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La cultura del privilegio1

El triángulo formado por el Estado, los ciudadanos y el mercado precisa de otro contrato social

por Joaquín Estefanía

Muchos bienes públicos (la educación, la sanidad, el medio ambiente, la seguridad, la habitabi-
lidad del lugar en que se vive, etcétera) y distintos derechos civiles y sociales (el conjunto del
sistema de reglas que garantiza la igualdad de oportunidades) no llegan por igual a todos los
ciudadanos. A este hecho es a lo que la CEPAL (Comisión Económica Para América Latina),
organismo de las Naciones Unidas ha denominado “la cultura del privilegio”. Un ejemplo sería
el sistema fiscal de muchos países, tan desigual en la aplicación de exenciones, elusiones, la
evasión, o el diferente trato que dan a las rentas del trabajo y del capital. Ello se ha agravado en
la última década.
Esta “cultura del privilegio” está desarrollada en uno de los últimos estudios está desarrollada en
los últimos estudios de la institución que preside la mexicana Alicia Bárcenas, titulado La inefi-
ciencia de la desigualdad, que ha sido presentado en Cuba hace unos días con el propósito de
alinearse con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, en especial con la intención de no
dejar a nadie atrás. Una reflexión oportuna es la de si sus conclusiones y sus tendencias (desde
luego no sus datos concretos) no solo es injusta, sino que genera límites al crecimiento, como
desde hace algún tiempo muestran algunos economistas y el propio Fondo Monetario Interna-
cional en alguno de sus informes, en contra de la “gran disyuntiva” que defendió en la década de
los setenta el economista Arthur Okun (un menor crecimiento es el coste que la sociedad debe
pagar para reducir las desigualdades que surgen de los mercados).
–Que hay una creciente desconexión entre los ciudadanos y las instituciones públicas por culpa
de esa desigualdad creciente, que se manifiesta en la caída de los niveles e confianza en esas
instituciones, en la falta de empleos de calidad (trabajo decente) y en una menor satisfacción en
el funcionamiento de los principales servicios públicos del Estado de Bienestar como la salud y
la educación.
Según el estudio citado, la desigualdad de renta y de riqueza potencia la desigualdad de oportu-
nidades y limita la sostenibilidad del crecimiento. Nuevos datos sugieren que, en general, la
concentración de la riqueza (lo que se posee) es superior a la renta (lo que se gana). Según el
Informe de la Desigualdad 2018, en todos los años desde 1980 y 2016, el 1% más rico concen-
tra entre el 16% y el 22% de la riqueza total, cuando el 75% más pobre nunca llega al 10%. En
España, durante el mismo periodo, el 10% de los hogares más ricos concentran entre el 50% y
60% de la riqueza nacional, mientras que la riqueza en manos del 50% no llega al 9% del total.
Esta desconexión debilita el contrato social existente desde el final de la Segunda Guerra Mun-
dial y apremia el crear uno nuevo entre el triángulo compuesto por el Estado, los ciudadanos y
el mercado. La extrema polarización conduce al desastre.

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1 El País de Madrid, Edición para América Latina, 21 de mayo 2018

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