honcopampa’s rectangular patio-groups, often deemed to be part of Wari’s intrusive
orthogonal style, have local Recuay antecedents (cf. Lau 2002: 300; Lau 2010b). A number of Yayno’s
quadrangular compounds are more sizeable, taller and more elaborate than those at Honcopampa. Ra-
diocarbon dates also indicate that Yayno’s earliest compounds were built around AD 400, at least several
centuries before the rise of Wari. Some continued to be occupied at the same time as those of Honco-
pampa. But it is noteworthy that, to date, there has been no evidence to attribute their construction or
use to Wari people or intervention. On the contrary, all the pottery and diagnostic material corroborate
the presence of flourishing local (Recuay) groups.
These observations do not preclude Wari occupation at Honcopampa, but Wari’s intrusive presence
and administrative function there become harder to sustain without additional proxy evidence. Pottery
from the site is rare and poorly known; what has been reported appear to come mainly from chullpa
mortuary monuments (Amat 1976: 234-236). These are buildings best recognized as northern highland
in derivation (Isbell 1997: 287), and were the primary ceremonial spaces for local ancestor cults as early
as the late Early Intermediate Period (Lau 2000). Wari polychromes (likened to Atarco, Okros, Viñaque
styles from the Wari heartland to the south) have been reported, but also other fancy styles: Cajamarca
(Cajamarca III and Huari-Cajamarca), Recuay, black polished and a negative redware (Amat 1976:
234-238). Turquoise beads and pyroengraved gourds were also found in the site’s chullpas. The diversity

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 37

of materials in Honcopampa’s chullpa contexts is consistent with the general bundling pattern of inte-
raction described earlier (Table 1).
Investigations in Huamachuco provide useful comparisons. Despite its classic Wari form (i.e., large
walled enclosure, interior plazas, avenues, cellular rooms), the planned site of Viracochapampa was
never completed and lacked a major imperial occupation there, or one that left substantial refuse (Topic
and Topic 2001: 204). Not only is evidence for Wari military conquest negligible in Huamachuco, but
it seems that existing cultural forms of ceramics and architecture managed to flourish. Political centers,
such as Marcahuamachuco, Honcopampa and Yayno continued to thrive during Middle Horizon times
(e.g. Topic and Topic 2001: 183; Tschauner 2003: 218; Lau 2010b: 345-346), and it seems that local
lords in the north highlands were able to maintain power.
The function and chronology of D-shaped structures in Wari interaction merit further attention in
this light. In those well-studied examples, it seems as if they performed as venues for local ceremonial
practices, especially in relation to ancestors, elite display and/or feasting (e.g. González Carré et al.
1999; Cook 2001; Meddens and Cook 2001; Williams 2001; Ochatoma and Cabrera 2002; Tung
2008). Other types of buildings in coeval settlements may have also performed this function (e.g. Topic
and Topic 2001; Lau 2002; McEwan 2005).
The two D-shaped structures at Honcopampa (Figure 6) are located very close to some of the largest
chullpas in the Callejón de Huaylas. They were built between the settlement’s elite residences and the
main group of chullpa mausolea, and appear to physically mediate the residential areas with what
would be presumed to be the primary resting places for mummy interments. The niches common to
D-shaped structures are suitable for display and storage of effigies and other ritual objects. One of
the innovations of the D-shaped structures at Honcopampa is their great height and the emphasis on
a tall hollow interior, which was probably left unroofed. The special ritual space contrasts with the
solidity of the site’s low chullpas and quadrangular spaces associated with Honcopampa patio-group
residences. Somewhat similar circular buildings occur in other parts of Ancash (Herrera 2008; Lau
2010b). While precise dating has yet to be established, most are associated with the 1st millennium
AD. Many feature tapering interior spaces as well as large niches for offerings, cult objects and
interments (Figure 7).
Overall, the current evidence indicates that Wari had a somewhat patchy, irregular presence in nor-
thern Peru. Early Wari expansion was not a thorough replacement of local assemblages or construction
styles one would associate with major population movements. There were locales where Wari made
stronger inroads or alliances, perhaps for specific resources, whether material (Watanabe 2009) or in-
tangible (T. L. Topic 1991). Other important settlements in Ancash, such as Pashash, Queyash Alto and
Roko Amá, also saw a rapid decline. This accords with the general expectation of great local variability
in core-periphery relations during the early Middle Horizon Period (Lau 2005). There is little denying
Wari’s impact in spurring widespread cultural transformations in stylistic and trade interaction and in
pottery production, especially later in the Middle Horizon.
Generally speaking, Wari patterns in northern Peru are consistent with the model of indirect rule
(Isbell 2008: 742), where expansive states leave fairly developed political arrangements largely intact,
relying on hegemonic strategies for economic benefit (e.g. Menzel 1959; D’Altroy 1992; Schreiber
1992; Jennings 2011). Where political organization needed to be introduced or for particularly unruly
zones, there was larger investment in infrastructure (e.g. Morris and Thompson 1985).
But closer inspection of the northern Peruvian evidence also elicits further questions about Wari
strategies, even if indirect. First, if the Wari realm encompassed the central highlands, an area with great
potential for agro-pastoral intensification but with little centralization, why is there so little evidence
for Wari infrastructure there? Also, if we understand Marcahuamachuco as the base of a major polity
which continued in use during the Middle Horizon, why then build Viracochapampa and why/how so
close to the local center? Also, if D-shaped structures were part of Wari administrative strategy, why set
up D-shaped structures at certain locales and not others (e.g. Honcopampa versus Viracochapampa)?
Just how frequent were Wari incursions outside their heartland? Perhaps most basic, it still remains
uncertain what kinds of resources fueled Wari authority and interventions in regions such as Ancash.

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Figure 7. Exterior (a) and detail of interior (b) of circular structure at Karway, northern Conchucos. It resembles D-shaped
structures: imposing height, unroofed interior space, inward leaning walls. The buildings feature a series of double niches that
may have contained funerary bundles and other cult objects. Note also the holes for rafters to support additional floors and
construction.

7. Contextualizing the integrated pluralism of the Middle Horizon

While many questions remain for future research, we are now in a better position to discuss the wider
panorama of the Middle Horizon. In particular, groups engaged with Wari culture in myriad, somewhat
unpredictable ways. Some areas saw the construction of large settlements and the movement of sett-
ler populations (Isbell and McEwan 1991; Schreiber 1992; Williams 2001; Glowacki 2002; McEwan
2005). These were in strategic areas for both economic and ideological interests. Some local groups
linked themselves to centers of a burgeoning economic network, benefitting through trade, exchange of
preciosities, and emulating styles for local uses (see also Burger and Matos 2002). Many constituted part
of the network without direct evidence of having been annexed (e.g. T. L. Topic 1991; Castillo 2001a,
2001b; Lau 2005; Jennings 2006).
Meanwhile, many communities bypassed opportunities for intensive interaction with Wari alto-
gether. Even for sites in relatively close proximity, there was significant variability in the level of Wari en-
gagement. Neighboring sites in the same valleys, such as Huamachuco and Callejón de Huaylas, show
coeval but also very different material assemblages.10 Some groups adopted certain imperial trappings
while eschewed others (Lau 2002: 300). Other areas attracted very little Wari presence from the start.
Perhaps there were local reasons for remaining insular, but this was likely also a strategy on Wari’s part to
favour areas and settlements with specific exchange or political value. In short, we can surmise that Wari
was never complete or comprehensive in its expansion. By considering the Middle Horizon Period more
as an array of contingent relations through time, it becomes evident that each region and community
in those regions had unique histories that may, or crucially, may not have entangled Wari relationships.
As the record of the period’s integrated pluralism deepens, orthodox explanations of its functional
significance, based on either/or propositions (e.g. imperial expansion, peer polity trade, proselytiza-
tion), become somewhat destabilized. Isbell (2008) now views the Middle Horizon as a time for the
spread of new ‘international’ identities promoted through Wari interaction. Other recent work also rec-
ognize the multiple historical processes and regional developments at play during later 1st millennium
AD (e.g. Jennings 2010, 2011).

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Equally important, the Middle Horizon’s pluralism dispels the homogeneity that archaeologists at-
tribute to and expect from a ‘horizon’. By the term, I mean that vehicle used to refer to a set of contem-
poraneously shared cultural traits, marked by a wide distribution over a fairly short span of time (Rowe
1967). Much literature stresses what Wari does in its hinterlands. Very commonly, this is expressed as
Wari-inspired trade, conquest, and building projects in a specific locale or region. Current use of the
horizon style concept often follows the functional ascription, while presuming a one-directional impact:
e.g. Huari to province. This can be called into question, not least because it is predicated on 1) an al-
ready-fixed state style and 2) stable, ossified system of provincial rule. Neither of these seems to fit well
with the current evidence from Ancash.
More can be said about the specific interests of each group in the region of encounter (e.g. Thomas
1991; Gosden 2004; Dillehay 2007; Dietler 2010). Wari engaged in a mutual process of stylistic
interaction and transformative change over time. For example, Middle Horizon groups in Ancash drew
from a number of technical and design dispositions from foreign zones; Wari was one in a number of
influential prestige styles in this regard (Lau 2004b, 2006). It is evident that Wari played a significant
role in altering the cultural trajectories of Recuay, Cajamarca, Moche and Nasca, but how was Wari
affected by them? When and for what reason? As in the Chavín horizon (Burger 1992: 179), Wari also
drew together and incorporated foreign cultural elements, synthesizing and exploiting them strategically.
The centuries associated with the terminal Early Intermediate Period, about AD 600-700, is a
good place to start for contextualizing the Middle Horizon. The record from northern Peru, especially
Ancash, shows that there were at least three major vectors for cultural interaction between different
highland groups before the Middle Horizon.
By ‘vectors,’ I refer to preexisting cultural forms shared between cultures which predisposed later
developments — in this case, those shared traits existing before the Middle Horizon. With the term,
I am borrowing partly from Richard Schaedel’s usage (1993: 249), which he glosses as “the elements
diffused through [a] diffusion agency.” While the definition and his ‘vectorial analysis’ remain somewhat
opaque, he operationalizes the term clearly to mean stylistic linkages between two or more cultures:
iconographic and technological traits at a specific node transmitted to another.11 For him, a study of
clustered cultural relationships, i.e. vectors, formed a way to problematize the development of the Mid-
dle Horizon art style now generally associated with Wari.
In wanting to ‘avoid any predetermined judgment of the agency of diffusion’ (e.g. via Wari imperi-
alism from Huari), Schaedel (1993: 252) turned to the cultural diversity that existed before, during and
after Wari expansion in northern and central Peru. With regard to the north, he contended that some
Recuay cultural elements influenced Wari and were implicated in a co-development during the Middle
Horizon. Drawing heavily on his doctoral study of Central Andean stone sculpture, he concluded that
Recuay was the likeliest vector for several patterns seen in Middle Horizon imagery: central figure scenes
(frontal anthropomorph flanked by felines), tenon heads, and horizontal slabs depicting pumas/felines
(Schaedel 1952: 212-214; 1993: 231-236, 249). He also believed similarities in the depth of carving
relief was a commonality between Recuay and Tiahuanacoid styles.
Two other important vectors for Wari and Recuay interaction can be enumerated. The first concerns
fancy portable items intended for wide circulation and reception. Several observations are adduced here
on their imagery and technology. Textiles were very often the essential medium for embodying value,
work and information in the Central Andes. It is notable that Recuay tapestry technology antedated
the Wari and may have provided the technical prototypes adopted by later Middle Horizon weavers. In
particular, Recuay use of wide looms, two-web construction and short warps may have been important
in later Wari production (Rodman and Cassman 1995: 34; Oakland Rodman and Fernández 2001:
126). The precise mechanism for the transmission of textile technology remains unclear, but one can
suggest possibilities for future investigation: gift exchange, intermarriage of weavers, and exchange of
processed fiber.
In addition, some Recuay pottery motifs of supernatural beings resemble polychrome pottery
designs of zoomorphic beings found in the Ayacucho area before Middle Horizon Wari expansion
(Figure 8).12 The latter are frequently classified as Chakipampa A (Menzel 1964, 1968) or wares of

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Figure 8. Zoomorphic beings in Recuay art (drawings adapted from Grieder 1978: 139, 224, 225, 228, 233; Smith 1978:
Fig. 6b).

the Transicional Period between Early Intermediate Period and Middle Horizon (Lumbreras 1959).
For Dorothy Menzel (1964: 10-17) and Patricia Knobloch (1983: 294), the zoomorphic designs were
among the foremost innovations in early Wari polychrome ceramics (Figure 9).
Crucially, the Recuay designs have relationships to this early Wari imagery. Recuay potters depicted
bicephalic creatures with humped backs, top-view serpent-feline heads, segmented creatures with body
appendages (Figure 10), and other creatures with top-view, or split-represented heads. Such designs
emerged by at least AD 400 and appeared on a range of media in addition to fine ceramics: stone sculp-
ture, gameboards, metalwork and textiles. The zoomorphic beings exist on their own as independent
images, but also adorn other, larger figures (of anthropomorphic, animal and/or mythical form) (Figure
11). Split-representation and top-view perspectives on Wari polychromes very likely drew from Huarpa
and Late Nasca antecedents (Menzel 1964: 10; Knobloch 1983); and bicephalic creatures, avian figures
and humped animals are known from Nasca types (e.g. Proulx 2006: figs. 5.39, 5.73). Studies contend
the mythical animals are associated with celestial phenomena (Tello 1923; Menzel 1977).
Regardless of the origins and specific iconographic import of this vector, there is confidence that
similar mythical beings and ways of representing them emerged in the regions in question prior to Wari
consolidation. The shared imagery and conventions imply at least partly attuned cosmological beliefs.
The common beliefs may have constituted part of the early resonance of Wari culture for Recuay people,
especially as new exogenous, symbolic capital for local elites. In time, perhaps the initial appeal of Wari
came to figure as part of its political strategy in parts of northern Peru.
The final vector between Recuay and Wari before the Middle Horizon Period concerns developments
in corporate architecture. We have already discussed the temporal priority of the walled quadrangular
compounds in the Ancash area. At least some of these were built by the fifth century AD for residential
purposes; the largest and most well-built were occupied by local elites. Domestic activities were arranged
in the various roofed rectangular rooms, opening onto a central unroofed courtyard (Lau 2010b). John
and Theresa Topic, in discussing impressive architecture at Marcahuamachuco, have remarked how the
niched halls and other building types predate and perhaps served as models for Wari canons (J. R. Topic
1991; Topic and Topic 2001).

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INTERCULTURAL RELATIONS IN NORTHERN PERU... 41

Figure 9. Mythical beings in early Wari polychrome pottery (drawings adapted from Bennett 1953: Fig. 17c,l; Lumbreras
1960: Lám.7e,n, 11a,c,e,f ).

Chullpas in the northern region also appear to have had a crucial history with Wari. While Wari
culture does not appear to have been involved in their initial use in the north highlands (middle cen-
turies AD), it seems very vital in their practices by around the 7th century AD. Groups throughout
highland Ancash abandoned previous treatments focused on underground interments: cists, galleries,
and underneath boulders. Rather, they began building and interring their dead in house-like chullpa
buildings. The largest chullpas emerged as special, paramount buildings in sites with many other (small-
er) chullpas. Nearly all of them (i.e. Wilkawaín, Honcopampa, Queushu, Katiamá) are found in the
well-watered lands west of the Cordillera Blanca, especially the eastern side of the Callejón de Huaylas.
Chullpas occurred in great frequency in the Conchucos region, but the wide majority of groups there
felt little interest in engaging their dead with foreign Wari objects. Rather, it was in the western Ancash
chullpas — including some of the largest known from the Andean highlands — that very often feature
Wari imports or Wari-inspired items (e.g. Bennett 1944; Isbell 1997; Lau 2000, 2002; Paredes et al.
2001; Ponte R. 2001; Ibarra A. 2003a; Herrera et al. 2006). It follows that the precepts in their imagery,
probably centered on fertility and a greater, imagined community, were increasingly attractive to certain
groups in increasingly popular ancestor veneration practices in this region.
Perhaps the process is most apparent at Honcopampa, where D-shaped structures were built, I
would contend, to stylize as Wari the mediation between local elite residential populations and their
esteemed dead. The practice may have been comprehensible in uniquely Andean terms: ancestors who
are co-opted by more (cosmologically) powerful ancestors, whose veneration is redirected to innovative
enclosures that diverge from but clearly resonate with previous local traditions (e.g. ‘vector’). In short,
there seems to have been an acute synergy between local funerary practices and Wari cosmology, which
spurred the widespread uptake of both. Ultimately, the increased interaction marginalized and led to
the demise of more autochthonous Recuay practices.

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Figure 10. Effigy vessel of feline-serpent


(amaru), showing design panels on its body
with representations of other mythical beings,
especially a bicephalic being from which
emerges a series of head/mouth appendages.
Excavated at Pashash (Museo Arqueológico de
Cabana).

8. Conclusions

The current evidence from northern Peru indicates complex local intercultural entanglements that can-
not be readily reconciled with terms such as ‘control’ and ‘domination’. The distribution of Wari mate-
rial culture was highly variable in location and intensity, and co-occurred with other luxury goods from
different regions. Just as important, interaction between Wari and other cultural groups occurred over
some four centuries, and over that period of time, changed form and character. Besides the exchange
of sumptuaries and stylistic emulation, relations may have included conflict, diplomatic strategies and
other forms of social relations.
Local groups adopted new forms and their attendant meanings. Having local precursors, many of
these were compatible with traditional practices. The favorable conditions for more intensive relation-
ships extended beyond imagery. There were many spheres of social life which Wari could latch on to,
without great violence to the existing social and cultural system.
As suggested above, among the most important was the malleable emphasis on ranked collectives
and ancestral orders as organizing principles. If Inka and colonial era cases are any indication, major
cross-cultural entanglements in the highlands (e.g. conquest, migration, alliance, intermarriage) very often
required reimagining collective histories. This occurred through reconceiving landscapes (e.g. Salomon
and Urioste 1991), capture/curation of ancestor effigies (e.g. Guaman Poma de Ayala 1980), or indeed,
making new ancestors and creative configurations to naturalize the position of the new, foreign group (e.g.
Duviols 1973; Zuidema 1978; Rostworowski 1988). Wari’s orthogonal architecture, with its segmented
spatial organization, and D-shaped structures, mediating live and dead persons of rank, were well-suited
to help engage the kinds of societies outside its heartland. Continued research into the role of ancestors
and feasting will help to elucidate this provincial interaction (e.g. Topic and Topic 2001; McEwan 2005).
Ethnohistoric studies of how Andeans perceived and internalized conquerors as insiders (ancestors),
both physically and cosmologically, may also have further purchase for understanding Middle Horizon
interaction (Gose 2008).
What is clear now is that Middle Horizon patterns across the Andes cannot be explained on the
basis of Wari alone. Local and regional corporate groups jockeyed for position during a time of intense

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Figure 11. Open bowl, with interior design of pro-


file felines and mythical bicephalic creature with seg-
mented body. The body appendages, nested geometric
body parts, and emphasis on split represented heads
resemble Wari mythical beings. From Pashash (Museo
Arqueológico de Cabana).

dynamism. Discontented with traditional forms of social organization (focused on descent privileges,
group exclusion and lavish consumption), many Ancash groups looked increasingly outward for foreign
sources of legitimation, at the same time that new exchange and political networks proliferated.
Some groups opted into Wari’s bundled web of ideas, goods and people. Neighboring regions, es-
pecially their elites, flourished apparently due to their alliances with Wari people. In a short span of a
century or so, new cultural dispositions, in pottery and funerary practices especially, came to displace
earlier forms in some communities. Many Recuay, Moche, Cajamarca, and Lima/Nievería potters pro-
duced wares which drew heavily from Wari style.
Equally important, many Ancash groups flourished without much exogenous influence. Various
other dimensions of social life remained local initiatives, albeit with alterations, especially domestic
production and funerary ritual. Perhaps most telling, some communities, and most notably the most
powerful local centers, remained outside, or kept their distance from, the new worlds and opportunities
of the Middle Horizon.

Notes
1
All dates hereafter refer to calibrated ages/ranges.
2
Following Isbell (e.g., 2008), I will use ‘Wari’ to refer to the expansive culture, and ‘Huari’ to refer to
the type site in Ayacucho (cf. Huari city and province in Ancash).
3
Portions of this essay have been adapted from a paper, entitled “The 1st millennium AD in north cen-
tral Peru: critical perspectives on a linguistic prehistory” presented at the ‘Archaeology and Linguistics in
the Andes’ symposium (Paul Heggarty and David Beresford-Jones, organizers), Cambridge University,
September 2008.
4
A coherent chronology is notable lack for other highland regions, even from the Wari heartland.
5
Greater detail can be found in Lau (2002, 2004b, 2006).

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6
In contrast, when the Inka annexed Ancash, they installed one of the major north-routes of the Capac
Ñan near Yayno, connecting Cajamarca to Piscobamba to Huanuco Pampa. This helps to account for
the large amounts of foreign items (Spondylus sp., goldwork, rare stone beads, obsidian and Inka pot-
tery) found in a late reoccupation context at Yayno. Unlike the 1st millennium AD, local groups were
clearly drawn into a larger economic system with the rise of the Inka empire.
7
I borrow the term ‘bundling’ originally from this semiotic domain, as discussed by Keane (2003: 188),
how multiple meanings and qualities are evoked synchronously, in this case by single objects.
8
During the Late Horizon, the Inka installation of Pueblo Viejo near Ticapampa/Recuay was es-
tablished right on the valley floor, to exploit the roughly north-south orientation of the Callejón de
Huaylas; some buildings feature imperial Inka masonry and there are also storage structures directly
flanking the settlement.
9
It might be mentioned that Honcopampa does have good access to manage irrigation intakes of melt-
water streams in (compare Azángaro, see Anders 1986: 204-205) and is also well suited to oversee traffic
through the Cordillera Blanca, via Quebrada Honda (Isbell 1991; Tschauner 2003).
10
For the Callejón de Huaylas, contrast Wari presence at Ichik Wilkawaín and Honcopampa, compared
to Queyash Alto and Pashash, where Middle Horizon occupations yielded negligible Wari evidence.
11
Which he likens to waves and currents (Schaedel 1993: 247). My usage sees less need to invoke
explanation through diffusion, and sees more a purposeful appropriation by the participants in the
interchange. In other words, it is used to describe a common pool of shared antecedent elements which
become incorporated into a later strategy of interaction.
12
Steven Wegner, personal communication 2004, 2007. Other commonalities include frontal heads
with paired or four appendages, filler elements (repeating S-shapes on their sides, lattices, eyes with
dots, sausages with dots), and anthropomorphic effigy pots.

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THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI


AND THE MOCHE STATES OF NORTHERN PERU

Luis Jaime Castillo B.a, Francesca Fernandini P. b & Luis Muro Y. c

Abstract

This paper explores how archaeology can study the relationships between complex multidimensional societies in critical periods of
their development through an analysis of the multiple variables, circumstances and contingencies that define social interactions.
By focusing on the archaeological record of San José de Moro, an important funerary and ceremonial center in the Jequetepeque
valley, the authors approach the multifaceted natures and purposes behind the relationships between the Moche States of northern
coastal Peru and the southern Andean Wari during the end of the Early Intermediate Period and the Middle Horizon.

Keywords: Wari, Moche, multidimensional societies, historical trajectories.

Resumen

RELACIONES MULTIDIMENSIONALES ENTRE LOS ESTADOS WARI Y MOCHE DEL NORTE DEL PERÚ

El presente artículo explora cómo la arqueología puede estudiar las relaciones entre sociedades complejas durante periodos críti-
cos de su desarrollo, a través del análisis de las múltiples variables, circunstancias y contingencias que definen las interacciones
sociales. Mediante el estudio de los contextos y objetos provenientes de San José de Moro, un importante centro funerario y
ceremonial en el valle del Jequetepeque, los autores abordan las naturalezas y propósitos que se traslapan detrás de las relaciones
entre los Estados mochica del norte del Perú y la sociedad wari de la sierra sur, durante el Periodo Intermedio Temprano y el
Horizonte Medio.

Palabras clave: Wari, Moche, sociedades multidimensionales, trayectorias históricas.

1. Introducction

Among Andean scholars understanding the complex interactions between societies, be they exchanges,
influences of any kind, or even military interventions, has been traditionally hindered by a monolithic
view of ancient political organizations that assumes societies were uni-dimensional and acted and
interacted with each other as closed homogenous entities (see for example Lumbreras 1981; Moseley
2001). Expressions such as ‘the Wari conquered the Moche’ presume a single and homogeneous entity
on each side of the equation. Recent research, particularly in Moche ceremonial centers on the North
Coast of Peru, challenges this paradigm, because evidence suggests that Moche were neither politically
nor socially homogeneous nor centralized. Rather, multiple polities of different levels of complexity

a
Departamento de Humanidades, Especialidad de Arqueología, Pontificia Universidad Católica del Perú.
Dirección postal: Av. Universitaria 1801, San Miguel, Departamento de Humanidades, oficina 130.
Correo electrónico: lcastil@pucp.edu.pe
b
Stanford University.
Correo electrónico: ffernan@stanford.edu
c
Stanford University.
Correo electrónico: lmuro@stanford.edu
54 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

coexisted in the northern valleys, and only a few of them seem to have developed interactions with
the Wari (Castillo and Quilter 2010) (Figure 1). The composition and might of these polities changed
through time depending on political and economic circumstances as well as historical and social
trajectories (Shimada 1990; Castillo 2009b; Chapdelaine 2010). In this perspective, Moche is no longer
viewed as a single, unified and centralized society that originated from a single «bang» of civilization,
nor can we assume that all the Moche and the entire North Coast was ruled from the central political
and religious capital of the Huacas de Moche by an omnipotent religious-military elite (Larco 2001;
Moseley 2001). In this new perspective, the Moche were a sociocultural phenomenon composed of
a yet undetermined number of independent interactive polities that shared a flexible set of common
ritual, social and political practices.
Recent research on the Wari is revealing similarly complex scenarios, where Wari politics regarding
their different colonies, enclaves, allies and neighbors present shifting contingent strategies that gene-
rated different situated responses (Isbell 2010; Jennings 2010; Owen 2010; Schreiber and Edwards
2010; Tung 2011; McEwan and Williams 2012; Nash 2012; among others). This flexible multifaceted
organization had varied tactics and politics exerted through a varied mosaic of control (Schreiber 1992)
that dealt with unexpected circumstances leading them to change their objectives, scopes and political
program throughout time and space.
This paper focuses on the interactions of the multidimensional Moche and Wari societies through
an analysis of the archaeological record recovered at San José de Moro (SJM). SJM was an important
Moche elite cemetery and ceremonial center in the Jequetepeque valley, specially during the Late Mo-
che (AD 700 to 800) and Transitional Periods (AD 850 to 950), that presents the largest amount of
Wari artifacts in this northern region (Castillo 2001, 2012b; Castillo et al. 2008). Funerary evidence
from tombs excavated at SJM reveal how the once impermeable Moche society from the Jequetepe-
que valley decided to include a series of foreign elements, mostly Wari and Cajamarca, into their elite
tombs, revealing a social scenario of intense inter polity interactions and unleashing a chain of events
of catastrophic consequences. Other contemporary sites surrounding SJM (Portachuelo de Charcape,
Cerro Chepen, San Ildefonso, Pacanga Vieja, Huaca Rajada, etc.) are clarifying the role of Wari during
the Late Moche and Transitional periods in the North Coast of Peru. Some remarkable contexts, both
funerary and ceremonial, have revealed that the impact of Wari and Cajamarca, its close associate, in
Jequetepeque was much more intense and multilayered than we expected. This new perspective is for-
cing us to reconsider the very nature of these societies, and to conceive of them as being composed of
multiple dimensions that are expressed in many arrangements and rearrangements of the archaeological
materials.
Data presented in this paper aims to demonstrate that, contrary to common believe, agency resides
in unexpected places. In the case of the Moche elite from San José de Moro it seems that it was them
who attracted the Wari and Cajamarca, and apparently through them gained access to high quality ritual
artifacts produced by other contemporaneous societies. These same elites tightly controlled all material
expressions of these societies, and thus monopolized the relationships with them to show their strategic
liaisons with a prestigious foreign state and religious phenomenon. These interactions, and the artifacts
and ideas they promoted, start to appear exactly at the same time as the southern Moche styles show
up in Jequetepeque and, soon after, generate the production of synthetic ceramic styles such as Moche
Polychrome ceramics. The chain of events unleashed by these apparently innocuous actions ended up
showing the weaknesses of the Moche regime, and eventually contributed to their demise. Furthermore,
evidence from the Transitional period is showing that the interactions lasted well beyond the demise of
the Moche, and show how complex this period was and how intense the relationships with foreign so-
cieties became as the Moche elites lost control and disappeared from the social and political scene. The
wealth of the ritual and funerary contexts where the material expressions of these interactions show up,
particularly elite chamber tombs, and the great degree of specificity and difference among them, can be
interpreted as signaling the fact that the impact of Wari, or any other social process during this unique
period, was played and replayed in different ways and intensities by the multiple divisions and factions
that coexisted within the Late Moche society of Jequetepeque.

ISSN 1029-2004
THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 55

Figure 1. Map of different Moche political organizations on the North Coast (Map: San José de Moro Archaeological Program).

2. Social interactions as multidimensional relations

This paper explores several ways by which archaeology can study interactions and relationships between
complex multidimensional societies in critical periods of their development. The case at hand will
be an attempt to bring up to date the natures and purposes of the relationships between the Moche
states of northern coastal Peru and the southern Andean Wari. In the previous sentence the plurals
are intentional, and reveal aspects of the ways in which complex societies interact, that is to say, as
multidimensional entities. Traditionally we tend to think of societies as one-dimensional entities, with
one form or organization, one identity expressed in an idiosyncratic material culture, one way of doing
things and carrying on their business, one purpose and a coherent expression in the archaeological record.

ISSN 1029-2004
56 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

Frequently the dimension and identity that is extrapolated to the entire society is the one that identifies
its elites, and its evolutionary trajectory is implicitly assumed as the path of change for the entire cultural
phenomena. Thus, the relationships and interactions between societies are defined as the confrontation
of one will against another, one strategy of domination versus one of resistance, one elite confronted
to another. Statements such as ‘the Wari conquered the Moche’ or ‘the Moche resisted the Wari’ are
frequent, assuming that all and one Wari were involved in the subjugation of all and one Moche.
Nevertheless a simple examination of any complex society reveals that it is not an integrated and
homogeneous whole, but that it is composed of social groupings and classes, economic and political
interests, religious and ethnic majorities and minorities, individuals, families and localities with
occupational specificities, ancestral rights and obligations to the use of land and resources, confronting
regional factions, etc. Each part and segment, or groupings and regroupings within, will define different
agendas and intentions, at times antagonist, and at times, through ideological and political action and
discourse, oriented towards a common goal. The multiple social, political and economic dimensions of
both Moche and Wari, to name any complex societies, is added to yet another intricate dimension, the
long spans of time through which they interacted, conspiring to generate an outstandingly complicated
process. Neither Moches nor Waris were simple or singular in nature, and thus the relationships
established and developed between these societies should have been diverse and quite distinct, for
instance, in different Moche states, between social groups and economic interests, diverging in their
trajectories and in the ways they are manifested in the archaeological record.
Assuming a multidimensional perspective should help understand the multiple roles Wari
played in the transformations of Late Moche society, and eventually in its demise. Because of the
multidimensional nature of this multiplicity of expressions, the Wari presence in the North Coast had
so dissimilar manifestations that they have generated antagonist interpretations between those that
affirm its presence and influence, and those that deny any involvement, confining its presence to the
upper highlands. Perhaps it is due to this multidimensional aspect of the Wari society that certain
attempts to characterize its political organization tend to concentrate in the presence of its particular
expressions rather than in its true multifaceted and complex essence.
The ‘impact’ of the multiple dimensions of a society on another will be determined by internal
differences and contradictions in both parties involved in the process that in turn will create a complex
and at times contradictory record. Different attitudes and positions, strategies and means will be
manifested in markedly different expressions of the same phenomenon. But to read these differences we
ought not focus in the large scales and the wide phenomena, in other words, in the generic consequences
of social interactions (i.e. the ‘destruction of the Moche’ or the ‘expansion of the Wari’), but in the
singularities of specific archaeological contexts, in the ways events and processes affect the different
individual agents in society. Assuming a multidimensional nature of societies, and considering that it
should be expressed in distinct attitudes and motivations, the interrelations should be materialized in
the archaeological record by the coexistence of quite distinct features. The elites that lose control of
their society when it is incorporated to another is likely quite different in intent and purpose from the
intermediate and subordinate elites that see the same process as an opportunity for their repositioning
on the top of society. Thus, as a consequence of military conquest and incorporation, the traditional
rulers and highest social levels of society can completely disappear from the record; their dwellings
abandoned and their ritual practices ceased, while lower elites, previously subordinated can assume a
more active role, expressed in a significant presence of foreign elements in their dwellings and burials,
and in the enthronization of previously subordinated practices. Elites and populace at large can relate,
and be affected, in differentiated and even opposed measures in relation to societal interactions. While
elites will be certainly and inevitably affected, for good or bad, the populace can completely miss, or not
be affected by the incorporation process. Or so it will appear in its material record. Thus, foreign goods
are more likely to appear in elite burials, while they could be totally absent in the poor ones radically
affecting our interpretative frameworks.

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THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 57

Figure 2. Group of Wari-associated sub styles recorded in elite burials from San Jose de Moro (Photo: San José de Moro
Archaeological Program).

3. The Moche and the Wari on the north noast of Peru

Data used to build the arguments that are presented in this work are drawn from the multiple
archaeological research programs that have focused on the Moche in the last twenty years, particularly
in the Jequetepeque Valley, and specifically from the research conducted by the San José de Moro
Archaeological Program in several sites of the valley (Castillo et al. 2008; Swenson 2008a; Chapdelaine
2010a). Even though the Moche were contemporaneous with several complex societies in the Andes few,
if any, foreign artifacts signaling foreign contacts and relationships have ever been found in association
with Moche contexts. Terminal Moche manifestations, chronologically corresponding to the Middle
Horizon, whether Late Moche in the Jequetepeque, Moche V in the Lambayeque and Chicama, or
Moche IV in the Moche and southern valleys, are coeval with the emergence and expansion of the Wari,
and with the development of several Wari related styles (Menzel 1964; Castillo 2009a; Knobloch 2012).
In San José de Moro, unlike any other site on the North Coast, hundreds of Wari ceramic artifacts
and obsidian blades, identical to ones found at Wari sites, have been found both in elite funerary
contexts and in the fill associated with ceremonial surfaces of Late Moche and Transitional strata
(Castillo 2001, 2012b) (Figures 2 and 3). In these contexts we have found large numbers of ceramic
artifacts corresponding to the two large stylistic divisions of Wari wares (Menzel 1964): Chakipampa,
corresponding to the Middle Horizon Phase 1 which are associated with the Late Moche period; and
Viñaque and Atarco, corresponding to the Middle Horizon Phase 2, which were recorded in association
with the Transitional period contexts. The earliest examples of Wari artifacts seem to match the very
beginning of the Late Moche Period, and thus they are contemporaneous with the emergence of Late
Moche Fine-Line art in the Jequetepeque Valley; presumably emerging from a migration of artists from
the Chicama Valley, were the Moche V style seems to have been originated (Castillo 2012a). The fact
that Chakipampa and Late Moche styles are two parts of the same process is quite puzzling, but perhaps
the fact that they appear in the same context as the Polychrome Moche style is even more intriguing.

ISSN 1029-2004
58 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

Figure 3. Group of sub styles associated to Wari recorded in elite burials from San José de Moro (Photo: San José de Moro
Archaeological Program).

The Moche Polychrome style must have originated from Chakipampa influence since it includes local
versions of several abstract figures typical of this Ayacucho-South Coast style. Other foreign style
artifacts found in association with Late Moche burials are Nievería and Cajamarca ceramics, the first
one coming from the Rímac valley in the central coast, and the latter from the highlands immediately
east of the Jequetepeque valley (Figure 4).
During the Transitional Period, following the collapse of the Moche states in Jequetepeque and the
disappearance of the idiosyncratic Late Moche Fine Line ceramics; Viñaque, Pachacamac and Atarco
wares replace the earlier Chakipampa and Nieveria wares, becoming even more prevalent and numerous
than the artifacts from the previous period. Local Polychrome Moche wares fade during the Transitional
period, probably replaced by a higher availability of genuine foreign artifacts. Local ceramics experi-
ment an outstanding diversification during the Transitional period. Hybrid styles characterize the bulk
of ceramics produced, particularly Post Moche, Proto Lambayeque, Casma Impreso, and Cajamarca
Costeño wares, all having a short life span, and eventually leading to the consolidation of dominant
styles such as Lambayeque and Chimu. It is worth emphasizing that this complex scenario of multiple
local, foreign and hybrid styles in such a short period of time is not characteristic of all Moche sites, but
it is restricted only to San José de Moro and the northern Jequetepeque realm. Something certainly sin-
gular was happening in this small region during the critical years of the first half of the Middle Horizon.
The wealth of information available for the Moche is inversely proportional to the data obtained
for the Wari in the same region, where only occasional finds have been reported (i.e. Donnan 1968,
1972; Uhle 1998 [1930]) and only two specific research programs have been conducted to address these
issues, one in the Huamachuco Region (Topic and Topic 1983, 2010) and the other an ongoing research
program in Cajamarca (Watanabe in this volume). Although these research points towards a clear Wari
presence, particularly in Cajamarca (Watanabe 2002, this volume) only preliminary results of what
seems to be a large Wari enclave have been presented. Because of these disproportions on the availability
of data, this paper can only explore the position of the Moche as they interacted with the Wari, and
not the other way around. We can measure the intensity of interactions between Moche and Wari, for
example through the frequency and relative proportion of polychrome bottles in Moche burials; we
can study the specific social strata and groups that were affected by the Wari by studying burials and
ritual and domestic contexts where we find Wari and Wari-related objects; or we can correlate Wari
influences with large-scale events in the developmental history of the Moche through an examination

ISSN 1029-2004
THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 59

Figure 4. Group of Cajamarca vessels recovered at San José de Moro (Photo: San José de Moro Archaeological Program).

of the stratigraphic and contextual provenience of these materials. We certainly cannot have the same
degree of precision in regards to the Wari yet, but further research in the Northern highlands will bring
light to the routes of interaction and political configuration between Wari and the northern Andes. At
this point we cannot ascertain whether Wari acted in the north coast as a centralized state following a
well-defined plan and with a clear agenda, or whether its sporadic presence, its emphasis in ritualistic
manifestations, and its confinement to the higher elites, are manifestations of individualistic enterprises,
commercial adventures, religious influences, or simply a by-product of social interactions.

4. Moche geopolitical organization and relationships with Wari

Exploring the nature and form of the political organization of Moche states will help us understand
why Wari materials were almost exclusively found in San José de Moro during the Late Moche Period.
Moche research, although 110 years in age, has experienced its largest and most sustained growth
during the last 20 years. The number of excavations and field programs devoted to the study of multiple
aspects of this society, the large scale and long duration of some of these programs, the construction
of site museums in Sipan, Huaca el Brujo and Huaca de la Luna, numerous publications, conferences
and exhibitions, and the public and private resources invested in Moche research, all contributed to
a spectacular development of the field. It is quite difficult to summarize the many aspects of Moche
society in this essay, and several other researchers have recently produced up to date summaries of
the Moche, addressing its stratified and diverse social organization, its specialized economy including
the innovations they made in truly complex technologies, the nature and functions of its elites, its
outstanding artistic traditions and the enigmatic religion and ideology that supported most of their
power strategies (Donnan and McClelland 1999; Castillo and Uceda 2008; Quilter and Castillo 2009;
Chapdelaine 2010b).
Of all the insights produced by recent Moche research the most relevant for this paper is the new
conceptualization of the political structure of this society (see for example, Quilter and Castillo 2010),
both in terms of geopolitical organization, and in terms of the actions taken by the leadership to create

ISSN 1029-2004
60 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

and sustain sources of power, particularly during periods of crisis. A close examination of the ways the
Moche were organized geopolitically should help us answer critical questions for this study: Why is
Wari evidence so uneven across Moche territory, appearing in great quantities in the northern Jequete-
peque Valley, and sporadically, or even totally absent in others? Were the Wari related more intensively
with some Moche than others? And, was this uneven distribution a choice of the Wari, or does it reveal
insights into the internal organization of Moche territory?
In the mid-nineties archaeologists started questioning the usefulness of the five phase chronology
developed by Rafael Larco in the 1930’s, which supported the notion that the Moche had been a single,
centralized state, evolving in the north coast of Peru through a single developmental sequence (Castillo
and Donnan 1992; Shimada 1990). Excavations in Sipan (Alva 2004) and San José de Moro (Castillo
et al. 2008), in particular, produced great quantities of materials that did not corresponded to the forms
described by Larco, and thus questioned the idea of a single unified sequence. As a result, two Moche
regions were postulated, one encompassing the northern valleys of Piura, Lambayeque and Jequetepe-
que, and another, the one Larco had described, for the southern valleys of Moche and Chicama and
the valleys south. The immediate implications of this division exceeded the simple question of the coe-
xistence of two ceramic sequences and two chronologies, and implied that two Moche political regions
had developed. This was the first time in which a Pre Columbian society in the central Andes had been
divided into territories. The Northern and Southern Moche had not been simply two ceramic styles, but
two powerful regional states distinguishable in many aspects. All lines of evidence indicated that both
in the north and south powerful political entities developed independently, each one materializing its
singularity through distinct ceramic styles, and unified by social interactions and by a shared religious
liturgy (Donnan 2007).
But the twofold division did not close the issue of the political organization of the Moche. The nor-
thern valleys showed even further differences expressed in local ceramic, metallurgical, and architectonic
styles. The Piura, Lambayeque and Jequetepeque valleys, each presented roughly contemporaneous
royal cemeteries in Loma Negra, Sipan, Dos Cabezas and San José de Moro, and in general each one
of these regions presented a distinct ceramic sequence, populated by sub styles and differences in
iconographic contents. Again the division was not a mere expression of the differences in ceramic
styles, but manifested the idea that independent states had coexisted in the Northern Moche region,
each one with specificities in terms of resources and interactions as well as singular developmental
trajectories that at times coincided and at times diverged. In all three regions a somewhat similar
brand of Early Moche ceramics has been found, but with differences in manufacture and in the ove-
rall cultural context. Examples of the distinctive Early Moche ceramics have also been found at El
Brujo in the Chicama Valley. During the Middle Moche period sites and burials in the Lambayeque
and Jequetepeque Valleys include similar examples of Middle Moche wares, particularly associated
with royal and elite cemeteries. At the same time the Piura region seems to have been cut off from
the Moche core, drifting into a cultural phenomenon unlike the Moche. In both Early and Middle
Moche period domestic and lower class contexts, the predominant ceramics have a strong Gallinazo
imprint, so much so that two parallel traditions seem to coexist, Moche for the rich and Gallinazo for
the poor. No foreign influences can be identified in these periods, neither among ceramic objects nor
in other cultural items. It has been argued that the lack of foreign objects during these periods imply a
conscious strategy of the Moche political leadership aimed at preventing foreign influences to compete
with Moche ideologically based power.
During the Late Moche Period the sequence changes again. Lambayeque seems to have been
dominated from the Moche V site of Pampa Grande, while Jequetepeque saw the development of the
Late Moche phenomenon, centered in sites such as San José de Moro, Cerro Chepen and San Ildefonso.
Thus the map of the Moche was reshaped again in the late 1990’s, now to include a still unified Southern
Moche region, and presenting territorial states in each of the northern valleys. For several years this
division seemed to work, but by now the emphasis of research had shifted from the investigation of the
similarities among the Moche sites and contexts, to the exploration of the differences. By now it has
become apparent that the presence, or most commonly absence, of non-Moche ceramics is one of the

ISSN 1029-2004
THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 61

Figure 5. Map of irrigation systems in the Jequetepeque Valley (Map: San José de Moro Archaeological Program).

most distinctive differences between Moche regions, and a distinctive and characteristic feature of San
José de Moro.
Internally each valley state had developed in rather distinctive fashions: the southern one, based
in the Moche and Chicama valleys as an expansive territorial state; whereas the northern valleys of
Lambayeque and Jequetepeque seem to have configured conglomerations of segmented, local level
polities. A careful examination of the development of the Jequetepeque Valley shows that it was not
organized as a single and centrally managed valley state, politically unified under the leadership of a
ruling elite from a centrally located capital, but there was rather plenty of room inside the valley for the
coexistence of several Moche local polities of different kinds, sizes, and levels of complexity, strategically
exploiting resources and organized in diverse ways. Centralization, that is to say the Valley State of
Jequetepeque, seems to have existed, at least for the performance of regional scale ritual practices and for
the administration of the complex irrigation system, but as short lived and recurrent events. In a recent
article Castillo (2010) postulated that the Mochicas from Jequetepeque, during the Middle and Late
Moche periods, formed a peculiar kind of organization labeled ‘opportunistic states’. Opportunistic
states have an intermittent character, formed when local polities coalesce into larger territorial states for a
specific function, to revert back into small local polities when opportunities and circumstances run their
course. At least four territorial polities might have coexisted in Jequetepeque during the Late Moche
Period: two in the northern Chaman sector, one in the central river valley, and one in the southern
San Pedro region (Figure 5). Relationships between these opportunistic states, particularly endemic
warfare and periods of regional integration around the celebration of ritual activities, characterize the
Middle and Late Moche periods. Thus, intra valley relations might have been more important in their
development than the relationships they had with other Moche societies, and certainly in relation to

ISSN 1029-2004
62 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

foreign societies such as the Cajamarca and Wari. Of these polities only the one centered in San José de
Moro and Cerro Chepen showed evidence of an active and intense interaction with the Wari.
Not all the Moche states, nor even all the Moche local polities of the Jequetepeque valley, show a
consistent correlation with Wari and related cultural phenomena. Only one small polity located in the
northern valley and probably controlling the strategic pathways that linked the coastal plains with the
highland valley of Cajamarca, seems to have been actively involved in the interactions. Thus, differences
between Moche polities were not limited to their relative chronologies and ceramic styles, but imply di-
fferences in the intensity of the foreign interaction that each developed. The Late Moche from San José
de Moro seems to have monopolized the interactions with Wari, as far as currently available data show.

5. The multiple voices of Wari

The characterization of Wari and its impact in Andean social configuration during the Middle Horizon
has been widely debated during the last five decades. From these discussions and especially from an
ever-growing pool of archaeological data proceeding from research projects throughout the Andes, an
outline of the different layers and facets that characterized the Wari political organization is emerging.
However, more often than not, much of Wari evidence presents rich yet contrasting interpretations.
These conflicting perspectives are usually influenced by the place that is being investigated. While re-
searchers based close to the Ayacucho core and exposed to highly standardized Wari canons and their
conquest of the surrounding landscape through irrigation argue for a powerful and tightly organized
empire (Isbell 2010; Lumbreras 2012; Schreiber 2012), archaeologists in peripheral areas such as the
northern sierra or the coast presented with hybridized, emulated or/and locally assimilated Wari ele-
ments argue for a much laxer political organization (Shady 1982; Bawden 1995; Topic and Topic 2001;
Marcone 2010; Segura and Shimada 2010). Moreover, recent reinterpretations contemplate a combi-
nation of the above mentioned scenarios (Isbell and McEwan 1991; Isbell 2010; Jennings 2010; Segura
and Shimada 2010; Schreiber 2012) where Wari evidence appears to respond to a varied set of direct
mechanisms such as negotiation, co-option of local elites, repatriation of Wari bureaucrats as well as
indirect effects such as fissioning or stepped budding (Owen 2010), emulation, globalization (Jennings
2010) and a series of circumstantial responses set in a highly interactive Andean context. In this sense,
this multiplicity of interpretations regarding the nature of Wari is revealing a multidimensional society
that behaved in different ways in different regions, presenting a mix of strategic political programs and
large-scale construction projects as well as contingent responses to different everyday circumstances in
the different areas were their physical presence is attested.
Situating the multi-layered cultural expressions of the Wari within its own temporality is crucial to
understand the way events, practices and processes developed within situated categories of time. While
Wari´s chronology and its preponderance throughout the Middle Horizon has been studied (Menzel
1964), criticized and reformulated (Isbell 2001; Kaulicke 2001; Knobloch 2001; Segura and Shimada
2010) it is necessary to follow, as much as we can, the different ‘moments’ that characterized Wari’s
historical trajectory.
First in order to contextualize the Wari phenomenon within its Andean context it is necessary to
understand that during the moment that preceded it, the end of the Early Intermediate Period (AD
400-600), the degree of interactions between different groups had intensified throughout the Andes
(Shady 1982; Kaulicke 2001; Bélisle and Covey 2010; Topic and Topic 2010), developing new cultural
affinities, exploring regional routes of contact and establishing spheres of interaction. As the Middle
Horizon advanced and the Wari state emerged, this interactive scenario became much more dynamic,
accentuating previous relationships and establishing new connections that were reflected in the sharing
of material (Dollwetzel 2012), languages (Cerrón Palomino 2011) and ceremonial practices (Fernandi-
ni and Ruales in press). In this context, the Wari start to lay the foundations for a strategically organized
territorial empire through the construction of cities and outposts as well as intensification of agricultural
production in the surrounding areas and the creation of a standardized ceramic style. While the outco-
me of this large-scale construction program was not the organized empire that perhaps was envisioned,

ISSN 1029-2004
THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 63

the intense presence of Wari beyond the southern highlands in terms of architecture, ceramics and pos-
sibly Wari agents seems to have altered the regional configurations of this time. Whereas Wari presence
was intense in some regions and practically non-existent in others, the highly interrelated Andean con-
text along with the broad appeal of Wari´s material culture seem to have triggered an entangled scenario
wherein Wari material culture and practices were sought, emulated and copied in different areas.
In this line, distinctions between an early Wari (AD 600-800) and a late Wari (AD 800-1000) (fra-
med within an early and late Middle Horizon [Jennings 2010]) present a highly contrasting scenario.
During the early period, Wari seems to have launched a large-scale construction project in sites such
as Pikillacta in Cusco (McEwan 2005), possibly Viracochampa in Huamachuco (but see Topic 2001,
2010) or El Palacio in Cajamarca (Watanabe this volume) which convey a highly territorial and homo-
genous organization. During the same time, their material presence presents a much more entwined
scenario. The characteristic Ocros and Chakipampa ceramics from the early Middle Horizon present
a relatively high level of flexibility particularly in the coast were they were hybridized and emulated by
local societies.
While the micro-processes that characterized these events are entangled within the everyday practi-
ces of different contemporaneous settlements, using a multi-scalar approach that mixes the events from
different Wari related sites as well as evidence from the capital reveals that at some point there is a break-
point between early and late Wari. Towards the Late Middle Horizon, Wari seems to have abandoned
costly construction projects in the highlands for a nuanced restructuration of their usage of space. This
later Wari presents a much more consistent political practice characterized by moderate investment in
small enclaves in a series of valleys closer to the Ayacucho core and a much more standardized ceramic
production and distribution throughout the Wari realm and beyond. The footprint of this later Wari
also presents a varied scenario in different areas with funerary intrusion of previous sacred huacas along
the coast, negotiations with local elites and in general an overall shift that seems to be oriented towards
mass production of agricultural goods and material standardization, as well as a massive reorganization
of space in the capital, Huari. During this time, Huari reaches its peak size presenting a complex con-
figuration of elite, minor elite and citizen´s residences, workshop areas and a well-organized production
network that provided them with food supplies from the Ayacucho and neighboring valleys (the neigh-
boring Jargampata, Azángaro [Anders 1986] and the further located Sondondo [Schreiber 2001] and
Chicha/Soras [Meddens and Branch 2010] valleys). Similarly, Wari provincial evidence reveals a clear
re-articulation of their political program. Wari strategies were characterized by small-scale constructions
where small outposts such as Honcopampa in the Callejón de Huaylas and Pataraya in the Nasca drai-
nage were established possibly for economic purposes such as a trading post in the case of Honcopampa
(Ponte 2001) or a cotton production enclave in the Pataraya case (Edwards 2010). Moreover, while
during the early Middle Horizon Wari ceramics from the Ayacucho core appeared along with regional
amalgamations and emulations throughout the Andes, during this later period Wari launches a more
controlled and massive production venture, where their most characteristic state style, Viñaque, seems
to present a unified ideology. While it has been argued based on the association between the Atarco
style in the south coast or Pachacamac style in the central coast that regional capitals were developing
in these areas, recent research (Kaulicke 2001; Schreiber 2001; Segura and Shimada 2010) reveals that
these highly diagnostic styles were sporadic and had a very limited spread.

