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Sección: Humanidades Henri Lefebvre :

La vida cotidiana en el mundo


moderno

El Libro de Bolsillo
.Alianza Editorial
Madrid
Título original: La vie quotidienne dans le monde moderne Capítulo 1
Traductor: Alberto Escudero Presentación de una investigación y de algunos hallazgos

FAHCE ~ BIBHUMA
Nro. lnv... ..~Q~?-?.1-:- ..... ...
Sig. Top.~~~ ..~~f.i'"\~··
Fecha de Alta.~.: .. : .......
l. En medio siglo ...

Suponga usted que se encuentra delante de una colec-


ción de calendarios que abarca desde 1900 hasta hoy,
extrae uno de ellos al azar y resulta ser de un año de
principio de siglo. A continuación, cierra los ojos y, con
la punta de un lápiz, marca al azar un día. Resulta ser
el 16 de junio. Ahora quiere usted saber lo que sucedió
ese día, tan parecido a tantos otros, durante un año rela-
tivamente apacible y próspero, al menos en nuestro que-
rido Occidente y en nuestra querida y vieja patria. Para
ello irá a la Biblioteca Nacional y consultará la prensa.
Se encontrará con sucesos, accidentes, declaraciones de
los notables de la época, un montón de polvorientas in-
formaciones y noticias trasnochadas, indicaciones sospe-
© Editions Gallimard, 1968 chosas sobre las guerras y revoluciones del momento, etc.
© Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1972 No encontrará casi nada que le permita prever (o suponer
Calle Milán, 38; ·?'!; 200 0045
lo que las personas importantes, que han dejado huellas
Dep6sito legal: M. 29406- 1972
en lo que queda de ese día entre tantos otros, habían
Cubierta: Daniel Gil
previsto) lo que iba a suceder, lo que se estaba preparan-
Papel fabricado por Torras Hostench, S. A.
do, oculto en las profundidades del tiempo. Por otra par-
Impreso en Eosgraf, S. A., Dolores, 9, Madrid
te, tampoco encontrará gran cosa acerca de cómo ha vi-
Printed in Spain
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8 Henrí Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 9

vido ese _día la gente sin importancia: ocupaciones y se tratará más bien de la entrada de lo cotidiano en el
pr~o~upac10nes, trabajos y diversiones. Lo único que po- pensamiento y la conciencia por la vía literaria; es decir,
d~a mfo~n;arle acerca de lo que surgió en el centro de la por el lenguaje y la escritura? Después de la publicación
vtd~ c?tt~I~na durante esas horas serán la publicidad ( to- del libro, inmediatamente después de la jornada descrita,
davia mcipiente), los sucesos, las pequeñas informaciones ¿tendrá esa irrupción la misma resonancia que adquiere
marginales. para nosotros a tantos años de distancia de la desapari-
Ahora, inclinado sobre la prensa y los periódicos de ción del autor? ¿Acaso esa irrupción de lo cotidiano no
esa época, no del todo lejana, y sorprendido por familia- estaba anunciada ya en Balzac, Flaubert, Zola y tantos
res encabezamientos y por una disposición tipográfica de otros?
otro tiempo, puede soñar a gusto. ¿No habrá sucedido Antes de responder (y la respuesta que vendrá, lenta,
ese día alguna cosa esencial que no aparece en el in- pero segura, quizá contenga más de un elemento impre-
ventario? Puede imaginar que, en ese día un tal Ein- visto con respecto a las preguntas) aprovechemos la oca-
stein, completamente desconocido, en el lo~al de Zurich sión para recordar algunos rasgos de una obra que se
en _el 9-ue examinaba las patentes de invención y donde, eleva hasta el cenit de la celebridad, pero que se aleja
solttano, vagaba por la divisoria entre el delirio y la sin haber revelado todos sus secretos. Con Ulises esta-
razón, intuyó la relatividad. Nadie podrá impedirle pensar mos en los antípodas de la narración, que combina figu-
que ese día un deslizamiento imperceptible, pero irrever- ras estereotipadas, y también de la novela tradicional,
sible (una decisión, sin gravedad aparente, de un banque- que cuenta la formación de un individuo, la ascensión
ro o de un ministro), aceleró el paso del capitalismo de y el ocaso de una familia, el destino de un grupo. Lo coti-
concurrencia a un capitalismo diferente, y preparó el pri- diano aparece en escena revestido con lo épico: máscaras,
mer ciclo mundial de revoluciones y guerras. Incluso trajes y decorados. La vida universal y el espíritu del
puede imaginar que al principio del verano, bajo el sol tiempo se les adueñan y, al hacerlo así, les dan una am-
del solsticio y el signo de Géminis, en medio de los rui- plitud teatral. Todos los recursos del lenguaje van a uti-
dos habituales de un pueblo o de una ciudad nacieron lizarse para expresar lo cotidiano, la miseria y la riqueza.
niños destinados (pero ¿por qué razón?) a t~mar con- Y también todos los recursos de una oculta musicalidad
ciencia aguda del tiempo y de todas esas cosas. que no se separa de la escritura y del lenguaje literarios.
Así, pues, fue, y no fue por azar, que aquel día -un Enigmáticos poderes presiden: alrededor, por encima,
16 de junio de uno de los primeros años del siglo,-- por debajo de la profunda trivialidad de Bloom, está la
lo vivieran de ~orma privilegiada un tal Bloom, su mujer ciudad (Dublín); están la especulación metafísica y el
Molly y su amigo Stephen Dedalus, jornada que fue con- hombre laberíntico (Stephen Dedalus) y la sencillez de
tada despu_és minuciosa y detalladamente, hasta el punto los impulsos instintivos (Molly ). Están el mundo, la
de convertirse en el símbolo de la «vida cotidiana univer- historia y el hombre. Están lo imaginario, y el simbolis-
sal», según la expresión de Hermann Broch· una vida mo, y la escritura clarificadora. El empleo de todas las
imposible de aprehender en su finitud y en s~ infinidad potencias del discurso no se hace sin una doble disolución
que encierra el espíritu y el rostro «ya casi inconcebible>: del lenguaje literario y del lenguaje corriente. El inven-
de esa época, sacada del anonimato con cada una de las tario de lo cotidiano va acompañado de su negación por
facetas de lo cotidiano 1 por el relato de Joyce. el sueño, por lo imaginario, por el simbolismo; negación
No dejemos pasar esa irrupción de lo cotidiano en la que supone también la ironía frente a los símbolos y a lo
literatura sin examinarla con minucioso cuidado. ¿No imaginario. El objeto y el sujeto clásicos de la filosofía
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están ahí, pensados, concebidos. Es decir, que las cosas güístico: fiesta del lenguaje, locura de la escritura lite-
y las gentes en cuestión están pensadas y concebidas en raria.
función del objeto y del sujeto de la filosofía clásica. El tiempo, aquel tiempo con su fluidez y su continui-
y sin embargo, ese objeto y ese sujeto se modifican, se dad, su lentitud (llena de sorpresas y de suspiros, de de-
e~riquecen, se empobrecen. El objeto estático, simple, bates y de silencios, untuosa, monótona y diversa, aburri-
colocado ante nosotros (nosotros: el filósofo y su lector), da y fascinante), es el flujo heraclitiano sin rupturas,
se disuelve con la evocación de actos y de sucesos de otro sobre todo, entre lo cósmico (objetivo) y lo subjetivo.
orden. El objeto es un superobjeto: Dublín, la Ciudad La historia de un día engloba la del mundo y la de la
que comprende todas las ciudades; el Río, que compren- sociedad. Ese tiempo, cuya fuente no se desvela jamás,
de las aguas, y los fluidos, y la feminidad. En cuanto al se simboliza perpetuamente: la mujer y el río, unidos,
sujeto, se puede decir que es un Proteo, un conjunto de asociados, mezclados. Ana Llivia Plurabelle, amnis * Lif-
metamorfosis (un grupo de sustituciones). Este sujeto fey, Molly y la animalidad onírica del deseo en el semi-
ha perdido la imanencia-trascendencia sustancial de los sueño sin límites y sin puntuación.
filósofos, el «yo pienso que pienso que pienso ... » y se Tratemos, para preparar lo que sigue, de poner un poco
despliega en el monólogo interior. Durante esas veinti- de orden en estas indicaciones:
cuatro horas épicas en la historia de Ulises (Odysseus, a) Para este relato hay un referente, un lugar, un
Outis-Zeus, nadie-Dios, el hombre cualquiera en que lo conjunto tópico (y toponímico y topográfico): la Ciudad,
absoluto, lo anónimo y lo divino se identifican), el Yo al- Dublín, con su río y su bahía; no sólo marco privilegia-
canza al Hombre, y el Hombre deriva justamente a la tri- do, lugar de un momento, sino presencia mítica, ciudad
vialidad. concreta e imagen de la ciudad, Paraíso e Infierno, ltaca,
Lo que se despliega es la subjetividad, el tiempo. Con Atlántida, sueño y realidad en una transición perpetua
sus rasgos que provienen de las dualidades: lo humano en la que la realidad no cesa en un momento de ser hito
y lo divino, lo cotidiano y lo cósmico, lo aquí y lo en (y guarida)**. Esta ciudad es apropiada para los que
otra parte; pero también sus triplicidades: el hombre, habitan en ella; las gentes de Dublín han modelado su
la mujer y el otro; la vigilia, el sueño, el ensueño; lo tri- espacio y son moldeadas por él. El hombre inseguro que
vial, lo heroico, lo divino; lo cotidiano, lo histórico, lo parece errar por la Ciudad reúne los fragmentos y aspec-
cósmico. A veces «ellos» son cuatro: cuatro que pasan, tos dispersos de esta doble apropiación.
que son también los cuatro Ancianos, los Evangelistas, b) Las pluralidades de sentido (el literal, el propio
los Puntos Cardinales, las Dimensiones, los Jinetes del y el figurado, el analógico, el simbólico, el oculto, el
Apocalipsis. El tiempo es el tiempo del cambio. No el metafísico, el mítico o místico, sin contar el sentido úl-
de esta o aquella modificación local, parcial, sino el de timo e indescifrable, unido quizá a los enigmas del errar,
las transiciones y lo transitorio; el de los conflictos, el de la muerte y de la ausencia, así como las diferencias de
de la dialéctica y de lo trágico. En esa temporalidad que niveles en el discurso: el familiar, el histórico, el próxi-
tiene por símbolo al Río, lo real y el sueño no se separan. mo y el lejano, etc.) se perciben sin cesar. Los sentidos
El tiempo carece de estructura. La escritura capta el mun- coexisten. Joyce logra en forma excelente trenzar los sen-
do del deseo, y la narración es onírica en su cotidianidad
(justamente: en su cotidianidad). No hay nada combina- * En latín en el original = río.
torio. El relato de la imagen móvil de un día cósmico, ** El autor hace aquí un juego de palabras que no puede ser
vertido al castellano: repere ( et repaire) =hito (y guarida). (Nota
introduciendo al lector en una especie de carnaval lin- del traductor.)
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tidos tratar los temas al estilo de una fuga. La reserva cuando dos lavanderas, en el crepúsculo, cuentan la le-
pote~cial del lenguaje ~o se agota nunca. Alguien h~ pro- yenda del río, éste, de significado, pasa a ser significante.
puesto escribir los senudos sobre pen~agramas mus1cales, Todos los ríos del mundo afluyen y confluyen. Quizá
superponiéndolos como en ut;ta partitura .de or9uesta. podría discernirse el sistema simbólico de la feminidad,
Joyce trabaja sobre una .~a~ena: el lengua¡e ~scnto. ~a el de la ciudad, el del pensamiento metafísico (el Déda-
trabaja para hacerla pohfomca, para que reco¡a y aco¡a lo), el de los objetos usuales (el cigarro encendido en
el habla, para que el lector oiga por debajo de lo escrito, la oscuridad evoca el ojo del cíclope). No carecería de
a través del discurso escriturado, el habla del Sujeto y interés construir un conocimiento de lo cotidiano a partir
las múltiples connotaciones de la subjetividad. La musi- de esos simbolismos, pero no sin hacer notar que tal
calidad desborda incesantemente el carácter literal y pro- «ciencia» afecta a un periodo en el que los simbolismos
piamente escriturado. El trayecto melódico y la marcha conservaban mucho de su vigor, lo que quizá ya no ocu-
armónica determinan el fraseado, con transiciones obli- rre. En el caso de Joyce, en los inicios del siglo, cada
gadas (la vuelta a la dominante, designando por tal tanto conjunto de símbolos va unido a una temática, de la que
un símbolo como una palabra o un simple sonido repe- no es separable, pero de la que no está separado. Por el
tido). La escritura intenta atrapar esta profundidad in- contrario, el hombre quizá tiene por símbolo al pájaro
determinada; la musicalidad inherente al lenguaje o más profético: «Sé mi guía, querido pájaro. Lo que el pájaro
bien al habla es la polifonía, de la que sólo la orquesta ha hecho ayer, el hombre lo hará mañana: vuelo, canto,
puede apoderarse plenamente. Las connotaciones inter- acuerdo en el nido ... » Simbolismo optimista, el de una
pretan el papel sutil de los armónicos. El artista que tra- aurora, el de un principio de siglo.
baja sobre lo escrito (sobre la cosa escrita) no renuncia d) En segundo plano, bajo el tiempo vivido, coti-
a emplear conscientemente la polisemia, la polirritmia, diano y cósmico, hay en Jo yce una visión del tiempo
la polivalencia, la polifonía. Tenemos tres términos: la cíclico: tomada de Vico o, quizá, de Nietzsche. Lo co-
escritura, el lenguaje, el habla y, además, la totalidad tidiano se compone de ciclos y entra en ciclos más am-
musical que los une orgánicamente y los sobredetermina. plios. Los comienzos son repeticiones y renacimientos.
e) El devenir, sin embargo, no está completamente Ese gran río, el devenir heraclitiano, nos reserva sorpre-
a-estructurado. Hay en Joyce, y no sólo en Ulises, un sas. Nada en él es lineal. Las correspondencias desveladas
sistema o, más bien, sistemas simbólicos con remisión por los símbolos y por las palabras (y sus reapariciones)
coherente de uno a otro; coherencia muy bien disimulada tienen un alcance ontológico. Se fundan en el Ser. Las
bajo las angustias de la expresión, bajo los ultrajes infli- horas, los días, los meses, los años, los periodos y siglos
gidos a la gramática y las violencias al léxico. En todas se implican. Repetición, evocación, resurrección, son ca-
sus obras, Joyce toca como un virtuoso el instrumento tegorías de la magia, de lo imaginario y también de lo
constituido por las palabras haciendo juegos de palabras. real disimulado bajo la apariencia. Ulises es, verdadera-
Así como otros formalizan la relación significante-signi- mente, Bloom; Bloom revive a Ulises y la Odisea. Lo
ficado, este escritor, espontáneamente, la dialectiza. El cotidiano y lo épico se identifican como el Mismo y el
significante pasa a ser significado, y a la inversa. El acento Otro en la visión del eterno Retorno. Tanto como un
se desplaza. En tal conjunto, es el significante el que pre- místico o un metafísico, y en tanto que poeta, Joyce
domina; en tal otro, es el significado. Y ello para lograr recusa el puro acontecimiento. La cotidianidad se lo per-
tal o cual signo. Así, la feminidad se significa en el ele- mite. Salta de lo relativo a lo absoluto, sirviéndose de
mento fluido; tiene por significados el río, el agua. Pero esta mediación.
.1

14 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 15

«¿Por qué diablos toma usted como garantía y como lo fluido, de lo continuo, de lo transitorio, ¿no oís toda-
introductor a un escritor cuya obra se pierde en la bru- vía en Joyce una especie de sistema tonal? Fraseado claro,
ma luminosa, estival, de un tedio fastuoso? ¡Molly no vuelto a la tónica, tensión y luego reposo recuperado en
es la única en dormitar durante páginas y páginas! ... la cadencia, comienzos y fines, puntuación en profundi-
¿Cómo puede permitirse citar a un autor intraducible? dad (lo que comienza y lo que termina). ¿No sería ya
Para darse cuenta de lo que dice usted de él hace falta, comprensible? ¿Habrá caído Beethoven en el folklore?
seguramente, conocer bien la lengua inglesa. O mejor, ¿Y Wagner? ¡Qué es este neo-dogmatismo! ¿Nietzsche?
o peor, tan lejano como las kreisslerianas *, como Flo- Cierto, los tiempos parecen cambiados. ¿Un poco? ¿Mu-
restán y Eusebio, como la música del siglo XIX después cho? ¿Inmensamente? ¿Absolutamente nada? Ya lo ve-
de la armonía no total, después de los paquetes sono- remos. Joyce, Ulises, es lo cotidiano, presentado, trans-
ros de la música concreta, después de la música alaga- figurado, no por la irrupción de una luz y de un canto
rítmica y el empleo de la aleatoria, Joyce está marcado sobrehumanos, sino por el habla del hombre, o quizá
por su época. Volvía incierta la escritura por la perpe- sencillamente por la literatura. Si el autorizado interlo-
tua intervención de ese aquende y de ese allende, el cutor cuyas palabras acaban de exponerse tiene razón,
Sujeto. Nunca reducida al rigor de una dimensión, la es- más razón hay para decir lo que ha cambiado en medio
critura de Joyce y de sus contemporáneos remite al habla, siglo, si es lo cotidiano o el arte de presentarlo meta-
a la cual la musicalización extravía en lo indeterminado morfoseándolo, o las dos cosas, y lo que resulta del
acercando el discurso al canto. Joyce explota muy a fondo cambio.
el conflicto 'habla-escritura', próximo a las relaciones 'me- ¿Qué es lo que ha cambiado medio siglo más tarde,
lodía-armonía' y 'armonía-ritmo', pero muy distinto. Em- aproximadamente? No diremos nada nuevo a nadie si
plea todos los subterfugios, trucos, procedimientos: la recordamos que el Sujeto se ha esfumado, que ha perdido
media-palabra (con guiño), el retruécano, la falsa pleni- sus débiles contornos, que ya no parece ni siquiera una
tud verbal, el juego fonético, todas las lagunas del discur- fuente, ni siquiera un flujo. Y con él, y antes de él, el
so coherente por las que pretende hacer pasar otra cosa. carácter, el personaje y la persona. ¿Lo que prima? El
Pero ¿qué? ¿Eh? En el Zaratustra, y no en el Ulises, el Objeto. No en la objetividad (que no tenía sentido más
lenguaje se desborda, el discurso se supera apelando a la que para, por y ante el sujeto), sino según la objetalidad
musicalidad y al canto profundo, en lugar de reducirse y y casi como forma pura. Si quiero escribir hoy, quiero
de definirse sólo por el rigor sintáctico. Por eso Nietz- decir «escribir literariamente», tomaré un objeto cual-
sche se acerca a nosotros, mientras que Joyce se ex- quiera. Intentaré su descripción minuciosa; permanecien-
travía ... » do en el nivel de lo sensible, que tomaré voluntariamente
Quizá. Pero las estructuras simbólicas transportadas por lo concreto, voy a clasificar, inventariar, este objeto
en Joyce por el tiempo heraclitiano, ¿no aseguran por tomado de lo cotidiano: un cubilete, una naranja, una
sí mismas la inteligibilidad y la «traductibilidad»? Los mosca. ¿Por qué no esta gota de agua que se desliza por
conjuntos coherentes de símbolos pasan bastante bien el cristal? Puedo escribir una página, diez páginas, a pro-
de una lengua a otra, de una «cultura» a otra «cultura» pósito de esta gota. Va a representar para mí lo cotidiano,
(si es que la «cultura» existe, de ahí las comillas). Pueden eludiendo la cotidianidad; va a presentar el tiempo y el
desempeñar el papel de «universales». Bajo la apología de espacio o el espacio en el tiempo; va a convertirse en
mundo sin dejar de ser una gota que se desintegra.
* Composiciones musicales de Federico Kreissler. Hay muchas maneras de interpretar lo que todavía
16 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moaerno 17
se llama «le nouveau roman» (aparte de las considera- mento común los hace comparables y permite percibir
ciones sobre sus éxitos o sus fracasos, sobre el aburri- la distancia. En ambos libros, unas horas bastante breves
miento o el interés que inspira). Se puede reconocer en se ensanchan; el sueño y el recuerdo hacen encontrar la
él un esfuerzo metódico por crear una sintaxis literaria cotidianidad universal. En los dos, la mujer, el esposo.
racional, sacrificando deliberadamente lo trágico, el liris- Y el otro. Con símbolos y juegos de palabras. Sin con-
mo, la turbación, la dialéctica; persiguiendo una pura tar en la obra de Claude Simon, como en la de Joyce,
transparencia de lo escrito sobre el modelo del espacio. un Bloom o Blum, lo que hace pensar que la comparación
Estaríamos tentados de mostrar en la claridad «objeta!» no es tan arbitraria ni incompatible con la intención con-
lo que transforma la cosa en espectáculo, olvidando la fesada del autor moderno.
producción de las cosas. La certeza «objeta!» no proviene «Pues sí. .. », articuló Blum (y ahora estábamos acosta-
ni del sujeto como acto ni de la cosa como obra, sino dos en la oscuridad; es decir, superpuestos, amonto-
únicamente del lenguaje, cuyas estructuras se identifican nados hasta el punto de no poder mover un brazo o una
con lo «real». ¿Es que se cuenta siquiera una historia? p~erna. sin t.opar con. otro brazo u otra pierna, o más
Sin palabra subyacente, una historia ya no es una historia. bten sm pedtrles permtso; asfixiante, el sudor goteaba so-
El tiempo se niega en su exploración, y la simultaneidad bre nosotros; nuestros pulmones buscaban aire como
se consigue por vía de la pura escritura: la escritura peces fuera del agua; el vagón se para otra vez en la
en estado puro. Sin duda buscando la recurrencia perfec- noche; sólo se oía el ruido de las respiraciones; los pul-
ta, la ida y vuelta en el tiempo. Esta simultaneidad del mones se llenaban desesperadamente de espesa humedad
pasado, del presente y del futuro resuelve el tiempo en d.e esa ~:diondez que exhalan los cuerpos sudados, com~
el espacio y se logra más claramente en una película s1 estuvlesemos ya más muertos que los muertos puesto
que en un relato que todavía hoy se pretende «noveles- Y
~u~ éramos capaces de darnos cuenta de ello ... ). Blum:
co». Pero hace falta al menos que la materia de esta mvuado a be?er. Y yo: «Sí, era ... Escucha, parecía uno
elaboración formal se preste a ello: las cosas, las gentes, de eso~ anunctos ~e. una marca de cerveza inglesa, ¿sabes?
sus gestos, sus palabras. ¿Qué es lo que garantiza esta El patto de la vte¡a posada, con los muros de ladrillo
permanencia sin la apariencia del tiempo? ¡La vida coti- rojo_ oscuro, con las juntas claras y las ventanas de pe-
diana, sus estabilidades! La escritura cinematográfica o q~enos cuadrados, el marco pintado de blanco y la sir-
literaria toma como referencia la cotidianidad, pero di- vtenta que lleva el jarro de cobre ... »
simula con cuidado la referencia. La vela por el solo Bien. Volvamos a nuestras consideraciones sobre Ulises.
hecho de desplegar algunos de sus aspectos «objetales» a) No hay ya referente confesado, explicitado. El
o espectaculares. El escrito no conserva de lo cotidiano conjunto tópico, el lugar al que se refiere el autor, es
más que lo inscrito y lo prescrito. La palabra huye; sólo el lugar de una descomposición: un campo devastado
lo estipulado subsiste. por la ~uerra y 1~, lluvia, un cadáver absorbido por el
Más vale poner un ejemplo. Desde luego no será irre- suelo, smgular umon de cultura y naturaleza. El simbo-
batible. Para analizar según nuestro propósito la. escri- lismo s~. hace espacia~. Un solo punto fijo: el sitio, lugar
tura objeta!, la escritura del rigor formal, ¿a quién to- de }a. ft¡eza. ¿En que momento se sitúa el relato? ¿En
mar? ¿A un sabio exégeta? ¿A un autor? ¿A cuál? No que ttempo se desarrolla? El lector no necesita saberlo.
sin arbitrariedad, escojamos El camino de Flandes 2 • ¿Por Los recuerdos se centran en torno a ese lugar, que se
qué? Porque este relato tiene algo en común con Ulises, remonta a un pasado lejano, que simboliza y actualiza.
a pesar de la inmensa distancia que los separa. Ese ele- En el curso del relato, que adquiere un ritmo cíclico,
Henri Lefcbvre, 2
18 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 19

su destino hace dar vueltas a los hombres. Giran alrede- c3ita simula la palabra, hace la función de lo hablado.
dor de ese lugar; este girar los conduce hacia la muerte Es para ~xpurgarlo mejor o, si se prefiere, para exorci-
o a la captura por el enemigo. Es el que anula el tiempo, z~rlo me¡~r. «Reverso de la escritura», dice el comenta-
absorbe el cumplimiento de lo posible en la fijeza de lo nsta J. Rtcardou. Quizá, pero este reverso corresponde
ineluctable. p~nto por pun.to al anverso. ¿No es la esencia de la es-
b) El destino de los hombres se juega en un mundo entura, la escritura en estado decantado y purificado lo
no cotidiano: la guerra. Y, sin embargo, es lo cotidiano que el aut~r. «forja»? Esta literatura ha pasado po; la
lo que se evoca, no sin enmascararse como tal. El tiem- p~ueba punftcadora de la literalidad. Se le exige rigor.
po pasado, lo que ha sucedido antes del drama y el día Stm~la el habla, pero el habla ha desaparecido. Todo está
del destino, parecía tener un orden, una razón. Y, sin escnt? en un trayecto lineal. ¿Y el sentido el propio
embargo, la única razón, el orden y el sentido, consistía Y el ftgurado, .e~ analógico y el oculto? Han d~saparecido.
en preparar y manejar el drama. El orden contenía ya Todo .se expllClta. Los signos se distinguen en sus di-
su descomposición. La vida ordinaria parecía la envol- feren~ra~, . y ~us diferencias están enteramente dadas en
tura de lo extraordinario: erotismo, pasión, amor. Lo las stgmfrcact?nes,. ¿Una voz o varias voces? Es una
que sigue desvela la decepción. Lo extraordinario de lo voz blanca, sm .ttmbre. Voz blanca, escritura exacta y
cotidiano era la cotidianidad misma, por fin desvelada: p~ra. Como los mterv~los musicales establecidos por los
la decepción, el desencanto. El amor-pasión poco dife- dt~pasones. ¿Connotacwnes? ¿Armónicos? Sí, reconsti-
rente del amor-sin pasión, pasión que exaspera tanto la tUidos p~r medio de los d~~pasones. Con lo cual se supri-
falta como la ausencia que está obligada a colmar y de me ~a flmdez, la prolongacwn de los sonidos, lo ilimitado.
las que proviene. ¿Es que el género cool sustituye deci- El tlempo se recorta en contigüidades y discontinuidades
didamente al género hot de la época precedente? Eso ~n~es. de reabsorberse en la memoria y el destino, casi
está por ver. Sin pasión, la voz sin timbre del autor dice tdenttcos. Y aun los retruécanos están expuestos, anuncia-
la pasión, sus ilusiones, su falsedad. Imposible salir de lo dos, detallados. ¿No podría ser la Escritura en estado puro
cotidiano; los personajes que pretenden salir de él se su «gr~do cero», en la medida en que el cero es pura trans-
hallan apresados, atrapados. Esposos y amantes están parencta? Una analogía con lo atonal puede ayudarnos a
igualmente frustrados, engañados; unos en lo cotidiano, comprender. No hay una nota privilegiada (referente) y
los otros en lo no-cotidiano; el ciclo del engaño y de P.o~ tanto~ tamt:oc~ hay reposo. Hay fisuras, pero no p;in~
la frustración gira desde una época retenida por el re- c~p10s; dts~ontmmd.ad~s, pero no fines. Intervalos, pero
cuerdo (desde hace un siglo y medio, los relatos pasan sm actos m acontectmtentos propiamente dichos. Recuer-
de generación en generación). La evocación del tiempo dos, fra~es. El campo semántico ha cambiado. Ha perdido
anula la temporalidad. las tenswnes y distensiones alternas que deben correspon-
e) El único referente que subsiste es el lenguaje, der a l?s co.mtenzos ~ a los fines, actos o acontecimientos,
desde el momento en que el referente «real» se destruye a las sltuacwnes .na~l~nt~s o acabadas. Lo expresivo des-
a sí mismo por su verdad. La estructura que el autor ha apare~e ante lo stgmfrcattvo, en sí mismo materia de una
querido forjar es una estructura de lenguaje: la frase smtaxts muy elaborada. El ~amp<? se ha disgregado y re-
traduce la contigüidad y la discontinuidad, el orden y el estructurado
. (f , en . torno
. al la hterahdad , sin ambt'g"ue d ad n1·
desorden de las impresiones, las emociones, las sensa- pol1. oma, n~m1a, va encía, semía). El sentido de lo
ciones, los diálogos (que apenas lo son), las soledades, escnto .es decrrlo todo, todo lo que pueda escribirse
temas a los que se reducen los «personajes». La frase es- La escntura escucha la profundidad y no la tolera sin~
20 Henri Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno 21
transparente y perfectamente penetrada. No es ya la
trampa para capturar profundidades, sino su lugar por En el siglo XIX, el centro de la reflexión se desplaza·
excelencia. abandona la especulación para acercarse a la realidad
A lo largo de un trayecto balizado por obras desta- empí~ica .Y práctica, a los «datos» de la vida y de la
cadas nos hemos percatado, en un comienzo, del descu· consCienCia. La obra de Marx y las ciencias sociales en-
brimiento de lo cotidiano y de la expresión reveladora tonces nacientes, jalonan este trazado. Marx ha est~dia­
de su riqueza oculta. Al llegar hemos vuelto a encontrar do, entre otros «objetos», el marco social del capitalismo
lo cotidiano, percibido en forma bien diferente. El escri- de libre competencia, la vida real de los trabajadores y
tor lo indica, lo desenmascara, lo desvela, lo muestra su doble aspecto: actividad productiva, ilusiones a su-
como algo cada vez menos tolerable y de muy escaso perar.
interés; pero al mismo tiempo lo hace interesante por Sin embargo, fuera del positivismo y del pragmatismo
su manera de decirlo, de darle forma: por la escritura que pretenden abolirla, la filosofía continúa dominando
(literaria). Así, pues, este análisis saca a la luz las modi- esas investigaciones. Ella, y sólo ella, une las reflexiones
ficaciones en la cosa dicha y en la forma de decir. No fragmentarias y los conocimientos parcelarios. Imposible
entra en nuestro propósito aquí llevarlo más lejos y si- hacer abstracción de la filosofía como investigación sobre
tuar, a lo largo de este trayecto, el teatro contemporá- el hombre (esencia y existencia), sobre la consciencia (ver-
neo en Francia (Ionesco, Beckett, Dubillard), la novela dadera o falsa), sobre lo posible y lo imposible. No hay
(Marguerite Duras), la poesía (Ponge), el cine (Resnais, otra referencia para apreciar y conectar los elementos y
Godard), etc. Ni tampoco intentar la generalización de fragt?entos descubierto~. ¿Por qué? Porque la filosofía,
esa percepción. Nos basta con señalar la función meta- considerada en su con¡unto, en su totalidad, aporta el
fórica de la escritura (literaria) actual. Volveremos a en- pro~ecto de un «ser humano» libre, acabado, plenamente
contrar estos problemas, y varias veces, bajo distintos realizado, racional y real a la vez; en una palabra: total.
enfoques, a lo largo del camino. El «mundo» se ha desdo- Este proyecto, implícito en la mayéutica de Sócrates ha
blado en mundo de lo cotidiano (lo real, lo empírico, lo sido afinado, revisado, rebatido, desarrollado ador~ado
práctico) y mundo de la metáfora. La escritura meta- con adjunciones, redundancias e hipérboles d~rante cer-
fórica (o el mundo metafórico de la escritura) puede di- ca de veinte siglos. '
rigirse ya sea hacia la oposición simulada, la contestación Con rel?ció~ _a la filosofía, la vida cotidiana se presenta
ilusoria, ya sea hacia la autodestrucción de sí misma a como no-fdosofica, como mundo real en relación al ideal
través de la comedia de la locura (hacia el existencialis- (y a lo ideado). Frente a la vida cotidiana, la vida filosó-
mo o hacia Artaud). Lo cual es origen de nuevos desdo- fica se pretende superior y se descubre como vida abs-
blamientos. No es éste el lugar de examinar las orienta- tracta y ausente, distanciada, separada. La filosofía in-
ciones. tent? descifrar ~1 enigma de 1~ real y en seguida diag-
nostica su propia falta de realidad; esta apreciación le
es inherente. Quiere realizarse, y esta realización se le es-
2. Filosofía y conocimiento de lo cotidiano capa, huye; necesita superarse en tanto que vida filo-
sófica. ¿Vamos a dejar uno al lado de otro o uno frente
V amos ahora a atacar lo cotidiano por otro sesgo y a otro, al hombre de la filosofía y al hombre cotidiano?
a alcanzarlo siguiendo otro camino: partiendo de la fi- Tal cosa es imposible desde el punto de vista filosófico
losofía. puesto que la filosofía quiere pensarlo «todo», el mund~
y el hombre, y después realizarse. Es igualmente imp0 •
22 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 23

sible desde el punto de vista del hombre cotidiano, puesto consideración a través de una crítica de la filosofía. El
que la filosofía le aporta una conciencia y un testimonio concepto de cotidianidad no procede de lo cotidiano· no
decisivos, puesto que constituye la crítica, al mismo tiem- lo refleja; más bien, expresaría su transformación 'con-
po vana y radical, de lo cotidiano. templada como posible en nombre de la filosofía. Tam-
Cuando el filósofo pretende ser consumada razón, en poco procede de la filosofía aislada; nace de la filosofía
tanto que filósofo, entra en una vida imaginaria. Cuan- que reflexiona sobre la no-filosofía, lo que sin duda cons-
do quiere realizar las posibilidades humanas por sus pro- tituye su realización suprema en su propia superación.
píos medios, descubre que no tiene medíos para ello. ¿No será lo cotidiano tan sólo un grado inferior de
Cuando la filosofía se proclama totalidad definida y aca- la reflexión y de lo «vivido» en el que esas dos formas
bada, excluyendo lo no-filosófico, realiza su propia con- de la experiencia se confundirían, en el que todo lo que
tradicción y se autodestruye. se constata parece pertenecer al universo, en el que el
¿Vamos a separar definitivamente la pureza filosófica mundo se configura (y se desfigura) como la suma de las
y la impureza cotidiana? ¿Vamos a considerar lo coti- cosas? ¿Será tan sólo una interpretación de la experien-
diano como desechado, abandonado a su triste suerte por cia, interpretación a un nivel filosófico bastante bajo
la sabiduría? ¿Diremos que es la pantalla que impide a según la. cual el «mundm> y el «universo» aparecen com~
la profundidad luminosa irradiar sobre el mundo? ¿Di- un c?ntmente, como un vasto recipiente, como un mar-
remos que la trivialidad inevitable, envés y reverso del e? g1~an~e? ¿Sería, en fin, una colección de objetos fú-
ser, decadencia de la verdad, forma parte «en tanto que ttles, md1gnos de entrar en las esferas de la Fisis de lo
tal» de la verdad y del ser? O bien declaramos vana la Divino, de lo Humano profundo, temas serios de la filo-
filosofía, o bien se hace de ella la cabeza y el punto de sofía moderna? No dejaremos pasar ninguna ocasión de
partida de una transformación del mundo no filosófico protestar contra los filósofos que mantienen así la tra-
en la medida que el mismo se revela trivialidad, banali: dición filosófica y hacen de sus filosofías un dique;
dad práctica y práctica banal. prohíben todo proyecto de transformación de ese «mun-
Así, pues, queda abierto un solo camino: describir y do»; consagran la separación de lo fútil y de lo serio·
analizar .lo cotidiano a partir de la filosofía, para mostrar ponen definitivamente de un lado el Ser, la Profundi-
su duahdad, su decadencia y su fecundidad, su miseria ~a~I, la Sustancia, y del otro, los fenómenos, lo super-
y su riqueza. Lo que implica el proyecto revolucionario fiCial, las manifestaciones.
de una liberación que desgaje de lo cotidiano la actividad Lo cotidiano, considerado como conjunto de activida-
creadora inherente, la obra inacabada. des en apariencia ~odestas, como conjunto de productos
Por tanto, partimos de la filosofía, de su lenguaje, de y de obras muy diferentes de los seres vivos (plantas
sus conceptos más elaborados, pero distanciándolos de las animales que nacen de la Fisis, en la Naturaleza), n~
sistematizaciones especulativas para confrontarlos con el parece ser tan sólo lo que escapa a los mitos, los de la
mundo no filosófico, intentando superar simultáneamen- naturaleza, de lo divino y de lo humano. ¿No constitui-
te la alienación del filósofo y la alienación del no-filósofo rá una primera esf~r~ de sígnífíca~o, un campo en el que
privado de claridad conceptual, ciego y a tientas ence: se proyecta la actiVIdad productlva (creadora) saliendo
rrado en una existencia estrechamente limitada. El con- así ~1 .encuentro de n?:vas. creaciones? Este campo, este
cepto de cot~dianidad procede de la filosofía y no puede domm10, no se resumma m en una determinación (o so-
ent~nder~e sm ella. Desígn~ lo no-filosófico para y por
bredetermínación) de la subjetividad de los filósofos ni
la fllosofta. Pero el pensamH':Pt.O sólo puede tomarlo en en una representación objetiva (u objeta!) de objetos 'd¡¡-
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 25
24
sificados en categorías (ropa, alimentación, mobiliario, completo las cuentas con la antigua filosofía, si pode-
etcétera). Sería más que eso y otra cosa: ni una dirección mos tomar la filosofía como sistema de referencia para
de caída ni un bloqueo, ni un tope, sino un campo y un conocer lo que designa como no filosófico, entendiendo
relevo simultáneamente, una etapa y un trampolín, un que los dos términos (la filosofía y lo cotidiano no filosó-
momento compuesto de momentos (necesidades, trabajo, fico) tien;n por sentido la mutua designación, la recíproca
goce; productos y obras; pasividad y creatividad; me- y stmultanea superación .. ¿No admite esta posición re-
dios y finalidad, etc.), interacción dial~ctica tal q~e sería volucionaria una racionalidad inherente a la historia a
imposible no partir de ella para reahzar lo postble (la la socie.dad, al conjunto de las actividades y trabajos
parcelartos? ¿De dónde puede proceder esta racionali-
totalidad de los posibles). dad, explicitada por la filosofía, implícita en la cotidia-
En términos filosóficos, este discurso va dirigido a los
filósofos. El problema está en saber en qué medida una nidad? ¿De dónde nace, de dónde viene este sentido?
suma de presiones y determinismos (necesidades; tra- En el caso de Hegel, está claro: la racionalidad procede
bajos parcelarios; conocimientos fragmentarios; determi- de la R.azón, ?e la Idea, del Espíritu. En Marx y para
nismos biológicos, geográficos, económicos, histórico-po- el marxtsmo stgue estando bastante claro; la razón nace
líticos, etc.) puede todavía aparecer como un «mundo», de la práctica, del trabajo y de su organización, de la
obra de la libertad, perspectiva de una obra más alta de producción y de la reflexión inherente a la actividad crea-
esta misma libertad. Aunque el filósofo salte por encima d.ora tomada en toda su amplitud. Pero asignar un sen-
de esos fragmentos, esas determinaciones y presiones trdo (ese sen~i,do) a la «historia» y a la «sociedad», ¿no
para establecerse en su verdad, en nada habrá resuelto supone tambren hacerlas responsables del no-sentido de
el problema. A la alienación filosófica, verdad sin reali- las violencias sin nombre, de los absurdos, de los c~Ile­
dad, siempre seguirá correspondiendo la alienación coti- jones sin salida? Quien dice «responsable» dice «culpa-
ble». ¿A quién imputar la responsabilidad? Descubrimos
diana, realidad sin verdad. que la inocencia del devenir presupone su carencia de
La problemática (para continuar hablando a los filóso-
fos) se formula con claridad. Hay dilema. O bien ir más sentido. La hipótesis nietzscheana, es decir, el nihilismo
lejos que Hegel en el camino de la unidad entre la ra- con;o etapa y ?Iomento, como situación a superar, no
zón (filosófica) y la realidad (social), es decir, en el ca- esta, pues, ehmmada de antemano. Si se acepta la orien-
tac~ón hegeliana y marxista, esto es, la realización de lo
mino de la realización de la filosofía; dejar de aceptar
la separación de lo filosófico y de lo no filosófico, de ractonal a través de la filosofía, se desprende de ella el
a~álisis crítico de lo cotidiano. Si se acepta la hipótesis
lo superior y de lo inferior, de lo espiritual y de lo ma-
terial, de lo teórico y de lo práctico, de lo «culto» y de n.t;tzscheana de . una evaluación, de una perspectiviza-
lo inculto; enfocar a partir de ahí una transformación no cton, de un sentido decretado por encima del no-sentido
sólo del Estado, de la vida política, de la producción eco- de los hechos, el análisis y la transformación de lo coti-
nómica o de la estructura jurídica y social, sino también diano van unidos a ello: es un acto inaugural.
de lo cotidiano. O bien volver hacia la metafísica, hacia Aquí formulamos otros dilemas. O bien se dedica uno
la angustia y la desesperación de Kierkegaard, hacia ese (empl~an?~ sus ~nergías prácticas, aquellas de las que
nihilismo que Nietzsche quería superar; volver a los mi- todo mdtvtduo dtspone como ser social) a fortalecer las
tos y, finalmente, hacer de la filosofía misma el último instituciones, las ideologías existentes -el Estado o una
de los mitos cosmogónicos y teológicos. Iglesia, un .sistema filosófico o una organización políti-
Tendremos que examinar si esta posición ajusta por ~a- y al uempo se consagra a consolidar lo cotidiano
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 27
26
sobre lo cual se establecen y se mantienen es~s «sup~res­ continúan el pensamiento hegeliano volviéndolo contra sí-
tructuras» 0 bien se dedica a «cambiar la vtda». Dtcho mismo. Si la filosofía se realiza, ¿por qué habría de ser
de otra m~nera: o bien se erigen como absolutos, c~mo la filosofía hegeliana, y no la totalidad de la filosofía,
ideas platónicas, las instancias qu.e se lev~ntan por e?c.Ima liberada, por fin, de los accidentes y las superfluidades
de lo cotidiano pretendiendo regirlo, o bzen se relativizan desde Platón a Hegel? ¿Por qué iba a suceder tal cosa
esas entidades (Estado, iglesias, culturas, etc.), se re~haza en el sistema monárquico constitucional? ¿Y por qué el
su sustancialización (descubrir en ellas la sustanCl.a, el «sujeto» de esta realización, su soporte o su portador,
ser oculto de la realidad humana), se las menosprecia, se habría de definirse por la clase media y la burocracia del
valora lo que ellas desprecian, aquello sobre lo q\'e. gra- Estado? ¿No interviene la clase obrera en una historia
vitan, considerándolo como un resid~o: lo c~tldiano. que continúa?
O bien se trabaja para aplastar ese residual, o bz.en se le Estos textos aclaran el destino del hegelianismo y no
considera como lo irreductible, como el ~ontem~o pre- se aclaran sino en este contexto 3 • No hay que confun-
cioso de las formas abstractas y de las diferencias con- dirlas con aquellos en los que Marx atribuye al proleta-
cretas. O bien se pone uno al servicio de las «causas», riado a la vez la negación absoluta y la capacidad incon-
o se ayuda a la humilde razó~ de lo cotidia~~· dicional de crear algo nuevo en el transcurso de una dis-
¿Estamos presentando aqui. a la apro?,aclOn del lec- continuidad radical de la historia. Estos últimos añaden
tor, 0 a su escepticismo, una mterpretacwn de Marx. Y a los primeros algunas afirmaciones un poco rápidas.
del pensamiento mar;x:ista? No: Nos,otros (:1 at~:or) .m- Detengámonos con algo más de calma en esta encruci-
terpretamos la histon~ de la hl~soha, la sltuac~on fll?- jada a la que hemos (el autor y los que siguen su razo-
sófica v teórica a med1ados del siglo XIX. La tesis segun namiento) llegado. Miremos el país y el paisaje. Exami-
la cuat" la filosofía no permanece como filosofía, la con- nemos los obstáculos a franquear, a flanquear. Detrás de
templación no se contenta con contemplar y la especula- nosotros se halla el camino de la filosofía y la ruta de
ción no se conforma con alcanzar una totalidad abstracta, lo cotidiano. Nos encontramos en el lugar en que se cru-
se encuentra en Hegel como tesis de la reali~ación de la zan. Unas montañas los separan, a pesar de que la filo-
filosofía. Para éste, la coincidencia (la identidad) de lo sofía haya seguido una ruta dominante, echando una mi-
real y lo racional no está ni ~u_mplida ~i acabada; no rada desde lo alto hacia la cotidianidad. Ante nosotros,
es tampoco ideal, ni futura, m mdetermmada. Sorl?ren- un camino mal abierto, sotos y matorrales espinosos,
de a la historia en el momento que produce esta un~dad. pantanos.
La aprehende en su determinación doble ~ una, ract?nal En resumen, declaramos la vida cotidiana objeto de la
y real, filosófica y política, t~óric~ y práctica. ¿El ~ngen filosofía, precisamente en tanto que no filosofía. Decreta-
de esta tesis? Se remonta mas leJOS y su emergencia po- mos incluso que, como tal, es el objeto filosófico. Al
dría descubrirse en el racionalismo cartesiano: Para Heg7l, hacer esto separamos la filosofía de sus objetos tradicio-
su razón filosófica no es teoría de u~a reahdad J?fee.~ts­ nales. Ante lo que nosotros permanecemos ingenuamen-
tente Se realiza en el Estado en vias de const1tuc10n, te filosóficos, el hombre cotidiano se encuentra perdido,
bajo ~u mirada, con .su ~yuda. El sistema fil?sófico-p~lí­ trabado, atado con mil nudos, enfrentado a mil coaccio-
tico pone fin a la htstona revelando. su senud,o ?o solo nes minúsculas. Al mismo tiempo, según el caso, puede
como sistema filosófico, sino como sistema practico (po- arriesgarse, sabe ganar y perder. La certeza que busca
lítico) del Derecho y del Estado. el filósofo no tiene nada en común con la seguridad con
Los textos de Marx sobre la realización de l4 fi/()JOfía líl que sueña el hombre cotidiano; en cuanto a la aven-
28 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 29

tura filosófica, sólo tiene peligros espirituales; el filó- Bajo este esquema no disimulamos intenciones más
sofo pretende encerrarse en su especulación, y no lo con- inquietas, sino más inquietantes. Se trata, por ejemplo,
sigue. El hombre cotidiano se encierra en sus propieda- de explorar lo repetitivo. Lo cotidiano, en su triviali-
des, sus bienes y sus satisfacciones, y a veces lo lamenta. dad, se compo?e de r7p~ticiones: ~estos en el trabajo y
Está, o parece estar, más próximo a la naturaleza que el fuera del trabaJo, movimientos mecanicos (los de las ma-
sujeto de la reflexión o de la cultura. Y mucho más la n?s y .I?s ·del cuerpo, y también los de las piezas y los
mujer cotidiana: más capaz de cólera, de alegría, de pa- dtsposltlvos, rotación o ida y vuelta), horas, días, semanas,
sión y de acción, más cercana a las tempestades, a la sen- ~eses, años; repeticiones lineales y repeticiones cíclicas,
sualidad, a los lazos entre la vida y la muerte, a las ri- tiempo de la naturaleza y tiempo de la racionalidad, et-
quezas elementales y espontáneas. Pero ¿es eso cierto c~~era. El estu~io de }a activ~dad creadora (de la produc-
o falso, aparente o real, superficial o profundo? cwn en el senttdo mas amplio) conduce hacia el análisis
En este sentido, para el filósofo que ha adquirido y de .la. reproducción, es decir, de las condiciones en que las
aprendido la actitud filosófica (contemplación, especu- actlvtdades pr~ductoras de .objetos o de obras se repro-
lación), la vida cotidiana posee ese algo misterioso y ducen ellas mtsmas, recomienzan, reanudan sus relacio-
admirable que escapa a los sistemas elaborados. Los filó- nes constitutivas o, por el contrario se transforman por
sofos se extrañan de esa vida cotidiana, más que de nin- modificaciones graduales por saltos:
guna otra cosa de la naturaleza o del arte. ¡Cuántas ve- La. t~?ría de! devenir se encuentra con el enigma de la
ces han puesto en evidencia cómo el primer filósofo pro- repettcton. El mmenso flujo del tiempo heracliteo en la
fesional, aquel que no escribió, Sócrates, sólo hablaba naturaleza y el cosmos, en la historia, en la vida indivi-
de cosas ordinarias para iniciar el diálogo filosófico: de dua.! y social, esa temporalidad inagotable cuya visión
cacharros con el cacharrero, de zapatos con el zapatero! tuv~eron algu.n?: de los más grandes filósofos, ¿no ocul-
¿Volverá a encontrar la filosofía este asombro ingenuo t~~a la r7pett7wn. fundamental? La imagen, la imagina-
y anunciador ante la cotidianidad? Quizá. De cualquier cton, .lo tmagmarto, p~recen hundirse y prolongarse en
modo, oscilará entre el desdén y la admiración. el fluJO temporal; y, sm embargo, la esencia de lo ima-
Si nos alejamos de la filosofía, si nos establecemos en ginario se sitúa quizá en la evocación, en la resurrección
la metafilosofía, no es para liquidar el pasado filosófico. ?el pasado; es decir, en una repetición. Esta acercaría la
No se trata aquí de la actitud positivista que se opone a tmage!l ~1 recuerdo, y lo imaginario, a la memoria y al
la actitud especulativa. Para realizar la razón de los filó- con?ctmtento, del cual los filósofos desde el principio
sofos, para definir la unidad «racional-real», ampliamos supteron que comportaba reminiscencia y reconocimiento
la filosofía y preguntamos al filósofo el modo de empleo (de sí mismo en la reflexión, del otro en el concepto,
de los conceptos, sin perjuicio de modificar esas reglas del ser en la certeza). Imagen, memoria, conocimiento
e introducir otros conceptos. No olvidemos que se trata, ¿no . recupera? ~sí una unidad rota, una convergenci~
hasta cierto punto, de una mayéutica: ayudar a lo cotidia- perdtda? Nadte tgnora que el psicoanálisis ha puesto el
no a dar a luz una plenitud presente-ausente en él. Por acento. ~?bre la eficacia mórbida de la regresión, de la
otra parte, la situación ha cambiado bastante desde Só- reapattcion de un trauma y también sobre la eficacia te-
crates y la razón en la ciudad griega. De lo que se trata rapéutic~ ?; la reaparición _l~cida. ¿Qué sucede, pues, con
es de producir un hombre nuevo; el concepto de la la repettcton? ¿Es lo cotidiano una de sus variantes 0
mayéutica no podrá escapar a la confrontación con las el lugar en que se une? ¿Puede quizá responder a una
ideas de mutación y revolución. de las preguntas que lega la filosofía a la metafilosofía:
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo mod.!rno
30
«Cómo confrontar la visión del devenir, visión que :'a sido constituida en arte, en conocimiento, en técnica mu-
desde Heráclito hasta Hegel y Marx, y el ~echo cruCial sical, gracias a la teoría de los acordes, a su repetición,
de la repetición? ¿Cómo resolver el conflicto entre la a su inversión, a la recurrencia de los intervalos y se-
teoría heraclitea del Otro perpetuo que. topa_ contra la ries, y esta teoría forma una lógica, a la vez general y es-
repetición y la teoría parme?idea de la Idenu_d_ad Y d~l pecífica, que permite una sintaxis, forma que domina el
Mismo inmutables, que se disuelve en la -~ov1hdad um- devenir, su contenido (hasta que se agoten la armonía
versal? ¿Hay lugar para establecer un dialogo entr~ la clásica y la armonía no clásica, el sistema tonal y su diso-
línea Heráclito-Hegel-Marx y la línea que part7 de Onen- lución, la atonalidad).
te y concluye en Nietzsche, línea de pens~m1ento. d~ la Si existe una relación entre la música, de un lado, y la
que Heráclito también forma parte? ¿Sera 1?, cot1~1ano filosofía, el arte, el lenguaje, de otro, ¿no existe también
el lugar en donde se produc_e esa conf~ontacwn? cCon- cierto vínculo entre la música y lo cotidiano? ¿Revela
tendrá el criterio que perm1ta descubnr el secreto del la música la esencia oculta de lo cotidiano, o bien, por
enigma o la indicación de una. verdad _má~ ,alta?» el contrario, compensa la trivialidad y la superficialidad
La reflexión sobre el lenguaJe, culmmacwn ~e una lar- de lo cotidiano sustituyéndolo por el canto? ¿No será
ga reflexión sobre el Logos (unida a la esenCia de este la unión entre la vida «profunda» y la vida «superfi-
Logos), marca el pensamiento moderno. Este exa~n7n del cial»? Y si antaño las ha reunido, ¿puede todavía esta
lenguaje, de la lectura y de la escritura como actividades unidad encontrar lugar, razón y momento, dada la esci-
ligadas al lenguaje, deja un poco 7n la ,sombra una larg_a cisión, que se acentúa hasta llegar a ser «estructural»,
meditación que acompaña a. la fll_oso~Ia desde su naci- entre lo cotidiano y lo no cotidiano, dada la agravación
miento. Mucho antes de las mvest1gaci?r:es sobre el le~­ de la pobreza cotidiana? ¿No pueden plantearse pre-
guaje se ha intentado comprender ~a mus1ca. _Pero la mu- guntas parecidas, las de la diferencia y las de la especifi-
sica es movilidad, flujo, temporalidad; y, sm em~argo, cidad, a propósito de muchos otros «objetos»: arquitec-
se fundamenta en la repetición. Todo cant~ com_umcable tura, pintura, danza, poesía, juego?
y comunicado, con mayor :az~n cuand? _esta escnto, pue- Desde los primeros teóricos de la música y de la refle-
de recomenzar. Toda musicalidad deflmda sobre el co~­ xión, desde Pitágoras, sabemos que hay dos «aspectos»,
tinuum sonoro puede repetirse. Tod~ ~e~odía va hacia dos «lados» (estas palabras gastadas han perdido toda
un fin (cadencia) que puede ser el pnne1p10 de la reanu- riqueza de connotación, e incluso la retórica filosófica
dación, así como la tónica al final.~e una o~tay~ cortada no ha logrado reavivarlas): el número, el drama. Los
en intervalos (gama) marca tamb1en el pru~clpio de la músicos pudieron enseñar a los filósofos a expresar este
octava siguiente. Hay repetició~ de los motivos, de l?s enigma: en la música todo es número y cantidad (los
temas, de las combinaciones de mtervalos en ~a ~elod1a. intervalos, los ritmos, los timbres), y todo es lirismo, or-
En la música y por la música hay un resurgun~ento de gía o sueño. Todo es vital y vitalidad y sensibilidad, y
las emociones y de los sentimientos desaparecidos, un todo es análisis, precisión, fijeza. Sólo los más grandes
recuerdo de los momentos acabados, una evocaciór: de supieron mantener estos dos «aspectos». El número: todo
las ausencias y de las existencias lejanas. Com~ ~? lo Ima- se cuenta, se mide. ¿Cómo asignar límites a la numera-
ginario, como en el arte en genera!. La rel?e~tcwn de l~s ción, fronteras al cálculo, barreras a las matemáticas? Im-
octavas sobre la escala de los somdos deflmdos, la um- posible. Los límites se desplazan. Si erigís una muralla,
dad en la diferencia, la relación e~tre el número, y la dais al matemático el aire victorioso de héroe que trans-
calidad, son inherentes a la armoma. Esta armoma ha grede. Y, sin embargo, aparece el drama. Ante el nú-
32 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 33
mero, hay lo no aprehendido por él, lo cercado, pero que gía, la sociología, la historia. Ciencias parcelarias, cier-
se escapa, el residuo, lo irreductible. Siempre está ahí. tamente, pues fragmentan esa enorme realidad que deja
Retrocede, parece poca cosa: nada, la «nada». Acercaos fuera la filosofía. Es a esos sabios a quien pertenece lo
y se trata del infinito ante vuestra finitud, el océano ante real. De ellos y de sus trabajos es de donde puede salir
la playa. ¿La ciencia y la «cientificidad»? Eso no es la unidad de lo real y de lo racional, a través de la frag-
«nada»: un pólder conquistado al mar por medio de mentación. ¿Con qué derecho pone usted en primer pla-
diques, de canales, de barcos, de máquinas de bombear, no, a plena luz, esa entidad que es lo cotidiano? ¿Qué
de lagos, de combates contra las mareas. Y los bruscos ~s? Es lo económico, o lo psicológico, o lo sociológico, ob-
asaltos del temporal. El cientificista declara que el resi- ¡etos y campos particulares que hay que aprehender por
duo no tiene interés. Pedantería ridícula: se oculta el métodos y procesos específicos. Es la alimentación, la
horizonte. Ese «residuo» es lo que la ciencia conquista, ropa, el amueblamiento, la casa, la vivienda, la vecindad,
el conocimiento del mañana. Si el residuo no es infinito el entorno. Llame a eso 'cultura material' si quiere, pero
e infinitamente precioso, ¿qué hará el sabio? Su suerte no confunda, no meta todo en el mismo saco. Su inven-
está unida a la del poeta, aunque lo ignore. El drama: tario, su demografía de los objetos, no son más que un
todo es drama, vida y muerte, fracaso o victoria. Puedo capítulo de una ciencia más amplia. La obsolescencia de
contar los agonizantes, puedo cronometrar la agonía, y no las cosas y su esperanza de vida no son más que un caso
sé lo que es el sufrimiento, lo que es la nada. El residuo particular de envejecimiento. ¡Por mucho cuidado que
es el lugar de las conquistas, de las creaciones, de las ponga usted en estudiar las significaciones de las cosas
victorias. Negar el número y la ciencia es lo propio del -los muebles, los alimentos, los trajes- está condena-
filósofo tradicional, la locura del metafísico. Afirmar que do a poner el acento sobre el drama, a pronunciar un
el residuo no puede reducirse y que la palabra y el can- discurso lírico, explicando al sabio por qué usted tiende
to encuentran en él su patria es lo propio y la razón de a eliminar las ciencias competentes!»
la civilización. ¿Y lo cotidiano? Todo se cuenta en él. Este interlocutor, cuya intervención resume muchas
Porque todo está contado: dinero, minutos. Todo está de las objeciones a nuestro proyecto, formula argumen-
numerado en metros, kilogramos, calorías. No sólo los tos serios: los argumentos del serio, del positivo del
objetos, sino también los vivientes y pensantes. Hay una científico. Vamos, pues, a responderle con seri~dad:
demografía de las cosas (que mide su número y la dura- «·¿Por qué una ciencia particular, tal como la historia o
ción de su existencia) del mismo modo que hay una de- la economía política, no ha de aportar su contribución
mografía de los animales y de las personas. Y, sin em- al estudio de la vida cotidiana? ¿Y por qué este estudio
bargo, esas gentes nacen, viven y mueren. Viven bien no se ha de establecer en el campo de una cierta ciencia,
o mal. En lo cotidiano ganan o no ganan su vida, en un momentáneamente privilegiada, como, por ejemplo, la
doble sentido: no sobrevivir o sobrevivir, sobrevivir tan sociología? Pero vayamos más lejos. Usted parece de los
sólo o vivir plenamente. Donde se goza o se sufre es en que abandonan el relativismo científico y erigen la cien-
lo cotidiano. Aquí. Y ahora. tificidad en absoluto. Debe ya conocer las dificultades
El interlocutor va a interrumpir este discurso. Acumu- con las que tropiezan esas ciencias parcelarias cuya com-
la argumentos. ¡Cómo no ha de tenerlos! «¿La rea- petencia y jurisdicción defiende. ¿Cuál es su status?
lidad no filosófica? ¿La vida real? Es aquello de lo que Nunca se ha sabido si fijan sus objetos y campos de es-
se ocupan las llamadas ciencias humanas o sociales desde tudio en una totalidad, que por esa misma razón se hace
hace más de un siglo: la economía política, la psicolo- irreductible a sus particularidades, o si lanzan una luz
Henri Lefebvre, 3
34 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 35

particular sobre una realidad global. Al elegir. como pun- de los hechos? Nótese bien que aquí no transformamos
to de partida la cientificidad, está usted destmado a ne- la escasez en una cualidad explicativa de la historia y
crarla a tal o cual ciencia; por ejemplo, en el nombre de todavía menos en una teoría económica, la tomamos
la lingüística, considerada como prototipo del rigor. cien- como un dato explicativo de actitudes. ¿Estaría libre el
tífico retira usted esta propiedad soberana a la psicolo- objeto de semejante ciencia de intenciones sospechosas?
gía, a' la historia, a la sociología. Olvida 9ue e~as discipli- ¿Tendría la positividad que le atribuyen los especialistas
nas como se dice sólo tienen una existencJa relativa, interesados? ¿Hay que creer sin más a los especialistas?
unida por un lado ~ acciones prácticas y por otro a i.deo- Las tentativas de las llamadas ciencias «humanas» no se
logías, que incesantemente intentan ya sea consolidar, desembarazan fácilmente de un coeficiente ideológico;
ya sea decantar. Estas ciencias nacieron .en el m~mento contienen ideologías. De este modo, el sociólogo Dur-
en que el hombre (si este «sujeto» le disgusta.' digamos kheim definía la realidad social por la coacción y se creía
el pensamiento) quiso y creyó superar el destino, ad~,e­ defensor de la libertad. A través de esas contradicciones
ñarse de la realidad, dominar sus leyes. Tal pretension (¿con qué derecho los especialistas, y tan sólo ellos, evi-
racional no es enteramente falsa. Las ciencias parcelarias tarán toda contradicción?) las ciencias parcelarias buscan
pretenden ser operativas, y lo son. Vea~os más de cerca una racionalidad más alta, aunque en conflicto con la ra-
cómo. Poseen métodos, conceptos, objetos, sectores y cionalidad limitada de la sociedad existente o con sus
campos de estudio. ¿En qué condiciones los de~erminan? absurdos legalizados e institucionales El estudio de la
No olvidemos que el «hombre» y el «pensamiento» no vida cotidiana ofrece un terreno de encuentro a las cien-
han saltado de golpe del destino ciego a la libertad. La cias parcelarias y también alguna cosa más pone de ma-
vida social, en el siglo xrx, con la época ind~strial, supera nifiesto el lugar de los conflictos entre lo racional y lo
lentamente las condiciones que la han dommado durante irracional en nuestra sociedad, en nuestra época. Deter-
milenios: la penuria la dominación incierta y ciega de mina así el lugar donde se formulan los problemas de
las leyes naturales. ¿No hay una larga transición entre la producción en sentido amplio: la forma en que es pro-
este estado y el estado contrario y nuevo al que aspira la ducida la existencia social de los seres humanos, con las
razón? La escasez no desaparece de un golpe un buen transiciones de la escasez a la abundancia y de lo pre-
día. Ciertos bienes, que responden a necesidades elemen- cioso a lo depreciado. Este análisis crítico sería un es-
tales, dejan de ser escasos en ,una parte. del ~lobo, ~n los tudio de las coacciones, de los determinismos parciales.
países industriales. Otros, mas necesarios, siguen siendo Aspira a dar la vuelta a este mundo en el que los deter-
escasos. Además, surgen nuevas escas:ces y .no hemos minismos y presiones se consideran racionales cuando el
terminado de hablar de ellas: el espacio, el tiempo, los sentido y la meta de la razón han sido siempre dominar
deseos o el deseo. ¿No implicarían esas ciencias que los determinismos. Liberar las virtualidades de lo coti-
usted menciona una práctica, la del aprovechamiento de diano, ¿no supone restablecer los derechos de la apro-
las condiciones existentes, la repartición de la escasez, piación, este rasgo característico de la actividad creadora
antigua y nueva, distribución desigual. y todavía inj~s.ta gracias al cual lo que procede de la naturaleza y de la
bautizada con bellos nombres: coacciOnes, determmls- necesidad se cambia en obra, en «bien», para y por la
mos, leyes, racionalidad, cultura? Este. reparto injusto actividad humana, en libertad? ¡El conocimiento ra-
de la escasez, realizado durante largos siglos en nombre cional siempre ha tenido por objeto las condiciones exis-
del derecho, ¿no se está realizando hoy en nombre tentes, sin por ello aceptarlas y ratificarlas, confiriéndo-
de la racionalidad y de la cientificidad, del conocimiento les certificado de cientificidad! La actitud que valora las
36 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 37

