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Pregón

del
Cristo del Consuelo

“Siglo XXI:
Tradición, Orgullo
y
Devoción”

María del Carmen


Gutiérrez Henares
CAZORLA * MMXVIII
Pregón de las Fiestas Religiosas

en honor del

Santísimo Cristo del Consuelo

***

“Siglo XXI:
Tradición, Orgullo
y
Devoción”

***

María del Carmen

Gutiérrez Henares
***
CAZORLA * MMXVIII
Editado por: Real Cofradía Santísimo Cristo del Consuelo de Cazorla
c/ San Francisco, 11, 23470 CAZORLA

Portada composición basada en “Index librorum prohibitorum et expurgatorum...


Madriti: apud Ludouicum Sanchez typographum regium, 1612”

Impreso por: Patricio Almirón Jiménez.


c/ Antonio Machado, 6, 23470 CAZORLA
Padre y Señor del Consuelo:
Me presento ante Ti y ante tu pueblo de Cazorla con humildad
cristiana. Te ruego que me ilumines en la tarea de pregonar estas
Fiestas Religiosas que me ha sido encomendada. Que mis palabras en
tu honor puedan llegar a cada uno de los cazorleños llenando de gozo
sus corazones para, un año más, vivir estos días con la alegría, unidad,
amor y fe que tu pueblo te profesa.
Reverendo Sr. Párroco de Santa María de Cazorla y demás
autoridades eclesiásticas.
Ilustrísimo Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal/
Señoras y señores concejales del Excelentísimo Ayuntamiento de
Cazorla.
Junta Directiva de la Real Cofradía del Santísimo Cristo del
Consuelo.
Señoras y señores directivos de otras Cofradías y Hermandades.
Hermanos de la Real Cofradía.

Señoras y señores.

