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Araucano de la comuna de Las Condes. Con el objetivo de dar cuenta de forma más
precisa sobre la ubicación de los parques, es que describimos las comunas en las
cuales dimos lugar a nuestras observaciones:
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cápita de $1.107.029 y una superficie de áreas verdes de 221,8 hectáreas (Reyes
y Figueroa, 2010, en Ministerio del Medio Ambiente, s.f.).
Análisis
Espacialidad
Al analizar dónde se ubican los parques observados, podemos dar cuenta que estos
tres se encuentran conectados al sistema de transporte público, ya sea por vía de
micros o metros, de modo que podríamos decir están conectados a la ciudad y no
escondidos o alejados de esta:
“Al descender del bus que me llevaba por Av. Providencia me topo con el
extremo poniente del Parque Balmaceda.”; “Llego por la línea 4A del Metro a
la estación La Granja [...]”; “El Parque Araucano se encuentra a unos pasos
de la estación de metro Manquehue [...]” (Nota 1, p. 13).
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Según lo propuesto por Giannini (1999), la vida cotidiana podría ser abordada
metodológicamente como una especie de terreno físico, definida a partir de lugares
concretos. Entre ellos se encuentra la calle, definida como un medio de circulación
en donde los límites se hacen más amplios. Así, el parque también constituye parte
del espacio público y, a su vez, se define en torno a sus características físicas.
Pero también es posible establecer algunas diferencias. Una de las más relevantes
tiene que ver con la extensión de las áreas verdes, siendo el Parque Araucano
significativamente más grande que el Parque Balmaceda y el Parque La Bandera,
componiéndose de veintidós hectáreas y abarcando en su interior jardines,
rosedales, senderos, juegos para niños y espacios comerciales: “Ya desde afuera
del parque puedo darme cuenta de su amplitud, sin embargo, al entrar dimensiono
aún más su gran tamaño [...] me encuentro con un gran espacio que abarca una
diversidad de juegos para niños” (Nota 3, pp. 18-19).
Prácticas
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es un lugar abierto y público, el cual podría dar paso a una experiencia común. Es
así que en el parque confluyen diferentes tipos de personas que llevan a cabo
diferentes prácticas o acciones.
En el caso de los tres parques observados, los personajes que hacían uso de él
eran de diversas edades, en su mayoría jóvenes y adultos, teniendo los niños mayor
aparición en el parque Araucano. Asimismo, en los tres parques los personajes que
allí aparecían podían estar solos, en pareja, en familia o en grupos de amigos. Es
así que el parque podría funcionar como un lugar donde se establece una relación
entre una persona y el parque, y una persona con un otro y el parque, lo cual se
contemplará en los siguientes ejemplos.
Algunos personajes utilizaban el parque para hacer ejercicio o deporte, vestidos con
ropa deportiva, ya sea corriendo, andando en bicicleta, haciendo abdominales, entre
otras actividades: “había un señor de entre cuarenta y cincuenta, con tenida
deportiva, haciendo ejercicio. Estaba estirándose y ejercitándose con su propio
cuerpo sobre una explanada de cemento situada cercana a un monumento que se
ubica al final del parque” (Nota 1, p. 14).
“Otras mamás conversan mientras columpian a sus hijos y otras los siguen
cuando los niños corren y se alejan a otros lugares. En los juegos de redes
hay niños un poco mayores, los cuales están jugando solos o acompañados
unos de otros.” (Nota 3, p. 19).
Los parques observados también eran utilizados por personas que ejercían su
trabajo diario, es decir, el lugar del parque correspondía al mismo tiempo a su lugar
de trabajo. Esto se visualiza en los diferentes parques a través de trabajadores
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municipales a cargo de él o dependientes de locales, lo cual podría ejemplificarse
con un caso en particular que se muestra en la siguiente cita: “[...] me llama la
atención la presencia de dos trabajadores municipales. Uno de ellos estaba
arrastrando un contenedor de basura de tamaño mediano, mientras que otro estaba
pendiente de ver cómo los regadores mojaban el pasto del lado oriente” (Nota 1, p.