coacciones contiene de hecho una ideología bajo el aspec- mente discernibles en los espectáculos que da el mundo
to de racionalidad y de ciencia. Nos disponemos a refu- llamado moderno y en el espectáculo de sí, que se da a
tar esta ideología. Y a mostrar, al término de esta presen- sí mismo. Ahora bien, cada uno de ellos, lo cotidiano y
tación no dos absolutos o dos entidades, sino dos con- lo moderno, marca y enmascara al otro, lo legitima y lo
juntos' de hechos ligados y correlativos: la ~otidiani~ad compensa. La vida cotidiana universal de la época, según
y la modernidad. Esta aureola y vela a a~~ella; la. Ilu- la expresión de Hermann Broch, es el envés de la mo-
mina y la oculta. Son las dos caras del espmtu del ttem- dernidad, espíritu del tiempo. Sus aspectos o facetas son,
po. A lo cotidiano, conjunto de lo insignificante (unidos en nuestra opinión, tan importantes como el terror ató-
entre sí por el concepto), responde y corresponde lo mo- mico y la conquista del espacio. ¿No serán acaso soli-
derno conjunto de signos por los que esta sociedad se darios? Ya lo veremos más adelante. Son las dos caras
distin~ue, se justifica, y que forma parte de su ideología. de una realidad tan sorprendente como la ficción: la
¿Va usted a negar la modernidad en nombre de la cien- sociedad en la que vivimos. Una de ellas no es siempre
tificidad? Preferirá anexionada y presentar su ciencia o el significante, y la otra, el significado. Las dos caras se
su «cientificidad» como la encarnación de lo moderno. significan recíprocamente. Según el punto de partida y
Contra esta pretensión, argumentamos la aparición si- la marcha del análisis que los descubre, cada una de ellas
multánea de estas dos «realidades» solidarias, tan pode- es significante y significado. Hasta llegar a este análisis,
rosas como poco conscientes antes de haber formado par- no hay más que significantes flotantes y significados
te del lenguaje y del concepto: la cotidianidad, la ~o­ sueltos. No se sabe bien qué lugar se ocupa en este
dernidad. Para poder definirlas y entender sus relaclO- mundo. Estamos engañados por múltiples espejismos al
nes tendremos que interrogar a los hechos, incluidas atribuir nuestros significados a significantes evanescen-
las personas y sus discursos. ¿Se trata de esencia? ¿De tes, imágenes, objetos, palabras, y nuestros significantes,
sistemas de significaciones implícitas o explícitas? ¿O de a los significados, declamaciones y declaraciones, propa-
conjuntos de hechos no significativos precisamente hasta ganda por la que nos significan lo que debemos creer y
su elaboración por el pensamiento, hasta la reflexión? ser. Si dejamos pasar por encima las nubes de signos,
Lo importante es hacer notar desde ahora su simultanei- en la televisión, en la radio, en el cine, en la prensa, y
dad y su relación. Lo cotidiano es lo humilde y lo sólido, si nos apropiamos de los comentarios por medio de los
lo que se da por supuesto, aquello cuyas partes y frag- cuales nos enseñan el sentido, nos convertiremos en las
mentos se encadenan en un empleo del tiempo. Y esto víctimas pasivas de la situación. Si introducimos algunas
sin que uno (el interesado) tenga que examinar las ar- distinciones, por ejemplo, la de la cotidianidad y la mo-
ticulaciones de esas partes. Es lo que no lleva fecha. Es dernidad, la situación cambia; nos convertiremos en el in-
lo insignificante (aparentemente); ocupa y preocupa y, térprete activo de los signos.
sin embargo, no tiene necesidad de ser dicho, ética sub- Comprenda, pues, lector, interlocutor, que no tiene de-
yacente al empleo del tiempo, estética de la decoración lante una guía de un nuevo género, destinada a condu-
del tiempo empleado. Lo que se une a la modernidad. cirle por el láberinto de los instantes y de las cosas, de
Por ello hay que entender lo que lleva el signo de lo las necesidades y de las satisfacciones. No es un tratado
nuevo y de la novedad: el brillo, lo paradójico, marcado del buen uso de la modernidad y de la cotidianidad lo
por la tecnicidad o por la mundanidad. Es lo audaz que se le ofrece aquí. Ni un manual de espabilamiento.
(aparentemente), lo efímero, la aventura que se procla- Este tipo de guía, ese manual, ese tratado, podría escri-
ma y se hace aclamar. Es el arte y el esteticismo difícil- birse; pero no es ese nuestro propósito. Y, por otra
38 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 39

parte, el autor no intenta tanto arreglar razonablemente


lo cotidiano como transformarlo. Sería sorprendente que 3. Primera etapa, primer momento 4
nos quedásemos (lector, autor por un instante asociado)
en este frente a frente, en este díptico: modernidad- ¿De qué se trata, pues? De una investigación bastante
cotidianidad. Ahora un tercer término aparece en el hori- amplia enfocada sobre los hechos desdeñados por los fi-
zonte: lo racional, o si se prefiere, lo razonable. ¿A quién lósofos o arbitrariamente separados por las ciencias so-
pertenece la razón en lo cotidiano, en lo moderno? ¿Cuál ciales. Los especialistas de las ciencias parcelarias recor-
es la relación entre lo racional y lo irracional? Esta tan los hechos cada uno a su manera; los clasifican según
pregunta, ya planteada en varias ocasiones, nos arrastrar.á categorías a la vez empíricas y abstractas; los atribuyen
hacia nuevas investigaciones y descubrimientos: consi- a sectores diferentes: sociología de la familia, sicología
derar y reconsiderar lo imaginario, sus funciones y su lu- del consumo, antropología o etnología extendidas a las
gar. El camino conducirá quizá la reflexión hacia otros sociedades contemporáneas, descripción de los hábitos y ·
términos: la ciudad, por ejemplo (diríamos la urbani- los comportamientos. Dejan a los técnicos -publicistas,
dad o lo urbano si no temiésemos multiplicar esos «tér- planificadores- la tarea de componer y fabricar una
minos» que designan conceptos, pero que se deslizan cohesión con el rompecabezas de los fragmentos. O bien
hacia entidades o esencias). desdeñan los hechos cotidianos como indignos del cono-
Nos falta, para terminar esta introducción, presentar cimiento: los muebles, los objetos y el mundo de los ob-
excusas. Es demasiado evidente que se trata, sobre todo, jetos, el empleo del tiempo, los hechos diversos, los
de la vida cotidiana en Francia. ¿Es igual en todas par- anuncios de los periódicos. De este modo se unen a los
tes? ¿Es diferente, específica? ¿No imitan hoy los fran- filósofos llenos de desprecio hacia lo «Alltaglichkeit».
ceses, no simulan, bien o mal, el americanismo? ¿Dón- El proyecto, en su formulación inicial, es que estos
de se sitúan las resistencias, las especificidades? ¿Hay, a hechos, en apariencia informes, entren a formar parte del
escala mundial, homogeneización de lo cotidiano y de lo conocimiento y agruparlos no arbitrariamente, sino se-
«moderno»? ¿O existen diferencias crecientes? Está cla- gún unos conceptos y una teoría. ¿Acaso muchos de los
ro que estas preguntas forman parte de nuestra proble- pasos adelante en el conocimiento no han sido debidos
mática. Las plantearemos lo más agudamente posible. a la «recuperación», por y en el pensamiento reflexivo,
No podremos responder de manera satisfactoria. Un es- de hechos bien conocidos y, sin embargo, mal apreciados,
tudio comparado exigiría un conocimiento extremada- dispersos, a la vez familiares y desdeñados, apreciados
mente avanzado de diferentes países, de diferentes so- según «valores», es decir, según ideologías rebatibles:
ciedades, de diferentes lenguas. Si este conocimiento fal- el trabajo (Marx), el sexo (Freud)? Tales intentos captan
ta, se cae en una banal psicología de los pueblos (Volker- lo aparentemente insignificante y le dan sentido. ¿No
psychologie). Evocamos el horizonte de la investigación, es lo cotidiano la suma de las insignificancias?
sabiendo que nos tendremos que parar al avanzar hacia Ese intento supone una actitud crítica. Es imposible
este horizonte. Lo importante es avanzar y encontrar algo, aprehender lo cotidiano como tal aceptándolo, «vivién-
no quedar hambriento en una búsqueda sin fin ... » dolo» pasivamente, sin tomar distancia. Distancia crítica,
contestación, comparación; todo ello va junto. Si hu-
biera un sistema (social, político o metafísico) que acep-
tar, si la verdad obedeciera al principio de «todo o nada»,
si ese sistema a la vez real y verdadero impidiera la dis-
40 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 41

tanda crítica, no podríamos ni siquiera captarlo. Nos- se compromete a privarse del humor o la ironía, a per-
otros (ustedes igualmente) estaríamos inmersos en él manecer en la «seriedad» considerada como atributo de
esencialmente, existencialmente, con la razón y el len- la cientificidad. Se pone en entredicho, poniendo en en-
guaje. No existiría posibilidad de una conciencia diferen- tredicho a otros más, sus actitudes, su seriedad o su falta
te, ni siquiera de una conciencia. O bien lo conocería- de seriedad.
mos desde el nacimiento del conocer, o bien se nos Este método, que llega a proposiciones concernientes
escaparía para siempre. La "Vida cotidiana, distinta del a la globalidad social, se opone evidentemente al empi-
conocimiento, del arte, de la filosofía, ¿no es la prueba rismo, a la recopilación interminable de hechos o de pre-
de la inexistencia de tal sistema? ¡O bien existe y todo tendidos hechos. No hay hechos sociales o humanos que
está dicho, o bien se escapa y entonces todo está por no tengan un lazo de unión (conceptual, ideológico o teó-
decir! Por otra parte, si este sistema unitario, exclusivo, rico), como no hay grupos sociales que no estén reuni-
acabado, no existe, es difícil deslindar conocimiento e dos en un conjunto por medio de sus relaciones. Tratán-
ideología. El análisis crítico de lo cotidiano revelará unas dose de lo cotidiano, se trata, pues, de caracterizar a la
ideologías, y el conocimiento de lo cotidiano incluirá una sociedad en la que vivimos, que engendra la cotidianidad
crítica ideológica y, por supuesto, una autocrítica per- (y la modernidad). Se trata de definirla; de definir sus
petua. cambios y sus perspectivas, conservando de los hechos
Este intento, a nuestro juicio, no separa la ciencia de aparentemente insignificantes algo esencial, ordenando los
la crítica. Será simultáneamente polémico y teórico. Ade- hechos. La cotidianidad no solamente es un concepto,
más, en tanto que reflexión sobre una realidad parcial sino que puede tomarse tal concepto como hilo conduc-
de la vida social -la cotidianidad-, pero porque consi- tor para conocer «la sociedad». Y esto, situando lo coti-
dera reveladora esta realidad parcial, el análisis no po- diano en lo global: el Estado, la técnica y la tecnicidad,
drá prescindir de tesis e hipótesis sobre el conjunto de la cultura (o la descomposición de la cultura), etc. 5• Esta
la sociedad. Lo mismo sucede en cualquier investigación es, en nuestra opinión, la mejor forma de abordar la
teórica. Tarde o temprano se integra en una concepción cuestión, el camino más racional para aprehender nuestra
general de la sociedad, «del hombre» o del mnndo. Si sociedad y definirla penetrándola. ¿No vale más, no es
no se parte del conjunto y de lo global, lo que parece más racional proceder así que dar largos rodeos que nos
metodológicamente correcto, se acaba por llegar a ello; desvíen? El más singular y, sin embargo, el más popu-
a menos que se quede voluntariamente al nivel de lo lar de estos rodeos es la etnología. Para comprender el
parcial, de los hechos y los conceptos mal unidos teóri- mundo moderno es preciso pasar por los Bororos o los
camente (por una teoría). La crítica de la vida cotidiana Dogons. Por lo visto, tenemos que extraer del estudio
implica, pues, concepciones y apreciaciones a escala del de estas poblaciones los conceptos de cultura, de estruc-
conjunto social. Nos conduce a ello. No puede dejar de tura. Ni aquí ni en ninguna otra parte negaremos el inte-
unirse a variables estratégicas: a una estrategia del co- rés de estas investigaciones. Lo que rebatimos es la po-
nocimiento y de la acción. Sin embargo, esto no significa sibilidad de llegar por este camino al conocimiento de
que los trabajos teóricos y prácticos hagan abstracción nuestra época, de nuestro tiempo, de nuestra sociedad.
completa de la individualidad, la del autor o la del lector. El rodeo no es más que una forma de abandonar, de huir.
El autor asume una responsabilidad personal en esta se- Nietzsche tenía mucha más amplitud de miras que este
rie de operaciones. No echa sobre ningún otro las im- romanticismo etnológico cuando se remontaba hasta las
plicaciones y los riesgos, incluso el riesgo de error. No fuentes de nuestra civilización, sin llegar al judeo-cristia-
42 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 43

nismo, en Grecia (presocrática) y el Oriente (Zoroastro). gares y las capas sociales. Dicho de otra manera, las for-
La investigación realizada de este modo se distingue mas las funciones las estructuras de las cosas, no esta-
de aquellas que constituyen una colección bien conocida: ban ' ni disociadas ni ' confundidas. Se prestaban a un nu-,
la vida cotidiana en las diversas épocas. Varios volúme- mero considerable, quizá ilimitado, de variaciones (in-
nes de esta colección son notables en tanto que permiten ventariables, por cierto). Una determinada UJ?-id~~ de la
comprender de qué manera tal sociedad, en tal época, forma, de la función y de la estructura, const1tmra el es-
no tuvo vida cotidiana. Entre los incas o los aztecas, en tilo. Para comprender las sociedades pasadas (y. p~ra :o-
Grecia o en Roma, un estilo marcaba los menores deta- nocer nuestra sociedad) no es recomendable m d1soc1ar
lles: gestos, palabras, instrumentos, objetos familiares, la casa, el mobiliario, la ropa, la alimentación, clasificán:
vestidos, etc. Los objetos usuales, familiares (cotidianos), dolos según sistemas de significaci.one.s separa~as, m
no habían caído todavía en la prosa del mundo. La prosa reunirlos en un concepto global y umtano; por eJemplo,
del mundo no se separaba todavía de la poesía. Nuestra el de cultura. Por añadidura, desde la generalización del
vida cotidiana se caracteriza por la nostalgia del estilo, mercado (el de los productos y el de los capitales) todo
por su ausencia y su búsqueda apasionada. No tiene es- cambia, cosas, gentes, relaciones, marcados por este ca-
tilo, no logra darse un estilo, a pesar de los esfuerzos rácter dominante que reduce el mundo a su prosa ..
por utilizar los estilos antiguos o instalarse en los restos, Escrita poco después de la liberación de Franela, ~
ruinas y recuerdos de estos estilos. A tal grado llega esta principio de 1946, la Introduction a la critique de la vze
carencia que se puede distinguir, hasta oponerlos, estilo quotodienne 7 se resiente. de los sucesos ~el m~mento.
y cultura. La colección consagrada a la vida cotidiana Entonces se estaba reconstituyendo en Franela la v1da eco-
embarulla y confunde los conceptos, al no poner de ma- nómica y social. Muchos creían construir una nueva so-
nifiesto la especificidad de lo cotidiano después de la ge- ciedad mientras que trabajaban para restablecer, un poco
neralización de la economía mercantil y monetaria que modificadas las relaciones sociales antiguas. Esta obra
sigue a la instauración del capitalismo en el siglo XIX. comporta u'na interpretación del pensamiento marxista,
En este momento y de esta forma crece la prosa del mun- sobre la cual hace falta volver. Esta interpretación re-
do hasta invadirlo todo, los textos, lo que se escribe, chaza, por un lado, al filosofismo y, por otro, al econo-
los objetos y los escritos, hasta expulsar a la poesía hacia micismo. No admite que la herencia legada por Marx se
otros lugares. reduzca a un sistema filosófico (el materialismo dialéc-
Nuestro análisis se ha distinguido desde el principio tico) o a una teoría de economía política. Al volver a
de las investigaciones sobre la vida y la cultura materia- las fuentes a saber, a las obras de juventud de Marx
les. Para el historiador que no se contenta con fechar los (sin olvida; El Capital), el término producción adquiere
acontecimientos, es importante saber lo que la gente un sentido amplio y fuerte. Este sentido se desdobla. La
comía, cómo se vestía, cómo amueblaban sus casas según producción no se reduce a la fabricación d.e, productos.
los grupos, las clases sociales, los países, las épocas. La El término designa, por una parte, la creac10n de obras
historia de la cama, del armario, del ajuar, es del mayor (incluidos el tiempo y el espacio sociales), es decir,. }a
interés 6 • Sin embargo, lo que a nosotros nos interesa es producción «espiritual», y, por otra parte, la produccwn
saber que el armario del campesino (desde que los cam- material, la fabricación de cosas. Designa también la pro-
pesinos tuvieron armarios) no estaba desprovisto de es- ducción por sí mismo del «ser humano» en el curso de
tilo, que los objetos más usuales y más sencillos (reci- su desarrollo histórico. Lo que implica la producción de
pientes, vasijas, escudillas, etc.) diferían según los lu- relaciones.. sociales. En fin, tomado en toda su amplitud,
44 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 45

el término abarca la reproducción. No sólo hay reproduc- interminables y bizantinas trataban sobre la eficacia de
ción biológica (que compete a la demografía), sino tam- las superestructuras.
bién reproducción material de las herramientas necesarias La Introduction a la critique de la vie quotidienne
para la producción, instrumentos y técnicas, y, además, toma partido en estas discusiones. Los conocimientos na-
reproducción de las relaciones sociales. Hasta que una cen a nivel de las superestructuras en relación con las
desestructuración las rompe, las relaciones sociales inhe- ideologías. Por lo tanto, son eficaces: la ciencia inter-
rentes a una sociedad se mantienen, pero no por inercia, viene en la producción material. ¿Qué es una ideología?
pasivamente. Son reproducciones en el seno de un mo- Esta mezcla de conocimientos, interpretaciones ( religio-
vimiento complejo. ¿Dónde sucede este movimiento, esta sas, filosóficas) del mundo y del conocimiento y, final-
producción cuyo concepto se desdobla, o más bien se mente, de ilusiones, puede llamarse «cultura». ¿Qué es
desmultiplica, de tal forma que comprende la acción so- una cultura? Es también una praxis. Es una forma de
bre las cosas y la acción sobre los seres humanos, la repartir los recursos de la sociedad y, en consecuencia,
dominación sobre la naturaleza y la apropiación de la na- de orientar la producción. Es una forma de producir en
turaleza de y por «el ser humano», la praxis y la el sentido pleno del término. Es una fuente de acción y
poiesis? Este movimiento no se realiza en las altas esfe- de actividades ideológicamente motivadas. El papel ac-
ras de la sociedad: el Estado, la ciencia, la «cultura». tivo de las ideologías debía, pues, reinsertarse en el es-
Es en la vida cotidiana donde se sitúa el núcleo racional, quema marxista para enriquecerlo en lugar de empobre-
el centro real de la praxis. Tal es la afirmación funda- cerlo al reducirlo al filosofismo y al economicisrno. En la
mental, o si se quiere el postulado teórico de esta intro- noción de «producción» vuelve a aparecer el sentido
ducción. Tratérnoslo de otra manera. ¿Qué es una socie- pleno del término: producción por el ser humano de su
dad? Es, en primer lugar, según el análisis marxista, una propia vida. Además, el consumo reaparece en el esque-
base económica: trabajo productor de objetos y de bie-
nes materiales, división y organización del trabajo. En
segundo lugar es una estructura: relaciones sociales es-
¡'

'1
ma, dependiente de la producción, pero con unas media-
ciones específicas: las ideologías, la cultura, las institu-
ciones y organizaciones. En el esquema revisado hay
tructuradas y estructurantes a la vez, determinadas por feed-back (equilibrio momentáneo, provisional) en el in-
la base y determinando unas relaciones de propiedad.
i terior de unas relaciones de producción determinadas
f
Finalmente tenernos las superestructuras, que comprenden ¡ (las del capitalismo) entre producción y consumo, entre
unas elaboraciones jurídicas (códigos), unas instituciones \ estructuras y superestructuras, entre conocimiento e ideo-
(el Estado, entre otras) y unas ideologías. Este es el es- logía. Queda sobreentendido, por una parte, que la cul-
quema. Ahora bien, la interpretación generalmente admi- tura no es una efervescencia vana, sino activa y especí-
tida reducía la superestructura a un simple reflejo de la fica, unida a una forma de vivir, y por otra parte que
base. Corno los niveles superpuestos (base, estructura, 11 los intereses de clase (ligados estructuralmente a l~s re-
superestructura) no podían quedar sin relación, el pro- laciones de producción y de propiedad) no bastan para
blema se resolvía cómodamente reduciendo los niveles asegurar el funcionamiento de la sociedad en su conjunto
superiores a no ser sino la expresión o el reflejo de la tal corno funciona. La vida cotidiana se define como lu-
base económica. Esta reducción recibía un nombre filo- g~~ social de este. feed-back. Este lugar desdeñado y de-
sófico: el materialismo tomado de una forma dogmática cisivo aparece ba¡o un doble aspecto: es el residuo (de
(y muy poco dialéctica). El esquema llegaba a ser inapli- todas las. actividades determinadas y parcelarias que pue-
cable por estar groseramente simplificado; discusiones den considerarse y abstraerse de la práctica social) y el
Fienri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 47
46
producto del conjunto social. Lu.g~r de equilibrio .e.s las organizaciones competentes, de una reorganizacron
también el lucrar en que se mamflestan los deseqm.h- de la sociedad según los «valores» del trabajo y de los
brios amenazadores. Cuando los individuos, en la socie- trabajadores. Se le ofrece un modelo en el cual la pro-
dad así analizada ya no pueden continuar viviendo su ducción interpreta el papel esencial, en el que la racio-
cotidianidad ento~ces comienza una revolución. Sólo en- nalidad social adquiriría la forma de una vasta promo-
tonces. Mie~tras pueden vivir lo cotidiano, las antiguas ción social de los trabajadores y de una planificación eco-
relaciones se reconstituyen. nómica. En la práctica social, inmediatamente después
Esta concepción «revisionista» o «derechista», en rela- de la liberación, la sociedad existente en Francia cons-
ción con los esquemas dogmáticos, acarrea en verdad una tituye todavía un todo (económico-socio-político-ideológi-
actitud política extremista ( «izquierdi~t.a» ). En lugar de co), a pesar, o más bien en razón, de las luchas encarni-
reconstruir la sociedad francesa en cnsis y de pretender zadas: controversias, combates políticos. Esta totalidad
el poder en calidad de líder de la r;~onstitución, ¿~10 se- aparece (o reaparece) amenazada, pero virtualmente ple-
ría mejor utilizar esta profunda cnsis para «cambiar de na. La segunda «liberación>>, la transformación social
vida»? que seguirá en breve plazo a la liberación política (la
A pesar de esta gran ambición -en seguida frustra- victoria sobre el opresor extranjero), esta liberación será
da- la crítica de la vida cotidiana lleva la marca de su el advenimiento de aquel todo. El proyecto y la expec-
fech;. En ese momento histórico ( 1946) el «hombre.» se tación coinciden en un momento histórico. Ahora bien,
definía todavía, según la opinión general, en FranCl~ ~1 este momento no llegará, jamás tendrá lugar, por el con-
menos, por la actividad productiva y creadora. Existla trario, se aleja; el pensamiento lo evoca ya con dificul-
un «consensus» implícito o explícito con respecto a ~sta tad. En tal situación, en este giro de la historia y en la
determinación. Es cierto que el acento se coloca dif~­ perspectiva que se anuncia, es cuando la alienación toma
rentemente sobre los distintos componentes de la actl- un sentido profundo. Arranca a lo cotidiano su riqueza.
vidad creadora, y en esta acentuación s.e manifiestan ideo- Disimula este lugar de la producción y de la creación hu-
logías de clase. Algunos, e~ Franela, con.servan una millándolo, recubriéndolo bajo el falso esplendor de las
ideología de rentistas y considera!l el traba¡o con c?n- ideologías. Una alienación específica cambia la pobreza
descendencia, sobre todo el traba¡o manual. Otros, It?- material en pobreza espiritual, impidiendo desgajar la
pregnados de ideologías religiosas, descubren el traba¡o riqueza de las relaciones constitutivas del trabajo creador
insistiendo en la labor, en el esfuerzo y en el dolor. Va- en contacto directo con la materia y la naturaleza. La
rios grupos ponen el acento sobre la actividad intelectual alienación social transforma la conciencia creadora (en
(en 1946 todavía no se dice «cultural», o se dice muy la que se incluye los fundamentos que la creación artís-
poco). A pesar de las ~o.ntroversi~s sobre la naturaleza tica encuentra en la «realidad») en una conciencia pasiva
y la esencia de la «creativida?», exrste un acue~d_o. Gene- y desdichada.
ralmente se atribuye al traba¡o tanto un valor etrco como En la misma época, escritores y poetas deseaban tam-
una importancia práctica. Mucha gente quiere todavía bién recobrar o volver a descubrir las verdaderas rique-
«realizarse» en su profesión, en su oficio. Muchos, pró- zas. ¿Dónde las buscaban? En la naturaleza y en lo ima-
ximos al pueblo, obreros u «obreristas», atribuyen al ginario, en una pureza ficticia de lo imaginario o del con-
trabajo manual una eminente dignidad. En esta creencia, tacto con lo original. El surrealismo, el naturalismo, el
la clase obrera encuentra justificación para su conciencia cxistencialismo, cada uno en su dirección, ponían entre
de clase. Une a ella el proyecto político, elaborado por paréntesis lo <<real» social, con las posibilidades inheren-
48 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 49

tes a la realidad. La exploración crítica de esta realidad del hombre. Las.provisiones en especies, en semillas, en
próxima y desconocida, lo cotidiano, estaba ligada, pues, conservas, constituyen un fondo que se despilfarra a
a un humanismo. No sin relación con el clima de la libe- veces en el torbellino de la Fiesta. En cuanto a la clase
ración, la crítica de la vida cotidiana pretendía renovar ?brera,_ vive al día. No sabe y no puede prever. La mu-
el viejo humanismo liberal, reemplazarlo por un huma- ¡er recibe la mayor parte o la totalidad del salario. En-
nismo revolucionario. El objetivo de este humanismo no ~rega a su ma~ido pequeñas cantidades para sus peque-
era una retórica y una ideología a ciertas modificaciones nos placeres, siempre que él se comporte como un buen
en las superestructuras (constituciones, Estado, Gobier- esposo y ella como una buena ama de casa. La mujer
no), sino «cambiar la vida». proletaria gasta sin discutir los precios. No regatea. Paga
Recordemos cierto número de constataciones que desde lo marcado, lo que se le pide. Por orgullo y por humil-
hace veinte años han caído en la trivialidad sociológica dad los p_roletarios no ahorran. Conservan de sus oríge-
y periodística. En 1946, la vida cotidiana no difería, y nes agrariOs, y a su vez la transmiten cierta afición al
sigue sin diferir, según las clases sociales, sólo en fun- buen vivir (l_a buena cocina) y un sentido de Fiesta que
ción de la cifra de los ingresos, sino por la naturale- ha d;saparecido ya en la pequeña burguesía y en la bur-
za de los ingresos (modo de pago: por hora, por mes, guesta.
por año, etc., según se tratara de salarios, retribuciones, Este era el contenido «sociológico» de la Introduction
honorarios, rentas), por la gestión de los ingresos, por la ~ la crftiqu_e de la vie quotidienne. El libro, sin embargo,
organización. La clase media y la burguesía consiguen tba mas le¡os, buscando lo global -la totalidad- en lu-
una mayor racionalidad. El padre de familia, dicho de gar de detenerse en los detalles, en las diferencias entre
otro modo, el marido o el esposo, en estas clases, dispo- grupos y clases sólo a nivel de sentido común.
ne del dinero; entrega a su mujer las sumas necesarias De allí resultaba una especie de díptico fuertemente
para el mantenimiento de la familia; el excedente lo de- contrastado:
dica a la acumulación. Si no acumula, si no ahorra, si Primer tablero: miseria de lo cotidiano) las tareas fas-
quiere gozar en lugar de invertir, entra en conflicto con tidiosas, las humillaciones, la vida de la clase obrera la
su conciencia, su familia y su sociedad. La familia bur- vida de la mujer sobre la que pesa la cotidianidad.' El
guesa clásica ahorra e invierte en valores más o menos niño y la infancia eternamente repetidos. Las relaciones
seguros, más o menos rentables. El buen padre constitu- elementales con las cosas, con las necesidades y el dine-
ye un patrimonio o lo aumenta; lo transmite por he- ro? así como con los comerciantes y las mercancías. El
rencia, aunque la experiencia muestra que las fortunas remo del número. La relación inmediata con el sector
burguesas se disuelven a la tercera generación y única- no dominado de lo real (la salud, el deseo, la espontanei-
mente el paso a la gran burguesía evita la catástrofe. dad, la vitalidad). Lo repetitivo. La supervivencia de
La mujer (la esposa) está encargada del consumo, fun- la penuria y la prolongación de la escasez: el dominio
ción cuya importancia no ha cesado de crecer, pero que de la ~~onomía, de la abstinencia, de la privación, de la
en la fecha considerada ( 1946) era aún limitada. represwn de los deseos, de la mezquina avaricia.
Los campesinos han vivido y viven todavía durante Segundo tablero: grandeza de lo cotidiano la continui-
este periodo en una economía natural o cerrada. Dispo- dad; la vida que se perpetúa, establecida sobre este sue-
nen de poco dinero; la gestión se divide en el reino lo; la práctica desconocida, la apropiación del cuerpo
de la mujer: la casa y sus dependencias (el jardín, el del espacio y el tiempo, del deseo. La morada y la casa~
corral, etc.), y en el de la explotación, que es el dominio El drama, irreductible al número. El latido trágico de
Henrt Lefebvre, •
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50 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 51

lo cotidiano. Las mujeres: su importancia (agobiados de un renacimiento de la Fiesta en una sociedad doble-
«objetos» de la historia y de la vida social, y, sin em- mente caracterizada por el fin de la penuria y por la
bargo, «sujetos» esenciales, cimientos, fundamentos). La vida urbana. La Revolución desde este momento (vio-
creación de un mundo práctico-sensible a partir de los lenta o no violenta) cobra un sentido nuevo: ruptura de
gestos repetitivos. El encuentro de las necesidades y de lo cotidiano, restitución de la Fiesta. Las revoluciones
los bienes; el goce, más raro aún que los bienes, pero pasadas fueron fiestas (crueles, pero ¿no hay siempre
potente. La obra y las obras (la capacidad de crear una un lado cruel, desenfrenado, violento en las fiestas?).
obra a partir de lo cotidiano, de su plenitud y de su va- La posible Revolución pondrá fin a la cotidianidad al
cío -la posibilidad de hacer de la vida cotidiana una encumbrar de nuevo, brusca o lentamente, la prodiga-
obra, por los individuos, los grupos, las clases). La re- lidad, el derroche, la explosión de las obligaciones. La Re-
producción de las relaciones esenciales, el feed-back ya volución no se define, pues, tan sólo en el plano econó-
mencionado entre la cultura y la actividad productiva, mico, político o ideológico, sino más concretamente por
entre el conocimiento y las ideologías, el lugar de naci- el fin de lo cotidiano. En cuanto al famoso periodo de
miento de las contradicciones entre estos términos, el transición, adquiere también un nuevo sentido. Recusa
lugar de las luchas entre los sexos, generaciones, grupos, lo cotidiano y lo reorganiza para disolverlo y transformar-
ideologías. El conflicto entre lo apropiado y lo no apro- lo. Pone fin a su prestigio, a su racionalidad irrisoria, a la
piado, entre lo informe de la vida subjetiva y el caos oposición de lo cotidiano y de la Fiesta (del trabajo y
del mundo (de la naturaleza). La mediación entre estos del ocio) como fundamento de la sociedad.
términos y, en consecuencia, el intervalo hueco en el Veinte años después es posible resumir, dilucidándo-
que surgen, en estado incipiente, los antagonismos que los, los proyectos y las intenciones de este libro. Estos
estallan en los niveles «superiores» (instituciones, super- veinte años han iluminado la obra a la vez que mostra-
estructuras) ... ban sus ingenuidades. No hay que olvidar que acababa
En esta orientación se plantea una cuestión impor- de terminar el Frente Popular y la Liberación, que, en
tante, el problema de la Fiesta. El juego (lo lúdico) no efecto, tuvieron el aire de fiestas gigantes. La ruptura
es más que un caso particular, un aspecto de la Fiesta. de lo cotidiano formaba parte de la actividad revolucio-
La Crítica de la vida cotidiana ponía en evidencia el naria y, sobre todo, del romanticismo revolucionario.
origen campesino de la Fiesta y la degeneración simultá- Luego, la Revolución traicionó esta esperanza al con-
nea del Estilo y de la Fiesta en la sociedad en la que se vertirse ella también en cotidianidad: institución, buro-
establece lo cotidiano. El Estilo se degrada en cultura, cracia, organización de la economía, racionalidad pro-
la cual se escinde en cultura cotidiana (de masas) y alta ductivista (en el sentido estrecho de la palabra produc-
cultura, escisión que la arrastra hacia la fragmentación ción). Ante tales hechos me pregunto si la palabra «re-
y la descomposición. El arte no puede ser considerado volución» no ha perdido su sentido.
como una reconquista del Estilo y de la Fiesta, sino sólo Revelar la riqueza oculta bajo la aparente pobreza de
como una actividad cada vez más especializada, una pa- lo cotidiano, desvelar la profundidad bajo la trivialidad,
rodia de Fiesta, un adorno de lo cotidiano que no lo alcanzar lo extraordinario de lo ordinario, sólo estaba
transforma. Sin embargo, la Fiesta no desaparece com- claro y quizá sólo era verdadero, si nos basábamos en la
pletamente de la cotidianidad: reuniones, banquetes, vida de los trabajadores, poniendo de manifiesto, para
festivales, aunque no poseen la antigua grandeza, son exaltarla, su capacidad creadora. Era mucho menos claro
agradables miniaturas de ella. Esta motiva el proyecto y mucho más rebatible si nos basábamos en la vida ur-
Henrí Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno
bana, comparándola a la del campo y a la de los pue-
blos. Resultaba aún más rebatible basarse en la vida día. El ascenso de las masas (que no impide su explota-
familiar, a pesar de la miseria y la grandeza de la femi- ción), la democracia (idéntica observación), significan el
nidad sacrificada. ¿Dónde se hallaba exactamente la in- fin de los grandes estilos, de los símbolos y de los mi-
genuidad? Quizá esta teoría de lo cotidiano se asociaba tos, de las obras colectivas: monumentos y fiestas. El
a un populismo, a un obrerismo; exaltaba la vida del hombre moderno (el que exalta su modernidad) ya no es
pueblo, la de la calle, la de las gentes que saben diver- más que un hombre de transición, en el intervalo, entre
tirse, apasionarse, arriesgarse, decir lo que sienten y lo el fin del .Estilo y su recreación. Lo cual nos obliga a
que hacen. Implicaba a la vez la obsesión del proletaria- oponer estilo y cultura, a subrayar la disociación de la
do (la riqueza del oficio, los lazos de solidaridad en el cultura y su descomposición. Esto legitima la formula-
trabajo) y la obsesión filosófica de la autenticidad, disimu- ción del proyecto revolucionario: recrear un Estilo reani-
lada bajo la ambigüedad de lo «vivido», bajo lo ficticio mar la Fiesta, reunir los fragmentos dispersos de 'la cul-
y lo inauténtico. tura en una metamorfosis de lo cotidiano.
Estas afirmaciones, estas exigencias, estos proyectos,
¿desaparecen irremediablemente? ¿Es necesario abando-
narlos, reformarlos o reformularlos sin ingenuidad? El
problema será planteado más adelante. De cualquier ma- 4. Segunda etapa, segundo momento
nera, el análisis crítico de la cotidianidad implicaba re-
trospectivamente una cierta visión de la historia. La his- Si vo_lvemos a t?car .l?s temas ya abordados es por
toricidad de lo cotidiano debía establecerse remontán- una razon. La contmuacton de la Introducción resumida
dose atrás para mostrar su formación. Ciertamente, siem- más arriba, y, en consecuencia, la Crítica de la vida coti-
pre ha hecho falta alimentarse, vestirse, alojarse, producir diana, propiamente dicha, debía profundizar esta proble-
objetos, reproducir lo que el consumo devora. Sin em- mática, explicitar la temática, elaborar las categorías. El
bargo, insistimos que hasta el siglo xrx, hasta el capita- cuerpo de la obra debía, pues, exponer históricamente
lismo concurrencial y hasta el desarrollo del «mundo de la constitución y la formación de la cotidianidad mos-
la mercancía», no existía el reino de la cotidianidad. He trando:
aquí una de las paradojas de la historia. Hubo estilo en a) la lenta y profunda ruptura entre lo cotidiano y
el seno de la miseria y de la opresión (directa). En épocas lo no cotidiano (religión, arte, filosofía), ruptura corre-
pasadas hubo obras más que productos. La obra casi lativa a otras escisiones (entre lo económico y las rela-
ha desaparecido, sustituida por el producto (comercia- ciones inmediatas y directas, entre la obra y el producto
lizado), mientras que la explotación ha reemplazado a entre lo privado y lo público); '
la opresión violenta. El estilo confería un sentido a los b) el deterioro de los estilos, el fin de la inserción
menores objetos, a los actos y actividades, a los gestos: de los objetos, los actos, los gestos, en el estilo como
un sentido sensible y no abstracto (cultural) aprehendi- totalidad, la sustitución del estilo por la cultura, por el
do directamente en un simbolismo. Entre los estilos, po- arte y por el «arte por el arte» (es decir por el esteti-
dríamos distinguir el de la crueldad, el del poderío, el cismo); '
de la sabiduría. Crueldad y poderío (los aztecas, Roma) e) la separación «hombre-naturaleza» la dislocación
produjeron grandes estilos y grandes civilizaciones, pero de los ritmos, el aumento de la nostalgia (añoranza de la
también la sabiduría aristocrática de Egipto o de la In- naturaleza perdida, del pasado), la decadencia del drama
o más bien de lo trágico y de la temporalidad; '
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54 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 55

d) la eliminación de los símbolos y simbolismos en rían contemplar sus riquezas en el espejo que les pre-
provecho de los signos y, después, de las señales; sentaban los pintores. En él leían también sus victorias:
e) la disolución de la comunidad y el auge del in- sobre el mar que les desafiaba, sobre los pueblos lejanos,
dividualismo (no idéntico, ni mucho menos, a la reali- sobre los opresores. El arte en aquel tiempo podía unir
zación del individuo); fidelidad y libertad, amor a lo efímero y afición por lo
f) la atenuación, pero no la desaparición, de lo sa- duradero, insignificancia aparente y sentido profundo,
grado y de lo maldito, desplazados, pero no sustituidos, frescura de concepción y vivacidad de los sentimientos;
por lo profano; en resumen: estilo y cultura. Momento histórico defini-
g) la acentuación de la división del trabajo que al- tivamente perdido. La burguesía moderna vive de una
canza la parcelación máxima, con nostalgia de la unidad ilusión que ha llegado a ser ridícula: el esteticismo en
y compensación de lo fragmentario por la ideología; lugar del arte.
h) la inquietud ante la invasión de lo insignificante, La obra proyectada de esta manera estaba destinada a
mal compensada por la intensificación de los signos y figurar en un tríptico, que comportase igualmente una
significados. ciencia (crítica) de las ideologías y una teoría del indi-
La Crítica de la vida cotidiana atribuía este conjunto viduo (provista, por supuesto, de una crítica del indivi-
de hechos a la burguesía como clase, desvelando los re- dualismo). Estos últimos paños del tríptico debían titu-
sultados de sus ideologías (el racionalismo fundado en larse: <(La conciencia mitificada» y <(La conciencia pri-
una interpretación estrecha de la ley y del contrato), del vada».
fetichismo de la propiedad privada, del predominio, lle- Ahora bien, éste conjunto teórico ha sido parcialmente
vado al extremo, de lo económico en la sociedad. El libro escrito -no completamente-, pero no ha sido publi-
proyectado quería también mostrar los fracasos de cual- cado. ¿Por qué? Porque el autor ha constatado tales mo-
quier intento por salir de la situación sin romper los mar- dificaciones en la vida social que sus «objetos» se des-
cos de la sociedad capitalista. El arte fracasa tanto en vanecían ante sus ojos, o se modificaban hasta tal punto
reunir lo que está escindido y fragmentado como en que llegaban a ser irreconocibles. La presentación de la
metamorfosear lo que escapa a la «cultura», en susti- investigación sobre la vida cotidiana no puede evitar vol-
tuir el estilo, en impregnar lo cotidiano de no-cotidiani- ver a tratar esta <(historia» tan próxima que quizá tiene
dad. La ideología, estética o ética, metafísica o positivis- todavía mucho que enseñar.
ta, racionalismo sutil o grosero, fracasa igualmente. Le- Entre 1950 y 1960 se difuminan (lentamente, al hilo
jos de transfigurar la realidad trivial, acentúa la banali- de los días, con una extraordinaria velocidad a escala
dad. La clase obrera está inmersa en lo cotidiano y por histórica) la forma de conciencia social y la ideología
esta razón puede (o podría) negarlo y transformarlo. La proveniente de la producción, de la creación, del huma-
burguesía, por su parte, compone lo cotidiano y cree nismo ligado a la noción de obra. La liberación social ha
escapar de él viviendo, gracias al dinero, un perpetuo «do- fracasado, y la clase obrera, que crece en una cierta me-
mingo de la vida». Pero aspira a ello en vano. Es po- dida cuantitativa y cualitativamente, no deja de perder
sible que la burguesía ascendente, militante y sufriente, por ello una parte de su peso social y político. Se ve des-
llegase a transfigurar su cotidianidad. Así ocurría con la poseída (se puede decir: expropiada) de su conciencia.
burguesía holandesa en el siglo xvn. El pueblo quería La tentativa de construir otra sociedad a partir de esta
gozar de los frutos de su trabajo; los notables, confor- conciencia no ha tenido éxito. Es más: el modelo de una
tablemente instalados en su época y en sus moradas, que- sociedad semejante, la URSS, se ha desacreditado. El
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56 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 57

fracaso de la Liberación en Europa occidental ha sido se- jidad. En primer lugar se trata de un proceso. El inter-
guido por el fracaso (o si se quiere el semifracaso, peor locutor se arriesga aquí a tomar la palabra preguntando:
en cierto aspecto que el fracaso evidente) del socialismo «¿Qué es? ¿Cómo? ¿Cree usted, verdaderamente, que ha
bajo Stalin. La idea de la revolución y la ideología socia- habido una vasta conspiración contra la clase obrera para
lista se desvalorizan y pierden su radicalismo (su ambi- expropiarla? ¿Piensa usted que la operación ha estado
ción de ir hasta las raíces del hombre y de la so- dirigida por un jefe de orquesta invisible?» La pregunta
ciedad). es aceptable. Compete a los historiadores y a la historia.
¿Qué ha pasado? Diez años más tarde nadie lo sabe, No ha habido, claro está, «sujeto» plenamente conscien-
a pesar de que se han dado ·grandes pasos en el camino te, situación teóricamente dilucidada, «estrategia de cla-
de la verdad histórica y han sido reveladas muchas ver- se» plenamente elaborada. Y, sin embargo, existe una
dades parciales. Lo esencial es que el capitalismo (algo situación, una estrategia de clase, una realización de un
modificado, sin que lo «estructural» haya sido afectado) proyecto; una clase no puede compararse al «sujeto»
y la burguesía (más allá y por encima de sus fracciones de los filósofos, como tampoco una sociedad. Y, sin
múltiples, nacionales e internacionales) han recuperado embargo, ¿no hay unidad, globalidad, totalidad? En una
la iniciativa de las operaciones. ¿Acaso habían perdido? palabra, proceso. Ponemos entre paréntesis la pregun-
Sin duda, durante algunos años, entre 1917 y 1933. ta planteada: «¿A quién imputarla?» No carece de in-
A partir de 1950 la situación se invierte. Vencido mili- terés. Es importante, pero subsidiaria. ¿Acaso no es lo
tarmente, reducido a la impotencia, el fascismo ha sido esencial el resultado del periodo considerado, la suma
útil. En tanto que este episodio estratégico de la acción de una cantidad enorme de iniciativas personales, de dra-
llevada a cabo por la burguesía a escala mundial ha de- mas sociales, de tentativas ideológicas, de acciones a
jado secuelas. La burguesía como clase (mundial) con- todos los niveles?
sigue absorber o neutralizar al marxismo, alejar las im- El «proceso» ha pasado sobre muchos como las olas
plicaciones prácticas de la teoría marxista. Asimila la ra- de un mar agitado pasan sobre los bañistas que están al
cionalidad planificadora al mismo tiempo que pervierte borde de una playa con gran pendiente. Algunos han
la sociedad que había realizado esta racionalidad filosó- emergido de entre las olas. Esta imagen forma parte del
ficamente superior. El movimiento dialéctico de la his- estilo. metafórico, pero no es falsa. Los que se mantu-
toria se vuelve (momentáneamente) contra sí mismo y vieron en la superficie lograron seguir a flote, no sin
se afianza; el pensamiento dialéctico pierde vigor, se ex- verse a veces arrastrados por la ola, casi asfixiados. El
travía. Y así es como, a escala mundial, un pensamiento proceso tuvo varios aspectos:
y una conciencia que parecían profunda y definitiva- a) introducción del neo-capitalismo, con modifica-
mente arraigados, pierden su sentido. El papel y la apor- ciones institucionales del antiguo capitalismo (concurren-
tación histórica de la clase obrera se oscurecen al mismo cial y después monopolista), sin transformación de las
tiempo que su ideología. Aparece una nueva mitifica- relaciones de producción;
ción: la clase media no tendrá más que una sombra de b) desvío de la capacidad creadora que tendía hacia
poder, migajas de las riquezas, es cierto, pero es a su la transformación revolucionaria (obnubilando y, en la
alrededor donde se organiza el escenario. Sus «valores», medida de lo posible, extirpando la conciencia misma de
su «cultura», vencen o parecen vencer, puesto que son la producción en sentido amplio, en tanto que actividad
(<superiores» a los de la clase obrera. creadora);
Está daro que tal proceso es de una extrema comple- e) al mismo tiempo, liquidación de un pasado, de
58 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 59

las huellas de una historia, todo ello recusado por la la burguesía) y organización (a escala de la empresa, y,
estrategia victoriosa (momentáneamente). luego, generalizada). La noción de r;z~ionalida4 se t~ans­
Indudablemente, la Francia de la Liberación se resen- forma. Se convierte en estatal y pohuca, al m1smo tiem-
tía de los años anteriores a la segunda guerra mundial, po que despolitiza (aparent_emente) la acc~ó? de las o_r~a­
del estancamiento, del malthusianismo, de la ideología nizaciones estatales. Desga¡ado del orgamosmo tradlclo-
«rentista» de los notables de la III República. Irrebati- nal el concepto de organización se une al de institución
blemente, Francia era un viejo país predominantemente en 'la práctica social, la de la sociedad neo-capitalista
agrario, dotado de instituciones basadas en un compro- (que podría, hasta cierto punto, definirse así, a condición
miso entre la industria y la agricultura, entre el campo de precisar las relaciones de esos conceptos y de marcar
y la ciudad. Esta originalidad estaba acompañada de ilu- los límites de la racionalidad convertida de este modo en
siones y nostalgias estériles. ¡Cuántas cosas, cada vez más «Operativa»).
desfasadas, supervivían en la ideología, en los «valo- Al mismo tiempo que la racionalidad de opinión (y
res»! Los marxistas habían afirmado que eran capaces, que la tesis liberal, según la cual las opiniones implican
los únicos capaces, de llevar a cabo una renovación ra- libertad y la encarnan), cae la ética individual del trabajo
dical. No lo habían conseguido. La renovación se pro- cualitativo y bien hecho, de la realización de sí en y por
ducía sin ellos y, por lo tanto, contra ellos. Pero ¿era el oficio. Representación ideológica intermediaria entre
una verdadera renovación? Una revolución fallida lleva el producto y la obra (entre el valor de cambio y el «va-
la marca del fracaso, incluso si parece tener éxito, aun- Ion> en el sentido filosófico), esta ética del trabajo y del
que algunas personas bien intencionadas la llamen «re- oficio unida a una valorización de la actividad creadora,
volución silenciosa», «revolución invisible y pacífica». tiend~ a desaparecer. El «consensos» se disuelve y única-
Pero no es más que una parodia. mente algunas profesiones más o menos liberales (llama-
¿En qué consistían esas supervivencias de las épocas das «liberales») conservan esta ideología, que disimula
campesinas y artesanales, del capitalismo concurrencia!? la consolidación de estas actividades profesionales (mé-
¿Qué ideologías, qué «valores», qué sistemas parciales dicos, abogados, arquitectos, ingenieros, etc.) en cuerpos
de significaciones se liquidaron durante este periodo, constituidos, armazón social e institucional de la nueva
invisiblemente, casi insensiblemente, por desecación, por Francia. El proletariado deja de creer intensamente en la
abandono? Sería largo y difícil decirlo. Este problema dignidad del trabajo y del trabajador. Esta fe y esta es-
pertenece también a la historia de las ideologías y de las peranza se convierten en retórica o en nihilismo.
instituciones. Resumamos: desapareció una cierta racio- Antes, en un «mundm> todavía aferrado a la natura-
nalidad, la que hacía de la razón una actitud individual leza, todavía fuertemente marcado por la antigua escasez,
y del racionalismo una opinión (profana, laica, antirre- el miedo dominaba invisiblemente: miedo a la escasez,
ligiosa, casi anticlerical). Desde hacía tiempo el racion-a- miedo a la enfermedad, miedo a las fuerzas ocultas, pá-
lismo, fuera de la enseñanza filosófica, mantenía estre- nico ante la mujer y el niño, miedo ante la sexualidad, y
chas conexiones, por una parte, con la ciencia y las apli- no sólo miedo ante la muerte, sino miedo de los muertos.
caciones técnicas de la ciencia, y por otra parte, con el Estos miedos suscitaban mecanismos de defensa y de pro-
Estado. Durante el periodo considerado, dominan estos tección: encantamiento, magia. La Crítica de la vida co-
aspectos «positivos», es decir, eficaces, de la racionalidad. tidiana se proponía, entre otros objetivos, analizar el
La racionalidad se une a las ideas de planificación (a es- papel de mil pequeñas supersticiones unidas a unas pa-
cala global, noción marxista desvirtuada y asimilada por labras, a unos gestos, para mostrar la función de las
60 Henri Lefebvre

mismas, invisible, pero importante: desplazamiento y


rechazo del miedo fundamental. Ahora bien, durante d
periodo considerado esos miedos se atenúan. Están recu-
' La vida cotidiana en el mundo moderno

quo, 0 , si se quiere? la metommi~, se mstale. Lo normal


se convierte en habitual y lo habitual se confunde c~n lo
natural, que a su vez se identi.fica así con lo racwnal
61

xiva y lo suficiet;ttemente orgat;tiz~da pa:a que el quid pro

biertos por el racionalismo generalizado. ¿Desaparecen? -circuito o rizo-. En esta lógtca aparente (y forzada),
No. Se desplazan. El terror reemplaza al miedo: terror en este naturalismo que dobla al racionalismo, las con-
ante el peligro de guerra atómica, ante las amenazas de tradicciones se desvanecen: real y racional se identifican,
crisis económica. Terror, ya no a la naturaleza, sino a la realidad e ideal se mezclan, saber e ideología se con-
sociedad, aun habiendo pasado a la racionalidad ideoló- funden.
gica y práctica. El terror no suprime. e_l miedo: se s~p:r­ En estas condiciones, dos problemas (o, más bien, dos
pone al miedo. Las pequeñas superst1c10nes de la cotidia- series de problemas) se plantean. En primer lugar: esta
nidad no quedan suprimidas, sino «sobredeterminadas», sociedad cambia de rostro. En Francia, sobre todo, el es-
suplantadas por grandes elaboraciones ideológicas inversas tancamiento característico de cierta época, con su ideol?-
de la racionalidad: horóscopos, reviviscencias de religión, gía, la de una burguesía ren.tista que ac.eptaba, aun sm
lo que no impide, sino más bien favorece, una necesidad percatarse de ello, su propia decadencia; a saber, el
de seguridad, de moralismo y de orden (moral). La segu- malthusianismo generalizado ha dejado su lugar al cam-
ridad llega a ser, a partir de cierta época, institu- bio y a la ideología del cambio. ¿Se ha transformado
cional. esta sociedad? ¿En qué medida? En Francia y en. el
La irracionalidad de lo raro y de lo precioso (el trozo mundo las antiguas denominaciones, a saber, «capita-
de pan, el cabo de cuerda y el cabo de vela, lo «escaso» lismo»' sociedad burguesa, economía liberal, etc., ¿se han
y lo «caro»), que llenaba lo cotidiano, cede el lugar a vuelto' falsas? Si así es, ¿cómo llamar a esta sociedad?
una irracionalidad incomparablemente más vasta y más ¿Hace falta darle un nombre? ¿No. basta co?tentarse
profunda, complementaria de la racio~alidad oficial. Lo con estudios parciales sobre el cambiO o sencillamente
trágico se difumina porque se generaliza en el terror y proponer modelos de cambio? , . . ,
porque el terror mismo es rech~zado por la racionalid~d Esta serie de problemas se plantea al espltltu cientl-
victoriosa. La naturaleza «se aleJa»; en el curso del mis- fico en general; tiene un alcance general. Sin embargo,
mo trabajo productivo el contacto con la materia desapa- cada ciencia parcelaria, y singularmente la sociología, to-
rece en el encadenamiento de los actos y de los gestos. ma a su cargo la búsqueda de una respuesta. La segunda
Y, sin embargo, en contra del racionalismo, conjunción serie de pasos parece más limitada. En este tipo de s~­
del irracionalismo y de la racionalidad, aparece una es- ciedad, ¿tiene todavía un alcance el c~ncepto de lo coti-
pecie de naturalización general del pensamiento, de la diano? Si esta sociedad pone en el pnmer plano de sus
reflexión, de las relaciones sociales. A la manera del preocupaciones la racionalidad, la organización, la pl~­
valor de cambio y de la mercancía, según Marx, las for- nificación más o menos avanzadas, ¿se puede todavia
mas abstractas aparecen a través de las cosas, como pro- distinguir' un nivel o una dimensión sus~eptible de ~at?ar­
piedades de las cosas; en una palabra, naturalidad. La se cotidianidad? ¡O bien en esta sociedad lo cotidiano
forma social y la forma mental parecen dadas en un se confunde con lo organizado y lo razonable, y eso es
«mundo». Así, por ejemplo, las formas del arte, de la todo o bien no es nada! ¿Este concepto no desaparece
estética y del esteticismo. Así las formas ritualizadas de junt~ a la antigua es;asez, con l~s supervivencias y pro-
las relaciones sociales. Lo racional pasa por normal, se- longaciones de las epocas antenores, marcadas por la
gún las normas de una sociedad lo suficientemente refle-
62 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 6.3

vida campesina y artesanal, o por la burguesía del capi- trial o varias sociedades industriales? ¿Encuentra cada
talismo concurrencia!? país (o no logra encontrar) su vía original en y para la
Ocupémonos primero del primer grupo de problemas. industrialización? ¿Puede definirse el «socialismO>> tan
sólo como vía rápida de industrialización para un país
atrasado, o conduce por vías nuevas hacia una sociedad
5. ¿Cómo llamar a la sociedad actual? y una civilización específicas, originales? Aun no admi-
tiendo que el capitalismo cede su lugar inevitablemente
Hasta esta interrogación (formulada por primera vez, a una sociedad socialista, ¿es posible afirmar que la
de una forma bastante confusa, entre 1950 y 1960, y mundialización de la industria y la industrialización mun-
después cada vez más explícitamente, sobre todo por los dial van hacia una homogeneidad, hacia estructuras aná-
sociólogos) se decía: «la sociedad», sin epíteto, lo que logas, por ser «racionales», en todos los países? ¿Van
transformaba la realidad social en una entidad -en una a agudizarse las diferencias o van a desaparecer? La de-
«naturaleza social»-, opuesta a los individuos o super- nominación propuesta implica una respuesta apresurada
puesta a los grupos. A menudo, con intención polémica, y prematura a estas preguntas nuevas.
se hablaba de «capitalismo» o de «sociedad burguesa». Además, el sociólogo que acepta esta denominación
Estas apelaciones, aunque no han desaparecido, pierden tiende a olvidar que la producción agrícola y los pro-
prestigio y alcance durante este periodo. blemas campesinos no desaparecen más que en una parte
Inspirándose en Saint-Simon, los sociólogos lanzan del mundo. El «campo mundial» persiste. Ahora bien,
entonces la denominación «sociedad industrial». Consta- una «sociedad agraria» fuera de la «sociedad industrial»,
tan, en efecto, que la prodt~cción industrial, con sus im- en torno a ella, es inconcebible. Esta situación conduce
plicaciones (importancia cada vez mayor del papel del a terribles antagonismos («la vía china»). La denomina-
Estado y de la racionalidad organizadora), no cesa de ción propuesta, los conceptos y la teoría correspondien-
crecer, al menos en los grandes países modernos. La in- tes a esta denominación no permiten plantear las pre-
dustria no complementa a la agricultura; la produc- guntas ni buscar una respuesta. Tienden, más bien, a ra-
ción industrial no coexiste pacíficamente con la producción tificar la situación. Esta denominación tiende también a
agrícola; la absorbe. La agricultura se industrializa. Por poner el acento en el crecimiento económico. Ciertamen-
otra parte, las diferencias reales entre «capitalismo» y te, el sociólogo podrá no perder de vista los otros aspec-
«socialismo» no coinciden con las diferencias indicadas tos de la realidad social. Sin embargo, si da prioridad
por las respectivas ideologías. Aparecen ciertos elemen- a lo económico, se arriesga a no poner el acento en el
tos comunes entre los dos regímenes políticos, que pre- desarrollo y a abandonar lo cualitativo (la complejidad
tenden diferir radicalmente y oponerse como dos siste- de las relaciones sociales o su simplificación, su enri-
mas. Particularmente la racionalidad que proviene de la quecimiento o su empobrecimiento) en provecho de la
organización del trabajo productivo y de la empresa en racionalidad economista. Se arriesga igualmente a per-
la «sociedad industrial» se manifiesta con muchas ana- der de vista otras determinaciones de gran importancia.
logías en el «capitalismo» y en el «socialismo». ¿No ¿Puede haber industrialización sin urbanización? El ca-
serán dos especies de un mismo género? rácter esencial de la pretendida «sociedad industrial».
Esta denominación, que aportaba sus argumentos, ha ¿No será (fuera y además del crecimiento cuantitativo
suscitado muchas discusiones y controversias. Resuma- de la producción material) el desarrollo de las ciudades
mos los argumentos contrarios. ¿Hay una sociedad indus- o, más bien, el de la sociedad urbana? ¿No sería conve-
64 Henri Lefebvre

niente que la «ciencia de la sociedad» tomara como pun-


to de partida este doble proceso o, si se quiere, este
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La vida cotidiana en el mundo moderno

p~rte de los hechos qu~ hay que exponer y explicar, pero


solo una parte. Tropteza con una «problemática» que
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proceso de doble aspecto: industrialización y urbaniza- sus categorías no permiten ni explicitar ni formular y
ción? Disociar los dos aspectos del proceso, conceder todavía menos, resolver. Esta teoría, con su temática'
prioridad a uno de ellos, llevarlo hasta el absoluto cien- no es más que una ideología: una variante del raciona~
tífico, descuidando el segundo, es una operación científi- l~smo modernizado. Extr~pola y totaliza ilegalmente, di-
camente rebatible. ~tmula~d~ lo~, dramas. Tten_de hacia una mitología de la
En otros términos, la expresión «sociedad industrial>> mdustna~tz~c~on. La formal~zación teórica refleja (en lu-
no es falsa. Es exacta, pero no como lo creían los pro- gar de stgmftcar) la ausencta de sentido y la manera en
motores de la teoría. La industria, capacidad económica que esta sociedad llena ilusoriamente esta ausencia. Re-
de producción material, no ha sido dominada racional- fleja la _falsa. identidad entre lo racional y lo real, la ver-
mente. La teoría ha quedado incompleta, aun del lado dadera tdenudad entre el absurdo y la racionalidad (limi-
socialista. Es a partir del doble proceso y en este pro- tada y ratificando sus límites).
ceso en donde el crecimiento industrial puede concebirse Impresionados, con razón, por la importancia de la
y adquirir sentido (cobrar un sentido, es decir, una orien- técnica en esta sociedad llamada industrial unos cuantos
tación y una significación). El concepto y la teoría de la teóricos han propuesto llamarla sociedad t/cnica. Han su-
industria han dado lugar a técnicas (organización de la g~rido la imagen de un «medio técnico» opuesto al «me-
empresa, planificación global). No han franqueado el ni- dto natural» y característico de esta sociedad.
vel del sentido, excepto en el caso de Marx; pero des- Esta teoría contiene un cierto número de hechos exac-
pués de Marx, y sobre todo al desposeer a la clase obre- tos; a partir de esos hechos y temas indiscutibles elabora
ra de los «valores» de la producción, se ha vuelto a caer una definición, una concepción, una problemática.
en el error de no llegar hasta el sentido, en lugar de ex- Es cierto que en esta sociedad en que vivimos la técnica
plicitarlo, de profundizarlo y de realizarlo. Es la vida ur- adq_uiere un caráct~r determinante. Esto no sólo quiere
bana la que aporta el sentido de la industrialización, la dectr que «revolucwna» constantemente las condiciones
que lo contiene como segundo aspecto del proceso. Es de la producción, ni que la ciencia se convierte directa
posible que a partir de un cierto punto crítico (en el e inmediatamente en «fuerza productiva» a través de sus
que podemos situarnos) la urbanización y su problemá- consecuencias técnicas. Este análisis y esta apreciación
tica dominen el proceso de industrialización. ¿Qué le van mucho _má~ lejos. Es verdad (y demasiado verdad)
queda como perspectiva a la «sociedad industrial» si no 9u~ l_a conctencta y _las formas de conciencia (sociales e
produce la vida urbana en su plenitud? Nada, sino pro- mdlVlduales) se den van de la técnica sin la mediación
ducir por producir. Ahora bien, una clase puede producir de un pensamiento que domine la tecnicidad, de una cul-
para su beneficio: la burguesía. Una sociedad, aun di- tura qu~ le confier~ un sentido. A través de la imagen
rigida por la burguesía, o por una fracción de la burgue- Y el O~Jeto. (y el. dtscu~so. s?bre la imagen y el objeto)
sía, difícilmente puede producir solamente por producir. la conctencta, soctal e mdtvtdual, refleja la técnica. Así
En este caso, o bien produce para el poder y la domina- la, f?tografí~, obteni~~ con un ~áximo de técnica y un
ción, es decir, para la guerra, o bien toda ideología, toda mtmmo de mtervencwn del «suJeto», entra directamente
«cultura», toda racionalidad y todo sentido se descompo- :1
e?, e_l recuerdo y e~ ~~eño, en álhu,m familiar, en el pe-
nen. Lo uno no impide lo otro. nodtco y la televlSlon. El objeto tecnico con su doble
En resumen, la denominación propuesta condensa una constitución, funcional y estructural, perfectamente ana-
Henri Lefebvre, 5

1
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 67
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lizable y «transparente», no recibe un estatut? determi- Al intenso consumo de signos técnicos se superpone
nado. Invade toda la práctica social: una cmdad, por una mercancía altamente consumible: el esteticismo (dis-
ejemplo, se convierte en objeto técnico.; un paquete so- curso sobre el arte y sobre lo estético). Una técnica dis-
noro obtenido por una técnica perfecclO~ad~ prove~ d.e frazada de esteticismo, sin la mediación específica del
un elemento musical. Una secuenc1a de 1magenes tecm- arte, sin cultura (lo que supone el fetichismo de lo «cul-
camente notables (calidad de las fotos, cortes y monta- tural»), éstos son los rasgos más sencillos que legitiman
je) se convierte en un fragmento de film. Un coche ape- esta definición: sociedad técnica.
nas modificado pasa por una escultura, y t~es o, c~atro Ahora demos las razones que impiden aceptarla. Po-
trozos de objetos técnicos, por un «espacw plastlco». demos preguntarnos si esta sociedad es todavía una so-
Con el Op y el Pop esta tendencia t~cnicista se une a. un ciedad, en la misma medida en que es técnica. Se quiere
esteticismo. Más exactamente, la mzrada sobre el ob¡eto como objeto técnico, se ve como objeto técnico. Tiende
técnico, mirada pasiva, atenta sólo al fu?cionamient~, a eliminar las mediaciones que hicieron posible la alta
interesada sólo por la estructura (desmonta¡e, recomposi- complejidad de la vida social, que unieron a la produc-
ción), fascinada por ese espectáculo sin segu?do pl~no, ción material ideologías, valores, conjuntos de signos y
completo en su superficie tran~parente, esa m~ra~a v1ene significaciones, opuestos a menudo, pero que animaban
a ser el prototipo del acto soc1al. Tal es la eficacia de la también la vida social. En cuanto a la expresión «medio
televisión. El médium, es decir, el aparato, es el verda- técnico», puede rebatirse. Es más correcto y más exacto
dero mensaje, afirma McLuhan. No. El m7nsaje es el hablar de un medio urbano que de un medio técnico.
puro reflejo: la mirada sobre una imagen, m1rada que se La técnica entra en la sociedad y produce un «medio»
produce y se reproduce en tanto que relación social, mi- en la ciudad y por la ciudad. Fuera de lo urbano, la téc-
rada fría ( cool), dotada como tal de un feed-bac~, de nica no produce más que objetos aislados: un cohete, una
un equilibrio, de una coherencia, de una perpetui~ad. estación de radar.
Las imágenes cambian, la mirada p~rmanece. E~ ~m?o, En la medida en que la denominación «sociedad téc-
los sonidos, las palabras, son aux1hares y subsidiarlas, nica» es exacta, supone la transformación de la técnica
símbolos de lo efímero. -en otro tiempo subordinada e incluso reprimida por el
¿Qué subsiste de la tesis heg:liana seg~ ~~ cu.al el malthusianismo- en factor autónomo, económica y so-
arte es un sistema parcial, un con¡unto de s1gmflcac10n~s cialmente determinante. Un factor semejante no puede
confiadas a objetos privilegiados y que sirven de medza- constituirse y actuar si no es por una «capa» social que
ciones (activas) entre los otros sistemas o subsistemas tiende a volverse casta o clase: los tecnócratas. La de-
constitutivos de la sociedad: las necesidades, la moral, el nominación se modifica; conviene decir: «sociedad tec-
derecho, la política, la filosofía? Según. e~t,e análisis,, tal nocrática». Pero los tecnócratas no actúan más que por
sistema parcial no e~ más que una. med1ac10n, Ji'ero t1ene la vía de la organización y de la institución. Su raciona-
una actualidad acuc1ante que confiere a la sooedad una lidad tiene fines y medios específicos. Se dirá, pues, «so-
poderosa cohesión. El r~f~ejo de las relaci~nes con el ciedad tecnocrático-burocrática», lo que quita todo pres-
objeto técnico, con el medtum (p~ntalla de one,, aparat? tigio a la definición.
de radio, televisor, etc.), ese refle¡o de un refle¡o, susti- Pero no solamente pierde su nobleza; también pone
tuye al arte como «mediación» e intetJ?reta un papel an~­ de manifiesto su falsedad. En efecto, en esta sociedad
loo-o· la cultura no es más que un m1to en descomposi- que podemos observar cada día, lo que sorprende al
ciÓn: una ideología superpuesta a la tecnicidad. análisis crítico es la debilidad de la tecnicidad. El pri-
68 Henri Lefebvre

mer y mayor error de la tecnocracia es que no existe. Es


un mito y una ideología. El pretendido reino de la téc-
nica oculta una realidad inversa. Los grandes objetos
'
;