H ace casi un año, una noche, estando de paseo con mis dos
“princesas” por nuestro querido “Huevo”, se acercó a mí
bajando la rampa de la escalera de Monterrey mi estimada
Carmen García Azaustre y me dijo: “Menchu, espera, espera, que
quiero hablar contigo, no subas”. En ese momento lo último que se me
podía pasar por la cabeza era, evidentemente, que me dijera, “¿quieres
ser la pregonera del próximo año?” Se me paró el corazón, el mundo
dejó de girar y me congelé, solo supe o pude decir con los ojos
excesivamente vidriosos por las lágrimas que contenía de forma
inconsciente: SÍ CLARO.
Gracias Carmen y gracias a la nueva Junta Directiva, especialmente
a su Mayordomo Antonio Moreno Vázquez, por asumir y ratificar esa
propuesta y la confianza depositada en mí para que hoy me encuentre
aquí ante ustedes.
En momentos, a lo largo de estos meses he pensado que fui
demasiado arrogante o atrevida al aceptar ese reto porque jamás me
había enfrentado a una misión tan difícil en lo formal y sentimental.
En la vertiente formal:
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No sé si seré capaz de poder rellenar el espacio de forma correcta y
perfecta. Es cierto, que gran parte de las horas de mi día las paso
delante de un ordenador escribiendo y escribiendo; pero sobre algo
que, de algún modo, se controla en todos sus aspectos a pesar de las
sorpresas que la sociedad y su forma de actuar te dan diariamente y de
las complicaciones que el día a día de un juzgado de la Costa del Sol
presenta. También es cierto, y miento si lo negase, que no es la primera
vez que me enfrento a esta labor. Ya en mi tierra adoptiva, mi Estepona
querida, tuve el inmenso honor de pregonar sus fiestas patronales de
San Isidro, que tantas similitudes tiene con nuestro San Isicio,
empezando por su fecha de celebración el 15 de mayo; también su
preciosa y elegante, a la vez que intima y respetuosa como culto
cristiano, Semana Santa. Pero, sin que suene a menosprecio, no es mi
tierra de origen, no es Cazorla, ni es el Señor del Consuelo, al que me
une todo lo que soy, todo lo que tengo, de donde vengo y hacia donde
quiero ir con el anhelo de que mis hijas me sigan o, al menos, me
permitan guiarles.
Es muy difícil poder estar a la altura de mis predecesores en este
cargo tan honorable de pregonera del Santísimo Cristo del Consuelo.
Nombres ilustres de nuestra sociedad me han precedido, han sacado su
pluma y papel y nos han emocionado, ilustrado y acercado a nuestra
tierra, a nuestra tradición, a su historia y, sobre todo, a nuestro
Santísimo Cristo del Consuelo. Permítanme que aquí sea egoísta y me
dirija al que para mí es la guía de mi camino, mi padre, Francisco
Gutiérrez López, pregonero de nuestro Señor en el año 2003: “Los
Gozos del Señor”. Aún recuerdo tu pregón íntegramente, he podido
volver a leerlo ahora y parece que escuchaba tu voz, no solo en este
auditorio, sino en casa recitándolo una y otra vez. Ojalá pueda
parecerme a ti, aunque sea un poquito, porque eso significará que he
cumplido con mi misión y he seguido tu estela, la que siempre guía
mis pasos desde aquel 16 de noviembre de 1980 que llegué a este
magnífico y a veces difícil mundo.
Les decía que la misión es también complicada en el plano
sentimental:
Es imposible separar los sentimientos, mi vida y entorno de lo que
debo pregonar porque, al fin y al cabo, Cazorla es mi vida y gran parte
de ella se encuentra y se ha encontrado aquí siempre, unida de forma
inseparable a nuestro Señor del Consuelo. Y si en Cazorla no nací,
porque la vida y la medicina así lo quisieron, lo hice en la hermana
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Úbeda, en el Renacimiento hecho ciudad, y en ella crecí, en su Loma y
en sus murallas jugando, pero deseando que llegara el viernes para
venir a Cazorla a casa de los abuelos, al “Huevo”, al “Cristo” ...
Tachábamos los días esperando el verano, época en la que al final del
día no se podía ir uno a dormir si antes no había jugado con la pandilla
al “marro” o a “poli-cacos” y, tras el periodo estival, la feria…y ahí ya
está Él, nuestro Señor del Consuelo.
De aquí soy y seré, de aquí vienen mis raíces, Gutiérrez López de
pies a cabeza y Henares de Simón de cabeza a pies. En personalidad
una mezcla, a veces explosiva, pero intento siempre ser racional, y en
mí siempre presentes: Padretín y Madretoña; y el hombre de la mirada
azul eterna y el cabello de plata, a caballo y pidiendo la llave en las
corridas de toros de antaño en honor a su patrón, mi abuelo Emilio
