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El territorio que ahora ocupa Brasil fue reclamado por Portugal por primera vez el 18 de
septiembre de 1500 cuando el navegante portugués Pedro Álvares Cabral llegó a sus
costas. Desde 1534 se inició el asentamiento permanente en el territorio por los
portugueses, quienes expandieron el territorio hacia el Oeste durante los siguientes 300
años hasta que establecieron casi todas las fronteras que constituyen el actual Brasil.
En 1808, el ejército del emperador francés Napoleón Bonaparte invadió Portugal y forzó a
que la familia real portuguesa se fuera al exilio. La corte portuguesa fue establecida en la
ciudad de Río de Janeiro, que se convirtió en la sede no oficial del Imperio portugués.1 Este
cambio de sede generó un gran giro en las relaciones metrópoli-colonia.
Según Westthalen: «en 1807[...] se produjo lo que podría llamarse inversión brasileña,
esto es, la transformación de la capital luso-brasileña en sede de la monarquía portuguesa
[...] en realidad Brasil pasaba a ser la metrópolis y Portugal, la colonia.»2
La insatisfacción por las medidas de las Cortes entre la mayor parte de residentes en
Brasil (tanto nacidos en Brasil como en Portugal) aumentaron hasta un punto en que
pronto se dio a conocer públicamente.12 Surgieron dos grupos que se opusieron a las
acciones de las Cortes que socavaban gradualmente la soberanía brasileña: los liberales
liderados por Joaquim Gonçalves Ledo (quien contaba con apoyo de los masones) y los
bonifacios comandados por José Bonifácio de Andrada. Ambas facciones no tenían nada
en común con respecto a sus planes para Brasil, con la única excepción de su deseo de
mantener el país unido con Portugal como una monarquía soberana