La vida cotidiana en el mundo moderno

volución inacabada, pero se erige en «factor» indepen-


diente, autónomo, pesando sobre el conjunto de la prác-
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técnicos tienen eficacia por su prestigio (exploración del tica social o más bien despegándose de ella (aunque
espacio) o por su alcance estratégico (proyectiles, misi- pesando, ¡he aquí la paradoja! ) para producir aconteci-
les, etc.). No son objetos sociales, de uso corriente, que mientos en las estratosferas, ¡las de los espacios polí-
modifiquen, ordenándola, la vida cotidiana. La realidad ticos y los espacios cósmicos! Por otra parte, se puede
cotidiana no se beneficia más que de los «rebotes de la temer que una tal coyuntura se transforme en estructura.
técnica». En cuanto a las gadgets, simulan la tecnicidad. Sólo el porvenir puede responder a este interrogante.
Para el análisis crítico la técnica y la tecnicidad aparecen En resumen, el apelativo «sociedad técnica» contiene
como coartadas. La tecnocracia tiene como coartadas las una verdad parcial, pero una verdad diferente a la que
aplicaciones de la técnica a la vida social; ella misma es han pensado los teóricos que la han adoptado. En cuan-
una coartada, la de los verdaderos dirigentes de la vida to esta verdad relativa quiere cambiarse en verdad defi-
económica y politica. La sociedad parece evolucionar pa- nitiva -en definición- se transforma también en error
cíficamente hacia una racionalidad superior; se cambiará en ilusión ideológica, en mito justificador de una situa~
ante nuestros ojos en sociedad científica: aplicación ra- ción: velando lo que tiene de insoportable, valorizando
cional del más alto saber, conocimiento de la materia y lo que tiene de nuevo en la historia, en detrimento de la
conocimiento de la realidad humana. Esta «cientifici- historia y de la historicidad.
dad» justifica la racionalidad burocrática, establece (ilu-
soriamente) la competencia de los tecnócratas. Tecnici- Sociedad de abundancia.-El paso a la sociedad de
dad y «cientificidad», una y otra convertidas en entida- abundancia caracteriza nuestra época y de ello se podría
des autónomas, remiten la una a la otra, se justifican re- sacar una definición. Efectivamente, la producción in-
cíprocamente, cada una sirve de coartada a la otra. Ante dustrial y la «tecnicidad» permiten entrever una produc-
nosotros se descubre un sistema de coartadas; cada con- tividad sin límites, pasando por la automatización de las
junto de significados, que parece autónomo y pretende actividades productivas. Por desgracia para la definición
bastarse, remite a otro en una rotación vertiginosa. ¿No (que proviene de los ideólogos de la sociedad americana
será eso lo que se oculta bajo la racionalidad y las ra- Galbraith, Rostow, etc.), la automatización provoca u~
cionalidades aparentes? cierto número de consecuencias que la frenan. Podría su-
¿Será definitiva esta situación? ¿Será la meta de la ceder que esas consecuencias fuesen más lejos de lo que
historia, incluso si se prescinde de la historicidad y si creen muchos teóricos. La automatización muy avanzada
implica la eliminación de lo histórico como proceso, como y la abundancia, ¿no supondrían el paso a la gratuidad
sentido? Parece, al contrario, que nace de una coyuntura de los productos industriales verdaderamente abundan-
limitada y determinada: el desafío de los regímenes y tes? ¿No alcanzarían al fundamento del valor de cambio?
sistemas políticos, forma nueva de la competencia a es- ¿No es esta perspectiva lo que frena la automatización
cala mundial, con múltiples consecuencias. En esta co- más todavía que las amenazas de paro para una fracción
yuntura -carrera de armamentos, depreciación extraor- de la clase obrera?
dinariamente rápida del equipo técnico y militar, obsoles- Dejemos a un lado este problema. En las sociedades
cencia de los objetos técnicos- la tecnicidad adquiere llamadas de abundancia y aun de derroche en los Esta-
un carácter revolucionario. Interpreta el papel de la re- dos Unidos y en los países altamente de~arrollados de
Europa, subsisten islotes de antigua pobreza: de miseria
J
70 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 71

material. Por otra parte, la nueva pobreza se observa rizadores, lo han dicho y redicho: las vacaciones, fenó-
aquí y allá; estando cubiertas algunas necesidades ele- meno nuevo a escala de la sociedad entera, han modifi-
mentales (¿al precio de qué abandonos, de qué dimisio- cado esta sociedad, han desplazado las preocupaciones,
nes?), las necesidades refinadas, llamadas «culturales», convirtiéndose en centro de esas preocupaciones.
y otras necesidades elementales que pueden llamarse «so- Como las precedentes, esta denominación se apoya en
ciales», siguen estando profundamente «insatisfechas» hechos. He aquí otros hechos que la hacen poco acepta-
en esta sociedad productivista. La nueva pobreza se ins- ble. Los empleos del tiempo, analizados de forma com-
taura, se generaliza, proletariza a capas sociales nuevas parativa, dejan también aparecer fenómenos nuevos. Si
(los «cuellos blancos», los empleados, una buena parte se clasifican las horas (del día de la semana, del mes,
de los técnicos y de las «profesiones liberales», etc.). del año) en tres categorías, el tiempo obligado (el del
Además, en el seno de esta sociedad llamada de abun- trabajo profesional), el tiempo libre (el del ocio), el
dancia aparecen nuevas escaseces. Antaño, en nuestro tiempo forzado (el de las exigencias diversas fuera del
país, el pan era escaso y el espacio abundante. Ahora trabajo: transporte, gestiones, formalidades, etc.), obser-
el trigo es abundante (mientras el pan sigue siendo es- vamos que el tiempo forzado aumenta. Aumenta más de
caso en muchos otros países), pero el espacio se hace prisa de lo que aumenta el tiempo del ocio. El tiempo
escaso. Esta escasez de espacio en los países industriales forzado se inscribe en la cotidianidad y tiende a definir
avanzados se observa en particular en todo lo que con- lo cotidiano por la suma de las obligaciones (por su
cierne a la ciudad y al urbanismo. El tiempo también se conjunto). ¡La modernidad no entra, pues, de forma evi-
hace escaso, y el deseo. Ya hemos hecho notar cómo la dente en la era del ocio! Es verdad que los «valores»
administración de la escasez se convierte en ciencia y se unidos antiguamente al trabajo, al oficio, a lo cualitativo
legitima al pretender ser «cientificidad». Ultimo argu- en la actividad creadora, se disuelven. Pero los valores
mento, aunque no el de menor importancia: si la abun- unidos al ocio están aún en estado naciente. Que la
dancia no significa la Fiesta, si no genera una renova- gente piense en sus vacaciones durante todo el año no
ción triunfal de la Fiesta, ¿para qué sirve y qué significa? quiere decir que haya surgido un «estilo» de esta situa-
Conclusión: como las precedentes, la definición pro- ción y que haya dado un sentido nuevo al ocio. Quizá
puesta conserva algunos hechos, pero extrapola a partir se busque ese estilo en el marco de las «ciudades del
de esos hechos, lo cual no permite aceptarla. ocio», pero no está demostrado. El no-trabajo contiene
al porvenir y es el horizonte, pero la transición se anun-
¿Sociedad del ocio?-La gran mutación, la transición cia larga, confusa, peligrosa. Sólo una automatización in-
ya recorrida, no sería tanto el paso de la escasez a la tegral de la producción permitiría la sociedad del ocio.
abundancia como el paso del trabajo al ocio. Cambiaría- Para llegar a ello, se necesita tal inversión de capital
mos de era, de «valores dominantes»; cambio difícil. que una o dos generaciones tendrían que sacrificarse.
Es cierto que el «ocio» adquiere una importancia cada Esa es nuestra perspectiva o nuestra prospectiva: un
día mayor en la sociedad francesa y en la sociedad llamada trabajo encarnizado para legar a las generaciones futuras
industrial. ¿Quién lo niega? El ocio entra a formar parte una posibilidad: la de crear la sociedad del ocio supe-
de las necesidades y modifica las necesidades preexisten- rando las exigencias y las obligaciones del trabajo pro-
tes. La fatiga de la «vida moderna» hace indispensable ductivo material,' pasando a las actividades múltiples
la diversión, la distracción, la distensión. Los teóricos del productoras de obras, o simplemente de placer y de goce.
ocio, seguidos por una legión de periodistas y de vulga- Por el momento, el trabajo, con una extrema división de
72 Henrí Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 73

las operaciones productivas, continúa dominando la prác- que se puede decir que hay «vida cotidiana», ésta es to-
tica social. En la industria automatizada ya no hay con- mada en consideración e incluso integrada como tal en
tacto con la materia sobre la que actúa el trabajo, y aun la razón científica encarnada en la práctica de una socie-
el contacto con la misma máquina desaparece, pero ese dad altamente organizada. No existe razón para distin-
no-trabajo (controlado, vigilado) es todavía trabajo co- guirla, para considerarla como un nivel de la realidad.
tidiano. La carrera, casi en todas partes, sustituye al Responderemos primero que en nuestro país no se
oficio, sin suprimir (quizá agravando) las presiones co- constata un estudio profundo de las necesidades sociales
tidianas que pesan sobre el «trabajador». Por el mo- y <{culturales», sino una prospección de las necesidades
mento, el ocio es ante todo y casi para todos la ruptura individuales (y, en consecuencia, sólo de la demanda sol-
(momentánea) con lo cotidiano. Estamos viviendo una vente). Es demasiado fácil mostrar qué mal y qué tardía-
mutación difícil en el curso de la cual los antiguos «va- mente han sido descubiertas las necesidades sociales pro-
lores» han sido inconsiderada y prematuramente oscu- pias de la vida urbana.
recidos. El ocio ya no es la Fiesta o la recompensa del Además, esas necesidades individuales ( ¡que no son
trabajo, todavía no es la actividad libre que se ejerce objetos!) no son «objeto» de un saber desinteresado. La
por ella misma. Es el espectáculo generalizado: televisión, manera de estudiarlas actúa sobre ellas; forma parte de
cine, turismo. una práctica social: las cristaliza. La acción sobre las ne-
cesidades dispone, por otra parte, de medios más podero-
¿Sociedad de consumo?-Esta denominación, con la sos que el estudio del mercado y de las motivaciones.
teoría que le corresponde, se ha extendido en el periodo ¿Cuál es el papel de la publicidad? ¿Es el publicista el
considerado ( 19 50-1960 ). Se muestra con cifras convin- demiurgo de la sociedad moderna, el mago todopoderoso
centes que en los países industriales avanzados el consu- que concibe victoriosamente la estrategia del deseo? ¿O
mo de los bienes materiales y culturales crece, que va no es más que el modesto y honesto intermediario que
ampliándose, que los bienes llamados «de consumo du- informa las necesidades y hace saber que tal o cual ob-
radero» (coches, aparatos de televisión, etc.) desempeñan jeto se prepara para la satisfacción del consumidor? En-
un papel nuevo y cada vez más considerable. Estas cons- tre estas dos tesis extremas, se va vislumbrando una
tataciones son exactas, pero triviales. Los teóricos de la verdad que conduce hacia una teoría de la publicidad.
«sociedad de consumo» entienden o sobrentienden otra ¿Produce el publicista las necesidades? ¿Conforma el
cosa por estas palabras. Afirman que hace tiempo, al deseo al servicio del capitalista? Quizá no, a pesar de
principio de la economía capitalista y de la producción que se puede defender lo contrario. No por ello la pu-
industrial, en esa prehistoria de la sociedad moderna, las blicidad deja de poseer un extraordinario poder. ¿No es
necesidades no orientaban aquella producción. Los em- ella misma el primero de los bienes consumibles? ¿No
presarios no conocían el mercado, ignoraban a los con- provee al consumo de una masa inmensa de signos, de
sumidores. Producían al azar, lanzando sus mercancías imágenes, de discursos? ¿No es la retórica de esta socie-
al mercado esperando al comprador, esperando al consu- dad? ¿No impregna el lenguaje, la literatura y la imagi-
midor. Hoy en día, los que organizan la producción sí nación social al intervenir constantemente, en la práctica,
conocen el mercado: no sólo la demanda solvente, sino en el seno de las aspiraciones? ¿No tenderá la publi-
los deseos y necesidades de los consumidores. En conse- cidad a proveer e incluso a convertirse en ideología do-
cuencia, la actividad consumidora ha hecho su gloriosa minante de esta sociedad, como lo demuestran la impor-
entrada en la racionalidad organizada. En la medida en tancia y la eficacia de las propagandas, que imitan los
74 Henri Lefebvre 1 La vida cotidiana en el mundo moderno 75

procedimientos publicitarios? ¿No sustituirá la publici- so de este proceso de sustitución y de desplazamiento


dad, institucionalizándose, a las antiguas mediaciones, ideológicos se ha conseguido separar y aun borrar la C9n-
comprendiendo entre ellas al arte? ¿No se convertirá ciencia de la alienación añadiendo a las alienaciones an-
en central, única mediación entre productor y consumi- tiguas nuevas alienaciones.
dor, entre técnica y práctica, entre vida social y poder Ya hemos mencionado la existencia de un extraordi-
político? Pero, entonces, ¿qué es lo que cubre y modela nario fenómeno en el que estamos (cada uno) implicados.
esta ideología sino un nivel de la realidad social, distinto Se ha producido una liberación de enormes masas de sig-
como tal: lo cotidiano, continente de todos los «objetos» nificantes, mal unidos a sus significados o separados de
-vestidos, alimentos, mobiliarios-? ellos (palabras, frases, imágenes, signos diversos). Flotan
La denominación propuesta no es falsa y, sin embargo, disponibles para la publicidad y la propaganda: la son-
no es admisible. Efectivamente, ha tenido lugar al pasar risa se convierte en símbolo de la felicidad cotidiana, la
de la escasez a la abundancia, de la insuficiente produc- del consumidor radiante, y la «pureza» va unida a la blan-
ción a un consumo inmenso, y, a veces, a un supercon- cura obtenida por los detergentes. En cuanto a los signi-
sumo (derroche, consumos suntuarios y de prestigio, etc.), ficados abandonados (los estilos, lo histórico, etc.), se
en los cuadros del capitalismo modificado. Ha tenido arreglan como pueden. Algunos los vuelven a encontrar
lugar el paso de la privación al goce, del «hombre» de a título de alta cultura reservada a la élite, casi clandes-
las necesidades pobres y escasas al «hombre» de las ne- tina. Otros se ocupan de recuperarlos para transformarlos
cesidades múltiples y ricas (en capacidad de acción y de en bienes de consumo (muebles, casas, joyas inspiradas en
goce); pero este paso, como las otras transiciones, se obras de arte y en estilos antiguos). ¿Qué es lo que ocu-
produce en forma penosa, arrastrando el pasado, bajo la pan de este modo? Un nivel de realidad social.
influencia de presiones poco dilucidadas. Existe el paso Muchas veces, desde que están sucediendo estas trans-
de una vieja cultura fundada en la limitación de las ne- formaciones y se instaura la modernidad, los sociólogos,
cesidades, en la «economía» y la organización de la esca- economistas y «políticos» han puesto en evidencia el papel
sez a la nueva cultura basada en la abundancia de la del Estado. En contra del pensamiento marxista, y, a me-
producción y la amplitud del consumo, pero a través de nudo, utilizándolo abusivamente, han rechazado la tesis,
una crisis generalizada. Esta coyuntura es precisamen- famosa entre todas, de la «disolución del Estado». En la
te en donde la ideología de la producción y el sentido mayoría de los casos, parecían ignorar que estaban reco-
de la actividad creadora se han transformado en ideolo- giendo las tesis hegelianas, que oponían Hegel a Marx, y
gía del consumo. Esta ideología ha desposeído a la clase que nuestra época continúa viviendo este enfrentamiento.
obrera de sus ideas y «valores», conservando la prima- En lugar de realizar la filosofía en el sentido de la totali-
cía de la burguesía, reservando la iniciativa para ella. dad humana, ¿realizará esta época el hegelianismo y lato-
Ha borrado la imagen del «hombre» activo, sustituyén- talidad estatal? En efecto, el Estado se ha reconstruido
dola por la imagen del consumidor como razón de feli- después de la guerra mundial con más potencia que an-
cidad, como racionalidad suprema, como identidad de lo tes en todos los países, comprendidos los países del «ter-
real y de lo ideal (del «yo» o «sujeto» individual que cer mundo», los países «socialistas» y los países anglo-
vive y actúa con su «objeto»). No es el consumidor, ni sajones, que hasta entonces habían eludido en parte las
aun el objeto consumido, lo que importa en esta imagi- exigencias de la intervención estatal, de la planificación
nería; es la representación del consumidor y del acto económica y de la racionalidad organizadora. Sólo Yugos-
de consumir convertido en arte de consumir. En el cur- lavia escapa (quizá) a esta influencia. Los poderes de
La vida cotidiana en el mundo moderno 77
76 Henri Lefebvre
una planificación indirecta, una cierta organizacwn glo-
decisión se erigen y se ejercen muy arriba. En las gran- bal, han sido introducidas a través de un camino curvi-
des alturas se elaboran las estrategias y se confrontan líneo. La actividad de las oficinas, de los organismos
las variables estratégicas. Pero ¿sobre qué se ejercen los públicos e instituciones anejas funciona en ese sentido.
poderes? ¿Sobre qué suelo se apoyan? ¿Qué cosa en- El conjunto es poco coherente, chirría y tropieza, y, sin
causan? ¿Sobre qué pesan las instituciones, sino sobre embargo, sigue avanzando. Esta estructuración bastante
lo cotidiano, al que limitan y manipulan según las pre- débil se cubre con una ideología de la estructura, y esta
siones que representan las exigencias y que actualizan incoherencia, con una obsesión de coherencia; del mismo
las estrategias de los Estados? Estas preguntas pueden modo, esta incapacidad para la integración creadora se
considerarse útiles, así como toda protesta y contesta- reviste de nostalgias multicolores: participación, comu-
ción ante los monstruos estatales. No es menos inadmi- nidad. ¿Qué organizan estas organizaciones? Lo coti-
sible el ratificar por el conocimiento teórico esta si- diano.
tuación y aportar al Estado un certificado de buena A partir de 1960, aproximadamente, la situación se
conciencia. Además, hay grandes grietas que recorren el clarifica. Lo cotidiano ya no es lo abandonado, lo despo-
edificio: las relaciones (en Francia y en otros países) seído, el lugar común de las actividades especializadas,
entre lo «público» y/o lo «privado» no están libres de el lugar neutro. Los dirigentes del neocapitalismo, en
problemas. Francia y fuera de ella, han comprendido que las colo-
La técnica se ha perfeccionado extraordinariamente, nias son molestas y poco rentables. Su estrategia ha
pero es al nivel del Estado, de las investigaciones espa- cambiado, han adquirido una nueva perspectiva: la in-
ciales y nucleares, de los armamentos y de las estrate- versión en el territorio nacional, la manipulación del
gias, donde están produciendo resultados. Hemos notado mercado interior (lo que no impide el recurso a los paí-
el contraste entre este poderío y la miseria técnica de lo ses «en vías de desarrollo» como fuente de mano de obra
cotidiano, entre el esplendor de los verdaderos objetos y de materias primas, como lugares de inversión, pero
técnicos y las pobres baratijas en su embalaje ideológico. esto no es ya la preocupación dominante). ¿Qué hacen?
En la misma línea, la «cultura» se descompone después La explotación semicolonial de todo lo que rodea los
de una escisión interna. Más arriba planean la intelec- centros de decisiones políticas y de concentración eco-
tualidad sutil, los juegos bizantinos sobre el lenguaje nómica de capitales: regiones periféricas, campos y zonas
o la escritura literaria, la comprensión de los estilos y de producción agrícola, suburbios, población compuesta no
de la historia. Abajo se extienden la vulgarización, los sólo de trabajadores manuales, sino de empleados y técni-
retruécanos de un gusto dudoso, los juegos bastante gro- cos. El status del proletariado tiende a generalizarse, lo
seros, la cultura para las masas. que contribuye a diluir los contornos de la clase obrera y
Es, pues, una diferencia de niveles lo que se impone a difuminar sus «valores» y su ideología. La explotación
al examen y no la unidad racional de las necesidades, bien organizada de toda la sociedad alcanza también al
del consumo y de la comunicación. Esta diferencia de consumo y no solamente a la clase productora. El capi-
niveles se organiza, se planifica. Y el edificio piramidal talismo se ha «adaptado», efectivamente, reclamando la
de la sociedad llamada moderna reposa sobre el plano adaptación de los individuos a la «vida moderna». Antes,
inferior: sobre la amplia base de la cotidianidad. los jefes de empresa «producían» un poco al azar, para
En nuestros países (el Occidente neocapitalista), la un mercado aleatorio. Predominaba la empresa mediana
planificación de la producción -la racionalización global y familiar, acompañando con una armonía burguesa el
de la industria- no ha tenido lugar. Y, sin embargo,
78 Henri Lefebvre

encantamiento melódico: el canto a la belleza de los


l La vida cotidiana en el mundo moderno 79

cía y en los otros países neocapitalistas, no eliminan la


oficios, a la calidad, al amado trabajo. Después de la noción de cotidianidad. No hay que escoger entre moder-
guerra, en Europa, algunos hombres capaces e inteligen- nidad y cotidianidad. El concepto de cotidiano se mo-
tes (¿quiénes?, esto no nos interesa) han comprendi- difica, pero esta modificación lo confirma y lo refuerza.
do la posibilidad de actuar sobre el consumo y por Hay que abandonar una parte de su contenido, particu-
medio del consumo; es decir, de organizar y de estruc- larmente el contraste agudo entre miseria y riqueza, en-
turar la vida cotidiana. Los fragmentos de la cotidiani- tre lo ordinario y lo extraordinario. Hechas estas reser-
dad se recortan, se separan «sobre el terreno» y se com- vas, no sólo persiste el concepto, sino que pasa al primer
ponen como las piezas de un rompecabezas. Cada uno plano 9 • Lo cotidiano en el mundo moderno ha dejado
de ellos pertenece a un conjunto de organizaciones y de de ser «sujeto» (rico en subjetividad posible) para con-
instituciones. Cada uno de ellos -el trabajo, la vida vertirse en «objeto» (objeto de la organización social).
privada y familiar, el ocio- se explota de forma racio- En tanto que objeto de la reflexión, lejos de desapare-
nal, incluyendo la novísima organización (comercial y cer (lo que habría tenido lugar y ocasión si el movimiento
semiplanificada) del ocio. revolucionario hubiese vencido), se ha reafirmado con-
El fenómeno característico, significativo, en y sobre el solidado. '
que esta organización puede leerse porque en él está es- 2." En estas condiciones, las denominaciones propues-
crita, es la ciudad nueva. Dejemos a un lado sus otros tas no parecen admisibles. ¿Cómo conservar y juntar en
rasgos y caracteres: aniquilamiento de la ciudad tradi- un enunciado los rasgos considerados? Sociedad buro-
cional, segregación, vigilancia policiaca, etc. En la ciudad crática de consumo dirigido, tal es la definición que aquí
nueva, en ese texto social legible a condición de que se proponemos para <muestra» sociedad. De este modo se
sepa leer, ¿qué es lo que se inscribe, qué es lo que se pro- subrayan tanto el carácter racional de esta sociedad y
yecta sobre el terreno? La manipulación de lo cotidiano, los límites de tal racionalidad (burocrática) como el ob-
su distribución (trabajo, vida privada, ocio), la organiza- jeto que organiza (el consumo en lugar de la producción)
ción controlada y minuciosa del empleo del tiempo. y el plano al que dedica su esfuerzo para asentarse en él:
Cualquiera que sean sus ingresos y cualquiera que sea lo cotidiano. A esta definición, por tanto, le atribuimos
su pertenencia a tal capa (empleados, «cuellos blancos», un carácter científico. Se formula con mayor rigor que
pequeños y medios técnicos, cuadros inferiores y me- las otras 10 • No implica ni literatura, ni una «filosofía
dios), el habitante de la ciudad nueva recibe el estatuto social» externa con relación al conocimiento de la rea-
generalizado de proletario. Además, estas ciudades nue- lidad social.
vas -Sarcelles, Moureux y tantas otras- no dejan de
recordar extrañamente a las ciudades construidas en las
colonias y semicolonias, bien cuadriculadas y estrecha- 6. Así, pues, ¿qué ha sucedido (en Francia
mente vigiladas 8 • Tienen todavía un carácter más severo, entre 1950 y 1960)?
ya que carecen de bases y de lugares de placer. ¡La colo-
nización de la metrópoli elimina las tentaciones! Nos e~~ontramo~ ahora en situación de aportar algu-
Estas consideraciones, y muchas otras que expondre- nas pree1s10nes, deJando de lado lo que concierne al Es-
mos más adelante, nos permiten enunciar algunas con- tado, a la administración, a los problemas propiamente
clusiones: urbanos y muchos otros niveles. Abandonando también
1.' Las modificaciones de la práctica social, en Fran- una cierta comprensión (incompleta) del mercado y de
Henri Lefebvre
80 La vida cotidiana en el mundo moderno 81

las leyes del mercado, obtenida por la acción sobre los q~e verdaderamente se pueden utilizar en la vida coti-
consumidores. Estas cuestiones quedan para los econo- diana no puede crecer indefinidamente. En resumen sin
mistas, aunque rechazamos el economicismo con una crí- poder es~;par ente.ra.mente a las consecuencias d~ la
tica radical. ac~mulacwn, _Jo cotldtano no recibe de ello sino un re-
a) Se acusa un contraste que llega hasta la contra- fle¡o. Evo~uc~ona (cuando se transforma) según ritmos
dicción entre el tiempo cíclico y el tiempo lineal (racio- que ~o come1den con el tiempo de la acumulación y en
nal), pero sobre todo entre los procesos (sociales) acumu- e~pacws que no ~e identifican con los campos de los
lativos y los procesos no acumulativos. La teoría de la P ocesos. acumulativos. Todo lo cual permite creer en
acumulación, ya elaborada en la obra de Marx, ha que- u~a estncta continuidad de la casa, de la morada de la
dado incompleta. El Capital -y obras anejas- se basa cmdad, d~sde la ciudad oriental proto-histórica' hasta
únicamente en la historia de Europa occidental y de In- nuestros dias ...
glaterra. Desde hace un siglo han aparecido nuevos pro- Ahbo ra bien, una sociedad pierde toda cohesión si no
blemas. El carácter acumulativo no pertenece tan sólo al resta 1ece la. unidad. ¿Cómo lo hace la sociedad «moder-
capital, sino a los conocimientos, a las técnicas, y, en na»~ C?~gamzando el cambio de la cotidianidad. La de-
cierta medida, a la población (no sin tendencias contra- prC1acwn de los objetos y de los «modos» se acelera con
rias que frenan a todos los niveles o que detienen la e proceso. acumulativo. La usura moral avanza cada vez
acumulación). La memoria es el tipo de proceso acumu- mas de pnsa, ganando en velocidad a la usura material
lativo (y, en consecuencia, el órgano esencial de las má- (tanto de la~ máquinas como de las aplicaciones técnicas
quinas que materializan y tecnifican el proceso conside- y de lo~ ,ob¡etos de uso). Esta sociedad tiende hacia la
rado). Ahora bien, lo cotidiano no tiene este carácter
all ' 1 y 1la auto-destrucción
destruccwn ., d ' siendo 1a guerra aqu1,
acumulativo. El uso social del cuerpo cambia en el curso Y . a a pr? ?ngacwn e la paz por otros medios u.
de los siglos; el conjunto de gastos se modifica; las ex- O ~ten lo cotidiano se ve mantenido en la pobreza o bien
es~a avoc.ado a la destrucción (brutal o no pero ~iempre
presiones físicas, en tanto que conjuntos significantes (ges-
tos, muecas mímicas), se transforman; el cuerpo no sufre b a¡o preswnes). '
metamorfosis. En cuanto a las necesidades fisiológicas y El conflicto entre lo acumulativo y lo no-acumulativo
biológicas y a las capacidades correspondientes, reciben s~ resuelve de esta manera por la subordinación metó-
la impronta de los estilos, de las civilizaciones, de las dica de lo ~o-ac?mulativo, por su destrucción ordenada:
culturas. Las maneras de satisfacer (o frustrar) las nece- por ~m~ racwnahdad que llega hasta el absurdo pero que
sidades se modifican. En tanto que fisiológicas y biológi- se dtstmgue en la manipulación de las cosas y de las per-
cas, las carencias y las actividades tienen una cierta esta- sonas.
bilidad que permite creer en una «naturaleza humana», k) Si c~nsideramos el campo semántico global (es
en una continuidad evolutiva. Las emociones y senti- deCir, la soCI~dad entera como campo de significaciones,
mientos cambian, pero no se amontonan; tampoco el con lugares diversos, con centros Y núcleos diseminados)
sueño. Un multimillonario americano y un coolie de con~tatamo~ tr,a~sfonnacion~s apreciables. Durante largo~
Hong-Kong no tienen, en calorías, exigencias diferentes; penados, htstoncos, los szmbolos han dominado este
el coolie, quizá, tendría necesidades superiores. Los lo- campo (stmbolos que .prove~ían de la naturaleza, pero do-
gros físicos, la capacidad erótica, los años de maduración t~d.os de una pot~~c.Ia ~~cial considerable). y a al prin-
y de envejecimiento y la fecundidad natural oscilan entre dPif de n~estra civdizacion, con la importancia creciente
límites relativamente estrechos. El número de objetos e a escritura y particularmente después de la inven-
Henrl Lefebvre, 6
82
Henri Lefebvre

ción de la imprenta, todo el campo semántico se des.liza


' La vida cotidiana en el mundo moderno 83

sumo devorad<:'r de las obras y los estilos pasados. Esto


conduce a un mtento de compensación ideológica; junto
desde el símbolo hacia el signo. En el periodo constde-
rado otro deslizamiento se esboza o más bien se con- con el tema de la «participación» emerge el de la «creati-
firm~: del signo hacia la señal. A pesar de figurar en el 1 vidad». Las antiguas certezas, unidas a contenidos (apa-
campo semántico (global) junto con. los símbo.los. y los !r rentes o reales), desaparecen. Las formas privadas de
contenidos, afirmadas en tanto que formas «puras», car-
signos, la señal difiere de ellos. No ttene otro stgmf~cado
que el orden estipulado y puede compararse a los stgno.s gadas por esta razón de una función estructurante de-
sin significado (tales como las letras) que entran en u~l­ cepcionan. De aquí nace la impresión de una pérdida de
1 sustancia. Impresión dramática, más acuciante que el
dades articuladas (las palabras o monemas). La senal !í
manda ordena comportamientos y los regulariza. Se com- «desencantamtento» ante la racionalidad, de la que Max
pone de oposiciones definidas tan sólo por su oposición Weber (que creía todavía en la sustancialidad de lo ra-
(el rojo y el verde). Sin embargo, las señales se agrupan cional) intentó construir una teoría. ¿De dónde procedía
en códigos (el de la circulación, ejemplo sencillo y de- esta impresión de sustancialidad en la historia o en la
masiado conocido) y constituyen así redes de presión. prehistoria; .es decir, en las épocas que han precedido
El deslizamiento del campo hacia la señal implica el a la modermdad? ¿De la naturaleza? ¿De la escasez de
m~c~10s objetos y del valor que se les otorgaba? ¿De lo
predominio de las pre.s~ones ~obre los sent~dos, la. &ene-
ralización de los condtctonamtentos en la vtda cottdtana, tragtco, de la muerte? ¿De la supervivencia de comuni-
la reducción de lo cotidiano a una sola dimensión (la dades? ¿De los estilos, de la ética o del arte como me-
composición de los elementos recortados), separando las diación sustancial entre las formas? La pregunta queda
otras dimensiones del lenguaje y del sentido, los símbo- planteada.
los las oposiciones significativas. La señal y el sistema d) En la vida social, antes de la segunda Guerra
de'señales proporciona un modelo cómodo para manipu- Mundial, al f:I1eno~ en Francia y en Europa, se conser-
lar a las personas y a las conciencias, lo que no excluye vaban superv1venc1as de la antigua sociedad. La produc-
otros medios más sutiles. Ahora imagine usted un «hom- ción industrial todavía. po había liquidado e integrado
bre nuevo» que funcione con la memoria. Suponga que los restos de la produccton artesanal y campesina. Todavía
este hombre registra del «otro» tal hecho, tal gesto, tal existían las aldeas y el campo rodeaba la ciudad, en el in-
palabra, de una vez por todas, a la manera de una señal. terior mismo de los países industrializados. Numerosas
Imagine a continuación la hermosa humanidad que de ello prolongaciones del precapitalismo no habían sido toda-
vía relegadas al folklore (ni revividas con este nombre
resulta. para el consumo turístico). A los objetos de fabricación
e) La desviación de la energía creadora de obras ha-
cia el espectáculo, hacia la visualización espectacular del industrial se superponían objetos artesanales y rurales.
mundo (cine, televisión), tiene sus implicaciones. El «es- Simbólicamente, estos objetos portaban valores ya ca-
pectáculo del mundo» se vuelve consumo del espectácu- ducos y por otra parte contradictorios: unos representa-
lo y espectáculo del consumo, lo que nos da un buen ban la escasez y lo precioso que se origina de lo raro
ejemplo de torniquete; un pleonasmo de este tipo con- (joyas, porcelanas, etc.), otros representaban la fecun-
siderado por los racionalistas de la organización como didad, la profusión, la abundancia para los privilegiados
un equilibrio ( feed-bac~) ~atisfactorio ..Esta desv~ación en el seno de la penuria. Así, entre los muebles entre el
lleva consigo una conctencta bastante nca de la Impo- amplio. armario, la ~ama de matrimonio, el gra~ espejo,
tencia creadora, del carácter decepcionante de un con- el relo¡ de pared, c1rculaban recuerdos casi mitológicos,
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 85
84
utilizados por la aristocracia y por ~a hurgue~? (gran1de el Estado que funciona muy arriba en la estratosfera so-
o pequeña) para «expresarse». Lo mlsm? suce la con o_s ciológica) sólo existen en función de la cotidianidad.
monumentos. Durante el periodo considerado,_ el capi- La importancia de las estructuras y su interés se miden
talismo organizador del consum? ha p_uesto fm a esta según esta capacidad de «estructurar» la vida cotidiana.
superposición de estratos de ob¡etos diferentemente fe- No hay drama aparente. Estamos situados en el cool.
Los bienes de consumo llamados duraderos han Se desdramatiza ostensiblemente. Ya no hay drama; so-
eh·dados.doptados . 1'tsta. D.1C10
por el mercado cap1ta 1 d e 0 tro lamente cosas, certezas, «valores», «papeles», satisfac-
~od; la economía mercantil bajo el impulso del neo- ciones, «jobs», empleos, situaciones y funciones. Sin
. '1ismo
capita · ha 1'nvad1'do lo que se llama
. a · veces1la «cul- embargo, fuerzas colosales e irrisorias se abaten sobre
tura material», eliminando las supervivenCias Y a. s':lper- lo cotidiano. Se apoderan de él para petrificarlo y aho-
posidón de estratos de objetos asi~nables a d1stmtas garlo; lo persiguen hasta en la partida, la ruptura, el
épocas. Excepción aparente: los ob¡etos de arte. ,Y de sueño, lo imaginario, la evasión.
estilo antiguos 0 de épocas recientes. La excepcwn no Lo nuevo, desde hace algunos años, es que las conse-
es si~o aparente. Estos objet~s.' que llevan la marca ?e cuencias de la industrialización, en una sociedad dominada
la obra, son destinados a la «ehte»; 1;1? mercado_ espee1~l por las relaciones de producción y de propiedad capita-
y una rama específica de la produccwn (la copia, 1~a si- listas (algo modificadas, pero conservadas en lo esencial),
mulación del original) se ocupan de esta demanda . se aproximan a su meta: una cotidianidad programada
en un marco urbano adaptado a este fin. La ciudad tra-
dicional estalla y por otra parte la urbanización se ex-
7. Tercer periodo. Desde 1960. tiende. Lo cual permite hoy una empresa semejante.
La cibernetización de la sociedad corre el riesgo de llevarse
y a no sólo tenemos ante nosotros la división Y la e?~- a cabo por este camino: manipulación del territorio,
. ·' de lo cotidiano sino incluso su programaczon. creación de vastos dispositivos eficaces, reconstitución de
pOSlClOn ' d' · 'd de
La sociedad burocrática de consum~ 1r~g1 o, segura. una vida urbana según un modelo adecuado (centros
sus capacidades, orgullosa de sus vKto.nas, s~ aproxim~ de decisión, circulación e información al servicio del
finalidad hasta ahora semi-consCiente, semt- poder).
a su me t a. Su ' .b · ·, d 1
l·nconsciente se hace clara: la ci ernetizacwn e a so- De esta forma, la descomposición, todavía visible en
ciedad a través' de 1o cotl'd'ian? 13 · las ciudades nuevas, llega a su fin. Se tiende hacia la re-
L ·da cotidiana se orgamza como resultad? de una constitución práctica de una especie de unidad. Esta ten-
· ~ Vl ncertada semi-planificada (en Francta). Cada dencia se llama oficialmente «urbanismo». El problema
accwn co '
or claridad ·
y mayor v1gor, 1as actlvi
· 'd ad es
vez con may d 1 . . r de la síntesis vuelve al primer plano. Se busca al «hom-
llamadas superiores (formas, mo e~~· conoci1mient~sd_ap 1- bre de síntesis». Hay muchos candidatos: filósofos, eco-
cados) no sólo se sitúan en relacwn ~on o coti 1ano, nomistas, sociólogos, arquitectos, urbanistas, demógrafos,
sino que lo tienen por objeto. Se convierte en el plano tecnócratas diversos y con diversos títulos. Casi todos
que se proyectan los destello. s y las sombras, _lo se orientan sin reconocerlo hacia una «robotización» de
sob're e1lo pleno las fuerzas y d eb'l'd
1 1 ad es d e esta socle- la que ellos mismos serían los programadores porque se
vacto y ' · 1
dad. Fuerzas políticas y formas s~c~a es convergen en ejecutaría a partir de su modelo sintético. Los más inte-
· ntaci'o'n· consolidar lo cotldtano, estructurarlo, ligentes pretenden la realización «espontánea»; es decir,
esta one · d 'al (
funcionalizarlo. Los otros niveles e 1o soci excepto democrática y no autoritaria del modelo 14 •
86 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 87
Nuestros análisis se unen (sería más exacto decir se a. los que sale~ de ella en habitaciones jerarquizadas, pre-
aproximan parcialmente) a los de los sociólogos críticos de swna.ndo (y ahenando) hasta la vida privada. El control
la sociedad americana. Sin embargo, son diferentes. Los adquiere a veces formas increíbles: nada le escapa. A su
sociólogos americanos han iluminado varios puntos impor- manera, la empresa unifica la vida social la subordina
tantes; no han elaborado los conceptos claves, los de a sus e;cigencias totalitarias y tiende hacia' la «síntesis».
cotidianidad o modernidad, los de la urbanización y el ~a, ctbernetización parecía operarse por medio de la
urbanismo. Han dejado la última palabra a los economis- P?I.tcia C<?rweli) o de la burocracia. Ahora bien, el acon-
tas, faltos de una crítica global de la sociedad, de las dictonami:n.to general se opera a través de Ia organización
ideologías y del economicismo (teoría del crecimiento). de lo cot1d1ano, y en consecuencia se realiza acondicio-
Aquí no oponemos, como Riesman, un «hombre extra- nand? .a las m~je~~s, a la «~~minidad». Sin embargo, la
determinado» ( other directed) a un «hombre intra-de- «femmtdad» stgmf~ca tambien rebelión, reivindicación.
terminado» ( inner directed). Mostramos más bien un No te~am?~ repetu que el «robot» y el computador
hombre determinado e incluso prefabricado desde fuera s.on . c;hspositivos de producción. Para evitar esta uti-
(por coacciones, estereotipos, funciones, modelos, ideolo- ltzacton que supone una planificación racional a escala
gías, etc.), pero que se cree todavía y cada vez más autó- glob?~ se organiza el co~sumo según el modelo de pro-
nomo, utilizando su propia conciencia espontánea incluso duccwn: Pero el deseo fzgura entre los irreductibles. No
en la robotización. Pero intentamos también mostrar el se. constgue ;ratar al consumidor (aún menos a la consu-
fracaso de estas tendencias: los «irreductibles», las con- mtdora) segun un modelo cibernético. El «robot» hasta
tradicciones que nacen o renacen, aunque ahogadas, des- una nu.eva orden, no sueña, no come, no bebe. Sólo su
viadas, mal dirigidas. ¿Logran las presiones y represiones memona carece .de la~unas. Por lo tanto, no se opera
terroristas reforzar la auto-represión personalizada hasta sobr.e el consumidor, sino sobre la información del con-
el punto de taponar toda posibilidad? En contra de Mar- s~mtdor, lo que quizá limitará la racionalidad ciberné-
cuse, nosotros persistimos en afirmar lo contrario 15 • tica y la programación de lo cotidiano.
La sociología crítica americana, a pesar del peso colo- Acabamos de añadir a nuestra «problemática» un pro-
sal de la «investigación» (entre comillas) conformista que b~ema escabroso, flor especialmente venenosa de un bo-
trabaja bajo la demanda de la industria, ha puesto de mt~ ramo. ¿La or~an!zación de la cotidianidad (con su
manifiesto varios problemas importantes, entre otros el «hr!llo» y sl! revestimiento lujoso, el «modernismo»), no
de la función social de la empresa. Ahora sabemos, por sera el cammo francés hacia la americanización? Trope-
los estudios publicados que completan la experiencia prác- zamos de nuevo con los problemas planteados anterior-
tica, que la gran empresa «moderna» no se contenta con ~ente. ¿Nos dirigimos hacia una homogeneidad mun-
ser una unidad económica (o una concentración de uni- dial ;>que en~endrará ? revel.ará un si.stema único y abso-
dades) ni con hacer presión sobre la política, sino que luto. ¿O bien las dtferenetas y reststencias se acentua-
tiende a invadir la práctica social. Propone a la sociedad rán hasta la desestru.cturación d~ ~sta estructura? ¿Puede
su racionalidad como modelo de organización y de ges- pens~rse 9ue la s~ctedad economicamente superioc pro-
tión. Suplanta a la ciudad y quiere acaparar el papel de porcton,ar~ necesanamente un modelo (una ideología y
ésta; la «sociedad» empresa o compañía se atribuye un~ practica) a las que llevan un retraso relativo? ¿Pe-
funciones que pertenecían a la ciudad y que deberían ma- sara hasta ta! punto el crecimiento sobre el desarrollo
ñana pertenecer a la sociedad urbana: alojamiento, edu- que _!~egue a mtegr.arl.o? ¿La técnica y la ideología de la
cación, promoción, or-io.s, etc. De este modo llega a alojar tecmc1dad, el crectmtento y la ideología productivista,
88 Henri Lefebvre Capítulo 2
La sociedad burocrática de consumo dirigido
vencerán en Europa y en Francia? ¿Bajo el disfraz po-
lítico de una estrategia anti-americana, utilizando a un
grupo social aberrante al pri!l.cipio,. pero ~ue busca. el
poder (los tecnócratas), Franela camma hae1a la amenca-
nización? Planteamos estas preguntas y suspendemos por
ahora las respuestas.

l. Cohesiones y contradicciones

Volvamos ahora sobre algunos de los rasgos que ca-


racterizan esta sociedad y forman parte de la definición,
no tanto por agotar los temas como para mostrar la co-
herencia de la teoría. Si algunos ideólogos le hacen el
honor de rebatirla, dirigirán el ataque contra la «cien-
tificidad» de la definición, tratando de mostrar que no
tiene sino un valor subjetivo o un alcance polémico.
Ahora bien, en nuestra opinión, el carácter polémico no
impide para nada la «cientificidad». Al contrario. El co-
nocimiento se nutre de ironía y de contestación. Las con-
tiendas teóricas impiden su anquilosamiento. Tan vieja
como la reflexión filosófica y la investigación científica,
esta discusión se prolongará aún por mucho tiempo. En
nuestra opinión, insistimos, una ciencia «pura», pruden-
temente distanciada respecto a la acción, deja de ser una
ciencia verdadera, incluso si es exacta. La epistemología
«pura» y la formalización rigurosa suponen una posición
de repliegue estratégico ante el asalto de los problemas
reales. Este repliegue encubre otra cosa: un <<operacio-
nismo» que distribuya a su manera los problemas y la
89
90 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el niundo moderno 91
búsqueda de las soluciones, según perspectivas e intere- de dominar el «mundm> de la mercancía y limitar su
ses que evita formular para evitar protestas Y. contesta- expansión ciega;
ciones. Distanciarse para aprehender y aprectar no es d) una estructura social mediadora entre la base (or-
lo mismo que replegarse sobre la formalización del saber. ganización y división del trabajo) y las superestructuras
Este segundo paso caricaturiza el primero. De buena (instituciones e ideologías, funciones y sistemas de «valo-
gana añadiríamos a otra~ ur:a fórmula l?eren_toria: « ¡El res», pero también obras de arte y de pensamiento), a
cientificismo contra la Ciencta! ¡El racwnahsmo contra través de relaciones estructuradas-estructurantes de pro-
la razón! ¡El rigorismo contra el rigor! ¡E~ estroctura_l~s­ ducción y de propiedad; siendo entonces la principal
mo contra la estructura! », etc. ¿No sera la negacwn ideología el individualismo (que disimula y justifica el
crítica el camino hacia una verdadera positividad? Sólo fundamento de esta sociedad);
hay una forma de eludir la definición propuest_a, y es e) uri lenguaje coherente, que comprende en su uni-
negándose a denominar la soci~dad en su co_n¡:rnto y dad la vida práctica, la ciencia, la Revolución (dicho
a considerarla globalmente, reduciendo el conoc1m1ento a de otro modo: el mundo de la mercancía, el conocimiento
una recopilación de hechos sin conceptos ni teoría. científico de este mundo, la acción destinada a someterlo
Hace un siglo Marx publicaba la primera parte de El y transformarlo), lenguaje hablado y formalizado en El
Capital. Esta obra contenía a la vez .u.na exposición. cien- Capital. Y esto en relación a unos referentes determina-
tífica de la realidad social y propos1c10nes concernientes dos (la razón dialéctica, el tiempo histórico, el espacio
a las posibilidades de la sociedad dada. Ello impli- social, el sentido común, etc.). Tal posición implica una
caba: unidad entre el sabio y el revolucionario, entre el cono-
a) una totalidad aprehensible por la razón (dialécti- cimiento y la acción, entre la teoría y la práctica;
ca), dotada de dispositivos autorreg?ladores espont.áneos, f) unas contradicciones específicas en el interior de
pero limitados (el capitalismo de hbre competencia con la totalidad considerada (especialmente entre el carácter
la tendencia a la formación de la tasa de beneficio media), social del trabajo productivo y las relaciones de propie-
incapaz por lo tanto de estabilizarse, de escapar a la his- dad «privada»);
toria y al devenir; . . . g) unas posibilidades de crecimiento cuantitativo y
b) un sujeto determmado: la sociedad dommada y de desarrollo cualitativo de la sociedad.
administrada por una clase, la burguesía (una, a pesar ¿Qué subsiste un siglo más tarde de esta magistral
de las fracciones y luchas fraccionales por el poder), que elaboración? Es ésta una cuestión «capital», si puede
detenta los medios de producción; decirse así, y todavía sin resolver. ¿Es suficiente con
e) una forma aprehensible por el conocimiento, la afirmar que la obra de Marx es necesaria, pero insufi-
forma de mercancía (valor de cambio), dotada de una ciente para comprender la segunda mitad del siglo xx?
capacidad de extensión il~~itada, constitutiv_a de un <~mun­ No. Sin embargo, nos contentaremos aquí con esta afir-
do» vinculada a una logica, a un lengua¡e, pero Igual- mación, indicando los límites de las lagunas que es nece-
medte inseparable de un contenido, el trabajo social (dia- sario llenar. ¿El sujeto? Lo estamos buscando. El sujeto
lécticamente determinado: cualitativo y cuantitativo, indi- creador (colectivo, productivo) se esfuma. ¿Quién es el
vidual y social, parcelario y global, simple y complejo, sujeto organizador? ¿El jefe político? ¿El ejército? ¿La
particularizado o, mejor dicho, dividido y sometido a burocracia y el Estado? ¿La empresa? El «sujeto», pul-
perecuaciones que constituyen medios sociales). De forma verizado por todas partes, deshilachado, ya no puede ser
que a través del trabajo social se dibuja la po~!9iUd~g considerado como masa cimentadora del conjunto. Pero
92 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 93

¿es que hay acaso conjunto, totalidad? Si la totalidad t~ma», si es que existe alguno, se oculta, bajo los «sub-
se esfuma, no es solamente en y para la conciencia de sistemas»: es el sistema de las coartadas mutuas y múlti-
los individuos, como afirma la escuela de Lukács. No es pl~s. La n~turaleza proporciona una coartada a los que
solamente el carácter global de las relaciones y soportes qmeren hmr de las contradicciones o disimularlas. La
sociales lo que se esfuma. Lo «total» aprehendido y de- cultura de la élite es la coartada de la cultura de masas
finido hace justamente un siglo por Marx se ha pulve-
.
y as1' sucesivamente. '
rizado a falta de una revolución que hubiese mantenido ¿Puede concebirse un análisis de esta sociedad según
y promovido una totalidad «humana». No percibimos, sus propias categorías? Ciertamente. Se analizaría enton-
tanto a escala de cada país como a escala mundial, más ces lo funcional (instituciones), lo estructural (grupos,
que fragmentos: fragmentos de cultura, fragmentos de estrategtas), lo formal (redes y ramificaciones canales de
ciencias parcelarias, sistemas o «subsistemas» fragmenta- información, filtros, etc.). La sociedad queda;ía desmon-
rios. ¿Y cómo definir las posibilidades sino por medio tada como un objeto técnico, como un automóvil: motor
de prospecciones hacia el futuro que representan una chasis, accesorios diversos y aparatos. Hemos rechazado:
estrategia? La clase obrera y su papel ·parecen borrarse rechazamos este procedimiento. No se reduce una socie-
y, sin embargo, siguen siendo el último recurso. Las ins- dad a piezas sueltas sin perder algo: el «todo», lo que
tituciones y funciones con su finalidad, los sistemas de queda de él o lo que permite a dicha sociedad funcionar
valores que los refuerzan y justifican, no pueden ser con- como u? todo sin c_aer hecha pedazos. Según sus propias
siderados como «sujetos», sino como un abuso de len- categor1as, esta soctedad no es ya una sociedad lo cual
guaje. No podemos evitar la impresión de que el Estado tal vez pert?ite descub~ir un malestar, pero sólo' permite
tiene por finalidad su propio funcionamiento, mucho más conocerlo si nos refenmos a un paso ulterior a otro
que el funcionamiento racional de una sociedad de la que análisis. El problema, tanto para la sociedad co'mo para
el hombre de Estado sería servidor responsable y ante unos elementos sociales tan importantes como la Ciudad
la que se retiraría. Los sistemas parciales de valores tien- cons~ste en evi~ar las metamorfosis organicistas sin perde;
den hacia sistemas de comunicación. ¿Qué tienen que de vtsta el conJunto y, lo que es más, sin olvidar las dis-
comunicar? Sus propios principios de funcionamiento, torsiones, lagunas, fisuras y agujeros.
su forma sin contenido. Se supone que los «sistemas de La tesis aquí sostenida es que no se debe comprender
valores» que conservan una sustancia aparente prohíben esta sociedad según sus propias representaciones, porque
lo que encubren. Así, toda burocracia de Estado tiene sus categorías tienen también una finalidad. Figuran entre
por ideal moral la honradez, sobre todo la más corrup- las piezas de un juego estratégico. No entrañan nada
tora y la más corrompida. La misma noción de «sistema gratuito ni desinteresado, y tienen una doble utilidad:
de valores» es sospechosa, y Nietzsche nos ha legado su en la práctica y en la ideología. Hace un siglo dominaba
desconfianza, precisamente en tanto que teórico de los el individualismo. Este proporcionaba a los filósofos y a
«valores». No se trata solamente de ideología, sino de l?s sabios (historiado~es, economistas, etc.) unas catego-
la puesta en funcionamiento de una serie ele sustitucio- nas, unas representacwnes. Para alcanzar la realidad es
nes. La «estructura latente» está constituida por un en- decir, también las posibilidades, era preciso correr ~ste
cadenamiento de coartadas tan numerosas como las fun- velo. Hoy, las ideologías han cambiado; se llaman:
ciones y las instituciones. La tecnicidad sirve de coartada fl!nci??-~lismo, formalismo, estructuralismo, operativismo,
a la tecnocracia, y la racionalidad a los funcionamientos ctenttftctsmo. Se presentan como no ideológicas, fundién-
que giran sobre sí mismos (pleonasmos sociales). El «sis- dose más sutilmente que antes con lo imaginario. Enmas·
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caran el hecho fundamental, es decir, el fundamento de su escenario: la Modernidad. Si el sistema no llega a