Henares. Doy gracias a Dios por permitirme el lujo de que hoy ellos
estén representados de la mejor de las maneras y en la mejor de las
personas que conozco, mi abuela Lourdes de Simón, este es un regalo
que no todo pregonero puede tener, a su abuela entre butacas. A su lado
mi otra guía, la que siempre escucha y calla, aconseja cuando puede y
se le deja, pero nunca falla, la que sin hablar sabe qué pasa y cómo te
sientes, mi MADRE. Poco puedo decir sobre ella distinto a que es mi
madre y esa palabra todo lo abarca, porque no hay nada más grande en
esta vida , como la Madre de Dios que a sus pies junto a la Cruz lloraba
y a su vez consolaba.
Pues bien, este plano sentimental es el que no sé si me va dejar
seguir hablando aunque lo he de intentar y conseguir.
No recuerdo cuando fue la primera vez que estuve ante tus
pies, Santísimo Cristo del Consuelo, y es lógico, puesto que no tenía
uso de razón. Son casi 38 los años que tengo y si hay algo, aparte de mi
familia, a lo que siempre me he sentido unida ha sido a Él. Si me
preguntan a qué o a quién profeso devoción, la única respuesta clara
eres Tú, Señor del Consuelo. Cuando entro por la magnífica portada de
la Iglesia de San Francisco, tras bajar la cuesta que lleva a ella con más
o menos esmero para no caer, me acerco ante tus pies y siento que un
temblor recorre todo mi ser provocándome una emoción que no se
puede explicar con palabras, quizá sólo las lágrimas que emanan de los
ojos de forma inintencionada sean capaces de expresar mis
sentimientos.
A veces me pregunto de dónde soy, ¿de Úbeda, de Cazorla?, y hace
unos años llegué a la conclusión de que en mi residía un gentilicio
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híbrido, “Ubetencazorleña”, porque no puedo separar las dos raíces de
mi ser, ahora con un poco de sol y mar, dado que, al fin y al cabo, uno es
también de donde “pace” y no puedo desdeñar a la tierra que con los
brazos abiertos me ha acogido, Málaga soleada, aunque a veces un
poco revuelta. Sin embargo, nunca dudaré de que mi origen está ligado
a tu cuadro, a tu imagen y a tu ser, al que venero desde lo más profundo
de mi persona y así intento transmitirlo a mis hijas para crear en ellas
ese sentimiento tan especial y único.
Tal vez, aquellos que de manera continua residís en Cazorla,
penséis que resulta exagerada tanta alabanza de nuestro pueblo y
nuestro Señor, pero como dice el refranero popular “uno no sabe lo
que tiene hasta que lo pierde”. Así, yo no me di cuenta de lo afortunada
que era hasta que, por motivos académicos, tuve que marcharme fuera
de esta tierra y nunca más regresé como residente, sino tan sólo como
visitante y cada año menos tiempo debido a las distintas
responsabilidades familiares y laborales que se van adquiriendo.
Es entonces, cuando comienzas a entender el significado de la
palabra añoranza. Dice el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española que añoranza es, “acción de añorar, nostalgia”; y de
la nostalgia recoge, “pena de verse ausente de la patria o de los deudos
o amigos” y en su segunda acepción “tristeza, melancolía originada
por el recuerdo de una dicha perdida”. Y así es, desde la distancia del
día a día y, cuando el ritmo loco de este siglo XXI nos deja frenar,
volvemos la vista hacia atrás y es esa melancolía la que se siente, esa
pena de verse ausente de la tierra, de los usos y costumbres diarios. Esa
añoranza cuando vienen a la mente recuerdos de lo vivido entre los
pinares y olivares de Cazorla, entre la sierra y la campiña, a los pies de
una “Peña” que parece que se nos va a caer encima, y, como decía mi
bisabuelo Estanislao, seguro que está sujeta por detrás con cadenas y
bajo la mirada oscura pero intensa del Cristo del Consuelo amparando
a su pueblo cada instante, sin abandonarlo nunca. Afortunados
vosotros paisanos que lo tenéis día a día a tan solo unos pasos,
disfrutadlo y veneradlo por aquellos que tan solo lo podemos hacer en
ocasiones contadas de forma presencial aunque siempre lo hagamos de
manera espiritual en nuestro interior.
Pues bien, llegado este punto es el momento de proceder a
llevar a cabo la labor encomendada: pregonar las Fiestas Religiosas en
Honor al Santísimo Cristo del Consuelo de Cazorla del año 2018.
Tres momentos nos presentan nuestras fiestas de especial
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relevancia, tres momentos que están íntimamente ligados con nuestra
vida de hoy, de ayer y de mañana; con nuestras tradiciones, nuestros
valores y creencias.
La Entrada del Trigo

