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El 19 de noviembre de 1761, durante la fiesta dedicada a Nuestra Señora de la Concepción en el pueblo

de Cisteil, cerca de Sotuta en Yucatán, dio inicio la rebelión encabezada por Jacinto Uc de los Santos, quien
se proclamó a sí mismo el rey de la provincia entera bajo el título de Rey Canek Chan Montezuma.

Los cambios en la explotación colonial que se registraron durante el siglo XVIII y la destrucción de las
tradiciones generaron entre los mayas diversas formas de resistencia.

Jacinto Canek, hizo pactos y planes con varios caciques para una insurrección anticolonial. La meta era
expulsar del territorio a todos los colonizadores y obtener el dominio político y religioso de los mayas. Para
persuadirlos de su fuerza, Canek hizo creer a los indígenas que estaba dotado de poderes de taumaturgo
y que el triunfo de los mayas estaba escrito en el Chilam Balam. Una gran proporción de las ciudades que
poblaban el corazón de la Península, respondieron al llamado de las tropas y enviaron contingentes al
pueblo de Cisteil.

Enterado del hecho, el capitán Tiburcio Cosgaya, comandante de Sotuta, los atacó con un reducido grupo
de soldados y todos murieron, con esto, los indígenas se animaron a seguir con su rebelión y a invitar a su
movimiento a otras poblaciones.

La rebelión fue un levantamiento organizado que despertó un clima de agitación y angustia entre los
españoles y desencadenó una represión despiadada. El 26 de noviembre, Cristóbal Calderón y su ejército
de 500 soldados españoles atacó Cisteil, en el combate murieron 600 rebeldes y ocho sacerdotes o
profetas mayas junto con sus ídolos murieron quemados al incendiarse las cases reales, donde se habían
encerrado en busca de refugio. Calderón estaba convencido de que un ataque frontal acompañado con
descargas de artillería sería suficiente para quebrar la voluntad de los rebeldes “perros indios” como él
llamaba a los indígenas en Cisteil. Las bajas del lado español fueron de solamente 40 muertos, aunque
también hubo numerosos heridos.

Canek fue aprehendido y conducido a Mérida. En la ciudad se difundió la idea de que el levantamiento
había sido en contra de Dios y contra el rey, crímenes que clamaban un escarmiento atroz, castigo que
debía exhibirse públicamente por la maldad de rebelarse contra la santa fe y católico monarca.

El 12 de diciembre se dictó sentencia a Jacinto Canek, fue condenado “a ser roto vivo, atenaceado,
quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas por el aire”. El espectáculo no pudo ser más tenebroso, un
testigo afirmó que fue “tan fúnebre, que causaba horror el mirarlo, especialmente la mesa en que fueron
quebrantados” sus huesos y la caldera, junto a ella, con el “instrumento que le había de sacar la carne a
pedazos”. Posteriormente, “su cuerpo destrozado estuvo expuesto hasta las dos de la tarde, hora en que
fue llevado al campo y arrojado a la hoguera”.

Jacinto Canek fue ejecutado el 14 de diciembre en un cadalso construido en la plaza principal de la ciudad.
Por la mañana y la tarde de los dos días siguientes, 102 indios fueron castigados con 200 azotes y cortes
de sus orejas derechas. Pero la represión no concluyó con estos espectáculos, 170 ejecuciones de pena
capital fueron postergadas para después de la semana mayor de 1762.

Canek tomó a su favor las profecías del Chilam Balam que señalaban el regreso del rey de Itzá para llevar
a los extranjeros hacia el mar y regresarle su tierra a los mayas. Sin embargo, esto no resultó verdadero,
ya que Canek fue ejecutado por los españoles, lo que apagó fácilmente la rebelión. Sin embargo, durante
la Guerra de Castas, su nombre se convirtió un eslogan revolucionario.
La rebelión de Canek fue el único levantamiento colonial verdadero en Yucatán.

Esta jornada libertaria fue breve, no duró más de una semana con un saldo doloroso, pero caló
profundamente en el alma del pueblo maya, no por su éxito militar o la conquista de un poco de libertad,
sino por haber expresado el anhelo libertario de siglos, que una vez más quedó frustrado (por la traición
de un cura que avisó al enemigo del plan de los mayas).

Pese al cruel desenlace del levantamiento este se cuenta entre los antecedentes de la llamada “guerra de
castas” iniciada en 1847, que fue más bien una etapa más en la larga lucha del pueblo maya por su
liberación.

Suplicio de Jacinto Canek (Fernando Castro Pacheco)


En el Salón de la Historia, Palacio de Gobierno, Mérida, Yucatán.

Bibliografía

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