hecho: todo incide, todo gravita sobre la cotidianidad, cerrarse, no es por falta de voluntad ni de inteligencia
que descubre el «todo» en cuestió.~ (es decir, su .~á­ estratégica, es porque «algo» irreductible se opone a ello.
lisis crítico muestra el «todo», pomendolo en cuest10n). ¿Será en esta realidad (y bajo la misma realidad) el De-
La problemática, ya formulada con anterioridad, es, seo? ¿Será, más allá y bajo esta realidad, la Razón (dia-
pues, la siguiente: léctica), o la Ciudad, lo urbano? Para romper el círculo
a) ¿Es posible definir la cotidianidad? ¿Puede ser vicioso e infernal, para impedir el cierre, es necesario
definida a partir de ella la sociedad contemporánea (la nada menos que la conquista de la cotidianidad por
Modernidad), de forma que el estudio no se reduzca a .~n una serie de acciones -embestidas, asaltos, transforma-
punto de vista irónico, a la determinación de una fracci?n dones- a realizar también según una estrategia. Sólo
0 nivel parcial, sino que permita aprehender lo esencial el resultado dirá si nosotros (los que quieran) encontra-
y global? remos así la unidad entre el lenguaje y la vida real, entre
b) ¿Se alcanza por esta ví.a '!na teoría co~erente (no la acción que cambia la vida y el conocimiento.
contradictoria) de las contradicc10nes y conflictos en la Esta tesis coherente, lógica, se abre al mismo tiempo
«realidad» social? ¿Se consigue una concepción de lo sobre una acción práctica. Sin embargo, en su comienzo,
real y de lo posible? , . supone un acto o más bien un pensamiento-acto. Para
A estas interrogantes, formuladas de la forma mas cie!l- concebir lo cotidiano, para tomar en consideración la
tífica posible, responderemos condensand.o ~uestras afir- teoría de la cotidianidad, existen algunas condiciones pre-
maciones. Lo cotidiano no es un espac10-t1empo aban- vias: primero, residir o haber vivido en él; a continua-
donado· ya no es el campo dejado a la libertad y a la ción, no aceptarlo y tomar una distancia crítica. La ausen-
razón d a la iniciativa individuales; ya no es el ámbito cia de esta doble condición imposibilita la comprensión
de la condición humana en que se enfrentan su miseria y suscita malentendidos. A partir de entonces, el discurso
y su grandeza; ya no es solamente un sector colonizado, sobre lo cotidiano se dirige a sordos, y no hay peor sordo
explotado racionalmente, de la vida social, porque ya no que el que no quiere oír.
es un «sector» y la explotación racional ha inventado for- Sobre las mujeres gravita el peso de la cotidianidad.
mas más sutiles que antaño. Lo cotidiano se convierte Es probable que saquen ventaja de ello. Su táctica: in-
en un objeto al que dedican grandes cuidados: campo vertir la situación. No dejan por eso de soportar su peso.
de la organización, espacio-tiempo de la autorregulación La mayoría quedan empantanadas. Para las otras, pensar
voluntaria y planificada. Bien organizado, tiende a cons- es evadirse, dejar de ver, olvidar la ciénaga, no percibir
tituir un sistema con cierre propio (producción-consumo- ya la masa que las engulle. Las mujeres tienen coartadas;
producción). Se intenta prever, moldeándolas, las nece- son una coartada. Se quejan. ¿De qué? De los hombres,
sidades; se acorrala el deseo. Lo que habría de reempla- de la condición humana, de la vida, de los dioses y de
zar las autorregulaciones, espontáneas y ciegas, del periodo Dios. Pasan aliado. Son a la vez sujetos en la cotidiani-
competitivo. La cotidianidad se convertiría así en breve dad y víctimas de la vida cotidiana; por tanto, objetos,
plazo en el sistema único, el sistema perfe~to, ve!ado po.r coartadas (la belleza, la feminidad, la moda, etc.) y aque-
los demás sistemas que buscan el pensamiento slstemati- llas en cuyo detrimento operan las coartadas. Son a la
zador y la acción estructurante. En este sentido, la coti- vez compradoras y consumidoras, mercancías y símbolos
dianidad sería el principal producto de la sociedad que de la mercancía (en la publicidad: el desnudo y la sonri-
se dice organizada, o de consumo dirigido, así como de sa). La ambigüedad de su situación en lo cotidiano, que
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forma parte precisamente de la cotidianidad y de la mo- honrados teóricos se limitan a sí mismos. Se niegan a
dernidad, les impide el acceso a la comprensión. La poner en cuestión el orden lejano y omiten el hecho
modernidad para ellas, por ellas, disimula extraordina- Importante: la ausencia de código general. Cientificismo
riamente bien la cotidianidad. Pudiera suceder que la Y positivismo proporcionan excelentes temas de discurso
robotización alcanzase su victoria entre las mujeres, o so- excelentes coartadas, opuestas y que se implican mutua:
bre las mujeres, en función de lo que les concede (la mente.: .de un lado, el pragmatismo, el funcionalismo y
moda, la distribución de su espacio familiar, la búsqueda el act1v1smo operativos; del otro, el abandono y la en-
del ambiente y de la personalización mediante la com- trega de los problemas en manos de los expertos. Para
binación de los elementos, etc.). Y ello a pesar de, o a l?s defensores de esta ideología, todo pensamiento crí-
causa de su «espontaneidad». En cuanto a la juventud y tico, toda protesta y contestación, toda búsqueda de una
a los estudiantes, su caso es inverso. Apenas han expe- apertura sobre «otra cosa» suenan a utopía. ¡Qué razón
rimentado la cotidianidad. Aspiran a entrar en ella, no sin tienen! ¡Poseen en su favor cierta razón un estrecho
retroceder ante la entrada; sólo conocen lo cotidiano a racionalismo: e~ suyo! ¿~o :ra eso lo qu~ se objetaba
través de su familia, como .posibilidad lejana, en negro a Ma~, a Founer o a Samt-Stmon durante el siglo xrx?
y blanco. Para su uso funcionan una ideología, una mi- EfectiVamente, toda reflexión que no se contenta con re-
tología de la edad adulta: la madurez se une a los Pa- flejar, ratificar las coacciones, aceptar los poderes y le-
dres, reúne la Paternidad y la Maternidad, la cultura g_ali~a~ la fuerza de las cosas supone una utopía. Lo que
y la resignación. stgmftca que busca su punto de inserción en la práctica
Pasemos a los intelectuales. Ahí están. Tienen oficio, Y 51u: ~~ separa el conocimiento de una política que no
mujer, hijos, empleo del tiempo, vida privada, vida de comctdma con la del poder establecido.
trabajo, vida de ocio, alojamiento aquí o allá, etc. E~tán ¿Utopía? A este epíteto, a esta injuria, a esta me-
dentro pero un poco marginados, de forma que se pten- lopea!, responderemos: «¡_Pues sí! Todos utópicos, y
san y ;e ven fuera y en otra parte. Poseen procedimientos tambten usted en la medida en que no está entera y
bien experimentados de evasión. A su servicio tienen c~egamente some~ido, en que desea otra cosa y no es un
todas las coartadas: el sueño, lo imaginario, el arte, el eJe~u~o_r¡ un esb.trro.» «¡Dogmatismo! ¡Da usted una
clasicismo y la alta cultura, la historia. Más aún, les su- defm1c10n, se attene a ella y extrae consecuencias des-
cede que admiten como «ciencia de la sociedad», o «cien- mesuradas!» No; hemos obtenido la definición de «so-
cia de la ciudad», o «ciencia de la organización», a la ciedad burocrática de consumo dirigido» teniendo en
suma de procedimientos mediante los cuales la práctica cuenta otras definiciones propuestas; hemos enumerado
social y la vida cotidiana son sometidas a coacciones, l~s arg,u~entos ~ lo~ fundam~~tos que no nos han pare-
acondicionamientos, «estructuras» y programas. La ho- c~d?. ~olidos. M~s. aun: relatzvzzamos nuestra propia de-
nestidad intelectual de este «operacionalismo» no se im- fmtclOn. Dogmattca, plena y compleja, destruiría toda
pone. Los teóricos más serios de esta línea formalizan esp~ranza y cerraría toda apertura. Nos hemos compro-
los subsistemas, los códigos parciales, mediante los cua- metido a mostrar lo irreductible: conflictos, contestacio-
les la sociedad existente se organiza y organiza la coti- nes, que in:pide? el ci~r~e y derriban las murallas. « ¡Li-
dianidad según un orden u órdenes cercanos: el vivir teratura! 1Poesta! ¡Lmsmo! » Esas son ahora las má-
y la vivienda, los muebles, los horóscopos, el turismo, ximas . in}~rias. Más sutilmente, esta injuria se llama
la cocina, la moda, todas ellas actividades parciales que « ¡Subjetlvtsmo! ¡~~fensa de la subjetividad y del sujeto
dan lugar a publicaciones, tratados, catálogos, guías. Estos caducos! ¡Romanticismo!» En efecto, no admitimos las
Benrl Le!ebvre, 7
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escisiones entre el conocimiento y la poesía, ni tampoco de d~rec~as» de nuestra sociedad, una buena y una mala
entre la ciencia y la acción, entre lo abstracto y lo con- conc1enc1a que desconoce siempre las posibilidades.
creto, entre lo inmediato y las mediaciones, entre lo po- Veamos algunas interrogantes simples (pero concre-
sitivo y lo negativo, entre la afirmación y la crítica, e.ntre tas) y cuestiones que por lo demás no trataremos aquí en
los hechos y las apreciaciones, entre el objeto y el su¡eto. toda su amplitud. ¿Cómo es posible que se restaure el
No sin señalar en cada caso la insuficiencia de estas ca- centro de. las ciudades, más o menos abandonado, podri-
tegorías filosóficas (al mismo tiempo que su utilidad Y do, detenorado? ¿Por qué la gente del cine y el teatro
su necesidad). Dicho de otro modo, no admitimos la se- así como los grandes burgueses cultivados abandona~
paración, y esto en virtud de un acto de pensamiento los «barrios distinguidos» y los «conjuntos r~sidenciales»
constitutivo, inaugural, no desprovisto por lo demás de para instalarse en estos núcleos reconstituidos? La ciudad
y lo urbano corren el riesgo de convertirse en la riqueza
argumentos teóricos y prácticos. A los que toman esta
afirmación por un postulado y ratifican la separación en suprema de los privilegiados, en el bien superior de con-
nombre de un rigor epistemológico, les deseamos que sumo que confiere un cierto sentido a este consumo.
¿P~r .. qué la gente «acomodada» se precipita sobre las
mantengan hasta el fin esta actitud, sin capitular ante las
ant1~uedades, los n:u.ebles de estilo? ¿Y por qué las
desgracias de su conciencia desgarrada: sin ~eder al t?,r-
mento de la unidad, postulado de la fdosofla y tambten multitudes se prectpltan sobre las ciudades italianas
flamencas, españolas, griegas? La organización turística'
de la superación de la filosofía.
No temamos evocar brevemente una larga historia. co~o modalidad del consumo y de la explotación deÍ
Hubo antaño una vida miserable, estrecha, agobiante. oClo, el gusto por lo pintoresco y por el producto «de
Reino dividido en mil señoríos; la tierra tenía por rey calidad», no son suficientes para explicar todo esto. Hay
y por reina a Dios .1 a la Muert~. Sin emba~go, est~ o!ra cosa. ¿Qué? Las nostalgias, la ruptura de lo coti-
miseria y esta opres10n nunca careCieron de esulo. Reh- dtano, el abandono de la Modernidad y del espectáculo
gioso en su esencia o metafísico (qué importa el funda- que ~e da de sí misma a sí misma, el recurso al pasado.
mento de la ideología), el estilo reinaba, impregnando PreCisamente para no caer en esta nostalgia y en este
am~r al pasado. es. preciso comprender. Lo que conduce
hasta el menor detalle. La historia, si se contara, diría
cómo las gentes vivían mal, pero calurosa y cálidamen- hac1a u~ conoc1m1ento comparativo, hacia una historia
te ( hot). Desde aquellos buenos tiempos ha habido mu- de la vzda. cotidiana. Tal historia, posible, indispensable,
co~re el nesgo de perderse en detalles descriptivos (los
cho «progreso». ¿Quién no prefiere la trivialidad cotidia-
na al hambre y no desea una cotidianidad para los pueblos ob¡etos) .o en equívocos si no se vincula a lo global en
de la India? La «seguridad social», incluso fuertemente cada soc1edad, para cada época, a saber: las relaciones
burocratizada, puede resultar mejor que el abandono y sociales, los modos de producción, las ideologías.
el desamparo en el reino del dolor. De acuerdo. No se La historia de lo cotidiano comprendería al menos tres
trata de negar los «progresos», sino de comprender su partes: a) los estilos; b) el fin de los estilos y el comien-
contrapartida, el precio al que se pagarán. No hay por z.o d~ ,la cultura (~i~lo ?'Ix); e) la instalación y la conso-
qué pasmarse ante el espectáculo de este planeta en que hdaclOn de la cot1d1amdad, que mostraría cómo lo coti-
el reino de la muerte retrocede, pero ante el terror nu- diano se cristaliza desde hace más de un siglo al fracasar
clear (que tiene la ventaja de la precisión: se le puede cada intento revolucionario. De este fracaso es efecto y
situar nombrar). No tenemos que ceder a las nostalgias, causa. Causa porque es obstáculo, dique, barandilla; en
sino ~xplicar las nostalgias, y como inspiran una «crítica torno a él se reorganiza la existencia social después de
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cada sacudida. Efecto: después de cada fracaso (el más los lugares y la gente. El conflicto no siempre aparece.
grave fue el de la Liberación) las presiones y coacciones ~o se des~ubr~. Se evita hablar de él y ponerlo de mani-
aumentan. fiesto. Esta ah1, constantemente, latente, implícito. ¿Esta-
La ciencia no debe retroceder ante los temas y pro- remos descubriendo el inconsciente, el «deseo» signifi-
blemas propuestos por la praxis bajo el pretexto de que ca.nte oculto bajo los significados? No es preciso ir tan
son poco rigurosos. ¿Por qué no considerar el juego lejos; hablamos de lo cotidiano.
como objeto de la ciencia? ¿Por qué dejar a los filósofos Numerosos sociólogos afirman que la clase obrera, a
el lado lúdico de la vida social, mientras los sabios estu- escala mundial, prefiere la seguridad, la del empleo, el
dian las estrategias y los juegos formalizados? A la in- status, las vacaciones aseguradas, a las aventuras revolu-
versa, el saber no tiene derecho a proporcionar buena cionarias. Ha «elegido» y «optado», abandonando su
conciencia (mercancía no muy onerosa, transportable, de misión histórica. Afirmaciones sospechosas la última más
alta cotización en el mercado) a los intelectuales, a los aún que las anteriores. En la medida en qu~ esto es cierto
técnicos a los hombres situados y en el poder. ¿Hay algo será debido a la instauración de lo cotidiano a la ins~
peor qu'e la buena conciencia racionalizada, instituciona- talación en la cotidianidad, más que a la satisfa~ción «ele-
lizada por la Ciencia y burocratizada en su nombre? No gida» co~ preferencia a la insatisfacción creadora. Si algo
vacilemos en unir la valoración a la constatación: estamos hay de .cl~rto en ello, ¿no sería ésta una de las grandes
ante un fruto podrido del árbol de la ciencia. Desde contradicciOnes actuales? El proletariado no puede aban-
siempre, las élites hacen del saber su justificación. Contra donar su misión histórica sin renunciar a sí mismo. Si
esta ciencia alcemos la nuestra. «elige» la integración en la sociedad administrada por la
·Cuántas contradicciones emergen en esta sociedad de b.u_rguesí~ Y': organizada según las relaciones de produc-
la ~structura y de la estructuración, del funcionalismo, cron caprtaltsta, abandona su existencia como clase. Para
del racionalismo aplicado, de la integración, de la cohe- é~, la integ.r~c~ón coincide con la desintegración. Ahora
rencia! Primero, el conflicto se actualiza entre la nece- bren, el smc1d10 de una clase se concibe difícilmente y
sidad de seriedad, de rigor (¿por qué batirse en retirada se realiza más difícilmente aún. ¿Qué vemos? Una so-
ante las grandes palabras?; digamos también! la necesi- ciedad que tiende táctica y estratégicamente hacia la in-
dad de veracidad y de verdad), y la ausencia de todo tegración de la clase obrera, lo logra en parte (mediante
criterio absoluto de referencia que permita la compren- la cotidianidad organizada represivamente mediante unas
sión y el juicio: de código general. A continuación, la coacciones, más por la ideología persuasiva del consumo
soledad, puesta en canciones y en silen.cios, que co?tra~ta que por la realidad del mismo consumo), pero pierde
amargamente con la enorme abundancia de mensaJes,. m- ~n cambio, to?a capacidad integradora de sus elementos:'
formaciones «noticias». La «seguridad» o la «segunza- Juventud, etmas, mujeres, intelectuales, ciencias, cultu-
ción» toma~ un valor inmenso y desmesurado, un sentido ras. Al conducir al proletariado al borde de la renuncia
humano considerable, en el mundo de la aventura cós- a sí ~i.smo, al promulgar e~te hara-kiri, el neocapitalismo
mica y el terror nuclear. ¿Las hazañas fa~~losas (en coste se smc1da en tanto que socredad. El proletariado lo arras-
social en tecnicidad) por salvar a este mno enfermo o a tra en su ruina.
aquel' herido, por prolonga; un~, agonía, no c?ntrastan Tomemos al azar, entre las contradicciones reveladas
con los genocidios, con la s1tuac10n de los hospitales, de ésta: de un lado, la degradación de lo lúdico, el espírit~
la medicina de la venta de medicamentos? La satisfacción de pesadez en la programación de lo cotidiano en la ra-
y la insati~facción marchan juntas, se enfrentan según cionalidad organizadora, y de otro, el desc~brimiento
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científico del azar, del riesgo, del juego, de la estrategia, provocada~ por las mismas manipulaciones. Así, el consu-
en el corazón de las fuerzas naturales y de las actividades mo o~gamz.a?o no sólo divide los objetos, sino incluso
sociales. la sat1sfacc10I? e~gendrada por. estos objetos. El juego
El estudio de este nivel fundamental -lo cotidiano- sobre las mot1vac10nes, en la mtsma medida en que tiene
pone, pues, de manifiesto unas contradicciones nuevas, poder sobre ellas, las desmiente o las destruye, sin con-
de desigual importancia, pe~o a escala global. Una de las ~esar, por otra parte, en ninguna ocasión la regla de este
más importantes se sitúa entre la ideología de la tecni- ¡uego.
cidad y los mitos de la tecnocracia, por una parte, y por De hecho y en verdad (pero ¿quién lo ignora?) reina
otra, la realidad de lo cotidiano. La más grave se deter- un ma~estar. La sat~s~acción generalizada -en principio-
mina como conflicto entre el conjunto de las coacciones, va umda a una cns1s generalizada de los «valores» las
consideradas como constitutivas de un orden social y de ideas, la filosofía, el arte, la cultura. El sentido de;apa-
un plan, lo cotidiano y la ideología de la Libertad mante- rece, pero reaparece bajo otra forma: hay un vacío enor-
nida como apariencia, a pesar de todas las opresiones me, el vacío de sentido, que solamente llena la retórica·
y represiones reveladoras de un trayecto y un proyecto pero _esta situación tiene un sentido o varios. ¿No serí~
mucho más esenciales. el pnmero de ellos que la «saturación» (de necesidades
d_e «medios»,_ de tiempos y de espacios) no puede propor~
ctonar un ob¡eto, que carece de finalidad, que está des-
2. Los fundamentos del malestar provista de significación? ¿No es necesario distinguir cla-
ramente satisfacción, goce, felicidad? La aristocracia al-
Esta sociedad entraña en sí misma su crítica. La dis- canzó y supo definir el goce. La burguesía llega a lo
tancia crítica indispensable para comprenderla, los con- s~mo, a la satisfacción. ¿Quién dirá, quién dará 1~ feli-
ceptos críticos necesarios, los señala sin formularlos ni cidad?
expresarlos como críticos. Es suficiente, para percibirlos, ¡Cuántas obras recientes giran en torno a lo cotidiano
constatar las lagunas de la práctica social y no rellenarlas para expresar este malestar! Todas las obras importantes
tomando por «realidad» sustancial las brumas verbales desde hace varias décadas lo dicen abierta o indirecta-
que flotan en estas fisuras o abismos. mente. En la «crisis» casi permanente del teatro del
El fin, el objetivo, la legitimación oficial de tal socie- cine, de la literatura, de la filosofía sólo esas obr;s ca-
dad, es la satisfacción. Nuestras necesidades conocidas, racterísticas, ~lcanzan una atención duradera, cualquiera
estipuladas, son o serán satisfechas. ¿En qué consiste la que sea el ex1to de las demás. Unas describen con minu-
satisfacción? En una saturación lo más pronta posible ciosidad sádica (o masoquista) la cotidianidad o la oscu-
(por lo que concierne a las necesidades de posible satis- recen. O~ras i?;entan restituir lo trágico, que desaparece
facción). La necesidad se compara a un vacío, pero bien en la sat1sfacc1on, desmontando los dispositivos que pro-
definido, a un hueco bien delimitado. Se (el consumo y vocan o ratifican esa satisfacción aparente. A través de
el consumidor) llena este vacío, se cubre el hueco. Es la lo. '!ue queda de cultura (fuera de lo que es «cultural»
saturac10n. Apenas obtenida, la satisfacción se ve soli- oflClalmente ), el malestar inherente a esta sociedad se
citada por los mismos dispositivos que engendraron la convierte también en un hecho social y cultural.
saturación. Para que la necesidad resulte rentable, se la E~ta. sociedad c?n~ce, según hemos dicho y escrito, un
estimula nuevamente de forma apenas diferente. Las ne- crectmzento ( econom1co, cuantitativo medido en tonela-
cesidades oscilan entre la satisfacción y la insatisfacción, das y kilómetros) notable y un desa:rollo escaso. Las re-
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ladones sociales constitutivas (estructuradas-estructuran- derno» )? No lo sabe. Será la huida hacia adelante con
tes), es decir, las relaciones de producción y de propiedad los ojos cerrados, a ciegas, en el túnel, en la noche, espe-
que subordinan la sociedad a una clase (llamada burgue- rando encontrar la salida del laberinto, o acaso el atasca-
sía) y le atribuyen su gestión, han cambiado muy poc~, miento. ¡Pero no! No es sólo el atascamiento: es la
a no ser en función de la estrategia de clase (la consoh- autodestrucción inmediata.
dación de lo cotidiano). El objetivo de la estrategia de No nos detengamos en la destrucción devoradora de
clase no es el desarrollo, sino «el equilibrio» y «la armo- las obras, de los estilos, del arte, de la cultura pasada
nía» del crecimiento en cuanto tal. El desarrollo, la com- por el consumo masivo. Examinemos más de cerca el
plejidad y el enriquecimiento de las relaciones sociales, dispositivo inherente a este consumo. La obsolescencia
incluidas las de la vida urbana, se relegan a lo «cultural» ha sido estudiada y transformada en técnica. Los especia-
y se institucionalizan como tales. A partir de ese ~o­ listas de la obsolescencia conocen la esperanza de vida
mento al dominio técnico sobre la naturaleza matenal de las cosas: un cuarto de baño, tres años; una sala de
no co;responde una apropiación por el ser humano de su estar, cinco años; un elemento de dormitorio, ocho años;
propio ser natural (el cuerpo, el deseo, el tiempo, el es- tres años, la instalación de un centro de venta local, un
pacio). A la contradicción entre crecimiento y desarrollo automóvil, etc. Estas medias estadísticas figuran en la
se superpone, pues, una contradicción más grave y más demografía de los objetos, en correlación con los costes
esencial entre dominio (técnico) y apropiación. Estas pro- de producción y los beneficios. Las oficinas que organizan
posiciones, que no son nuevas, no, toi?an su pleno ~er:tido la producción tienen en cuenta estas estadísticas para
más que si especificamos sus termmos. El creczmtento reducir la esperanza de vida, acelerar la rotación de los
concierne al proceso de industrialización, y el desarro- productos y la del capital. En lo que concierne al auto-
llo concierne a la urbanización. Para nosotros (hemos da- móvil, el escándalo ha alcanzado proporciones mundiales.
do y daremos los argumentos), la urbanización contiene el A esta teoría bien conocida ahora añadiremos dos ob-
sentido de la industrialización; este último aspecto del servaciones. Primero, debería también tenerse en cuenta
proceso global llega a ser esencial después de un largo la obsolescencia de la necesidad. Quienes manipulan los
periodo en que estaba subordina?o al primero; 1~ situa- objetos para hacerlos efímeros, manipulan también las
ción se invierte, pero la estrategia de clases mantiene la motivaciones, y es tal vez a ellas, expresión social del de-
subordinación, provocando así una situación intolera~l~, seo, a las que atacan disolviéndolas. Para que el desgaste
una crisis de la ciudad que se suma a las restantes cnsts «moral» y la obsolescencia de las cosas actúen pronto,
permanentes. , , . . . es preciso también que las necesidades envejezcan, que
Esta sociedad lleva en st sus hmttes, los del capitalis- nuevas necesidades las reemplacen. ¡Es la estrategia del
mo que no son los limites de la producción capitalista deseo! Segundo, la capacidad productiva haría posible
co~o tal. No podemos en modo alguno, en ningún nivel, desde ahora una extrema movilidad de la vida, de los ob-
aceptar y sancionar el economícismo. Es falso porque jetos, las casas, las ciudades, del «habitar». La «vida real»
prescinde de lo que constituye una socie?ad. ~o que no podría dejar de petrificarse en la cotidianidad. La obso-
es una razón para completarlo con un ftlosoftsmo o un lescencia, ideología y práctica, contempla lo efímero so-
sociologismo igualmente limitados. lamente como método para hacer rentable lo cotidiano.
¿Dónde va esta sociedad con sus modificaciones (cuyo Desde esta perspectiva, se manifiesta un contraste, o más
carácter poco profundo contrasta con la pretensión al cam- bien una contradicción, entre lo duradero instituido,
bio perpetuo considerado esencial en «el espíritu mo- «estructurado» objetivamente (según una lógica de las
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formas, entre otras todo lo que toca al Estado y a la ad- diano, mirándose, de hito en hito, alargándose mutua-
ministración, incluida la de la ciudad, la del habitar y mente el espejo.
el habitat concebidos como estables), y lo efímero ma- En la cotidianidad y en lo que la informa (prensa,
niobrado consistente en una deterioración rápida de los cine) se ve proliferar el psicologismo y los tests del tipo:
objetos. Lo efímero, no sufrido, deseado, querido, cuali- «¿Quién eres tú? Aprende a conocerte.» Psicología y psi-
tativo, con sus encantos, no es sino el monopolio de una coanálisis se transforman de conocimiento clínico y tera-
clase social: la que hace la moda y el gusto, la que tiene péutico en ideología. El cambio se observa claramente en
por espacio el mundo. En cuanto a la deterioración de las Estados Unidos. Y una tal ideología exige una compensa-
cosas (cuantitativa, evaluable en tiempos cuantificados, ción, el ocultismo. Es posible estudiar metódicamente los
sufrida, no querida, no deseada) forma parte de una es- textos de los horóscopos, formar repertorios de sus temas,
trategia de clase que tiende a la explotación racionalizada, considerando estos textos como un corpus (un conjunto
aunque irracional como procedimiento, de lo cotidiano. coherente y bien definido). Se puede, pues, extraer del
El culto de lo efímero revela lo esencial de la Moderni- conjunto de los horóscopos un sistema (y, por consiguien-
dad, pero lo revela como estrategia de clase 1• En plena te, un subsistema en nuestra sociedad). No vamos a in-
contradicción con el culto (y la exigencia) de la estabi- tentar esta formalización. Nos contentamos con señalar
lidad, del equilibrio, del rigor duradero ... su posibilidad. Es marginal a nuestro problema: el fun-
Esta sociedad se pretende y se dice racional. Pone en cionamiento del sistema. ¿Qué espera la gente del ho-
primer plano los «valores» de finalidad. Se organiza a róscopo? ¿Cómo y por qué se dirige a estos textos?
pleno esfuerzo, a jornada completa. Se estructura, se pla- ¿Qué atractivo encuentra? ¿Cómo interpreta las indica-
nifica, se programa. La cientificidad alimenta las máqui- ciones? ¿Qué acogida da a los temas? ¿No establece una
nas (¿de qué, cómo? Este detalle carece de importancia, zona de ambigüedades, mitad representación, mitad sue-
siempre que haya un computador, cerebro electrónico, ño, orientada, sin embargo, hacia la acción, justificando
calculadoras l. B. M. número tal, programación). Mane- las tácticas individuales, de forma que los interesados
jos de baja estofa son considerados como la última pala- creen y no creen en lo que dicen, pero obran como si
bra de la ciencia, y el primer imbécil que llega titulán- creyesen, forzando al mismo tiempo los vaticinios según
dose «especialista» goza de un prestigio ilimitado. Pues sus gustos, sentimientos o intereses? ...
bien, el irracionalismo no deja de agravarse. La menor Esta serie de interrogantes no nos impide recordar que
encuesta sobre la vida real de la gente revela el papel los textos de los horóscopos contienen los residuos de
de la cartomancia, de los brujos y curanderos, de los ho- una visión del mundo: el zodiaco, las constelaciones, los
róscopos. Basta, por lo demás, con leer la prensa. Todo destinos inscritos en las estrellas, el firmamento como
ocurre como si la gente no tuviera con qué dar un sen- escritura divina, descifrable por los iniciados para uso
tido a su vida cotidiana, ni siquiera para orientarla y de los interesados. Amplio simbolismo que ha inspirado
dirigirla, a no ser la publicidad. Por eso recurren a las a la arquitectura, que se lee en muchos monumentos,
antiguas magias, a las brujerías. Sin duda intentan así, que resume una topología (jalonamiento y orientación
por un camino indirecto, la apropiación (revelación y del espacio, proyección del tiempo en el espacio cósmico
orientación) del deseo. La racionalidad del economicismo y social, el de los pastores, los campesinos, más tarde,
y del tecnicismo descubre así sus limitaciones, suscitando de los habitantes de las ciudades).
su contrario, que las completa «estructuralmente>>. El ra- ¿Acaso semejante cosmogonía no está enteramente ago-
cionalismo limitado, el irracionalismo, invaden lo coti- tada? El papel privilegiado que atribuye a los ciclos, a
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los números que miden los ciclos (el número 12 y sus Contrariándose, oponiéndose, implicándose, se mezclan
múltiplos), parece indicarlo. La vida cotidiana no sale de la satisfacción, la búsqueda obstinada del estado «satisfe-
la zona mixta entre los ciclos y el tiempo racionalizado, cho» y la insatisfacción, el malestar. El consumo de es-
lineal. Todo conduce a creer que hoy surge de la cotidia- pectáculo se torna espectáculo del consumo. Se encade-
nidad oprimida una nueva religión del Cosmos. Se sitúa nan el consumo devorador del pasado (obras de arte
afectivamente (irracionalmente) entre dos polos: los ho- estilos, ciudades), la rápida saturación y el hastío. ¿Cóm~
róscopos, en un extremo; en el otro, los cosmonautas, no aspirar a partir de aquí a la ruptura? ¿Cómo no que-
con sus mitos y su mitología, la explotación propagan- rer huir de lo cotidiano? Lógicamente, este deseo esta
dística de sus victorias, la exploración del espacio y los aspiración, esta ruptura y esta huida son pronto y' fácil-
sacrificios que la misma exige. Frente a esta religiosidad mente recuperables: organización del turismo, institucio-
renaciente del mundo (o más bien del Cosmos), nos pa- nalización, programación, espejismos codificados, puesta
rece ver nacer una religión más «humana» (entre iróni- en movimiento de vastas migraciones controladas. De ahí
cas comillas), complementaria y compensatoria, del Eros. la autodestrucción del objeto y del objetivo: la ciudad
El erotismo se hace obsesivo. Lo que no atestigua más pintoresca, la región turística, el museo, desaparecen ante
que en apariencia una creciente virilidad (o feminidad), la afluencia de consumidores que terminan por no con-
así como una capacidad mayor de voluptuosidad. Más sumir más que su presencia y su acumulación.
bien veríamos el síntoma inverso: desvirilízación y des- El más leve análisis muestra que hay dos especies de
feminización, frigideces no vencidas, sino más conscien- ocio, bien diferenciadas, «estructuralmente» opuestas:
tes, exigencia de una compensación. La religión del Eros a) El ocio integrado en la cotidianidad (lectura de
parece atestiguar una tendencia a reconstituir las prohi- periódicos, televisión, etc.) que deja una insatisfacción
biciones antiguas para recrear las transgresiones que da- radical, que pone a los interesados en la situación del
rían un sentido (desaparecido) a los actos eróticos. De hombre kierkegaardiano que desgarra su periódico ante
ahí el número impresionante de violaciones colectivas, su esposa y sus hijos aterrorizados, mientras vocifera:
de ritos sádicos y masoquistas. Las prohibiciones se pro- «¡Algo posible! ¡Algo posible!»
longan en el seno de la cotidianidad, incluso cuando b) La espera de la partida, la exigencia de una rup-
desaparecen sus justificaciones ideológicas. Es suficiente tura, la voluntad de una evasión: el mundo, las vacacio-
con recordar aquí los obstáculos psíquicos, psicológicos nes, el LSD, la naturaleza, la fiesta, .la locura.
(reales y ficticios), ideológicos, políticos, opuestos al uso
de los anticonceptivos. La apropiaci6n por el ser humano
de su deseo se encuentra suspendida a mitad de camino 3. Una vuelta por lo imaginario
entre lo real y lo posible, en la transición entre la acción
práctica y lo imaginario. Tropieza así con las represio- En el curso de sus tanteos experimentales y concep-
nes fundamentales, comenzando por la vinculación ideoló- tuales, la filosofía y la sociología contemporáneas han
gica, religiosa en su raíz (es decir, que sanciona y consa- descubierto algo: lo imaginario social, distinto de la ima-
gra el hecho psicológico y el determinismo ciego), entre ginación individual y también de los grandes simbolis-
fecundación y acto sexual. Al persistir este fundamento mos heredados de los estilos desaparecidos 2 •
religioso, deriva y se desvía hacia una religiosidad reno- De este imaginario social, encontramos la mejor mues-
vada, una sexualidad a la cual la práctica social prohíbe tra no en este film o en aquella obra de ciencia-ficción
encontrar la apropiaci6n. sino en la prensa femenina. En los semanarios destinado;
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 111
110
en principio al público femenino se interfieren lo ima- sec~or por un sistema y constituir una especie de entidad
ginario y la práctica. La lectora y el lector no saben a social. Nosotros nos inclinamos a ver en ellos subsiste-
qué atenerse. Los mismos fascículos contienen sobre los mas que permiten organizar funcionalmente la cotidiani-
objetos indicaciones precisas (forma de realizar por sí dad, someterla a coacciones escasamente desinteresadas.
misma este modelo, precio y lugar de adquisición de Nuestro ?bjetivo, recordémoslo, es mostrar aquí que no
aquel otro) y la retórica mediante la cual estos objetos hay un sistema de la cotidianidad, a pesar de los esfuer-
adquieren una segunda existencia. Están todos los ves- zos para constituirlo y cerrarlo. No hay más que susbsis-
tidos (posibles e imposibles), todos los platos y todo_s temas, ~eparados por lagunas irreductibles, y, sin em-
los manjares (desde los más sencillos hasta los que exi- bargo, situados sobre un plano o vinculados a este plano.
gen una cualificación profesional), todos los muebles (des- El análisis, sobre el cual no nos detendremos por ahora,
de los que cumplen funciones triviales hasta los que ador- da como resultado el cuadro de las páginas 112-113.
nan palacios y castillos), todas las casas, todos los apar- Comentemos el cuadro, figurando nuestros comenta-
tamentos. A esto se añaden los códigos que ritualizan rios entre los argumentos en su favor y las pruebas. No
y hacen prácticos estos «mensajes» al programar lo. ~o­ es incompatible con el código tridimensional (véase el
tidiano. Cada uno y cada una lee a su manera, situa, capítulo VIII de El lenguaje y la sociedad), es decir con
según sus gustos, lo que lee en lo concreto o en lo abs- el anál~sis que distingue formalmente tres dimensio~es y
tracto, en lo pragmático o en el sueño. Sueña en lo c¡.ue la reahdad expresada por los discursos: los símbolos,
ve, ve aquello en que sueña. De la misma forma, 1~ lite- los paradigmas, los enlaces. Son dos análisis de la mis-
ratura y la publicidad se distinguen por el monta¡e (la ma realidad, uno según los niveles, otro según las di-
confección) que llama la atención sobre ellos. La retó- mensiones. Las coacciones podrían llevarse a una escala
rica publicitaria está con frecuencia más escrita (y mejor) de O a 100, por ejemplo. Para el habitante de los «gran~
que la literatura. La obra literaria apela a los mismos des bloques», es decir, para una modalidad del habitat
procedimientos que la escritura publ~citaria; tie?e la ~is­ urbano y una modulación de la cotidianidad particular-
ma función metafórica: hacer «apaslOnante» (sm pas10n) mente significativa, la suma de las coacciones se acerca
aquello que carece de interés, t~anscribir lo cotidia~o en lo al límite superior. Es menor para el habitante de sec-
imaginario, obligar al consumidor y a la consumidora a tores residenciales, menor aún para el ciudadano aco-
enarbolar la sonrisa de la felicidad. Los textos introducen moda?o que viv~ en un núcleo urbano. Apropiación y
en cada vida cotidiana (la de cada lectora y cada lector) ~oacc10~es l?antlenen relaciones conflictivas y comple-
todas las vidas cotidianas posibles y algo más que la vida ¡as. Qm~~ die~ a~ropiación, dice coacción dominada, pero
cotidiana: la vida extravagante (o supuestamente extra- el domm10 tecmco de los determinismos «naturales»
vagante) de los que habitan el Olimpo, la felicidad po- aunque necesario, no es suficiente. Puede decirse, a gran~
sible. Podemos establecer que las mujeres leen la parte des rasgos, que cuantas más coacciones (y coacciones or-
práctica de estos textos sobre la moda ~D?-aginaria y la ganizadas, codificadas), menos apropiación existe. No es
parte imaginaria (que comprende la pubhc~dad) sobr~ la una relación de inversión lógica, sino de conflicto dialéc-
moda práctica. Lo que refuerza nuestra tesis de un mvel tico. La apropiación aprehende las coacciones, las trans-
o plano de realidad, allí donde el análisis su~erfic~al forma, las cambia en obras.
constata y formaliza sectores yuxtapuestos (la residencia, Estos conflictos y problemas de la cotidianidad remi-
la alimentación, el vestido y la moda, el mobiliario, el ten a. soluciones ficticias, las cuales se superponen a las
turismo, la ciudad y urbanidad, etc.), al estar regido cada soluc10nes reales cuando éstas son, o parecen, imposi-
NIVELES DE RE ALIDAD SOCIAL

Estrategias del poder y poder de oposición. Perspectivas y prospecciones hacía el futuro.


Conocimiento conceptual y teó rico (que desciende nuevamente hacia la práctica).
---------·---···----·---

Ideologias de la propiedad, de 1
la racionalidad, del Estado.
Representaciones e ideologías ) Sistemas .de valor~s (é,ti~a y t~ora.li?~o, esté tic~ !' .esteticismo, «pat~erns» y mo.delos, ideologías
que se dtcen no tdeologtcas: ctenttftctsmo, poslttvtsmo, estructurahsmo funcwnalismo etc )
(«cultura» fragmentada) {
Subsistemas organizadores y justificados mediante «valores». ' ' ··
Ideologia del consumo.
Publicidad como ideología.

Ilusiones y mitos ligados a la ideología y a la retórica al uso.

vocabulario función metafórica


Lenguaje oposiciones {de la escritura)
IMAGINARIO
enlaces función metonímica
(social)
(del discurso)
(Que incluye la imaginacwn
individual y los simbolismos de las palabras
colectivos.) Retórica de las imágenes
de las cosas

Inversiones afectivas que re fuerzan lo imaginario o se encarnan en una apropiación.

cuerpo, «Valores» en formación o en


Apropiación
(por el ser humano de su ser
tiempo, \ desaparición: fiesta, ocio, de-
POIESIS Y PRAXIS espacio, porte, ciudad y urbanidad, na-
natural) deseo ? turaleza, etc.

Coacciones biológicas, [ Múltiples, pero reunidas en el

Cotidianidad
j (determinismos constatados
por ciencias, dominados por
geográficas,
eco?ómicas,
) dominio social de la naturale-
) za, en la praxis.
\ técnicas) etcetera. (
Henr! Lefebvre. 8
Henri Lefcbvre La vida cotidiana en el mundo moderno 115
114
vu7lve a encontrarse en el análisis de los «sectores» de
bles. Así, los problemas y la búsqueda de una solud~'m ~b¡7tos Y ~e actividades: vestido, alimentación, mobi-
franquean el umbral de lo imaginario. Entre la prácuca ltano, «?abitar» o habítat, y, sin duda, también sexo
y lo imaginario se inserta, o, más bien, se insinúa, «la Y sexuahd~~· Se aplica a la ciudad y a la «urbanidad».
inversión»; la gente proyecta su deseo sobre tales o cua- ~1 automovd. No se aplica literalmente a cada subcon-
les grupos de objetos, tales o cuales actividades: la. casa, J~~to o subsistema; el análisis debe modificarlo espe-
el apartamento, el mobiliario, la cocina, ir de vacac10nes, CIÜc~mente para apr~hender cada sector. Nos parece que
la «naturaleza», etc. Esta inversión confiere al objeto una subst~te en lo esencial. Cada análisis prescribe una mo-
doble existencia, real e imaginaria. dulaCión del es~u.ema inicial para delimitar, describir y
En lo que concierne al lenguaje como vehículo de lo aprehender analtticamente un sector. Así se reconocen
imaginario y las contradicciones a este nivel, hemos exa- a9.uí Y all~ coacciones (más o menos sufridas) y apropia-
minado ya lo que sucede y volveremos sobre ello. Hay ciOnes (mas o menos logradas). Cierto número de obje-
un desplazamiento, una desaparición progresiva de l~s tos. fran_que?n el umbral que separa el nivel práctico de
símbolos un deslizamiento general hacia la señal y hacia lo tmagmarw, y se cargan de afectividad y de ensueño
los enla~es sintagmáticos en detrimento del simbolismo porque son a la vez percibidos (socialmente) y hablados:
y de las oposiciones. Mientras continúa siendo imagina- Algunos ~ogra? _el stat~s «superior» y reciben una so-
rio, este desplazamiento no es completo. Por lo demás, brecarg_a. tdeologica. Ast la «villa» es practicada con una
el metalenguaje, esto es, el discurso en segundo grado, prob~btlidad de apropiación para «el habitante» pero
juega un papel compensador. también soñada, ideologizada. Otro tanto sucede' a su
Puede afirmarse que el arte fue apropiación (del tiem- modo, con el vestido (c?nfección corriente, pret a porter,
po, del espacio, del deseo). En el nivel de lo sensible, la alta co~tura) o las, comidas (cocina casera, cocina refina-
obra modelaba un tiempo y un espacio; y esto, a veces, da, cocm~ d,e festm o de fiesta), cada nivel con su con-
a escala social; por ejemplo, en la ciudad modelaba la texto. de tmage?es y su comentario verbal. Lo imaginario
arquitectura y los monumentos. La estética se situaría proJ?Iamente dic?o forma parte de lo cotidiano. Todos
más bien en el nivel de lo imaginario, como discurso pediiDos cada dta (o cada semana) nuestra ración Sin
sobre el arte, la interpretación y la retórica. En cuanto ern_ba.rgo, lo i~,aginario, en relación con la cotidia¿idad
al esteticismo, el discurso en segundo grado sobre el arte practica (coaccton y apropiación), tiene una función: en-
y la estética -ilusoria apropiación, metamorfosis ficti- ~ascarar el predominio de las coacciones la escasa capa-
cia de lo cotidiano, consumo verbal-, tendríamos ra- cidad de apropiación, la agudeza de los' conflictos y de
zones para situarlo entre lo imaginario y lo ideológico. los problemas. «~~ales», Y.• en ~~ertos momentos, prepa-
Esto depende de la «calidad» del discurso. rar una aprop1acwn, una mverswn práctica.
El estilo fue apropiación: uso de objetos apropiados La publicidad no sólo. proporciona una ideología del
al conjunto de necesidades de la vida social, y no sola- con~umo, una representacwn del «yo» consumidor que se
mente a una necesidad aislada, clasificada. Que pueda realiza ~n cuanto tal, ~ue convierte en acto y coincide
existir consumo sin semejante apropiación, por corres- co? su :m~gen. (o _su Ideal). Se funda, asimismo, en la
pondencia prescrita, término a término! entre necesida- ex1st~nc1a Imag:n~na de las cosas. Es su propia instancia.
des y bienes, es el postulado de la sociedad llamada de lmphca. la. retonca, la poesía, superpuestas al acto de
consumo, la base de su ideología y de la publicidad como consumir, mherentes a las representaciones. La retórica
ideología. Es el principio supuesto de la satisfacción. no es sólo verbal, sino material: un escaparate en la calle
Es importante resaltar que el esquema presentado aquí
116 Henri Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno
117
d 1 Faubourg Saint-Honoré o una exhibición ~e alta cob-
t~ra . no deben ser comprendidas como un discurso o,- objetos de los adultos que los envuelven con su existen-
jeti;o e como una retórica de las cosas? Volv~re~os mas cia material y sus signos. Situación de la que se deriva
tarde' sobre la publicidad. Por ahora nos. hm~tamo_s, a una frustración profunda y múltiple, mal compensada
por afirmaciones brutales.
aprehender los Contornos del malestar
· y la ·msatlsfaccwn.
,1 · 1
El carácter decepcionante del consu,mo tlene mu tlp e~ De forma todavía más penosa, la clase obrera vive
razones. Estamos lejos de conocerlas mtegramente. Aqm entre los signos del consumo y consume una masa enor-
entrevemos algo. No hay fisura o corte entre el co~sumo me de signos. Su cotidianidad se compone, sobre todo,
del objeto y el de los signos, i~ágenes, re~nesentacwnes, de coacciones y lleva consigo un mínimo de apropiación.
de las cuales el objeto proporcwna el medw y el_ sop~rte La conciencia, en esta situación, se coloca en el nivel
sensibles. El acto de consumir es tanto un ac:o. I~agma­ de lo imaginario, pero experimenta en él rápidamente una
rio (por tanto, ficticio) como un acto ~ea~ (dlVIdiendose decepción fundamental, pues las modalidades de some-
a su vez lo «real» en coacciones y aptoplacwnes). ~dop~a, timiento y explotación disimulan a la clase obrera su ver-
pues un aspecto metafórico (la felicida~ en cada oca o, dadera condición. No se descubre tan fácilmente explo-
en c~da erosión del objeto) y meton_ímlco (todo e~ con- tada y sometida tanto en el plano de la cotidianidad y el
sumo y toda la felicidad de consumir en cada obJeto y consumo como en el de la producción. La estructura de
cada acto). Lo cual no sería grave si el ~onsumo no se la producción, y, por consiguiente, de su explotación,
presentase como acto pleno, como actuahdad! de. ple~o se le escapaba ya a la clase obrera durante la belle époque.
derecho, sin engaño, sin ilusión. Consumo 1m~~mano, La representación (ideología) del cambio, «trabajo con-
consumo de lo imaginario -los textos de pubhc~d~d­ tra salario», disimulaba· las relaciones de producción,
y consumo real no tienen fronteras qu~ los dehmlten. estas relaciones estructuradas-estructurantes (la venta de
Tienen si se quiere, una frontera movediza y _constante- la fuerza de trabajo, la propiedad y la gestión de los me-
mente 'traspasada; sólo el análisis distingue. ruveles. No dios de producción por una clase). Desde entonces, las
ólo los signos aureolan los bienes y los bienes no son relaciones se han oscurecido aún más. La ideología del
:bienes» más que afectados de signos, si~o que e~ mayor consumo ha terminado de ocultarlas. El consumo sirve
consumo se dirige a los signos de los. «bienes» sm estos de coartada a la producción. De entrada, al hacerse más
b.1enes. e·Cómo podían dejar de ser mmensas'l . la decep-· completa, la explotación se cubre con un velo más es-
· ' y la frustración de aquellos que
CIOn . , so o tlenen
· signos peso. La clase obrera no puede dejar de estar profunda-
para saciar su voraz apetito? Los «Jovenes» qmere~ ~on­ mente decepcionada. Es la primera entre las capas y cla-
sumir ahora. y con rapidez. Este mercado fue rap~da­ ses sociales en experimentar esta frustración. Su «con-
mente detectado y explotado. De for~a qu~ ~os «Jove- ciencia de clase» se restablece con dificultad y, sin em-
nes» tienden a establecerse e~ una v1da cot1d1ana para- bargo, no puede desaparecer. Se convierte en «malenten-
lela, la suya y la misma, hostil a la de los. padres y lo dido» de las clases, pero a este título está presente en
más parecida a ella. Marcan con su presencia Y sus «va- toda reivindicación. La reivindicación tiende oscuramen-
lores» a los adultos, a los bienes de los adultos, al ~er­ te a desbordar las cuestiones de salario (que no desapa-
cado de los adultos. Sin embargo, en_ tanto que «Jove- recen) para extenderse a la disposición de lo cotidiano.
nes» permanecen marginados. ~o consiguen formular sus En lo que concierne a las mujeres, conocemos ya la
tablas de valores, aun menos Imponerlas .. Lo que con- ambigüedad de su condición. Relegadas a lo cotidiano,
sumen de forma a la vez negativa y masiva son, pues, hacen de él una fortaleza y se esfuerzan tanto más en
salir de ella, pero eludiendo las implicaciones de la con-
118 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno
119
ciencia. De ahí una protesta perpetua, pero torpe, que a ~a sociedad entera. Sólo emergen los que habitan el
no llega más que a reivindicaciones mal orientadas. <;>hmpo, gran burguesía que corresponde en nuestro
En cuanto a los intelectuales, encuentran en lo ima- tlempo a la antigua ar~stocracia, cuyos vestigios recoge.
ginario, literalmente acarreado por la retórica, el lengua- Los moradores del Ohmpo carecen de vida cotidiana
je y el metalenguaje, una perpetua coartada que les per- aun~ue las imágenes .q';Ie _los popularizan les _atribuye~
mite olvidar la mediocridad de su condición: falta de p~ecisamente una cotidiarudad superior. En el caso lí-
poder, poco dinero, la necesidad de tolerar las coacciones ~.lte, el morador del Olimpo ni siquiera tiene domicilio
y los mitos para trepar algunos escalones y encaramarse fiJo; reconstruye en la opulencia, con los medios del
a los peldaños superiores de la escala social (escritores poder, el vagabundeo «libre», el nomadismo· vive en su
de renombre, grandes periodistas, técnicos eminentes con- yat~, va de :palacio en palacio o de un ca;tillo a otro.
sultados por las autoridades, etc.). Esta por encima del «habitante». Para el común de los
Como resultado, la protesta y la contestación, y las mortales, el morador del Olimpo criatura de ensueño
reivindicaciones no cesan y no pueden desaparecer. Uno proporci::ma. imágenes ~ensibles (v~ndidas muy caras) d~
tras otro, estos grupos parciales contestan y protestan, lo Imagmarw. Lo posible, todo lo posible se encarna
no sin intentar sacar partido de la situación. El más sig- en él. Es la ~tra co~id.ianidad, irreconocibl~ y, sin em-
nificativo es el rechazo presentado por los grupos, mino- ~argo, reconocida: piscma, teléfono blanco, mesa de es-
ritarios, pero siempre renovados, de «jóvenes» a esta tllo. Pe.ro. h~y algo más: el del Olimpo ya no habita
sociedad. Rechazo total, global, sin esperanza, sin porve- esta c?t~d1~mdad. En cuanto al habitante, fijado al suelo,
nir, absoluto, siempre renovado. Los grupos que recha- la cotld!amda~ le asedia, le sumerge, le engulle. La da-
zan se desdoblan, como es sabido, en violentos y no vio- s~ medta se mstala en la satisfacción. Ahora bien, se
lentos. El rechazo supone una tentativa para salir de lo s1e~te oscuramente robada. No tienen sino una sombra
cotidiano e intentar otra vida que sea obra, apropiación. de m~luencia: J?~gajas de riqueza, ni una parcela de po-
Esta «Otra vida» se intenta por diversos medios: vaga- de~ m de prest1g10. Su forma de vida parece haber con-
bundeo, drogas, signos de solidaridad y de complicidad, qm~t~do a toda la sociedad, incluida la clase obrera.
etcétera. Qmza, pero en adelante tienen la misma forma de vida
En cuanto a las clases medias, una vez más «se» las que el . proletariado. Con un poco más de medios y al~
ha engañado. «¿Se? ... ¿Quién?» La «estrategia de cla- gunos mgresos suplementarios. Lo que da lugar a estra-
se» tiene tal vez un «sujeto», pero no es observable; tos Y no ~ clases, como se ha dicho una y otra vez. La
se «construye» por medio del conocimiento, a posteriori. clase ?Je~ha, al negar la calidad de «clase» a los obreros,
En tanto que pilares de la maniobra, las clases medias se adJ';Idt:aba fre~te al proletariado un status superior,
son asimismo sus objetos y sus víctimas. Lo que se ge- una d1g~Idad ,emmente; en suma, una conciencia de
neraliza es su relación con las cosas y los bienes. Desde clase; Asi servia estratégicamente (sin saberlo) a la bur-
que existen, estas capas medias han buscado la satis- guesla. Actualmente, las capas medias de la sociedad de
facción: satisfacciones al por menor y piezas sueltas de consum_o ~i!igida se sienten confusamente presas en la
la satisfacción. La voluntad de poder y el poder se les generahzacwn del proletariado. Los cuellos blancos los
escapaban, la voluntad de creación todavía más, por otras P_equeños técnicos, los empleados y cuadros medios' re-
razones. Con respecto a ellas, sería inoportuno hablar si_sten tozudamente a esta situación y a esta concie~cia.
de un «estilo»; de lo que se trata es más bien de una Sm embargo, los invade no por el camino de la ideolo-
ausencia de estilo. Este género de vida se ha extendido gía, sino por la percepción de una cotidianidad similar
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 121
120

y de una misma huida hacia la ruptura ~e lo ~otidiano. quiere? Otra cosa. Consumir le satisface y no le satis-
A pesar suyo, el miembro de la clase n;tedla pres1ente ~ue face. ~1 consumo no es la felicidad. El bienestar y la
en la sociedad de consumo, el consumidor es consumido. comod1dad no bastan para conseguir la alegría. Se aburre.
No él, en carne y hueso, que permanece t.a~ libre co~o Esta sociedad quiere integrar. ¿Qué? Sus miembros,
el proletario. No él, sino su tiempo de v1v1r. La teona grupos e individuos, átomos y moléculas. ¿A qué?
de la alienación es considerada como caduca. ¿Es nece- A ella, de la que nadie piensa ya que sea un «sujeto».
sario volver a extenderse sobre este punto? Cierta aliena- Tal es su problema y su contradicción (una de las más
ción (por ejemplo, la alienación sexual) tal vez se haya i~portantes entre sus contradicciones). No está despro-
atenuado. Aunque no es nada seguro y el fundamento de v~sta de una cierta capacidad integradora, fuerte por me-
la represión sexual (la relación «natural» entre el acto dw de 1~ mercancía y el mercado, más débil, pero eficaz,
sexual y la fecundación mantenida práctica y «cultural- en el mvel cultural. La cotidianidad integra a aquellos
mente») no ha desaparecido, ni mucho menos. A las an- que la aceptan e incluso a quienes decepciona. Los des-
tiguas alienaciones se han añadido otras nuevas, y la ti- c?n.tentos que aspiran a una cotidianidad más plena son
pología de la alienación se enriquece: política, ideológica, rap1damente atrapados y absorbidos. Para sus oídos los
tecnológica, burocrática, urbana, etc. Sostenemos que la lemas más estridentes de la subversión no son más que
alienación tiende hacia una totalidad y llega a ser tan frases sonoras. ¿No ha integrado esta sociedad, con su
poderosa que borra las huellas (la conciencia) de ~a a}ie- e.steticismo intenso, al viejo romanticismo? ¿Al surrea-
nación. Acusamos, aquí y en otros lugares, a los ldeolo- lismo? ¿Al existencialismo? ¿A una buena parte del
gos qu~ pretenden relegar la teoría entre las filosofías marxismo? Así es, por imposible que parezca. Por la vía
anticuadas. A pesar de sus preguntas, que se pretenden del mercado, como productos. La contestación de ayer
maliciosas sobre las «conspiraciones» ideológicas y sobre es hoy producto de calidad para el consumo cultural.
los «sujetos» de tales conspiraciones,. sir~en ~ la .estra: Un consumo que ha engullido a aquello que intentaba
tegia de clase. Con plena buena conoenc1a. N1 meJor m dar un sentido. Lo ha devorado. Es posible liquidar el
peor que los demás: los que saben y los que no com- sentido, declarar absurda la búsqueda del sentido con-
prenden nada de nada. La novedad consiste en que ~a fundir e identificar absurdo, realidad, racionalid;d. Se
teoría de la alienación no tiene más que una referenoa abre un ag~jero gigante. Los filósofos no tienen vértigo,
filosófica que se aleja. Ha pasado a ser una práctica so- p~ro la soc1eda~ que .no posee otros medios ideológicos
cial: una estrategia de clase que precisa apartar tanto pierde su capaodad mtegradora. Su cultura, traducción
la filosofía como la historia para embrollar el asunto e ~bstracta de exisencias económicas y tecnológicas, es
inhibir la conciencia de la alienación generalizada. Esta 1mpotente. De ah1 la paradoja, con frecuencia puesta de
estrateoia tiene peones para maniobrar: la clase media, relieve, pero raramente analizada hasta sus raíces de una
a quie; se le escapa la conciencia ~e .su propia ali~nación, sociedad que funciona, a la que obsesionan la int~gración
aun cuando haya alimentado la cromca y los cromstas de y la participación, y que no llega a integrar ninguno de
la alienación en tanto que sometida al malestar. Como sus grupos, ni a. los jóvenes, ni a los intelectuales, ni a
las damas de los viejos tiempos, como el personaje kier- las etnias, ni a las regiones, ni a las ciudades, ni a las
kegaardiano que exclama: «¡Algo posible!», el pequeño empresas, ni siquiera a las mujeres. Los Estados Unidos
burgués se encuentra mal ~n b~en. día. El salto de .lo ?e América son el pro;otipo de esta sociedad potente e
real a lo imaginario y de lo 1magmano a lo real, es decu; 1mpo~ente .. La burgues1a francesa ~ europea poseía una
la confusión entre los planos no le agrada ya. ¿Que capaodad mtegradora cuando tema una ideología (el
122 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 123
universalismo de la razón) y una práctica social (la cons- tiene el economicismo. Vulgar y vulgarizado, su vida es
trucción de una nacionalidad). El desvío de esta ideología dura porque sirve: ideología del crecimiento, producti-
universalista hacia la racionalidad limitada del tecnicis- vismo, racionalidad de la organización, perspectiva de la
mo y del Estado la priva de aquella antigua capacidad abundancia próxima. Estos temas, ya abandonados en
estratégica. De ahí una impotencia que se traduce en el Estados Unidos, han de conocer aún días de gloria en
plano de la cultura y, sobre todo, en el de la capacidad una Francia retrasada. Tal vez los adopte oficiosa y ofi-
de integración. cialmente la Universidad, o cualquier otra institución
Para responder a las exigencias de la situación, se ~us­ apoyada por el Estado. El economicismo tiene el con-
can nuevas ideologías. Se comprende que no es pos1ble siderable interés de aliar al marxismo degenerado y al
vivir sobre los fundamentos americanos de los años in- racionalismo burgués adulterado. Además, encubre bas-
cluidos entre 1950 y 1960: desideologización, resolución tante bien la cotidianidad, su manipulación, su explota-
cada vez más armoniosa de las tensiones, fin de las cla- ción racionalizada. No está, pues, desprovisto de los mé-
ses. El «fin de las ideologías» fue la consigna del ameri- ritos que hacen eficaz una ideología.
canismo ofensivo. Con este ariete, con esta artillería, Existen tentativas más sutiles. La ideología de la
derribó las murallas que protegían a la vieja Europa. Los feminidad> o, mejor dicho, de la felicidad por (y en)
desembarcos masivos de especialistas, sociólogos, psicó- la feminidad parece parte importante de la ideología del
logos y demás, siguieron de cerca a ese desmantelamien- consumo (de la felicidad por el acto de consumir) y de
to. ¿Y al10ra? Europa no es más que un campo de ideología de la tecnicidad ( ¡las técnicas de la felicidad
ruinas filosóficas, teóricas. Sólo resisten aquí o allá al- corresponderían a las mujeres! ) con algo más seductor.
gunas ciudadelas, algunas fortalezas, con frecuencia que- La ideología de la cultura, o culturalismo, apuntala la
brantadas, como el marxismo, la historicidad. La ofen- tesis vacilante de la coherencia y de la unidad de «la»
siva americana coincidió con el derrumbamiento del dog- cultura. Tesis oficial. Cuando es evidente que la cultura
matismo stalinista. ¿Y ahora? Es considerable, tanto en se pulveriza. No hay desde hace mucho tiempo sino sub-
América como en Europa, la demanda de ideologías más culturas de orígenes diversos: campo y vida rural, vida
sutiles. Lo que obliga a afinar el concepto mismo de urbana, aristocracia, proletariado, burguesía, países y sec-
ideología. A nuestro juicio, el concepto hoy cubre, por tores llamados «subdesarrollados», cultura de masas, et-
una parte, las representaciones que se presentan como no cétera. Varias «subculturas», incluso revestidas con el
ideológicas, como «rigurosas», y por otra, una buena traje de Arlequín fabricado por una de ellas, a saber, el
parte de lo imaginario social, sostenido por la publicidad «clasicismo», no forman una cultura. La fragmentación
(que tiende a hacerse ideología y práctica, simultánea- de los conocimientos parcelarios y de los trabajos espe-
mente). Una ideología hoy no puede ya permitirse apare- cializados no constribuye a restituir la unidad. ¿No será
cer como ideología: apelar a lo afectivo, regular la per- la cultura un mito? No. Es más que eso: una ideología
tenencia a un grupo dirigente. Le es preciso tomar un de Estado. La unidad de la cultura debe de situarse en
aspecto científico. A menos que no opte decididamente el nivel más elevado, el de las instituciones culturales.
por lo irracional, como cierto psicoanálisis o cierto ocul- Lo que permite alimentar la «cultura de masas» y el con-
tismo. sumo con «productos de calidad», obras de las que se
En un nivel bastante bajo de elaboración, para uso de pretende que permanezcan «intactas».
los pequeños cuadros, de los técnicos pequeños y me- Las ideologías de la función (funcionalismo ), de la
dios, de los burócratas de los escalones inferiores, st; forma (formalismo), de la estructura (estructuralismo),
124 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 125

tienen en común con el cientificismo y el positivismo el n.o aparece como sistema (como conjunto de significa-
que se presentan como no ideológicas. El proceso de c~ones) se derrumba. Se revela como desprovisto de sen-
ideologización es, sin embargo, bastante claro; consiste ttdo. Es un conjunto de no-significaciones al que se quie-
en una extrapolación-reducción. La ideología transforma re dotar de sentido. Las insignificancias de lo cotidiano
en absoluto un concepto parcial y una verdad relativa. sólo pueden cobrar sentido transformadas, metamorfo-
La ideología del lenguaje presenta suficiente interés como seadas en otro conjunto distinto de la actual cotidiani-
para que le consagremos más adelante un capítulo. En ~ad. Dicho de otro modo: es imposible constituir un
efecto, se incorpora, por una parte, a los notables descu- stst~I"?a teórico y práctico tal que los detalles de la vida
brimientos de una ciencia en desarrollo: la lingüística,. y cottdtana tomen un sentido en y por este sistema. En
por otra, a los «fenómenos de lenguaje» que se desarro- segundo lugar, si no hay sistema, lo que hay son múlti-
llan en la vida cotidiana. Contentémonos aquí con se- ~les subsistemas, de los que hemos mostrado ya que se
ñalar que la ideología consiste en presentar simultánea- sttu~ban no en u'! sistema único, sino sobre un plano
mente el lenguaje como clave de la realidad social (que o n~vel de la reahdad. Entre ellos descubrimos lagunas,
sería, por tanto, cognoscible y conocida por su forma de agu¡eros y nubarrones que flotan ... El único «sistema»
lenguaje) y como un sistema (que comprende y entraña que revela un grado de generalidad suficiente para me-
la unidad de lo real y lo inteligible). Mientras (según la recer .tal denominación es ~1 de las coartadas ( ¡y va
tesis que sostendremos más adelante), nos movemos en tan le¡os, que la «problemática», la «interrogación» y la
el metalenguaje -discurso sobre el discurso, descifra- «puesta en cuestión» pueden convertirse en coartadas
miento de mensajes antiguos que no tienen derecho al- para eludir los problemas y mantener un «sistema» que
guno a presentarse como mensajes nuevos o descifra- sólo existe en las palabr~ .. .&..HCf. S .. .
miento de lo «real». "-" - IBHUMA
La publicidad forma parte de los «fenómenos de len- ·1"0 Ir,, -\()GSS~~~,
¡; ................ . . . . . . . . . . . . . . . ..

guaje» que requieren un examen atento. Plantea nume-


4. Sobre algunos subsist~itfu-s r op. · ~.~ ...~f. ........ .
rosos problemas. Algunos de los más importantes son el
de la eficacia, el de la naturaleza y el de la extensión de ;·1!·-..:h•O.Aita '-\-'9 -~co
- ' ' 4 •••••••••••••• , •• ~

su influencia. Mostramos por qué proceso de sustitución Los teóricos del estructuralismo emplean frecuente-
(y no es sino uno de sus procesos) la publicidad asume n;t~~te el término «sistema». Su lenguaje carece de pre-
una parte del papel antiguo de las ideologías: encubrir, c~sto?; Poco a poco esta palabra va tomando una signi-
disimular, transponer lo real; concretamente, las rela- frcacton vaga, mal determinada. El rigor forma parte de
ciones de producción. sus connotaciones, de su retórica y no de su denotación
No podría darse ideología en el sentido antiguo (es No quiere decir más que «trasto» o «chisme». Es si~
decir, con la fuerza de captación, el poder liberador, la em?arg~, claro que el sistema es único o no es 3 • hay si
capacidad integradora que tuvo antaño el racionalismo) v_anos sttemas, cada uno de ellos tiene sólo una existen-
más que si se pudiese considerar la cotidianidad como un Cia y una !mportancia relativas. Ninguno puede aislarse.
sistema dotado de una coherencia completa. Y esto es ¿No es mas ¡usto hablar de subsistemas? Pero entonces
imposible. En primer lugar, este sistema debe manifes- el estruc~uralismo pierde el presti?io y la prestancia que
tarse primero en la práctica; considerar lo cotidiano ha obtemdo por su oscuro profetismo del sistema abso-
como un sistema significa estructurar el sistema, cerrarlo. luto, exclusivo, total. Ya el hegelianismo inscribía los
Por desgracia para esta teorización, en cuanto lo cotidia- subsistemas concibiendo el sistema filosófico-político como
Henrl Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 127
126
envoltura, círculo de círculos, esfera que engloba a todas tiva, familiar, local. Se constituye una especie de núcleo
las esferas. de significaciones, que privilegia una región del espacio
Para que haya subsistema hace falta que haya (con- social, confiriéndole una fuerza de atracción o de repul-
diciones necesarias): . sión. Es una isotopía (A. J. Greimas). Este núcleo de
a) unos actos, una actividad (social) dif~rene1ada, es- lenguaje atrae hacia sí la actividad, desviándola de la
pecífica o especializada. Objetos correspondientes a esta apropiación para formalizarla y metamorfosear los actos
actividad, es decir, específicos, susceptibles por est~ ra- y obras en signos y significaciones. Tales procesos se
zón de ser alineados clasificados, etiquetados. Unas s1 tua- desarrollan en el nivel de lo imaginario.
ciones determinadas' por la relación entre las actividades A su manera, el Turismo se erige en subsistema en la
(sujetos o agentes sociales: individuos .Y grupos) y l~s co- sociedad llamada de consumo. O la «Cultura», que desde
sas sensibles (objetos), lo que constituye un conJunto esta perspectiva constituye una entidad. Podría tam-
bién analizarse en este sentido la sexualidad el ero-
indisoluble; .
tlsmo. Pero, por ahora, desde la perspectiva de ' la co-
b) unas organizaciones e instituciones, éstas. leg.ali-
zando aquéllas en el nivel del Estado o de otra mstltu- tidianidad programada, ¿no sería el mejor ejemplo el
ción vinculada al Estado. La institución opera sobre este Automóvil?
«material», la organización, que opera a su v~z sobre la El estudio formal y material del Auto no ha sido lle-
actividad social. Una burocracia competente, f1el, se apo- vado hasta ahora muy lejos. Los innumerables artículos y
dera pronto de la cosa social. Lo que rápidamente da las obras sobre este tema merecerían ser examinados·
lugar a una jerarquía (o a varias jerarquías); algunos podrían proporcionar un «corpus» del que arra~­
e) unos textos (de los cuales pue.~e extraerse .u?- cara el análisis. La mayoría de estos textos deben con-
«corpus») que garanticen la com?mcac10n de la a~tlvl­ siderarse como síntomas más que como información o
dad, la participación ell: las med1da~ q~e l.a orgamzan, conocimiento. Dejando a otros la preocupación de llevar
la influencia y la autondad de las 1~st1.tuc10nes '?r~es­ más adelante la exploración metódica, intentaremos con-
pondientes. Estos textos pueden constltmr ya un cod1go, templar el Auto en su relación con la cotidianidad. Bre-
pero pueden asimismo consistir e~ docume~It.os, .tratados, vemente, vamos a mostrar la formación de un «subsis-
manuales, guías, imágenes o escntos pubhc1tanos, ~uyo tema», de un campo semántico parcial e invasor, que in-
«corpus» y el código explícito serán ~xtraídos med1~te terviene en la cotidianidad:
análisis. Este análisis, si llega a buen fm, revela. y defme a) El Auto es el Objeto-Rey, la Cosa-Piloto. Con-
lo que ciertos lingüistas (Hjemslev, A. J. Gre1mas) de- viene repetirlo. Este Objeto por excelencia rige múltiples
nominan un lengua;e de connotación. comportamientos en muchos sectores, desde la econo-
Según esta definición, la moda es un subsistema 4, ~ero mía hasta el discurso. La Circulación se inscribe entre
también la cocina· llega a serlo al perder su anttguo las funciones sociales y se clasifica en primera fila. Lo que
status de producci6n local, a~t~sanal y familiar, cualita- implica la prioridad de los aparcamientos, de los accesos
tiva hecha de recetas transm1t1das oralmente, para con- de la red de comunicación adecuada. Ante este «siste~
ver;irse en actividad formalizada, especializada, materia ma», la ciudad se defiende mal. Se está dispuesto a de-
de tratados, de guías «gastronómicas», de un.a je~arq?}a molerla (los tecnócratas) allí donde ha existido allí
de lugares, de comidas, gretexto de una !1tual1~ac10n donde sobrevive. Algunos especialistas terminan por desig-
mundana. Su sistematizaclOn resulta, por Clerto, impo- nar con una palabra general, que tiene resonancias filo-
sible en la mayoría de los casos al permanecer cualita- sóficas y racionales --el urbanismo-, las consecuencias
128 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 129

