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Presencia protestante en México.

Siglos XIX y XX

Dra. Gabriela Díaz Patiño

A pesar de la estricta vigilancia que pretendió mantener la administración colonial

española para impedir la difusión de las ideas de la Reforma protestante en la

Nueva España, inevitablemente, hubo presencia protestante desde época muy

temprana que quedó registrada en aislados procesos inquisitoriales. No obstante,

esa presencia nos permite pensar que así como los individuos de filiación

protestante llegaron a territorio novohispano llegaron también algunos textos

doctrinales.1 Asimismo, aunque por medio de un discurso negativo, la propia

institución eclesiástica a través de la pluma de teólogos y la voz de sus clérigos en

múltiples sermones, dieron a conocer tanto los nombres de los iniciadores del

cisma religioso del siglo XVI en Europa como muchas de sus ideas, consideradas

heréticas.2

En ese sentido, el reformismo eclesiástico y religioso que vivió la Nueva

España a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, así como la guerra de

independencia de España, a principios del XIX, permitieron a muchos mexicanos

una lectura distinta sobre Lutero y el protestantismo. Para varios dirigentes

políticos y miembros de la intelectualidad mexicana la influencia clerical sobre los

comportamientos personales y sociales de las masas, significaba el anclaje a la

regresiva cultura ibérica, por eso, tras la declaración de independencia en 1821,

hubo pronunciaciones de forma inmediata a favor de la tolerancia religiosa.

Aunque era difícil no pensar en el catolicismo como parte de la identidad nacional,

1Gringoire, “Protestantes enjuiciados por la inquisición”, 1961, pp. 161-179.


2Alicia Mayer, Lutero en el Paraíso. La Nueva España en el espejo del reformador alemán,
UNAM/FCE/IIH, México, 2008.
el ejemplo de la cultura anglosajona no dejaba de presentarse como modelo

alternativo para alcanzar el progreso del país. De esta forma, el interés por la

entrada de capitales extranjeros en el país y la idea de que sólo a partir de la

libertad de conciencia era posible alcanzar los progresos de la civilización, México

se presentaba como un terreno fértil para el protestantismo.

La independencia de las colonias españolas y la crisis que estaba sufriendo

la Iglesia católica motivo la ampliación del proyecto de evangelización de las

iglesias protestantes hacia el continente americano.3 La misión en México, iniciada

por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, fue introducir la traducción de la

Biblia en lengua castellana.4 Con ese objetivo en mente, en 1827 llegó a territorio

nacional el reverendo presbiteriano de origen escocés James Thomson, quien

pronto contaría con la amistad y el apoyo de importantes personajes de la élite

política e intelectual mexicana como Lorenzo Zavala, José María Luis Mora, entre

otros. Más que pensar en una filiación religiosa con el protestantismo, el interés de

estos y otros miembros de la sociedad mexicana, incluidos muchos religiosos, era

tener acceso a las Sagradas Escrituras en español. Y así fue, al igual que hiciera

en otros países de América del Sur, Thomson distribuyó entre quienes pudo la

versión castellana de la Biblia del padre escolapio Phelipe Scío de San Miguel,

3 A partir de los últimos años del siglo XVIII dieron inicio varios intentos de renovación interior del
protestantismo con la fundación de varias instituciones como la Sociedad Misionera Bautista (1792)
encabezada por William Carey, considerado el padre de las misiones modernas protestantes; la
Sociedad Misionera de Londres (1795), la cual dio inicio al proyecto de expansión mundial del
evangelio en lenguas vulgares y no sólo limitado a territorio del Imperio británico; la fundación de la
Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (1804); la Asociación de Gustavo Adolfo (1832), la Alianza
evangélica (1846) o la Unión evangélica (1887), cuyos propósitos fundamentales era logar una
unión entre las distintas corrientes protestantes y expandir el número de seguidores en el mundo a
través del proyecto de un vasto plan de misiones protestantes. Llorca, s.j., Manual de Historia
Eclesiástica, 1960, pp. 720-724 y Justo L. González, Historia General de las Misiones,
4 La Sociedad Bíblica Británica fue constituida el 7 de marzo de 1804 para distribuir Biblias en

