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Historia de la Cuestión Criminal

en América Latina
Historia de la Cuestión Criminal
en América Latina

Lila Caimari
Máximo Sozzo
editores

Rosario, 2017
Historia de la cuestión criminal en América Latina / Lila Caimari ... [et al.] ;
editado por Lila Caimari; Máximo Sozzo - 1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2017.
388 p.; 22,5x15,5 cm. - (Actas / Dir. Carolina A. Piazzi y Paula Polimene; 29)

ISBN 978-987-3864-67-4

1. Historia. 2. Criminología. I. Caimari, Lila II. Caimari, Lila, ed. III. Sozzo, Máximo, ed.
CDD 363.250980

Composición y diseño: mbdiseño


Edición: Prohistoria Ediciones
Ilustración de tapa: “Los Tenebrosos”. Raffles. Sherlock Holmes, Año 1, Número 12, 19 de
septiembre de 1911
Diseño de Tapa: mbdiseño

Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos
especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS


HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© Lila Caimari y Máximo Sozzo

© de esta edición:
Email: prohistoriaediciones@gmail.com
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Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada,
en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del
editor.

Este libro se terminó de imprimir en Multigraphic SA, Buenos Aires, Argentina, en el mes de
septiembre de 2017.
Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-3864-67-4
índice

Introducción
Historia y cuestión criminal en América Latina: expansión,
tendencias y desafíos
Lila Caimari y Máximo Sozzo ...................................................................... 9

Los usos de Lombroso. Tres variantes en el nacimiento de la criminología


positivista en Argentina
Máximo Sozzo .............................................................................................. 27

Del “favor a la ley” al Estado guardián. Las policías de Santiago de Chile


en el siglo XIX (1822-1896)
Daniel Palma Alvarado ................................................................................. 71

El surgimiento de la familia policial bonaerense durante la primera mitad


del siglo XX
Osvaldo Barreneche ...................................................................................... 109

El policía mineiro en la historia


Lucas Carvalho Soares de Aguiar Pereira ..................................................... 133

Dinámica de la venta de robos en la ciudad de Buenos Aires: una


alternativa de subsistencia (1890/1910)
Ignacio Ayala Cordero .................................................................................. 163

Un artista del delito. La circulación de moneda falsa entre el


Río de la Plata y Brasil
Diego Galeano .............................................................................................. 195

Policía de identificación en Chile. El Bertillonage y la Dactiloscopia


en la Policía de Santiago de Chile
Cristian Palacios Laval ................................................................................. 235

¿Colonias de población o lugares de tormento y destierro? Colonias


penales en América Latina. 1800/1940
Ricardo Salvatore y Carlos Aguirre .............................................................. 275
“Abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis”. Proyectos,
legislación y políticas penitenciarias en Argentina (1916-1938)
Jeremías Silva ............................................................................................... 317

“Convenenciera y metalizada”. Denuncias sobre influyentismo y corrupción en


la justicia (Ciudad de México, 1929-1971)
Elisa Speckman Guerra ................................................................................. 357

Los autores y las autoras ............................................................................... 383


INTRODUCCIÓN

Historia y cuestión criminal en América Latina:


expansión, tendencias y desafíos
LiLa Caimari
máximo Sozzo

E
ste libro es el resultado de una reunión de trabajo realizada en Santa Fe
en diciembre de 2014, co-organizada por la Universidad Nacional del Li-
toral y la Universidad de San Andrés. Lejos de ser una ocasión aislada,
dicho encuentro se inscribía en una larga serie de instancias que continúan hoy,
y que desde hace más de una década sostienen los contactos entre investigadores
de distintas ciudades del país y la región. Cada año, en efecto, más especialistas
confluyen en reuniones que van del taller confidencial al gran simposio interna-
cional, con el objeto de someter a consideración avances de investigación sobre el
delito, la policía, la justicia penal y la prisión, agrupados bajo la noción-paraguas
de “perspectivas históricas de la cuestión criminal”. Además de renovar intercam-
bios y energizar debates, dichas ocasiones (y las publicaciones que han surgido
de ellas) permiten seguir la evolución de este campo de conocimiento, revisando
consensos y perspectivas, definiendo agendas de trabajo a futuro.1
Si en un arco de quince años se comparan los encuentros más recientes con
los que marcaron el punto de inicio, en la vuelta del 2000, la distancia recorrida re-
sulta evidente. Los proyectos de entonces, todavía tentativos, portaban la novedad
(explicitada o no) de que la historia podía hacerse cargo de temas como la prisión,
el delito o la policía, que objetos de ese tipo valían la pena ser investigados. El
éxito de esta empresa dependía, claro, de la posibilidad de definir perspectivas
propias, a la vez relevantes para los grandes problemas de la disciplina histórica y
distintas de las que provenían de áreas tradicionalmente interesadas en esas cues-