6. Wari in San José de Moro

To study the Wari-Moche interaction at San José de Moro we have to understand the multiplicity of
expressions they both present outside and within the site. In San José de Moro, Chakipampa, Nieveria
and Cajamarca wares are associated with Late Moche Fine-Lines and Polychromes, as well as several
Late Moche artict types with an oxidized and reduced nature. During the Transitional Period, Viñaque,
Atarco and Pachacamac artifacts are relatively common, as well as Cajamarca and Cajamarca Costeño
wares (Figures 6 and 7).

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64 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

Figure 6. San Jose de Moro chronological sequence (Figure: San José de Moro Archaeological Program).

Amount of imported and fine-line ceramic styles registered throughout the time at
San José de Moro
100
90
80
70 Late Moche
60
Early Transitional
50
Late Transitional
40
30
20
10
0
Moche Moche Nievería Early Wari Late Wari (Atarco Cajamarca Cajamarca Middle Horizon 3-4
Fine-Line Polychrome (Chakipampa and Ocros) and Viñaque) Costeño Serrano (Local Production)

Figure 7. Wari and Wari related materials registered at San Jose de Moro divided by chronological phases (Figure: San José de
Moro Archaeological Program).

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THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 65

In general, it seems that once the impermeability of the Moche was broken at the start of the Late
Mochica Period in the Northern Jequetepeque valley a varied set of Wari and Wari related artifacts
found their way into the elaborated elite burials at SJM, particularly into the highest elite tombs, repre-
sented by the Priestesses of SJM. This particular association establishes what seems to be a well thought
and planned intention on behalf of SJM elite to associate their semi divine rulers with these foreign
objects. On the other hand, to speak of intentionality by observing solely the final stage of configuration
and negotiation that leads to the construction of the funerary context might be obscuring the processes
and contingencies that allowed its construction. Judging by our knowledge from this period it is possi-
ble to propose that the San José de Moro elite's introduction of foreign material culture was a situated
response not only to the advantageous association of the Jequetepeque elite with a powerful foreign
ideology but also a reaction to the wide availability that this alluring material culture had triggered.
In this scenario, San José de Moro’s growing relations with Cajamarca and the intense interactions
between this society and Wari (Topic and Topic 2001; Watanabe 2002, this volume; Knobolch 2001;
Lumbreras 2012) appear to be crucial in the understanding of SJM´s political configuration. The pre-
sence of Wari materials in SJM seems to be directly related to the Cajamarca presence in Late Moche
contexts. Given the proven evidence of Cajamarca presence in the Jequetepeque valley it seems that the
political organization of this valley during the Late Moche Period and especially during the Transitional
Period is directly associated with the growing presence of Cajamarca in the area (Rosas 2007). It appears
that Cajamarca was playing a pivotal role in terms of the acquisition of Wari material by SJM.
In San José de Moro, Wari and Wari-related artifacts appear in small numbers both in funerary
contexts and in relation to ceremonial spaces, corresponding to both the Late Moche (AD 650 to 850),
and the Transitional Periods (AD 850-1000), and their five subdivisions (Late Moche A, B and C, and
Early and Late Transitional phases (LMA, LMB, LMC, ET and LT respectively) (see Figure 6). The
artifacts found in association with contexts of each period differ in the styles that are present and in
the relative quantities of goods. For example, Chakipampa and Atarco wares have never been found in
context, and only a few sherds were found in fill layers with no meaningful associations. In contrast,
many iconographic elements popular in the Chakipampa and Ocros style were extensively used in Late
Moche Polychrome artifacts that appear during the LMA phase and become quite popular during the
LMB and the LMC phases, disappearing during the ET. Very few Nieveria artifacts have been found
and they appear only in LMA and LMB contexts. Cajamarca and Cajamarca Costeño wares appear
throughout the Moche and Transitional periods, but in slightly different forms and presenting different
decorations. The presence of foreign objects in Moche and Transitional contexts has been particularly
instrumental in clarifying their chronological assignation and provide a unique opportunity to cross
date these contexts with the chronologies of other regions. Wari and Wari related objects are almost
entirely bottles, vases, and bowls, in contrast to Cajamarca artifacts that also include jars and pitchers
of somewhat more rudimentary manufacture. A small number of obsidian points or fragments thereof
have been found in burials pertaining to the Late Moche and transitional burial.
Foreign objects are quite infrequent outside funerary contexts in SJM, and almost nonexistent in
other sites of the Jequetepeque Valley. In twenty-two years of excavations at SJM a very limited number
of ceramic fragments of Wari and Wari related wares have been found and have not represented any
particular association. There is no clear sign that these objects were used in ritual or that they served any
purpose in daily life. Nevertheless, several ceramic objects of this kind were fractured, fissured or broken
and then repaired and sewn with intentional perforations; actions usually associated with objects that
are used continuously, even after breakage. The largest numbers of foreign and polychrome artifacts
found in SJM appear in burials or in contexts directly associated with this kind of contexts. Many times
these objects were found in the most prominent loci of the tomb, such as niches, inside wooden and
cane coffins, or surrounding the head of the diseased. No logic has been found that can explain the
relative number of fine and foreign artifacts in a burial, nor their particular location. In general richer,
larger and more complex burials tend to include this kind of objects, but we have found both of them
in rather poor burials and not found them in large and complex tombs, even chamber burials.

ISSN 1029-2004
66 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

In this context, it is necessary to keep in mind that while elites are coveting these foreign objects,
once this material culture is introduced into a local setting it becomes reformulated and reshaped by its
new context and plays a localized role in elite politics. Once Wari objects leave the Ayacucho area or are
produced outside, they no longer hold the same meanings and significance held in their Wari context.
These objects are reformulated and reshaped acquiring a hybrid meaning that cannot be reducible to the
origin of its paste or the ideology that inspired it.
In this manner, Wari or Wari related objects in San José de Moro are amalgamated to carry a foreign
and elite quality but are nonetheless reconfigured to be assimilated by SJM customs and practices. Here
is where the incongruences start. Neither SJM nor Moche had a practice of dealing with foreign objects
and especially they had not seen them included into their most sacred contexts. Funerary rituals held a
very important place in the social and political arena, they were public events that became embedded in
the collective memories of people in the community and followed a common script where community
ties between elite and the populace were strengthened.
In this sense, the alteration of Moche burial practices through the introduction of foreign objects, whi-
le establishing the acquisition and negotiating power of SJM elite, seems to have eroded the already fragile
elite-populace equilibrium. Between the Late Moche Fine Line, the distinct Wari styles such as Nieveria,
Chakipampa, the Moche-Wari hybrids and the Cajamarca specimens both elite and non-elite members of
the SJM society were seeing their dead semi-divine rulers buried using a non-Moche methodology, viola-
ting a series of Moche practices that had been instilled in the local population ethos for centuries.
The preservation of Moche ritual dogmatic standards, especially funerary performance, played an
important aspect in the maintenance of the Moche superstructure. While no Wari related material
culture has been found in direct association with feasting areas, it is highly probable that these objects
were included in the execution of funerary practices and ceremonies before introducing them into the
burials. These events included the consumption of large amounts of chicha and food, the exhumation
of elite individuals and the subsequent celebrations around the burial.
In this sense, funerary rituals are situated within the public political domain and the inclusion of
foreign elements seems to have contradicted Moche political discourse. It is possible that in a scenario of
political, social and climatic unrest such as the one that characterized the Late Moche Period (Shimada
et al. 2006), tradition and dogmatic practices could have represented the only strong force that held the
SJM Moche together. In this context, it seems that investing in the procurement and emulation of fore-
ign objects and introducing them within their political discourse further undermined an already fragile
political situation, discrediting elite rulers and triggering a process of loss of legitimacy that ended up
weakening the political organization that sustained them.
On the other hand, this embrace of foreign artifacts during Late Moche opened a route of interac-
tion that did not disappear with the demise of the Moche elite. Quite on the contrary, long distance
ties seem to have been further emphasized by the Transitional Period elite. This political and social
shift tends to distance the elite from previous Moche elements while at the same time establishing a
more fluid access to Wari artifacts. This phenomenon is related with the disappearance of the Moche
Polychrome wares and with an increase in the presence of imported artifacts from Ayacucho as well as
from the South and Central Coasts.
Similarly, the contextual evidence reveals that as we enter the Late Transitional Period Cajamarca
artifacts become more common while the Wari specimens are less ubiquitous and are paralleled by a
new hybrid Wari local style characterized by a very poor technological quality both in terms of pigment
use and paste (Prieto et al. 2008). In terms of temporal relations it is possible to argue that this decline
in Wari presence is related with Wari’s loss of territorial and strategic control and its subsequent collapse
around AD 900-1000 (Isbell and McEwan 1991; Schreiber 1992).

7. Of pastes and pigments

The understanding of Moche and Wari relationships at San José de Moro can be further explored through
the study of the technological processes involved in the production of ceramic hybrids. By establishing

ISSN 1029-2004
THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 67

Figure 8. Texture analysis made on Moche


(above), Wari (middle), and Moche-Plychrome
(below) samples through an optic (left) and
catodoluminiscence microscope (right).

the origin of production of synthetic styles and distinguishing whether raw materials and manufactu-
ring techniques were local or replicated from further regions, it is possible to assess the impact of the
introduction and emulation of these foreign elements within the political and economic realm of elite
craft production. Recent archaeometric analyses performed on ceramics from San José de Moro confirm
this highly interactive scenario and reveal the actual procedures, foreign and local, that potters used to
produce the different types of ceramic wares registered. Analyses have been carried out on paste and
pigment composition of Late Moche Fine Line, Moche Polychrome, Cajarmaca and Wari-Viñaque
sherds from different contexts at San José de Moro as well as from a small sample from Huari and Con-
chopata. These analyses reveal that Moche Polychrome ceramics maintain the same simple Moche paste
technology while they change their complex Moche pigment technology and replace them by pigments
influenced by Wari practices (Figure 8).
Regarding the similarities in paste between Late Moche Fine Line and Moche Polychrome, analyses
showed that both types of ceramics present a heterogeneous ceramic matrix composed by medium-
coarse inclusion of mineral nature. Observations made on a Catodoluminiscence (CL) microscope
indicated a high presence of quartz, and calcium and sodium feldspars in both types of ceramic pastes.
Even though distribution of inclusions is very abundant (20 - 40%), they are very uneven in shape
and size revealing a low investment in paste preparation, typical of Moche paste (Rohfritsch 2010;
Muro ms.). On the other hand, analysis on Wari sherds from Wari and from San José de Moro show a
high investment in the preparation of pastes which resulted in a very homogeneous size and shape of
inclusions (all the inclusions display a size less than 2.0 microns and an angular and sub-angular shape).
The homogeneity of their visual composition reveals a shared practice and knowledge in terms of clay
preparation which probably involved decantation/trituration of clay concretions. Observations made
on the CL microscope allowed us to identify the presence of calcium and sodium feldspars, generally
recognized by their yellow and pink luminescence. In some samples, minimal pyroxenes and metal

ISSN 1029-2004
68 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

oxides were also identified, yet it seems likely that they could be natural components of clay sources
from the Ayacucho region.
Furthermore, a focus on pigment usage shows that in order to obtain the polichromy characteristic
of Moche Polychrome and Wari designs, a variety of mineral pigments of diverse chemical nature were
used. Analyses carried out through a Scanning Electron Microscope over the Moche Polycrome and
Wari decorated surfaces displays great similarities in the usages of red, grey, black, purple, and brown
paint. For instance, red paint in both styles is greatly composed of iron (until 40%), silicate (30%),
and aluminum (15%), with a lesser percentage of calcium (5%), potasium (5%), and manganese (5%).
Clearly, the high presence of Iron defines the color properties of the pigment, as also occurs with the
purple paint in both styles which displays a similar chemical composition to red pigments, yet with a
higher presence of barium (15%). Regarding the grey paint, a significant presence of silicate (50%) and
aluminum (20%) is identified, which again supports the argilleous nature of the pigment; however, in
a way similar to the black paint, manganese (10%) and iron (15%), are producing the color proper-
ties, The cream paint in Wari and Moche Polycrhome style displays a significant component of silicate
(60%) and aluminum (15%), with a lesser percentage of potasium, calcium, and iron. The latter are
most likely responsible for defining color properties. Finally, the brown paint is also defined by a majo-
rity percentage of iron (30%), calcium (10%), potasium (10%), and magnesium (10%).
Following this methodology, analysis on pigment usage from Late Moche Fine Line ceramics re-
vealed that to obtain red and black colors they used pigments that contained high amounts of iron
which means that the procedure to obtain these colors relied on oxidized and reduced firing techniques
(Dollwetzel 2012). Obtaining black through reduced iron oxide is a complex enterprise that requires a
detailed control of temperatures (Noll 1980 in Dollwetzel 2012).
In this sense, these analyses reveal that artisans producing Moche Polychrome opted to mix ceramic
traditions in order to simplify the production of these vessels by using a less energy consuming Moche
paste technique along with a simpler Wari pigment procedure. Moreover, a closer look at paste analysis
results from Moche Polychrome sherds shows a varied composition of pastes, pointing to two differen-
tiated groups. Although the size of the sample is small and further analysis will clarify this distinction,
analysis shows that the two Moche Polychrome sherds that belonged to bottles where the SJM Rombus
appeared showed a marked difference with the three sherds belonging to Moche Polychrome vessels that
presented Moche shapes and iconography. These results reveal an interesting facet behind the people in
charge of producing local Moche Polychrome, pointing to a highly controlled environment where the
introduction and local manufacture of this foreign-influenced ceramics appear to be following a politi-
cally constructed production agenda.
It is interesting to note that similar analysis carried out on Cajamarca Costeño sherds from San José
de Moro present a different scenario, where the color black continues to be obtained through a reduced
iron oxide technique (Thiriet 2008). While it is not certain if Cajamarca Costeño ceramics were pro-
duced in Cajamarca or in the Jequetepeque valley, it is interesting to note that Wari influences did not
affect their pigment techniques.
These new insights regarding Moche Polychrome manufacture show that while these artifacts seem
to have been produced by Jequetepeque potters using traditional Late Moche Fine Line clay prepara-
tion, the inclusion of colours and a new set of designs open the door to the introduction of a new and
simpler pigment usage technique. Likewise, variations within Moche Polychrome paste composition
seem to be following a complexly controlled environment where particular designs and shapes asso-
ciated with the different combinations of Moche and Wari traditions seem to have been done using
different kinds or combinations of clays and inclusions. It is possible that these variations in paste com-
position where associated with differentiated workshops or segmentations within workshops that were
following different production programs, one that produced Moche shapes and iconography using Wari
associated colours, and another that produced local and foreign shapes that present foreign iconography
that had been locally adapted, such as the SJM Rombus.
In order to illustrate the complex blend of styles at SJM it is worth mentioning a jar or cantaro
that shows a Moche form with Chakipampa decoration and Cajamarca paste (Figure 9). This piece

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THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 69

Figure 9. Cantaro made of Cajamarca paste (kaolin), showing Chakipampa decoration on a Moche form (Photo: San José de
Moro Archaeological Program).

was registered in a Late Moche boot tomb along with a set of Moche pieces including a stirrup bottle
with high relief decoration and a face-neck jar with zoomorphic representation that includes a chevron
design around the border. This context is quite revealing since it outlines the complexity of relationships
and exchange of ideas, concepts and techniques between these three interacting societies.
This mingling of foreign elements leads us to consider the routes of contact or interaction used
in order to obtain and transport these artifacts. Since most of the Wari related evidence appears to be
contextually related to Cajamarca ware it is logical to suppose that the northern highlands might have
been a possible route of access. Similarly, in order to state this assumption one has to consider the mul-
tidimensionality of the Cajamarca society as well; especially when considering that Cajamarca appears
in the Lambayeque (Montenegro 1997) and Chicama valleys without any Wari associations. Hence it is
possible to argue that the Wari entrance to San José de Moro was associated with a particular dimension
of the politically loose Cajamarca society.

8. Discussion and Conclusions, The Moche and the Wari

It is quite apparent that the Wari did not establish the same kind, or even any kind, of relationships
with all contemporaneous Late Moche polities. The recent realization of the multidimensional character
of Moche politics, the fact that the Moche formed multiple polities in every region of the north coast,
and that these polities developed quite distinct policies and strategies, explains why one of them, and
not the others, had the opportunity to engage, whether directly or indirectly, with the Wari and that it
saw these relationships as advantageous for its power strategies. Contacts with the SJM Moche would
not immediately imply contacts with other polities. The Moche from San José de Moro were at the
right location, most likely controlling the Jequetepeque valley communication routes between the coast
and the highlands at the time the Wari were settling or increasing their connections with the highland
societies of Cajamarca. It is likely that these Moche succeeded in monopolizing the relationships with
the Wari and their associated and derived states, since almost no evidence of them has been found
elsewhere. This seems to be a conscious and intentional strategy that impeded other competing Jeque-
tepeque Valley Moche polities from entering into the same kind of relationships that the SJM Moche

ISSN 1029-2004
70 CASTILLO, FERNANDINI & MURO

had developed. It is unlikely though, that the SJM Moche could have prevented other Moche regional
polities, north and south, from entering into interactions and relationships with the Wari. We have to
assume that if no Wari presence has been found in these regions it is because the local Moche polities
managed to prevent Wari from entering their holding, or were not interested in promoting a foreign
influence changing their traditions.
The multidimensional character of Moche politics and geopolitics, the coexistence of multiple po-
lities, and the fact that each had a differentiated developmental process thus explain the mystery of the
uneven distribution of Wari materials in the North Coast. Now the other side of the story remains to be
explored since Wari interests in engaging with this particular polity and not with others remain unclear.
It is an undisputed fact that Wari presence is roughly contemporaneous with the most idiosyncratic
Late Moche styles in SJM: Late Moche Fine Line, and Late Moche Polychrome ceramics that combine
Moche and Wari forms, iconographies and techniques. Furthermore, archaeometric analysis shows that
Moche Polychrome ceramics represent a local change in ceramic production that combines Moche pas-
te preparation with Wari pigment procedures which allowed Moche potters to obtain a hybrid ceramic
ware of variable quality using less time consuming techniques. Likewise, the changes between Middle
and Late Moche characterized by the presence of these ceramic styles represent a critical transition that
has not been adequately studied, particularly for lack of appropriate data. While Middle Moche is cha-
racterized by a particularly poor ceramic assemblage, poor form and decoration techniques and even
poor materials, Late Moche includes not only the beautiful Fine Line bottles but other intermediate
quality objects decorated with relieve images of animals and human faces. It is almost impossible to
demonstrate that Late Moche and Wari style objects appear at the site at exactly the same time, but in
the earliest Late Moche burials they have been found together. Exact contemporaneity would indicate
that associations with Wari material culture and the cultural baggage associated to them might have
had some responsibility in the changes that led to the development of Late Moche. Castillo (2001) has
hypothesized elsewhere that a migration of highly skilled Moche V artisans, coming from the Chicama
into the Jequetepeque valley triggered the development of Late Moche Fine Line styles. Could Wari
have been a factor in the mobilization of these artisans and other members of Moche V society into
Jequetepeque and of the ensuing changes in Jequetepeque? On the other hand, if Late Moche formed
shortly before Wari appeared in the Jequetepeque valley, one might conclude that the transformations
that occured from Middle to Late Moche were responsible for creating the conditions that permitted
the inclusion of Wari elements in the region. Similarly, it seems necessary to introduce Cajamarca into
this equation since it is very likely that Wari elements appearing in San José de Moro share the same
route of entrance with Cajamarca elements into the site.
The fact that Wari evidence in SJM appears in association with foreign artifacts, some closely related
to the Wari traditionn is still the most enigmatic aspect of the relationships between the SJM Moche
and the Wari; and possibly an aspect that will eventually reveal more about the internal organization of
the highland state. We can distinguish two different origins among the multiplicity of styles that appear
simultaneously in SJM, revealing two different kinds of interactions led by the Wari. On the one hand
we have Cajamarca and Cajamarca Costeño wares, produced in several locations of the nearby Cajamar-
ca territory (Terada y Matsumoto 1995; Watanabe 2002; Murga y Tsai 2007). On the other hand we
have the Wari and Wari related styles produced by societies that were situated hundreds of kilometers
away from Jequetepeque in the Ayacucho valley and in the central and south coasts. The Cajamarca
seem to have been organized into regional polities, possibly not larger than complex chiefdoms that
covered the entire territory. Each one of these polities developed a distinctive ceramic style, sharing an
intensive use of kaolinitic clays to make pedestal or tripod based plates and bowls. Both the forms and
the decorative styles permit us to recognize regional variants and chronological divisions. Now, what
is unquestionable is that Cajamarca existed before, during and after the influx of the Wari (Terada and
Matsumoto 1995). The Cajamarca seem to be a vehicle of the Wari expansion or action in the region.
These styles of artifacts were not brought in by the Wari, but it was during the Middle Horizon that
we see Wari and Cajamarca ceramics together, even in the Wari capital in the Ayacucho region (Menzel
1964, Topic 1991). In SJM, Cajamarca plates and bottles appear since the earliest times of the Late

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THE MULTIDIMENSIONAL RELATIONS BETWEEN THE WARI AND THE MOCHE STATES... 71

Moche Period, yet the quantity and diversity of artifacts increases during the Transitional period (Berr-
nuy and Bernal 2005). Wari related material culture has been reported form several sites in Cajamarca
although only a few of them, such as artifacts from El Palacio/El Castillo (Watanabe 2002) come from
settlements that seem to have been built using Wari construction criteria.
In terms of the Wari related ceramics, it seems important to emphasize to temporal and spatial
distinctions. Within Late Moche contexts a limited number of exceptional pieces came to San José de
Moro from the central (Nievería) and southern coast (Nasca influenced Wari designs- Chakipampa).
While research on Nievería in the Central Coast has proven that this Wari related ceramic style was a
local innovation that was generated without any Wari intervention and that gradually encouraged the
introduction of Wari style symbols into its repertoire (Guerrero y Palacios 1994; Mogrovejo and Segura
2001; Ccencho 2006; Valdez 2010; Fernandini and Ruales in press), Chakipampa also represents a
highly coastal phenomenon that is synthetized through Wari standards. In this sense, the Late Moche
period was characterized by the inclusion of synthetic styles such as foreign Nievería and Chakipampa
and the local Moche Polychrome whose analyses are revealing the tangled and socially dynamic contexts
that characterized the transition between the Early Intermediate Period and the Middle Horizon.
While to our knowledge only one Moche object, a double spout and bridge bottle decorated with
a polychrome representation of Priestess riding a boat, was found in the Rimac Valley and reported
by Alfred Stumer (Stumer 1958, Menzel 1964) there seems to be a similar pattern occurring in these
areas. Close to their collapse elites in both regions seem to be restructuring their power base by creating
a syncretic ceramic repertoire and investing in monumental ceremonial spaces. Although this process
seems to be widespread in the central and south central coast, San José de Moro represents an isolated
and puzzling example in the North Coast. Why this scenario occurred in the Jequetepeque valley and
not in neighbouring areas is probably related to the opportunities and contingencies that shape cultural
trajectories and mark the multiple dimensions of societies.
On the other hand, during the Transitional Period the archaeological record points to a much diffe-
rent scenario. In these contexts, ceramics proven to have come from the actual Wari heartland (Muro
ms) replace the locally manufactured Moche Polychrome and artifacts from the central coast are redu-
ced to one vessel. This phenomenon seems to be associated to the re-articulations happening in different
coastal and highland areas particularly related to a change in Wari political strategies. These strategies
appear to have included a much more controlled ceramic production which seems to have travelled
through a highly interactive elite network along the Andean region showing a cohesive state-ideology,
at least in terms of their material culture.
Contrasts between the Late Moche and Transitional Period records are reflective of broader pro-
cesses occurring outside of San José de Moro. At first glance these processes have Wari as a common
denominator, yet a close look at local historical trajectories points to different situated responses to the
highly available Wari material culture. In this sense, the multilayered processes behind the introduction
of foreign materials in San José de Moro provide us with insights regarding the complex scenario su-
rrounding the material representations of social interactions. An exploration of the multiple dimensions
of Moche and Wari society along with the detailed archaeological analysis of material culture from this
elite cemetery and ceremonial center in the Jequetepeque valley reveal that the introduction of different
styles of ceramics in rich elite tombs represents a multifaceted process that cannot be understood using
uni-lineal or monolithic cultural models.
In order to understand this complex scenario attention has been placed on diachronic changes occu-
rring both inside and outside of San José de Moro to identify not only the repercussions of these actions
but mostly the shifting reasons, circumstances, strategies and contingencies that coalesced to build this
particular historical trajectory. In this sense, the material representation of what appears to be a radical
change in Moche political-religious program at Jequetepeque can only be understood through a multi-
dimensional approach that follows the different threads that create historical processes.

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LOS FUNDAMENTOS COSMOLÓGICOS DE LAS


INTERACCIONES MOCHE-SIERRA DURANTE EL HORIZONTE
MEDIO EN JEQUETEPEQUE

Edward Swenson a

Resumen

En este capítulo, argumento que los desarrollos que caracterizan el Periodo Moche Tardío en el valle de Jequetepeque, incluyendo
tanto la adopción de estilos artísticos serranos en San José de Moro, así como la proliferación de arquitectura religiosa moche
a través del territorio, estuvieron significativamente influenciados por las interacciones con las sociedades serranas, incluyendo
Wari y Cajamarca. Sostengo esta tesis examinado la reconfiguración de la economía política basada en la chicha y la intensifica-
ción de los festines competitivos en la región que acompañaron la ascensión del culto de la Sacerdotisa en Jequetepeque. También
sostengo que un marco cosmológico específico, de oposición costa-sierra, basado en la complementariedad de los sexos masculino
y femenino, evidente al momento de la conquista, aparenta haberse enraizado durante el Horizonte Medio. En otras palabras,
nociones culturalmente construidas y mediadas de geografía, alteridad, e interdependencia, pueden explicar parcialmente el
tenor de las relaciones moche-sierra y las sutiles transformaciones de las prácticas rituales y relaciones políticas moche. Los datos
sugieren que el culto de la Sacerdotisa puede haber estado promovido por las organizaciones políticas de la sierra, incluso indi-
rectamente, porque se conformaba a comprensiones geocosmológicas emergentes de las dependencias costa-sierra.

Palabras clave: Moche, Wari, Cajamarca, alteridad, festines, dualismo de géneros, geocosmología.

Abstract

COSMOLOGIC PRINCIPLES OF MOCHE-HIGHLAND INTERACTIONS DURING THE MIDDLE HORIZON


PERIOD IN JEQUETEPEQUE

In this chapter, I argue that developments characterizing the Late Moche Period in the Jequetepeque Valley, including both the
adoption of highland artistic styles at San José de Moro and Huaca Colorada, as well as the proliferation of Moche religious
architecture throughout the hinterland, were significantly influenced by interactions with highland societies, including Wari
and Cajamarca. I support this thesis by examining the reconfiguration of the chicha-based political economy and the inten-
sification of competitive feasting in the region that accompanied the ascendancy of the priestess cult in Jequetepeque. I also
contend that a specific cosmological framework of coastal-highland opposition and gendered complementarity, evident at the
time of the conquest, appears to have taken root in the Middle Horizon. In other words, culturally constructed and religiously
mediated notions of geography, alterity, and interdependence can partly explain the tenor of Moche-highland relations and the
subtle transformations of Moche ritual practices and political relations. The data suggests that the priestess cult may have been
patronized by sierra polities, even if indirectly, for it conformed to emerging geo-cosmological and gendered understandings of
coastal-highland dependencies.

Keywords: Moche, Wari, Cajamarca, alterity, feasting, gender dualism, geo-cosomology.

a
University of Toronto, Department of Anthropology.
Dirección postal: 19 Russell Street, Toronto, ON M5S 2S2.
Correo electónico: edward.swenson@utoronto
80 EDWARD SWENSON

1. Introducción

El Horizonte Medio es considerado un periodo embrionario en la prehistoria sudamericana, los ar-


queólogos han argumentado que los orígenes de una forma distintivamente andina de civilización, se
manifestaron en las instituciones estatales completamente desarrolladas y los sistemas expansionistas
imperiales que emergieron durante los siglos VII y VIII de nuestra era (Larco Hoyle 1948; Menzel
1964, 1968, 1977; Isbell 2008; cf. Jennings y Schreiber, este número). Sin embargo, el grado en el que
la costa norte del Perú estuvo integrada definiendo el Horizonte Medio, está pobremente comprendido
y es sujeto de considerable debate. A mediados del siglo XX estaba ampliamente aceptado que Wari
había conquistado esta región, la cual se manifestaría en el descubrimiento de cerámica wari en sitios
como las Huacas de Moche, la imposición de arquitectura administrativa rectilínea, y los cambios en la
iconografía religiosa moche (Larco Hoyle 1948; Willey 1948; Menzel 1964; Schaedel 1966). Aunque
ciertos eruditos continúan apoyando este escenario (Schreiber 1992), los arqueólogos de la costa norte
están de acuerdo en que las reconstituidas organizaciones políticas moche retuvieron su independencia y
sus tradiciones culturales durante el tumultuoso Periodo Moche Tardío, especialmente al norte del valle
de Chicama (Shimada 1994; Bawden 1996; Castillo 2001a, 2001b). Hay un consenso general que los
moche resistieron fácilmente las influencias políticas foráneas y que nunca fueron subyugados por las
organizaciones políticas serranas (ver Rosas 2007). Sin embargo, la noción de conservadurismo cultural
moche ha sido retada por investigaciones recientes, especialmente en San José de Moro y Cerro Chepén,
cuyas elites incorporaron por lo menos mínimamente y sincréticamente aspectos de la cultura material
serrana y posiblemente también sistemas de valores correspondientes en las tradiciones culturales pre-
existentes (Castillo 2001a, 2001b; Rosas 2007).
En este capítulo, argumento que los desarrollos que caracterizan el Periodo Moche Tardío en el valle
de Jequetepeque, incluyendo tanto la adopción de estilos artísticos serranos en San José de Moro, así
como la proliferación de arquitectura religiosa moche en su territorio, estuvieron significativamente
influenciadas por las interacciones con las sociedades serranas, incluyendo Wari y Cajamarca. Sostengo
esta tesis examinado la reconfiguración de la economía política basada en la chicha y la intensificación
de los festines competitivos en la región, que acompañaron la ascensión del culto de la Sacerdotisa en
Jequetepeque.
También sostengo que un marco cosmológico específico de oposición costa-sierra, basado en la
complementariedad de sexos, y evidente al momento de la conquista, aparenta haberse enraizado durante
el Horizonte Medio. En otras palabras, nociones culturalmente construidas y mediadas de geografía,
alteridad, e interdependencia pueden explicar parcialmente el tenor de las relaciones moche-sierra y las
sutiles transformaciones de las prácticas rituales y relaciones políticas moche. Central a este argumento
más amplio es que los sitios más pequeños fuera de San José de Moro pueden haber tenido más en
común con los ideales políticos y religiosos serranos, que con el culto de la Sacerdotisa basado en San
José de Moro, a pesar de la completa ausencia de evidencias de la cultura material cajamarca o wari en
estos asentamientos. Baso esta hipótesis en el hecho que los festines íntimos de pequeña escala basados
en la política de parentesco, que definían la política de comensalismo, tanto en el Jequetepeque rural
como en muchas comunidades de la sierra, están asociadas con la cultura material wari, huamachuco
y cajamarca (Topic y Topic 2001). Al mismo tiempo, sugiero que el culto de la Sacerdotisa puede
haber estado promovido por las organizaciones políticas de la sierra, incluso indirectamente porque
conformaba principios geocosmológicos emergentes de las dependencias costa-sierra.
Los arqueólogos deben tratar de entender cómo el intercambio de objetos, ideas y personas estu-
vieron mediados por diferentes esquemas cosmológicos, valores religiosos e ideologías de alteridad. Por
ejemplo, intereses seccionales y transformaciones político-económicas a nivel interregional estuvieron
indudablemente condicionados por estructuras de prácticas específicas del Horizonte Medio en el Perú
(Lau, este número).

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LOS FUNDAMENTOS COSMOLÓGICOS DE LAS INTERACCIONES MOCHE-SIERRA... 81

2. Interacciones costa-sierra en el contexto cultural:


Los orígenes de una geografía sagrada andina en el Horizonte Medio

Tradicionalmente, los arqueólogos han señalado un profundo contraste entre la costa y la sierra, con la
costa norte y las sierra sur representando dos polos distintos de expresión cultural y organización socio-
política andina (Rowe 1948; Wachtel 1977: 68; Shimada 1982, 1994; Rostorowski 1989: 209-201).
De hecho, los incas consideraban a las sociedades yungas como social y ontológicamente diferentes a las
comunidades de la sierra (Means 1931; Zuidema 1962; Garcilaso 1966 [1609]: libro VI, cap. XX y
XXI). La evidencia arqueológica indica que los moche eran insulares y posiblemente chauvinistas, ex-
presando poco interés en la culturas vecinas de la sierra. Los datos de los asentamientos fortalecen aún
más el confinamiento de las organizaciones políticas moche, lambayeque y chimú en el litoral, mien-
tras las fortificaciones y fronteras estilísticas arqueológicamente documentadas, sugieren conflictos a
largo plazo entre las organizaciones políticas costeñas y serranas (Bawden 1996; Kaulicke 2001: 347;
Lau 2004). Por ejemplo, la investigación etnohistórica ha demostrado que las sociedades de costa y
sierra se enfrentaban por el acceso a las bocatomas de los valles medios y a preciados campos de coca
localizados en la zona intermedia de chaupi yunga (Rostorowski 1989). Pronunciadas diferencias en
prácticas funerarias, configuración urbana, tradición arquitectónica, redes de intercambio verticales
versus horizontales, y arte figurativo, entre otros factores, han sido citados por los arqueólogos para
diferenciar las culturas andinas costeñas y serranas (Zuidema 1962; Shimada 1982; Rostorowski
1989; Moseley 1992).
Es relevante en esta argumentación, la distinción fundamental entre las sociedades del litoral y de la
sierra que fue explícitamente hecha por los incas y otros grupos étnicos andinos —un esquema cultural
que sin duda estructuraba los intercambios económicos a larga distancia, relaciones de poder regionales,
y políticas de identidad (Zuidema 1962; Rostorowski 1989; Eeckout 1999; Makowski 2000, 2005)—.
De forma más específica, las interdependencias entre costa y sierra fueron concebidas en términos de
oposiciones complementarias, expresadas en un idioma religioso y militarista de género. Es razonable
asumir que este marco simbólico se originó en las comunidades de la sierra durante el Horizonte Medio,
y que la clasificación de altitud que diferenciaban pero integraban políticamente zonas ecológicas en
las montañas, fueron transpuestas a la construcción de redes de intercambio, dependencias y conflictos,
concebidos de forma más amplia entre la sierra y el litoral. Por ejemplo, las mito historias indígenas de la
sierra andina, definieron la unión política de grupos étnicos geográficamente separados. Tal como eran
mediados dualísticamente por alianzas nupciales y complementarias de género: conquistando, guerreros
foráneos asociados con las altas punas, picos montañosos y pastoreo de camélidos, fueron inmediata-
mente enfrentados y luego emparejados con los agricultores autóctonos, conquistados identificados
por los valles interandinos de menor altitud, la agricultura, el agua y la fertilidad femenina. De hecho,
la integración de esas unidades sociales opuestas pero complementarias en una sola comunidad estuvo
expresada en términos de relaciones maritales, entre una divinidad masculina conquistadora y una hua-
ca femenina derrotada —los respectivos progenitores de los grupos pastores y agrícolas en cuestión—.
Para proveer un ejemplo específico, en la región de Huarochiri, la conquista de las tierras agrícolas yunca
por los yauyo de las tierras altas fue reconciliada en el reino mítico a través del matrimonio de la huaca
femenina conquistada, Chapi Ñamca, con la deidad masculina de las montañas, Paria Caca, adorado por
las organizaciones políticas yauyo (Salomón y Urioste 1991:18).
La asimétrica separación por género de la sociedad, economía, geografía y el cosmos —la notable
«correspondencia de estructuras» notada por los eruditos andinos— aparenta haber estado ampliamente
extendida al momento de la conquista, y estaba extensamente documentada en el Cusco por los extir-
padores de idolatrías, tanto en el área de Cajatambo de Huamachuco, como en la región de Huarochiri
al este de Lima (Arriaga 1968; Rostorowski 1983; Duviols 1986; Albornoz 1989 [1585]; Salomon y
Urioste 1991; Dover 1992; Gose 1993, 2000; Ossio 1996, 2002). Ciertamente, un principio clasifica-
torio totalizador y fundamentos filosóficos del orden social y religioso, constituyeron la base de la teoría
social andina. Por ejemplo, entre los macha contemporáneos de Bolivia, la mitad políticamente domi-
nante (hanan) está identificada como masculina y de la puna, mientras la mitad femenina y subordinada

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82 EDWARD SWENSON

(hurin) representa las comunidades agrícolas indígenas de los valles interandinos a menor altura (Platt
1986: 232-240). Como lo dictan los principios del dualismo concéntrico, yanatin (el valor de la pareja
conyugal) y la tetrapartición, el componente femenino era percibido no estrictamente como inferior
pero dialécticamente sinergético y complementario. La mitad masculina dominante de la mitad andina
estaba así comúnmente subdividida en partes masculina y femenina (ayllus menores al interior de ayllus
mayores) (Platt 1986; Gose 2000; Ossio 2002; Zuidema 2005).
La construcción del mundo social y político por géneros también hace paralelo de teorías indígenas
de geometría sagrada. La Tierra (pacha) estaba asociada con representaciones femeninas y fecundidad
latente, mientras el agua corriente y fructificadora y las sólidas montañas de donde surgían, estaban
vinculadas al semen, virilidad y divinidades masculinas. Así, los picos cubiertos de nieve simbolizaban
la fuerza activa cinética del principio masculino, mientras las cálidas llanuras y valles bajos denotaban
la fertilidad de la tierra femenina (Salomón y Urioste 1991). Los eruditos han argumentado que el
paralelismo y complementariedad de géneros eran también rasgos definitorios en el estado incaico. El
Sol y la Luna y sus encarnaciones vivientes, el Sapa Inca y su reina (colla), presidían sobre las cuestiones
político-religiosas masculinas y femeninas respectivamente (Lyon 1978; Silverblatt 1987).
Las divisiones de las mitades hanan y hurin de los incas estaban también de forma similar concebidas
en términos de diferencias de género relacionados a lo masculino con los climas de altura, y a lo femeni-
no con los terrenos agrícolas más bajos, respectivamente (Platt 1986; Zuidema 1962). Silverblatt (1987)
argumenta que antes de la expansión incaica una «jerarquía de prestigio» sustentada en oposiciones étni-
cas y geográficas y expresadas en las observancias religiosas estaba extendida en los Andes. Nuevamente,
miembros del ayllu o grupo étnico conquistador se definían a sí mismos como descendientes del dios
del rayo y el trueno mientras las comunidades basadas en los valles veneraban una deidad o capilla feme-
nina, que simbolizaba los orígenes agrícolas autóctonos. Silverblatt (1978: 47) afirma que este sistema
de prestigio era de naturaleza clasificatoria y no se traducen en verdaderas diferencias de poder hasta
que los incas lo convirtieron en una «jerarquía de conquista» viable para «cumplir con los requisitos de
una sociedad estructurada en clases». Además, al interior de la cultura militar incaica, las organizaciones
políticas conquistadas en la guerra eran inicialmente igualadas con las mujeres y relegadas a la posición
de proveedores de esposas en intercambios matrimoniales recientemente fundados que cimentaban la
incorporación política incaica en expansión (Gose 2000).
La jerarquía de conquista incaica asumía particular significado respecto a las sociedades costeñas que
estaban estrechamente relacionadas con el océano, el simbolismo lunar, agricultura intensiva y la identi-
dad y fertilidad femenina (Zuidema 1962; Eeckout 1999). De forma significativa, el valle de Jequetepe-
que era descrito como el principal centro de culto para la veneración de la Luna en el Perú precolombino
(Calancha 1977 [1638]), y la elevación de la deidad lunar en la sociedad costeña complementaba y
reforzaba la geografía política sagrada de los incas (Zuidema 1962). Means (1931: 60-61) parafrasea la
descripción de Calancha del culto lunar de Jequetepeque: «los indios de Pacasmayo adoraban a la Luna
como su principal deidad. También lo hicieron porque ella predomina sobre los elementos, causa que
los cultivos crezcan, y trae los disturbios del mar, y crea el rayo y el trueno. Su templo estaba en una
guaca llamada Sian, que en el lenguaje [yunga], significa casa de la Luna. La consideraban más poderosa
que el Sol porque él no aparece de noche mientras ella sí permite que se le vea tanto de día como de
noche». Es interesante notar que las mujeres en la sociedad costeña eran conocidas por su alto estatus
y autonomía. Rowe (1948: 48) interpreta los términos del parentesco muchik como reflejando los casi
«iguales derechos» de mujeres y hombres. La visita de Don Cristóbal Vaca de Castro (1541-1544) tam-
bién registra en esta crónica de los quipucamayocs incaicos (guardianes de las cuerdas anudadas) que la
sociedad costeña se distinguía por la presencia de jefes menores y gobernantes que frecuentemente eran
mujeres (llamadas tallaponas o capullanas).
Es tentador interpretar que la preeminencia de la diosa lunar y el alto estatus de la mujer en la cos-
ta de alguna forma está conectado con las ideologías de las oposiciones costa-sierra. Ciertamente, las
crónicas etnohistóricas aluden al proyecto incaico de feminizar a las sociedades costeñas de acuerdo a
las jerarquías de conquista de la sierra y los esquemas cosmológicos y geográficos a largo plazo. Sin em-
bargo, es aún poco claro si estas cosmovisiones estaban impuestas a las organizaciones políticas costeñas

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LOS FUNDAMENTOS COSMOLÓGICOS DE LAS INTERACCIONES MOCHE-SIERRA... 83

o si estas tenían orígenes anteriores como resultado de negociaciones entre actores sociales costeños y
serranos diversos (Demarest 1981; Rostorowski 1983; Duviols 1989; Makowski 2005).
Los incas percibían el océano como la fuente de todas las aguas generadoras de vida, y Gose (1993)
argumenta que la conquista imperial estaba motivada por el deseo incaico de controlar ritualmente el
ciclo del agua y las fuerzas genésicas (incluyendo el movimiento de los espíritus de los muertos) entre la
costa y la sierras. En otras palabras, el litoral era el principal objetivo de una conquista imperial de orien-
tación religiosa. Las asociaciones femeninas y lunares del océano así como la acentuada identidad forá-
nea de los pescadores costeños y los agricultores intensivos, estaba fuertemente reforzadas tanto por la
aliteridad de las sociedades de las tierras bajas, así como su considerada «complementariedad» cara a cara
con las organizaciones políticas basadas en las montañas. De hecho, la interdependencia cosmológica y
económica de costa y sierra está mejor ejemplificada por el milenario comercio de concha de Spondylus
(mullu) desde las agua tropicales del Ecuador hasta sitios a lo largo de la cordillera andina. La concha
de Spondylus estaba valorizada más que el oro al momento de la conquista y estaba simbólicamente vin-
culada al cultivo, considerada agua fructificadora con poderes generadores femeninos (Paulsen 1974).
La pregunta que es inevitable plantear es si la dicotomía de la costa y la sierra como entidades
antitéticas pero sexualmente complementarias precedió a la conquista incaica y si estas ideologías son
relevantes para comprender el fenómeno Wari, las transformaciones sociopolíticas Moche Tardío, y las
esferas de interacción del Horizonte Medio en general. Los datos arqueológicos del registro de Jequete-
peque sugieren que un esquema cosmológico y político semejante estaba empezando a surgir durante
el Periodo Moche Tardío. Sin embargo, este marco simbólico parecía lejos de estar universalmente
aceptado, ni tampoco estructuraba las interacciones regionales y las relaciones políticas asimétricas de
ninguna manera consistente.

3. Las transformaciones religiosas durante el Horizonte Medio y las Sacerdotisas


de San José de Moro

En su análisis del dios creador Wiracocha, Demarest (1981: 54), señala que la división cosmológica de
las tierras bajas costeñas y las sierras tenía sus orígenes en el Horizonte Medio. El dios de rostro frontal
(o el Dios de los Báculos) es el motivo más extendido y definidor de la era, y se piensa que representa la
principal deidad de Wari y Tiwanaku. Aunque la identidad precisa de esta divinidad es incierta, existe
un consenso general que era un dios del cielo asociado con el Sol, las tormentas, lluvia, rayo y truenos,
y se cree que en un posible antecedente de divinidades proteanas como Konraya o Tonopa-Illapa (Don-
nan 1978; Demarest 1981; Rostorowski 1983; Makowski 2000).
Por supuesto, divinidades masculinas comparables con colmillos eran los protagonistas centrales
en el arte moche durante el Periodo Intermedio Temprano (Benson 1972; Donnan 1978; Makowski
2000). Por lo tanto, no hay razón para asumir que las poblaciones costeñas se identificaban estricta-
mente con la tierra feminizada, el mar, dioses lunares. La religión moche probablemente se diferenciaba
considerablemente de los sistemas de creencias costeños documentados por Calancha y Balboa. Cierta-
mente, es aparente que las divinidades solares eran veneradas en Moche y otras organizaciones políticas
litorales y que la elevación de la Luna, el mar, y deidades femeninas podrían haber sido un desarrollo
posterior, quizá iniciándose en el Horizonte Medio. Los eruditos han especulado sobre la relación en-
tre el dios de rostro frontal y la divinidad radiante (Dios de las Montañas, «Ai apaec») del panteón
moche, argumentando que pudieron haber representado uno y el mismo ser sobrenatural en periodos
posteriores (Benson 1972: 105; Menzel 1977; Uceda 2001). Benson (1972) argumenta que a la cabeza
del panteón moche había un dios creador celestial vinculado al Sol, las montañas y la fertilidad (véase
también Uceda 2001).
Es especialmente intrigante que representaciones de esta deidad moche multifacética decreciera no-
tablemente durante el Horizonte Medio, correspondiendo con un marcado ascenso en el número de
representaciones de la diosa moche (la llamada Figura C del canon iconográfico; Lyon 1978; Benson
1988; Hocquenghem y Lyon 1990; Castillo y Holmquist 2000; McClelland et al. 2007). Al mismo
tiempo, la proliferación de deidades femeninas en la cerámica de Línea Fina Moche Tardío coincide con

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84 EDWARD SWENSON

el ascenso del dios de los báculos en el arte e iconografía religiosa de la sierra. El valle de Jequetepeque
es de particular relevancia para interpretar estos desarrollos estilísticos e históricos generales, porque la
cerámica de Línea Fina que define la era y celebra a la diosa fueron producidas en el centro ceremonial
de San José de Moro, la afamada sede del culto de la Sacerdotisa. Este importante sitio atestigua el
surgimiento de las figuras políticas femeninas durante este periodo (Castillo 2006, este número). En
contraste, es notable que las más lujosas tumbas de elite excavadas en el valle de Jequetepeque durante el
Periodo Moche Medio precedente (400-650 d.C.) alojaran exclusivamente entierros masculinos, como
ha sido documentado en el gran centro ceremonial de Dos Cabezas (Donnan 2007).
El notable que el cambio en las prácticas funerarias de elite en la región ocurrió al mismo tiempo que
otras transformaciones socioeconómicas, y que la transición del Periodo Moche Medio al Moche Tardío
se caracterizó por una profunda disrupción. Para el 650 d.C., una combinación de severos eventos de El
Niño y la subsiguiente invasión de la arena llevó al colapso del centro urbano de Dos Cabezas y su nú-
cleo de elites masculinas (Dillehay y Kolata 2004; Donnan 2007; Moseley et al. 2008). Este desarrollo
estaba acompañado por el cambio del poder político y económico de la mitad sur a la mitad norte del
valle (Castillo y Donnan 1994a, 1994b; Dillehay y Kolata 2004; Donnan 2007; Moseley et al. 2008). El
ascenso del culto de la Sacerdotisa en el norte y la degradación del poder político en Jequetepeque estu-
vieron con muy probablemente relacionados a estas fluctuaciones ambientales y demográficas (Swenson
2007). De hecho, los arqueólogos han argumentado que las perturbaciones ecológicas que sucedieron
al inicio del Periodo Moche Tardío podrían explicar el recientemente hallado énfasis en divinidades fe-
meninas y temas marítimos y el establecimiento del culto de la Sacerdotisa (McClelland 1990; Shimada
1994, Cordy-Collins 2001). La Sacerdotisa está iconográficamente asociada con el océano, símbolos
lunares, y la muerte (San José de Moro fue antes que nada un centro funerario), y los investigadores han
argumentado que la principal diosa puede ser la luna misma (Benson 1988: 65; Cordy-Collins 2001;
Hocquenghem 2008: 30). Por ejemplo, McClelland (1990) sugiere que disruptivos eventos El Niño
se detectan primero en cambios de la temperatura y vida marina. Por lo tanto, los moche reorientaron
la devoción religiosa hacia el mar y la luna, privilegiando las deidades femeninas dado el importante
rol del océano en el pronóstico ambiental (ver también Cordy-Collins 2001). Sin embargo, como se
argumentará en la sección siguiente, el Periodo Moche Tardío también se distingue de la era precedente
por la proliferación de sitios ceremoniales en áreas rurales de Jequetepeque. El ascenso del culto de la
Sacerdotisa no corresponde a la desaparición de las deidades masculinas, ni incluso a luchas políticas y
representaciones rituales dominadas por los hombres (especialmente los festines).
El considerable número de artefactos foráneos enterrados con la Sacerdotisa y otras elites en San
José de Moro demuestra vínculos a larga distancia con las organizaciones políticas de la sierra. Castillo
(2001a) ha argumentado convincentemente que los especímenes foráneos e híbridos wari-moche no in-
dican que San José de Moro estuviera sometido a algún régimen de la sierra o que tales contactos interre-
gionales fueran incluso necesariamente directos (Castillo 2001a; este número). Las transformaciones en
la teología política moche fueron muy probablemente resultado de desarrollos sociales endógenos. Sin
embargo, los claros signos de contactos interregionales intensificados en el centro (San José de Moro),
la declinación en las representaciones de la deidad masculina moche, y la diseminación panandina del
icónico dios de los báculos sobre cerámica polícroma, sugiere que el ascenso del culto de la Sacerdotisa
estuvo influenciado por las transformaciones religiosas y políticas panandinas que caracterizaban los
primeros siglos del Horizonte Medio. Como se detalló anteriormente, el repertorio simbólico de San
José de Moro Tardío está dominado por temas femeninos, lunares, marítimos y funerarios que resuenan
con el periodo de contacto de geografías político-religiosas que configuran las organizaciones políticas
de costa y sierra, en relación a la complementariedad de género, cosmológica y económica (McClelland
et al. 2007). Esto parecería más pertinente dadas las asociaciones solares y masculinas de Wari y el Dios
de los Báculos Tiwanaku.
Por supuesto, esto no quiere decir que Wari y Cajamarca estuvieran literalmente «casados» a la or-
ganización política dirigida por el culto de la Sacerdotisa en una relación de sierra-solar esposo y costa-
lunar esposa, junto con todos los significados políticos y cosmológicos participantes que un vínculo
marital semejante sugiere. En otras palabras, es ir muy lejos concluir que la interacción regional entre

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LOS FUNDAMENTOS COSMOLÓGICOS DE LAS INTERACCIONES MOCHE-SIERRA... 85

Jequetepeque y las sierras vecinas estaba engastada en una relación de matrimonio divino, uniendo los
dioses tutelares de grupos macro-ayllu opuestos pero integrados como ha sido registrado etnohistórica-
mente y etnográficamente. La evidencia bastante limitada de contactos y préstamos culturales expone
las debilidades de esta analogía.
Sin embargo, vale la pena considerar que la difusión de las ideologías wari/tiwanaku «permitió» por
lo menos la emergencia del culto de la Sacerdotisa y la adoración de la deidad lunar-femenina en Jeque-
tepeque, quizá a expensas de los equivalentes costeños solares/celestiales. La promoción de la diosa en
San José de Moro fue promulgada por los especialistas religiosos moche, quienes pudieron haber tenido
conocimiento de las cosmologías y geografía sagrada de la sierra, y del posible fuerte atractivo de divini-
dades costeñas específicas para los comerciantes de la sierra, o para peregrinos que mantenían contactos
con las comunidades de la costa. El punto importante es que las fuerzas históricas y activas impulsando
las transformaciones moche tardío eran complejas y multifacéticas. Es claro que la incorporación de
bienes funerarios wari y cajamarca en entierros de alto estatus no es una señal de crisis en la religión
moche pero más bien su revitalización y perseverancia (Watanabe, este número). En realidad, parece
muy improbable que la deidad de la Figura C fuera concebida como subordinada o sirviente a un dios
venido de la sierra; la afirmación de Calancha que las sociedades costeñas consideraban a la Luna moral
y metafísicamente superior al Sol (u otros dioses celestiales compuestos) podría muy bien tener raíces en
el Horizonte Medio. Al mismo tiempo, el culto puede haber florecido complementando los esquemas
cosmológicos y geográficos de las organizaciones políticas de la sierra incluyendo tanto Wari como Ca-
jamarca —que hicieron poco para impedir la expansión del culto y pueden incluso haber sido cómplices
en su promoción—. Mas aún, ciertos grupos de la sierra vieron a la diosa moche y su organización po-
lítica en una relación de oposición complementaria que afirmaba el poder y legitimidad de un dios de
las montañas masculino, la evidencia sugiere que el Jequetepeque moche no se adhirió necesariamente a
esta ideología. Sin embargo, los acólitos de la Sacerdotisa pueden haber manipulado estas concepciones
para favorecer su posición política, intereses comerciales y agendas espirituales específicas.
Ciertamente, Castillo (2000a, 2001b, este número) ha demostrado convincentemente que los mo-
che estaban completamente a cargo del culto de la Sacerdotisa, y es relevante que Wari y otras vasijas
foráneas hayan sido descubiertas exclusivamente en contextos funerarios. Castillo (2001a: 175-176)
nota que el repertorio festivo en San José de Moro estaba restringido a formas clásicas moche; los icó-
nicos wari para beber (keros), así como cántaros para fermentación, están conspicuamente ausentes
de este conjunto. Por lo tanto, la base de datos cerámica relacionada a la economía de festines en San
José de Moro indica tanto la autonomía política como religiosa del culto y una continua adherencia de
valores teológicos moche. De hecho, la inclusión de arte cerámico de la sierra y sus imitaciones en los
entierros de San José de Moro, no debe ser interpretado como expresando la admiración a los sistemas
de creencias foráneos por la elite moche. En cambio, esto puedo considerarse una evidencia del poder
de los notables durante el Moche Tardío para obtener símbolos religiosos exóticos y fortalecedores
(Helms 1988). Tales prácticas integradoras y miméticas pueden incluso haber sido un intento de sub-
vertir el prestigio de los cultos político foráneos. Taussig (1993: 193) resume sucintamente esta idea en
su análisis de las políticas de alteridad y los poderes mágicos de la reproducción material: «así el punto
importante sobre lo que llamo la magia de la mimesis es la misma —explícitamente que en alguna ma-
nera u otra la elaboración y existencia del artefacto que retrata algo le da a uno poder sobre aquello que
está representado—».
Las investigaciones arqueológicas en el valle de Jequetepeque más allá de San José de Moro indican
tanto el dinamismo como la diversificación de las prácticas religiosas moche durante el Horizonte Me-
dio, hacia los intensificados contactos con las organizaciones políticas de la sierra, más notablemente
Cajamarca, inmediatamente al este (Dillehay 2001; Swenson 2004; Swenson et al. 2010; Castillo 2010;
Watanabe, este número). Adicionalmente, la investigación de los asentamientos rurales construidos
sobre colinas litorales, sugiere que la división por géneros de las prácticas políticas y religiosas estruc-
turaban las dinámicas sociales intrarregionales. En otras palabras, los esquemas dualistas de género
parecen de hecho haber estado en uso en la región de Jequetepeque, haciendo un paralelo microscópico
emergiendo en construcciones culturales presentes en las relaciones costa-sierra. El siguiente análisis, sin

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86 EDWARD SWENSON

embargo, se concentra más específicamente en la expansión y reconstitución de la economía de festines


en sitios fuera de San José de Moro, como evidencia de la considerable pero refractada influencia de
las ideologías políticas y religiosas de la sierra. Al final, el heterogéneo paisaje festivo de Jequetepeque
durante el Horizonte Medio aparenta haber estado configurado por la intensificada exposición a las per-
sonas y culturas de la sierra. Sin embargo, como el centro de la Sacerdotisa, estas instituciones foráneas
fueron intensamente «indigenizadas» para adaptarse a las percepciones y representaciones moche.

