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Sin embargo, y a pesar de esta atención creciente hacia las realidades latinoamericanas, es
claro que la mayoría de los análisis y las interpretaciones que se realizan de sus
problemáticas más contemporáneas, adolecen de visiones muy cortas en términos
temporales, estando siempre aprisionadas en el estudio de los hechos y los
acontecimientos de unos pocos días, semanas, meses o acaso de algunos pocos años.
Igualmente, existe una fuerte tendencia a intentar explicar América Latina solo desde la
propia América Latina, limitando los enfoques a visiones también muy locales, regionales o
nacionales, que olvidan con frecuencia la inserción orgánica de América Latina en el
mundo,
Por eso, y a diferencia de este conjunto dominante, creemos que es necesario intentar
pensar a la América Latina de hoy desde una triple perspectiva analítica, que sea de larga
duración, globalizante y explícitamente crítica. Es decir, desde un enfoque que encuadrando
los sucesos y realidades más actuales dentro de una óptica de larga duración, sea capaz de
conectar nuestro "más actual presente" con los distintos pasados relevantes que lo explican
y que le dan sentido.
Y si la América Latina actual solo es comprensible desde esa visión de la larga duración y
de las múltiples temporalidades, también debe verse siempre desde una óptica
radicalmente global. Porque si esta óptica globalizante, que nos permite ver los fenómenos
sociales "desde el punto de vista de la totalidad"(5) es necesaria en general, lo es todavía
más en el caso del estudio de la civilización latinoamericana, que desde su propio origen se
constituye en función de las necesidades, demandas e imposiciones del exterior, de la
propia economía mundial y de sus centros hegemónicos potenciales o activos, los que
siempre le han impuesto una buena parte de sus "elecciones" y de sus diferentes destinos.
Con lo cual, es claro que no hay historia o análisis posible de América Latina, que no sea a
la vez historia o análisis del mundo en su conjunto.
desigual distribución de las poblaciones sobre los territorios que habitan, que nos da esa
figura muy singular de la más universal dialéctica entre el campo y la ciudad, en la cual,
junto a grandes y enormes ciudades, coexisten también dichos vastos espacios semivacíos,
serán trazos reiterados y constantes en toda América Latina.
En segundo lugar, y como una consecuencia directa de esta condición siempre periférica y
dependiente,
América Latina es también la civilización más desigual de todo el mundo. Lo que no significa
que sea la más
pobre,
Porque igual que en todo el mundo, también en América Latina ha sido la enorme
revolución cultural planetaria de 1968 (22), el punto de ruptura esencial que ha dado
nacimiento a todos estos nuevos movimientos sociales actuales. Pues es solo en las tres
últimas décadas, que se ha pluralizado sistemáticamente el abanico de los nuevos actores
sociales antisistémicos, para incluir tanto a las mujeres como a los campesinos sin tierra, a
los indígenas igual que a los desempleados, a los estudiantes tanto como a los colonos y a
los pobladores, entre tantos y tantos otros grupos que hoy luchan contra el capitalismo, lo
mismo en el mundo que en América Latina.
Y es claro que no es posible tampoco entender América Latina hoy, sin considerar este rol
decisivo que hoy juegan varios de sus nuevos movimientos sociales antisistémicos, tanto en
sus respectivos países, como en todo el semicontinente latinoamericano e incluso en el
mundo
A varios meses del trágico suceso del 11 de septiembre de 2001, resulta cada vez más
claro que uno de sus efectos principales, ha sido el de provocar un cambio importante y
profundo en cuanto al diseño global que Estados Unidos intenta imprimirle al sistema entero
del equilibrio general de la geopolítica mundial. Es decir que, si como todo acontecimiento,
también el del 11 de septiembre se inscribe necesariamente dentro de un contexto
determinado previo, que lo limita y que lo sobredetermina en general, igualmente es claro
que la profundidad de los impactos diversos de este acontecimiento ha sido tal, que el
mismo ha incidido en una modificación importante de ese mismo contexto en el que se ha
desplegado
El proyecto Yasuni:
Esta propuesta plantea varios desafíos teóricos y políticos. Probablemente el primero sea
cómo lidiar con la ubicación temporal de esta iniciativa. ¿Es nueva en tanto apunta a un
futuro post-capitalista y constituye una novedad sin precedentes dentro de la lógica moder-
na de desarrollo, o es nueva, más bien, porque exige un retorno sin precedentes al antiguo
pasado pre-capitalista y porque está enraizada en concepciones de la naturaleza no-
occidentales? En el primer caso, la novedad se acerca a la utopía; en el segundo, al
anacronismo.
