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Zumthor, Paul. La letra y la voz. De la "literatura" medieval. Trad.

Julián Presa. Madrid, Cátedra, 1989.


no la nobleza, se admitirá su mérito; pero el espíritu que lo rige
te de los ritos, éstos tenderán a la esclerosis. De ahí los conflic-
no dispone todavía de un len guaje en el que poder expresarse, y
tos familiares y personales, legibles entre las líneas del De uita
necesita infiltrarse en otros discursos, aunque sea el de la Iglesia
sud, de Guibert de Nogent: conductas tradicionales, objeto de san-
o el de los poetas de la corre.
ciones comunitarias, el honor o la vergüe nza, que la voz colecti-
El universo de sentidos que se había constituido a pafiir de
va pro clama, se opone n a los valores éticos, interio rizados, reco-
los siglos IV y v en Occidente reposaba sobre una visión simbó-
nocidos cada yez mejor en un medio aristoc rático. Así da fe de
lica que distin guía mal entre la realidad de las cosas y su repre-
ello todavía, la «cortesía>>, o al menos la figura mitificada que ha
sentación. En el siglo XII co menzaron, esporádicamenre, las pri-
rransmitido el discurso poético que ella engendró: primer resul-
meras dudas. La situación era grave, y así lo sintieron los inho-
tado de una búsqueda que el individuo, condicionado por los po-
vadores como Abelardo. Entonces se extendió, en poco tiempo,
deres, las responsabilidades y los derechos, había empezado un
la moda universal de la alegoúa, hasta entonces simple técnica
siglo antes. Así, 1o múltiple se manifiesta en el seno de la uni-
de lectura y de interpretación exeg ética. Desde L230 se elaboró,
dad: surge un tipo de hombre pluridimensional, d juicio del cual,
si no un lenguaje, sí un tipo de discurso que octpará, hasta el
de repente, nada aparcce ya banal. La palabra rruodernitas expre-
siglo XV, a través de Europa entera, una posición de dominio
sa entonces el sentimiento que se siente en este espectáculo y el
casi absoluta en los usos protocolario y poético. Sin duda, un dis-
entendimiento que aspiramos a tener de é1. Ser <<moderno>> es
curso ?sí, respon día a una necesidad, en una época en la que pa-
juzgar a hombres y cosas en virtud de lo que tienen o de lo que
rccía que cesaba toda congruencia entre la realidad cósmica y el
les falta; es concer sus atributos para dominar su empleo. Ser «an-
lenguaje humano. Entretanto se abtían nuevos espacios cultura-
tiguo» (los dos términos se oponen en su i erga escolar de enton-
les, nuevas necesidades, nuevos públicos ciudades, la bur-
ces), es conocer y juzgar en virtud del ser o de la nada. Por lo
guesía en formación, las cortes reales-, -las ocasiones pafa nuevas
que a la poesía se refiere, la escritura parecé moder na La voz, dfl-
tensiones. Las formas de expresión existentes permanecieron casi
tigua. Pero la voz, poco a poco, se <<modetniza>> y demostrará un
inalteradasl pero la colocación del sujeto que se expresa obedece
día, en plena <<sociedad del haber>>, la permanencia de una «so-
a otras reglas. Así, el sentido de la palabra yo en poesía tendrá
ciedad del ser>>.
un sentido en L2r0 totalmenre distinto del de 11r0.
Donde hasta entonces la calidad determinaba las elecciones,
Éste es mi primer eje de referenci a. La función poética de la
la cantidad entra en juego. Ciertamente, hacer un objeto supon- voz se modifica en el transcurso de este periodo; su empleo pier-
drá, durante siglos, hacer un bello objeto; pero ya comíenza a pe-
de un Poco lmuy poco- de su absoluta necesidad anterior; pero
netrar la idea de un trabajo productivo del que ya se sabe a qué
su autoridad no se ve tod avía afectada. En cuanto al segundo eie,
absurdos, siete u ocho siglos más tarde, habra conducido. El tiem-
T450-1r50, resulta cronológicamente más turbio que el primero:
po mismo se cuanti fica: hablamos de translatio para indicar sus
L400-1500, y aún L400-L450 ó 1470-1120 (como yo lo zugerí en
mutaciones mesurables en la historia de los imperios y del saber;
mi libro sobre los retóricos 6), s€ justifican también. Poco impor-
en el siglo xIV se concebkán y se construirán como Giovanni dei
ta. En el espacio de tiempo que transcurre enrre aproximáda-
Dondi, en Padua, máquinas para contabilizailo. Donde las opo-
mente L2r0 y estos tres plazos, otras líneas de fuerua destacan.