4. La expansión de la economía de la chicha en el territorio de Jequetepeque

Basado en su análisis del sistema de irrigación del valle, Castillo ha argumentado que la región de Je-
quetepeque estuvo probablemente balcanizada en cuatro o cinco organizaciones políticas autónomas
durante los inicios del Horizonte Medio, siendo las parcialidades de San José de Moro y Chepén pro-
bablemente las dominantes (Castillo 2010; Castillo et al. 2006). Dillehay y Kolata han alcanzado con-
clusiones similares, y su prospección indicó que el Periodo Moche Tardío en la región estaba definido
por el conflicto intestino y la descentralización (Dillehay 2001; Dillehay y Kolata 2004; Dillehay et al.
2009). Mi investigación sobre el ritualismo rural y las prácticas arquitectónicas corrobora adicionalmen-
te la fragmentación política de Jequetepeque, que fue testigo de una popularización sin precedentes de
las prácticas religiosas moche (Swenson 2004, 2006, 2008). La ascendencia del culto de la Sacerdotisa
en el norte y la involución general del poder político estuvieron indudablemente relacionadas a las ya
mencionadas fluctuaciones ambientales y demográficas (Dillehay y Kolata 2004; Moseley et al. 2008).
Por lo tanto, la afamada Sacerdotisa de San José de Moro probablemente alcanzó un nivel de prestigio
panregional y autoridad religiosa a pesar de presidir sobre un culto que estuvo localizado en un paisaje
político cargado de conflictos (Castillo 2001b).
Nuestra reciente investigación en el sitio Moche Tardío de Huaca Colorada confirma adicionalmen-
te que el valle de Jequetepeque estuvo políticamente descentralizado como ha sido argumentado por
Castillo y otros. Adicionalmente, nuestras investigaciones proveen evidencia de relaciones de intercam-
bio completamente desarrolladas con la sierra. La alargada construcción piramidal de Huaca Colorada,
construida sobre una colina modificada, constituye el mayor asentamiento Moche Tardío en la margen
sur del río Jequetepeque (Fig. 1). Excavaciones preliminares indican que este sitio de 24 hectáreas era
la sede del poder y probablemente una comunidad política independiente, dirigida por una elite eco-
nómica y religiosa especializada (Swenson et al. 2010). La excavación de la cima de la huaca principal
ha expuesto una red de muros superpuestos delineando cámaras, corredores y lugares de producción
que formaban parte de una residencia y precinto ceremonial de alto estatus (Figs. 2 y 3). Los entierros
hallados en una plataforma truncada, una gran cocina, rasgos tipo altar, y una amplia cámara ritual con-
teniendo sacrificios humanos ofrendados, fueron descubiertos muy cerca de la cima de la Huaca Colora-
da. Las excavaciones revelaron que la cima del monumento estaba asociada con figuras de autoridad de
alto estatus que compartían los valores políticos y religiosos moche, como ejemplifican los grabados de
los muros, el mural de la serpiente y la iconografía cerámica, incluyendo el descubrimiento de cerámica
de Línea Fina moche y cajamarca (Fig. 4).
Las asociaciones de alto estatus de las construcciones multifuncionales parecen indisputables. Du-
rante nuestras dos primeras temporadas de excavación fueron recuperados una gran cantidad de cerá-
mica de Línea Fina, ornamentos de cobre, concha Spondylus, y variados restos de alimentos nutritivos.
De hecho, se ha recuperado más cerámica de Línea Fina y objetos de cobre en Huaca Colorada que en
todas las excavaciones en sitios Moche Tardío con arquitectura ceremonial del territorio en conjunto
(Swenson 2004). El descubrimiento de artefactos de cobre, moldes de cerámica, escoria, y herramien-
tas de fundición indican adicionalmente que el sitio sirvió como un importante centro de producción
metalúrgica (Fig. 5). El cobre es un recurso escaso en la región, y mucho de la mena era probablemente
obtenida de las sierras vecinas o el valle medio de Jequetepeque (Swenson et al. 2010; 2011).
La colección de un número sorprendentemente grande de tiestos decorados Cajamarca también
diferencia a Huaca Colorada de muchos asentamientos contemporáneos en la región (Fig. 5). Ninguna
cerámica de este tipo ha sido asociada con los asentamientos ceremoniales rurales ceremoniales en el

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LOS FUNDAMENTOS COSMOLÓGICOS DE LAS INTERACCIONES MOCHE-SIERRA... 87

Figura 1. Mapa del valle de Jequetepeque ilustrando la ubicación de los sitios San José de Moro, Huaca Colorada y asentamientos
rurales con arquitectura ceremonial (Mapa: Edward Swenson).

valle, y Castillo ha argumentado que estas estuvieron monopolizadas por las elites de la organización
política de San José de Moro-Cerro Chepén. En un denso basural situado adyacente al mayor recinto
ceremonial del sitio, se halló que vajilla Cajamarca hermosamente decorada procedente de la sierra, so-
brepasaba en número las de Línea Fina moche. Las vasijas cajamarca fueron halladas en asociación con
vasijas Rey de Asiria Moche Tardío y una alta cantidad de huesos de llamas subadultas. En contraste,
los alfares moche V predominan en las extensas zonas domésticas más bajas. Estas vasijas demuestran
que la comunidad de Huaca Colorada hizo uso de estilos corporativos foráneos y que el intercambio
a larga distancia y posibles alianzas con las sociedades de la sierra caracterizaron el Horizonte Medio
en Jequetepeque más allá de San José de Moro. Es también notable que la cerámica moche de Línea
Fina recuperada del sitio recuerda mucho más a los estilos Moche V asociados con Pampa Grande o el
valle de Chicama que el clásico alfar moche tardío producido en San José de Moro, la sede del culto de
la Sacerdotisa localizado 25 kilómetros al norte (Fig. 6). Sin embargo, las ubicuas vasijas para festines

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Figura 2. Plano tridimensional de Huaca Colorada y mapa ilustrando la ubicación de las unidades de excavación abiertas
durante la temporada 2010 (Mapas: Edward Swenson).

Rey de Asiria así como cerámica de grado medio están clásicamente en el estilo de Jequetepeque. En
otras palabras, Huaca Colorada aparenta haber estado afiliada en parte con el culto de la Sacerdotisa
mientras mantenía vínculos con las organizaciones políticas al sur del desierto de Paiján, evidencia que
indica tanto las conexiones a larga distancia del sitio, como el alto estatus de su elite. Por supuesto, los
objetos de cobre terminados y en elaboración demuestran adicionalmente que el intercambio regional
constituía importantes dimensiones de la economía política de Huaca Colorada.
El gran número de cántaros para festines, especialmente vasijas Rey de Asiria decoradas (Fig. 6) en
el estilo de Jequetepeque, revela que los afiliados de Huaca Colorada traficaban en la moneda común
de representación religiosa e intercambio social definiendo el Periodo Moche Tardío. La rica base de
datos cerámica y el descubrimiento de cuatro plataformas ceremoniales demuestran que los festines
formaron un componente importante de la economía política de la comunidad ya que era el principal
vehículo de intercesión ritual. Como sugieren las representaciones iconográficas moche, las bien
preservadas plataformas excavadas en el Sector B pueden haber funcionado en parte como escenarios
para la presentación y consumo de comestibles incluyendo cerveza de maíz (ver Wiersema 2010 y
Fig. 3). Adicionalmente, veintiún depósitos de adobe alienados —superpuestos unos a otros con cada
fase discreta de renovación—, fueron hallados en un extenso lugar de producción y almacenamiento
adyacente a las principales construcciones de la huaca. Probablemente funcionaron como contenedores
de cántaros de fermentación amontonados (Fig. 7; Castillo, comunicación personal). Por lo tanto, todos
los escenarios de producción y consumo aparentan haber estado circunscritos en el más alto y exclusivo
sector de Huaca Colorada. El contexto espacial de estos ritos comensales contrasta con las amplias plazas
para festines analizadas en San José de Moro (Castillo 2001a). El contexto decididamente más restringido

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Figura 3. Fotografías de las plataformas de adobe que datan


de diferentes fases de ocupación, excavadas en Huaca de la
Luna. La representación moche de Línea Fina de un estrado
techado se parece a la plataformas de Huaca Colorada en
terminos de forma, escala y emplazamiento de los postes
(redibujado de Donnan 1978: Fig. 104).

para festines en el precinto ceremonial más elevado de Huaca Colorada, indica diversos géneros de rituales
comensales en Jequetepeque durante el Moche Tardío (y en Huaca Colorada propiamente dicho). Sin
embargo, tanto los festines diacríticos entre un grupo de elite, como el comensalismo más incluyente
patrocinador-cliente, como ejemplifican las ubicuas vasijas Rey de Asiria, estaban evidentemente
orquestados en el sitio (Dietler 2001). Estas últimas vasijas de grado medio estaban particularmente
extendidas en los sectores domésticos y de producción de cobre del asentamiento. Quizá agasajar a
los artesanos creaba los nexos recíprocos a través de los cuales los especialistas de las elites religiosas se
apropiaban del trabajo y bienes incluyendo los objetos de cobre. En contraste, finos platos Cajamarca,
probablemente usados para la presentación de alimentos, predominaban en la construcción ceremonial
más elaborada y prominente. La exhibición diacrítica de riqueza y autoridad exclusiva evidentemente
complementaba los festines comunitarios más incluyentes. Al final, la política de comensales, engastada
en un marco semiótico de cosmología religiosa moche, unió a las diferentes organizaciones políticas y
los altamente variados asentamientos en Jequetepeque durante el Moche Tardío.
De hecho, las prácticas religiosas moche basadas en el comensalismo se hicieron notablemente ex-
tendidas a través de la región durante los primeros siglos del Horizonte Medio. Ritos festivos desregu-
lados, celebrados a través de los medios políticos y religiosos moche, fueron conducidos en numerosas
estructuras ceremoniales en sitios rurales dispersos a lo largo del valle (Fig. 1). Estos sitios estaban en su
mayoría ausentes en el precedente Periodo Moche Medio, la era anterior al establecimiento del culto de

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Figura 4. Fotografía de los restos de una serpiente mural polícroma y el grabado de un guerrero con mazo descubierto en
el Sector B de Huaca Colorada. El registro inferior muestra murales de cruces, literas y motivos geométricos descubiertos en el
mismo sector (Figura: Edward Swenson).

la Sacerdotisa (Swenson 2006). Ciertamente, antes del Horizonte Medio, el poder político y el espectá-
culo religioso aparentan haber estado más estrechamente monopolizados por las elites masculinas en el
centro urbano de Dos Cabezas (Swenson 2004, 2006; Donnan 2007). Los asentamientos ceremoniales
posteriores fueron construidos en zonas marginales del valle sobre afloramientos rocosos litorales y
escarpados desérticos. Similar a Huaca Colorada, sus estructuras de tierra contenían actividades produc-
tivas y de consumo, representaciones variadas en un espacio relativamente pequeño (donde los objetos
para festines fueron preparados, intercambiados y probablemente consumidos; Swenson 2006). Las pla-
taformas y pequeños patios habrían representado ritos más íntimos que aquellos realizados en San José
de Moro o Huaca Colorada, probablemente involucrando no más de 50 personas (Fig. 8). Estas arenas
compartimentadas para festines, estaban asociadas con una elevada cantidad de cántaros decorados
para chicha, pero raramente con vasijas moche de Línea Fina o con vajilla cajamarca. Evidentemente,
festines diacríticos patrocinador-cliente describen pobremente los rituales representados en estas plata-
formas ceremoniales. Aunque posiblemente relacionadas a «formas emprendedoras» de comensalismo,
los estrados con rampa aparentan haber mediado prácticas rituales y políticas altamente localizadas,
posiblemente basadas en el linaje.

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Figura 5. Artefactos de cobre (prills, alfileres) y cerámica


Cajamarca de Línea Fina recuperados del Sector B, Huaca
Colorada. Estos artefactos atestiguan los contactos a larga
distancia de la comunidad de Huaca Colorada (Fotos:
Edward Swenson).

La notable expansión y diversificación de la economía de festines rituales en Jequetepeque es clave


para comprender el Horizonte Medio en la costa norte del Perú, argumento que provee evidencia
de la influencia de ideologías religiosas de la sierra en la reconstitución del ritualismo y la política
Moche Tardío. De hecho, la diseminación de la arquitectura y cultura material wari/tiwanaku ha
sido correlacionada con la explosiva diseminación del consumo de la cerveza de maíz y los «modos de
producción festivos» en las sierras del sur del Perú (Cook y Glowacki 2003; Goldstein 2003; Moseley
et al. 2005; Valdez 2006; Jennings y Bowers 2009). Goldstein (2003) afirma que la adopción de la
cultura material Tiwanaku en Moquegua y otros lugares se tradujo en transformaciones radicales en la
dieta, mientras cambios marcados en los alfares domésticos y vasijas ceremoniales subrayaron cambios
totales en gastronomía y rituales festivos. El maíz era un componente insignificante de la dieta local
durante el Periodo Formativo en muchas regiones del sur de los Andes centrales, pero se hizo un recurso
vital tanto para la elite como individuos de menor estatus a la luz de la expansión Wari y Tiwanaku.
Goldstein argumenta que esta revolución culinaria estuvo impulsada por «una manía por la cerveza de
maíz que se enraizó en todo lugar donde la influencia Tiwanaku fue aceptada» (Goldstein 2003: 145).
Estas alteraciones principales en la dieta llevaron a la reconfiguración de prácticas culturales engranadas
(habitus) y programas ideológicos por igual. Goldstein asegura que la revolución de la chicha fue un
desarrollo consensual y localmente negociado vinculado a una forma particular de políticas de parentesco
jerárquicamente mediadas. Vale la pena mencionar que la diseminación de la deidad de los báculos
puede haber estado vinculada al rápido establecimiento de la economía de la cerveza de maíz. Esta

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Figura 6. Cántaros Rey de Asiria y cermica moche de Línea Fina recuperadas de Huaca Colorada (Figura: Edward Swenson).

divinidad está simbólicamente asociada con el maíz, al igual que la composición incaica Viracocha-Inti
estuvo íntimamente vinculada al maíz y la conquista imperial incaica (Demarest 1981: 48-49).
Lo que es particularmente relevante a la base de datos moche es que la proliferación de múltiples re-
cintos para festines documentados en muchos sitios relacionados a Wari y Tiwanaku hacen paralelo a la
notable «competencia entre escenarios» evidente en los lugares ceremoniales rurales en el valle de Jeque-
tepeque. Por ejemplo, asentamientos como San Ildefonso, JE-102, JE-54 y JE-64 se distinguen por una
multiplicidad de estructuras con rampa que escenificaban eventos festivos simultáneos a pequeña escala
(Swenson 2006, 2008 y Fig. 8). Esta escala de representación ritual difiere significativamente de los fes-
tines incluyentes patrocinador-cliente de las grandes capitales provinciales incaicas, ejemplificadas por
Huánuco Pampa con su masiva plaza central. Ciertamente, los múltiples patios rodeados por estrechas
galerías y banquetas, la afamada configuración ortogonal-celular característica de la arquitectura wari
y huamachuco, también ha sido interpretada como albergando ritos festivos compartimentados en los
asentamientos de la sierra (Isbell 1987, 2009: 212-214; Brewster-Wray 1990; Cook y Glowacki 2003).

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Figura 7. Depósitos circulares de adobe, usados probablemente para almacenamiento y fermentación de cerveza de maíz en
Huaca Colorada (Fotos: Edward Swenson).

Para estar seguros, los rituales festivos andinos difieren notablemente en escala y función. Jennings
(2006) ha argumentado convincentemente que los festines wari son mejor descritos como diacríticos en
oposición a las variedades emprendedoras o patrocinador-cliente que subrayaban la economía política
incaica. Sin embargo, la notada compartimentación y pluralización de los ritos festivos en ciertos sitios
de la sierra —y con más claridad en el territorio de Jequetepeque— complican aún más esta figura. Aun-
que las reuniones festivas eran pequeñas y posiblemente exclusivas en el Jequetepeque rural (pareciendo
así del género diacrítico), eran difusas y numerosas. La calidad intermedia de los cántaros para beber
sugiere además que estos festines no tenían una función diacrítica de poner aparte a una clase de elite
(como está documentado en Huaca Colorada). Al mismo tiempo, el reducido tamaño de las plataformas
de piedra/tierra está pobremente adecuado para escenificar festines de fortalecimiento, donde las cabezas
de linaje intentaban movilizar seguidores y prestigio.
En la sierra de Huamachuco, los Topic (2001) han argumentado que los festines basados en
el parentesco realizados en las múltiples plazas delineadas por salones con nichos, fueron una
institución anterior al Horizonte Medio, relacionados al agasajo de los ancestros fallecidos en centros
como Cerro  Amaru, Viracochapampa y Marcahuamachuco (cf. Lau, este volumen). Solamente en

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Figura 8. Plano del asentamiento sobre ladera de San Ildefonso, ilustrando la ubicación de cuatro masivos muros perimé-
tricos y múltiples estructuras aterrazadas con rampa (registro superior) y fotografías de plataformas rurales para festines del
Jequetepeque rural (registro inferior) (Figura: Edward Swenson).

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Figura 9. Vasijas para chicha con representaciones de rostros de elites masculinas recogidas de los sitios ceremonials del valle de
Jequetepeque (Figura: Edward Swenson).

Marcahuamachuco habían veinte «galpones nichados» (Topic y Topic 2001: 192-195). De hecho, los
festines y el consumo de maíz estaban establecidos en el norte del Perú hacía tiempo, y la revolución de
la chicha de Goldstein, que coincide con los inicios del Horizonte Medio, se aplica más estrechamente a
Moquegua y otras regiones del sur. Lo que es relevante, sin embargo, es la ya mencionada diseminación
de múltiples espacios desregulados para festines. Los Topic argumentan que la dispersión de las arenas
festivas en Huamachuco durante el Horizonte Medio corresponde a una colectivización del poder
político. Por extensión, afirman que las tendencias jerárquicas detectadas arqueológicamente en el
Periodo Intermedio Temprano (en sitios como Cerro Amaru), realmente enmudecieron durante el
Horizonte Medio. Esta interpretación contrarresta teorías convencionales sobre que la difusión del
horizonte Wari estuvo basada en la centralización política y la intensificación de las desigualdades. Las
múltiples estructuras con rampa en las zonas rurales de Jequetepeque pueden haber sido una afirmación
de las identidades de parentesco locales, y no puede descartarse que este contexto ideológico estuviera
influenciado por las prácticas y cosmovisiones de la sierra. De hecho, la desregulación de los ritos
comensales, que aparentan haber estado decididamente más centralizados (e incluso urbanizados) en el
Periodo Moche Medio, encuentran su antecedente en los contextos de la sierra norte durante el Periodo

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Intermedio Temprano (Topic y Topic 2001). Los datos sugieren que el comensalismo se hizo más
estrechamente asociado con los rituales políticos y de parentesco en Jequetepeque, y que se expandió
para englobar una multitud de ceremonias diferentes, como se expresa por el heterogéneo «panorama
festivo» de la región.
Es notable, por ejemplo, que los cántaros Rey de Asiria hallados a lo largo del valle de Jequetepe-
que y especialmente en los sitios rurales en cuestión se parecen a los icónicos cántaros cara-gollete del
conjunto wari para festines. De forma interesante, ambas formas de vasijas se distinguen no solo por
su representación de personas notables, pero de hombres en particular (Fig. 9; ver Cook y Glowacki
2003). De hecho, es quizá irónico que los sitios ceremoniales en el territorio pueden haber tenido más
en común con Wari, Huamachuco y organizaciones políticas relacionadas, que con San José de Moro,
a pesar de la completa ausencia de material cultural de la sierra en estos asentamientos periféricos. De
manera interesante, ambas formas de vasijas representan mortales de alto estatus en oposición a seres
sobrenaturales —señalando así a los imperativos mundanos de géneros específicos del ritual comensal
durante el Horizonte Medio—. Esto es particularmente significativo respecto a la observación de Casti-
llo (2001b), que la iconografía de Línea Fina Moche Tardío está definida por la exclusiva representación
de seres sobrenaturales, en contraste al repertorio Moche Medio, que también representaba figuras
mortales. Esto es decir, las vasijas para festines se distinguen no solo por su representación de humanos
notables pero de hombres en particular, un hecho pertinente para comprender las relaciones políticas
intrarregionales en Jequetepeque durante el Periodo Moche Tardío (ver más adelante). Por lo tanto, estas
vasijas indican préstamos culturales y los objetivos político-religioso compartidos de los eventos festivos
en Jequetepeque y ciertas organizaciones políticas de la sierra.
Sin embargo, debe establecerse que la reconstitución y dramática expansión de la economía política
de la chicha en Jequetepeque, ocurrió al interior de un marco conceptual y estructura de prácticas mo-
che específicas. Los keros de la sierra estaban ausentes de los contextos rurales y los distintivos intercam-
bios festivos en el territorio de Jequetepeque no estaban desasociados de los ritos funerarios y el culto
a los ancestros que definían el comensalismo en Huamachuco. Quizá el consumo de chicha subrayó
las campañas militares y observancias religiosas en las asociaciones de pequeños linajes de guerreros
(Swenson 2008).
De hecho, comparar los conjuntos materiales de San José de Moro con los asentamientos del
territorio revela salientes contrastes que indican la probable interdependencia e integración ritual de la
región que trascendían las divisiones políticas en el valle. Aunque orquestado al interior de un marco
decididamente moche, esta esfera de interacción local centrada en San José de Moro traiciona posibles
influencias serranas. El emparejamiento cosmológico por géneros de las sociedades de costa y sierra en
una relación de oposición complementaria aparenta haber estructurado también las relaciones intravalle,
como se refleja arqueológicamente en la división del espacio rural y centrado, y en la distribución
diferencial de formas arquitectónicas, arenas festivas provincianas, y artefactos iconográficamente
cargados. El sitio de San José de Moro carente de defensas está localizado en una llanura y está asociado
con ritos funerarios, sacrificios, autoridad femenina, simbolismo lunar, festines incluyentes a gran
escala e imaginería oceánica, mientras los sitios del territorio están construidos sobre colinas rocosas
que aparentan haber simulado los elevados picos andinos en miniatura. Están vinculados con festines
provincianos competitivos, imaginería masculina, fortificaciones, guerra (en oposición al sacrificio
y el ritual funerario), el simbolismo celestial, como está ejemplificado por los proyectiles de piedra
descubiertos en el sitio (ver Topic 2008 y Topic et al. 2002). Cerámica decorada y para festines del
territorio valorizan el estatus masculino como se refleja en los mortales notables adornados con orejeras,
narigueras y bigotes, así como divinidades masculinas con colmillos y bocas gruñendo (Fig. 9). De
hecho, divinidades tipo Ai apaec son mucho más predominantes en el territorio de Jequetepeque que
las representaciones de la Sacerdotisa (Swenson 2004, 2012). La indiscutiblemente valencia masculina
penetrando en las expresiones iconográficas del poder y la religión en el Jequetepeque rural diverge
notablemente del recientemente hallado énfasis en las deidades femeninas celebradas en la cerámica
de Línea Fina Moche Tardío producidas en San José de Moro. Este notable énfasis en la imaginería
masculina puede estar relacionado con la hipótesis que los festines estaban dominados por los hombres

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en la sociedad Moche (Arsenault 1992). El contexto androcéntrico de los festines de Jequetepeque


encuentra un paralelo directo con Wari y asentamientos relacionados, más allá de la representación
común de hombres notables en los cántaros para chicha tanto moche como wari. El análisis de
Goldstein (2003: 164) de los resultados del isótopo de carbono nitrógeno para hombres y mujeres
en Omo en el valle de Moquegua «mostraban significativas diferencias de género, sugiriendo que los
hombres tiwanaku en Moquegua disfrutaban desproporcionadamente tanto de los festines como de
beber chicha, y el fortalecimiento político que ello implicaba».
Aunque completamente el tema de otro artículo (Swenson 2012.), las relaciones entre grupos locales
y el culto de la Sacerdotisa aparentan haber estado impulsado por la expectativa ideológica de separar
diferencialmente y luego combinar distintos dominios políticos construidos como masculinos o feme-
ninos. La división por género del paisaje de Jequetepeque y los eventos festivos pueden haber proveído
un marco significativo para el ritual funerario y agrícola así como las frecuentes campañas militares.
Quizá la guerra en el Jequetepeque moche fuera seguida por la ofrenda de víctimas capturadas para la
Sacerdotisa del centro sin defensas de San José de Moro (Swenson 2008). Este hipotético sistema ritual
demuestra la influencia de las cosmologías de la sierra y su incorporación selectiva, transformación
e incluso negación parcial por las comunidades moche. Ciertamente, el desarrollo de este complejo
geocosmológico local puede muy bien haber sido cómplice en la apropiación o neutralización de las
ideologías políticas de la sierra —donde las sierras eran literalmente traídas al litoral y adoradas en sus
rocosas colinas litorales—.
Las sorprendentes características serranas de la arquitectura en piedra de múltiples pisos del gran
centro urbano de Cerro Chepén (Fig. 1), pueden también ser relevantes para comprender las interac-
ciones políticas y religiosas intrarregionales en Jequetepeque durante el Periodo Moche Tardío. Rosas
(2007) argumenta que este masivo sitio construido sobre una colina costera representa un asentamiento
intrusivo Cajamarca, como se deduce de la base de datos arquitectónica y cerámica. Adicionalmente
afirma que el valle fue conquistado por una organización política de la sierra recientemente asentada en
Cerro Chepén. Sin embargo, Línea Fina Moche Tardío, Rey de Asiria y vasijas utilitarias están también
presentes (similar a Huaca Colorada), y no puede descartarse que este impresionante sitio tomara parte
en las interacciones políticas intravalle, de conformidad con las emergentes geocosmologías divididas
por género. De forma interesante, Castillo sugiere que Cerro Chepén y San José de Moro estuvieron
unidos en una sola organización política. Si los líderes locales jugaban un rol de cajamarquinos en el
sitio o si era una verdadera embajada Cajamarca basada en Cerro Chepén, las respectivas ubicaciones de
los asentamientos y sus rasgos distintivos parecen corresponder al conjunto de contrastes complementa-
rios discutidos en este artículo —principalmente oposiciones sierra/costa, masculino/femenino, guerra/
funerario—. ¿Cómo Huaca Colorada podría haber encajado en este escenario hipotético?, es difícil de
asegurar. Similar a San José de Moro, el sitio carece de defensas y pilas de piedras de honda. Adicio-
nalmente, entierros de sacrificios femeninos al interior del templo fueron también descubiertos a pesar
de la ausencia de entierros de elite comparables a San José de Moro. El sitio con su cerámica moche V
y abundantes vasijas Cajamarca (pero decididamente arquitectura moche) pueden haber tenido un rol
religioso único en la región. Quizá este asentamiento estuvo solo parcialmente integrado en la geografía
sagrada de Jequetepeque.

5. Consideraciones finales

La «estructura de la conjunción» de las cosmovisiones de costa y sierra, vinculada al ascenso del culto de
la Sacerdotisa, estuvo evidentemente mediada por la balcanización del poder centralizado en Jequetepe-
que. La notable competencia de múltiples escenarios ceremoniales (exhibiendo ritos festivos y militares
dominados por hombres), apunta hacia la disolución del poder entre una plétora de pequeños jefes o ca-
bezas de linaje, así como entre elites más establecidas, incluyendo aquellas afiliadas con Huaca Colorada,
Cerro Chepén y San José de Moro. La popularización de la ideología moche en Jequetepeque, conllevó a
una ampliación de la participación en el ritual festivo moche de comunidades socialmente diversas y pa-
trocinadores de menor estatus —una práctica probablemente inspirada por organizaciones políticas de

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98 EDWARD SWENSON

la sierra vecinas—. Grupos locales mantenían su autonomía involucrándose directamente en la guerra,


festines y posiblemente sacrificios —eventos ceremoniales y políticos que estaban más estrechamente
monopolizados por los notables de las elites en el Periodo Moche Medio—. El prestigio de la Sacerdotisa
probablemente se benefició de la involución del poder y posiblemente la expansión de los sistemas de
creencias de la sierra. Por lo tanto, esta estructura particular de la conjunción (Sahlins 1985), que impli-
ca la expansión de las ideas de la sierra y los ritos festivos descentralizados, no deben entenderse como
impulsados por un esquema conceptual uniforme. A la luz de los datos de Jequetepeque, uno estaría
predispuesto a identificar una sola «mitopraxis» (moche u otra), que predeterminaba las relaciones de
poder y la trayectoria del cambio histórico. En cambio, los arqueólogos deben considerar cómo ciertas
categorías, creencias y prácticas culturalmente contingentes, fueron interpretadas de forma diferente,
rechazadas o puestas en uso por diferentes actores incluyendo la elite, plebeyos, serranos, hombres y
mujeres. San José de Moro, Huaca Colorada y numerosos asentamientos rurales contribuyeron igual-
mente al renacimiento Moche Tardío y a la expansión de la economía política de la chicha, a pesar de
las notables diferencias y quizá tensas, contradictorias y religiosamente sancionadas interdependencias.
Al final, es claro que ninguna explicación única puede dar cuenta por la adopción filtrada de
creencias de la sierra en Jequetepeque durante el Periodo Moche Tardío. Empleando el programa
teórico de la historiografía de la Escuela de los Anales, las perturbaciones del ENSO del sexto siglo,
las revueltas política internas, y la expansión de las tradiciones religiosas inspiradas por Wari, son
productivamente comprendidas como événements (eventos) interrelacionados de duración relativamente
corta que se configuraron y fueron formados por las variadas estrategias sociales de los variados agentes
del Jequetepeque (Bintliff 1991; Braudel 1972). Sin embargo, la dialéctica de agencia y evento
estuvieron condicionados por estructuras de práctica y mentalités que temporalmente trascendieron
tales événements. Por ejemplo, las estructuras del moyenne durée (periodos de 50-150 años) posiblemente
comprendieron conflictos generacionales entre las organizaciones políticas de costa y sierra, ciclos
demográficos pobremente comprendidos, cambios en la dieta incluyendo el advenimiento de la
economía de la chicha en el sur de los Andes centrales, la competencia entre las organizaciones políticas
moche o movimientos religiosos heterodoxos, y el ascenso y caída de las dinastías costeñas, incluyendo
Dos Cabezas, las Huacas de Moche y Pampa Grande. Por otra parte, las estructuras de longue durée
(300-1000 años), estuvieron con más probabilidad definidas por relaciones laborales culturalmente
sancionadas, creencias en deidades creadoras masculinas asociadas con las sierras, los imperativos
organizacionales de la tecnología de irrigación, complementariedad de géneros, dualismos sociocósmicos,
ontologías sacrificiales, el milenario comercio de Spondylus, y así (cf. Bintliff 1991; Janusek 2004). Es
decir, las transformaciones sociopolíticas Moche Tardío fueron el producto de conjunciones complejas
de estructuras, agentes, y eventos, que pudo haber puesto en movimiento estructura de longue durée
recientemente configuradas —más notablemente la feminización de la sociedad costeña que persistió
hasta la conquista española—. En otras palabras, los vectores del cambio histórico (comunidades
políticas, movimientos de revitalización, perturbaciones ecológicas, etc.) estuvieron estructuralmente
engastados, y por lo tanto las acciones de agentes específicos son irreductibles a motivaciones singulares
o las simples relaciones de causa y efecto (Castillo et al., este número). Las comunidades locales en
Jequetepeque pueden haber sido atraídas a los ritos festivos serranos dado su ethos comunal, el abrigo
de esas tradiciones aparenta haber reafirmado la autoridad de las comunidades de linajes menores, quizá
permitido por el colapso de Dos Cabezas y otras organizaciones políticas Moche Medio. Sin embargo,
estas prácticas ocurrieron en un contexto histórico moche, y no fueron ni el producto de «invariables
acciones orientadas por objetivos» (el hombre economizante de la antropología nativa occidental) ni
estímulos ambientales externos (Pauketat 2001: 74-78; cf. Sahlins 1996).
Para concluir, los datos presentados en este artículo proveen fuertes pruebas adicionales de contactos
intensificados entre poblaciones moche y las organizaciones políticas de la sierra en el valle de Jequetepeque,
más allá de San José de Moro. Aún más importante, muestran que estas interacciones trascendían los
intercambios superficiales y configuraron activamente las transformaciones sociopolíticas y religiosas
en el Periodo Moche Tardío. Evidencias de la interacción interregional son frecuentemente sutiles y
multifacéticas; los arqueólogos necesitan considerar la interrelación de series completas de indicadores

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materiales y no simplemente la presencia o ausencia de tradiciones artísticas y arquitectónicas foráneas.


Finalmente, debemos estar atentos a cómo los contactos supralocales estuvieron engastados al interior
de estos esquemas cosmológicos e ideologías de alteridad particulares.

REFERENCIAS

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BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 105-130 / ISSN 1029-2004

SOCIOPOLITICAL DYNAMICS AND CULTURAL CONTINUITY


IN THE PERUVIAN NORTHERN HIGHLANDS: A CASE STUDY
FROM MIDDLE HORIZON CAJAMARCA

Shinya Watanabe a

Abstract

This chapter presents excavation data from two archaeological sites, El Palacio and Paredones, located in the Department of
Cajamarca in the northern sierra of Peru, a geographic area of social dynamism during the Middle Horizon. The presence of the
large-scale site of El Palacio — a Wari administrative center — would suggest that the valley came under direct Wari imperial
control in a manner similar to that known under the Inca during the Late Horizon. Yet at the same time, there are chullpas at
the contemporary site of Paredones that are associated with ceramics related to the Tiwanaku style.

This complex situation during the Middle Horizon, on the one hand, presupposes the existence of multiple cultural groups living
in the Cajamarca region. On the other hand, the Cajamarca culture has local roots that are demonstrated in the production
of its kaolin ceramics that are found throughout a wide area of the Wari realm. For these reasons, the cultural changes during
the Middle Horizon do not necessarily correspond to political domination. One explanation for this variable situation could
be that the Cajamarca society was not centralized, and therefore had the social flexibility to coexist within an imperial society.

Keywords: Wari Empire, Cajamarca, administrative center, chullpa, non-hierarchical society.

Resumen

DINÁMICAS SOCIOPOLÍTICAS Y CONTINUIDAD CULTURAL EN LA SIERRA NORTE PERUANA:


UN CASO DE ESTUDIO DEL HORIZONTE MEDIO CAJAMARCA

En este ensayo se presentan los datos de excavación de dos sitios arqueológicos, El Palacio y Paredones, ubicados en el departa-
mento de Cajamarca, sierra norte del Perú, área geográfica desde donde sugiero la dinámica social durante el Horizonte Medio.
La presencia del sitio El Palacio, centro administrativo Wari de gran escala en el valle de Cajamarca, es un ejemplo de similitud
fenomenológica con el caso Inca en el Horizonte Tardío, debido a que el valle de Cajamarca estuvo bajo el dominio directo del
Imperio wari. Al mismo tiempo, de Paredones, otro sitio contemporáneo, aparecen chullpas asociadas a cerámicas relacionadas
con la cultura Tiwanaku.

Esta situación compleja durante el Horizonte Medio presupone la existencia de múltiples grupos con diferentes culturas en la
región Cajamarca. Por otro lado, la cultura Cajamarca es una expresión de continuidad que se refleja en la producción de su
cerámica en caolín que se distribuyó en un área amplia de dominio Wari. Por lo que, los cambios culturales no corresponderían
necesariamente a un dominio político. Una explicación a esta variable condición sería que la sociedad Cajamarca no era cen-
tralizada, por lo tanto tenía flexibilidad social y pudo coexistir con la sociedad imperial.

Palabras clave: Imperio wari, Cajamarca, centro administrativo, chullpa, sociedad no jerárquica.

a
Departamento de Antropología y Filosofía, Universidad de Nanzan.
Dirección postal: 18 Yamazato-cho, Showa-ku, Nagoya, 466-8673, Japón.
Correo electrónico: shinya@nanzan-u.ac.jp o tantarica@hotmail.com
106 SHINYA WATANABE

1. Introduction

This article considers Middle Horizon sociopolitical dynamics and cultural continuity from the pers-
pective of the Cajamarca region, northern highlands of Peru. To address these issues, new excavation
data obtained from El Palacio, a large administrative center of the Wari Empire, will be presented for
the purpose of evaluating the relationships between Wari and the local Cajamarca culture in the region
(Figure 1).
The Cajamarca culture developed after the Layzón Phase (250-50 BC) corresponding to the first
part of the Early Intermediate Period, or the final part of the Formative Period in the Cajamarca basin
(Terada and Onuki [eds.] 1985). This culture is defined by the production of kaolin ceramics and
continued for more than 1500 years until the time of the Spanish invasion. For this article, I use the
chronology of the Cajamarca culture that is composed of 5 phases (Terada and Matsumoto 1985; Wa-
tanabe 2009): Initial Cajamarca Phase (50 BC-AD 200), Early Cajamarca Phase (AD 200-600), Middle
Cajamarca Phase (AD 600-900), Late Cajamarca Phase (AD 900-1200), and Final Cajamarca Phase
(AD 1200-1532). In the Final Cajamarca Phase, Cajamarca was incorporated within the Inca Empire,
as suggested by a tampu, an administrative center, in the center of the Cajamarca region. In the Middle
Cajamarca Phase, the first Wari evidence appeared at El Palacio and it continued until the first part of
the Late Cajamarca Phase.

2. Wari Political Organization

After carrying out investigations of the sociopolitical dynamics of the Late Horizon in Cajamarca
(Watanabe 2003, 2010), I initiated archaeological research that focused on the Middle Horizon.
This work began in 2006 and produced a significant quantity of new data pertaining to the Middle
Horizon occupation of the region. In the light of this new corpus of information, I propose to interpret
the sociopolitical dynamics of the Middle Horizon by using the socioeconomic organization of Inca
Empire as a model. Therefore, before discussing the Middle Horizon, I present a brief overview of the
organization of the Inca occupation in Cajamarca.
Cajamarca is best known as the location where Atahualpa, the last Inca emperor, was captured by the
Spaniards. According to the chronicles, Cajamarca was under the direct control of the Inca Empire. This
description needs to be evaluated with archaeological evidence of the Cajamarca basin.
It is well known that a tampu existed under the modern city of Cajamarca. However, since it was
largely destroyed in the early colonial period (Cieza de León 1996[1553]), only the famous ‘ransom
room’ (Cuarto del Rescate) can be observed today (Ravines 1985). In addition, there are many traces
of the Inca road (Capac ñan) to the north of the modern city of Cajamarca. Otherwise, the evidence of
the Inca presence is rarely recognized in ceramic or architectural styles (cf. Topic, J. R. and T. L. Topic
1993). While more than 200 archaeological sites have been registered in the Cajamarca basin, Inca
style ceramics were collected at only a few sites and Inca style architecture was not found except for the
‘Cuarto del Rescate’.
Of the 115 sites recorded by Daniel G. Julien, 48 sites correspond to the Final Cajamarca Phase.
However, classic Inca style ceramics were recognized at only three sites (Julien 1988:115, 168). Based
on this result, Julien (1993: 252) stated that «It is quite possible that, aside from the establishment of a
new capital, the effect of the Inka conquest on local settlement patterns was minimal».
From 2001 to 2003 Yuji Seki and his team carried out an intensive surface reconnaissance in the
Cajamarca basin, and registered 247 archaeological sites (Seki et al. 2001; Seki and Ugaz 2002; Seki and
Tejada 2003). Pottery pertaining to the Final Cajamarca Phase was collected at 48 sites, but Inca style
ceramics were recognized at only four sites.
Our 2001 excavations at Santa Delia, one of the large sites of the Final Cajamarca Phase, successfully
established an absolute chronology of the site and demonstrated that it was abandoned during the time
of the Inca Empire (Watanabe, in press). If we can confirm the same pattern of abandonment of Late

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Intermediate Period sites, it would indicate a shift of settlement pattern under Inca dominion, as was
the case in other areas (cf. D’Altroy 1992).
However we do not have any clear data to separate the period before the Inca and the period during
Inca domination within the Final Cajamarca Phase because the Amoshulca Complex ceramics of that
phase did not change during the Late Horizon (cf. Nesbitt 2003). The composition of the Cajamarca
Black-on-Orange type ceramics and the Amoshulca Complex could be temporally diagnostic of the
Late Horizon, but this interpretation remains to be confirmed. Therefore we have to rely on radio-
carbon dating to evaluate if a shift occurred in settlement pattern during the Inca Period. Also it is
worth noting that at Santa Delia we found many carbonized maize grains. With this evidence, it seems
possible to assume that maize was cultivated intensively prior to the arrival of the Inca. We could not
recognize other kinds of evidence of Inca occupation such as storage structures as is present in other Inca
provinces in the north highlands (cf. Topic and Chiswell 1992).
The Cajamarca case contrasts strikingly with other regions such as the Peruvian central coast, where
strong evidence of Inca cultural influence was confirmed. These data indicate the diversity of the repre-
sentation of Inca material culture, suggesting that the relationships between the Inca Empire and local
societies varied between regions (cf. Menzel 1959; Malpass [ed.] 1993; Burger, Morris and Matos Men-
dieta [eds.] 2007; Malpass and Alconini [eds.] 2010). However it does not mean that the Inca Empire
adopted several strategies of control in each region, nor does it imply that Cajamarca was politically
independent or maintained autonomy during the Late Horizon Period. The varied representation of
Inca material culture would correspond to the sociopolitical diversity of the local societies that were
incorporated into the Inca Empire.
The Inca controlled labor forces in all regions of its territory (Murra 1980[1955]). One of the ma-
terial indicators for the control of labor force is a tampu, an administrative apparatus. It is an archaeo-
logical complex where the Incas performed ritual activities, organized labor and stored local products
(cf. Ramírez 2005). Although Inca material culture is rarely recognized in Cajamarca, the existence of
a tampu allows us to infer that the Incas directly controlled the Cajamarca region. This observation can
be referred to as a starting point for my discussion on Wari political organization.
It has been widely accepted that the Middle Horizon is the period when the Wari Empire developed
and expanded over much the central Andes (Menzel 1964; Lumbreras 1974; Isbell 1991, 1997a, 2001a;
Isbell and McEwan [eds.] 1991; Schreiber 1992, 2001, 2005; cf. Jennings 2006a, 2006b). But it has not
been clear if the northern sierra of Peru was under the direct control of Wari Empire (cf. Topic, T. L. and
J. R. Topic 1984, 2010; Topic, J. R. and T. L. Topic 1985, 2001; Topic, T. L. 1991; Lau 2005; Topic, J.
R. 1991). For example, John and Theresa Topic stress that Viracochapampa, a Middle Horizon center
located in Huamachuco, was abandoned around AD 700 before the completion of its construction
(Topic, J. R. 1991; Topic, J. R. and T. L. Topic 2001: 206). However, as discussed later, the construction
of El Palacio, which is clearly a Wari administrative center in the Cajamarca valley, was constructed after
AD 700. This indicates that the abandonment of Viracochapampa does not necessarily indicate that
Wari retreated from the Peruvian northern highlands (cf. Schreiber 2001: 88).

3. Wari evidence in Cajamarca

In the Cajamarca basin, the evidence of Wari material culture is sporadic as is the case of the Inca pe-
riod. For example, during his survey of the region, Julien did not find any Wari ceramics (Julien 1988:
240). Similarly only one fragment of Wari style pottery was found on the surface of the El Palacio site
near the Chonta River during the intensive survey conducted by Seki (Seki et al. 2001). Some Wari
ceramic fragments were recognized in the excavations at Kolguitín near El Palacio (Terada and Mat-
sumoto 1985), and at Chondorko, a site located on the other side of the Chonta River (Reichlen and
Reichlen 1949). Therefore, it seems reasonable to assume that all evidence of Wari material culture in
the Cajamarca region is limited to El Palacio and its neighborhoods.
Conversely, Cajamarca style ceramics are found in Wari related sites such as Huari, Conchopata, and
Jargampata and they correspond to the Cajamarca Floral Cursive type of Middle Cajamarca Phase B

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and C (around AD 700-900). Thus, I assumed that the Wari-Cajamarca interaction had started during
the final part of the Middle Cajamarca Phase A around AD 700. Some fragments of Cajamarca Classic
Cursive type of the Middle Cajamarca Phase A were found in the Huamachuco area (Thatcher 1975)
and would correspond to the period when Viracochapampa was under construction.
In the Cajamarca region, large ceremonial centers appeared in the Middle Cajamarca Phase A, in-
cluding Coyor and Complejo Turístico Baños del Inca, all of which date prior to the Wari arrival. These
ceremonial centers were abandoned at the end of the Middle Cajamarca Phase A, in accordance with the
first appearance of Wari materials in the Cajamarca region (Watanabe 2009). Three radiocarbon dates
for the final moment of the Middle Cajamarca Phase A were obtained from our research and cluster
around AD 700, which corresponds to the abandonment of the Complejo Turístico Baños del Inca
(Watanabe 2009). These data seem to suggest that the abandonment of the local ceremonial centers
and the transition from the Middle Cajamarca Phase A to B were triggered by contact with Wari. The
change of settlement pattern could have occurred under the Wari dominion, as was the case of the Inca
period. It seems reasonable to think that a change of ritual practice occurred during the Middle Hori-
zon, which might imply that the manipulation of ideology was one of the Wari strategies to dominate
local people. It is known from other regions that offerings with Wari style ceramics were placed at ruins
from previous periods such as Cerro Amaru in Huamachuco (Topic, J. R. and T. L. Topic 1992), and
Chimu Capac in Supe (Menzel 1977).
The most important evidence of Wari presence is the existence of a large Wari administrative center
called El Palacio. In the following section I will discuss the reason why El Palacio can be considered as
an administrative center through the examination of our new excavation data. Another possible Middle
Horizon site is Yamobamba located near the Namora village (Hyslop 1984: 61; Williams and Pineda
1985; Wiener 1993[1880]), but its cultural affiliation and chronological position of architecture remain
to be evaluated. Although the Santa Delia site was mentioned as a Wari site (Jennings and Craig 2001:
484), our excavations in 2001 revealed that it pertains to the Final Cajamarca Phase (Seki et al. 2001;
Watanabe 2004, in press).
It seems reasonable to hypothesize that if a Wari administrative center exists, the people who lived
around it were under the direct control of the Wari Empire. The case of Cajamarca fits this model.
Although the autonomous development of the Cajamarca culture stopped, its cultural identity was
maintained within the interaction sphere under Wari dominion. The local Cajamarca culture continued
from the Initial Cajamarca Phase to the Final Cajamarca Phase without great change.