1 Podemos mencionar algunas de las compilaciones que se han publicado desde los años 2000:
Aguirre y Buffington (2000); Salvatore, Aguirre y Joseph (2001); Gayol y Kessler (2002); Bo-
hoslavsky y Di Liscia (2005); Caimari (2007); Candioti y Palacio (2008); Sozzo (2009); Caimari,
Bohoslavsky y Schettini (2009); Barriera (2010); Trujillo Breton (2010); Salvatore y Barreneche
(2013); Johnson, Salvatore y Spierenburgh (2013); Palma Alvarado (2015) y Galeano y Bretas
(2017).
10 Historia de la Cuestión Criminal...

tiones, como el derecho, la sociología, la criminología o la antropología. Impor-


taba definir un lugar de enunciación, entonces, preguntas rendidoras y, también,
un horizonte de factibilidad de la empresa garantizado por el acceso a archivos
específicos.
El vigoroso campo de estudios históricos de la cuestión criminal que hoy
conocemos recoge preguntas de la historia social, de la historia intelectual y de la
historia del derecho, pone a prueba intuiciones nacidas en las canteras foucaultia-
na y neomarxista y se emparenta con la historia de las instituciones estatales y sus
expertos. En fin, se inserta en discusiones de distinto origen y tradición. Admitien-
do esta diversidad de genealogías, hay coincidencia en que un momento clave de
la construcción del campo como tal remonta a la academia estadounidense de los
años 1990, cuando los estudios históricos de América Latina se vieron influidos
por la convergencia de potentes líneas teóricas que invitaban a mirar prácticas de
resistencia “al ras” y formas cotidianas de funcionamiento de agencias estatales
hasta entonces poco menos que ausentes de la narrativa de la historia (Scott, 1985;
Joseph y Nugent, 1994; Salvatore y Aguirre, 1996; Salvatore, Aguirre y Joseph,
2001; Caimari, 2009). También hay acuerdo en que ese momento fue seguido de
otro, que en los últimos quince años fue delineando un polo de desarrollo paralelo
en las academias sudamericanas (las del Cono Sur en particular) en el contexto de
fortalecimiento de las democracias y la consolidación de los mundos académicos
respectivos. En ese nacimiento –a su vez, parte de un big bang historiográfico más
general– los investigadores participantes en aquellos inicios confluyeron con nue-
vas generaciones que se acercaban a explorar este universo de temas movidos por
inquietudes menos teóricas y más arraigadas a las situaciones y problemas propios
de dichas sociedades contemporáneas, instalando fuertemente la necesidad de dia-
logar con el presente –con todos los dilemas que ello implica para el trabajo de los
historiadores.
El contraste entre aquellos primeros productos y el torrente de trabajos sobre
objetos más delimitados que presenciamos hoy, organizados en torno a discusio-
nes que son propias de cada área dentro del campo, salta a la vista. Basta observar
el registro que transitan quienes colaboran en este volumen. De este modo, la
contribución de Jeremías Silva en relación con el devenir del mundo penitenciario
en los años de entreguerras se define en diálogo crítico con los trabajos sobre esa
misma cuestión en períodos anteriores y posteriores, y con perspectivas que han
subestimado el peso de los contextos políticos. A su vez, el estudio de prácticas
delictivas que ofrecen las investigaciones de Diego Galeano e Ignacio Ayala Cor-
Introducción 11

