Sei sulla pagina 1di 21

INTRODUCCIÓN

Los santos del cristianismo datan casi desde los comienzos de esta religión, ya que
empezaron a venerarse públicamente en el siglo II. Todo parece indicar que su origen data
de las primeras tumbas de los mártires, ya que estos habían derramado su sangre por Dios y
Cristo, y por tanto Dios y Cristo, podían interceder desde el cielo a todos aquellos que los
veneraban, los invocaban o rezaban ante sus tumbas. Por esta razón se buscó un día de
celebración, y este día se consideró el dies natalis o nacimiento al cielo del mártir, fecha en
la que se hacía el ofrecimiento del sacrificio eucarístico.

Un aspecto destacado es el concepto de que los santos son modelos a imitar, tanto en su
virtud heroica como en sus actos. Los santos, por su parte, enseñan a interpretar el
evangelio. Otro aspecto que los santos y santas siempre han demostrado es su espíritu de
sacrificio hacia los demás y especialmente su amor desinteresado hacia los seres que les
rodean. La historia de los santos está repleta de ejemplos en los que se demuestra un gran
amor a los pobres y a los enfermos, un amor tan desinteresado que en muchos casos ha
originado que el santo o la santa se desprendiese de sus bienes más queridos para ayudar al
pobre, para construir hospitales.
VIDA DE LOS SANTOS

SAN JERÓNIMO

Uno de los cuatro Doctores originales de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias bíblicas y
traductor de la Biblia al latín. Presbítero, hombre de vida ascética, eminente literato (347-
420). Fiesta se celebra 30 Septiembre.

Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado.
Abrazó la vida ascética, marchó al Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue
secretario del papa Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la
Biblia. También promovió la vida monástica. Más tarde, se estableció en Belén, donde
trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente
comentarios de la sagrada Escritura. Murió en Belén el año 420.

Vida de San Jerónimo: (Eusebius Hieronymus Sophronius), el Padre de la Iglesia que


más estudió las Sagradas Escrituras, nació alrededor del año 342, en Stridon, una población
pequeña situada en los confines de la región dálmata de Panonia y el territorio de Italia,
cerca de la ciudad de Aquilea. Su padre tuvo buen cuidado de que se instruyese en todos los
aspectos de la religión y en los elementos de las letras y las ciencias, primero en el propio
hogar y, más tarde, en las escuelas de Roma. En la gran ciudad, Jerónimo tuvo como tutor a
Donato, el famoso gramático pagano. En poco tiempo, llegó a dominar perfectamente el
latín y el griego (su lengua natal era el ilirio), leyó a los mejores autores en ambos idiomas
con gran aplicación e hizo grandes progresos en la oratoria; pero como había quedado falto
de la guía paterna y bajo la tutela de un maestro pagano, olvidó algunas de las enseñanzas y
de las devociones que se le habían inculcado desde pequeño. A decir verdad, Jerónimo
terminó sus años de estudio, sin haber adquirido los grandes vicios de la juventud romana,
pero desgraciadamente ya era ajeno al espíritu cristiano y adicto a las vanidades, lujos y
otras debilidades, como admitió y lamentó amargamente años más tarde.

En Roma recibió el bautismo (no fue catecúmeno hasta que cumplió más o menos los
dieciocho años )y, como él mismo nos lo ha dejado dicho, "teníamos la costumbre, mis
amigos y yo de la misma edad y gustos, de visitar, los domingos, las tumbas de los mártires
y de los apóstoles y nos metíamos a las galerías subterráneas, en cuyos muros se conservan
las reliquias de los muertos". Después de haber pasado tres años en Roma, sintió el deseo
de viajar para ampliar sus conocimientos y, en compañía de su amigo Bonoso, se fue hacia
Tréveris. Ahí fue donde renació impetuosamente el espíritu religioso que siempre había
estado arraigado en el fondo de su alma y, desde entonces, su corazón se entregó
enteramente a Dios.

En el año de 370, Jerónimo se estableció temporalmente en Aquilea donde el obispo, San


Valeriano, se había atraído a tantos elementos valiosos, que su clero era famoso en toda la
Iglesia de occidente. Jerónimo conoció en Aquilea a Evagrio, un sacerdote de Antioquía
con merecida fama de ciencia y virtud, quien despertó el interés del joven por el oriente, y
hacia allá partió con sus amigos Inocencio, Heliodoro e Hylas, éste último había sido
esclavo de Santa Melania.

Jerónimo llegó a Antioquía en 374 y ahí permaneció durante cierto tiempo. Inocencio e
Hylas fueron atacados por una grave enfermedad y los dos murieron; Jerónimo también
estuvo enfermo, pero sanó. En una de sus cartas a Santa Eustoquio le cuenta que en el
delirio de su fiebre tuvo un sueño en el que se vio ante el trono de Jesucristo para ser
juzgado. Al preguntársele quién era, repuso que un cristiano. "¡Mientes!", le replicaron. "Tú
eres un ciceroniano, puesto que donde tienes tu tesoro está también tu corazón". Aquella
experiencia produjo un profundo efecto en su espíritu y su encuentro con San Maleo, cuya
extraña historia se relata en esta obra en la fecha del 21 de octubre, ahondó todavía más el
sentimiento. Corno consecuencia de aquellas emociones, Jerónimo se retiró a las salvajes
soledades de Calquis, un yermo inhóspito al sureste de Antioquía, donde pasó cuatro años
en diálogo con su alma. Ahí soportó grandes sufrimientos a causa de los quebrantos de su
salud, pero sobre todo, por las terribles tentaciones carnales.

Es en esa época de Antioquía cuando empezó a interesarse por el Evangelio de los hebreos,
que era, según las gentes de Antioquía, la fuente del Evangelio según San Mateo. Tradujo
entonces el Evangelio de los nazarenos, que él consideró durante cierto tiempo como el
original del Evangelio según Mateo. En ese periodo empezó además su caudaloso
Epistolario.

