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LOS AYUUKS1: UNA CULTURA DE RESISTENCIA

Pilar Marchiano - Daniel Sánchez


Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Bellas Artes

Resumen

La firma francesa de moda Isabel Marant, contaba con prendas de la colección


primavera-verano 2015 de la línea Étoile, con réplicas de diseños de los huipiles
aborígenes ayuuks de Santa María Tlahuitoltepec, en Oaxaca, México.
El siguiente trabajo se enfocará en la perspectiva actual sobre las producciones
simbólicas aborígenes, y el circuito en cual están insertas, con el fin de polemizar
acerca de su valoración. La marca Isabel Marant, además de plagiarlas, tuvo una
actitud coleccionista sobre ellas: las percibió como objetos estéticos, que incorporó a
sus prendas por su belleza, dejando de lado e ignorando su carga cultural.

Palabras clave
Ayuuk - Producciones simbólicas aborígenes – Cosmovisión - Validación artística -
Circuito artístico y mercantil

La colección primavera-verano 2015 de la línea Étoile de la firma francesa de moda


Isabel Marant, tenía a la venta “bellas” prendas cotizadas alrededor de 300 dólares. Es
una marca reconocida internacionalmente con sucursales en las ciudades más
importantes del mundo, entre ellas, París, Londres, Madrid, Nueva York, Dubai, Hong
Kong.
Susana Harp, una cantante oaxacaqueña comprometida con la valorización y
reconocimiento del pueblo ayuuk, desató una gran polémica cuando publicó en twitter
una foto de la banda filarmónica de mujeres de Tlahui2 usando el huipil tradicional
ayuuk, y a su lado, otra foto con la imagen de una de las prendas pertenecientes a la
colección de Isabel Marant, que, la misma Susana, encontró en una de las tiendas en
Nueva York. ¡Las prendas eran idénticas! El corte, la tela, los colores y los bordados
eran una réplica de los diseños ayuuks.

1
También conocido como pueblo mixe. Ayuuk, o Ayuuk jä’äy es como se llaman a ellos mismos en su
idioma, y es el nombre que se usará a lo largo del texto. A pesar de que al hablar en castellano, se
autodenominen mixes, creemos que es importante utilizar términos específicos de su idioma original,
con el fin de poner en valor su cultura. En el desarrollo del texto se ampliará esta postura frente al tema.
2
Abreviatura de Santa María Tlahuitoltepec.

1
Figura 1. Publicación de la cantante Susana Harp en la red Twitter, 2015.

La noticia recorrió las redes acaparando la atención y generando rechazo hacia la


actitud de la diseñadora Isabel: ella no solo había plagiado el diseño, sino que poseía
una patente legal por los bordados que obligaría a pagar derechos de autor a los
propios ayuuks por fabricar sus blusas tradicionales. Luego de la repercusión, Isabel
Marant fue llevada a juicio en el cual reconoció la procedencia aborigen de los
bordados. Además retiró las prendas de sus tiendas (las cuales vendía a un precio
casi diez veces mayor que el valor de las camisas típicas ayuuks que algunos
miembros de la comunidad comercializan a modo de producto artesanal) y eliminó las
fotos de sus redes sociales. Sin embargo, una de las características del mundo
mediático, es que las noticias aparecen de manera explosiva despertando un interés
comprometido superficialmente, y, en cuestión de semanas, se desvanecen. A poco
más de un año, no hubo acciones concretas por parte del estado mexicano para
cambiar la situación de vulnerabilidad ante los derechos de autor que tienen los
pueblos indígenas sobre sus producciones simbólicas.
En este trabajo, no se tratará el tema desde el punto de vista legal de los derechos de
autor, sino que se abordará la problemática de cómo la mirada occidental actual sigue
posicionando a la cultura indígena como inferior. Ante esta desvalorización, sus
producciones se consideran decorativas y entonces, apropiables y plausibles de ser
reproducidas, sin tener en cuenta la cultura de la cual provienen.
Los huipiles materializan la cosmovisión del pueblo ayuuk. Las mujeres de la
comunidad los elaboran manualmente y bordan estrellas y motivos con formas
vegetales en el frente y en los puños de las mangas, diseños que se corresponden con
una visión de mundo particular que se relaciona con la concepción de la madre tierra
como un todo orgánico. Son bordados que se realizan hace más de 400 años y que
mantienen viva la cultura ayuuk.
Estos textiles, tal vez no tengan la misma carga simbólica sagrada del pasado, sin
embargo siguen planteando una manera de pensar y de vivir determinada. En la
actualidad, los huipiles materializan la conexión de los ayuuks con la madre tierra, y
son usados como prendas típicas que generan un sentido de identidad en el pueblo.
Las transformaciones que pueda haber en la función y el sentido de las producciones
simbólicas a lo largo del tiempo, no suponen un riesgo de aculturación. Al contrario, los