dero dan por sentada la realidad de estos universos y, lejos de discutir su entidad
o la conveniencia de su estudio, apuestan a develar las especificidades de ciertos
delitos contra la propiedad a la vez que exploran su potencial para informar sobre
concepciones de trabajo y economía en sociedades que se insertaban en el mun-
do según modelos capitalistas de exportación. La identificación de dimensiones
particulares de los imaginarios policiales argentinos y brasileños que iluminan los
trabajos de Osvaldo Barreneche y Lucas Pereira se posa sobre discusiones previas
en relación con la génesis de los aparatos simbólicos de estas fuerzas, asumien-
do que la construcción de un lazo subjetivo de pertenencia es una clave decisiva
para comprender la permanencia y el funcionamiento de estas instituciones. Así
pues, cuando se observa la escala de los análisis y su inscripción en discusiones
concretas y dinámicas, se desprende que estamos ante una producción que ya no
se interroga sobre su factibilidad ni justifica su existencia, sino que transcurre en
el seno de consensos sólidos al respecto. Y por eso mismo, avanza como avanza
la historia: a fuerza de ensayo y error, de cotejo crítico, de territorios que se van
mapeando, de avanzadas sucesivas en las zonas temáticas por descubrir.2
Como lo muestra el espectro que cubre esta compilación, el trabajo de los
investigadores también transcurre en diálogo con colegas de varios países, donde
se han dado procesos paralelos de desarrollo de los estudios, cuyos resultados se
cruzan y cotejan con regularidad creciente. Siguiendo la dinámica general de la
investigación histórica de estos años, se han abierto las fronteras geográficas de los
proyectos, saliendo de los centros urbanos a zonas rurales, desarrollando espacios
de análisis regionales y locales pero también transnacionales, comparativos y de
circulaciones, intercambios y redes que atraviesan las fronteras nacionales.
En este proceso de crecimiento ha sido fundamental el diálogo con otras dis-
ciplinas. En una era de fronteras por demás difusas y flexibles, esta tendencia a
inspirarse en los planteos de la antropología, la sociología, la criminología o el
derecho no sorprende, por supuesto. Pero sí es notable la asiduidad de contactos
entre perspectivas disciplinares que convergen o conviven, más o menos armonio-
samente, en torno de ciertos polos temáticos. La relevancia de los temas de este
campo de estudios en el debate público ha hecho que la producción guarde, desde
sus inicios, una relación fuerte (si no bien definida) con el presente. Esta relación

2 Es sintomático de esta maduración el nacimiento en 2015 de una Revista de Historia de las Pri-
siones, dirigida por José Daniel Cesano y Jorge Núñez. Más allá de hacerse cargo del devenir del
campo en su definición amplia, esta publicación define su foco de interés en las discusiones que
son propias de la historia del castigo y las instituciones carcelarias latinoamericanas, además de
seguir de cerca el estado de la historiografía internacional sobre el asunto.
12 Historia de la Cuestión Criminal...

excede el habitual marco de preocupaciones actuales que modula las preguntas


de los historiadores, pues los estudios de la cuestión criminal son un campo his-
toriográfico a la vez que un campo productor de conocimiento “en perspectiva
histórica” –en otras palabras, productor de conocimiento sobre el pasado de temas
que importan hoy. Por ese motivo, la agenda de investigaciones ha estado investi-
da de relevancia adicional, agregando expectativas, tensiones y dilemas que no se
verifican en otros campos de la historia.
Este rasgo ya podía verse en los años 1990, cuando tantos trabajos partían de
interrogantes a la sombra de la experiencia de las dictaduras militares. En la intro-
ducción del influyente Crime and Punishment in Latin America (2001), el prólogo
de Gilbert Joseph comenzaba aludiendo a la experiencia de tortura y persecución
de miles de latinoamericanos, conectando directamente los estudios sobre el siglo
XIX con la memoria contemporánea de sus autores. Hoy mismo es habitual que
los trabajos sobre delito, policía o prisión comiencen aludiendo a los angustiantes
diagnósticos del presente que dominan el debate público, en el que los historia-
dores estarían en condiciones de aportar perspectivas de larga duración.3 Una de
las razones de la interdisciplinariedad, en fin, remite a cierta expectativa de rendi-
miento explicativo de la historia que no se verifica en otras zonas temáticas de la
disciplina. En este sentido, hay pocas dudas de que la multiplicación de estudios
obedece, también, al hecho de que la historia es parte de algo mayor, como es
la necesidad de dar cuenta de algunos de los más terribles problemas de nuestra
sociedad. Por el mismo peso y relevancia de los temas en el presente, este campo
(o más bien, algunas de sus zonas temáticas) tiene mayor responsabilidad de ha-
blar hacia fuera de su comunidad de expertos. Esa dimensión “pública” (Sparks y
Loader, 2010) de nuestra labor –con todos los dilemas acerca de las estrategias de
comunicación– aún espera ser asumida plenamente.
Acostumbrados a los debates más recoletos, los historiadores de la cuestión
criminal se han visto envueltos en un modo de circulación que expone sus hallaz-
gos a las preguntas y las perspectivas provenientes de otras disciplinas. Se dirá que
no había muchas alternativas, en la medida en que la historia tenía poca tradición
propia de reflexión sobre la mayor parte de estos temas, y por supuesto esto no

