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Género y salud 75

Suma Psicológica, Vol. 15 N° 1


Marzo de 2008, 75-94,
ISSN 0121-4381

GÉNERO Y SALUD

María Pilar Matud Aznar*


Universidad de La Laguna, España

ABSTRACT

Studies on gender and health show the complexity of the differences in


health between women and men and indicate the importance of social factors
in both the emergence and development of such differences in the health of
all people. So, everything indicates the need for measures that, in addition
to eliminating gender inequality, promote a healthier living conditions for the
entire population. We analyzed the relationship between sex and gender,
gender and mental health, gender-based violence, gender and stress,
multiple roles and health..

Key words: gender, health, stress, violence

RESUMEN

Los estudios sobre género y salud muestran la complejidad de las diferen-


cias en salud entre mujeres y hombres e indican la relevancia de los facto-
res sociales, tanto en el surgimiento y desarrollo de tales diferencias como
en la salud de todas las personas. Así, todo indica la necesidad de instau-
rar medidas que, además de eliminar la desigualdad de género, promuevan
unas condiciones de vida más saludables para toda la población. Se anali-
zan la relación existente entre sexo y género, género y salud mental, violen-
cia de género, género y estrés, múltiples roles y salud.

Palabras clave: género, salud, estrés, violencia.

* Correspondencia: pmatud@ull.es

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INTRODUCCIÓN cuencia que las diferencias son míni-

A
mas y que, cuando se encuentran, la
l analizar los diferentes
magnitud y dirección dependen, entre
indicadores de salud de la pobla-
otras variables, del síntoma y/o del in-
ción, generalmente se en-
dicador de salud que se analice, de la
cuentra que las mujeres tienen mayor
fase del ciclo vital, y del país en que se
esperanza de vida al nacer, diferen-
realice el estudio (véase, por ejemplo,
cias que parecen darse en todas las cul-
Gijsbers, Wijk, Huisman y Kolk, 1999;
turas, si bien la magnitud varía. Así, entre
Hunt, 2002; Lahelma et al.., 2001;
2000 y 2005, en los países de América
Lahelma, Martikainen, Rahkonen y
Latina y el Caribe la esperanza de vida
Silventoinen, 1999; Macyntire, Hunt y
de las mujeres oscila entre los 60,7
Sweeting, 1996; Macyntire, Ford y
años de las residentes en Haití y los
Hunt, 1999; Matthews, Manor y Power,
79,6 de las de Guadalupe, siendo tam-
1999; McDonough y Walters, 2001).
bién Haití el país con menor esperan-
Se ha encontrado que las diferen-
za de vida en el caso de los hombres
cias de género en la utilización de ser-
(57,8 años) mientras que la mayor es-
vicios médicos está influida por
peranza de vida de éstos se da en
variables tales como los ingresos eco-
Cuba, siendo de 74,8 años (CELADE,
nómicos o el tiempo en lista de espe-
1998). En la Unión Europea, la mayor
ra (Xu y Borders, 2003) y, en el caso
esperanza de vida de las mujeres se
de servicios de salud mental, las dife-
da en España (83,7 años) y la menor
rencias surgen sólo cuando se tienen
en Hungría, con 76,7 años. En el caso
en cuenta otras variables, como la ne-
de los hombres, oscila entre Suecia
cesidad de tales cuidados o la auto per-
con 77,9 años y Estonia con 65,3 (Ins-
cepción del estado de salud mental
tituto Nacional de Estadística, 2005).
(Albizu-Garcia, Alegría, Freeman y
Pese a esta mayor longevidad de
Vera, 2001). También existe evidencia
las mujeres, tradicionalmente se ha
de que algunos patrones conductuales
considerado que tenían peor salud que
relacionados con la salud dependen, no
los hombres, afirmando que presen-
taban mayores tasas de morbilidad, de sólo del género, sino también de la edad
incapacidad y mayor utilización de los ser- (Liang, Shediac-Rizkallah, Celentano,
vicios de salud. Como señalan Lahelma, y Rohde, 1999). Además, existe eviden-
Arber, Martikainen, Rahkonen y cia empírica de que las mujeres rea-
Silventoinen (2001) se trataba de una lizan menos conductas de riesgo y más
serie de asunciones tan arraigadas que conductas positivas para la salud que
no precisaban de más explicación. Pero los hombres (Ferrer-Perez, Gili y
las investigaciones realizadas a partir de Bosch, 1997). Y aunque los hombres
la década de los 90 han cuestionado tales se autocalifican como teniendo mejor
asunciones y han mostrado la compleji- salud en la mayor parte del periodo
dad de las diferencias de género en adulto, estas diferencias desaparecen
salud, encontrándose con bastante fre- al final de dicho periodo (véase la revi-

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sión de McCullough y Laurenceau, El modelo psicosocial trata de expli-


