Sei sulla pagina 1di 69

ACTORES: Asociación por los Derechos Civiles – Asociación Civil Ateos Mar del Plata

DEMANDADO: H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires

MATERIA: Demanda Contenciosa

DOCUMENTACIÓN ACOMPAÑADA: 1) Copia del estatuto de la Asociación por los


Derechos Civiles; 2) Copia del acta constitutiva y del estatuto de la Asociación Civil Ateos
Mar del Plata; 3) Copia del poder general amplio de administración y disposición conferido
por la Asociación por los Derechos Civiles a favor de Álvaro Herrero; 4) Copia de las páginas
2073, 2103, 2206 y 2207 del Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 4ta. Sesión
ordinaria, versión taquigráfica; 5) Nota presentada por la ADC y la Asociación Civil Ateos
Mar del Plata al Presidente de la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires
con fecha 15 de noviembre de 2010; 6) Pronto despacho presentado por la ADC al Presidente
de la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires con fecha 28 de febrero de
2011; 7) Pronto despacho presentado por la ADC al Presidente de la Comisión de Derechos
Humanos de la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires con fecha 28 de
febrero de 2011.

PROMUEVEN DEMANDA – PLANTEAN INCONSTITUCIONALIDAD EN


SUBSIDIO – SOLICITAN RETIRO DE IMAGEN

Sr./a Juez/a:

La Asociación por los Derechos Civiles (ADC), representada en esta ocasión


por Alejandro Carrió y Álvaro Herrero, con domicilio real en Av. Córdoba 795 piso
8° de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y la Asociación Civil Ateos Mar del
Plata, representada en esta ocasión por su presidente Fernando Esteban Lozada, con
domicilio real en Diagonal Pueyrredón 3324, Planta Alta de la ciudad de Mar del
Plata, Provincia de Buenos Aires, con el patrocinio letrado de José M. Martocci
(T°XXXVIII F°268, CALP), Legajo 40866/8-09, CUIT e Ingresos Brutos 20-16875094-
4, IVA responsable inscripto, constituyendo domicilio en la calle 48 Nº 1089 de la
ciudad de La Plata, nos presentamos ante V.S. y respetuosamente decimos:

I. ACREDITA PERSONERÍA

Alejandro Carrió es vicepresidente de la Asociación por los Derechos Civiles


(ADC) en ejercicio interino de la presidencia y, en tal carácter, se
encuentra expresamente autorizado a representar a la organización en la presente
acción judicial de conformidad con el art. 23, inciso “h” del estatuto acompañado. A
su vez, la ADC ha conferido poder a Álvaro Herrero para actuar en su nombre y
representación en todos los juicios que se sustancien en los tribunales del país, tal
como surge del poder general amplio de administración y disposición cuya copia se
acompaña y que se encuentra vigente en todas sus partes (cfr. punto i).

Fernando Esteban Lozada es Presidente de la Asociación Civil Ateos Mar del


Plata y se encuentra facultado a representar a dicha organización en virtud de lo
dispuesto en el art. vigésimo cuarto inc. h) del estatuto que en copia se acompaña.

II. OBJETO – RECUSA SIN CAUSA

De modo previo y en los términos del art. 14 del CPCC, recusamos sin causa
al titular del Juzgado Contencioso Administrativo N° 3 del Departamento Judicial
de La Plata.

Venimos a promover demanda en los términos de los artículos 1, 2.1, 12.1 y 2,


16.1 y 18 de la Ley 12.008 contra la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia
de Buenos Aires con domicilio en Calle 53 entre 7 y 8 de la Ciudad de La Plata,
Provincia de Buenos Aires, a fin de que se declare la nulidad de la resolución que
dispuso entronizar la imagen de la Virgen de Luján en el Salón de los Pasos Perdidos
de la H. Cámara de Diputados. Dicha resolución fue aprobada en la sesión de fecha
28 de abril de 2010 (cfr. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos
Aires, Expte. N° D/1.057/10-11, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 4ta.
Sesión ordinaria, versión taquigráfica, pág. 2103 y 2206/7) y venimos aquí a
impugnarla por inconstitucional en tanto es violatoria de los artículos 2, 14 y 16 de
la Constitución Nacional (en adelante CN), 7, 8, 9 y 11 de la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires (en adelante CBA), así como de los artículos 1.1 y 12 de
la Convención Americana sobre los Derechos Humanos (en adelante CADH) y los
artículos 2.1 y 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en adelante
PIDCP), instrumentos internacionales con jerarquía constitucional (cfr. art. 75 inc.
22).

Como remedio, a fin de restablecer los derechos e intereses conculcados,


solicitamos se ordene el retiro de la imagen religiosa mencionada del Salón de los
Pasos Perdidos de la H. Cámara de Diputados y que en lo sucesivo la demandada
se abstenga de instalar cualquier tipo de símbolos religiosos en espacios públicos del
edificio donde ejerce sus funciones.

Por último, solicitamos a V.S. que requiera la remisión del expediente


administrativo N° P-165/10/11 en poder de la demandada, de conformidad con lo
dispuesto por el art. 30 de la Ley 12.008.
Todo ello de conformidad con los antecedentes y fundamentos que se
exponen a continuación.

III. ANTECEDENTES

Con fecha 28 de abril de 2010, la H. Cámara de Diputados de la Provincia (en


adelante HCD) aprobó, sin discusión previa y sin observaciones, la resolución que
dispuso entronizar la imagen réplica de la Virgen de Luján en el Salón de los Pasos
Perdidos del edificio donde funciona dicha Cámara, en los siguientes términos:

“La honorable Cámara de Diputados de Buenos Aires

RESUELVE

“Entronizar en el Salón de los Pasos Perdidos de esta honorable Cámara de Diputados la


imagen de la Virgen Nuestra Señora de Luján; Patrona de nuestra patria; por su patrocinio
y acompañamiento en el Bicentenario de la Revolución de Mayo. González”. (cfr. Diario de
Sesiones del 28 de abril de 2010, pág. 2206).

En la pág. 2207 del Diario de Sesiones del 28 de abril de 2010 y en referencia


al Expediente N° D/1.057/10-11 en el que tramitó el proyecto de resolución, se lee:

“Sr. Presidente (Gonzalez)- En consideración.

“Se van a votar los proyectos de resolución en general y en forma conjunta.

“Sr. Secretario (Mauro) – Aprobado.

“- Sin observaciones, se votan y se aprueban en particular.”

En consecuencia, del Diario de Sesiones surge que la decisión que dispuso la


entronización no fue precedida por un debate amplio y adecuado como lo requería
una decisión de esa magnitud.
Los fundamentos expuestos en la resolución que llevaron a los Sres.
Legisladores a entronizar la mencionada imagen religiosa, fueron expresados en los
siguientes términos:

“…Hace 200 años, el pueblo del virreinato, comenzó su gesta emancipadora, la cual
culminaría luego de 6 años, el 9 de julio de1816, en San Miguel del Tucumán con la
declaración de la Independencia.

“Estas fechas fuertes para la Nación Argentina, representan puntos de reflexión histórica y
aperturas de caminos a tomar en el futuro.

“Pero, entre el pasado y el presente, hay signos, símbolos y señales que sirve de ancla y sostén
y puente a nuestro pueblo. En estos símbolos se reconocen argentinos, y muchos hermanos
Latinoamericanos. Y entre ellos, podemos poner sin lugar a duda a la imagen de la Virgen
de Luján. Ya en los albores del nacimiento patrio, la imagen de Nuestra señora de la Pura y
Limpia concepción del río Luján, acompañó el derrotero de nuestros Mayores hacia la
emancipación de todo un continente…”.

Luego de mencionar a los próceres que han tenido alguna vinculación con la
virgen de Luján (Belgrano, San Martín, entre otros), se señala que:

“Fue declarada Patrona Jurada de Argentina, Uruguay y Paraguay, su trascendencia


internacional es indiscutible.”

Más adelante se lee:

“… En el siglo pasado, la Virgen de Luján fue venerada por muchos presidentes


argentinos…”.

Y que:
“Sería visitada por el venerable siervo de Dios Juan Pablo II en dos oportunidades…”, entre
otros eclesiásticos que se citan.

Y concluyen de la siguiente manera:

“…Y somos nosotros, que al comienzo de este siglo XXI, añadiremos un galón más a la muy
venerada Imagen de la Pura y Limpia Concepción del río Luján.

“Con este acto, la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, reconoce en las
vísperas del Bicentenario, que es la Virgen de Luján. Para los creyentes; Patrocinio y
acompañamiento; y para aquellos que no comparten la fe: la simbología y la tradición. Desde
este día, ella custodiará y velará los pasos en esta Casa, en la cual está representado todo el
pueblo de la región bonaerense, el cual, desde la «muy noble y fiel villa de Luján» cobija bajo
su manto celeste y blanco…”.

La ceremonia de entronización se llevó a cabo el día 19 de mayo de 2010


dando inicio oficial a las celebraciones del Bicentenario de la Revolución de Mayo.
De dicho acto participaron el gobernador bonaerense Daniel Scioli; el arzobispo de
la ciudad de La Plata, Héctor Aguer; su par de la diócesis de Luján Mercedes,
Agustín Radrizzani, quien donó la réplica; y el arzobispo de la Iglesia Ortodoxa del
patriarcado de Antioquía, Nicolaos Mati, entre otras personalidades.

En el entendimiento de que la entronización de una virgen en la sede de uno


de los poderes del Estado provincial viola el principio de neutralidad religiosa del
estado y el principio constitucional de igualdad y no discriminación respecto al
ejercicio del derecho a la libertad de conciencia, con fecha 15 de noviembre de 2010,
presentamos una nota en la mesa de entradas de la H. Cámara de Diputados dirigida
a su Presidente, Dr. Horacio Ramiro González a fin de requerirle el retiro de dicha
imagen religiosa.

Dicha presentación originó el Expediente Nº P-165/10/11.

Con fecha 2 de diciembre de 2010 el expediente fue girado a la Comisión de


Derechos Humanos de la HCD.
Transcurridos más de dos meses sin obtener respuesta alguna, con fecha 28
de febrero de 2011 presentamos dos pedidos de pronto despacho en los términos del
art. 79 de la Ley de Procedimiento Administrativo de la Provincia de Buenos Aires
(Ley 7.647), uno dirigido al Presidente de la HCD y otro dirigido al Presidente de la
Comisión de Derechos Humanos de la HCD, a fin de que se resuelva nuestra
solicitud y en consecuencia, se ordene el retiro de la virgen mencionada en base a
los fundamentos expuestos en la presentación original.

Según se nos ha informado oralmente en la mesa de entradas, en la sesión del


15 de marzo de 2011, la Comisión de Derechos Humanos resolvió sin más archivar
el pedido sin que hayamos recibido notificación alguna.

En consecuencia, ante la falta de resolución administrativa, se debe presumir


la existencia de resolución denegatoria en los términos del art. 16.1 de la Ley 12.008
que establece que:

“Transcurridos treinta (30) días hábiles administrativos desde la presentación del


pronto despacho, sin que se dictare el acto correspondiente, se presumirá la existencia
de una resolución denegatoria o adversa para el interesado y quedará expedita la
instancia judicial.”

IV. FUNDAMENTOS

IV.1. Aclaración previa

La Constitución Nacional y diversos tratados internacionales de derechos


humanos que poseen rango constitucional otorgan una fuerte protección al ejercicio
de la libertad religiosa dentro del cual se encuentra, naturalmente, el culto a la
Virgen de Luján. Por tal razón, no hay nada en esta presentación que pueda ser
entendido como un ataque al legítimo derecho de terceros al ejercicio de esa libertad.

Así, todo habitante que profese la fe cristiana tiene naturalmente el derecho,


libre de interferencia estatal, de concurrir a los sitios donde dicha fe religiosa es
afirmada, e igualmente, el de organizar, también sin interferencia estatal, encuentros
o reuniones de personas destinadas a la afirmación de su culto. Demás está decir
que ese mismo derecho existe para los actos individuales o privados, vinculados con
el ejercicio de su fe religiosa. Y cualquier acción del Estado que restringiera el
derecho de los habitantes de rendir, en cualquiera de tales ámbitos, culto a los
símbolos del cristianismo, constituirá una intolerable violación de los derechos
fundamentales de dichas personas.
Pero, al mismo tiempo, entendemos que el ejercicio de esa libertad religiosa
no puede llevar a la afectación de otros derechos y principios fundamentales
reconocidos en la Constitución Nacional y en los tratados internacionales de
derechos humanos, en especial aquellos que consagran que Argentina es un Estado
laico al igual que la Provincia de Buenos Aires, y aquellos que garantizan a todos los
habitantes la libertad de conciencia en condiciones de igualdad.

Entiéndase bien. No es el objeto de esta acción cuestionar manifestaciones


estatales que toman como hecho innegable que la religión cristiana es la mayoritaria
en el país. La existencia de feriados nacionales que coinciden con fiestas pregonadas
por ese culto, o la práctica de celebrar misas en ocasión de algunos actos
gubernamentales, para dar algunos ejemplos, son claras manifestaciones estatales
que parten de reconocer que la religión católica se encuentra fuertemente enraizada
en nuestra Nación.

Sin perjuicio de ello, entendemos que resulta imperioso en un Estado de


Derecho como el nuestro que los gobernantes sean cautelosos y eviten
manifestaciones que impliquen una preferencia hacia determinada religión, sobre
todo en espacios públicos de relevancia institucional como es la sede de uno de los
poderes del Estado donde concurren a diario empleados, legisladores y ciudadanos
de diversos credos o religiones o que no profesan credo ni religión alguna.

IV.2. Introducción

La presente demanda que pretende se ordene el retiro de la imagen de la


virgen de Luján del Salón de los Pasos Perdidos de la H. Cámara de Diputados
bonaerense encuentra su fundamento en diversos argumentos de índole
constitucional.

En efecto, el Estado argentino es un estado laico. El principio de laicidad se


deriva de la Constitución Nacional de 1853 y ha sido fortalecido en la reforma
constitucional del año 1994.

Tal como se desarrollará en los apartados que siguen, la decisión de


entronizar una imagen religiosa en un espacio público perteneciente a uno de los
poderes del estado provincial implica necesariamente la asociación del estado y, en
especial, de ese poder, a un culto determinado en desmedro de otros cultos, lo que
resulta violatorio del principio de laicidad del estado argentino consagrado en la
Constitución Nacional y en la Constitución de la Provincia de Buenos Aires. Como
veremos más adelante, dicha asociación es inevitable por más que los fundamentos
de la entronización de la virgen se refieran a cuestiones culturales, de simbología o
tradición.
Por otro lado, la decisión de entronizar una imagen religiosa en la sede de
uno de los poderes del estado, constituye una violación al principio constitucional
de igualdad y no discriminación en tanto el estado al tomar partido o privilegiar las
creencias de una parcialidad (mayoritaria pero parcialidad al fin) mediante la
exteriorización de uno de sus símbolos, genera un contexto discriminatorio respecto
de aquellos ciudadanos que profesan otros credos o religiones o que no profesan
credo ni religión alguna, generando así ciudadanos de primera y ciudadanos de
segunda o “insiders” y “outsiders” en los términos de la Suprema Corte de los Estados
Unidos (465 U.S. 668, 688 in re Lynch).

A continuación ampliaremos estas consideraciones.

IV.3. Neutralidad Religiosa del Estado argentino y de la Provincia de


Buenos Aires. Artículo 2 de la Constitución Nacional y 9 de la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires

La decisión de entronizar la imagen de la Virgen de Luján en el Salón de los


Pasos Perdidos de la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, como
se demostrará a continuación, no encuentra sustento en el artículo 2 de la
Constitución Nacional así como tampoco en el artículo 9 de la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires.

Resulta necesario, en primer lugar, analizar el contenido y alcance del artículo


2 de nuestra Carta Magna para comprender de qué forma la decisión de entronizar
una imagen religiosa asociada a un culto determinado, constituye un acto violatorio
del mismo.

El mencionado artículo establece:

“El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano.”

El problema interpretativo de este artículo radica en el significado que


corresponde darle a la voz “sostiene”: debe determinarse si por este término se
entiende que el Estado Argentino asume el culto Católico Apostólico Romano como
religión de Estado o si, por el contrario, se entiende que el Estado sólo brinda un
soporte económico a dicho culto.
Estas dudas se disipan rápidamente en favor de la segunda de las opciones al
analizar tanto el origen de este artículo como la interpretación jurisprudencial que
se ha dado al mismo. Interpretación correcta en términos históricos y que cobra aún
más fuerza y claridad en el contexto de la reforma constitucional de 1994, como se
explicitará más adelante. Veremos también que esta postura es sostenida por
reconocidos constitucionalistas.

IV.3.a) Debates del Congreso General Constituyente de 1853

La conclusión respecto a que el sostenimiento al que se refiere el artículo 2 de


la CN se limita a que el tesoro nacional debe brindar los recursos necesarios para
solventar los gastos del culto, se deduce fácilmente a la luz de los debates de la
Comisión Constituyente de 1853 que dio origen al artículo en cuestión.

Específicamente, el informe producido por la Comisión de Negocios


Constitucionales del Congreso General Constituyente[1] expresa que:

“El art. 2º del Proyecto acuerda la protección única posible al hombre sobre la religión que
hemos heredado. Por ese artículo es obligación del Gobierno Federal mantener y sostener el
culto Católico Apostólico Romano a expensas del tesoro nacional... Es necesario que la
solemnidad y decoro de nuestro rito, que la dotación del Clero, sean deberes ciertos y
obligatorios para el tesoro federal” (Anales de Legislación Argentina, Tomo I, pág. 12).

Dada la riqueza de aquellas discusiones y para comprender que ésta es la


única interpretación posible del artículo 2 de la CN resulta indispensable analizar
las propuestas realizadas por diferentes constituyentes y que fueron desechadas
luego, justamente, por llevar el sostenimiento más allá de lo estrictamente
económico.

Así, el convencional Zenteno, sugirió la siguiente redacción:


“ART. 2º La Religión Católica, Apostólica Romana, como única y sola verdadera, es
exclusivamente la del Estado. El Gobierno Federal la acata, sostiene y protege particularmente
para el libre ejercicio del Culto público. Y todos los habitantes de la Confederación le tributan
respeto, sumisión y obediencia”.

Del mismo modo, el convencional Fray Manuel Pérez sugería una redacción
que difería del actual artículo 2 sólo en la incorporación del verbo “profesa”:

“El Gobierno Federal profesa y sostiene el Culto Católico Apostólico Romano”.