de la circulación generalizada, llevada al absoluto. El es- 1 uso «racional», las exigencias de la producción y la dis-
pacio se concibe según las coacciones del automóvil. 1,i\ tribución de vehículos, etc.
Circular sustituye a Habitar, y esto en la pretendida ra- 1'
i
b) Esto no es todo. El Automóvil no se reduce a ser
cionalidad técnica. Es cierto que, para muchas personas, un objeto material, dotado de cierta tecnicidad, medio y
su coche es un pedazo de su «habitar», incluso el frag- ambiente socio-económico, portador de exigencias y de
mento esencial. Quizá fuera oportuno insistir en algu- coacciones. El Auto da lugar a jerarquías: la jerarquía
nos hechos curiosos. En la circulación rodada, los hom- perceptible y sensible (tamaño, potencia, precio) va acom-
bres y las cosas se acumulan, se mezclan sin encontrarse. pañada de una jerarquía más compleja y más sutil, la
Es un caso sorprendente de simultaneidad sin intercam- de las marcas de velocidad y resistencia.
bio, permaneciendo cada elemento en su caja, encerrado El juego de estas dos jerarquías es flexible. No coin-
cada uno en su caparazón. Lo que contribuye también a ciden. Entre ellas hay todo un margen, un entredós. Es
degradar la vida urbana y a crear la «psicología» o, más decir, un lugar para la conversación, la discusión, la con-
bien, la psicosis del conductor. Por otra parte, el peli- troversia. En suma, para el discurso. El lugar ocupado en
gro real, pero débil y cifrado de antemano, no impide la escala material no corresponde exactamente al lugar
más que a unos pocos «correr riesgos». El Auto, con ocupado en la escala de las marcas. Puedo ganar pues-
sus heridos y sus muertos, con las carreteras sangrientas, tos, puntos. En el interior de un pequeño grupo puedo
es un resto de aventura en lo cotidiano, un poco de goce llegar a ser (por unos minutos o días) el campeón. Claro
sensible, un poco de juego. Lo interesante es apreciar el que tengo límites, pero ¿dónde? Si he adelantado a un
puesto del coche en el único sistema global que hemos vehículo más potente, he modificado mi lugar en la je-
descubierto: la estructura de coartadas. Coartada para rarquía, ascendiendo un puesto en la segunda, la cual
el erotismo, coartada para la aventura, coartada para «el se abre a los audaces, implica habilidad, astucia y, por
habitar» y la sociabilidad urbana, el Auto es una pieza tanto, libertad. Lo discutiré con mis pasajeros, con mis
de este «sistema» que cae hecho pedazos en cuanto es amigos, extensamente, con orgullo, sobre todo si he co-
descubierto. Objeto técnico pobre, producto de un aná- rrido riesgos. En estas condiciones, la jerarquía ya no pa-
lisis funcional (circular, por tanto, rodar -utilizar una rece opresiva. Pasa a ser integradora.
energía considerable despilfarrándola-, iluminar la ca- Observemos que este status del objeto automóvil es
rretera, cambiar de dirección y de velocidad) y estructural similar al status del cuerpo humano en su relación con el
(motor, chasis y carrocería, accesorios) bastante simple, deporte. Hay jerarquía física (peso, fuerza, talla, etc.), je-
el Automóvil figura igualmente en un análisis funcio- rarquía de las marcas, colisión de las dos escalas.
1
nal y estructural simple y pobre de la sociedad. Tiene Ahora bien, esta doble jerarquía corresponde ( inade-
en él un lugar importante que tiende a hacerse prepon- cuadamente y, por tanto, de forma muy flexible, siendo
derante. Determina una práctica (económica, psíquica, j1 ese su interés para todos y, por consiguiente, para el ana-
sociológica, etc.). Pretende ser (se pretende que sea «in- lista) a la jerarquía social. Existe analogía (no estricta
conscientemente») objeto total. Tiene un sentido ( absur- homología) entre la jerarquía de la situación social y la
do). De hecho y en verdad, lo que el Automóvil con- de los automóviles. Al no coincidir estas escalas, se pasa
quista y «estructura» no es la sociedad, sino lo cotidiano. sin cesar de una a otra, sin encontrar el lugar donde pa-
Le impone su ley. Contribuye fuertemente a consoli- rarse definitivamente. El carácter nunca definido ni de-
darlo, a fijarlo sobre su plan: a planificarlo. La cotidiani- finitivo, siempre reversible, una y otra vez puesto en
dad es en gran medida hoy el ruido de los motores, su cuestión, y, sin embargo, imperioso, de la clasificación,
Benr1 Le!ebvre, U
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 131
130
permite un número elevado de combinaciones, confron- Alcanzamos aquí lo cómico o, más bien, lo grotesco
de la situación. De estos subsistemas, afirmamos que tien-
taciones, cómputos.
e) De ello resulta que la existencia práctica del Au- den hacia el pleonasmo, hacia la destrucción por la tauto-
tomóvil en tanto que instrumento de circulación y me- logía. El objeto, aquí, destruye y a continuación se des-
dio de ~ransporte, es sólo una parte de su existencia so- truye a sí mismo. El turismo destruye el lugar turístico
cial. Este objeto, verdaderamente privilegiado, tiene un_a por el solo hecho de atraer a él multitudes y de que el
doble realidad más intensa, dotada de una mayor duph- lugar (ciudad, paisaje, museo) no tiene otro interés que
cidad que las demás: sensible y simbólica, práctica e ima- el de un encuentro que podría ocurrir en otro lado no
ginaria. La jerarquización es a la vez dicha y significada, importa dónde. ¿Y la Moda? Cabe preguntarse c~án­
sostenida, agravada por el simbolismo. El coche es símbo- tas mujeres siguen la Moda. Una docena de maniquíes,
lo de status social, de prestigio. En él todo es sueño Y de cover-girls, de moradoras del Olimpo. Estas tiemblan
simbolismo: comodidad, poder, prestigio, velocidad. Al por no estar ya a la moda, puesto que la hacen y que,
uso práctico se superpone el consumo de signos. El obje- una vez lanzada, la moda se les escapa y deben encontrar
to se hace mágico. Entra en el sueño. El discurso en otra. ¿El Deporte? Para que exista Deporte sería su-
torno a él se nutre de retórica y envuelve a lo imagina- ficiente con unos cuantos campeones y miles, millones
rio. Es un objeto significante en un conjunto significan- miles de millones de espectadores. La Cocina formalizad~
te (con su lenguaje, sus discursos, su retórica). Signo del desaparece; los aficionados poco ilustrados terminan por
consumo y consumo de signos, signos de felicidad y feli- saborear el ceremonial, la presentación y la decoración
cidad por medio de los signos, se entrecruzan, se intensi- más que los platos; al acecho de la ganancia, los hote-
fican o se neutralizan recíprocamente. El Automóvil leros sustituyen la calidad por la forma; mientras que los
acumula los papeles. Resume las coacciones de la coti- afic~onados ilustrados huyen hacia una «pequeña tasca»,
dianidad. Lleva al extremo el privilegio social otorgado hac1a un restaurante sencillo y modesto en el que oficia
al intermediario, al medio. Al mismo tiempo condensa un cocinero deseoso de hacerse una reputación. En cuan-
los esfuerzos para salir de lo cotidiano, reintegrando en to al Auto, en vano se devastarán ciudades y campos,
él el juego, el riesgo, el sentido. tarde o temprano llegará el punto de saturación. Tien-
d) Este objeto tiene su código: el Código de Circu- de hacia ese límite, terror de los especialistas de la circu-
lación. Sin comentarios. La exégesis semántica, semioló- lación: el congelamiento final, la absoluta inmovilidad
gica semiótica del Código de Circulación llena ya volú- de lo inextricable. Mientras aguardan este límite siempre
medes. Sigue siendo el prototipo de los «subcódigos» aplazado, siempre fascinante, los conductores en Alema-
coactivos, cuya importancia enmascara la ausencia de sen- nia o en América se detienen largamente en los moteles
tido y de código general de la sociedad. Muestra el pa- para contemplar la ola de coches en las autopistas 5, y en-
pel de las señales. El «Corp~s» sobre el c~~l un e::ceg,et~ cuentran en este espectáculo una satisfacción (grande, ya
decidido a llevar hasta el fm la explorac10n semwlogl- que no perfecta).
ca (y sociológica) del Auto podría apoyarse debería des- Sabemos por la práctica y teoría de lo absoluto cómo
bordar este Código y remitirse a otros documentos, textos está previsto, dispuesto, programado, el envejecimiento
legales, periodísticos o literarios, anuncios publicitari~s, de los automóviles. Forzaremos apenas la nota (¿metáfora
etcétera. El Objeto-Piloto ha suscitado no sólo un sis- o retruécano?) diciendo que el Auto se erige así en símbo-
tema de comunicación, sino los organismos e institucio- lo general de la autodestrucción. Y que une a este título
nes que se sirven de él y que le sirven. también el ser considerado como «bien de consumo du-
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 133
132

radero», al requerir la construcción de estructuras per- más que un simple lenguaje de connotaciones (aunque
manentes (ejes de circulación, flujos calculados), ostenta un grupo, como el de los comerciantes, pueda poseer tal
un rango más que ho~o~able en el s~stema de coa;tadas. subsistema semiótico). No sin resistencias encarnizadas
¿Constituye la Pubhcid~d ,un .subsistema? C~~na pen- y quizá irreductibles, por parte del pasado y de las nos-
sarlo. Sin embargo, esta htpotests no parece vahda. ¿t:Jo talgias como por parte de las posibilidades revoluciona-
sería más bien la Publicidad el lenguaje de la mercancta, rias, la mercancía tiende a constituir «un mundo» (o si
llevado a su mayor grado de elaboración, dotado de ':na se quiere, un sistema que tiene ya su nombre: el ca-
expresión simbólica, de una retórica, ~e un met~lengua¡e? pitalismo), pero no lo logra nunca completamente. ¿Y la
¿No es el modo de existencia del ob¡eto cambiado Y del Publicidad? Describe, de forma que incite al comprador
valor de cambio (ambigua: abstracta-concreta, for~al­ al acto de compra, los objetos destinados a un cierto uso
práctica) que se manifiesta así? De Marx y de El Capztal y dotados de un valor de cambio, cotizados en el merca-
conservamos como aportación decisiva esta teoría. La do. Esta descripción es sólo el comienzo. Tal fue el ca-
mercancía es una forma, que el análisis separa del con- rácter de la publicidad en el siglo XIX: informar, descri-
tenido (el trabajo social) y de los accid~ntes que la acom- bir, excitar el deseo. No ha desaparecido, pero otros rasgos
pañan (las negociaciones, argumentaciones! palabra~ Y lo sobredeterminan. En la segunda mitad del siglo xx,
discursos, gestos, ritos, que acompañan el mterc.amblO ). en Europa, en Francia, nada (un objeto, un individuo, un
Este análisis dialéctico reduce el acto de camb10 a su grupo social) vale sino por su doble: su imagen publi-
forma pura, como más tarde el análisis semántico a~sla citaria que lo aureola. Esta imagen dobla no sólo la ma-
la palabra para extraer la .forma del acto de coll}umca- terialidad sensible del objeto, sino el deseo, el placer.
ción, el lenguaje. Ahora bien, e~ta for.ma no esta sepa- Al mismo tiempo hace ficticios el deseo y el placer. Los
rada del contenido y de las contmgene1as que la envuel- sitúa en lo imaginario. Es ella la que trae «felicidad»,
ven más que por una reducción primera. Los Rasos ulte- es decir, satisfacción en el estado de consumidor. La pu-
riores del conocimiento restituyen el contemdo y las blicidad, destinada a suscitar el consumo de los bienes,
modalidades concretas (históricas, sociológicas) del m~er­ llega así a ser el primero de los bienes de consumo. Pro-
cambio de objetos. Aquello que, desde el punto de vista duce mitos, o, más bien, no produciendo nada, se apo-
de la forma «pura» y cuando el análisis la separa, se Ro~e dera de los mitos anteriores. Arrastra los significantes
entre paréntesis (el conteni~o) o. ~e aparta (las condi~o­ hacia un doble objetivo: ofrecerlos como tales al consumo
nes), se reconsidera a conunuaci~n. Es. lo qm; perffilt: en general y estimular el consumo determinado de una
a la forma vincularse a una práctica soCial, abrnse cami- cosa. Recupera así los mitos: el de la Sonrisa (la felici-
no y suscitar por sí misma una pr~ctica social:. ser esta dad de consumir identifica la felicidad imaginaria de aque-
práctica. Tomar el valor de camb10 por un szstema ya lla o de aquel que muestra el objeto a consumir), el de
constituido, oculto bajo las palabras y los gestos de la la Presentación (el acto social que hace presentes los
gente que realiza intercambio (clientes y ven~edores, co- objetos, actividad que da lugar por sí misma a objetos,
merciantes capitalistas ocupados en el comerc10, etc.), se- el «presentador», por ejemplo). Tenemos la imagen (foto)
ría una ingenuidad. La mercancía, .en tanto que forma, de un joven atlético, desnudo o casi desnudo, agarrado
tiene una lógica. Producto del traba¡o, produce enca~ena­ con todos sus músculos, brazos y muslos tensos por el
mientos, actos inteligentemente ligados. Es ~~o soctal Y esfuerzo, al empalletado y a los obenques de un velero
mental a la vez. Esta forma se apodera tambten d~l l.e~­ en plena carrera que surca el océano. La máxima veloci-
guaje preexistente. Lo moldea a su modo. Constituma dad es evocada por la espuma, por la tensión de los ca-
134 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 135
bles. Los ojos de este joven magnífico escrutan el ho- L~ Publicidad ~e convierte así en la poesía de la Mo-
rizonte; ¿qué es lo que distingue él que escapa al lec- de;mdad, el motivo y el pretexto de los espectáculos
tor de la revista? ¿Un peligro, un riesgo, una maravilla? ma~ logrados. Se apodera del arte, de la literatura del
O nada. Por lo demás, no hace nada, ni bordear, ni vi- c?nJunto de los significan~es disponibles y de los ;igni-
rar. Es formidable. Texto que estipula el sentido de la ftcados vacantes. Se convterte en arte y literatura. Se
imagen: «Una verdadera vida de hombre; sí, es formi- apodera de los residuos de la Fiesta para reconstituirlos
dable una vida de hombre. Es formidable encontrar cada en su I?rovecho. c<:~o la mer.cancía a la que impulsa has-
mañana la frescura tonificante de su after shave ... » ta el fmal de su logtca, conftere a todo objeto y a todo
Comentemos un poco. ser humano plenitud de la dualidad y de la duplicidad:
a) Hay una imagen con un texto. Sin el texto, la el d?ble valor como objeto (valor de uso) y como roer-
imagen carecería de sentido o tendría varios. Es sabido canela (valor de cambw) al organizar cuidadosamente
y ya se ha dicho. Sin la imagen, el texto sería ridículo, la confusión entre estos «valores» en beneficio del se-
como también se sabe. Subrayemos solamente la dispo- gundo.
nibilidad de los significantes (el hombre desnudo al sol, La ~ublici?ad cobra la importancia de una ideología.
el océano, el navío, etc.) y la ausencia de los significados ~s la tdeologta de la mercancía. Se sustituye a lo que fue
(la verdadera vida, la plenitud, lo humano). La publici- ftlosofía, mor~l? re!igión, estétfca. Está lejos el tiempo en
dad para el after shave X liga una a otra estas dispari- 9ue los pubh~ttanos pretendtan condicionar a los «su-
dades por medio de una cosa (mercancía) en beneficio de Jetos», consumtdor~s. m~diant: la repetición de un slogan.
un acto de venta. Las for~ulas pubhcttanas !llas sutiles encierran hoy una
b) Restituye así mitos que no tienen nada nuevo: concepc10n ~el mundo. St usted sabe elegir, elija tal
naturaleza, virilidad, virilidad frente a la naturaleza, na- marca. Este tt?strumento (de limpieza) libera a la mujer.
turalidad de lo viril. Por estos grandes temas y con ellos Aqu,ell~ gas~lma , (co~ un vago juego de palabras sobre
dejamos el mito propiamente dicho (salvo si se da a este el termmo) esta mas cerca de usted. Este «contenido»
término una acepción muy vaga y muy general que en- m~y. amplio] estas ideologías capturadas, no excluyen la
globa a la ideología). La publicidad cumple la función de sol~cttud mas .c?n~reta. Los mandatos que interrumpen
ideología, vincula el tema ideológico a una cosa (el after pehcula~ y nottctanos en la televisión americana muestran
shave), confiriéndole así una doble existencia, real e hasta donde puede llegar esta solicitud. Usted está en
imaginaria. Enlaza los términos de las ideologías; en- su ,casa, en su hogar, po~lado por la pequeña pantalla
laza más allá de las mitologías los significantes a los sig- (mas que por los mensaJes por ella transmitidos, pte-
nificados, recuperados, utilizados. t~n?e ~cLuhan) y se ocupan de usted. Se le dice cómo
e) Han encontrado un fotógrafo que trabaja para una V:lVtr stempre meJor: qué comer y beber, con qué ves-
agencia, el cual ha sorprendido sobre el puente del velero tirse y amueblarse, cómo habitar. Ya está usted progra-
el gesto «espontáneo» de aquel joven, realmente sober- mado. Salvo en que aún tiene que elegir entre todas esas
bio. Y por medio de este gesto han demostrado la con- cosas buenas, permaneciendo como estructura permanen-
veniencia de un after shave, utilizando la retórica de la te e~ acto de consumir. Se ha superado el mito de la
imagen y del texto, es decir, un doble terrorismo: «Sea sonnsa. El consumo es una cosa seria. Benévola, benéfica,
un hombre cuidado. Conviértase cada mañana en un tipo
formidable, que se guste a sí mismo y guste a las mu- . * ~1 término «essence» significa en francés tanto esencia como
jeres. Emplee tal after shave o no sea nada, y sépalo ... » gasolina. (N. del T.)
136 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 137

la sociedad entera está junto a usted. Atenta. Piensa en un apetito particularmente voraz. Cada objeto y cada
usted, personalmente. Para usted prepara objetos perso- obra obtienen así una doble vida, sensible e imaginaria.
nalizados o, mejor aún, entregados en tanto que objetos Todo objeto de consumo se convierte en signo de con-
de uso a su libertad personalizadora: este sillón, este con- sumo. El consumidor se nutre de signos: los de la téc-
junto de elementos, estas mantas, esta ropa interior. Esto nica, la riqueza, la felicidad, el amor. Los signos y sig-
y no aquello. Conocemos malla sociedad. ¿Quiénes? To- nificaciones suplantan lo sensible. Una gigantesca sustitu-
dos. Es maternal, fraternal. La familia visible se une en ción, una transferencia masiva, se operan, pero ¡sólo en
esta familia invisible mejor y sobre todo más eficaz, la un vértigo de remolinos!
sociedad de consumo, que prodiga sus atenciones y sus ¿Daremos de esta sociedad en que vivimos esta ima-
encantos protectores a cada uno de nosotros. ¿Cómo pue- gen irónica (ilustrando un análisis estructural): un suelo,
de subsistir un malestar? ¡Qué ingratitud! lo cotidiano, y remolinos a ras de este suelo, turbulencias
Los remolinos giran a ras del suelo. Consumo de es- que arrastran a hombres y cosas, disolviéndose después
pectáculos, espectáculo del consumo, consumo del espec- en el gran torbellino del intercambio de mercancías? Es
táculo del consumo. Consumo de signos y signos del con- excesivamente dramático. Al otorgar demasiado espacio
sumo. Cada subsistema que intenta cerrarse produce uno a la movilidad, se esconde bajo el culto de lo efímero
de estos remolinos autodestructores. Al ras de la coti- el gusto por lo estructurado, por lo duradero, por lo
dianidad. que es duro y el ascetismo subyacente. Más bien veríamos
El consumo de signos es especialmente digno de inte- una superficie terrestre, la cotidianidad; por debajo de
rés. Tiene modalidades perfectamente establecidas, por ella, los subterráneos del inconsciente; por encima, un
ejemplo, el strip-tease, consumo ritualizado de los signos horizonte lleno de dudas y de espejismos: la Moderni-
del erotismo. Pero cobra a veces el aspecto de un frene- dad; y después, lo Permanente, el Firmamento. Entre
sí. Hubo el año de los «scubidús» (¿signo de qué?, de lo los grandes astros, coloquemos la Cientificidad, con su
inútil, de lo combinatorio y de lo racional absurdo, ma- resplandor frío y algo crepuscular; la Feminidad y la
niaco y sin alegría) y la temporada de los llaveros (sig- Virilidad, doble sol. Y estrellas, constelaciones y nebu-
no de la propiedad). Durante unas cuantas semanas o me- losas. Muy alto en el horizonte, polar, la Tecnicidad, y
ses, el torbellino fue naciendo, se formó, arrastró a miles en alguna parte la Juvenilidad. Hay <<novae», como la
de personas y luego desapareció sin dejar huella. Fiabilidad, estrellas heladas y muertas como la Belleza
La «cultura» en esta sociedad es también mercancía de y los signos extraños del Erotismo. ¿Pondremos la Ur-
consumo. Un poco excepcional: al ser considerada libre, banidad o la Urbanicidad entre las estrellas fijas de pri-
esta actividad consumidora (un poco menos pasiva que mera magnitud? ¿Por qué no? A condición de no olvidar
las restantes formas de recibir las cosas hechas) toma aires la Naturalidad, la Racionalidad y algunas otras entidades.
de fiesta. Esta le conserva una especie de unidad ficticia Y los planetas sublunares: la Moda (o la «modeidad» ),
y no obstante socialmente real, aunque situada en lo localizable no lejos de la Feminidad, y la Deportivi-
imaginario. Las obras, los estilos, son entregados al con- dad, etc.
sumo devorador. La Ciudad se devora con un bullicio par- Esta sociedad prendada de lo efímero, devoradora,
ticular, lo que parece indicar una necesidad y una frus- que se llama productivista, que pretende ser móvil, diná-
tración especialmente vivas: periféricos, extranjeros, ha- mica y que no obstante adora los equilibrios, honra las
bitantes de las afueras, turistas, se precipitan sobre el co- estabilidades y pone en el pináculo las coherencias y
razón de las ciudades (cuando no ha sido destruido) con las estrucutras, ¿qué filosofía realiza esta sociedad inco-
138 Henri Lefebvre Capítulo 3
herente, siempre prox1ma al punto de ruptura? ¿Un Fenómenos de lenguaje
neohegelianismo? ¿Un neoplatonismo? ¿Engendra su pro-
pia filosofía? ¿O bien rechaza la referencia filosófica,
tal y como nosotros hemos prescindido de ella para co-
nocer y apreciar lo real? Formulemos la misma pregunta
de otra manera. ¿Cómo puede funcionar una sociedad
que ha puesto entre paréntesis la capacidad creadora, que
se funda sobre la actividad devoradora (consumo, des-
trucción y autodestrucción), para la que la coherencia
llega a ser una obsesión y el rigor una ideología, en la
que el acto consumidor reducido a un esquema se repite
indefinidamente?
Más adelante responderemos. Por el momento, al
abordar el consumo de los signos, hemos comenzado ya
el examen de los fenómenos de lenguaje.

l. La caída de los referentes

El estudio de los fenómenos de lenguaje, en el mundo


contemporáneo, tiene dos aspectos. En primer lugar,
se puede examinar el lenguaje como realidad social; se
estudia el lenguaje (o mejor la lengua) de nuestra época,
sus rasgos morfológicos, sintácticos, léxicos. Se continúa
en este camino hasta definir los subsistemas, los lenguajes
de connotación (los de la vida sexual y el erotismo, el
trabajo y la vida obrera, la vida urbana, sin olvidar por
supuesto los lenguajes escritos, la literatura, etc.). Se
puede partir también del hecho de que la ciencia del
lenguaje ha pasado al primer plano, no como una ciencia
parcelaria y superespecializada, sino como prototipo de
ciencia. Así se descubren preocupaciones generales, la
de la información y la de la comunicación. Lo que cons-
tituye un hecho social (histórico-sociológico), un fenó-
meno cultural. Por tanto, nos preguntamos: ¿qué sig-
nifica esto? ¿Tiene algún sentido? ¿Tienen algún sen-
tido la búsqueda o el rechazo del sentido?
Recordemos un poco de teoría. Las palabras y con-
juntos de palabras (de unidades significantes distintas,
139
140 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 141

los monemas) designan esto o aquello. Denotan. Entre ento?_ces en ~1 buen sentido o sentido común, en la per-
la denotación y el significado hay una relación estrecha; cepciOn sensible (espacio euclídeo de tres dimensiones
sin embargo, el primer concepto abarca algo más que tiempo de los relojes), en la concepción de la naturaleza'
el segundo. La palabra «silla» tiene por significado un en la memoria histórica, en la ciudad y el contorno ur~
concepto, el de «silla». Poco importa que el objeto «silla» bano, en la estética y la ética generalmente admitidas.
exista o no. El significado «silla», perfectamente aislado, El carácter global de esta sociedad como «sujeto» se
es una especie de absoluto formal. «He comprado esta hacía ~ensible y esta s~ciedad poseía (o creía poseer, lo
silla en el Faubourg Saint-Antoine.» Este enunciado su- q~e viene a ser lo mismo) un Código general, predo-
pone un contexto no solamente lingüístico, sino práctico ~mante, el de la honestidad y del honor, o de la dig-
y social. ¿Cómo situar o definir esto o aquello, el objeto mdad. Hemos ya señalado que en esta sociedad se halla
«silla», la realidad «calle», la lengua francesa, sin la en u.n segundo plano la referencia a las actividades pro-
sociedad francesa, sin especificar el espacio, el tiempo? ductivas, a los «valores» de creación inseparables de la
Sólo el contexto hace de las denotaciones determinaciones produc~ión .. Interr:_retado de otra manera (y en forma
comunicables. La función denotativa implica una función contradictona) segun las clases sociales y según las ideo-
referencial o contextua!; supone una referencia por la logías, esta referencia, que asociaba hecho y valor, no
cual se especifican la isotopía (o la heterotopía), la iso- era por ello menos acuciante. En este sentido, El Capi-
cronía (o la heterocronía) de los significados; con rela- tal (1867) añade al lenguaje teórico un «consensus» filo-
ción al referente, se colocan o no en un mismo lugar, sófico poco consciente fuera de esta obra desconocido
en un mismo tiempo. ¿Cómo confrontar y unir signos, o ignorante de sus propias condiciones. Ei «hombre» y
cómo garantizar el encadenamiento, sin tal referente? ¿Se «Jo humano» no consistían en una entidad, en una esen-
puede reducir el contexto a las palabras y frases (articu- cia abstracta, como tampoco el «sujeto». La filosofía
lación de signos) que preceden o que siguen al mensaje «p~r~» estaba ya superada. El hombre y lo humano se
considerado? ¿No es acaso una decisión arbitraria del defmian entonces como acciones y actividades: como
lingüista la que hace posible esta reducción? El aserto, «sujetos» específicos y concretos actuando sobre «oh-
con reservas, parece más aceptable para la cosa escrita. jetos» y en .orden a «objetivos» igualmente específicos,
En lo que concierne a la palabra, no es exacto. concretos, situados en un contexto histórico. A pesar
Si admitimos la respuesta negativa, salimos legítima- de los conflictos, o quizá en razón de estos conflictos
mente de la lingüística. La reflexión ya no se queda en la praxis de esta sociedad (el capitalismo concurrencia!}
el interior del lenguaje como forma (en lo «inmanente»), tenía una unidad.
y no para alcanzar lo translingüístico, sino porque los Ahora bien, he aquí que en los alrededores de los
referentes son hechos sociales (que afectan a la sociolo- años 1905-1910, bajo diversas presiones (ciencias téc-
gía). Reconsideremos de nuevo, acentuándolas, tesis ex- nicas, transformaciones sociales), los referentes saltad, uno
puestas en otra parte 1• Subrayaremos en primer lugar la tras otro. La unidad del «sentido común» y de la «ta-
caída de los referentes al principio del siglo xx. zón» vacila y se hunde. El carácter absoluto de lo real
Hace cien años, alrededor de la palabra y del discurso, ante el «sentido común» desaparece. A esta realidad de
en el contexto social, reinaban referentes sólidos. Ligados la p~rcepción bien informada (o considerada como tal) le
entre ellos, sin por ello formar un sistema único y formu- sustituye o se superpone otra realidad otro mundo sen-
lado como tal, poseían una cohesión ya que no una co- sible. Los objetos funcionales y técnic~s (o considerados
herencia lógica. La unidad de los referentes se manifiesta como tales) reemplazan a los objetos tradicionales. En
142 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 143

términos más sencillos, el reino de la electricidad, de la ha roto la unidad del significante y del significado. Ya no
luz eléctrica, de la señalización eléctrica, de los objetos hay referente en lo práctico-sensible.
mudos y mandados eléctricamente, comienza,hacia 1910. En el mismo periodo, la experiencia y la representa-
Esta importante innovación no afectó solamente a la ción de las grandes velocidades modifican la percepción
producción industrial; penetró en la cotidianidad; mo- de los movimientos. El reposo y la movilidad, como la
dificó las relaciones del día y de la noche, la percepción sombra y la luz, como los contornos, dejan de ser abso-
de los contornos. Tal cambio no es el único, ni mucho lutos aislados y yuxtapuestos; se relativizan. La teoría
menos. Lo consideramos como símbolo más que como física de la relatividad no tiene ninguna relación inme-
algo esencial. diata con esos fenómenos sociales al nivel de lo sensi-
¿Puede admitirse que a partir de es~a fecha el sen~i~o ble, y, sin embargo, la convergencia es chocante. Al mis-
de la vista, desfavorecido antes en razon del predomm10 mo tiempo que el absoluto espacial (el espacio de Eucli-
del oído y del discurso (verbal o escrito), vuelve a ad- des y de Newton) y temporal, lo práctico-sensible pierde
quirir importancia, de suerte que lo audiovisual, en los caracteres de un referente estable. Todo esto se in-
marcha, enriquece la captación de lo práctico-sensible? corpora rápidamente al nivel de la elaboración estética.
Sí, se puede admitir; sería injusto e inexacto int:rp.retar La perspectiva cambia; la línea del horizonte, índice
todos los hechos según un esquema de empobrec1m1ento del espacio geométrico elaborado, desaparece. También
y de desviación. ¿Enriquecimiento? Sí, con algunas re- el sistema tonal en música, con el privilegio de la tónica,
servas. No se trata sólo de una «complejifícación» de los índice de una fijeza concedida al campo aislado de este
sentidos y de la información aportada por ellos, sino de modo en el continuo sonoro. El sistema tonal, como el
un aumento de la capacidad de interpretar por el oído sistema de la perspectiva, era a la vez sabio y popular.
las percepciones visuales y por la vista las sensaciones Los dos correspondían a percepciones socialmente elabo-
auditivas. Se convierten así en signos unas de otras. radas durante siglos. Se identificaban al sentido común.
El grado de educación de los sentidos y su capacidad La música más sabia (la armonía) y la canción más ex-
teórica se incrementan. Los sentidos se convierten en tendida, la gran composición pictórica y el aprendizaje
«teóricos»; al separarse de lo inmediato, aportan me- de dibujo en la escuela, ponían de manifiesto los mis-
diaciones y la abstracción se asocia a la inmediatez para mos principios, las mismas leyes que pasaban por fijas,
constituir lo «concreto». De este modo, en la práctica, generales, absolutas. Los sistemas racionalizados, la pers-
los objetos se convierten en signos y los signos se con- pectiva y la tonalidad, garantizaban el acuerdo formal en-
vierten en objetos. Una «Segunda naturaleza» sustituye tre el artista, que buscaba significantes para sus emo-
a la primera naturaleza o primera capa de realidad prác- ciones y representaciones, y el espectador o auditor,
tico-sensible. ¿No es eso lo que sucede en la pintura y que aportaba a esos significantes, percibidos por él,
la música en las proximidades de 1910? Los pintores se sus significados. Por otra parte, la obra podía remitir
dividen en seguida. Unos (en Europa Central) conceden también a significantes más escondidos, a la subjetividad
primacía al significado; dejan al «espectador» aportar y a los <<secretos» del artista: angustias, añoranzas, de-
(si puede) los significantes; es el expresionismo. Otros seos. Este conjunto, unido a una cierta racionalidad que
(en París) insisten en el significante y dejan al intere- parecía ya adquirida, se conmueve en los alrededores
sado aportar el significado; es el cubismo (Picasso, Era- de 1910, en Europa. En el nivel teórico, se comienza a
que, etc.). En los dos casos la intervención masiva de comprender que «nuestro espacio» no es más que uno
los signos y el paso de lo expresivo a lo significativo entre los espacios posibles, que quizá sólo existe en lo
144 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 145
relativo a nosotros (a nuestra escala) y que en otra par- ciencia; si esto hubiere ocurrido, ¿se sabría todavía de
te o a otra escala quizá haya otros espacios y otras tem- qué se habla y quién habla? El consumo no crea nada,
poralidades. El descubrimiento de la relatividad acentúa ni siquiera relaciones entre los consumidores. No es más
el descubrimiento de la nueva realidad sensible: de la que algo devorador. El acto de consumir, aunque pro-
segunda «naturaleza» añadida a la primera, del objeto- visto de significaciones en la sociedad llamada de con-
signo o del signo-objeto. En los criterios de apreciación sumo, es un acto solitario. Se comunica por un efecto
se imponen cambios prácticos, al mismo tiempo que los de espejo y un juego de reflejos en/por el otro consu-
cambios conceptuales. Pero los sentimientos y las emo- midor.
ciones se disuelven también. La Psicología y el psico- Con la conciencia de las relaciones de producción, la
análisis van a hacer sospechosa la inocencia del niño, imagen y la idea del «hombre» activo, creador, productor
mito que en el cristianismo compensaba al del pecado en el sentido amplio, tiende también a desaparecer, por
original. Hacen igualmente sospechosas la espontaneidad, tanto, la idea de la sociedad como conjunto (como to-
la pureza, la virginidad. talidad).
Siguiendo al buen sentido práctico-sensible, todos los Precisemos, para evitar ciertas interpretaciones, que
otros referentes van a desaparecer: la Naturaleza, la His- no se trata de deplorar la desaparición de los criterios
toria, la Ciudad. Sin contar el Absoluto filosófico, el éticos o religiosos, de los absolutos metafísicos y teoló-
dogma religioso, el imperativo moral, lo que pone de gicos. La frase de Nietzsche y de Dostoyewsky: «Dios
relieve tanto una crítica de las ideologías como un aná- ha muerto», quizá ha resonado menos profundamente,
lisis de los referentes. Una historia más detallada de pero con mayor intensidad, que la frase misteriosa que
estos terremotos mostraría cómo, después de cada con- hace mil años oyó un marino griego: «¡El gran Pan ha
moción, aparece una nueva certeza, aún más firme. Lo muerto!» Podría uno preguntarse si, para Marx, para
cual no sucedía sin provocar «inversiones» masivas de el materialismo marxista, Dios estaba verdaderamente
afectividad, curiosas exaltaciones. Cuando los «valores» muerto, puesto que Marx admite sin pruebas suficientes
del trabajo se disuelven, el ocio se beneficia de ello. una finalidad del devenir, una racionalidad de la acción
Y recíprocamente. Cuando la historia se difumina, la Na- y del trabajo, un sentido de la vida y de la totalidad.
turaleza pasa al primer plano. E inversamente. El cua- ¿Se realiza la filosofía? ¿Qué filosofía? No se trata exac-
dro sincrónico de los hundimientos no muestra toda la tamente de juzgar la modernidad, de descubrir en ella
verdad. Actualmente, esas explosiones-implosiones se su- los síntomas de una degradación, de un declinar, de una
ceden desde hace ya más de medio siglo. Desde la Libe- decadencia. Si se toma como criterio el Gran Estilo
ración, hecho histórico, se pierde la referencia a la His- ¿qué es lo que no se puede colocar entre las degrada~
toria como proceso temporal bien establecido, cognos- dones y las decadencias? Ahora bien, ¿por qué no con-
cible y reconocible. La ideología ha sancionado un as- servar como referencia, mientras se pueda, la obra más
pecto de la práctica social, de la «cultura»: lo irreparable. grande, Venecia, y el más grande estilo: Atenas o Flo-
La historicidad se difumina. De la misma forma la Ciu- rencia; en una palabra, la Ciudad? ¿Por qué no man-
dad, que subsiste como nostalgia, como imagen de lo tener la severidad del juicio que resultaría, aunque otros
pintoresco, como valor de cambio comercializado y orga- la juzguen insoportable? Pero no es ése el mayor pro-
nizado en nombre del ocio. blema. Aquí dejamos de lado (por el momento) esta pro-
Entonces se oscurecieron las relaciones de producción. blemática nietzscheana. Nuestro propósito es más limi-
No desaparecieron completamente del campo de la con- tado, más preciso. Intentando evitar el sociologismo (pri-
Benri Ll!f<'>bvre, 10
146 Henrí Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 147

vilegio de totalidad trasladado a una ciencia parcelaria) esencial, a lo que la reflexión y la meditación pueden
y no sin criticar esta ciencia, la sociología, el propósit? referirse. Siendo necesaria, la filosofía no basta. Jamás
es de orden sociológico. Por ejemplo, durante largos si- ha sido suficiente, aunque los filósofos, a menudo, hayan
glos, la Ciudad ha sido percibida, concebida, apreciada hecho de la necesidad, virtud. Enfrente, la cotidianidad;
frente al campo, pero, a través del campo, frente a la na- pero basta tomarla como referente para que se haga in-
turaleza. Ahora bien, la situación se invierte desde hace soportable. Y no disponemos más que de una referencia,
un siglo: el campo se percibe y se concibe por referencia accesible sólo a la cultura más elevada. Es tanto como
a la Ciudad. Retrocede ante la Ciudad que lo invade. decir que los referentes han desaparecido, pero no el
El peso específico de los términos ha cambiado. Es en recuerdo y la exigencia de un sistema de referencias.
este momento cuando la Ciudad estalla (lo que no quiere ¿Qué sucede en tales condiciones? Sólo persiste el
decir que la realidad y la sociedad urbanas se disuelvan discurso como fundamento de las relaciones sociales.
en una superación de la antigua oposición que no dejase Sin criterio, ni de veracidad ni de autenticidad; ni
huellas). En ese momento en que la Ciudad se convierte siquiera de objetividad. Lo cual quiere decir que las rela-
en referente, desaparece como certeza sensible. ¿A qué ciones pierden su base. El discurso, forma de la comu-
se puede uno referir? («uno», aquí, es tant<;> el hombre nicación, se convierte también en instrumento y conte-
de la ciudad como el del campo). Este con¡unto de fe- nido. A veces, a través de una nube verbal que inmedia-
nómenos que implican a la sociología no puede dejar tamente se oscurece, se entrevé el contenido oculto: lo
de tener consecuencias. Señalemos que la Lógica, tomada cotidiano. Pero no se quiere ver, y aún menos conocer,
aparte, no constituye un referente. Excepto para los fi- ya que no se puede aceptar. No se habla más que de eso
lósofos y para algunos intelectuales especializados, ¿qué y, sin embargo, nunca se habla de eso. Eso no es el
es lo prescrito por ella? La coherencia, las reglas a seguir deseo, es lo cotidiano. «Deténgase -exclama el interlo-
para que un mensaje no se destruya a sí mismo, lo que cutor que presumimos válido-. Habla usted de la coti-
conviene a todo mensaje. En cuanto a la ciencia o más dianidad en términos que se dirían psicoanalíticos. ¿Dón-
bien a la cientificidad, pretende interpretar hoy el papel de se localiza lo cotidiano, según usted? Por doquier y
de referente e incluso de código general. Pretensión que en ningún sitio, evidente y oculto. Se evita el verlo, se
invierte los términos. ¿No es la ciencia, por definición, le rechaza. Hay una conciencia de lo cotidiano en el len-
conocimiento de lo real? Lo real no es lo real de la guaje de lo cotidiano. Si es que existe una relación entre
ciencia; y mucho menos aún la cientificidad, excepto lo cotidiano y el inconsciente, entre lo cotidiano y el de-
para una metafísica del saber. seo. ¡Explicítelo! »
¿Qué es lo que subsiste como referente? Ya no hay Bien. La primera diferencia es la historicidad de lo
más que dos: uno, al nivel de la más alta cultura; el cotidiano. En su nacimiento se mezclan degradación y
otro al nivel más trivial y común: la filosofía, la coti- progreso. No yace por debajo de los actos y de las rela-
dianidad. Y he aquí por qué hemos atribuido tal impor- ciones, fuera de la historia desde el principio. Es un
tancia tal «valor» a la filosofía. No a tal filosofía, sino hecho y un encadenamiento de hechos, de orden social
a la filosofía como mensaje, como elaboración, a través o sociológico. Si hay estructura oculta, la de las coar-
de una larga historia, de una imagen del Universo y de tadas forma parte integrada, ya que no integrante, de lo
una idea del Hombre. Los lados efímeros de las filoso- cotidiano. En el momento en que el pensamiento quiere
fías caen: los accidentes, los usos y abusos de palabras, captar lo cotidiano, éste no se refugia en el incons-
las metáforas, la retórica de los filósofos. Subsiste lo ciente, sino que se hunde. Y, sin embargo, se significa
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 149
148

en todas partes: publicidad, técnicas de la felicidad o más se inclina del lado de las cosas. El deseo, no. Y ésta es
bien de la satisfacción, organismos y organizaciones. Por su fuerza ...
otra parte, ¿qué es lo que permite afirmar que el incons- La ausencia del referente comporta tanta mayor gra-
ciente se sitúa por debajo de la conciencia, como lo~ ba~­ vedad por cuanto el discurso se mezcla a la imagen, en
tidores en el teatro? El inconsciente es la cone1ene1a una ilusión de estructura: la imagen parece un referente;
misma en la medida en que ignora sus propias leyes (sus pero no tiene (y no puede tener) esta cualidad. La ima-
estruc~uras si se quiere). En este sentido, la cotidianidad gen y el discurso remiten el uno a la otra. La imagen
es efectiv;mente la inconsciencia y el inconsciente de aporta un campo de significaciones (de significantes)
la modernidad. ¿Qué es el deseo? Los psicólogos y psico- muy vasto, siempre incierto y múltiple, que sólo el dis-
analistas y otros que plantean esta I?re~nta (9ue, I?lan- curso puede decir (cambiar en sign.ificado). Mientras que
tean así la pregunta) carecen de conoCimientos fdosoflcos. él flota en el espado. Parece apoyarse en la imagen y
El deseo no existe. Los filósofos lo saben desde hace es ésta la que necesita apoyo; pero el discurso mismo
tiempo. «Quiere.» ¿Qué quiere? ?n la medid~ que este ya no sabe sobre qué apoyarse y aplicarse.
término, que designa un «ser», uene un. s.e,ntido, el de-. Mirando desde más cerca, nos apercibimos que la
seo se quiere. Y quiere su fin: su desapancwn en un des- separación de los significantes y los significados no es
tello de goce. Desear esto o aquello, gozar y gozar de. un fenómeno pardal, local o localizado. Se constata este
ello es el significado. El significante (el psicoanalista lo fenómeno cuando se describe la manera por la que tal
des~ubre) huye como tal. Ahora bien, lo cotidiano :stá imagen -una foto, por ejemplo- tiene varios signifi-
designado por un número incalculable de textos escritos cados, que el lenguaje del comentador explicita, el cual
en la prensa (sobre todo en la llamada prensa femenina). puede equivocarse diciendo demasiado o no lo suficiente
Sin embargo, no se puede sistematizarlo com~ tal, sin? y faltar al «verdadero significado». La caída de los re-
solamente aproximarse al límite en que (su mtolerabi- ferentes generaliza tal separación al faltar un referente
lidad) explota. Lo cual nos aproxima al deseo. Pero el y un código que provean de lugares comunes (los «topoi»
deseo no puede ni apagarse ni extenderse; no se sabe y los «koina», el tópico social); la articulación entre las
cuál es su esencia, ni siquiera si tiene una (puesto que dos caras de los signos ya no está asegurada. Ya hemos
huye: cuando se le quiere definir como instintivo, o señalado la existencia de esas masas flotantes de signi-
sexual se manifiesta de otra manera, como total; pero ficantes (imágenes errantes en nuestra conciencia y nues-
cuand~ se le quiere captar como totalidad -volunta? tro inconsciente), desprovistas de sentido. Antaño, las
de poder o razón oculta- irrumpe como crueldad, d~h­ obras de arte fueron masas significantes, ofrecidas a los
rio, violencia, aprehensión de «1<;> otro» de m~n~ra Im- sentidos (a la vista, al oído, a la percepción sensible),
previsible etc.). ¿Se puede decir que lo cotidiano es pero no flotantes. Los «espectadores» o los «auditores»
el lugar del deseo? Sí, a condición de especificar que que no eran completamente espectadores o auditores pa-
es antes del no-deseo, o el lugar del no-deseo, o el no- sivos aportaban el significado a los significantes, unían
lugar del deseo, el lugar donde el dese<:> muere en la sa- el significante al significado. Estos dos lados del signo
tisfacción, y luego renace de sus cemza,s. A pregu?;a y de la significación, sólo momentáneamente permanecían
pérfida, respondemos a lo ~armando. SI, hay . r~lac1on el uno sin el otro; la ausencia, provisional, no era un
entre cotidianidad e inconsCiente, entre lo cotidiano y divorcio, sino una exigencia; uno llamaba al otro en
el deseo. Y por otra parte no la hay. Es otra cosa. lugar de seguir su camino por separado; cada uno (de
Ya que la cotidianidad mantiene la fuerza de las cosas, los participantes) sabía cómo encontrar significado en el
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 151
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significante, o inversamente. El mensaj: se recon~tituía por relaciones fundadas en la comunicación formal, eri-
«libremente», y, sin embargo, se desctfraba segun u~ giéndose el medio en fin y la forma en contenido. En
código conocido refiriéndose al referente aceptado. ~s1 consecuencia, los grupos sociales basados en la actividad
se percibía un monumento, una catedral, un t~mplo gne- productiva (empresa, sindicato) se especializan y se lo-
go, un palacio del siglo xvm; una_ obra, un esttlo. A fa~t,a calizan. Si intentan alcanzar un estatuto general, es por
de referente, el margen de mcerttdumbr: se colma. dt~l­ el camino de la ideología (la racionalidad de la empresa,
cilmente. Se consumen significantes, mastva~ente, m~ts­ por ejemplo). Ciertos grandes grupos «informales», es
tintamente en el consumo de signos. La umon se reahza decir basados en el lenguaje y en las relaciones de len-
de cualqui~r manera, en cualquier sitio. _Dn ~<sistema» guaje, sustituyen a escala global a los grupos destituidos.
parcial puede así captar significantes dtsp~mbles. La Estos grandes grupos son más bien biológicos que so-
Moda, por ejemplo. Se dice t_odo con vest.tdo_s, como ciales: las mujeres, la juventud, los viejos. Se hacen un
con flores: la naturaleza, la pnmavera y el mvterno, l_a lenguaje. Nada más. En tales grupos se habla por hablar.
mañana y la tarde, la fiesta y el duelo, el ~eseo y la h- Para sentirse juntos («in»). Para comunicar, para cuidar
bertad. El «sistema» se apodera de todo, mcluso de la también la vida del grupo que no consiste sino en esta
apropiación, que se hace ficticia, _imaginaria. ¿Se puede comunicación, sin objeto ni objetivo. Es el reino de la
decir todo? Sí y no. Es la autondad la que se encarga charlatanería, de la palabrería y del cotorreo, que pasa
de la unión. Puede imponer cualquier cos_a, más ? menos. a ser escrito a la primera ocasión. Esta profusión de len~
Es verdad que en ciertos momentos, este nreductrble, este guaje, apuntada por los escritores, tiene corolarios de
«más o menos» llega a ser esencial. . , . orden socio-económico: la proliferación de oficinas y
Pero es en la vida cotidiana donde se rcahza practica- empleados -la racionalización «seria» que se confunde
mente más mal que bien, la unión, el ajustamiento de con la eficacia racional, la indiscreción de una burocracia
los si~nifícantes y de los significados. Es ahí donde hay para la que la «vida privada» no tiene sino una existencia
que vivir. Se atribuye como buenamen:e se puede los sospechosa (no de «privación», sino de escapatoria de los
significados a los significant~s, pretendte?do cada ,uno reglamentos). El lenguaje valoriza las cosas. Es más,
tener razón. Lo cual explicana bastante bten el caracter éstas no tienen existencia social más que si son deno-
fascinante de los signos. Se ofrecen flotando en _masa, minadas, designadas, sistematizadas (afirmación de doble
en nubes, en capas. Siempre a nuestra alcance, sust~tuyen filo: por supuesto, una «cosa» no existe socialmente más
a los actos, y el interés sobre las obras se transftere a que si es denominada, y, sin embargo, el que transforma
los signos. . ·, d este enunciado en ley y en reglamento autoritario realiza
Entre los procesos complejísimos de sust1tuc10n, e la operación más peligrosa, la que legitima el poder ab-
desplazamiento y de reemplaz_amiento, ya s~ñalados, vea- soluto; este poder pertenecerá a aquel que <<nombra>>,
mos uno particularmente cunoso: las relac10nes de len- Dios ayer y sus representantes, el Príncipe y su corte
guaje; es decir, las constituidas por la for?1a del lengua- hoy o mañana; ¡y habremos saltado de la trivialidad
je, y, en esta forma, sustit~~e?, a las relac~ones funda~~s y de la tautología al autoritarismo soberano! ).
en la actividad (trabajo y dtvlSlon del trabaJO, cooperae1on No sin desvalorizarse, el lenguaje hace los valores.
en una «obra» y para una «obra» o un «pr~ducto», ~en­ Al mismo tiempo, hace lo cotidiano; es lo cotidiano y
timientos, etc.). Los grupos activos y relac10nes acttvas lo ~lude; lo enmascara, negándose a desvelarlo. Al con-
de los grupos que se comunicab~n. por referencí~ a. las trario: lo oculta adornándolo de retórica y de imaginario.
costumbres, a los objetos y ohJetlvos, son sustltmdos El lenguaje y las relaciones de lenguaje llegan a ser a:>Í,
152 Hcnri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 1.53

en el curso de lo cotidiano, la denegación de la cotidia- la ciudad y se piensa en contra de la ciudad, no es exte-


nidad. El discurso se desdobla. Por una parte, continúa rior a la sociedad urbana), las villas representan la natu-
interpretando su papel de instrumento de análisis prác- raleza, el sol, el verde, la salud y, finalmente, la liber-
tico de lo real (práctico-sensible y social); cumple sus tad; mientras que la ciudad y su centro tienen como
funciones; denota; designa situaciones. Pero por esta atributos la facticidad, la morbidez, la servidumbre.
causa se empobrece. Nada más curioso y más significativo Así aparecen en el seno del lenguaje (a pesar o a tra-
que las entrevistas no dirigidas 2 (tan «libres» y espon- vés de su pobreza) modalidades o modulaciones de la
táneas como sea posible), registradas en un magnetofón vida cotidiana, según «el habitat»: subsistemas dentro
y después analizadas semánticamente. Dos o tres adjeti- de lo cotidiano. El discurso, a la vez y al mismo tiempo,
vos se repiten con notable frecuencia (es «fastidioso», vela y desvela, dice lo que no dice. Lo cotidiano se re-
está «bien»). Dos o tres adverbios bastan para designar vela siempre como hecho de repliegues, de circunvolu-
el conjunto de las coacciones: «forzosamente», «automá- ciones. No hay cotidianidad que no se eluda, antes de
ticamente», «hay», «no hay», «es así». Las mismas pala- fugarse. Lo imaginario tiene esta función y la cumple.
bras connotan muy pobremente las consecuencias de las En lo cotidiano que se apodera de ellas, la cotidianidad
coacciones, los disgustos, las decepciones. Algunas pala- se opone para los individuos a lo no-cotidiano: para unos,
bras designan de forma demostrativa y desengañada las la casa, al trabajo; para otros, al ocio. Así la cotidianidad
cosas, confundidas en la cosa en general: el chisme, el se desdobla y una de sus partes toma el modo de exis-
cacharro (sin rasgo de ironía), o más sencillamente eso. tencia de lo imaginario. En la representación, lo más
Para designarse se usa humildemente el <<Uno», que tiene cotidiano no escapa a la cotidianidad. Para muchos, entre
la ventaja de designar también a los otros, de disfrazar los cuales están los habitantes de las villas, es la intimi-
lo individual. El «nosotros» se considera audaz; afirma dad (imaginada y hermoseada como sustraída a lo de
y se afirma imprudentemente. El otro, en general, es afuera, a las miradas, al sol, a la vecindad e incluso al
«ellos». Ellos han hecho esto; ellos han venido. «Ellos» resto de la familia por medio de vallas, visillos, tapice-
es la intervención, la autoridad, la administración, la rías, con muchos objetos, en la tranquilidad, en la dis-
burocracia, los poderes (ante los cuales las palabras se creción, en el silencio, en un rincón donde no pasa nada,
desarman y de antemano se hacen suplicantes). Para la en la perfecta propiedad de un residuo de espacio y de
apropiación, todavía la expresión denota más miserable- tiempo). Para el habitante de un gran bloque y de un
mente y aparece sobre todo en algunas connotaciones: barrio nuevo, sucede de otra manera. Su empleo del
«lo bien que se estaba en su casa ... , hay que ver». He tiempo le está prescrito, formulado, funcionalizado; está
aquí la pobre expresión de la pobreza real (de la pobreza escrito en las paredes, en lo que queda de las calles, en
de lo real). Ahora a ese habitante de una villa de las los «centros comerciales», los parkings y los «servicios»,
afueras, o a esa pareja, hágales hablar de su existencia las paradas de autobús y de metro. El morador de las
imaginaria, de los placeres maravillosos de las zonas re- «villas» monologa. El habitante de los barrios nuevos
sidenciales; olvidando coacciones y disgustos, se vuelve dialoga con los poderes, con el Estado, omnipresente y
locuaz. Pasa de lo cool a lo hot. Se despliega la retórica ausente. Este habitante habla el lenguaje de la sabiduría,
más ingenua. En oposición a la Ciudad y al centro urbano de una sabiduría organizada, que reclama todavía más,
(ilusoriamente, porque el suburbio, proliferación de la siempre más organización. Al delirio racional de uno
ciudad, todavía forma parte de ella; el habitante de las -el habitante de las villas- responde el racionalismo
«afueras~' es todavía urbano; aunque se ve fuera de delirante del otro. Lo imaginario para el habitante de
154 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 155

los grandes bloques es la racionalidad de las prescrip- monumentos, los encuentros de la calle y las actividades
ciones que legitiman el empleo de su tiempo, el consumo múltiples, no separadas de lo práctico-sensible, apoyan
de su vida. La cotidianidad de lo «Íntimo» oculta en el lo imaginario. Lo imaginario urbano exalta la apropia-
corazón de lo cotidiano, se identifica con la rápida y fu- ción del tiempo y del espacio. Los habitantes de la ciu-
gaz recuperación, a través de los días, las semanas, los dad se apropian la «centralidad» al disponer de una masa
meses prescritos, después de la fatiga. Para todos, el sen- de significantes poco separados de los significados. Es ahí,
tido de la vida es la vida desprovista de sentido; reali- en esa calle del centro de París, donde se puede todavía
zarse es tener una vida sin historia, la cotidianidad per- sorprender el frescor del lenguaje popular, su verbo, su
fecta. Pero es también el no comprenderla y huir de ella riqueza. Durante algún tiempo todavía ...
en cuanto sea posible. ¿Será simplemente la vida de antaño la que se pro-
Observaciones importantes. Si fijamos la realidad e longa con las huellas de estilo en los centros de las ciu-
inmovilizamos el pensamiento en estas categorías fijadas, dades antiguas y particularmente en algunos lugares pri-
tenemos ante nosotros un cuadro de oposiciones. Cada vilegiados, socialmente logrados (en París, la estación
término nos remite al otro en una relación transparente. St.-Lazare o el boulevard St.-Michel, quizá St.-Germain-
El reposo se opone al trabajo, y a la inversa. La cotidia- des-Prés y los Champs-Elysées; en Milán, las galerías
nidad se opone a las vacaciones, y recíprocamente. Si ce- de la plaza del Dome; en Nueva York, el sector que
samos de fijar el pensamiento en sus propias categorías, va de Times Square al Central Park)? ¿Esta vida resiste
nos percatamos una vez más que, de hecho, en la prác- pasivamente, debido a la nostalgia, a la irrupción de lo
tica, cada término proporciona una coartada a los otros. cotidiano, a su plena (si se puede decir así) realización
El ocio sirve de coartada al trabajo, y el trabajo, al ocio. en los fragmentos periféricos de las ciudades morfoló-
La partida y la ruptura (vacación) de lo cotidiano sirven gicamente aniquiladas, las zonas residenciales, las nuevas
de coartada a la cotidianidad. E inversamente. Entre ciudades y los nuevos bloques? ¿No es posible ver en
estas dos perspectivas existe la misma diferencia que ello una promesa, un anuncio?
entre una reflexión estática y un pensamiento, entre una Sin duda alguna. Lo uno no impide lo otro. La nostal-
ideología estructuralista y una razón dialéctica. gia no garantiza la promesa, no la prohíbe. En estos
Pero no olvidemos el caso de los habitantes de la Ciu- lugares favorecidos, lo «urbano», germen de una posible
dad (del centro o de lo que queda de él). Hoy en día, sociedad urbana, se mantiene y quizá se confirma. Se
aun si son pobres, son privilegiados. Mañana, es decir, conserva ahí el estilo hot y prepara quizá su triunfo.
dentro de pocos años, el centro de las ciudades (París, El valor de uso de la ciudad predomina todavía sobre
Nueva York) pertenecerá sin duda y salvo accidentes los valores venales (para los turistas y los mercaderes).
a los privilegiados del dinero y del poder. Su relación En tal cuadro los encuentros se multiplican, imprevistos
con la cotidianidad difiere de la que contraen involunta- y previsibles. Teatralizan (producen resonancias, prolon-
riamente los periféricos (gentes de suburbios, de villas, gaciones) la cotidianidad. Los diálogos tienen sentido;
habitantes de nuevos conjuntos, etc.). La apropiación sir- se sabe de qué y por qué se habla (hasta un cierto punto).
ve de contrapeso a las coacciones. Afirmamos que aun La violencia latente, largo tiempo contenida, explota.
siendo pobres se benefician del pasado, y su margen de Las informaciones se suceden las unas a las otras, se
iniciativa sigue siendo considerable. Alrededor de ellos, acumulan y, de pronto, se comprende que algo nuevo
la existencia imaginaria de la ciudad continúa siendo va a nacer. Lo lúdico renueva las formas antiguas y a
menos ficticia y decepcionante que en la periferia; los veces inventa otras. Esta vuelta nostálgica hacia las for-
156 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 157