A lborada mañanera, ya se oye la banda de cornetas y


tambores... “¡¡Corre Ñeñote, asómate que ya vienen!!” y
con el corazón palpitando a gran velocidad, no sé si por la
emoción o por el retumbar de los tambores, allí estamos: mamá, papá,
mi hermano, los abuelos, tal vez alguna de mis tías, mis primos muy
pequeños, muchos de ellos aún no han nacido, y yo, todos viendo subir
la banda por Hilario Marco.
“¡¡Comienza la feria mamá!!
No te equivoques, la feria empieza la noche de los fuegos esto
es la Entrada del Trigo.
¡¡Corre corre, que llega Consuelo y hay que vestirse, de gitana
mamá!!
¡¡No, de serrana!! Nosotros hacemos carrozas serranas que
es nuestra tradición.
Pero, ¡¡si hace mucho calor y el refajo me pica!!
Ya tendrás toda la feria para vestirte de gitana.”
Y de repente ese olor a geranio: ya ha llegado la abuela que acaba de
salir a la terraza y ha cortado para todas unos geranios para engalanar el pelo.
“¡¡Arriba!!” Jamás comprendí cómo esa escalera de hierro tan
pequeña, que nos permitía subir al remolque, aguantaba año tras año.
Y a las diez de la mañana abajo en el Paseo del Santo Cristo, no
sin que antes el abuelo hubiera revisado bien el tractor.
“Consuelo, que guapo y elegante está usted y, por
supuesto no se nos ha olvidado, ¡muchísimas felicidades en su
onomástica!”
Recorrido emocionante, pasamos por la casa y saludamos
hacia el balcón donde están los nuestros. Recorrido respetuoso, porque
la diversión y el festejo no están reñidos ni son incompatibles con el
respeto y la juventud, y felices hasta llegar a tu casa, Señor.
Entrega de trigo de la cosecha del año, el alimento de nuestras
familias. ¡Cuánta añoranza! Aquellos primeros hermanos entregaban
realmente parte de sus cosechas, lo que habían recogido y sembrado
con sus manos y con el sudor de su frente y te agradecían sus frutos, su
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alimento diario. Ese alimento que tiene dos vertientes, el alimento
físico y el espiritual.
El alimento físico que vemos todos los días encima de las mesas de
nuestras casas, el que a nosotros no nos falta y en muchos casos no
valoramos y tiramos. Pero si miramos a nuestro alrededor, sin
necesidad de irnos lejos ni de cruzar charcos, es ausente, escaso y en no
pocas ocasiones nulo. Hemos y estamos pasando una época de
necesidad, de crisis, de hambre. Se vuelve a ver gente buscando en las
basuras, en los contenedores y en las papeleras. Al cerrar los
supermercados colas y colas de personas esperan lo que otros
despreciamos. Son casi ocho millones de toneladas de comida los que
se tiran a la basura en nuestro país al año. Nosotros nos saciamos y
tiramos sin medida, en muchas ocasiones sin, ni siquiera, pensar en que
lo que nos sobra y desdeñamos otros lo necesitan para subsistir. Es el
momento de abrir los ojos, ser conscientes del mundo en el que
vivimos, de las penurias de muchos hermanos, de que nuestra vida no
puede ser un todo para mí y nada para otros, total “ojos que no ven
corazón que no siente” ¡Cuánta banalidad, egoísmo e hipocresía!
Seamos conscientes de esas carencias que tan cerca tenemos.
De gran importancia en la reparación y ayuda a superar dicha
injusticia es la labor desarrollada por la Confederación Oficial de
Entidades de Acción Caritativa y Social de la Iglesia Católica, que
todos conocemos como “Cáritas”, cuya labor es promover el
desarrollo integral de las personas y pueblos, especialmente de
aquellos que sufren una mayor exclusión social, económica o de
cualquier otra clase de desarrollo. Formada en su mayoría por
voluntarios que dedican su tiempo a la ayuda a los demás, a aquellos a
quienes conocen y a quienes no, facilitando el acceso a todo tipo de
ayuda, tanto de carácter social o laboral como en la cobertura de las
necesidades más básicas de todo ser humano: vestido, alimento, más
aún en situaciones de emergencia, e incluso ayuda sanitaria. No
podemos obviar que en la provincia de Jaén, en el año 2017, han sido
más de 220.000 intervenciones las que ha desarrollado Cáritas, número
nada desdeñable y que debe hacernos cuestionar hasta dónde vamos a
llegar si seguimos la senda actual o hacia dónde queremos ir
cambiando, tal vez, simples hábitos de la vida cotidiana. Por ello, esta
organización eclesial, definida por el Papa Francisco como la “caricia
de la Madre Iglesia a sus hijos” merece nuestro total apoyo y
compromiso.
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Y el alimento espiritual, el que tú nos das Señor en la
celebración vespertina del Triduo, el que nos permite alimentarnos
como cristianos y devotos tuyos, tu Cuerpo y tu Sangre, que nos llena y
alimenta en aquello que tal vez no se ve pero sí se siente. Permítenos
Señor que comamos de Ti cada día de nuestras vidas, cada segundo,
cada instante para que jamás tengamos esa hambre de espíritu y
corazón que no se puede llenar con los restos que otros tiran y
desprecian.
La noche de los Fuegos