15). Por otro lado, el parque La Bandera es utilizado por sus asistentes como un
punto estratégico para llevar a cabo transacciones o negocios informales como el
exhibir un auto a unos interesados en comprarlo. Esto último se podría evidenciar
en lo siguiente: “llega un auto [...] Se baja una mujer adulta y se apoya en la puerta
del vehículo a esperar. Un momento después aparecen dos hombres, se saludan y
ella les comienza a mostrar el auto” (Nota 2, p. 17).
En muchos casos el parque es utilizado por los asistentes como un lugar en el cual
se puede hacer tiempo antes de desplazarse hacia otro lado o pasar el rato,
observando, paseando con su familia o con sus mascotas, comiendo, conversando,
expresándose cariño, descansando, relajándose, etc. Muchos asistentes ocupan las
bancas disponibles en los parques al igual que los sitios que se encuentran
cubiertos por pasto:
“En la banca situada al lado mío estaba sentado un hombre joven. [...].
Después de un rato, de tomarse una lata de bebida y de ojear su celular,
toma la mochila que tenía a su costado y se pierde por entre las calles.”; “[...]
una pareja [de escolares] que, al parecer por hacer la cimarra según la hora,
buscaba un lugar entre todo el pasto que había para poder asentarse y
desplegar todo su cariño.” (Nota 1, pp. 13, 15).
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iban vestidos con ropas formales y con mochilas, de modo que se puede hipotetizar
que iban a sus lugares de trabajo o bien volvían de ellos; otros iban vestidos
deportivamente en dirección a unas canchas cercanas al parque; algunos eran
escolares, otros adultos mayores con bastones; llevaban diferentes ritmos de
desplazamiento, es decir, sus pasos no eran semejantes ya que algunos llevaban
un paso lento y calmo, mientras que otros iban rápidamente:
“Una gran cantidad de gente entra y sale por el parque, pero no muchos se
quedan ahí, pareciendo ser que lo transitan para ir desde una avenida a
otra.”; “Iban relativamente rápido. Su paso no era como de paseo, sino como
de tener la necesidad de llegar luego a otro lugar [...]”; “en su mayoría están
caminando a paso lento” (Nota 3, p. 18)
Sensaciones evocadas
“A medida que avanzaba el tiempo iba sintiendo cómo el ambiente del parque
me hacía cada vez más parte de él. Mi cuerpo comenzaba a relajarse, a sentir
el fresco aire de una fría mañana en la sombra de un árbol. De hecho, el
sonido del tráfico no era suficiente para romper la verde quietud que ofrecía
el paisaje lleno de vegetación. El lugar me relajó significativamente” (Nota 1,
p. 13).
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menos en una porción de ella), en lo que está más allá del margen de la ciudad,
fuera del imperativo de su vida activa:
Discusión y Conclusiones
Heller (1987) nos habla del ritmo del tiempo y de que hay épocas en las que la
estructura social y sus cambios posibilitan una variación de tal ritmo y que,
especialmente en el capitalismo, su aceleración de se ha transformado en una
tendencia. Con la experiencia del parque pesquisamos que dicha variación se
expresa no sólo en ámbitos macrosociales, sino que está ahí de manera dinámica
en los distintos momentos del trayecto cotidiano del que habla Giannini (1999).
Mientras la vida activa del capitalismo acelera el ritmo, el “respiro” del aire del parque
ofrece un momento de desaceleración. Eso ciertamente nos podría llevar a pensar
en el lugar del parque como un lugar antitético, transgresor y contestatario frente al
ritmo de vida del trabajo alienado, sin embargo, hay cuestiones más profundas y
que se revelan al entender al parque en una relación dialéctica con la ciudad.
