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4. RESUMEN
Podríamos resumir diciendo que el origen del pensamiento se encuentra en una perplejidad, una
confusión, una duda. El pensamiento no es una cuestión de combustión espontánea; no se produce
solo sobre principios generales. Algo debe provocarlo y evocarlo. Los llamamientos generales al
pensamiento dirigidos a un niño (o a un adulto), sin tener en cuenta si tiene experiencia directa de
alguna dificultad que la inquiete y le turbe, son tan inútiles como aconsejarle que saiga adelante por
su propio esfuerzo. Dada una dificultad, el paso siguiente es la sugerencia de algún camino, esto es,
la elaboración de algún plan provisional o proyecto, la adopción de alguna teoría que explique las
peculiaridades en cuestión, la consideración de alguna solución al problema. Los datos disponibles
no pueden proporcionar la solución; solo pueden sugerirla. Entonces, ¿cuáles son las fuentes de La
sugerencia? Sin ninguna duda, la experiencia anterior y un fondo de conocimiento adecuado a
disposición del sujeto. Si la persona ha conocido situaciones similares, si ha tratado material del
mismo tipo con anterioridad, seguramente surgirán sugerencias más a menos idóneas y útiles. Pero a
menos que haya tenido alguna experiencia semejante, la confusión no se disipa. Aun cuando un niño
—o un adulto— tenga un problema, es completamente inútil urgirle a pensar cuando no tiene
experiencias anteriores que incluyan algunas de las condiciones presentes. Sin embargo, puede existir
un estado de perplejidad e incluso de experiencia anterior de la cual emanen sugerencias, sin que por
ella el pensamiento tenga que ser reflexivo, pines la persona puede no ser lo suficientemente critica
acerca de las ideas que se le ocurren. Puede alcanzar una conclusión sin cuestionar los fundamentos
sobre los cuales se apoya; puede prolongar a abreviar excesivamente el acto de caza, de indagación;
puede aceptar la primera «respuesta», o solución, que le venga a la cabeza, sea por pereza e
indiferencia mental, sea por impaciencia
2. SUGERENCIA
Las ideas tienen lugar en forma espontánea
Más de un niño, como ya se ha dicho, ha tratado de detener su «pensamiento», de parar el torrente de
ideas que pasaba por su cabeza. Pero los «pensamientos», los de este tipo rudimentario e incontrolado,
saltan a la existencia con tanta seguridad como «nuestros cuerpos sienten, donde quiera que se
encuentren, contra nuestra voluntad o con su complicidad». No es mayor nuestra facultad de disponer
o no disponer de ideas que la de crearnos a voluntad sensaciones de las cosas. Tanto en un case como
en otro, podemos colocarnos —o ser colocados por otros— en situaciones en las que es probable que
experimentemos sensaciones o ideas de maneras útiles, es decir, de tal suerte que conduzcan a otra
cosa y que por ese camino aseguren el desarrollo y la recreación por parte de la persona, que no ha
de agotarse en su mera posesión.
Qué es una sugerencia
En este sentido primitivo y espontáneo, las ideas son sugerencias. Nada en la experiencia es
absolutamente simple, singular, aislado. Todo lo que se experimenta nos viene acompañado de algún
otro objeto, cualidad a acontecimiento. Un objeto ocupa el centro y es el más claro, pero gradualmente
se transforma en otras cosas. Un niño puede estar absorbido por la contemplación de un pájaro; para
el centro más luminoso de su conciencia no hay nada más que ese pájaro. Pero, naturalmente, está en
algún sitio, en el suelo o en un árbol, por ejemplo. Y la experiencia real incluye muchas cosas más.
El pájaro también hace algo: vuela, picotea, como, canta, etcétera. Y la experiencia relacionada con
el pájaro no es una sensación simple, sino completa, pues incluye en ella gran cantidad de cualidades
relacionadas. Esta ilustración tan elemental nos indica por qué la próxima vez que el niño vea un
pájaro, «pensará» en algo más que entonces no esté presente. Esto equivale a decir que la parte de su
experiencia presente que se asemeje a la anterior nos recordará o sugerirá alguna cosa o alguna
cualidad con ella relacionada que estuvo presente en la experiencia total precedente. Esta cosa o
cualidad, a su vez, puede sugerir algo que guarde relación con ella misma.
