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¿Por qué no me gustan los libros de superación personal?

No sé si en verdad no me gustan los libros de superación personal. Claro


que no son mis favoritos de la vida, pero a veces puedo llegar a aceptar que algunos
me gustan como quien acepta aliviado cierto placer que ha guardado en el clóset
de la censura personal y colectiva.

No puedo catalogar a los libros de superación personal —ni soy quien para
hacerlo— como la cosa más espantosa que el hombre pudo producir. Muchos tienen
algo bueno, para ser sincera. Por eso, decidí escribir: para dilucidar yo misma y
compartir con ustedes el resultado de ese análisis en el que, por una parte, están
todas las razones prácticas para desechar la escritura tipo “hágalo usted mismo,
conviértase en un éxito” y por la otra están todas esas buenas razones para no dejar
de lado algo que puede llegar a ser hasta divertido.

Hay de libros a libros de superación personal, desde los muy vilipendiados


textos de Carlos Cuauhtémoc Sánchez hasta los buenísimos libros de finanzas
personales de Sonia Sánchez Escuer —por mencionar sólo un par de ejemplos— y
claro, también están los que se disfrazan de literatura y le hacen sentir a quien los
busca con ahínco que el suyo es un espíritu sensible, que se eleva sobre las alturas
de la existencia preguntándose hondas y muy especiales cuestiones filosóficas y
que busca dar un sentido verdaderamente trascendental a su existencia —léase
Paulo Cohelo.

Para empezar, los libros de superación personal no me gustan porque


sencillamente nunca me ha gustado seguir pasos y que alguien me diga qué hacer.
En lo personal, soy tan mala con esos temas que de plano la cocina de lo dulce,
que se presta mucho menos a la libre interpretación y a la improvisación que la
salada, siento que me está negada. Recetas para hacer estoy y aquello hay
montones, pero es en los terrenos de la existencia y del manejo de emociones
donde menos deberían de haber recetas, ¿Por qué? Porque, para empezar, la
superación personal, considero, exige una búsqueda interior, un indagar en los
recovecos del alma, del yo, y las recetas o los instructivos existenciales suelen callar
todos esos valiosos cuestionamientos dándole a quien los busca una especie de
placebo para su mal, una cura instantánea —y ya sabemos lo que pueden llegar a
hacer las recetas milagrosas.

No niego para nada que a veces el simple hecho de buscar sea ya una
forma de empezar a resolver algo y que las respuestas, cuando se buscan con
ahínco, pueden ser encontradas en los lugares más insospechados y hasta
menospreciados. El que sabe escuchar y está atento puede encontrar lo que busca
donde sea.

Los libros de superación personal evitan que quien necesita superarse haga
algo verdaderamente trascendental por sí mismo: crear los mecanismos para salir
adelante es la mejor forma de superarnos; al indagar, al analizar nuestras
emociones, nos encontramos mucho más capacitados para resolver lo que nos
ocurre.

Creo que la literatura, el arte mismo, son mejores formas de superarse


personalmente. No sólo por el razonamiento simplista de la adquisición de
conocimiento —¡Vamos! ¿Para qué te sirve conocer algo si no genera ningún tipo
de consecuencia, si no te ayuda a cambiar algo, a transformar por principio de
cuentas, tus estructuras mentales?—, sino porque al requerir de un proceso de
interpretación, la literatura hace que el lector se convierta él mismo en su superador
personal. Los procesos de decodificación de los códigos que son las obras
requieren que los símbolos que llegan al receptor sean asociados a las ideas que el
artista emitió, es decir, se trata de un proceso creativo que permite al receptor al
mismo tiempo descubrir las claves para resolver determinadas emociones junto con
el narrador, el protagonista y el autor del libro que lee.

Pertenezco a la fila de románticos quienes piensan que si escogemos un


libro lo hacemos por algo. Me gusta creer que los libros llegan a mí porque los llamo.
Siento que no son una casualidad, llegan porque estoy buscando algo,
preguntándome algo y generalmente son la respuesta; algo me enganchó.

El arte es la mayor escuela emocional que existe; la literatura es el mejor


ejemplo de libro de superación personal. Es ésta un mejor lugar para hallar la
autoayuda que un libro sobre el tema porque es experta en el manejo de emociones,
te hace sentir cosas, incluso, sin que tengas que vivirlas y es mucho más humilde
cuando lo hace que un dictador de superación personal. Por ejemplo, puedo saber
lo terriblemente doloroso que es vivir hacinado, escondiéndose como un ratón y con
el horror de ser exterminado como una plaga por el hecho de leer y por el valioso
acto de comprender e identificarme con Ana Frank y su diario, o la terrible lucha
sobre si un acto es bueno o malo cuando se quebranta el orden moral motivado por
una causa de fuerza mayor, como en Crimen y Castigo, y llegar a sentir la profunda
tristeza que Victor Hugo imprimió en Los Miserables, una declaración sobre las
condiciones que hacen a un hombre miserable: los hijos de la degradación material,
y quienes son producto de la degradación moral, los que han perdido todo, incluso,
aquello que les hace hombres: su humanidad.

Cuando uno lee un libro de superación personal tiene a una voz diciéndole
directamente qué debe hacer, cómo y hasta cuándo. Eso hace que nos habituemos
a escuchar instrucciones y que rara vez sepamos qué hacer cuando no las tenemos,
lo cual evita que interioricemos. Nadie merece esclavizarse mentalmente a nada.
Por otro lado, pasa también que, al leer, sentimos que ya hacemos algo y no lo
llevamos a la práctica, lo que ocasiona que la famosa superación personal se quede
en frases o memes que posteamos por aquí y por allá pero que no hacen ninguna
diferencia práctica en nuestra vida.

Ahora, por qué sí me gusta la superación personal: porque en todos los


campos del actuar humano hay cosas valiosas y si uno sabe remover la paja y
buscar con un ojo curioso, seguro podrá encontrar cosas muy dignas. Además, el
conocimiento, sea del tipo que sea, debe compartirse para que genere valor, si no,
no cuenta. Por eso, creo que es válido seguir buscando en el género alguno que
otro título, hasta que un día logre integrar mi propia colección de “valiosos de la
superación personal”.

A ustedes, ¿les gustan los libros de superación personal?

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