siciones contrastaban sin remedio, blanco-negro, sí-no, surgen
Toma forma , a jticio y bajo la influencia de una minor ía crecien-
términos (<terceros>> y mediadores. J. Le Goff lo ha mostrado al te de clérigos, potentados y burgueses, un universo en el que se
contar en su Nacim'i,ento del Purgatorio la intervención, en el co- afirmará un día la importancia del ojo, del paso del tiempó y de
ruzón de la teolog ía, de un contable divino y, como consecuencia la apertura hacia un porvenir imprevisible. Occidenre enira des-
de Ia situación intermedia del locus purgatorius, una teaualiza- pacio en la edad de la escritura, tras el fracaso de los scriptoria
ción de los fines últimos. El dinero circula rRás y produce una
red más cerrada de obligaciones, de polémicas y de deseos. El ne- 6 Zumthor L978, pág. 11.
gotium se distingue del labor, y está cercano el tiempo en que si
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carolingios por imponer el modelo. De ahí un lento desplaza- eruditos, luego todos, a medida que se difunde la escritura; a me-
miento hacia lo que desde L20A-1250, aproximadamente, un ha- dida que se alejan unas de otras las «artes>> y las <<ciencias>>. Las
bitante sirio hubiera podido prever: un predominio a Largo plazo actividades culturales se diversifican, según las funciones que de-
del modelo escritural. (Dedicaré un capítulo a esta historia.) En- sempe ñan, en los sujetos que las cumplen y en el público al que
tre el comie nzo del siglo XII y mediados del XV, por todo Occi- se dirigen: aparcce una división del trabajo y una especi alización
dente se produjo, en distintos grados, una mutación profunda li- de las tareas, factores que van en contra de la plenitud y omni-
gada a la gener alización de la escritura en las administraciones presencia de la yoz. El campo, hasta entonces muy extenso, de
públicas, que llevó a racion alizar y a sistem atizar el empleo de la dependencia de las formas poéticas se estrecha; se instaura la
la memo ria. De ahí nna) extremadamente lenta y oculta, deva- idea de una estabilidad del texto. La mutabilid ad, la variación, la
luación de la palabra viva. Entramos, reculando y despacio, en
repetición de temas obligados, la remisión (implí cita incluso) a
un mundo en el gu€, como decía OctavioPaz, el destino final de
la autoridad de una tradición no escrita ,la preponderancia indis-
las lite ratvtas es engen drar obras vivas en lenguas muertas. Ha-
cutible de las comunicaciones vocales dan la sensación desde este
cia el afio 1100, es cierto, ninguna de las culturas europeas, desde
momento de medios pobres, un poco despreciables. Su empleo
enronces diferentes, aLcanzó verdaderamentE este término. Sin
duda, Francia es la más cercana a é1. se margi fll, se aísla muy pronto a La zona de nuestras <<culturas
En un librito publicado en 1980, intenté describir, en algu- populares>>.
nos párcafos,los rasgos que a mí me parecieron principales en Éstas, después de Ir50-1160, conquistaron su espacio y su
la muración gue, a finales del xv del xVI- afecta identidad, con los límites todavía poco definidos. Aquí tenemos
-principios
a las mentalidades y costumbres europeas. Me permito remitk a un hecho nuevo. La <<Edad media>> no había conocido nad a igual.
esas páginas, así como a mi libro, ya citado, sobre los retóricos 7. La confrontación de las lenguas vulgares con el latín de los clé=
De todo lo anteriormente dicho, recogeré aquí un elemento que rigos, de las costumbres con la mitología profes ada por la Iglesia
interesa de forma específica a mi propósito: la distancia que el y la escuel a) no dejó de tener conflictos; y no se puede negar que
hombre parece tomar entonces con respecto de sí misffio, el ale- la poesía de los trovadores y Minnescinger, como la de los nove-
jamiento de su propio cuerpo, su desconfianza, y hasta La ver- listps de la primera gener ación, revela un fuerte impulso por.