2004). car las diferencias entre mujeres y hom-
La descripción y explicación de las bres en base a diferencias a nivel
diferencias de género en salud se ha intrapsíquico e interpersonal, analizan-
hecho desde muchos niveles, si bien do las diferencias en variables tales
clásicamente se han basado en el como personalidad, afrontamiento,
modelo biomédico, que trata de expli- autoeficacia, en la vivencia de la enfer-
carlas en base a diferencias genéticas, medad y en la información de sus sig-
hormonales, anatómicas o fisiológi- nos y síntomas. Desde la epidemiología
cas. Aunque existen algunas diferen- se trata de buscar los factores de riesgo,
cias fenotípicas obvias entre mujeres es decir, las conductas y exposiciones a
y hombres y se ha reconocido la exis- sustancias que puedan explicar las di-
tencia de diferencias en la respuesta ferencias de género en salud. Y a nivel
ante enfermedades tales como ane- social se intentan analizar los procesos
mia, hipertensión, disfunción renal o culturales, sociales, económicos y polí-
enfermedad coronaria, existen pocos ticos que dan lugar a diferentes riesgos
descriptores moleculares de factores para la salud de mujeres y hombres.
de riesgo para la salud asociados Desde esta perspectiva, se enfatiza cómo
específicamente al género (Rin y los estados de salud están ordenados y
Zinder, 2005). constreñidos por los mecanismos de con-
De importancia central han sido trol social y la distribución de los recur-
los factores hormonales, a los que tra- sos de poder (Walsh, Sorensen y Leonard,
dicionalmente se les ha atribuido cual- 1995; tomado de Kawachi, Kennedy,
quier diferencia en la salud de la Gupta, Prothrow-Stit, 1999).
mujer respecto a la de los hombres y Pese a que ya desde la Conferencia
en torno a los cuales se ha planteado sobre Población y Desarrollo celebrada
la existencia de “trastornos” tales en El Cairo (Organización de Naciones
como el síndrome premenstrual, la de- Unidas, 1994) el concepto de salud de
presión postparto, o la menopausia. las mujeres se expandió para incluir
Así, hasta muy recientemente, se componentes tales como la desigualdad
asumía la causalidad hormonal en la socioeconómica, la sobrecarga de las
mayoría de los problemas de salud de tareas domésticas, las limitaciones y
las mujeres y los prejuicios y estereo- constricciones de su sexualidad y re-
tipos sustituían a las investigaciones producción, la participación política, la
en salud, la cuales se hacían básica- violencia que sufren por parte de los
mente con hombres. Afortunadamen- hombres o su empoderamiento, la ma-
te, la situación está cambiando, se yoría de los estudios de las diferencias
están incluyendo a las mujeres en las de género en salud se han centrado en
investigaciones sobre salud y se está el análisis de los primeros niveles. Pese
comenzando a reconocer la influencia a ello, cada vez más se está constatan-
de las variables sociales. do la relevancia del nivel social en la

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salud. Así, en un estudio realizado en una sociedad concreta, con un amplio


Estados Unidos en el que analizó la sa- conjunto de creencias y expectativas
lud de mujeres y hombres en 50 de los acerca de dichas categorías sociales.
estados de Estados Unidos, Kawachi et Aunque esta diferenciación ha
al.. (1999) encontraron que las muje- sido bastante aceptada, también han
res presentaban mayor morbilidad y surgido una serie de críticas que plan-
mortalidad en los estados donde tenían tean que no es posible una separación
menor participación política y autono- absoluta entre el sexo y el género, ya
mía económica. Aunque algunos de que los factores biológicos no pueden
esos factores también afectaban nega- actuar de forma simple y directa so-
tivamente a la salud de los hombres, bre la conducta, sino que están abier-
parecían ser más relevantes para la tos a interpretaciones culturales
salud de las mujeres. Y sólo en éstas importantes (Kessler y McKenna,
se encontró que la mayor autonomía 1978). Se plantea, por tanto, que no
económica, así como el empleo y el sa- pueden usarse los términos sexo y gé-
lario, se asociaban a menores limita- nero para presentar conceptos diferen-
ciones de la actividad. En un estudio tes y no superponibles (Lips, 2001) ya
con la población canadiense, Denton, que no se pueden separar las expecta-
Prus y Walters (2004) constataron que, tivas culturales para mujeres y hom-
en general, los determinantes más bres (el género) de las observaciones
importantes de la salud de las muje- del cuerpo físico de mujeres y hombres
res eran los socioestructurales y (el sexo), y muchas de las diferencias
psicosociales, mientras que en los hom- son fruto de las interacciones entre la
bres eran más importantes los biología y el medio.
conductuales. Así, se reconoce que no está tan cla-
ro que el sexo no incluya factores cul-
SEXO Y GÉNERO. MASCULINIDAD turales, ni que se pueda aislar el género
Y SALUD (o la cultura) de la base biológica, del
Aunque no existe unanimidad en el cuerpo concreto que experimenta y crea
uso de los términos sexo y género, ge- esa cultura. Y algunos autores han pro-
neralmente se asocia género con lo puesto que también el sexo podría te-
cultural y sexo con lo biológico. Unguer ner componentes de construcción
define género como aquellos “compo- social, mientras que Maccoby (1988)
nentes no fisiológicos del sexo que son afirma que sexo y género deben usarse
considerados culturalmente como de forma intercambiable, ya que los as-
apropiados para hombres y mujeres” pectos biológicos y sociales pueden
(1979, pág. 1086). Ashmore (1990) plan- interactuar y es difícil distinguirlos.
tea que el término género implica el La Organización Mundial de la Sa-
reconocimiento de que “hombre” y lud (OMS, 2003) plantea que los distin-
“mujer” son construcciones cultura- tos roles y conductas que mujeres y
les, ya que cada persona es criada en hombres presentan en una diferente