4. Excavations at El Palacio

El Palacio is considered by many scholars to be a Wari site in the Cajamarca region (Lumbreras 1974;
Isbell 1988: 186, 2001b, 2001c; Ravines 1985; Schreiber 1992; Topic, T. L. 1991: 236). Found at an
altitude of 2750 meters above sea level, El Palacio is located to the northeast of the modern town of
Cajamarca in the village of Miraflores, near the Chonta River (Figure 1).
El Palacio is readily identified by the remains of a rectangular building, measuring approximately
60 meters by 45 meters in extension, that is visible on the surface. However, this building represents
just a small part of a much larger archaeological complex (Watanabe 2011). We carried out the first
excavations at El Palacio in 2008, and additional excavations were conducted in 2010 and 2012 (Figure
2; Watanabe and Luján Dávila 2011; Watanabe and Rivas 2013). In this article just the 2008 and 2010
data will be presented since analysis of the materials of the 2012 excavations is still in process.
We opened an area of 230 square meters in Sector B during 2010 (Figure 2) and our excavations
revealed a complex architectural sequence (Figure 3). We detailed five architectural phases that corres-
ponded to Middle Cajamarca Phase B and C, and to the first part of the Late Cajamarca Phase (Figure
4). In terms of calendar years, the area was in use from approximately AD 800 to AD 1000, a longer
duration than was expected.
The majority of the complex of the Sector B was constructed during the site’s first three architec-
tural phases in the Middle Cajamarca B (Figure 4A). The architectural plan shows wide walls (60-140

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Figure 1. Map of the northern part of Peru showing location of sites mentioned in text (Map: Shinya Watanabe).

Figure 2. Plan of El Palacio (Map: Shinya Watanabe).

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Figure 3. Sector B1, El Palacio, taken from the east (Photo: Shinya Watanabe)

centimeters), narrow corridors, small rooms, a semi-subterranean funeral chamber, a water reservoir,
open and subterranean canals, niches, and other features. The architectural characteristics of the com-
plex both present methodical construction planning and differ from the techniques used to build and
organize structures in the Cajamarca culture.
Most of the offering and burials found at El Palacio can be placed in the Middle Cajamarca C Pha-
se, including the closure of semi-subterranean chamber EST-B2 (Watanabe 2011) (Figure 4B). To the
south of this chamber, a burial (BTM2) was placed by cutting into the floor of the compound’s third
architectural phase. We found three individuals and many ceramic sherds within the fill of the burial,
which may suggest that ceramic vessels were intentionally broken. Among the partially reconstructed
vessels, two gray felines are the most impressive (Figure 5). Two small rooms, RB4 and RB5, were filled
in at around the same time. Burial BTM13, found at the floor level of RB4, included a flat-bottom
bowl (Figure 6) and Wari style polychrome cup with representation of griffin (Figure 7). Another tomb,
BTM15, was located in RB5.
The corridors around structure EST-10 (a reservoir for water) were also filled in during the
compound’s fourth architectural phase. An infant’s burial (BTM16) was located within this fill. A llama
burial (BTM19) located below floor level in room RB6 was associated with an offering that contained
an effigy bottle of a squatting person (Figure 8) and a Cajamarca style plate. Another burial, cut into the
floor of room R-B3, contained two individuals: one (BTM17) at the end of the pit that was associated
with a black bottle and large reddish brown effigy jar depicting a person with a rope tied around the
neck (Figure 9); the second burial (BTM10) was found near the entrance of the pit and was associated
with a Wari style lyre form polychrome cup (Figure 10) and a black dog effigy bottle (Figure 11). To the
south of wall M11 was located a burial of a llama (BTM7) at the base of wall M21.
The later part of the Middle Cajamarca Phase C corresponds to another episode of placing objects
and burials into filled in architectural spaces (Figure 4C). For example, an offering of a ceramic bowl
with a navel form base (Ofr-4) was placed on the floor (Figure 12). Two burials (BTM-9 and BTM-12)
were also placed within the corridors around structure EST-10. Burial BTM-12, located inside a niche,
contained an object made from Spondylus and fragments of a North Coast style polychrome bottle.

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Figure 4A. Plan of the architecture in Sector B, El Palacio (Middle Cajamarca Phase B) (Map: Shinya Watanabe).

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Figure 4B. Plan of the architecture in Sector B, El Palacio (Middle Cajamarca Phase C) (Map: Shinya Watanabe).
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Figure 4C. Plan of the architecture in Sector B, El Palacio (Middle Cajamarca Phase C) (Map: Shinya Watanabe).

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Figure 5. One of the two gray ceramic felines,


BTM2, El Palacio (Height: 28 centimeters)
(Photo: Shinya Watanabe).

Figure 6. Flat-bottom bowl, BTM13, El Palacio Figure 7. Wari style polychrome cup with representation
(Height: 17 centimeters) (Photo: Shinya Watanabe). of griffin, BTM13, El Palacio (Height: 7 centimeters)
(Photo: Shinya Watanabe).

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Figure 8. Gray effigy bottle, BTM19, El Palacio (Height: Figure 9. Reddish brown effigy jar, BTM17, El Palacio
15.5 centimeters) (Photo: Shinya Watanabe). (Height: 33.5 centimeters) (Photo: Shinya Watanabe).

Figure 10. Wari style lyre form polychrome cup, BTM10, Figure 11. Black dog effigy bottle, BTM10, El Palacio
El Palacio (Height: 9.5 centimeters) (Photo: Shinya (Height: 15 centimeters) (Photo: Shinya Watanabe).
Watanabe).

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To the west of the EST-10, we documented a burial (BTM20) within the fill which was composed of
four craniums and five miniature Cajamarca style tripod plates (Figure 13).
The Late Cajamarca occupation of El Palacio corresponds to the first part of the Late Cajamarca
Phase, and is contemporaneous with the rectangular structure still visible in Sector A (Watanabe 2011).
Much of the sector was filled in during this time and the upper level was utilized as a floor. A secondary
burial (BTM5) was later placed into the buried site during the second part of the Late Cajamarca Phase.
Finally, there is evidence for the construction of a Colonial period building at the site that had a diffe-
rent orientation from the prehispanic walls that we have documented. With only the wall bases found,
it is difficult to confirm the floor associated with it. We hypothesize that the structure was a chapel or
church that was abandoned in the middle of construction activity.
The architecture of El Palacio was constructed in accordance with a clear architectural plan. Cons-
truction activities were carried out in a new location where no previous occupation had existed. The site
was constructed as Wari dominance began and was abandoned when Wari influence ended. However,
unlike some other Wari administrative centers, a large part of El Palacio was totally buried and not
visible on surface, as was the case of Huaro (Batan Urqu) in the Cuzco region (cf. Zapata Rodríguez
1998; Glowacki 2002, this volume). In other region there could exist more unknown buried Wari ad-
ministrative centers.
The architecture of the Cajamarca culture is typified by an agglomeration of small rooms with coarse
stonework, except for some special tombs and ceremonial centers. This architectural pattern continued
throughout the Cajamarca period, and foreign style architecture is rarely mixed with local architecture
in the Cajamarca region. Distinct from the Cajamarca culture architecture, there is a rectangular plan
with walls that are about 60-140 centimeters in width and a semi-subterranean mortuary chamber at El
Palacio. They do not fit the architectural style of the local Cajamarca culture but present clear affiliation
or influence from the Wari culture. These typical characteristics of Wari architecture, combined with
our findings of Wari ceramic sherds from the lowest stratum, imply that the site was a state administra-
tive center. The majority of the ceramic assemblage pertained to the Cajamarca culture, but some Wari
style ceramics and probably north coast related ceramics were included. The sporadic distribution of the
Wari style ceramic fragments in nearly all strata and all parts of the excavated area (Figure 14) shows that
Wari evidence is not restricted to complete objects as offerings within special burials.
The majority of the administrative centers of the Inca Empire have a central plaza with surrounding
buildings of storage facilities (cf. Morris and Thompson 1985). Since these administrative centers lack
perimeter walls, their boundary is not clear. On the other hand, Chimú administrative structures are a
combination of U-shape structures designed to control access and storage facilities that are arranged in
spaces surrounded by perimeter walls (Topic 2003). Wari administrative centers have a rectangular plan
with inner divisions and demonstrate clear characteristics of access control. This type of Wari adminis-
trative building is described as ‘Orthogonal Cellular Architecture’ by Isbell (Isbell 1991).
The rectangular form of Sector A shares architectural elements with other Wari administrative cen-
ters (Watanabe 2011). Interestingly, the large perimeter walls of most Wari administrative architecture
was built first and then the inner spaces were divided. This process of construction also occurred in
Sector A.
Control of the labor force and economic production is needed for administration. The presence
of corridors, division of space, and evidence of access control at Sector B shows some characteristics
of Wari administrative structure, while it is not clear if it fits the orthogonal cellular pattern. Since we
excavated just a part of a site that is more than 100 hectares in size, it is difficult to evaluate the total
architectural plan.
The complex superposition of the funeral chamber architecture is peculiar to administrative structures
observed in the capital of Huari itself (Isbell et al. 1991) and Huaro in Cuzco region. This might suggest
that El Palacio is not a simple administrative center like Pikillacta and Viracochapampa. It could have
had more functions. It remains to be explained why these complex sites, El Palacio and Huaro, exist at
both northern and southern extremes of the sphere of Wari dominance. It might be interesting to think
of these sites in relation to the frontiers of the Wari Empire. Considering its magnitude, El Palacio was

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SOCIOPOLITICAL DYNAMICS AND CULTURAL CONTINUITY... 117

not a trading enclave of the Wari Empire, but instead constituted a center to control the Cajamarca
basin. The site was located at an important place to control water, which is the same reason why the
Inca administrative center was placed in the region. As is the case for other administrative centers, it is
impossible to detect if there is a sector of a site that was occupied by colonists from other parts of the
Wari Empire, although some foreign ceramics were recovered.
The excavation data reveal multiple functions of this site. Although more than 2.2 tons of ceramics
were recovered and all of them were analyzed, other materials such as human bone, animal bone, and
lithic artifacts, remain to be studied. The existence of obsidian flakes suggests that there were work-
shops for lithic artifacts. More than 500 fragments of T-form spades or axes indicate intensification of
agriculture, probably for the cultivation of maize to brew chicha. More than 400 kilograms of animal
bones, the majority of which probably consist of llama, indicate that the transportation of goods and
consumption of animal meat were carried out at a large scale during the Middle Horizon. The presence
of Spondylus is another source of information that indicates interaction over a broad area. Obsidian and
Spondylus have not been documented at any other Cajamarca culture sites but are common at Wari-re-
lated sites such as Cerro Amaru (Topic, T. L. and J. R. Topic 2010) and Pikillacta (McEwan [ed.] 2005).
All the evidence that we obtained from El Palacio permits us to conclude that it was an administrati-
ve center of the Wari Empire, not of Cajamarca culture. As mentioned above, we cannot find any Wari
material evidence outside of El Palacio and its neighboring sites. In these areas, the Cajamarca culture
continued as if nothing occurred.

5. Excavations at Paredones

Although I have suggested in the previous sections of this article that Cajamarca was under the direct
control of Wari Empire, the sociopolitical dynamics during the Middle Horizon in the Northern part
of Peru was more complex. Here I present our excavation data from the site of Paredones to illustrate
this point.
Paredones is located in the middle Jequetepeque valley, at an altitude of 900 meters above the sea
level (Figure 1). On the surface, we can see some architecture and chullpas (above ground funeral cham-
bers with rectangular window). Our excavations at Sector A and B in 2006 (Figure 15) demonstrated
that the site corresponds to the Middle Cajamarca Phase B and C, from AD 750 to AD 950, and is
thus contemporaneous with the occupations of El Palacio. The majority of the collected ceramics at
Paredones stylistically pertained to the Cajamarca culture. We also have some exotic ceramics that are
associated with the chullpas.
Chullpas were first constructed at the site during Middle Cajamarca Phase C. Since the inner floor
of the chullpas is about 15-30 centimeters lower than the exterior, the tombs are semi-subterranean
and thus similar to the funerary chamber of the Transitional Period at San José de Moro in the lower
Jequetepeque valley (Castillo et al. 2008). Since this type of funeral tower had not been recognized in
the Cajamarca valley, the chullpa was probably not a part of the Cajamarca culture but rather a foreign
element. However, chullpas were not present at Wari or Tiwanaku sites. Isbell argued that chullpas origi-
nated during the first part of Early Intermediate Period in Chota-Cutervo, a region in the northern part
of the department of Cajamarca (Isbell 1997b). However, this argument is not based on excavation data
and the definitive origin of the chullpa remains to be identified.
In the most complex chullpa at Paredones, EST-B1, we found three black polished Tiwanaku-kero
shaped cups with false bottoms, two of which have five protuberances on the rim (Figures16, 17, 18).
Furthermore they were associated with a Coastal Cajamarca plate (Figure 19) and gray human effigy
ceramics connected with a cup (Figure 20; cf. Bennett 1944; Topic, T. L. and J. R. Topic 1984). In
another chullpa, EST-A1, we found another example of Tiwanaku-related ceramics. We found six exam-
ples of polychrome bowls with representation of human prognathic faces wearing large earplugs. One of
these was complete (Figures 21A, 21B).
This style of pottery did not exist in the local Cajamarca culture, and it is clear that these are
Tiwanaku-related attributes. While evidence of Wari-Tiwanaku connections might be represented in

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Figure 12. Cajamarca style bowl, Ofr-4, El Palacio (Diameter: 18.5 centimeters) (Photo: Shinya Watanabe).

Figure 13. Five miniature Cajamarca style tripod plates, BTM20, El Palacio (Diameter: 4.5 centimeters each) (Photo:
Shinya Watanabe).

Figure 14. Fragments of Wari style ceramics, El Palacio (Photo: Shinya Watanabe).

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Figure 15. Plan of Paredones (Map: Shinya Watanabe).

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Figure 16. Black polished Tiwanaku-kero shaped cup


with false bottom, EST-B1, Paredones (Photo: Shinya
Watanabe).

Figure 17. Black polished Tiwanaku-kero shaped cup


with false bottom, EST-B1, Paredones (Photo: Shinya
Watanabe).

Figure 18. Black polished Tiwanaku-kero shaped cup


with false bottom, EST-B1, Paredones (Photo: Shinya
Watanabe).

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Figure 19. Interior side of Coastal Cajamarca plate,


EST-B1, Paredones (Photo: Shinya Watanabe).

the semi-subterranean plaza made of ashlars in the Moraduchayuq sector in the site of Huari (Isbell
et al. 1991), it is very difficult to interpret the sporadic evidence of Tiwanaku-related material in the
Cajamarca region. No similar evidence has been documented between Cuzco (Glowacki, this volume)
and Cajamarca.
Paredones, like El Palacio, seems like an intrusive settlement. Paredones was constructed in a place
without earlier occupations, was abandoned in the Middle Horizon, and was not reused in later periods.
While no Wari polychrome ceramics were recognized at Paredones, we hypothesize that it may have
been a Wari enclave in the Cajamarca region. The large amount of metal artifacts recovered at Paredones
might suggest that one of its purposes was to acquire mineral materials. Paredones was reoccupied by
the people who introduced chullpas and Tiwanaku-related ceramics during the Middle Cajamarca Phase
C. It is possible that this material patterning can be explained by the decline of the Wari Empire or a
change in Tiwanaku strategy. Perhaps, the later occupation at the site represents a different culture be-
cause the chullpa form is not part of Wari culture. Wari and chullpa culture (associated with Tiwanaku-
related ceramics) were mutually exclusive and perhaps competitive; a situation that would have been
analogous to Wari and Tiwanaku in Moquegua. During the final part of the Middle Horizon, there
existed multiple groups with different cultures in the Cajamarca region.

6. Continuity of the Cajamarca culture

Similar to the later Inca Empire, an administrative center of the Wari Empire existed in the Cajamarca
region. The administrative centers of both empires indicate the obvious intrusion of a foreign architec-
tural style, but the Cajamarca culture continued in parallel to these changes. How can we explain its
cultural continuity and uniqueness in relation to El Palacio?
Although we do not know the ceramic assemblage at the Inca administrative center in Cajamarca,
the majority of the ceramics found at El Palacio pertains to styles popular in the local Cajamarca culture,
but also include a handful of ceramic fragments of Wari style and of north coast related ceramics. The
stylistic fusion of Wari and Cajamarca is very rare; the Cajamarca ceramic style remained unique, and was
widely distributed throughout the Wari polity (cf. Topic, J. R. and T. L. Topic 2001; Lau 2005, 2006;

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Figure 20. Gray ceramic vessel featuring a human effigy connected to a cup, EST-B1, Paredones (Photo: Shinya Watanabe).

Castillo et al. 2008). In other words, the local kaolin ceramic and architectural tradition did not change.
The Cajamarca culture continued without much change during the Middle Horizon, even as foreign
cultures were incorporated into the Cajamarca region.
A possible reason why the Cajamarca culture maintained its tradition under imperial dominion is
that the Wari Empire controlled local labor forces and did not impose its cultural tradition, as was the
case of the Inca. If the principle of Wari dominance was control of labor force, the existence of an ad-
ministrative center clearly supports this view, and it is highly probable that continuity of local ceramic
and architectural styles is an identifiable archaeological correlate.
Another explanation would be that the ceramics might have functioned as an index to distinguish
the Wari from Cajamarca people. In other words, the Ayacucho people from the heartland of Wari
limited the use of the Wari style ceramics as an identity marker to differentiate themself from others.
Alternatively the cajamarquinos simply did not imitate Wari ceramics. It resembles an Inca custom;
each ethnic group maintained their proper headdress, and it was prohibited to change them when they
moved to other regions (Cobo 1964[1653]: 113; Cieza de León 1995[1553]: chap. 93). Some material
culture works not to homogenize people, but to differentiate between them. The kaolin ceramics could
have function well as an identity marker in the case of the Cajamarca culture.
It is known that there are Cajamarca style ceramics found at Wari-related sites in the south-central
highlands and north coast of Peru. They correspond to the Middle and Late Cajamarca Phases.
Lumbreras described these ceramics in the following way: “In the North highlands, although Wari
conquered the Cajamarca culture, the pottery of the latter continued to enjoy prestige and was not only
utilized in Wari but distributed to many other regions, among them Moche” (Lumbreras 1974: 168).
In regards to this issue, J. R. Topic and T. L. Topic state that: «Desde hace años se sabe que la
cerámica de Cajamarca estuvo muy difundida durante el Horizonte Medio. Además, las formas
cerámicas cajamarquinas más difundidas son precisamente aquellas asociadas con la hospitalidad ritual
como cucharas, tazones bien elaborados y decorados. La cerámica cajamarquina fue también incluida en
ofrendas rituales, como la de Ayapata. La extensa distribución y el contexto ritual en el que se encuentra
la cerámica Cajamarca es indicador de prestigio para esta cultura norteña» (Topic, J. R. and T. L. Topic
2001: 186-187).

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Figure 21A. Bowl with represen-


tation of human prognathic face,
EST-A1, Paredones (Photo: Shinya
Watanabe).

Figure 21B. Bowl with represen-


tation of human prognathic face,
EST-A1, Paredones (Photo: Shinya
Watanabe).

The Cajamarca style kaolin ceramics that were found outside of the Cajamarca basin, however,
present some peculiar characteristics and are not identical with the ceramics of the Cajamarca basin.
Although I have not had the opportunity to examine these ceramics, it seems reasonable to assume that
they are not imported ceramics but produced in other areas outside of the Cajamarca basin.
I think that the wide distribution of Cajamarca ceramics was not caused by commercial trade and/
or a prestige goods economy, but by the population movement under the dominion of the Wari Em-
pire. The Cajamarca style ceramics recovered in some sites outside the Cajamarca region might imply
the movement of Cajamarca people as mitimaes as was practiced in the Inca Empire (Menzel 1964: 72;
Watanabe 2002). I do not think that the kaolin ceramics of the Cajamarca culture were traded as raw
materials as was the case of obsidian or Spondylus. Possibly the cajamarquinos produced their ceramics
new locations to maintain their cultural identity.
According to the chronology of the kaolin ceramics, the Wari dominion corresponds to three phases
of the Cajamarca culture chronology: Middle Cajamarca Phase B, Middle Cajamarca Phase C, and

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124 SHINYA WATANABE

Late Cajamarca Phase. So it is possible to consider diachronic transitions in the relationships between
Cajamarca and other regions. Cajamarca Floral Cursive ceramics of Middle Cajamarca B were found
both in the Ayacucho region and north coast, while the majority of Middle Cajamarca Phase C ceramics
with short hollow tripods are found in the coastal region, not in the southern area. The presence of long
solid tripod vessels of the Late Cajamarca Phase is limited to the north coast. Thus, we hypothesize
that during Middle Cajamarca Phase C the relationship between Cajamarca and the north coast was
more intensified than the interaction between Cajamarca and other areas, and maybe more Cajamarca
people were transferred as mitimaes to the north coast. This corresponds to the period after the collapse
of Moche state around AD 800.
Political dominion is different from cultural imposition. It would not be correct to think that the
Cajamarca people maintained their cultural tradition to resist the Wari Empire and thus Wari did not
dominate Cajamarca. Archaeologists often assume that material culture will change under the political
dominion of the state. For example, in the Wari case, there would be the introduction of rectangular
orthogonal architecture or a replacement of local pottery with ceramics of the Wari style if Cajamarca
were under direct Wari rule. However, Wari evidence only appears in specific parts of the Cajamarca
region as was the case of Inca Empire (cf. Malpass and Alconini [eds.] 2010). That is, its evidence is
limited to the El Palacio and its surroundings. Therefore the paucity of Wari material culture does not
mean the absence of imperial political control.
The local Cajamarca culture did not fuse with the Wari culture, but coexisted with it. The case of
Cajamarca is not the same as other areas. For example, in the Peruvian north coast, the Wari style ce-
ramics fused with local Moche style ceramics (Castillo 2001a, 2001b). So we should not analyze a cul-
tural change or transformation as a unidirectional phenomenon, but as a result of interaction between
societies (cf. Cusick [ed.] 1998).
While the Cajamarca people worked for the Wari Empire, Wari did not impose its cultural tradi-
tions. What does this inform us about Cajamarca sociopolitical organization and the character of Wari’s
imperial dominion?
One possible explanation is that Cajamarca was a non-state, non-hierarchical society. In this case,
Cajamarca might have been different from Wari and Moche that had centralized political structures.
When two centralized-societies encounter one another, it is often difficult for the two groups to coe-
xist without significant change, as was the case in Moche-Wari and Recuay-Wari interactions (Castillo
2001a, 2001b; Lau 2005). On the other hand, Cajamarca lacks evidence for a politically centralized
society such as a political capital, hierarchical settlement pattern, or political leader’s tomb. Instead,
the archaeological data indicate that there was little in the way of marked social differentiation, and it
is possible that the region’s sociopolitical organization was characterized by a series of confederations
as has been postulated for the neighboring Huamachuco region (Topic, J. R. 1991; Topic, J. R. and T.
L. Topic 2001). Therefore, it seems reasonable to think that Cajamarca’s relation with Wari is different
from the case of other areas.
This does not mean that Wari changed its strategy of dominion according to local situations, but
that each local society accepted Wari culture in different ways. The Wari Empire dominated its sub-
jects uniformly in that they controlled its labor force, but its cultural expression is diverse. Probably,
Cajamarca culture had more social flexibility than Moche or Recuay, and thus it could readily coexist
with other cultures, while maintaining its own local traditions. The nature of political organization of
Cajamarca society is not clear, and it is worth discussing the possibility that there coexisted several poli-
tically independent small groups in the Cajamarca region and that Wari dominated only some of them.

7. Final comments

In this article I discussed the complexities of Middle Horizon sociopolitical dynamics, based on a
case study of the Cajamarca region. The kaolin ceramic production that characterized the Cajamarca
culture persisted for a long period of time. Although the Wari presence in the Cajamarca region had not

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SOCIOPOLITICAL DYNAMICS AND CULTURAL CONTINUITY... 125

been clear, the data from El Palacio, a large administrative center, clearly demonstrated its existence in
Cajamarca for approximately 200 years.
The Wari presence shows marked similarity with the Inca case in the Cajamarca basin because no
Inca cultural evidence exists in the region except for a tampu and Capac ñan. These data from Caja-
marca indicate that changes in material culture do not necessarily correspond to political domination.
The cultural continuity of Cajamarca is noteworthy even when the region fell under the dominion of
foreign empires.
In this article I have presented a hypothesis that Wari and Cajamarca ceramics functioned as ethnic
markers to differentiate the people. This hypothesis needs to be evaluated by further investigations.
The fusion of ceramic style in other areas, however, may contradict the idea of ceramics as an ethnic
indicator. In addition, it must be noted that not all the people or culture present expressed their cultural
identity through ceramics. Some may have used different ethnic markers such as funeral patterns, head-
dress, architecture, or clothes, etc. The mechanism of the stylistic change in ceramics in Middle Horizon
remains to be explained (cf. Hegmon 1992).
I hypothesized that when a non-hierarchical society and a state society encounter each other, two
cultures can coexist without fusing. I argue that the societies of the local Cajamarca culture were a series
of confederations or non-hierarchical/ non-stratified societies that could be called a segmentary society
in anthropological terms. The continuity of Cajamarca culture would not mean resistance against state
domination by Wari or Inca. The sociopolitical organization of the Cajamarca region would be a key to
consider its strong cultural continuity.

Acknowledgements

I would especially like to thank Justin Jennings and Luis Jaime Castillo for inviting me to contribute
to this volume. I am also indebted to Jason Nesbitt and Yuichi Matsumoto who read an early draft of
this article and provided valuable comments and corrected grammatical errors; as well as to Milton
Luján Dávila and Cora Rivas Otaiza for co-directing the excavation at El Palacio. Fieldwork at the site
of El Palacio was financed by ‘Grant-in-Aid for Young Scientists (A)’ from the Japan Society for the
Promotion of the Science. I wish to offer profound thanks to the late Pablo Sánchez for permission to
undertake excavations on his land. This work is also supported by ‘Nanzan University, Pache Research
Grant I-A-2 for the academic year 2013’.

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ISSN 1029-2004
BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 131-164 / ISSN 1029-2004

CONCHOPATA: URBANISMO, PRODUCCIÓN ARTESANAL


E INTERACCIÓN INTERREGIONAL EN EL HORIZONTE MEDIO

Hartmut Tschauner a y William H. Isbell b

Resumen

El presente capítulo reexamina la producción de cerámica y otras actividades, posiblemente especializadas, en Conchopata,
un centro urbano recientemente excavado del Horizonte Medio en el valle de Ayacucho. Empleando la exhaustiva base de
datos SIG recopilada por el Proyecto Arqueológico Conchopata examinamos mapas normalizados de coropletas y coeficientes
de autocorrelación espacial local para entender las distribuciones de cuatro categorías de implementos de producción alfarera
—moldes cerámicos, alisadores, pulidores y raspadores— y las contrastamos con las de vestigios de talla lítica. Encontramos que
las altas concentraciones de artefactos relacionados a manufactura cerámica y talla lítica coinciden en el espacio y también están
correlacionadas con altas concentraciones de otros materiales, tales como restos botánicos y huesos de animales. Por lo tanto, las
áreas del sitio con altas densidades de implementos alfareros probablemente no fueron talleres cerámicos sino concentraciones de
basura con altas densidades de desechos de todo tipo. La descarga indiscriminada de desechos de diversas actividades productivas,
incluyendo basura doméstica, indirectamente indica una conducta no especializada de eliminación de basura y por inferencia,
de actividades de producción no especializadas. La cerámica elaborada, cuya distribución a través de gran parte de los Andes
centrales constituye el rasgo definidor del Horizonte Medio, no parece haberse manufacturado dentro del tipo de contexto urbano
visualizado por V. Gordon Childe, asociado con interdependencia socioeconómica de poblaciones económicamente especializadas
y divididas en clases sociales. Es improbable que implique la propagación de este tipo de urbanismo durante el Horizonte Medio.
Los estudiosos de este periodo deben explorar nuevos modelos alternativos andinos de la organización política, la producción
artesanal y la interacción interregional.

Palabras clave: Conchopata; Horizonte Medio; producción artesanal; especialización laboral; urbanismo; intercambio interre-
gional; autocorrelación espacial.

Abstract

CONCHOPATA: URBANISM, CRAFT PRODUCTION AND INTERREGIONAL INTERACTION IN THE


MIDDLE HORIZON

This chapter reexamines ceramic production, and other possibly specialized activities, at Conchopata, a recently excavated
Middle Horizon urban center in the Ayacucho Valley. Drawing on the exhaustive GIS database compiled by the Conchopata
Project, we employ normalized choropleth maps and localized spatial autocorrelation statistics to examine the distributions of
four categories of ceramic production implements — ceramic molds, polishers, scrapers, and pulidores — and contrast them with
the distributions of artifacts related to lithic manufacturing. We find high concentrations of artifacts suggestive of both types of
production to coincide with each other and to correlate with high concentrations of other kinds of materials, such as botanical
remains and animal bones. Consequently, areas of the site with high densities of ceramic manufacturing tools are unlikely to
have been ceramic workshops, but more plausibly trash concentrations containing all manner of remains in high densities.
Indiscriminate dumping of refuse stemming from various craft production activities as well as domestic waste is

a
exeGesIS Spatial Data Management, Great House Barn, New Street.
Dirección postal: Talgarth, LD3 0AH, Reino Unido.
Correo electrónico: hartmut.tschauner@gmail.com
b
Department of Anthropology, State University of New York at Binghamton.
Dirección postal: Binghamton, NY 13902-6000, USA.
Correo electrónico: Huari@aol.com
Teléfono: 1-607-777-2738
132 HARTMUT TSCHAUNER Y WILLIAM H. ISBELL

indicative of non-specialized discard behavior and, by inference, of non-specialized, domestic production. The fancy ceramics
whose spread across much of the Central Andes constitutes the defining feature of the Middle Horizon do not appear to have been
manufactured in a V. Gordon Childe-style urban setting associated with spatially differentiated and class-structured economic
interdependency. It is unlikely that they imply the spread of this kind of urbanism during the Middle Horizon, and new, Andean
models of Wari political organization, craft production, and interregional interaction must be explored by archaeologists.

Keywords: Conchopata; Middle Horizon; craft production; specialization; urbanism; interregional exchange; spatial autoco-
rrelation

1. Introducción

El presente capítulo se propone reexaminar la producción de cerámica y otras actividades, posiblemente


especializadas, en Conchopata, un centro urbano recientemente excavado del Horizonte Medio en el
valle de Ayacucho. Este tema es de suma relevancia para la interpretación de los procesos de interacción
interregional centro andina durante el Periodo Intermedio Temprano Tardío y el Horizonte Medio,
ya que una serie de inferencias y presuposiciones acerca de la importancia de la producción artesanal
especializada en la economía política, van de la mano con los modelos de urbanización y centralización
política —en este caso del mundo Wari (Fig. 1)—.
La transición de la cultura Huarpa del Periodo Intermedio Temprano a la cultura Wari del Horizon-
te Medio, está marcada por el surgimiento de estilos cerámicos altamente característicos en Ayacucho.
Huari —de lejos el asentamiento más grande del Horizonte Medio en Ayacucho, y el único centro con
entierros de primera y segunda categoría en la clasificación de Isbell (2004)— parece haber sido el punto
focal de cambios estilísticos y culturales, aunque sus vestigios permanecen poco entendidos en compa-
ración a los más extensamente investigados de Conchopata.
Los estilos cerámicos elaborados de afiliación Wari se difundieron ampliamente entre aproximada-
mente los 650 y 1000 d.C., definiendo el fenómeno arqueológico conocido como el Horizonte Medio.
En el valle de Ayacucho esta cerámica nueva no solo apareció en Huari y Conchopata sino también en
Acuchimay, Ñawinpukyu, Aqo Wayqo, Recreo Magali, Muyu Urqo, Marayayniyoq, Simpapata, Azán-
garo, sino en toda la cuenca. Fuera del valle de Ayacucho, los estilos elaborados de Wari aparecieron en
Jargampata en el valle adyacente hacia el este y en muchos sitios ubicados en la cuenca hidrográfica del
río Pampas (Vivanco y Valdez 1993), inmediatamente al sur de Ayacucho. Todas estas áreas probable-
mente formaron parte de la zona nuclear de Huari. Un tanto más alejados se encuentran Yako, Chiqna
Jota y otros sitios del valle de Chichas/Soras (Meddens 1985) y Jincamocco en el valle de Carhuarazo
(Schreiber 1992, 2005), los cuales se pueden considerar como pertenecientes a la periferia interior de
Huari.
Los sitios con cerámica de estilo Wari en la periferia exterior, más distante de Ayacucho, incluyen
asentamientos y cementerios de Ica y Nasca, más que todo el gran depósito cerámico en Pacheco (Men-
zel 1964). Junto a la frontera chilena encontramos Cerro Baúl, Cerro Mejía y otros asentamientos (Nash
y Williams 2005). En la costa hacia el norte hay cementerios en Pachacamac, Ancón y Chimu Capac, y
en la costa norte peruana particularmente las tumbas moche de San José de Moro (Castillo 2001). En la
sierra muchos sitios en Cusco tienen cerámica de estilo Wari, desde las tumbas recientemente descubier-
tas de Espíritu Pampa hasta Pikillaqta, Huaro y más al sur en Sicuani en la cuenca del Titicaca (Rowe
1956; Zapata 1997; Glowacki 2002; McEwan 2005). Hacia el norte tenemos las famosas ofrendas de
cerámica fina en Huamachuco (Thatcher 1975, 1977) y cerámica Wari recientemente documentada en
Cajamarca (Watanabe 2001).
Los estudios tecnológicos comparativos de este vasto cuerpo de cerámica todavía se encuentran en
un estado preliminar, pero al menos parte de la cerámica de estilo Wari de esos sitios es tan parecida a
cerámica de Ayacucho que se ha inferido su producción centralizada y distribución a largas distancias
(Lumbreras 1985; Pozzi-Escot et al. 1994, 1998). Además, la cerámica wari está asociada con objetos
de lujo como Spondylus y otras conchas, objetos de metal, piedra verde, vajilla de caolín de Cajamarca
y —donde lo permiten las condiciones de preservación— tapices de característico estilo Wari, madera

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CONCHOPATA: URBANISMO, PRODUCCIÓN ARTESANAL... 133

Fig. 1. Mapa de la esfera Wari del Horizonte Medio, mostrando la ubicación de Conchopata (Mapa: William H. Isbell).

tallada y mosaicos espléndidos (Isbell 2010). Parece que estos materiales se movilizaron junto con la ce-
rámica wari invariablemente jugando el papel de medio de enlace. Conforme se ha venido documentan-
do la distribución extensa de la cerámica Wari, los arqueólogos han descrito su manufactura centralizada
en dos sitios wari, a saber Maymi y Conchopata.
Martha Anders (Anders et al. 1994, 1998) describió hornos, herramientas alfareras y áreas de ac-
tividad de manufactura cerámica en Maymi en el valle costeño de Pisco, ilustrando también cerámica
de uso principalmente ceremonial (¿mortuorio?) de estilo característico Wari procedente de sus excava-
ciones. Es significativo que hasta la fecha se haya descubierto escasa evidencia de la distribución de la
cerámica producida en Maymi a sus consumidores en otros asentamientos.
Para ningún otro asentamiento Wari se ha abogado más vigorosamente en favor de la producción
especializada de cerámica que para Conchopata, el centro vecino de Huari en Ayacucho, el cual está
repleto de cerámica prácticamente indistinguible de la cerámica Wari que se halla en todo el Perú
(Lumbreras 1985; Isbell 2001; Isbell y Cook 2002; Isbell y Knobloch 2006, 2009). Las piezas cerámicas
gigantes y espectaculares de Conchopata han impresionado a los arqueólogos desde el momento de
su descubrimiento y Julio C. Tello (1942) afirmó que sus estilos cerámicos ejercieron una influencia

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134 HARTMUT TSCHAUNER Y WILLIAM H. ISBELL

significativa en las artes cerámicas de la costa sur peruana. Luis Lumbreras (1974), cuyas excavaciones
de pequeña escala arrojaron fragmentos de recochos y algunas herramientas de posible uso en la manu-
factura de cerámica, infirió que Conchopata fue un sitio de producción. Luego de sus excavaciones en
área, Denise Pozzi-Escot (1985, 1991; Pozzi-Escot et al. 1998, 1999) proclamó la presencia de produc-
ción cerámica auténticamente especializada en Conchopata. Pérez Calderón (1998) y Pérez Calderón y
Ochatoma Paravicino (1998) informaron sobre restos de talleres propiamente dichos y actividades de
quema de cerámica.
Evidentemente la dilucidación de asuntos relacionados a la producción artesanal en Conchopata por
sí sola no resolverá las preguntas sobre la interacción interregional que acompañó la amplia distribución
de cerámica de estilo Wari durante el Horizonte Medio. Sin embargo, la dilucidación de los procesos
involucrados en la producción de cerámica que tuvo lugar en los asentamientos nucleares es esencial
para entender la estructura económica global. Por ejemplo, en el caso Moche, la investigación arqueoló-
gica en los talleres de Moche y Cerro Mayal ha llevado a atribuir a la producción especializada un papel
crucial en la reestructuración de la economía política regional e interregional del mundo Moche Medio
y Tardío (Billman 2010: 191-193).
No ponemos en duda la existencia de producción cerámica en Conchopata. Se han recobrado abun-
dantes herramientas de manufactura y pequeños depósitos de moldes y hemos excavado hornos —aun-
que nunca fueron usados hasta el punto de agotamiento—. El punto de partida del presente estudio
es la observación que las evidencias de talleres alfareros especializados en Conchopata —y de hecho de
áreas de actividad intensamente especializadas de cualquier naturaleza—, permanecen escasas y ambi-
guas. Estamos temerosos de que una conceptualización de las economías políticas arcaicas siguiendo las
pautas de V. Gordon Childe, haya indebidamente influenciado la interpretación de los materiales de
Conchopata, sin la debida consideración de otros modelos alternativos de producción. El concepto de
«taller» no ha sido cuestionado, sino dado por sentado. Por otro lado, Isbell (2007, 2009) ha inferido de
la frecuencia relativa de entierros femeninos en Conchopata, que las unidades domésticas de alto estatus
social contaban con numerosas mujeres entre sus miembros proveyendo mano de obra para eventos es-
peciales, posiblemente incluyendo la manufactura de cerámica para festejos y otros rituales. Si este fuera
el caso, la producción alfarera no hubiera sido una especialización a tiempo completo, sino una activi-
dad periódica de las mujeres de acuerdo con las necesidades de un calendario de actividades estacionales
de las unidades domésticas de élite. De ser así, la producción artesanal, al menos la de cerámica, hubiese
formado parte del dominio doméstico en el cual no se hubiesen fomentado interdependencias econó-
micas como las concebidas por V. Gordon Childe, aquellas que forman parte del proceso evolutivo que
propicia la complejidad social. Ponemos en duda que el concepto de «artesano» se aplique al Horizonte
Medio. ¿Acaso alguien se auto identificó como «alfarero» en el Ayacucho del Horizonte Medio?
Un estudio previo de la producción de cerámica en Conchopata (Cook y Benco 2000) basado
en los hallazgos de nuestras excavaciones recientes, identificó espacios dedicados a la manufactura de
cerámica. Sin embargo, las distribuciones de materiales asociados a la producción no concordaban
con ninguno de los modelos populares de la especialización artesanal (Costin 1991). Por lo tanto las
autoras plantearon la hipótesis de que Conchopata requería de un modelo alternativo de la organiza-
ción de la producción artesanal. El presente estudio emplea un análisis cuantitativo casi exhaustivo,
y demuestra que la distribución de los restos materiales de Conchopata en realidad no refleja la pre-
sencia de áreas de actividad, sino los procesos de disposición de desechos y posiblemente de ofrendas.
Llegamos a la conclusión de que la enorme muestra de artefactos de Conchopata probablemente no
apoya la presencia de talleres.

2. Las investigaciones arqueológicas en Conchopata

Conchopata (Figs. 1, 2), un poblado del Horizonte Medio ubicado en las afueras de la actual ciudad
de Ayacucho, probablemente es el sitio arqueológico Wari más extensamente excavado en la sierra
peruana, aunque su historia de investigación es compleja, con grados variados de análisis y publicación
de los resultados. Julio C. Tello (1942; también véase Menzel 1964) excavó en la década de 1940,

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Fig. 2. Plano de Conchopata mostrando ocupaciones y sectores mayores (Plano: Hartmut Tschauner).

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Luis Lumbreras (1969, 1974, 1981) en la década de 1950 y 1960, William Isbell en la de 1970 (1987,
Isbell y Cook 1987), Denise Pozzi-Escot (1985, 1991) excavó en la de 1980, José Ochatoma (2007,
Ochatoma y Cabrera 2001, 2002) e Ismael Pérez (1998, Pérez y Ochatoma 1998) en la década de
1990, y el actual programa cooperativo alrededor del 2000 (véase la bibliografía para una lista de
publicaciones). En la opinión generalizada de varios de estos investigadores Conchopata fue un centro
mayor de producción alfarera y por ende es de gran importancia para el estudio de la especialización
económica y el intercambio de bienes entre centros urbanos del Horizonte Medio. Sin embargo,
Conchopata no fue solo un asentamiento de alfareros. Una parte de su cerámica es de tamaño gigante
y está decorada con motivos religiosos y sociales, ejecutados en pinturas polícromas espectaculares y
audaces. Algunas de esas vasijas rituales fueron deliberadamente rotas y colocadas en pozos de ofrenda
—testimonio de impresionantes espectáculos públicos—. Este exquisito arte nos ofrece elementos para
comprender la ideología y organización social durante el surgimiento de las ciudades tempranas de los
Andes y evidencias acerca de las interacciones a larga distancia con centros como Tiahuanaco, ya que
Conchopata comparte muchos íconos polícromos con las esculturas de piedra de aquella famosa urbe.
Desde finales de la década de 1990 hasta 2003 el Proyecto Arqueológico Conchopata condujo
excavaciones extensas, produciendo nuevas evidencias sobre el urbanismo temprano, innovaciones re-
ligiosas, interacciones de larga distancia y especialización artesanal (Cook y Benco 2000; Knobloch
2000, 2001; Milliken 2000; Blacker 2001; Isbell 2001, 2003, 2004; Leoni 2001; Isbell y Cook 2002;
Ketteman 2002; Morell 2002; Ochatoma y Cabrera 2002; Tung y Cook 2002; Cook y Glowacki 2003;
Syre y Whitehead 2003; Tung 2003). Gran parte de esta nueva información por fin se ha recopilado
en una base de datos espacial unificada. En el presente capítulo empleamos esta base de datos espacial
para examinar procesos culturales en Ayacucho durante el Horizonte Medio. En particular queremos
reexaminar las evidencias de especialización artesanal en Conchopata, su naturaleza y desarrollo y sus
implicaciones para el entendimiento del urbanismo en los Andes prehispánicos.

3. Conchopata en perspectiva diacrónica

Las investigaciones recientes en Conchopata han demostrado que Dorothy Menzel (1964) correcta-
mente fechó el comienzo de las interacciones entre Conchopata y la cultura Nasca en las fases finales
del Periodo Intermedio Temprano. Por otro lado Menzel (1964) se equivocó en fechar las interacciones
tempranas entre Conchopata/Huari y Tiahuanaco, y su iconografía religiosa, cuyo comienzo ubicó
hacia el inicio de la Época 1A del Horizonte Medio. Ahora creemos que estas interacciones no comen-
zaron antes de la Época 1B, probablemente hacia el final de la Época 1B. Esta relación entre Tiahuanaco
y Huari no fue una simple difusión unidireccional sino un complejo proceso de negociaciones entre
líderes religiosos de las dos capitales culminando en la adopción de una nueva imaginería mutuamente
acordada y asociada con una doctrina religiosa elaborada (Isbell y Knobloch 2006, 2009).
Cualquier intento de desentrañar la secuencia exacta y la naturaleza de los cambios culturales en
Conchopata, y en Ayacucho en general, se complica por la escasez de conocimientos sobre la cultura
Huarpa del Periodo Intermedio Temprano, por lo cual es factible que parte de lo que parecen prácticas
innovadoras del Horizonte Medio tengan antecedentes locales más tempranos. Teniendo esta adverten-
cia en mente, los cambios iconográficos son las innovaciones mejor documentadas, particularmente la
aparición de las imágenes del Dios de los Báculos y los acompañantes (Isbell y Knobloch 2006, 2009).
Esta iconografía probablemente representa conceptos e imágenes shamánicos antiguos reformulados
en lo que Whitehouse (2004) llama un “modo doctrinal de religiosidad”. Aunque algunos psicólogos
cognoscitivos sostienen que una religión doctrinal depende del alfabetismo de los feligreses, pareciera
que en los Andes la iconografía elaborada y los objetos ceremoniales probablemente ligados a oraciones
memorizadas comunicarían las nuevas doctrinas estandarizadas a multitudes de adeptos.
En cuando a preferencias mortuorias parece probable que el desarrollo de los rituales funerarios en
las culturas andinas haya seguido dos trayectorias opuestas. La primera fue el enterramiento o simple
disposición del cuerpo. Este puede haber involucrado considerable veneración del difunto junto a la
tumba, pero el cuerpo una vez colocado en la tumba firmemente permaneció en ella. El modo alternativo

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involucró un sepelio prolongado en el cual el cuerpo del difunto se manipulaba o al menos participaba
en interacciones directas con los vivos indefinidamente. Unas aperturas especiales en muchos entierros
Wari, llamadas ttoco, parecen haber servido para facilitar tales interacciones (véase Isbell 2004). Hace
falta someter este modo de enterramiento, anticipado por DeLeonardis y Lau (2004; véase también Lau
2008) a rigurosas investigaciones académicas.
Nuestra información —escasa pero significativa— sobre la cultura Huarpa final en Ayacucho indica
que los asentamientos principales se ubicaban en las cimas prominentes. Estaban amurallados y a veces
contaban con múltiples murallas concéntricas con una plaza pública al centro (Leoni 2004, 2009). A
lo largo de la plaza se encontraban edificios rectangulares y circulares, los primeros probablemente de-
dicados a actividades seculares y residenciales mientras los segundos eran de carácter ceremonial. Esta
estructura ideal se representaba en modelos cerámicos comparables con paqchas incas en los cuales los
edificios seculares y residenciales aparecen en un eje a través de la plaza central mientras los edificios
ceremoniales establecen un eje perpendicular al primero, formando un centro cuadripartito.
Al comienzo de su historia, Conchopata (Fig. 2) fue uno de estos centros cuadripartitos, aunque no
ubicado en la cima de un cerro sino a una altura intermedia en un terreno más o menos plano. Huari
revela la misma preferencia por ubicarse a una altura intermedia y en terreno relativamente plano, indi-
cando un cambio significativo entre los tiempos Huarpa y Wari en las preferencias de ubicación de los
asentamientos principales.
El cambio en la ubicación de asentamientos probablemente fue fomentado, al menos en parte, por la
introducción de nuevas tecnologías de irrigación. Canales largos y cuidadosamente tramados —de mala
preservación en Ayacucho pero bien documentados en centros coloniales Wari como Pikillaqta y Cerro
Baúl— llevaban agua a los asentamientos de elevaciones intermedias, tanto para consumo doméstico
como para cultivar laderas empinadas debajo de los asentamientos del nuevo tipo. Durante la Época 1
del Horizonte Medio, la población de Ayacucho parece haberse mudado de sus asentamientos en las
cimas de cerros a asentamientos más grandes, a medida que una estructura política más centralizada iba
facilitando proyectos más grandes de construcción.
La organización espacial temprana de Conchopata (Fig. 2) incluía una plaza central con ejes perpen-
diculares formados por edificios circulares y rectangulares, como se ha descrito para los asentamientos
del Periodo Intermedio Temprano, ubicados en las cimas de cerros. Sin embargo, esta organización
espacial tradicional sufrió cambios rápidos hacia el fin de la Época 1 y durante la Época 2 del Horizonte
Medio. Complejos de recintos rectangulares con subdivisiones laberínticas de celdas ortogonales se
impusieron como el nuevo estándar arquitectónico para asentamientos centrales, aunque un modelo
más antiguo de planificación urbana siguió en existencia —aparentemente acomodado en espacios
entre y alrededor de complejos rectangulares—. Esta arquitectura consiste en cuartos aglutinados, acu-
mulativamente añadidos unos a otros, al parecer a través de largos periodoss de tiempo. No obstante,
tanto los complejos rectangulares como las construcciones aglutinadas desordenadas fueron dinámicos,
integrándose nuevos cuartos, entradas, patios y plazas a medida que los espacios se renovaban por de-
molición y reconstrucción, las cuales involucraban procesos de enterramiento cuidadoso de estructuras
arquitectónicas —al parecer actividades nada menos rituales que funcionales—.
Los estudiosos del Horizonte Medio por mucho tiempo han interpretado la estructura política de
Wari como un sistema de relaciones de poder entre núcleo y periferia, viendo Huari como la capital
de un estado expansivo convirtiéndose en un imperio (Fig. 1). Recientemente se ha vuelto popular
el poner énfasis en la agencia local y emulación en los procesos de «warización». Estas perspectivas
complementarias son sumamente instructivas en cuanto a los procesos complejos involucrados en el
expansionismo Wari, pero por sí solas no constituyen una alternativa al poder central necesario para
crear y mantener una organización política jerárquica. La influencia Wari se esparció a través de una
vasta esfera de los Andes centrales, hacia el sur desde la frontera de Cusco y Puno, hacia el valle costeño
de Moquegua y hacia el norte entre Cajamarca y el valle de Jequetepeque en la costa. Algunos territorios
se colonizaron directamente con centros provinciales apareciendo en varios lugares. Otros casos de
influencia Wari parecen limitarse al intercambio de bienes y emulación. Las jerarquías de asentamientos
en Ayacucho y a escala mayor, en conjunto con la difusión de artefactos e iconografía característicos,

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138 HARTMUT TSCHAUNER Y WILLIAM H. ISBELL

implican la supremacía de Huari dentro de una esfera política y religiosa del Horizonte Medio. Huari
pasó a ser la ciudad autóctona posiblemente más grande de Sudamérica.