Por su parte, el convencional Leiva propiciaba:

“La Religión Católica Apostólica Romana (única verdadera) es la Religión del Estado; Las
autoridades le deben toda protección, y los habitantes veneración y respeto”.(Conf. Emilio
Ravignani, Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo IV, 1827-1862, Págs. 488 y
489.).

En el debate correspondiente al art. 2, el convencional Lavaysse expresó su


oposición a que se expresara en dicha norma, además de la obligación de
sostenimiento, que la Religión Católica era la:

“... Religión del Estado... única y sola verdadera”.

Manifestó, asimismo, que:

“... [L]a Constitución no podía intervenir en las conciencias, sino reglar solo el culto exterior-
Que el Gobierno Federal estaba obligado a sostenerlo, y esto era lo bastante- Que la Religión
como creencia no necesitaba de mas protección que la de Dios para recorrer el mundo, sin que
hubiese podido nunca la tenaz oposición de los Gobiernos detener un momento su marcha
progresiva” (Emilio Ravignani, Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo IV, 1827-
1862, pág. 489).

Al apoyar esta opinión, el miembro informante de la Comisión, Gorostiaga,


expresó:

“Que este artículo imponía al Gobierno federal la obligación de sostener el Culto Apostólico
Romano y que esta disposición presuponía y tenía por base un hecho incontestable y evidente,
cual es que esa religión era la dominante en la Confederación Argentina, la de la mayoría de
sus habitantes... Que la declaración que se proponía de que la Religión Católica era la Religión
del Estado, sería falsa; porque no todos los habitantes de la Confederación ni todos los
Ciudadanos de ella, eran Católicos puesto que el pertenecer a la Comunión Católica jamás
había sido por nuestras leyes un requisito para obtener la ciudadanía, y que ni a los hijos de
los Ingleses, que por el Tratado del año 25 pueden ejercer libremente su culto en
la Confederación, se les ha exigido para ser ciudadanos nativos que renieguen la Religión.
Que tampoco puede establecerse que la Religión Católica es la única verdadera; porque este es
un punto de dogma, cuya decisión no es de la competencia de un Congreso político que tiene
que respetar la libertad de juicio en materias religiosas y la libertad de Culto según las
inspiraciones de la conciencia.- Que la obligación impuesta al Gobierno federal por el artículo
en discusión, de sostener al culto católico, era muy diferente de lo que se llama derecho de
obligar la conciencia de los hombres a adorar a Dios de otra manera que la que ellos creen ser
mas agradable a la Divinidad.-Que se ha dicho con razón que la Religión o nuestras
obligaciones con el Creador, lo mismo que la manera de cumplirlas, no pueden ser dictadas,
sino por la razón y la convicción, y no por la fuerza y la violencia.- Que los derechos de la
conciencia están fuera del alcance de todo poder humano; que ellos han sido dados por Dios, y
que la autoridad que quisiese tocarlos, violaría los primeros preceptos de la Religión natural y
de la religión revelada” (op. cit., págs. 489/490).[2]

El mismo convencional agregó en otra parte de su exposición:

“… Que la Comisión no había creído que el Congreso fuese un Concilio Ecuménico ni que los
Diputados viniesen a decidir puntos dogmáticos…”.
Las manifestaciones arriba transcriptas demuestran que los constituyentes
le asignaron un valor fundamental a la libertad de culto y optaron por no
reconocer una religión oficial. Por ello, rechazaron las propuestas de que la
Constitución reconociera al culto católico como la “Religión del Estado“ o a la
religión católica como la ”única y sola verdadera”, o que “las autoridades le deben
toda protección, y los habitantes veneración y respeto”.

En este sentido, se manifestó el Ministro Petracchi en su voto adjuntado como


anexo al informe circunstanciado previsto en el art. 8º de la ley 16.986 en el amparo
que inició la Asociación por los Derechos Civiles a fin de que se ordenara el retiro
de la Virgen María del hall de entrada del Palacio de Tribunales de la Ciudad de
Buenos Aires[3]. Luego de citar varios otros pasajes del informe producido por la
Comisión de Negocios Constitucionales del Congreso General Constituyente, todos
ellos tendientes a demostrar la preeminencia que le han dado los constituyentes a la
libertad de cultos (entre otros, se refirió a los debates de las sesiones del 24 de abril
de 1853, en ocasión de discutir la libertad de cultos prevista en el art. 14 del Proyecto
de Constitución, del 27 de abril en la que finalmente se rechazó el proyecto que
proponía la obligatoriedad de profesar el culto católico para obtener empleo civil en
la Confederación Argentina; del 29 de abril en la que se debatió el requisito de que
el Presidente y Vicepresidente de la Nación pertenezcan a la comunidad católica),
Petracchi concluyó:

“… 12) Que, por lo que se lleva dicho, es nítido que la Constitución sancionada quiso cobijar
bajo su amparo el libre ejercicio de todos los cultos como garantía de la cual gozarían los
habitantes de la Nación. Es desde esta óptica, precisamente, que sus autores rechazaron toda
mengua a dicha libertad, v. gr., las ideas de declarar que la religión católica apostólica romana
era la única y verdadera o, que era la religión del estado, o bien, que todos los habitantes le
debían veneración o respeto. O, por último, que todos los empleados civiles deberían profesar
ese credo…”.

“También queda claro que el alcance de la palabra “sostener”, en los términos del artículo 2º
de la Constitución Nacional, se limita, en la inteligencia del informe de la Comisión de
Negocios Constitucionales, a que el tesoro nacional debe proveer los recursos necesarios para
solventar los gastos del culto”. (Voto del Dr. Petracchi adjuntado como anexo al informe
del art. 8 de la ley 16.986 en la causa “Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y
otros c/ Estado Nacional - Poder Judicial de la Nación. Nota 68/02 s/amparo ley
16.986”, cons. 12)).

IV.3.b) Constituciones de 1819 y 1826


Resulta también esclarecedor traer a colación el texto de las constituciones de
1819 y 1826 las cuales, a diferencia de la Constitución de 1853, erigieron al culto
católico, apostólico y romano como religión de estado. La primera de ellas establecía
en la Sección Primera y bajo el título “Religión de Estado” que:

“La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la Religión del Estado. El Gobierno le debe la
más eficaz y poderosa protección; y los habitantes del territorio todo respeto, cualesquiera que
sean sus opiniones privadas.”

La Constitución de 1826 establecía también en la sección primera, bajo el título


“De la Nación y de su Culto” que:

“Su religión es la Católica Apostólica Romana, a la que prestará siempre la más eficaz, y
decidida protección, y sus habitantes el mayor respeto, sean cuales fueren sus opiniones
religiosas.”

Al respecto María Angélica Gelli sostiene que:

“la comparación del artículo 2 con lo que dispusieron a su turno las constituciones de 1819 y
1826 que consagraron a la religión católica, apostólica, romana como religión del Estado o de
la Nación, respectivamente, denota claramente que en la Constitución histórica de 1853/60 no
se estableció una religión oficial.”[4]

IV.3.c) Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación

La postura de reducir la relación entre el estado y el culto católico a un aspecto


económico, también es sostenida desde antaño por la Corte Suprema de Justicia de
la Nación. Veamos su evolución jurisprudencial en la materia.
Para estudiar esta evolución puede comenzarse con la sentencia del
caso “Correa”. Allí, la Corte Suprema rechazó el planteo de que la ley de matrimonio
civil, recientemente sancionada, violaba el art. 2 de la CN. En el caso se discutía la
constitucionalidad del artículo 118 de la ley mencionada que exigía el acta de
inscripción del matrimonio en el Registro Civil como requisito previo a la bendición
católica de dicho matrimonio, bajo apercibimiento de una pena establecida por el
artículo 147 del Código Penal. La Corte Suprema, en ese caso, se propuso dejar en
claro la separación del Estado y el culto católico frente a los argumentos
manifestados por el sacerdote Correa. El voto mayoritario expresó que:

“… no puede sostenerse, con su texto [se refiere a la Constitución Nacional], que la Iglesia
Católica constituye un poder político en nuestra organización, con potestad de dictar leyes de
carácter civil como son las que estatuyen el régimen del matrimonio...” (CSJN, “Correa”,
Fallos 53:188, sentencia del 29 de julio de 1893, cons. 1).

El Ministro Bunge, en su voto concurrente, refuerza esta postura. Teniendo


como premisa de su argumentación la libertad de culto reconocida por la Carta
Magna, se ocupa de remarcar la existencia de una esfera propia de los poderes
políticos que no puede ser entregada a credo alguno, así como una esfera religiosa
que no puede ser invadida por esos poderes justamente por el derecho a profesar
libremente los cultos. En este sentido, manifestó que dada la trascendencia social del
matrimonio, no es posible

“…que la ley civil lo entregue en absoluto a los ritos de las diversas religiones que existan en
la República…” (Cfr. cons. 7 del voto del Dr. Bunge).

Concluye, finalmente, que:

“… establecida la libertad de cultos, es de conveniencia política la uniformidad en la


celebración civil del contrato para conseguir también la identidad de su prueba, y que por esto
mismo es inadmisible el concepto de que la ley se haya dictado en hostilidad a la Iglesia
católica...”. (Cfr. cons. 14 del voto del Dr. Bunge).
Esta doctrina fue ratificada en el caso “Didier Desbarats” en el que se
resolvió que el impuesto a la transmisión hereditaria de bienes al arzobispo de
Buenos Aires no era contrario al art. 2 de la CN.

En dicha oportunidad la Corte señaló:

“Que el artículo 2° de la Constitución respondiendo a una necesidad impuesta por las


costumbres de la sociedad y por las tradiciones legislativas consignadas en repetidos estatutos
anteriores, establece que el gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano. Y
porque no todos los habitantes del país, ni todos los habitantes son católicos, ni el hecho de
pertenecer a la comunión católica había sido jamás por nuestras leyes un requisito para obtener
la ciudadanía (1852-1854, Sesiones del 20 y 21 de abril de 1853), la Constitución del año 1854
desechó la proposición de que el catolicismo fuera declarado la religión de Estado y la única
verdadera, arribándose como solución transaccional a la fórmula del art. 2º, cuyo alcance no
es otro que el emergente de su texto: los gastos del culto serán pagados por el tesoro nacional,
incluido en su presupuesto y sometido por consiguiente al poder del Congreso. J.V. González,
pág. 142; González Calderón, Pág. 55, Tomo 2º (pág. 411)…”. (CSJN, Fallos 151:403,
sentencia del año 1928).

El principio aquí reseñado fue mantenido en el caso “Carbonell”, en el que la


Corte rechazó el planteo de que la ley de matrimonio civil, al desconocer efectos
legales al matrimonio religioso, era contraria al artículo 2 de la CN (CSJN, Fallos
304:1139).

En el año 1989, la Corte Suprema ratificó este criterio interpretativo en el


caso “Villacampa” al expedirse respecto de un planteo de inconstitucionalidad
dirigido contra la ley de divorcio vincular. Uno de los principales argumentos sobre
los que se basó el planteo era que la Constitución “prescribe que el Gobierno federal
sostiene el culto católico apostólico romano” y que esto “no se circunscribe a un aspecto
exclusivamente monetario, sino que importa la adopción de un credo como propio del Estado
Argentino”. Dicho argumento, fue desestimado por nuestro Máximo Tribunal,
remitiéndose al dictamen del Procurador Fiscal de la Corte Suprema. Entre otros
argumentos, el Procurador sostuvo que:

“… aquellas disposiciones no significan, sin embargo, que el culto católico apostólico romano
revista el carácter de religión oficial de Estado y que, ineludiblemente, sus pautas confesionales
deban ser consagradas en nuestra legislación positiva…”. (Dictamen del Procurador Fiscal
al que se remite la CSJN en la causa “Villacampa”, Fallos 312:122 del 9 de febrero de
1989, cons. IV).

El Procurador recordó, además, las manifestaciones del convencional


Gorostiaga, arriba transcriptas, entendiendo que las mismas resultan demostrativas
de que:

“… la aludida norma constitucional se limita a privilegiar la Iglesia Católica en sus relaciones


coadyuvando, a la vez al sostén y protección económica de los gastos de ese culto, los cuales
serían pagados por el Tesoro Nacional, incluidos en su presupuesto y sometidos, por
consiguiente, al poder del Congreso…”.(Cfr. cons. IV).

Por último, cabe señalar que en el año 1986, la Corte Suprema se pronunció
en el caso “Sejean” en el cual se planteaba la inconstitucionalidad del art. 64 de la
ley de matrimonio civil y de las normas concordantes con él, en cuanto establecían
la indisolubilidad del vínculo matrimonial. El voto mayoritario se refirió
expresamente al principio de neutralidad religiosa, en los siguientes términos:

“… La neutralidad religiosa de nuestra Constitución Nacional que surge de la


consagración de la libertad de cultos podría pues resultar antagónica con la
consagración aunque sea parcial, de los principios de una religión determinada. Esto
ha llevado a decir a distinguidos intérpretes de nuestra Constitución todos los preceptos
constitucionales de tónica cristiana el art. 21/4 sobre el sostenimiento del culto católico, el
art. 76 que establece el recaudo confesional para ser electo Presidente de la República, etc. son
decisiones políticas de orden transaccional (Sampay, Arturo E., La filosofía del iluminismo y
la Constitución Argentina de 1853Ó, p. 17, Ed. Depalma, 1944). O que según la Constitución
Argentina el estado es laico, por más que se acuerde una preferencia o privilegio en favor del
culto católico. Está separado de la Iglesia Católica, aunque la favorezca sosteniendo su culto
(Sánchez Viamonte, Carlos, Manual de derecho constitucional, ps. 108 y sigts., Ed. Kapelusz).

“Puede afirmarse entonces que, para que una ley de matrimonio civil sea compatible con el
sistema de libertad consagrado en nuestra Constitución, debe serlo también con la neutralidad
confesional que ésta adopta, de modo tal que esa ley no obstaculice la plenitud de la garantía
constitucional de profesar cualquier religión o no profesar ninguna. De este modo
resultaría violatorio del art. 14 de la Constitución Nacional imponer coactivamente
alguno de los principios de las diversas religiones que coexisten en nuestra
sociedad, incluido el de la indisolubilidad del vínculo matrimonial prescripto por el credo
católico, respecto de aquellos que no profesan esa religión.” (CSJN, Fallos: 308-
2:2287, “S., J. B. c. Z. de S., A. M.”, sentencia del 27 de noviembre de 1986, cons. 9,
publicado en LA LEY, 1986-E, 648, el destacado nos pertenece).
En el mismo fallo, el ministro Bacqué fue contundente al sostener que:

“…En síntesis, la neutralidad religiosa de nuestra Constitución Nacional, que surge


de la enfática declaración de la libertad de cultos, resulta antagónica con la
consagración de normas que impongan la doctrina de una religión determinada y ello
constituye una solución que armoniza con la jurisprudencia de esta Corte establecida en el
caso Moxey (Fallos, t. 201, p. 406 Rev. LA LEY, t. 38, p. 409) donde se examinaron los
impedimentos constitucionales a la imposición compulsiva de normas de una religión
estableciéndose que los actos de la vida civil no pueden subordinarse a valores
específicos de un culto determinado. Porque ello es contrario a la libertad religiosa
establecida por el art. 14 de la Constitución Nacional. (CSJN, Fallos: 308-2:2287, “S.,
J. B. c. Z. de S., A. M., sentencia del 27 de noviembre de 1986, voto del doctor Bacqué,
cons. 12, publicado en LA LEY, 1986-E, 648, el destacado nos pertenece).

IV.3.d) Reforma constitucional de 1994

Si bien la interpretación que se realiza del artículo 2 de la Constitución


Nacional responde a las motivaciones de los primeros convencionales y es válida
desde la primera redacción del texto, la reforma constitucional de 1994 reforzó la
condición laica del Estado Argentino. Ello en tanto en la última reforma
constitucional se suprimieron y/o reformaron diversas disposiciones que
tradicionalmente se utilizaron para entender que la Argentina adoptaba el culto
católico, apostólico, romano como religión de estado: (a) el antiguo poder de
patronato ejercido conjuntamente por el Poder Legislativo y Poder Ejecutivo
nacional reconocido en los reformados artículos 67 inc. 19 y 86 inc. 8 de la CN; (b) la
también desaparecida promoción de evangelización de los aborígenes del artículo
67 inc. 15 de la CN; y, por último (c) el antiguo requisito de confesionalidad del
presidente y vicepresidente de la nación, y la derogación de la obligatoriedad de
jurar “…por Dios nuestro Señor y estos Santos evangelios” según lo disponían los
artículos 76 y 80 de la antigua constitución, respectivamente.

En este sentido, se expresa Petracchi en el voto arriba citado:

“… 16) Que, por las razones señaladas, la reforma constitucional de 1994 evidencia la
intención de acentuar el más amplio pluralismo de creencias y, además, el carácter no
confesional de Estado Argentino…” (op. cit., cons. 16).
IV.3.e) Doctrina

El alcance restringido del término “sostener”, empleado en el art. 2 de la


Constitución, también es defendido por los autores tradicionales de derecho
constitucional argentino.

Así, Joaquín V. González afirma que el art. 2 significa:

“que los gastos del culto serían pagados por el tesoro nacional, incluido en el presupuesto y
sometidos, por consiguiente al poder del congreso”[5].

En el mismo sentido, se expresa González Calderón, al decir que el art. 2 debe


interpretarse conforme a las categóricas palabras de Gorostiaga en el Congreso
Constituyente y que, por lo tanto:}

“el artículo 2º queda satisfactoriamente cumplido determinándose en los presupuestos de la


nación los arbitrios con que el gobierno contribuye al sostenimiento del culto”[6].

Autores más contemporáneos también se han manifestado a favor de la


laicidad del Estado argentino.

Así, respecto de la invocación a “Dios” que realiza el Preámbulo de la


CN, María Angélica Gelli afirma que dicha invocación es:

“… teísta pero no confesional…”[7]

Y más adelante esta autora agrega que:

“La República Argentina no adoptó una religión de Estado en su Constitución, aunque el


gobierno federal está obligado el sostenimiento del culto católico…”[8]
Quiroga Lavié sostiene que la invocación a ”Dios” del Preámbulo:

“…expresa la fe del pueblo argentino, pero sin calificar a Dios. Puede ser tanto el Dios de los
católicos, como el de los judíos. El Dios de los fervientes creyentes, como el de los agnósticos
que solamente afirmen los dictados de su conciencia o imperativo categórico universal como
guía de sus actos…”[9].