lenguas vulgares por todo el mundo a través de sus colportores (vendedores de biblias).
versión autorizada por el propio papado.5 Si bien la traducción del padre Scío

había logrado llegar a muchos hogares tanto en la península Ibérica como en

Hispanoamérica, su distribución todavía estaba limitada a las familias de mayores

recursos económicos.6 Las ediciones que hiciera la Sociedad Bíblica Británica –las

cuales prescinden de los libros deuterocanónicos (o apócrifos) y las notas

explicativas, ajustándose con ello al criterio luterano de seguir los orígenes del

cristianismo-, lograron una mayor distribución gracias a su edición en formato más

sencillo, además de la venta por separado del Antiguo y del Nuevo Testamento. 7

En cuanto las autoridades eclesiásticas mexicanas tuvieron noticia de la

distribución de estas biblias advirtieron a la población que estaba prohibida la

impresión, compra, venta o retención de “la Sagrada Biblia o libro alguno de ella

en idioma vulgar, sin notas y explicaciones aprobadas”.8 Aunque durante estos

años no hay una condena de excomunión las autoridades eclesiásticas

subrayaban que la idea de que cada individuo es libre de interpretar las Escrituras

“según su propio juicio” y según principios de las diversas denominaciones

protestantes, era opuesta a lo establecido por la Iglesia católica quién posee “el

juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras”.9

5 Phelipe Scío fue un religioso escolapio a quién el rey de España Carlos III encomendó la
traducción de la Biblia completa al castellano. Dicha traducción fue realizada con el apoyo de otro
sacerdote escolapio, Benito Feliú de San Pedro y editada entre 1790 y 1793, ya bajo el reinado de
Carlos IV. La traducción del padre Scío trató de ajustarse en lo más posible a la letra de la Biblia
Vulgata e incluye extensas notas que siguen la explicación de los Padres de la Iglesia.
6 En México encontramos ediciones españolas de 1794, 1796, 1808, 1824.
7 De acuerdo con algunos autores Thomson traía consigo 300 biblias y 1000 Nuevos Testamentos

editados por Staples and Co. que logró repartir en dos meses, solicitando entonces el envío de
1000 biblias y 1000 Nuevos Testamentos más. Encontramos ediciones londinense de Thomas B.
Bensley de 1821; Augusto Applegath de 1822 y 1825 y una edición de París del impresor J. Smith
de 1823.
8 Edicto del 17 de junio de 1828.
9 Idem.
El gran interés del público culto mexicano –seglares y religiosos-10 por leer

la Biblia motivo la fundación de una Sociedad Bíblica Nacional (1828) en la ciudad

de Orizaba, Veracruz gracias al apoyo de José María Luis Mora y otros

importantes miembros de la clerecía nacional mexicana, quienes estaban muy

interesados en realizar versiones propias de algunos pasajes bíblicos. Lo que

personalmente inquietaba a Mora era demostrar a la sociedad que la educación

religiosa con la que habían contado hasta entonces estaba plagada de

inexactitudes teológicas.

Las cada vez más insistentes acusaciones de las autoridades eclesiásticas

obligaron a Thomson a salir del país en 1830. No obstante, Mora quedó a la

cabeza de la Sociedad Bíblica Mexicana. Tras el triunfo del conservadurismo en

1834, José María Luis Mora tiene que salir exiliado del país, pero el proyecto de

traducción de los evangelios a varios idiomas indígenas (náhuatl, otomí y tarasco)

continúo. Así, pese a los obstáculos enfrentados para la difusión de la Biblia, la

favorable respuesta de la sociedad mexicana abrió el campo de perspectivas de

diversas denominaciones protestantes para introducir otros textos de propaganda,

que contenían específicamente explicaciones doctrinales que los diferenciaba del

catolicismo.

La guerra con los Estados Unidos (1846-1847) permitió a la Sociedad

Bíblica Americana dar inicio al proyecto de evangelización en México a través de

la difusión de Biblias en castellano. La labor de esta asociación tuvo repercusiones

importantes principalmente en los estados del norte del país como Nuevo León,

10 Otros personajes importantes que se relacionan con la labor de James Thomson fueron el
Rector del Colegio de San Agustín José María Alcántara, el presbítero José Antonio López García
y el diputado de la legislatura del estado de Veracruz José Joaquín Pesado Pérez.
Chihuahua y Tamaulipas. Pero fundamentalmente a través de estos estados se

comenzaron a introducir a todo el país algunos textos editados por la Sociedad

Americana de Tratados –fundada en 1824- con sede en Nueva York. Títulos como

El retrato de la Virgen en los cielos, Noches con los romanistas, La verdadera

libertad y La verdad y el error se propagaron rápidamente en varios estados de la

República.