4. Conchopata, Huari y la naturaleza del urbanismo centro andino

Huari fue una capital primaria con un núcleo arquitectónico que se extendió varios kilómetros cuadra-
dos. Los estimados de su población no bajan de los 10.000 y generalmente convergen en cifras entre
los 30.000 y 70.000 habitantes (Isbell 2001, 2009). Conchopata fue un asentamiento secundario, con-
siderablemente menor. Las construcciones pertenecientes a la actual ciudad de Ayacucho cubren parte
de Conchopata e impiden ver claramente su tamaño y demografía, pero la configuración de su espacio
arquitectónico expresa un concepto urbano.
Algunos estudiosos del urbanismo del Horizonte Medio proponen que Huari, Conchopata (Fig. 1)
y los otros nuevos centros Wari alcanzaron un alto nivel de especialización económica de acuerdo con
las expectativas de la «revolución urbana» de V. Gordon Childe (1950, 1951a, 1951b). Los residentes
del área de captación se hubiesen convertido en agricultores dependientes de productos artesanales de
la ciudad y de las élites urbanas quienes financiaron su producción y distribución. De acuerdo con esta
visión del urbanismo Wari, Conchopata se ha descrito como un centro de producción alfarera. Denise
Pozzi-Escot, por ejemplo, intitula uno de su artículos sobre Conchopata «Un poblado de especialistas
durante el Horizonte Medio» (1985) y otro «A Community of Potters» (1991). En cambio, otros ar-
queólogos infieren un menor grado de profesionalismo, enfatizando el trabajo de tiempo parcial de mu-
jeres, particularmente esposas secundarias y concubinas o sirvientas afiliadas a las privilegiadas unidades
domésticas de líderes masculinos (Isbell 2007).
Preguntamos sí una revolución urbana del tipo descrito por V. G. Childe (1951a, 1951b) es un rasgo
universal de la evolución de sociedades complejas. ¿Es esta revolución capaz de explicar las interacciones
regionales en el Horizonte Medio y es la ciudad del Horizonte Medio un ejemplo de este proceso? Mu-
chos arqueólogos responden afirmativamente (Schreiber 1992; D’Altroy 1997; Moseley 2001; D’Altroy
y Hastorf 2001; Stanish 2002; Kolata 2003), pero una vez sometidos a un interrogatorio riguroso los
datos tal vez brinden menos apoyo a la noción que a primera vista.
Las investigaciones últimas en la arqueología andina (Izumi y Sono 1963; Izumi y Terada 1972;
Burger y Salazar-Burger 1980, 1985; Burger 1992; Pozorski y Pozorski 1993; Chávez et al. 1994; Vranich
1999; Shady et al. 2001; Shady 2003) revelan una trayectoria de evolución cultural que puede haber
divergido significativamente de la del Cercano Oriente (Redman 1978; Nissen 1988; Wattenmaker
1998; Pollock 1999). Las comunidades sedentarias más tempranas de los Andes centrales no son pueblos
residenciales de agricultores sino conglomerados ceremoniales dominados por arquitectura monumental
que sustentaron actividades rituales complejas (Makowski 2000, 2002). Al menos algunos de estos
centros fueron de tamaños sorprendentemente grandes en tiempos asombrosamente tempranos. Pero
miradas desde una perspectiva diacrónica, estas «ciudades» o «cuasi ciudades» andinas parecen frágiles y
demográficamente pequeñas en comparación con sus contrapartes del Viejo Mundo. Sobre la base de su
intenso estudio de Tiwanaku Alan Kolata (2003) ha restimado la población residente de este centro en
apenas unas 15000 a 20000 personas en vez de las 50.000 a 100.000 previamente afirmadas.
El Cusco incaico es difícil de entender porque se encuentra debajo de la ciudad colonial y moderna,
pero parece indudable que haya sido un asentamiento ceremonial y administrativo antes que un centro
demográfico de profesiones económicamente diferenciadas (Niles 1987, 1999; Zuidema 1990; Bauer
1992, 1996, 1998; Protzen 1993; Protzen y Rowe 1994; Bauer y Dearborn 1995; Julien 2000). Chan
Chan parece haber sido una aglomeración de palacios reales (Moseley 1975; Day 1982; Kolata 1983,
1990; Cavallaro 1991) y no obstante su población significativa estuvo compuesta de personal de servicio
y artesanos especialistas esta nunca fue un centro económico del cual dependiera todo un territorio peri-
férico (Topic 1982, 1990; Tschauner 2001). Más bien fue abandonada rápidamente cuando la conquis-
ta incaica usurpó su papel administrativo. El caso de Pachacamac es similar, con muchos indicios de que
consistió en una serie de templos y palacios (Franco 1993, 1996, 1998; Shimada 1991; Eeckhout 1998,
2000), y lo mismo se puede decir de Cahuachi (Silverman 1988, 1993) aunque algunas conclusiones

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de Silverman han sido cuestionadas por Orefici y Drusini (2003). Puede ser que algunas ciudades an-
dinas como Pampa Grande y otros centros del norte hayan estado más especializadas económicamente
(Shimada 1994, 1995, 1997a, 1997b, 2000, 2003) pero estos casos aún necesitan investigarse a fondo.
De hecho podrían representar un proceso aparte propio a los Andes del norte.
En vista de estas evidencias el urbanismo andino parece tan frágil que Makowski (1996, 2000, 2002)
describe la tradición andina de planificación de asentamientos como «anti-urbana». Sugiere que el con-
cepto de «centro ceremonial» facilita un mejor entendimiento del urbanismo andino que la Revolución
Urbana de V. G. Childe (1951a). Esta posición puede parecer extrema, pero el asunto ha de resolverse
de manera empírica. ¿Cuál fue la naturaleza del urbanismo andino? Se desenvolvió en simbiosis con una
economía regionalmente diferenciada caracterizada por actividades de artesanos profesionales ubicados
en la ciudad, diferenciación intensificada por tecnologías cada vez más sofisticadas e interdependencia
económica fomentada por la redistribución de bienes y servicios entre el centro y la periferia? ¿O se ba-
saba en espectáculos asociados con palacios, templos y economías administradas las cuales concentraban
la riqueza en manos de unos «seres divinos» o ancestros difuntos cuyos cultos fueron promocionados
por representantes vivos? Celebraciones y festejos religiosos espectaculares hubieran requerido de pro-
visiones materiales, desde cerámica y cerveza hasta textiles elaborados y joyería. Las diferencias espera-
das entre los restos arqueológicos de contextos caracterizados por la interdependencia económica entre
centro y periferia y otros basados en la producción central de espectáculos para consumidores dispersos
podrían ser lo suficientemente sutiles como para ser muy difíciles de detectar arqueológicamente. Una
examinación adecuada de estos asuntos requiere de excavaciones extensas en área seguidas por análisis
integrales de artefactos y presentación sistemática de patrones espaciales cuantificados. De otra manera
habrá poca base para comparaciones sistemáticas entre ciudades andinas y entre estas y sus contrapartes
del Viejo Mundo y para diferenciar centros ceremoniales de centros urbanos.
Entre todas las especializaciones artesanales en los contextos urbanos tempranos ninguna ha recibi-
do más atención por parte de los investigadores arqueológicos que la producción de cerámica (Brumfiel
y Earle 1987; Clark y Perry 1990; Sheehey 1992; Costin y Hagstrum 1995; D’Altroy et al. 1994, 1998;
Hayashida 1994, 1995, 1998, 1999; Russell et al. 1994,1998; Shimada 1994, 2003; Shimada et al.
1998; Janusek 1999; Hayashida et al. 2002; Tschauner 2001, 2006, 2009; Tschauner y Wagner 2003).
La cerámica se preserva bien, se presta a estudios con una amplia gama de métodos prácticos y es un
utensilio crucial para festejos (Wiessner y Schiefenhövel 1996; Dietler y Hayden 2001; Bray 2003). Y
por supuesto, es la amplia distribución de cerámica de estilo Wari que define el Horizonte Medio.
Las investigaciones arqueológicas en la costa norte del Perú han estudiado contextos amplios, tanto
como la organización espacial y manifestaciones cuantitativas de actividades artesanales, en particular
de la producción alfarera (Hayashida 1994,1998; Russell et al. 1994, 1998; Uceda y Armas 1998;
Tschauner 2001; Hayashida et al. 2002; Shimada 2003). En cambio, hacia el sur del área andina las
investigaciones de producción artesanal hasta la fecha han permanecido cualitativas (Anders et al. 1998;
Pozzi-Escot 2001; Pozzi-Escot et al. 1998, 1999; Isbell 2007). Por ejemplo, en su reciente discusión de
producción cerámica en Tiwanaku, Claudia Rivera (2003) propone que los artesanos independientes
especializados de cuasi tiempo completo residían en conjuntos domésticos de Ch’ija Jawira produciendo
grandes cantidades de cerámica para el intercambio. No cabe duda de que se haya producido cerámica
en Ch’ija Jawira ya que Rivera documenta implementos de producción, desechos de quema y un horno
abierto. Sin embargo presenta poca información espacial y ninguna cuantitativa. Nada le permite al lec-
tor determinar las densidades absolutas o relativas de implementos de manufactura o desechos de quema
en diferentes espacios de Ch’ija Jawira o comparar Ch’ija Jawira con otras áreas excavadas de Tiwanaku.
¿Cómo podemos juzgar la base e intensidad de producción en Ch’ija Jawira, sacar conclusiones genera-
lizadas sobre Tiwanaku como centro urbano o comparar la producción de cerámica en Tiwanaku con
la de otras ciudades andinas y en otras partes del mundo? Lo mismo debe decirse de otros implementos
de producción en Tiwanaku, desde la cerámica para la elaboración de cerveza y festejos hasta los imple-
mentos de tejer y metalurgia. Las áreas residenciales domésticas, los palacios de la élite, las actividades
administrativas y ceremoniales —todo está identificado de manera cualitativa sin informaciones espa-
ciales cuantificadas (Kolata 2003)—.

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En resumen, las informaciones sistemáticas a nivel de sitio sobre las ciudades prehispánicas del Perú
y Bolivia son sumamente escasas —incluso para los sitios donde se han conducido excavaciones—. Di-
ferencias en problemáticas estudiadas, métodos de excavación, enfoques analíticos y técnicas de presen-
tación complican cualquier intento de desarrollar una imagen uniforme, confiable y cuantificada de los
paisajes urbanos prehispánicos. Si queremos comparar la intensidad de actividades rituales con relación
a actividades económicas y estimar la intensidad de la producción artesanal en las ciudades tempranas
andinas y en otras partes del mundo tenemos que estandarizar, cuantificar y —crucialmente— «espacia-
lizar» las evidencias de las diversas actividades, desde enterramientos rituales de edificios hasta ofrendas
de animales y la distribución de implementos de producción. Y toda esta información, para cada una de
las ciudades arcaicas investigadas, debe presentarse en un formato integrado que la haga accesible en su
totalidad a la comunidad de estudiosos.

5. La base de datos espaciales de Conchopata

Hoy en día las bases de datos relacionales espaciales, publicadas en línea, ofrecen un medio de alma-
cenamiento y presentación que perfectamente integra los datos espaciales, cuantitativos y textuales,
proporcionando un acceso sin precedentes a la totalidad del registro arqueológico de un sitio o área
de prospección, facilitando de esta manera los re-análisis independientes de estos cuerpos de evidencia
desde un número ilimitado de perspectivas —incluyendo muchas jamás previstas por los investigadores
originales que ensamblaron los bancos de datos—. Lo que es más, las bases de datos SIG trascienden de
manera cualitativa el potencial informativo de las publicaciones impresas más exhaustivas, porque por
primera vez abren la decisiva dimensión espacial del registro arqueológico a los análisis cuantitativos,
y permiten un examen holístico de todas las clases de evidencia, tanto espaciales como no espaciales
dentro de un solo ambiente unificado de análisis.
El Proyecto Arqueológico Conchopata ha recopilado una exhaustiva base de datos SIG para Con-
chopata (accesible en la web bajo http://archaeoandes.binghamton.edu/phppgadmin/). La enorme
escala del registro arqueológico de Conchopata demanda una solución eficiente y sistemática de al-
macenamiento, análisis y diseminación de los datos. Al mismo tiempo la alta densidad de artefactos
de Conchopata nos proporciona un registro excepcional de las actividades antiguas y su distribución
espacial a través del asentamiento, producto de las excavaciones casi contiguas de más de 100 espacios
arquitectónicos que cubren más de una hectárea del ambiente urbano con variadas formas arquitectó-
nicas desde templos y palacios hasta residencias y patios abiertos. Además la excelente preservación de
la arquitectura prehistórica implica que los materiales excavados se pueden correlacionar con espacios
arquitectónicos, tamaños de cuartos, formas arquitectónicas, puertas y patrones de acceso, fases de re-
modelación, ubicaciones de tumbas, ofrendas y otros fenómenos culturales.
Todos los datos de excavación se han integrado en una sola base de datos espaciales relacional y
normalizada (PostgreSQL/PostGIS) con tablas de atributos relacionados a tres clases básicas de rasgos
espaciales: (1) los espacios numerados del ambiente arquitectónico de Conchopata (o «EA»); (2) los locus o
unidades mínimas de asociación según la definición de los excavadores; y (3) las unidades estratigráficas.
En conjunto con matrices digitales de Harris, estos mapas SIG establecen un control de alta resolución
de las colecciones de artefactos, espacio por espacio y locus por locus, facilitando consultas textuales y
espaciales tanto en la dimensión horizontal como —hasta donde permiten las actuales implementaciones
de SIG—estratigráfica tridimensional—.
Las tablas relacionadas contienen datos acerca de todas las categorías de artefactos y ecofactos
recogidos, incluyendo formas y decoraciones de cerámica; implementos de manufactura de cerámica y
pigmentos; figurinas; objetos de turquesa; herramientas líticas; restos botánicos y animales; contextos
funerarios; formas arquitectónicas; procesos de formación de contextos arqueológicos; etc. El esquema y
los términos empleados están documentados en una exhaustiva serie de tablas de metadatos contenidos
en la misma base de datos.

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CONCHOPATA: URBANISMO, PRODUCCIÓN ARTESANAL... 141

Además de datos espaciales y textuales la base de datos incluye catálogos de decenas de miles de imá-
genes digitales —vistas in situ de contextos estratigráficos, asociaciones, artefactos, hallazgos especiales,
tumbas, etc—. todas ligadas a rasgos del mapa y datos textuales a través de relaciones entre tablas.
Esta base de datos proporciona la cobertura más completa hasta la fecha de las evidencias arqueo-
lógicas de Conchopata y, de hecho, de cualquier centro mayor Wari y su formato se presta a las con-
sultas cuantitativas espaciales más flexibles. Por ejemplo, ¿dónde se encontraron los implementos de
producción artesanal y en qué proporciones relativas? ¿Se encuentran asociadas las diferentes clases de
alisadores con paletas, yunques, moldes y otros implementos alfareros o tiene una distribución diferente
cada una de estas categorías? ¿Qué otros objetos aparecen en espacios con alto número de implementos
de manufactura alfarera? ¿Están relacionas a particulares formas arquitectónicas o patrones de acceso?
¿Qué materiales se encuentran en los desechos de facto de unidades domésticas y dónde se ubican tales
depósitos? ¿Qué cambios se observan en la iconografía entre los estratos inferiores y superiores de una
unidad de excavación? ¿Cuál es la distribución de cada ícono particular a través del asentamiento? ¿Cuál
es la frecuencia relativa de formas de vasijas aptas para la producción de chicha en comparación con la
de formas apropiadas para servir alimentos y en relación a tamaños de espacios arquitectónicos, accesos
restringidos, presencia de contextos funerarios, etc.?
Para encontrar respuestas significativas a cualquiera de estas preguntas es indispensable tratar el
espacio como una dimensión independiente cuantificando las asociaciones espaciales o distancias entre
clases de artefactos y rasgos o elementos arquitectónicos. En lo que sigue utilizaremos coeficientes de
autocorrelación espacial calculados en base a datos obtenidos por consultas SQL de nuestro banco de
datos relacional para comprender la distribución de evidencias de producción artesanal en Conchopata.
Queremos mostrar lo que la enorme base de datos es capaz de revelar sobre la producción de cerámica
y otras especializaciones artesanales en Conchopata. El presente estudio representa un uso exploratorio
de la nueva base de datos en el cual aún obviamos las diferenciaciones cronológicas.

6. Materiales y métodos estadísticos

Nuestros análisis se basan en datos de todos los contextos analizados de Conchopata. Una minúscula
fracción proviene de contextos superficiales. Los artefactos relacionados a la producción artesanal perte-
necientes a esos contextos se incluyeron en los análisis en un afán de cubrir la gama más amplia posible
de evidencias de producción de Conchopata. Tanto en términos relativos como absolutos las frecuen-
cias de estos artefactos encontrados en superficie son infinitesimales —un 0,8% de los moldes, 0,76%
de los raspadores y 0,02% de los alisadores en nuestra muestra, ocho artefactos en total— y no tienen
ningún efecto en el establecimiento y la interpretación de patrones de distribución. Sin embargo, ya que
falta analizar muchos contextos y artefactos de Conchopata, la presente muestra no es verdaderamente
aleatoria o indisputablemente representativa. Por lo tanto nuestras conclusiones no se ofrecen como
invulnerables sino como plausibles y las propuestas que mejor concuerdan con los hallazgos y resultados
analíticos obtenidos en Conchopata hasta la fecha.
Empleamos medidas de autocorrelación espacial para establecer el grado de significación estadística
de patrones de distribución y asociación de implementos de manufactura de cerámica a través de los
espacios arquitectónicos de Conchopata, inicialmente revelados por inspección visual de mapas coroplé-
ticos normalizados por tamaños de áreas excavadas y frecuencias de categorías de artefactos de referencia
tales como fragmentos líticos y cerámicos.
La autocorrelación espacial es la correlación entre las diferencias de los valores de una variable dis-
tribuida en el espacio medida en diversos lugares y las distancias entre los lugares donde se midieron los
valores. Si las diferencias pequeñas entre los valores se encuentran asociadas con distancias cortas entre
los lugares de medición (y viceversa), la variable exhibe autocorrelación espacial positiva. A la inversa, si
las diferencias grandes están asociadas con distancias cortas entre los lugares de medición (y viceversa),
la variable exhibe autocorrelación espacial negativa. La autocorrelación positiva indica que los valores
similares, la autocorrelación negativa que los valores disimilares se encuentran agrupados en el espacio.

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142 HARTMUT TSCHAUNER Y WILLIAM H. ISBELL

Las medias globales de autocorrelación espacial (como la I de Moran) describen un juego de datos
en su totalidad —la relación global entre los valores de la variable considerada y el desfase espacial, es
decir, las distancias entre los lugares de medición—. Comúnmente resulta más útil examinar en vez de
la población entera cada vecindad local por separado, utilizando versiones localizadas de las medidas
de autocorrelación espacial. Estas son capaces de revelar agrupamientos aún en conjuntos de datos que
carecen de una clara tendencia global. Nosotros utilizamos dos de estas medidas locales de vecindad
para describir la distribución de implementos de producción de cerámica en Conchopata: la I de Moran
Local de Anselin (LISA) y la G Local de Getis y Ord.
LISA (Anselin 1995, 1996, 1998, 2003) caracteriza la autocorrelación espacial dentro de la vecindad
de cada EA de Conchopata. Compara el valor de una variable medida en cada lugar de muestreo —en este
caso polígonos representando los espacios arquitectónicos— con los valores de la misma u otra variable
medidos en polígonos adyacentes dentro de la vecindad local y contrasta la distribución global de estas
diferencias entre lugares de muestreo y sus vecindades locales con una distribución aleatoria del mismo
número de lugares de muestreo en la misma área de estudio. El coeficiente LISA es el producto de la mul-
tiplicación cruzada del valor estandarizado de una variable en cada lugar de muestreo con el promedio de
los valores de la misma variable medidos en lugares adyacentes (Anselin 1995:98). La prueba determina sí
las correlaciones entre los valores en cada lugar de muestreo y sus lugares vecinos se desvían significativa-
mente de las correlaciones esperadas en una distribución aleatoria, es decir, sí valores más similares o más
disimilares de lo que se esperaría en una distribución aleatoria tienden a coincidir en cada vecindad.
La variante de dos variables de LISA examina una segunda variable, comparando las correlaciones lo-
cales entre los valores de la primera variable en cada lugar de muestreo y los valores de la segunda variable
en los lugares adyacentes con las correlaciones esperadas en una distribución aleatoria del mismo número
de lugares de muestreo en la misma área de estudio. El coeficiente LISA de dos variables se basa en la
multiplicación cruzada de los valores estandarizados de una variable en cada lugar de muestreo (polígono
representando un EA) con los valores medios de otra variable en lugares vecinos. La prueba determina
sí las correlaciones locales observadas entre los valores en cada lugar y sus vecinos se desvían de manera
significativa de las correlaciones esperadas de una distribución aleatoria. Por ejemplo, en las ciudades es-
tadounidenses modernas se tienden a observar agrupamientos atípicos y estadísticamente significativos
de valores estandarizados bajos de ingresos con altas proporciones estandarizadas de población no blanca.
El coeficiente Gi de Getis y Ord’s (Getis y Ord 1992, 1996; Ord y Getis 1995) trata de establecer
agrupamientos espaciales o «hot spots» en la distribución de una variable, eso es, lugares que por sus
valores atípicos altos o bajos de la variable se destacan contra sus respectivas vecindades. El coeficiente
Gi —que es una puntuación z— se considera estadísticamente significativo para un polígono si la suma
de los valores de la variable considerada observados en este polígono y todos sus vecinos, comparada
con la suma de los valores observada en todos los polígonos en el área de estudio, se desvía más de la
suma local esperada que en un 95% de las distribuciones aleatorias del mismo número de polígonos
en la misma área de estudio (α = 0.05). Agrupamientos densos de valores altos resultan en valores altos
positivos, mientras que agrupamientos densos de valores bajos arrojan altos valores negativos de Gi.
Tanto para el coeficiente LISA como para el Gi de Getis y Ord la vecindad se puede conceptualizar
de diversas maneras, incluyendo adyacencia, K vecinos más cercanos, distancia euclidiana etc. Para el
presente análisis las vecindades se definen por los K vecinos más cercanos donde K=8 ya que estamos
examinando espacios arquitectónicos dentro de una estructura en la que no todos los espacios son
directamente contiguos. De esta manera la vecindad de cada EA está definida por los 8 espacios arqui-
tectónicos más cercanos y cuando se calculan coeficientes locales el valor de una variable se compara
con los valores de los 8 vecinos más cercanos. Un alto valor positivo de I indica que un EA está rodeado
de espacios con valores similares formando un agrupamiento (señalados en rojo en nuestros mapas),
mientras un alto valor negativo implica que el EA está rodeado de espacios con valores disimilares de la
variable considerada (señalados en azul en los mapas) —un agrupamiento diferente pero nada menos
interesante—. Los polígonos rojos representan agrupamientos de espacios arquitectónicos con propie-
dades similares que se destacan contra sus entornos, mientras los polígonos azules son espacios aislados
caracterizados por valores atípicos de las variables medidas. Los demás polígonos (señalados en beige

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Fig. 3. Implementos de manufactura cerámica de Conchopata, ejemplos seleccionados: (a) Moldes para formar rasgos de
vasijas. (b) Alisadores para alisar superficies cerámicas, elaborados en base a tiestos con bordes erosionados. (c) Raspadores
o placas/espátulas elaboradas de cerámica. (d) Pulidores de piedra usados para tratar las superficies de vasijas cerámicas
altamente pulidas (Fotos: William H. Isbell).

en los mapas) representan espacios arquitectónicos con valores intermedios que no se distinguen de sus
respectivas vecindades y no forman agrupamientos.

7. Especialización artesanal en Conchopata:


Análisis espaciales de la distribución de implementos de manufactura cerámica

Utilizando mapas normalizados de coropletas y coeficientes de autocorrelación espacial local examina-


mos las distribuciones de cuatro categorías de implementos de producción alfarera: moldes cerámicos,
alisadores, pulidores y raspadores (Fig. 3) y las contrastamos con las de vestigios de talla lítica. Entre
estas cuatro categorías los moldes cerámicos indudablemente son los implementos de producción al-
farera por excelencia pero también, como es de esperar, los más infrecuentes. Los alisadores son tiestos
cerámicos reciclados transformados, ya sea intencionalmente o por desgaste de uso, en implementos
de bordes lisos y muy probablemente empleados para pulir las superficies de vasijas cerámicas. Aunque
su identificación como implementos de producción no es tan definitiva como la de los moldes, el uso

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Fig. 4. Distribución de moldes cerámicos. (a) N moldes cerámicos por EA como porcentaje del número total de moldes cerámicos. (b) Puntuaciones I de Moran Local (LISA). (c)
Puntuaciones Gi de Getis-Ord. (d) Proporción N moldes cerámicos / N tiestos cerámicos por EA. Vecindad definida por los 8 vecinos más cercanos (Plano: Hartmut Tschauner).
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Fig. 5. Distribución de alisadores cerámicos. (a) N alisadores cerámicos por EA como porcentaje del número total de alisadores cerámicos. (b) Puntuaciones I de Moran Local
(LISA). (c) Puntuaciones Gi de Getis-Ord. (d) Proporción N alisadores cerámicos / N tiestos cerámicos por EA. Vecindad definida por los 8 vecinos más cercanos (Plano: Hartmut

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Tschauner).
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Fig. 6. Distribución de raspadores cerámicos. (a) N raspadores cerámicos por EA como porcentaje del número total de raspadores cerámicos. (b) Puntuaciones I de Moran Local
(LISA). (c) Puntuaciones Gi de Getis-Ord. (d) Proporción N raspadores cerámicos / N tiestos cerámicos por EA. Vecindad definida por los 8 vecinos más cercanos (Plano: Hartmut
Tschauner).
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Fig. 7. Distribución de pulidores de piedra. (a) N pulidores de piedra por EA como porcentaje del número total de pulidores de piedra. (b) Puntuaciones I de Moran Local (LISA).
(c) Puntuaciones Gi de Getis-Ord. (d) Proporción N pulidores de piedra / N tiestos cerámicos por EA. Vecindad definida por los 8 vecinos más cercanos (Plano: Hartmut Tschauner).

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principal de los alisadores de tiestos probablemente fue el acabado de superficies cerámicas. Mientras
que la asociación funcional de los pulidores de piedra sumamente lisa no está en duda, los números de
estos implementos encontrados en los contextos excavados de Conchopata son excesivamente bajos.
Finalmente los raspadores son discos o placas expresamente fabricadas de cerámica los cuales pueden
haberse usado para quitar el exceso de arcilla húmeda en el proceso de formar vasijas cerámicas, pero su
asociación con la alfarería es menos segura que la de los moldes, alisadores y pulidores.
En un escenario clásico de especialización artesanal en la visión de V. G. Childe esperaríamos que los
implementos relacionados a un oficio especializado formaran agrupamientos espaciales ostensibles, y que
los agrupamientos de implementos asociados a diferentes oficios estuvieran espacialmente desvinculados.
En el caso concreto de Conchopata observaríamos un número limitado de espacios arquitectónicos de-
dicados a la manufactura cerámica y estos no serían los mismos espacios donde tuvo lugar la talla lítica.
La inspección visual de los mapas temáticos de distribución revela marcadas concentraciones de
varias de nuestras clases de herramientas y materiales probablemente asociadas con la alfarería, aparente-
mente apoyando la inferencia de producción especializada de cerámica en Conchopata. Las frecuencias
de moldes por EA (Fig. 4a), expresadas como porcentajes de todos los moldes hallados en Conchopata
y representadas en base a una rampa de colores desde rojo (valores altos) a verde (valores bajos), en
intervalos de una desviación estándar de la media, exhiben un inconfundible patrón de agrupamiento
espacial. Las mayores concentraciones de moldes aparecen en las áreas de EA-104, EA-20 el edificio
EA-143 y en un sector más pequeño en los alrededores del EA-33.
Las frecuencias de alisadores por EA (Fig. 5a), nuevamente expresadas como porcentajes de todos los
alisadores y representadas en base a la misma rampa de colores de rojo a verde, muestran una distribu-
ción espacial similar aunque algo menos «concentrada» que los moldes. El EA-104 es un área primaria
de concentración de alisadores cerámicos, mientras que los alrededores del EA-20 y EA-33 representan
áreas de concentraciones secundarias. A la inversa, el EA-112 exhibe una alta concentración de alisado-
res pero arrojó pocos moldes, mientras que la zona del EA-143 es rica en moldes pero baja en alisadores.
Hay bastantes similitudes entre la distribución espacial de los raspadores, la de los moldes y alisado-
res (Fig. 6a). Altas concentraciones de raspadores se encuentran en las áreas de EA-104, EA-20, EA-33 y
EA-112, con concentraciones secundarias en el EA 143. Otras concentraciones de alisadores se observan
en el EA-98 y en algunos espacios hacia el oeste y el área al noreste del EA-20.
Aunque se piensa que los pulidores de piedra se utilizaron en la producción de cerámica su distribu-
ción espacial exhibe pocos agrupamientos y ninguna correlación evidente con los patrones observados
para moldes, alisadores y raspadores (Fig. 7a). Dado el excesivamente bajo número absoluto de los
pulidores, no sorprende la ausencia de agrupamientos espaciales significativos en su distribución o de
asociaciones espaciales con otros implementos de producción cerámica.
Las puntuaciones LISA para los moldes (Fig. 4b) son pasmosamente consistentes con las interpre-
taciones visuales de mapas de distribución, confirmando la presencia de agrupamientos en las áreas del
EA-104 y el EA-143. El EA-33 no se distingue por un alto grado de autocorrelación espacial, aunque
varios recintos hacia su noreste exhiben agrupamientos significativos. Finalmente el EA-20 es un área
aislada, caracterizada por altos números de moldes rodeada por recintos con bajos números de moldes.
En general, son los mismos espacios arquitectónicos que se destacan una y otra vez.
Las puntuaciones LISA para los alisadores (Fig. 5b) identifican agrupamientos en el área de EA-104,
con otro agrupamiento menor en el EA-112, lo cual está de acuerdo con la interpretación visual de las
distribuciones de frecuencias. Para los raspadores, las puntuaciones LISA (Fig. 6b) revelan agrupamientos
de valores altos en el área de EA-104 y en la galería al oeste de EA-112. Otro agrupamiento en el sector
suroeste probablemente no es significativo ya que los recintos que lo forman son los únicos excavados
en esta zona rodeados por espacios donde solo se llevaron a cabo recolecciones de superficie que no son
directamente comparables con las colecciones procedentes de excavaciones en área. Los escasos pulidores
de piedra prácticamente no exhiben agrupamientos espaciales según las puntuaciones de LISA (Fig. 7b).
Los coeficientes Gi de Getis y Ord revelan los mismos patrones de manera todavía más clara. Los
moldes de cerámica (Fig. 4c) se concentran marcadamente en el EA-104, el EA-20 y sus recintos colin-
dantes y en el EA-143. Los alisadores (Fig. 5c) se concentran en el EA-104, en las galerías occidentales

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del EA-112 y en un grado menor en su patio. Los valores de Gi para los raspadores (Fig. 6c) nuevamente
indican un agrupamiento positivo en EA-104 y en las galerías occidentales del EA-112 además de un
agrupamiento positivo probablemente fortuito en el extremo suroeste de Conchopata. Los pulidores de
piedra (Fig. 7c) una vez más no exhiben patrones interpretables y ello probablemente se debe a sus bajos
números absolutos.
Los conteos brutos de implementos de producción cerámica incluso exhiben un patrón de auto-
correlación espacial global. Tanto el coeficiente I de Moran como el G de Getis y Ord apuntan a un
patrón agrupado en la distribución de los moldes, alisadores y raspadores (Tabla 1). Solo la distribución
de los pulidores de piedra, los cuales son muy escasos en términos absolutos, es aleatoria (Tabla 2). Sin
embargo, los patrones de agrupamiento se desvanecen cuando los mismos coeficientes se calculan para
proporciones de implementos de producción cerámica, relativas al número de fragmentos cerámicos
en el mismo espacio arquitectónico, excepto para los alisadores, de lejos la categoría más frecuente de
implementos de producción cerámica en Conchopata.
No cabe duda de que actividades de producción alfarera tuvieron lugar en Conchopata. Juzgando
solo por las distribuciones de implementos de manufactura cerámica seguramente se podría llegar a la
conclusión —consistente con los resultados de análisis previos— que Conchopata fue una comunidad
de alfareros, donde artesanos especialistas ejercieron su oficio, más probablemente en el EA-104, EA-20,
EA-33, and EA-143 y sus alrededores inmediatos (Fig. 4a-c).
No obstante la imagen cambia radicalmente cuando las frecuencias de implementos de producción
cerámica se estandarizan, calculando proporciones relativas a las frecuencias de otras categorías de ar-
tefactos. Un mapa de frecuencias de moldes expresadas como proporciones de número de moldes por
EA, dividido entre el número de fragmentos cerámicos en el mismo EA muestra solo uno de los agrupa-
mientos previamente descritos, alrededor del EA-20, mientras que todos los demás agrupamientos han
desaparecido (Fig. 4d). En un mapa similar para los alisadores, apenas quedan rastros del agrupamiento
previamente observado en el EA-104 y una especie de agrupamiento alrededor del EA-20 (Fig. 5d). Los
raspadores se concentran en unos cuartos pequeños junto al extremo este de las estructuras arquitectóni-
cas (Fig. 6d). Los pulidores de piedra exhiben un agrupamiento cerca al EA-20, pero por lo demás una
distribución más o menos aleatoria (Fig. 7d).
Para enfocar la distribución de las parafernalias de producción cerámica desde la perspectiva de
otros oficios y así llegar a un mejor entendimiento de la organización económica y especialización de
actividades en Conchopata examinamos la distribución de evidencias de talla lítica. Contrariamente a
lo esperado bajo el escenario de especialización artesanal de Childe, esta distribución refleja con bastante
fidelidad las distribuciones de implementos alfareros. La distribución de núcleos «lasqueados» (Fig. 8a),
en proporción al número total de núcleos líticos, muestra los ya familiares picos en el EA-104, EA-20,
EA-33 y EA-143, con otra concentración en un recinto menor cerca al EA-20 y una galería este del EA-
112. La escasez general de núcleos líticos implica que este mapa no debe sobrevalorarse. Sin embargo,
la distribución del debitage lítico, como proporción relativa al número total de piezas líticas de cada
EA (Fig. 9a) manifiesta agrupamientos muy similares en el EA-104, EA-20, EA-33 y EA-143 y una
concentración secundaria en el EA-112. Y el debitage con corteza (Fig. 8b) —probablemente asociado
con la talla lítica de manera tan inequívoca como los moldes con la producción de cerámica— también
se concentra en las mismas áreas. Por otro lado, cuando se visualizan las proporciones de debitage con
corteza relativas al número total de debitage (Fig. 8c), los agrupamientos acostumbrados desaparecen,
especialmente los de las zonas centro y sur del sitio. El mismo patrón mucho más aleatorio emerge
cuando se grafica la distribución de las proporciones del número de debitage y el de implementos líticos
por EA (Fig. 9b) y las puntuaciones LISA para dichas proporciones (Fig. 9c). No existe autocorrelación
espacial global en la distribución de evidencias de talla lítica en Conchopata (Tabla 3). Solo los núcleos
líticos, una clase de artefacto escasa en Conchopata, exhiben una módica tendencia de agrupamiento.
Los agrupamientos espaciales observados para vestigios de talla lítica cuantificados como proporciones
del número por EA dividido entre el número total de artefactos de la misma clase en Conchopata y
la ausencia de tales agrupamientos cuando las frecuencias se normalizan como proporciones de otras
categorías de implementos guardan mucha semejanza con los patrones descritos para las evidencias

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Fig. 8. Distribución de núcleos líticos y débitage con corteza. (a) N núcleos líticos por EA como porcentaje del número total de núcleos líticos. (b) N débitage con corteza por EA
como porcentaje del número total de débitage con corteza. (c) Porcentaje con corteza del débitage por EA (Plano: Hartmut Tschauner) (Plano: Hartmut Tschauner).
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Fig. 9. Distribución de débitage lítico. (a) N débitage lítico por EA como porcentaje del número total de débitage lítico. (b) Proporción N débitage / N implementos líticos por EA.

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(c) Puntuaciones I de Moran Local (LISA) para las proporciones N débitage / N implementos líticos por EA (Plano: Hartmut Tschauner).
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Fig. 10. Distribución de restos botánicos y huesos de animales. (a) N restos de plantas comestibles por EA como porcentaje del número total de restos de plantas comibles. (b) N restos
de plantas de uso ritual por EA como porcentaje del número total de restos de plantas de uso ritual. (c) N huesos de animales por EA como porcentaje del número total de huesos de
huesos de animales (Plano: Hartmut Tschauner).
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Fig. 11. Distribución de las proporciones de vasijas cerámicas abiertas y cerradas. (a) N fragmentos de vasijas abiertas / N fragmentos de vasijas cerradas por EA. (b) Puntuaciones

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de I de Moran Local (LISA). (c) Puntuaciones Gi de Getis-Ord. Vecindad definida por los 8 vecinos más cercanos (Plano: Hartmut Tschauner).
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de manufactura cerámica. ¿Cómo se explica que los resultados obtenidos difieren tanto dependiendo de
cómo cuantificamos nuestros datos de Conchopata y difieren de la misma manera para dos juegos de
actividades relacionadas a diferentes oficios artesanales?
Las distribuciones de otras clases de evidencias no relacionadas a la producción artesanal pueden
arrojar luz sobre el asunto. Las frecuencias de restos de plantas comestibles como porcentajes del total de
restos botánicos (Fig. 10a) exhiben agrupamientos muy familiares en el EA-104, las galerías occidentales
del EA-112 y en el EA-143, con concentraciones menores en el patio del EA-112 y algunos recintos pe-
queños hacia el este. Restos de plantas de probable uso ritual, de nuevo cuantificados como porcentajes
del total de restos botánicos (Fig. 10b) muestran casi los mismos agrupamientos. Y los mismos patrones
caracterizan la distribución de huesos de animales (Fig. 10c).
Las implicaciones de estas distribuciones son de importancia crítica. Si no queremos concluir que
la mayoría de las actividades especializadas en Conchopata se llevaron a cabo en los mismos espacios,
debemos llegar a la conclusión de que los patrones detectados no se deben a actividades especializadas
sino se relacionan a otros procesos —muy probablemente a altas concentraciones de basura—. De ser
así el registro arqueológico nos informaría más acerca de la manera cómo los residentes de Conchopata
se deshacían de los desechos, que de las actividades que produjeron los desechos. Esto no sería sorpren-
dente en un asentamiento densamente poblado del tamaño de Conchopata y con una compleja historia
de ocupación (Hayden y Cannon 1983; Schiffer 1985, 1996; Diehl 1998).
Proponemos que la evidencia a favor de la especialización artesanal en Conchopata ha sido exage-
rada. Las altas concentraciones de artefactos indicadoras de áreas de actividades especializadas, tales
como producción cerámica, se encuentran correlacionadas con altas concentraciones de otras clases de
materiales —líticos, restos botánicos y huesos de animales—. Las áreas del sitio con altas densidades de
implementos alfareros probablemente no fueron talleres cerámicos sino concentraciones de basura con
altas densidades de desechos de todo tipo. Esto no quiere decir que no se haya producido cerámica en
Conchopata o que no hayan existido otras ocupaciones especializadas. El punto que queremos hacer es
que los análisis cuantitativos de múltiples clases de vestigios arqueológicos demuestran que el entusias-
mo por identificar actividades especializadas, en base a selectas categorías de artefactos, sobre todo im-
plementos alfareros, ha sido excesivo. El registro arqueológico de Conchopata parece revelar más sobre
patrones culturales de eliminación de desechos, que de organización del trabajo.
Para extender aún más este análisis, las inferencias acerca de espacios dedicados a festejos en Con-
chopata podrían estar exageradas de la misma manera. Las proporciones de números de fragmentos de
vasijas abiertas —utilizadas sobre todo en el consumo de alimentos— y de vasijas cerradas —empleadas
en la preparación, almacenamiento y tal vez distribución de alimentos— no exhiben los agrupamientos
espaciales que apoyarían áreas especializadas dedicadas a festejos. Cook y Glowacki (2003) afirman que
los cuencos abiertos son hallazgos característicos de patios y espacios públicos, mientras que las vasijas
cerradas para cocinar típicamente se encuentran en las galerías y recintos ubicados al borde de los es-
pacios públicos. La evidencia cuantitativa de Conchopata parece negar esta proposición. El mapa de
distribución de proporciones de fragmentos de vasijas abiertas y cerradas (Fig. 11a) identifica al EA-20
y unas galerías como áreas de alta incidencia de vasijas abiertas. Las puntuaciones LISA (Fig. 11b) a EA-
20, una probable área pública, la señalan como una singular concentración de vasijas abiertas. Por otro
lado, el coeficiente Gi de Getis y Ord no indica diferencias significativas en la distribución espacial de
proporciones de vasijas abiertas y cerradas en Conchopata (Fig. 11c) y de esta manera no apoya la iden-
tificación de áreas dedicadas a festejos, con la posible excepción de dos pequeños conjuntos de cuartos
los cuales no son ni patios ni probables espacios públicos.

8. Conclusión

En conclusión, el Horizonte Medio en Ayacucho vio cambios importantes en el patrón de asentamien-


to, del tipo asociado con el urbanismo. La ubicación de asentamientos y la organización formal del es-
pacio arquitectónico se transformaron, tal vez en parte respondiendo a nuevas tecnologías de irrigación,
además de una nueva organización social más centralizada capaz de ejecutar proyectos a escalas mucho

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mayores tales como ingeniería de canales. Al mismo tiempo una nueva imaginería religiosa y tal vez un
nuevo modo de religiosidad parecen haberse adoptado.
El imperialismo se intensificó al convertirse los centros wari en ciudades, ejerciendo control político
y ritual, pero los altos niveles de especialización económica que se han venido atribuyendo a Concho-
pata y otros centros wari, deben ser reconsiderados a la luz de nuevas evidencias espaciales cuantitativas.
Algunos estudiosos incluso ponen en tela de juicio la caracterización de Conchopata como «ciudad».
Las evidencias de talleres de manufactura cerámica y también áreas dedicadas a festejos son mucho me-
nos aparentes en el registro arqueológico de lo que se ha afirmado. No reclamamos que nuestros análisis
espaciales cuantitativos nieguen la posibilidad de cualesquiera actividades especializadas, espacialmente
diferenciadas en Conchopata. Más bien estos análisis demuestran que las distribuciones de artefactos
en Conchopata son más consistentes con actividades relacionadas a la eliminación de desechos que a
la producción. Gran parte de los datos de distribución de artefactos en los que se basaban las interpre-
taciones previas, son el resultado de actividades de desecho. Por lo tanto, las inferencias sobre áreas de
producción artesanal y otras actividades especializadas, parecen prematuras y deben someterse a una
reexaminación cuidadosa.
Si el registro arqueológico de Conchopata indirectamente nos permite sacar una conclusión acerca
de la organización de las actividades productivas, es que la descarga indiscriminada de desechos de di-
versas actividades productivas, incluyendo basura doméstica, indica una conducta no especializada de
eliminación de basura y por inferencia, de actividades de producción no especializadas. Inferimos que
gran parte de la cerámica gigante elaborada en Conchopata nunca salió del sitio sino probablemente se
consumió en ceremonias conducidas dentro de las unidades domésticas de sus creadores. La cerámica
elaborada, cuya distribución a través de gran parte de los Andes centrales, constituye el rasgo definidor
del Horizonte Medio, no parece haberse manufacturado dentro del tipo de contexto urbano visualizado
por V. Gordon Childe, asociado con interdependencia socioeconómica de poblaciones económicamente
especializadas y divididas en clases sociales. Es improbable que implique la propagación de este tipo de
urbanismo durante el Horizonte Medio. Los estudiosos de este periodo deben explorar nuevos modelos
alternativos andinos de la organización política, la producción artesanal y la interacción interregional.

Agradecimientos

Estamos agradecidos a Viviana Siveroni Salinas por haber revisado la versión española de este manuscrito.

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REEVALUANDO EL HORIZONTE MEDIO EN AREQUIPA

Justin Jennings a

Resumen

El departamento de Arequipa es generalmente conocido como la frontera sur del Imperio wari. Este capítulo cuestiona la evidencia
sobre la conquista y el control Wari en la región por falta de evidencia de economía extractiva o centros administrativos del Estado.
Sostengo que las reacciones a la urbanización y colonización Huari son mejores explicaciones para los extensos cambios sociales y
la influencia del estilo Wari que ocurrió en Arequipa. La invasión al valle de Nazca por parte del Estado wari desestabilizo la
región a comienzos del Horizonte Medio, y estimularon el crecimiento de las elites de la costa de Arequipa que legitimaron sus
posiciones de situación precaria a través de violencia, comercio a larga distancia, y adhesión a una ideología Wari/Nasca/Acari
hibrida. Después de la estratificación social estar bien establecida en la costa, las elites locales se dirigieron hacia a sierra para
crear una economía regional durante la segunda mitad del Horizonte Medio. Los cambios sociales y la influencia del estilo Wari
que ocurrieron por la economía mencionada anteriormente resultaron en la sierra de Arequipa por estos enlaces que reflejaban la
economía con la costa de Arequipa, en vez de contacto con los wari o sus colonias.

Palabras clave: Wari, Arequipa, Horizonte Medio, interacción de larga distancia, cambio social.

Abstract

REVALUATING THE MIDDLE HORIZON IN AREQUIPA

The Department of Arequipa is commonly seen as forming the southern frontier of the Wari Empire. This chapter questions the
evidence for Wari conquest and control over the region by noting the paucity of evidence for either an extractive economy or state
administrative facilities. I argue that down-the-line reactions to Huari urbanization and colonization are better explanations
for the widespread social changes and Wari stylistic influence that occurred in Arequipa. Wari state incursions into the Nazca
Valley destabilized the region at the beginning of the Middle Horizon, and fostered the growth of elites in coastal Arequipa
who legitimated their tenuous status positions through violence, long-distant exchange, and adherence to a hybrid Wari/Nasca/
Acarí ideology. After social stratification was well-established on the coast, these local elites turned towards the sierra in order to
create a regional economy in the second half of the Middle Horizon. The social changes and Wari stylistic influence that resulted
in highland Arequipa from this economy reflected links with coastal Arequipa rather than contact with Wari or its colonies.

Keywords: Wari, Arequipa, Middle Horizon, long-distance interaction, social change.

1. Introducción

El Horizonte Medio (600-1000 d.C.) fue un periodo de cambio social tumultuoso en la historia del
Perú. El bronce arsenical, por ejemplo, fue introducido en muchos lugares; los entierros flexionados se
hicieron más comunes; y las lenguas quechua y aymara empezaron a ser más ampliamente habladas
(Isbell 1977; Lechtman 2003, 2005; Heggarty 2008). El flujo sin precedentes de bienes, personas e
ideas a través de esta extensa región durante el Horizonte Medio se correlacionó con el veloz ascenso

a
Department of World Cultures, Royal Ontario Museum.
Dirección postal: 100 Queen’s Park, Toronto, ON M5S2C6, Canada.
Correo electrónico: justinj@rom.on.ca
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del Estado wari en Ayacucho, la propagación de un estilo artístico de tipo Wari a lo largo del Perú, y
la construcción de un puñado de sitios periféricos que fueron construidos y ocupados por colonos del
núcleo Wari en Ayacucho (Menzel 1977; Isbell y Schreiber 1978; Schreiber 1992; Jennings y Craig
2001).
El papel del Estado wari en el Horizonte Medio ha sido discutido durante décadas (Glowacki 1996:
15-57; Isbell y McEwan 1991; Jennings 2010a). Para la mayoría de académicos, el predominio de
evidencia de este periodo sugiere que los amplios cambios culturales observados durante el Horizonte
Medio fueron causados por la extensión del Imperio wari a través de gran parte del Perú (v.g. Lumbreras
1974; Isbell 1991; Schreiber 1992; Williams e Isla 2002). Aunque el modelo imperial no se ha salvado
de las criticas (Shady Solís 1982, 1988; Schaedel 1993; Topic y Topic 2001), se han dado pocas alterna-
tivas para intentar explicar tanto la expansión de la influencia del estilo Wari, como el incremento del
nivel interacción a larga distancia en este periodo.
Recientemente, he desarrollado un modelo diferente para el Horizonte Medio, que relaciona las
interacciones que surgen y los amplios horizontes culturales, con la rápida urbanización del sitio Huari
en Ayacucho (Jennings 2010b, 2011). Una afirmación crítica de este modelo es que el surgimiento de
la ciudad causó tanto la expansión social y el cambio de estilo sin la ampliación del control imperial
sobre grandes franjas del Perú. Este capítulo investiga qué pasó durante el Horizonte Medio en el De-
partamento de Arequipa. Aunque frecuentemente se considera una región sojuzgada por los Wari, se
sugiere que esta afirmación no está bien sustentada con evidencia. Al contrario, los datos indican que
los cambios sociales y estilísticos que ocurrieron durante este periodo fueron conducidos con frecuencia
como respuestas locales a influencias externas.

2. ¿El Imperio en Arequipa?

El Horizonte Medio en Arequipa está marcado por la expansión de lo relacionado a la cultura material
de los wari en gran parte del departamento (Fig. 1). Usualmente vista como la frontera sur del contiguo
Imperio wari (la colonia Wari de Cerro Baúl está localizada más al sur pero es vista como un centro de
estado fundado en el territorio hostil de Tiwanku [Williams 2002]). La influencia wari en la región está
correlacionada con el aumento de la población, el crecimiento de la estratificación social, intensificación
de la agricultura, y a veces surgimiento de violencia. Estos cambios, junto con la presencia de posibles
sitios intrusivos Wari, han sido usados repetidamente a través de los años para construir un caso apa-
rentemente sólido para la conquista Wari de la región (v.g., Lumbreras 1974; Chávez Chávez y Salas
Hinojoza 1990; Linares Málaga 1990; Neira Avendaño 1990, 1998; de la Vera Cruz 1996; Cardona
Rosas 2002; Tung 2007a, 2007b; Tung y Owen 2006; Valdez 2009b; Goldstein 2010).
Una inspección cercana de los datos de Arequipa, sin embargo, levanta dudas respecto de la in-
corporación de la región a un Imperio wari. El gran modelo implícito para Wari es el de un estado
expansivo construido alrededor de un sistema de centros administrativos que extraían, almacenaban y
redistribuían bienes de grupos locales (Jennings 2006b, Earle y Jennings, este volumen). Si este fuera el
caso, uno esperaría cierta evidencia de al menos unos pocos sitios administrativos en Arequipa, junto
con amplios cambios relacionados a la intensificación de recursos, diseñados para trasladar bienes locales
a la zona central de los wari, o sus colonias. Sin embargo, trabajos recientes no han demostrado clara-
mente la existencia de un único sitio intrusivo Wari en Arequipa. Además, existe muy poca evidencia
de lazos económicos entre Arequipa y el núcleo Wari, y la evidencia de la intensificación de recursos
parece apuntar hacia el desarrollo una amplia economía regional, más que una basada en la exportación.

2.1. ¿Centros de administración Wari?