2
bienes congelados, sin la interacción de la sociedad, son los que corren peligro de ser
olvidados y desaparecer. Adolfo Colombres, habla sobre la antropología colonialista y
explica que “lo que torna a este pensamiento especialmente pernicioso es su marcada
tendencia a cristalizar en políticas culturales que proclaman la inmovilidad del arte
subalterno y salen al cruce de todo intento renovador, considerándolo una corrupción
de las formas tradicionales” (2005: 295). Esta mirada dominadora es la debemos
desmontar.
Es así, que la comercialización de los huipiles no sería negativa para esta cultura, de
hecho, su inserción en el mercado como elección del propio pueblo ayuuk, podría ser
una de las maneras de poner en valor su cultura. El problema entonces, reside en el
plagio, en la colonización del producto simbólico, más no en su venta.
Para tratar de comprender esta situación de apropiación, se hará una introducción de
la cultura ayuuk, centrada en su visión del mundo, con el fin enfrentarla a la de la
cultura occidental, y así poder pensar caminos posibles para la valoración de las
producciones de los pueblos aborígenes.

Los jamás conquistados

Los ayuuks son un pueblo aborigen que habita el noroeste del estado de Oaxaca,
México, ubicado dentro del área mesoamericana. Son conocidos como mixes, sin
embargo, la lengua que hablan es ayuuk, cuyo significado puede traducirse como
“gente del idioma florido”, y se llaman a sí mismos con el mismo nombre, o también
ayuuk jä’äy.

Figura 2. Mapa de Oaxaca, México. Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca, A.C.

Ellos se autoproclaman como “los jamás conquistados”: ni los zapotecos, mixtecos y


mexicas pudieron hacerlo, aún más, los españoles tampoco lo consiguieron, como sí
lo lograron con la mayoría de las culturas indígenas americanas. A pesar de la
inserción de la religión cristiana, y de diferentes concepciones occidentales, el pueblo
mantiene su cosmovisión, haciendo sobrevivir su cultura. Su orgullo es su libertad de
no haber sido conquistados, sin embargo son vulnerados constantemente, lo cual se
evidencia en el plagio de los huipiles.
Como se habla se piensa el mundo: no es lo mismo el habla española que ayuuk, ya
que cada lengua es la simbolización de la manera de existir de una sociedad