Regresó a Roma en el año 382 y allí permanecerá tres años. Los obispos de Italia junto con
el papa nombraron secretario de este último a San Ambrosio, pero este cayó enfermo y
eligieron después a Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficacia. Viendo sus dotes
y conocimientos, el papa Dámaso I le nombró su secretario, y le encargó redactar las cartas
que el pontífice enviaba. Y más tarde le designó para hacer la recopilación de la Biblia y
traducirla. Entonces, Jerónimo descubrió su verdadera vocación, con la que podía servir a
Dios: la de filólogo. La traducción de la Biblia que circulaba en ese tiempo en Occidente
(llamada actualmente Vetus Latina) tenía muchas variantes, imperfecciones de lenguaje e
imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el
latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, en la traducción llamada Vulgata (la de uso
comúm).

En el Concilio de Roma de 382, el papa Dámaso I expidió un decreto conocido como


Decreto de Dámaso que contenía una lista de los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo
Testamento. Le pidió a san Jerónimo utilizar este canon y escribir una nueva traducción de
la Biblia que incluyera un Antiguo Testamento que contuviese los 46 libros que estaban en
la Septuaginta y el Nuevo Testamento con sus 27 libros, a fin de acabar con las diferencias
que había con la versión de la Biblia que circulaba en Occidente, la llamada Vetus Latina.
Comenzó entonces esta labor con la traducción de los Psalmos o Salmos. Y además tradujo,
por petición expresa del papa Dámaso, los Comentarios sobre el Cantar de los cantares de
Orígenes y el tratado Sobre el Espíritu Santo de Dídimo el Ciego.

Cuando tenía alrededor de 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos
en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron
envidias, que recrudecieron cuando falleció su protector el papa Dámaso; sintiéndose
incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de
corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa, llegando a
Antioquía en agosto del año 385 acompañado de su hermano Pauliniano y de algunos
amigos.

En el año 386 regresó a Belén, donde fundó una comunidad de ascetas y estudiosos y pasó
sus últimos 35 años en una gruta. Construyó y desarrolló su monasterio durante tres años
gracias a los medios de que le proveyó Paula. Ella dirigía el monasterio de mujeres y
Jerónimo el de hombres, aunque él asumía la dirección espiritual tanto de los hombres
como de las mujeres a través de la exégesis de las Escrituras, cuya exposición tenía un
lugar prominente en la vida comunitaria regulada por Jerónimo. Jerónimo asimilaba la
Biblia a Cristo y escribió: «Ama las Santas Escrituras y la sabiduría te amará, es preciso
que tu lengua no conozca más que a Cristo, que no pueda decir sino lo que es santo».

De 389 a 392, Jerónimo trabaja en la traducción al latín de la Biblia Septuaginta.

La Iglesia católica ha reconocido siempre a san Jerónimo como un hombre elegido por Dios
para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado patrono de todos
los que en el mundo se dedican a explicar la Biblia; por extensión, se le considera el santo
patrono de los traductores.

-Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años. En su recuerdo se celebra el Día
internacional de la Traducción.

SAN ANTONIO DE PADUA

Antonio de Padua (1195-1231) nace en Lisboa y se inicia en la vida religiosa de los


canónigos regulares de San Agustín. Sin embargo, la muerte o martirio de cinco
franciscanos en Marruecos, le lleva a ingresar en los franciscanos en 1220.

Intento vivir en Marruecos, pero una grave enfermedad le obliga a regresar a España y
predicar por toda Europa. Lo hace en la catedral de Foru, en Rímini, Bolonia, Montpellier,
Tolosa y Padua. En esta última población predicó contra los abusos sociales. Sus
predicaciones se realizaban en el interior de las catedrales, pero también en 1os mercados y
plazas públicas donde atraía gran número de personas. Su predicación abordaba temas
como la avaricia, la usura y la lujuria. Además de la misión de predicador, se le dio el cargo
de lector en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un miembro de la
Orden Franciscana cumplía con aquella función. En una carta que, por lo general, se
considera como perteneciente a San Francisco, se confirma este nombramiento con las
siguientes palabras: "Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en
Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes,
siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de
acuerdo con nuestra regla".

Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano
Antonio estaba en el púlpito. Por cierto, que poseía todas las cualidades del predicador:
ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y
una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que
estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con
cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva,
casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a
sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes
le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos,
los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y
talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron
antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del
púlpito.

Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para
que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.
Poco después de la muerte de San Francisco, el hermano Antonio fue llamado,
probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la
Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron
en el seno de la orden, los historiadores modernos no dan crédito a la leyenda de que fue
Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier
desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en
teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el
santo actuó como un enviado del capítulo general de 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para
exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su
decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su
puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada
opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó "el Arca de los Testamentos",
por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.

Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde
anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor
grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su
ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que
éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas
familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de
los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando
títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos
dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado
vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de
prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones
para pagar a sus acreedores. Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento
duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el
duque había encarcelado.

A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos
demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le
escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.

Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de San
Antonio comenzó a ceder y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de
Camposampiero. Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces
pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de
junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella
recibió los últimos sacramentos. Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo: "Veo
venir a Nuestro Señor" y murió. Era el 13 de junio de 1231. La gente recorría las calles
diciendo: "¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!.Al morir tenía tan sólo treinta y
cinco años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de
la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias
como el tesoro más preciado.

Antonio de Padua murió a los 36 años y fue canonizado 11 meses después de su muerte. Su
tumba se encuentra en la gran basílica de Padua que recibe todos los años miles de
peregrinos. San Antonio es tenido como el protector de las muchachas que buscan novio, de
las cosas perdidas y de los pobres. Su festividad se celebre el 13 de junio.

SAN PABLO

Pablo de Tarso, originalmente Saulo, también llamado San Pablo Apóstol, el Apóstol de los
Gentiles y San Pablo de Tarso (nacimiento entre año 6 y año 10 DC, Tarso (actual Turquía)
- †año 67 en Roma), uno de los apóstoles más activos de Jesucristo.

Según Reinaldo Fabris, autor del Libro "Pablo, el apóstol de las Gentes", este personaje no
cambió su nombre al convertirse al cristianismo, ya que como ciudadano romano y nacido
en Tarso, además de ser judío tenía gran influencia de la cultura helenística y romana, por
lo que como todo romano de la época tenía un “praenomen” relacionado con una
característica familiar (el cual es SAULO, su nombre judío), y un “cognomen” que se
asocia a una característica física (que en este caso es PABLO, que es su nombre romano).
El conocimiento de la cultura helénica hablaba fluidamente el griego como el arameo le
permitió predicar el Evangelio con ejemplos y comparaciones comunes de esta cultura por
lo que su mensaje fue recibido en territorio griego claramente y ésta característica marca el
éxito de sus viajes fundando comunidades cristianas. Pablo es considerado por muchos
cristianos como el discípulo más importante de Jesús, a pesar de que nunca llegó a
conocerlo, y, después de Jesús, la persona más importante para el cristianismo.