guenza de las improvisaciones de los espectáculos no prepara- mantener la cerrazón, el aislamiento altivo de las costumbr'es
dos, de los trucos al descubierto: tendencia discutida sin cesar, mentales aristocráticas. Todo lo que, dentro de la cult:ura común,
pero dominante a pesar de todo. El empleo de la voz sufrió, eo opone resistencia a este impulso (y se resiste a la empresa de acul-
aquel contexto, el mismo tipo de atenuaciones y exige el mismo turización en vano llevada a cabo por ciertos medios dirigentes
tipo de prácticas sustitutivas que la educación en la mesa o Ia desde hacía siglos) tiende a aislarse, a endurecerse en un esfuer-
charla sobre el sexo. Un afie que se bas aba en técnicas de con- zo, y quizá en una toma confusa de conciencia de una amplitud
junto, de combinación, de ensamblaje, sin deseo de autentifica- desconocida hasta entonces. Pero, antes del siglo XV, nada nuevo
ción de las partes, retrocede y deja úpidamente el campo libre entró en juego: «popula»> (si se quiere utilizar ese adjetivo) no
a un afie nuevo , 4l que anima una voluntad de singul aúzación. designa todavía 1o que se opone a la <<cienc iarr, a la erudición,
La teatralidad gene rulizada de la vida pública emp ieza a esfumar- sino que hace referencia a lo que procede de un horizonte común
s€, y el espacio se priv atiza. Los registros sensoriales visual y tác- a todbs, en el que se des tacan algunas construcciones abstractas,
til, desde hacía siglos apenas disociables en la experiencia vivida propias de una ínfima minor ía de intelectuales.
por la mayoría, se distinguen, se separan: primeramente son los Así, la inmensa mayor ía de los textos ctrya vocalidad interro-
go son anteriores a Ia apaúción de esta <<cultura popul&rD, dis-
7 Zumthor L978, págs.22-53 y 1980 a, pá}s.77-78; cf. Garin, págs.2I-35 tinta veces menospreciada y oúas alabada por su encanto
7 4-88; Gumbrecht 198r. -unas y consecutiv a a la ruptura social, polí tica, ideoló gica,
anticuado-
[ del 1500. (p. 34) ]
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litteratura, en francés antiguo lettrure (en inglés literacy), no es sía en lengua vulgar, €n el transcurso de aquellos siglos, siguio
tanto un atributo personal cuanto un tipo de relación existente siendo sentida como virtualmente <<al otro lado>> de la escritura,
entre él y una cierta práctica significante . La oposición se en- como un arte de Ia voz en un principio. De ahí una tensión en
cuentra neutralizada en el curso ordinario de La vida; ya hemos eI cara a cara cada vez menos inocente del latín y de las lenguas
hablado de la «simbiosis>> del letrado y del iletrado. En algunos vulgares. Desde el principio de esta historia, las oportunidades
casos, sólo los diferenciala natvraleza de la doctrina a la que haga de que se produjera una especi alización funcional habían sido im-
referencia su discurso. De ahí la vaguedad, o incluso ambigüe- portantes: al latín, la escritura; a las lenguas vulgares, la oruli-
dad, de Ia noción: (il) litteratus transmite un conjunto de ideas dad. Tal fue el caso, en la alta Edad Media, por razones históri-
completamente hechas , relativas al conocimiento púctico de un cas que dependieron de lo que perma necerá de los reinos bárba-
lenguaje definido por reglas. En las aplicaciones que de ellas se ros y de la tradición escrib a antigua. Pe ro Ia cultur a letrada de la
hacen, los términos reflejan el empleo, yd sea del latín, ya de la Antigüedad, relativamente homo génea y cercada, había tenido
escritu ra, o bien de uno y otro, más específicamente, por un cuer- que ceder, desde los siglos IV y V, a vna multiplicidad de subcul-
po de intérpretes, hermeneutas, filólogos, glosadores a cargo de turas provinciales, en confusa busca de su originalidad. La lengua
la transmisión de los saberes teóricos. De l'itteratus a ill'i,tteratus
culta, mantenida de forma arcificial, parecía frenar, incluso pa-
se abre una amplia escala de matices sobre Ia cual cada locutor
rar, aquella dispersión. Y, no obstante, cuanto más se acentuaba
se desplaza cómodamente. Otro factor de equivocidad es, hasta
esta última, más se intensificaba la necesidad de exakar la pure-
el siglo xIII, la oposición l'itteratus-illitteratus, que coincide con
za y la perennidad de la escritura latina; de ahí los <<Renacimien-
la de «clérigo» y <<laico», herencia verbal de una situación anti-
tos>> periódicos distinguidos por los historiadores, en los siglos
gu&, superada desde el siglo XI. Por doquier, se menciona un lai-
cas litteratus: ¿Qué es pues? ¿Simple elogio hiperbólico, por fi- IX, XII y xV. Las lenguas vulgares, fruto de la confusión de Ba-
gtrra de oxímoron? Contr aúamente, Juan de Salisbury habla de bel, según Dante en su De uulgar'i, eloquentia, I. VII, símbolo y
un rex ill'itteratus, término por el que conviene entender que el origen a su vez de la dispersión de los discursos y de La pérdida
rey (cualquiera que fuera su cultura) tiene a menos consultar a de la unica sabiduría, con cada una de aquellas crisis progresaban
los intelectuales de su entorno'. So capa de un vocabulario iguaL, más, dando un gran impulso, en su propio camino. Por eso cre-
se inicia un despla zamiento ideológico <daicización>>- des- cía la tentación de los clérigos a la hora de captr aquellas len-
-una después del año
de aquellos años Il40-1 150, que se acelerará guas, de recuperar su energía y la vericidad propia; tentación de
1200, para terminat en el siglo XIV. hacer entrar en su ordeo, selectivamente, las voces que emanan
El calto sabe latín y posee, con la cultura que esta lengua de ellas. De ahí la larga serie, a través de todo el Occidente, de
transmite, una relación privilegiada. Ahora bien, durante medio intentos de escribir en idiomas germánicos, romances o eslavos.