3
determinada, de sus creencias y también de lo que la rodea. Impedir que la ayuuk se
diluyera en la conquista, implica un reconocimiento de su ser como aborigen. Y
nosotros, como personas externas a su cultura, podemos aportar a esta valoración, al
llamar a sus conceptos esenciales en la lengua original. Es por esta razón que en este
trabajo no se los denomina como mixes, sino como ayuuks.
Se cree que el pueblo se asentó en el territorio noroeste de Oaxaca entre los años
1294 y 1302 d.C. A pesar de ser una de las culturas indígenas más arraigadas de
América, poco se sabe de su pasado, debido a que no se ha hallado escritura
prehispánica y a que los vestigios arqueológicos son escasos. Las cartas y relatos
españoles, la lengua ayuuk, y el traspaso oral y productivo de generación en
generación, constituyen entonces algunas de las fuentes principales para el
conocimiento histórico.
Su economía es de subsistencia. Desde que se conformaron como comunidad
tuvieron una producción de autoconsumo que mantienen hasta el día de hoy, con la
inserción de mercados semanarios y el intercambio con comerciantes ambulantes
provenientes del exterior. Viven principalmente de la agricultura, acompañada por
rituales con los cuales se relacionan con la madre tierra y mantienen el equilibrio del
cosmos asegurando una buena cosecha. Habitan el espacio de manera ritualizada, no
existe una separación entre la vida y lo sagrado. Entonces, mantener su economía,
también es mantener su cosmovisión y su manera de estar en el mundo, lo cual
implica resistencia.
La reciprocidad3 característica de las culturas indígenas americanas, se hace presente
en los ayuuks, por ejemplo, en los sistemas de producción donde participa todo el
núcleo familiar. El concepto de comunidad es central: los ayuuks realizan el tequio o el
trabajo comunal que constituye una forma colectiva de aportación de trabajo que
beneficia a todos los habitantes. Además, en los mercados semanales, en las fiestas
patronales y en los lugares de culto, establecen contactos con grupos vecinos donde
se generan compromisos de reciprocidad. Esta manera de concebir las relaciones
sociales difiere de la que tiene el capitalismo occidental, lo cual se materializa en la
réplica del huipil hecha por Isabel Marant: el “otro” no tiene lugar en esta lógica.

Un acercamiento a la cosmovisión ayuuk

La religión ayuuk es sincrética, en ella coexisten el cristianismo y la religión


precolombina sin entrar en contradicción. Las fiestas se caracterizan por ser
celebraciones de eventos religiosos cristianos, generalmente, en honor a un santo
patrono, pero en ellas, siempre está presente el culto y la cosmovisión ayuuk
prehispánica.
Los ayuuks creen que poseen un alma cristiana o católica, combinada con otras almas
que corresponden a los espíritus de su religión. A diferencia de la cristiana, que cree
en un solo Dios, la religión ayuuk es politeísta, y los dioses se relacionan con los
elementos de la naturaleza, como por ejemplo, Kong-Änää (trueno), tun’a (boca del
cerro), nï (agua), jitsuk (rayo), xï (sol).
Naaxwy’ini, que significa madre tierra, es un concepto fundamental, ya que, desde su
visión de mundo, la tierra es un ser vivo y un espacio sagrado en el cual los hombres y
los Inää (dioses) conviven. La vida es concebida como una “re-creación” colectiva
entre hombres y fuerzas y seres sobrenaturales. Hombres y deidades entran en
contacto por medio de los rituales que se realizan en los puntos donde ellas residen o

3
Luis F. Bate define a la reciprocidad como al “compromiso social que consiste en el derecho de
cualquier miembro o grupo de la sociedad a ser auxiliado en sus necesidades por los demás, cuando está
sometido a carencias. Derecho que se adquiere a través de asumir, recíprocamente, la obligación de
ayudar a cualquiera otro que se encuentre en situación difícil” (1999: 106).