D ía dieciséis de septiembre: “La Noche de los Fuegos”.


Cuenta la historia de la Cofradía que, “el estruendo de la
pólvora es ensordecedor”. Leía hace poco en la obra “Las
fiestas de agua y fuego en Cazorla”, de Isabel María Huertas Viciana,
que
“A principios del presente siglo, tal ceremonia incluía
también la ofrenda o entrada de la tea, o madera de pino
salgareño para la quema de hogueras de la víspera del Señor.
No obstante, en un principio constituían ritos diferentes, no sólo
por la materia de la ofrenda, sino por una serie de requisitos en
cuanto a la composición del desfile, como la exigencia de que la
transportaran burros peludos en vez de mulas castellanas,
propias de la entrada del trigo. La noche de la víspera suponía
la iluminación de la Peña de los Halcones mediante multitud de
hogueras, que recibían el nombre de " la vocación ".
Indica también que,
“Con todo, en el caso concreto de las " hogueras romeras' de
Cazorla prima el sentido de rito de iniciación de la fiesta, del
mismo modo que los cohetes de la madrugada siguiente, que no
constituyen centros de reunión de la comunidad, lo que tampoco
le despoja de su carácter de ofrenda. Al igual que las hogueras,
el alumbrado extraordinario de calles y edificios es una de las
manifestaciones de júbilo más frecuentes en cualquier
festividad. Por otra parte, las "caracoladas" de San Isicio han
sido interpretadas como un símbolo de bienvenida y
acogimiento contrapuesto al rechazo que el Santo Varón sufrió
de parte de los antecesores paganos de la villa. …. La festividad
del Santo Cristo del Consuelo de Cazorla es un claro testimonio
de fiesta fin de cosecha. Que suelen presentar diversos rasgos
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comunes con las fiestas primaverales, entre otros, el encendido
de hogueras. En este caso su denominación no puede ser más
explícita, ya que en último término, se pretendía la convocatoria
de todos los campesinos y labradores, tras las faenas de la
recolección avisando del inicio de la fiesta, sin fecha fija y en
estrecha relación con aquellas”..
Nos cuenta D. Rufino Almansa en su libro “Cazorla y su Cristo
del Consuelo” que,
“La víspera de la fiesta se encendían grandes luminarias al
filo de la Peña de los Halcones y en las calles del pueblo; en el
“Tiraor”, se quemaban vistosas ruedas de fuegos
artificiales...”
Debo confesar que tan solo tengo una fobia en esta vida que no
puedo controlar y, de la que al menos soy plenamente consciente, es a
la pólvora y su estruendo ensordecedor. A pesar de ello, año tras año
acudía y acudo siempre que puedo a ver “Los Fuegos”. De niña me
encantaba verlos en la cámara de la casa de mis abuelos paternos en la
calle Nubla, junto a mis tías Manuela y Mamen, “pero no te agaches,
si aquí no llegan”, me decían, y yo con más miedo en el cuerpo que otra
cosa. Me impresionaba y me impresiona cómo el cielo se ilumina, se
hace de día al compás de una preciosa melodía especialmente escogida
para la ocasión y a su ritmo suben con más o menos ruido una
amalgama de luces y colores que no permiten ver la varetas que caen
por detrás.
Todo es luz, es la luz que anuncia tu llegada Señor, la luz que
nos guía en nuestros caminos. Así, nos lo recordó el MENSAJE DEL
SANTO PADRE JUAN PABLO II PARA LA XVII JORNADA
MUNDIAL DE LA JUVENTUD: "Vosotros sois la luz del mundo....".
Para todos aquellos que al principio escucharon a Jesús, al
igual que para nosotros, el símbolo de la luz evoca el deseo de
verdad y la sed de llegar a la plenitud del conocimiento que
están impresos en lo más íntimo de cada ser humano.
Cuando la luz va menguando o desaparece completamente, ya
no se consigue distinguir la realidad que nos rodea. En el
corazón de la noche podemos sentir temor e inseguridad,
esperando sólo con impaciencia la llegada de la luz de la
aurora. Queridos jóvenes, ¡a vosotros os corresponde ser los
centinela de la mañana (cf. Is 21, 11-12) que anuncian la
llegada del sol que es Cristo resucitado!
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La luz de la cual Jesús nos habla en el Evangelio es la de la fe,
don gratuito de Dios, que viene a iluminar el corazón y a dar
claridad a la inteligencia: "Pues el mismo Dios que dijo: 'De las
tinieblas brille la luz', ha hecho brillar la luz en nuestros
corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios
que está en la faz de Cristo" (2 Co 4, 6). Por eso adquieren un
relieve especial las palabras de Jesús cuando explica su
identidad y su misión: "Yo soy la luz del mundo; el que me siga
no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida"
(Jn 8, 12). El encuentro personal con Cristo ilumina la vida con
una nueva luz, nos conduce por el buen camino y nos
compromete a ser sus testigos. Con el nuevo modo que Él nos
proporciona de ver el mundo y las personas, nos hace penetrar
más profundamente en el misterio de la fe, que no es sólo acoger
y ratificar con la inteligencia un conjunto de enunciados
teóricos, sino asimilar una experiencia, vivir una verdad; es la
sal y la luz de toda la realidad (cf. Veritatis splendor, 88).
En el contexto actual de secularización, en el que muchos de
nuestros contemporáneos piensan y viven como si Dios no
existiera, o son atraídos por formas de religiosidad
irracionales, es necesario que precisamente vosotros, queridos
jóvenes, reafirméis que la fe es una decisión personal que
compromete toda la existencia. ¡Que el Evangelio sea el gran
criterio que guíe las decisiones y el rumbo de vuestra vida! De
este modo os haréis misioneros con los gestos y las palabras y,
dondequiera que trabajéis y viváis, seréis signos del amor de
Dios, testigos creíbles de la presencia amorosa de Cristo. No lo
olvidéis: ¡"No se enciende una lámpara para ponerla debajo del
celemín" (cf. Mt 5,15).
Un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo.
Pero no todos ven esta luz. Nosotros tenemos el maravilloso y
exigente cometido de ser su "reflejo"
Desde la antigüedad se ha considerado la luz como uno de los
elementos esenciales de la vida del ser humano. La revolución
industrial nos trajo grandes avances, entre ellos, la luz eléctrica que
disfrutamos. Pero el mundo ha evolucionado hacia una oscuridad
permanente, vivimos entre luces y sombras y cada vez hay más
sombras que luces. Es el momento de que seamos luz y guía cada uno
en nuestro campo, en nuestra ciudad, en nuestro entorno y en relación a
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todos los sentidos y aspectos de la vida. Hemos de ser ejemplo para
nuestros semejantes, nuestros hijos, nuestros amigos; no podemos
pretender que los demás mantengan hacia nosotros un determinado
comportamiento y sin embargo, en nuestro actuar diario, no regirnos
por los parámetros que exigimos.
Preciso resulta, en este momento, destacar la labor que
desarrollan las cofradías y hermandades y, como no podía ser de otro
modo, entre ellas y especialmente en el día de hoy, la Real Cofradía del
Santísimo Cristo del Consuelo. Labor que no es solo de un día o de una
semana de septiembre, sino un quehacer continuo que muchas veces
no se refleja de forma llamativa en nuestro pueblo y en nuestra
sociedad. Es el ejemplo fáctico de la caridad en mayúsculas, no de la de
restos o miserias, de la hermandad y de la solidaridad en la máximo
extensión del término; una labor de ayuda en todos los aspectos de la
realidad humana y social de Cazorla. No podemos ver a las cofradías o
hermandades como un ente, como una asociación sin más, sino que se
trata de un grupo de cazorleños con nombre propio, que dedican parte
de su tiempo, restándolo de su ocio y su familia, de forma puramente
altruista para que la cofradía pueda desarrollar toda su actividad y ello
beneficie a nuestro pueblo. Gracias a todos y cada uno de ellos, a los de
hoy, los de ayer y los que vendrán mañana.
Día del Señor del Consuelo