milenio, la existencia misma de esta cultura domina, con A partir del siglo XIII, la obra de recuperación se hace sistemá-
-que
sus fortale zas eclesiástica y universitaria, el territorio llano de las ticamente y permite el ejercicio triunfante de las censuras: poco
naciones europeas en formación- constituyó un obstáculo de he- más o menos, todo lo que sabemos de la poesía medieval, a ffa-
cho para el nacimiento de las lenguas vulgares fuera de su ca- vés de sus textos, es lo que la gente de escritura tuvo a bien per-
rácter de pur a oruIidad. Nacieron, es verdad, pero muy lentamen- mitirnos conocer. Escribir que en la Antigüedad había sido obra
te y a costa de acomodos, cuyas víctimas somos nosotros, los Mo- servil, y en la alta Edad Media, apostolado, consiste ahota en acla-
dernos, pues provocaron éstos la pérdida irremediable de formas rar La palabra colectiva.
de vocalidad quizá de gran valor poético y ctLya salvación hubiera El movimiento empezó poco a poco, casi clandestinamente,
modificado de alguna maner a la historia. Globalmente, toda poe- paru responder a necesidades espe cializadas , la má.s constante de
las cuales era el apostolado. Desde el siglo IV, el obispo §7ulfila,
t Clanchy, págs. 177-185 y 2I9. lejano precursor, había traducido la Biblia en gótico para (según

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F. Cardini) mandar leerla en público a sus fieles6: inauguraba así de arriba,y La intención no se disimula. Todos los texros que cons-
una de las tradiciones más fomentadas, tanto en círculos ortodo- tituyen, e o nuestros archivos, la prime ru ola de las poesías euro-
xos como heterodoxos, y que llegaúa un día a Lutero. En este ám- Peas proceden de algunos grandes monasterios o del entorno real.