Dilemans análiticos: no es fácil analizar procesos sociales, políticos y culturales nuevos o
innovadores. En el caso particular de América Latina, reclamar un pasado pre-colonial es
una propuesta revolucionaria para los conservadores y es por esto totalmente rechazada
por ellos.
Dos dificultades persiguen en los últimos treinta años al pensamiento crítico de raíz
occidental.
- El fin del capitalismo sin fin
La primera dificultad de la imaginación política puede formularse así: es tan difícil
imaginar el fin del capitalismo cuanto es difícil imaginar que el capitalismo no tenga
fin. Esta dificultad ha fracturado el pensamiento crítico en dos vertientes que
sostienen dos opciones políticas de izquierda distintas. La primera vertiente se ha
dejado bloquear por la primera dificultad (la de imaginar el fin del capitalismo). En
consecuencia, dejó de preocuparse por el fin del capitalismo y, al contrario, centró su
creatividad en desarrollar un modus vivendi con el capitalismo que permita minimizar
los costos sociales de la acumulación capitalista dominada por los principios del
individualismo (versus comunidad), la competencia (versus reciprocidad) y la tasa de
ganancia (versus complementariedad y solidaridad). La socialdemocracia, el
keynesianismo, el Estado de Bienestar y el Estado Desarrollista de los años 60 del
siglo pasado son las principales formas políticas de este modus vivendi.
La otra vertiente de la tradición crítica no se deja bloquear por la primera dificultad y,
en consecuencia, vive intensamente la segunda dificultad (la de imaginar cómo será
el fin del capitalismo). La dificultad es doble ya que, por un lado, reside en imaginar
alternativas pos-capitalistas después del colapso del “socialismo real” y, por otro,
implica imaginar alternativas pre-capitalistas anteriores a la conquista y al
colonialismo.
La coexistencia de estas dos vertientes son formas de respuesta a la imaginación
política es lo que más creativamente caracteriza el continente latinoamericano de
este período.
mientras la teoría crítica eurocéntrica fue construida en unos pocos países europeos
(Alemania, Inglaterra, Francia, Rusia e Italia) con el objetivo de influenciar en las
luchas progresistas de esa región del mundo, las luchas más innovadoras y
transformadoras vienen ocurriendo en el Sur en el contexto de realidades socio-
político-culturales muy distintas. Sin embargo, la distancia fantasmal entre teoría y
práctica no es solamente el producto de las diferencias de contextos. Es una
distancia más bien epistemológica o hasta ontológica. Los movimientos del
continente latinoamericano, más allá de los contextos, construyen sus luchas con
base en conocimientos ancestrales, populares, espirituales que siempre fueron
ajenos al cientismo propio de la teoría crítica eurocéntrica. Por otro lado, sus
concepciones ontológicas sobre el ser y la vida son muy distintas del presentismo y
del individualismo occidental.
La pérdida de los sustantivos críticos, combinada con la relación fantasmal entre la teoría
crítica eurocéntrica y las luchas transformadoras en la región, no sólo recomiendan tomar
alguna distancia en relación al pensamiento crítico pensado anteriormente dentro y fuera del
Continente; mucho más que eso, exigen pensar lo impensado, o sea, asumir la sorpresa
como acto constitutivo de la labor teórica.