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Tomando en consideración la ubicación de los parques y teniendo en cuenta que
las prácticas que surgen allí tienen que ver con un transitar cotidiano, ya sea fugaz
(hacer del parque parte del camino casa-trabajo-casa) o un poco más sostenido
(permanecer en el parque buscando relajo y eventuales encuentros esporádicos),
comprendemos que el parque está entramado con otros espacios de la ciudad y,
más que negar radicalmente la vida activa de ésta, tiende a cumplir una función
relacionada con ella. Así se esbozan los componentes de nuestra dialéctica:
tomando a la ciudad como totalidad positiva, el espacio del parque se constituye
como una negatividad particular que sirve de “respiro” frente al ritmo agotador de la
vida laboral. Tanto en la experiencia del trabajador que espera el inicio de su jornada
como la familia que, después del trabajo, aprovecha el lugar para estar con sus
hijos, el resultado es similar: la singularidad de tal dialéctica deviene en una tensión
que termina sosteniendo la rutina cotidiana.
El parque parece ser una experiencia de sostener la vida del trabajo y/o de las
obligaciones en la ciudad. Esta forma de vida logra hacerse sostenible en la medida
que se inserta como un lugar donde se permiten otras prácticas y se constituye
como “pulmón verde”. Según lo expuesto por Giannini (1999): “en la libre circulación
callejera, logro en alguna medida desprenderme del peso, de la responsabilidad,
del cuidado, de ese ser disponible para sí tal como lo somos en el domicilio”.
¿Quiere decir esto que no hay espacio para pensar la transgresión más allá de esta
relación de sostenimiento? Pensamos que no. Según Giannini (1999), el domicilio
es el lugar de ser para sí y el trabajo es el lugar de ser para otros. En ese sentido,
el parque podría llegar a ser una combinación entre ambos, es decir, un lugar en el
que se llevan a cabo prácticas que responden a ser para sí mismo y otras a ser para
otros. Y en el interjuego de ambos tipos de prácticas, junto al importante aspecto
del parque que tiene que ver con la desaceleración del ritmo del tiempo, es que el
parque se mantiene como un territorio abierto en donde los límites de lo que puede
pasar se acrecientan y, por tanto, es un espacio donde puede haber más
transgresión en términos de prácticas.
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La cuestión, sin embargo, se torna aún más compleja cuando recordamos que las
diferencias socioeconómicas producen distintos fenómenos en los parques. El
problema que aparece es que, mientras en un parque se dispone de los recursos
materiales para posibilitar una diversidad mucho más amplia de vivencias y de
acontecimientos, tanto relacionados con cuestiones hegemónicas (como el
consumo) como con alternativas, en lugares más marginales la limitación de
recursos y el estigma del peligro entorpece la vivencia de quietud y de disfrute del
lugar.
Referencias
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Ministerio del Medio Ambiente (s.f.). Capítulo 6: Disponibilidad de Áreas Verdes.
Recuperado el 16 de agosto de 2016, de
http://www.mma.gob.cl/1304/articles-52016_Capitulo_6.pdf.
Al descender del bus que me llevaba por Av. Providencia me topo con el extremo
poniente del Parque Balmaceda. La panorámica que se desplegó en mis ojos fue
una plaza grande compuesta de una explanada de pasto central, con dos senderos
de maicillo a cada lado, varios árboles y algunas bancas ubicadas en los senderos.
Además, éstos estaban, a lo largo de grandes tramos, cubiertos por las ramas de
los árboles, constituyendo una larga ruta sombreada.
Ya sentado en una de esas bancas, me doy cuenta de que la población del parque
es baja, no más de cinco o seis personas, varias de ellas transeúntes, ya sea
corredores o montadores de bicicleta, jóvenes y no tan jóvenes. En la banca situada
al lado mío estaba sentado un hombre joven. Su ropa me hizo pensar que era un
trabajador relacionado con el mundo de la salud. Después de un rato, de tomarse
una lata de bebida y de ojear su celular, toma la mochila que tenía a su costado y
se pierde por entre las calles.
A medida que avanzaba el tiempo iba sintiendo cómo el ambiente del parque me
hacía cada vez más parte de él. Mi cuerpo comenzaba a relajarse, a sentir el fresco
aire de una fría mañana en la sombra de un árbol. De hecho, el sonido del tráfico
no era suficiente para romper la verde quietud que ofrecía el paisaje lleno de
vegetación. El lugar me relajó significativamente.