bito se desarrolló muy pronto una poesía, como la del Hel'iand O bien se inscriben en el movimiento de renov ación litúrgi ca y
saj6n, hacia el año 830, o la Eulalia picarda, medio siglo más tar- musical que atraviesa los siglos, desde finales del siglo VIII hasta
de. Las exigencias de la polític a carolingia llevaron a los prínci- el xu. Así, el Georgslied de Reichneau (tingüísticamenre, un col-
pes a mandar redactar en lengua vulgar algunos alistamientos co- mo de anificio), el Saint Léger franco-occitaoo, el Alex,i,s nor-
lectivos: fórmula de Soissons hacia el año 785, versiones roman- mando o, más tarde, el R'itrn,o italiano sobre el mismo sanro. Una
ce y fráncica de los Juramentos de Estrasburgo, €o el 842. El rey floración parecida se produ cká en Escandinavia, incluso en Is-
de §7essex, Alfredo,d partir del 870, gue, habiendo ordenado tra- landia, a §artir del siglo xII, si no ya del xt, siguiendo a los pri-
ducir a Orosio y Gregorio el Grande, manda red actar por escrito meros misioneros cristianos. O bien los poemas escritos contri-
sus Leyes, preocupado por la descomposición de la culturalatina buyen a agrupar en torno al rey a la comunidad de sus fieles, exal-
bajo los golpes de los vikingos. La lengua vulgar se beneficia de tando un pasado heroico, como lo hacen el Hildebrandslied y el
esas experiencias hasta el extremo de que el anglosajón será dos Beoutalf , quizá las más antiguas canciones de gesta fruncesas; de
siglos más tarde la prim era lengua europea en tener (medianre, otÍa maner a, lo hace tambi én la Crón,ica anglosajona, comen zada
las plumas de Aelfric, de §Tulfstan) una prosa de a,rte, Lo que hacia el año 890, estando en el mando el rey Alfredo (y qre se
ocurre es que siempre el factor decisivo inmediato del paso a La prolon gará hasta IL54), o la traducción, en la misma época, de
escritura fue Ia intención de registrar un discurso previamenre la Histor'ia eccles'iast'ica de Beda, o incluso el Luduti,gslied que ce-
pronunciado, o de prepa rar un texto destinado a la lectura pú- lebra la vict oria de Luis III sobre los vikingos en Saucourr, en el
blica o al canto en distintas circunstancias. La escritura sólo eta año 811, en el otro extremo de Europa, tenemos Ios Arunales rc-
un relevo provisional de la voz. dactados en Kiev en el siglo x y retomados en las Cróru,icas ra-
Dentro de estos mismos límites, la puesta por escrito cons- sd,s del XIII.
tituye un hecho histórico de suma importancia, el que se remon- Primera apaúción en nuestro horizonte de una poesía y de
ta sin duda todo lo que, todavía ayet, constituía nuestra moder- relatos conmemorativos aproximadamente formulados en la len-
nidad. La voz es el Otro'de la escritu ra; para fun dar su letigimi- gva viva común: testimonios imperfectos e indirecros de la pre-
dad, asegurar a Largo plazo su hegem onía, la escritura no debe sencia de una voz. Sigue, cronológicamente, en tierras galo-ro-
echar de golpe a ese otro, sino primeramente dar testimonio para mances y germ ánicas un eclipse, aparente silencio de dos o rres
con é1 de curiosidad, solicitar su deseo a la vez que manifestar siglos. Se desencadena entonces Ia segunda oleada de escritura
una incertidumbre a este respecto: saber más de é1, acercarse a poética en len gua vulgar ruprur a hasta nuesrros
é1 hasta los límites que marca un censor invisible. Pero el Otro
-sin ,Cistinto que la prim era.días.
segunda.ole ada lleva un sentido
Esta
Más que
va a instalarse en el papel que se le des igna, va a reivindicar su acercamlento y domesticación, es enfrentamiento y conquista. El
propia verdad, invertida. Reacción de defensa de la voz poética, sernl.o ualgar'is,los clérigos lo saben y 1o repiten desde hace si-
sumisión a los valores propios y que parecen propios de la es- glos, €s fruto y raíz al mismo tiempo de una cultura salvaje, oo
critura latina; absorción de La sabidu ría y de los rasgos mentales oficial aunque omnipresente, hecha de sedimentaciones oscuras
que ésta transporta. Esta autocolonización funcional que se es- acumuladas desde el neolítico, poderosa mixtu ra <<campesina» (es
boza desde los primeros textos, se revelatá en el transcurso de decir, pagana) de recuerdos iberos, celtas, germanos, de creen-
los siglos XII y XIII. cias, de prácticas, un arte con el que la tradición latina, eclesiás-
Hasta el siglo XI, la iniciat iva escritu aria siguió procediendo tica y escolar, se ve obl igada a componer, por no haber podido
extirp ar bajo La curación de paganismo o de herej ía. Ahora bien,
6 Flori, pá5. 160. a partir de los siglos XI, xII y XIII, según los sitios, esra cultura

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popular, hasta entonces recluida en los bastidores del teatro del sus La1ts, pero también decenas de hagiógrafos y de autores de
Orden (político, social, moral), entra con estrépito en escena y cuentos, remiten así a 1o que, a sus ojos y aI oído del público, es-
obliga a los letrados a un prodigioso esfuerzo de invención para tablece la autoridad de su discurso, una tradición, un relato adi-
tratar de racion alizar un poquito. Su instrumento más poderoso cional, uo rumor. Según Ia tesis, vigorosamente sostenida de
en esta empresa es Ia escritura; y ésta, pronto o tarde, se libera B. Stock, el <<iletrado>> pertenece con frecue ncia a alguna «comu-
de su más pesado estorbo vocal que sigue pesando sobre ella: el nidad textual>> en virtud de las referencias que la existencia le
verso. De ahí la difusión, en los siglos XIII y XIV, de una prosa obliga a hacer a tal o cual relato (aunque no tenga directamente
narrativa, luego en el XV, La reescritura prosaica de los antiguos acceso a él) y de la autoridad que le reconoce.