4
se manifiestan, que son elementos naturales como cuevas, cerros, campos, caminos,
manantiales. Los elementos de la naturaleza están vivos, son seres orgánicos que
forman su cosmos, por lo cual debe rendírsele respeto. En la cosmovisión aborigen
americana, la realidad y lo sagrado no se separan sino que coexisten: habitar el
mundo constituye un estar ritualizado donde la comunidad necesita de los ritos para
mantener el equilibrio. Un ejemplo de esta conexión entre el hombre, la naturaleza y
las deidades, es su concepción de salud: es un estado de equilibrio que se establece a
partir del buen o mal comportamiento, del respeto a la madre tierra y a las deidades
(como el trueno, la tierra y los vientos).
Cada ayuuk tiene un Tso’ok (tona o alter ego) con el que se liga al nacer y puede ser
un animal (tigre, serpiente, águila) o un fenómeno meteorológico (rayo, lluvia, trueno).
El Tso’ok lleva parte del alma del ser humano, compartiendo ambos, un destino
común, y para conocerlo, se recurre al calendario ritual y a la lectura de la ceniza,
teniendo en cuenta, el día de nacimiento de la persona.
El mito cosmogónico del sol y la luna es central en la religión ayuuk, como también la
figura de Kong-oy (jefe o juez bueno), considerado un guerrero con poderes
sobrenaturales cuyas armas son las piedras y el rayo, y que se cree que enseñó a los
ayuuks a luchar. Fue fundador de los lugares sagrados y defensor de agresores
externos. En cada batalla, Kong-oy se hacía y se hace presente como un espíritu en
cada uno de los ayuuks, a quienes guía otorgándoles fortaleza y resistencia. Como
evidencia del sincretismo mencionado anteriormente, en Mëj xëëw, la gran festividad
del 3 mayo, el Señor de Alotepec4 se asocia a la figura de Kong-oy. Para la
cosmovisión ayuuk no resulta incoherente, ya que se concibe la esencia del creador
(Jesús o el rey guerrero), siendo conscientes que su forma material puede variar.

Mundos contrapuestos

Indagar sobre los aspectos centrales de la cultura ayuuk, y compararlos con los de la
occidental, a la cual estamos familiarizados, resulta fundamental para la comprensión
de estos pueblos en la actualidad. Como caso concreto se tomó el plagio realizado por
la marca francesa de moda Isabel Marant, que materializa la incomprensión y el
desinterés de las culturas hegemónicas hacia las que estaban invisibilizadas y que,
hace solo unos pocos años, comenzaron a tener voz. Las diferentes cosmovisiones se
manifiestan en las producciones simbólicas: mientras que los huipiles ayuuks se
vinculan con una vida sacralizada, en unión con la madre tierra, y un concepto de
comunidad, la prenda apropiada manifiesta una concepción de mundo centrada en lo
bello en sí mismo, en relación con la acumulación de capital.
Podríamos explicar al pensamiento indígena como aquel que se arraiga en lo emotivo
y comunitario, y al occidental capitalista como el que se relaciona con el progreso
individual en función del “poseer”, un poseer que pretende dominar al mundo.
Acostumbrados a la perspectiva occidental, concebimos como correcta a la noción de
individuo que aspira a ser alguien, y, como negativa, a aquella en la cual la persona se
deja estar, ya que la interpretamos como un abandono del ser, que deja al hombre
debilitado y susceptible a ser utilizado como una herramienta de dominación de un
otro. Sin embargo, despojándonos de esta mirada, se puede pensar a este “dejarse
estar” como un estar enraizado en la tierra, como un “dejarse estar” con la naturaleza
que lo rodea, cuyos elementos son considerados seres vivos sagrados con los cuales
los humanos se relacionan. “Dejarse estar” es vivir de manera ritual y con un
pensamiento comunitario.
4
Mëj xëëw, que significa “fiesta grande”, se realiza en honor al Cristo negro de Alotepec, también
llamado Señor de Alotepec. Fiesta a la cual llegan peregrinaciones provenientes de Oaxaca (Torres
Cisneros, 2003: 9).