3 Por nombrar dos casos recientes, ver la Introducción de Barreneche y Salvatore (2013) al volu-
men colectivo El delito y el orden, que alude al problema de la inseguridad y la violencia en las
sociedades latinoamericanas contemporáneas, adjudicando a los historiadores un papel relevante
en esos debates. Y el volumen editado por Santamaría y Carey, Violence and Crime in Latin Ame-
rica (2017) donde los ensayos de corte histórico aportan perspectivas a una discusión más general
sobre las tendencias actuales de la violencia en América Latina.
Introducción 13

significa que las diferencias disciplinares se hayan borrado. Lo que importa, más
bien, es que se avanza incorporando instrumentos adicionales a la caja de herra-
mientas –por ejemplo, la teoría sociológica del delito, la observación etnográfica
de la policía o las burocracias penales, los procedimientos narrativos de la buena
crónica producida por periodistas y escritores en esta década de auge del género,
etc. Y a la inversa, tratando de aportar profundidad cronológica y complejidad
analítica en discusiones sobre el presente, que necesitan del espesor de la historia
para evitar que los esfuerzos por razonar más allá de las coyunturas inmediatas se
malgasten en visiones planas, teleológicas y simplistas.
Este ejercicio no es sencillo y requiere de algunos resguardos. Las miradas
de largo plazo que la historia puede producir son más que los supuestos antece-
dentes del presente. Y para ser algo más que antecedentes supuestos, esos datos
“históricos” (resumidos en el primer capítulo de una tesis, o en la introducción
de un proyecto de ley) necesitan asumir que mirar hacia atrás es aceptar que las
cadenas causales no siempre son claras y que incorporar miradas de mediano o
largo plazo es algo más que un ejercicio de gestualidad superficial. Asimismo, si la
historia pretende estar a la altura de su lugar en la producción interdisciplinaria de
conocimiento sobre la cuestión criminal, deberá asumir que entender la naturaleza
histórica de estos objetos es más que lograr consensos sobre cómo eran las cosas
en un período dado, algo que en algunas zonas temáticas se ha ido logrando. Junto
a estos avances, sin embargo, persiste la pregunta más general sobre la naturaleza
histórica de estos objetos, sobre sus modos de evolución (o no) en el tiempo, so-
bre el tipo de periodizaciones que requieren, sobre los ciclos largos y cortos que
pueden distinguirse.
Los estudios aquí reunidos sugieren también hasta qué punto este campo ha
ido definiendo recortes en el seno de la disciplina histórica. La porosidad de los
bordes temáticos, una tendencia presente desde los inicios, puede ser pensada
como una forma de integración: los estudios iniciales sobre la criminología, la
prisión y la justicia penal –por nombrar áreas que acumulan más estudios histó-
ricos– siempre se pensaron en relación con contextos sociales y económicos más
amplios, y en esa atención residía, precisamente, su diferencia con la historia del
derecho. Desde entonces, esa propensión se ha desarrollado aún más, haciéndose
cargo de temas que antes podían ser la provincia de la historia social o económica,
como la cuestión del mercado de trabajo en el estudio de la prisión tal como apa-
rece en el texto de Aguirre y Salvatore sobre las colonias penales aquí incluido, o
la cultura del dinero en el caso de las prácticas de falsificación, como lo muestra el
14 Historia de la Cuestión Criminal...