Pablo es reconocido por los católicos como un Santo. Hizo mucho para introducir el
cristianismo entre los gentiles y es considerado como uno de las fuentes significativas de la
doctrina de la Iglesia primitiva.

Nació entre el año 5 y el año 10 en Tarso, en la región de Cilicia, en la costa sur del Asia
Menor (la actual Turquía). La ciudad de Tarso tenía concedida la ciudadanía romana por
nacimiento. Por lo que Pablo era ciudadano romano pese a ser hijo de judíos. Hijo de
hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín, en su adolescencia es enviado a Jerusalén,
donde estudia con el famoso rabino Gamaliel. Tuvo una educación mucho mayor que los
humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo.

Tras la muerte de Jesús, hacia el año 33, comienzan a formarse grupos de seguidores de
Jesús.

Pablo de Tarso fue un activo perseguidor de estas comunidades bajo la influencia de los
fariseos. De hecho, él fue de los que participó y asintió en la ejecución de San Esteban, el
primer mártir (denominado protomártir) de la iglesia cristiana de aquel entonces, quien
cayera víctima de lapidación no como consecuencia de la barbarie de la multitud, si no
como cumplimiento de una ejecución judicial, pues Saulo contaba con la venia de Roma.

En el año 36, camino a Damasco, tuvo una visión y se convirtió al cristianismo. Según el
libro de los Hechos de los Apóstoles y las epístolas paulinas fue gracias a una aparición de
Cristo camino de la ciudad de Damasco, luego de la cual pide ser bautizado. Comenzó su
actividad de evangelización cristiana en Damasco y Arabia. Es perseguido por los judíos y
huye a Jerusalén, donde es visto por Bernabé quien lo lleva con Pedro y con Santiago el
Hermano del Señor en el año 36Huye de Jerusalén, escapando de los judíos de habla
Griega. Se lo llevan a Cesarea y es enviado a refugiarse en Tarso. Bernabé acude a Tarso y
se va con Pablo a Antioquía, donde pasaron un año evangelizando. Antioquía se convierte
en el centro de los cristianos convertidos desde el paganismo. Aquí surge por primera vez la
denominación de cristianos para los discípulos de Jesús.

SAN MATEO

También conocido como Leví. Fiesta: 21 de septiembre. Uno de los doce Apóstoles y autor
del primer Evangelio. Patrón de banqueros, contadores y fuerzas de seguridad. Nació en
Cafarnaún, y, cuando Jesús lo llamó, ejercía el oficio de recaudador de impuestos. Escribió
el evangelio en lengua aramea y, según la tradición, predicó en Oriente.

Fue por profesión un publicano, o colector de impuestos para los Romanos. Entre los
judíos, estos publicanos fueron más infames y odiosos porque esta nación los miraba como
enemigos de su privilegio de libertad natural que Dios les había dado, y como personas
manchadas por su conversación frecuente y asociación con los paganos, y la esclavización
sobre sus compatriotas. Los Judíos los aborrecían universalmente, veían sus propiedades o
dinero como fortunas de ladrones, les prohibieron su comunión y participación en su
actividades religiosas, al igual que de todos eventos de la sociedad cívica y de comercio.
Tertuliano esta ciertamente equivocado cuando afirma que solo los gentiles fueron
empleados en este oficio sórdido como San Jerónimo demuestra en varios pasajes de los
evangelios. Y es cierto que San Mateo fue Judío, aunque un publicano.

Su oficio dice haber consistido particularmente en acumular costumbres de comodidades


que vinieron por el Genesareth o Tiberias, y un peaje que los pasajeros pagaban al venir por
agua; San Marco dice que San Mateo mantuvo su oficio de cobro de peaje alado del lago,
donde él se sentaba. Jesús, habiendo últimamente curado un paralítico famoso, salió de
Cafarnaúm, y camino sobre los bancos del lago o mar de Genesareth, enseñando las
personas que le seguían. Aquí el observó a Mateo que realizaba su trabajo de cobro de
peaje a quien el llamo a venir y a seguirle. El hombre era rico, disfrutaba de un sueldo
lucrativo, era un hombre sabio y prudente, y entendía perfectamente lo que seguir a Jesús le
costaría. Pero el no tuvo miramientos y dejo todos sus intereses y relaciones para hacerse
un discipular del Señor.

No sabemos si él ya estaba relacionado con la persona o doctrina de nuestro Salvador,


especialmente como estaba cerca de Cafarnaúm, y su casa parece haber sido en la ciudad,
donde Cristo había vivido por algún tiempo, había predicado y hechos muchos milagros,
por lo cual él estaba en algún medido preparando a recibir la impresión que el llamado de
Jesús había hecho sobre él.

San Jerónimo dice que un cierto aire de majestad brilló en la continencia de Nuestro Divino
Redentor, y traspaso su alma y lo atrajo fuertemente. Este apóstol, a la primera invitación,
rompió todas ataduras; dejo sus riquezas, su familia, sus preocupaciones del mundo, sus
placeres, y su profesión. Su conversión fue sincera y perfecta. San Mateo nunca regreso a
su oficio porque era una profesión peligrosa, y una ocasión de avaricia, opresión, y
extorsión. San Mateo, al convertirse, para mostrar que no estaba descontento con su
cambio, pero que lo miraba como su mas gran felicidad, entretuvo a Nuestro Señor y sus
discípulos en una gran comida en su casa a donde invito sus amigos, especialmente los de
su última profesión, como si esperaba que, por medio de la divina conversación de Nuestro
Salvador, ellos también quizás sean convertidos.
Después de la ascensión de Nuestro Señor, San Mateo predicó por varios años en Judea y
en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Un poco antes de la dispersión
escribió su evangelio, o pequeña historia de Nuestro Bendito Redentor. Que la compilo
antes de su dispersión aparece no solo porque fue escrito antes de los otros evangelios, sino
también el Apóstol Bartolomé se llevó una copia con él a la India, y la dejo allí. San Mateo
escribo su evangelio para satisfacer los conversos de Palestina. El Evangelio de San Mateo
desciende a un detalle más particular y completo en las acciones de Cristo que los otros
tres, pero desde el Capítulo V al XIV él frecuentemente se distingue de los otros en la serie
de su narrativos, ignorando el orden del tiempo, para que esas instrucciones que tienen más
afinidad una con la otra, estén relacionadas juntas. Este evangelista más bien enfoca sobre
las lecciones de moralidad de Nuestro Salvador, y describe su temporal o generación
humana, en que las promesas hechas a Abraham y David respecto al nacimiento del Mesías
de su semilla fueron realizadas; tal argumento inducía de manera particular a los Judíos
para que creyeran en él.