mas antiguas para apoderarse de ellas y extraer algo cualquiera? ¿Si los campos semiológicos considerados
nuevo es ciertamente paradójica. Ese apartamento pobre, como irrebatibles (no sólo el sentido común sino tam-
amueblado con muebles que hubiera rechazado un peque- bién la música y la canción, los gestos, las f~rmas ritua•
ño burgués del siglo XIX; esa casa de granjero o de apar- les, los rostros) ya no se encargan de este papel, quién
cero, forman hoy parte de un alto nivel de vida; es ~o ~a. ,a asumir? ¡Está vacante! Y no sólo cuando hay
decir, de snobismo. md1v1auos presentes (o ausentes) o bien varios indivi-
Podríamos anunciar lo urbano como resistencia efec- duos (un grupo grande o pequeño), sino a escala de la
tiva y virtualmente victoriosa frente a la cotidianidad. sociedad. Par.a la c.onc~encia más desarrollada (no deje-
Podríamos cercarlo y discernido, no como lo imaginario mos que surJa la uoma; se trata efectivamente de la
por encima de las presiones, no como un sistema de sig- reflexión más penetrante, de la meditación más larga
nos a contemplar o a consumir, sino como «otra cosa» acerca de las cosas sociales y mentales), si ya no hay
que supera efectivamente la cotidianidad relegada y de- referentes para el lenguaje, es que el lenguaje se convierte
gradada, funcionalizada, estructurada y, por así decirlo, en su propio referente. La conciencia más desarrollada
«especializada». ¿Aparecería también lo «urbano» como ignora o finge ignorar: a) que de este modo se repliega
un referente posible, lo «urbano», es decir, la vida y la sob~e ella misma y se dispone a usar y abusar de su len-
sociedad urbanas y no la ciudad morfológica, inscrita guaJe; b) que abre el camino o sigue la ruta de la con-
sobre el terreno y encarnada en los símbolos y signos, ciencia popular, de la cotidianidad.
y aún menos la ciudad tradicional, desaparecida hace tiem- En la literatura el movimiento se anuncia muy tem-
po? Es posible afirmarlo. Sin embargo, hay un riesgo. prano, desde la mitad del siglo XIX (fracaso de la revolu-
¿Cuáles son las condiciones de la «urbanidad», de lo ción, primera consolidación del capitalismo, extensión
«urbano»? ¿Cuáles las bases materiales? ¿Los funda- d~l ~un?o de la mercancía y del poder del dinero, etc.).
mentos teóricos? Todavía no lo sabemos. No estamos D1stmgmmos tres momentos:
obligados a saberlo. Evitemos por el momento el pro- a) la alquimia del verbo (la palabra del poeta y su
clamar una nueva entidad, una nueva idea platónica, una discurso libre de trabas basta para metamorfosear lo
esencia. En tanto que la tendencia (hacia la sociedad ur- cotidiano, para transgredir y transfigurar lo real: de
bana) no está dilucidada, concebida teóricamente, se im- Baudelaire a Joyce);
ponen las reservas. b) el lenguaje como otra realidad (la poesía como
De los falsos abismos, de los agujeros en los que se o.tra nat~r~leza sup~rpuesta a la primera, material y so-
incuba, en el seno de lo cotidiano, la cotidianidad más Clal; .~llmsmo «~ali~m>, lo surrea! y el surrealismo, pero
estrecha y especializada, asciende el grito de la soledad. tamb1en el expres10msmo, el futunsmo, el cubismo, etc.);
Soledad imposible: en la comunicación que no cesa, en e) la forma como realidad (la escritura en estado
la avalancha de informaciones. La comunicación efectiva p~ro, la prosa del mundo en su frialdad y rigor, por
se convierte en lo posible-imposible, obsesión y tormen- eJemplo en el «nouveau roman», pero también en el
to: posible en cada momento, imposible puesto que falta neo-formalismo en general, en la literatura con preten-
una condición. ¿Puede la gente (individuos y grupos) siones estructuralistas, etc.).
comunicarse sin referente? ¿No se comunica a través Movimiento perceptible en la filosofia, que pasa tam-
del referente? ¿Si para ellos y a su alrededor no aparece bién por los siguientes momentos encadenados:
ningún referente irrefutable, no irán a coger en otra a) reflexión sobre el Logos filosófico, lenguaje consi-
parte (pero ¿dónde?) un referente ficticio, un referente derado como expresión de la Razón absoluta, sujeto su-
1.58 Henrí Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 1.59
premo, unida a un contenido, forma de este contenido en que Marx analizaba el individualismo, ideología domi-
(objetivo o metafísico) con Hegel y sus sucesores; nante y práctica social de la burguesía como clase, no
b) reflexión sobre el lenguaje filosófico, es decir, so- podía consistir (existir de forma coherente) en una suma
bre el vocabulario de los filósofos, considerado como de individuos. Para conocer esta sociedad hace falta
esencial de la filosofía, herencia y legado de los filósofos emplear los tres conceptos en un mismo nivel sin privi-
(la semántica, los términos filosóficos pasan al primer legio ni extrapolación. El análisis de esta soci~dad según
plano del vocabulario); estos tres conceptos clave nos lleva hacia otro análisis
e) el lenguaje como filosofía (dos polos: el positivis- el cual se efectúa aquí según los dos conceptos asocia:
mo lógico, la ontología fundamental de Heidegger). dos: cotidianidad-modernidad. De esta forma volvemos a
Finalmente, en el conocimiento científico, fuera de encontrar los motivos de la importancia práctica adqui-
la filosofía, pero no sin conexión: rida por los conceptos mencionados y las razones de su
a) elaboración de los lenguajes de las Ciencias espe- importancia ideológica. El análisis permite comprender
cializadas y parcelarias (a mediados del siglo xrx); cómo esta sociedad se prescribe y se ve a partir de lo
b) reflexión sobre esos lenguajes buscando una meta- que es - y la manera en que reproduce sus relaciones
ciencia general de los lenguajes (cientificismo positivista), constitutivas, extrañam~nte frágiles y sólidas, singular-
metalenguaje de las ciencias divididas (parcelarias); mente estables (lo coudiano) bajo el fetichismo de lo
e) transformación de la ciencia del lenguaje en pro- efímero y de la movilidad (la Modernidad). La solución
totipo de toda ciencia y de todo conocimiento, surgimien- de esta contradicción nos aparece ahora al nivel de las
to de la epistemología como forma y modelo de conoci- relaciones de lenguaje, en el que se reconcilian lo dura-
miento sistemático (riguroso), como tipo de inteligibili- dero y l.o fugaz. Esta sociedad se mantiene y funciona
dad, de realidad, de existencia (al mismo tiempo teórico por el dtscurso. De aquí la triple emergencia de los tres
y práctico, considerando la ciencia de la información y aspectos del discurso, en la reflexión (filosófica) en la
de la comunicación como la ciencia de las ciencias y como ciencia, en la retórica literaria y en cualquier ot;a.
la realidad sociológica «en persona»). No forma parte de nuestros objetivos exponer los mo-
¿No es estremecedor este triple movimiento por el tivos, razones y causas de este triple movimiento ni mos-
que emergen estructuras mentales que son al mismo trar la homología entre estos tres aspectos. Este capítulo
tiempo estructuras sociales (y superestructuras de la so- de una historia de las ideologías y de las ideas en el
ciedad), es decir, conocimiento ideológico y a la vez ins- mundo moderno tiene su puesto en otra parte 3• Nos
titucional? Esta sociedad «es» funcionalista, formalista, basta, para abrir el horizonte en lugar de cerrarlo, con
estructuralista. Extrae su representación (ideológica) de utilizar lo adquirido (sobre todo el análisis de los niveles
los conceptos de función, de forma, de estructura to- y dimensiones del lenguaje).
mados aisladamente e interpretados de acuerdo con una
filosofía. Las representaciones que esta sociedad se da
(que sus ideólogos elaboran y arrojan al mercado de las 2. El metalenguaje
ideas) a partir de sus propios conceptos operativos, esas
representaciones acaban mal: en callejón sin salida, en La teoría del metalenguaje se funda en investigacio-
cola de pescadilla, en agua de borrajas. Una sociedad no nes de los lógicos, de los filósofos, de los lingüistas (y
puede consistir en una suma de formas, de funciones, de en la crítica de estas investigaciones). Recordemos la de-
estructuras. Como tampoco la sociedad en los tiempos finición: el metalenguaje consiste en un mensaje (con-
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 161
160
junto de signos) cuyo eje es el código d~ un mensaje, subjetiva. ¿No supone acaso erigir en norma para la ac-
el mismo o uno diferente. Hay metalenguaje cuando uno ción una especialidad y discutir la cientificidad de cual-
(el locutor) descubre una parte de su códi~o, aunq~e quier otro camino, no significa sobrepasar los derechos
no sea más que definiendo una pala~ra, volv1endo. atras de esta especialidad? Si la vía sociológica no conviene
para explicar un significado. Es lo m1smo ~ue dec1r q~e a tal o cual lingüista, este lingüista se equivoca. Sin em-
la función metalingüística es normal, cornente, esencral bargo, no existe un tribunal para juzgarlo.
al discurso (R. Jacobson). El metalenguaje, discurso so- La restitución del contexto social restablece de esta
bre el discurso discurso en segundo grado, aparece en manera el movimiento dialéctico. Si examino solamente
el discurso· in~luso no habría discurso posible sin co- la forma del cambio, del valor de cambio, de la mercan-
municación' previa del código, y por lo tanto sin meta- cía, puedo aislar su lógica, sus posibilidades de extensión
lenguaje; forma parte del aprendizaje de una lengua. sin límites, su lenguaje y su mundo. Este procedimiento
Por emplear una metáfora filosófica, ~na envoltur~ de riguroso en apariencia implica un error e incluso una
metalenguaje rodea al lenguaje. ¿Que hace el m1smo representación que se puede considerar falsificada. Unica-
lingüista? Interpreta, descifra y sist~matiza esta. opera- mente el análisis dialéctico, que tiene en cuenta el tra-
ción. La lingüística es el metalenguaje que _se eng~ por bajo social y el contexto social en el que la forma se
encima del lenguaje dándose un estatuto ep1stemolog1c?. inserta, sólo este análisis alcanza lo concreto, es decir,
El metalenguaje, aunque es anterior al uso. ?el leng~aje el movimiento y los conflictos que abarca y que desarro-
y de la lengua, es decir al discurs?~ ;s tamb1en poste~1?r. lla. Por ejemplo, si estudio in abstracto el mundo de la
Envuelve al discurso como cond1c10n y como reflexwn. mercancía como riqueza, su extensión como crecimiento,
La reducción que efectúan legítimamente (poniendo olvido los límites que la existencia de otros «mundos»,
entre paréntesis la palabra, el contenido del discurso, el la Ciudad de antaño, la Ciudad posible, el mundo que
contexto social) permite a los lingüistas instalarse en el precede y el que sigue al reino soberano del valor de
interior del lenguaje como forma (I:r~~cipio _de, i~manen­ cambio y de la mercancía, imponen a éste. Procediendo
cia). Al restituir el contexto, un anahs1s s?cwlog1co hace de esta forma, con la mejor voluntad (ignorando y se-
aparecer de otra manera las forn;.as, f~nc1ones y .estruc- parando el pensamiento de Marx) compongo el meta-
turas del lenguaje, los niveles y d1mens:ones, los slst~mas lenguaje de la mercancía. Creo hacer economía política.
segundos, o subsistemas (de connot~cwnes), en el :nte- Pongo entre paréntesis uno de los dramas más violentos
rior de los sistemas formalizados o s1stemas denotat1vos. de la modernidad y de la cotidianidad. Es más, este si-
Quizá el lingüista dirá de este. análisis q_ue ~~ «traslin- lencio «científico» legitima indirectamente la estrategia
güístico». Lo cual quiere dec1r «transc:entlflco». Por que intenta la integración al mundo «libre» (aquel en el
ejemplo, si demuestro cómo Marx ha cons1derado cam-;1 que la mercancía se despliega libremente) de sectores y
bio y el valor de c~n;.bio como un_a for~a (extra1da p~r países llamados subdesarrollados, así como de países lla-
una reducción espeClfrca), y a contmuacwn como una lo- mados socialistas. En semejante situación, una preten-
gica, como un lenguaje, como una doble cadena de co- dida ciencia no dice nada de la realidad. ¡El metalengua-
sas y de significados, por tant?, como un «m~n~o~>, je no puede ser considerado ni inofensivo ni inocente!
y si· afirmo que Marx tuvo razon y que este prmc1p1o La restitución del movimiento dialéctico -en relación
de El Capital es particularm;nte notable, aunque a !fle- a la reducción y a la formalización legítimas que opera
nudo desconocido, hago, segun algunos, un acto no cien- el lingüista- hace aparecer conflictos que el lingüista
tífico. Entro en el terreno de la ideología, en la filosofía no puede sospechar. Una vez más está en su derecho,
Hen.rt Lefebvre, 11
162 Henri Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno
163
pero no tiene el derecho de prohibir que se pongan a
plena luz estas contradicciones. Hay conflicto entre la :-~a~tante frecuente- del libro compuesto de citas
función referente y la función metalingüística. Esta co- mvtsibles.
rroe a aquélla y la suplanta. Cuanto más se oscurece el ,'~enema~ aquí el punto de partida y el hilo de una
referente, tanto más crece la importancia del metalengua- cr~t~ca radtcal de la modernidad. Por supuesto, esta
je. Cuando el lenguaje y el discurso se toman como refe- crtttca pr_etende oponerse a los prejuicios favorables, a
rentes, estamos en el reino del metalenguaje. El meta- los. entusiasmos e_xcitados e interesados, a las represen-
lenguaje elimina y disuelve los referentes, operando en t~c!ones que fabncan los apologetas. No existe la posi-
segundo grado (y a veces en tercero) sobre el discurso. bthdad de un justo medio entre la autosatisfacción y la
Recíprocamente, cada desaparición de un referente anun- a~tocongratulación que cada lector lee en la prensa cada
cia la extensión de un metalenguaje (o del metalenguaje dia Y cada semat;la y esta crítica radical. O todo 0 nada.
en un sector particular), de tal manera que el metalen- En lo que concterne a la segunda mitad del siglo xx
guaje sustituye al lenguaje y asume los atributos del nos at;nemos a ~?- _Principio crítico análogo al que Mar~
lenguaje dotado de un referente. Cada referente que adopto en ~! an~hsis del individuo y del individualismo,
desaparece libera significantes desgajados, aislados y, por representa~ton (Ideología) dominante a mediados del si-
lo tanto, disponibles. El metalenguaje se apodera de esos glo XIX. SI la~ preocupaciones que conciernen al lenguaje
significantes y los utiliza en un empleo «de segundo ocupan el prtm':r lugar, es porque se ha pasado sin sa-
grado». Este empleo contribuye a disolver los referentes bed~ de~ lenguaJe al metalenguaje. A este «Se» la buena
y el metalenguaje reina en una luz fría (el género cool). co?ciencia le susurra: «¡Eso es lo esencial! Está bien
La tesis mantenida aquí y en otros lugares es que el ast. N,u~stra p~oblemát~ca es, a la vez, actual y eterna ... »
poner en primer plano, bajo la más viva iluminación, d c_rltlca radic~ replica: «Üs establecéis en la redun-
La
el discurso y el lenguaje en la vida social, en la cultura _ancia. Pretendets pasar de la ilusión a la verdad
y en la ciencia, implica una extraña ambigüedad. Lo que ststem
. a os ro deana' por to das partes, por medio dellen-
' cuyo
se pone en primer plano es el metalenguaje. El concepto g?aJe -verdad. cuya irrupción sería inminente-. Pues
de mensaje (formalmente riguroso en la teoría abstrac- bi~n, no. No ~eJa de tener consecuencias que desde hace
ta de las comunicaciones) debe pasar por una crítica to- mas de un siglo las .revoluciones hayan fracasado en
davía más rigurosa. Hay pseudo-mensajes, así como pseu- Europa,_ qu7 las c~pacrdades creadoras inmanentes a la
do-sucesos, pseudo-noticias y pseudo-novedades. Y una producctón mdustnal hayan sido oscurecidas, que se ha a
pseudo-producción y pretendidas obras. Sólo un delirio c~rgado el acento sobre lo que devora. y esas preocuJa-
racionalista puede pretender que las obras (filosofía, arte, nones que os hacen sentir tan orgullosos no indican un
literatura) obedezcan como las matemáticas y el capital gran d~~arroll<;> cultural. Serían más bien los indicios de
a una ley acumulativa frenada únicamente por factores una crts~sdi~a?Ical que llega hasta las raíces ... » Veamos
al
no esenciales. Múltiples mensajes son ilusiones de men- gunos m ctos.
saje. Descifran mensajes antiguos; son discursos sobre b a~ Las obras. ¿Cuántas de esas obras que parecen
discursos; actúan por recurrencia. Receptibles como exé- o e ecer a un_a ley de acumulación en el mismo grado
gesis, como «reflexiones» a título histórico, no son ad- qle la memo~ta o el conocimiento, deben su «mensaje»
misibles en la medida misma en que rechazan su referen- a metalenguaJe? Una gran parte de las obras y de las
cia y la relegan en la sombra, y que postulan la refutación que perdur~, ~na buena parte de su aportació~ aparente.
de su propia historicidad. El caso más «inocente» es el ¿S~ t~ata qm~a _de -~bras menores, de las que se pueden
atnbmr a la Imttacwn, a la copia de modelos? En abso-
La vida cotidiana en el mundo moderno
Henri Lefebvre
164
han fabricado o utilizado el metalenguaje de la Revo-
luto. Se trata precisamente de las obras con~i?eradas como lución? ¿Del amor? De cara a la filosofía, todavía es
magistrales, ejemplares, profundamente ongmales, expre- más sencillo: la temática, la problemática, las categorías
sivas o significativas (de lo nuevo, de lo moderno). de los que intentan prolongar la antigua filosofía se mez-
¿Ejemplos? Abundan. He aquí uno: Pic~sso. ¿Por clan con la historia de esa filosofía de forma tan inextri-
qué no dirigirse directamente a él, apostrofandole con cable que no es posible diferenciarlas. En el mejor de los
una insolencia proporcional a su grandeza?: « i ~ablo casos, estos filósofos desvelan lo que han pensado «en
Picasso! Eres el artista más grande de la actuahdad, profundidad» Platón, Spinoza o Fichte. Se filosofa en
y como tal, conocido, reconoci?o, s~lud~do en el ~u_?do y sobre la filosofía, de la misma manera que se hace
entero. Nadie duda que la glona te mqmeta. Pero c::como poesía en y sobre la poesía, novela sobre la novela (y so-
la concibes? ¿Piensas verdaderamente que todas esas bre el novelista), teatro sobre el teatro (cine sobre el
personas se inclinan ante tu genio? ¿Dónde se en~uentra cine, sobre la novela, sobre el teatro, sobre la filosofía).
el fallo la fisura (la tuya), la falta? ¿Sabes como ha Por todas partes hallamos el discurso sobre el discurso,
vivido Marx cómo ha muerto? ¿Sabes cómo hay que el segundo grado, lo «cool», el metalenguaje con su ilu-
encontrar ho~ en su pensamiento mismo ~? irreductible? sión, el reflejo que se toma por algo nuevo, y que a
Si es verdad que has buscado la Revol~c10n como el .se- veces aporta algo nuevo, cuando sabe que es reflejo,
diento busca la fuente, ¿cómo y por que,tu obra.ha s~do frío y blanco, destructor y auto-destructor.
absorbida asimilada integrada? ¿De que es tesumomo? El interlocutor se impacienta y se indigna no sin ra-
·De la Revolución 'o de sus fracasos? ¿Quién eres tú, zón: «¡Bonita empresa de denigración! No ahorra us-
Pablo Picasso? ¿Dónde estás? ¿Qué es lo que no se ted nada. A sus ojos nada encuentra disculpas.» No es
reconoce en tus cuadros? Velázquez, la pintura española ése el problema. Planteado así, está muy mal hecho.
y el arte negro, el espíritu griego, el mediterráneo, ,el El único problema es saber si la argumentación cuenta,
minotauro. ¿Y qué más? ¿Quizá sólo se te escapa ~1 ocea- si da cuenta de algo, si ha captado, si restituye algo (en
no? Eres el museo imaginario en persona. Termmas un el objeto, el objetivo y los objetivos, en el sujeto y los
mundo. Este es el balance y el inventario. Ante ti están sujetos, es decir en las estrategias efectivas). Por aña-
los siglos, reducidos a sus elementos~ desmantelados, des- didura, eso no es exacto. En el horizonte y en el camino
quijarados; juego magnífico y enganador. Has alc~nzado escombrado por la crítica radical hay obras que existen
la cima de tu vida al final de ella, has comprendido :u y que subsisten. ¿Cuáles? Obras que generalmente se
tema: el Pintor y su Modelo. Entonces, con u~a ~egna consideran o se han considerado durante largo tiempo
triste con ánimo sereno y crueldad contra ti mismo, como obras menores y que, por otra parte, tratan (directa
has dlcho, por fin, lo que tenías que de~ir. Has ~escu­ o indirectamente) de la cotidianidad, a menudo rondando
bierto la pintura como le~guaje, como, conJunt? de signos, alrededor de ella sin nombrarla, pero mostrándola de tal
como escritura. Lo has dtcho todo: como el pmtor, en su manera que vale más no nombrarla y describirla en toda
relación con lo que pinta, es a la vez exaltación y depre- su amplitud. «Cite, pues, esas obras.» ¡He aquí algunos
sión, ternura y crueldad, admiración y desilusión, respeto títulos: « 'Ubu', 'Viaje al fin de la noche', 'Mañana, los
y maltrato ultrajante. El Modelo es el mu.ndo y el ~rte perros', 'Bajo el volcán', 'Inocentes golondrinas', 'Lo
entero no sólo la mujer. Gracias por esa vemtena de hen- extricable', 'Las cosas'.» «¡Abusa usted! ¿De quién ha-
zos, g;acias por la destrucción jubilosa y la autodestruc- bla?» «De gente que me gusta. Peor para u s tcd si no la
ción sacramental. .. » conoce ... Nada le obliga a considerar esta lista como
¿A quién no podría dirigirse este discurso? ¿A los que
166 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 167

exhaustiva. ¡Complétela si le divierte!» «<ntenta uste? lienzo) existen en el plano del pensamiento. Imposible
volver sobre el mismo tema. Estaba tratan~o ~e la coti- percibirlos de otro modo que a través de los historia-
dianidad; después ha salido con una gran d.tatrtba contra dores. El discurso didáctico se interpone necesariamente
la literatura y el arte modernos, tras lo cual mtenta volver entre las obras y la comprensión. Este discurso permite
sobre lo cotidiano. ¿No pretenderá que Ubu es. algo co- un acceso difícil, una marcha incómoda, hasta la percep-
tidiano?» «Claro que sí. Y sospecho que usted ttene mala ción concreta de los estilos y de las obras. Este camino
fe. Sabe perfectamente que Ubu es el Padre, Y el Jefe caracteriza a la «cultura superior». El consumo en la
(incluido el jefe de oficina), y el Patrón, Y. el Amo, ~ ~odo cultura de masas y en el turismo se contenta con el dis-
lo que aparece en la cotidian~dad. Ubu ltga lo cottdtano curso sobre el discurso: con el metalenguaje.
a la modernidad. ¿Cómo exphca que esta farsa, este de~­ Ahora bien, ese metalenguaje apenas es modesto, nun-
propósito, este bosquejo nos obsesione (a usted.;.: a mt, ca está desprovisto de pretensiones. Al contrario. Sus
y no sólo a usted y a mí), que salga a la s.up7~ftcte, que ambiciones van lejos. Quiere «hacer participar», «intro-
este siglo sea el siglo de U buh> Jarry constguto n?~brar ducir en ... ». Al turismo, a los consumidores en masa,
lo innombrable, levantar una estatua de barro, ertgtr un a los espectadores, se les entrega la Ciudad, la Belleza,
monumento a la abyección. Además, esas obras no esca- la Naturaleza o la Naturalidad. Sin omitir la Humanidad.
pan a la crítica radical. Hacen reír mostrando el c~so sa?- Esta función metonímica del discurso es todo menos
griento. Hacen interesante lo que destruye todo t~t~res. inocente. Cuida las esencias, las entidades, las formas,
Cumplen la función m_etaf6rica ~,ponen de .~amftesto dejando creer que se entra en ellas. El discurso pasa
también el metalengua¡e. La aluston a lo cottdtano que fácilmente de la parte al todo (de algunos términos de
lo transforma en tema de ironía y de humor lo hace estética y de algunas fórmulas de esteticismo, al Arte;
soportable y contribuye a velarlo\ envolviéndolo con un de algunas piedras, a la Ciudad; de una imagen, a la Moda,
discurso metafórico. y así sucesivamente). Pasa también de lo relativo a lo
b) El inmenso consumo cultural, que parece consumo absoluto. Al metalenguaje y a su uso por/para el consu-
de las obras y de los estilos, de hecho n'? es más que un midor corresponde la visión neo-platónica. ¡Una coar-
consumo de signos (signos de las obras, st~nos de la «cul- tada más! Vale más abstenerse de bromear acerca de la
tura»). El consumidor engulle metalenguaJe, lo cual l?er- cansada multitud que atraviesa a paso de carrera los Ser-
mite a los valores de uso gastarse lentamente. El tunsta vicios o el Palacio de los Dogos, que a veces se derrite
en Venecia no devora Venecia, sino discursos sobre Ve- formando charcos bajo el bombardeo de las explicaciones
necia: los de las guías (escritos) o confer:nciantes ,(ora- dadas por los conferenciantes, que no ve nada, no puede
les) magnetófonos y discos. Escucha y mtra. El genero ver nada, porque, a pesar de todo, gasta las cosas y paga
que' se le despacha, previo pago, la mercancía, el valor de caro este pequeño «uso».
cambio, es el comentario verbal sobre la plaz~ de San e) Estrategia concertada o efecto global de un caos
Marcos sobre el Palacio de los Dogos, sobre Tmtoretto. de acciones contingentes, el resultado está ahí. Se desarro-
El valo'r de uso, la cosa misma (la obra) escapa al consu- lla un doble proceso: industrialización y urbanización.
mo devorador que queda limitado al discurso. Marx había captado el primer aspecto e indicado cómo
¿No es est~ abusar del término «metalenguaje»? ¿Se dominar el proceso: cómo planificarlo racionalmente dán-
trata realmente del segundo grado, de discursos sobre el dole un sentido, a saber: «el hombre social» como capa-
discurso? Sí. La Ciudad (Venecia, Florencia), el museo, cidad creadora de productos y de obras. La clase obrera
la obra (de tal pintor, el conjunto de sus lienzos o de tal debía asumir esta misión histórica. ¿Qué ha sucedido?
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 169
168
La clase obrera ha sido en parte (desigualmente, según que se han errado. Nubes, vapores e insectos giran se
los países y los sectores) desposeída de su misión, redu- arrastran y zumban por encima del fondo pantanoso; lo
cida a un grupo de presión económica. En su lugar se han cotidiano. El metalenguaje es la gran coartada para en-
colocado los grupos políticos o técnicos. En consecuencia, mascarar. y olvidar .las tareas históricas y las misiones que
en una cierta medida (desigual) se ha organizado la pro- no han s1do cumphdas, para borrar las responsabilidades,
ducción, pero privándola de sentido. Se ha dominado para difundir una culpabilidad latente, un sentimiento
técnicamente la naturaleza, pero sin apropiar al ser hu- impreciso de frustración y de malestar.
mano de su propia naturaleza vital y social. El segundo
aspecto del proceso, a saber: la urbanización, escapó a
Marx por razones históricas. En el momento de la apa- 3. Lo grotesco
rición de El Capital, hace ahora un siglo, la urbanización
apenas comenzaba. Este proceso no ha sido percibido por Flaubert ha inventado lo grotesco en Bouvard et Pé-
el conocimiento. Cuando se ha querido estudiarlo cientí- cuc_het 5 , obra enigmática, obra incomprendida (el prolo-
ficamente, se lo ha reducido pura y simplemente a la gmsta de la edición de la Pléiade no ve en ella más que
organización y a las coacciones de la producción indus- una caricatura del cientificismo y de los autodidactas un
trial, cuando precisamente no se reduce a la industrializa- pe~feccionamiento de M. Homais, lo que no cuadra' con
ción, sino que es lo que le da sentido y que, en este cam- el mmenso alcance que el autor atribuía a su libro).
po, la apropiación (teórica y práctica), pasa al primer En plena ciudad, al lado de la Bastilla («Como hacía
plano. La capacidad creadora, liberada y realizada en la un calor de treinta y tres grados, el bulevar Bourdon se
producción industrial, hubiera podido invertirse en esta encontraba absolutamente desierto»), en un paisaje ur-
obra capital: la Ciudad, la vida urbana. En esta ciu- bano en el que los grafismos declaran lo que tienen que
dad, obra de las obras, la vida cotidiana se convertiría declarar («el canal Saint-Martin, cerrado por las dos es-
en obra, mostrándose cada uno (individuos y grupos) ca- clusas, extendía en línea recta su agua color de tinta.
paces de crear. En el medio había un barco lleno de madera y en el
La industrialización no puede encontrar su finalidad ribazo dos filas de cubas»), en este lugar de intercambios
más que en la urbanización (llevada a cabo, no según que un domingo ha vuelto desértico, va a suceder algo:
una ideología, sino según una idea de la ciudad y de la un encuentro, azar y destino. «Dos hombres aparecieron.
vida urbana como obra). En sí misma, la industria no Uno venía de la Bastilla; el otro, del Jardín Botánico.
es más que un medio. Si el medio se decreta fin (o si se Se sentaron en el mismo minuto sobre el mismo banco.»
le decreta), la Racionalidad se transforma en absurdo. ¿Quiénes son? Dos copistas. Trabajan en la escritura.
¿Cuáles son las conclusiones? No se ha dado al len- Uno ha seducido por su talento a un jefe de división que
guaje y al sentido, es decir al pensamiento, a la concien- lo ha contratado de expedicionario; el otro tuvo espon-
cia actuante, lo que esperaba, lo que exigía tal proceso táneamente la inspiración de utilizar su buena mano.
práctico y teórico. El metalenguaje --el discurso sobre A tiro fijo los dos compadres, cada uno por su lado
lo realizado y sobre los discursos que acompañan a la depositaron sobre su pupitre de estudio un compendi~
realización- ha sustituido al lenguaje. Dicho de otra que contribuyó a la fortuna de una ilustre editorial (la
manera, ¡se ha formado un hueco enorme y los signos casa Larrousse) y que se titula: «Elección gradual de
lo pueblan! El metalenguaje ocupa el lugar de la ciudad 50 tipos de escritura. Para ejercitarse en la lectura de
y de lo urbano ausentes que se echan de menos, puesto manuscritos. Contiene: 1. 0 Normas de conducta para los
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 171
170
mnos y anécdotas instructivas. 2." Principales aconteci- Y. Pé~uchet han enc~nt.rado sistemas. Muchos. El espi-
mientos de la historia. 3." Modelos de facturas. Noticias ntualtsmo. El matenahsmo. El hegelianismo. Todo lo
industriales; Modelos de estilo epistolar.» Este librito, que es ~acional. es real. Lo absoluto es a la vez el sujeto
hoy olvidado, comienza así: «El espectáculo del uni- y el obJeto. Dios, al tomar una forma visible ha mos-
verso, el resplandor del sol, la prodigiosa variedad de las trado una unión consustancial con la naturalez~: por su
plantas y de los animales, todas esas maravillas nos en- muerte ha rendido homenaje a la esencia de la muerte;
señan que hay un Dios.» En una hermosa redondilla mol- la muerte estaba en él. Pero existe también el sistema
deada. Volvamos a nuestra pareja. Uno viudo, el otro l?gico se~n el cual l.os errores tienen una causa prin-
soltero, uno más bien libertino, el otro virgen, tienen Cipal: casi todos provienen del mal empleo de las pala-
una vida muy cotidiana, la misma. Además, un en-cuanto- bras. Y, además, sistemas combinatorios, tales como los
a-mí muy parecido. Casi en el mismo instante exclaman: de Allery, de París y de Fenaigle (Allery transforma las
« ¡Qué bien se estaría en el campo! » Se comunican al cifras en figur~~: el número 1 se expresa por una torre;
tener hambre y sed de comunicación. «Al tener más el 2, por un paJaro; el 3, por un camello, y así con todos
ideas, tuvieron más sufrimientos.» He aquí a los dos los demás. Fenaigle divide el universo en casas que con-
compañeros en Chavignolles. ¿Qué van a hacer? Olvi- tienen habitaciones, cada una con cuatro paredes de nue-
dar lo cotidiano, trascenderlo. Después de cada tenta- ve paneles, :ada pane~ con un emblema). De pasada,
tiva van a volver aún a lo cotidiano: la cocina, la casa, Bouvard y Pecuchet asisten, como espectadores poco in-
los vecinos, las mujeres. ¿A qué consagran su tiempo? teresados, a sucesos espectaculares: la Revolución de
A consumir. Cosas que no han producido y que no son 1848, el golpe de Estado.
productos: ni pan, ni muebles (aunque podría tratarse A fin di! cuentas, al término de esta vuelta al mundo
de muebles rústicos o antiguos), ni vinos (aunque un pe- imaginario, ¿qué es lo que han absorbido? Palabras, len-
queño trago resulta agradable), ni platos, ni objetos. Van guaje, viento. ¿Qué han consumido? ¿Obras? Muy po-
a consumir obra, cultura, toda la cultura. Todos los li- cas. Comentarios, exégesis, tratados, manuales, guías.
bros. Bouvard y Pécuchet nos introducen en una pesa- Metalenguaje. Lo que les permite reconocerse (un poco)
dilla, el consumo libremente obligatorio de la cultura, y encontrarse a gusto en cierta medida en las especialida-
del libro, de la cosa escrita. Esta pesadilla es nuestro pan des. ¿Los significados? ¿Qué supusieron para los enci-
cotidiano. Helos ahí a pie de obra. Emprenden la tarea clopedistas a los que nuestros compadres creen imitar?
con un ánimo ejemplar, el nuestro. Se sumergen en los ¿~o fueron el lujo, el gozo? Ya lo dijeron, y no dijeron
significantes, nadan, beben de este mar delicioso que les mas que eso. Nuestros compadres no han visto, no se
lleva. Respiran y emprenden de nuevo el camino. Todo han apropiado ni han captado más que palabras y viento.
pasa con un orden implacable: la agronomía primero El compadre Flaubert lo sabe. ¡Y ése es el significado
(puesto que se ha deseado el campo, la naturaleza, la el suyo! ... Sin embargo, Bouvard y Pécuchet no so~
libertad), luego la química, la psicología, la astronomía tontos. Como tampoco Flaubert, que se identifica con
y la física, la geología, la arqueología, la historia, la lite- ellos. Lejos de ser idiotas, quieren cultivarse, educarse
ratura, la lingüística, la estética, la filosofía, la pedagogía. formarse, aprender. Liberales, intelectuales de izquierda'
El nudo se cierra, puesto que la pedagogía enseña a sus hoy, en 1968, añadirían a su corona estas flores: el exis~
alumnos y discípulos la naturaleza y la agronomía, la tencialismo, el marxismo, la tecnología, las ciencias socia-
química, la filosofía, etc. Muy mal atado, el nudo sal- les. Recorrerían metódicamente la colección ¿Que sais-je?
ta. Al hacer el camino, al ir cerrándose el círculo, Bouvard leerían L'Express, Le Nouvel Observateur y, por supuesto:
172 Henri Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno 173
La Quinzaine litteraire. Además de Le Jardín des Modes,
Elle, Marie-Claire, lógicamente. Así es cómo Flaubert, ese astuto, ese bribón, ese pseu-
Cuando el rizo está rizado, ¿qué les queda? Nada, sino doburgués, en su pseudonovela, advierte a la gente lo
volver a empezar. Se han convertido en lo que eran: co- que les espera cuando las revoluciones fallan. Se apro-
pistas. Entran en el reino, que no abandonaron nunca, vecha de ello para decirnos cómo y por qué, en su opi-
de la cosa escrita. ¿Qué esperanza subsiste? Quizá la nión y según lo que ha visto como testigo ocular, las
de recibir de nuevo una herencia, la de volver a em- revoluciones fallan. La mala mitad del hombre y de los
pezar. hombres quiere cambiar algo y declara en cualquier oca-
Bouvard y Pécuchet, pareja ilustre entre las parejas sión que es necesario cambiar todo. La buena mitad, el
condenadas a la inmortalidad, ¿quiénes sois? Nos presen- que vive bien, encuentra la vida buena para tomarla tal
táis nuestra imagen. Fuisteis escritos antes de que vues- cual es. Eso es todo.
tro autor se ocupase de vosotros. «Eranse una vez dos Lo grotesco, matiz nuevo de la risa y de lo cómico,
escribanos ... » Pero he aquí que por la gracia del valor difiere de la risa clásica, de la ironía, del humor. Ni la
intelectual, este cuento basochiano *, esta pequeña historia situación ni la acción hacen reír; no hay situación ni
de dos pobres diablos crecidos entre las escrituras y el acción bien definidas; en lo grotesco no hay necesidad
metalenguaje, se convierte en una obra magistral. Nace de ello. La «credibilidad» de la narración no plantea pro-
una risa nueva, amarga, amarilla, tirando a negra. Por lo blema. Este problema desaparece igual que los referentes.
tanto, no erais tontos; cayendo en las trampas de las lo que produce un gran sentimiento de comodidad, de li-
palabras, tropezando en las máscaras y los velos, hicis- bertad de lenguaje. Si subsiste un terreno, un lugar co-
teis también vuestra pequeña experiencia. «Bouvard es- mún, éste es lo cotidiano, que se abandona en alas del
taba sorprendido por el contraste entre las cosas que le lenguaje. La risa viene de las palabras y sólo de las
rodeaban y las que se hablaba, porque parece siempre palabras. Es una comicidad de lenguaje, formal: el lado
que las palabras deben corresponder a los medios y que cómico de los juegos de palabras, retruécanos, aliteracio-
los altos techos están hechos para los grandes pensa- nes y asonancias, utilizadas metódicamente. No sólo por
mientos ... » una broma de gusto generalmente dudoso (desde el pun-
Eso es lo grotesco. La Muerte de Dios es grande, es to de vista «clásico»), ni por una astucia, sino a lo largo
trágica. ¿Su «defunción»? Imaginad vagamente (¿con- de cientos de páginas. Esta empresa no está al alcance
texto?, ¿referente?, ¿o, sencillamente, connotación?) la del primer llegado.
familia desconsolada, las lágrimas de la viuda, los gritos ¿Los galos? ¿Quién no los conoce? ¿Quién no ha
de los huérfanos, las ceremonias del entierro, la llegada aprendido en la escuela acerca de la Galia y de los galos
del notario, la apertura del testamento, las disputas en algunas fórmulas famosas, algunos estereotipos? ¿Qué
torno a la herencia. Helo ahí, exhumado el Viernes San- eran los galos? ¿Fuertes y brutos? ¿Embadurnaban su
to, especulativo o teológico, a pesar del cura («el sacer- cabellera? ¿Vencidos por los romanos? La historia que
dote se levantó, los negocios le reclamaban en otra par- no halaga es imposible de rechazar; hay que descubrir
te»). Es Pécuchet quien ha hablado, ese pequeño bribón una explicación, la buena. Francia es la Galia y, sin em-
(Pléiade, 868 ). bargo, no es la Galia, puesto que han existido los romanos,
los bárbaros y los francos. Y tantas invasiones y tantas
* Corporación francesa de clérigos del Palacio ( 1302), que re- guerras. Entre las cuales tenemos la última. Y los alema-
presentaban obras de teatro. nes, y los ingleses, y los americanos. Después de lo cual
Francia vuelve a ser Francia, la Galia y la no-Galia. Las
174 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 175

cosas son lo que son. Y, sin embargo, no son lo que Estas son grandes palabras. Y, sin embargo, no se trata
son; ocultan siempre alguna otra cosa. Hay una cierta más 9ue de Asterix le Gaulois, ¿por qué no citarlo?
distancia entre lo que sabéis y quien sabéis. Curiosa his- Franct_a en~~ntra, a 1~ .vez, su mito y su ideología. En
toria. Una fisura, mirada de cerca, se torna en agujero. esta stmulacwn, lo tragtco ha desaparecido. Ya no hay
Agujero que hay que colmar con el lenguaje, con el dis- muertos. A los enemigos se les golpea. Rápidamente sa-
curso sobre la historia: el metalenguaje. Masas de sig- len del coma y todos ríen de buena gana. No hay pasión.
nificantes flotan, separados de su significado, la historia No hay erotismo. Pocas mujeres. Lo grotesco toma es-
real, conocida y desconocida. Significantes que hay que pon~áneamente una estructura: aquí, lo cool (aunque
consumir. El sitio estaba libre: faltaba todavía descubrir- g_estt~le, e~ lo cool); allí, lo hot. Aquí, el buen humor
lo, a fin de dar a Francia, gala y gaullista, su epopeya sm vwlencta; en otras partes, toda la violencia (más
grotesca. Epopeya que esperaba, y sobre la que se ha o menos disimulada: erotismo, matanzas Lucky Luke
arrojado como un solo hombre. Parece que ha sido escrita Bond, Satanik). ' '
para los niños, y ésta al adulto le gusta: el adulto por A este grotesco que brota «libremente» comparad a
excelencia, el joven cuadro medio, instruido, educado, Bouvard y Pécuchet. El juego de palabras no os salta
que conoce las palabras y las cosas. ¿Qué es lo que todo a_ la vista en cada línea. No hay dos retruécanos por pá-
esto. significa sino que hay un mundo, uno solo, para gma. ¡Qué largo es ese curioso librillo ... !
el ruño y el adulto, para el niño precoz y el adulto in- Flaubert ha creado el género: la categoría (que enmas-
fantil? cara la muerte de las categorías «clásicas» y «románti-
Haced, pues, que la distancia que separa los signifi- cas» del arte y de la estética, así como el nacimiento del
cantes de los significados (e inversamente) sea colmada esteticismo del lenguaje). Todavía no se había librado de
por un pequeño acto intelectual que aprecie exactamente los referentes. Contribuía a zapados. Lo grotesco no ha-
la paradoja del desajuste y la sorpresa de la franqueza, y bía :Ucanzado su .Plenitud: la dignidad cómica de la pura
tendréis la risa de lo grotesco. Implica un «nivel cul- escntu!a, del oc10, del metalenguaje y del consumo de
tural» relativamente elevado: conocimientos, agilidad de lenguaJe en masa.
espíritu. El va-y-ven del pasado al presente y del pre- No parece indispensable insistir en algunos otros as-
sente al pasado, de lo extraño a lo familiar (cotidiano) pectos de este consumo de lenguaje: los juegos y concur-
y de lo familiar a lo extraño, ese ir y venir sabiamente sos televisados, los crucigramas. Mas interesante para
entretenido por los equívocos del lenguaje, supone una nuestro objetivo sería el análisis de lo lúdico combina-
educación. Hace falta captar la punta de la paradoja ver- torio (precisamente los crucigramas, pero también la
bal, lo alusivo, en un sistema de reenvío perpetuo (sin quiniela) y la unión, hasta qué punto falsa, del erotismo
referencia). La imagen apoya y facilita la operación: ana- con las co~bi~aciones, mercancía «irreal» y vendida muy
cronismo, dividido en unidades significantes-significados cara: la maqmna tragaperras, a gran escala en Las Vegas
el significante verbal enviando al soporte imagen. E in~ y. ~n otras p~~tes, en la ~u~l. el númer~ se asocia a sig-
versamente, siendo el significado último la actualidad. ruftcantes erottcos para stgmftcar la satisfacción momen-
Ahí está lo épico al alcance de todos, al alcance de la tánea, casi onírica del deseo. Nuestro propósito es en
mano, en casa, en el hogar, con vuestros hijos y vuestra efecto, mostrar a lo no-cotidiano, disfrazado de cotidi~no
esposa, en lo cotidiano. volver sobre sí mismo para disimularlo a sí mismo. EÍ
Este simulacro, esta simulación analógica de la histo- consu~o de lenguaje (consu~o de metalenguaje) cumple
ria por los juegos de lenguaje, ¿es mito?, ¿es ideología? maravillosamente esta funcwn, todavía mejor que el
176 Henri Lefebvre

consumo de espectáculos, que, por otra parte, está sobre-


determinada.
El consumo cotidano adquiere así ante y para nos-
otros su doble figura, su ambigüedad constitutiva. Toma-
' Capitulo 4
Terrorismo y cotidianidad

da globalmente, cotidianidad y no-cotidianidad, es ma-


terial (práctico-sensible: se toma una cosa, se hace uso
de ella, se la devora) e ideal (o ideológica: se consume
la representación, imagen, significantes, lenguaje y me-
talenguaje). Es total (tiende hacia un sistema del con-
sumo, bajo la organización racionalizada de lo cotidiano)
y parcial (al estar siempre el sistema inacabado, desmen-
tido, siempre amenazado, no cerrándose jamás, abrién-
dose al vacío). Es satisfacción (de una necesidad, ésta o
aquélla necesidad de esto o de aquello; por tanto, sa-
turació~ a la larga o a corto plazo, y frustración (se ha
consumido viento y el deseo renace). Es personalizadora
(elección de los objetos, colocación, clasificación, liber- l. El concepto de terrorismo
tad de combinaciones) y desrealizadora (perdiéndose
en el seno de las cosas, deslizándose por la pendiente de Demos al César lo que es del César y a la literatura
la acumulación de los objetos, sin deseo e incluso sin lo que le pertenece. Literatos y críticos literarios, con
necesidad). La sociedad llamada de consumo es a la vez oídos y ojos afinados (por una malicia profesional no des-
de abundancia y de privación, que tiende hacia el derro- provista de cierta alegría, lo que se llama esprit), han
che y hacia un ascetismo (del intelecto, del rigor, de la sido de los primeros en percibir el terrorismo. Lo han
frialdad). Dualidad múltiple. Cada término reenvía a su cogido flotando en el aire con todo lo que erra y flota:
vis-a-vis (su opuesto pertinente, su contrario, su espejo). significantes, metalenguaje, formas abstractas ávidas de
Lo significa y se deja significar por él. Se sirven recípro- encarnarse, pensamientos puros hambrientos de poder.
camente de coartada y de garantía. Cada uno remite a Desde hace mucho, han comprendido qué presiones se
todos los demás. Es un pseudosistema, una estructura ejercen sobre el arte de escribir, sobre el hecho que pa-
de coartadas: el sistema del no-sistema, la cohesión de la rece la encarnación de la libertad (de opinión, de con-
incoherencia. Siempre se puede uno aproximar al punto ciencia, de ideología). Las más inquietantes de estas pre-
de ruptura sin alcanzarlo: es el límite. siones no son exteriores al acto. Hombres de gusto, que
aman los placeres del espíritu, que consideran la acción
como síntoma de nerviosismo y la toma de posición como
una broma que nunca c;lebe prolongarse, no llevaron ade-
lante el análisis. Ciertos psicoanalistas, ciertos sociólogos,
los han relevado 1•
El concepto de sociedad terrorista está ahora casi to-
talmente elaborado. En esta orientación, distinguiremos
varios momentos y varias etapas:
177
Henrl Le!ebvre. 12
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 179
178
1, 0 Toda sociedad que contenga, por una parte, pe- lidad. La prohibición del incesto se considera como fun-
nuria y no-abundancia, y, por otra, predominio de una damento del ser social y de la «cultura», como cimiento
clase (que posee y administra, que explota, que orgamza, del edificio. Sería más científico y más coherente afirmar
que capta en provecho suyo la mayor parte pos~ble ?el que toda sociedad ha sido cogida en una contradicción.
plustrabajo social, bien para un consumo suntuano, ~ten s.u fuerza, s~ riqueza,, sus capacidades defensivas y ofen-
para la acumulación, bien para ambas formas de domma- sivas procedran del numero de sus miembros· al mismo
tiempo, los recursos limitados por el entor~o natural
ción), toda sociedad de este tipo se ha sostenido por el
doble medio de la persuasión (ideología) y de la coac-- por los medios tecnológicos y las exacciones sobre ei
ción (sanciones, leyes y códigos, tribunales, violencia producto social, limitaban aquel número. Las sociedades
preparada para no tener que servirse de ella, violencia han resuelto este problema mal o bien, unas degenera-
declarada, tropas armadas, policía, etc.). Toda sociedad r~:m? o:~as lograron 1~ ~upervivencia o la expansión. La
de clases (y todavía no se conocen otras) es una socie- hmrtacron de los nacrmtentos por los medios más diver-
sos ha formado siempre parte de los procedimientos de
dad represiva. Sabemos con qué magnificencia y de qué
modo jugó su papel el catolicismo en la sociedad repre- supervivencia. El fundamento de la represión se sitúa
siva en Europa occidental. Estado ella misma y rival del pues,. en la unión contro.lr:Ja. de la sexualidad y de la fe~
Estado político, la Iglesia ofrecía posibilidades de carre- cundzdad. Ora la represwn juega en el sentido de la li-
ras «espirituales». Dispuso muy pronto de un aparato mitación de los nacimientos; se trata entonces del celi-
burocrático, de una jerarquía, de una ontología (filosó- bato obligatorio para una parte de los miembros de la
fica) y de un conocimiento real (de una práctica). Dis- s?ciedad, el sacrificio de los recién nacidos, la importan-
tinguía lo sagrado de lo profano, lo espiritual de lo cta tomada por la prostitución, la pederastia, el onanis-
temporal. Por tanto, orientaba hacia «el espíritu» y el mo. Ora la represión juega en el sentido de un creci-
poder espiritual las energías más fuertes. A los ?emás, miento de la población; aparece entonces la disociación
los disuadía. Y a las ideas y a los hombres peligrosos entre el placer y la sexualidad, la asociación forzosa en-
los juzgaba, los condenaba y luego los entrega al brazo tre el acto sexual y la fecundidad. Lógicamente, entre
secular para su ejecución. Admirable dispositivo, hoy pa- estos extremos existen matices y múltiples combinacio-
nes. al entrar en juego otros elementos. La represión se
sado de moda. exttende a la vida biológica y fisiológica, a la naturale-
El estudio de los fundamentos de la sociedad repre-
siva conduce muy lejos. Sólo una interpretación simplis- za, a la infancia, a la educación, a la pedagogía, a la en-
ta, anarquizante, del marxismo limita a la policía y a las trada en la vida. Impone la abstinencia, el ascetismo y
legislaciones de clase el contenido del concepto de repre- consigue, ~or la vía. ideológica que la privación apare~a
sión. El aspecto represivo de toda sociedad hasta nueva con;to mento y plemtud. En este sentido, la represión se
orden tiene fundamentos mucho más profundos. Gru- exttende a las clases dominantes, al menos en determi-
pos, castas, clases, sociedades, siempre han erigido en n~d~s .periodos. S~s «valores» y sus estrategias exigen
verdades, en «valores», sus condiciones de supervivencia dtsctplinas y coacctones que se ejercen hasta en sus filas.
(comprendidas a través de las interpretaciones ideológi- Este j?ego complejo d~ r~presiones y de escapatorias,
cas). ¿Era necesario para edificar una sociedad coheren- de coacciOnes y de aproptactones, llena la historia de la
te asentarla sobre una roca, sobre un «pilar» consoli- vida cotidiana qu.e nos hemos limitado a esbozar (sub-
dado por una represión fundamental? Unos lo admiten ray.ando 1~ paradoja: la ~ayor apropiación, las obras y los
un poco de prisa, otros lo niegan con demasiada faci- estrlos mas notables tuvteron lugar en las sociedades an-
180 Henri Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno 181
tiguas más brutalmente coactivas, fundadas sobre la vio-
el capitalismo sin aparecer como tal. Allí donde el cato-
lencia y la opresión). . . ,. licismo no era suficiente para la tarea, tuvo lugar una
Es, pues, inexacto y falso limt~ar.la cntlca de la opre- transferencia, un desplazamiento, una sustitución. La in-
sión bien a las condiciones economtcas (uno de los erro-
tención reemplazó al rito y la fe suplantó a la obra. Esta
res del economicismo ), bien al análisis de las institucio-
religión permitió al valor de cambio, a la mercancía, ge-
nes o de las ideologías. Tales prejuicios enmascaran el
neralizarse, apropiándose de los valores de uso, a pesar
estudio de la cotidianidad, es decir, de las presiones Y
de fingir respetarlos y detenerse ante su dominio: la
represiones que se ejercen a todos los ?ivel~s, en to~os
conciencia, la fe, la relación personal con la divinidad.
los instantes sobre todos los planos, mclmdas la vtda
La sociedad sobre-represiva se define como aquella cuyo
sexual y afe~tiva, la vida privada y familiar, la infancia,
lenguaje y representaciones, al eludir los conflictos, al
la adolescencia la juventud, en suma, lo que aparente-
no prestarse a la expresión de los conflictos, suaviza o
mente escapa ~ la represión social por estar próximas a
incluso expulsa a las contradicciones. Una cierta demo-
la cotidianidad y a la naturaleza. .. . cracia (liberal) parece la conclusión y plenitud de la so-
2. 0 La sociedad sobre-represiva mod1flca las m~dalt­ ciedad sobre-represiva. Las coacciones no se perciben y
dades de la represión, sus procedimientos, sus medios Y no se viven como tales. Son admitidas y justificadas o
sus soportes. Orienta la apropiación de forma apar.ente- interpretadas como condiciones de la libertad (interior).
mente inofensiva mediante el juego de las coacctones Esta democracia guarda en reserva la violencia y no deja
hacia la vida «puramente» privada, la familia y lo qu~ intervenir a la fuerza más que en última instancia y como
toca a cada uno; concibe la libertad de tal manera (es~I­ recurso supremo. Cuenta mucho más con la auto-repre-
ritual ideal) que la represión no se ve estorbada. Aun sión en la cotidianidad organizada. La represión se hace
más· 'confía las tareas represivas a los pequeños grupos
inútil en la medida exacta en que la auto-represión (gru-
(a 1~ familia y al padre) o, mejor, a la conciencia de cada pos e individuos) se encarga del asunto. La sociedad
uno. El modelo de la sociedad sobre-represiva es la que puede proclamar el advenimiento del reino de la Libertad,
tuvo como ideología dominante al protestantismo. Mucho ya que las coacciones se consideran espontaneidad y la
más fina y más racional que el catolicis~o en tanto que apropiación no tiene ni lenguaje ni concepto.
teología y filosofía, muc~o menos ~ep;estva para el apa- 3.0 La sociedad sobre-represiva encuentra en la socie-
rato, los dogmas y los ntos, .la religton l?rotestante re~­ dad terrorista su conclusión lógica y estructural. Conver-
lizó más sutilmente las func10nes represivas de la reli-
gen entonces las coacciones y el sentimiento «vivido» de
gión. Cada uno lleva en sí mismo su Dios y su razón.
la Libertad. Las coacciones no reconocidas y no recono-
Cada uno se convierte en su sacerdote. Cada uno. se en-
cibles asedian la vida de los grupos (y de los individuos
carga de reprimir los deseos, de contener l~s. nece~tdades.
en estos grupos) y los regularizan de acuerdo con la es-
Lo que lleva a un ascetis~o sin dogma_ ascettco, sm auto-
trategia general. La diferencia entre la conciencia diri-
ridad que ordene el asceusmo. L~ bestta newa.' la cabeza
gida desde fuera ( other directed) según Riesman) y la
de turco es el sexo y la sexualidad. Repnmtdo, recha-
zado trdnsformado en enemigo, desapropiado) el deseo que se dirige a sí misma ( inner directed) desaparece, pues-
se c~nvierte en fermento de rebelión y rebeldía. No vol- to que lo que aparece como el interior no es más que el
veremos sobre el nexo histórico entre protestantismo y exterior investido y disfrazado, interiorizado y legitima-
capitalismo. La religión protestante ha proporcionad.o las do. La protesta se ve inmediatamente, ora reducida al
representaciones y el lenguaje en los que se ha deshzado silencio, ora considerada como desviación y como tal
neutralizada, ora absorbida e integrada. No llamaremos
182 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 183

«terrorista» a una sociedad en que reina la violencia o las estructuras, al mantenimiento de sus propias condi-
corre la sangre. El terror político, rojo o blanco, no pue- ciones y a su supervivencia. En vano; llegada al límite,
de durar mucho tiempo. Un grupo definido lo ejerce estalla. Tiene como soporte y como objetivo la organiza-
para establecer o mantener su dictadura. El terror polí- ción de la cotidianidad. Esta organización hace reinar el
tico se localiza; no puede ser atribuido a la sociedad terror. Las infracciones a la cotidianidad son proscritas,
«entera». Una sociedad tal es aterrorizada, no terrorista. incluidas entre la demencia, el extravío. Lo cotidiano se
En la «sociedad terrorista» reina un terror difuso. La vio- convierte en norma y, sin embargo, no puede ni erigirse
lencia permanece en estado latente. Las presiones se ejer- en valor, ni sistematizarse, ni siquiera aparecer como tal.
cen desde todas partes sobre los miembros de la socie- Para sostener esta tesis, no basta, sin embargo, con
dad; les es sumamente difícil librarse de ellas, apartar su afirmar que las satisfacciones acumuladas no dan la feli-
peso. Cada uno llega a ser terrorista y su propio terro- cidad, que mil distracciones no valen una alegría 2 •
rista; cada uno aspira a llegar a serlo ejerciendo (aun- No es suficiente con denunciar una determinada filo-
que sea por un momento) el Poder. No hay necesidad sofía de la necesidad y la confusión entre plenitud y sa-
de dictador; cada uno se denuncia a sí mismo y se cas- turación. La respuesta del supuesto interlocutor llega in-
tiga. El terror no se localiza; nace del conjunto y del mediatamente: «¡No hay que exagerar! ¿La gente no
detalle; el «sistema» (en la medida en que puede hablar- está contenta? ¿Qué puede deseárseles mejor que la sa-
se de sistema) se apodera de cada miembro y lo somete tisfacción de las necesidades elementales, aun cuando para
al conjunto, es decir, a una estrategia, a una finalidad satisfacerlas se les prive de algunas libertades, de algu-
oculta, a metas que sólo los poderes de decisión conocen, nas aspiraciones desmesuradas, de algunas ilusiones de
pero que nadie pone después en duda seriamente. Esta la subjetividad? La acción hacia un mayor bienestar apun-
sociedad no evita por este hecho los cambios; puede ta entonces hacia la curación de las viejas angustias que
entrar en crisis mientras hace todo por evitarlo. Presa persisten bajo la satisfacción y la saturación. Su proble-
de una mutación, pretende fijarle un sentido (o una mática (y se equivoca usted al no adoptar esta palabra,
ausencia de sentido) y orientarla. Es conservadora en su al encontrarla fea; obliga a la coherencia), su problemá-
masa, en nombre del juego (o la ausencia de juego) de tica no es la nuestra. Nosotros pensamos en el hambre
las fuerzas, de las instituciones, de las estructuras. Sus de los hombres, en su sed, en sus necesidades simples.
«valores» no tienen necesidad de explicitarse; son ob- Queremos darles de comer, de beber, con qué vestirse y
vios. Se imponen. Conocerlos, preguntar sobre ellos para dormir. Nuestra problemática es la de la necesidad, el
formularlos, supone ya un sacrilegio. La sociedad terro- sufrimiento, la muerte. Usted se propone una meta le-
rista tiene coherencia, fuerza, por lo menos en aparien- jana y delirante. Quiere una vida apasionante, intensa,
cia. No habría, no hay nada que replicar a su terrorismo hecha de alegrías y voluptuosidades. Nosotros rechaza-
si no utilizara una ideología de la Razón, de la Libertad. mos «lo humano» para ayudar a los hombres. Usted quie-
Esto es lo que introduce irracionalidad en esta razón, la re lo sobrehumano y la poesía. Conserva lo humano como
coacción en esa libertad, violencia en la pretendida fuer- base sin adoptar la imagen del Superhombre. Pero ¿por
za persuasiva; en una palabra, la contradicción en la qué? ¡Atizar el deseo, excitar el malestar, volver a los
coherencia ilusoria. valores del tiempo de la escasez -la obra, la totalidad,
La tesis constante expuesta aquí es que la sociedad el «hombre»-, puede calificarse de empresa criminal!
terrorista, caso límite de la sociedad represiva, no puede Esta sociedad tal vez no ha alcanzado su punto de equi-
sostenerse por m!.icho tiempo . Aspira a la estabilidad, a librio y de plenitud. Ayúdela en lugar de ahondar J.g,~
184 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 185

lagunas, de agravar el malestar. Va hacia adelante como tales) se multiplican, se complejifican. Es un aspecto
puede, sin saber adónde va. Por una suerte extraordina- o el aspecto esencial de la mundialización. Por otra par-
ria, esta huida hacia adelante ha dado un resultado es- te, en esta masificación, en esta perspectiva planetaria,
timable. Nos enseña los límites de la condición humana. en la que el individuo parece desaparecer, sobrevienen
Aceptémoslos. Saquemos esta enseñanza de la filosofía: curiosos fenómenos de individualización. Se producen en
la finitud del hombre empírico y de la sociedad real, en el nivel de lo cotidiano. ¿Quién no admite hoy (en los
vez de sacar de los filósofos un desafío a lo real y el países «desarrollados», industrializados, naturalmente) que
sentido de la imposibilidad. Contamos con vosotros, so- un chico o una chica de veinte a veinticinco años tiene
ciólogos y demás representantes de las ciencias sociales, derecho a una vida autónoma, a dejar a su familia, de
para formular esta lección de la historia que hace inútil tener y si es posible de elegir un oficio, de encontrar un
a la historia. ¡Abajo los nostálgicos! Desertan. ¿Huida alojamiento, de disponer de sí mismo? Se da, pues, una
hacia adelante? Así es. Durante las batallas hay solda- cierta individualización en el seno de la masificación.
dos que tienen ganas de huir hacia atrás, pero detrás Esto plantea cuestiones de derecho: derecho al trabajo,
del frente otros soldados -gendarmes, policías- los al ocio, al oficio, a la educación, a la vivienda. Exten-
esperan para fusilar a los desertores. Entonces se huye siones del habeas corpus que se abren camino con difi-
hacia adelante, incluso si no se sabe adónde se va. En cultad. Tienden a transformarse en reivindicaciones, a
cuanto a vosotros, desertores por nostalgia, nos conten- formularse sobre un plano moral y jurídico. El Estado
taremos con neutralizaros ... » se apodera de ellas para realizar sus estrategias, pero al
Ha sido un discurso terrorista que atribuimos a nues- hacer esto las reconoce y sanciona hasta cierto punto.
tro interlocutor porque ha sido pronunciado gran nú- Así sucede con el derecho a la vivienda (primera expre-
mero de veces, oralmente o por escrito, y que nos con- sión muy imperfecta, primera palpitación, podría decir-
tentamos aquí con reducirlo a lo esencial. se, de un derecho que pronto habrá que formular, el
En efecto, los argumentos arriba mencionados no bas- derecho a la ciudad).
tan. Es preciso establecer las modalidades del terrorismo, ¿Impiden el terrorismo estas aspiraciones que llegan
mostrar cómo y por qué estalla la sociedad terrorista y, a ser reivindicativas? No. El derecho a la vivienda, que
sobre todo, indicar la abertura. Y sin ambigüedad. transforma en servicio público la construcción, está muy
Entre las contradicciones analizadas o analizables de lejos de ser reconocido como tal. Al intervenir en la
la sociedad existente, figuran las que parecen señalar con cuestión de la vivienda, el Estado ha modificado la prác-
el dedo la salida. Es exacto que, entre las contradicciones tica, pero no el código. Ha realizado «ciudades nuevas»
discernibles en la actualidad, algunas poseen una especie cuyos caracteres principales han sido pronto manifiestos:
de privilegio. Tienen un sentido. Por un lado, la «his- ciudades-dormitorios, lugares de recuperación -desde
toria», que continúa por las buenas o por las malas (a todos los puntos de vista- para los trabajadores y em-
pesar de las ideologías que la niegan y la rechazan), im- pleados arrojados de los centros urbanos. Durante este
pulsa a todas las sociedades altamente industrializadas periodo, que continúa, la carencia de vivienda ha formado
hacia una sociedad urbana, en la cual vivirán y se encon- parte del terrorismo. Ha hecho pesar sobre la juventud
trarán masas enormes. La «socialización de la sociedad», (y no solamente sobre ella) una amenaza. La política de
cara a los reformistas que se inspiran más o menos en el vivienda exige aún a un vasto grupo social, que se re-
marxismo, toma esta forma. Las barreras saltan; las co- cluta sobre todo entre la juventud, la del proletariado y
municaciones de todas clases (materiales, sociales, men- las clases medias «inferiores», el sacrificio de los mejo-
186 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 187

res años de su vida. Primero tienen que «instalarse», ga-


nar su medio de vida. Después, si no están agotados, 2. Escritura y terrorismo
pueden pensar en vivir. Pero sólo pueden pensar, ya
que, al acceder a «la vida» después de un largo sacrifi- El análisis crítico de las coacciones (cuya acentuación
cio cotidiano, se limitan a sobrevivir. Los nuevos dere- y predominio sobre la apropiación caracteriza la sociedad
chos se abren camino a través de esta masa de obstácu- terrorista) revela el papel de la cosa escrita. Coercitiva y
los y de trampas. En cuanto aspiraciones y reivindica- no violenta, la escritura o más exactamente la cosa escrita
ciones, forman parte de la civilización. En la sociedad funda el terror. El etnólogo, el investigador de la prehis-
aparecen, a través de dificultades y problemas, cierto toria, el historiador, ¿vinculan su papel a la sedentari-
número de hechos de civilización. En este momento cabe zación? ¿A la división del trabajo social en funciones
preguntarse si no se descubre una nueva contradicción, desiguales, formando parte la del escriba de las activida-
que no tendría nada de pequeña, entre la civilización y des superiores? ¿O bien a la inquietud genealógica, a la
la sociedad (esta sociedad). ¿Los hechos de civilización nomenclatura de la familia y de los antepasados? Las
así constatados permiten que haya esperanza y con- divergencias entre estas teorías podrían ser más aparen-
fianza en el futuro de esta sociedad? Mirando de cerca, tes que reales. La sedentarización implica la sacraliza-
no son tanto hechos como virtualidades, aspiraciones ción del suelo. La posesión exclusiva de un territorio por
apenas reivindicativas. Sólo los apologistas y los políti- un grupo y su consagración religiosa se justifican por los
cos pueden ver en ellas hechos consumados. «Valores» antepasados míticos, por los héroes, semidioses y dioses
más que hechos, incluso no reconocidos como derechos de la tribu. Al lado de los cuadros genealógicos, que
(a no ser moralmente, lo que no es despreciable, pero constituyen una memoria y un método de clasificación
tampoco va muy lejos). De sobrevenir una crisis, o sim- social de lugares y tiempos, es posible contar los hitos
plemente de agravarse las consecuencias de la masifica- por medio de los signos jeroglíficos primitivos. Antes
ción, ¿no serán barridos estos derechos apenas esboza- de la agricultura sedentaria o al margen de ella, caza-
dos? Ciertos «valores» que parecen, sin embargo, ins- dores y recolectores de frutos, pastores nómadas, bali-
critos en los hechos, han desaparecido, al menos momen- zan sus territorios, definen recorridos, itinerarios, fron-
táneamente. ¿Qué es irreversible en el tiempo social? teras. Jalonamiento y orientación marchan unidos. Un
¿Qué está adquirido en el tiempo histórico? ¿Dónde arbusto o un árbol, una roca o un montículo, se convier-
situar los umbrales, los puntos de ruptura y de no- ten en signos, bajo las estrellas también significantes.
retorno? Vienen luego los signos que constituyen una escritura so-
No podríamos, pues, contentarnos con afirmar la exis- bre el terreno; una rama rota, un montón de piedras, un
tencia de estos hechos de civilización. Si es que tienen sendero trazado, una manera de situar el paisaje o el em-
un sentido, no por eso muestran la abertura. La argu- plazamiento (del pueblo o de la ciudad) en relación a las
mentación permanecería incompleta y no podría probar constelaciones. La teoría sobre los orígenes tiene, por
nada si no mostrásemos la vía en la cual estos valores lo demás, sólo un interés menor. Lo importante es re-
o derechos nacientes han de reforzarse hasta forzar el saltar el carácter imperativo de la escritura y de lo ins-
reconocimiento social. crito, su dureza. La escritura hace la ley. Aún más: es
la ley. Obliga por la actitud impuesta, por la fijación (del
texto y el contexto), por la recurrencia implacable (la
vuelta atrás, la memoria), por el testimonio (transmisión
188 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 189
y enseñanza), por la historicidad así establecida para la de una civilización superior su conocimiento de las vir-
eternidad y por lo eterno. tudes de la escritura. Ante los ingenuos beduinos a los
¿Es preciso subrayar que la escritura es también el que dirigía hacia su gran destino histórico, ejecuta el
fundamento y el punto de partida de innumerables adqui- acto a la vez mágico y funcional por excelencia. La pie-
siciones? Con la ley, funda la inteligibilidad. Con la re- dra dura y fría simbolizaba perfectamente el carácter in-
currencia, constituye la reflexión y la racionalidad. Con t~mp?ral; por tanto, definitivo y permanente (en apa-
la adquisición definitiva y definida, permite la acumula- nencta); por tanto, transhistórico de las Escrituras. La
ción (de los conocimientos, de las técnicas) y la memo- escritura es la anti-palabra. Después de haber escrito ante
ria social. Condición del arte y del conocimiento per- los siglos y para los siglos, Dios calla. Sus representantes
mite la organización social y la civilización. Con el tra- no tienen más que interpretar y comentar las Tablas de
bajo social y la división del trabajo, o más bien, sobre la Ley. Otros las discutirán, y así comienza la relación
estas bases, fue la superestructura primordial, incluso conflictual entre la Palabra y lo Escrito, o dicho de otro
antes de que hubiese ideologías. En cierta medida, la modo, entre el Espíritu y la Letra.
ciudad nació como una escritura sobre el terreno; pres- No hay sociedad sin escritura, si se da a este concepto
cribía; manifestaba su poderío, su capacidad adminis- su carácter general. No hay sociedades sin signos: jalo-
trativa, su poder político y militar. Imponía la ley a los namientos, mojones, orientación. Y, sin embargo, hay
campos y los pueblos. Más tarde, la necesidad de una un salto. hacia .~delante, por consiguiente ruptura y corte,
restauración de la palabra, de la presencia cálida en el con la mvencton de la cosa escrita: tablas de la ley,
texto escrito, ¿no ha desempeñado un gran papel en el grafismos, inscripciones que fijan el recuerdo de los ac-
curso de la historia del teatro y de la poesía? tos y de los acontecimientos, batallas, victorias decisio-
Al mismo tiempo que fundamento de la civilización y nes soberanas inscritas para siempre en la med,.oria. La
hasta cierto punto de la sociedad misma, la escritura historia y la sociología determinarán las fechas y los
fue una cosa mental y social, fría y congelada. Sin duda ~mbrales: .la ciudad como escritura en el espacio y el
de modo desigual, según los periodos históricos: ora tiempo orientados -el paso del derecho consuetudina-
reduciendo los grupos sociales a la pasividad, ora consti- rio al derecho escrito, es decir, el paso de las costumbres
tuyendo el fundamento sobre el cual se construían de a las codificaciones formalizadas-, la generalización de
forma activa los edificios sociales, las ciudades, los reinos la escritura por medio de la imprenta, el carácter acumu-
y los imperios. Lo uno no quita lo otro: la civilización lativo tomado por la cosa escrita en el mundo moderno
se mantiene para y por la cosa escrita, pero hace surgir acentuado por la reproducción de las imágenes (la biblio~
la inercia al construir lo duradero; tiende a sobrevivirse. teca infinita, el libre absoluto; en el límite, lo escrito
Lo que condiciona la historia tiende también a fijarla. absorbiendo a lo dicho, lo sabido, lo percibido).
Cuando Moisés desciende del Sinaí mostrando al pue- La historia de la escritura (para y por la sociedad)
blo las tablas escritas con el dedo del Señor, acaba de mostraría en la cosa escrita el prototipo y la condici6n
inventar el Padre eterno. Su gesto inaugura los siglos. Y sine qua non de las instituciones. No hay institución sin
también su comentario verbal: el relato sagrado que lo jus- escritura. Al ser la cosa escrita la primera instituciona-
tifica. Funda. Su mitificación se convierte en verdad. Estas lización se inserta en la práctica social para captar la obra
tablas de valores recibirán de la escritura divina su ca- y la actividad, organizándolas. Lo que nuevamente mues-
rácter perenne. Los creyentes pensarán que deben durar tra el mecanismo inicial y constante de las sustituciones.
hasta el fin de los tiempos. Seguramente Moisés recibió La cosa escrita hace referencia a «algo» diferente, cos-
190 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 191