trabajo de Galeano. Lo mismo ha ocurrido en el desarrollo de la agenda de temas,


que se ha expandido hasta dar la impresión de un campo omnívoro, que parece
incluirlo todo para hacerse cargo de “la vida misma”, para usar la expresión de
Foucault (1993: 296) al hablar del campo de intervención de la policía diecioches-
ca. Expansión e imbricación: junto a los estudios más específicos, las preguntas
por la ley, el orden, la transgresión y el castigo constituyen más bien una forma de
articulación temática, un tipo de corte transversal que conecta distintas áreas de la
historia. En este sentido, más que de un campo podríamos hablar de una “zona”
de estudios cuya proyección excede el nicho de origen, y que funciona como pro-
veedor de preguntas que ordenan y articulan elementos dispersos en núcleos te-
máticos diversos. Así, los estudios sobre delito transcurren en imbricación con los
estudios urbanos y los estudios sobre clases y culturas populares; los estudios de la
criminología y la prisión pertenecen, a su vez, al ámbito de los estudios del estado
y los saberes estatales; de la misma manera, el análisis de las percepciones públi-
cas del delincuente y de las instituciones represivas se entrelaza, también, con los
estudios de la prensa y los medios. Por ese motivo, la productividad de los estu-
dios de la cuestión criminal proviene no solamente de lo que ha dado en relación
con sus preguntas específicas –lo que sabemos hoy sobre la prisión, la policía, la
justicia penal o el delito– sino también de las nuevas combinaciones de elementos
que ha producido. De este modo, la creciente especificidad de las discusiones se
acompaña de una más audaz inscripción temática por fuera de los nichos respec-
tivos, permitiendo que el avance de las investigaciones se mantenga permeable al
devenir más general de la producción historiográfica, y que participe de él.
El marco cronológico de los trabajos aquí reunidos también es sintomático en
relación con tendencias más generales. Por un lado, se manifiestan esfuerzos por
ofrecer síntesis, visiones en arcos cronológicos extendidos que se separan de lo
estrictamente monográfico. Es el caso del estudio de Elisa Speckman sobre prensa
y justicia en México, del trabajo de Aguirre y Salvatore sobre colonias penales y
del de Palma Alvarado sobre la policía santiaguina. Esto constituye una novedad
en relación con una configuración temporal de los estudios precedentes, que ha
tendido a concentrarse en dos polos cronológicos de cobertura. En un caso, la
exploración del pasado ha partido de preguntas del presente o del pasado reciente,
imantando la dinámica de la indagación histórica hacia adelante, en la búsqueda de
orígenes de la gran violencia de los años 1970, o bien, en perspectivas históricas
sobre la “inseguridad” como concepto o experiencia cotidiana. Estas investigacio-
nes, como hemos visto, han avanzado en diálogo con la sociología, la criminología
Introducción 15

y la antropología. Un segundo polo temporal, más propiamente histórico, se orga-


niza en torno a preguntas por la construcción estatal y el proceso modernizador, y
por eso tiene su núcleo en las últimas tres décadas del siglo XIX y la primera del
siglo XX, que han consolidado una unidad cronológica de sentidos que es muy
amplia temáticamente. En este período, el más estudiado y el más denso, quedan
vastas áreas por explorar y discusiones por saldar. Este volumen contribuye en esta
dirección con los estudios de Sozzo sobre recepción de la criminología positivista,
Galeano y Ayala Cordero sobre prácticas delictivas y Palacios sobre técnicas de
identificación policiales. Pero vale subrayar también la incursión en períodos más
francamente anclados en problemas propios del siglo XX, como los que ofrecen
los estudios de Silva sobre el reformismo carcelario argentino de los años 1920 y
1930, Barreneche sobre la policía bonaerense de mediados del siglo, Speckman
sobre las representaciones periodísticas de la justicia mexicana y Pereira sobre
la policía mineira a lo largo de buena parte del siglo XX. Continúan existiendo
múltiples baches en la exploración de esta larga temporalidad que deberían con-
citar esfuerzos importantes en la agenda futura de la investigación histórica. Pero
también podría decirse algo semejante del terreno más explorado de las primeras
tres cuartas partes del siglo XIX, en que existen muchísimos temas que mapear e
indagar.
Otra dimensión que ha marcado el crecimiento del campo radica en la activa-
ción de nuevos archivos. Buena parte de los trabajos aquí reunidos se hicieron so-
bre la base de fuentes documentales que eran desconocidas hasta no hace tanto. En
algunos casos, se trata de fondos que estaban disponibles pero se mantenían dor-
midos, y que iniciaron una vida documental distinta con la emergencia de objetos
y preguntas nuevos. Tal es el caso de los fondos policiales y judiciales utilizados
para reconstruir vigilancias transnacionales que utiliza Diego Galeano en su ensa-
yo sobre el falsificador Raimbault, o de los fondos penitenciarios y policiales con-
cebidos para consumo de los empleados del sistema, como es el caso de Jeremías
Silva o de Osvaldo Barreneche, repertorios hoy asiduamente interrogados para la
historia. En otros casos, se trata de archivos que se han abierto en estos años, que
han sido descubiertos –en sentido literal– gracias a iniciativas de historiadores y
de archivistas y cuyo potencial empezamos a explorar recién ahora. Es el caso, por
ejemplo, del fondo de justicia criminal en el que se apoya el trabajo de Ignacio
Ayala Cordero, accesible desde 2010. Todos los investigadores del pasado necesi-
tan archivos, por supuesto, pero este campo depende muy directamente del acceso
a materiales producidos por el estado (policiales, penitenciarios, de inteligencia,
16 Historia de la Cuestión Criminal...