San Mateo, después de haber hecho una gran cosecha de almas en Judea, fue a predicar la
fe a las naciones bárbaras e incivilizadas del Este. El era una persona muy devota a la
contemplación celestial y llevaba una vida austera, usando una dieta muy rigurosa; pues no
comía carne en vez satisfacía su apetito con hierbas, raíces, semillas. San Ambrosio dice
que Dios le abrió el País de los Persas. Rufinus y Sócrates nos dicen que el llevo el
evangelio a Etiopía, significando probablemente las partes Sur y Este de Asia. San Paulino
menciona que el terminó su curso en Parthia. Venantus Fortunatus relata que el sufrió el
martirio en Nudubaz, una ciudad en esas partes. Dorotheus dice que él fue honorablemente
enterrado en Hierapolis en Porthia. Sus reliquias fueron traídas al Oeste, Papa Gregorio VII,
en una carta al Obispo de Salerno en 1080, testifica que fueron guardados en una iglesia
que tenía el nombre de la ciudad. Todavía están en este lugar. Predicó entre los judíos por
15 años, incluyendo posiblemente a los judíos de Etiopía, África. Murió mártir. Noventa y
cuatro años, de acuerdo con San Epifanio.

SAN PEDRO

Fiesta de San Pedro y San Pablo, 29 de Junio, Pedro es mencionado frecuentemente en el


Nuevo Testamento -- en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, y en las Epístolas
de San Pablo. Su nombre aparece 182 veces.

Lo único que sabemos de su vida antes de su conversión es que nació en Betsaida, junto al
lago de Tiberíades y se trasladó a Cafarnaum, donde junto con Juan y Santiago, los hijos
del Zebedeo, se dedicaba a la pesca. Existe evidencia para suponer que Andrés (el hermano
de Pedro) y posiblemente Pedro fueron seguidores de Juan el Bautista, y por lo tanto se
habrían preparado para recibir al Mesías en sus corazones.
Imaginamos a Pedro como un hombre astuto y sencillo, de gran poder para el bien, pero a
veces afligido un carácter abrupto y tempestivo que habría de ser transformado por Cristo a
través del sufrimiento.

El primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús. Mientras Jesús
caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés,
echar la red al agua. Y los llamó diciendo: Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.
(Mateo 4,19). Inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. Un poco después,
aprendemos que visitaron la casa en la que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una
fiebre la cual fue curada por Jesús. Esta fue la primera curación atestiguada por Pedro,
quien presenciará muchos milagros más durante los tres años de ministerio de Jesús,
siempre escuchando, observando, preguntando, aprendiendo.

Profesión de fe y primado de Pedro: Cristo resucitado es el fundamento de la Iglesia:


"porque nadie puede poner otro fundamento que el que está ya puesto, que es Jesucristo" -1
Cor 3:10. El ministerio Petrino asegura los cimientos que garantizan la indefectibilidad de
la Iglesia en el tiempo y en las tormentas. La barca del pescador de Galilea es ahora la
Iglesia de Cristo. Los peces son ahora los hombres.

En la Iglesia Católica Pedro es el primero que Jesús llama y lo nombra roca sobre la cual
construirá su Iglesia. Pedro es el primer Papa ya que recibió la suprema potestad pontificia
del mismo Jesucristo.

Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" Ellos dijeron: "Unos, que Juan el Bautista,
otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas." Díceles él: "Y vosotros ¿quién
decís que soy yo?" Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo"
Replicando Jesús dijo: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado
esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la tierra quedará
atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. -Mateo 16: 13-
20.

Pedro siempre figura entre los tres más allegados a Jesús. Fue elegido con Santiago y Juan,
para subir al monte Tabor donde ocurrió la Transfiguración. Aquí contempló la Gloria del
Señor y escuchó la proclamación de Dios: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco,
escuchadle. (Mateo 17, 1-5).

Al estar todos reunidos en la Última Cena, Pedro declaró su lealtad y devoción con estas
palabras: Aunque todos pierdan su confianza, yo no. E insistió: Me quedaré contigo,
aunque tenga que dar la vida.. Con inmensa tristeza Jesús le contestó: Te aseguro que esta
misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces. Al
desenvolverse esta trágica noche se realizó esta profecía. Cuando los soldados llevaron a
Jesús a los judíos, Pedro se quedó en el patio y tres veces lo acusaron de ser discípulo de
Jesús. Él lo negó las tres veces. En aquel mismo momento, cantó el gallo por segunda vez y
Pedro empezó a llorar.

Pedro es un pecador arrepentido. Cristo lo perdona y confirma su elección. Pregunta a


Pedro: "¿Me amas más que éstos?" (Jn 21,15). Pedro afirma tres veces su amor. Jesús
entonces le dice "Apacienta mis ovejas". Signo de su misión como pastor universal de la
Iglesia. Su ministerio se sostendrá gracias al poder de Cristo, quien ora por él. "He rogado
por ti para que tu fe no desfallezca. Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" (Lc
22,32). Es Cristo el Buen Pastor quien confiere su poder de perdonar, consagrar, enseñar y
dar testimonio.

Fue Pedro quien tomó la iniciativa de elegir uno que tomara el lugar de Judas y quien
realizó el primer milagro. Un mendigo le pidió limosna. Pedro le dijo que no tenía dinero,
pero en el nombre de Jesús Nazareno le mandó levantarse y andar. El mendigo, curado de
su mal hizo lo que le mandó Pedro.