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cultura, generadas por las normas y y la conducta asertiva, son saludables


valores de esa cultura, dan lugar a las y pueden ser, en momentos de crisis,
diferencias de género y, aunque no to- especialmente beneficiosas, tanto
das esas diferencias implican des- para mujeres como para hombres,
igualdad, sí hay normas y valores que también se constata que las concep-
producen desigualdades de género, es ciones más tradicionales de masculi-
decir, diferencias entre mujeres y nidad afectan negativamente a la
hombres que sistemáticamente au- salud del hombre (Good, Sherron y
mentan el poder de un grupo en detri- Dillon, 2000).
mento del otro. Y reconoce que, tanto Se ha planteado que el rol mascu-
las diferencias como las desigualdades lino tradicional prescribe una serie de
de género, pueden generar diferencias conductas que pueden ser responsa-
y desigualdades entre hombres y mu- bles de la menor longevidad y de algu-
jeres en el estado de salud y en el ac- nos tipos de patología más frecuentes
ceso a los servicios sanitarios. en los hombres (Courtenay, 2000).
Pese a que las teorías clásicas Según este autor, las conductas rela-
enfatizaban que las diferencias entre cionadas con la salud serían una for-
los sexos eran normales y saludables, ma de construir o demostrar el
ya que reflejaban las normas sociales género, definiéndolo y representándo-
sobre la conducta apropiada para mu- lo a la vez. Así, el hombre usa las con-
jeres y hombres, los resultados de las ductas y creencias de salud para
investigaciones han mostrado que la demostrar la dominancia y hegemonía
realidad es bien distinta. Aunque no de los ideales masculinos, que lo con-
cabe duda de que los valores clásicos figuran como un hombre y le dan po-
de la feminidad pueden suponer un der y autoridad. Y al mostrar estas
riesgo para la salud y una serie de es- conductas refuerzan las creencias cul-
tudios realizados en los años 60 y 70 turales de que los hombres son más
se encontró que la masculinidad y la poderosos y menos vulnerables que las
androginia estaban más asociadas con mujeres, pues al disminuir sus nece-
salud mental que la feminidad (véase, sidades de salud y arriesgarse física-
por ejemplo, el meta análisis de Bassof mente se están legitimando a sí
y Glass, 1982), actualmente se están mismos como el sexo fuerte. Pero, al
comenzando a considerar los riesgos tratar de obtener el poder y el privile-
que la masculinidad parece tener para gio, pueden realizar conductas dañi-
la salud. nas para sí mismos, tales como negar
Aún reconociéndose que algunas sus propias necesidades, no recono-
características asociadas con el concep- cer su debilidad o vulnerabilidad, te-
to clásico de masculinidad, tales como ner que mantener el control físico y
el énfasis en el pensamiento lógico, emocional, aparecer como fuerte y
la solución de problemas, la capacidad robusto, disimular la necesidad de
de arriesgarse, la expresión de la ira ayuda, estar siempre interesado en

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el sexo, y mostrar conducta agresiva cuencia de problemas de salud men-


y dominancia física. tal que los hombres, aunque en la ac-
Pese a que se dan algunas varia- tualidad se ha constatado que las tasas
ciones en función de las diferentes de problemas mentales y
culturas y clases sociales en los atri- conductuales no difieren en función
butos que conforman la masculini- del género. Sí parecen darse diferen-
dad, su característica de factor de cias en el patrón y los síntomas de los
riesgo para la salud parece mantener- trastornos, aunque varían con la edad
se aunque, al menos en Estados Uni- (OMS, 2002). La mayoría de los estu-
dos, es más probable que los hombres dios muestran que, en la infancia, la
de menor nivel económico y educati- prevalencia de los trastornos tales
vo tengan creencias más tradiciona- como conducta antisocial y agresiva es
les sobre la masculinidad (Courtney, mayor en los chicos que en las chicas.
2002). Pero, como señala este autor, Durante la adolescencia, la prevalen-
se conoce poco la influencia que pue- cia de depresión y trastornos alimen-
de tener en la salud y en las conduc- ticios es mayor en las chicas que en
tas de salud de hombres y jóvenes los chicos mostrando éstas, además,
masculinidades diferentes, tales mayor ideación e intentos de suicidio,
como las de los homosexuales, las de si bien la muerte por suicidio es más
los inmigrantes y las de otras pobla- frecuente en los hombres, excepto en
ciones marginadas. China y algunas partes de la India.
No todos los hombres siguen en la En la edad adulta se ha encontrado
misma medida el patrón de masculi- de forma consistente que es más pro-
nidad clásico, al igual que no todas bable que las mujeres tengan más an-
las mujeres siguen las prescripciones siedad y depresión que los hombres,
de la feminidad, aunque en el caso mientras que éstos presentan tasas
de los hombres hay mayores presio- más altas de trastornos de personali-
nes para su adherencia y mayor rigi- dad antisocial y de abuso de sustan-
dez en el seguimiento de las normas. cias (Kessler et al.., 1994; OMS, 2002).
Y existe evidencia empírica de que los Según este organismo, aunque no hay
hombres tienen más estrés debido a diferencias de género consistentes en
la identificación con las normas del la prevalencia de trastornos mentales
rol del género masculino, la cual pre- graves tales como esquizofrenia o
dice mayor ansiedad, ira y conductas trastorno bipolar, generalmente los
de salud menos adecuadas (Eisler, hombres tienen un comienzo más pre-
Skidmore y Ward, 1988). coz de la esquizofrenia y es más pro-
bable que las mujeres experimenten
GÉNERO Y SALUD MENTAL formas más graves de depresión
bipolar. Y aunque en los grupos de más
Tradicionalmente, las mujeres han
edad la probabilidad de la enfermedad
sido diagnosticadas con mayor fre-
de Alzheimer es igual para ambos