5
La concepción de arte moderno como autónomo, inútil, bello y como producto del
genio (por lo tanto individual), que por siglos se consideró “universal” 5, no puede ni
debe ser aplicada a las producciones simbólicas indígenas, ya que eran realizadas en
función de lo sagrado y se relacionan con lo comunitario. No se pretende invalidar la
teoría occidental, por el contrario, las obras modernas europeas responden a ese
criterio. El error es pensar que toda producción artística y simbólica puede ser
analizada desde esa perspectiva, lo cual lleva a categorizar lo indígena como
artesanía.
Para las culturas aborígenes americanas, la comunidad y lo sagrado son
fundamentales, por lo tanto las concepciones de genio, belleza y autonomía pierden
sentido. Qué es el arte y qué son las artesanías son problemáticas que responden a la
visión de mundo occidental. En una cosmovisión indígena donde lo real y lo sagrado
están unidos haciendo que cualquier actividad sea sacralizada, donde las
producciones simbólicas son el mito materializado el cual se hace presente en la
acción ritual, y donde no existe la noción de individuo, sino que el sujeto es la
comunidad, estas preguntas son inválidas.
Cuando se estudian las producciones simbólicas de las culturas aborígenes
americanas, que responden a una temática relativamente nueva en comparación con
el estudio del arte europeo, se puede correr el riesgo de caer en un indigenismo o
folklorismo reduccionista, que rechaza todo aquello que proviene de Europa. Es
importante que este fundamentalismo no esté en este tipo de estudios, ya que ambas
visiones de mundo son válidas, el problema se presenta, justamente, cuando una no
acepta a la otra, queriendo encajarla dentro de su teoría sin aceptar las diferencias.
Puede resultar difícil tener esta postura conciliadora cuando se piensa en cómo la
colonización europea destruyó a los pueblos indígenas junto con su cultura y su
memoria. Sin embargo, es necesario dejar de lado esos impulsos emotivos, con el fin
de generar un pensamiento americano comunitario que respete la diversidad.

Los ayuuks como protagonistas de su historia

Pasó un poco más de un año desde que la firma francesa de moda Isabel Marant
lanzó al mercado prendas que eran un plagio de los huipiles tradicionales ayuuks de
Santa María Tlahuitoltepec. Como ya se señaló anteriormente, además de venderlas
en sus tantas tiendas francesas, como también internacionales, a un precio casi diez
veces mayor que el valor del original ayuuk, la firma de moda había patentado los
bordados como propios haciendo pagar derechos de autor a los creadores originales.
“Los jamás conquistados” elevaron sus voces y no permitieron que esto continuara, y
revirtieron la situación mediante un juicio a la marca.
Los huipiles son la materialización de la cosmovisión ayuuk: en lo tangible de la
prenda se refleja lo intangible. Como se explicó anteriormente, los bordados hechos en
el frente y en los puños, representan estrellas y formas vegetales que se relacionan
con un “dejarse estar” ritualizado con la madre tierra.
Isabel Marant, al tomar los huipiles ayuuks desde una mirada puramente estética y
comercial, e insertarlos en el mercado internacional de elite, los objetualiza,
despojándolos del significado ancestral que es el que mantiene aún viva su cultura. A
simple vista, ambas prendas parecen ser idénticas, sin embargo, cada una materializa
dos maneras opuestas de ver el mundo.

5
En la “Analítica del Juicio estético” en la Crítica del Juicio, Immanuel Kant plantea esta concepción de
arte, a partir de definiciones de lo bello desde cuatro que denomina “según la cualidad”, “según su
cantidad”, “según la ‘relación’ de los fines” y “según la modalidad”. (1984: 101-145)

6
Figura 3. Ayuuks durante un día de mercado gastronómico y artesanal en la
comunidad de Santa María Tlahuitoltepec, México. Extraído de portal de noticias
online Agencia EFE, 2015.

Figura 4. Camisa de la firma de moda francesa Isabel Marant en venta online. Extraído
del portal de noticias online Milenio, 2015.