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importante para elegir precisamente al parque como parte de la ruta domicilio-
trabajo-domicilio.
De repente, me fijé que, a unos varios metros de mí, había un señor de entre
cuarenta y cincuenta, con tenida deportiva, haciendo ejercicio. Estaba estirándose
y ejercitándose con su propio cuerpo sobre una explanada de cemento situada
cercana a un monumento que se ubica al final del parque. Por cierto, estaba bajo la
sombra de un árbol. También uso el pasto que tenía al lado como una suerte de
superficie blanda para recostarse, tomar aire y comenzar una rutina de
abdominales. Finalmente, se retiró por entre las calles circundantes, con su ropa
deportiva. Este sujeto no deja de serme llamativo, debido a que, por su edad y por
estar en la comuna de Providencia, lugar de oficinas por excelencia, uno puede
pensar que aquel horario corresponde al laboral. Sin embargo, él estaba ahí, sin
verse muy apurado, haciendo ejercicio.
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verdes urbanas como por manejar cifras de dinero mucho más significativas que
otras comunas, sobre todo periféricas.
Llego por la línea 4A del Metro a la estación La Granja, ubicada entre las dos pistas
principales de la autopista Vespucio Sur. Por ello, debo subir y, posteriormente bajar
para poder salir de la estación. Una vez que atravieso la boletería me dirijo al pasillo
de la entrada que da a una escalera con forma caracol, pero rectangular. En la cima
de esta escalera se forma una especie de balcón que ofrece una panorámica
bastante interesante: al frente una multitud de árboles y palmeras, plantados entre
pasto y maicillo constituyen el Parque La Bandera.
En el momento en que estoy mirando y disfrutando del verde paisaje me inunda una
serie de recuerdos, de comentarios de otras personas acerca del parque, ubicado
en la comuna periférica de La Granja. Que es peligroso, que pueden asaltarte casi
a cualquier hora del día, que está rodeado de poblaciones con mucha delincuencia,
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que venden y consumen droga durante la noche. El estigma que tiñe este tipo de
lugares se estaba haciendo presente tempranamente en mi experiencia.
Una vez que fui avanzando pude ver que había un quiosco y algunas bancas mal
cuidadas, faltas de tablas o dobladas. A esa hora no había tanta gente en el parque,
excepto los que descendían del metro a buscar micros o colectivos, ya sea por la
costanera de Vespucio (lado norte del parque) o por calle Ossa (lado sur, donde
está la municipalidad).
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Mujeres de alrededor de 40, bien abrigadas, con el pelo tomado y cartera. Me hacían
pensar en trabajadoras de alguna empresa, como secretarias, quizás cajeras de
supermercado, serias y cansadas. Algunos grupos de escolares hablando de cosas
graciosas, también con el mismo ritmo al caminar. Hombres mayores, algunos con
bastón, tampoco eran alcanzados por la quietud que pensaba, podía ofrecer el
verde del lugar.
En un momento llega un auto que se sube a la parte de tierra del parque por el lado
de la municipalidad. Se baja una mujer adulta y se apoya en la puerta del vehículo
a esperar. Un momento después aparecen dos hombres, se saludan y ella les
comienza a mostrar el auto. Tanto el motor como el interior son minuciosamente
inspeccionados por los hombres, motivados porque, quizás, habían encontrado lo
que buscaban. Al parecer, el parque al frente de la municipalidad servía como un
punto de encuentro más menos seguro para hacer negocios informales con
desconocidos.
Reflexividad
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Era como si la mayor parte de los que pasaban por ahí no les interesase más que
llegar a su lugar de destino que contemplar el paisaje. Todos, de alguna u otra
forma, se veían cansados.
Una gran cantidad de gente entra y sale por el parque, pero no muchos se quedan
ahí, pareciendo ser que lo transitan para ir desde una avenida a otra. Las personas
que se quedan en él son de distintas edades y en su mayoría están caminando a
paso lento, otras están sentadas conversando en las bancas o en el pasto.
