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Somos Hijos de Dios por el Espíritu

Rom. 8. 12-17

1. Siguiendo al espíritu. v 12-14


Estamos endeudados al Espíritu que nos da vida. Nada nos ganó la vida en la carne, pero
una vida en el Espíritu nos trajo vida.
Aunque Pablo pretende que esta dicotomía de carne/Espíritu sirva de lección espiritual, a
diario vemos que se manifiesta de otra manera. Gente involucrada en exceso carnal –
glotonería, embriaguez, o drogas dañinas- sufre una vida acortada. Gal. 5:19-21. Pablo nos
dice que los que viven conforme a la carne sufren una pena aún más severa- la muerte
espiritual.
La persona cuya esperanza se aferra a cosas físicas (comida, dinero, placer, fama, etc.)
sean saludables o no, viven conforme a la carne. Pablo avisa que estas personas no
ganaran vida espiritual. Ojala que los que viven conforme al Espíritu hagan más ejercicio y
se alimente bien, y que también practiquen disciplina espiritual por medio de alabanza,
oración, las escrituras y el servicio a Dios y al vecino- disciplinas que les acerquen a una
comunión con Dios según su voluntad. Su esperanza se centrara no en la salud física, sino
en una relación con Dios. Gal. 5:22
La guía del Espíritu viene de Israel, caminando por el desierto, guiada por la columna de
nube y fuego. Estos símbolos de la presencia poderosa de Dios se reemplazan con el
Espíritu, que ahora hace para el pueblo de Dios, asegurarles de la divina adopción y
guiarles hacia su herencia.

2. Libertad de Hijo. v 15-16


Esta mención de esclavitud nos hace pensar en Egipto. También nos hace pensar de la
estricta disciplina de la ley de la Tora- una disciplina a la que los judíos se sentían
obligados, una disciplina tan rigurosa que inspiraba temor. Al fin y al cabo, ¿Quién aspira
guarda la ley en todo su detalle sin caer en algún fallo significante? Pero Cristo nos liberó
de la esclavitud a la ley y también al pecado que la ley no había podido prevenir.
Con la adopción todas las relaciones anteriores quedan rotas. Ahora, el nuevo padre tiene
autoridad sobre el nuevo hijo, y el nuevo hijo comienza a disfrutar de los privilegios y a
cumplir las responsabilidades de un hijo natural. Esta cualidad de hijo se contrasta con la
relación directa de Cristo hacia el Padre, es una adopción espiritual que reemplaza la
relación natural y familiar con Dios, ya perdida a causa de la caída.
“Abba” es lo que un niño judío llama a su padre- una palabra como papá. Pablo nos dice
que se nos permite esta intimidad porque somos hijos de Dios- no solo el pueblo de Dios.
Si alguien cuestionara esa relación, el Espíritu seria testigo de ella- seria testigo con
nuestro espíritu. ¿Qué es lo que nuestro espíritu tiene que contribuir aquí?¿que podría
añadir el testimonio de nuestro espíritu al testimonio del Espíritu? Simplemente esto. Al
vivir como hijos de Dios, guiados por el Espíritu, nuestras vidas toman un nuevo carácter.
Quienes ven nuestras buenas obras glorifican a vuestro Padre que está en los cielos. Al
vivir según nuestro estatus como miembros del hogar de Dios, el testimonio de nuestro
espíritu confirma que somos testigos del Espíritu, y además, que somos hijos de Dios.

3. Derechos de Hijo. V 17
Como hijos de Dios, adoptados en la familia de Dios, disfrutamos plenamente de los
derechos y privilegios de hijos e hijas. Dios no trata a sus hijos adoptivos de manera
inferior, sino que nos hace herederos-coherederos con Cristo, el hijo natural.

Israel pensaba de sí misma como heredera de Dios y de la tierra prometida como su


herencia. Pero ahora, Dios extiende los privilegios familiares a todos aquellos que viven
conforme al Espíritu y extiende el tamaño de la herencia desde una pequeña cantidad de
tierra en el medio oriente hasta el reino de Dios.

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