C uando las luces de colores se apagan y el amanecer


comienza a quitar protagonismo a la noche, llega el gran
día, el 17 de septiembre. Ilustra D. Rufino Almansa en su
libro “Cazorla y su Cristo del Consuelo” que
“El día 17 de septiembre de 1808, se lidiaron toros de la
ganadería del Señor del Consuelo. D José de Hornos y Godoy se
desplazó desde La Iruela, acompañado de su esposa, Dª
Magdalena de Heredia, que se encontraba encinta y, por cierto,
en periodo muy avanzado. Hacia la mitad de la corrida, cuando
la fiesta alcanzaba su máximo esplendor, a Dª Magdalena le
sobrevino el momento del parto. El azaramiento fue grande,
familiares, y amigos se apiñaron en torno a la parturienta. La
atribulada señora musitó una oración “Señor del Consuelo,
socórreme”; no hizo falta más, el alumbramiento fue feliz, una
hermosa niña.
La noticia cundió como reguero de pólvora; el pueblo entero a
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los acordes de la banda de música, se organizó en procesión
hasta la iglesia, en donde la niña recibió las aguas del bautismo
y le impusieron los nombres de Francisca del Consuelo
Carlota”.
Desde el alba se empiezan a escuchar cohetes anunciando la
gran fiesta. Al llegar las 11 de la mañana, vestidos con nuestras
mejores galas acudimos a la Fiesta del Señor. Sí con nuestras mejores
galas, con la cabeza alta por ser cristianos, creyentes y practicantes en
estos días que el mundo corre tan deprisa, sin tiempo para nosotros
mismos y nos da vergüenza manifestar nuestras creencias, porque no
es moderno, porque no es avanzado estar unido a sentimientos y
tradiciones religiosas. Si queremos vivir en un mundo, en una sociedad
realmente aperturista y avanzada, empecemos por respetarnos y
permitirnos vivir la vocación de cada ciudadano en plenitud y libertad.
La fe cristiana se ha visto enfrentada y perseguida desde sus
orígenes, pero no podemos ver este acto como algo de antaño y tan
alejado en el tiempo como la evolución del ser humano. La ONG
“Puertas Abiertas” cifra en más de 215 millones de cristianos los que
a día de hoy se enfrentan a la persecución e incluso a la pena de muerte
por seguir sus creencias, su fe, ello supone uno de cada doce cristianos.
Encabezando esta lista Corea del Norte, regímenes autoritarios que
coartan la libertad de sus ciudadanos en todos los sentidos y aspectos y
no solo en el plano religioso, sino también en el social y cultural. Todo
acceso a la cultura, al conocimiento, al libre pensamiento puede
conllevar un ataque a ese autoritarismo que preside hoy, en pleno siglo
XXI, una parte relevante de nuestro avanzado y a la vez arcaico
mundo. Vivimos en teoría en el siglo, en la era de la libertad, del
modernismo, del avance, del conocimiento, y sin embargo si miramos
a nuestro alrededor nos encontramos con todo lo contrario.
Es cierto que estamos en la zona más desarrollada del mundo, sin
embargo, yo misma ejerzo una profesión en la que hasta hace pocos
años era difícil ver ahí a una mujer y hoy el mundo judicial y fiscal
está presidido por mujeres que poco a poco, no sin grandes esfuerzos,
empezamos a copar las plazas e incluso algunos y, esperemos que cada
vez más, cargos relevantes del Poder Judicial. No curre lo mismo en
países no tan alejados en kilómetros aunque sí en evolución. En
nuestro propio entorno perviven situaciones de discriminación
inaceptables y, si echamos la vista unos kilómetros más al sur, veremos
cómo la mujer no vale más que unas piezas de ganado, o cómo aquel
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que tiene alguna diferencia, que no deficiencia, física o mental es visto
como un ser “cuasi” maléfico, pensamiento más propio de la Edad
Media, a pesar de estar en pleno año 2018. Hemos sabido avanzar en
tecnología, pero no en libertad, igualdad, y valores. Un mundo
realmente avanzado será aquel en el que no se mida a cada uno por lo
tiene o por lo que es, sino por la propia condición de persona, no por si
es hombre o mujer, por cual sea su condición sexual, su pensamiento o
creencia religiosa. Una sociedad realmente plural es aquella que recibe
la diversidad con los brazos abiertos y sin mirar si el origen de quien
accede a ella es más avanzado o no a los ojos de esta comunidad banal,
más moderno o se vende mejor ante una exposición pública o en la
cabecera de una manifestación; es aquella que atiende e todos por igual
y cubre las necesidades reales de sus ciudadanos. Esa sociedad no nace
de la nada, sino del esfuerzo y superación diaria de quienes la
componen.
Hemos evolucionado hacia un mundo mejor en todos los
aspectos pero también para un mundo peor, o más bien vacío, en el
plano espiritual y de la fe. Hoy día, no está bien visto a los ojos de la
sociedad ser creyente. Todo aquello que supone o conlleva un vínculo
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religioso se ve antiguo, desdeñado, inútil e incluso digno de reproche
social a voz en grito. Es el momento de elevar nuestra fe por encima de
las críticas y sentirnos orgullosos de quiénes somos y cómo vivimos
nuestro día a día, plenamente compatible con el del mundo
desarrollado en el que nos encontramos. Y así acudiremos a la Fiesta
donde nos acoges en tu casa, Padre y Señor del Consuelo, mira a tu
