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La cabra sanitaria1

En el momento en que el hecho de dudar del testimonio de nuestros sentidos viene a


revestir la forma siste2mática de un proceso riguroso, del que sólo podemos esperar la
ruina y la capitulación sin condiciones de la realidad, es curioso observar el retraso del
pensamiento poético, que psicoanalíticamente se puede considerar sin exagerar como
anterior al conflicto afectivo, pues ese tipo de pensamiento tiene como base y único
criterio las más simples reacciones de las sensaciones. El impresionismo persistente del
pensamiento poético se ha manifestado de un modo parcial y epidérmico en toda la
tendencia anti-intelectualista, especialmente en el ionismo de las ideas de Bergson; no
hace falta añadir que esas ideas no nos tientan nada, igual que en general todo lo que se
puede asociar directamente a un apriorismo biológico. Sin embargo, con muchos menos
escrúpulos, nos sentiríamos dispuestos a reclamar a Pitágoras si la lamentable o
simplemente idiota experiencia cubista de Reverdy no hubiera bastado para revelar
nuestra incapacidad moral para acercarnos eficazmente a la gratuidad por el sendero de
la abstracción. La delicuescencia impresionista del pensamiento poético encuentra su
gloriosa corroboración en las investigaciones sobre el mecanismo cognitivo del instinto,
mecanismo que, a grandes rasgos y por economía de elaboración lógica, se incorpora
tácitamente y sin protestas al principio de la honestidad del placer. De ese honesto placer
(tan propicio al catolicismo) nace toda la actitud adonística de la nueva estética, que
condiciona la felicidad más inadmisible y más repugnante. Todo el envilecimiento
contemporáneo, que pretende dirigir las ideas del modo más dogmático posible, nos
adormece con las más monótonas inanidades psicológicas, destinadas a demostrarnos3
una vez más la ilegitimidad de todo lo que nos hemos convencido que debemos destruir
con una ferocidad y un odio que nunca será suficiente.

El canto adopta las mil formas ateas de la alabanza a Dios. Un solo dato, el de un problema
dinámico, emotivo (pederastia, casi siempre) basta para que nuestra mente prevea,
instantáneamente, instintivamente, el desarrollo y la culminación de la curva (dado que
se trata siempre más o menos de una curva); por tanto, seguimos la curva de la trayectoria
del cohete en cuestión (en este caso se trata de un cohete que acaba de ser lanzado en la

1
En DALÍ, Salvador. Obra completa. Volumen II. Textos autobiográficos 2. Barcelona: Ediciones Destino,
Fundació Gala-Salvador Dalí y Sociedad Estatal de Conmemoraciones culturales, 2003: pp. 257-265.
“Anexo VI: Dos ensayos de Dalí sobre el pensamiento creador” en Las pasiones según Dalí: pp. 251-265.
2
P. 258.
3
P. 259.
solemnidad nocturna) cuando ese cohete corroborará mediante nuestros sentidos el
gráfico exacto de dicha curva, pues, en el momento en que se lanzó, el instinto, anulando
con su rapidez milagrosa todos los cálculos físicos, nos había proporcionado el
conocimiento o al menos nos los había hecho presentir, lo cual ya es una manera de
conocer con una exactitud matemática. No negaremos que la confirmación visual de dicha
curva, conocida intuitivamente, tiene entre otras virtudes la de hacer afluir
abundantemente a nuestra boca la secreción de las glándulas salivares. En cuanto a
nosotros respecta, nos apresuramos a declarar que casi nunca babeamos, a menos que
nuestra saliva haya adquirido anteriormente la propiedad corrosiva de los venenos más
violentos. Todo lo que hemos dicho sobre la curva del cohete es válido para toda curva
de pensamiento.