La esparción del cristianismo atrajo persecuciones en las que fue martirizado San Esteban y
muchos de los convertidos se esparcieron o escondieron. Los Apóstoles permanecieron
firmes en Jerusalén donde los líderes judíos eran sus peores perseguidores. Pedro decidió
predicar en las aldeas circundantes y cada vez más lejos. En Samaria donde predicó y
realizó milagros, Simón, un mago, le ofreció dinero para que le enseñara el secreto de sus
poderes. Pedro lo reprendió fuertemente y le dijo: Quédate con tu dinero, que te pudras con
él, porque has pensado que los dones de Dios se pueden comprar.

Por su sinceridad, Pedro inevitablemente tuvo muchos conflictos con las autoridades judías,
hasta dos veces los jefes de los sacerdotes lo mandaron arrestar. Nos dice la Escritura que
fue milagrosamente desencadenado y librado de la prisión e impresionó a los demás
Apóstoles al llegar repentinamente donde ellos moraban. Pedro después predicó en los
puertos marítimos de Joppa y Lydda, donde conoció hombres de diferentes razas y en
Cesarea donde se convirtió el primer gentil, Cornelio.

Fue obispo de Antioquía y después pasó a ser obispo de Roma donde fue martirizado
durante el reinado de Nerón alrededor del año 67, el mismo año que San Pablo. Así lo
estiman tres Padres de la Iglesia: San Ireneo, San Clemente de Alejandría y Tertuliano. Fue
sepultado en lo que hoy es el Vaticano donde aún se encuentran sus restos bajo el altar
mayor de la basílica de San Pedro. Esto ha sido comprobado en los encuentros
arqueológicos y anunciado por Pío XII al concluir el año santo de 1950.

Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor y por


eso lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue
guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a San
Pedro.

SAN MARCOS, EVANGELISTA

Autor del segundo Evangelio, Fiesta: 25 de abril.

San Marcos era judío de Jerusalén, acompañó a San Pablo y a Bernabé, su primo, a
Antioquia en el primer viaje misionero (Hechos 12, 25); también acompañó a Pablo a
Roma. Se separó de ellos en Perga y regresó a su casa. (Hechos 13,13). No sabemos las
razones de esa separación, pero si sabemos que causó una separación posterior entre San
Pablo y Bernabé, cuando San Pablo rehusó aceptar a San Marcos. Bernabé se enojó tanto
que rompió su asociación misionera con San Pablo y se fue a Chipre con Marcos (Hechos
15,36-39). Años más tarde San Pablo y San Marcos volvieron a unirse en un viaje
misionero.

Fue discípulo de san Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio, el segundo Evangelio
canónico (el primero en escribirse). San Marcos escribió en griego con palabras sencillas y
fuertes. Por su terminología se entiende que su audiencia era cristiana. Su Evangelio
contiene historia y teología. Se debate la fecha en que lo escribió, quizás fue en la década
60-70 AD.

Juntos con Pedro fue a Roma. San Pedro por su parte se refería a San Marcos como "mi
hijo” (1P 5,13). A veces el Nuevo Testamento lo llama Juan Marcos (Hechos 12,12).
Evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría, fundando allí su famosa escuela
cristiana.

Mientras que las iglesias copta, católica y ortodoxa aseguran que se trata de un hijo
espiritual (es decir, que Marcos hubiese sido bautizado por Pedro) o que simplemente Pedro
le tenía mucho cariño, varios teólogos protestantes no tienen inconveniente en interpretar
que podría tratarse de un hijo biológico, fundamentado en la palabra griega "huios", que se
aplica a descendientes.

Según el Evangelio que se le atribuye, cuando Jesús fue apresado en el Huerto de los
Olivos, le seguía un joven envuelto en una sábana, habiendo especulado algunos con la
posibilidad de que este joven fuera el mismo Juan Marcos.

La tradición dice que Marcos evangelizó como Obispo de Alejandría, en Egipto, donde
realizó varios milagros y estableció una iglesia y su famosa escuela cristiana, nombrando
un obispo, tres presbíteros y siete diáconos y murió allá como mártir el lunes de Pascua 25
de abril del año 68 (o en el 64 según algunas fuentes). Se narra que siete años antes de su
martirio viajó a Marmarica y Libia.
Según la tradición, la Iglesia Copta de Etiopía tiene su origen en las prédicas de San
Marcos, autor del Segundo Evangelio en el siglo I, que llevó el cristianismo a Egipto en la
época del emperador Nerón.

Los Hechos de San Marcos, un escrito de mitad del siglo IV, refieren que San Marcos fue
arrastrado por las calles de Alejandría, atado con cuerdas al cuello. Después lo llevaron a la
cárcel y al día siguiente le volvieron a aplicar el mismo martirio hasta que falleció.

Murió mártir aproximadamente el 25 de abril del 68 AD en Alejandría y sus reliquias están


en la famosa catedral de Venecia.

SAN IGNACIO DE LOYOLA

San Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, norte de España, cerca
de los montes Pirineos que están en el límite con Francia. Su padre Bertrán De Loyola y su
madre Marina Sáenz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres
mujeres. El más joven de todos fue Ignacio. El nombre que le pusieron en el bautismo fue
Iñigo. Entró a la carrera militar, pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue
gravemente herido mientras defendía el Castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la
guarnición del castillo capituló ante el ejército francés.

Los vencedores lo enviaron a su Castillo de Loyola a que fuera tratado de su herida. Le


hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que
lo atasen ni que nadie lo sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja.
Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le amarraron
unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en alto, soportando semejante peso.
Sin embargo quedó cojo para toda la vida. A pesar de esto Ignacio tuvo durante toda su
vida un modo muy elegante y fino para tratar a toda clase de personas. Lo había aprendido
en la Corte en su niñez. Mientras estaba en convalecencia pidió que le llevaran novelas de
caballería, llenas de narraciones inventadas e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no
tenía más libros que "La vida de Cristo" y el "Año Cristiano", o sea la historia del santo de
cada día. Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras leía novelas y narraciones
inventadas, en el momento sentía satisfacción pero después quedaba con un sentimiento
horrible de tristeza y frustración . En cambio ahora al leer la vida de Cristo y las Vidas de
los santos sentía una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto lo fue
impresionando profundamente. Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba:
"¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad,
¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo
Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no
esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?". Y después se iba a cumplir en él
aquello que decía Jesús: "Dichosos los que tienen un gran deseo de ser santos, porque su
deseo se cumplirá" (Mt. 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: "Cuidado con lo que
deseas, porque lo conseguirás".