Fayt, por su parte, ha dicho que:

“…Es de hacer notar que en nuestro país no existe religión oficial o religión del Estado,
reduciéndose el sistema a la ayuda financiera a la Iglesia Católica, sin que esto implique
decaimiento o menoscabo a la libertad de cultos…”[10].

Y Bidart Campos expresó:

“…No llegamos a advertir que la Iglesia Católica sea una iglesia oficial, ni que la religión
católica sea una religión de estado”[11].

Finalmente, Nino fue aún más allá al formular una crítica tajante al principio
del sostenimiento del culto católico. En este sentido, expresó que obligar a personas
no católicas o ateas a sostener con sus impuestos un culto que les es ajeno "implica
violar el principio igualitario". (Nino Carlos Santiago: Fundamentos de Derecho
Constitucional, pág. 287 y ss., Astrea 1992).

IV.3.f) Conclusión

Por las razones expuestas, es fácil concluir que el artículo 2 de la Constitución


Nacional establece y determina la relación institucional existente entre el Estado
Nacional y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana; esta relación se limita al deber
del Estado de sostener el culto a expensas del tesoro nacional. Esta norma crea una
carga para el Estado Nacional a la vez que le impone un límite que en ningún caso
puede ser sobrepasado. Al decidir, los convencionales, que el Estado Argentino
dará sostén económico al mencionado culto, excluyeron cualquier relación entre el
Estado y la Iglesia Católica que vaya más allá de ese límite. El Estado Argentino es
un estado laico porque así se desprende de la interpretación de nuestra Constitución
Nacional así como también de diversas disposiciones contenidas en los tratados
internacionales sobre derechos humanos a los que haremos referencia en el apartado
que sigue.

En suma, los antecedentes históricos a los que hemos hecho referencia


precedentemente, sumados a los criterios doctrinarios y jurisprudenciales citados
demuestran que la CN no adopta religión de Estado ni religión oficial alguna.

Si aplicamos estos criterios a la cuestión que aquí se debate, es fácil concluir


que no existe ninguna razón jurídica que habilite la exhibición de estos símbolos
religiosos en dependencias del Estado, tanto nacional como provincial.

IV.3.g) Constitución de la Provincia de Buenos Aires

Conocido ya el alcance del artículo 2 de la Constitución Nacional,


analizaremos a continuación el artículo 9 de la Constitución de la Provincia de
Buenos Aires que, tal como surge de su texto, se remite a lo normado por la
Constitución Nacional.

El mencionado artículo establece:

“El Gobierno de la Provincia coopera a sostener el culto Católico Apostólico Romano, con
arreglo a las prescripciones de la Constitución Nacional.”

Las prescripciones a las que se refiere el texto citado son justamente las
descriptas en los párrafos precedentes, esto es, la obligación de sostener al culto
católico se limita al aspecto económico, en este caso por parte del tesoro de la
Provincia de Buenos Aires.

Esta interpretación se impone, además, al considerar el artículo 5 de la


Constitución Nacional que establece que:
“Cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo
republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución
Nacional…”.

Tal interpretación se ajusta también a la conocida jurisprudencia de la CSJN,


conforme a la cual las normas infra constitucionales deben ser interpretadas
(siempre que su texto lo permita) en forma compatible con los derechos y garantías
reconocidos en la Ley Fundamental (conf., entre muchos, CSJN, caso “Casal”, Fallos:
328:3399).

En virtud de todo lo dicho, la Provincia de Buenos Aires es, al igual que el


Estado Nacional y el resto de las provincias, un estado laico cuyas instituciones se
encuentran ajenas a los mandatos de cualquier dogma religioso.

En este contexto de neutralidad religiosa del estado provincial, la


entronización de la figura de la Virgen de Luján en un espacio público
perteneciente al Poder Legislativo, constituye un actuar inconstitucional en tanto
y en cuanto implica la asociación de uno de los poderes del estado a un culto en
particular, traspasando la barrera impuesta por el artículo 2 de la CN y 9 de la
Constitución provincial.

Resultan aplicables en este punto las consideraciones efectuadas por el juez


Petracchi en el voto arriba citado:

“21) Que ciertamente la simbología de la entronización aparece muy clara. En efecto, en


cuanto se ubica la imagen en un sitio relevante de la sede de un Poder del Estado que (aunque
resulte tautológico) ejerce el “poder”, aquél resulta institucionalmente comprometido con un
culto con el que comulgan solo una parte de quienes lo integran y de los justiciables que a él
recurren. El mentado compromiso institucional se acercaría peligrosamente a la adopción de
una “religión de “Estado” – tesis expresamente descartada por los constituyentes (conf. supra)
– porque revelaría una implícita, pero no por ello menos clara, adhesión a un credo, en
detrimento de los otros…” (op. cit., cons 21).

IV.4. Principio de igualdad y no discriminación en relación con el derecho


a la libertad de conciencia
El carácter no confesional del Estado Argentino y de la Provincia de Buenos
Aires al que hemos hecho referencia en los apartados anteriores, y la obligación del
Estado de no discriminar entre sus habitantes por motivo de sus creencias como
veremos a continuación, se ve fuertemente acentuado con la ratificación por parte
de la Argentina de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos que poseen jerarquía constitucional
(art. 75 inc. 22). Al respecto, la Corte Suprema ha destacado en varias oportunidades
la importancia de respetar los tratados internacionales a efectos de velar porque las
relaciones exteriores de la Nación no resulten afectadas a causa de actos u omisiones
oriundas del derecho argentino (cfr. CSJN, Fallos 315:1492; 316:1669, 317:1282, entre
otros).

En primer lugar, nos referiremos al significado y alcance del principio de


igualdad y no discriminación y del derecho de la libertad de conciencia. Más
adelante, aplicaremos estos principios a la problemática que motiva la presente
demanda. Por último, mencionaremos diversos precedentes de derecho comparado,
tanto de tribunales constitucionales como de tribunales internacionales.

IV.4.a) Alcance del principio de igualdad y no discriminación

El artículo 16 de nuestra Constitucional Nacional consagra el derecho a la


igualdad en los siguientes términos:

“(…) Todos sus habitantes son iguales ante la ley (…)”.

La misma técnica de abordaje del principio de igualdad del artículo 16 de la


CN, se encuentra presente en algunos instrumentos internacionales de derechos
humanos. Así, el art. 7 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, establece
que:

"(t)odos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley.
Todos tienen derecho a igual protección contra la discriminación que infrinja esta
Declaración y contra toda provocación a tal discriminación".
Del mismo modo, la Convención Americana de Derechos Humanos en su
artículo 24 dispone que:

“(t)odas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho, sin
discriminación, a igual protección de la ley.”

A su vez, el art. 11 de la Constitución de la Provincia consagra expresamente


el principio de igualdad y no discriminación:

“Los habitantes de la Provincia son iguales ante la ley, y gozan de los derechos y garantías
que establece la Constitución Nacional, los que emanan en su consecuencia a través de los
tratados celebrados por la Nación y los que se expresan en esta Constitución.

“La Provincia no admite distinciones, discriminaciones ni privilegios por razones de sexo,


raza, religión, nacionalidad, lengua, ideología, opinión, enfermedades de riesgo,
características físicas o cualquier otra condición amparada por las normas
constitucionales…”

En el mismo sentido, se expresan el art. 1.1 de la Convención Americana de


Derechos Humanos y 2.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
ambos con idéntica redacción:

“Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades
reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su
jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social” (el resaltado nos pertenece).

Similares disposiciones encontramos en el texto de la Declaración Universal


de Derechos Humanos (en adelante DUDH, art. 2.1), del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC, art. 2.2), de la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre (art. 2) y del Protocolo Adicional a
la CADH (Protocolo de San Salvador), entre otros instrumentos internacionales de
derechos humanos de los que la Argentina es parte.

La extensión del principio de igualdad y no discriminación, ha sido objeto de


diversas y progresivas interpretaciones.

Nuestra Corte Suprema, en el fallo “Nuevo Triunfo”, al que haremos


referencia en el siguiente apartado, sintetiza en forma clara esta evolución.

El Comité de Derechos Humanos, intérprete autorizado del PIDCP, se ha


expresado en la Observación General Nº 18 respecto del concepto y alcance del
principio de no discriminación. En aquella ocasión el Comité sostuvo que:

“La no discriminación, junto con la igualdad ante la ley y la igual protección de la ley sin
ninguna discriminación constituye un principio básico y general relativo a la protección de
los derechos humanos. Así, el párrafo 1 del artículo 2 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos establece la obligación de cada Estado Parte de respetar y garantizar a todos
los individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos a su jurisdicción, los derechos
reconocidos en el Pacto, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión
política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social. En virtud del artículo 26 todas las personas no solamente son iguales
ante la ley y tienen derecho a igual protección de la ley, sino que también se prohíbe cualquier
discriminación en virtud de la ley y garantiza a todas las personas protección igual y efectiva
contra cualquier discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones
políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición social.” (Comité de Derechos Humanos de la ONU,
Observación General N° 18, “No discriminación”, del 10/11/89, el destacado nos
pertenece).

A su vez, la Corte IDH se ha expedido en relación a los alcances del derecho


a la igualdad y la prohibición de discriminación. Al respecto ha resaltado que:

“…este Tribunal considera que el principio de igualdad ante la ley, igual protección ante la
ley y no discriminación, pertenece al jus cogens, puesto que sobre él descansa todo el andamiaje
jurídico del orden público nacional e internacional y es un principio fundamental que permea
todo ordenamiento jurídico. Hoy día no se admite ningún acto jurídico que entre en conflicto
con dicho principio fundamental, no se admiten tratos discriminatorios en perjuicio de
ninguna persona, por motivos de género, raza, color, idioma, religión o convicción, opinión
política o de otra índole, origen nacional, étnico o social, nacionalidad, edad, situación
económica, patrimonio, estado civil, nacimiento o cualquier otra condición..” (Corte IDH,
“Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados”, Opinión
Consultiva OC-18/03 del 17 de septiembre de 2003, párr 101, el destacado nos
pertenece).

En el ámbito local, la ley N° 23.592 ha consagrado este principio al disponer


en su artículo 1º:

“Quien arbitrariamente impida, obstruya, restrinja de algún modo menoscabe el pleno


ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la
Constitución Nacional, será obligado, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto el acto
discriminatorio o cesar en su realización y a reparar el daño moral y material ocasionados. A
los efectos del presente artículo se considerarán particularmente los actos u omisiones
discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología,
opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos” (el
destacado es propio).

IV.4.b) Alcance del derecho a la libertad de conciencia

Conocida la extensión asignada por el derecho internacional al principio de


igualdad y no discriminación es preciso incorporar al análisis los artículos 7 de la
Constitución de la Provincia de Buenos Aires, 14 de la CN, 12 de la Convención
Americana y 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

El art. 7 de la Constitución provincial establece que:

“es inviolable en el territorio de la Provincia el derecho que todo hombre tiene para rendir culto
a Dios Todopoderoso, libre y públicamente, según los dictados de su conciencia.”

La CN, en el artículo 14, consagra:


“Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que
reglamenten su ejercicio; a saber: (…) de profesar libremente su culto…”.

La Convención Americana, por su parte, en su artículo 12 expresa:

“1. Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este derecho implica
la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de religión o de creencias, así
como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias, individual o colectivamente,
tanto en público como en privado. 2. Nadie puede ser objeto de medidas restrictivas que
puedan menoscabar la libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de religión
o de creencias. 3. La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está sujeta
únicamente a las limitaciones prescritas por la ley y que sean necesarias para proteger la
seguridad, el orden, la salud o la moral públicos o los derechos o libertades de los demás. 4.
Los padres, y en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos reciban la
educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.”

Por último, el PIDCP en el artículo 18 establece que:

“1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este
derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección, así
como la libertad de manifestar su religión o sus creencias, individual o colectivamente, tanto
en público como en privado, mediante el culto, la celebración de los ritos, las prácticas y la
enseñanza. 2. Nadie será objeto de medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad de
tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección. 3. La libertad de manifestar la
propia religión o las propias creencias estará sujeta únicamente a las limitaciones prescritas
por la ley que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicos,
o los derechos y libertades fundamentales de los demás. 4. Los Estados Partes en el presente
Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales,
para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con
sus propias convicciones.”

Respecto de este último artículo, el Comité de Derechos Humanos en su


Observación General N° 22 sostuvo que:
“2. El artículo 18 protege las creencias teístas, no teístas y ateas, así como el derecho a no
profesar ninguna religión o creencia. Los términos “creencias” y “religión” deben
entenderse en sentido amplio. El artículo 18 no se limita en su aplicación a las religiones
tradicionales o a las religiones y creencias con características o prácticas institucionales
análogas a las de las religiones tradicionales. Por eso, el Comité ve con preocupación
cualquier tendencia a discriminar contra cualquier religión o creencia, en particular las
más recientemente establecidas o las que representan a minorías religiosas que puedan ser
objeto de la hostilidad por parte de una comunidad religiosa predominante…”

Y más adelante agregó que:

“5. El Comité hace notar que la libertad de “tener o adoptar” una religión o unas
creencias comporta forzosamente la libertad de elegir la religión o las creencias, comprendido
el derecho a cambiar las creencias actuales por otras o adoptar opiniones ateas, así como el
derecho a mantener la religión o las creencias propias. (…) La misma protección se aplica a
los que tienen cualquier clase de creencias de carácter no religioso…”

Y concluyó que:

“9. El hecho de que una religión se reconozca como religión de Estado o de que se establezca
como religión oficial o tradicional, o de que sus adeptos representen la mayoría de la
población no tendrá como consecuencia ningún menoscabo del disfrute de cualquiera de los
derechos consignados en el Pacto, comprendidos los artículos, ni ninguna discriminación
contra los adeptos de otras religiones o los no creyentes…” (Comité de Derechos
Humanos, Observación General N° 22, 48° período de sesiones, 20 de julio de 1993,
el subrayado no está en el original).

Estas normas y la interpretación que se les ha dado, constituyen, sin duda, un


límite a la intervención estatal respecto de ciertos ámbitos de la vida de los hombres
y mujeres, específicamente aquellos vinculados a la conciencia y al ejercicio de un
culto. En consecuencia, el primer alcance de este principio que se deriva de la
normativa mencionada es, en palabras de Sánchez Viamonte, “la inviolabilidad de la
conciencia”[12]. Esta inviolabilidad implica la prohibición para el estado de
intervenir en las creencias de cada uno de los miembros de la comunidad como la
obligación del estado de respetar “el derecho de realizar todos los actos de
reverencia, homenaje, veneración y participación en la liturgia religiosa”[13].

IV.4.c) Interpretación armónica entre los principios reseñados y los


artículos 2 de la Constitución Nacional y 9 de la Constitución provincial y la
jurisprudencia de la CSJN – Plantea inconstitucionalidad en subsidio

A fin de resolver el presente planteo, resulta imprescindible efectuar una


interpretación del texto constitucional que sea armónica con las cláusulas
convencionales referidas precedentemente.

La necesidad de tal interpretación “armónica” ha sido señalada expresamente


por la Corte Suprema de la Nación al establecer que las soluciones adoptadas “con
apoyo en el derecho nacional” deben verse enriquecidas

“... con los principios que informan el derecho internacional de los derechos humanos, de
actual ‘jerarquía constitucional’ según la reforma de 1994...” (CSJN, caso“Nápoli”, Fallos:
321:3630, voto de la mayoría, consid. 18º; en el mismo sentido, casos “Brusa”, Fallos:
326:4816 y “Dito”, sentencia del 28.7.2009 y sus citas, publicado en Abeledo Perrrot
Online, entre otros).

En consecuencia, parece evidente, partiendo de una inteligencia armónica,


que, en la actualidad, la CN y de la Provincia de Buenos Aires prohíben claramente
–fuera del acotado ámbito del art. 2 de la Constitución y 9 de la provincial– toda
distinción que privilegie o perjudique a cualquier habitante de la República en razón
de su pertenencia o no pertenencia a un culto o su adhesión o no adhesión a una
creencia determinada.

Es decir, no queda duda alguna que las distinciones basadas en las creencias
religiosas de los individuos constituyen lo que se denomina en derecho
constitucional argentino y comparado “categorías sospechosas”, las que se
encuentran afectadas por una fuerte presunción de inconstitucionalidad. Esta
doctrina ha sido claramente explicada en la reciente jurisprudencia de la Corte
Suprema de la Nación. En el caso “Partido Nuevo Triunfo” (sentencia del 17.3.2009,
publicada en L.L. del 9.4.2009), el Tribunal sostuvo:
“5°) Que, a fin de abordar esta cuestión, se debe tener particularmente presente que el
derecho genérico de las personas a ser tratadas de modo igual por la ley no implica una
equiparación rígida entre ellas, sino que impone un principio genérico — igualdad ante la
ley de todos los habitantes— que no impide la existencia de diferenciaciones legítimas. La
igualdad establecida en la Constitución no es otra cosa que el derecho a que no se establezcan
excepciones o privilegios que excluyan a unos de lo que en iguales circunstancias se concede
a otros (Fallos: 153:67, entre muchos otros). El criterio de distinción no debe ser arbitrario
o responder a un propósito de hostilidad a personas o grupos de personas determinados
(Fallos: 229:428), o tratar desigualmente a personas que están en circunstancias de hecho
esencialmente equivalentes (Fallos: 229:765).

Al mismo tiempo, debe recordarse que tales propósitos hostiles o arbitrariedad en la


distinción no se presumen, esto es, no serán tenidos por ciertos, según el criterio de esta
Corte, hasta tanto sean probados por quien los invoca (Fallos: 306:2147, 2154). Dicho de
otro modo, las clasificaciones introducidas por la ley, a la luz del art. 16 de la Constitución
Nacional y de su interpretación por la jurisprudencia de esta Corte, tienen una presunción
favorable que debe ser derrotada por quien la ataque.

“6°) Que, a su vez, este Tribunal ha complementado el principio de igualdad mediante la


aplicación de un examen más riguroso cuando se trata de clasificaciones basadas en criterios
específicamente prohibidos (también llamados ‘sospechosos’).

El derecho constitucional argentino contiene, en especial a partir de la incorporación de


diversos tratados internacionales sobre derechos humanos, la prohibición expresa de utilizar
criterios clasificatorios fundados en motivos de ‘raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones
políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento
o cualquier otra condición social’ (art. 1° de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y art. 26 del Pacto Internacional de Derecho Civiles y Políticos).