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sexos, es más probable encontrar a tro de las hipótesis biológicas, se ha


más mujeres con esta enfermedad, ya planteado la posibilidad de la transmi-
que su esperanza de vida es mayor. sión genética ligada al cromosoma X,
La depresión es uno de los proble- y de la fisiología endocrina femenina
mas de salud mental más frecuente como responsables de su mayor tasa
en las mujeres. Excepto en la infan- de depresión, aunque no se ha encon-
cia, en que no se dan diferencias en trado evidencia suficiente para ningu-
las tasas de depresión entre niñas y na de las hipótesis biológicas.
niños, o son éstos los que las tienen Algunos autores como Weissman y
más altas, se ha encontrado que las Klerman (1977) redefinen los valores
mujeres presentan más depresión a lo clásicos de la «feminidad» como una
largo de todo el ciclo vital, surgiendo en variante de la indefensión aprendida,
la adolescencia y aumentando en la característica de la depresión. Afirman
vida adulta (Cyranowski, Frank, Young que las imágenes estereotipadas y con-
y Shear, 2000; Sweeting y West, 2003). dicionadas socialmente producen en la
Este mayor riesgo de depresión en las mujer una serie de condicionantes
mujeres se ha encontrado en múltiples cognitivos opuestos a la aserción. Se
estudios epidemiológicos y clínicos, rea- plantea que, durante el proceso de so-
lizados en diferentes áreas geográficas cialización, las chicas aprenden a ser
y en distintos periodos temporales. Tam- indefensas, desarrollando ante las si-
bién en un estudio realizado por nues- tuaciones de estrés un repertorio de
tro equipo con una muestra de casi respuestas limitado. Esas autoimágenes
5000 personas residentes en las Islas y expectativas son interiorizadas en la
Canarias (España) se encontró mayor infancia, de modo que posteriormente
sintomatología depresiva en las muje- llegan a creer que el estereotipo de fe-
res respecto a los hombres, si bien la minidad es normativo, esperado y va-
varianza explicada por el género era muy lorado.
escasa y las diferencias estaban modu- También se ha propuesto que las
ladas por variables sociodemográficas. diferencias entre mujeres y hombres
Concretamente, constatamos que las di- en depresión podrían deberse a que
ferencias de género en depresión se aquéllas carecen de estrategias ade-
maximizaban en las personas mayores cuadas para el afrontamiento de la
de 34 años, en las que tenían hijos, en depresión (Nolen-Hoeksema, 1991).
las casadas o divorciadas, en las de bajo Esta autora plantea que las diferen-
nivel de estudios y en las no profesio- cias individuales en la duración de la
nales (Matud, Guerrero y Matías, en depresión están influidas por el estilo
prensa). de respuesta ante el humor depresi-
Aunque se han propuesto distintas vo, encontrando que en algunas per-
hipótesis para explicar las diferencias sonas predominan las rumiaciones,
de género en depresión, los resultados con pensamientos y conductas centra-
no son totalmente concluyentes. Den- das en los síntomas y en sus causas y

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consecuencias, lo que tiende a inten- las mujeres, lo que también represen-


sificar los síntomas y a interferir con ta un factor de riesgo para los proble-
la solución de los problemas. mas mentales. Además, estos procesos
Una de las hipótesis más acepta- podrían incluso ser más problemáticos
das, y que cuenta con mayor eviden- para las mujeres más pobres, ya que
cia empírica, es la que plantea que la pueden depender más del apoyo mate-
depresión de la mujer es debida a su rial y emocional de su red social, pu-
discriminación social, legal y económi- diéndole generar más estrés al
ca, que le lleva a sentimientos de inde- compartir las experiencias estresantes
fensión, dependencia de otros, bajas de los demás (Brown y Harris, 1978).
aspiraciones y baja autoestima. En un Otros factores que se han asociado con
reciente análisis de los datos de tres depresión, y que también son más fre-
estudios, dos de los cuales eran encues- cuentes en las mujeres, son el des-
tas nacionales realizadas en Estados empleo, el ocupar trabajos de baja
Unidos y que en total recogen datos de cualificación y el menor nivel de es-
más de 15.000 personas, Mirowsky tudios.
(1996) encontró que las diferencias en
depresión en función del género au- VIOLENCIA DE GÉNERO
mentaban en la edad adulta, cuando
Existe evidencia del impacto que la vio-
las mujeres y los hombres experimen-
lencia de género tiene en la salud de
tan más diferencias en su estatus
sus víctimas. Los problemas de salud
debidas al género. Así, según este
mental citados con mayor frecuencia
autor, pese a los cambios en las vidas son depresión, ansiedad, síndromes
de las mujeres en las últimas gene- relacionados con el estrés, dependen-
raciones, continúan las desigualdades cia de medicación psicotrópica, con-
en salario, poder y autonomía, en casa sumo de drogas e intentos de suicido
y en el trabajo, así como en las res- (OMS, 2002).
ponsabilidades familiares y del cuida- A nivel social, la violencia del hom-
do del hogar, lo que explicaría que bre contra la mujer es una manifes-
persistan las diferencias en depresión tación de la desigualdad de género y
en función del género. un mecanismo de subordinación de
También se ha planteado que la las mujeres (Koss et al., 1995). Como
mayor depresión de las mujeres es señalan estas autoras, para compren-
consecuencia de que son, con mayor der la violencia de los hombres frente
frecuencia, víctimas de violencia por a las mujeres es necesario analizar
parte de su pareja y de abusos sexua- las desigualdades de poder entre am-
les, factores que, como veremos en el bos, incluyendo las desigualdades le-
siguiente epígrafe, tienen un alto im- gales, económicas, y físicas, entre
pacto en la salud de las mujeres. Otros otras. Desigualdades que impregnan
factores psicosociales propuestos han la construcción social del género y la
sido las mayores tasas de pobreza de sexualidad y que afectan profunda-

