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REDACCIÓN
Marisa Mosto
Federico Caivano
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar
nº 5 – 2018
Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta
publicación.
1
ÍNDICE
Presentación p. 3
Minima philosophica p. 22
Dialoguitos en el perípato p. 24
2
PRESENTACIÓN
3
PECADO DE OMISIÓN HACIA IGNACIO FUNES
4
Un corazón, herido por la indiferencia frente a la ‘obra’ que
desde la riqueza interior, auscultada por sus sentidos abiertos para que la
realidad se muestre, desocultando lo que las cosas son.
5
Él agradecía todo cuanto hacía para confortarlo y mimarlo, pero
cada uno sabía que se estaba preparando para encontrarse con la ‘otra’
Luz…
6
LA FIESTA… EL DESESPERADO
TERESA DRIOLLET DE VEDOYA
7
Junto con esta necesidad de perforar lo cotidiano para poder
rescatar su sentido en el descanso y en la fiesta, encontramos su
profanación. La búsqueda de diversión a ultranza o la necesidad de fiesta
continuada constituyen la deformación del tiempo reservado para los
dioses. La búsqueda de placeres, cada vez cada vez más extravagantes,
o el vértigo existencial, que hace de lo sensual autonomizado una
obsesión compulsiva de tipo adictivo, oscurece la vida. Søren
Kierkegaard coloca a estos buscadores de placeres o estetas compulsivos
entre los desesperados. El hombre, nos dice el pensador danés, es una
síntesis de finitud e infinitud. El desesperado desconoce uno de los polos
de la síntesis. Esta afección espiritual es muy honda y difícil de
erradicar. La desesperación es una enfermedad mortal. Una
autodestrucción de a gotas, con aire de fiesta, se presenta porque
finalmente el enfermo espiritual no puede morir.
8
URANOFOBIA
FELIPE MATTI
“Si el hombre no hubiera sido constantemente combatido por las
preocupaciones y los errores, y si un millón de causas que se han
sucedido sin cesar no hubiesen grabado en él una multitud de
conocimientos y de absurdos, no veríamos, en lugar de
aquella celeste y majestuosa simplicidad que el autor de la
naturaleza le imprimió, el deforme contraste de la pasión que
cree que razona cuando el entendimiento está en delirio.” 1
1
Mariano Moreno, “Sobre la libertad de escribir”, La Gazeta de Buenos Ayres, 21 de
junio de 1810.
9
Pues deseosos todos están allí, próximos a desvanecerse en la
desesperante deshidratación, arropados por sus propios desarrollos no
dan cuenta de sus músculos tiesos y febriles mentes. Han perdido noción
que están no más que llamados a darse de beber unos a otros, y
compartir de aquel raudal.
Al disertar uno es totalmente libre de expresar aquello que en su
caldera ha cocinado. Sosteniendo con su mano derecha la cuchara y la
izquierda plegada debajo, acompañando el gesto con el que se repleta la
mente de otro a quien se le habla. A poco tiempo de consumirse en la
volitiva auto-glorificación es el momento que debemos dar cuenta en lo
que ha sido de esta insolente y banal búsqueda de propiciar una
respuesta a todo; negando refutación alguna ya que solo nosotros somos
quienes poseemos la verdad más perfecta y plena.
Reaccionar ante algo es tan poco libre como no hacer nada al
respecto. Todos por su naturaleza misma como por la sola concepción de
su espíritu han de querer saciarse con aquello que frente a ellos mismos
sienten. Más libre es quien busca dar sus conocimientos por el solo
hecho que los demás gocen del beneplácito saber que uno ha obtenido.
“Si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como
la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el
embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre
su abatimiento, su ruina y su miseria.”1
¿Entonces qué tan poco agradable es sino estar no solo
condicionados por el querer abarcarlo todo, sino también por el consenso
general de quienes tengo a mis lados? Desconfiados, con barros en los
ojos, veo volcarse y desnudarse ante el alevoso amor por ser ellos
quienes gobiernen. Sin reparar en que su condicionante de acción
reprime toda posibilidad de donar lo que han adquirido. Rige entonces el
estatuto de ser oprimidos y querer ser opresores. Impera tan solo una
doblegada e ilusoria ley la cual no ampara más que falacias e
inverosímiles argumentos.
¿No se ha perdido noción entonces que la vida es coacción? ¿Qué
repudio es entonces más infernal que el propio, promulgado por los
individuos que integran la comunidad misma? ¿No está uno exhortado a
llamar la atención a cómo se diluye lo íntegro que es el hombre en su
conmutativa sociedad, en tanto todo se unifica bajo un solo concepto?
¿Cómo es que somos capaces de alegar y rogar por libertad de
expresión, si tan solo queremos que nuestra voz sea la escuchada? Pues
aunque tambores y clarines con sus chirridos estridentes buscan avasallar
toda posible aporía, nada puede ocluir la consciencia del hombre.
1
Ibidem.
10
¿Hasta cuándo entonces debemos como seres humanos permitir
que se radique bajo la hipocresía? Tan solo consta de mirarnos las caras
y reconocer nuestro barro quemado, la piel de arcilla que no nos permite
ver que si realmente deseamos el bienestar no debemos hacerlo más que
bajo la justa revisión de nuestros pensamientos. Dispuestos a cambiar, y
dispuestos a no olvidar que somos seres reaccionarios a la realidad que
tenemos frente.