Las dimensiones de la sugerencia
La sugerencia tiene una variedad de aspectos —o «dimensiones como podríamos denominarlos—,
distintos en cada persona, tanto en sí mismos como en su modo de combinarse. Estas dimensiones
son: a) facilidad o rapidez; b) alcance o variedad, y c) profundidad.
a) Facilidad a rapidez. La clasificación común de las personas en tontas y listas se hace, ante
todo, basándose en la disposición o facilidad con que surgen en ellas sugerencias a partir de la
presentación de objetos o de la sucesión de acontecimientos. Tal como implica la metáfora de
«opacos» y «brillantes», hay espíritus impenetrables, o que absorben pasivamente. Todo lo que se les
presenta se pierde en una chata monotonía que no deja nada tras de sí. Pero otros reflejan, o restituyen,
bajo luces diversas, todo lo que los conmueve.
b) Alcance a variedad. Independientemente de la diferencia que se produce entre las distintas
personas con relación a la facilidad y La rapidez con que responden a los hechos, existe otra diferencia
relativa a la cantidad o alcance de las sugerencias que tienen lugar. A veces estamos diciendo la
verdad cuando hablamos de la «corriente» de sugerencias; pero otras veces hay en ello una pequeña
«trampa». Ocasionalmente, la lentitud de la respuesta exterior se debe a una gran variedad de
sugerencias que se controlan mutuamente y que conducen a la vacilación y la duda, mientras que una
sugerencia rápida y vivaz puede invadir de tal manera el espíritu que impida el desarrollo de otras.
Sugerencias demasiado escasas indican un hábito mental árido y pobre; cuando esto se une a una gran
erudición, el resultado es la pedantería. La persona de estas características impresiona como una
persona de gran rigidez mental; es probable que abrume a los demás con el mero acopio de
información. Contrasta ostensiblemente con la persona que calificamos de «madura», «fluida» y o
«tranquila». Es posible que una conclusión a la que se ha llegado tras tener en cuenta unas poca
alternativa sea formalmente correcta, pero no poseerá la plenitud ni la riqueza de significado de una
conclusión en la que se haya desembocado después de comparar una gran variedad de sugerencias
alternativas. Por otro lado, las sugerencias pueden ser excesivas en cantidad y en variedad, hasta el
punto de asegurar la mejor disciplina y desarrollo de hábitos mentales, tantas son las sugerencias que
se presentan, que la persona se encuentra perdida a la hora de elegir entre ellas.
c) Profundidad. Pero no solo distinguimos a las personas basándonos en la rapidez y la variedad
de su respuesta intelectual, sino también con relación al plano en que ello ocurre, es decir, a la cualidad
intrínseca de su respuesta. El pensamiento de una persona es profundo, el de otra es superficial; una
va a las raíces de la cuestión, mientras que la otra solo roza ligeramente sus aspectos más superficiales.
Tal vez sea ésta la fase del pensamiento que menos se enseña, y la menos susceptible a la influencia
externa, ya sea beneficiosa, ya sea perjudicial. No obstante, las condiciones del contacto del alumno
con el tema pueden ser de tal naturaleza que se vea empujado a dar al traste con sus rasgos más
importantes o que se sienta tentado a tratarlos con trivialidad. Las afirmaciones comunes que
sostienen que, con tal de que el estudiante piense, da lo mismo, para su disciplina mental, uno u otro
tipo de pensamiento, y que el fin del estudio consiste en reunir información, tienden, tanto una como
otra, a fomentar el pensamiento superficial a expensas del profundo. Los alumnos que, en materia de
experiencia práctica, tienen una percepción aguda y rápida de la diferencia entre lo importante y lo
insignificante, suelen llegar, en los temas escolares, a un punto tal en el que todas las cosas parecen
igualmente importantes o igualmente insignificantes, y en el que el esfuerzo intelectual no tiene como
finalidad la discriminación entre las cosas, sino las conexiones verbales entre las palabras.
d) Profundidad y lentitud. A veces la lentitud y la profundidad de respuesta están íntimamente
relacionadas. Para digerir las impresiones y traducirlas en ideas sustanciales hace falta tiempo. La
«brillantez», puede ser solo un fulgor pasajero. La persona «lenta pero segura», ya sea un niño, ya un
adulto, es alguien en quien las impresiones calan hondo y se acumulan, de tal modo que el
pensamiento se produce en un nivel más profundo que el que tiene lugar en quienes soportan una
carga más ligera. No pocos niños son reprendidos por su lentitud, por no responder con rapidez,
cuando la que en realidad ocurre es que están tomándose su tiempo para reunir fuerzas y afrontar el
problema con eficacia. En tales casos, el hecho de no conceder tiempo y comodidad estimula, si no
es que los crea realmente, hábitos de juicio rápido, pero fugaz y superficial. La profundidad que
alcanza el sentido del problema o de la dificultad, determina la cualidad del pensamiento que viene a
continuación; y cualquier habito de enseñanza que aliente al alumno, en nombre de una exposición
correcta a de la exhibición de una información memorizada, a deslizarse por encima de la delgada
capa de hielo de los auténticos problemas, contradice el verdadero método de educación mental.