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mente las relaciones íntimas de mu- 1999). Y son generalmente los hom-
jeres y hombres. Además, como seña- bres los que sistemáticamente aterro-
lan dichas autoras, parece ser que la rizan y victimizan a su pareja ya que,
violencia funciona como un mecanis- mientras que las mujeres tienden a
mo de control social de las mujeres y ser violentas como expresión de frus-
sirve para reproducir y mantener el tración o autodefensa, se ha encon-
status quo de la dominancia masculi- trado que el hombre hace un uso
na y la subordinación femenina. La calculado de la violencia para domi-
violencia de género se da tanto a ni- nar a su pareja (Lawson, 2003).
vel familiar como de estado y de co- Se trata de un fenómeno global que
munidad y, aunque toma múltiples se da en todos los países y afecta a
formas, las más comunes en nuestra mujeres de todos los niveles sociales,
sociedad son el maltrato a la mujer por culturales y económicos y su impacto
parte de su pareja, los abusos sexua- en la salud es tan grande que recien-
les y el acoso sexual, ya sea en el área temente se está considerando como
laboral o en la académica. un problema importante de salud pú-
La violencia de pareja se refiere a blica (Fischbach y Herbert, 1997; Heise
cualquier conducta dentro de una re- y García-Moreno, 2002; Roberts,
lación íntima que cause daño físico, Lawrence, Williams y Raphael, 1998).
psicológico o sexual a alguno de los Además de los problemas físicos, con-
miembros (Heise y García-Moreno, secuencia directa de las agresiones o
2002). Incluye conductas tales como indirecta a través del impacto que el
agresiones físicas (golpes, patadas, pa- estrés tiene en la salud física de las
lizas...); abuso psicológico (intimida- personas, son muchos los estudios que
ción, menosprecio, humillaciones...); evidencian el impacto psicológico que
relaciones o conductas sexuales for- el maltrato tiene en la mujer. La pre-
zadas; y conductas de control, tales valencia de los trastornos encontrada
como aislamiento, control de las acti- en una revisión bibliográfica realiza-
vidades y restricciones en el acceso a da por Golding (1999) fue del 63,8% en
la información y asistencia. La violen- 11 estudios de trastorno de estrés
cia se da en todo tipo de parejas, casa- postraumático; de 47,6% en 18 estu-
das y no casadas y, en la mayoría, son dios de depresión; del 17,9% en 13
las mujeres las víctimas y los hom- estudios sobre tendencias suicidas;
bres los agresores, siendo sus ataques del 18,5% en 10 estudios de abuso del
más graves y con mayor probabilidad alcohol; y del 8,9% en 4 estudios de
de más actos agresivos en un solo epi- abuso de drogas. También se han ci-
sodio, existiendo muchas más muje- tado disminución de la autoestima y
res que hombres que sufren lesiones del sentimiento de autoeficacia
y que mueren a manos de su pareja (Orava, McLeod y Sharpe, 1996) e in-
(Council on Scientific Affairs, 1992; seguridad en sí misma (Matud,
Browne, 1993; Lorente, 2001; Walker, 2004a). Además, se ha planteado que

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es posible que desarrolle sentimien- a la agresión, tales como el funciona-