Los centros administrativos son una parte esencial del modelo imperial Wari (Schreiber 1992: 32-34).
Estos centros no existían en cada valle, pero sería necesaria una red de centros para mantener el flujo de
tributos de las provincias conquistadas. A través de los años. La presencia de estilos relacionados Wari
ha sido a veces relacionada con la presencia de los administradores del Estado wari, tanto que Arequipa

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Fig. 1. El departamento de Arequipa al sur del Perú con los siguientes sitios mencionan en el texto: (1) La Oroya, (2) Hachas,
(3) Corral Redonda, (4) Tenahaha, (5) Wayñuna, (6) Quebrada Jaguay, (7) Huacapulluy, (8) Toro Grande, (9) Pampata,
(10) Soto, (11) Sonay, (12) Pillistay, (13) La Real, (14) Beringa, (15) Numero 8, (16) Qoscopa, (17) Huamantambo, (18)
Achachiwa, (19) Charasuta, (20) Chijra, (21) Cornejo, (22) Quillcapampa la Antiqua (Mapa: Justin Jennings).

es vinculada con posibles sitios administrativos imperiales (v.g., Chávez Chávez y Salas Hinojoza 1990;
Linares Málaga 1990; Manrique Valdivia y Cornejo Zegarra 1990). La mayoría de estos sitios tiene sim-
plemente fragmentos relacionados con los wari, pero también hay algunos con posible arquitectura wari
que serían nuestros mejores candidatos para centros administrativos intrusivos. Sin embargo, ninguno
de los sitios con posible arquitectura Wari ha probado ser instalaciones del Estado wari (Fig. 2)
Algunos de los sitios con posible afiliación Wari han resultado ser posteriores al Horizonte Medio.
Bruce Owen, por ejemplo, en el 2006 excavó tres sitios con posible arquitectura wari en el drenaje de
Majes-Camaná. Su trabajo en Pillistay, Soto y Pampata falló en descubrir un componente del Horizonte
Medio que estuviera asociado con la arquitectura en estos sitios. Sus fechas de radiocarbono, tanto como
las relaciones de cerámica, material colonial y cenizas volcánicas de la erupción del volcán Huaynaputina
en 1600 d.C., datan a estos sitios en los siglos XIV al XVI (Owen, comunicación personal 2009). Extensas
excavaciones en el posible sitio Wari de Collota en el valle de Cotahuasi, también demostraron que el sitio
fue solamente ocupado durante los periodos Horizonte Tardío y Colonia Temprana (Edwards e.p.).

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Fig. 2. Tres centros administrativos reportados de la cultura Wari en Arequipa (adaptado de Sciscento 1989:206
para Numero 8 y de la Vera 1987:97 para Acachiwa).

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La fecha de los otros sitios del Horizonte Medio permanece dudosa. Por ejemplo, un cuarto sitio en
el drenaje de Majes-Camaná, Sonay, si tiene un componente del Horizonte Medio y un complejo con
posible arquitectura wari que fue excavada en 1996 por Michael Malpass (2002). Su equipo encontró
tres fragmentos de influencia wari en cinco hoyos de prueba y se tomaron tres fechas de radiocarbono
que datan del final del Horizonte Medio (Malpass 2002: 65). No obstante, Sonay también ha tenido un
componente tardío y las tres fechas que Malpass obtuvo fueron encontradas bajo el piso del recinto de
una estructura ubicada en una pared exterior, fuera del complejo (Malpass 2002: 56-64). A pesar de que
los fragmentos wari datan del final de la época del Horizonte Medio, no hay un buen ajuste contextual
entre los fragmentos, las muestras de carbón, y el posible recinto wari. Basado en el trabajo de Owen,
uno podría sugerir que el estilo de arquitectura wari de Sonay data de un periodo más cercano al de
Pillistay, Soto y Pampata. Sin más excavaciones, no podemos relacionar el recinto con el Estado wari.
La fecha de Charasuta en el valle de Colca también debería ser cuestionada porque su afiliación
de estado está basada únicamente en similitudes arquitectónicas con la arquitectura wari (Doutriaux
2004: 221). No se encontraron cerámicas del Horizonte Medio en la superficie del sitio (Doutriaux
2004: 213), y el investigador estableció una afiliación Wari sobre todo por las constantes similitudes
arquitectónicas con un recinto que fue encontrado en Sonay (Doutriaux 2004: 219). Debido a que el
complejo de Sonay puede datar de mucho después del Horizonte Medio, uno podría vacilar en aceptar
la designación del complejo de Charasuta como un centro administrativo wari, antes de que se lleven
a cabo excavaciones.
Existen posibles sitios administrativos wari que tienen cerámicas y arquitectura relacionadas con la
misma cultura y que datan al Horizonte Medio. No obstante, estos sitios parecen ser centros locales des-
pués de más inspección. Pablo de la Vera Cruz (1987: 97-98), por ejemplo, argumenta que Achachiwa
en el valle del Colca era un sitio administrativo wari. Las cerámicas del Horizonte Medio, sin embargo,
reflejan solo un conocimiento indirecto de la cerámica de los wari vía Chuquibamba. Por otro lado, el
único supuesto vínculo con la arquitectura Wari es una serie de grandes paredes cercadas. Otros arqueó-
logos que han visitado el sitio, también han expresado dudas sobre su afiliación Wari (Brooks 1998:87;
Wernke 2003: 168; Doutriaux 2004: 221), y esta visión es repetida por al menos un académico Wari
(Schreiber 1992: 104).
Las excavaciones en Número 8, en el valle de Chuquibamba, hechas por Robin Coleman Goldstein,
confirman las primeras hipótesis de Margaret Sciscento, que un recinto rectangular en el sitio data del
Horizonte Medio (Goldstein 2010: 338-348; Sciscento 1989: 266). No obstante, las excavaciones de
Goldstein también confirmaron las sospechas de Sciscento de que el sitio no era un sitio wari intrusivo.
El trabajo de Goldstein demuestra que el sitio fue construido y ocupado por elites locales bajo la in-
fluencia wari en el valle. Goldstein afirma inequívocamente que «ningún centro de los wari… ha sido
localizado en el valle» (Goldstein 2010: 246).
Quizás el mejor candidato como centro administrativo wari en Ayacucho es el sitio de Quillcapam-
pa la Antiqua en el valle de Siguas. Excavado por un equipo liderado por Eloy Linares Málaga, el sitio
se mantiene mal publicado (Linares Málaga 1990:335-337). El excavador sugiere que el sitio alojó a
colonos de Ayacucho y fue «producto de una “invasión”» de los wari (1990: 335, comillas en original).
Más aun, una ilustración de la esquina de un edificio en el sitio es reminiscencia de la arquitectura
patio-galería de los wari (1990: 342), y el sitio cuenta con cerámica relacionada a los wari durante todo
el Horizonte Medio (1990: 346, 350, 352). Pero, Linares Málaga también sugiere que la cerámica fue
una mezcla de influencias locales y externas (1990: 335), y el conjunto de artefactos parece muy similar
a los encontrados en otros sitios por todo Siguas durante el Horizonte Medio. Se necesitan más estudios
en Quillcapampa la Antiqua para determinar la relación de este sitio con el Estado wari.

2.2. ¿Economía extractiva Wari?

La falla de los académicos en encontrar fuertes evidencias para instalaciones intrusivas Wari en Arequipa
ha llevado a algunos de ellos a sugerir que el imperio reinaba sobre la mayoría de la región a través de
colaboradores locales (v.g. Tung 2007a; 2007b; 2012; Goldstein 2010). Siguiendo el modelo imperial

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(Schreiber 1992: 19), el tributo se hubiera mudado fuera de Arequipa a través de los esfuerzos de los
líderes locales que eran mantenidos bajo el control estatal por amenazas, sanciones y soborno. Debido a
la ausencia de centros en la región la habilidad del estado de reinar a la fuerza hubiera estado limitada.
En consecuencia, el modelo imperial para Arequipa es usualmente un modelo más sutil que se centra en
un control ideológico y en el acceso de bienes de prestigio (v.g., Earle y Jennings, este número).
La principal deficiencia de este modelo es que existe muy poca evidencia para tributos trasladados
desde Arequipa al núcleo Wari en Ayacucho. Hasta ahora, los únicos recursos encontrados en Ayacucho
son un puñado de obsidiana de la fuente de Alca en el valle de Cotahuasi (Jennings 2006b: 253).
Aunque uno pueda argumentar que el tributo era en productos perecederos que no sobreviven
arqueológicamente, los investigadores no han encontrado la clase de facilidades propias de depósitos
extensivos, necesarias para organizar mercancías para el transporte (cabe notar que tanto los productos
artísticos como los alimenticios eran almacenados en depósitos durante el Imperio inca [D’Altroy y
Hatorf 1992]). La intensificación de agricultura durante este periodo podría indicar una reorganización
económica para satisfacer las demandas de tributos, pero los cambios de producción parecen estar más
orientados hacia la alimentación de las poblaciones locales que iban surgiendo, en vez de para satisfacer
las demandas externas (Doutriaux 2004: 220; Wernke 2003: 167; Jennings 2006b: 359-360; Goldstein
2010: 211).
El mejor caso posible para la extracción imperial de recursos puede ser el flujo de obsidiana de Alca a
la colonia Cerro Baúl de los wari, en Moquegua (Williams et al. 2010). Cientos de artefactos de obsidia-
na de Alca son encontradas en Cerro Baúl y alrededor de este, y durante la última mitad del Horizonte
Medio, la frecuencia de obsidiana de Alca en la colonia aumentó de modo significativo al mismo tiem-
po que hubo un dramático aumento de influencia wari en la cerámica de Cotahuasi (Goldstein 2010:
260-265). Sin embargo, el trabajo en la zona de esta fuente ha fallado en revelar cualquier esfuerzo para
controlar la procedencia por administradores imperiales o líderes locales (Jennings y Glascock 2002;
Rademaker 2006). Ningún sitio permanentemente ocupado dedicado a la extracción obsidiana ha sido
encontrado, y se necesitó un mínimo esfuerzo para retirar los nódulos de las capas de ceniza donde
estaban incrustados. Con más de doscientos kilómetros cuadrados, esta fuente hubiera sido difícil de
controlar y posiblemente era un recurso común, en vez de uno controlado por un grupo en particular.
Las obsidianas de Alca eran intercambiadas a través grandes distancias y en gran cantidad durante el
Horizonte Medio (Burger et al. 2000), pero tampoco se puede asociar necesariamente a un control Wari
de la fuente, ni a un control sobre el comercio de obsidianas de Alca.
Uno puede estar dispuesto a aceptar el modelo de tributos, si es que se puede encontrar suficiente
evidencia válida de que bienes prestigiosos estaban siendo traídos a Arequipa desde Ayacucho o de las
colonias wari rutinariamente. Para algunos académicos, el exceso de objetos Wari en Arequipa propor-
ciona evidencia para una economía basada en bienes de prestigio. Sin embargo, el exceso de objetos en la
iconografía wari no debería ser confundida con los objetos provenientes de Ayacucho. La influencia wari
fue penetrante en gran parte de Arequipa por sus cerámicas. Sin embargo, todos los estilos de cerámica
que fueron químicamente estudiados, se originaron en Chuquibamba y del valle de Cotahuasi, es decir,
fueron hechos localmente (Bedregal et al. e.p.; Goldstein 2010: 228). Esta información se correlaciona
con la aserción de Bruce Owen que la cerámica de la costa, durante el Horizonte Medio, en Arequipa
fue el resultado de un largo periodo de síntesis entre los estilos Wari, locales y regionales (Owen 2007).
Aunque menos estudiados, los textiles con influencia wari también parecen haber sido producidos lo-
calmente (Quequezana Lucano y López Hurtado 2012).
Dos ejemplos de nuestro reciente análisis del material recogido del sitio La Real en el valle de Majes
pueden servir para esta síntesis. Una escudilla de la colección de La Real tiene los diseños desgastados y
formas que encajan ligeramente con la cerámica del Horizonte Medio de la Costa Sur, pero el interior
de esta está dominado por la forma de una figura con colmillos abierta, que ese un motivo local rela-
cionado a Moquegua y al norte de Chile (Huamán López 2012: 97) (Fig. 3). Una túnica incompleta
del sitio es también el resultado de síntesis. Una de las caras de la prenda parece haber sido hecha con
un típico diseño wari, pero los lados de la túnica son hechos de piel de zorro, mientras que la otra cara

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Fig. 3. Dos vistas de una vasija híbrida de La Real que incorpora diseños locales en una forma wari de la costa
sur (Foto: Justin Jennings).

está hecha con textiles de plumas y la parte tiene flecos de cabello humano trenzado (Jennings y Yépez
Álvarez 2012: 270) (Fig. 4). Esta combinación en particular, a mi entender, es únicamente de este sitio.
La expansión de la influencia wari en casi todo del Perú y el sincretismo con el que los motivos
wari fueron duplicados en otros estilos artísticos, sugiere un gran interés en los diseños y, quizás, una
desconexión creciente entre el mediador y el mensaje. Esta desconexión es importante porque reduce la
habilidad del objeto para materializar la ideología imperial (v.g. DeMarrais et al. 1996). Los artefactos
de alta calidad con influencia wari eran a veces atesorados por las elites locales (Goldstein 2010: 241;
Doutriaux 2004: 221; Tung 2007b: 944) ya que la mayoría de estos artículos de alta calidad fueron
hecho en esta región. Sin embargo, pueden ser mejor interpretados como evidencia para la economía de
los bienes de prestigio locales o regionales en vez de sistema imperial general. No está claro qué fue que
se encontró de prestigioso en estos artículos. Podría haber sido la indirecta conexión con Ayacucho, pero
también puede señalar un dominio de técnica, brillo de estética, creencias religiosas o posibles relaciones
con otras regiones que también hayan tenido una influencia de tipo Wari durante este periodo.
Es importante recalcar que el estilo Wari de importación, sin duda, llegó a Arequipa (y vea Earle y
Jennings, este número, para un modelo imperial basado, en gran parte, en la circulación de bienes de
prestigio). El caso más conocido puede ser el de los cinco jarrones de efigie humana de Robles Moqo
que fueron encontrados llenos con noventa y seis textiles de plumas en Corral Redonda, en el valle de
Ocoña (Linares Málaga 1990: 141-147). Existen fragmentos de tejido y prendas «tie-dye» en La Real
que seguramente fueron hechos en otra parte; un sombrero de cuatro lados fue encontrado por arqueó-
logos en La Real y un segundo sombrero fue documentado en el sitio de Arcopunko en el valle de Co-
tahuasi (Jennings 2002: 381; Quequezana Lucano y López Hurtado 2012). A pesar de estos casos, uno
evitaría sugerir que estos eran bienes de prestigio que relacionaban las elites locales con un imperio. Sin
embargo, Robles Moqo es un estilo Wari que fue primeramente definido en Nazca, y las vasijas, si eran
importados, eran probablemente hechas en esta región. Los tejidos wari fueron definidos en gran parte
de ejemplos de la costa central y sur, entonces no es claro si los tejidos de estilos Wari, encontrados en
La Real, que eran importados, señalaron conexiones con estas regiones o con Ayacucho. Más aun, no
hay nada particularmente de tipo Wari en el estilo de los tejidos de noventa y seis plumas encontrados
en Ocoña, fuera del hecho que estaban metidos en jarrones de estilo Wari.

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Fig. 4. Fragmento de túnica de La Real que contiene pelaje animal, pelo humano, plumas y tejido de tapiz (Foto:
Justin Jennings).

3. Reevaluando el Horizonte Medio en Arequipa

Debido a que la influencia del estilo Wari está correlacionada con el fundamental cambio social a través
de gran parte de Arequipa, es tentador correlacionar estos cambios con la extensión de un Imperio wari
en la región. Décadas de investigación, sin embargo, han fallado en revelar una infraestructura imperial,
y aquellos que apoyan un modelo imperial admiten que «muy pocos tributos tangibles» fueron propor-
cionado por esta región (Goldstein 2010: 297). A pesar de todo, no se han ofrecido modelos alternativos
al imperio para explicar la expansión de la influencia wari y los amplios cambios que se llevaron a cabo
durante este periodo en la región. Sobre la base de mi trabajo en otras publicaciones (Jennings 2010b,
2011), esta sección ofrece una posible interpretación alternativa de lo que pasó durante el Horizonte
Medio en Arequipa que corresponde con la información disponible.
Ya que mi explicación está basada en dinámicas locales, esta sección comienza por describir nuestro
conocimiento tentativo de Arequipa antes del Horizonte Medio. Además, se examinan dinámicas del
Horizonte Medio en dos fases, el Horizonte Medio Temprano y el Tardío, ya que la influencia en la costa
ocurre doscientos años antes que en la sierra (Jennings 2010a; también ver Goldstein 2010). El Ho-
rizonte Medio Temprano data desde aproximadamente 600-800 d.C. y el Horizonte Medio Tardío se
extiende de 800-1000 d.C. Ya que el estilo de la cerámica relacionada a los wari continuó siendo usado
en el siglo onceavo y más allá, la fecha final para el Horizonte Medio es menos precisa.
Yo sugiero que la costa de Arequipa se vio enredada en la expansión de la interacción de las conexio-
nes al comienzo del Horizonte Medio, lo cual trajo nuevas ideas, productos y personas a la región. Estas
conexiones iniciaron la desestabilización de mecanismos sociales preexistentes que habían impedido la
adquisición de estatus. Las elites aspirantes buscaron ganar estatus a través de una variedad de medios,
que incluyeron fiestas, la adquisición de bienes exóticos y la violencia. Después de esta explosión inicial
de interacción, se desarrolló una economía regional en el Horizonte Medio, la cual envolvía más de
cerca a las personas de la sierra de Arequipa. Las mismas ideas, productos y, quizás, personas que habían
desestabilizado inicialmente la costa tenían un impacto similar en la sierra, aunque los grupos de sierra a
veces perseguían diferentes estrategias para administrar los cambios sociales consiguientes. Productos de

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REEVALUANDO EL HORIZONTE MEDIO DE AREQUIPA 173

la costa y de la sierra fueron intercambiados, y los estilos e ideas wari ayudaron a proporcionar un medio
cultural compartido donde se desarrollaron estas interacciones de larga distancia.

3.1. Arequipa antes del Horizonte Medio

Arequipa antes del Horizonte Medio está pobremente entendida. Las ocupaciones humanas tempranas
vienen de la costa de Arequipa y datan del Periodo Cuaternario Terminal (13.000-11.000). Descubri-
mientos en Quebrada Jaguay (Sandweiss et al. 1998, y ver Keefer et al. 1998 para adaptaciones en otros
lugares en el sur del Perú) demuestran que los primeros grupos vivieron como cazadores y recolectores a
lo largo de la costa y se sustentaban de recursos marítimos. Las excavaciones hechas en el sitio de Achas,
en el valle Acarí, demuestran que al comienzo del tercer milenio a.C., algunas personas de la costa
estaban viviendo en pueblos con una gran base agrícola (Riddell y Valdez 1988). El trabajo hecho en
Wayñuna, en el valle Cotahuasi, indica que pueblos similares estaban en el lugar de la sierra de Arequipa
aproximadamente en 2000 BC (Perry et al. 2006).
En el primer milenio a.C., hay pistas esparcidas de complejidad social surgente y fuertes contactos
con la región del lago Titicaca. Mariusz Ziólkowski y Krzysztof Tunia, por ejemplo, documentaron un
monolito en Pampacolca que tenía asociaciones estilísticas con la cultura Pukara de la región del lago
Titicaca (Ziólkowski y Tunia 2005). Gordon McEwan y Joerg Haeberli presentan algunas evidencias
limitadas para el origen de diademas de oro de la costa de Arequipa asociados con la tradición de Yaya-
Mama (McEwan y Haeberli 2000). Las cerámicas relacionadas con Pukara también han sido encon-
tradas en un gran número de sitios de la sierra (Chávez Chávez 1992; Neira Avedaño y Cardona Rosas
2001: 42-43; Jennings 2002: 270-274).
Aunque hubo una persistente influencia en los textiles de Arequipa, las conexiones con la región del
lago Titicaca desaparecieron, en gran parte antes del Periodo Intermedio Temprano (200‒600 d.C.)
(Haeberli 2002, 2009). El Periodo Intermediario Temprano fue marcado por el aumento de la influen-
cia de estilo Nasca de la costa sur. La influencia nasca fue particularmente fuerte en Acarí, el valle más
nordestino en la provincia que estaba situado lo más cerca a la costa sur (Valdez 2009a, 2009c). En
Acarí, esta influencia fue acompañada de un aumento de estratificación social y de niveles de violencia
que reflejaban el patrón social de los nasca. Pero en el resto de Arequipa, la influencia nasca fue mucho
más débil y, normalmente, limitada a un motivo raro en la cerámica local.
Desde nuestro conocimiento, la complejidad social rudimentaria de Arequipa del primer milenio
a.C., no siguió durante Periodo Intermedio Temprano. Fuera de Acarí, parece que las personas vivían
aisladas, en pueblos en su mayoría igualitarios. Nuestras mejores impresiones de este periodo en la costa
de Arequipa, vienen de las excavaciones de Hans Disselhoff (1969), pobremente publicadas, de 135 en-
tierros en el sitio de Huacapulluy, en el valle de Majes. Aunque Disselhoff encontró poca o ninguna di-
ferencia de estatus social en los elaborados envoltorios de las momias, sí notó una influencia nasca en los
textiles, lo cual ha sido tratado en más detalle en el reciente estudio de Jorge Haeberli sobre textiles en el
valle de Siguas (Haeberli 2002; 2006; 2009; también ver Manrique Valdivia y Cornejo Zegarra 1990).
Datos de prospección de los valles del Colca y de Cotahuasi en la sierra de Arequipa sugieren que la
población vivía en pequeños pueblos agrícolas durante el Periodo Intermedio Temprano (Jennings 2002:
178-181; Wernke 2003: 129-135). Los datos de estos sitios tempranos son, desafortunadamente, escasos
pero no hay indicaciones de jerarquías de sitios o de diferencias de estatus entre individuos. La influencia
nasca está ausente en la sierra de Arequipa y a través del departamento (una vez más, con la excepción de
Acarí), los estilos de cerámica local son conservadores y libres de influencias de estilo de fuera.

3.2. El Horizonte Medio Temprano en Arequipa

A través de varios investigadores se han obtenido 27 fechas de radiocarbono de los valles de la costa y
de elevaciones intermediarias de Arequipa que, al ser calibradas, sugieren que la influencia wari ocurrió
primero en el siglo VII y después continuó al menos hasta el siglo XI (Tabla 1). Cómo la influencia
wari ingresó la costa de Arequipa es difícil de determinar, pero parece haber venido principalmente vía

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174 JUSTIN JENNINGS

Tabla 1. Ensayos de radiocarbono del Horizonte Medio de Arequipa. Todas las fechas fueron calibradas usando la curva de
calibración SHCalo4 en el programa Calib 5.0 (McCormac et al. 2004; Stuiver et al. 1993). Notar que la última fecha
Beringa (AA45792) se asigna al Periodo Intermediario Tardío por Tung, pero está incluida aquí porque la muestra fue aso-
ciada con el material del Horizonte Medio

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las conexiones preexistentes con la cultura Nasca (Goldstein 2010: 282). El primer contexto del sitio
de La Real en el valle de Majes, por ejemplo, tiene una cuchara de estilo Okros de Wari, asociado con
cerámicas del estilo Loro de Nasca en el Horizonte Medio (Fig. 5).
La influencia wari llegó al Drenaje Nazca durante el inicio del Horizonte Medio, cuando la pobla-
ción de esa región estaba bajo una considerable crisis de recursos. Hacia el final del Periodo Intermedio
Temprano, el costo pagado por la deforestación y desertificación se puede ver en el registro arqueoló-
gico. Esta declinación ambiental estuvo relacionada con la creciente violencia, la baja expectativa de
vida, y a una creciente dependencia de alimentos importados de la época (Beresford-Jones et al. 2009:
325-327). El centro ceremonial de Cahuachi también había sido abandonado antes del final del Periodo
Intermedio Temprano. La caída de Cahuachi llevó a un cambio en el patrón del asentamiento de drena-
je, de uno de pueblos difusos a uno donde la población fue aumentando en asentamientos más grandes
que fueron dirigidos jefes de guerra (Schreiber y Lancho 2003; Silverman 2002Isla y Reindel 2006).
Cuando los colonos que venían de Huari fundaron el sitio de Pacheco a comienzos del Horizonte
Medio, el nuevo puesto de avanzada no parece haber sido recibido de buena manera por los nasca
(Schreiber 2001: 88). La mayoría huyó de la tierra alrededor de Pacheco y los únicos sitios que quedaron
fueron pequeños pueblos posicionados en ubicaciones de defensa (Conlee y Schreiber 2006: 100). Nue-
vas variedades de cosechas fueron introducidas a la región Nasca durante este periodo, y existe evidencia
tentadora de que nuevas técnicas de construcción de terrazas estaban siendo practicadas en las partes
altas del valle (Schreiber 1999: 169; Kellner y Schoeninger 2008: 239). Estas introducciones pueden
haber estado relacionadas al contacto con la región Huari, a pesar de la hostilidad hacia esta ciudad de la
sierra, los objetos de estilo Wari aparecen haber sido codiciados y ampliamente copiados (Conlee 2010).
Muchos de aquellos que dejaron los alrededores de Pacheco podrían haberse establecido alrededor del
sitio de la Huaca del Loro en el valle de Las Trancas del Drenaje de los Nazca, justo al sur de Pacheco
(Strong 1957). Otros pueden haberse establecido más al sur, hacia la colocación de Acarí, donde una ola
de interacción transformaría la sociedad de Arequipa.
La población del valle de Acarí, del norte de Arequipa, no hacía parte de la tradición cultural de
Nasca. Sin embargo, las elites locales tuvieron lazos profundos con esta tradición porque habían esta-
do usando algunos objetos y realizando prácticas culturales de los nascas para legitimar su gobierno
sobre una región que también estaba siendo acosada por constantes guerras (Valdez 2009c, 2009d).
La influencia wari llegó a Acarí justo después de que Pacheco fuera fundado, y quizás, esta influencia
puede ser mejor vista indirectamente, a través de la creación del estilo Chaviña que está fuertemente
relacionado con Loro, el estilo local de Nasca en el Horizonte Medio (Valdez 2009b: 201-202). Las
cerámicas y los textiles de estilo Wari, de Ayacucho, también fueron introducidos en esta época, y Lidio
Valdez describe un choque ritual de cerámicas de Chakipampa del sitio de La Oroya. La creación de
este choque de cerámica sugiere que algún conocimiento de las prácticas rituales wari llegaron con estos
objetos (Valdez 2009c).
El «rompimiento» y deposición de cerámicas fastuosamente decorada ha sido siempre identificada
como una práctica imperial (v.g. Schreiber 1992: 111), y Valdez sugiere que el caché de La Oroya es
evidencia del control imperial de Wari sobre esta región (Valdez 2009c). Sin embargo, el rompimiento
puede reflejar la adopción de la ideología religiosa de los Wari que estaba relacionada, no solo con el
rompimiento de las cerámicas, pero también con un conjunto de prácticas desarrolladas, que involucra-
ba fiestas, veneración de ancestros, y la reverencia de deidades personales (Isbell 2008: 738-739). Pero,
el «rompimiento» de La Oroya parece haber mantenido las prácticas preexistentes en Acarí de los objetos
extranjeros seleccionados y las prácticas para legitimar ciertas posiciones de elite. La quema asociada con
la ruptura, parecen haber sido un agregado local a las prácticas wari, y la mezcla del estilo de las mercan-
cías de Cajamarca en el caché puede representar una tentativa de matar dos pájaros de un tiro (Valdez
2009c: 200-202): los líderes podrían haber señalado sus vínculos con distintas partes del Perú, mientras
se aferraban, al mismo tiempo, a las prácticas religiosas wari.
Cuando la influencia ideológica y de estilo Wari llegó en el Horizonte Medio Temprano a Suijas,
Camana y el valle de Majes, ya había sido canalizada a través de los entornos de Nazca y de Acarí, mar-
cando desigualdad y violencia. Las calladas diferencias sociales del Periodo Intermediario Temprano se

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Figura 5. Una cuchara de estilo Okros y un cuenco de estilo Loro encontrados en la cueva mortuoria de La Real (Foto: Justin
Jennings).

erosionaron rápidamente con la competencia entre las elites emergentes para conseguir estatus, usando
una mezcla de violencia, fiestas, objetos exóticos y la adopción de religiones de otros vecinos del norte.
La investigación bioarqueológica de Tiffany Tung, en el valle de Majes, reveló un alto nivel de trauma
craneano durante este periodo. En el pueblo de Beringa, 33% de los cráneos de adultos tenían una
herida en la cabeza y un número similar fue encontrado en La Real (31%) (Tung 2007a: 947). Las
siete cabezas trofeo de estilo Nasca (con un hueco en la frente del cráneo, en vez, del hueco en la parte
superior, como era visto en las cabezas trofeo de estilo Wari de Ayacucho [Tung 2008]), del contexto
del Horizonte Medio Temprano en La Real, destaca la relación entre los niveles crecientes de violencia
y una mayor interacción con la costa sur. Los traumas craneanos no era siempre fatales, y parecen haber
sido causados por una mezcla de asaltos, rituales de guerra y resolución de conflictos (Tung 2007a: 952).
Otro tipo de estrategia de poder que las elites perseguían puede haber sido el patrocinio de fiestas.
Casi toda la cerámica policromada del Horizonte Medio son conjuntos de platos, escudillas, y cuencos
para servir comida y bebida (Owen 2007). Según Robin Goldstein, en el cuidado en la decoración de
los cuencos y escudillas destaca «el importante papel de visualización al servir comidas y las bebidas»
(Goldstein 2010: 151). Ciertos motivos reflejan una sinergia de iconografía local, regional y Wari. Los
platos, cuencos, y escudillas en La Real y en Beringa sugieren que las vasijas eran, a veces, atesoradas y
usadas en múltiples ocasiones (Goldstein 2010: 151). La carga simbólica de los platos hondos sugiere su
uso público, pero no se conoce nada sobre el contexto en que estos eran usados. De la misma manera,
solo se puede adivinar qué era lo que llevaban dentro. Una posibilidad es la chicha de molle, una bebida
reservada para el consumo de la elite wari en Cerro Baúl (Goldstein et al. 2009). Ya que las semillas de
Schinus molle son encontradas en grandes cantidades en una variedad de contextos en Beringa y La Real,
parecería que el acceso a esta bebida no era restringida de la misma manera en Arequipa (Tung 2007b:
260; Goldstein 2010: 137; Muñoz Rojas 2012: 186).
Las elites emergentes también parecen haber seguido el ejemplo de Acarí en legitimar el poder a
través del contacto a larga distancia. Nuestro mejor sentido de esto viene de las excavaciones de una
cámara subterránea en La Real, llena de fardos funerarios fragmentados. Los textiles de plumas, las
placas de oro y plata y las tablillas de madera tabaco sugieren que muchos que estaban enterrados ahí
eran de status de elite, y algunos de los objetos que los acompañaban destacan los contactos de larga
distancia que estaban a su disposición (Yépez Álvarez 2012b.). En particular, están los pájaros encon-
trados en la cámara (Ugarte-Lewis y Yépez Álvarez 2012). Los guacamayos rojo y verde, guacamayos
azul y amarillo, loros, un cóndor, una lechuza y un águila ratonera de pecho negro, documentados
en la cámara, fueron pájaros que no eran típicamente consumidos, y parece representar un esfuerzo
consciente de obtener animales de una gran variedad de entornos. Ya que las uñas del águila estaban

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Figura 6. Ruecas del Horizonte Medio Tardío de La Real (Foto: Justin Jennings).

cortadas, es posible que algunos de los pájaros de La Real fueran mascotas, prueba fehaciente de rela-
ciones con lugares exóticos.
Las luchas de poder en la costa de Arequipa estuvieron envueltas dentro de una ideología importada
Wari, que fue una vez más, adaptada a las condiciones locales. Sin las posiciones de elite preexistentes
que se habían desarrollado durante el Periodo Intermedio Temprano en Nazca y Acarí, es necesario tener
un ejemplo más consistente en los valles de la costa de Arequipa con el fin de justificar las posiciones
recién conquistadas en la elite. Las diferencias de estatus fueron naturalizadas dentro del panteón de la
religión de los wari (Cook 1994), por lo tanto, el estilo puede haber sido atractivo para las elites emer-
gentes de Arequipa. La iconografía wari estaba bien representada en los platos hondos localmente he-
chos usados en fiestas y muchos de los objetos extranjeros traídos al valle eran del estilo Wari. Tal como
en Acarí, las practicas rituales wari fueron transformadas en los escenarios locales. Las cerámicas eran
ritualmente rotas en La Real, por ejemplo, pero esta acción estaba integrada en una práctica distintiva
en donde las momias eran también abiertas y su contenido dispersado, mientras ofrendas quemadas
estaban siendo hechas.

3.3. El Horizonte Medio Tardío

La agitación social que afectó a la costa de Arequipa durante el Horizonte Medio Temprano puede haber
disminuido durante el Horizonte Medio Tardío, ya que líderes mejor establecidos se volvieron hacia la
organización de una economía regional que envolvía la sierra de Arequipa. Nuestra información sobre
este periodo en la costa esta largamente limitada a una estructura funeraria excavada en La Real. En
contraste con la cueva del sitio, del Horizonte Medio Temprano, no habían cabezas trofeo en el con-
texto y había menos evidencia de traumas craneanos (Tung 2012). La disminución de violencia estaba

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Figure 7. Una ofrenda de cerámica de la Tumba 4 en Tenahaha, en el valle de Cotahuasi (Foto: Justin Jennings).

relacionada con lo que parece haber sido la disminución en la adquisión de bienes exóticos —no existen
pájaros en el contexto del Horizonte Medio Tardío en La Real, existen menos ejemplos aun de estilos
artísticos híbridos e importaciones mucho menos de la costa central y del sur—. Las posibles importa-
ciones encontradas son sobre todo cerámicas del Colca, Chuquibamba, Cotahuasi y otros valles de la
sierra cerca de Arequipa (Huamán López et al. e.p.).
El cambio en las variedades de cerámica de La Real refleja un mayor compromiso con la sierra de
Arequipa y se manifiesta de los datos de obsidiana de la región que muestran una mayor dependencia en
las fuentes locales de Arequipa durante el Horizonte Medio Tardío (Williams et al. 2010). Estos datos
se ven apoyados por análisis XRF de los siete artefactos de obsidiana encontrados en los dos contextos
excavados en La Real (Glascock 2012). La obsidiana del Horizonte Medio Temprano vino de tres fuen-
tes del centro y del sur del Perú —Quispisispa (Ayacucho), Chivay (Colca) y Alca (Cotahuasi)—. Sin
embargo, en la segunda parte del Periodo Horizonte Medio, las obsidianas de los contextos venían solo
de Alca, la fuente que era más cercana geográficamente a La Real.
Otra pista de la creación de una economía regional estable durante el Horizonte Medio Tardío se ve en
los datos de las ruecas de La Real (Goldstein 2010: 230-232; Goldstein y Yépez Álvarez 2012). Quinientas
setenta y siete ruecas fueron encontradas y muchas de estas estaban directamente asociadas con fibras de
algodón (Fig. 6). Las ruecas se hacen significantemente más chicas y livianas durante el Horizonte Medio
Tardío, sugiriendo que se estaban procesando hilos más finos. Esta evidencia, cuando es combinada con el
aumento de decoración en las ruecas, sugiere un «cambio marcado en la importancia cultural que es hilar»
durante el Horizonte Medio Tardío (Goldstein 2010: 232). Este énfasis en la creación de textiles representa
una especialización regional, ya que muy pocas o ninguna rueca fueron encontradas en las excavaciones de
Cotahuasi y Chuquibamba (Goldstein 2010: 233; Jennings et al. e.p.).
La creación de una economía regional en el Horizonte Medio Tardío empujó hacia la sierra, las ideas
y productos que se había enraizado en la costa durante el Horizonte Medio Temprano. Veinticinco fechas
de radiocarbono de la sierra de Arequipa confirman la significante influencia wari ocurrida primeramente
en esta parte del departamento durante el siglo IX y después continuó al menos hasta el siglo XI (Tabla 1).
Esta información está apoyada más aún, por las relaciones de estilo cerámicos en esta zona, con el estilo
Viñaque de Wari del Horizonte Medio Tardío (Owens 2007: 320; Goldstein 2010: 235-240; Huamán
López et al. e.p.). Los estilos de la sierra del Horizonte Medio son adaptaciones locales del estilo Viñaque

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Figure 8. Una ofrenda de cerámica de la Tumba 4 en Tenahaha, en el valle de Cotahuasi (Foto: Justin Jennings).

que, basado en la frecuencia de diferentes motivos, parecen haber sido derivados de relaciones con el estilo
de la costa de Arequipa, en vez de la de Huari o sus colonias (Fig. 7) (Goldstein 2010: 235-240).
La única anomalía con relación a la data de la influencia wari en el Horizonte Medio Tardío es un
grupo de tres fechas de radiocarbono obtenidas de una terraza cerca del sitio de Chijra, en el valle del
Colca, tomadas con el fin de actualizar la fecha en que fueron introducidas las terrazas agrícolas al valle,
las muestras de cada uno proporcionó las fechas en el siglo VI (Malpass y de la Vera Cruz 1990: 54). Sin
embargo, estas fechas pueden ser cuestionadas por varias razones. Son anteriores a todas las asociadas
con cerámicas wari en otras partes de Arequipa (y, de hecho, en el resto del Perú). Aun más importante
es la pobre asociación entre la cerámica y las muestras de carbón —el cultivo de la terraza resultó en
una mezcla de cerámica de diferentes periodos dentro de los mismos niveles— (Malpass y de la Vera
Cruz 1990: 52). Finalmente, el estilo de la cerámica en Chijra esta derivado de estilos Wari que datan
tres siglos más tarde en Cotahuasi y Chuquibamba (Goldstein 2010: 210; Huamán López et al. e.p.).
Las fechas de Chijra son, infelizmente, las únicas fechas de radiocarbono que tenemos del valle. Hasta
que contextos más seguros del Horizonte Medio sean datados, sugiero que el predominio de evidencia
indica que el valle del Colca, como el resto de la sierra de Arequipa, estuvo bajo la influencia wari en el
siglo IX.
Los datos sobre asentamiento en la sierra de Arequipa muestran la penetrante influencia wari sobre
la cultura material durante el Horizonte Medio Tardío, estuvo correlacionada con el surgimiento de po-
blaciones y el aumento en la diferencia de estatus (Doutriaux 2004: 220; Wernke 2003: 167; Jennings
2006b: 359-360; Goldstein 2010: 211). Las huellas de la economía regional que une la costa con la
sierra son más difíciles de rastrear en la sierra, pero la primera evidencia en Cotahuasi de importación
de algodón se encuentra durante este periodo. Esto está relacionado con un aumento en la exportación
de obsidianas de Alca y la primera evidencia para la extracción de sal de roca y cobre (Jennings 2006b:
353-354). La exportación de obsidiana de Chivay en el valle del Colca también aumentó durante este
periodo, aunque la mayoría del material era probablemente transportado través de la sierra a sitios en la
cuenca del lago Titicaca (Tripcevich y Yépez Álvarez 2009).
La agitación social en la sierra parece haber sido menos destructiva que aquellas que habían barrido
anteriormente la costa ya que la afluencia de nuevas ideas y productos no dio lugar al mismo grado de

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diferencia de estatus. El acceso a la sierra de bienes exóticos fueron mucho más limitados y, si Tenahaha
en el valle de Cotahuasi nos puede servir de ejemplo, el status estaba marcado sutilmente por un ocasio-
nal pendiente de Spondylus o de cuentas de piedra azul (Fig. 8) (Yépez Álvarez et al. e.p.). La población
funeraria de Tenahaha también muestra muy poca violencia (traumas craneanos son encontrados en
solo 1,2% de la población) (Kellner et al. e.p.). Esta información sugiere tentativamente que existían
menos vías posibles para lograr estatus en la sierra, y por lo tanto, hubo cambios menos radicales en la
estructura social. En ciertos lugares, las crecientes diferencias sociales darían lugar a la creación de cen-
tros en competencia (v.g. Doutriaux 2004: 220), pero en otras partes, los espacios para rituales parecían
haber sido usados para contraatacar con éxito las tendencias hacia una mayor fragmentación política
(Wernke 2003: 158-162; Jennings e.p.).

4. Reevaluando el Horizonte Medio en Arequipa

Para entender las dinámicas del Horizonte Medio, los arqueólogos necesitan deshacer el significado del
término «Wari». La palabra «Wari» es a veces usada como un estilo de arte, como una religión, como un
grupo étnico o como un gobierno, y para enturbiar más aún el término nos referimos a Wari en tercera
persona (v.g., Broodbank 2004 para el mundo Minoico, ver Knappett, este número). Por ejemplo, el
sugerir que los wari desempeñaron un gran papel en el Horizonte Medio parece ser una afirmación per-
fectamente razonable, pero esta declaración tiene un significado totalmente diferente dependiendo de
cómo uno define «Wari» en la oración. ¿Nos estamos refiriendo a la gran emulación del estilo artístico
wari, el impacto de las creencias religiosas wari, o quizás, la subyugación por un Imperio wari? En Are-
quipa, los arqueólogos están de acuerdo que el estilo de la cerámica y de los textiles wari se encuentra en
muchos lugares, pero ¿Cómo es que la producción, el intercambio y el uso de estos objetos se relacionan
con la organización y la expansión del Estado wari?
Los arqueólogos en los Andes y otros lugares han estado, a veces, muy dispuestos a igualar la difu-
sión de un estilo de arte con la expansión de un imperio. Existe evidencia irrefutable para un Estado
wari en la sierra central del Perú y para instalaciones estatales, como Pikillacta y Cerro Baúl, que fueron
establecidas en otras regiones. Sin embargo, la información de Arequipa y otros lugares demuestra que
estas instalaciones eran pocas y distantes entre sí. Existe poca o ninguna evidencia para sugerir que las
personas que vivieron en estos centros Wari controlaban mas allá de las actividades de su entorno inme-
diato (sin embargo, véase Schreiber, este número, para una visión diferente de los datos del Horizonte
Medio). En definitiva, parece ser que un Imperio wari extenso y extractivo, similar al Imperio inca,
nunca existió.
Sin embargo, argumentar en contra de un Imperio wari parecido al de los incas, es no negar la posi-
bilidad de otros tipos de imperialismo Wari (Earle y Jennings, este número; Isbell 2010). La falta de in-
fraestructura imperial en Arequipa es reconocida cada vez más por los arqueólogos y unos pocos autores
ahora argumentan que el control Wari sobre la región era más indirecto y efímero que como lo habían
imaginado los anteriores académicos (v.g. Goldstein 2010; Tung y Owen 2006; Tung 2012; también ver
Earle y Jennings, este número). A pesar de que esta visión más suave de imperio es un mejor ajuste con
la información disponible de Arequipa, yo me mantengo escéptico, ya que no veo claros vínculos entre
la región, las colonias Wari y/o el estado núcleo wari en Ayacucho. Puede que existieron estos vínculos
imperiales, pero necesitan ser cuidadosamente enumerados y no asumidos.
El escenario alternativo ofrecido en este capítulo proporciona lo que creo corresponde mejor a los
datos disponibles de Arequipa durante el Horizonte Medio. Sugiero que la influencia wari parece haber
llegado en el siglo VII, vía las antiguas conexiones de Arequipa con la cultura Nasca. El establecimiento
de la colonia Huari de Pacheco fue probablemente lo que desencadenó que los aldeanos locales huyeran
hacia el sur. Aunque en el mejor de los casos, estos fueron ambivalentes a los colonos Huari, estos mi-
grantes acogieron algunas de las ideas Wari y se aprovecharon de las redes de extenso intercambio de la
época para obtener un amplio alcance de bienes y tecnologías. Una posición central en este escenario, ya
que habían sido fuertemente influenciados por los nasca y parecían haber estado en el punto de partida
de una ola Wari, cargada de exotismo e ideas en el resto de Arequipa.

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Este paquete de Wari-Nasca-Acarí (el ingrediente más importante en este paquete puede haber sido
el concepto de elites), llevó al aumento de la población, diferencia de estatus más pronunciadas y au-
mento de violencia en la costa de Arequipa durante los primeros siglos del Horizonte Medio. Después
de que nuevas estructuras políticas se desarrollaron endógenamente doscientos años más tarde, los líde-
res buscaron estabilizar estas estructuras mediante la organización de una economía regional basada en
el intercambio de productos de la costa y de la sierra. El establecimiento de esta economía hacia el siglo
IX llevó a un espasmo social similar que es correlacionado con la expansión de la influencia de estilo
Wari en la sierra. Sin embargo, las diferencias de estatus que emergieron fueron más sutiles en la sierra
y eran logradas, a menudo, con mucho menos derramamiento de sangre.
El Horizonte Medio fue una época dinámica y compleja en la prehistoria Andina que está marcada
por la expansión de la influencia wari, interacciones crecientes, y cambios sociales significativos. Para
muchos arqueólogos, la expansión del Imperio wari causó muchos de los cambios que ocurrieron a
través la subyugación de la región. A pesar de que un tipo de expansión imperial durante el Horizonte
Medio sigue siendo posible, este capítulo plantea en cambio la posibilidad de que otros procesos sociales
llevaron al impulso de la cultura material e ideas wari a través del paisaje de Arequipa. La expansión de
estados puede resultar en una amplia variedad de enredos que ocurren a menudo mucho más allá de la
esfera de control estatal (v.g. Dietler 2010). En nuestra lucha por comprender un conjunto de datos cre-
ciente, los académicos del Horizonte Medio necesitan considerar las posibilidades de un amplio alcance
de posibles procesos sociales, económicos y políticos.

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BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 189-207 / ISSN 1029-2004

IMPERIALISMO EN EL HORIZONTE MEDIO:


UNA REEVALUACIÓN DEL PARADIGMA CLÁSICO,
CUZCO, PERÚ

Mary Glowacki a

Resumen

Por todo el antiguo Perú, el Horizonte Medio tradicionalmente ha sido caracterizado por la presencia o influencia del Imperio
wari. Con la exploración reciente de áreas hasta hace poco desconocidas, esta perspectiva está considerada anticuada y sin valor.
Aunque mucha gente del Horizonte Medio pudo no haber estado bajo el control administrativo de los wari, otra gente si lo estaba
y esta diferencia, la cual existía por todas las regiones, representaba el sistema imperialista. Habiendo dicho esto, las investigaciones
sobre el Horizonte Medio en Cuzco ofrecen una oportunidad única para estudiar una región bajo el control administrativo directo
de los wari. Investigaciones en los sitios arqueológicos wari en Cuzco muestran que esta región ha estado no solo controlada estric-
tamente por el gobierno de la capital wari, sino que también fue un control que duró por más que dos siglos. Este capítulo revisa
la evidencia del intercambio que hubo entre los wari del Cuzco y la gente de otras regiones, para poder llegar a un entendimiento
de la naturaleza de este control. También se considera cómo Cuzco funcionaba y la influencia del imperio.

Palabras clave: Wari, Cuzco, imperio, Horizonte Medio, Perú.

Abstract

IMPERIALISM IN THE MIDDLE HORIZON:


A REPRISAL OF THE CLASSIC PARADIGM, CUZCO, PERU

Traditionally, the Middle Horizon has been characterized by the presence or influence of Wari imperialism throughout ancient
Peru. With lesser known areas of the Andes now being explored, this view is considered somewhat passé, monolithic, and lacking
heuristic value. Although many Middle Horizon peoples may not have fallen under the rubric of direct Wari control, others
certainly did, and it is this variability in degrees of administrative control across regions that is considered a classic hallmark of
imperialism. With that said, Middle Horizon research in Cuzco offers a unique opportunity to study a Wari region that was
under direct imperial control. Archaeological investigations of Wari Cuzco sites show that this region was not only tightly ad-
ministered by the Wari heartland, but also that the control that the Wari imposed upon it endured for more than two centuries.
This chapter reviews evidence for exchange between the Cuzco Wari and people in other regions towards an understanding of its
highly controlled nature. It considers how Cuzco was run and why it was so important to the empire as a whole.

Keywords: Wari, Cuzco, empire, Middle Horizon, Peru.

1. Introducción

En el antiguo Perú, tradicionalmente el Horizonte Medio se caracterizó por la presencia e influencia


Wari imperialista. Sin embargo, ahora que se están conduciendo estudios en áreas menos conocidas, este

a
Florida Bureau of Archaeological Research.
Dirección postal: 1001 De Soto Park Drive, Tallahassee, Florida 3230.
Correo electrónico: Mary.Glowacki@dos.myflorida.com
190 MARY GLOWACKI

punto de vista resulta arcaico, monolítico y heurístico. Aunque muchas de las poblaciones del Horizonte
Medio no vivieron directamente bajo el control directo de Wari, otras ciertamente sí lo estuvieron y
es esta variabilidad en los grados de control administrativo a través de las regiones, lo que se considera
el modelo clásico del imperialismo. Ciertamente, es necesario considerar todos los sistemas políticos
regionales y sus relaciones entre sí, en un esfuerzo por entender el paisaje político de esta época. A pesar
del progreso obtenido hasta ahora queda mucho que aprender sobre las relaciones de otras regiones con
la cultura Wari y el efecto positivo o negativo que tenían estas relaciones en la agenda Wari.
Dicho esto, las investigaciones llevadas a cabo en Cuzco sobre el Horizonte Medio, representan una
oportunidad única para estudiar la administración que refleja totalmente la política del imperialismo
wari y que duró más de dos siglos. Lo que resulta muy interesante es que Cuzco, que es una provincia
muy grande, haya tenido tan poco contacto con otras regiones de los Andes, siendo la única excepción
los habitantes de la región de Ayacucho. Este capítulo estudia la evidencia del intercambio Wari con
otras sociedades, con el propósito de entender la naturaleza de su control. Investigamos también el
sistema administrativo de Cuzco y la importancia que su política ejerció sobre el imperio en general.
2. Identificando la región Wari en Cuzco
La sierra sur en la región de Cuzco (Fig. 1) fue el centro provincial de Wari con vínculos muy estre-
chos con la capital wari de la sierra central. Esta caracterización se basa en la cultura material altamente
estandarizada hallada en los sitios wari de Cuzco, principalmente cerámica y arquitectura, y su compa-
ración con aquella de Wari en Ayacucho (McEwan 1984, 2005; Glowacki 1996, 2005). Esta relación
es evidente también por las grandes inversiones hechas en esta provincia del sur, el gran número de
habitantes en la región de Huaro y el monumental complejo de Pikillacta (Glowacki y McEwan 2001;
McEwan 2005).
El complejo de Huaro cubre aproximadamente nueve hectáreas y está compuesto por sectores de
arquitectura formal, registrados como más de una docena de sitios arqueológicos separados. Varios de
estos sitios que han sido estudiados muestran distintos componentes funcionales que representan secto-
res administrativos, residenciales, religiosos y funerarios. Este asentamiento pudo haber estado definido
por un plano de planta cuadricular, aunque la comunidad actual de Huaro no permite observar eviden-
cia alguna de esto. Al presente, existe evidencia de un crecimiento que pudo haber ocurrido a principios
de la colonización wari, siendo considerado este sitio como la sede donde se asentó el poder y desde el
cual se planificó la construcción de Pikillacta (Glowacki y McEwan 2001).
Pikillacta cubre un área de dos kilómetros cuadrados y fue construido de acuerdo a un plan basado
en un mapa cuadriculado, típico de los complejos provinciales de Wari. Este complejo contenía más de
700 estructuras y se estima que era el modelo típico de las colonias de Wari. Después de Huari, Piki-
llacta representa uno de los más grandes centros de esta cultura. Algunos de sus edificios tuvieron hasta
tres pisos de alto y se calcula que se utilizaron alrededor de seis millones de horas en su construcción
(McEwan 2005: 81). Pikillacta sin duda alguna dominaba el paisaje. Hay varios sitios más que se asocian
a Pikillacta y que se localizan en sus alrededores. La prospección y excavaciones de prueba de Gordon
McEwan (1984: 171-178, 205-206), conducidas en 1979 y 1982, identificaron los sitios principales
que forman lo que él denomina el «Gran Pikillacta». Estos más de 16 sitios, representan componentes
administrativos, residenciales, defensivos y religiosos, exhibiendo muchos de ellos los restos de estruc-
turas arquitectónicas mayores conectadas a caminos y sistemas de irrigación (McEwan 1984:12-54).
Uno de estos sitios es Chokepukio, el cual a primera parece un complejo arquitectónico del Periodo
Intermedio Temprano-Horizonte Medio. Las ocupaciones post-Wari de Chokepukio, el más grande de
estos sitios localizados en la Cuenca de Lucre, valle bajo de Cuzco, destruyeron las ocupaciones más
tempranas. Sin embargo, recientes excavaciones han descubierto una posible estructura wari en «D»
(Gibaja 2011), un espacio que se asocia a prácticas ceremoniales y mortuorias (Benavides 1991:62-63;
Gonzalez y Bragayrac 1996; Isbell 1988: 169; Ochatoma y Cabrera 2002; Tung website). La Cuenca de
Lucre que rodea a Pikillacta ofrece la posibilidad de descubrir más detalles respecto a esta colonización.
Como es el caso de muchos otros sitios wari, no solo en Cuzco sino en otras regiones el Perú, la eviden-
cia fue cubierta por otras ocupaciones.