“Por ende, la interdicción de la discriminación en cualquiera de sus formas y la exigencia


internacional de realizar por parte de los Estados acciones positivas tendientes a evitar dicha
discriminación deben reflejarse en su legislación, de lo cual es un ejemplo la ley 23.592, y
también en la interpretación que de tales leyes hagan los tribunales.

“Así, cuando esta Corte ha tenido que resolver sobre la constitucionalidad de leyes que
utilizan tales clasificaciones basadas en alguno de esos criterios expresamente prohibidos, lo
ha hecho partiendo de una presunción de inconstitucionalidad (Fallos: ‘Hooft’ 327:5118;
‘Gottschau’ 329:2986 y ‘Mantecón Valdez’ 331:1715). Por lo tanto, el trato desigual será
declarado ilegítimo siempre y cuando quien defiende su validez no consiga demostrar que
responde a fines sustanciales — antes que meramente convenientes— y que se trata del
medio menos restrictivo y no sólo uno de los medios posibles para alcanzar dicha
finalidad” (el énfasis ha sido agregado).
Esta doctrina de las “categorías sospechosas” también ha sido adoptada por
distintas jurisdicciones nacionales a los fines de declarar la invalidez de normas que
restringían el ejercicio de los derechos de las personas con base en su origen
nacional, en su edad o en su género[14].

En el tema específico de la libertad religiosa, aún en un supuesto en que


aquélla se encontraba en conflicto con la obligación de “todo ciudadano argentino de
armarse en defensa de la Patria y de esta Constitución” (artículo 21 de la Ley
Fundamental), la Corte Suprema de la Nación no dudó en resolver que toda coerción
estatal sobre el derecho a la libertad religiosa debía ser sometida a un escrutinio
judicial sumamente estricto a los fines de declarar su validez constitucional (CSJN,
caso “Portillo”, Fallos: 312:496).

En esa oportunidad, el Tribunal desarrolló argumentos que son directamente


relevantes para el presente caso:

“… que la posible lesión a las legítimas creencias de un ciudadano, (…) puede alcanzar no
sólo a aquellos que profesan un culto en particular sino a quienes establezcan una determinada
jerarquía entre sus valores éticos (…). En tal sentido, el ámbito de posible violencia
estatal al fuero interno se amplía en forma considerable, abarcando el sistema de
valores no necesariamente religiosos en los que el sujeto basa su propio proyecto de
vida. Una interpretación diferente, nos llevaría al contrasentido de proteger el derecho a la
libertad de cultos, como una forma de exteriorización del derecho a la libertad de conciencia, y
no atender a este último como objeto de protección en sí mismo.

“10) Que el estatuto constitucional que rige nuestros destinos desde hace 135 años tiene entre
sus propósitos fundamentales el de asegurar la libertad para nosotros, para nuestra posteridad
y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Las libertades
consagradas en su capítulo primero requieren un ejercicio efectivo para no quedar reducidas
a simples declaraciones de deseos. Pero es necesario puntualizar también, que este ejercicio
puede verse sujeto a las exigencias que razonablemente establezca la ley, de tal modo de
garantizar la igualdad de los individuos que, en lo atinente a sus creencias significa que se es
igual por merecer el mismo respeto y consideración cualesquiera fuesen las ideas religiosas
que se sostengan, y aun cuando ninguna se sostenga. Según esta concepción, en un sistema
democrático como el nuestro, se impone al Estado una actitud imparcial frente a los
gobernados, aun cuando éstos profesen cultos que la mayoría rechace. Ello está
instituido por el art. 19 de nuestra Ley Fundamental, en el sentido que le dieron los
constituyentes. En cuanto al alcance de esta última norma, cabe recordar que todas
las acciones privadas de los hombres afectan de algún modo a los terceros, y si no se
considerara la existencia de éstos, tampoco podría concebirse la ofensa al orden y a
la moral públicos. Y al afectar a terceros, está latente la posibilidad cierta de
causarles perjuicios en algún interés que sea legítimo, o sea, cuya última tutela surja
de la Constitución Nacional. Ahora bien, es evidente que la legitimidad mencionada
no depende de que el interés en juego pueda corresponder a una mayoría o minoría
de sujetos. La libertad civil asentada por la Constitución se extiende a todos los
seres humanos por su simple condición de tales, y no por la pertenencia a
determinados grupos o por su profesión de fe respecto de ideales que puedan
considerarse mayoritarios. La democracia, desde esta perspectiva, no es sólo una
forma de organización del poder, sino un orden social destinado a la realización de
la plena personalidad del ser humano. De otro modo, no se habrían establecido derechos
individuales para limitar anticipadamente la acción legislativa; por el contrario, se hubiera
prescripto al legislador la promoción del bienestar de la mayoría de la población, sin tener en
consideración a las minorías. La garantía, de la igualdad ante la ley carecería de sentido e
imperarían, sin control, los intereses mayoritarios, sin importar el contenido que
tuviesen…” (caso “Portillo”, cit.; el énfasis ha sido agregado).

Esta doctrina, conforme a la cual resulta inválida la coerción estatal sobre la


libertad religiosa, a menos que las autoridades públicas demuestren la existencia de
razones imperativas que justifiquen tal restricción, ha sido receptada por los
tribunales ordinarios[15].

En conclusión, partiendo de una inteligencia armónica entre los principios


reseñados en los apartados precedentes, el art. 2 de la CN y el art. 9 de la
Constitución de la Provincia de Buenos Aires y la jurisprudencia de la CSJN, la
entronización de una virgen en la sede de uno de los poderes del Estado constituye
un actuar inconstitucional en tanto y en cuanto implica la asociación del Estado a un
culto determinado que privilegia las creencias de una parte de la población.

Como vimos en el apartado IV.3.g), no hay nada en el texto de la Constitución


local que impida otorgarle una inteligencia compatible con la Constitución Nacional.
Tal solución se ajustaría a la conocida jurisprudencia de la CSJN, conforme a la cual
las normas infra constitucionales deben ser interpretadas (siempre que su texto lo
permita) en forma compatible con los derechos y garantías reconocidos en la Ley
Fundamental (conf., entre muchos, CSJN, caso ‘Casal’, Fallos: 328:3399).

Sin embargo, para el improbable supuesto que se entendiera que el art. 9 de


la Constitución local sirve de justificación para la entronización cuestionada,
planteamos desde ya la invalidez de dicha disposición, con base en los
argumentos constitucionales desarrollados a lo largo de esta presentación.
IV.4.d) Aplicación de los principios reseñados a los hechos del caso

A continuación demostraremos que la entronización de una virgen en uno de


los poderes del estado provincial implica una violación a los principios y derechos
reseñados en los apartados precedentes.

Debemos, para ello, indagar en el significado simbólico de la entronización


de una virgen en el órgano legislativo de la Provincia de Buenos Aires. Siguiendo el
razonamiento del juez Petracchi en el voto citado:

“…corresponde señalar que símbolo es, según el Diccionario de la Real Academia Española,
la “representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se
asocian con ésta por una convención socialmente aceptada”. Por su parte, signo es el “objeto,
fenómeno o acción material que, natural o convencionalmente, representa o sustituye a otro
objeto, fenómeno o acción”. Y, en otra acepción, es “indicio, señal de algo.

“Y el signo y la señal son instrumentos que tienen por función la trasmisión de mensajes,
como lo enseña contemporáneamente la semiología (Prieto, Luis J. Messages et
signaux, Presses Universitaires de France, París 1966, págs. 5 y 9). Más aún cuando ciertos
signos poseen connotación común, esto es, las asociaciones que tiene en la mente el grupo de
personas que los usan (Hospers, op. cit., págs. 70/71)…”. (op. cit, cons. 19).

En definitiva, símbolo, signo y señal conducen a la idea de “representación”


y “mensaje”.

En consecuencia, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué representa la


entronización de una virgen en uno de los poderes del Estado? ¿Cuál es el mensaje
que ello conlleva?

En primer lugar, debemos señalar que el emplazamiento de una imagen


similar en cualquier otro lugar público, como un cementerio o una plaza, no tiene el
mismo significado que el hecho que aquí se cuestiona. Aquí no se trata de la
colocación de una imagen religiosa en cualquier sitio público. Por el contrario, dicha
imagen está ubicada en un hall central de la sede de uno de los poderes del Estado
provincial: la sede de una de las Cámaras del Poder Legislativo, encargado de dictar
leyes generales para todo el pueblo de la provincia mediante representantes elegidos
por personas que profesan distintas religiones o que no profesan religión alguna. En
palabras del filósofo estadounidense John Hospers, citado por Petracchi en el voto
arriba referenciado:

“Se puede creer en muchos dioses (politeísmo) o en uno (monoteísmo). Se puede creer en un
Dios que creó el mundo y luego lo dejó marchar por sí mismo en magnífico aislamiento
(deísmo) o en uno que continúa ejerciendo su influencia sobre el curso del mundo en cada
estadío de su historia (teísmo). Se puede creer que no hay Dios en absoluto (ateísmo), o que no
tenemos derecho, sobre la base de los indicios disponibles, a creer que Dios existe ni que no
existe (agnosticismo, literalmente “no-se-ísmo”)” (Introducción al Análisis filosófico, ed.
Alianza Universidad Textos, 1982, pág. 525).

En segundo lugar, el símbolo que aquí se expone es la Virgen de Luján y su


exposición no es de cualquier índole: la entronización implica, también en los
términos del Diccionario de la Real Academia Española, “ensalzar a alguien,
colocarlo en alto estado” o “colocar una imagen o una representación iconográfica
en un lugar preferente para que sea venerada o admirada.” (Las negritas son
nuestras).

De este modo, a la imagen de la Virgen de Luján se le da con el acto de su


entronización dentro de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires
un lugar de privilegio. Esto es, el Poder Legislativo aparece autorizando la
colocación de una imagen religiosa en una posición de privilegio, llamada por su
misma naturaleza a la devoción y al culto de los fieles. Así, el Poder Legislativo
se asocia a esa devoción y a ese culto haciéndolos institucionales.

En tercer lugar, la imagen de la Virgen de Luján, es un símbolo propio de la


confesión católica. Esta última, como es de público y notorio, es la religión de la
mayoría de los habitantes de la nación. Sin embargo, esa circunstancia no le priva al
acto de la entronización el hecho de ser la exteriorización de una parcialidad
(mayoritaria, pero parcialidad, al fin). Tal como lo expresa Petracchi en su voto:

“…entre los habitantes de la República existen también quienes, por ejemplo, no profesan
religión alguna, o son fieles de algunas de las otras grandes religiones monoteístas (como el
judaísmo y el islamismo), o los que, confesándose cristianos, no confieren a María el lugar
privilegiado…” (op. cit., cons. 18).
Y más adelante concluye:

“Todos los habitantes de la Nación, sean cuales fueran sus posturas en esta materia,
gozan de la tutela de la Constitución, con igual intensidad y sin grados de preferencia
o minusvalía. Aquélla es la Ley Fundamental de un país en el cual la unión no está
dada por la común adscripción a un credo religioso –al modo como se la concebía en
la cristianidad medieval- sino por el generoso acogimiento a “todos los hombres del
mundo que quieran habitar el suelo argentino” (Preámbulo). Y esta Corte Suprema
debe cumplir dicha Constitución, procurando que la mayoría respete a todas las
minorías que componen la Nación…” (op. cit., cons. 18, el énfasis ha sido agregado).

Al respecto, también se ha dicho que:

“... [E]l propósito mismo de la declaración de derechos y garantías fue el de retirar


ciertas cuestiones de las vicisitudes de la controversia política, de colocarlos más allá
del alcance de las mayorías y de establecerlos como principios legales que deben ser
aplicados por los tribunales. El derecho de una persona a la vida, a la libertad y
propiedad, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, a la libertad de culto y
de reunión, y a otros derechos fundamentales, no pueden ser sometidos a voto; no
dependen del resultado de las elecciones...” (Corte Suprema de los Estados Unidos,
caso “West Virginia Sate Board of Education v. Barnette”, 319 U.S. 624, 638;
1943).

Así, resulta manifiesto que la exteriorización en uno de los poderes del


estado de esa parcialidad afecta de modo inadmisible los principios de laicidad y
tratamiento igualitario consagrados en la normativa vigente.

La Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires decidió, por medio


de una resolución colocar una imagen propia del culto católico y que, por tal
condición, remite irremediablemente a los principios, valores y prácticas de aquel
culto, por más que los fundamentos de dicha entronización sean de índole histórica,
tradicional o simbólica. De esta forma, uno de los poderes de la provincia, la Cámara
de Diputados o bien aparece asociado al culto católico, apostólico y romano o bien
brinda ese mensaje a quienes observan la virgen entronizada.
Los ya citados artículos 14 de la CN y 7 de la Constitución de la Provincia así
como los también transcriptos 12 de la CADH y 18 del PIDCP protegen y garantizan
la libertad de conciencia de todas las personas. El preámbulo y el artículo 16 de
nuestra CN, el art. 11 de la Constitución provincial, los arts. 1.1 y 1.2 de la
Convención Americana y 2.1 del PIDCP, garantizan a toda persona el ejercicio de la
libertad de culto en condiciones de igualdad y no discriminación y no sólo a quien
pertenezca a un culto en particular, sin importar que éste sea o no mayoritario.

En cuarto lugar, teniendo en cuenta que el Poder Legislativo tiene la función,


asignada constitucionalmente, de legislar para todos los hombres que habitan la
Provincia de Buenos Aires, la decisión de entronizar una imagen religiosa en la sede
de uno de los poderes del estado, constituye una violación al principio constitucional
de igualdad y no discriminación en tanto al tomar partido o privilegiar las creencias
de una parcialidad mediante la exteriorización de uno de sus símbolos, el estado se
vincula o asocia necesariamente con ese culto generando un contexto
discriminatorio respecto de aquellos ciudadanos que profesan otros credos o
religiones o que no profesan credo ni religión alguna, y que concurren asiduamente
al edificio en cuestión. Esta circunstancia, en términos de un juez del máximo
tribunal de los Estados Unidos de Norteamérica, envía un mensaje a los no
adherentes a aquel: se les está diciendo que son “outsiders”, miembros no plenos de
la comunidad política, en tanto que los fieles del credo son “insiders”, miembros
favorecidos de la sociedad.

De este modo, los ciudadanos se encuentran en una situación de “público


cautivo” ya que se ven sometidos a un discurso religioso promovido por el Estado,
cuando el Estado, en realidad, está obligado a tratar a todos ellos con la misma
consideración, en respeto de sus diferencias e individualidades.

En efecto, al promover discursos religiosos en edificios públicos, el Estado


fuerza a los ciudadanos que se ven obligados a concurrir a ese edificio –para
ejercer sus derechos o cumplir con sus obligaciones— a recibir un discurso
religioso determinado.

Esto resulta impermisible, y así lo ha sostenido la Suprema Corte de los


Estados Unidos que prohibió, en distintas ocasiones, que el Estado imparta
discursos religiosos en esas condiciones. En efecto, la Suprema Corte sostuvo que
la promoción estatal de un mensaje religioso no está permitida ya que envía un
mensaje a quienes no adhieren a esa religión en particular en sentido de que ellos
“son outsiders, no son miembros plenos de la comunidad política, y que quienes sí
adhieren a esa visión religiosa son insiders,miembros favorecidos de la comunidad
política”[16]. Esto es especialmente problemático en aquellos casos en los que los
ciudadanos deben concurrir a actos en los que serán sometidos a ese discurso, y la
Corte ha interpretado ese deber en forma amplia, de modo de incluir a
graduaciones escolares y hasta partidos de fútbol.

En efecto, en el caso Lee v. Weisman, en el que se discutía la legitimidad de


realizar una oración en una graduación escolar, la Suprema Corte señaló:

“Sostener que un estudiante adolescente puede no ir a la graduación es recaer en un


formalismo extremo. Es cierto, [la estudiante de que se trata] podría no ir a la ceremonia
sin renunciar a su diploma, pero no debemos caer en esa solución. Todo el mundo sabe que
en nuestra sociedad, y en nuestra cultura, la graduación del colegio secundario es una de
las ocasiones más significativas de la vida. (…) Concurrir puede no ser obligatorio por
mandato escolar, pero es evidente que un estudiante no es libre de ausentarse de modo
‘voluntario’, ya que la ausencia requeriría abandonar los beneficios intangibles que
motivaron al estudiante durante su juventud y sus años escolares”[17].

En el mismo sentido, la Suprema Corte extendió esa prohibición a partidos de


fútbol en el caso Santa Fe Independent School Dist. v. Doe[18]. Los argumentos
desarrollados por la Corte en el caso de las escuelas estatales se relacionan con la
noción de público cautivo de quienes deben concurrir a esos actos y con la
imposibilidad del Estado de favorecer los discursos religiosos[19].

Esos argumentos adquieren más vigor en un caso como el presente, en el


que el mensaje religioso es impartido en un edificio público al que concurren
los ciudadanos para ejercer derechos básicos y para cumplir ciertas obligaciones.

En conclusión, es evidente que la entronización de una imagen religiosa en la


sede de uno de los poderes del Estado, constituye la difusión de un mensaje
coercitivo. Y es claro también que todos tenemos derecho a no ser “público cautivo”
de mensajes que uno no acepta.

Así las cosas, seguramente existirá una parte de la población no católica que
no ofrecerá reparos al observar la virgen entronizada en la sede de uno de los
poderes del Estado provincial. Pero es claro, también, que otra parte de la población
que no profesa la religión mayoritaria se siente discriminada al enfrentarse con una
simbología que les es totalmente ajena. Más aún, tal como expresa Petracchi:

“casi inevitablemente algunos se sentirán tentados por la idea de camuflar sus creencias (o la
ausencia de ellas), con tal de adecuarse a lo que sería percibida como la religión dominante”.
Esto es, lo que puede ser positivo para algunas personas religiosas puede ser
emocionalmente perturbador para quienes profesan otras religiones o para aquéllos
que no profesan religión alguna.

Lo cierto es que en diversos temas que diariamente se discuten en la


legislatura, la Iglesia Católica ha tomado una postura explícita (vgr. temas
vinculados a la salud sexual y reproductiva de las mujeres como el aborto, métodos
de anticoncepción, etc; matrimonio homosexual, eutanasia, entre otros). Entonces, si
la legislatura privilegia y, por ende, se asocia al culto católico mediante la
entronización de uno de sus símbolos, existirá la sospecha cierta de que el accionar
de los legisladores se verá fuertemente influenciado por aquello que sostiene la
Iglesia Católica.