Muy probablemente la lectura de estos textos, la posibilidad de leer y

estudiar con mayor detenimiento la Biblia y las circunstancias políticas por las que

atravesaba el país en ese momento, fue lo que determinó en el año de 1854 la

decisión de algunos clérigos, entre los que destaca el presbítero Francisco Aguilar,

a iniciar una reforma de la Iglesia católica en México independiente de Roma,

movimiento que fue conocido con el nombre de “los padres constitucionalistas” por

su abierto apoyo a la Constitución de 1857. La idea de Aguilar y sus compañeros

nunca fue la de separarse de la Iglesia católica, pero consideraban la necesidad

de establecer en México el patrón apostólico primitivo. Y por ello también se

involucraron en la traducción de varias obras que argumentaban el derecho y

deber de todo hombre a estudiar las Escrituras.

Pero, sin duda fue a partir de la promulgación de libertad de cultos (1861)

cuando las diversas denominaciones protestantes emprendieron en México con

mayor entusiasmo el proyecto de introducción de la doctrina a través de la

extensión de una amplia red de propaganda literaria y mediante la fundación de

iglesias o espacios para el culto protestante.

Con esa premisa se estableció en la ciudad de México, el 26 de noviembre

de 1865 la Asociación Protestante de Amigos Cristianos. Su propósito


fundamental era dar a conocer a los mexicanos los desacuerdos doctrinales entre

protestantes y católicos. Con ese objetivo publicaron entre los años de 1866 y

1868 unos folletos bajo el título de Calendarios protestantes de los amigos

cristianos. A partir de estas publicaciones la década de los setentas sería de auge

para la literatura protestante. La prestigiada imprenta de Ignacio Escalante publicó

en 1870 la obra de Giacomo Margotti Roma y Londres; aparecen algunas

ediciones de La conversión de Andrés Dunn, una de 1877 editada en Toluca por la

imprenta del periódico El Heraldo y en 1885 otra por la imprenta presbiteriana.

Esta última casa editorial realizo importantes trabajos de traducción de obras

inglesas protestantes al español como la obra de Emilio de Laveleye El

protestantismo y el catolicismo en su relación con la libertad y prosperidad de las

naciones, la cual fue traducida por el reverendo Maxwell Phillips. Este tratado

especificaba en las páginas introductorias que estaba dirigido a la élite política e

intelectual de México pues en él se abordaban las diferencias entre los países que

habían establecido la libertad de cultos y los que todavía luchaban por decretarla

constitucionalmente

Asimismo, la prensa protestante comenzó a tener un auge importante a

partir de los últimos años de la década de 1870. Los periódicos protestantes de

mayor duración y arraigo en la sociedad decimonónica en México fueron

fundamentalmente El Derecho Cristiano Ilustrado (1877-1929), El Evangelista

Mexicano (1879-1913), fundados por la Iglesia Metodista en México; El Faro

(1885-1913) por la Iglesia Presbiteriana y La Buena Lid (1892-1903) fundado por

la Iglesia Episcopal Mexicana. Si bien es cierto que la prensa protestante quiso

aprovechar este medio para expresar lo que percibía de la realidad nacional,


exponer una propuesta para el desarrollo de un México moderno que rompiera con

la herencia colonial y ayudar con ello al proyecto de transformación de la cultura

católica mexicana del liberalismo, lo fundamental era convertirse en una literatura

de adoctrinamiento.

De la misma forma, en el último cuarto del siglo XIX se logró el

establecimiento de dieciocho sociedades misioneras que formaron una amplia red

de adoctrinamiento a través de la fundación de iglesias, escuelas y hospitales. La

introducción había tenido lugar en los centros mineros, las ciudades industriales y

pueblos transformados por la presencia de fábricas o por la llegada del ferrocarril.

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