El contexto, el sitio donde se ubica la prenda cambia totalmente su significado, como


también su valoración. Si se vende a un precio elevado en una sucursal de una firma
de moda prestigiosa, la camisa es aceptada socialmente y considerada un bien
exclusivo: quien la viste está “a la moda”. En cambio, si pertenece a la comunidad
ayuuk, resulta ser un objeto exótico o una artesanía. El plagio de Isabel Marant, es
conocido por la repercusión que generó en las redes sociales y por ser una marca
conocida y exitosa a nivel mundial, sin embargo, no es el único caso: en México, hay
tiendas que venden ropa con bordados ayuuks sin el permiso de esta comunidad. Lo
mismo hecho por otro, tiene una validación diferente. En el mundo actual, donde el
mercado establece las reglas de juego, lo que se encuentra inserto en lo urbano

7
individualista (ya sea en Francia, Nueva York o México), impera por sobre lo rural y
comunitario, y, aún más, por sobre lo aborigen.
También se puede pensar en otros circuitos de inserción de los huipiles ayuuks que
generan diferentes valoraciones frente a una misma producción. Si una de estas
prendas típicas se encuentra dentro de una vitrina de un museo (y más aún si es uno
europeo), es aceptada por la sociedad ya que, anteriormente fue validada y estudiada
por profesionales. De esta manera, el huipil y la cultura son percibidos como exóticos y
se convierten en objetos de estudio, objetos congelados, que no tienen un anclaje
directo con la realidad. Afortunadamente, desde hace varios años, los museos están
cambiando esta mirada positivista y de colección frente a las producciones simbólicas
aborígenes, generando exposiciones que se centran en lo experiencial dando cuenta
de que estas culturas existen, y, en consecuencia, les otorgan una voz propia y las
revalorizan.
Los ayuuks son una cultura viva, por lo tanto es dinámica y cambia con el transcurso
del tiempo pero preservando su cosmovisión. Conservar sus costumbres, su religión,
su manera de vestir, su forma de vivir, no significa que estén aislados y apartados de
lo que sucede en el mundo. Por ejemplo, tienen una radio propia que se transmite
online, y puede ser escuchada desde cualquier país, como también tienen una página
propia de facebook. Que la cultura y sus producciones se mantengan en movimiento,
que se inserten en los circuitos, como por ejemplo, en el mercantil, es una manera de
que estas no sucumban en el olvido.
Los ayuuks actuales no son los mismos de la época prehispánica: como cualquier
cultura, muta, cambia para mantenerse viva. Por lo tanto, sus producciones
simbólicas, como los huipiles, pueden transformar su significado ancestral que es la
materialización del mito que se hace presente mediante la acción ritual. Para muchas
culturas indígenas americanas actuales, que siguen estando dentro del nivel de
pobreza, la venta de sus producciones (consideradas por el común de la sociedad
como artesanías) implica una manera de ganar dinero para satisfacer necesidades
básicas. La inclusión de los objetos dentro del comercio diluye el valor exclusivamente
sagrado que tenían originalmente. El mundo cambia y la comunidad ayuuk,
manteniendo su cosmovisión, también se transforma, por lo tanto, es válido que sus
producciones simbólicas tengan una función diferente a la ancestral mientras ellas
mismas sean protagonistas de ese cambio. La venta de sus prendas, sería positivo si
lo hiciera el pueblo y se reconociera a la comunidad como creadora de los diseños. La
inserción en el mercado internacional tendría que ser una decisión que naciera de la
propia cultura ayuuk, y no de alguien externo. En este sentido, Colombres escribe que
tendrían que “conquistar un mercado digno, lo que implica por un lado lograr precios
que remuneren el esfuerzo creativo, y por el otro deslindar esas obras de los
subproductos de la cultura de masas y los remedos que los bastardean” (2005: 299).
Más allá del tema puntual de los huipiles y su comercialización, las producciones
simbólicas indígenas todavía son vistas como artesanías (un arte menor que se
encuentra por debajo de las “bellas artes”) o como objetos exóticos que generan una
concepción arqueológica, y por lo tanto estática, de la cultura. Replantear y modificar
estas miradas resulta esencial para su valorización.
Ticio Escobar ubica las creaciones indígenas cerca al arte contemporáneo6, ya que, no
se rigen por un concepto de arte autónomo y la belleza no es su búsqueda central.
El arte indígena logra demarcar lo estético sin perder la referencia del
conjunto social; tiene una dimensión performativa: puede cruzar el círculo de
la representación y actuar sobre la realidad (la función mágica del arte es
ilustrativa de esa posibilidad). Esa dimensión es anhelada por el arte
6
Ticio Escobar explica al arte contemporáneo como aquel que se define “por el régimen estético
expresivo de una comunidad ubicada ante los requerimientos de su propio presente” (Ramos, 2012:
113).