judiciales), muchos de los cuales están en manos de las instituciones productoras


cuyas reglas de acceso se guían por lógicas muy ajenas a las del mundo científico
y académico. En otros casos, hay archivos valiosos cuyo acceso no está prohibido
por nadie, pero fueron simplemente abandonados y resultan difíciles de incorporar
sin una inversión sustantiva de expertos que hagan posible su transformación en
fuente para la historia. La relación con el archivo, el acercamiento a los proble-
mas del mundo del archivo, pero más en general la reflexión sobre la naturaleza
de los corpus que constituyen el archivo propio de este campo de estudios, que
tantos desafíos metodológicos plantean, es una dimensión que ha acompañado
esta trayectoria. La activación de nuevos repertorios es, en fin, parte intrínseca
del crecimiento de este campo, y su futuro depende estrechamente de este factor.
Estos rasgos generales del rumbo de los estudios históricos de la cuestión
criminal se manifiestan en los trabajos reunidos en este volumen, que combina
contribuciones de las tres generaciones que hoy nutren este campo: investigado-
res que son referentes-fundadores, investigadores establecidos y en plena fase de
producción, e investigadores jóvenes ingresados más recientemente a un campo ya
estructurado. Su referencia a América Latina da cuenta de la frecuencia y solidez
de los intercambios entre quienes trabajan en y sobre distintos escenarios naciona-
les de la región. Y resulta una contribución al afianzamiento de las tendencias que
hemos venido identificando hasta aquí en un plano regional.

Contribuciones a este volumen


Por razones de relevancia que son evidentes, la pregunta por la ciencia del crimen
y su papel en la formación de los estados modernos latinoamericanos ha constitui-
do, desde el comienzo, uno de los vectores con mayor continuidad de indagación.
Sacando partido de los puntos de contacto con la historia de circulación y recep-
ción de ideas, y la de las elites intelectuales y científicas, desde hace más de una
década que se sigue de cerca la emergencia de instituciones estatales modernas
(prisiones, policías, justicia), así como la constitución de campos disciplinares y
académicos que las han modelado (criminología, derecho, psiquiatría) (entre mu-
chos otros, Salvatore, 1992, 1996, 2000, 2013, 2016; Salessi, 1995; Buffington,
2001; Caimari, 2002, 2004; Álvarez, 2003; Sozzo, 2006; 2007, 2015; Creazzo,
2007). El trabajo de Máximo Sozzo retoma hipótesis establecidas en este ámbito a
partir del estudio de las operaciones de la precoz recepción, y de los usos iniciales,
de la obra de Cesare Lombroso en Buenos Aires. A partir de un análisis minucioso
del abordaje que le reservaron autores del mundo jurídico y médico, muestra que
Introducción 17