tos de culpa, aislamiento social y de- miento psicológico previo y los
pendencia emocional del maltratador, estresores vitales; de la agresión,
junto con intensa sintomatología como que el hecho de que el agresor
somática (Dutton y Painter, 1993; sea o no conocido, el nivel de violen-
Echeburúa y Corral, 1998). cia y las reacciones de la víctima; y
Los abusos sexuales son una se- posteriores, tales como el apoyo so-
rie de actos que van desde la violación cial y las implicaciones legales.
o su intento hasta cualquier tipo de También se ha encontrado que el
contacto sexual no deseado. El impac- acoso sexual tiene múltiples conse-
to psicológico de tales abusos depende cuencias, tanto a nivel laboral como
de muchos factores, tales como el tipo emocional, generando alteraciones de
de abuso, si el agresor era o no un des- la salud física y mental. Los síntomas
conocido, etc. Además, muchas vícti- más frecuentes son ansiedad, depre-
mas son incapaces de reconocer sión, dolores de cabeza, trastornos del
durante meses e incluso años que sueño, problemas gastrointestinales,
hayan sido víctimas de abusos sexua- cambios de peso, náuseas, y disfunción
les, lo cual no impide que también sexual, y también se han citado tras-
desarrollen síntomas (Unger y tornos por estrés postraumático, mie-
Crawford, 1992). Hay autoras como dos y disminución de la autoestima. Y
Koss et al. (1995) que afirman que el se ha asociado con el consumo eleva-
experimentar violencia sexual cam- do de alcohol, como forma de afrontar
bia la vida de la mujer, dándose cam- el estrés generado por la situación y
bios en las rutinas diarias y ante la ineficacia de otras formas ac-
sentimientos de vulnerabilidad, diso- tivas de afrontamiento.
ciación e indefensión. Además, expe-
rimentan ideas recurrentes sobre la GÉNERO Y ESTRÉS
posibilidad de futuros abusos,
Uno de los factores explicativos de las
rememoran la victimización y el in-
diferencias de género en salud podría
tento de prevenir futuros ataques pue-
ser el estrés, ya que el género parece
de restringir la vida de la mujer. La
ser relevante en cada elemento del
violación tiene un fuerte impacto psi-
proceso estrés-salud, desde la percep-
cológico que puede ser de larga dura-
ción o no de un determinado suceso
ción. Los síntomas más frecuentes son
como estresante hasta las respuestas
miedo, ansiedad, depresión, fobias,
de afrontamiento, así como en las
baja autoestima, problemas de ajuste
implicaciones que en la salud tienen
sexual, disfunciones sexuales y tras-
las respuestas ante el estrés (Barnett,
torno de estrés postraumático
Biener y Baruch, 1987).
(Kilpatrick, 1992; Resick, 1993), sín-
Aunque en la mayoría de las investi-
tomas que parecen estar modulados
gaciones no se han encontrado dife-
por una serie de variables anteriores

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rencias de género en el número de mujeres con empleo tienen que en-


sucesos vitales estresantes experi- frentarse a mucho más estrés que los
mentados por mujeres y hombres, sí hombres, ya que es más frecuente que
se han encontrado diferencias en tengan empleos peor pagados, más
otras medidas de estrés. Así, es más precarios y que se caractericen por
común que las mujeres citen como altas demandas y bajo control. Tam-
estresantes los sucesos relacionados bién se ha planteado que los roles fa-
con el cuidado de la familia y las ta- miliares son mucho más demandantes
reas del hogar (Lee, 1999; 2001; para la mujer que para el hombre, sien-
Matud, 2004b; Oman y King, 2000; do más comunes en los de las mujeres
Walters, 1993) y existe evidencia de las características que hacen que un
que suelen tener más estrés crónico trabajo sea estresante: muchas de-
que los hombres (Matud, 2004b; mandas, tareas monótonas y
McDonough y Walters, 2001; Nolen- repetitivas, y bajo control. Como se-
Hoeksema, Larson y Grayson, 1999). ñalan Barnett et al. (1987), mientras
También se ha encontrado que es más que el rol materno requiere encargar-
probable que a las mujeres les afecte se de todas las tareas implicadas en
el estrés de los que les rodean, ya que la crianza, su grado de control es bajo,
tienden a estar más implicadas que ya que se le ha considerado como la
los hombres en las redes sociales y responsable de la felicidad de su fa-
familiares (Kessler y McLeod, 1984; milia, algo que claramente está más
Turner, Wheaton y Lloyd, 1995). allá del control de cualquier persona.
Se ha planteado que los diferentes Por el contrario, el rol paterno tradi-
roles sociales de mujeres y hombres cional conlleva muchas menos de-
pueden ser una fuente diferencial de mandas, pero su grado de control es
estrés, ya que la ocupación de un rol alto, ya que se le ha considerado una
concreto determina el rango de expe- figura de poder y autoridad. Así, parece
riencias potencialmente estresantes, haber pocas dudas de que, como seña-
aumentando la probabilidad de expo- lan Mirowsky y Ross (1995), la posición
sición a algunos estresores y evitan- de las mujeres en el trabajo y en la fa-
do la presencia de otros. Además, como milia es más desfavorable, ya que tie-
sugieren Aneshensel y Pearlin (1987), nen más demandas y limitaciones.
las condiciones de las personas que Además, generalmente, las mujeres con
están ocupando un determinado rol empleo se ocupan también de la mayor
también es una fuente diferencial de parte del trabajo doméstico pues, aun-
estrés ya que las experiencias dentro que las mujeres se están incorporando
de un mismo rol pueden ser muy dife- cada vez más al mundo laboral, la mayo-
rentes. Lundberg y Parr (2000), tras ría de los hombres siguen estando poco
una revisión de diversos estudios so- implicados en las tareas domésticas.
bre las condiciones de trabajo de mu- Algunos autores también han
jeres y hombres, concluyeron que las planteado que es posible que las mu-