pueblo escogido; sí porque escogiste Cazorla para ampararnos y en
este día te ensalzamos. Viviremos la Fiesta con fervor y nos
alimentaremos con el pan y el vino, con tu Cuerpo y tu Sangre que dan
sustento espiritual a nuestra alma.
Terminada la oración, cantados la Plegaria y el Himno, con
gran emoción vemos bajar tu Cuadro. Primeras lágrimas del día,
cuando desciendes hacia nosotros para estar aún más cerca, “¡¡corre
papá tu pañuelo!!”, ese pañuelo blanco de algodón grabadas sus
iniciales, FG, Francisco Gutiérrez, anudado a tus andas, en el puesto
segundo del varal delantero derecho y hoy tu lo pones, pero es tu hijo
quien lo porta con un orgullo indefinible y más indefinibles aún tus
ojos cuando lo ves bajo el anda, y
cuando a la salida y a la entrada os unís
para portarlo como si fuerais uno solo y
ser, de este modo, el apoyo y bastón de
la tradición, el orgullo y la devoción.
Todo el día acompañándote, porque las
tradiciones hay que guardarlas y
haremos turnos para que el Cuadro y el
pañuelo no estén solos.
Es un día de recuerdos y caras
fijas: Paco de la Torre, Pedro Gómez,
Isicio Ruiz y otros tantos. A ellos, como
referentes, les hemos acompañado
siempre sus hijos que desde muy niños
nos vemos y encontramos cada 17 de
septiembre y ahora ya, también,
algunos nietos. He crecido con sus
rostros siempre presentes y algunos que
hoy no están como D. Rufino Almansa
y D. José Madrid a quienes tanto me
gustaba escuchar.
Es un día de visitas continuas,
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el Cuadro engalanándose con flores y, de forma continua e intensa
como si de un río se tratase, no dejan de llegar paisanos y devotos que
desean mostrar su respeto y hacer sus ofrendas colgando las
campanillas, figuras de cera y ofrendas económicas. Porque, al fin y al
cabo, es una de nuestras más peculiares tradiciones, procesionamos
un cuadro que en su espalda lleva dinero, campanillas y figuras de
cera, pero no es más que la tradición junto con la devoción, el máximo
respeto y las ofrendas en agradecimiento o en petición que clamamos
ante nuestro Señor.
Desde primera hora de la mañana se puede ver a distintos
fieles haciendo el recorrido procesional por las calles de Cazorla
engalanada para la fiesta mayor, unos a pie cubierto, otros descalzos e
incluso algunos de rodillas; es mucho lo que hay que agradecer o por
lo que hay que pedir y larga, a veces, la distancia hasta nuestros
hogares no pudiendo esperar a la hora del recorrido oficial.
El repiqueteo de campanas no tiene pausa durante todo el día
acompañado del estruendo de cohetes, gozos y alegrías para tu salida Señor.
Seis de la tarde, San Francisco a rebosar y tus costaleros, a pesar
de no llevar el Cuadro a costal, preparados para portarte sobre sus
hombros. Los más bajos delante y los más altos detrás, ¡que no se
cuelgue nadie! Suena el primer toque de campana. Cierro los ojos y veo
a nuestro añorado Antonio Tamargo con su semblante serio y el ceño
fruncido, pero con la emoción contenida año tras año guiando el Cuadro
desde su salida hasta su
encierro. No puedo evitar
vernos a mí hermano y a mí
con nuestros botijos
preparados en la puerta de la
Sacristía ¡Llenos de agua, no
piensen ustedes mal! Creo
que era el día más
importante del año y nos
sentíamos protagonistas.
Teníamos perfectamente
calculado donde se cargaba
y repostaba: primera carga
en casa de los abuelos al
terminar la cuesta de San
Francisco y empezar la calle
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Nubla, que la subida es dura; de ahí aguantarán llenos hasta la Plaza
Vieja, después a la calle de Amo, casa de Gutiérrez de Cabiedes, y por
último, si fuese necesario, en La Corredera en casa de la familia Polaino.
Junto a nosotros, otros que también han crecido a la par nuestra, los
hermanos Carrasco y los hermanos Muñoz Moleón con sus horquillas
para sujetar el Cuadro en cualquier parada. Éramos un buen equipo.
Seguro que nuestros hijos algún día lo repetirán y les enseñaremos lo
aprendido de nuestros mayores con total orgullo y devoción.
¡Ya sales Señor!, suena el Himno de España y, no sin un gran esfuerzo
por lo abrupto y estrecho del giro encaras la calle de San Francisco hacia
arriba. La fila es imposible de ordenar porque es parte de su ser y ya ha
pasado el Balcón de la Herrería en una línea de velas de cera.
Durante la subida y en la calle Nubla, comienzan las primeras
paradas para seguir engalanando con ofrendas el Cuadro desde los
balcones más cercanos y aprovechar para tocar alguna esquina,
sabiendo que no es adecuado para su tratamiento y conservación, pero
es imposible contener la devoción y no rozarte con la yema de los dedos.
Al llegar al Balcón de la Herrería y, si miramos al Sur, nos vigila la
gran torre de defensa de Cazorla, nuestro Castillo de la Yedra al fondo
pero siempre atento, la defensa material y la protección humana junto a
la protección divina, ¡qué magnífico engranaje!; a la derecha San
Isicio en su ermita, otro de los bastiones de la Ciudad, todo en un
entorno idílico de cuento y difícil de describir con palabras; a la
izquierda te espera tu casa, la que te acogió en el origen, la Iglesia de
Santa María de Gracia, hoy Ruinas de Santa María. Cada rincón del