tumbre, práctica, acontecimiento. Luego pasa a ser ref:- mediante amenazas y sanciones. No se contenta con pro-
rencia. La cosa escrita se sustituye al referente de la escn- hibiciones generales, que dejen todo lo demás a las ini-
tura. La reflexión crítica percibe aquí el conflicto y el ciativas de los miembros de la sociedad. El mantenimien-
desplazamiento ya mencionados y analizados; los capta to de las condiciones de supervivencia puede llegar a
en su nacimiento, en su origen. La cosa escrita tiende ser en el curso del tiempo muy minucioso. Sin embargo,
a funcionar como metalenguaje, a rechazar el contexto no es posible hablar en este estadio de una cotidianidad
y el referente, a instituirse como referente. Antes de la organizada (aunque exista ya esta tendencia). En efecto,
cosa escrita hay actos vinculados a palabras. Al ser me- lo escrito y lo prescrito (incluido lo que las cosas regis-
talenguaje, la escritura permite la glosa, la exégesis, el tran: forma de las viviendas y de las ciudades, monu-
discurso en segundo o tercer grado sobre esto o aquello, mentos, caminos desde las puertas hacia los centros, etc.,
producido y mantenido por haber sido fijado por escrito. que no representan solamente una ocupación del espacio,
El metalenguaje tiende entonces a prevalecer sobre la sino un determinado empleo del tiempo) nunca pueden
palabra; por consiguiente, la escolástica, el bizantinismo, impedir la palabra crítica, la interpretación, la formu-
el talmudismo y la retórica juegan un enorme papel en lación de nuevos problemas. Además, la cosa escrita con-
las sociedades fundadas en las Escrituras. Este mensaje serva los caracteres de la obra. Debe legitimarse ante
segundo, injertado sobre un mensaje primario, ~1 .c~al el pueblo congregado. La religión, basada en lo escrito,
inscribe (o se supone que inscribe) una palabra lfllClal, sostiene a un poder político; lo consagra y le proporcio-
este mensaje puede ser crítico. Lo que permite en cada na una ideología. No puede liberarlo ni liberarse a sí
instante una elección peligrosa e inquietante, inherente misma del control de la comunidad; ésta sigue siendo,
a la reflexión y por consiguiente a la historia del pensa- incluso para los teólogos del poder, el origen de la so-
miento. Al ser derivado, el segundo mensaje puede des- beranía (junto con el territorio). La amenaza impide a
viar. ¿Cómo aquellos que detentan la cosa escrita ~ la los sacerdotes, a los guerreros, a los reyes, entregarse
autoridad que ésta confiere no iban a tomar las medidas a sus caprichos. Los más crueles y más tiránicos se jus-
necesarias para impedir esta desviación? Una sociedad tifican por medio de obras: monumentos y fiestas. Y es
basada en las escrituras y en la cosa escrita tiende al te- sólo al desaparecer la amenaza junto con la comunidad,
rrorismo. La ideología que interpreta la tradición escrita cuando termina la fiesta, cuando el monumento y la mis-
une a la fuerza persuasiva la intimidación. No obstante, ma ciudad en tanto que forma decaen, cuando se pierde
la cosa escrita nunca llega a suplantar completamente el sentido de la obra y comienza la cotidianidad. ¿Cuál
a la tradición oral, el Habla transmitida de boca a oídos. es su soporte escrito? La burocracia y sus métodos de
Nunca cesa, pues, el combate entre la Letra y el Espí- organización.
ritu, con lo que esto supone de interpre_taciones abu- Destaquemos la forma de la escritura: la recurrencia.
sivas de herejías, de extravíos. Una soc1edad que se La cosa escrita permite en cada instante volver hacia
basa 'en las Escrituras (es decir, que justifica y mantiene atrás. Nuestros ojos, privilegiados por la naturaleza de
sus condiciones de existencia por medio de las represen- lo que perciben, contemplan esta página con una visión
taciones ligadas a la cosa escrita) se basa en las prescrip- simultánea. Ojean un volumen, regresan a la primera lí-
ciones. Tiende a prescribir los detalles de la vida práctica, nea si les place. A la primera lectura sucede una segunda,
a ritualizar el vestido, la alimentación, la sexualidad una tercera si es preciso. El tiempo cambia de forma. Se
(mandatos y prohibiciones son los dos aspectos de esta reduce a la duración formal de la lectura. Y a no le arrastra.
regulación). Tiende igualmente a proteger estas cláusulas Usted lo domina, aunque se marchite, se enfríe bajo su
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 193
192
mirada, o más bien en su mirada. Apuntamos aquí co- el Dios de los teólogos, aunque tenga la pretensión de
rrespondencias aún poco explo~adas e?tre lo mental Y }o reemplazarle, puesto que «lo encarna» en un complejo
social (unidad y no obstante dtferencta entre a~bos ter- de circuitos y de lámparas. ¡Será sólo azar que los faná-
minos). Sobre el papel se proyectan la ope:acwn de la ticos de la máquina, que viven en simbiosis con ella,
memoria y la de la recepción de los mensa¡es. L.a mar- sean también los hombres de la escritura rigurosa, del
cha hacia adelante no impide jamás la marcha mvers~ libro y del saber absolutos (al que llaman «epistemolo-
a partir del presente, la segunda lect~ra recurrente. El h- gía»), los Cibernantropos!
bro produce la ilusión de no enve¡ecer, de som~ter el La cosa escrita tiene, además, otra propiedad. Las
tiempo al conocimiento, de hacerlo entera~~nte _lmeal. Y operaciones mentales, la codificación y la descodificación,
acumulativo. De ello resulta una reducc10n (tlusona) le son inherentes, pero no están contenidas como tales
de la temporalidad a la simul,taneidad, 1~1 de~arrollo en el mensaje. Esta es la regla del juego; así funcionan
y de la decadencia a lo instantan.eo. ~Ilus10n? St Y no. las formas; su transparencia no excluye ni lo aleatorio
Si la aprovecha para negar la htstona, el pasado y ~1 ni lo oculto; por el contrario, los contienen en el seno
futuro se equivoca, confunde usted el mundo con el h- de su rigor y pureza. Lo grave es que los codificadores
bro o' peor aún, con la Biblioteca. Y, sin embargo, para y los entramados reales por los que pasa el mensaje tam-
ust~d que lee, ante quien los signos se destacan de una bién se disimulan, hasta el punto que ni siquiera se sos-
forma prevista y compuesta sobre el papel blanco, se pecha su existencia. La cosa escrita está ahí, manifestada
organiza una plenitud, goce in~omparable. La extra~o­ enteramente (en apariencia) en ese «estar ahí», como
lación, que transforma a la escntura y a la cosa escnta diría un filósofo. Parece inocente y abusa de su ino-
en modelos de la sociedad y del mundo, que transforma cencia. De aquí nace el poder de lo escrito (de lo im-
«ideológicamente» en absoluto la situac~ón 7. el goce. del preso) sobre los ingenuos y sobre algunos más. La cosa
lector hace nacer la ilusión y el error fdosoflco. El hbro escrita implica la adhesión. Su permanencia fascina. En
absol~to se recorre implacablemente. «Está escrito.» Tie- ella coinciden lo mágico y lo racional. ¿Cómo iba a ser
ne por autor y también por lector soberano al s_eñor, capaz de mentir la escritura? «Está escrito en el perió-
creador del destino. No hay, pues, nada que no este pre- dico», dicen los ingenuos. «Tengo ante mi mirada un
visto. Si Dios en tanto que creador hizo al hombre a su testimonio, un documento», declaran los que no se creen
imagen, y por lo tanto libre y activo, e~ tan~o que Padre ingenuos. Hasta el metalenguaje tiene este privilegio de
eterno lo castiga; en tanto que Provtdencta <;>rdena el no manifestar su «naturaleza» (o si se prefiere su «es-
menor gesto; prevé hasta el menor. gusano. Dws repre- tructura»). Puede pasar por lenguaje, por un mensaje.
senta la recurrencia suprema: el tiempo se lee de un Aunque en principio se encuentre ligado a un código,
vistazo desde el comienzo hasta el fin y desde el fin puede hacer trampa y entregar códigos troncados y tru-
hasta ~1 comienzo. En nombre de la memoria, ha sido cados por «descodificadores» que abusan de la situación
suprimida la historia; en nombre ~e la transpare~cia, para estafar sobre la mercancía: el código.
ha sido eliminada la búsqueda a tientas del sentido: No está mal repetir desde esta perspectiva, la de una
la razón. , sociología de la escritura y del terrorismo, que la buro-
En este momento, la máquina dotada de informacion cracia funda su poder en la cosa escrita y en la acumu-
y de memoria se perfila como el. último término, a la lación de las cosas escritas. El poder de la cosa escrita
vez científico y práctico, de la escritura y de la r~curren­ sobrepasa los topes, rompe las trabas, ya no conoce
cia. Inscribe y prescribe. Puede hacer buenas mtgas con límites. Competencia, saber, racionalidad burocrática, fun-
Henrl Lefebvre, 13
194 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 195
dada en las escrituras y justificada por ellas, se extienden se identifica a la conciencia social como la razón buro-
hasta en el menor detalle. El Estado sustituye a la Pro- crática a la razón pura y el saber burocrático al conoci-
videncia. La burocracia, técnicamente ayudada por la má- miento y, en consecuencia, la persuasión a la coacción
quina, suplanta al Señor encarnándolo. Nada escapa ni lo que define el terror perfecto. Sólo las vías de lo ima~
debe escapar al régimen de la cotidianidad organizada. ginario se abren a las miradas (interiores). Sólo la vio-
Las obligaciones se identifican con el conocimiento y la lencia y el erotismo parecen permitir una apropiación
previsión. La apropiación como concepto y como prác- (soñada), es decir, los signos de la violencia y del ero-
tica casi desaparece (excepto un residuo imprescriptible). tismo ofrecidos al consumo.
En el caso poco probable de que los burócratas «huma- Cada burocracia compone (se compone) su espacio.
nos» quisieran administrar la porción de apropiación, su Lo jalona, lo marca. Hay el espacio fiscal, el espacio
forma de intervenir la suprimiría. De esta manera se per- administrativo, el espacio jurídico. ¿Sería posible estu-
fila el rostro de la sociedad terrorista, en la que cada diar semiológicamente cada espacio como un subsistema
uno tiembla ante el hecho de ignorar la ley, pero no a partir de un corpus: reglamentos, decretos, estatutos?
piensa más que en cambiar la ley en su provecho, echan- Es cierto que un estudio semejante tendría quizá un
do la culpa a los otros. En consecuencia, es la sociedad interés menor. La suma (o el conjunto) de esos espacios
en la que cada uno se siente culpable y lo es. Cada uno constituye el espacio de una racionalidad limitada, la de
se siente culpable de tener un último pequeño margen la burocracia. Este espacio adquiere caracteres patológicos
de libertad y de apropiación, de usarlo con ayuda de la (esquizoides) no tanto por cuanto espacio, sino en cuanto
astucia, en la sombra poco oscura de una clandestinidad revelador de una patología social: la de la identidad final
cuyos secretos no son difíciles de percibir. Nuevas Igle- entre lo racional y lo absurdo. Por otra parte los espa-
sias, es decir Iglesias en un sentido nuevo, las burocra- cios no se juntan como las piezas de un rom'pecabezas.
cias modernas, estatales, políticas, rivalizan con las anti- Entre ellos persisten agujeros. Las burocracias parciales,
guas Iglesias prescribiendo el detalle. Obtienen resultados fragmentos de una burocratización total nunca efectuada,
análogos: el orden moral y la inmoralidad en profun- no concuerdan. Se alían contra el tiempo. El tiempo,
didad, la culpabilidad y la huida ante la ley y los ángeles, he aquí el enemigo que hay que invertir, cercar volver
las tinieblas exteriores combatidas por la luz. inofensivo, el tiempo que gasta las reglament~ciones,
La ley de Parkinson, según la cual las oficinas encu- el tiempo que permite las astucias de los «objetos» ali-
bren y engendran oficinas, no describe completamente neados en el espacio burocrático, objetos que nunca
el proceso, a saber: la organización burocrática de la permanecen quietos. La burocracia prescribe el empleo
cotidianidad. Se llega a tal grado de terrorismo, que la d.el tiempo y prescribe lo que no entra en sus prescrip-
burocracia ata al «individuo» entregándolo a la más com- ciOnes.
pleta explotación al mismo tiempo que cada vez le hace ¿Qué relaciones se establecen entre las más antiguas
cumplir una parte más grande de su trabajo: rellenar instituciones (la religión institucional) y las más moder-
impresos, responder a circulares. La burocracia burocra- nas, estatales y políticas? Hay rivalidad y concurrencia·
tiza a los individuos mucho mejor que si los gobernara. las burocracias políticas encubren su filosofía y se ve~
Tiende a integrarlos convirtiéndolos en burócratas (y en obligadas a combatir la filosofía y la ontología justifica-
consecuencia haciendo de ellos sus delegados en la ges- doras de la burocracia eclesiástica. Al mismo tiempo
tión burocrática de su vida cotidiana). Racionaliza a su estas instituciones, venerables o no, se completan; su~
manera las vidas «privadas»; la conciencia burocrática esfuerzos convergen. Unas reprimen el deseo, las otras
196 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 197
se ocupan de las necesidades; las primeras hacen reinar se la reconoce, es permitir que se la encierre en un ghetto.
el orden en el inconsciente, las segundas en la concien- Uno más: el ghetto de la inteligencia aceptado y justi-
cia; las más antiguas han afinado sus representaciones ficado en nombre del Verbo. Más vale la persecución
y sus prácticas en función de las «profundidades», a las que el derecho a la impotencia. En cuanto al conocimien-
que organizan al mismo tiempo que mantienen su extra- to de la palabra, a nivel teórico no puede elaborarse
ñeza, mientras que las segundas tienen por objetivo lo sino oponiéndote al de la escritura y no a la ciencia del
superficial: los actos exteriores (consumo, vida cotidia- lenguaje.
na). El dominio de las instituciones «espirituales» es la Estamos muy lejos de haber llevado a buen fin la so-
vida privada, y administran tal dominio aterrorizando ciología de la escritura, de haber agotado el análisis crí-
la sexualidad; las instituciones más recientes maltratan la tico de sus implicaciones. La palabra escrita, el signo
cotidianidad, aterrorizándola. ¿Qué resulta de esta con- estable, tienen un estatuto y poseen propiedades propias.
vergencia? El orden moral, figura de la sociedad terro- Y esto tanto en el campo musical como en el del lenguaje.
rista. Siempre con fisuras y siempre colmando sus fisuras, La isotopía denunciada por los lingüistas (Greimas) no
ese orden moral no es más que la cara vuelta hacia la constituye sólo un espacio lingüístico, sino un espacio
observación de la vida cotidiana bien administrada. El social (o más bien espacios sociales). La isotopía de la
orden espiritual y el orden cívico (en una sociedad bien palabra, del conjunto de palabras, de la frase, del sentido
determinada y calificada) coinciden en este orden moral. y del sistema, tiene por consecuencia la isotopía de la
¿No es éste el significado supremo de la enorme acumu- cosa escrita. Lo que permite llevar más lejos el análisis
lación de significantes de la escritura? de su modo de existencia, particularmente extraño, pues-
¿Hace falta reivindicar los derechos de la palabra? to que tenemos ante nosotros la existencia a la vez mental
Ciertamente, pero no de cualquier palabra ni de cual- y social de una forma dotada de propiedades formales
quier derecho. ¿Es posible poner el derecho a la palabra (la recurrencia, entre otras). La noción de isotopía remi-
junto al derecho al trabajo, el derecho a la instrucción, tiendo a la de heterotopía implica una clasificación for-
a la salud, al alojamiento, a la Ciudad? Una declaración mal (estructural) de los espacios mentales y sociales en
de los derechos concretos del Hombre, o de los dere- isótopos y heterótopos, con relaciones e implicaciones
chos del Hombre concreto, no tendría ni más ni menos de pertenencia, de inclusión y también de exclusión, de
eficacia que la antigua. Quizá el derecho a la palabra exterioridad. Una clasificación semejante puede tomar por
se sitúa al lado del derecho a la Ciudad, como horizonte referencia la cosa escrita (la cual, precisamente, se erige
de civilización más que como derecho que busca su re- en contexto mental y social y suplanta a los otros refe-
conocimiento institucional. No puede tratarse más que rentes). Esto no está desprovisto de interés para el estu-
de la palabra poética y crítica; esta palabra sólo debe dio analítico del espacio urbano (o más bien de los
el reconocimiento a su propia fuerza; sobre ella se aba- espacios). Este análisis formal y estructural en curso de
te el terrorismo para asfixiarla; es a ella, pues, a quien elaboración tendría tan sólo un interés limitado si no
corresponde encontrar oídos que la escuchen y fisuras permitiese descubrir el movimiento que engendra y rela-
en el muro del orden por las que puedan pasar las voces. ciona esos espacios unos a otros. En otros términos,
Por otra parte, eso no quiere decir que sólo exista un llega el momento en que el análisis puede abarcar la
dominio reservado a la palabra, el dominio de los poetas, clasificación formal y las relaciones estructurales en un
el de la filosofía o el de las relaciones interpersonales. movimiento histórico y dialéctico. Entonces el tiempo
Aceptar un tal estatuto para la palabra y creer que así recupera sus derechos. ¿Qué tiempo? Estos espacios no
198 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 199

se ajustan exactamente; no componen un conjunto per- estrategia científica. Su proceder reduce inicialmente el
fecto, coherente, inmovilizable en un instante dado. Las objeto y pone entre paréntesis una parte de contenido, si
piezas del espacio social y mental no agotan sus rela- no todo. A lo largo de trescientas páginas sobre la moda
ciones en su juxtaposición formal y en su oposición hay pocas alusiones al hecho de que son las mujeres las
estructural. ¿Qué es lo que las junta y relaciona? ¿Un que llevan esos vestidos «de moda» y si nos damos cuenta
«sujeto»? ¿Una conciencia? Esta tesis filosófica ya no lo llevan a través de un modelo institucional: la foto de
se acepta. ¿No será un acto, la Palabra, lo que las junta, moda, la modelo. ¿Qué estudia el autor? El cuerpo y los
las reúne, las engendra? La Palabra mantiene unidos los cuerpos se separan como la Palabra en la reducción semán-
fragmentos desunidos de la escritura y del espacio social. tica. El análisis retiene el discurso sobre la moda, el
¿No será el tiempo de la creación y de la historia, el tiem- vestido escrito, es decir la escritura sobre le vestido,
po de la Palabra, los agentes históricos, habiendo toma- dicho de otra manera, la revista de modas. El «corpus»
do la Palabra en tal momento, en tal coyuntura? está constituido por dos años de un periódico. El autor
Estamos muy lejos de haber llevado a cabo completa- compone admirablemente un discurso sobre el discurso
mente el encadenamiento: sobre la Moda. Se establece (lúcidamente) en el metalen-
guaje 3 y escribe un tratado de retórica. Lo sabe, lo dice,
actividad sin llegar quizá hasta el fin de su pensamiento que oculta
con cuidado su punta acerada. Por este procedimiento,
deja la «realidad», los contenidos, las cosas (materia de
obras
~ - - organización los vestidos, técnicas, condiciones económicas, etc.) y las
productos personas (¿quiénes son y dónde están las mujeres a la
racionalidad moda?) a otra ciencia, digamos la sociología, o la eco-
activa nomía, o la historia. ¿Qué es lo que hace? Construye,
- - institución a partir del lenguaje, una entidad, una especie de esencia
racionalidad intemporal y estable, una forma pura definida por su
estática pureza: la moda. Paradójicamente, ella preside a lo efí-
mero y manifiesta su pureza formal en la aceleración de
la racionalidad constituyéndose en burocracia según el este efímero. ¿Qué es la moda? Una especie de utopía.
modelo de la Escritura promulgando la sociedad terro- Supongamos que no existen mujeres a la moda más que
rista. en foto y que las habitantes del Olimpo corren tras la
Examinemos más de cerca el libro de Roland Barthes moda sin jamás «estar» en ella, teniendo tan sólo la ilu-
sobre Le Systeme de la Mode. ¿Obra de arte que pre- sión de «hacerla»; no por ello la Moda dejaría de con-
tende con conocimiento? ¿Descubrimiento de un siste- servar su misma existencia. Supongamos que la «mujer
ma? ¿O conocimiento científico de un «objeto»? No a la moda» sea solamente la lectora de la revista de mo-
tenemos por qué pronunciarnos aquí. ¿De qué se ocupa das; la existencia social de esta esencia se reforzaría.
este libro? ¿De los hechos y de las cosas? ¿De los ves- Se sitúa en lo imaginario y en lo real. ¿En la frontera
tidos de moda o de las mujeres a la moda que llevan que los separa? No. Simultánea y conjuntamente en los
esos vestidos? ¿De los actos y situaciones? ¿Nos dice dos, en su asociación o contigüidad 4• Es una Idea, dotada
lo que significa eso: estar (o no estar) a la moda? No. de poderes múltiples, de influencias (sobre la sociedad,
Roland Barthes tiene otra finalidad, otro método, otra sobre las ideas y la ideología), plantada como una han-
200 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 201

dera encima de un sector de la vida mental y social, tan que acompaña a las «presentaciones». Quizá las lectoras
estrechamente asociadas como lo real y lo imaginario. reales no recojan más que las connotaciones de las pala-
En una palabra, es una institución que ha hecho adqui- bras y de los textos que comentan las fotos. Quizá no
rir forma a la «realidad» en la que se afrontaban coaccio- lean o no encuentren más que informaciones (el modisto,
nes y apropiación, que ha organizado una actividad al el almacén, los precios). Lo único que importa es el
mismo tiempo productiva y creadora, que la ha fijado hecho de que esté escrito. R. Barthes ha llevado hasta la
en una esencia por medio de la cosa escrita, la revista de paradoja la eliminación del Sujeto. La moda (y el autor
modas y su retórica. ¿En qué contexto? El autor no nos tiene razón) elimina al mismo tiempo el cuerpo como
lo dice. El ha procedido como los retóricos, que antaño sujeto físico y lo apropiado como sujeto social. De esta
construían una entidad, una esencia, una Idea que servía manera difiere de la confección y del prét a porter.
de modelo: la elocuencia. Como otros hoy construyen la Separa su propio contenido: la mujer compradora y con-
Literatura, u otros el Derecho, la Lógica. Lo admirable sumidora, la mujer símbolo de consumo, la mujer mer-
es la capacidad que tienen esas esencias, situadas en un cancía (incluido su cuerpo).
lugar social y mental, una «isotopía», para apoderarse ¿Estamos atrapados por este «sistema»? Nos falta
de todas las significaciones, de todos los significantes, derribarlo. Como las construcciones sistemáticas, inclui-
para significarse. ¿No es esto socialmente «estar a la da la filosofía. ¿Cómo definir la sociedad en la que se
moda»? Lo admirable también es que lo aparentemente constituye este sistema que se cierra sobre sí mismo,
efímero, precisamente en tanto que aparición t;anspa- que no tiene otra cualidad ni otro sentido que él mismo,
rente y manifiesta, se revela estable, formal, nguroso que se apodera de todas las significaciones para incor-
(a condición, por supuesto, de eliminar el contenido como porárselas? ¿Cuáles son las condiciones (no a priori a
accidental, contingente, abandonado a otros). Un «mun- la manera de los filósofos, sino prácticas) de su existen-
do» se revela en la construcción que lo descubre y se cia, de su funcionamiento? A esta pregunta se puede
descubre, el «mundo» de la Moda. ¿Ficticio? No más responder sin ambages: una condición, si no la condi-
que el derecho o la filosofía. «La institución más social ción esencial, es la sociedad terrorista. No es que la moda
es ese mismo poder que permite a los hombres producir haga ella sola, aisladamente, reinar el terror. Sino que
lo natural», escribe R. Barthes. Ni más ni menos ficticio forma parte integrante/integrada de la sociedad terro-
que la escritura, que existe como cosa y, sin embargo, rista. Hace reinar un cierto terror, un terror cierto. Estar
no existe sin la mirada, puesto que no existe más que a la moda o no estar a la moda, he aquí la formulación
como forma. Lo ficticio no es la moda, sino lo que su- moderna del problema de Hamlet. La moda rige lo co-
cede alrededor: el mercado de la moda. La construcción tidiano excluyéndolo. La cotidianidad no puede estar
de R. Barthes es irrefutable, irreprochable. La hipóte- de moda. Por lo tanto, no lo está. Las habitantes del
sis de una confrontación entre esta forma pura y lo im- Olimpo no tienen (o se piensa que no tienen) cotidiani-
puro del contenido (de lo real) parece por adelantado dad. Su vida diaria va de maravilla en maravilla, en la
tachada de ilegitimidad, recusada por el procedimiento esfera de la moda. Y, sin embargo, la cotidianidad existe,
del autor. Una vez más, para que el descubrimiento/ en la exclusión permanente. Es el reino del terror. Tanto
construcción del sistema de la moda sea «verdadero», más cuanto que el fenómeno «moda» se extiende al pen-
no es necesario que existan mujeres reales que lleven samiento, al arte, a la «cultura», a todos los campos.
esos vestidos, esos abrigos; apenas es necesario que las La capacidad del sistema que capta lo que pasa a su
mujeres reales, lectoras de los periódicos, lean el discurso alcance no tiene frontera. Presión sin grupo de presión
202 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el m1mdo moderno 203

bien determinada, la Moda extiende su influencia sobre y la reconstrucción del Sistema (subsistema) constituido
toda la sociedad· su campo de acción se cruza o inter- por la semiología, que ratifica la institucionalización de
fiere con otros 'campos, igualmente sin fronteras asig- una «esencia» o de una entidad.
nables. Por vía del metalenguaje, el conjunto de la so- Esta esencia, la Moda, ¿es acaso la única? ¿No tiene
ciedad se encuentra asignado y consignado por algunos por rival y complementaria más que a la Literatura?
sistemas (o más bien subsistemas) rivales y complemen- Por supuesto que no. ¿Cuáles son las otras esencias?
tarios. ¿Se trata de la polftica, de lo económico, de la filosofía,
El reino de la cosa escrita, por la orientación inma- o incluso de la religión y de la ciencia (o cientificidad)?
nente a la escritura, por la acumulación de las cosas, Metodológica y conceptualmente (teóricamente) se im-
permite la constitución y la institución de tales entidades. ponen las mayores precauciones y reservas. La metamor-
Estas esencias tienen una existencia a la vez mental y fosis de una actividad parcial en ideología y de una
social, ficticia y real. Definen los lugares sociales, puntos disciplina parcelaria en «esencia», operación escabrosa,
nodales del espacio social, elementos de una topología lleva un nombre: extrapolación, que sigue generalmente
(o mejor de una tópica) de la Modernidad. . a una reducción abusiva. La religión, durante siglos, in-
El carácter terrorista de la moda se expresa parucular- tentó erigirse en sistema y en esencia: la teología, la
mente en la indiferencia ante la apropiación. Tiene por teocracia; ha fracasado; en tanto que sistema, ha esta-
objetivo la variación de los objetos y su o~s?lescencia, llado. Los despojos de religiones jalonan la historia. ¿Se
despreciando tanto el cuerpo como las actividades so- quiere constituir en esencia la «religiosidad»? Muchos
ciales. Si la apropiación se abre camino es introducién- se empeñan en ello. ¿Por qué no? Es una manera de
dose entre la confección corriente y la alta costura: a localizar la religión, al lado de la moda, en la topología
través del prét a porter. De este modo la racionalidad o tópica social. ¿La política? Nadie puede definirla co-
concreta utiliza las lagunas, los huecos, las fisuras, en rrectamente (racionalmente) si no es como práctica que
otros términos, las contradicciones, para deslizarse a es- se sirve de instrumentos ideológicos para realizar obje-
condidas. No sin dificultades. No estamos aquí para tivos estratégicos en una estrategia de clase. Lo cual
establecer en detalle lo histórico del vestido, fuera del no constituye una esencia a pesar de la institucionaliza-
sistema de la moda: los materiales, el mercado y su ex- ción muy fuerte en ese sector (el Estado, la «constitu-
a
tensión la entrada en escena del prét porter, sus venta- ción» polftica, etc.). La filosofía, al igual que la religión,
jas y s~s inconvenientes. N~ por, ~llo deja de s~r. un ca- ha querido erigirse en sistema total y como tal ha esta-
pítulo importante del estudio cntlco d~ lo cotidiano. llado; sus fragmentos, que también jalonan la historia,
Queriendo abarcar la Moda y la Literatura, Roland pueden utilizarse a condición, precisamente, de no con-
Barthes aporta una contribución de primer orden a la siderarla como una esencia y de confrontarla con la praxis.
sociología de la cosa escrita. Esta sociologí_a de _la escri- Las esencias, en cuanto formas sociales y mentales,
tura la tiene en la mente. Este concepto, hterano en su tienen una prestigiosa apariencia de intemporalidad, in-
origen, permite aprehender realid~des de orden socioló: herente a su influencia. Al menos es lo que se le atribuye.
gico a saber, el lugar de lo social y de lo mental. Si El hombre de fe, el teólogo, el filósofo, el moralista, se
R. Barthes, en nombre de la semiología, elimina la so- atribuyen la eternidad. La Moda, en el sentido moderno,
ciología, al mismo tiempo la define (lo quiera o no) nació con la revista de modas; se instauró con el meta-
y la deja a los qu~, quiera? exp~~rar este terreno. ~o. cual lenguaje; como estructura de lo efímero que es, cambia
exige la destruccwn (la mverswn) de su procedimiento sin tregua.
204 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 205

Las personas que han lanzado la moda de hoy prepa- el conocimiento se elevó al concepto; luego se tomó el
ran ya la moda de mañana (las colecciones, los desfiles). arte y la cultura como razón de las obras de arte y
Las habitantes del Olimpo relegan ya al pasado lo que de cultura; finalmente se atribuyó a «la Cultura» orga-
han comprado esta mañana. De este modo la Moda vive nizada e institucionalizada el poder de producir obras
de su propia destrucción. Sin embargo, para la gente culturales. Desde los últimos años del siglo XIX, «el arte
que no está en la moda, la moda tiene una apariencia por el arte» implicaba una concepción del arte como
de eternidad. La gente, desde el exterior, no comprende entidad, por encima de las obras, de sus condiciones. ¿En
ya lo que se llevaba ayer, y no sabe lo que se llevará qué consistía el arte por el arte? En arte sobre el arte,
mañana. La moda de ayer es ridícula, la de mañana in- en metalenguaje, en discurso en segundo grado ya. Ya la
concebible. El hoy se eterniza: es el ser (o el no-ser). obra de arte dejaba su lugar a la estética y el esteticismo
Tales son también las propiedades de la escritura, del sustituía por esta mediación, en cuanto metalenguaje,
metalenguaje, del discurso en segundo grado: la ilusión a las obras y al arte erigido como poder autónomo.
de lo eterno, la no-historicidad aparente. Y el terror que Se reproduce así la ilusión filosófica, pero a una escala
esto implica. Para que haya esencialidad (subsistema), más grande, en una práctica institucional, y, finalmente,
se descubren condiciones necesarias, aunque ninguna de en las condiciones en que precisamente la creación se ve
ellas suficiente: una actividad, una organización, una amenazada, en que se proveen de bienes culturales al
institución a partir del metalenguaje y de la cosa escrita. consumo devorador. Todo ello disimulado por las enti-
En este sentido, el arte, la cultura, pueden pretender el dades: «Cultura», «Arte».
rango de esencias, de subsistemas. Reúnen las condicio- Por otra parte, no es en absoluto imposible que los
nes. Existieron de forma viva, antes de su propio con- especialistas, dotados de poderes, utilizando a pleno ren-
cepto, en las obras. En consecuencia, en nombre del dimiento los procedimientos del metalenguaje, consigan
concepto (del conocimiento) y del metalenguaje, podemos constituir e instituir como esencias, lo Religioso, lo Fi-
imaginar que el arte y la cultura existen «en sí», fuera losófico, lo Jurídico, lo Político, lo Económico e incluso
de las obras y no en las obras. Cuando por el contrario lo Lógico o lo urbano y el urbanismo. Intentarían así,
esta idea de existencia supone un abuso de lenguaje, en la práctica, sustituir con las esencias las relaciones
una utilización de metalenguaje y de las ilusiones inma- reales y reducir éstas a la definición formal. Intento
nentes al «segundo grado». que hay que denunciar por adelantado, mostrando su
El análisis crítico ha denunciado ya muchas veces la vanidad. Esas esencias ideológico-prácticas, que se eri-
ilusión metafísica. El filósofo comienza por clasificar los gen en sectores o campos absolutos, chocarán entre sí.
árboles, operación legítima. Luego toma los perales y Ya se han producido daños las unas a las otras. Para
manzanos como encarnación del Peral en general, del unas es ya demasiado tarde y para otras lo irreductible
Manzano en general, y éstos por las encarnaciones del ár- toma su venganza e inicia la contra-ofensiva. La más
bol en general, o de la Idea de Arbol. Posteriormente, peligrosa de estas tentativas concierne a la economía. En
atribuye a la Idea (a la clasificación transformada en lugar de considerar la producción industrial y su orga-
sistema y en esencia) el poder de engendrar los árboles nización como medios con vistas a un fin (la vida social
reales, los perales y los manzanos. En la misma línea y en consecuencia la vida urbana), las toma por el fin y
están las obras de arte, las obras de civilización y de las institucionaliza como tales. Construye una doctrina,
cultura (en condiciones que hay que descubrir, con fun- el economicismo, que es considerado como ciencia e in-
ciones, formas y estructuras analizables). De las obras, cluso como esencia del pensamiento marxista receptible
206 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 207

científicamente; pero esto no es más que una ideo- duce a la formación de ese «mundo». De donde proviene
logía. la imagen cósmica, ya evocada, de constelaciones, de
Anteriormente, hemos buscado el rostro filosófico de planetas y de estrellas, que proyectan sus diversas in-
este mundo moderno. Hemos planteado la pregunta si- fluencias sobre el suelo de lo cotidiano, determinando
guiente: «Puesto que esta sociedad no ha logrado des- su cielo, incapaces, sin embargo, de cerrar el horizonte.
gajar de la filosofía entera, de toda su historia, la figura En este cuadro de un «mundo» que se detiene (bajo las
del Hombre, que los filósofos buscaban a través de la nubes, bajo los torbellinos y sacudidas de lo efímero)
incertidumbre, de los tanteos y las controversias -ya vamos a detenernos. Cada sociedad múltiple y fuertemen-
que la historia ha llevado adelante, sin embargo, la prác- te jerárquica (y, como consecuencia, muy escrita, bien
tica social en la era en que la filosofía ya no se sistema- fundada en escrituras y en la cosa escrita) ha tendido
tiza, sino que se realiza, siendo un proyecto particular probablemente hacia esta forma. La cima de una escala
lo que se efectúa y no la filosofía como proyecto del ser mental y social, semificticia y semirreal, no puede acabar
humano. ¿De qué filosofía vamos a encontrar hic et nunc más que en un astro, ficticio (mentalmente) a la vez que
la huella o más bien la proyección?» La hipótesis del neo- real (socialmente). ¿Qué hay de nuevo en nuestro caso?
hegelianismo realizado puede defenderse: subsistemas par- Los astros han cambiado; ya no tenemos el mismo cielo,
ciales rodeados por un intento de sistematización global, ni el mismo horizonte. Antaño, el influjo de los astros
filosófico-política, a nivel del Estado. De este modo, el creaba estilo, suscitaba obras. Nuestras estrellas brillan
saldo (momentáneo o duradero) del fracaso relativo del por encima de la cotidianidad y los soles negros difun-
pensamiento revolucionario marxista sería una cierta vuel- den el terror. Entre estos astros que presiden el destino
ta atrás. Y no sólo en la reflexión filosófica que to- cotidiano, incluyamos de nuevo la Moda (o la modeidad),
davía busca una sistematización, sino en la «realidad», la técnica y la ciencia (o más bien la cientificidad).
a saber: en la práctica social regida por la ideología. A pe- Desde hace algunos años se («él» o «ellos») ha inten-
sar de todo, esta hipótesis no satisface al análisis crítico. tado literalmente institucionalizar la juventud. ¿Se pre-
El hegelianismo o el neo-hegelianismo implican una con- ocupan de ella con el fin de permitirla llevar una vida
cepción de la racionalidad como poder persuasivo más específica, con actividades apropiadas? Gentes de buena
que como poder coercitivo. Cierto, la coincidencia su- voluntad piensan en ello aquí y allá. En vano. Lo que
puesta entre lo real y lo racional implica virtualmente la domina es la integración de la juventud al mercado, al
coincidencia entre coacción y persuasión. Y, sin embargo, consumo, procurándole una cotidianidad paralela. Se tien-
¿no es ofender a Hegel el imputarle la sociedad terro- de a construir una esencia, la iuvenilidad, dotada de
rista, la falta de apropiación metamorfoseada en valores atributos o propiedades comercializables, esencia que po-
y sistemas, la sobreestimación de las coacciones en nom- see una parte de la población privilegiada o reputada
bre del conocimiento subordinado a las estrategias? como tal, y de este modo justificar la producción y el
La imagen de un universo neo-platónico, gobernado consumo de objetos de marca (vestidos, entre otros,
de forma a la vez ficticia y real, desde muy arriba, por resumidos y simbolizados por los «blue jeans» ). Esta
entidades que sean simultáneamente formas y potencias, entidad aporta al consumo en general un certificado de
parece más justo. La convergencia de la autonomización, inocencia y al consumo de los jóvenes un certificado
de la constitución en cosas mentales y sociales, de la insti- de buena conducta. Coloquemos, pues, a la juvenilidad
tucionalización de las capacidades en tanto que tales y de entre los astros más brillantes de ese firmamento. El
las actividades determinadas por sus propios fines, con- «corpus» para estudiar este sistema se extraería fácil-
208 Henrí Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 209

mente de Salut les copains *. A su manera, en su esfera lidad, ¿qué les queda? Simular esta juventud que simula
de influencia (que, atenuándose, se extiende a la sociedad la realización, la plenitud, la gracia, el gozo, la totali-
entera, de arriba abajo) la juvenilidad aporta su contri- dad. De estos remolinos multiplicados y desmultiplicados,
bución al terror. ¿Quién no teme no parecer joven? ¿cómo no ha de salir un vasto malestar, el sentimiento
¿No serlo? ¿Quién no opone la madurez a la inocencia, de una frustración difícilmente discernible de las satis-
el Adulto a la Juventud? ¿Quién no escoge entre la facciones, de las compensaciones por lo imaginario. de
juvenilidad y la prudencia, entre la cotidianidad parale- la huida en los sueños?
la y la cotidianidad primordial, entre lo inacabado y la El erotismo pretende aportar el amor en un mundo
resignación? De este modo se presenta a cada uno, en su cotidiano sin amor. ¿Se puede concebir, constituir e
cotidianidad, la opción desgarradora de la no-libertad, instituir una entidad (por lo tanto un «subsistema», pre-
de la no-apropiación. sidido, en este régimen presidencial, por la esencia), la
La juvenilidad, con su contorno operacional (organi- Sexualidad? Todo sucede como si se estuviera intentando
zación e institución), hipóstasis de la juventud real, per- este procedimiento, como si la esencia quisiese formarse.
mite a esa juventud apoderarse de las significaciones Esta institución está implícita en la religiosidad del Eros,
existentes, consumir los signos del gozo, de la volup- cuyos síntomas aparecen aquí y allá. Religiosidad difusa
tuosidad, del poderío, del cosmos, todo ello a través de y oculta, con sus papeles y sacrificios humanos y anti-
los metalenguajes elaborados con esta finalidad: can- frase de las religiones oficializadas. Sumo-sacerdote: el
ciones, artículos, publicidad. A lo que se añade el con- Divino Marqués. La proliferación de escritos cuyo tema
sumo de objetos reales. Así se sitúa la cotidianidad pa- es el sexo, la sexualidad, el placer sexual y sus excita-
ralela. Por su propia cuenta, la juventud expresa esta ciones normales o anormales, confirma la hipótesis. Y tam-
situación, la acentúa y la compensa por los trances y los bién la utilización publicitaria y comercial de lo sexual.
éxtasis (simulados o no) del baile. El metalenguaje inter- Erigida en esencia, la sexualidad confisca los signos del
preta así su papel hasta el final: compendio enciclopédico deseo. Sin embargo, esta tentativa no puede llegar a su
de este mundo, cuestión de honor estetizante, reflejo fin. Encuentra en seguida la irreductibilidad del deseo,
desencantado que se toma por sustancia y encantamiento, que muere cuando se le quieren asignar condiciones. El ca-
perfume de un mundo sin aroma, etc. ¿Cuál es el signi- rácter anómico (es decir social extrasocial) del deseo
ficado de los significantes disponibles así recogidos? La resiste a una sistematización social y mental que lo re-
juventud misma, su esencia: la juvenilidad. Un pleonas- duce a una necesidad clasificada, aislada, satisfecha como
mo más, una tautología, un torniquete. La juvenilidad se tal. La cotidianidad ahoga el deseo, pero un contexto
significa por medio de significantes que significaron otra especializado lo mata. La organización del deseo quiere
cosa. Se convierte en sinónimo de gozo, de plenitud, de apoderarse de los significantes para significarlo: para
realización, porque autoriza el consumo de los signos estimularlo a partir de los signos, la vista, o más bien
de estas situaciones. La juventud afirma la alegría de ser la acción ritualizada del desvestir, los tormentos con los
joven, de estar en la juventud y por la juventud, la cual que la vista evocaría los tormentos del placer. Sin em-
existe socialmente, en virtud de la juvenilidad. En cuanto bargo, el deseo no se deja significar, ya que al surgir
a los que no están situados en la órbita de esta juveni- crea sus signos, o en caso contrario no surge. A partir
de los signos del deseo, puede nacer un alarde ante el
* Revista musical francesa muy leida entre la juventud. (Nota adorno, pero esto no es más que una simulación del
del traductor.) deseo.
Henrl Lefebvr&, 14
210 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 211

La sexualidad como esencia social y mental cristali- De suerte que la explotación del cuerpo y del desnudo
zada termina de desposeer a lo cotidiano; es su aporta- femeninos contribuye a establecer y justificar la ideo-
ción al terrorismo; pero entonces el deseo se refugia logía publicitaria, fundamento de la ideología consumi-
en la cotidianidad; en ella renace por azar, en un en- dora. El acto de consumir pierde su monotonía si se le
cuentro imprevisto, en un conflicto. Imposible aplicar representa no solamente a partir de la contemplación
al deseo técnicas análogas a las que dominan las fuerzas del objeto, ni a partir de la destrucción del objeto por
de la naturaleza. El deseo pone de relieve la apropiación el consumo, sino a partir del cuerpo femenino y de lo
y no la coacción; si se quiere estimularlo por procedi- que éste evoca. Tomado como significante del acto ge-
mientos coercitivos, huye hacia lo imaginario; por otra neral del consumidor, permite salir (en apariencia) de la
parte, es en el curso de esta huida cuando se le espera retórica y del metalenguaje. Desvía la mirada y sustituye
para utilizarlo (explotarlo). A la cotidianidad práctica el acto de consumir por otro acto (una mujer, de hecho,
se superpone la cotidianidad de lo imaginario, en la que no se consume como un objeto). Esta desviación aporta
el deseo encuentra satisfacciones imaginarias, vive y se un esteticismo consumible, inherente a lo que se llama
sobrevive de forma imaginaria, se asigna una permanen- «cultura». La Feminidad en general, estrella de primera
cia imaginaria, saturaciones imaginarias. Después de lo magnitud, brilla en el centro de una constelación de as-
cual, psicólogos y analistas le descubren su sentido, si tros particulares en la que percibimos la Espontánea, la
pueden. El deseo ignora la recurrencia, así como la acu- Natural, la Culta, la Juguetona, la Enamorada; en resu-
mulación. Nace de la palabra y no de la escritura, o bien men, los papeles que la Feminidad suscita y mantiene bajo
se pierde y no renace si no es en forma ficticia. No tiene su influjo. ¿Caracteres? No. ¿Naturalezas? No. Pseudo-
nada en común con una operación mental, como tam- naturalezas, productos de cultura, es decir formas puras
poco con una cosa social. rodeadas de formas ficticias. Una gran desconfianza res-
En consecuencia, la sistematización del Eros fracasa, pecto a la naturaleza considerada como producto induce
pero hay posibilidad de que triunfe una religiosidad ex- a pensar que la automatización se abre camino por esta
traña. Sin embargo, una especie de entidad emerge, ficti- vía. ¿La Naturaleza? Esta palabra sólo puede designar
cia o real, social y mental: la Feminidad. El hecho ha el deseo, que no se deja aprehender por una palabra.
sido ya mencionado, pero es conveniente en el momento Sabemos demasiado bien (por demasiadas experiencias)
actual del análisis reconsiderar que: que el automatismo transforma a lo «puro» espontáneo
a) las mujeres, consumidoras, orientan (en aparien- en una forma de aparición (de apariencia). Cosa que
cia) el consumo de la sociedad burocrática de consumo desesperó a algunos poetas y les dio deseos de morir.
dirigido (dicho de otra manera, la manipulación de las ¿La escritura y la recurrencia de lo escrito no dan la ilu-
necesidades se orienta hacia la Feminidad igual que ha- sión de la pura espontaneidad? ¿De la libertad en pro-
cia la J uvenilidad); fundidad? La organización de lo cotidiano se efectúa, es
b) las mujeres simbolizan esta sociedad (objetivos de decir, se hace eficaz bajo la aparente espontaneidad y
la estrategia publicitaria, son también temas publicita- por ella misma. La Feminidad gobernaría perfectamente
rios: desnudez, sonrisa, presentación gracias a su pre- una cotidianidad de cibernantropos, en la que el deseo
sencia ... ); no sería ya más que ficción, dejaría de ser juego y pasaría
e) las mujeres son también mercancía y valor de a ser papel y función. La importancia de las mujeres en
cambio supremos en tanto que realidad física (un cuerpo lo cotidiano es demasiado grande para que el pensamien-
presentable basta para dar la riqueza y la celebridad). to crítico se le confíe a la Feminidad. Si hay drama, si
212 Henri Lefehvre La vida cotidiana en el mundo moderno 213
hay apuesta posible sobre/por lo individual, es en. este de los que figuran entre las constelaciones, tomar un baño,
terreno donde se interpreta el drama y donde el Juego abrazar a su hijo, conducir su coche, hacer lo que hace
se pierde o se gana. Ahora bien, esta F~mit;lidad impide el recién llegado, pero no como el recién llegado. Eso
a las mujeres reales el acceso a su propia vida; la apro- es lo que rodean, sin aprehenderlo completamente, estas
piación de su vida. Subordina la individualidad. y las par- metáforas: el Firmamento, el Pleonasmo, el Círculo (vi-
ticularidades (diferencias específicas) a generalidades ~~­ cioso, infernal).
trañamente trucadas. Sucede otro tanto con la «creatiVI- ¿Cómo se mantiene este conjunto? ¿Por el poder de
dad», esencia inventada por los especialistas y que sirve las palabras? Sí y no. Las palabras (en tanto que pala-
para localizar la capacidad creadora de los grupos Y. de bras: signos distintos, significan tes aislables) no tienen
los individuos. ¿Dónde se situaría este lugar social? ningún poder. El discurso tiene poder y forma parte de
¿En los hobbies, en los «hágalo usted m~smo»? Esto se- los medios de poder. Las formas tienen un poder; la
ñala el fracaso y el abandono de las capaCidades creadoras lógica tiene un poder; la matemática, una eficacia; el valor
a escala global. . , de cambio, una potencia (colosal). Es seguro y cierto.
Bajo el laser, claridad penetrante del pensamiento cn- La Palabra tiene un poder. ¿Cuál? Esta es la problemá-
tico la cotidianidad pierde sus contornos aparentes Y tica que aparece en el horizonte.
tom'a su verdadera forma. ¿Cómo escoger entre estas
imágenes, cada una ?e las cuales cc:n~iene ,una metáfora
o una metonimia: ftrmemente platoruca, arbol de pleo- 3. Teoría de las formas (continuación)
nasmos colección de círculos viciosos? Cada figura dice
lo mis~o que las otras, de manera un poco diferen~e. Intentamos determinar el modo de existencia (social
Firmamento suprasensible, estrellas, constelaciones, sig- y mental, términos diferentes y definidos por su dife-
nos del zodiaco, lugares sociales y mental~s, repiones rencia específica) de las formas. Para ello, el primer paso
del espacio y del tiempo reg~das p~r l~s esenci.as .. <;:nculos es la desacralización de la escritura. Este acto profana-
viciosos: torniquetes, remolmos, fmalidades fictlci~s, ~e­ dor sigue con algún retraso a la desacralización de la tie-
dios erigidos en fines y convertidos en su prop10 fm. rra y de la mujer. Les acompaña. Lo consideramos como
Pleonasmos: formas «puras» autonomizadas, fetiches pro- significativo de la vida urbana que se acentúa y se re-
clamados y aclamados en la Identidad del sujeto consigo fuerza a través de contradicciones múltiples. En el antiguo
mismo autosuficiencia, autosignificación (y en conse- contexto (social) agrario, .la sacralización de la tierra y
cuenci~: autoconsumo, autodestrucción ). de la mujer, la valorización de lo raro y de lo precioso,
Los !dolos simbolizan la unidad de este conjunto, esos se extendían a la forma de la escritura. Es más: la escri-
!dolos que tienen el notable p_rivile~io de p~er ser per: tura se erigía en soporte, en pedestal de lo Sagrado.
fectamente cualquier otra muJer (ru demastado feas, ru Era considerado como prototipo de la obra, cuando era
demasiado bellas ni demasiado vulgares, ni demasiado sobre todo modelo de instituciones.
finas ni desprovistas de talento ni demasiado dotadas), ¿No es el conocimiento de las propiedades generales
de t;ner la misma vida (cotidiana) que cualquier otra, de de la cosa escrita lo que permite concebirla, por tanto,
dar a cada una una imagen de su vida (cotidiana) meta- limitarla desacralizándola?
morfoseada por el hecho de que no es su vida (cotidiana), En el contexto ancestral en que predomina el conflicto
sino la cotidianidad de uno o de otra (rico, célebre por (la unidad conflictual) de lo sagrado-maldito que resuel-
ser Idolo ). De suerte que es apasionante ver a un Idolo, ven lo Profano y la Profanación, predomina también la
214 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 215
relación conflictual de la Letra y el Espíritu. El cristia- cada por religiones, por ritos de origen agrario. Irradiaba
nismo no sale de la ambigüedad y no resuelve el conflicto alrededor del templo, del santuario, lugares privilegiados
atribuyendo la Letra y las Escrituras al Padre Eterno, por el carácter masivo de lo Sagrado. La misma ciudad
la lectura del Libro absoluto al Hijo y la Palabra al estaba investida (rodeada, cercada, pero también dotada
Espíritu del que apenas se vuelve a hablar después de de poderes) por el territorio del que condensaba el ca-
haberlo nombrado. rácter sagrado, rechazando lo maldito hacia el extranjero.
En el contexto moderno, el texto social se profana a Ahora bien, la antigua forma urbana ha señalado la ago-
sí mismo. Se separa de los ciclos y del tiempo cíclico nía de lo Sagrado, subordinándolo a la razón, a la pre-
de la naturaleza, de los miedos inherentes a la afectividad visión, a la vida política. En consecuencia, el texto social
y a las emociones que dependen de causas naturales, y la escritura han perdido ese rasgo que los caracterizaba.
de los temores producidos por la escasez. Lo escrito se Pertenecen al folklore. Razones y causas: la desacrali-
manifiesta como significante cargado de prescripciones, zación del territorio, la profanación del texto social en la
sumergiendo al individuo y a los grupos en este contexto realidad urbana llevaron a la desacralización y a la pro-
que proyecta sobre el terreno un orden social y mental. fanación de lo escrito. No sin retraso. Por otra parte,
La racionalidad industrial y urbana permite por fin apre- la vida urbana no ha desaparecido con la explosión de su
hender ese doble movimiento dialéctico: la forma mental morfología antigua. Al contrario: el proceso de explosión
y la forma social. Nuestro conocimiento, al superar la va acompañado paradójicamente de una implosión. Aquí,
separación, concibe cómo se separó la Escritura de la Pa- la vida urbana se concentra y se acentúa en lo que queda
labra y cómo incluso incluyó esta separación entre sus de la antigua morfología (ciudades y barrios antiguos).
imperativos haciendo sospechosa a la Palabra; simultá- Allá, tiende a existir como forma nueva que espera una
neamente, la teoría concibe cómo lo escrito sirve de tram- base morfológica; en germen, virtualidad o posibilidad,
polín, de nuevo punto de partida a la Palabra y le per- exige la plena existencia social y la base material (espa-
mite volver a saltar. Ofrece un objeto definido a ese cial). Lo cual pone en cuestión las formas existentes y el
«sujeto» que se constituye en la relación crítica con tal modo de existencia (social y mental) de las formas. Lo
objeto. La Cosa escrita es al mismo tiempo condición que exige una nueva racionalidad a través de las difi-
y obstáculo, razón del sujeto y reificación última. Por cultades de la razón.
una contradicción suplementaria, continuaba beneficián- La Palabra revela una presencia (una ausencia a veces,
dose de su carácter sacramental, tradición caduca, mien- ésta o aquélla, huida o mentira, pero relativas a la pre-
tras que tomaba los caracteres y propiedades de lo racio- sencia). Esta presencia tiene por referencia, disimulada
nal, o lo lineal, o lo profano. Esta última contradicción o desvelada -disimulándose o desvelándose-, el Deseo.
ha sido resuelta por un procedimiento crítico, partiendo La Palabra no puede tener más que una frialdad inten-
del análisis del metalenguaje. ¿Tiene condiciones este cional. En sí misma es «hot». Por su parte, lo escrito,
procedimiento? Ciertamente. La ciudad se define (entre ausencia (presencia también, pero de forma lejana que se
otras determinaciones) como lectura de un texto social, alcanza por inferencia), recurrente y acumulativo, dotado
de una recopilación que materializa a una sociedad y es de las propiedades de la cosa (socialmente) y de la me-
legada por las generaciones, cada una de las cuales ha moria (mentalmente), sólo puede tener un calor conferido
añadido sus páginas. La ciudad es también el lugar de por la lectura, por el acto de ese lector particular, el
una palabra que se superpone a la cosa escrita, que inter- leedor, el recitador, el actor. Es por esencia «cool».
preta, comenta, rebate. Esta ciudad estuvo antaño mar- Inscribe y prescribe; su primera prescripción consiste
216 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 217

en la misma lectura que le actualiza. Frío en tanto que Las relaciones conflictuales entre la Palabra y la Es-
coercitivo, coercitivo en tanto que frío, acompaña a la critura no se reducen a las relaciones entre el sexo y la
huida del deseo. Esta cosa asexuada en tanto que escrita, cosa escrita, como tampoco a las relaciones entre el espí-
indiferente e imperiosa en tanto que ley, tiende a con- ritu y la letra. Van más lejos. Contentémonos aquí con
sagrar la separación. Inscribe la escisión entre la realidad recordar que los que hablaron sin escribir han pagado
y el deseo, entre la operación intelectual y las pulsiones con su vida este acto destructor de la Ley, creador de
o impulsiones (uno de los fundamentos del terror). tiempo y de acontecimientos: Sócrates, Cristo, quizá Jua-
El deseo, aunque no puede ignorar el pasado, ignora na de Arco. En cuanto a Nietzsche, desde esta perspec-
la recurrencia. Aunque el pensamiento no puede declarar tiva, el Zaratustra apela a la Palabra, a la Presencia, al
sin dificultad que «es» o que «no es», es o no es. Se tiempo, al deseo, no solamente para reanimar la escritura
declara y se dice; se quiere, aunque no sea más que para helada, sino contra la cosa escrita y su acumulación des-
destruirse al realizarse o para no realizarse. Es acto, ac- de la aurora de la sociedad occidental. ¿Quería el poeta
tualidad, actualización: presencia. El rigor de lo escrito dar un sentido más puro a las palabras de la tribu, ó
tiende hacia la pureza helada, extraña al deseo, siempre simplemente darles un sentido? Sea como sea, «la muerte
parecida a sí misma. Restituir la Palabra, presencia, deseo, ha triunfado en esta voz extraña».
es inflamar el hielo y es la paradoja de la poesía (que El espacio puro (formal) define el mundo del terror.
quizá realiza el poeta por medio del desorden de las pa- Invirtamos la proposición; conserva su sentido: el te-
labras con relación al orden recurrente, desorden que rror define un espacio puro, formal, el suyo, el de su
constituye todavía un orden y no podría definirse por poder y sus poderes. De este espacio homogéneo, el tiem-
la supresión del rigor, pero que protege la escritura po ha sido eliminado. La escritura que lo determina ha
de la tentación del metalenguaje, sustituyendo la ausen- expulsado a la palabra y al deseo. En este espacio literal,
cia de referentes y los referentes comúnmente aceptados separado del acto, de la presencia, de la palabra, los ac-
por este referente privilegiado, suscitado por el acto tos llamados humanos y las cosas se clasifican, se colocan,
poético: el deseo, el tiempo del deseo ... ). se ponen en estanterías y en cajones. Junto con los escri-
El poeta no hace desaparecer la escritura ni el rigor tos, y como ellos alineados sobre la cosa escrita 5 • Un
de la escritura. Transforma por un acto que parece mila- poder superior los mantiene en este orden: lo cotidiano.
groso la frialdad en calor, la ausencia en presencia, el La doble existencia de las formas así concebida (mental
terror del deseo en deseo, la espacialidad en temporali- y social) invita a la reflexión a llegar hasta el final de
dad, la recurrencia en actualización. Cuando el deseo esta oposición que disimula una ambigüedad, la cual di-
pasa a la escritura y cuando le confiere su temblor, se simula a su vez un movimiento dialéctico. Comprender
amplifica; se supera forzando una barrera, comunicán- este doble aspecto o más bien estos dobles aspectos per-
dose por medio de lo que parecía obstáculo y muro. mite aprehender otras relaciones, entre las que se hallan
Si la cosa escrita tiembla, si su pureza se turba y por la de lo real y lo posible, la del producto y el acto (lo
esa turbación gana una transparencia diferente que le que los filósofos llamaban relación del objeto y el sujeto).
quita su propiedad de cosa (mental y social), el efecto se Es también la relación de la forma y el contenido. La
multiplica. De este milagro que no tiene nada de irra- forma se esfuerza en existir en estado puro como abs-
cional, que tiene su orden propio, proviene el encanto tracción mental y como cosa social. Y, sin embargo, no
de un sencillo poema de amor reducido (en apariencia) puede existir en estado puro, sin contenido. El esfuerzo
a una forma casi pura, a una retórica. de la forma en busca de la pureza que impone su ley y
218 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 219

su rigor forma parte de su fuerza. Le da una fuerza: referentes, se impone por el terror. Tiene por contenido
su capacidad terrorista. el terror. Combatiendo por medio de una clasificación
Hay contratos específicos caracterizados por un con- la manía clasificatoria, volviendo contra sí mismos al
tenido. El contrato de matrimonio especifica y regla- formalismo, al estructutalismo y al funcionalismo, la crí-
menta las relaciones entre individuos de sexo diferente tica radical propone aquí una clasificación de las formas
según un código (un orden) social determinado, subor- y muestra su contenido general, la cotidianidad mante-
dinando en consecuencia las relaciones sexuales a relacio- nida por el terror. Desde lo más abstracto a lo menos
nes de propiedad (el patrimonio, la dote, la herencia y su abstracto, la reflexión descubre:
transmisión, la repartición de los bienes gananciales, etc.). a) La forma lógica. Mentalmente: el principio abso-
El contrato de trabajo regulariza la compra y la venta luto de la identidad: A=A, enunciado vado, tautoló-
de la fuerza de trabajo. Y así sucesivamente. Sin embargo, gico, inteligible, puro y transparente, puesto que no tiene
hay una forma general de los contratos, la forma jurídica, contenido. Socialmente: el torniquete, el pleonasmo (me-
que compete al Código civil. Nótese que toda la relación dio tomado por fin, entidad que se autonomiza al va-
contractual supone discusión, determinación por medio ciarse).
de un intercambio verbal entre las partes contratantes de b) La forma matemática. Mentalmente: la numera-
los términos «justos» del contrato. Sin embargo, esos ción y la clasificación, el orden y la medida, la igualdad
preliminares desaparecen en seguida. Un escrito da fe: en la diferencia, el conjunto y los sub-conjuntos. Social-
el acta notarial. El contrato se concluye por medio de la mente: la reglamentación, la organización racional.
forma última de la escritura, la firma. e) La forma del lenguaje. Mentalmente: la coheren-
De la misma manera, no hay pensamiento sin un ob- cia. Socialmente: la cohesión de las relaciones, la codi-
jeto, no hay reflexión sin un contenido. Sin embargo, ficación.
hay una forma general del pensamiento que implica una d) La forma del intercambio. Mentalmente: la equi-
codificación: la lógica. Condensemos en algunos enun- valencia, la distribución, la comparación (de las cualida-
ciados el movimiento dialéctico de la forma y el conte- des y cantidades, de las actividades y productos, de las
nido, a menudo menospreciado en nombre de la forma necesidades y satisfacciones). Socialmente: el valor de
«pura» existente como tal, al mismo tiempo mental y cambio, la mercancía (que posee una lógica y un discurso,
social. No hay forma sin contenido y, recíprocamente, no y tiende a constituir un «mundo» a partir de su forma).
hay contenido sin una forma. La reflexión separa la forma e) La forma contractual. Mentalmente: la reciproci-
del contenido. Apoya con ello la tendencia de las formas dad. Socialmente: la formalización jurídica de las rela-
a la existencia como esencias puras. La reflexión misma ciones fundadas en la reciprocidad, la codificación llevada
constituye una forma que aspira a la existencia como hasta la elaboración de principios abstractos.
esencia del universo (es la ambición y la ilusión de los f) La forma del objeto práctico-sensible. Mentalmen-
filósofos). La forma «pura» adquiere en la pureza la te: el equilibrio, percibido o concebido en el objeto. So-
transparencia inteligible. Se vuelve operatoria: medio cialmente: la simetría de los objetos (que encierran re-
de clasificación y de acción. Y, sin embargo, no puede laciones ocultas entre cosas, entre cada cosa y el contorno,
existir como tal. En tanto que forma, no es más que una entre el sujeto y su doble, etc.).
abstracción. Lo que se re-conoce como existente es la g) La forma urbana. Mentalmente: la simultaneidad.
unidad (conflictual, dialéctica) de la forma y del conte- Socialmente: el encuentro (que reúne los productos y las
nido. La forma separada del contenido, separada de los actividades del contorno), que actualizándolo y desacra-
220 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 221

!izándolo condensa el paisaJe, obra de trabajo, forma cados y bajo los signos, que, en consecuencia, se revela
impuesta a la naturaleza en un territorio. como el significante sin significado que anima a todos
h) La forma de la escritura. Mentalmente: la recu- los significados, que se sitúa en la Palabra, en el Tiempo,
rrencia. Socialmente: lo acumulativo. y no en el espacio, en lo escrito, en los significados
Dejemos de lado la repetición que algunos (Nietzsche patentes.
en último lugar) conciben como forma de la existencia. ¿Figura la cotidianidad en el contenido? Ciertamente,
¿Por qué, en esta jerarquía que va de lo más abstracto de forma ambigua. De un lado es el resultado de la efica-
a lo menos abstracto, colocar la forma de la escritura cia de las formas: es su resultado o su resultante, como
después de la de la ciudad? La clasificación no estipula se quiera. Producto y residuo, así se define lo cotidiano.
ninguna prioridad, ni lógica, ni ontológica, ni histórica. Las formas, simultáneamente, componen lo cotidiano y
Va de la forma pura y transparente al contenido sustan- se proyectan sobre la cotidianidad. Todas juntas no llegan
cial, movimiento que encubre una relación dialéctica, a reducirla. La cotidianidad resiste, residual e irreduc-
muchas veces mencionada, la de la forma y el contenido. tible. A pesar de los esfuerzos para institucionalizarlo
La forma absolutamente pura (A=A) es absolutamente lo cotidiano huye; su base se oculta; escapa a la influen~
incapaz de existir. La gran paradoja de la reflexión es, cía de las formas. La cotidianidad es también tiempo del
primero, que esta forma se formule y se formalice tan deseo: extinción y renacimiento. La sociedad represiva
perfectamente, y segundo, que sea eficaz. ¿Cómo y por y el terrorismo nunca han logrado terminar con la coti-
qué? ¿De dónde viene esta eficacia, esta capacidad ope- dianidad. Se encarnizan sobre ella, la rodean, la encierran
ratoria de la forma pura? Sin duda alguna de que per- en su espacio. Para terminar con ella, haría falta matar-
mite el análisis, es decir, los cortes de lo «real», si- la, y eso no es posible: ¡Es necesaria!
guiendo sus líneas de menor resistencia, sus articulaciones ¿Es necesario que demostremos que una forma no
y des-articulaciones, sus niveles y dimensiones. El aná- puede existir por sí misma? Ante todo vamos a mostrar
lisis mata, es una vieja historia. Tiene el temible poder la vana pretensión de las formas a la existencia «sus-
de la muerte y de la vida, que disocian y componen tancial», es decir, a la esencialidad. Es racionalmente evi-
en nuevas arquitecturas los restos, fragmentos, elementos dente que la forma «pura», la de la lógica como la del
que la separación deja disponibles. contrato o la de la escritura, no tiene el derecho a la
Así, la forma regresa hacia el contenido, variado y re- autonomía, aunque tenga esta ambición. La «pureza» de
sistente, para imponerle orden y obligaciones. Sin em- la forma es equiparable a la de lo no-existente. El aná-
bargo, este contenido es irreductible. Es lo irreductible. lisis crítico tiene por misión mostrar la existencia social
El movimiento complejo del conocimiento (analítico) y de lo que no tiene existencia exterior y «sustancial». De
de la praxis, comprendido en el de la forma y el conte- ello resulta que las formas dependen de la conciencia so-
nido, comprende el de la reducción y lo irreductible. ¿El cial, a pesar de que actúen sobre ella. ¿Cómo podrían
contenido? En última instancia, en último análisis (pero prescindir de la palabra, aunque de hecho eliminen la
quizás no haga falta ni última instancia ni último análi- palabra en provecho de la forma, la actividad en prove-
sis), el contenido es el deseo, ese deseo que no puede lla- cho del intermediario, el acto en provecho de la media-
marse ni deseo de ser ni deseo de no ser, ni deseo de ción? Reconocemos una idea o tesis: la palabra man-
perseverar ni deseo de terminar, ni deseo de sobrevivir tiene, junta, unifica, no en una forma (o una estructura
ni deseo de morir, sino deseo de acto y de obra, que todo o una función), sino en un acto, las formas separadas. '
significa sin designarlo, que se disimula en los signifi- Aunque necesaria, la palabra no basta. Tiene necesidad
Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 223
222
de un fundamento, de una base material y sustancial. ria. Lo que se explica tanto por la perspicacia de los
Esta base la percibimos en la producción (con su doble mejores críticos, que asumen su papel de penetrar «hasta
proceso: producción de obras y de productos) y tam- las raíces», como porque la literatura sirve de vehículo
bién en la cotidianidad, en tanto que producto de las mental y de soporte social al ascenso del metalenguaje:
relaciones de producción actuales, en tan!o que resultado de la cosa escrita. Utilicemos aquí este concepto estilís-
y residuo del conjunto de las forn:as _citada~. tico elaborado por R. Barthes 6 para comprender las
A este análisis critico podemos anadlt el smgular cua- transformaciones de la escritura propiamente literaria. El
dro de la integración-desintegración de la soc~~dad con- «grado cero» se define por la neutralización y la desapa-
temporánea. Integrars~ e int.egr_a~ es la obses10n de los rición de los símbolos, por la atenuación de las perti-
miembros de esta sociedad (mdlviduos y grupos) y tam- nencias (oposiciones), por el predominio de la unión de
bién del conjunto, en la medida en que haya conjun:o, palabras y de frases, unión mostrada como testimonio
«cultura», instituciones. Esta obsesión n? va acomp_ana- en «lo por supuesto». La escritura pretende decir senci-
da ni de una capacidad integradora cons1derable y siem- lla y fríamente lo que es, a la vez que expone su coheren-
pre presente, ni de una incapacidad completa y . una cia formal. El grado cero es un estado (no un acto o
ausencia de integración. Tienen lugar y momento mte- una situación) neutro caracterizado por una pseudo-pre-
graciones parciales cuando_ 1~ i~ltegración _quiere ser to- sencia, la de un único testigo, y, en consecuencia, pre-
tal. Por medio de la cotldiamdad orgamzada, la _clase sencia-ausencia.
obrera se ha dejado integrar parcialmente a la sociedad Hay, por tanto, un grado cero del lenguaje (el discurso
existente (lo que significa su desintegración con:o clase). de la cotidianidad), -del objeto (la cosa funcional, diso-
En este mismo tiempo y por ese hecho, la sociedad en- ciable en elementos, compuesta con juegos y combinacio-
tera se desintegra: su cultura, su globalidad, sus valo- nes de esos elementos), -del espacio (el espacio mostrado
res. Y a hemos mostrado cómo esta sociedad ya no cons- como espectáculo, aunque esté poblado de árboles y de
tituye un sistema (a pesar del poderío del Estado y de césped, el espacio otorgado a la circulación, el espacio de-
la fuerza armada, a pesar del aumento d~ las coacciones sértico, aunque se halle en el corazón de la ciudad), -de
y el terrorismo), sino una suma de subs1stem~~· una re- la necesidad (previsible, prevista, satisfecha por adelanta-
unión de torniquetes amenazados de destruccwn mutua do por la imagen de la satisfacción). Existe también el gra-
0 de autodestrucción. Que nadie se extrañe si la inte- do cero del tiempo: el tiempo obligado a desarrollarse se-
gración obsesiva y las integraciones muy limitadas (en gún un programa, el tiempo organizado en función de un
el mercado por la publicidad; en la cotid~anidad p~r su espacio preexistente en el cual no inscribe nada, pero
programación) desembocan en ~na especie _de rae1smo según el cual se deja prescribir. El grado cero es una
generalizado corolario de la mcapac1dad mtegradora. transparencia que rompe la comunicación y la relación en
Todos contr~ todos: las mujeres, los niños, los jóvenes, el momento en que todo parece comunicable, puesto que
los proletarios, los extranjeros, _las etnias diver~as; son es racional y real al mismo tiempo, pero que, precisa-
sucesivamente objeto de ostrae1smo, de resentimiento, mente, ya no hay nada que comunicar.
concentrando sobre ellos el terror difuso. El conjunto se La topología o tópica social que hemos dibujado toma
mantiene todavia por un pilar (el discurso) y una base ahora una nueva figura. ¿Más sombría? No. Más cre-
(la cotidianidad). puscular. Una colección de lugares neutralizados, tan
Como el concepto de terrorismo y el de escritura, el neutros como sea posible, pero destinados a tal o cual
concepto de «grado cero» proviene de la critica litera- uso. Por encima o en el torbellino de una entidad. Ghet-