Mientras se proponía seriamente convertirse, una noche se le apareció Nuestra Señora con
su Hijo Santísimo. La visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso no
dedicarse a servir a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo. Apenas terminó su
convalecencia se fue en peregrinación al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat. Allí
tomó el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus lujosos
vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e hizo confesión
general de toda su vida.

Y se fue a un pueblecito llamado Manresa, a 15 kilómetros de Monserrat a orar y hacer


penitencia, allí estuvo un año. Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a
dedicarse a la oración y a la meditación. Allá se le ocurrió la idea de los Ejercicios
Espiritales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad. Después de unos días en los cuales
sentía mucho gozo y consuelo en la oración, empezó a sentir aburrimiento y cansancio por
todo lo que fuera espiritual. A esta crisis de desgano la llaman los sabios "la noche oscura
del alma". Es un estado dificultoso que cada uno tiene que pasar para que se convenza de
que los consuelos que siente en la oración no se los merece, sino que son un regalo gratuito
de Dios.

Luego le llegó otra enfermedad espiritual muy fastidiosa: los escrúpulos. O sea el
imaginarse que todo es pecado. Esto casi lo lleva a la desesperación. Pero iba anotando lo
que le sucedía y lo que sentía y estos datos le proporcionaron después mucha habilidad para
poder dirigir espiritualmente a otros convertidos y según sus propias experiencias poderles
enseñar el camino de la santidad. Allí orando en Manresa adquirió lo que se llama
"Discreción de espíritus", que consiste en saber determinar qué es lo que le sucede a cada
alma y cuáles son los consejos que más necesita, y saber distinguir lo bueno de lo malo. A
un amigo suyo le decía después: "En una hora de oración en Manresa aprendí más a dirigir
almas, que todo lo que hubiera podido aprender asistiendo a universidades". En 1523 se fue
en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y
un día casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso le aconsejaron que
no se quedara en Tierra Santa donde había muchos enemigos del catolicismo. Después fue
adquiriendo gran bondad y paciencia. A los 33 años empezó como estudiante de colegio en
Barcelona, España. Sus compañeros de estudio eran mucho más jóvenes que él y se
burlaban mucho. El toleraba todo con admirable paciencia. De todo lo que estudiaba
tomaba pretexto para elevar su alma a Dios y adorarlo. Después pasó a la Universidad de
Alcalá. Vestía muy pobremente y vivía de limosna. Reunía niños para enseñarles religión;
hacía reuniones de gente sencilla para tratar temas de espiritualidad, y convertía pecadores
hablándoles amablemente de lo importante que es salvar el alma.
San Ignacio de Loyola Lo acusaron injustamente ante la autoridad religiosa y estuvo dos
meses en la cárcel. Después lo declararon inocente, pero había gente que lo perseguía. El
consideraba todos estos sufrimientos como un medio que Dios le proporcionaba para que
fuera pagando sus pecados. Y exclamaba: "No hay en la ciudad tantas cárceles ni tantos
tormentos como los que yo deseo sufrir por amor a Jesucristo".

Se fue a Paris a estudiar en su famosa Universidad de La Sorbona. Allá formó un grupo con
seis compañeros que se han hecho famosos porque con ellos fundó la Compañía de Jesús.
Ellos son: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón, Simón Rodríguez y Nicolás
Bobadilla. Recibieron doctorado en aquella universidad y daban muy buen ejemplo a todos.

Los siete hicieron votos o juramentos de ser puros, obedientes y pobres, el día 15 de Agosto
de 1534, fiesta de la Asunción de María. Se comprometieron a estar siempre a las órdenes
del Sumo Pontífice para que él los emplease en lo que mejor le pareciera para la gloria de
Dios. Se fueron a Roma y el Papa Pablo III les recibió muy bien y les dio permiso de ser
ordenados sacerdotes. Ignacio, que se había cambiado por ese nombre su nombre antiguo
de Íñigo, esperó un año desde el día de su ordenación hasta el día de la celebración de su
primera misa, para prepararse lo mejor posible a celebrarla con todo fervor. San Ignacio se
dedicó en Roma a predicar Ejercicios Espirituales y a catequizar al pueblo. Sus compañeros
se dedicaron a dictar clases en universidades y colegios y a dar conferencias espirituales a
toda clase de personas.

Se propusieron como principal oficio enseñar la religión a la gente. En 1540 el Papa Pablo
III aprobó su comunidad llamada "Compañía de Jesús" o "Jesuitas". El Superior General de
la nueva comunidad fue San Ignacio hasta su muerte. En Roma pasó todo el resto de su
vida. Era tanto el deseo que tenía de salvar almas que exclamaba: "Estaría dispuesto a
perder todo lo que tengo, y hasta que se acabara mi comunidad, con tal de salvar el alma de
un pecador".

Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a


evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los
protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que
dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo
llegó a ser el más célebre catequista de aquél país. Recibió como religioso jesuita a San
Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más
de 6 mil cartas dando consejos espirituales.

El Colegio que San Ignacio fundó en Roma llegó a ser modelo en el cual se inspiraron
muchísimos colegios más y ahora se ha convertido en la célebre Universidad Gregoriana.
Los jesuitas fundados por San Ignacio llegaron a ser los más sabios adversarios de los
protestantes y combatieron y detuvieron en todas partes al protestantismo. Les
recomendaba que tuvieran mansedumbre y gran respeto hacia el adversario pero que se
presentaran muy instruidos para combatirlos. El deseaba que el apóstol católico fuera muy
instruido. El libro más famoso de San Ignacio se titula: "Ejercicios Espirituales" y es lo
mejor que se ha escrito acerca de cómo hacer bien los santos ejercicios. En todo el mundo
es leído y practicado este maravilloso libro. Duró 15 años escribiéndolo.

Su lema era: "Todo para mayor gloria de Dios". Y a ello dirigía todas sus acciones, palabras
y pensamientos: A que Dios fuera más conocido, más amado y mejor obedecido.

En los 15 años que San Ignacio dirigió a la Compañía de Jesús, esta pasó de siete socios a
más de mil. A todos y cada uno trataba de formarlos muy bien espiritualmente. Como casi
cada año se enfermaba y después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última
enfermedad nadie se imaginó que se iba a morir, y murió súbitamente el 31 de julio de 1556
a la edad de 65 años.