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86 Pilar Matud Aznar

jeres valoren los sucesos como más de afrontamiento del estrés de las mu-
estresantes que los hombres (Miller y jeres son menos adecuados que las de
Kirsch, 1987; Ptacek, Smith y Zanas, los hombres.
1992). Y aunque el porcentaje de Generalmente se han reconocido
varianza explicado era muy bajo, en dos funciones principales del afronta-
un estudio realizado por nuestro equi- miento: regular las emociones y cam-
po con 1566 mujeres y 1250 hombres biar la relación persona-ambiente que
de la población general residentes en causa la respuesta de estrés, aunque
las Islas Canarias se encontró que las ambas se influyen mutuamente y pue-
mujeres valoraban los sucesos y cam- den potenciarse o interferirse. Se
bios vitales experimentados durante plantea así que el afrontamiento pue-
los dos últimos años como más nega- de dirigirse a la solución del proble-
tivos y menos controlables que los ma, tratando de modificar las
hombres (Matud, 2004b). situaciones o de desactivar o dismi-
Pese a que la evidencia no es com- nuir la cognición de amenaza (afron-
pleta, en algunos estudios se ha en- tamiento dirigido al problema), o al
contrado que la forma de hacer frente control de las respuestas emociona-
al estrés difiere en función del géne- les que modulan la amenaza (afronta-
ro, lo que, a su vez, conllevará distin- miento dirigido a la emoción)
tos riesgos para la salud. Algunos (Folkman, Lazarus, Dunkel-Schetter,
autores plantean que, mientras que Delongis y Gruen, 1986). Se ha consi-
muchos hombres afrontan el estrés derado que el afrontamiento centrado
fumando o tomando bebidas alcohóli- en la emoción es menos efectivo y es
cas, puede ser que las mujeres lo in- más probable que se asocie a altera-
terpreten como más patológico y acudan ciones psicológicas que el afrontamien-
al médico. Ello se podrá traducir en to centrado en el problema (Billing y
mayor incidencia de diagnóstico de de- Moos, 1981; Pearlin y Schooler, 1978).
presión y toma de tranquilizantes en el Aunque reconocen limitaciones
caso de las mujeres, y en mayores pro- metodológicas y la necesidad de más
blemas de salud derivados de tales há- investigaciones, en su revisión biblio-
bitos tóxicos en los hombres. En este gráfica, Miller y Kirsch (1987) encon-
sentido, Weidner (2000) afirma que, traron que muchos estudios informan
globalmente, los hombres parecen de diferencias en cómo las mujeres y
afrontar los sucesos estresantes de una los hombres afrontan el estrés, ten-
forma menos adaptativa a nivel fisioló- diendo los hombres a un afrontamiento
gico, conductual y emocional que las centrado en el problema, mientras que
mujeres, lo que contribuye a su mayor las mujeres usaban más estrategias
riesgo de enfermedades coronarias. que modifican su respuesta emocional.
Pero, de nuevo, la complejidad es la nor- Aunque también hemos encontrado
ma y existen varios estudios que su- esta tendencia en el estudio realizado
gieren que las estrategias y/o los estilos en Canarias ya citado (Matud, 2004b),

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Género y salud 87

el porcentaje de varianza explicado por ble que las diferencias de género en


el género era muy bajo, y parecen exis- las reacciones biológicas al estrés psi-
tir variables que modulan estas dife- cológico reflejen las diferencias en las
rencias entre mujeres y hombres. Así, formas en que hombres y mujeres se
cuando se estudian las diferencias de enfrentan convencionalmente con las
género en poblaciones homogéneas y demandas de áreas tradicionalmente
con alto nivel formativo, tales como es- masculinas (Matthews, Davis, Stoney,
tudiantes universitarios, no se en- Owens y Caggiula, 1991) y tales varia-
cuentran diferencias en la utilización ciones desaparecerían, e incluso se-
de estrategias de afrontamiento cen- rían opuestas, cuando hombres y
tradas en la solución del problema mujeres tuvieran que enfrentarse a
(véase, por ejemplo, Hamilton y Fagot, retos en áreas en las que tradicional-
1988; o Stern, Norman y Komm, 1993). mente la mujer ha sido la competen-
Algunos autores han encontrado te, tal como llevar a los hijos a revisión
diferencias entre mujeres y hombres médica. Lundberg, de Chateau, Winberg
en las reacciones neuroendocrinas al y Frankenhaeuses (1981) compararon
estrés, con respuestas menos marca- las reacciones neuroendocrinas entre
das en las mujeres (véase Green y Bell, padres y madres que llevaban a sus hi-
1987), aunque en otros estudios no se jos pequeños a revisiones médicas a un
han encontrado diferencias. Así, hospital y encontraron que, aunque no
Dunne (1981) estudió la respuesta de había diferencias en la secreción de
universitarios ante un examen, en- adrenalina y cortisol, las madres mos-
contrando que aumentaban de forma traron menor reactividad a la adrenalina
similar sus niveles de adrenalina y que los padres. Y en un reciente estudio
noradrenalina; y Johansson y Post de laboratorio, Holt-Lunstand, Clayton
(1974) también encontraron patrones y Uchino (2001) encontraron mayor
similares en la respuesta adrenérgica reactividad de la presión arterial
en ambos géneros ante la defensa en diastólica cuando se competía con un
público de sus tesis. La cuestión pare- hombre que con una mujer. Además,
ce ser mucho más compleja que la los hombres mostraban mayor
existencia de diferencias a nivel me- reactividad cuando perdían que cuando
ramente fisiológico en función del gé- ganaban, dándose el patrón opuesto en
nero, ya que éstas pueden ser mayores las mujeres.
entre las mujeres, como grupo, en fun- Aunque los resultados tampoco son
ción del contexto (Lundberg y Parr, concluyentes, parecen darse algunas
2000). Por ejemplo, Collins y diferencias de género en la capacidad
Frankenhauser (1978) observaron que inmunológica. Se ha encontrado, por
las estudiantes de ingeniería de escue- ejemplo, que las mujeres tienen ma-
las técnicas tendían a mostrar más yor respuesta de anticuerpos ante una
reacciones neuroendocrinas al estrés variedad de antígenos (Baum y
típicamente masculinas. Así, es posi- Grumberg, 1991; Kielcot-Glaser y