aquel primer momento de interés en las hipótesis lombrosianas estuvo lejos de ser
acrítico. Muy por el contrario, el trabajo revela un arco nutrido de posiciones que
oscilan entre los extremos de adopción y rechazo, y una gama de razonamientos
complejos donde la deferencia no oculta matices ni objeciones.
El trabajo de Jeremías Silva, por su parte, vuelve sobre la dimensión refor-
mista de las corrientes de modernización de la prisión, que hasta ahora han es-
tado fuertemente concentradas en la vuelta del siglo XIX al siglo XX (Salvato-
re y Aguirre, 1996; Caimari, 2004; Nunes et al., 2009). Su contribución avanza
en un período escasamente investigado, como es el de las gestiones radicales de
principios del siglo, prestando atención a los contextos políticos, cuya presencia
en los análisis disponibles ha sido algo esquiva. Su investigación demuestra que,
contrariamente a lo que se había asumido, las gestiones radicales fueron pletóri-
cas de proyectos modernizadores de la prisión. Lejos de constituir una suerte de
contrapunto vacío a los períodos previos y posteriores, debe ser pensada en clara
continuidad programática con los proyectos reformistas más ambiciosos y mejor
conocidos.
Carlos Aguirre y Ricardo Salvatore se aproximan al mundo carcelario desde
un ángulo diferente, el de las experiencias de colonización penal en América La-
tina. Su trabajo –texto de síntesis más que investigación en sentido estricto– des-
cribe y compara el derrotero de largo plazo de cuatro casos, nacidos de la noción
ampliamente compartida en el siglo XIX de la conveniencia de deportar sujetos in-
deseables de las grandes ciudades a rincones marginales necesitados de población.
Las experiencias en la isla Juan Fernández en Chile, el penal de Ushuaia en Argen-
tina, la isla Fernando de Noronha en Brasil y las Islas Marías en México ponen en
evidencia el recurso sostenido de los estados modernos a la figura de la expulsión
colonizadora. Conectando estas prácticas con la configuración de los mercados de
trabajo de las sociedades continentales y los mecanismos de eliminación de ciertas
poblaciones (definidas en términos de raza, clase o adscripción política), el trabajo
ilustra también contrastes importantes en la ambición y ejecución, con algunos
casos acercándose a modelos reformistas modernos de castigo y colonización, y
otros subsistiendo apenas en los márgenes de los estados nacionales.
Los estudios sobre policía, que comenzaron circunscriptos a la pregunta por
la represión política o social, constituyen una de las áreas de mayor avance en los
últimos años, guiados por preguntas sobre los procesos de modernización y pro-
fesionalización de estas fuerzas, por un lado, y al lugar capilar, difuso y a la vez
fundamental que les cabe en la historia de la construcción estatal. Los límites del
18 Historia de la Cuestión Criminal...

objeto también se han ido modificando a partir de la constatación de la naturaleza


inmanente de este actor, su carácter intersticial, íntimamente ligado al devenir en
el espacio urbano (Foucault, 1989, 1993; Neocleous, 2000; Sozzo, 2005; Galeano,
2016b; Caimari, 2012). El estudio de Daniel Palma sobre la policía de Santiago de
Chile ofrece una síntesis de la historia de esta institución, mostrando los proble-
mas más específicos del objeto (proyectos modernizadores e impulsos profesiona-
lizadores ambiciosos y de difícil ejecución) y su papel crítico en el mantenimiento
del orden callejero, conectando la historia de esta agencia estatal con los vaivenes
de la historia social y política, y la historia de la vigilancia de la moralidad y las
costumbres.
Los trabajos de Osvaldo Barreneche y de Lucas Pereira, por su parte, reto-
man una de las líneas de indagación más ricas del estudio histórico de las policías
latinoamericanas, como es la pregunta por la construcción de lazos identitarios
de pertenencia. La cuestión es bien conocida por los etnógrafos y sociólogos de
la policía, que han marcado mecanismos y operaciones que inculcan sentidos de
grupo y construyen un “nosotros” policial (Reiner, 1992; Waddington, 1999; Siri-
marco, 2009; Galvani, 2016). Pero al tratarse de construcciones que funcionan en
el largo plazo y que explican en buena medida el éxito progresivo de los proyectos
de modernización institucional a lo largo del siglo XX, los estudios del pasado de
estos armados simbólicos resultan indispensables, de allí la atención prestada en
los últimos años a la aparición de rituales y publicaciones policiales destinados a
construir este lazo (Caimari, 2012; Galeano y Bretas, 2017). En este plano, el es-
tudio de Barreneche muestra de qué maneras la policía de la provincia de Buenos
Aires alimentó tempranos lazos mutualistas, entre los que sobresale la construc-
ción de un panteón cuyos rasgos eran reveladores de visiones simbólicas de la
institución, donde los policías de todas las jerarquías quedarían igualados ante la
muerte. Pereira, por su parte, atiende al entramado de historias heroicas del pasado
policial. En ese conjunto de referencias simbólicas, encuentra elementos que tejen
vínculos entre soldados y oficiales, al tiempo que marcan distinciones en relación
con la consolidación de los poderes estadual y estatal a lo largo de la primera mitad
del siglo XX brasilero.
El capítulo de Cristian Palacios vuelve su atención sobre un tema que ha ve-
nido cobrando fuerza en los estudios históricos sobre la policía recientemente (Ro-
dríguez, 2004; García Ferrari, 2010, 2015): el desarrollo y difusión de las técnicas
y prácticas de identificación de individuos en el marco de la actividad policial y su
giro desde una lógica orientada hacia la individualización de “reincidentes” a una
Introducción 19