En este punto, resultan aplicables las consideraciones efectuadas por el juez


Petracchi respecto de las consecuencias perjudiciales que trae aparejada la
entronización de una virgen en el hall central del Palacio de Justicia de Tribunales:

“21) Que ciertamente la simbología de la entronización aparece muy clara. En efecto, en


cuanto se ubica la imagen en un sitio relevante de la sede de un Poder del Estado que (aunque
resulte tautológico) ejerce el “poder”, aquél resulta institucionalmente comprometido con un
culto con el que comulgan solo una parte de quienes lo integran y de los justiciables que a él
recurren. El mentado compromiso institucional se acercaría peligrosamente a la adopción de
una “religión de “Estado” – tesis expresamente descartada por los constituyentes (conf. supra)
– porque revelaría una implícita, pero no por ello menos clara, adhesión a un credo, en
detrimento de los otros.

“Los magistrados, funcionarios y empleados del Poder Judicial que no profesan credo
alguno, o son fieles de religiones que no incluyen el culto mariano, no podrán menos
que sentirse discriminados en cuanto no católicos y presionados por una imaginería
que sentirían, por lo menos, como totalmente ajena. Más aún: casi inevitablemente
algunos se sentirán tentados por la idea de camuflar sus creencias (o la ausencia de
ellas), con tal de adecuarse a lo que sería percibida como la religión dominante.

“Esa entronización resulta incoherente con la amplia libertad que esta Corte ha reconocido a
los magistrados y funcionarios, al momento de elegir fórmulas de juramento. Estas garantizan
con tal amplitud el pluralismo filosófico y religioso de los que juran, que una de las fórmulas
no incluye ni siquiera una referencia genérica a la divinidad: solo la “Patria” y el “honor” son
mencionados (conf. Art. 17 del Reglamento ara la Justicia Nacional, ap. C).

“En cuanto a los justiciables que concurren a los tribunales, se pueden producir los
ya señalados efectos de discriminación y presión sobre sus legítimas convicciones en
la materia, con el consiguiente riesgo de que éstas se disimulen en lugar de expresarse
libremente.

“En efecto, en algunos de los problemas que diariamente se discuten ante los juzgados, la
Iglesia Católica ha tomado postura explícitamente, ¿Cómo evitar, de aceptarse la adhesión a
uno de los símbolos capitales del credo católico, que quienes litigan ante aquellos se hagan a la
idea de que sus asuntos serán resueltos en todos los casos a pie juntillas con lo que piensa la
jerarquía de la Iglesia?. Eso los hará sentir, de no pertenecer a aquella, como habitantes “de
segunda”, comparados con los que profesan la religión mayoritaria, al par que les inspirará
fuertes dudas sobre la independencia de criterios de quienes les administran justicia.

“Es cierto que un juez de la Constitución es independiente de todo lo que no sea aquélla.
Empero, aquí resulta aplicable el conocido adagio de que “no solo hay que serlo, sino
parecerlo”. Además, en la medida en que el Poder al que pertenece explicite adscripciones
institucionales a un credo específico – aunque fuere el mayoritario – no podrá evitarse que los
litigantes que no integran esa mayoría piensen, muy humanamente, que en esos temas revelar
sus legítimas creencias ocasionará dificultades y que, en cambio, soslayarlas podrá procurarles,
tal vez, cierto rédito.

“El apoyo estatal a un culto, en palabras de un juez de la corte norteamericana, envía un


mensaje a los no adherentes a aquél: se les está diciendo que son “outsiders”, miembros no
plenos de la comunidad política, en tanto que los fieles del credo son “insiders”, miembros
favorecidos de la sociedad (456 U.S. 668, 668, in re: Lynch)

“22) Que todo lo expuesto evidencia que la entronización existente no se compadece con el
reseñado alcance del art. 2º de la C.N., ni con las garantías constitucionales de igualdad y
libertad de cultos (arts. 14 y 16 de la Ley Suprema), ni con las normas internacionales citadas
en el considerando 19º.

“La conclusión precedente no ha de interpretarse como dependiente de una estrecha visión


laicista que relega a lo puramente privado las creencias religiosas, vedando la exteriorización
de pertenencia que el fiel de cada culto puede querer manifestar.

“Nada de eso. Aquí de lo que se trata es de no afiliar a un Poder del Estado – que es,
por definición, de todos y para todos – a un culto determinado, por mayoritario que
sea. La Nación argentina es lo que une, bajo sus símbolos, a todos sus habitantes,
cualquiera que sean sus creencias o afectos. De allí el cuidado con que deben evitarse
los signos, por respetables que sean, que puedan inducir a creer que lo que es de todos
pueda tener dueños o titulares preferentes.”
Además, como veremos en el apartado que sigue, no existe un interés
legítimo de la Legislatura que permita justificar el acto de la entronización de una
imagen religiosa en su sede.

Es evidente, entonces, que esta distinción que privilegia a una creencia


determinada, está basada en una categoría expresamente prohibida por la normativa
vigente: la religión, y por lo tanto, se encuentra afectada por una fuerte presunción
de inconstitucionalidad, de conformidad con la jurisprudencia ya citada de la CSJN.

En conclusión, la entronización aquí cuestionada resulta un acto violatorio de


la normativa vigente y contradictorio con el objetivo enunciado en el preámbulo de
la Constitución Provincial de “constituir el mejor gobierno de todos y para todos”.

IV.5. Crítica a los fundamentos de la resolución que dispuso la


entronización

Tal como expusiéramos en el apartado III de esta presentación, la


entronización de la imagen religiosa en el salón de los pasos perdidos de la H.
Cámara de Diputados se dispuso mediante resolución aprobada sin discusión
previa y sin observaciones, con fecha 28 de abril de 2010.

A continuación, haremos referencia a los fundamentos expuestos en dicha


resolución a efectos de darles respuesta y demostrar que no existe un interés legítimo
que justifique la entronización cuestionada. De este modo, se evidenciará el yerro en
que incurre la HCD al decidir, sin un debate adecuado, entronizar una imagen
religiosa en la sede de uno de los poderes del Estado.

En primer lugar, se lee la siguiente afirmación:

“… entre el pasado y el presente, hay signos, símbolos y señales que sirve de ancla y sostén
y puente a nuestro pueblo. En estos símbolos se reconocen argentinos, y muchos hermanos
Latinoamericanos. Y entre ellos, podemos poner sin lugar a duda a la imagen de la Virgen
de Luján…”
Primero. Esta afirmación resulta inexacta. Indudablemente existen signos,
símbolos y señales que constituyen un apoyo para determinadas sectores de la
población, pero en modo alguno se puede afirmar que dichos signos, símbolos o
señales tengan idéntico significado para todo el pueblo argentino, como parece
concluir el párrafo citado.

Esta identificación casi absoluta que hace la resolución entre el pueblo como
un todo y la Virgen de Lujan es, a todas luces, ficticia. En primer lugar, si bien es
común escuchar que la mayoría de nuestro pueblo profesa el culto Católico
Apostólico Romano, lo cierto es que esta conclusión no puede ser tenida por cierta
sin más reflexión y análisis. Por el contrario, la misma puede brindar mensajes
equivocados si no se llena de contenido a la expresión “profesar un culto”. Así, por
ejemplo, la “Primera Encuesta sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina”,
elaborada por el CONICET y publicada en 2008 mostró cifras contundentes referidas
a la práctica de la religión católica en nuestro país. Del 75% de personas que se
declaraban católicas, sólo el 23,1 % admitió relacionarse con Dios a través de la
institución eclesial[20].

Con ello queremos decir que, incluso, para muchas personas que conforman
esa supuesta mayoría católica, la Virgen de Luján, nada significa.

Segundo. Aún en el caso de que dicha imagen sirviera de sostén por igual para esa
gran mayoría, de todos modos, no puede tomarse esa parte mayoritaria por el todo.
Por el contrario, las garantías constitucionales y el sistema de protección de los
derechos humanos han sido creados, justamente para proteger a las minorías del
daño que puedan causarle las decisiones o actos de las mayorías. El presente caso es
un ejemplo de ello. La resolución toma por la totalidad del pueblo sólo a una
mayoría olvidando que los ciudadanos que profesan otros cultos o que simplemente
no profesan ninguno, son tan parte del Estado provincial como las personas que
profesan el culto católico. Aquellas personas en modo alguno se identifican con la
imagen de la virgen de Luján y hasta para algunos, el mensaje que la misma
transmite, puede no resultar de su agrado.

Tercero. La circunstancia de que la virgen de Luján sea reconocida por muchos


hermanos latinoamericanos, en este contexto, es irrelevante. Por un lado, tal como
sucede en nuestro país, en Latinoamérica existen personas y comunidades para las
cuales la imagen de la Virgen de Luján resulta completamente indiferente. Por otro
lado, los legisladores de la Provincia tienen por función representar los intereses y
derechos de todos los ciudadanos de la Provincia de Buenos Aires y no del pueblo
latinoamericano.
Cuarto. Si asumiéramos como cierto que una parte mayoritaria de la población
encuentra un sostén en la imagen de la virgen de Luján, ese hecho por sí solo no
justifica que se entronice dicha imagen en el edificio donde funciona uno de los
poderes del Estado cuando el Estado es eminentemente laico y debe representar a la
totalidad de la población cualquiera sean sus creencias. En efecto, tal como hemos
demostrado a lo largo de este escrito, Argentina, es un Estado laico. Ello se
desprende del exhaustivo análisis realizado respecto del origen del artículo 2 de la
CN (redacción que toma el art. 9 de la Constitución de la Provincia), sus
antecedentes, la doctrina referida y la reforma constitucional de 1994 cuyas
modificaciones en esta materia implicaron una clara separación entre el Estado y la
Iglesia.

Más adelante, la resolución menciona a los próceres que han tenido alguna
vinculación con la virgen de Luján (Belgrano, San Martín, entre otros), remarca
sutrascendencia internacional al haber sido “declarada Patrona Jurada de Argentina,
Uruguay y Paraguay” y al haber recibido ofrendas de pueblos hermanos en su
santuario, y más adelante señala que “en el siglo pasado, la Virgen de Luján fue
venerada por muchos presidentes argentinos”.

Al respecto, entendemos que la veneración o el reconocimiento que tanto los


próceres como algunos presidentes argentinos han hecho de la virgen de Luján así
como las ofrendas de los creyentes vecinos, forma parte, como no podría ser de otra
manera, del ejercicio del derecho a profesar libremente un culto, derecho
garantizado en la CN desde los orígenes de la patria. Sin embargo, los mencionados
hechos, junto con el de haber sido declarada “Patrona Jurada de Argentina, Uruguay y
Paraguay” (evento que ocurrió en 1930) son justamente antecedentes que muestran
la importancia de un determinado símbolo religioso en un momento histórico
determinado, y no por ello se puede deducir que dicho símbolo tenga hoy el mismo
significado que antaño para la población y mucho menos que dichos antecedentes
justifiquen su exhibición en la actualidad en la sede de uno de los poderes del
Estado.

En cuanto a la referencia a la veneración de algunos presidentes argentinos,


esta conclusión resulta aún más evidente si se consideran las ya mencionadas
modificaciones laicistas que la reforma constitucional de 1994 ha hecho en relación
con el poder ejecutivo y el culto católico.
Sucede lo mismo con la afirmación relativa a las visitas del “venerable siervo de
Dios” Juan Pablo II, entre otros eclesiásticos. Dichas visitas no pueden ser tomadas
como un antecedente que logre justificar la entronización del símbolo referido en la
sede de un poder del Estado. De hecho, la figura papal, esencial para la vida de
tantas personas, resulta totalmente intrascendente para otras, de modo tal que sus
visitas a la virgen de Luján sólo pueden tener significado para algunos miembros
del culto católico resultando irrelevantes para otra porción de la población.

Por último, la resolución expresa que:

“…Y somos nosotros, que al comienzo de este siglo XXI, añadiremos un galón más a la muy
venerada Imagen de la Pura y Limpia Concepción del río Luján.

“Con este acto, la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, reconoce en las
vísperas del Bicentenario, que es la Virgen de Luján. Para los creyentes; Patrocinio y
acompañamiento; y para aquellos que no comparten la fe: la simbología y la tradición. Desde
este día, ella custodiará y velará los pasos en esta Casa, en la cual está representado todo el
pueblo de la región bonaerense, el cual, desde la «muy noble y fiel villa de Luján» cobija bajo
su manto celeste y blanco…”.

Al respecto diremos lo siguiente:

Es claro que el símbolo significa patrocinio y acompañamiento para los


creyentes. Lo que resulta, a todas luces, llamativo y cuestionable es que se asuma
como un hecho de la realidad que, para los que no comparten la fe, dicha imagen
represente “simbología y tradición”, esto es, ¿puede decirse válidamente que la
virgen del Luján representa simbología y tradición para la totalidad de las personas
que no comparten la fe católica?. La respuesta sólo puede ser negativa. Dicha
conclusión es, cuanto menos, imposible de ser verificada en los hechos, pero además,
entendemos que es una conclusión errada en tanto, si bien es posible que la imagen
mencionada represente simbología y tradición para una parte de la población no
católica, lo cierto es que esta afirmación nada dice acerca de la valoración que dichas
personas hacen de aquellos símbolos y tradiciones. Esto es, una persona no creyente
podría identificar a la imagen de la virgen como un símbolo o una tradición de la
religión católica y desconocer y hasta despreciar los valores que profesan estas
tradiciones, y estaría, en ese caso, ejerciendo legítimamente su derecho a pensar en
forma libre.
En definitiva, pareciera que la decisión que dispuso la entronización
cuestionada sólo ha sido motivada en determinadas creencias y percepciones
inverificables empíricamente, en tanto no es posible encontrar un fin legítimo que
permita justificarla y mucho menos cuando la misma no fue precedida de un debate
amplio en el seno de la HCD. Esto último evidencia, que se ha aprobado, sin más,
una resolución que requería una discusión sobre las implicancias de que un Poder
de un Estado laico privilegie a un credo determinado mediante la entronización de
uno de sus símbolos en un espacio público perteneciente a dicho Poder.

En consecuencia, los fundamentos esgrimidos para sustentar la decisión aquí


impugnada, carecen de sustento fáctico y normativo, lo que torna inconstitucional
dicha decisión.

IV.6. Antecedente. Caso “ADC c/ EN – Poder Judicial de la Nación”

En 2003, la ADC promovió un acción de amparo con el objeto de que se


declarara la inconstitucionalidad de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación de autorizar la colocación de una imagen la Virgen de San Nicolás (y de
cualquier otro símbolo religioso), en la entrada principal del Palacio de Tribunales.
Sintéticamente, la ADC sostuvo que esta medida afectaba el derecho al tratamiento
igualitario de las personas ante la justicia sin discriminación de tipo religioso y el
principio de imparcialidad judicial

Al ser notificados de la presentación, tres de los jueces de la Corte –Enrique


Petracchi, Augusto Belluscio y Juan Carlos Maqueda- consideraron que se debía
acceder al reclamo, ya que coincidían con el planteo de la ADC. Diversos
considerandos del voto separado de Petracchi fueron citados en esta presentación.

El 25 de noviembre de 2003, la jueza en lo Contencioso Administrativo


Federal Susana Córdoba hizo lugar al planteo y ordenó retirar la Virgen del Palacio
de Tribunales. La jueza coincidió con los argumentos expuestos por Petracchi en su
voto en cuanto a la simbología de la entronización y la asociación inevitable del
Poder Judicial con un culto con el que comulgan solo una parte de quienes lo
integran y de los justiciables que a él recurren.

La sentencia fue consentida por la Corte, con la disidencia de los jueces


Antonio Boggiano y Roberto Vázquez. En consecuencia, el tribunal ordenó el retiro
de la imagen religiosa.

Sin embargo, un grupo de personas y la Corporación de Abogados Católicos


consideraron que lo decidido era violatorio de sus derechos constitucionales, se
presentaron ante el juzgado y apelaron el fallo. La jueza consideró formalmente
admisible la petición y envió al expediente a la Sala IV de la Cámara del fuero, que
revocó el 20 de abril de 2004 el fallo de primera instancia y rechazó el amparo
presentado, al considerar que la ADC no estaba legitimada para hacer este reclamo,
ya que la decisión de colocar la imagen religiosa no le causaba ningún agravio y
tampoco era violatoria de la Constitución.

Contra este fallo la ADC presentó un recurso extraordinario, que fue


rechazado por la Cámara, y luego un recurso de queja ante la Corte Suprema.

En su fallo del 21 de noviembre de 2006 (Fallos: 329:5261), la Corte recordó


que había sido el propio máximo tribunal el que había decidido consentir la
sentencia de primera instancia y ordenar el retiro de la imagen religiosa. Por ello
declaró la cuestión abstracta pero, a pesar de ello, revocó la sentencia de Cámara en
cuanto le había negado legitimación a la ADC con base en una conocida doctrina del
Tribunal que “ha sido adoptada teniendo en miras las consecuencias que determinadas
decisiones pueden irrogar a las partes (…) toda vez que —cualesquiera fuesen los fines para
los que podría ser invocada— no cabe descartar que alguna consecuencia gravosa para los
actores pudiera ser extraída, de una sentencia que, además de negarle legitimación procesal
declaró la constitucionalidad de la situación cuestionada en el pleito, aspectos que han
devenido irrevisables en virtud de las circunstancias señaladas…”(cfr. cons. 5°).

IV.7. Jurisprudencia comparada de tribunales constitucionales e


internacionales

A continuación citaremos diversos precedentes cuyos fundamentos son


aplicables a los hechos del presente caso. Si bien es cierto que las circunstancias
planteadas en estos precedentes presentan algunas diferencias fácticas respecto a
nuestro caso, también es cierto que las cuestiones de derecho debatidas son
sustancialmente idénticas a las que aquí se debaten y por ello, enteramente
aplicables.