relatos er, ,r.Áo, el Erec de L454, el Tr'istán alemán de t484, el Litteratus e 'illitteratus hacen así menos mención a individuos
Perceual de 1530 y munerosas <<novelas>> hechas de recopilacio- tomados en su totalidad que a niveles de cultura que pueden coe-
nes de cantares de gesta. xistir (coexisten con frecuencia) en el seno del mismo grupo, in-
En adelante se debilita la función exclus iva reserv ada a las cluso en el comportamiento y l,a mentalidad del mismo indivi-
tradiciones orales de transmisión de los conocimientos en el seno duo. El iletrado parte <<analfabeta>> de mí, de ti, de la socie-
del grupo social; se debilita hasta que rápidamente se disipa La dad entera- dom -laina menos palabras y menos cantidad de ellas,
ilusión enciclopédica que sostenía esta función (pues, por limi- pero está, en cambio, más cerca de ellas; por eso, sin duda, como
tados que fuesen, los conocimientos así salvados cubrían el cam- la <<letra>> misma del Evangelio, se inclina ante é1, conviene ha-
po entero de la experienc iu) . El campo de las tradiciones orales cer triunf ar en sí mismo el arualfabetis?n,o para asegurar nuestra
se reduce, se fragmenta, a la latga se matgina, pero no en bene- salvación: Francisco de Asís entendió <<literalmente>> esta metá-
ficio de otro enciclopedismo. A pesar de algunas apariencias y de fora y rcchazó la curios'itas de los libros 8.
un globalismo triunfante en los escolásticos hacia 1250-1280, el Bujo Ia pluma o la enseñ anza de los doctos, se inició una teo-
espacio así liberado es progresivamente ocupado por <<ciencias>> ría en el siglo IV, que tomó forma en Isidoro y Gregorio el Gran-
discontinuas, e o número creciente, por o para las cuales el hom- de, cru zando la época medieval hasta los versos conocidísimos de
bre crea un len guaje, abstracto, comprometiendo cada vez menos Villón: a los cultos, la escritura, a los analfabetos, las imágenese;
la realidad del cuerpo. 'intueri (<<descifrur con los ojos y penetrar»> el texto) contra con-
f)entro de todas estas mutaciones, ¿qué es un <<letrado>>? Paru templar'i,, según los términos de una resolución del sínodo de
Huguccio da Pisa, en sus Magnae der'iuationes, a finaLes del siglo Arras, en 1205, gu€ parece excluir toda situación intermedia 10.
xII, retomadas cien años más tarde en el Catholicon de Giovanni El cristianismo occidental no comparte ni las tendencias icono-
Balbi, dicitur I'i,tteratas qai ex arte de rude aoce sc'it forrtare lit- clastas de algunos orientales ni la prude ncia del islam, quien, por
terd,s... et orat,iorues sc'it congrue proferre et accentuare (,.es lla- horror de la idolatría, hace de la escritura en sus grafías el fun-
mado letrado aquél que por arte sabe, de la grosería de Ia voz) damento de todo arte visual y plástico. Gregorio el Grande yaha-
extraer una expresión ordenada... y pronunciar sus discursos con bía tomado partido: instruirse por mediación de una representa-
pertinencia y justa modulación>>)', p,rnto de vista retórico, apo- ción figwada no quiere decir que se adore dicha pintur alr. A la
yando la definición en la única perspectiva de Ia pronunciat'i,o. lnvef sa,
En cuanto a los ,ill,i,tterati, nadie les niega una autoridad particu- Ontn'is mundi creatura
lar. Es en esta perspectiva en la que conviene tomar las frecuen- qaasi l'iber et picturd,...
tes referencias hechas por nuestros textos poéticos a alguna fuen-
re oral. Poco importa que ésta sea quizá ficticia. Un letrado como
\ü7ace en el Bruto, el Roa, su San I'licolas, Maúa de Francia en
8
Bologna L982, pá5. 732.
9 Riché 1979, págs. 542-543; Goldin 1978, págs. I4-L6.
10
Davy, pá9. 55.
7 Stock 1983, pá9. 27 .
11
Baüml 1980, pá5. 259.

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