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RADIO SAN JACINTO

AL REDEDOR DE TU MESA

TEMA 1: EL SENTIDO DE LA LITURGIA CRISTIANA

Bienvenidos a nuestro programa alrededor de tu mesa, en el que platicaremos sobre


la celebración de nuestra fe. Yo soy Ramón Coutiño. Y agradezco la oportunidad que me dan
ustedes de compartir este momento con ustedes.

Nuestro programa alrededor de tu mesa es un espacio para descubrir el valor de


nuestra presencia y vivencia de nuestra fe. De nuestra presencia eclesial.

Con estos temas de liturgia fundamental pretendemos ofrecer una introducción


sencilla a la liturgia cristiana.

Seguiremos las orientaciones del Concilio Vaticano II para poder entender cómo la
Iglesia quiera alabar al Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo. Y vamos a iniciar nuestro
programa con preguntas que seguramente tú ya te has hecho: ¿qué es la liturgia? ¿Cuál
es el sentido de la liturgia cristiana? ¿Por qué la liturgia?
¿No sería más eficaz y más evangélico un cristianismo sin culto, sin liturgia? ¿Qué relación
hay entre culto y vida? ¿Cuál es la novedad de la liturgia cristiana? A lo largo de estos temas
irás encontrando respuestas.

Nuestro mundo actual vive al margen de la fe, Dios no le interesa. ha esta actitud
se le llama secularización.
El proceso de secularización ha hecho desaparecer la visión de una vida donde
Dios es la clave de interpretación de la realidad. Ahora, nos dicen que Dios tiene que quedarse
dentro de la conciencia y que la experiencia de Dios no tiene valor para la convivencia social.
Hoy la humanidad se aleja de las expresiones del culto cristiano a pesar de participar en sus
procesiones u otros ritos, en muchos casos por tradición o por quedar bien con la sociedad.
Pero el significado de las celebraciones de la liturgia cristiana son ignorados por mucha gente
que se dice cristiana.

Algunas críticas buscan aligerar la vivencia de la fe de los ritos litúrgicos con la


finalidad de una expresión más fresca de la religiosidad. Algo de esto es necesario escuchar
pero también hay que evitar el exceso de “ligerza” porque lo que está en juego es la relación
hombre-Dios, la posibilidad de que la realidad humana se pueda expresar en relación con
Dios. Los actos de culto, ritos, símbolos y fiestas... son elementos que pertenecen a la
experiencia humana cuando entra en relación con otras personas o con Dios; sobre todo
cuando se trata de una experiencia de fe que supera la experiencia de los sentidos.

TAMBIÉN HAY CULTO EN OTRAS RELIGIONES.

La religión se puede definir, desde la fenomenología de las religiones, como la relación


del hombre con un ser absoluto, transcendente y personal. Una relación que está estructurada
en torno a un sistema de creencias, determinados actos de culto y unas consecuencias para
la vivencia ética (J. Martín Velasco). Esta definición que afecta a todas las religiones incluye,
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como vemos, el fenómeno cultual. Este culto incluye dos aspectos fundamentales: la actitud
interior del hombre y su expresión externa (tiempo, lugares sagrados, formas expresivas...).
Se trata de un fenómeno universal: los hombres siempre han participado en fiestas,
plegarias...
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¿Y CÓMO ERA EL CULTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO?

Israel tiene conciencia de que Dios lleva la iniciativa en los grandes


acontecimientos de su historia. Ahora bien, este pueblo tiene influencias de las religiones
de su entorno cultural. Así, el rito del cordero era propio de los pastores nómadas del desierto.
Lo solían realizar las familias y las tribus al principio de la primavera. La sangre del cordero,
con la que solían rociar los soportes de las tiendas de los pastores, y más tarde, los umbrales
de las casas, tenía el valor de un exorcismo.

Los agricultores realizaban el rito de los panes ázimos. Se hacía en primavera. Eran
panes con cebada nueva y sin levadura que quería significar, al empezar el año, que todo
debía ser nuevo y sin relación con el año viejo. Otros ejemplos: la fiesta de la siega con el
ofrecimiento de las primeras gavillas de grano, y las de la recolección de las frutas (Ex. 23,14-
17; 34,18-23). Son fiestas de carácter agrícola, ligadas a la naturaleza y las estaciones: la
fiesta de la primavera (ázimos), del verano (la siega) y del otoño (recolección).

Pero hay un acontecimiento fundamental en la historia de Israel: Dios salva al


pueblo de la esclavitud de Egipto y éste queda vinculado definitivamente a Yahvé (Ex 3,12.18;
5,3; 7, 16; 8,16). Dios establece una alianza con el pueblo y éste, a su vez, deberá
rendirle culto como Dios verdadero, liberador (Ex. 6,7). Este hecho hace que Israel posea
desde ese momento un culto único y original. Vale la pena recorrer el libro del Éxodo desde
la perspectiva del culto y la historia: nos ayudará a entender el contexto de la Cena pascual
y de nuestra Nueva Pascua (volveremos sobre este tema).