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contemporáneo que busca su apertura al mundo sin sacrificar una reserva
formal mínima, un momento de estética. (Ramos, 2012: 114)

Cuando se entienden las producciones indígenas como experiencia, se le da vitalidad


y proyección a la cultura.

Multiplicación de voces

Los ayuuks tienen una postura firme en cuanto a la defensa de su cultura: siguen
hablando su lengua original, su cosmovisión pervive y siguen vistiendo y realizando los
textiles como lo hacían sus antepasados. Son el pueblo que ni los españoles ni Isabel
Marant, pudieron conquistar
La colonización implicó una aculturación de los pueblos americanos antiguos, lo cual
generó que, con el transcurso del tiempo, se fuera diluyendo su identidad. La
estrategia de los invasores fue hacer que cada pueblo perdiera la lengua, la memoria
histórica, los conocimientos y la religión. Despojado de todos los elementos que lo
constituían como comunidad, quedaba indefenso y vulnerable, siendo posible su
dominación y explotación. La introducción de una nueva forma de ver el mundo fue
impuesta como la única posible, haciendo que el aborigen sintiera vergüenza de
manifestar su propia cultura, la cual se convertía en un estigma. Los ayuuks resistieron
y preservaron la memoria comunitaria: muestran con orgullo su cultura, quienes son y
de donde provienen.
Ellos se reconocen como ayuuks sin miedo de ocultar su identidad, sin embargo, aún
falta que ese reconocimiento sea mundial. El plagio que hizo esta marca francesa de
gran “prestigio” internacional fue solo una pequeña manifestación del poco
reconocimiento que tiene la sociedad ante las culturas aborígenes americanas. Un
sistema de vida, político, económico y social diferente al occidental capitalista es
menospreciado como “subdesarrollado”.
La clave de la valorización de las culturas americanas originarias, es comprender que
presentan un modo de vivir y una manera de percibir el mundo diferentes a la
occidental, y no por eso son más o menos desarrolladas. Son cosmovisiones distintas
que, mediante el respeto, pueden convivir.
A pesar de que los ayuuks se autoproclaman como “los jamás conquistados” y valoran
su cultura preservada, la estigmatización general hacia los pueblos indígenas, tanto en
América como en todo el mundo, les juega en contra en cuestión de adquisición de
derechos.
Si bien es cierto que se han logrado grandes avances en los últimos años en cuanto al
reconocimiento cultural aborigen, todavía estamos en un primer escalón, y falta mucho
camino que recorrer. Mientras el pensamiento, la vida y la educación, tengan un
enfoque occidental colonizador, las injusticias seguirán estando presentes. Un primer
paso, es que las culturas se valoren a sí mismas sin creerse inferiores a las demás, y
que luego, gracias a este empoderamiento, las culturas hegemónicas colonizadoras
reconozcan la validez de estos pueblos como equivalentes. Ante este desafío, en el
cual se enfrentan al mundo dominante de occidente, sus voces no son suficientes, por
lo tanto resulta necesario que se sumen aún más voces que apoyen la causa y sigan
concientizando, con el fin de que, algún día puedan vivir tranquilos y no a modo de
resistencia constante.

9
Bibliografía

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