El lugar evoca bastante tranquilidad. El aire se siente más puro en la gran cantidad
de áreas verdes y su dimensión es bastante amplia. Las personas tienen el espacio
suficiente para transitar.
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izquierda y me parece que hay mucho espacio para recorrer. Me decido ir por el
lado izquierdo del parque y comienzo a caminar.
A medida que voy avanzando, me encuentro con un gran espacio que tiene distintas
estructuras. Distingo por un cartel que dice “Selva viva” que en una de ellas hay una
exposición de animales. También observo que hay una tienda llamada “Big boba”
donde venden té. Luego, me doy cuenta que corresponde a “Vida Parque”, un
espacio comercial con diferentes tiendas.
Avanzado ya un poco más el camino, me encuentro con un gran espacio que abarca
una diversidad de juegos para niños, dividido en dos espacios. Uno de ellos está
compuesto por resbalines y columpios y, en el otro, hay varios juegos de redes,
usados por los niños para escalar principalmente. Lo que más me llama la atención
es la cantidad de juegos que hay: cinco casetas con resbalines, con un espacio
relativamente grande entre una y otra; veinte columpios aproximadamente y unos
diez juegos de redes diferentes.
Hay varios niños pequeños junto a sus padres, quienes los acompañan al jugar. Sin
embargo, los juegos no están totalmente ocupados y hay suficientes para todos. En
el sector de los columpios y resbalines parece haber una mayor cantidad de niños
pequeños, los cuales no tienen más de siete años. Cerca de mí hay un niño
sonriendo que se tira por el resbalín mientras su mamá lo espera en el otro extremo
para recibirlo, también riendo. Más cerca, hay una mamá que sienta a su hija en
una banca para ponerle los zapatos, diciendo “no pises el barro, déjame ponerte los
zapatos”. Otras mamás conversan mientras columpian a sus hijos y otras los siguen
cuando los niños corren y se alejan a otros lugares. En los juegos de redes hay
niños un poco mayores, los cuales están jugando solos o acompañados unos de
otros. Algunos padres están directamente con ellos, sin embargo, otros simplemente
los observan desde lejos.
Alrededor de los juegos puedo observar que hay personas de distintas edades
caminando y paseando a sus perros. Además, hay un sector con unas mesas de
picnic, habiendo doce aproximadamente, de las cuales hay tres ocupadas: dos con
un amplio grupo de jóvenes y otra con una familia. Escucho un par de frases al azar
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como “cuidado con el barro”, “la hora de salida del bus es a las 18.20”, “ya nos
vamos” y risas de los jóvenes y niños. Todas hasta el momento han sido dichas por
personas con acento argentino.
Alrededor de los juegos también es posible ver grandes arbustos que están cortados
de manera que moldean la figura de personas. Uno de estos arbustos tiene la forma
de dos personas que se abrazan, mientras la otra es de una persona con un envase
de Coca-Cola en la mano junto a la forma de dos personas más pequeñas. Tras
estas figuras, observo que en el exterior del parque está el mall “Parque Arauco” y
el Hotel Marriot.
Vuelvo camino a la salida del parque. Mientras avanzo, me detengo un poco más
en el espacio llamado “Vida parque”. Hay una torre que informa algunos de los
lugares que hay: Kidzania, Hardcandy fitness, Selva viva, Wicked, pizzería Borgota,
Holy Bread (gourmet food truck) y café Haussmann. Tras ésta hay un gran espacio
que es ocupado como cancha de fútbol.
Caminando un poco más, me encuentro con unas escaleras que bajan hacia “Vida
parque” y me encuentro con los lugares mencionados en la torre. Me recuerda
mucho a un mall y hay música de fondo. Recorro un rato y subo nuevamente las
escaleras.
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En general, el parque me da una sensación de mucha tranquilidad. La amplia
extensión de las áreas verdes es agradable, generando una atmósfera protegida de
atochamientos y ruidos estruendosos. Es posible escoger una diversidad de
espacios para poder caminar, sentarse o descansar.
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