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PIKAZA Xabier, Diccionario enciclopédico de la Biblia, Sapientia, México, 2013, p. 985.
Ulisses González Carrera Seminario Diocesano de Torreón
la fe en Dios y enseñe a cumplir cada vez mejor su voluntad. Al escriba se le tiene como un
hijo espiritual y un sucesor de los antiguos profetas, que Dios no acaba de enviar ahora, están
convencidos de que se ha acabado el tiempo de los profetas, hasta que llegue el profeta
mesiánico de los ultimas tiempos (El título de profeta concedido a Juan Bautista o a Jesús
significa entonces, para los judíos del Siglo 1, que se ha entrado en los últimas tiempos). Su
conocimiento de las escrituras y su competencia jurídica convertían a los escribas en
personajes indispensables para los diversos consejos y tribunales. Sin ellos, sería Imposible
desbrozar con equidad los casos difíciles Por esta competencia y por las circunstancias
políticas habla numerosos escribas en el sanedrín durante el Siglo I.
Los escribas fariseos llegaran incluso más lejos esforzándose por extender a todo el pueblo
las reglas de pureza que estaban primitivamente reservadas a los sacerdotes en ejercicio,
suscitaron una gran esperanza en las masas también ellas podían estar cerca de Dios con todo
lo que esto significa. Al insistir en la relacion Interior con Dios y en una vida conforme con
la fe, más que en el culto propiamente dicho, los escribas preparan sobre todo a Israel para la
desaparición del templo y del sacerdocio. Después de la catástrofe del año 70 p C. se
convirtieron naturalmente en los jefes del pueblo elegido y el sacerdocio dejo su lugar al
rabinismo. Todo este movimiento se va fraguando y haciendo fecundo en la época
evangélica. Pero no es escriba todo el que quiere, se necesitan largos estudios, un
conocimiento perfecto de la ley y de todas las tradiciones orales entre las que hay algunas
esotéricas reservadas a los estudiantes más seguros, se necesita además rectitud de juicio,
reconocida por los demás escribas2 ¿Se necesitaba quizás también una «ordenación»? Era
obligatoria en el Siglo II d. C. y se confería a los 40 años. Cuando uno es oficialmente escriba
o doctor de la ley, tiene derecho a un vestido especial, signo de la dignidad adquirida, ocupa
la presidencia en casi todas las reuniones y es saludado respetuosamente por todos cuando
pasa un escriba por la calle, es normal dejar de trabajar y volverse para saludarle.
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ROLLAND Bernard, Palestina en tiempo de Jesús, Verbo divino, Pamplona, 1981, pp. 33-34.
Ulisses González Carrera Seminario Diocesano de Torreón