El Tribunal Constitucional de la República Federal Alemana al expedirse en


relación con la presencia de crucifijos en las escuelas públicas de Baviera, sostuvo:

“…El artículo 4, parágrafo 1, de la Ley Fundamental protege la libertad de creencia. Por


consiguiente, la decisión a favor o en contra de una creencia es una cuestión del individuo y
no del estado. El estado no puede prescribir o prohibir a aquel una creencia o una religión.
Sin embargo, no sólo pertenece al ámbito de la libertad de creencia sostener una creencia sino
también vivir y actuar conforma a las propias convicciones religiosas (…) La libertad de
creencia garantiza especialmente la participación en las actividades del culto,
prescriptas por una creencia o en las cuales ésta se encuentra
expresada. Inversamente, ello significa la libertad de mantenerse alejado de las
actividades de culto de una creencia que no se comparte. En todo caso, ésta se vincula
con los símbolos a través de los cuales se expresa la creencia o religión. El art. 4, parágrafo
1, de la Ley Fundamental, deja en manos de los individuos el decidir que símbolos religiosos
reconocen y veneran y cuáles rechazan. Por cierto que, en una sociedad que deja espacio libre
a las convicciones religiosas diferentes, no existe derecho de verse libre de manifestaciones
de fe, de actividades de culto y de símbolos religiosos que resultan extraños. Sin
embargo, debe distinguirse aquéllas de la situación creada por el estado, en la cual
el individuo se ve sometido –sin posibilidad de escapatoria- a la influencia de una
creencia determinada, a las actividades a través de las cuales ésta se manifiesta o
a los símbolos que la representan. El artículo 4.1 de la Ley fundamental ejerce su efecto
garantizador de la libertad precisamente en ámbitos que no han sido dejados en manos de la
auto-organización de la sociedad sino que han sido tomados bajo la protección del
estado…”(Sentencia del 16/05/1995, publicada en la “Revista Jurídica de la
Universidad de Palermo”, Año 2, números 1 y 2, abril, 1997, págs. 213/214, el
destacado nos pertenece).

Por su parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuya jurisprudencia


en materia de igualdad ha sido citada aprobatoriamente por nuestra Corte Suprema
como una guía útil para interpretar las cláusulas de igualdad de nuestra
Constitución (conf., entre otros, caso “Hooft”) también ha mostrado una actitud muy
severa respecto de las normas y prácticas estatales que efectuaban distinciones entre
las personas con base en su pertenencia a un credo determinado.

Así, en el caso “Hoffmann v. Austria” el Tribunal resolvió que era violatoria


del Artículo 14 de la Convención Europea de Derechos Humanos (Redactado en
términos similares a los de los artículos 1.1. de la Convención Americana y 2.1. del
Pacto Internacional) la decisión de los tribunales austríacos de negar la guarda de
sus hijos a la denunciante con fundamento en la religión que profesaba aquélla, a
pesar de que dichos tribunales habían fundado su decisión en el mejor interés de los
niños (TEDH, caso “Hoffmann v. Austria”, sentencia del 23 de junio de 1993; en el
mismo sentido, caso “Palau-Martínez v. Francia”, sentencia del 16 de diciembre de
2003).

En el caso “Buscarini v. San Marino”, el Tribunal Europeo resolvió que era


contraria al art. 9 de la Convención Europea (redactado en términos sustancialmente
idénticos a los del art. 12 de la Convención Americana), la exigencia impuesta por la
legislación de San Marino de que los integrantes del parlamento nacional debían jurar
por los “Santos Evangelios” al asumir en sus cargos.

Al contestar los planteos de dos parlamentarios electos que se oponían a dicho


juramento, el representante del estado intentó justificar aquel en la circunstancia de la
gran importancia que tenía la religión católica en la historia y tradición de San Marino.
Sostuvo, además, que existían gran cantidad de disposiciones legales de dicho estado
que aseguraban la libertad religiosa y la igualdad de todos los ciudadanos sin importar
su confesión religiosa.

El Tribunal Europeo rechazó estos planteos con los siguientes argumentos:

“Es indudable que, en general, el ordenamiento jurídico de San Marino garantiza la libertad de
conciencia y de religión. Sin embargo, en el presente caso, requerir que los denunciantes juren
por los Evangelios significa exigir que dos representantes electos del pueblo juren lealtad a una
religión determinada, requisito éste que no es compatible con el art. 9 de la Convención. Tal
como correctamente lo señaló la Comisión, sería contradictorio someter el ejercicio de un
mandato destinado a representar diferentes puntos de vista en la sociedad a un
compromiso previo a favor de un conjunto determinado de creencias” (TEDH, caso
“Buscarini v. San Marino”, sentencia del 18.2.1999, cons. 39; el énfasis ha sido
agregado).

En síntesis, la jurisprudencia internacional en la materia no hace más que


reafirmar la conclusión expresada anteriormente respecto de que el acto de
entronización y la inevitable asociación que se produce entre uno de los poderes
Estado y un culto determinado implica una violación al derecho humano fundamental
de igualdad y no discriminación.

IV.8. Repercusiones de las declaraciones públicas recientes de la jueza


Carmen Argibay

Recientemente, la Ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,


Carmen Argibay, se manifestó muy claramente en relación con el uso de imágenes
religiosas en espacios públicos.

En efecto, el 18 de septiembre de 2010, al disertar en el V Encuentro de la Red


Par-Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista, la jueza
Argibay expresó que “tener un símbolo religioso condiciona. En un tribunal oral los
testigos juran por sus creencias, no les preguntamos cuáles, pero detrás aparece un crucifijo
que puede influir de modo negativo, pueden considerarlo como una discriminación”.

Y completó: “Yo nunca tuve un crucifico en mi despacho porque soy una funcionaria
de un Estado laico como es el argentino”. Además, dijo que debe tener en cuenta que
recibe a gente de las más variadas religiones o de ninguna “y de eso se trata –
redondeó– la libertad de culto”[21].

Estas declaraciones tuvieron una fuerte repercusión en la prensa así como


también motivaron reacciones de distintos sectores académicos, judiciales, religiosos
y políticos, generando un debate que se debe hace tiempo la sociedad argentina.

Entre otras repercusiones, el Defensor General de San Nicolás, Gabriel


Ganón, reclamó a las autoridades del departamento judicial de San Nicolás que
ordenen retirar de los juzgados toda “figura representativa de la religión católica”,
causal de un “trato parcial y discriminatorio” hacia ateos, agnósticos y creyentes no
católicos, o bien incorporar símbolos de todos los credos autorizados por la
Secretaría de Culto. Ganón sostuvo que el pedido se funda en el derecho a la
igualdad, al tratamiento igualitario ante la Justicia y la no discriminación de tipo
religioso[22].

La diputada porteña María José Lubertino, entre otros legisladores, fue aún
más lejos. Con fecha 4 de octubre de 2010 la diputada presentó públicamente un
proyecto de ley cuyo objetivo es “impulsar el efectivo cumplimiento del principio de
inviolabilidad de la libertad religiosa consagrado en la Constitución de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires y el laicismo del Estado en el ámbito de la Ciudad”. Para ello, el
proyecto “prohíbe la instalación o exhibición permanente de imágenes o motivos religiosos
en todos los edificios y espacios públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.” Se
contempla además que las “imágenes y motivos religiosos existentes al momento de la
sanción de la presente Ley deberán ser removidos en el plazo de seis meses por la Autoridad
de Aplicación que el Gobierno de la Ciudad determine.”[23].

V. LEGITIMACIÓN ACTIVA DE LOS SUSCRIPTOS

A continuación demostraremos que tanto la ADC como la Asociación Civil


Ateos Mar del Plata se encuentran legitimadas para interponer la presente demanda
en los términos del art. 13 de la Ley 12.008 en función de lo dispuesto por el artículo
43 de la CN, 20.2 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires y la Ley de
Amparo N° 13.928.

El art. 13 de la Ley 12.008 establece que estará legitimada para deducir las
pretensiones previstas en el Código, “toda persona que invoque una lesión, afectación o
desconocimiento de sus derechos o intereses tutelados por el ordenamiento jurídico.”

En el apartado anterior se ha demostrado acabadamente la afectación de


derechos e intereses colectivos tutelados por el ordenamiento jurídico que produce
la entronización de una imagen religiosa en la sede de uno de los poderes del Estado
provincial. A continuación, fundaremos nuestra legitimación para representar los
mencionados derechos e intereses colectivos. Para ello, y dado que la Ley 12.008 no
prevé expresamente la acción colectiva, recurriremos a las normas que regulan este
tipo de acciones y los supuestos en que las organizaciones de la sociedad civil
pueden accionar en representación de derechos e interesen colectivos (art. 43 CN,
20.2 Constitución de la Provincia de Buenos Aires y Ley de Amparo N° 13928).

Ante todo, cabe señalar que si bien la Ley 12.008 no prevé expresamente la
acción colectiva, su art. 13 establece que estará legitimado quien invoque
afectaciones de sus derechos o intereses tutelados por el “ordenamiento jurídico”.
Naturalmente dentro del “ordenamiento jurídico” se incluyen las normas que
regulan las acciones colectivas, entre ellas, el art. 43 de la CN. Por ende, el art. 13 de
la ley mencionada al remitirse al “ordenamiento jurídico” contempla la posibilidad
de que se interpongan acciones colectivas.

A continuación, fundaremos entonces nuestra legitimación en base a las


normas que regulan estas acciones.

El art. 43 párrafo 2 de la CN establece que:

“…Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo


a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así
como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y
las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que determinará
los requisitos y formas de su organización…”.

El art. 20.2 de la Constitución local, a la vez, habilita la acción de amparo ante


cualquier acto, hecho, decisión u omisión proveniente de autoridad pública o de
persona privada, que lesione o amenace, en forma actual o inminente con
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, el ejercicio de los derechos constitucionales
individuales y colectivos.

Por su parte, el art. 7 de la Ley de Amparo N° 13.928, respecto de los amparos


de incidencia colectiva, establece que “debe garantizarse una adecuada representación de
todas las personas involucradas” y que esta representación adecuada resulta, entre
otras cosas, de “la idoneidad de quien pretenda asumir su representación”.
V.1. El objeto de esta demanda se corresponde a los fines, objetivos y
trayectoria de las organizaciones firmantes, lo que determina su idoneidad para
ejercer la representación invocada.

La acción se adecua a los objetivos de la ADC, detallados en el Estatuto, cuya


copia se adjunta. La ADC es una entidad creada en 1995, apartidaria y sin fines de
lucro, con domicilio en la Ciudad de Buenos Aires y cuyos propósitos son la
promoción de los derechos fundamentales de las personas en aquellas situaciones
en que éstos se vean amenazados, la defensa de los derechos básicos de las personas
sin distinción y la defensa de los derechos de las personas a través de los mecanismos
legales previstos en el sistema constitucional mediante actuaciones en el ámbito
administrativo o judicial.

Por otra parte, la Asociación Civil Ateos de Mar del Plata, fundada en el año
2009, tiene entre sus objetivos específicos la promoción de acciones como la que aquí
se interpone. Así, según surge del Estatuto de la asociación cuya copia se acompaña,
constituyen su objeto el “realizar denuncias y campañas de divulgación para defender la
libertad de conciencia, de pensamiento y de expresión”.

Así las cosas, es indiscutible que las asociaciones de bien público cuyo objeto
estatutario comprende la defensa de los derechos de las personas están legitimadas
para iniciar acciones colectivas y obtener una sentencia que restablezca el derecho
vulnerado a favor del grupo afectado y así lo ha reconocido la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en forma invariable en diversos precedentes[24].

En este sentido, la Suprema Corte de Buenos Aires ha dicho que:

“… En el caso de la legitimación de las "asociaciones que propendan a esos fines", conforme


la terminología del artículo 43 de la Constitución Nacional, téngase presente que, el derecho
de incidencia colectiva se ejerce para sí y otros, sea que resulten titulares de derechos
subjetivos o intereses legítimos. De tal modo, puede tramitar por acción de amparo,
acción declarativa o por cualquier proceso de conocimiento. Los derechos de
incidencia colectiva los ejercen tanto los afectados como las asociaciones
reconocidas de interesados, aunque no tengan en su seno a la totalidad de sus
afectados lo que es obviamente imposible.

“La doctrina considera que la Constitución Nacional, en el art. 43, da amparo a los intereses
difusos, bajo la calificación de "derechos de incidencia colectiva en general", legitimando al
"afectado, el Defensor del Pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas
conforme a la ley", para obrar por ante los tribunales de Justicia. La Constitución de la
Provincia de Buenos Aires ampara "el ejercicio de los derechos constitucionales individuales
y colectivos" (artículo 20), dentro de los cuales se inscriben los intereses difusos...”[25] (el
destacado nos pertenece).

El mismo Tribunal también ha dicho que:

“No sólo los derechos e intereses individuales sino también los colectivos reciben protección
explícita a través de las mentadas garantías. Es así que esta Corte no ha opuesto reparos a la
legitimación en acciones promovidas en resguardo de situaciones de carácter colectivo“[26].

Asimismo, tanto la Asociación por los Derechos Civiles, como la Asociación


Civil Ateos de Mar del Plata, se instituyen como sujetos idóneos para llevar adelante
esta acción en representación del interés colectivo en lograr efectivizar los principios
de neutralidad estatal e igualdad y no discriminación en materia religiosa y en
representación de todos aquellos que se ven afectados por la entronización de una
imagen religiosa en la sede de uno de los poderes del estado.

La ADC trabaja hace más de 15 años con el propósito de contribuir a afianzar


una cultura jurídica e institucional que garantice los derechos fundamentales de las
personas, sustentada en el respeto por la Constitución, los tratados internacionales
y los valores democráticos. Entre sus ejes programáticos, la ADC desarrolla
diferentes proyectos con el fin de contribuir a generar los cambios legislativos, de
políticas y prácticas estatales que permitan lograr una separación definitiva entre el
Estado y cualquier culto, tendiendo así a suprimir prácticas discriminatorias muchas
veces arraigadas.

Por su parte, la Asociación Civil Ateos Mar del Plata desde su creación, ha
realizado numerosas actividades con el fin de fomentar el laicismo mediante
debates, proyectos de ley, declaraciones en los medios, denuncias y acciones
públicas. Entre otras actividades se destaca el II Congreso Nacional de Ateísmo en
Argentina celebrado los días 2, 3 y 4 de abril de 2010 en la ciudad de Mar del Plata.
Los próximos 9, 10 y 11 de septiembre de 2011 se llevará a cabo en la misma ciudad
el III Congreso Nacional de Ateísmo en Argentina con el lema "Por la recuperación
del Estado Laico".

En conclusión, tanto la ADC como la Asociación Civil Ateos Mar del Plata se
encuentra legitimada no sólo porque el objeto de la presente acción se corresponde
con los fines y objetivos de su creación sino también porque su trayectoria en la
materia determina que puede ejercer adecuadamente la representación colectiva
invocada.

V.2. Los derechos invocados se corresponden con derechos de incidencia


colectiva referentes a intereses individuales homogéneos

La CSJN, en el caso Halabi[27] ha trazado ciertas pautas por medio de las


cuales puede verificarse la existencia de una legitimación colectiva en un caso
concreto. En función del posicionamiento institucional y de su rol como último
intérprete de la Constitución Nacional, la hermenéutica que desarrolla la Corte debe
ser especialmente considerada para comprender los preceptos constitucionales en
juego (en el caso, la hermenéutica del artículo 43 CN). Parte de la doctrina elaborada
por la CSJN en este caso ha sido receptada por la Ley de Amparo N° 13.928.

Nuestro Máximo Tribunal, distingue en el caso Halabi, que “en materia de


legitimación procesal corresponde, como primer paso, delimitar con precisión tres categorías
de derechos: individuales, de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos, y de
incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos.”

El caso que aquí se plantea, resulta subsumible dentro del último grupo de
derechos enunciado por la CSJN, es decir, derechos de incidencia colectiva
referentes a intereses individuales homogéneos. En lo que sigue demostraremos el
acierto de tal afirmación.

Dentro de este grupo de derechos, el Máximo Tribunal incluye: (a) derechos


personales o patrimoniales derivados de afectaciones al ambiente y a la
competencia, (b) de los derechos de los usuarios y consumidores como (c) de los
derechos de sujetos discriminados.

Tal como se demostró en esta presentación, esta acción se condice con el


último de estos tres supuestos en tanto se interpone ante un caso de
discriminación. Ello así, ya que la entronización de la Virgen de Luján en uno de los
poderes del estado, además de afectar el principio de neutralidad estatal, vulnera el
principio de igualdad y no discriminación en relación con el ejercicio de la libertad
de conciencia (ver apartado IV de la presente). La libertad de conciencia es un claro
derecho colectivo en la sociedad, más allá de que, al mismo tiempo, tenga carácter
individual.

La sentencia del Máximo Tribunal se refiere, también, a los caracteres de estos


derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos.
Los mismos se caracterizan por la inexistencia de un bien colectivo. Este primer
carácter, se enuncia por exclusión de la segunda “especie” de derechos: derechos de
incidencia colectiva que “tienen por objeto bienes colectivos”. Estos últimos,
también descriptos por la corte en el caso Halabi, se caracterizan por no pertenecer
“a la esfera individual sino social y no son divisibles en modo alguno”. Un ejemplo
de bien colectivo, en palabras del Máximo Tribunal, es el ambiente. De este modo,
los derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos
no son aquellos que tienen por objeto un bien colectivo “ya que se afectan derechos
individuales enteramente divisibles”. La divisibilidad es un segundo carácter de este
grupo de derechos. El derecho al ejercicio de la libertad de conciencia y de culto en
condiciones de igualdad y no discriminación es esencialmente individual y
enteramente divisible, y en consecuencia, se encuadra en la categoría de derechos
colectivos relativos a intereses individuales homogéneos.

Un siguiente elemento refiere a las características que hacen que la


vulneración a aquellos derechos individuales enteramente divisibles, sea litigable
colectivamente. Así, según la Corte, debe existir “un hecho, único o continuado, que
provoca la lesión de todos ellos y por tanto es identificable un causa fáctica homogénea”. La
identificación de este mismo requisito es exigida por el art. 7 de la Ley de Amparo
N° 13.928 (“identificar un hecho único o complejo que cause la lesión”).

Pues bien, la acción aquí planteada cumple con los mencionados requisitos.
Veamos.

Como ya dijimos, las violaciones a derechos invocadas refieren a un bien


individual y enteramente divisible, como lo es la vulneración al derecho de igualdad
y no discriminación en relación con el libre ejercicio de la libertad de culto.

Asimismo, la vulneración de derechos, proviene claramente de una causa


fáctica homogénea, que no es otra que la decisión de entronizar una imagen de la
Virgen de Luján y la posterior concretización de esa decisión. La entronización de
esta imagen en la sede de uno de los poderes del estado y sus implicancias en un
estado laico como el nuestro es la causa fáctica común que desencadena la
vulneración al derecho subjetivo de ejercer libremente el culto en condiciones de
igualdad y no discriminación.