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88 Pilar Matud Aznar

Glaser, 1988) y son diagnosticadas con propugnan la existencia de diferencias


mayor frecuencia que los hombres de múltiples y “naturales” entre mujeres
enfermedades autoinmunes (Chrisler y hombres, han justificado la división
y O´Hea, 2000). Dado el impacto del de los roles laborales y familiares entre
estrés en el funcionamiento del sis- hombres y mujeres (Barnett y Hyde
tema inmune, éste podría ser uno de 2001). Tradicionalmente, se asumía
los mecanismos, pero aún no se han que los roles asociados con el hogar (es-
encontrado evidencias que apoyen tal posa, madre y ama de casa) eran “natu-
supuesto. rales” en la mujer, por lo que no le
Así, hay indicios de que el impacto causaban estrés, mientras que el em-
del sexo en el proceso de estrés podría pleo se veía como un rol añadido en el
estar condicionado por los patrones de caso de las mujeres casadas, o un rol
socialización tradicionales. Pero, como sustituto en las solteras, por lo que sí
señalan Barnett et al. (1987), el géne- podría generarles estrés.
ro influirá en función del grado en que En la relación entre múltiples ro-
cada persona haya sido socializada en les y salud en la mujer existen, al
los patrones consistentes con las nor- menos, dos perspectivas diferentes.
mas de género tradicionales y en la Una postula que las personas tienen
medida en que cada una se identifi- limitaciones de tiempo y energía, por
que con las características tradiciona- lo que ocupar múltiples roles puede
les de masculinidad y feminidad. crearles excesivas obligaciones y de-
Quizás ello explique que predomine la mandas. Por tanto, se considera que
variabilidad intragrupo y que, cuando el combinar las responsabilidades del
se encuentran, el tamaño de las dife- empleo y las obligaciones familiares
rencias explicadas por el género sean puede crear conflicto entre los roles y
tan pequeñas. sobrecarga de rol, lo que dará lugar a
elevado estrés y problemas de salud.
MÚLTIPLES ROLES Y SALUD Desde la otra perspectiva se destacan
los aspectos positivos de ocupar múl-
La incorporación de la mujer al mun- tiples roles, enfatizando las ganancias
do laboral le ha supuesto el desempe- en autoestima, reconocimiento, pres-
ño de un nuevo rol, junto con los tigio, apoyo social, y los recursos y pri-
tradicionales de esposa y madre. Tan- vilegios asociados a cada rol. Pero
to las teorías funcionalistas, que propug- existe evidencia empírica de que las
naban que el funcionamiento familiar demandas del empleo y del hogar
se optimizaba cuando las mujeres se interactúan, dependiendo las conse-
ocupaban de las tareas domésticas y los cuencias psicológicas de la acumula-
hombres del trabajo fuera de casa; como ción de roles no sólo del número de
las psicoanalíticas, que plantean que la roles ocupados, sino de su naturale-
identidad de hombres y mujeres es muy za, ya que difieren en valor social y
diferente; como las evolucionistas, que están asociados a diferentes obligacio-

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Género y salud 89

nes y privilegios que, a su vez, tam- mujeres que se dedican de forma ex-
bién son distintos en función de la clusiva al rol de ama de casa y madre
persona que los ocupa. Por ello han tienen peor salud, tanto física como
surgido una serie de estudios que se mental, que las que tienen empleo.
han centrado, más que en el número, Desventaja que parece desaparecer
en la calidad de los roles ocupados, cuando la ama de casa está muy sa-
encontrando que ésta es más relevan- tisfecha con su rol, aunque esto sólo
te en el estrés y la salud. parece darse en menos de la quinta
Barnett y Hyde (2001), tras una parte de ellas. Encontramos que la
revisión de las investigaciones, con- satisfacción con el rol es un factor im-
cluyen que, en general, los múltiples portante en la salud de la mujer, pero
roles son beneficiosos para mujeres y están más satisfechas con su rol labo-
hombres ya que implican factores po- ral las mujeres con empleos más cua-
sitivos tales como el aumento del in- lificados que las que tienen empleos
greso, apoyo social u oportunidades de tipo manual y que las amas de casa.
para tener éxito, pero también reco- Aunque no es fácil resumir en unas
nocen que hay ciertos límites tras los líneas un área tan compleja y prolífica,
que puede darse sobrecarga y males- en conjunto, los estudios sobre género
tar. Plantean que la calidad de los ro- y salud muestran la complejidad de las
les es más importante para la salud diferencias en salud entre mujeres y
que su número o que la cantidad de hombres e indican la relevancia de los
tiempo empleada en un determinado factores sociales, tanto en el surgimien-
rol ya que, aunque los múltiples roles to y desarrollo de tales diferencias como
ofrecen oportunidades de éxito, tam- en la salud de todas las personas.
bién pueden producir fracaso o frus-
tración, especialmente en el contexto REFERENCIAS
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Fecha de envío: Noviembre 24 de 2007


Fecha de aceptación: Enero 30 de 2008

Suma Psicológica, Vol. 15 N° 1: 75-94, marzo 2008, Bogotá (Col.)

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