El pensamiento es especifico y cualquier tema puede ser intelectual
El pensamiento es especifico, no un aparato mecánico y listo para aplicar indistintamente y a voluntad
en todos los temas, tal y como un farol arroja su luz tanto sobre caballos, como sobre calles, jardines,
árboles o ríos. El pensamiento es especifico en tanto que distintas cosas sugieren sus propios
significados, cuentan sus historias concretas y la hacen de modos muy diferentes según las diferentes
personas. Así como el crecimiento corporal se produce gracias a la asimilación de la comida, el
desarrollo mental se realiza gracias a la organización lógica de la cuestión. El pensamiento no se
asemeja a una máquina de hacer salchichas, que reduce indistintamente todos los materiales a una
mercancía estereotipada y comercializable, sino que es la capacidad para comprender y relacionar
entre sí las sugerencias específicas que las cosas plantean. En consecuencia, cualquier tema, desde
los griegos hasta la cocina, y desde el dibujo a las matemáticas, es intelectual —si es que hay algo
intelectual—, no en su estructura interna fila, sino en su función, en su poder para comenzar y
desarrollar una indagación y una rifle- sin significativas. La que para uno es la geometría, para otro
es la manipulación de aparatos de laboratorio, el dominio de la composición musical o la conducción
de un negocio.
3. ORDEN
El pensamiento reflexivo implica secuencialidad, continuidad u ordenamiento de las
sugerencias
Inverso es el peligro al que están expuestas las asignaturas en las que el énfasis se pone en la
adquisición de habilidades y destrezas. La tendencia es aquí a adoptar los atajos más cortos posibles
para llegar al fin preestablecido. Esto hace mecánicas estas asignaturas, y, por lo tanto, restrictivas de
la capacidad intelectual. En el dominio de la lectura y la escritura, el dibujo, las técnicas de
laboratorio, etcétera, tan grande es La necesidad de economía de tiempo y de material, de pulcritud y
de precisión, de rapidez y de uniformidad, que todo ello tiende a convertirse en un fin en sí mismo,
con independencia de su influencia sobre la actitud mental general. La pura imitación, la imposición
de los pasos que hay que dar, el ejercicio mecánico, pueden dar resultados con la mayor rapidez, pero
también fortalecer rasgos que probablemente resulten fatales para la capacidad reflexiva. El alumno
se ve empujado a hacer esto y aquello sin conocimiento de ninguna otra razón que la de que si lo hace
así obtendrá más rápidamente el resultado previsto; se le señalan y corrigen por él sus errores; está
obligado a la pura repetición de determinados actos hasta que éstos se vuelvan automáticos. Más
tarde, los maestros se asombran de que los alumnos lean con tan poca expresión y realicen cálculos
con tan escasa comprensión de los términos del problema.
También es frecuente, especialmente en la educación superior, establecer una falsa oposición entre
información y comprensión. Un bando insiste en que primero ha de darse la adquisición de erudición,
pues la inteligencia solo puede operar sobre la base de material real bajo control. El otro bando
sostiene que la erudición por sí misma es, en el mejor de los casos, solo un fin para el especialista, el
graduado, etcétera, y que lo fundamental es el desarrollo de la capacidad de pensar. La distinción
entre información y sabiduría es muy antigua, pese a lo cual debe ser constantemente revisada. La
información es conocimiento meramente adquirido y almacenado; la sabiduría es conocimiento que
opera en la dirección de las potencialidades con vistas a una mejor calidad de vida. La información,
en tanto mera información, no implica entrenamiento especial alguno de la capacidad intelectual; el
resultado más preciado de este entrenamiento es la sabiduría. En la escuela, la recogida de
información tiende siempre a escapar al ideal de sabiduría o de buen juicio. A menudo el objetivo
parece consistir —especialmente en asignaturas tales como la geografía— en hacer del alumno lo que
ha dado en llamarse una «enciclopedia de información inútil». Pero hay una radical diferencia entre
tratar la adquisición de información como fin en sí misma y considerarla parte integrante de la
formación del pensamiento. La afirmación de que el pensamiento podrá emplear libre y
voluntariamente en el futuro la información que ha acumulado al margen de su utilización en el
reconocimiento y solución de un problema, es absolutamente falsa. La habilidad bajo el dominio de
la inteligencia es la habilidad que se ha adquirido con la participación de la inteligencia; la única
información a la que, a no ser por accidente, puede darse un use lógico es la que ha sido adquirida en
el curso del pensamiento. Debido a que su conocimiento ha sido obtenido en conexión con las
necesidades de situaciones específicas, a menudo los hombres de escasa educación libresca son
capaces de utilizar de modo eficaz todo gramo de conocimiento que poseen, mientras que a menudo
los hombres de inmensa erudición permanecen atascados por el mero volumen de su erudición, debido
a que esta es mucho más producto de la memoria que del pensamiento.