recorrido esconde una historia, tiene un significado y desde luego es la
estancia en la Plaza Vieja, en el que fue templo parroquial de Santa
María de Gracia la más especial. En su capilla de San Cristóbal se
encuentran los orígenes de nuestro Cuadro, allá por el año 1633, y su
deidad y su milagrosidad comenzarán a denotarse tras el conocido
Diluvio de 1694 de cuyo resultado devastador solo se salvó la imagen
de Nuestra Señora de Gracia y el Santo Cristo del Consuelo. En Él
encontró el pueblo su consuelo para salir adelante. Llegó la invasión
francesa y de su crueldad y su incendio nos cuenta Don Rufino que
cuando el fuego se extinguió “vieron con ojos atónitos que el Cristo del
Consuelo emergía de entre las pavesas, majestuoso, sin haber sufrido
daño, con los brazos abiertos, en actitud de abrazar a sus hijos”.
La bajada es complicada y dura a la vez, hay que retener el
Cuadro por la pendiente de la cuesta, hay que esquivar balcones, cables
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y luminarias, pero la destreza de los
costaleros y su guía es más que
sorprendente y sin incidente alguno
llegamos a la Plaza Vieja, vuelta a la
Plaza y de nuevo estás allí en tu altar
mayor como si el tiempo no hubiere
pasado, como si los años y siglos
volviesen atrás y desde Santa María
contemplas tu pueblo y dejas que
é s t e t e v e n e r e . Vu e l v e e l
ensordecedor estruendo de la traca
de cohetes y con el último de ellos el
suelo del embovedado tiembla,
pero no cae, foto tras foto suena de
nuevo la campana, para iniciar el
recorrido de vuelta.
Calle de las Tiendas y arriba de nuevo el pueblo a tus pies, aparece
la imagen venerada desde las esquinas más recónditas siempre vigía
de tu pueblo. La calle del Carmen quedará atrás en la esquina de la
calle de Amo y de ahí a La Tejera donde algunos llevan largo rato
esperando para verte.
Ya casi ha anochecido cuando empiezas a llegar a La Corredera
y de nuevo el estruendo en tu honor, queda poco para que el camino
finalice. Vuelves a tu cuesta de San Francisco, y en el templo casi no
cabe un alfiler, a pesar de ello entrarás y lo harás de espaldas al altar y de
frente a tu pueblo para que la despedida sea más leve, sin dejar de
mirarnos desde tu cruz. Y entras casi flotando, entre vivas y aplausos a la
vez que desde el coro se empieza a escuchar el órgano entonando los
primeros acordes de tu Plegaria.
“Padre y Señor del Consuelo,
mira a tu pueblo escogido,
contrito y arrepentido,
implorando tu favor”
“¡Mamá, no veo a Papá ni a Curro!
¡Tranquila, yo si los he visto entrar y están bien!”.
En breves minutos están junto a nosotras agotados pero
enteros y felices por haber podido completar un año más tu camino
procesional.
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Cuando las puertas de San Francisco se cierren tendremos que
esperar otro año hasta que llegue el gran día, pero nos queda el lujo de
poder bajar a ver tu imagen siempre que regresemos a Cazorla. Habrá
que encerrar las emociones 365 días, pero antes de que nos demos
cuenta ya estaremos en “La Novena” de mayo y en un abrir y cerrar de
ojos, llegará el 14 de septiembre, “El Triduo” y volveremos a empezar.
Permítanme, llegado este punto, que les haga una breve reseña
del porqué del título de mi pregón que está llegando a su final y espero
que haya satisfecho, aunque sea mínimamente, sus expectativas. A lo
largo de esta noche he intentado unir lo que según los cánones actuales
parece imposible. La era de la modernidad, del avance, del gran
capitalismo y materialismo, del despojo sentimental, el siglo XXI, que
de uno u otro modo aparece como signo de la revolución
postmodernista, pretende, en cierto modo, hacernos romper con
nuestras tradiciones, y por supuesto con todo aquello que sea culto,
devoción o fe, del color o clase que sea. En nuestras Fiestas en honor al
Señor del Consuelo el pueblo de Cazorla da una lección al mundo
postmoderno y demuestra que esto no es incompatible, que las
tradiciones no hay porqué perderlas, sino ensalzarlas, y que las nuevas
generaciones deben mamarlas, respirarlas y alimentarse de ellas,
porque ahí está nuestra historia, nuestra evolución y nuestro propio ser,
la historia y vida de nuestros mayores sin los cuales no somos nadie
porque de ellos venimos y al fin y al cabo hacia ellos iremos.
Por eso, me gustaría romper con esta antinomia y con mis 37
años clamar a voz en grito que en el siglo XXI sí hay tradición,
devoción y el orgullo que embriaga esta contradicción. Tal vez si
dejásemos de lado ese materialismo exacerbado conseguiríamos un
mundo mejor, o cuando menos, un mundo más solidario, más cercano
a todos los que nos rodean y más igualitario en cuanto a la vida que
vivimos.
Vivamos estos días con ese orgullo, ensalcemos nuestra
tradición y mezclémosla con la era en la que vivimos, hágase visible
esa compatibilidad de forma grande, y gritemos ante la imagen que nos
preside

¡¡¡VIVA EL SEÑOR DEL CONSUELO!!!!!


Muchas gracias.

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Bibliografia:
- “Cazorla y su Cristo del Consuelo”. Autor: Rufino AlmansaTallante
- “Fiestas de agua y fuego en Cazorla” Autor: Isabel María Huertas Viciana.
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