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1
Esta parábola ilustra este principio.
Es la historia de una mujer que no va a renunciar a la búsqueda de
justicia.
... se encuentra atrapada en un sistema judicial corrupto con un
juez deshonesto e insensible.
El juez
... «ni temía a Dios, ni respetaba a hombre» (v. 2).
Era un sínico...
Reconoció sin rodeos quién era: «Ni temo a Dios, ni tengo
respeto a hombre» (v. 4).
Jesús se refirió a él como: «el juez injusto» (Lucas 18:6).
... a este juez le faltaba decencia; carecía de nobleza y de
afecto natural, y no le importaba ni Dios ni la humanidad.
2
El dilema de la mujer
... una viuda pobre, víctima de alguna injusticia...
Alguien la había defraudado.
Al parecer, estaba sola y desamparada.
3
Él pronuncia un breve soliloquio... el juez injusto hablaba consigo
mismo: «Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin
embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea
que, viniendo de continuo, me agote la paciencia» (18:4–5).
El significado
El aspecto que Jesús está mostrando es que mientras sus discípulos
esperan su retorno... sobre todo cuando el mundo parece volverse
más malvado y más digno de condenación, Él quiere que sus
escogidos se mantengan en oración y no desmayen.
4
Él no retrasa la justicia por apatía o indiferencia.
La retrasa porque es misericordioso.
«El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no
queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento» (2 Pedro 3:8–9).
5
Es imposible vivir la vida cristiana con fidelidad a menos que sea a
la luz de la Segunda Venida.
Conocer el final de la historia nos da confianza y estabilidad.
Como dice Pablo: «Estad firmes y constantes, creciendo en la
obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el
Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58).