orientada a la individualización de “ciudadanos”. En particular, explora el proceso


de adopción de diversas ideas y técnicas al respecto en el contexto de Santiago de
Chile en las primeras dos décadas del siglo XX.
La historia del delito tiene una larga tradición como rama de la historia so-
cial del siglo XIX, encarnada en los estudios del bandidismo. Junto a esa línea,
que continúa desarrollándose (Fradkin, 2006), se ha ido afianzando el estudio del
delito moderno y urbano como puerta de entrada para observar las sociedades por-
tuarias latinoamericanas (Piccato, 2001; Palma, 2011; Galeano, 2016a). El trabajo
de Ignacio Ayala Cordero sobre las redes sociales del robo en Buenos Aires se ins-
cribe en esta línea. A partir del estudio de legajos de justicia criminal, reconstruye
las amplias tramas sociales que hacían posible la circulación de bienes obtenidos
mediante el robo. La organización y persistencia de estas prácticas sugieren, en su
argumento, la existencia de visiones del trabajo y la economía diversas del modelo
capitalista.
La falsificación de moneda constituye el centro del trabajo de Diego Galea-
no. Siguiendo la pista de un falsificador de origen francés devenido célebre en las
ciudades sudamericanas, su trabajo muestra la escala de la circulación de moneda
falsa en el espacio rioplatense. Asimismo, describe la trama de alianzas y contac-
tos que subyacía a este negocio, y la concepción espacial que lo sostenía, donde
Brasil, Uruguay y Argentina formaban parte de un mismo territorio de operacio-
nes, tanto delictivas como policiales.
En la medida en que la historia del delito, la policía y la justicia de los siglos
XIX y XX está ligada a la de las percepciones sociales en relación con estos ac-
tores, su vinculación con la historia de la prensa y de la opinión pública ha sido
fundamental. Así, el trabajo sobre secciones específicas de los diarios (policiales,
judiciales, nota roja, etc.) fue extendiendo la inicial relación con la prensa como
insumo hacia un interés en la prensa como objeto, entendido en su complejidad.
No pocos historiadores de esta área trabajan en diálogo más o menos formal con
la historia del periodismo y con la crítica literaria culturalista, que también se
interesa en la prensa (Caimari, 2004, 2012; Kalifa, 1996; Buffington, 2001). El
trabajo de Elisa Speckman aquí incluido se inscribe en esta franja, concentrándose
en las representaciones periodísticas de la justicia mexicana en un período que
cubre buena parte del siglo XX. Demuestra que la cobertura de casos criminales,
y la crítica sistemática de los mecanismos que les reservaba la justicia, consolidó
una imagen débil y corrupta del sistema judicial mexicano, que se mantendría
en el largo plazo. Este profuso despliegue de visiones negativas, a su vez, habría
20 Historia de la Cuestión Criminal...

constituido un canal oblicuo de crítica de los regímenes imperantes, una suerte


de válvula de escape allí donde la oposición política explícita podía ser riesgosa.
La reunión de estos trabajos en un volumen espera contribuir a difundir avan-
ces en zonas diversas del vasto campo de estudios históricos de la cuestión crimi-
nal en América Latina, engrosando así la lista, más y más larga, de estudios que
alimentan una de las más vitales áreas de nuestra historiografía.

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