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IMPERIALISMO EN EL HORIZONTE MEDIO... 191

Fig. 1. El mapa de Cuzco que se discute en el texto. No. 1, sitio complejo de Huaro, No. 2, Pikillacta Grande, No. 3, Cuzco,
No. 4, Espíritu Pampa, No. 5, Pomacanchi, No. 6, Raq’chi, No. 7, Ollantaytambo (Foto: Mary Glowacki).

Para reafirmar la teoría de que existe una estructura imperial podemos considerar la arquitectura
de ese periodo en Huaro y Pikillacta. Ambos fueron construidos como el modelo de arquitectura de
esa época sin evidencia de influencia local. En un contexto más formal, sabemos que usaban salones
modulares, pisos y paredes consistentes en su construcción y tratamiento, y un plano cuadrangular para
crear estructuras, lo cual se puede apreciar también en la sierra y otros sitios provinciales (Isbell 1991a:
294-298). Katharina Schreiber (este número) sugiere que este tipo de construcción concuerda con los
centros urbanos wari y que este diseño fue desarrollado y mejorado con el tiempo, como lo reflejan los
complejos Viracochapampa (Topic 1991), Jincamocco (Schreiber 1991), El Palacio (Watanabe, este
número), Pikillacta (McEwan 1991, 2005), y otros complejos mas pequeños como Wari Willka (Shea
1969), Honco Pampa (Isbell 1991b) y Pataraya (Edwards 2010).
Como declara McEwan (1984), este sitio de múltiples colonias como Pikillacta Mayor y Huaro,
representa el modelo urbano que Richard Schaedel describe (1966: 340), el cual se caracteriza por
unidades formal y funcionalmente distintas, como también se han identificado en otras partes del Perú
(véase Isbell y Schreiber 1978; Isbell y McEwan 1991; Schreiber 1992 para una discusión de ejemplos
de estos sitios). Este patrón se puede observar como una jerarquía de diferentes niveles políticos en los
centros urbanos wari a través del Perú (Isbell and Schreiber 1976). Schreiber (este número) describe este
fenómeno como un esfuerzo imperialista temprano, pero no tan fuerte como el de los incas o romanos.
Además de los complejos de Huaro y Pikillacta, la región de Cuzco tiene otras ocupaciones wari.
Según el arqueólogo Brian Bauer (2004: 64-69), quien prospectó mucho del valle del Cuzco y sus
alrededores, hay una presencia wari Época 2 (identificada por cerámica Wamanga) en la cuenca de
Oropesa, inmediatamente al norte de la cuenca de Lucre, donde se localiza Pikillacta. Más al norte,
en la cuenca de Cuzco, hay evidencia también de una presencia o influencia wari tardía (Lyon y Rowe
1978: 2; Torres 1989). Sin embargo, debido a subsecuentes construcciones inca, coloniales y modernas,

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192 MARY GLOWACKI

las cuales han cubierto o destruido ocupaciones tempranas, no tenemos idea de cuan intensa fue la
ocupación en tiempos wari. Sin duda, hubieron sitios que indicaban su influencia wari en esa región.
Los recientes descubrimientos de Vilcabamba, situado a 500 km al noroeste de la ciudad de Cuzco,
posiblemente revelan un centro provincial de los wari, este sitio es conocido como un centro refugio de
la aristocracia cuando los españoles trataban de conquistar a los incas. En las investigaciones conducidas
por el Ministerio de Cultura del Perú en Cuzco, se encontraron nueve tumbas de la nobleza wari, in-
cluyendo una tumba que es referida como el «Señor del Espíritu Pampa». Este personaje fue enterrado
con adornos de oro y plata, incluyendo unas máscaras usadas solamente por la nobleza. Aunque solo se
excavó una pequeña parte del lugar, algunos arqueólogos creen que Espíritu Pampa representa una ocu-
pación wari establecida para obtener recursos de la selva tales como, madera tropical, aves con plumas de
color, pieles de jaguar, frutas,coca y también plata, todo ello encontrado en esta región (Fonseca 2011).
Este descubrimiento documenta la presencia wari, que fue extensiva y cuya inversión en la región fue
llevada a cabo de acuerdo a la riqueza de los recursos que esta área podía producir.
En la extensa región de Cuzco al sur de Huaro nunca se ha realizado una prospección, por lo que
es problemático interpretar la presencia wari en esta región durante el Horizonte Medio. Sin embargo,
existe evidencia que la ocupación más grande de los wari se llevó a cabo en el área de Sicuani, situada
entre Cuzco y Puno. Gran parte de esta evidencia se encuentra probablemente debajo del sitio inca co-
nocido como el Templo de Viracocha en Raq’chi y cerca de Yanamancha (Rowe 1956:144; Emily Dean
1999; Bauer 2004: 64-69, citando las conversaciones personales con Bill Sillar). Los resultados de las
excavaciones en el complejo de K’ullupata en Pomacanchi (San Román 1979), situado aproximadamen-
te a media distancia entre Huaro y Sicuani, y el material recuperado de los sitios cercanos saqueados
en esta misma región (Chávez 1985, 1987), sugieren que la provincia wari del sur se extendió hacia el
límite noroeste de la sociedad de tiwanku. Materiales como cerámica fina y varios tocados de cobre,
parecen ser tempranos (Época 1), a juzgar por sus características estilísticas y su clara asociación con la
elite. Creemos que la expansión temprana de Wari imperialista fue más allá de los límites y control de su
territorio. La influencia de los wari pudo haber ocurrido más allá de la región suroeste del departamento
de Cuzco. En la Provincia de Chumbivilcas, Sergio Chávez (1987: 17) y Lantaron Pfoccori (1988) han
encontrado evidencia de Wari en lugares aislados.

3. El paradigma imperial clásico

Aunque los expertos han notado muchas diferencias entre los primeros imperios, también han encontra-
do mucho en común. Principalmente, estos estados tempranos imponían su disciplina y orden a base de
fuerza militar y utilizaban una jerarquía de tres niveles para conseguir sus objetivos (Adams 1966; Fried
1967; Service 1975; Wright y Johnson 1975). También, ampliaban sus límites geográficos para con-
trolar y manipular otros estados. Los imperios invasores no colindaban necesariamente con las tierras
sino que, algunos estaban a gran distancia de los invadidos. Aunque estos imperios conquistadores eran
generalmente totalitarios, y tomaban control de cada grupo y territorio encontrado (Renfrew 1987)
porque sus intereses eran principalmente económicos, estos no siempre imponían un control directo
sobre todas las sociedades con las que se relacionaban, pero si lo hacían con aquellas que eran clave para
sus necesidades económicas. Schreiber (1992: 5) ha explicado el comportamiento de los imperios de la
época temprana como «un mosaico de niveles diferentes de control». Esta evaluación no refuta o reinter-
preta las cualidades principales de los imperios tempranos. Es solamente una observación que enfatiza
que la políticas expansionistas tempranas eran similares, porque ellas usaban los mismos métodos para
obtener objetivos comunes. Considerando esta definición de imperialismo clásico, se discute a conti-
nuación la naturaleza de la presencia wari en Cuzco.

4. Reforzando los lazos imperiales

Como Schreiber (1992) explica en su libro sobre el imperialismo wari y lo reitera en este volumen,
el Imperio wari estaba organizado en forma de mosaico en los estados bajo su control. Como otros

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Fig. 2. Plano del cementerio de Cotocotuyoc Wari en Cuzco (Foto: Mary Glowacki) (Plano: Nicolasa Arredondo y Louis Tesar).

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Fig. 3. Cerámica de Época 1 del cementerio Cotocotuyoc. A la izquierda arriba, Robles Moqo, a la derecha arriba y fila abajo,
Chakipampa (Fotos: Louis Tesar y Mary Glowacki).

imperios expansionistas de esa época temprana, los wari utilizaban diferentes métodos de control en
sus dominios para lograr sus objetivos. Otros investigadores han planteado un tipo más monolítico de
expansión (por ejemplo, refiérase a Lumbreras 1974:164), donde se explica cómo un régimen despótico
arrasó los Andes, sin embargo, nunca han habido pruebas arqueológicas razonables que apoyen esta
visión. Con esto no queremos decir que no se utilizó la fuerza en la conquista y expansión imperial.
Consideremos el caso del Imperio romano, una de las civilizaciones más importantes en nuestra historia.
Por decreto imperial, Cartago proveía trigo a los ciudadanos romanos utilizando métodos de conquista
y ocupación del gobierno imperial para asegurar que los ciudadanos tuviesen el pan diario. Sin embargo
Roma fue menos estricta con otras posesiones que contribuían poco a la riqueza de su economía. Brita-
nia ilustra este punto (Dudley 1985).
A juzgar por su conformidad, tamaño y grado de ocupación, la región wari en la sierra sur estuvo
bajo el control inmediato del gobierno imperial (Doyle 1986; Schreiber 1991). En el caso de los valles
de Cuzco y Huaro, los complejos Huaro y Pikillacta demuestran que hubo que organizar un sistema
imperial en lugares donde el gobierno local era insuficiente. Esto requirió la construcción de un com-
plejo administrativo, muy costoso en recursos humanos y materiales, lo cual indica la importancia de la
región Cuzco. Es desde esta perspectiva de donde procedo a discutir la naturaleza del intercambio entre
los wari del Cuzco y otras regiones.
La primera ocupación wari en la sierra sur fue la de Huaro. Los datos obtenidos están basados en los
artefactos, que sirven para indicar claramente el contacto directo con Ayacucho. Un ejemplo excelente
esta en el cementerio real de Huaro. El cementerio se encuentra en el sitio Cotocotuyoc que está situado
al norte de la Montaña Viracocha. Este cementerio contenía por lo menos cincuenta restos humanos
(Fig. 2). Los artefactos cerámicos fueron los más numerosos, muchos de ellos pertenecen al periodo clá-
sico Wari (Época 1), estilo Chakipampa. También se encontraron fragmentos Okros, Cerámica Negra
y Robles Moqo (Fig. 3). En menos cantidad, se obtuvieron artefactos de cerámica local denominada
Q’otakalli, y un número pequeño de objetos del cerámica temprana formativa de Cuzco, que se cree

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Fig. 4. Ejemplos de artefactos hechos de Spondylus (arriba a la izquierda), obsidiana (arriba al derecho), y cobre (abajo)
(Fotos: Louis Tesar y Mary Glowacki).

fueron descubiertos en los alrededores del cementerio y considerados como ofrendas oportunistas. Sin
embargo, no se descubrieron ejemplos foráneos pertenecientes a otras sociedades.
Es tentador asumir que la elite enterrada en el cementerio de Cotocotuyoc representa algunos de
los fundadores de Huaro porque estas eran tumbas que contenían objetos Wari de gran calidad, indu-
dablemente objetos de calidad imperial. Aunque quizás traídas de Ayacucho, la mayoría fue fabricada
localmente y reflejan la artesanía wari clásico.
Si consideramos el sitio de Qoripata, el centro administrativo de Huaro, localizado en el piso del
valle, se observa un patrón similar. Mientras que cerámica tardía Wari (Época 2) fue introducida a la
región, tal como se ha documentado en Qoripata, no se ha hallado ninguna cerámica de otras regio-
nes de esa misma época. En Qoripata, aunque los estilos cerámicos Wari clásicos dominan la muestra,
también se incluyen algunas reliquias. Este es el caso de un cántaro grande, quizás para tomar chicha,
adornado con un rostro humano, que fue hallado al mismo tiempo que otras vasijas para beber asociadas
con las Épocas 1 y 2 (Glowacki 2002:275-276, 278-279.) El cántaro grande representa una mezcla de
las características wari y nasca en forma de un difunto a lo mejor un ancestro. La presencia de cerámica
con rasgos nasca sugiere que fue en el sur del Perú donde se originaron ciertas creencias y prácticas wari.
Creo que el mensaje del cántaro es obvio: «Nosotros, los Wari de Cuzco, rastreamos nuestros ancestros
en Ayacucho y en aquellos de la costa sur que influenciaron nuestra cultura».
El conjunto cerámico del sitio Pikillacta también indica que había poco contacto con otras culturas
en esa región. La colección, encontrada principalmente en depósitos de basura de este sitio, estuvo do-
minada por cerámica wari, identificada como del estilo Okros. Los fechados radiocarbónicos determinan
que el estilo Okros se usó durante las Épocas 1, 2 y posiblemente más tarde (Glowacki 2005:117-120).
La escasa presencia de la cerámica Chakipampa indica que el sitio Pikillacta fue establecido después de
Huaro. Aunque se han reportado pocos ejemplos de cerámica de estilo Viñaque de la Época 2, parece
que el estilo Wamanga lo reemplaza, aunque comparado con la cerámica Okros, su representación es
menor También se halló un pequeño porcentaje de cerámica q’otakalli. Sin embargo, a excepción de
fragmentos Nasca y Cajamarca, no se encontraron cerámicas de otras regiones. Aunque estos datos son
interesantes, son de poco valor estadísticos. El mayor número de la cerámica de Pikillacta es de estilo

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clásico Wari, con muy pocos ejemplos de otras regiones (Glowacki 1996: 133-257, 2005: 102-108).
En suma, la evidencia cerámica indica que durante el periodo de ocupación de Huaro y Pikillacta, había
poco contacto entre los wari y otros grupos políticos contemporáneos. O por lo menos, no utilizaban
las cerámicas de otras regiones.

5. Casos exóticos

La uniformidad del material cultural en el centro wari de Ayacucho, y sitios wari provinciales, no
significa que bienes exóticos, traídos de tierras distantes, no hayan sido encontrados en cantidades
significativas en sitios de Wari en Cuzco. En ambos lugares, Huaro y Pikillacta, se han encontrado mu-
chos objetos fabricados con materiales foráneos. Estos están representados generalmente por Spondylus,
obsidiana, cobre y bronce, que eran mayormente usados para rituales en ceremonias. La obsidiana se
usaba también para fabricar armas y herramientas. Además, el Spondylus, cobre y bronce eran usados
para la manufactura de adornos personales, incluyendo cuentas, pendientes, figuras y broches conocidos
por los Incas como tupus (Rowe 1946: 235; McEwan 1984: 122, 124, 125, 2005:62; Glowacki 2002:
279-281) (Fig. 4).

5.1. Spondylus, obsidiana, y cobre

El Spondylus se origina en la zona litoral de la costa del Ecuador y zonas litorales al norte, fue obte-
nido a través de una red de intercambios comerciales y distribuidos a través de los Andes en la época
pre-colombina (Rostworowski de Diez Canseco 1970, 1975; Hocquenghem 1993; Paulsen 1994). La
pregunta de interés para este artículo es: ¿Cómo se consiguieron y cómo fueron transportados los ma-
teriales hasta la sierra sur durante el Horizonte Medio? Sabemos que la sociedad Chincha, situada en la
Costa Central gobernada por los incas, fue la mediadora en la venta de Spondylus (Rostworowski 1970).
¿Había un sistema similar usado por los wari? Castillo et al. (este número) explica que hay evidencia
de la presencia wari en el territorio de los mochica de Jequetepeque. Él añade que la presencia de los
aristócratas wari en esa región, sin tener contacto con otras sociedades en el territorio Moche en el sur,
indica que hubo una estrecha relación entre las dos culturas. Mi interpretación acerca de esta relación es
que tal vez el Mochica Tardío del norte facilitaba a los wari el acceso al Spondylus en la costa del norte.
Los wari habrían usado sus conocimientos de economía, política y religión para establecer relaciones
amistosas que permitían el acceso a sus recursos naturales. En este caso, los wari habrían establecido esta
relación por la necesidad de obtener Spondylus.
Por otra parte, el acceso al Spondylus parece haber estado facilitado por la sociedad de Cajamarca.
Esta idea se apoya en el hecho de que las excavaciones en sitio San José de Moro, en el valle de Jeque-
tepeque por Castillo (este número), se ha encontrado cerámica de Wari y cerámica parecida a la wari
junto a cerámica de Cajamarca. Además en la región de Cuzco, en los sitios de Pikillacta y Huaro, se han
excavado ejemplos de cerámica cajamarca y cerámica parecida a Cajamarca, no en gran cantidad, pero
lo suficiente para establecer la conexión entre las dos culturas e indicar la fuente de importación. Se cree
que el Spondylus llego a Cuzco con algunos objetos hechos en Cajamarca que servían para establecer su
origen. Es interesante notar que no existe ningún ejemplo de cerámica que fechara del Periodo Mochica
Tardío, o evidencia de la influencia de aquellos estilos en los sitios arqueológicos wari de Cuzco. La gran
cuestión es: ¿Qué recibieron a cambio los mochicas y cajamarquinos?
Creo que el Spondylus fue adquirido en Ayacucho y distribuido en Cuzco o de otra manera se hu-
biese encontrado evidencia de relaciones comerciales de intercambio. Si Cuzco negociaba directamente
con otras regiones del norte, se hubiesen encontrado artefactos intercambiados con las diferentes cul-
turas. Sin embargo, en Huaro y Pikillacta no se ha encontrado amplia evidencia de un intercambio,
a excepción de Spondylus. Sabemos por medios analíticos usando Análisis de Instrumento Activación
Neutrónica (Montoya et al. 2003), que el pequeño porcentaje de cerámica Wari encontrada en Cuzco
fue producida en el centro de esta región y transportada a otras aéreas de Wari con objeto de copiar

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correctamente su diseño, forma y color. Me parece que los wari administraban la importación y uso del
Spondylus como administraban la producción e intercambio de cerámica.
La obsidiana de los wari en Cuzco fue obtenida desde la región central de Arequipa y la región An-
dahuylas de Apurimac. La obsidiana que vino de Arequipa fue recibida en Cuzco antes del Horizonte
Medio, mientras que la de Andahuaylas fue encontrada solamente durante la ocupación wari en Cuzco,
sin embargo, se considera a la obsidiana de Ayacucho como el tipo principal (Burger et al. 2000: 329-
334). El cobre se supone que fue extraído de la parte sur de Perú. ¿Fueron los comerciantes itinerantes
o alianzas comerciales que permitían intercambios con los wari de Cuzco? El establecimiento wari en
Moquegua, localizado en el centro ceremonial de Cerro Baúl en el Sur de Perú, pudo haberse estable-
cido para llevar a cabo el intercambio de recursos naturales y de otros materiales al centro del gobierno
wari. Puede ser que este se hubiese determinado como centro de distribución entre Cuzco, Moquegua
y Arequipa parar facilitar el transporte de la carga. Es interesante que Cerro Baúl también recibía la
mayoría de su obsidiana desde el mismo lugar en Arequipa (Alca) que también servía a la región de
Cuzco (Burger et al. 2000: 333-334). Sin embargo los depósitos de obsidiana cubrían una extensión de
200 kilómetros cuadrados, lo cual haría difícil limitar su acceso a un solo grupo, por lo que se cree que
era usada comunalmente (Jennings y Glascock 2002 y este número). Justin Jennings (2006: 353-354 y
este número) indica que durante el Horizonte Medio la adquisición de la obsidiana fue iniciada por los
habitantes de Cotahuasi en la parte central de Arequipa, al mismo tiempo que se adquiría el cobre en
la parte sur de Perú, y también el algodón desde la costa. Aunque la explicación de estos movimientos
no es muy clara, sabemos que durante el Medio Horizonte hubo un gran intercambio interregional de
materiales en el cual participaban los wari.
Una vez más me atrevo asegurar que todos los materiales en forma natural y como artefactos pasaban
por Ayacucho, donde la mercancía se recibía para ser distribuida en Cuzco y otras provincias, lo que es
evidencia del control directo que ejercían los wari. Además, no se han identificado artefactos producidos
en el sur de Perú, como los de Spondylus desde la costa del norte de Perú y de Ecuador, lo que indica que
hubo un intercambio directo y continuo con Cuzco.
Aunque los materiales exóticos pertenecen a la fase temprana y media de ocupación wari en Cuzco,
su presencia escasea a medida que el control de los wari va terminado en la región. En el cementerio
de Huaro en el sitio wari de Batan Urqu, se encuentran poca o ninguna ofrenda exótica en sus tumbas,
indicando la transición del Estado wari a la organización que le siguió a estos (Zapata 1997). En el sitio
de Cotocotuyoc, situado al otro lado del valle de Huaro, desde Batan Urqu, la ocupación tardía también
indica la ausencia de materiales exóticos. Esto pudo deberse a que el control wari de intercambio de
materiales cesó durante los últimos años del Imperio. Jane Stone (1983) explica que esto fue lo que lo
que pasó entre los wari en Ayacucho. La materia prima lítica que era muy abundante en la época de auge
de los wari, tuvo que ser reutilizada cuando la capital empezó a declinar.

6. Especulando sobre los artículos no conservados

No debemos olvidar que hay datos muy elusivos que no se conservan lo suficiente como para ser fiel-
mente registrado en los archivos arqueológicos. Sabemos que los textiles hechos de lana y algodón, este
último cosechado en la costa, eran usados por los wari como vestimenta (Stone-Miller 1994: 144-149).
Sin embargo, solo se han descubierto fragmentos de estos materiales en la sierra sur. Por ejemplo, se han
encontrado fragmentos asociados a las ceremonias funerarias del cementerio de Huaro Cotocotuyoc.
Bienes exóticos como conchas de tortuga y huesos de jaguar han sido identificados en Cotocotuyoc.
¿Hubieron otros objetos que han escapado al registro arqueológico tales como bastones tallados en ma-
dera tropical, alucinógenos, pipas para inhalar, los cuales están bien representados en Huaro? ¿Cómo
fueron obtenidos y transportados para su uso en Cuzco?
Parece que los wari de Cuzco participaban en intercambios comerciales con la gente de la selva baja.
El arte wari en Cuzco muestra el uso de la coca, un producto de la selva, que recibían probablemente
de la región al este-noreste de Cuzco. En el 2004 se recuperó en Pikillacta, una figurina humana que
aparece masticando coca en un lado de boca (Arriola y Torres 2005). Huesos de camélido transformados

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Fig. 5. Artefactos del estilo Wari recuperados del área del Ollantaytambo (Foto: Mary Glowacki).

en pipas para inhalar alucinógenos de plantas de la selva, han sido excavados en Huaro y Pikillacta,
respectivamente. Evidencia más convincente del uso de bienes exóticos en esa región, la conforma por
ejemplo un pequeño grupo de objetos hallados algunos años más tarde en las afueras del pueblo de
Ollantaytambo, cerca de las tierras bajas tropicales (Robert Randall, comunicación personal 1989).
Este conjunto incluye vasijas de cerámica wari, textiles, tallados en hueso, y metales (Fig. 5), lo que nos
indica que los wari establecieron contacto y hubo intercambios comerciales con grupos foráneos.
Como se ha dicho anteriormente, existe evidencia convincente de la presencia wari en las regiones
bajas de la selva de Cuzco. Las excavaciones llevadas a cabo en el sitio de Espíritu Pampa reflejan una
inversión substancial de los recursos de la selva por los wari, lo suficiente como para construir una insta-
lación muy grande donde residía y trabajaba el personal «oficial» administrativo. Es interesante observar
que los artefactos encontrados en el cementerio de la aristocracia de Espíritu Pampa son similares a los
de los wari de Cotocotuyoc. Estos ejemplos incluyen un cuenco de cerámica Chakipampa decorado
con la Serpiente de Ayacucho. Además se hallaron adornos de metal en asociación con la elite wari del
área de Sicuani, como hemos discutido previamente, por ejemplo brazaletes muy pegados a la muñeca,
plumas ornamentales, y tupus, también el uso de ciertos diseños como un circulo rodeado de círculos
mas pequeños y la representación de un estilo elegante de caras del perfil y frente de La Portada del Sol.
Juntos representan la asociación entre estas tres regiones de la sierra del sur, que permitieron a los wari
conectar los importantes recursos de la región.

7. La presencia del Altiplano

Esta discusión no estaría completa si no hablamos de la influencia del Altiplano en Cuzco durante la
ocupación wari. El templo de Kanincunca, situado en la entrada sur del valle de Huaro, es uno de los
ejemplos más sobresalientes de presencia wari en la región. Este gran edificio dominaba el panorama
pero fue casi totalmente destruido durante la construcción de la carretera Cuzco-Puno en los setentas.

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Fig. 6. El sitio de Kanincunca. De arriba


a abajo una pirámide dibujada en per-
fil, fotografía actual de restos arquitectó-
nicos marcados en rojo, y fotografía del
sitio después de las excavaciones (Foto:
Proyecto Arqueológico Huaro).

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Fig. 7. Vaso Wari decorado con mazorca hecha de maíz y pintado con
chilis (Foto: Louis Tesar).

Sin embargo, sus restos fueron excavados por Zapata y la autora en 1997 (Glowacki y Zapata 1998). Ba-
sados en este trabajo creemos que Kanincunca era una pequeña pirámide compuesta de una plataforma
construida por filas de cámaras rellenas con cascajo y piedra, encima de esto se encontraban salas con
pisos y paredes enlucidos. Una estructura tenía esquinas redondeadas características del tipo Wari Tipo
II como lo definen McEwan y Couture (1994).
Aunque Kanincunca es único en la región, se han encontrado ejemplos similares en otras regiones de
los Andes que quizás sirvieron como modelos. En Huari, en el Complejo Moraduchayuq, se identificó
una arquitectura de plataforma con salones rectangulares y rellenos con cascajo y piedra que pueden
haber sostenido otras estructuras (Brewster-Wray 1990; Isbell, Brewster-Wray and Spinkard 1991). Esta
arquitectura no es típicamente wari.
En otra interpretación, la construcción de Kanincunca puede haberse basado en la arquitectura de
Tiwanaku. Esta relación nos recuerda la pirámide de Akapana, y otros monumentos cívicos que son
parte del centro de Tiwanaku (véase Manzanilla 1992; Kolata 1996). La mayor parte de los artefactos de
Kanincunca fueron encontrados durante la construcción de la carretera. Desafortunadamente los peda-
zos de cerámica que existen no son suficientes en cantidad, tamaño, y representación para identificarlos
definitivamente como Tiwanaku (Fig. 6).
La influencia del Altiplano en Cuzco tuvo lugar antes la presencia wari. Un estilo de cerámica lla-
mada Negra Incisa, que tiene forma de incensarios, se ha identificado en diferentes partes de Cuzco. Sin
embargo, este cesó de existir antes de que los wari ocuparan la región (Mohr Chavez 1985; Bauer 2002).
También se encuentra cerámica fabricada localmente denominada estilo Muyu Orqo, que muestra gran
influencia principalmente de los estilos de cerámica Tiwanaku IV (que datan del Horizonte Medio),
con forma de keros (vasijas). Lo que más nos intriga sobre este estilo es que no ha sido encontrado en
los sitios wari de Huaro y Pikillacta, con la excepción del cementerio de Batan Urqu en Huaro. No
obstante, al norte, sur, y oeste de Cuzco sí se ha encontrado cerámica de estilo Muyu Orqo/Negra Incisa
(Bauer 2002).
Entonces, ¿qué debemos pensar sobre la presencia enigmática Altiplano/Tiwanaku en Cuzco duran-
te el Horizonte Medio? ¿Qué significa para nuestro entendimiento el hecho de que no existe la cultura
Tiwanaku en Huaro? Ciertamente, la religión tenía un rol en esta cultura, si aceptamos que Kanincunca
era un templo, y sabemos que Tiwanaku y Wari compartían iconografías religiosas parecidas. William
Isbell y Anita Cook (1986) están de acuerdo con que la ideología del Altiplano se expandió hasta que la
sierra central y hasta introducirse en la cultura Wari. ¿Es posible que Cuzco haya facilitado este proceso?

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Fig. 8. Ofrendas de los camélidos como se ve en pared en el perfil derecho que está asociado con tumbas cilíndricas de
Cotocotuyoc (Foto: Louis Tesar).

¿Pudo haber sido que el templo de Kanincunca sirvió para introducir nuevas creencias, pero cuando se
difundieron las políticas wari y tiwanaku, creció el acceso a los recursos y hubo más competencia, su
relación cambió? Los wari y tiwanaku establecieron territorios separados que fueron definidos monolí-
ticamente, a pesar de compartir su origen religioso.
Por otro lado, Kanincunca pudo haber servido como una embajada Tiwanaku en Cuzco, pero la
verdadera relación comercial entre Cuzco y Tiwanaku ocurrió más al sur, en el área de Sicuani. Este
escenario hubiese permitido la interacción entre los dos grupos, pero con sus respectivos centros pro-
tegidos por una amplia zona de amortiguamiento. Entonces, cuando la tensión aumentó entre Wari y
Tiwanaku, el templo fue abandonado y las relaciones comerciales al sur disminuyeron.

8. ¿Es solo cuestión de economía básica?

La mayoría de las teorías económicas minimizan la influencia de las emociones humanas y asumen que
la gente cree y escoge principios racionales (Harris 1980). En lo que está definido como «teoría racional
de selección», un paradigma básico para una microeconomía, es cuando la gente busca el medio más
económico de obtener objetivos específicos, sin reflexionar el merito de su meta, balanceando el cos-
to contra los beneficios que maximizan su ventaja (Becker 1990; Lawrence y Easley 2008). Con esta
perspectiva, no hay nada más racional que la preocupación de una sociedad por sus necesidades básicas.
No es sorprendente que el motivo principal de los imperios sea el control de los recursos esenciales. En
tiempos donde la economía estaba mal, el gobierno trataba de conquistar nuevos territorios para facilitar
la perpetuación de la sociedad, como muestra este modelo económico. Pero, es obvio que estas acciones
fueron multidimensionales en su aplicación. Como George Lau (este número) comenta sobre las socie-
dades de la sierra norte-central durante el Medio Horizonte: «(a) algunos grupos optaron por adaptar
totalmente el concepto wari que incluye ideas, material, y gente… Por lo menos se prefería una afilia-
ción con los wari porque se consideraba la efectividad de su economía, su fuerza militar y cosmología».
El territorio wari estaba concentrado en la región que Schreiber denomina puna sierra (Schreiber
1992: 267), una región que se considera una tierra muy fértil para la agricultura. Nosotros creemos que
esta era la razón por la cual los wari ocuparon Cuzco. Con la altura de aproximadamente 3400 metros
(11.200 pies) sobre el mar, cientos de metros bajo la puna, Cuzco obtiene su lluvia de las forestas al este
y las nieves que desaguan de los nevados, asegurando agua durante el tiempo seco. El valle de Huaro, en
particular, tiene condiciones excelentes para sembrar maíz y otras plantas. El piso del valle tiene un ele-
vación de aproximadamente 3100 metros sobre el mar y el río Tranquillo le pasa por encima. También
hay un lago en la boca del sur y el Rio Vilcanota está a un kilómetro de distancia (Murra 1980: 3-4;

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Fig. 9. Cuenta hecha de Spondylus recuperada en Cotocotuyoc (vista


en rotación) (Foto: Louis Tesar).

Defense Mapping Agency 1992). Cuando los wari enfrentaron un periodo de sequía de muchos años, lo
que probablemente tuvo un gran efecto negativo en la agricultura de Ayacucho, los wari buscaron otros
lugares fértiles (Glowacki y Malpass 2003: 434, 443). Parece que Huaro y la región de Cuzco, fueron
seleccionados para sostener el lugar principal de Wari, Ayacucho.
Por otro lado, no parece haber sido coincidencia que el simbolismo del agua abunde en el periodo
temprano del cementerio de elite wari en Cotocotuyoc. Esa acción probablemente indica la importan-
cia de la ocupación de Huaro debido a sus tierras fértiles. Con un canal junto a un pozo y otra estructura
que estaba interpretaba como un conducto de libación, los cuerpos enterrados parecen haber sido ances-
tros recientes cuyas conexiones simbólicas con el agua subterránea fue clave para la prosperidad agrícola.
Otros datos materiales corroboran la preocupación del cultivo de sus cosechas. Un ejemplo consiste en
dos cerámicas que forman parte de una ofrenda funeraria. Se trata de vasos decorados con mazorcas de
maíz aplicados al frente y atrás, y ajíes pintados (Fig. 7). Si tenemos en cuenta la importancia del maíz
para los incas de esta región (Murra 1980: 8-20), tanto para comer como para preparar chicha para
beber, la iconografía resulta obvia.
En regiones geográficas como Cuzco se ha identificado la presencia wari cerca de campos fértiles y
adecuados para la crianza de camélidos, lo cual aumentaba la producción de alimentos y otros recursos.
Las llamas se adaptaban mejor en la región puna (Murra 1980: 45-47). En el tiempo de los incas, cuan-
do se introdujeron llamas en nuevas áreas de control imperial y cuando no existían tierras adecuadas, los
incas les asignaban tierras cerca de la puna (Murra 1980: 50). La región de Cuzco es contigua a la sierra
alta del sur-sureste, que es muy importante para el acceso a los recursos de camélidos, lo cual incluía
transporte, tela, cuero, cuerda, sebo, carne, materiales de fuego y tendón (Murra 1980: 45-60).
La abundancia de camélidos disponibles para Huaro se refleja en la enorme cantidad de restos regis-
trados como ofrendas en el cementerio wari de Cotocotuyoc (Glowacki 2006; Rosenfeld 2007). Esta
colección incluye un depósito de ofrendas que consiste en una densa capa de huesos de camélidos co-
locados sobre los entierros humanos (Glowacki 2008). Una muestra tomada de una excavación de 2 m
por 2 m y 30 cm de grueso, que consiste de un depósito de huesos de camélidos principalmente intactos,
representan esqueletos de por lo menos 42 individuos juveniles (Rosenfeld s.f.) (Fig. 8). La habilidad de
una sociedad para ser capaz de realizar una ofrenda masiva como esta, sugeriría no solo la importancia
de estas ofrendas, sino también que los wari tenían los medios para llevarla a cabo, es decir, los wari de
Cuzco tenían tantos camélidos que podían seleccionar los mejores para el consumo suntuoso.

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IMPERIALISMO EN EL HORIZONTE MEDIO... 203

Recientes descubrimientos en Huaro y Pikillacta corroboran definitivamente la presencia militar


de los wari, como un método para controlar la circulación de alimentos y otros recursos, hasta y desde
Ayacucho (Arriola y Torres 2005; Arriola y Tesar 2011). Por ejemplo, una ofrenda ceremonial de obje-
tos fue descubierta a la entrada del sureste de Pikillacta. La ofrenda incluía numerosas figurinas, todas
representando el tema de guerra. Además, un cráneo trofeo y pequeñas cuentas hechas en forma de
guerreros (Fig. 9) fueron excavadas en el cementerio de Cotocotuyoc; esto corrobora la opinión de que
el militarismo era esencial para estabilizar a los wari en la región de Cuzco y su capacidad para proteger
y controlar los recursos de la región.

9. Conclusiones

La creación de un territorio wari en la sierra sur no fue fácil, y requirió una planificación muy compli-
cada, estrategias y hombres dispuestos a sacrificar su hogar para embarcarse en esta aventura. Ya que
Cuzco habría servido como el salvavidas principal de los wari, no sería una sorpresa que los wari usaran
control directo para establecer y mantener esa región provincial. Ese esfuerzo demandaba gran afinidad
con la cultura Wari, y eso explica la razón por qué los wari tuvieron pocas relaciones con otras regiones.
Posiblemente sus relaciones con otros grupos eran necesarias en un principio, como con el Estado tiwa-
naku en el sureste. Sin embargo, el miedo o la amenaza de perder el control de los recursos importantes,
principalmente el maíz y las llamas, resultaron en el rechaso de los tiwanakeños de esa región.
Por lo demás, el potencial para observar de las relaciones directas entre los wari y tiwanaku puede
encontrarse en Sicuani, región que se consideraba la verdadera frontera de los wari en la provincia del
sur. Hace un poco más de diez años que el complejo de Huaro se puso en el mapa de sitios significativos
wari. En el futuro, investigaciones sobre Wari en la sierra sur, sin duda producirán más conocimientos
sobre la influencia de la provincia wari de Cuzco y sus relaciones con otras regiones del Wari andino.

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ISSN 1029-2004
BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 209-226 / ISSN 1029-2004

REMODELING THE POLITICAL ECONOMY OF THE WARI


EMPIRE

Timothy Earle a & Justin Jennings b

Abstract

Extending Schreiber’s mosaic model, we construct a political economy model for how the Wari Empire could have functioned
based on available evidence. We argue that Wari administrators sought to create a broadly integrating inter-regional system
without the benefit of markets through the creation of a staple-based mobilization of agricultural production in order to support
state-managed ceremonies, corvée labor for construction projects, a warrior class, and craft and ritual specialists. The success of
this staple-based mobilization, likely a precedent for the Inca imperial economy, was limited because it was a novel experiment
in statecraft in a world of marked regionalism. Yet top-down wealth finance and bottom-up globalization managed to further
integrate outlying regions by fueling the specialized production of high-end, symbolically charged goods that materialized a
popular religious ideology that had coalesced at Huari. Although wealth finance and globalization are often seen as alternative
explanations for Middle Horizon dynamics, we argue that they represent complementary, and often linked, strategies pursued by
Wari bureaucrats, local leaders, and craftspeople to profit off of the surging interregional interactions of the period. Nothing like
Wari had existed previously in the Andes — it was the creation of a state struggling, and ultimately failing, to project itself over
a vast region.

Keywords: Wari, Inca, Middle Horizon, imperialism, globalization.

Resumen

REMODELANDO LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL IMPERIO WARI

Extendiendo el modelo del mosaico de Schreiber, se construye un modelo económico para la manera de como el Imperio wari pudo
haber funcionado en base a la evidencia obtenida. Sostenemos que los administradores wari procuraban crear un amplio sistema
de integración interregional sin el beneficio de mercados, a través de la creación de una movilización de producción agrícola, que
estuviera basada en productos de primera necesidad para poder apoyar las ceremonias gestionadas por el Estado, la labor corvée
para proyectos de construcción, una clase guerrera, y especialistas en artesanías y rituales. El éxito de esta movilización basada
en productos de primera necesidad, que probablemente fue un antecesor a la economía del Imperio inca, fue limitado por ser
un experimento nuevo en la política de un mundo de marcado regionalismo. Aun así, las declinantes riquezas y la ascendiente
globalización ayudaron a integrar más aún a las regiones periféricas, incrementando la producción especializada de bienes de
lujo cargados de simbología, que materializaron una ideología popular religiosa que se unió en Huari. Aunque la economía de
bienes de riqueza y la globalización son vistas con frecuencia como explicaciones alternativas para las dinámicas del Horizonte
Medio, sostenemos que representan estrategias complementarias y, con frecuencia, vinculadas seguidas por burócratas wari, líderes
locales, y artesanos para sacar provecho de las interacciones interregionales que surgían durante esta era. No ha existido otro grupo
igual a los wari anteriormente en los Andes —fueron la creación de un Estado que luchó, y al final falló en su proyección sobre
una amplia región —.

Palabras clave: Wari, Inca, Horizonte Medio, imperialismo, globalización.

a
Department of Anthropology, Northwestern University.
Dirección postal: 1810 Hinman Avenue, Evanston, IL 60208-1310, Estados Unidos.
Correo electrónico: tke299@northwestern.edu
b
Department of World Cultures, Royal Ontario Museum.
Dirección postal: 100 Queen’s Park, Toronto, ON M5S2C6, Canada.
Correo electrónico: justinj@rom.on.ca
210 TIMOTHY EARLE & JUSTIN JENNINGS

1. Introduction

Here we develop a model for the political economy of Wari as the first empire in the Andes. This impe-
rial model is based heavily on Katharina Schreiber’s comprehensive consideration of the city of Huari,
settlement patterns around the urban center, and the proliferation of Wari-related art and architecture
across much of the central Andes (Schreiber 1992, this volume; Isbell and Schreiber 1978). Empires are
state-like polities that expand by conquest, intimidation, and alliance to exercise sovereignty over di-
verse environments, economies, and ethnically distinct peoples. In all studies of empires, recent research
has emphasized the highly variable nature of expansion and incorporation (Alcock et al. 2001), and,
as Schreiber noted long ago, the Wari phenomenon should be viewed as a mosaic of different degrees
and kinds of regional incorporation (Schreiber 1992). For the Wari, Schreiber uses the Inca Empire as
her model empire, rich with historical and archaeological documentation (Rowe 1946; Murra 1980;
Hyslop 1984, 1990; D’Altroy 1992, 2002; see also Watanabe this volume).
Since Schreiber’s 1992 synthesis, considerable new work has been undertaken on the Wari phenom-
ena. As with the present volume, much of this scholarship has focused on elaborating the local, regional,
and interregional dynamics of the Middle Horizon (Jennings 2010a, 2010c). While the findings of
some scholars have supported Schreiber’s imperial mosaic model, others have argued that Wari art and
ideas spread largely outside of Huari control. Arguments against an imperial model are in part a reflec-
tion of the contrast between top-down and bottom-up perspectives (Isbell 2010: 248). Yet, we argue
that the debates on Middle Horizon Peru also reflect a need to flesh out the mosaic model to understand
how a Wari Empire could have operated.
This chapter presents the results of our attempt to develop further a model of Wari political econo-
my based on the extension of power in local, regional, and interregional settings. We seek to understand
how the Wari mosaic — a crazy quilt draped across ethnic divides, resource zones, and geographic
barriers — could have been sewn together. We might seem like an odd pair to embark on a compara-
tive empires project since one of us has long argued for such work (Earle), while the other (Jennings)
remains opposed to the imperial hypothesis for Wari. Yet, the goal is to pair our ideas on how an im-
perial political economy could have functioned, incorporating critiques of these ideas. The result of
our collaboration is a model for imperial political economy representing an earlier form of imperialism
distinct from the Incas.

2. The mosaic model of the Wari Empire

By calling Wari an empire, we place it within a typological sequence that includes other societal types
like states, chiefdoms, and tribes. Typologies of human societies have severe analytical limitations, but
some important uses. As an end unto itself, classifying societies into one social category or another is,
we believe, a waste of time, because most variation is continuous and historical conditioned. Although
typologies divide variability arbitrarily, analytically typologies allow us to compare societies with certain
similar characteristics so as to focus on common process and divergent outcomes. In itself, calling Wari
an empire is rather meaningless, but that classification immediately sets Wari in comparison with other
analogous societies. To understand empires, research must focus on the processes that allow for political
domination of broadly spread and disparate people and places.
Empires are about power — the ability to extend administrative or hegemonic control, or simple
some undue influence over a broad region of diverse ethnic and social groups. As they seek to dominate
foreign social groups, empires are highly variable in their means of domination and in their successes.
The Inca Empire, for example, was able to extend dominance 3000 km along the Andean spine from
Colombia to Argentina and to conquer large Late Intermediate Period states on the Peruvian coast, but
it was unable to consolidate control eastward even 150 km from Cuzco into the tropical forest. Addi-
tionally, we know that empires operated in quite distinct ways (the standard dichotomy being territorial
vs. hegemonic empires), and power was harnessed in changing configurations.

ISSN 1029-2004
REMODELING THE POLITICAL ECONOMY OF THE WARI EMPIRE 211

When we speak of power in political systems, the three essential sources include warrior might, ide-
ology, and economic control (Earle 1997). All are probably important for every empire, which tactically
seeks to consolidate control by any means possible. Power is fashioned dynamically, opportunistically,
and creatively by interlocking each power source into a political strategy for conquest, control, and ex-
tension of influence. The emphasis on one source of power or another varies considerably from empire
to empire, and, within any empire, both across the imperial sphere and through time.
In Wari Imperialism in Middle Horizon Peru (1992), Katharina Schreiber noted this variability in
the extension of the Wari Empire and suggested that the specific emphasis and strategic employment of
various powers were probably sharply different across the empire (also see Coleman-Goldstein 2010).
As Schreiber noted, “The resulting mosaic of different levels of political control, ranging from indirect
to entirely imposed and direct, is documented in the archaeological record” (1992: 69). Each part of
the empire would be incorporated in a different manner, thus forming a mosaic of imperial control.
The effectiveness of power should never be overemphasized, because applications of powers are
always problematic, contingent, and costly. Schreiber’s original formulation of the mosaic model con-
sidered local contingencies, and in her subsequent work she has more fully developed her thoughts on
how local agency sometimes shaped imperial strategies (Conlee and Schreiber 2006; Schreiber 2005).
Understanding power in different contexts across the history of the Wari should be an objective for
future research, and this volume begins to highlight possible avenues for work.
Schreiber (1992) developed her argument for a Wari Empire in three ways. First, she built on the
work of Isbell, Lumbreras, MacNeish, and others to argue that a state was created around the city of
Huari (e.g. Lumbreras 1974b; MacNeish 1981; Isbell 1985). Second, she documented sites across Peru
with Wari architecture and offering deposits as a proxy measurement of places where ‘direct foreign in-
tervention’ by Wari likely occurred (1992: 95). Finally, she used her fieldwork in the Carhuarazo valley
(now called Sondondo) as a case study of how Wari imposed direct control in some areas.
Wari style ceramics are found widely distributed across much of the central Andes, and Schreiber
was wary of connecting the spread of the ceramic style with the spread of the empire (1992: 94). She felt
that the extension of the Wari Empire was perhaps best documented by its impressive orthogonal, cel-
lular stone architecture that created room compounds, plaza areas, and massive windowless outer walls
(Isbell et al. 1991). With Isbell, she had raised the possibility that sites with this type of architecture were
Wari primary, secondary, and tertiary administrative centers that stretched along the high Andes (Isbell
and Schreiber 1978). The primary center was Huari, located in the Ayacucho Basin. It grew rapidly into
a city-sized settlement with an architectural core of perhaps 500 ha, several large ceremonial complexes,
and a total area up to 10 km2 populated by several tens of thousands inhabitants. Viracochapampa in
the north and Pikillacta in the south were the two secondary centers. Other sites like El Palacio, Honco
Pampa, Wari Wilka, Jargampata, Jincamocco, and Cerro Baúl were tertiary centers. These sites were
often the hard nodes of direct control in the imperial mosaic.
Wari Imperialism in Middle Horizon Peru put the Wari Empire in a comparative imperial frame-
work, with a special emphasis on the Inca Empire. Schreiber used this framework to try to understand
why Wari expanded, its mechanics of conquest, and the sequence of expansion (1992: 6-10). She was
most concerned with enumerating the different ways that an area could be consolidated and then with
identifying the archaeological correlates for these strategies. Schreiber’s imperial mosaic model has been
influential in Wari studies, and much of the Middle Horizon fieldwork has been designed to understand
how the empire controlled a particular region. Focusing on individual tiles has provided us with a better
understanding of Wari imperialism in different places, but has also led to neglect studying the mosaic
as a whole. Broader questions concerning the functioning of the overarching Wari political economy
have been left unexamined.
Our understanding of Wari political economy still rests on underdeveloped, often implicit, models
that are drawn from the Incas and elsewhere (Jennings 2006a). In this paper, we seek to make the com-
parisons to other empires explicit. We identify the mechanisms through which other empires extended
their power in the ancient world and then attempt to apply these to the data from Middle Horizon Peru.

ISSN 1029-2004
212 TIMOTHY EARLE & JUSTIN JENNINGS

Through this ‘remodeling’ of Wari, we hope to compare Wari to other empires and also come to a clear-
er sense of how a Wari Empire could have worked.

3. Exploring the possibilities of a Wari political economy

Although multi-faceted, all empires depend on their political economy to finance institutional activities
that range from conquest to religious ceremonies and public works (Earle and D’Altroy 1989). For an
empire to function, it must build foundations for power that allows it to mobilize resources for imperial
activities. Yet, there are limits to imperial power, and Wari would never have worked in a void. Instead,
political hegemony would have depended on a host of environmental, economic, social, and political
factors that were operationally outside of imperial direction. In considering the central powers of an
empire, we must also recognize that they are linked inextricably to broader processes that created oppor-
tunities for and constraints to imperial action. Power is never only an issue of top-down centralization,
because it is counterbalanced by conflicting powers exercised by non-state actors within the empire’s
core, by leaders of conquered societies, and by organizations outside imperial control. Empires must
consider the separate interests of individuals and groups, who use their connections to the empire for
their own purposes. Empires operate in conjunction with processes, which, as far as imperial planners
are concerned, are largely uncontrollable, but still offer opportunities for imperial ambitions. Building a
model of the Wari political economy needs to balance the centralizing tendencies of imperialism against
the atomizing tendencies of long-distance interactions and communities. We look here at the potential
elements of markets, staple finance, wealth finance, and globalism under the Inca and antecedent Wari
Empires. A strong case can be made for the Wari political economy as marketless, based on staple and
especially wealth finance linked to non-administered relationships of globalization.

3.1. Market

In terms of centralization, many associate imperialism with the creation of an integrating market. Mar-
ket systems, for example, expanded dramatically during the Roman Empire. Markets provide a means
to convert wealth received as tribute and used as payment into staple goods needed by a rapidly expand-
ing specialist class (Brumfiel 1980). Yet, the Bronze Age empires of Uruk and early Egypt apparently
developed political economies without integrating markets. These are what Michael Smith refers to as
“uncommercialized state economies” (2004: 79). As described below, little evidence exists for an inte-
grating market system during either the Middle or Late Horizons in the Andes.
Extensive research on the Inca Empire documents that, in the highland and coastal core of the Em-
pire, no integrating market system existed during the Late Horizon. An argument can also be made that
the major centers were distinct from our typical vision of cities. The early Spanish accounts contrast the
Aztec, who had markets and typical cities, with the Inca, who did not (Murra 1980). The Inca had a
centrally administered economy, what LaLone (1982) called “supply on command.” The documentary
description of an economy without integrating markets was supported by large-scale archaeological re-
search in Mantaro Valley, originally formulated to disprove the ethnohistorical, marketless model (Earle
1985, 2001). Archaeological evidence for markets is always problematic, but it cannot be based solely
on foreign goods or open areas; all complex societies have traders (both administered and not) and have
plaza areas used for group activities that create context for barter. The best archaeological indicators for
markets appear to be the development of currencies, crafts industries associated with public spaces, and
the shift in household consumption to everyday goods obtained from considerable distances.
Primitive and minted currencies are typical of Old World market systems, but such currencies did
not exist in the Andes. Production debris from specialized workshops is often associated with market
areas, as seen for example with concentrated obsidian debris associated with market-oriented produc-
tion at Teotihuacan, but such industrial debris is unknown for the Andes during the Late Horizon. The
best evidence for market exchange probably comes from everyday household goods (Earle and Smith
2012). For the pre-Inca period in the Mantaro where no markets existed, almost all (95%) of household

ISSN 1029-2004
REMODELING THE POLITICAL ECONOMY OF THE WARI EMPIRE 213

ceramics, lithics, and other everyday consumables were obtained from very short distances (<15 km).
Following Inca imperial conquest, the ceramics coming from 15-50 km increased (5 to 15%), but all of
that increase involved Inca imperial-style ceramics that were manufactured by state workshops located
in the region and probably distributed by the state (Hagstrum 1986). In contrast, in central highland
Mexico where marketing systems existed, almost 15% of the ceramics and most of the flaked stone came
from greater than 50 km. Markets moved the everyday goods of households much greater distances than
did down-the-line or administered trade. The political economy of the Inca Empire did in fact operate
without an integrating market system.
The Wari political economy likely also operated without an integrating market system. The lack of
a medium of exchange is the first negative bit of evidence. Work needs to be done at Wari sites on the
distribution of manufacturing debris to see whether or not it fits an independent or attached production
model. Especially the high density of obsidian debris found at Huari (Stone 1983) could be linked to
market-based production, but at present it seems more likely that it was linked to administered pro-
duction of specialty items. The potential of market systems during the Middle Horizon should also be
investigated by household consumption data, seeing the distances, from which everyday consumption
items were procured. Evidence for the fairly low total volume of obsidian in household contexts (except
near to sources or in Wari administrative settlements) and for the regional production of even high-end
ceramics (Dussubieux et al. 2007) suggest that markets were not a major means to distribute goods. The
conclusion that marketing did not exist is bolstered by the logical argument that, since market systems
are highly dynamic, once instituted they take on a life of their own, independent of state operations and
persisting through time. For example, market systems expanded dramatically during the Roman Em-
pire and were closely associated with its imperial finance, but, when the Empire collapsed, the market
systems continued to function just fine and in some cases actually expanded (Greene 1986). If an inte-
grating market system had existed in the central Andes during the Middle Horizon, it would certainly
have persisted after the collapse of Wari and then have expanded rapidly with Inca imposed peace.