1
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224
tos, pero higiénicos y funcionales: el ghetto de la creati- mica, y bajo su oposición. Se le pueden también atribuir
vidad y de la miniaturización (el trabajo manual, el hobby, la decadencia de la fiesta, de los estilos y de la obra o
la colección, la jardinería), los ghettos de la alegría y más bien, resumir así los rasgos y propiedades que' re~
de la libertad (los centros de vacaciones), el ghetto del sultan de esta decadencia. En resumen, el grado cero
habla (el pequeño grupo y su charlatanería). Los lugares caracteriza la cotidianidad (tras abstraer el deseo que
de la feminidad, de la juvenilidad, los de la circulación, vive y sobrevive en ella).
los del intercambio y el consumo. Los de la comunicación. No dramaticemos este cuadro del «frío absoluto». No
No dramaticemos. Desde luego hay (real y verdadera- tiene nada de paisaje intergaláctico. Es tan sólo el cua-
mente) diálogos, comunicaciones. No tienen lugar allí dro del aburrimiento. Por otra parte, ¿quién no conoce
donde se espera, donde se instituye el lugar para la co- el peligro del aburrimiento en el seno de la modernidad?
municación, para el diálogo. Es en otro sitio, allí donde Países enteros se aburren. ¿Quién lo ignora? Otros se
nacen las palabras de una confrontación a menudo breve, deslizan hacia el aburrimiento del grado cero. ¿Dice us-
a menudo viva y violenta, que escapa a la neutralización ted que la &ente está satisfecha? ¿Bastante feliz? ¡Pues
del lugar organizado. Allí, en otra parte, se dice «alguna claro!_ ~ons1guen aceptar e incluso están a gusto en el
cosa», por encima de lo escrito que asedia a los «sujetos» aburnm1ento del «grado cero», prefiriéndolo a los ries-
y los suprime. Los cuerpos (sociales, constituidos), im- gos del deseo.
pidiendo la comunicación al pretender instituirla, le asig- La investigación sobre el modo de existencia de las for-
nan en casi todas partes un lugar y un tiempo en la co- mas conduce a una interrogación acerca de la realidad
tidianidad. Pero en cuanto grupos o clases se enfrenten, social. ¿No será preciso reconsiderar y modificar el con-
se confronten, surgirá el diálogo con el movimiento dia- cepto de «realidad»? Las formas ni existen ni actúan
léctico. sobre el modelo del objeto sensible, ni según el modelo
Lo obsesivo, para esta sociedad, es el diálogo, la co- del objeto técnico, ni sobre el de la sustancia metafísica
municación, la participación, la integración, la coheren- ni como abstracciones «puras». En sí mismas son abstrae~
cia. Aquello de lo que se carece. Aquella cuya privación tas, pero, sin embargo, son cosas, mentales y sociales.
se padece. Estos son los temas. Y los problemas. Se cree ~iene~ necesi~ad de un soporte sensible, material, prác-
resolver los problemas evocando los temas, charlando, tlco, sm reducirse por ello a tal vehículo. Así, por ejem-
docta u obsesivamente, sobre esos temas. La soledad, la jlo, el valor de cambio exige una cosa (un producto) y
falta de comunicación, los agravios, nada es nuevo. Lo una .confrontación entre las cosas para aparecer y para
nuevo es la soledad en la redundancia, la ausencia en la manifestar su contenido, el trabajo social productivo y
superabundancia de los signos de comunicación. Lo es la confrontación entre esos trabajos. Cosa y contenido
también el hecho de que el lugar esté siempre en otra sin forma no tienen, sin embargo, ninguna realidad ni
parte, en la coartada. El «grado cero» representa una es- específi.c~~nte ~<;<=ial ni mental. ¿Definiría, pues, la for-
pecie de límite inferior de la realidad social que no se ma la s1gnificac10n de una cosa? Sí y no. Hay en la
puede alcanzar, pero al que se puede uno acercar: el frío forma alguna cosa de más y de menos alguna cosa dife-
absoluto. Acumula los «grados cero» parciales, espacio, rente, distinta, que en la significación'. Las formas con-
tiempo, objeto, discurso, necesidad. Al grado cero se fieren significaciones y captan significaciones. Se hacen
puede imputar una especie de ascetismo (mental y so- significar y atrapan a los significantes. De este modo la
cial) culto bajo la abundancia, el derroche, los gastos sun- lengua del mundo mercantil se ha constituido utilizan-
tuarios, así como bajo su opuesto: la racionalidad econó- do lenguas anteriores, modificándolas. Los encadena-
Henrl Lefebvre, 15
226 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 227

mientos de causas eficientes y efectos no bastan para ex· El terrorismo mantiene esta ilusión, este grado cero
poner la «realidad» social; la causalidad y el det~rn;tinis· del pensamiento crítico. La acción terrorista de las for-
mo clásicos deben ceder su puesto a otro procedtmtento mas (y de las instituciones sacadas de esas formas) con-
de exposición y de explicación. N~ es esa. una razón ~uf!­ serva la falsa transparencia de lo real y enmascara las
ciente ni para rechazar la casuahdad, m para sust1tu1r formas que mantienen esta realidad. En la vida cotidia-
la «realidad» por una especie de irrealismo. En los dos na, la gente elude creer en su propia experiencia y con-
casos el análisis pasa al lado de una problemática, el tar con ella. Nada se lo prohíbe, sino que se lo prohíben
mod; de existencia de las formas y su acción. Las formas a sí mismos, rasgo característico de la sociedad terroris·
son reales, pero no según los antiguos model~s. de «re.a- ta. Una estrecha minoría saca conclusiones de lo que
lidad»; se proyectan sobre un suelo, lo cottdtano, sm sabe. La experiencia cotidiana no se acumula, a pesar de
el cual no tendrían nada que clarificar, nada que deter- que se atribuye a las personas mayores una «experiencia»
minar nada que organizar. Así, claridades distintas y que no es más que la del desencanto y de la acep-
que, ;in embargo, componen una luz, iluminan un terre- tación.
no que sin ella sólo sería una masa oscura .. J?e nuevo La práctica cotidiana se deja desviar en tanto que ex-
aquí, la metáfora dice demasiado y no _lo suftcte?te. periencia y valorizar en tanto que práctica limitada, la
Hasta aquí la investigación ha procedtdo de amba aba- de una vida individual que tarde o temprano fracasa,
jo: desde las' formas hacia la mate~~alidad, hacia el co~­ resignándose. ¿El que se opone? ¡Vedlo ahí aislado,
tenido hacia ese bajo que es tambten una base. Instale- absorbido, reducido al silencio o recuperado! Para unos,
mono; ahora en la cotidianidad, sin olvidar por ello el le falta experiencia; para otros, le falta juicio. Lo opo·
camino recorrido. Tratemos de ponernos en la situación sicional sigue siendo lo no-dicho. El mundo del terror,
del que vive su cotidianidad sin_ conoci~ientos. histór~­ de las formas y del espacio «puros» es también el del
cos, sociológicos, económicos e mcl~so ~:n luc1dez cn- silencio, cuando los metalenguajes se agotan y se aver-
tica especialmente agud~. En esta s1tua~1~~' algo choca güenzan de sí mismos.
en seguida, sorprende, p1de un nuevo anallSls. De lo. que Así se esboza un conocimiento, o (si osamos utilizar
hemos descubierto y revelado no sospecha (ese «su¡eto» la palabra) una ciencia. Esta ciencia descubriría la si-
de lo vivido cotidiano, hombre o mujer, miembro de tal tuación cotidiana en su relación con las formas y las ins-
o cual grupo social) nada o ~asi nada. L~ 9-ue con~tata, tituciones. Desvelaría esas relaciones implicadas en la
lo que ve y percibe, lo que. v_1ve, es ~ara el me_n~ediable: cotidianidad, pero implícitas y veladas en el seno de
Está dado, hic et nunc. Qmzas para el no sea m ¡usto, m lo cotidiano 7 • El hombre en lo cotidiano percibe transpa-
justificado, ni justificable, pero es así. Las c~s.as son 1~ rencias allí donde hay velos espesos, y espesores, allí
que son. Apenas presiente (salvo estado patolog1co o ~no­ donde no hay más que una clara apariencia. Para rom-
mico) por debajo la profundidad del deseo, por ~ne1I?a per esta doble ilusión se impone una operación cuasi-
los astros que le gobiernan; no suele l~v.antar m ba¡ar quirúrgica. La exploración de las situaciones cotidianas
los ojos; mira a su alrededor, a la super_ft~te _que le pare- supone una capacidad de intervención, una posibilidad
ce la «realidad». Vive, este ser de la cot1d1amdad, ~n u~a de cambio (de reorganización) en lo cotidiano, que no
doble ilusión la de la transparencia y de la evtdenCla tiene por qué implicar una institución racionalizadora ni
(«es así») y ia de la realidad sustancial («no puede s~r planificadora. Tal tipo de praxis puede prepararse ya por
de otra manera»). Así se define la ilusión de la inmedza- análisis conceptual, ya por experiencias «socio-analíticas».
tez en lo cotidiano. En tanto que praxis a escala global de la sociedad forma
228 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 229
parte de la revolución cultural, fundada en el fin del te- crear una nueva «centralidad». Tan sólo los poseedores
rrorismo, o al menos en la posibilidad de intervenciones d~ una _ideología llamada «economicismo» pueden defi-
contra-terroristas. mr la vtda ~rb~~a a partí~ de la producción industrial y
de su orgamzacwn. Tan solo los partidarios del raciona-
lismo burocrático pueden concebir esta realidad nueva a
4. La apertura par.t~r de la composición del territorio y de la planifi-
cacwn. En las dos perspectivas amenazan de muerte a
En la medida en que es posible una demostración en este germen, virtualidad en estado naciente: la vida ur-
esta vía, la falta de cierres ha sido demostrada. No hay bana. Por el contrario, tan sólo los ideólogos pueden
sistema único, absoluto, privilegiado, sino subsistemas; cre~r que la . sociedad urbana se compone de categorías
entre ellos, fisuras, agujeros, lagunas. No hay convergen- soctales ya_ liberadas de la división del trabajo, de las
cia de las formas; no llegan a encerrar el contenido. Ni ~lase~ (sociales) y que hay un «sistema urbano». Esos
a reducirlo. Lo irreductible se manifiesta después de cada Ideahstas. piensan nostálgicamente en la ciudad griega,
reducción. Aunque necesaria a la investigación científi- d_e,sconocte~do sus lazos con las relaciones de produc-
ca, la reducción se revela en seguida provisional, mo- Clon esclavistas. La vida urbana se compone de encuen-
mentánea, relativa, exigiendo un paso ulterior. La ciencia tros; excluye la segregación, y se define como tiempo y
versa sobre una praxis, implica una praxis, la supone o lugar de reunión entre individuos y grupos marcados
conduce a ella. Lo cotidiano, falso espesor, ilusoria trans- todavía por la división del trabajo, entre las clases, en-
parencia, hace de frontera y superficie entre la profundi- tre. modelos ( patterns) de vida diferentes. La posible
dad y la claridad. Lejos de cerrarse, tan sólo es un plano. sociedad urbana. se basa en el fin de un antagonismo que
Mostrada la salida, queda ahora introducir en ella al se :raduce, pre_cisame?te, por la segregación. Implica un
pensamiento. ¿La apertura? Ya tiene nombre: la vida con¡unto de diferencias y se define por este conjunto.
urbana (o la sociedad urbana). En y por lo urbano, el tiempo se libera de los ciclos na-
La vida urbana comienza sobre los restos de la vida turales, pero no obedece a los cortes lineales de la dura-
rural y sobre los escombros de la ciudad tradicional. La c~ón racionalizada. Es el tiempo de lo· imprevisto: no un
vida campesina, la realidad agraria, han dominado du- ttempo sin l~gar, sin_? un tiempo que domina el lugar,
rante largos siglos. Cercaban y asediaban la ciudad de aparece en e~ y e,n el ~e tra_nsparenta. Lugar y tiempo
antaño; la marcaban. Hoy se estrena la era de la vida ~el deseo, m~s aca y _mas alla de las necesidades porque
urbana, en la que el valor de uso puede dominar al va- tlene ese sentido, la vtda urbana implica el cumplimiento
lor de cambio, que todavía triunfa sobre el uso y el la realización de múltiples funciones, pero es transfun~
valor de uso, nacidos en el contexto agrario. Para defi- cional. Lugar del tiempo diferente de la espacialidad for-
nirla y realizarla, el pensamiento se libera de las nostal- mal, lugar de la palabra que sobredetermina a la escri-
gias, de las ideologías (supervivencias o construcciones tu:a y el_ me~alenguaje, la realidad urbana no por ello
utópicas caducadas). A veces la vida urbana persiste o de¡~ de tmph~ar estructuras (espaciales, formales). La
intenta mantenerse en los antiguos centros urbanos, en los r~ahd~d. matenal de _la _ciudad se define prácticamente
lugares antaño conseguidos de las ciudades, generalmen- (mscnpcwnes y prescnpcwnes), y, sin embargo, esta mor-
te con hombres nuevos que ya no son los que hicieron fología proyecta sobre el terreno (inscribe prescribe) re-
esos centros y lugares. Otras veces se forma, es decir, se laciones cuya existencia social y ment:¡¡l ~o se reduce a
constituye como una forma mental y social, aspirando a esta proyección. Es en ella donde la palabra reúne los
230 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 231

elementos dispersos de la realidad social: funciones y


estructuras, espacios desunidos, tiempos obligados. En lo 5. Breve diálogo
urbano hay vida cotidiana, y, a pesar de ello, la cotidia-
nidad se supera. Más sensible que en otros lugares, el -Como estaba previsto, ha abandonado usted toda
terror se combate más eficazmente, tanto por la violen- ambición científica y ha pasado de un análisis (o de un
cia (siempre latente) como por la no-violencia y la per- escrito que intentaba ser analítico) a un panfleto.
suasión. La vida urbana se opone por esencia al terro- -Ya estaba usted prevenido. Sólo una «cientificidad»,
rismo y puede oponerle un contraterrorismo. En la que, como fue mostrado, figura entre las formas pretendi-
medida en que lo urbano se realiza, creando su obra (mor- damente puras y los arquetipos semi-platónicos de este
fología, marco, lugares modelados y conformados, espa- mundillo, impide tanto la intervención como la crítica.
cio o espacios adecuados), la apropiación, se restituye, Según el procedimiento seguido en esta obra (que inten-
sobreclasifica las obligaciones y subordina lo imaginario ta hacer el balance, determinar una orientación y abrir
al estilo y la obra: por el monumento y en la fiesta. un horizonte), el conocimiento científico incluye la ac-
Desde este momento la vida urbana devuelve a la acti- ción, la crítica y el combate teórico. Además, vale más
vidad lúdica (al juego) su importancia perdida, sus con- la hipercrítica que la ausencia de crítica. Estimula incluso
diciones de posibilidades. El movimiento hacia la resti- a los conformistas como usted.
tución de la fiesta se hace notar desde el momento en -Termina por una apología de la vida urbana en un
que hay vida urbana. Paradójicamente, restituyéndose tono profético.
lo lúdico y el juego, contribuyen a restituir el valor de -En absoluto. Hay ya un conocimiento de las reali-
uso, el uso de los lugares y los tiempos, situándolos por dades y de las posibilidades urbanas, que no coincide ni
encima del valor de cambio. La vida urbana no impide con la historia o la ciencia de la ciudad tal como existe,
los «mass media», los cambios, las comunicaciones, las ni con la ideología llamada urbanismo. Este conocimien-
significaciones; excluye la metamorfosis de la actividad to se forma con su «objeto», cuya formación estudia y
creadora en pasividad, en mirada pura y vacía, en consu- a cuyo nacimiento y desarrollo contribuye activamente.
mo de espectáculos y de signos. La vida urbana presu- -¡Utópico!
pone esta intensificación de los intercambios materiales -En efecto. No considero esta palabra como una inju-
y no materiales, pero, por hipótesis, transforma la can- ria. En efecto: puesto que no ratifico las coacciones,
tidad en cualidad. Aporta a la forma de la comunicación las normas, los reglamentos y reglas, puesto que pongo
un contenido, un material. La sociedad urbana no trans- el acento en la apropiación, puesto que no acepto la
figura la cotidianidad en lo imaginario, no se contenta «realidad» y que lo posible, para mí, forma parte de
con iluminar la cotidianidad con una luz diferente. La lo real, soy un utopista. No digo utópico, dése cuenta.
cambia y la metamorfosea a partir de sí misma. Utopista, partidario de lo posible. ¿Quién no lo es, sal-
vo usted?
-No estoy solo. Y nosotros no confundimos la ins-
trucción con la acusación, el juicio con la requisitoria.
Según usted, la gente es infeliz, está aterrorizada.
-No ha comprendido nada de nada. Yo no he dicho
que la gente esté aterrorizada, sino que es terrorista. He
dicho que mucha gente está satisfecha y que, a pesar de
232 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 233
ello, reina un enorme malestar. Ese contraste, que revela economicismo, el tecnocratismo. Esa es mi respuesta. Una
una contradicción, es el tema, el problema. palabra más sobre el utopismo. El menor cambio de la
-Esperábamos detalles sobre la vida cotidiana de vida cotidiana parece imposible. Poner en cuestión cual-
las clases sociales, sobre la vida de la burguesía y la quier cosa de lo que concierne a la cotidianidad es grave,
de las familias obreras. Por el camino ha olvidado usted inquietante. Piense en las modificaciones ínfimas de la
las clases. ¿La cotidianidad, según eso, es la misma para circulación rodada o del mismo automóvil, que los es-
todos? Borre usted las diferencias. pecialistas, expertos y competentes decretan irrealizables,
-En absoluto. Este libro no tenía por objeto una demasiado costosas, que comportan demasiadas conse-
descripción de la cotidianidad según los grupos, según cuencias. ¿Qué es lo que esto demuestra? Que la coti-
las clases. No se proponía presentar presupuestos (de dianidad entera debe ser puesta en cuestión. El hamo
dinero, de tiempo). Tal estudio merece la pena efectuar- sapiens, el hamo faber, el hamo ludens, desembocan en
se, pero corre el riesgo de no salir de la trivialidad so- el hamo quotidianus; pierden hasta la cualidad de hamo.
ciológica y de perderse en la anécdota, en las constantes El quotidianus ¿es todavía un hombre? Virtualmente
triviales que se prueban con gran refuerzo de cifras, con es un autómata. Para que vuelva a encontrar la cualidad
un gran aparato científico o pseudocientífico. Un estu- y las propiedades del ser humano, ¡que supere lo co-
dio que merecería los elogios de un grupo de especia- tidiano en el seno de lo cotidiano, a partir de la coti-
listas versaría sobre el examen de los estereotipos, de dianidad!
los «patterns», y no digamos el estudio de los ingresos,
de los estratos, de las estadísticas. Pero no iría hasta el
fondo de las cosas; digo bien: el fondo de las cosas en
tanto cosas. La estrategia que pretende la programación
de lo cotidiano es global; es una estrategia de clase.
De ese plan, de su realización, unos se benefician, los
otros, la mayoría, lo padecen más o menos. En la cima
de la escala jerárquica algunos (los habitantes del Olim-
po) trascienden, en apariencia, la cotidianidad. Abajo de
la escala, en la nueva pobreza, una enorme masa sufre el
peso, soporta la pirámide, vive en la ambigüedad «sa-
tisfacción-frustración», experimentándola hasta el con-
flicto. Las conclusiones están claras ...
-¿No piensa usted algunas veces como un izquier-
dista?
-Mil excusas. Hay ideólogos de derecha e ideólogos
de izquierda, aunque la clasificación de las ideologías no
se efectúa siempre según criterios precisos. La crítica
de izquierda y la de derecha no coinciden, ya traten de
la historia, de la tecnicidad o de la sociedad llamada
de consumo. Se habla de izquierdismo cuando la crítica de
izquierda ataca una ideología llamada de izquierda: el
Capítulo 5 La vida cotidiana en el mundo moderno 235
Hacia la revolución cultural permanente de la producción (producción de cosas y de relaciones,
producción de obras y de productos), Marx hizo hincapié
en la producción de productos, es decir, en el aspecto
esencial y específico de la producción industrial en el ca-
pitalismo. Permitió así (sin autorizarlas, naturalmente)
interpretaciones unilaterales de su pensamiento, del co-
nocimiento, de la realidad social. Además, un proceso
vinculado a la industralización, pero diferente y especí-
fico, la urbanización, se iniciaba en tiempo de Marx. No
pudo apreciar ni su importancia ni su relación con la
industrialización. No supo y no pudo descubrir en la
producción de lo urbano la finalidad, el objetivo y el sen-
tido de la producción industrial. De ahí una segunda li-
mitación de su pensamiento y una posibilidad reforzada
de interpretaciones mutiladoras, ya que se consideró que
la industria tenía en sí misma su sentido, su racionalidad,
su finalidad. La sociedad actual se cree, se ve, se pien-
l. Primeras conclusiones sa dinámica. En realidad, se halla estancada en el inter-
me?io, entre la industrialización y la urbanización, apa-
Condensemos primero en unos enunciados (o tesis) lo reciendo aún como fines la industria y el crecimiento
esencial de la crítica de la vida cotidiana. económico, mientras que se considera la meta real como
a) Llevar hasta el lenguaje, el concepto, el sentido, un accidente, como un resultado contingente.
la producción industrial desde el momento de su apari- En el El Capital, Marx analizaba dialécticamente (de
ción, mostrar las nuevas capacidades creadoras que en- forma crítica) el modo de producción capitalista. Revela-
trañaba la industria naciente, éste fue el papel y el sen- ba (tras Smith y Ricardo, pero yendo más al fondo y más
tido de la teoría marxista. Marx realizó esta misión histó- lejos) la forma del valor de cambio y de la mercancía
rica después de los grandes economistas ingleses (Smith, como piedra angular, fundamento teórico y base histó-
Ricardo), después de Saint-Simon, utilizando y volviendo rica de ese modo de producción. Volviendo sobre unas
contra la filosofía hegeliana su propio método y sus pro- tesis anteriores, Marx denunciaba el riesgo de una exten-
pios conceptos, y, más generalmente, volviendo contra sión prácticamente ilimitada del valor de cambio del
el «mundo del revés» las adquisiciones de este mundo. dinero, de su poder real. Descubriendo en la merc~ncía
Señaló las posibilidades de la industria, explicitó sus vir- una forma, una lógica, un lenguaje, un mundo, mostraba
tualidades, a saber, el dominio de la naturaleza, la trans- a la vez su poder destructor y creador, sus graves con-
formación del mundo material y social existente en otro secuencias, sus virtualidades, por una parte, y, por otra,
mundo. la f~erza social capaz de limitar ese temible poder, de
b) Un siglo después de la publicación del primer dommar el mercado y sus leyes, de subordinar la domi-
tomo de El Capital (1867) es posible hacer el balance, nación sobre la naturaleza a la apropiación por el ser
distinguir las adquisiciones del pensamiento marxista y humano de su propio ser natural y social.
sus límites. Después de poner de relieve el doble aspecto e) La advertencia de Marx no ha sido bien compren-
234
236 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 237
dida, en particular por los movimientos políticos que invo- que reclama métodos y procedimientos intelectuales nue-
can su teoría. El pensamiento marxista se ha escindido en vos para su análisis crítico. A falta de semejante análisis,
interpretaciones y versiones que lo han disociado (eco- se ha podido pretender que existen estructuras ocultas,
nomicismo, por una parte, es decir, prioridad de la or- incognoscibles, de esta sociedad y de toda sociedad. Si
ganización, de la planificación, de la racionalidad indus- bien es cierto que el proceso no puede imputarse a un
triales; politicismo, por otra, es decir, prioridad del «sujeto», el análisis descubre, sin embargo, en él una
activismo, de las instituciones, de las ideologías, so capa estrategia de clase. A la actividad creadora de obras se
ambos de un filosofismo de la historia o de la naturaleza sustituye una pasividad contemplativa, un consumo de-
material). La teoría del mercado, del valor y sus leyes, vorador de signos, espectáculos, productos, pero también
de su superación, ha quedado en la sombra; se ha disocia- de obras, las del pasado. Consumo ingrato: viviendo de
do entre un izquierdismo utópico (que querría trascender la historia, de las obras y de los estilos, niega la historia,
el cambio y la ley del valor por un acto revolucionario no comprende las obras, rechaza y refuta sus condiciones.
absoluto) y un oportunismo de derecha, que concede al La reducción ha sido primero práctica antes de recibir
economicismo la mayoría de sus tesis. Como consecuen- una consagración ideológica. Las ideologías contemporá-
cia, el concepto de apropiación ha desaparecido literal- neas son reductoras, incluidas aquellas que pretenden
mente del pensamiento marxista. La misión esencial de constituirse en ciencia operativa. Sancionan una praxis
la clase obrera es considerada política (cambio de las mutiladora, disimulada bajo las apariencias y las ilusio-
instituciones del Estado) o económica (crecimiento de nes de una realización final. Las ideologías transforman
la producción con extensión del mercado), subestimando el hecho en derecho y la reducción efectiva en «cienti-
las limitaciones que hay que imponer al mundo de la mer- ficidad».
cancía, sin concebir ni el método ni el ámbito social y e) Así se establece, consolida y programa la coti-
mental de esta limitación. Se ha extraviado, por así de- dianidad, espacio social y suelo del consumo organizado,
cirlo, una indicación central de Marx y de El Capital, de la pasividad sostenida por el terrorismo. Este espa-
apartándose de la conciencia social, fuera de la ideolo- cio social se describe. El análisis descubre una irracio-
gía y de la teoría. nalidad latente bajo el racionalismo manifiesto, una in-
d) Aprovechando estos fallos teóricos, favorecidos coherencia bajo la ideología de la coherencia. Muestra
por una coyuntura histórica, con un coste social incal- subsistemas, espacios dispares, pero unidos por el discur-
culable (dos guerras mundiales, una tercera en perspec- so. Responde también a la pregunta: «¿Cómo puede fun-
tiva), sobre la base de transformaciones técnicas acele- cionar esa sociedad? ¿Por qué no cae hecha pedazos?»
radas, las relaciones de producción capitalistas no han Respuesta: «Por el lenguaje y el metalenguaje, por la
desaparecido. Se han adaptado y consolidado (momen- palabra que se mantiene viva bajo el discurso en primero
táneamente) en una parte del mundo, sin dejar de gra- y segundo grado, bajo las avalanchas de escritos.» El
vitar sobre la otra parte. En estas circunstancias se ha suelo, en apariencia sólido, no es inquebrantable. Ni mu-
operado una gigantesca desviación de la capacidad crea- cho menos. Marx nunca concibió lo económico como de-
dora. La clase obrera debía y podía asumir este despligue terminante o como determinismo, sino el capitalismo
de virtualidades inmanentes a la producción industrial. como modo de producción en que predomina lo econó-
No ha cumplido (hasta nueva orden) esta misión. Ra- mico. En consecuencia, designó lo económico como ni-
zones y causas: se han producido sustituciones, despla- vel al que referirse. Hoy ese papel lo juega la cotidia-
zamientos, reemplazos y derivaciones. Proceso complejo nidad. Domina, es fruto de una estrategia global (econó-
238 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 239

mica, política, cultural) de clase. Es a este nivel al que marxista, de estrategia y de acción destinadas a cambiar
hay que referirse lanzando consignas, las de una revo- el mundo, la vida y la sociedad. Por lo demás, es eviden-
lución cultural con implicaciones económicas y polí- te que en la proximidad de esta cima, el poder del Es-
ticas. tado, la dialéctica parece perder sus derechos. Todo ocu-
f) La idea de revolución e incluso de revolución total rre como si el poder pudiera aplastar el movimiento, todo
permanece intacta. Más aún: la revolución no puede con- movimiento; como si pudiera no resolver, sino marginar
cebirse sino total. Si el concepto de revolución se ha os- las contradicciones. Y, no obstante, el movimiento con-
curecido, ha sido a consecuencia de las reducciones acep- tinúa: la historia, aunque el poder afirma que continúa
tadas sin crítica y sin contestación y luego dogmatizadas. porque él la hace.
Restituida en su totalidad, la idea de la revolución pre- En el nivel cultural. Las interpretaciones economicis-
senta tres niveles: tas, politizantes y filosofantes del pensamiento marxis-
En el nivel económico, la estrategia de la revolución ta han cegado esta perspectiva. Se suponía que la acción
explicita su objetivo. El crecimiento de la producción revolucionaria atacaba la base económica y a las super-
industrial, su planificación, si bien necesarias, no basta. estructuras políticas y que el resto vendría después: ideo-
La meta, el sentido (es decir, la orientación y la finalidad), logías, instituciones diversas; en una palabra, cultura.
se determinan así: realización de la economía de abun- Ahora bien, este nivel ha recuperado, reconquistado o
dancia, producción industrial en crecimiento por medio conquistado su especificidad 1• Ha sido reconocido con
de la automatización completa, en función de las nece- ocasión de las dificultades y el retroceso de la revolución
sidades sociales (y no de las necesidades individuales en los otros planos. Poco después de la toma del poder,
programadas), necesidades sociales que se detectan en en los alrededores de 1920, Lenin constataba la urgen-
t::mto que demandas de la sociedad urbana en gestación. cia de una transformación «cultural» de la clase obrera
La automatización de la producción no puede tener como sov!ética! que ~a hiciera capaz de administrar el país,
meta y sentido la automatización de los consumidores. regtr la mdustna, dominar la técnica, asimilar la ciencia
Esta sustitución revela una colosal estafa. En el nivel y la racionalidad occidentales superándolas. Hoy la es-
económico, considerado aisladamente, el acto revolucio- pecificidad reconocida del nivel (plano) cultural ~utoriza
nario se atasca, pierde de vista el objetivo. la elaboración de proyectos a este nivel. ¿En qué medida
En el nivel político: el objetivo de la estrategia revo- se puede soslayar el Estado y sus instituciones? ¿Es po-
lucionaria no ha cambiado desde hace un siglo. Sobre sible desviar las instituciones «culturales» de sus metas
este punto, no hay razón alguna para modificar, revisar terroristas? Tal vez, en la medida en que hay abierta-
o completar el pensamiento de Marx. La desaparición mente, si no oficialmente, crisis de la cultura, de las ideo-
progresiva del Estado sigue siendo la meta y el sentido. logías, de las mismas instituciones, en la medida en que
Tomado aisladamente el nivel político, la revolución ha el terror no logre cerrar este microcosmos. ¿Es posible
dado el stalinismo: la idolatría del Estado, el medio to- eludir las coacciones procedentes del economicismo de
mado como fin. Ninguna estructura estatal y política tie- la racionalidad económica, de la planificación, de Id ra-
ne derecho a invocar el marxismo, a menos que esa meta cionalidad limitada que se cree total? Tal vez en la
y ese sentido estén expresamente formulados, insertos medida en que estas coacciones no lleguen a co~pletar
en la práctica social, no sólo a título de meta estratégica, el círculo, a cerrar los circuitos según su programación
sino en el plano táctico. Si no, está prohibido (teóricamen- a sistematizar el conjunto de la sociedad. De ahí el in~
te: por la teoría) hablar de revolución, de pensamiento terés, por una parte, de las fisuras del edificio, y por otra,
240 Henri Lefebvre
La vida cotidiana en el mundo moderno 241
de las exigencias imprevistas de .la «realidad» en marcha
ascendente e imperiosa: la realidad urbana. . leyes). A un conocimiento transformado corresponde,
· Con el concepto de hombre, con el viejo hum~nzsmo pues, el papel que desempeñaba la filosofía. La filosofía
(el del capitalismo competitivo y 1~ burguesía hber~~), como tal acompaña el conflicto de la ciudad y el campo,
la noción de creación se ha desacreditado. La revoh:cwn la aceptación de la «naturaleza» como tal, el predominio
cultural tiene por condición y paso .~rev~?s, por extgen- de la producción agraria y artesanal, la obsesión de la
cias inicial y fundamental, la reha?!hta~wn plena Y ~n­ escasez, la división del trabajo en una sociedad en que
tera de estas nociones: obra, creac10n, hbertad, apropta- las funciones son desiguales, etc. ¿Acaba su papel? ¿Mue-
ción estilo valor (de uso), ser humano. Lo cual no pue- re la filosofía? ¿Se hace folklórica? En modo alguno. El
de llevarse' a término sin una severa crítica de la ideolo- pensamiento crítico, formado a su vez por la tradición
gía productivista, del racionalism? económico y del eco- filosófica, refuta la tesis positivista. La filosofía no so-
nomicismo así como de los mttos y pseudoconceptos brevive en el recuerdo y la cultura. Entra en una vía
de participación, integración, c~~atividad, inclui~as sus nueva, que ya no consiste en la elaboración de sistemas,
aplicaciones prácticas. La revolucton cultural reqUler: una sino en una incesante confrontación entre la imagen, el
estrategia cultural, de la que pueden ser enunctados concepto, el proyecto del ser humano elaborados por los
algunos principios. filósofos, por una parte, y por otra, la «realidad», la
práctica. Lo cual implica el conocimiento de la filosofía
como totalidad, como trayecto y proyecto, es decir, de
2. Filosofía de las coacciones y todos los filósofos, de las condiciones y contextos histó-
coacciones de la filosofía ricos de las filosofías, de sus contradicciones, del movi-
miento que efectúa el conjunto. Reinterpretar las filo-
A lo largo de dos mil años, la investiga.ción teórica de sofías que interpretaron el mundo, extraer de ellas los
un estatuto del ser humano natural y sooal, en el mun- instrumentos teóricos de cambio, llevar a término la re-
do y en el entorno natural, fue confiada a los filósofos. volución teórica, tal es el horizonte del pensamiento
El pensamiento filosófico presentaba y representaba !a revolucionario renovado.
creación del ser humano por sus esfuerzos; .r~sumta Por ello, la tendencia a elaborar sistemas filosóficos
práctica y conocimientos esparcid?s en .las act~v~d~des nuevos (en apariencia) no carece de peligros. Un sistema
diferenciadas. La aparición de la m~ustna ~od1~1;o de filosófico, hoy, corre el riesgo de volver sobre temas,
pies a cabeza el estatuto de la filosofta y la s1tuac10~ del categorías, problemas, ya muy elaborados y sin duda
filósofo. En esta praxis nueva se encuentra deposttada agotados. Además, corre el riesgo de contribuir al terro-
y se reconoce por la reflexión la cap~cidad c.rea?or~ .del rismo. ¿Y no es el dogmatismo un aspecto, y no el
ser social que la filosofía comprendta. ,no sm mfltgule menor, de ese terrorismo generalizado?
las limitaciones propias a la especulacwn, a la conte~­ Hoy, han hecho irrupción algunas palabras en el vo-
plación, a la sistematización. ~i}osófica. Al filósofo m- cabulario de la reflexión que pretende ser filosófica o
cumbía en otro tiempo la m1s10n de buscar y form~ar que elude el problema de la filosofía. Estas palabras co-
el sentido de las relaciones y de las cosas. ~ora bten, bran valor al ser portadoras de significados privilegiados:
la industria produce sentido, introduce u~ senttdo nuevo: normas, coacciones, exigencias, imperativos. No olvi-
la dominación sobre la naturaleza matenal (en lugar del demos la palabra «rigor» y, naturalmente, la palabra «sis-
conocimiento «desinteresado» de los fenómenos y de las tema». Estos términos, como se ha visto, son la refle-
xión o simplemente reflejan un racionalismo limitado, el
Henrl Lefebvre, 16
242 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 243
de la burocracia, de la ideología tecnocrática, de la pla- nueva ~ un filósofo genial a inventar palabras nuevas y
nificación industrial (que descuida la problemática nueva a cambiar los nombres de las cosas? Si hay en alguna
de lo urbano en beneficio de una sola organización, la parte un proyecto extravagante, es el de cambiar la vida
del crecimiento industrial, ordenando imperativamente c~biando las palabras. Apenas enunciada, esta proposi-
la disposición del territorio y la distribución de la po- cwn. se condena. ~n el summun del metalenguaje, el dis-
blación). cursista toma su discurso en enésimo grado (¿hay un últi-
Asistimos, pues, a la formación de un sistema: la filo- mo grado?) por el mensaje absoluto, por el «fíat lux»
sofía de las coacciones. Los determinismos sociales ya de nuestra époc~ .. Il?sión. Para salir de ello, es preciso
no se conciben como obstáculos a vencer, datos a domi- recuperar la cotidiamdad (y no desmentirla, desamparar-
nar y a apropiarse por medio de la acción consciente, la, o abstraerse. de ella y evadirse), pero recuperarla acti-
sino como fundamentos, como constituyentes, deter- vam:nte,. contribuyen?? a transformarla. Estas operacio-
minantes; en otras palabras, como principios coercitivos nes Implican la creacwn de un lenguaje (o más exacta-
a observar y respetar. Y eso por razones políticas igual- mente: una creación de lenguaje). Llevar lo cotidiano al
mente denunciadas en otra parte. La filosofía convertida lenguaje es ya transformarlo, esclareciéndolo. Transfor-
en metalenguaje de la estrategia de clase encubre y jus- mar lo cotidiano es producir algo nuevo, que requiere pa-
tifica esa estrategia. No la presenta como proyecto a labras nuevas.
escala global ni como proyección de una voluntad polí- . ~a ?isciplina filos?fica conserva sus metas pedagógicas,
tica, sino bajo la rúbrica de las necesidades que tienen didactlcas. Con la cmdad y en la ciudad, al lado de los
fuerza de ley. De la filosofía de lo finito y de la finitud monumentos y de las fiestas, la filosofía fue obra por ex-
se pasa a la aceptación de las cosas tal como son, de la celencia. Las filosofías no sólo jalonan el tiempo históri-
vida tal como es. Sofisma en contradicción con la filo- c?, .sino que desi~nan una relación «temporalidad-espa-
sofía. ~Iali~a~~' un espa~Io sometido al tiempo, marcado por él,
La tradición filosófica aporta coacciones primero ne- mscribiendose el tiempo en el espacio. Ahora bien estos
gativas. Prohíbe afirmar ciertas bobadas, enunciar tauto- temas pasan a constituir lo esencial de la cultura r~ova­
logías o incoherencias. Por esta razón, como la lógica, es da por la preo.c;tpación d.e. lo cotidiano, por su crítica y
una disciplina insuficiente, pero necesaria. A la filosofía s? transformacwn. Rehabilitar la obra sin por eso depre-
de la aceptación, la tradición filosófica opone la crítica Ciar .el product?,. restituir el tiempo como bien supremo
radical, el distanciamiento, la rebeldía y la libertad. A la (el tlC:~PO de vtvtt ), forma parte de los objetivos de la re-
filosofía de la finitud opone la filosofía del deseo. De volucron cultural. No se trata de suprimir la filosofía de
estos conflictos nace un pensamiento renovado, que sale la cultura, sino, por el contrario, de darle un sentido di-
del metalenguaje filosófico, que pasa entre dos escollos: ferente y nuevo, devolviéndole (a ella como al tiempo y
el fin de la filosofía clásica y la continuación de la anti- a la obra) valor de uso.
gua filosofía. La comp~ensión. de la obra a partir de la filosofía legiti-
Aquel que pretendiera prescindir del lenguaje filosó- ma una crítica radical de la estética y el esteticismo como
fico mentiría, y, además, este sofista se serviría de ello metalenguaje. Ahora bien, el esteticismo parodia hoy la
para enunciar su pretensión. Es por lo demás cierto que metamorfosis de lo cotidiano, utilizando técnicas de modo
el metalenguaje termina (incluido el metalenguaje de la i~m:?iato (saltándos; .la mediación del arte como apro-
filosofía y la filosofía como metalenguaje) por conde- piacion). Cuerp?s movdes que giran y cantan, muros que
narse a sí mismo. Para salir de ello, ¿van una filosofía se colorean segun sus pasos o sus palabras, un pasillo mu-
244 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 245
sical, un paseo trucado como un decorado de ópera, todo Nuestra revolución cultural tiene como meta y sentido
este esteticismo anuncia posibilidades y no las realiza. De- la creación de una cultura que no sea institución, sino es-
pende aun del consumo de signos, del metalenguaje. La tilo de vida. Se define primero por la realización de la
restitución de la obra hará justicia a estas ridiculeces filosofía en el espíritu de la filosofía. La crítica radical
«modernas». de la cultura, del prestigio y de las ilusiones vinculadas a
esta palabra, de su institucionalización, conduce a resti-
tuir plenamente la filosofía y su importancia teórica y
3. Nuestra revolución cultural práctica, pedagógica y vital, mental y social. ¿De qué
filosofía hablamos? De la filosofía occidental, la que va
La «revolución cultural», como hemos intentado mos- de Platón a Hegel. No se trata ni del pragmatismo ame-
trar, es un concepto. Se encuentra implícito en el pensa- ricano ni de Confucio o Buda. En Estados Unidos (¿quién
miento de Marx, explícito en las obras de Lenin y Trot- lo ignora?), la cultura sufre cruelmente de falta de filo-
ski. En China, Mao Tse-tung la ha recogido en condicio- sofía. En la U. R. S. S., la cultura oficial ha creído con-
nes específicas. En tanto que concepto se vincula a la veniente constituir una filosofía con el pensamiento de
problemática marxista. ¿Cuáles son las relaciones entre Marx, cuando lo que este pensamiento pretendía era la
base, estructura y superestructura? ¿Entre teoría y p_rác- realización del proyecto filosófico. Finalmente, Oriente
tica? ¿Entre ideología, conocimiento, acción estratégica? tiene sus filosofías propias y nosotros nos guardaremos
¿Son estas relaciones estables o cambiantes? ¿Estructu- de pronunciarnos sobre ellas. La realización de la filosofía
rales o coyunturales? define la revolución teórica mediante la cual comienza
¿Se trata de tomar la revolución cultural china como la revolución cultural.
modelo? En modo alguno. Su interés, su importancia, La restitución de la obra y del sentido de la obra no
es haber sacado el concepto de la sombra, haberlo lleva- tiene un objetivo «cultural», sino práctico. En efecto,
do a la luz del lenguaje «moderno». ¿Cómo concebir un nuestra revolución cultural no puede tener metas simple-
esquema idéntico para un país con predominio agrario mente «culturales». Orienta la cultura hacia una prác-
y para un país altamente industrializado? ¿Cómo trasla- tica: la cotidianidad transformada. La revolución cambia
dar un esquema así? Sólo teóricos marcados por los ex- la vida y no solamente el Estado o las relaciones de pro-
traños procesos anteriormente analizados (desplazamien- piedad. ¡No tomemos los medios por el fin! Cosa que
tos, sustituciones, reemplazamientos) pueden plantearse la se enuncia de esta manera: «¡Que lo cotidiano se con-
posibilidad de esta transposición. vierta en obra! ¡Que toda la técnica sirva a esta trans-
Nuestra revolución cultural no puede pretender ser as- formación de lo cotidiano!» Mentalmente, el término
cética. No es la revolución a partir de una cultura, y· me- «obra» ya no designa un objeto artístico, sino una acti-
nos aún por y para la cultura. No puede pretender en- vidad que se conoce, que se concibe, que re-produce sus
carnar en lo real y en la práctica social una cultura, propias condiciones, que se apropia estas condiciones y
mientras que nuestra cultura se fragmenta, se desmigaja, su naturaleza (cuerpo, deseo, tiempo, espacio), que llega
se descompone en el moralismo y el esteticismo y la ideo- a ser su obra. Socialmente, el término designa la acti-
logía de la técnica. La disolución se manifestaría mejor vidad de un grupo que se apodera y se hace cargo de su
si la «cultura» no tuviese una función terrorista bien de- papel y destino social; dicho de otro modo, una auto-
finida. En esta cultura, sólo la filosofía se sostiene aún gestión. Observadores superficiales ponen de relieve la
a condición de que se la mantenga dándole un sentido. distancia que separa Pekín de Belgrado; pueden opo-
246 Henri Lefebvre La vida cotidiana en el mundo moderno 247

ner autogestión y revolución cultural. En el plano de industria, la producción no tendrá por finalidad y sen-
los conceptos y de las significaciones, esta oposición po- tido la vida urbana, ni las necesidades sociales de la so-
lítica desaparece. La autogestión revela a su escala un ciedad urbana en cuanto tal. Es, pues, sobre el plano
cierto número de contradicciones, incluidas las contra- de la producción, a este nivel, donde se juega la partida
dicciones «culturales». Forma parte de la revolución y la estrategia designa sus objetivos. La realización efec-
cultural en lugar de refutarla. Lo que no resuelve los tiva de la sociedad urbana implica a la vez un programa
problemas que plantea la autogestión, pero permite formu- político (concerniente al conjunto de la sociedad, al te-
larlos en toda su amplitud. rritorio entero) y el dominio de lo económico.
Enumeremos ahora algunos aspectos o elementos del Sin embargo, la reforma urbana puede hoy tener el
proceso revolucionario: papel y la importancia que tuvo por espacio de medio
a) Reforma y revolución sexual. El cambio a realizar siglo la reforma agraria (y que aquí y allí conserva).
no concierne solamente las relaciones «femenino-mascu- Como reforma revolucionaria, quebranta las estructuras
lino», la igualdad jurídica y política de las partes contra- ~e la propiedad, del derecho y de la ideología neocapita-
tantes y contrayentes, la desfeudalización de las relaciones hstas. Detener en la vía de la degradación la vida urbana
de sexo a sexo y su democratización. La transformación todavía existente, inventar formas nuevas, permitir a es-
debería modificar las relaciones (afectivas e ideológicas) tas formas desarrollarse, abrir camino a los gérmenes de
entre la sexualidad y la sociedad. La sociedad represiva 1~ ~ociedad urbana, ~on_ objetivos que desbordan las posi-
y el terrorismo sexual deben ser vencidos en toda lí- blhdades del neocapltahsmo y de la sociedad de consumo
nea y abatidos por todos los medios de la teoría y de la dirigida. La burguesía más cultivada apenas puede con-
praxis. La represión sexual no debe ser asunto (y asunto cebir lo lúdico como obra, la ciudad lúdica, y menos
esencial) de instituciones. Debe cesar. Tanto más cuanto aún realizar sus condiciones espacio-temporales.
la represión y el terror exceden considerablemente al e) La fiesta reencontrada, amplificada, superando la
c?ntrol de 1? vida sexual, se extienden a todas las poten- oposición «cotidianidad-festividad», y teniendo lugar este
Cias y capacidades del ser humano. ¿Se trata de suprimir paso de lo cotidiano a la fiesta en y por la sociedad ur-
todo control de la vida sexual? Ciertamente, no. La bana, tal es la formulación del artículo final del proyecto.
ausencia de control correría el riesgo de degradar y des- Al regresar al punto de partida, recogemos de nuevo el
truir el deseo, que se reduciría a una necesidad en lo con~epto de apropiación para colocarlo en su sitio: por
inmediato. No hay deseo sin control, aunque la represión enc1ma de los conceptos de dominación (sobre la natu-
construida sobre el control suprima el deseo o lo desvíe. raleza material) y de praxis en la acepción habitual.
El control debe corresponder a los interesados no a insti- Saint-Just decía que la idea de felicidad era nueva en
tuciones, aún menos al orden moral y al terrori~mo unidos. Francia y en el mundo. Otro tanto podría decirse de la
b) Reforma y revolución urbanas. No cabe confusión idea de desgracia. La conciencia de la desgracia supone
alguna sobre este punto. La revolución hará «lo urbano» la posibilidad de algo distinto (de una vida distinta) de la
y no lo urbano la revolución, aun cuando la vida urbana y existencia desgraciada. Tal vez hoy el conflicto «felicidad-
sobre todo la lucha por la ciudad (por su conservación desgracia» (o mejor: conciencia de la felicidad posible-
y renovación, por el derecho a la ciudad) pudieran pro- conciencia de la desgracia real) sustituya y suplante la
porcionar marco y objetivos a más de una acción revo- antigua idea de destino. ¿No sería éste el secreto del
lucionaria. Sin una metamorfosis de la racionalidad en malestar generalizado?
la planificación industrial, .sin una gestión diferente de la París, 1967,
Notas

Capítulo 1
1 Cf. Hermann Broch, Création littéraire et connaissanc"e, tr. fr.
París, 1966, ed. Gallimard, pp. 193-200, 243 y ss.
2 Claude Simon, La route des Flandres, edition 10/18, pp. 16-17
(texto seguido de una entrevista con el autor y de un comentario
por J. Ricardou).
3 Véase Marx philosophe, P. U. F., 1964.
4 Vamos a resumir aquí los tres primeros volúmenes de la
Critique de la vie quotidienn'e (ed. L'Arche). El primero, apare-
cido en 1946, ha sido reeditado en 1959. Es una introducción.
El segundo apareció en 1963. En cuanto al tercero, está en curso
de redacción, y la presente obra contiene un «digest», es decir, lo
esencial, suprimiendo muchos hechos, análisis y argumentaciones.
S La teoría critica de la vida cotidiana se distingue, pues, ra-
dicalmente de los estudios que alcanzan a las relaciones interperso-
nales, a partir de las cuales se erigen teorías psico-sociológicas
que pretenden extraer lo «específicamente social». (Cf. L'homme
et la Société, núm. III, 1967, p. 63.)
6 Cf. F. Brandel, La Civilisation 'materielle, 1967.
7 Tomo I, 1." edición: Grasset, 1946; 2.• edición: L'Arche.
s Estos hechos significativos no son ni únicos ni separables de
muchos otros. Por lo que respecta a Francia, recordemos aquí el
papel esencial de la semi-planificación, de la Contabilidad Nacio-
nal y la importancia de los estudios sobre los gastos domésticos
y sobre el consumo. La extensión del crédito (y de la situación de
crédito) figura entre dichos hechos significativos.
249
250 Henri Lefebvre Notas 251
9 El autor interviene aquí para reconocer que ha dudado algún
tiempo ante estas conclusiones. Durante este periodo (1950-1960)
más de una vez ha pensado en abandonar el concepto y el estudio Capítulo 2
emprendidos. Lo cual explica el largo intervalo entre el primer
volumen, Introducción a la Crítica de la vida cotidiana (1946), y 1 Cf. Utopie, núm. 1, pp. 96-107, artículo de J. Aubert, notas
el segundo (1962). de Jean Baudrillard.
2 Entre los exploradores de lo imaginario social, citemos, sin
10 Esta definición no es incompatible con alguna otra; por
ejemplo, capitalismo monopolista de Estado. En nuestra opinión, atender orden alguno: G. Bachelard, J. P. Sartre, E. y V. Morin,
permite analizar mejor las funciones y estructuras de esta sociedad. R. Barthes, Jean Duvignaud, H. Raymond. Sin olvidar a aquellos
Va más lejos en lo actual y en lo posible que «capitalismo mono- cuya lista sería larga: autores de teatro y de ciencia-ficción, ci-
polista de Estado», el cual pone un acento en lo económico y neastas, etc.
favorece un economismo, ideología y «valor» de la sociedad con- 3 Como ha visto y mostrado Michel Foucault en las páginas fi-
siderada. nales, deliberadamente sibilinas, de su libro Les Mots et les Choses.
11 Volveremos a encontrar más adelante la noción de obsoles- 4 Cf. R. Barthes, Le Systeme de la mode, Seuil, París, 1966.

cencia. Apenas es necesario señalar que en este libro el análisis metódico


12 La crítica de la vida cotidiana, según el proyecto inicial,
del lenguaje de la moda es de primer orden, pero que la «reali-
debía figurar en un tríptico con «La conciencia mitificada» y «La dad» de la moda (sociológica: las mujeres, los tejidos, los precios;
conciencia privada». La conciencia no ha dejado de ser privada y en suma, la influencia o la importancia del sistema) falta. Tal era,
frustrada; sin embargo, a la crítica del individualismo (privación en efecto, el propósito del autor. Nuestro interés comienza donde
de contactos y de comunicaciones) se superpone hoy una reivindi- acaba el suyo: la inserción de la moda en la cotidianidad.
S Véanse los dibujos de Sempé (aunque su humor, teñido de
cación nueva: el derecho a la soledad, a la vida privada, a huir
de los terrorismos que aniquilan. En cuanto a la mitificación, pri- grotesco, sea poco peligroso y muy fácilmente recuperable; es decir,
mero, se ha generalizado; después, el término ha penetrado hasta integrable a lo existente).
en el periodismo; por último, los ideólogos conscientes presentan
hoy la ideología como no ideológica y como recurso contra las
mitificaciones (ciencia «pura», alta cultura, etc.). Por estas razones Capítulo 3
abandonamos el proyecto.
13 Cf. el capítulo siguiente de la presente obra y más tarde el 1 Le langage et la société, col. Idées, 1966.
volumen tercero de Crítica de la vida cotidiana, del que aquí da- 2 Cf. Institut de Sociologie Urbaine, Les pavillonaires, París,
mos el esbozo. C. R. U., 1966, t. II. (V. Haumont.)
14 Conviene recordar que nosotros (el autor y los que piensan 3 Cf., particularmente, Introduction a la modernité, Ed. de Mi-
~om? ~1) rechazamos la,s r:ostalgias y !a. vuelta al pasado, que no nuit; pero también el vol. III de Critique de la vie quotidienne,
mcnmmamos a la «maqmna», electroruca o no, de información ed. Arche, en preparación.
o de gran gasto energético. Al contrario, la no-automatización 4 Ejemplo: las novelas de Christiane Rochefort.
planificada del aparato productivo trae consigo la programación s Muchas notas lo anuncian: «La decencia de las figuras atem-
de los consumidores. La automatización liberaría (quizá) las ener- peraba las provocaciones del vestido... Esta reunión de mujeres
gías creadoras de obras. La «sociedad burocrática de consumo medio desnudas hacía pensar en el interior de un harén; a la men-
dirigido» camina hacia nuevas contradicciones. Unicamente la te del joven acudió una comparación más grosera. En efecto, se
producción industrial puede automatizarse. El consumidor huye encontraba allí todo tipo de bellezas ... » (Education sentimentale,
hace falta cercarlo. Desplazando el problema fundamental est~ Pléiade, p. 191.)
sociedad corre el peligro de naufragar. En tanto que la vida 'social
ya ha fracasado y la liquidación del humanismo impotente supone
una confesión. Capítulo 4
15 Cf. One dimensional man, Beacon Press, Boston, 1964.
1 Alusiones a Jean Paulhan, M. Blanchot, R. Barthes, H. Mar-
cuse, D. Riesman, etc.
2 Este sería, sin duda, el lugar de solventar algunas dificultades,
de ajustar algunas controversias. Dejemos expresamente de lado
las cuestiones de fechas, de prioridades. Cuando los problema8 e
252 Henri Lefebvre
Notas 253
i?eas están «;~!- .el aire», se aperciben también en la tierra, par-
tiendo del anahs1s de lo real. El concepto de «sociedad represiva» Tie? e desde el comienzo aspiraciones y deseos contradictorios (se-
procede de Malinovski. Nadie ignora que Malinovski no encontró gunda.d, aventura, P.r<?tección, indepen~enci~). Por una parte, se
huellas entre los trobriandeses de censura, de rechazo, de Edipo. apropza de las cond1c10nes de su prop1a existencia social, más o
El control social sobre la vida sexual y la fecundidad se ejerce menos, según las condiciones y según las actividades. Por otra
según él, por otras vías que no son las de la represión. Para él; parte, sufre las coacciones. Accede así en el cuadro familiar a una
cotidianidad que resuelve o no resuelve el conflicto entre ser-
la cens~r~ y el r~chazo ti~nen causas y razones definibles; por
tan~o, hmJtadas. S1 hay sociedad represiva, es que la represión es
vidumbres y aprendizaje (coacciones y apropiación). El desarrollo
soc1al. Reprocha, pues, a Freud haber sancionado y elevado al ab- del niño y del adolescente va más o menos lejos y termina por
soluto circunstancias locales (las de la familia en la sociedad occi- atascarse en la madurez, por chocar contra la cotidianidad en la
dental, en Viena, a comienzos del siglo xx) y haber erigido así edad adulta. El lenguaje, el discurso y también las presiones pa-
en . proposiciones científicas y en regla general de la existencia
ternas y las relaciones afectivas del individuo con la constelación
familiar juegan papeles importantes, aunque desiguales en este
soc1al una forma ?e represión. Reproche en parte injusto, ya que
Freud tema confianza en el papel liberador del conocimiento proceso dialéctico. '
con~retam~nte el psicoanálisis. Ahora bien, a partir de Freud, un~ Otra tesis o hipótesis. Entre los fundamentos de la represión
figuran las relaciones de los grupos sociales con la tierra. Estas re-
co~nente Importante, la más importante quizá del psicoanálisis
sahda de su obra, parece haber abandonado toda función libe- laciones tienen un doble aspecto: por un lado los recursos natu-
rales (limitados), y por otro, la sacralización 'por las sociedades
radora del conocimiento para no ver en él más que el reconoci-
del suelo al que están vinculadas, lo que trae consigo inmensos
miento y la consagración de las coacciones. Así, la prohibición del
sacrificios (es decir, religiones del sacrificio). A esta sacralización
incesto (y correlativamente de Edipo) ha sido erigida en «pilar»,
a la vez epistemológico y práctico, de la vida social. Herbert Mar- pone fin la vida urbana.
3 Cf. pp. 38 y SS., 251.
cuse llama «revisionista» a esta tendencia. Este psicoanalista de 4 Cf. p. 248.
inspiración marxista acusa, pues, al psicoanálisis en general de 5 No es, pues, el espacio de la falsa conciencia (tesis de J. Ga-
aportar su contribución al terrorismo, de recuperar los comporta-
mientos desviados después de haberlos clasificado entre las neu- b.el, La Fausse co_nsc~ence, Editions de Minuit, col. Arguments),
rosis, de proporcionar un apoyo ideológico a la antigua presión smo el de la conc1enc1a real o el de la conciencia de lo real sepa-
social ejercida en nombre de las normas y de lo normal sobre las rada ~e lo P?sible, de lo virtual, de la actividad formadora. 'No es
«consciencias» y las «inconsciencias». Explica, por tanto la re- tan solo patogena. El terror se normaliza.
presión y la sobre-represión en términos psicoanalíticos (~1 alter
6 Cf. Le degré zéro de l'écriture, Seuil, 1958· pero también Paul

ego, el ego, el superego -Eros y Thanatos-, el principio de placer Valéry, Varietés, II, p. 231. '
7 Investigaciones en este sentido han sido ya llevadas a cabo
y el de realidad). Por tanto, ha continuado la elaboración de
los conceptos de sociedad represiva y de sociedad sobre-represiva. por Georges Lapassade, René Loureau y los miembros de los
Gira en torno a la noción de «terrorismo» sin llegar a ella porque Groupes de Recherche lnstitutionnelle. Pueden llamarse socio-
su análisis crítico sigue siendo psicológico y no llega cl~ramente análisis a tal tipo de investigaciones. Suponen una intervención
hasta lo social (o «sociológico») y, por consiguiente, hasta el do- en 1~, situa~ión e~i~tente, 1~ cotidianidad de un grupo. La inter-
ble concepto de cotidianidad y modernidad. A H. Marcuse y a mu- venc!On soc10-anahuca dzsocta los aspectos de la situación cotidia-
chos otros les faltan también el concepto de mundialidad (y el na, ~ezclado~ a . una falsa evidencia, en un lugar y un tiempo.
correlativo de diferencias actuales o posibles en el seno de lo pla- Asocza expenenc1as hasta entonces exteriores. Procede luego por
netario). i~ducción y transducción. f\sí, la acción de oposición antiestali-
. ~emos visto. recientemente en Francia escindirse el psicoaná- msta en el.seno, <;!~ los parudos comunistas fue en su tiempo un
hsls en tendencias y en escuelas rivales. Para unos, la relación con- notable soclo-anallSls, una parte de cuyos descubrimientos se en-
flictual del niño con la familia y los padres permanece como esen- contraría en el pensamiento (sociológico en particular marxista en
cial; el Edipo sigue siendo el concepto central del psicoanálisis. general) de los años posteriores. El tercer volumen' de Critique
Para. ot.ros, es la ~:!ación del _inconsciente con el lenguaje (y por de la _v~~ quotidi;nn~, que explicitará ciertos puntos de la presente
cons1gmente del mno con el d1scurso) lo que pasa a primer plano. expos1c1on, e~ tara, .sm dud~,. construido a partir de este esquema:
Aquí estamos tentados de rechazar una y otra tesis y de tomar pnmero, lo mmed1ato cot1d1ano, sus variedades y sus desconoci·
por «fundamento» la relación de la infancia con la sociedad· es mientos; luego, la dilucidación de las formas.
decir, con la cotidianidad. El pequeño «ser humano» se beneficia
de su debilidad y compensa en la vida social SJ.l vulnerabilidad.
254 Henri Lefebvre
Indice
Capítulo 5
1 No cabe tomar aquí partido a favor o en contra de la revo-
lución cultural china. ¿Debemos considerarla como un retorno a
sus fuentes de la sociedad china o del movimiento revolucionario
en China? ¿Opone esta revolución -nueva o renovada- un con-
traterror al terrorismo burocrático? ¿Reintroduce el juego, lo lú-
dico, la fiesta en la revolución? ¿O no se propone más que una
movilización de las energías ante la perspectiva de una nueva
guerra mundial? Lo esencial, lo importante, es la reviviscencia del
concepto.
Capítulo l.-Presentación de una investigación y de al-
gunos hallazgos .. .. .. . .. . . .. . .. . .. .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
l. En medio siglo... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
2. Filosofía y conocimiento de lo cotidiano . . ... . . . .. .. 20
3. Primera etapa, primer momento ........................... 39
4. Segunda etapa, segundo momento . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 53
5. ¿Cómo llamar a la sociedad actual? ....... ... . ... .. . . 62
6. Así, pues, ¿qué ha sucedido (en Francia entre 1950
y 1960)? ......................................................... 79
7. Tercer periodo. Desde 1960 .. ...... .................. .. ... .. 84
Capítulo 2.-La sociedad burocrática de consumo dirigido . . . 89
l. Cohesiones y contradicciones . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
2. Los fundamentos del malestar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
3. Una vuelta por lo imaginario . ....... .. . . . ........ .. .. ..... 109
4. Sobre algunos subsistemas . . . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Capítulo 3.-Fenómenos de lenguaje . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
l. La caída de los referentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
2. El metalenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 159
3. Lo grotesco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
Capítulo 4.-Terrorismo y cotidianidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
l. El concepto de terrorismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 177
2. Escritura y terrorismo .. ... . . . ...... ......... ......... ....... 187
3. Teoría de las formas (continuación) ........... ..... ... .. 213
4. La apertura . .. . .. . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . .. 228
5. Breve diálogo .. .. .. .... . ... .. . . . . . . . . . . . . ... . . . . .... . . . . . .. .. . .. 231
Capítulo 5.-Hacia la revolución cultural permanente . . .. .. 234
l. Primeras conclusiones .. . . .. . . .. .. . . .. . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . . . . 234
2. Filosofía de las coacciones y coacciones de la fi-
losofía .................................... , .. . . .. . . . . . . . .. . .. . . . . . 240
3. Nuestra revolución cultural . . .. . ..... ... .... .. .... .. .. ...... 244
Notas ...................................................................... 249
255

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