En 1622 el Papa lo declaró Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios
Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en la Iglesia
Católica.

JUANA DE ARCO

Juana de Arco esta santa a los 17 años llegó a ser heroína nacional y mártir de la religión.
Juana de Arco nació en el año 1412 en Donremy, Francia. Su padre se llamaba Jaime de
Arco, y era un campesino. Juana creció en el campo y nunca aprendió a leer ni a escribir.
Pero su madre que era muy piadosa le infundió una gran confianza en el Padre Celestial y
una tierna devoción hacia la Virgen María. Cada sábado la niña Juana recogía flores del
campo para llevarles al altar de Nuestra Señora. Cada mes se confesaba y comulgaba, y su
gran deseo era llegar a la santidad y no cometer nunca ningún pecado. Era tan buena y
bondadosa que todos en el pueblo la querían.

Su patria Francia estaba en muy grave situación porque la habían invadido los ingleses que
se iban posesionando rápidamente de muchas ciudades y hacían grandes estragos. A los
catorce años la niña Juana empezó a sentir unas voces que la llamaban. Al principio no
sabía de quién se trataba, pero después empezó a ver resplandores y que se le aparecían el
Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita y le decían: "Tú debes salvar a la
nación y al rey". Por temor no contó a nadie nada al principio, pero después las voces
fueron insistiéndole fuertemente en que ella, pobre niña campesina e ignorante, estaba
destinada para salvar la nación y al rey y entonces contó a sus familiares y vecinos. Las
primeras veces las gentes no le creyeron, pero después ante la insistencia de las voces y los
ruegos de la joven, un tío suyo se la llevó a donde el comandante del ejército de la ciudad
vecina. Ella le dijo que Dios la enviaba para llevar un mensaje al rey. Pero el militar no le
creyó y la despachó otra vez para su casa. Sin embargo unos meses después Juana volvió a
presentarse ante el comandante y este ante la noticia de una derrota que la niña le había
profetizado la envió con una escolta a que fuera a ver al rey.
Llegada a la ciudad pidió poder hablarle al rey. Este para engañarla se disfrazó de simple
aldeano y colocó en su sitio a otro. La joven llegó al gran salón y en vez de dirigirse hacia
donde estaba el reemplazo del rey, guiada por las "voces" que la dirigían se fue
directamente a donde estaba el rey disfrazado y le habló y le contó secretos que el rey no se
imaginaba. Esto hizo que el rey cambiara totalmente de opinión acerca de la joven
campesina. Ya no faltaba sino una ciudad importante por caer en manos de los ingleses. Era
Orleans. Y estaba sitiada por un fuerte ejército inglés. El rey Carlos y sus militares ya
creían perdida la guerra. Pero Juana le pide al monarca que le conceda a ella el mando
sobre las tropas. Y el rey la nombra capitana. Juana manda hacer una bandera blanca con
los nombres de Jesús y de María y al frente de diez mil hombres se dirige hacia Orleans.

Animados por la joven capitana, los soldados franceses lucharon como héroes y expulsaron
a los asaltantes y liberaron Orleans. Luego se dirigieron a varias otras ciudades y las
liberaron también.

Juana no luchaba ni hería a nadie, pero al frente del ejército iba de grupo en grupo
animando a los combatientes e infundiéndoles entusiasmo y varias veces fue herida en las
batallas.

Después de sus resonantes victorias, obtuvo Santa Juana que el temeroso rey Carlos VII
aceptara ser coronado como jefe de toda la nación. Y así se hizo con impresionante
solemnidad en la ciudad de Reims. Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó
para nuestra santa una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había
sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos empleados de la
corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser demasiado importante y empezaron a
hacerle la guerra. Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional: conquistar a
París, la capital, que estaba en poder del enemigo. Y hacia allá se dirigió Juana con sus
valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y por componendas con los enemigos, le
retiró sus tropas y Juana fue herida en la batalla y hecha prisionera por los Borgoñones. Los
franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban supremamente interesados en
tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil monedas de oro a los de Borgoña para que se
la entregaran y la sentenciaron a cadena perpetua.

Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Las humillaciones y los insultos eran
todos los días y a todas horas, hasta el punto que Juana llegó a exclamar: "Esta cárcel ha
sido para mí un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo".
Pero seguía rezando con fe y proclamando que sí había oído las voces del cielo y que la
campaña que había hecho por salvar a su patria, había sido por voluntad de Dios. En ese
tiempo estaba muy de moda acusar de brujería a toda mujer que uno quisiera hacer
desaparecer. Y así fue que los enemigos acusaron a Juana de brujería, diciendo que las
victorias que había obtenido era porque les había hecho brujerías a los ingleses para
poderlos derrotar. Ella apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el
que la juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta noticia, y el tribunal estuvo
compuesto exclusivamente por enemigos de la santa. Y aunque Juana declaró muchas veces
que nunca había empleado brujerías y que era totalmente creyente y buena católica, sin
embargo la sentenciaron a la más terribles de las muertes de ese entonces: ser quemada
viva.

Encendieron una gran hoguera y la amarraron a un poste y la quemaron lentamente. Murió


rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que un religioso le presentaba y
encomendarse a Nuestro Señor. Invocaba al Arcángel San Miguel, al cual siempre le había
tenido gran devoción y pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu.
Era el 29 de mayo del año 1431. Tenía apenas 19 años. Varios volvieron a sus casas
diciendo: "Hoy hemos quemado a una santa". 23 años después su madre y sus hermanos
pidieron que se reabriera otra vez aquel juicio que se había hecho contra ella. Y el Papa
Calixto III nombró una comisión de juristas, los cuales declararon que la sentencia de Juana
fue una injusticia. El rey de Francia la declaró inocente y el Papa Benedicto XV la
proclamó santa.

Festividad: 30 de mayo
Canonización: 16 de mayo de 1920, basílica de San Pedro, por Benedicto XV

MADRE TERESA DE CALCUTA

(Agnes Gonxha Bojaxhiu; Skopje, actual Macedonia, 1910 - Calcuta, 1997) Religiosa
albanesa nacionalizada india, premio Nobel de la Paz en 1979. Cuando en 1997 falleció la
Madre Teresa de Calcuta, la congregación de las Misioneras de la Caridad contaba ya con
más de quinientos centros en un centenar de países. Pero quizá la orden que fundó, cuyo
objetivo es ayudar a "los más pobres de los pobres", es la parte menor de su legado; la
mayor fue erigirse en un ejemplo inspirador reciente, en la prueba palpable y viva de cómo
la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también tienen sentido en tiempos
modernos.