La CSJN también refirió que dicha homogeneidad fáctica debe llevar “a


considerar razonable la realización de un solo juicio con efectos expansivos de la cosa juzgada
que en él se dicte”.

Pues bien, la naturaleza y el objeto de la presente demanda determinan la


necesidad de ventilar el caso en forma colectiva. En primer lugar, debe considerarse
que, el remedio que debe dictarse para interrumpir la vulneración de derechos,
necesariamente implica una acción que por su naturaleza “afecta” a toda la
población de la provincia de buenos aires. Tanto la eventual decisión judicial de
remoción de la imagen religiosa, como el eventual rechazo de esta demanda
producirán efectos sobre toda la población en tanto y en cuanto no resulta posible
retirar la imagen para aquellos a quienes se les violente el goce de la libertad
religiosa en condiciones de igualdad y no discriminación y mantenerla para aquellos
que no se ven afectados por dicha imagen. La naturaleza del remedio es colectiva
por definición.

Asimismo, la resolución de la presente causa en forma colectiva evita que se


produzca un “escándalo jurídico” ante eventuales decisiones contradictorias,
circunstancia que hace razonable “la realización de un solo juicio con efectos expansivos
de la cosa juzgada que en él se dicte”. Evitar estos problemas es una cualidad de los
procesos colectivos dado que “la agregación de demandas individuales y su concentración
en un único proceso permite disminuir el riesgo de sentencias contradictorias sobre la misma
cuestión de hecho o de derecho”[28].

La CSJN otorga gran importancia a esta circunstancia. Así, en el


caso “Municipalidad de Rosario”[29] ante la existencia de dos “procesos (que) tienen
el mismo objeto (cese de las quemas de pastizales) y la misma causa de pedir (afectación de
los habitantes de la ciudad de Rosario y degradación del medio ambiente)”, nuestro máximo
tribunal dispuso la acumulación de procesos en base a “la necesidad de conjurar el
riesgo de decisiones contradictorias y el consiguiente escándalo jurídico que originaría el
tratamiento autónomo de pretensiones que se encuentran vinculadas por el objeto y la causa,
situación que es la que se presenta en el sub lite frente a la certeza de que la decisión final que
se adopte tendrá efecto de cosa juzgada en la causa U.84.XLIV `Universidad Nacional de
Rosario c/ Entre Ríos, Provincia de s/ amparo (daño ambiental)´, en virtud de la íntima
conexidad existente entre las cuestiones sometidas a decisión (art. 33, ley 25.675; Fallos:
326:75)...”.

El caso reseñado deja al descubierto la necesidad de evitar sentencias


contradictorias utilizando para ello los recursos procesales existentes al efecto. En
este sentido, el accionar colectivo previsto por el art. 43 de la CN y por la Ley 13.928,
se instituye como herramienta imprescindible para resolver una circunstancia (el
escándalo jurídico) que podría presentarse en caso de que se exija el accionar
individual tendiente a que se remueva la imagen religiosa. La naturaleza misma del
conflicto aquí planteado conlleva la necesidad de zanjarlo en forma colectiva,
justificándose así nuestra legitimación para interponer la presente demanda.

En cuanto al planteo de la acción judicial, el Máximo Tribunal específicamente


refiere a la necesidad de que la “pretensión procesal (este) enfocada en el aspecto colectivo
de los efectos de ese hecho”. El mismo requisito se encuentra previsto en el art. 7 de la
Ley de amparo N° 13.928 (“la pretensión deberá además de concentrarse en los efectos
comunes”).
Pues bien, tal como surge del objeto de esta presentación lo que aquí se solicita
es la supresión del acto que produce la violación de derechos colectivos de los sujetos
discriminados y no, por ejemplo, la reparación de daños que pudieran haberse
ocasionado a un individuo en particular.

Del mismo modo, y como elemento a tener en cuenta a la hora de evaluar la


procedencia de la acción, la CSJN hace referencia a la exigencia de que “el interés
individual considerado aisladamente, no justifique la promoción de una demanda, con lo cual
podría verse afectado el acceso a la justicia.” Esta misma exigencia es requerida por el
art. 7 de la Ley de Amparo N° 13.928 (“el interés individual no debe justificar la
promoción de demandas individuales”). En este caso también se cumple con este
requisito. Es claro que el interés individual de aquella persona que se ve afectada
por la presencia de la imagen entronizada no justifica la promoción de una
demanda. Si bien no es imposible imaginar que este pedido pueda realizarse en
forma individual, exigir que la petición se canalice sólo de ese modo constituiría un
requerimiento procesal riguroso y desconocedor del artículo 43 de la CN y de la Ley
13.928 que, dadas las particularidades del caso, en la práctica, puede significar una
denegación de acceso a la justicia. La necesidad de patrocinio letrado, así como los
posibles costos que deban desembolsarse a lo largo de la causa tanto como el riesgo
de ser derrotado y condenado en costas, son circunstancias que desmotivan la
interposición de una demanda individual por la violación de derechos alegada. En
consecuencia, desde este punto de vista fáctico, inhibir la legitimación
extraordinaria prevista en el artículo 43 de la CN y en el art. 4 de la Ley de Amparo
13.928 implicaría favorecer el mantenimiento de un statu quo violatorio de derechos.

Por otra parte, no puede dejar de considerarse el especial interés estatal en la


protección del ejercicio de los derechos en condiciones de igualdad y no
discriminación. Esta circunstancia se encuentra específicamente prevista en el
artículo 43 del texto constitucional cuando se establece que podrán interponer acción
de amparo “contra cualquier forma de discriminación (…) el afectado, el defensor del pueblo
y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que
determinará los requisitos y formas de su organización.”

La presencia de símbolos religiosos en dependencias estatales aparece, no


sólo como un elemento productor de discriminación, sino también como una
circunstancia que afecta el desenvolvimiento estatal que, de más está decirlo, debe
ajustarse a los mandatos normativos. El proceso de separación estado-religión, cuya
historia no corresponde sea desarrollada en este ámbito, tiene una enorme
significancia en la definición del tipo de Estado y su relación con los individuos. En
este sentido, como ya expusimos, nuestros primeros constituyentes han decidido
fundar un estado laico, conforme se desprende del artículo 2 de la CN y 9 de la
Constitución provincial, de la jurisprudencia de la CSJN y de la reforma
constitucional de 1994. Así, un pronunciamiento judicial respecto de la legitimidad
de la existencia de este tipo de imágenes religiosas en poderes del estado, se torna
imprescindible para la vida institucional de esta nación a fin de garantizar el
cumplimiento de las normas constitucionales que orientan el actuar institucional del
Estado, y evitar que se perpetúen estados de cosas violatorios del principio de
igualdad y no discriminación en relación con la libertad de conciencia.

En consecuencia, en el caso existe “un fuerte interés estatal para su protección,


entendido como el de la sociedad en su conjunto”, elemento que, según la CSJN, es
indicador de la procedencia de una acción colectiva.

V.3. Argumentos adicionales que fundamentan nuestra legitimación

Todos los argumentos anteriormente desarrollados a partir del más


importante antecedente de la CSJN en materia de acciones colectivas, se ve
respaldado por la historia jurisprudencial del mencionado tribunal.

En primer término, los ya antiguos antecedentes jurisprudenciales de la


CSJN, “Siri” y “Kot”, utilizados como piedra angular al momento de elaborar la
doctrina en el caso Halabi, deben guiar también la interpretación de las cláusulas
constitucionales al momento de evaluar nuestra legitimación en la presente causa y
como se verá, el posterior desarrollo de estas doctrinas, refuerzan el hecho de que
las normas de mayor jerarquía de nuestro ordenamiento garantizan la legitimación
de esta parte para interponer esta demanda.

El caso “Siri”, ha dejado como legado la certeza respecto de la existencia de


un deber en cabeza del poder judicial de encontrar caminos procesales idóneos para
revertir vulneraciones de derechos que se presenten en forma palmaria. Así, el
Máximo Tribuna después de dar por acreditada la restricción al derecho a la libertad
de imprenta y a trabajar sin orden de autoridad competente, ha dicho:

“Que basta esta comprobación inmediata para que la garantía constitucional invocada sea
restablecida por los jueces en su integridad, sin que pueda alegarse en contrario la inexistencia de una
ley que la reglamente: las garantías individuales existen y protegen a los individuos por el
solo hecho de estar consagradas por la Constitución e independientemente de las leyes
reglamentarias”[30].

Entonces, el principio rector en materia de protección de derechos por parte


del Poder Judicial es claro: si existe una vulneración de derechos, el Poder Judicial
debe proteger esos derechos sin que sea legítimo invocar inexistencia de regulación
en la materia para omitir dicha protección.

Además, la CSJN ha afirmado el rol esencial del Poder Judicial en materia de


tutela judicial efectiva a los fines de evitar que el Estado incurra en responsabilidad
internacional. Así, dicho tribunal ha elaborado una sólida y bien afirmada doctrina
por medio de la cual sostiene que el Poder Judicial, en tanto constituye uno de los
tres poderes del Estado, debe velar por el fiel cumplimiento de las obligaciones
internacionales que el Estado argentino ha asumido. Esta doctrina ha venido a
acompañar el creciente número de tratados internacionales que ha ratificado el
Estado argentino, y que en materias variadas, pero muy especialmente en el ámbito
de los derechos humanos, han "internacionalizado" una porción considerable de las
principales normas que rigen estas materias. De este modo, la Corte Suprema ha
resuelto poner su poder jurisdiccional al servicio de que el Estado argentino cumpla
con las obligaciones asumidas, y lo ha hecho en forma decidida, modificando en
varios temas la jurisprudencia que sostenía anteriormente.

Es así que, de conformidad con este giro de la doctrina de la Corte Suprema,


nuestro máximo Tribunal, y el Poder Judicial en general, debe considerar en forma
particularmente cuidadosa aquellos casos cuya resolución podría generar
responsabilidad internacional para el Estado argentino, y hacer cuanto esté a su
alcance para evitar, precisamente, que se genere dicha responsabilidad. En otras
palabras, debe adoptar soluciones compatibles con el cumplimiento de las
obligaciones internacionales que ha asumido el Estado argentino.

La firme asunción de esta función ha llevado a la Corte Suprema de Justicia a


adoptar interpretaciones legales y constitucionales que posibiliten la intervención de
los Tribunales, y de la Corte Suprema en particular, en aquellos casos en que exista
la posibilidad de que se produzca el incumplimiento de las obligaciones
internacionales del Estado argentino.

Ya en el caso "Ekmekdjian, Miguel A. c/Sofovich, Gerardo y Ot." la Corte


Suprema había sostenido este criterio en los siguientes términos:

"Lo expuesto en los considerandos precedentes resulta acorde con las exigencias de
cooperación, armonización e integración internacionales que la República Argentina
reconoce, y previene la eventual responsabilidad del Estado por los actos de sus órganos
internos, cuestión a la que no es ajena la jurisdicción de esta Corte en cuanto pueda
constitucionalmente evitarla. En este sentido el Tribunal debe velar porque las relaciones
exteriores de la Nación no resulten afectadas a causa de actos u omisiones oriundas del
derecho argentino que, de producir aquel efecto, hacen cuestión federal trascendente."[31].
Más adelante, al fallar el conocido caso "Giroldi", la Corte Suprema, en un
fallo unánime, establece la doctrina que posteriormente seguirá hasta nuestros días,
siempre con cita de este mismo considerando:

"12° Que, en consecuencia, a esta Corte, como órgano supremo de uno de los poderes del
gobierno federal, le corresponde –en la medida de su jurisdicción- aplicar los tratados
internacionales a que el país está vinculado en los términos anteriormente expuestos, ya que
lo contrario podría implicar responsabilidad de la Nación frente a la comunidad
internacional. En tal sentido, la Corte Interamericana precisó el alcance del art. 1° de la
Convención, en cuanto a los Estados parte deben no solamente "respetar los derechos y
libertades reconocidos en ella", sino además "garantizar su libre y pleno ejercicio a toda
persona sujeta a su jurisdicción". Según dicha Corte, "garantizar" implica el deber del
Estado de tomar todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que
pueden existir para que los individuos puedan disfrutar de los derechos que la
Convención reconoce. Por consiguiente, la tolerancia del Estado a circunstancias o
condiciones que impiden a los individuos acceder a los recursos internos adecuados para
proteger sus derechos, constituye una violación del art. 1.1. de la Convención (opinión
consultiva N° 11/90 del 10 de agosto de 1990 -"Excepciones al agotamiento de los recursos
internos", párr. 34). Garantizar entraña, asimismo, "el deber de los Estados parte de
organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las
cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar
jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos (id., parág. 23)."[32] (el
resaltado no está en el original).

Este mismo criterio fue reiterado en numerosos fallos posteriores, y sobre el


tema no se han registrado disidencias. Basta consultar la jurisprudencia de la Corte
Suprema para advertir que durante los últimos quince años han sido modificados
muchos de los criterios que la Corte Suprema venía sosteniendo, alcanzándose así
una nueva doctrina que permite a la Corte Suprema, y al Poder Judicial en general,
convertirse en garante último del cumplimiento de las obligaciones internacionales
que el Estado argentino ha asumido.

En consecuencia, es responsabilidad esencial del Poder Judicial resguardar el


cumplimiento de los compromisos internacionales en materia de derechos humanos
que sujetan a nuestro país y que se encuentran afectados con la entronización de la
imagen de la Virgen de Luján en la sede de uno de los poderes del estado provincial.
Este contexto, obliga a realizar interpretaciones normativas lo menos restrictivas
posibles de modo tal de permitir el resguardo de derechos por la vía judicial.
Refuerzan estas últimas consideraciones, lo dispuesto por los artículos 8 y 25
de la Convención Americana de Derechos Humanos así como también la
interpretación que de aquellas normas ha realizado los órganos interamericanos.

Los artículos 8 y 25 CADH reconocen el derecho a ser oído por un tribunal


competente y a obtener protección judicial a través de un recurso sencillo y rápido
contra actos lesivos de sus derechos, aun cuando la violación sea cometida por
personas en funciones oficiales (art. 25 inc.1). Como es sabido, el derecho a la
jurisdicción importa la posibilidad de acudir a un tribunal judicial, a fin de obtener
la tutela oportuna y eficaz de un derecho fundamental. Esta garantía de acceso a la
jurisdicción obrará sin impedimentos ni otros condicionamientos que no sean los
que el propio texto constitucional establece.

De este modo, se reconoce como un derecho humano fundamental el de


acceder a una tutela judicial efectiva ante casos de violación de derechos
fundamentales, tal como resulta el derecho a ejercer la libertad de culto en
condiciones de igualdad y no discriminación.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en “Usón Ramírez c.


Venezuela”, realizó una completa reseña de su jurisprudencia tradicional sobre el
derecho a una tutela judicial efectiva. En palabras de la Corte, constituye uno de los
pilares de la Convención y del Estado de Derecho. Además:

“… no basta con que los recursos existan formalmente, sino que es preciso que tengan
efectividad (…) Dicha efectividad supone que, además de la existencia formal de los recursos,
éstos den resultados o respuestas a las violaciones de derechos reconocidos (…) La Corte ha
reiterado que dicha obligación implica que el recurso sea idóneo para combatir la violación, y
que sea efectiva su aplicación por la autoridad competente. En ese sentido, no pueden
considerarse efectivos aquellos recursos que, por las condiciones generales del país o incluso
por las circunstancias particulares de un caso dado, resulten ilusorios”[33]

Por su parte, la Comisión Interamericana ha dicho que:

“... Las garantías a la tutela judicial efectiva y al debido proceso imponen una interpretación
más justa y beneficiosa en el análisis de los requisitos de admisión a la justicia, al punto que
por el principio ‘pro actione’, hay que extremar las posibilidades de interpretación
en el sentido más favorable al acceso a la jurisdicción”[34] (el énfasis ha sido
agregado).
Por todas las razones expuestas, los suscriptos, están plenamente legitimados
para interponer la presente demanda.

V.4. Conclusión

Todo lo anteriormente expresado demuestra:

En primer lugar, y a la luz de los antecedentes jurisprudenciales de la CSJN


y de la Suprema Corte de Buenos Aires en materia de interpretación del artículo 43
de la CN que la presente demanda encuadrada dentro de las llamadas acciones
colectivas referidas a intereses individuales homogéneos.

Asimismo, tanto la Asociación Ateos de Mar del Plata como la Asociación por
los Derechos Civiles resultan sujetos idóneos para llevar adelante la presente acción
en tanto su objeto se corresponde a los fines, objetivos y trayectoria de las
organizaciones firmantes, asegurando, de este modo, la calidad en la representación,
garantizando idoneidad en el desempeño y resguardando a aquellas personas que
ven afectado su derecho al ejercicio de la libertad de culto en condiciones de
igualdad y no discriminación de cualquier perjuicio que pueda producirse por
defectos en la representación.

Por último, un eventual rechazo de nuestra legitimación desconocería la


tradicional jurisprudencia del Máximo Tribunal que desde los clásicos fallos “Siri”
y “Kot” hasta el novedoso “Halabi, ha ido ampliando la posibilidad de acceder a la
justicia para garantizar la protección judicial de derechos, a la vez que desconocería
el derecho a una tutela judicial efectiva garantizada en la Convención Americana.

VI. COMPETENCIA - PROCEDENCIA DE LA VÍA

Habiéndose acreditado la legitimación de esta parte para interponer la


presente demanda colectiva y la existencia de un “caso”, “causa” o “controversia”
en los términos de la CSJN, fundamentaremos a continuación la competencia de V.S.
y la procedencia de la vía elegida para canalizar nuestro reclamo.

La presente acción se interpone de acuerdo con lo establecido por el último


párrafo del artículo 166 de la Constitución de la Provincia de Buenos y los artículos
1, 2.1 y 12.1 de la Ley 12.008 de la Provincia de Buenos Aires.
El art. 2.1 de la Ley 12.008 establece que:

“la competencia contencioso – administrativa comprende las siguientes


controversias:

1. Las que tengan por objeto la impugnación de actos administrativos, de alcance


particular o general…”

El artículo 12.1 de la misma ley establece que:

“En el proceso contencioso-administrativo podrán articularse pretensiones con el


objeto de obtener:

1. La anulación total o parcial de actos administrativos de alcance particular o


general.

2. El restablecimiento o reconocimiento del derecho o interés tutelados.

En el presente caso, se impugna por inconstitucional un acto administrativo


de alcance general como es la entronización de la Virgen de Lujan en el Salón de los
Pasos Perdidos de la H. Cámara de Diputados dispuesta por la Resolución de la H.
Cámara aprobada con fecha 28 de abril de 2010.