3.2. Staple finance

Staple finance is based on the mobilization and distribution of food and goods of everyday life as a
means to support the activities of emergent complex political institutions (D’Altroy and Earle 1985).
As a specific form of redistribution, staple finance is probably the most common means developed by
chiefdoms and many uncommercialized states. As an example, the Inca political economy rested on the
mobilization, storage, and distribution of staples (D’Altroy 1992, 2002). Following imperial conquest,
the Inca state asserted ownership over all conquered lands. Some lands were then returned to conquered
communities for their subsistence uses, and other lands were set aside to generate a surplus for the state.
Corvée labor on these state lands was required as rent for using their subsistence lands. Staple goods
produced on state lands either within the local communities or on special state farms (irrigated terrace
complexes) were collected and stored centrally. The staples were then distributed by the state to support
its specialists (warriors, priests, administrators, crafters, and more) and corvée laborers working on state
projects. Specially designed irrigation and terrace systems and central storage complexes were spread
through the empire in close association with state administrative complexes; these facilities document
archaeologically the massive state facilities for its staple finance (D’Altroy 1992). When comparing
pre-Inca and Inca production data from households, intensification of agriculture (more hoes) and of
textile production (more spindle whorls) further document the enforced production of state-designated
surpluses (Russell 1988; Earle et al. 1989; Costin 1993; D’Altroy and Hastorf 2001).
Staple finance would also have been important to the Wari polity, although it was less well devel-
oped and probably less significant than in the later Inca system. Huari grew by “virtually inhaling” the
surrounding populations (Schreiber 2005: 265). With inhabitants involved with a broad range of activ-
ities beyond farming and herding, steps needed to be taken to supply the city. The surrounding region
was transformed through the construction of terraces, canals, and water storage systems that would have
helped to increase both agricultural yields and camelid flock size (Raymond and Isbell 1969; Isbell 1977;

ISSN 1029-2004
214 TIMOTHY EARLE & JUSTIN JENNINGS

Vivanco and Valdez 1993; Raymond 1992; Browman 1999; Ochatoma Parvicino and Cabrera Romero
2001). Administrative control may have been initially indirect (Anders 1991; Meddens and Branch
2010), but state control seems to have become more formalized in the second half of the Middle Hori-
zon when new Wari-style centers near Huari, like Jargampata and Azángaro, were built and/or expand-
ed (Isbell 1977; Anders 1991; Schreiber 2001: 90).
The evidence for staple finance farther afield remains more equivocal. The extension of a staple
finance system outside the heartland could be behind the constructions of irrigated-terrace complex-
es in many places across Peru (Williams 2002), and, in a few places, agricultural intensification is
closely coupled with the introduction of Wari centers like at Pikillaqta and Huaro (Glowacki, this
volume), the Carhuarazo Valley associated with the Wari center of Jincamocco (Schreiber 1992), and
in the Moquegua Valley associated with Cerro Baúl (Williams and Nash 2002). The number of Wari
administrative sites, however, may be fewer than suggested by Schreiber and others since excavations
at reported Wari sites have often revealed that the sites were either local emulations or date to other
periods (Jennings 2006a; 2010a, this volume). It is therefore likely that dependent personnel directed
staple production in nearby agricultural facilities in those few places where Wari state facilities existed
(e.g. Goldstein et al. 2009; Williams 2002), but a staple finance system would have been more difficult
to sustain in the rest of Peru where Wari administrative infrastructure was absent. For staple finance to
work, the empire would have needed to depend upon a myriad of local leaders to routinely generate a
surplus of goods for export with little to no imperial oversight.
A paucity of storage further weakens the argument for the widespread use of staple finance. A staple
finance system requires ample storage facilities, and Schreiber (1987: 94) and others have suggested that
warehousing large volumes of material was needed to support the state bureaucracy during the Middle
Horizon. To sustain Huari, a system of staple finance was likely put into place within the Wari heartland
by at least the second half of the Middle Horizon. A similar system may have also been used to organize
production in outlying Wari centers — the massive blocks of small rooms with raised doorways at Pik-
illaqta and Viracochapampa have long been taken as evidence for state storage facilities (Rowe 1963: 14;
Menzel 1964; Sanders 1973: 399; Lumbreras 1974a: 168; MacNeish, Patterson, and Browman 1975:
57; Schreiber 1978: 160, 1987: 94, 2001: 89-91; Isbell 1986: 195). Although the rooms at these sites
may have been initially designed as storage facilities, it is now evident that they could not have been
the cornerstones of an extensive staple finance system. Viracochapampa was abandoned before it was
occupied, and the few rooms used at Pikillacta were employed for a variety of functions. With present
evidence, the amount of storage is unknown (Topic 1991:151; McEwan 1996: 183). There is no evi-
dence for extensive off-site storage facilities, and provincial Wari sites, like Cerro Baúl, were built with
only enough to meet the needs of those living in and around the center (Williams 2001).

3.3. Wealth finance

In wealth finance, high-end consumer items used for prestige display, status marking, and warrior
weaponry were produced under direct control of ruling elites and then distributed to individuals in the
ruling hierarchy in compensation for and recognition of their political roles (D’Altroy and Earle 1985).
Wealth finance depends on choke points in the commodity chains of high-end items, by which the
ruling segment controlled either production or distribution. By selectively controlling the commodity
chains for wealth item, the ruling sector controls key social and political processes including the display
of status, the creation of ideologies, and the arming of a warrior class. Wealth finance was a secondary
sector of the Inca political economy, but may have been of primary importance in the Wari political
economy.
For the Inca model, crafters attached to the state produced specialty items for dress and ceremonial
performance that the state then distributed to control assess to the paraphernalia of local status and
office and of special ceremonies (DeMarrais et al. 1996). Because of the high value of wealth items,
they could be transported more easily across distances, thus allowing for more centralized control
than could ever have been possible for staple goods. To support specialists producing high-end items,

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REMODELING THE POLITICAL ECONOMY OF THE WARI EMPIRE 215

the Inca allocated mobilized raw materials and staples to support specialists at administrative centers or
alternatively allocated lands to specialist communities to support themselves directly. D’Altroy (2002:
287-310) describes in detail how the production and distribution of wealth items supported Inca wealth
finance. Specialty materials or products were required from areas known for their supplies or special
craftsmanship.
Imperial expansion into northwest Argentina, for example, may well have been an attempt to gain
access to the region’s ore sources. Evidence from the Calchaqui suggests that the Inca did not exert di-
rect control over mining, but rather left mining and preliminary processing up to local communities,
probably requiring them only to produce ingots as tribute (Earle 1994). The point of control was not
the primary resources themselves, but rather military domination of or threats of retaliation against
communities, which were required to pay tribute in particular materials. Direct control over the wealth
commodity chains focused on manufacture by attached specialists. As in the Calchaqui, high-end craft
specialists (metallurgists and mica cutters) lived at the administrative settlement, where they would have
worked under direct state supervision. Sometimes this involved the movement of entire craft producing
communities to locales where production could be monitored.
The primary wealth items of the Inca were cloth, metals, and ceramics. The choke points of con-
trol varied for each commodity, but the repeating patterns were mobilization of raw materials from
regions of control, attached specialist production, and regionally administered distribution. For cloth,
for example, massive amounts of fibers or tread had to be mobilized from local communities, probably
especially targeting productive lands for high quality wool and cotton, which were delivered to the state
as tribute. The increase in spindle whorls in the highland Mantaro would be an example of such mobi-
lization. Then the state distributed materials to attached specialists. These weavers either lived at state
administrative facilities or in separate communities. The resulting cloth would be gifted to state admin-
istrators, local leaders, and others tied into state operations. Metal wealth was also controlled by tribute
demand for ores from regions with metal deposits and by attached specialists. By demanding the use
of tin to create a distinctive bronze alloy, the Inca could control the commodity chain for copper-based
metals objects used commonly for personal adornment (Owen 2001).
Although probably of less importance for wealth finance, Inca ceramics were also produced region-
ally throughout the empire and used in special ceremonial events and more general elite consumption
(D’Altroy and Hastorf 2001). Although produced by highly skilled labor according to standardized
state cannon (Hagstrum 1986), virtually all Inca ceramics were produced within the regions of their
consumption, probably by potting communities directly attached to the state (D’Altroy and Bishop
1990). By controlling the production of the ceramics, the state could have furthered the adoption of
ceremonies and associated belief systems tied to state religious ideologies. The Inca pattern shows highly
selective administrative control over the production and distribution of the wealth; to understand the
nature of imperial administration requires a full analysis of the commodity chains for the major wealth
items.
With staple finance poorly developed in most places, wealth finance would probably have been
the primary economic means for finance and extension of hegemony in the Wari Empire. The items
produced and traded during the Middle Horizon were the same high-end consumer items that the Inca
state used — elaborate textiles, exquisite polychrome vessels, and metal items suggesting the possibility
of a separate sphere of tribute collection and trade not integrated into a broader market system. A ‘surge’
in the movement of goods during the Middle Horizon (Lau this volume) involved a bundle of specialty
goods and associated ideas. This was not a general increase in trade, but a rather low-volume increase in
high-end items that appear to have been produced by a number of regions. The Wari thus could have
capitalized on a general trend towards increasing wealth exchanges that must have been increasingly
involved in the legitimation of stratified societies.
Wealth finance only works by controlling choke points in the commodity chains of high-end items.
In the following section, we provide some preliminary thoughts on how a wealth finance system could
have worked, but it is important to stress that the empire’s role in the production and distribution of
high-end goods remains unclear. A common chokepoint is the control of craft specialists. Future work

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216 TIMOTHY EARLE & JUSTIN JENNINGS

needs to focus on the contexts of manufacture and the nature of distribution of metals, textiles, and
ceramics. These high-end items must have been extraordinarily important in the presentation of social
identity and the performance of politically charged ceremonies. The recently discovered Wari style gold
and silver body suit and associated paraphernalia recovered from an elite burial in Vilcabamba vividly
documents the reach of iconographically charged items that offered a clear channel for wealth finance
(Ministerio de Cultura 2011), but where were the metals mined, where were the dramatic metal pieces
made, and how were they exchanged, eventually to be used in such an elaborate high status burial out-
side of the Wari core? At the present time, these are simply research questions.
At Huari, archaeologists have identified possible areas of elite residence and craft specialization
from surface scatter (Gonzalez Carre 1981: 94; Isbell 1997: 206; Spickard 1983:153-154; von Hagen
and Morris 1998: 130). Yet, the relationship between craft specialists and Huari’s ruling elite remains
unclear. Little excavation has been done at Huari, and Isbell’s excavations of the elite patio groups at
Moraduchayoq failed to reveal evidence for craft production there (Isbell et al. 1991: 44). Metal produc-
tion may have been tightly controlled and thus very localized, so that identifying production areas will
require much more extensive excavation than presently exists. State-sponsored specialization was likely
associated with specialized settlements of potters or textile workers, similar to the Inca pattern. The set-
tlement of Conchopata near Huari has long been seen as a center of fine-ware Wari ceramic production;
Tschauner and Isbell in this volume suggest that the artifact clustering observed at the site resulted from
refuse disposal practices. We suggest that such a pattern represents a community of specialists involved
in ceramic production, probably like that described from the Inca. Martha Anders excavated a ceramics
workshop for Wari polychrome ceramics at Maymi, but the relationship of these potters to resident
elites and the Wari Empire remains unknown (Anders et al. 1994). The production context of high-end
goods from other parts of Peru is similarly unclear. The state’s role in the distribution of high-end items
is also unclear. Spondylus shell, turquoise, precious metals, and other wealth items are found at Wari
centers, and these objects are often bundled together with Wari style goods in local contexts (Lau, this
volume). In the immediate vicinity of Wari provincial centers, imperial administrators could have easily
redistributed high-end items to local elites. As one moved away from the centers, however, it would
have been more difficult to control both who received these items and the contexts in which they were
used.
Although our data do not allow us to detail confidently what the chokepoints in a wealth finance
system could have been, our evidence for wealth finance in the Wari Empire is still much stronger than
it is for staple finance. We know that high-end items circulated widely in the Middle Horizon, and we
know that Wari material culture was coveted by local elites in many places. The incredible state invest-
ment in the arts suggests that these objects were central to Wari rule (Cook 1994). Much more work
needs to be done in order to investigate how a Wari wealth finance system would have worked.

3.4. Globalism

Globalization models attempt to explain how suddenly increasing flows of goods, ideas, and people
can cause widespread social changes that link societies across great distances without empires (Jennings
2010b, 2010c, this volume). But globalization also acts in conjunction with imperial aspirations as
joint processes creating large-scale integrated systems both with and without commercialization. Em-
pires attempt to project their powers to bind disparate groups together into a single political economy.
Globalizing processes act to strengthen, modify, and even destroy these binds. As empires grow, admin-
istrators find it increasingly difficult to manage state affairs. Some difficulties are based strictly on the
greater distances involved — supply chains lengthen and the likelihood of distant rebellions increases,
but many result from difficulties projecting a political economy across a dynamic social landscape.
Empires tend to expand rapidly (Alcock et al. 2001), and the Incas were no exception. Pachakuti
and Thupa Inka Yupanqui’s conquests in the second half of the fifteenth century created the empire.
In less than two generations, a group from the mountains of southern Peru had come to dominate a
region of incredible cultural, linguistic, and environmental diversity that stretched from modern day

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REMODELING THE POLITICAL ECONOMY OF THE WARI EMPIRE 217

Quito to Santiago (D’Altroy 2002). The Late Intermediate Period had been a period of balkanization
in Peruvian prehistory and the empire allowed for increasing interactions across regions and emergent
processes of globalization (Conlee et al. 2004).
The creation of a wealth and staple finance system in the Inca Empire increased the exchange of
goods throughout the empire and beyond its border (D’Altroy and Earle 1985). The Incas also forcibly
resettled people in new lands, and people moved to new regions for military posts and to provide labor
on state estates (D’Altroy 2002). Ideas foundational to the political economy, from the iconography
seen on textiles to the decimal system used to organize heads of households, also spread across the em-
pire. Much of the period’s flow of ideas, people, and goods went through the extensive state apparatus
of roads, administrative centers, and storage facilities (Jenkins 2001). But the extension of the Inca po-
litical economy also occurred more informally as people adapted Inca ways of doing things to meet their
own interests. Local leaders, for example, would have found the decimal system useful for organizing
their own affairs, and goods found prestigious by the Inca emperor would have swiftly gained cachet.
Schreiber’s “mosaic of control” captures the idea that many regions of the Inca empire were under some
kind of indirect control (1992), but one should also stress that this mosaic was united by a degree of
homogenization as many people chose to embrace Inca practices (e.g. Inda and Rosaldo 2008).
As with globalization today, the homogenization that occurred with the extension of the Inca Em-
pire did not create a uniform culture. In part, the lack of homogeneity was a result of Inca administra-
tors’ attempts to maintain local differences in dress, language, and religious practices (D’Altroy 2002).
Yet, the flows between cultures always involve, “interpretation, translation, mutation, adaptation, and
‘indigenization’ as the receiving culture brings its own cultural resources to bear, in dialectical fashion,
upon ‘cultural imports’” (Tomlinson 1999: 84). The Inca ceramic style, for example, was transformed
as disparate groups adopted it such that the Inca influenced styles of Lake Titicaca look radically dif-
ferent from those used on the North Coast. Features of the incipient market economy in Ecuador were
incorporated into Inca rule over that region (Salomon 1986). The Inca Empire was created through the
mixture of ideas, products, and practices from different places. Inca metallurgy, for instance, could not
have developed without combining the North Coast’s rich tradition of metalwork and the tin-bronze
technologies of Bolivia and Chile (Lechtman 2003). The creation of the empire therefore led to novel
mixtures of foreign elements. This heterogeneity made it difficult to govern the empire because what
was ‘Inca’ varied from place to place — the dynastic battle between Waskhar and Atawallpa that almost
destroyed the empire was in part based on the growing differences between life in Quito and Cuzco.
Globalist tendencies would have also been seen in a Wari Empire. We see the dual homogeneity/
heterogeneity trend during the Middle Horizon, and it is difficult to separate out the state’s wealth fi-
nance system from aspects of globalism that would have left similar archaeological signatures (Jennings
2010b, 2010c, this volume). In wealth finance, one expects the circulation of high-end consumer items
like textiles, feather work, and precious metals. These items would often use symbols and/or be used in
a manner that would signal the user’s affiliation with the state. These items, however, can potentially
circulate beyond state control and can be widely emulated. The boundaries of wealth system finance
would therefore tend to bleed as people attempt to take advantage of the goods being circulated. The
Inca Empire’s more extensive infrastructure could have been used to regulate exchanges, but Wari rule
was probably less direct. With goods, ideas, and practices circulating far beyond the boundaries of the
formal wealth finance system, parts of Peru may have been embracing Wari material culture with only
weak, or even non-existing, ties to the empire (e.g. Bélisle and Covey 2010; Jennings 2010b; Marcone
2010). The widespread circulation of Wari goods may have presented new opportunities for the empire,
which wrestled to find the means to expand its hegemony beyond the boundaries of its more formal
relationships.
Globalism could be thought to muddy the waters of divination by archaeologists, making it often
difficult to distinguish the boundaries of a polity, let alone detail the relationships that people had
with the state. The problems of interpretation, however, should be seen perhaps as simply recognizing
the ambiguities of power and identity as complex societies develop. The heterogeneity of Wari impact
across Peru can be used to argue for a weak or even non-existent empire, but a mosaic of control model

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218 TIMOTHY EARLE & JUSTIN JENNINGS

demonstrates that we should also expect such heterogeneity in ancient empires, and Schreiber (1992)
shows how imperial rule can adjust to significantly different local conditions. Globalizing processes cre-
ated considerable problems for Inca rulers, but these played only a small part in the empire’s collapse at
the hands of the Conquistadores. The Roman Empire, after all, flourished for five hundred years, while
it managed considerable heterogeneity across its realm (Hitchner 2008). Roman and Inca administra-
tors invested heavily in administrative infrastructure to minimize those local differences that interfered
with the workings of their overarching political economy (e.g. Scott 1998). Wari leaders would have
needed to find other ways to organize the financing of the empire.

4. Remodeling Wari political economy

Although scholars often highlight how empires project power over great distances, these polities were
just as much opportunistic and tattered affairs that were in constant danger of breaking apart. The
Incas were the culmination of centuries of political development in the Ancient Andes, and yet the
Conquistadores quickly exposed the empire’s vulnerabilities. The Inca’s successful expansion was built
in no small part on the insights gleaned from earlier polities (McEwan 1990; McEwan et al. 2002). The
scattered villages of Early Intermediate Period Ayacucho provided no such legacy upon which Wari
administrators could build. Starting without an imperial template, the Wari political economy was a
novel creation likely based on an absence of markets, limited use of staple finance, a rather remarkable
elaboration of wealth finance, and creative efforts to project its influence further afield.
Staple finance provided the basis for the Inca strategy, but it depended heavily on a strong imperial
presence and substantial capital improvement projects that would seem unlikely for the novel condi-
tions experienced by a first highland empire. In contrast to the Inca, the footprint of Wari administra-
tive settlements in the hinterland was quite limited, probably reflecting a hegemonic strategy more like
the Aztec, but lacking their market integration. Staple finance, identified by new irrigation-agricultural
complexes associated with imperial sites, would have been critical primarily for the core region around
Huari and in those few more distant regions controlled directly by the state. In most of Peru, however,
Wari imperial control would have been organized differently.
Without the market systems of the Aztec, a Wari Empire could have elaborated wealth finance
based on precedence set by the expanding Moche, Lima, and Nasca states and chiefdoms. Rule in these
polities was based in part on common ideology and by exchanges of related high-end symbolic and
signaling objects. As valley chiefdoms expanded through conquest and incorporation, the scale and
significance of wealth items probably were critical (e.g. Vaughn 2009 Marcone 2010; Castillo et al. this
volume). Ayacucho developed a strong relationship with Nasca at the end of the Early Intermediate
Period (Knobloch 1983), and, when Huari urbanized soon after, administrators may have sought to
elaborate and centralize the high-end commodity chains that were critical to the wealth finance of the
polities that had been expanding during the previous period.
Wari likely pursued various strategies in an attempt to control flows of raw materials and high-end
commodities. Like the Aztecs (Hassig 1988), Wari may have relied in part on military conquest and
threats typical of expanding hegemonic empires. Warriors may have been deployed to protect from
waiting bandits the commodities moving along major routes. Wari’s initial expansion may have been
geared towards gaining access to raw materials, capturing gifted specialists, and establishing the net-
works for distribution of textiles, metals, and pottery that represented status and carried the state-spon-
sored ideology. The targeted construction of administrative sites, and possibly roads (Schreiber 1991),
could then have been used to channel commodity chains that would amass raw resources, produce
high-end specialty item, and then organize their movement across the empire and beyond.
Extending wealth finance over such a wide area would have been difficult, however, and Pikillacta’s
and Viracochapampa’s unfinished storehouses likely reflect a curbing of imperial ambition after the
heady days of early expansion. As time wore on, Wari administrators likely limited their ambitions for
wealth finance. Instead of seeking to control many links in the commodity chain, they may have iden-
tified primary choke points that were least costly to control. One of these choke points would certainly

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have been the production of high-status goods. In some cases, the state could have moved craftspeople
to locations where production could be closely monitored. Some of the skilled potters of Nasca poly-
chrome ceramics, for example, may well have been moved up to the Ayacucho Basin to produce state
ceramics. Most specialists, however, would have lived outside of the heartland and Wari centers, and
thus have been much more tenuously attached to the state.
An example of these more tenuously attached specialists may come from producers of Wari textiles.
As in the Inca Empire, textiles were most probably critical to the Wari political economy since they
carried key iconographic and symbolic information that was essential for integrating regions within
the state hegemon. Little work has been done on the commodity chains of textiles, with perhaps the
best analysis found in Coleman-Goldstein’s (2010) dissertation. She argues that textiles were particu-
larly important to the Wari state because of the network of dependencies needed to collect diverse raw
materials, produce the high-end weaving, and distribute them strategically. In terms of the materials,
the cotton for the warp, the high quality wool for the weft, and the dyes for colors came from different
locations that were distributed throughout the empire and so required a broad network to assemble the
ingredients. Because of the fineness of threads for the high-end textiles, the amounts of required yarn,
for example, would have been staggering.
For cotton, wool, and special dyes like cochineal, and for access to trained weavers, imperial con-
quest may have initially targeted specific regions in the highlands and coast. Some textile production
was likely overseen directly by Wari administrators (e.g. Edwards et al. 2008), yet most specialists prob-
ably worked far from Wari centers. Spindle whorls, for example, are prevalent at sites in the Majes
Valley, and Wari-style textiles are a common find in the cemeteries there. Coleman-Goldstein’s work
demonstrates that spindle whorl diameters became more standardized as the Middle Horizon wore on.
Although no Wari facility is found in the region (also see Jennings, this volume), it is possible that Wari
was behind the expansion of the valley’s agricultural terracing or worked in other ways to support the
talented spinners and weavers of the region.
Without an extensive infrastructure, Wari control over many craft specialists would often have been
limited and sporadic. Globalist tendencies would break apart the iconographic message of textiles and
other goods, and craft specialists would likely be attempting to meet overlapping and sometimes con-
flicting demands placed on them by local, regional, and state power brokers. To project its influence
beyond the administrative core, the empire would have needed to demonstrate the importance of state
connections to specialists and local elite. The military would have played the small, although signifi-
cant, role of maintaining Wari control over choke points in the commodity chain. More importantly,
Wari administrators had to struggle to signal this control across a diverse cultural landscape, where the
material culture for this signaling was often fractured, reinterpreted, and even co-opted by local elites to
meet their own needs. The changing suite of Wari iconography that linked power to fecundity, descent,
feasting, and long-distance exchange would have likely been the primary means by which Wari singled
its pivotal positions in Middle Horizon interactions. Even when iconography was repurposed by others,
its roots were Wari and signaled the empire’s domination.
In our remodeling of the Wari political economy, we suggest that the first attempt at imperial finance
in the Andes would have been based on existing traditions of staple production, distribution, and use in
Ayacucho. This appears to have been only a partially successful model to create an administered system
of commodity production and distribution. Wari thus co-opted, adjusted, and expanded the wealth
finance systems previously developed by coastal and highland chiefdoms and states. The adoption and
elaboration of wealth finance allowed the empire to articulate with both conquered and neighboring so-
cieties. When initial imperial aspirations could not be met, Wari administrators were able to alter their
system of wealth finance to manage commodity chains that were largely, and at times entirely, outside
of direct state control. The success of the Wari would have been based on feeding existing demands for
prestige goods tied to long-term trends in the use of material culture to expand a religious based ideol-
ogy that girded emerging complexity.

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5. Conclusions

If a Wari Empire existed, then the data available suggest a Wari political economy that apparently
contained four elements. Wari would be uncommercialized, creating distinctive problems for imperial
functioning. Staple finance, although certainly utilized, would have been probably much less elaborated
than during the subsequent Inca Empire. Wealth finance, in contrast, was probably highly developed,
and much of imperial strategies could have involved elaborating the strategic use of high-end textiles,
metals, and ceramics as a means to materialize a ruling ideology. This ideological system probably struc-
tured the political system of dependencies and alliances. In the use of wealth finance as the defining
nature of the political economy, control over the imperial system would have been problematic as it
became increasingly engaged with the dynamic processes of globalization.
What can we learn from possible Wari imperial strategies to consolidate and extend power? Empires
were built with central planning certainly, but imperial expansion was often rather a ad hoc experiment
based on pre-existing conditions, emergent possibilities and evident miscalculations and failures. The
history of Wari represents a centralizing polity attempting to expand its power and gain prestige for its
rulers. The first imperial expansion of Wari may well have been before a mature state formed, and the
halting attempts to expand for greatness may have failed, causing an implosion that ultimately solidified
the state structure in Ayacucho. As the Wari expanded, consolidated, and ultimately collapsed, exper-
iments to fashion the political economy illustrates the limits and possibilities for imperial order in an
uncommercialized setting. Archaeologists have made many assumptions about how the Wari political
economy would have worked based often on what we know of the Inca Empire. Yet, the differences in
built infrastructure suggest that Wari could not have relied heavily on staple finance, and, if an empire
existed, the rule would have relied on more informal, hegemonic relationships. The Wari political econ-
omy apparently relied much more on wealth finance than the Inca, and thus the role of ideology as a
means to extend hegemony was probably of greater importance. It could conceivably have eclipsed the
usual role taken by the sharp edge of military might. Such a political economy, with reduced demands
for a large imperial military, would have been much less costly to finance and thus desirable in an age
of first empires when financial systems were poorly developed. It would have been, however, more vul-
nerable to the globalizing processes that we have outlined. Although much of what we proposed needs
extensive new research in order to be evaluated adequately, we feel that the composite and rather eclectic
nature of our model may well come close to the realities of this and other early empires.
Our understanding of empires is often based on documentations from the central powers that may
lie and misunderstand real central power as something more aspired to than fully realized. Archaeology
can provide the balanced view, recognizing the meeting of bottom-up and top-down processes in the
imperial endeavor. Wari and Tiwanaku together provide critical examples of uncommercialized em-
pire-like polities that developed without establish precedent in their regions. Future studies of the Mid-
dle Horizon have extraordinary opportunities both to understand trajectories for emerging complex
political institutions in the Andes and to enrich our comparative understanding of the real processes of
empires’ first growth.

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BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 16 / 2012, 227-237 / ISSN 1029-2004

WARIFICATION AND MINOANISATION

Carl Knappett a

Abstract

Though distant in space and time, there are certain similarities between the processes of Warification and Minoanisation, the
latter describing the uptake of Cretan (Minoan) materials and technologies across the Bronze Age southern Aegean. In both cases,
recent scholarship challenges the assumption of an active core and passive periphery. Crucial to this challenge in the Minoan
case is the recognition of the considerable variability concealed within the single term ‘Minoanisation’, with many regional and
temporal differences in the degree of influence. In the Wari case, it appears that more work is needed to establish exactly if and
how Warification was a complex, multi-stranded set of processes rather than a single, monolithic radiating influence. I argue
that in both cases, regardless of the state of the evidence, we badly need new ways of tackling regional interaction and cultural
transmission, and suggest that networks, learning, and communities of practice represent promising ways forward.

Keywords: core, periphery, network, learning, Wari, Minoan, Knossos, Thera, Crete.

Resumen

WARIFICACIÓN Y MINOANIZACIÓN

A pesar de estar distante en tiempo y espacio, existen ciertas similitudes entre los procesos de warificación y de minoanización,
el último describe el consumo de material y tecnología cretense a través de la Edad de Bronce del sur del Egeo. En ambos casos,
recientes investigaciones desafían la suposición de un núcleo activo y una periferia pasiva. Crucial para este desafío en el caso de
Minoa, es el reconocimiento de una considerable variabilidad oculta dentro del único término «minoanización», con muchas
diferencias regionales y temporales en el grado de influencia. En el caso de los wari, parece que es necesario más exploración para
establecer exactamente, si y como, la warificación fue un conjunto de procesos complicados y aislados en vez de una única influen-
cia monolítica irradiada. Sostengo que en ambos casos, independiente del estado de la evidencia, es necesario nuevas maneras de
abordar la interacción regional y la transmisión cultural. Sugiero también que redes de trabajo, aprendizaje y comunidades de
prácticas representan auspiciosas maneras de seguir avanzando.

Palabras clave: núcleo, periferia, redes, aprendizaje, Wari, minoico, Cnosos, Thera, Creta.

1. Introduction

As a specialist in the archaeology of Bronze Age (‘Minoan’) Crete, I come to the world of Wari archaeology
very much as an outsider. Certainly, some scholars in my field do take a cross-cultural, anthropological
approach to questions of state formation and political organisation (e.g. Parkinson and Galaty 2007),
but the prevailing tendency is to look closer to home for comparisons, whether the early states of the
Near East or the later Greek city-states of the Archaic and Classical periods. So for me to turn to Andean
archaeology is quite daunting, and my lack of knowledge will no doubt be quite apparent. Given
the very different geographical, temporal and cultural contexts of the Wari and Minoan civilisations,

a
Department of Art, University of Toronto.
228 CARL KNAPPETT

it would be logical to assume that any meaningful comparisons will be few and far between. However,
I have found myself surprised by the striking similarities in the debate over the nature of Wari and
Minoan regional influence; some of these similarities surely derive from the conceptual assumptions
that we as archaeologists bring to the table.

2. Empire, thalassocracy, core and periphery

One such assumption concerns the way we conceive of interregional interactions using a radial core-
periphery model (Jennings 2006). Jennings argues that this model “often fails to capture many of the
realities of inter-regional exchange and local political development in outlying areas” (Jennings 2006:
347). While developed principally with the Wari in mind, this critique applies equally well to the
Minoan context. Here too the implicit dominance of a radial model severely constrains our ability to
understand regional exchange and local geopolitics. It is for this reason that I would now like to explore
some of the similarities and differences between approaches to ‘Warification’ and ‘Minoanisation’.
How to understand the nature of Wari influence beyond the Wari heartland is the major issue at
stake throughout this volume. Current understandings appear polarised between a top-down ‘empire’
perspective on the one hand, and a bottom-up ‘acculturation’ approach on the other. The former sees
the imposition of Wari control through administrative centres set up at a distance, as for example at
the site of El Palacio in the Cajamarca region (Watanabe, this volume). The latter considers that distant
communities chose to ‘opt in’ to Wari’s bundled web of cultural ideas and products (Lau, this volume).
The choice of one of these perspectives over the other does not seem to correlate with distance from
Huari; so Jennings, working relatively close to Huari, in the Arequipa region, has a bottom-up perspec-
tive that is compatible with viewpoints of those working at quite some distance to the north, such as
Lau (Recuay region) and Swenson (Jequetepeque Valley). Yet Watanabe, working at a similar remove,
favours ‘empire’ explanation for Wari presence in the Cajamarca region. For those who follow, implicitly
or explicitly, the radial core-periphery model, distance does not appear to be a factor. For those such
as Jennings, Lau and Swenson who find the empire model less compelling, we do see signs of another
conception of space emerging, with Lau for example thinking about interregional exchange in terms of
networks. I will come back to the potential for network thinking to move us beyond prescriptive core-
periphery models.
This polarisation of approaches such that Wari scholars find themselves following either empire or
acculturation perspectives mirrors what we see in the Aegean Bronze Age, though of course the latter’s
‘inside-out’ maritime geography on the face of it may seem quite alien (Knappett and Nikolakopoulou
i.p.). If we focus on the Aegean region (Figure 1), the first possible empire emerges in the Minoan civi-
lisation, based on Crete, spanning c. 3200-1100 BC. Around 1900 BC we see the appearance of some
very large sites on Crete, the so-called palaces. A couple of centuries later, one in particular comes to
the fore – Knossos (Figure 2). Knossos is by far the largest site in the region, in all likelihood covering
one square km in the Neopalatial period (Whitelaw et al. 2010). It has the most varied and elaborate
architecture, and appears to hold some kind of hold over most of Crete, for a short time at least. And
at the same time as Knossos is at its largest and most complex, we also see a spread of influence beyond
the island. When we encounter ‘Minoan’ finds off-island, in the Cyclades, Dodecanese and Asia Minor,
it is with Knossos and central Crete that connections can be made, rather than the east or the west of
the island. These finds thus could be taken to indicate, on the face of it, some kind of Knossos-based
‘empire’ stretching far and wide. To many observers, this would correspond to the ‘thalassocracy’ of
King Minos, described over a millennium later by Thucydides (Niemeier 2005). A ‘thalassocracy’ is a
maritime empire sustained by naval power and off-island colonies; the candidates for the latter occur on
Cycladic islands such as Melos, Thera and Kea; the Dodecanesian islands of Kos and Rhodes; and on
the Anatolian mainland, at Miletus and Iasos. We find large quantities of material culture seemingly in
support of such an idea, from everyday items such as loomweights, cooking pots, grill stands, and coni-
cal cups, to prestige material culture such as elaborate vessels in pottery, metal and stone, to architectural

ISSN 1029-2004
WRIFICATION AND MINOANISATION 229

Figure 1. Map of the Aegean. 1) Knossos; 2) Malia; 3) Phaistos; 4) Kommos; 5) Ayia Triadha; 6)Palaikastro; 7) Zakros;
8) Gournia; 9) Chania; 10) Thera; 11) Phylakopi; 12) Kastri; 13) Naxos; 14) Kea; 15) Karpathos; 16) Rhodes; 17) Kos;
18)Miletus; 19) Iasos; 20) Samos; 21) Petras; 22) Rethymnon; 23) Paroikia; 24) Amorgos; 25) Ios; 26) Aegina; 27) Mycenae;
28) Ayios Stephanos; 29) Lavrion; 30) Kasos; 31) Kalymnos; 32) Myndus; 33) Cesme; 34) Akbuk; 35) Menelaion; 36) Argos;
37) Lerna; 38) Asine; 39) Eleusis.

types and even materials (gypsum), wall paintings, and administrative documents (e.g. bull-leaping
seals, Linear A documents).
It is not only those who work in the central Cretan ‘core’ who hold this view. Some scholars working
in the ‘periphery’ also concur (e.g. Niemeier, working at Miletus). This does to some extent repeat the
Wari case then, when distance from the core does not predict a scholar’s viewpoint. Yet many archaeo-
logists working in the ‘periphery’ do not quite see Minoan influence in ‘empire’ terms. Instead they see
a lot of local choice, with communities controlling their own destiny, deciding to opt in to new trends
coming out of Crete (Momigliano 2009; Nikolakopoulou 2009). The idea is that this alignment would
have better enabled these communities to participate in interregional exchange networks. Personally,
although I am primarily an archaeologist of Bronze Age Crete, I have also been working on publications
for ‘peripheral’ sites too, like Akrotiri, Iasos and Miletus. Hence I get to sit in both positions, and I have
to say that as a result I find myself pushed and pulled in different directions. It is indeed quite difficult
when working on ‘Minoanisation’ not to get drawn into the either/or polarity of empire on the one
hand or acculturation on the other.
We should comment here on not only the similarities, but also some of the differences, between the
Wari and Minoan cases. It seems a bit odd to an Aegeanist that there is a single word often used
—Wari— to denote the core site, the core region, the culture – Wari pottery, Wari architecture, etc. This
would be equivalent to us in the Aegean calling everything after our largest site, Knossos. To call the
whole of Crete ‘Knossos’ or ‘Knossian’, and then also all the cultural traits across the southern Aegean
‘Knossos style’ or Knossian would be highly confusing, not to mention inflexible and homogenising.

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Figure 2. Plan of the palace at Knossos.


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It also seems strange to an Aegean prehistorian that the Wari periphery seems better known than the
core. This is certainly not the case for the Aegean. Admittedly, we do not know everything we would like
to about Knossos, but it has seen many publications over the past century, from Evans’s multi-volume
Palace of Minos (Evans 1921-36), to the important work of Pendlebury (1939), to a whole host of
publications of primary material in past decades (e.g. Hood and Smyth 1981; MacGillivray 1998; Ca-
dogan et al. 2004; Hatzaki 2005; Mountjoy 2003; Macdonald 2005; Macdonald and Knappett 2007;
Momigliano 2007). The off-island periphery is definitely less well known, though there is the stand-out
case of Akrotiri which has much better preservation due to the volcanic eruption that buried the site,
though many of the houses excavated remain incompletely published (Doumas 1983; Palyvou 2005).
Yet Aegean archaeologists are increasingly aware of complications and subtleties in the evidence.
There exist three key dimensions of variability that upset this neat picture of an active core and a passive
periphery.

3. Material culture variability

The first is material culture variability: a checklist of the presence or absence of traits is not enough. For
example, we cannot just say that there is Minoan pottery imported to Akrotiri, Thera in great quantities,
though this is true. First, it actually only makes up about 15% of the total assemblage, and there are also
many imports from other areas too. Secondly, it is not just that Minoan pottery is imported; it is also
very closely imitated by local potters; or rather some styles are, such as tortoiseshell ripple (Knappett
and Nikolakopoulou 2008). It can be very hard telling local from imported (Figure 3). Thirdly, in some
cases local pottery does not so much imitate a Minoan pot, as take certain features, such as white dotted
decoration, and adapt them into the local repertoire (Knappett and Nikolakopoulou 2008). Fourthly,
there is a whole swathe of local production that takes no account of Minoan culture whatsoever, and
continues in its own vein. This is not just apparent in styles and shapes but also technologies: the potter’s
wheel is taken up from Crete, but only to a very limited extent (Knappett and Nikolakopoulou 2008).
And this is just the pottery evidence at one site (admittedly a site with incredible preservation and more
than 11,000 catalogued whole vessels). There are similar complications if one looks at the wall pain-
tings, the architecture, and other material categories, such that it becomes almost impossible to say ‘this
is’ or ‘this is not’ a colony or part of an empire. The processes at work are simply much more complex
than this.
When this emerging picture is compared with the status quo in Wari scholarship, I am struck by
how this kind of discussion seems to be lacking. In the preceding papers, one often simply reads that
‘the pottery is Wari’, without any dissection of what this actually means. Imported? Locally replicated?
Locally imitated? And what is the proportion of Wari to local? In what forms and wares? What are the
choices being made? Though there has been some recent analytical work on Wari ceramics, the emphasis
thus far appears to have fallen on characterisation in order to shed light on provenance, rather than the
investigation of technological dimensions (Montoya et al. 2003, 2009; Dussubieux et al. 2007).

4. Regional variability

A second dimension is regional variability. Let’s just take the above case of pottery as described for
Akrotiri, Thera. All kinds of Minoan shapes are very closely mimicked locally, from fine decorated
wares, to mass-produced ‘conical cups’, to cooking pots. However, at Miletus and Iasos in Asia Minor,
we see imported fine wares from Crete, but no local imitations of fine wares. What we do see locally
produced are Minoan-type conical cups, cooking pots, ‘souvlaki’ stands and loomweights, though such
‘domestic’ types never occur as imports from Crete. So, a rather different picture emerges according to
the site under study.
And if we were to turn to the other side of the Aegean, to the west, where we have the island of
Kythera (Figure 1), there the site of Kastri is almost entirely Minoan in its material culture, such that
you would not actually know from the material culture that you were not on Crete itself (Coldstream

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Figure 3. An imitation ripple jar from Akrotiri, Thera.

and Huxley 1972). Again, this is simply from the pottery; the regional mosaic gets more complex still
if you add wall paintings, architecture, and other categories to the mix. Not only is it too simple to
think in terms of either colonisation or acculturation; there is not even a single axis of variation from
colonisation to acculturation.
Returning to Wari, evidently there is recognition of regional variation (see Schreiber, this volume).
Yet the details of this variation do not seem particularly clearly expressed. I would imagine that detailed
study of exactly how the production and use of Wari ceramic and architectural features vary from region
to region would be an invaluable comparative exercise. Perhaps ‘Wari’ in Recuay is not actually all that
similar to ‘Wari’ in Arequipa; and if this were the case, then it would suggest interregional interaction
as a strategic, two-way process.

5. Temporal variability

Now to our third dimension of variability: temporal. Increasingly, scholars of the Aegean Bronze Age
are recognising that the political geography is very dynamic, changing significantly over time. Yet we
still suffer from a tendency to homogenise and imagine that all palatial systems were the same. The most
damaging assumption is probably that which projects the Mycenaean palatial systems back into the
Minoan period. Thanks to the substantial archives from Knossos and Pylos from the 13th century BC,
and the decipherment of Linear B, considerable headway has been made in understanding the details of
the Mycenaean palatial economy. The palaces controlled certain economic activities very closely, with
particular attention to textiles, bronze and perfumed oils. As Mycenaean culture does owe some debt to
that of the earlier Minoan culture on Crete, researchers tend to project some of the features they see in
the 13th c. BC back to the earlier palatial systems on Crete. Even though they are some three to four
centuries earlier, they too used scripts for administrative purposes, notably Linear A; though this rema-
ins undeciphered, it does share many signs with the later Linear B script. But this does not mean that
the earlier Minoan palatial systems were the same as the later Mycenaean ones. They inhabited quite
different worlds, particularly in their relations to the powerhouses of the Near East such as the Egyptian
and Hittite empires. The practice of projecting back from the Mycenaean to the Minoan perhaps finds
its parallel in the Andes in the relationship that is often assumed between the Inca Empire and the Wari.
For the Aegean, this kind of teleology has proven more harmful than beneficial.

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Table 1. Chronological chart for Minoan palatial periods.

When we look in greater detail, further problems of this kind present themselves. Even assuming
Minoan palatial society as a single unit can be extremely misleading, as there are substantial changes
within the period from 1900 to 1500 BC. We can break this down into the Protopalatial and Neopa-
latial periods, and they are really quite different from one another. Just to take as an example the nature
of interregional exchange, in the Protopalatial period (Figure 4) there are really only weak connections
between the different areas of the Aegean. Cretan imports at Akrotiri, Thera, for example, make up just
1-2% of the pottery there. But then at the start of the Neopalatial period, in the Middle Minoan IIIA
phase (c. 1700 BC), the connections really seem to take off, and then develop apace through Middle
Minoan IIIB and Late Minoan IA. Further evidence from these different phases would be really bene-
ficial as I suspect there is even more change than we currently recognise. Anyway, come Late Minoan
IB, the final phase of the Neopalatial period (c. 1500 BC), connections have again shifted immensely,
in the wake of the Theran eruption. Though Minoan Crete still seems to be doing fine, other areas in
the southern Aegean are already shifting the focus of their connections to the Greek mainland, a move
that is cemented with the subsequent destruction of the Cretan palaces and the emergence of mainland
Mycenaean palaces. So even if there was something approaching an ‘empire’, or at least substantial inte-
rregional influence, it didn’t last very long at all: perhaps just for the first part of the Neopalatial period,
or about 150 years. We really miss out on some of the more fascinating geopolitical dynamics if we fail
to pay attention to changes over time.
For the Wari case, there appears not to be the ceramic seriation that would allow for the kinds of
divisions we can make in the Aegean between, for example, Middle Minoan IIIA and IIIB. Dorothy
Menzel’s now classic stylistic sequence (1964) provides what might seem to be a similar temporal re-
solution — she divided the period of Wari influence into Middle Horizon 1-4 (along with the A and
B subdivisions for the first two phases). Yet in practice the seriation has only helped make distinctions
possible between the earlier and later parts of the Middle Horizon. While this is of course recognised
by Wari scholars, I wonder if enough has been done to analyze ceramic variation over time in order to
seek out more resolution within the Middle Horizon.

6. Network thinking

There has been a great deal of work in the southern Aegean of late. Certainly, there are still surpri-
sing gaps in our knowledge, but we now have some high-resolution data, acquired through innovative
methodologies. It does seem to be important to get into the details of the ceramics and the architecture,
as things are not always as they seem. What these details show us is that there are many different kinds

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of cultural dynamics in play, meaning that we need to show greater sensitivity to the various modes and
mechanisms of cultural transmission. But this is where the real frustration comes in: our interpretations
have not yet caught up with our data and methods (Broodbank 2004). Perhaps we do now see that
neither thalassocracy nor local acculturation really cut the mustard. We need to escape from this either/
or debate, whereby agency is assigned to either core or periphery; but we do not have the means to do
so. We cannot find the means until we identify the obstacles before us, and the obstacles can be hard
to see sometimes. One obstacle, I would argue, is our lack of explicit thinking about scales of analysis
and how difficult but necessary it is to articulate different scales (Knappett 2011). A real part of the
problem is that some of us are talking about one scale, the local, while others are pitching themselves
at the interregional level; and we don’t even realise it. Personally, I see network thinking as being one
means of overcoming this obstacle, as it can allow for trans-scalar analysis. Networks can be nested the
one in the other, from local to global, so that we don’t have the problem of different methodologies for
different scales. In this guise, networks can also help us around the problem of the deeply embedded
core-periphery thinking that limits our interpretative horizons. For example, it is hard to think how we
might conceive of the emergence of Minoanisation (or Warification) as anything but a set of processes
that unfold from the inside out, from a core to a periphery. We perhaps need to ask how Crete came
to be ‘on the front foot’ in the first place: through its long history of interactions with these other areas
from which it was able to benefit, but before there was a core or a periphery as such? We do see a long
build-up through the Protopalatial after all (something similar alluded to for Wari by Jennings, this vo-
lume and Lau, this volume). Networks allow for both the acknowledgement of some sites simply being
bigger and more influential, at the same time as recognising that agency need not reside entirely in their
hands (Knappett et al. 2008).

7. Cultural transmission: learning about learning

A second obstacle, though, is arguably even more problematic: archaeologists have not yet developed
convincing models for explaining interregional cultural transmission. For example, if Wari architectural
forms (e.g. orthogonal patio arrangements [Isbell 1991]) are found in far-flung areas, then how does
the requisite knowledge and skill travel? Is it simply due to the movement of the skilled architects and
masons themselves? If so, are they permanent or temporary: do they move as colonists, or as itinerant
artisans? Perhaps forms ‘move’ instead through local artisans travelling to Huari, learning the necessary
skills, and then returning to their communities in outlying areas. Do the new architectural forms even
require much specialised technological skill, or can they simply be observed and then relatively easily
imitated? Thinking about these processes in terms of different kinds of transmission can be helpful,
differentiating between ‘vertical’ and ‘horizontal’ transmission (Shennan 2002). Vertical transmission
refers to the kinds of knowledge transfer that occur from one generation to the next, for example as a
mother teaches her daughter particular coil-building skills for making pottery. Horizontal transmission
concerns those forms of knowledge that can be transferred from peer to peer; in terms of pottery again,
this could simply be a potter observing a new kind of decorative pattern on a competitor’s wares and
deciding to use it too. This is just one simple distinction that can be of use, though there is much more
one could do on the processes of learning and apprenticeship, as is the case in the very interesting litera-
ture on ‘communities of practice’ (Lave and Wenger 1991; Wenger 1998), now seeing some application
in archaeological circles (Hendon 2010). Such learning dynamics are little enough grasped at the indi-
vidual or community level, let alone at greater scales.
In the Aegean we have the same kinds of problems. One interesting example is the take-up of the
potter’s wheel in the Cycladic islands. This occurs at the beginning of the Neopalatial period under
influence from Crete. And yet the Cyclades had been in contact with Crete for centuries already, where
the wheel had long been used. What is it that changes at this particular moment that leads some potters
to only now adopt this new technology? It is not something that can just be picked up overnight, but
requires a long apprenticeship. How exactly were these skills transferred? It is something we are trying
to think about in the Aegean using ideas from the communities of practice literature. Similar issues

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arise when we try to think also about the transmission of other technologies, such as in architecture
the adoption of ashlar masonry, and the use of lime plaster for wall paintings. These are transferred to
the Cyclades at about the same time as the potter’s wheel, and these processes leave us much to think
about in terms of the mobility of artisans, their skills, and their technologies. Although we have made
relatively little progress to date, this promises to be an area attracting innovative research in the future.

8. Conclusions

What I have learnt from this comparative process is not so much that there are actual similarities in
ancient political organisation in the Wari and Minoan worlds, but rather that the history and theory
of archaeology has dealt us all a similar set of assumptions with which we work often unknowingly and
uncritically. I myself have been as guilty as any of seeking interpretations of ancient Minoan society
that fall within a rather narrow range of parameters set in large part by prior expectations. My feeling,
after this admittedly rather short excursion into Wari territory, is that re-examining how we think about
some basic processes, such as interaction and learning, particularly where different scales are concerned,
would ultimately be extremely beneficial to our broader understanding of complex historical phenome-
na, whether Warification or Minoanisation.

Acknowledgements

I would like to thank Justin Jennings for the opportunity to contribute to this publication and to enter
into dialogue with scholars working in an area that is almost entirely new to me. I have found this a
worthwhile exercise, coming at Minoanisation from a ‘Wari’ perspective, and thereby seeing it in a
different light. I can only hope that the exercise has proven fractionally as useful from the other side!

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