Nacida en el seno de una familia católica albanesa, la profunda religiosidad de su madre


despertó en Agnes la vocación de misionera a los doce años. Siendo aún una niña ingresó
en la Congregación Mariana de las Hijas de María, donde inició su actividad de asistencia a
los necesitados. Conmovida por las crónicas de un misionero cristiano en Bengala, a los
dieciocho años abandonó para siempre su ciudad natal y viajó hasta Dublín para profesar en
la Congregación de Nuestra Señora de Loreto. Como quería ser misionera en la India,
embarcó hacia Bengala, donde cursó estudios de magisterio y eligió el nombre de Teresa
para profesar.

Apenas hechos los votos pasó a Calcuta, la ciudad con la que habría de identificar su vida y
su vocación de entrega a los más necesitados. Durante casi veinte años ejerció como
maestra en la St. Mary's High School de Calcuta. Sin embargo, la profunda impresión que
le causó la miseria que observaba en las calles de la ciudad la movió a solicitar a Pío XII la
licencia para abandonar la orden y entregarse por completo a la causa de los menesterosos.
Enérgica y decidida en sus propósitos, Santa Teresa de Calcuta pronunció por entonces el
que sería el principio fundamental de su mensaje y de su acción: "Quiero llevar el amor de
Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que Dios ama el mundo y que les ama a
ellos".

En 1947, como culminación de aquella dilatada lucha liderada por Gandhi, la India alcanzó
la independencia. Un año después, Teresa de Calcuta obtuvo la autorización de Roma para
dedicarse al apostolado en favor de los pobres. Mientras estudiaba enfermería con las
Hermanas Misioneras Médicas de Patna, Teresa de Calcuta abrió su primer centro de
acogida de niños. En 1950, año en que adoptó también la nacionalidad india, fundó la
congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno reconocimiento encontraría
numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo hiciera efectivo en 1965.

Al tiempo que su congregación, cuyas integrantes debían sumar a los votos tradicionales el
de dedicarse totalmente a los necesitados, abría centros en diversas ciudades del mundo,
ella atendía a miles de desheredados y moribundos sin importarle si profesaban el
cristianismo u otra religión: "Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que profesan
las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda no son las creencias,
sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y
más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza peor que la material: el desprecio que los
marginados reciben de la sociedad, que es la más insoportable de las pobrezas."

En concordancia con esta palabras, Santa Teresa de Calcuta convirtió en el premio de una
rifa un coche descapotable que le dio el papa Pablo VI durante su visita a la India en 1964
(regalo a su vez de la comunidad católica) y destinó los fondos recaudados a la creación de
una leprosería en Bengala; posteriormente convencería al papa Juan Pablo II de abrir un
albergue para indigentes en el mismo Vaticano.

El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta supo acreditar con su labor en
favor de "los pobres más pobres" llevó a la Santa Sede a designarla representante ante la
Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con ocasión del
Año Internacional de la Mujer, donde formuló su ideario basado en la acción por encima de
las organizaciones. Cuatro años más tarde, santificada no sólo por aquellos a quienes
ayudaba sino también por gobiernos, instituciones internacionales y poderosos personajes,
recibió el premio Nobel de la Paz.

Teresa de Calcuta: "El trabajo que hacemos no tiene nada de heroico. Cualquiera que tenga
la gracia de Dios puede hacerlo."
Consciente del respeto que inspiraba, el papa Juan Pablo II la designó en 1982 para mediar
en el conflicto del Líbano, si bien su intervención se vio dificultada por la complejidad de
los intereses políticos y geoestratégicos del área. Desde posiciones que algunos sectores de
opinión consideraron excesivamente conservadoras, participó vivamente en el debate sobre
las cuestiones más cruciales de su tiempo, a las que no fue nunca ajena. Así, en mayo de
1983, durante el Primer Encuentro Internacional de Defensa de la Vida, defendió con
vehemencia la doctrina de la Iglesia, conceptiva, antiabortista y contraria al divorcio.

En 1986 recibió la visita de Juan Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro,
fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo. En el curso de
los años siguientes, aunque mantuvo su mismo dinamismo en la lucha para paliar el dolor
ajeno, su salud comenzó a declinar y su corazón a debilitarse. En 1989 fue intervenida
quirúrgicamente para implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser objeto de otras
intervenciones, contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad que se complicó con sus
dolencias cardíacas y pulmonares.

Finalmente, tras superar varias crisis, cedió su puesto de superiora a sor Nirmala, una hindú
convertida al cristianismo. Pocos días después de celebrar sus 87 años ingresó en la unidad
de cuidados intensivos del asilo de Woodlands, en Calcuta, donde falleció. Miles de
personas de todo el mundo se congregaron en la India para despedir a la Santa de las
Cloacas. Seis años después de su muerte, en octubre de 2003, y coincidiendo con la
celebración del 25º aniversario del pontificado de Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta
fue beatificada en una multitudinaria misa a la que acudieron fieles de todas partes del
mundo. A finales de 2015, el Vaticano aprobó su canonización; el 4 de septiembre de 2016,
ante más de cien mil fieles congregados en la plaza de San Pedro, el papa Francisco ofició
la ceremonia que elevaba a los altares a Santa Teresa de Calcuta, cuya festividad (5 de
septiembre), incorporada al santoral católico, se celebró por primera vez al día siguiente.
CONCLUSIÓN

Tal vez el santo o la santa se caracterizan por el hecho de que primero ha sido su amor, su
ayuda o sus cuidados a los necesitados antes que cualquier intento de evangelización.
Ejemplo de casos así han sido, por citar uno, el de la Madre Teresa de Calcuta, que nunca
se preguntó si aquel enfermo o aquel necesitado que acudía solicitando ayuda, era o no
cristiano. Podía ser hindú, budista, etc., pero lo importante era, ante todo, el amor a otro ser
humano por encima de cualquier condición o religión, en la iglesia católica se venera a
estas personas que entregaron toda su vida al servicio de Dios y del prójimo, no todos
fueron mártires, pero alguno de estos si dieron su propia vida al servicio de Dios.

Potrebbero piacerti anche