4
El hecho de que las reacciones psicológicas de la sensibilidad dominen el pensamiento
poético y conlleven la preponderancia del elemento musical en la constitución de ese
pensamiento da lugar a las mil y una porquerías que el cine de vanguardia nos ha mostrado
de la forma más impúdica, y provoca esa profusión aburrida de optimistas, bonitas, claras
y repugnantes fotografías, a menudo perfectamente expuestas en un lujoso y hermoso
álbum, prueba, para nosotros, del más auténtico y sombrío desespero. En estas fotos todo
está hecho para deslumbrar –aquí se puede ver la línea (quiero decir la curva), síntesis de
la culminación de las tendencias germinales de una planta–; eso es documental sin
intención artística previa, a pesar del paralelismo con esa otra curva de rendimiento
máximo de ese brazo de jugador de tenis de la foto contigua; en los dos casos, la hoja y
el brazo, se trata de dos curvas, explicadas por su gráfico, con el desarrollo de un esfuerzo
llevado a su culminación; en este caso, la culminación es el detalle que le basta a nuestro
instinto para tener una noción precisa de todo un ritmo –he dicho ritmo, y ahí está la
armonía, la porquería, el puro terreno de la vergüenza.

La crisis más aguda del pensamiento poético contemporáneo se puede sintetizar, o como
mínimo ilustrar con objetos salvajes, productos más o menos primarios del instinto (y, sin
embargo, desprovistos de cualquier misterio o enigma), y a los cuales se les atribuirá, con
más precisión día a día, un significado musical, y a partir de ahí se podrán reconciliar con
la preocupación cubista,5 aunque con la excepción de las imágenes totémicas de

4
P. 260.
5
P. 261.
Norteamérica, que se podrían considerar como un elemento de transición, gracias a la
confusión y a la «acumulación» ya apreciables que se puede vislumbrar.

Dado que esperamos que quede muy claro en la mente de nuestros lectores que estamos
cada vez más, y sobre todo en este momento, a favor de las cosas complicadas y confusas,
a favor de la complicación y la confusión lo más clara posible, también nos interesa que
el lector recuerde bien que toda la actividad de nuestro pensamiento paranoico-crítico se
orientará hacia el aislamiento y la no-comunicación con las relaciones e influencias
psicológicas sensoriales. Nada puede negar la evidencia (sobre todo desde el punto de
vista donde nos colocamos respecto al mundo sensorial y psicológico) que es igualmente
válido, en cuanto a la inteligencia, tomar como criterio las reacciones psicológicas
sensoriales (reacciones cuya realidad nos parece sospechosa hasta el punto que volvemos
a descubrir en ella el hábil lenguaje de los simulacros), o bien tomar como criterio
cualquier otra cosa, otro tipo de testimonio de tipo más independiente, gratuito, por
ejemplo, un testimonio extraño a nosotros, –y por tanto más temible–, y en consecuencia
(si es realmente lo que quiero decir) más subjetivo. Lo gratuito constituiría algo parecido
a un punto geométrico absolutamente protegido de toda contaminación y de toda
influencia psico-sensorial, es decir, aislado de todo comercio carnal o afectivo, y fuera de
toda psicología. Ese punto gratuito (que podría provocar al menos tanto desorden como
cualquier otro que surgiera en geometría o en el firmamento), lejos de traducir un deseo
vago de ge6neralidad, sería estrictamente concreto y significativo, como es el caso del
gesto, generalmente considerado veleidad, del personaje que, sin saber tocar el piano
imita (a la perfección) sobre una mesa de mármol, el movimiento seguro de los dedos del
pianista, convencido de la identidad absoluta de su imitación. He dicho que el punto
geométrico en cuestión sería, al contrario de una aspiración vaga hacia la generalidad,
algo estrictamente concreto, y lo voy a demostrar añadiendo que ese punto, en el caso que
nos ocupa, se concretizaría precisamente en el momento en que el falso pianista perdiese
momentáneamente la fe absoluta en su imitación, pero continuase con un entusiasmo casi
igual. En cuanto al punto geométrico que así se ha precisado, que, no lo dudo, supondría
un notable alejamiento del mundo físico, propongo que sea llamado de momento, a falta
de un nombre mejor, La Cabra sanitaria, por la razón, entre otras, que hasta el momento
no he encontrado ningún tipo de relación consciente o inconsciente entre dicha nombre

6
P. 262.
y lo que viene a designar, con la esperanza que de esta manera se establezcan relaciones
auténticas de una manera natural (¡perdón!) en este caso.

