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Palabras a mano alzada… nulla dies sine linea

Hace mucho tiempo Plinio el viejo exhortaba a no dejar pasar el día sin escribir una línea más.
Fernando Távora aprovechaba ese nulla dies sine linea para alentar a los alumnos a dibujar, de
manera constante, como el lugar en el que ocurren las cosas.

Existe una cierta similitud entre el diálogo que se da en una conversación y el que ocurre
cuando dibujamos. En ambos sucede esa concatenación de la que surgen las cosas: unas
palabras nos llevan a otras; una línea hace de puente a la siguiente. Pero para que eso ocurra
hace falta saber escuchar en un caso, saber mirar en el otro.

En el diálogo de la conversación nos descubrimos a nosotros mismos por lo que nuestras


palabras reflejan en nuestro interlocutor, de manera análoga a como el dibujo nos revela como
es nuestra percepción de la realidad. Pero al mismo tiempo, ambos diálogos deben asumir la
existencia de la contradicción que, como decía Heráclito, no paraliza sino que dinamiza el
proceso de descubrimiento.

No puedo evitar asociarlo a las clases de proyectos donde la conversación entre estudiante y
profesor es, precisamente, la que conduce los temas a tratar. La transferencia se da en forma
de diálogo. Una conversación que coge forma de animal y se aovilla, se estira, salta o se para a
contemplar, de manera general o detalladamente, algún aspecto del proyecto que tenemos
frente a nosotros. El diálogo siempre es más vivo y puedes contemplar como tus ideas crecen
en las manos de otro, o viceversa, al apropiártelas das nueva forma a los pensamientos de tu
interlocutor. Crece al mismo tiempo que el dibujo a cuatro manos se va apropiando del papel
que el alumno ha colocado entre nosotros dispuesto a verlo transmutar bajo el lápiz o la
pluma.

James Elkins le escribía a John Berger en una carta del 29 de enero de 2004 1: “El dibujo
doblega mis pensamientos y los lleva hacia la casi indescriptible distancia que existe entre el
modelo y los movimientos de mi mano”.

Y es que el dibujo transporta, traslada, pero sobre todo traduce, como decía Robin Evans2.
Transporta realidades, traslada pensamientos y traduce ambos, entre ambos y sobre ellos
mismos. El dibujo de arquitectura es vehículo, y por lo tanto tránsito, pero al mismo tiempo es
fin y objeto último, tiene vida propia. Es como la sombra en la caverna de Platón, pero aún
más, es también objeto ideal reflejado que proyecta su propia sombra en la realidad futura
que anhelamos.

El dibujo transporta realidad a la nueva realidad, en un proceso objetivo cuya mayor virtud
consiste precisamente en su capacidad para reflejar la información con la máxima fidelidad, la
mínima pérdida de realidad, en el proceso. El dibujo traslada, la realidad al pensamiento para
poder comprenderla y aprehenderla; el pensamiento al papel para poder fijarlo, conservarlo y

1
Elkins, James. Correspondencia con John Berger recogida en: “Distancia y dibujos”. En: Berger, John. Sobre el
dibujo. Barcelona: Gustavo Gili, 2011.
2
Robin Evans, “Translations from drawing to building”, AA files 12, 1986, 3-18.
medirlo en todas sus repercusiones. El dibujo de arquitectura traduce, la realidad en entidad
comunicable; el pensamiento en potencia de futura realidad aprehensible.

El dibujo anticipa y representa la realidad. Es real antes de que lo real sea. El dibujo es un puzle
cuyas piezas mutan en nuestra cabeza para construir una imagen de la realidad futura a la que
aspiramos; precisamente por apresar el futuro no contribuye a fijarlo en la realidad física sino
que lo traslada al pensamiento de los demás.

El dibujo de viaje ha sido la gran escuela de la arquitectura. Aquel que no viaja dibujando sólo
tiene memorias inconexas de lo vivido, o colecciones de imágenes olvidadas o en el mejor, o el
peor, de los casos subidas a algún lugar virtual. Aquello que al mismo tiempo puede ser eterno
y efímero no es nada…sobre todo no es dibujo. Porque el dibujo precisamente transforma lo
efímero en eterno, y traslada lo eterno al pensamiento (propio y de los otros).

En el prólogo de aquel fabuloso libro llamado Esquissos de Viagem 3, Fernando Távora


parafraseando a Le Corbuiser sobre la manera de dibujar de Álvaro Siza escribía: “Mon cher,
vous dessinez comme un ange!”. En este libro se recogen muchas maneras de dibujar
diferentes: delicadas o expresivas, sintéticas o con profusión de detalles, coloridas o
monocromas; algunas nos transmiten recuerdos de otras maneras de dibujar que ya hemos
visto antes; otras son personales e intransferibles. Cada lector puede realizar sus propias
asociaciones, casi como si de un juego se tratase.

Porque, claro, el dibujo de arquitectura es al tiempo objetivo y subjetivo: comunica,


representa, fija impresiones, almacena; es el guardián de la arquitectura, de lo vivido y de lo
que se vivirá. Como los buenos libros, está compuesto de múltiples capas, cada una de ellas
ofreciendo cosas diferentes a aquel que es capaz de leerlas, de descifrarlas. El código de
traducción del dibujo es tan importante como el dibujo en sí mismo. Sin la llave que abre el
dibujo solo nos quedamos con el exterior del cofre del tesoro, y como Shakespeare en el
mercader de Venecia, tal vez esto pueda confundirnos.

Decía Xumeu Mestre que “el perro ladra, el cuervo grazna, el elefante barrita y el arquitecto
dibuja” 4. Tal vez llegue el día que el arquitecto no necesite traductores (de su pensamiento a la
realidad) y que la arquitectura surja de su mente como la naturaleza del deseo divino.

Pero mientras tanto, el arquitecto dibuja…

…y siempre es un placer escuchar sus palabras a mano alzada.

Ricardo Merí de la Maza

3
Álvaro Siza. Esquissos de Viagem / Travel Sketches, Documentos de Arquitectura, Porto, 1998. (Edición a cargo de
Eduardo Souto de Moura, Antonio Portugal, Manuel Maria Reis y José Paulo dos Santos).
4
“El arqutiecto dibuja”. Conferencia de Josep Quetglas y Josep Llinás dentro del ciclo de conferencias “Lecciones de
Ruta”, moderada por Xumeu Mestre el 26 de noviembre de 2008 en la ETSAB.

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