Según Gordillo,

“acto administrativo es el dictado en ejercicio de la función administrativa, sin


interesar qué órgano la ejerce”[35].

El art. 116, párr. 5 de la Constitución Provincial, adopta el mismo criterio al


establecer que será competencia contencioso administrativa aquella que tenga por
origen la“actuación u omisión de la Provincia, los municipios, los entes descentralizados
y otras personas, en el ejercicio de funciones administrativas” (el resaltado
nos pertenece).

Balbín, por su parte, propone un criterio mixto para definir la actividad


administrativa:

“la función administrativa comprende la actividad del poder ejecutivo más la


actividad materialmente administrativa del poder legislativo”[36].

A la luz de lo dicho, resulta claro que la resolución que aquí se impugna, por
medio de la cual se dispuso la entronización de la imagen religiosa, es un acto
administrativo emanado de una de las Cámaras del Poder Legislativo provincial. No
puede, en cambio, considerarse un acto emitido en ejercicio de actividad legislativa,
ya que el mismo se ejerce no en función de aquella potestad asignada por la
Constitución provincial, sino en virtud del ejercicio de funciones administrativas,
como es la potestad de la H. Cámara de tomar decisiones relacionadas con el
funcionamiento y administración del edificio en el cual desempeña sus actividades.
Así, la decisión de entronizar la imagen religiosa es asimilable a las decisiones que
la H. Cámara puede tomar, por ejemplo, a fin de llevar a cabo reformas dentro del
edificio, decorar espacios, etc.

En consecuencia, la vía idónea para impugnar la resolución cuestionada es la


prevista en el ya citado artículo 2.1 de la Ley 12008. Así también esta acción se ajusta
a lo normado en el artículo 12.1 y 2 de la Ley 12008, toda vez que el objeto perseguido
por esta acción es la anulación de aquel acto administrativo que al, violar diversos
derechos, intereses y principios, resulta inconstitucional; y a fin restablecerlos, como
remedio, se solicita se ordene el retiro de la imagen mencionada del Salón de los
Pasos Perdidos de la H. Cámara.

Formularemos aquí la siguiente aclaración en relación a la posibilidad de


accionar colectivamente por medio del proceso previsto en la Ley 12008.

Si bien el artículo 43 de la CN habilita normativamente la posibilidad de


accionar en forma colectiva “contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a
los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así como
a los derechos de incidencia colectiva en general” mediante la acción de amparo, nada
obsta a que el presente pedido pueda ser canalizado mediante un proceso de
conocimiento, más aún cuando no se vislumbra una urgencia tal que justifique la
procedencia de la acción rápida y expedita del amparo. En efecto, esta acción exige
ciertos requisitos que la tornan una vía excepcional. Así, aplicando el conocido
adagio “quien puede lo más, puede lo menos”, si el art. 43 CN otorga legitimación a
las asociaciones para accionar colectivamente mediante la vía excepcional del
amparo, nada impide que este reclamo colectivo pueda encausarse por la vía
ordinaria, al aparecer en el caso como la vía más idónea para resolver la cuestión
planteada.

Por último, no puede dejar de señalarse la existencia de casos colectivos que


han sido resueltos por vías distintas a la del amparo. En este sentido, pueden
mencionarse los siguientes casos: “De Moeller”, de la Cámara Apelaciones de
Córdoba, resuelta el 20/4/2006 (Revista Penal Lexis 8/2006, página 1627) y
“Proconsumer v. Iberia Líneas Aéreas de España S.A”, de la Sala 2º de la Cámara
Nacional Civil y Comercial Federal, resuelta el 07/06/2010.

VII. PRUEBA

1) Prueba Documental:

Se acompaña a la presente la siguiente prueba documental:

a) Copia del estatuto de la Asociación por los Derechos Civiles.

b) Copia del acta constitutiva y del estatuto de la Asociación Civil Ateos


Mar del Plata.

c) Copia del poder general amplio de administración y disposición


conferido por la Asociación por los Derechos Civiles a favor de Álvaro
Herrero.

d) Páginas 2073, 2103, 2206 y 2207 del Diario de Sesiones de la Cámara de


Diputados, 4ta. Sesión ordinaria, versión taquigráfica, donde se publicó la
Resolución de la H. Cámara de Diputados que dispuso la entronización de
la imagen religiosa en el Salón de los Pasos Perdidos de dicha Cámara.

e) Nota presentada por la ADC y la Asociación Civil Ateos Mar del Plata al
Presidente de la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires
con fecha 15 de noviembre de 2010 mediante la cual solicitó el retiro de la
imagen religiosa.
f) Pronto despacho presentado por la ADC al Presidente de la H. Cámara
de Diputados de la Provincia de Buenos Aires con fecha 28 de febrero de
2011.

g) Pronto despacho presentado por la ADC al Presidente de la Comisión de


Derechos Humanos de la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos
Aires con fecha 28 de febrero de 2011.

2) Prueba informativa:

Solicitamos se libren los siguientes oficios:

a) Al Instituto de Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Jurídicas


y Sociales de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata con domicilio
en calle 48 entre 6 y 7, a efectos de que emita dictamen sobre los siguientes
puntos: i) Desde la perspectiva de derechos humanos y constitucionales, que
describa en qué consiste el principio de neutralidad estatal en materia
religiosa; ii) Si el principio de neutralidad religiosa fue plasmado en nuestra
Constitución Nacional y en la Constitución de la Provincia de Buenos Aires,
y en caso afirmativo, bajo qué términos y alcances; iii) Si el principio de
neutralidad religiosa resulta compatible con la existencia de símbolos
religiosos en espacios públicos y, particularmente, en el edificio donde reside
el Poder Legislativo de la provincia de Buenos Aires.

b) Al Instituto de Derecho Constitucional del Colegio de Abogados de La


Plata, con domicilio en Av. 13 N° 821/29, piso 2° de la ciudad de La Plata, a
los mismos efectos que los indicados precedentemente en el punto a).

c) A la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires con


domicilio en Av. Figueroa Alcorta 2263 de la ciudad de Buenos Aires, a los
mismos efectos que los indicados en el punto a).

d) Al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas


(CONICET) con domicilio en Av. Rivadavia 1917 de la ciudad de Buenos
Aires, a efectos de que remita una copia de las conclusiones de la “Primera
Encuesta sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina”, elaborada
por el CONICET y publicada en 2008; y cualquier otro estudio o
investigación que haya realizado en materia de las costumbres religiosas de
la sociedad argentina.

e) Al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo


(INADI), con domicilio en Moreno 750, piso 1° de la ciudad de Buenos Aires,
a efectos de que emita dictamen sobre si la presencia de símbolos religiosos
en espacios públicos, y particularmente, en los edificios donde funcionan los
poderes del Estado, afecta el derecho a la no discriminación de las minorías
religiosas.

f) A la diputada provincial Julia García, en su calidad de legisladora de la


Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, a efectos de que
preste testimonio sobre los hechos de la presente causa, de conformidad con
el interrogatorio que se acompañará oportunamente.

VIII. SE UNIFIQUE PERSONERÍA

En virtud del litis consorcio activo venimos a solicitar se unifique la


personería en los representantes legales de la Asociación por los Derechos Civiles.

IX. FORMULAN RESERVAS

Para el hipotético e improbable supuesto que no se haga lugar a lo solicitado


y dada la índole federal de todos los planteos formulados por esta parte, formulamos
reserva de recurrir ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por la vía del
recurso extraordinario federal (art. 14, Ley 48), por violación a los artículos 2, 14 y 16
de la Constitución Nacional (en adelante CN), 7, 8, 9 y 11 de la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires (en adelante CBA), así como de los artículos 1.1 y 12 de
la Convención Americana sobre los Derechos Humanos (en adelante CADH) y los
artículos 2.1 y 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en adelante
PIDCP), instrumentos internacionales con jerarquía constitucional (cfr. art. 75 inc.
22).

Asimismo, formulamos la más amplia reserva de denunciar al Estado


argentino ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por violación a
los artículos correspondientes de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, así como de recurrir a otros estrados internacionales por violación de
Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos ratificados por muestro país.
X. AUTORIZA

Autorizamos a Roberto Amette Estrada (DNI 32.135.544), Lucas Massaccesi


(DNI 31.938.151), Santiago Ferrando Kozicki (DNI 36.172.195) y Felicitas Rossi (DNI
28.232.050) a consultar el expediente en mesa de entradas, sellar y retirar oficios,
cédulas, mandamientos y edictos, desglosar y fotocopiar documentación, diligenciar
oficios y mandamientos y a efectuar cualquier otro acto para el que pudiera
requerirse estar autorizado.

XI. PETITORIO

Por todo lo expuesto, a V.S. solicitamos:

1) Tenga por interpuesta en legal tiempo y forma la presente demanda,


por parte en el carácter invocado y por constituido el domicilio procesal.

2) Se agregue la prueba documental acompañada.

3) Se haga lugar al resto de la prueba ofrecida.

4) Se tengan presentes las autorizaciones conferidas.

5) Se unifique la personería en los representantes legales de la


Asociación por los Derechos Civiles.

6) Se tengan presentes las reservas formuladas.

7) Oportunamente, se haga lugar a lo solicitado y en consecuencia, se


declare la nulidad de la Resolución de la H. Cámara de Diputados de
fecha 28 de abril de 2010 que dispuso la entronización de la Virgen de
Luján en el Salón de los Pasos Perdidos de dicha Cámara, se ordene su
retiro y que en lo sucesivo la demandada se abstenga de instalar
cualquier tipo de símbolos religiosos en espacios públicos del edificio
donde ejerce sus funciones.

Provea V.S. de conformidad que,

SERÁ JUSTICIA
[1] Nuestra Corte Suprema ha hecho referencia a la fuerza interpretativa del
informe mencionado (cfr. doctrina de Fallos 120:372 y sus citas: 141 U.S.268; 166
U.S. 290; 33:228; 77:319; 100:51 y 337; 114:298; 115:186; Sutherland y Lewis, Statues
and Statutory Construction, párrafo 470, segunda edición, 1904 y los fallos allí
mencionados).

[2] Otros convencionales expresaron puntos de vista coincidentes al oponerse a la


inclusión en el texto constitucional de la obligación de que los funcionarios públicos
tuvieses que pertenecer a la religión católica (opinión de los convencionales
Gutiérrez y Zapata, op. cit. págs. 524 y 525, respectivamente).

[3] El amparo tramitó ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo


Contencioso Administrativo Federal Nº 5, Sec. Nº 9, autos caratulados: “Asociación
por los Derechos Civiles –ADC- y otros c/ EN –PJN- Nota 68/02 s/ Amparo Ley
16.986”, Expte. Nº 12.781/03.

[4] María Angélica Gelli, Constitución de la Nación Argentina Comentada y


Concordada, tercera edición ampliada y actualizada, Buenos Aires, La Ley, 2006,
Pág. 32.

[5] Joaquín V. González, “Manual de la Constitución Argentina”, Buenos Aires, Nº


140, pág. 154.

[6] González Calderón, “Derecho Constitucional Argentino”, Buenos Aires, 1923,


tomo II, pág. 58.

[7] Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina comentada y


concordada, 3ª edición actualizada y ampliada, Bs. As., La Ley, 2008, pág. 32.

[8] Op. cit., pág. 140.

[9] (Humberto Quiroga Lavié, Constitución Argentina Comentada, 2ª edición


actualizada, Zavalía Editor, Bs. As., 1997, pág. 10).

[10] Fayt, Carlos, Derecho Político, Depalma, Bs. As., 1985, Tomo I, 6ª edición
inalterada, pág. 347.

[11] Bidart Campos, Germán, Manual de la Constitución Reformada, Tomo I, Ediar,


Bs. As., 2005, p. 543.

[12] Sánchez Viamonte, Carlos, Manual de Derecho Constitucional, Editorial


Kapelusz, Buenos Aires, 1944, pág. 149.
[13] Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina Comentada y
Concordada, tercera edición ampliada y actualizada, Buenos Aires, La Ley, 2006,
pág. 136.

[14] Ver, entre otros, casos “Carosio”, Suprema Corte de la Provincia de Mendoza,
sentencia del 23.10.1992, J.A. 1993-III-148; “Barcena”, Suprema Corte de la Provincia
de Buenos Aires, sentencia del 20.9.2000, J.A. 2002-II-781; “Salgado”, Tribunal
Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, sentencia del 21.11.2001, L.L.
2002-B-79 y “Fundación Mujeres en Igualdad v. Freddo”, Cámara de Apelaciones en
lo Civil de la Capital, sala “H”, sentencia del 16.12.2002, J.A.2003-II-415.

[15] Así, por ejemplo, la sala 1º de la Cámara Civil y Comercial de Bahía Blanca (Pcia.
de Buenos Aires), en el caso “C., H.L. v. Hospital Interzonal Dr. José Penna”,
sentencia del 26.8.2003, Abeledo Perrot Online.

[16] Suprema Corte de los Estados Unidos. Lynch v. Donnelly, 465 U. S., pág. 688
(1984) (voto concurrente de la juez O’Connor).

[17] Suprema Corte de los Estados Unidos. Lee v. Weisman, 505 U.S. 577 (1992).

[18] Suprema Corte de los Estados Unidos. Santa Fe Independent School Dist. v. Doe,
530 U.S. 290 (2000). En este caso, la Corte sostuvo que muchos estudiantes se ven
obligados a ir y que, además, concurrir a los partidos de fútbol es parte de una
experiencia educativa completa.

[19] Cfr. Suprema Corte de los Estados Unidos. Lee v. Weisman, 505 U.S. 577, pág.
631 (1992) (voto concurrente del juez Souter).

[20] En este sentido, vale destacar la postura del constitucionalista de la Universidad


de Cuyo, Carlos Lombardi quien, en un artículo dedicado al análisis constitucional
de la presencia de símbolos religiosos en dependencias del estado, expresó que: “…
Una cosa es ser bautizado en la iglesia católica, y otra practicar la religión. Sí hay mayoría
de bautizados en esa religión (por una cuestión cultural o social), pero no hay mayoría de
practicantes de la religión católica, es decir, aquellos que creen sus dogmas, celebran sus ritos
y cumplen sus mandatos morales. La jerarquía católica lo sabe, y lo sufre. Se suma a ese dato
la continua expulsión tácita que la institución hace de personas que no se ajustan a sus
parámetros: divorciados vueltos a casar, homosexuales, sacerdotes casados con hijos,
librepensadores, teólogos y teólogas que ejercen la libertad de investigación, teólogos de la
liberación (uno de los últimos perseguidos por la ex inquisición fue el teólogo jesuita Jon
Sobrino), grupos de mujeres que luchan por la plena igualdad de oportunidades y de
sacramentos. Hay que incorporar a estos sectores a los apóstatas formales, en creciente
número…”. (Lombardi, Carlos “Símbolos católicos en dependencias del Estado:
aportes para el debate”, disponible en http://www.mdzol.com/mdz/nota/184626-
simbolos-catolicos-en-dependencias-del-estado-aportes-para-el-debate )

[21] Cfr. artículo periodístico publicado en el Diario Clarín el 20/9/10, disponible


en http://www.clarin.com/sociedad/Crucifijos-Argibay-genero-
polemica_0_338966154.html.

[22] Cfr. artículo periodístico del Diario Página 12 disponible


en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-154736-2010-10-11.html.

[23] Proyecto Nº 201003063, “Retiro de símbolos religiosos en los edificios públicos


de la C.A.B.A.”, disponible
en http://www.cedom.gov.ar/es/busca/proyect/datproy.php?proyecto=201003063.
El proyecto cuenta con el apoyo de diversos bloques: Unión Cívica Radical, Diálogo
por Buenos Aires, Nueva Izquierda, Encuentro Popular para la Victoria, Proyecto
Sur, Del Sur y MST Nueva Izquierda.

[24] Cfr. CSJN, “Asociación de Grandes Usuarios de Energía Eléctrica de la


República Argentina -A.G.U.E.E.R.A.- v. Provincia de Buenos Aires y otros”; Fallos:
320:690; “Asociación Benghalensis y otros c/ Ministerio de Salud y Acción Social”,
Fallos: 323:1339, “Mignone”, Fallos: 325:524, voto de los Dres. Fayt y Petracchi,
Boggiano, Bossert, entre otros).

[25] Suprema Corte de Buenos Aires, “Asociación de Maestros de la Provincia de


Buenos Aires v. Provincia de Buenos Aires”, sentencia del 10/04/2002, publicado
en: LLBA 2002, 436 - LA LEY 2002-C, 741 - DT 2002-B, 2002.

[26]Suprema Corte de Buenos Aires, “Colegio de Abogados de la Provincia de


Buenos Aires c/ Provincia de Buenos Aires s/ Amparo”, sentencia del 19/3/2003,
voto del Dr. Hitters.

[27] CSJN, "Halabi, Ernesto c/ P.E.N. - ley 25.873 - dto. 1563/04 s/ amparo ley
16.986", sentencia del 24/02/2009.

[28] Verbic, Francisco, “Procesos Colectivos”, Editorial Astrea, pág. 70.

[29] CSJN, “Municipalidad de Rosario c. Provincia de Entre Ríos y otro”, sentencia


del 9/12/09.

[30] CSJN, “Siri, Ángel S.”, sentencia del 27/12/1957.

[31] CSJN, “Ekmekdjian, Miguel A. c. Sofovich, Gerardo y Ot.”, sentencia del 7 de


julio de 1992, cons. 19°- el resaltado no está en el original; Cf. también Corte
Suprema, "Cafés La Virginia S.A.", 13-10-94, cons. 27° del voto del Dr. Boggiano.
[32] CSJN, "Giroldi, Horacio y otro", sentencia del 7 de abril de 1995, LL, 1995-D, 462.

[33] Corte IDH, caso “Usón Ramírez c. Venezuela”, sentencia


del 20.11.2009, párr.129, el destacado nos pertenece.

[34] CIDH, caso “Palacios c. Argentina”, Informe Nº 105/99, parr.61, publicado en


L.L. 2000-F, 595.

[35] Gordillo Agustín, Tratado de derecho administrativo, Tomo 3, “El acto


administrativo”, Capítulo 1, pág. 11, disponible
en http://gordillo.com/tomos_pdf/3/capitulo1.pdf .

[36] Balbín, Carlos, Curso de Derecho Administrativo, La Ley, Tomo I, pág. 113.

Potrebbero piacerti anche