Cuando Einstein constata las diferencias entre la medida del metro y el metro hecho de
un material que necesitamos utilizar, haciendo nacer la posibilidad de una geometría
física, realiza en un campo muy especial de interferencias del pensamiento la ruptura
brutal de constantes psicológicas creadoras, en este caso de grandes símbolos y
simulacros abstractos, no-físicos. Los si7mulacros al servicio del pensamiento, la realidad
al servicio de los simulacros, nada podrá seguir impidiendo a la gente que aún conserve
una ligera idea de la honestidad el contar con la realidad de la prodigiosa e idéntica
imitación del pianista que nos ha servido de ejemplo anteriormente, del mismo modo que
quien crea imitar una cara deberá ser considerado como si tuviera dos caras. Del mismo
modo que habrá que contar con la dilación física de las medidas habituales o no, con la
dilación física de las ideas; ya no se podrá apelar a los criterios abstractos. Las reacciones
instintivas y psico-sensoriales en el campo del conocimiento tomarán el valor estricto de
abstracciones de tipo musical. La nueva geometría del pensamiento poético exige una
revisión y una adaptación físicas iguales a las que la física de Einstein aplica a todas las
medidas.

Entonces la física está en el grupo de las cosas que podemos creer, –que podemos creer o
interpretar, incluso si lo hacemos llevados por el delirio: la física que debe dar nacimiento
a la nueva geometría del pensamiento será precisamente (es fácil prever lo que voy a
decir) el delirio de interpretación paranoica.

Todo permite creer que la realidad, en un futuro muy cercano, será considerada
únicamente como un simple estado de depresión y de inactividad del pensamiento, y, en
consecuencia, como una serie de momentos de ausencia del estado de observación, o
estado de alerta. Desde aquí ya puedo oír las carcajadas estúpidas de nuestros8
adversarios, pero hace tiempo que, para nosotros, esta incoherente realidad ha alcanzado
la justa proporción de una «turbación» insignificante del pensamiento: la amnesia surgida
del sueño en el momento en que éste se convierte en consciente; «amnesia» es la palabra
que buscaba hace un momento; la realidad: simple amnesia de mediación.

7
P. 263.
8
P. 264.
Es fácil, demasiado fácil divertirse. Pero en este momento es cuestión de abusar del
pensamiento (la palabra abusar en este caso adquiere su significado utilitario más feroz),
no solamente contra los ideales artísticos, etc., sino, además y sobre todo, contra todo tipo
de sentimiento elevado y decente del hombre y, más concretamente, contra todo lo que
algunos siguen pudiendo llamar sin morirse de vergüenza: bondad.

La eficacia del pensamiento poético consistirá en hacer de él el gran corruptor de la vida.


La poesía no podrá nunca más exaltar las imágenes de la vida ni de la naturaleza. La
historia natural puede se puede considerar, pasando por un estado particular de intuición,
como una película de dimensiones colosales, en la que nuestra percepción sería capaz
sólo de procurarnos el conocimiento fragmentado y estático de varias instantáneas:
gracias a ese estado especial de intuición, al que me acabo de referir, le es posible a
nuestro conocimiento adquirir una noción del conjunto dinámico y de la concepción
poética de los seres, según la cual cada uno entre ellos corresponde a la imagen de un
devenir orgánico, desprovisto de traumatismo. Este único ejemplo nos puede ayudar a
descu9brir el origen poético de una teoría, como la del evolucionismo de Darwin. Creo
que resultará del todo evidente que en la concepción evolucionista que acabo de exponer,
basta establecer la sucesión, el ritmo de las imágenes de la historia natural para que esas
imágenes se vuelvan armoniosas. Repito por última vez que es precisamente esa armonía
lo que hemos jurado destruir. Esa armonía de la que, lo sabemos, no formamos parte.
Todos nuestros esfuerzos se dirigirán a anular esa impresión (otra vez impresión) de los
hechos poéticos que nos parece sentir, notar en el fondo de nuestra intimidad; nuestros
esfuerzos se dirigirán a anular, lo repito, todo lo que, de un modo u otro, nos pueda parecer
familiar, pues precisamente y únicamente así conseguiremos sentirnos absolutamente
fuera de esas impresiones e incluso hostilmente extraños a ellas, y así podremos obtener,
del pensamiento, una eficacia revolucionaria y realmente destructiva.

Port-Ligat, el 13 de agosto de 1930.

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P. 265.

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