POR ESO AFIRMAMOS QUE EL CULTO HEBREO Y EL CULTO CRISTIANO


TIENEN UN VALOR HISTÓRICO-SALVÍFICO.

Las fiestas de Israel se hacen coincidir con los grandes acontecimientos de su historia
en los que Dios se manifiesta como liberador. Los ritos de celebración cobran un carácter de
acontecimiento memorial de las intervenciones divinas en la historia del pueblo. Los
ritos del cordero y los ázimos, ejemplos que hemos propuesto, al quedar integrados en la
celebración de la Pascua, dejan su antiguo significado y pasan a ser memorial del poder
liberador de Yahvé.

La fiesta de la siega se convierte en la de las siete semanas de la liberación, que


culmina con la alianza y la entrega de la ley.

La fiesta de la recolección es ahora fiesta de las tiendas, en la que se recuerda la


peregrinación del pueblo por el desierto (Lv 23,43) y la presencia de Yahvé en medio de ellos,
bajo una tienda (Ex. 29,44-46).

El mismo sábado es comparable a otras instituciones de otros pueblos pero tiene su


originalidad al ser un día santificado por su relación con el Dios de la alianza. Este día se
caracteriza por el ofrecimiento de los doce panes de la presencia para poner a las doce tribus
de Israel ante los ojos y la presencia de Yahvé (Lv 24,5-9).

Hay, pues, una diferencia notoria en el culto de Israel respecto a los pueblos vecinos:
ya no está ligado a los ritmos de la naturaleza, en Israel el culto se vincula a su propia
historia como lugar donde se hace presente la acción salvadora de Dios. Esto lleva
consigo que el pueblo se implica en la acción salvadora de Dios. Dios es parte de su
propia historia.
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Aquí es importante la palabra memorial: evocación y actualización de las acciones


de Dios en su propia historia. Esta orientación pervive también en el Nuevo Testamento (pero
centrada en Cristo: Él es la realidad salvífica por excelencia). Esto es interesante: hay una
línea histórica que vincula el Antiguo y el Nuevo Testamento. Dios actuó en la historia del
pueblo israelita y esa acción culmina con la liberación traída en la venida del Hijo de Dios.
Dios ha dispuesto sabiamente que el Nuevo Testamento esté latente en el Antiguo y el
Antiguo esté patente en el Nuevo (Dei Verbum, 16).

El Vaticano II nos lo ha recordado así en la Constitución de Liturgia:

Dios... habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de


diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas (Hebr 1,1),
cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a si Hijo, el Verbo hecho carne...
Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios,
preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua
Alianza, Cristo el Señor la realizó principalmente por el misterio pascual
de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa
ascensión (Sacrosanctum Concilium. 5; Catecismo de la Iglesia Católica,
1067)

El culto cristiano es, por tanto, memorial del misterio de Cristo muerto y resucitado y,
también, esperanza del cumplimiento definitivo de su Reino. Todo lo que se había ido
preparando en la historia de la salvación tiene su culmen en el acontecimiento histórico de la
presencia de Cristo entre nosotros (encarnación). Y toda esta historia se hace presente en la
celebración litúrgica. La liturgia aparece ante nosotros como una especie de “síntesis” de toda
la historia de la salvación.

No es extraño que la “razón de ser de la liturgia” la encuentre el Catecismo de la


Iglesia Católica en un plan querido por Dios desde siempre y que se describe desde su propio
amor a los hombres:

En el Símbolo de la fe, la Iglesia confiesa el misterio de la Santísima Trinidad y su


"designio benevolente" (Ef 1,9) sobre toda la creación: El Padre realiza el "misterio de su
voluntad" dando a su Hijo Amado y al Espíritu Santo para la salvación del mundo y para la
gloria de su Nombre. Tal es el Misterio de Cristo (cf Ef 3,4), revelado y realizado en la
historia según un plan, una "disposición" sabiamente ordenada que S. Pablo llama "la
economía del Misterio" (Ef 3,9) y que la tradición patrística llamará "la Economía del Verbo
encarnado" o "la Economía de la salvación" (CIC, 1066).

En efecto, el Dios-Amor ha querido hacer historia con el hombre, este ha sido su plan
y nos lo ha dado conocer por medio de Jesucristo. La liturgia hace presente “a su modo” este
plan: por eso nada hay en la liturgia que no sea “por Jesucristo, Nuestro Señor”.

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