No somos quienes construyen todo, sino que el material es índole
necesaria para nuestra existencia. Nada más obsoleto sería permanecer
náufragos en la ínsula de nuestra soledad.
Por ello, al expresarnos en son de lo justo y necesario es como
nos liberamos. Moldeando bajo lo que tenemos frente, dándonos de boca
en boca agua de gusto suave y dulce, como un cristal nos refleja que nos
hemos despojado de las injustas percepciones que nos llevan a buscar la
soberbia y arrogante gloria propia.
En alza está el espíritu común del cual somos parte. Fabricamos
los cimientos para vivir bien, y solo la necedad de no querer saber quién
y cómo los ha creado busca derrumbarlos.
FELIPE MATTI
11
LA NATURALEZA IMITA AL ARTE
FEDERICO CAIVANO
1
Escuché alguna vez que el cine envuelve a su vez a la escritura, ya que aquella agrega
sonido e imagen a ésta. Habría que pensar si la utilería imaginada cuando uno lee una
novela es comparable a la que se ve en una película o no, o en qué sentido.
12
Tal vez no sea el único que, cuando vive una situación que
escapa a su comprensión del mundo (sin llegar a una situación límite), se
siente de repente como si fuera el centro de una novela o el protagonista
de The Truman show. ¿Quién no conoce a alguien que dice o hace cosas
que no se condicen con lo que uno espera o se imagina que puede pasar?
Hablo de esos momentos en los que las personas o las circunstancias son
más irreales que la irrealidad misma y sacuden nuestros esquemas.
Donde uno piensa que, si leyera que ocurre lo mismo en una ficción, se
enojaría con el autor por lo evidentemente absurdo o ridículo que sería,
si ocurriera en la realidad.
FEDERICO CAIVANO
13
BREVE BIOGRAFIA DE UN GENIO1
ATTILIO SALVATORE
1
En el anterior número de la presente revista, Philosophia vulgaris, el señor Alejo
Cercato presentó algunas objeciones a uno de mis aportes (específicamente a La
disposición del infinito). Lejos de estar al alcance de contestarle como correspondería,
y viendo que ya otros lo han hecho, me limito a mandarle mis saludos cordiales. Por
demás, su persona desde un primer momento me recordó a la de Juliano de la Res.
2
Aunque es solo una hipótesis por confirmar, a raíz de la lectura de ciertas anotaciones
de Juliano de la Res he terminado por sospechar que fue él mismo el que se encargó de
hacer desaparecer todo registro de su nacimiento por encontrar insoportable la, y cito,
“nefasta adveniencia a la existencia”.
14
los hechos. A lo mejor nadie lo entendía del todo. Eso explicaría cómo
era posible que, siempre al unísono, o bien todas las facciones lo
reconocían como un hijo pródigo o bien lo acusaban de ser un respetable
miembro del bando contrario. Lo cierto es que Juliano de la Res solo
hablaba de tanto en tanto, cuando tenía ganas, y solo para decir lo que se
le había ocurrido en las horas anteriores. Al cabo su nombre termino
desdibujándose entre los muchos apodos con que era llamado por los
distintos grupos (cada cual lo llamaba de un modo distinto para mostrar
que “era de los suyos”) y eso ha hecho difícil la tarea de reconocer la
totalidad de sus aportes por aquellos años1.
1
Incluso en los meses posteriores a su retiro a las montañas del sur siguieron
registrándose en Buenos Aires distintas locuciones, cartas y notas cuya autoría está
atribuida a distintos apodos con que era conocido Juliano de la Res. En efecto, he leído
varios de estos documentos y se condicen con su pensamiento, pero es imposible
explicar cómo es que existen. ¿Bilocación? ¿Pentalocación?
15
registrado todo: que hacía cada día, que comía, cuantas horas dormía, si
por casualidad lo visitaba alguien, si llovía o nevaba, que pensaba, que
leía... todo. El problema es que los registros están completamente
desordenados de modo tal que nunca puede llegar a entenderse
demasiado de qué va el asunto. Por ejemplo, en las primeras hojas del
cuaderno 17 narra cómo intentó hacer un ayuno de tres semanas para
resolver la pregunta y, sin terminar de contar el resultado de aquel
experimento, a las pocas hojas anota varias recetas de cocina galesa y
termina el cuaderno contando su llegada a la cabaña. Lo interesante es
que en todos los cuadernos aparece mencionado el hormiguero1.
ATTILIO SALVATORE
1
Sospecho que el genio argentino tenía un sistema de anotaciones muy preciso pero
embrollado. El último tiempo me he dedicado a intentar entenderlo y, al parecer, hay
una relación entre cada tema escrito y el color del cuaderno y el número de hoja el que
está escrito. El día que lo descifre a fondo podré publicar con coherencia las obras de
Juliano de la Res.
16
MERI BÁ
PRISCILA GIBERT
Veía sin ver cómo pasaban las personas delante de ella, los autos,
las palomas y las estaciones. No sentía frío ni calor, no sentía hambre ni
sed, no sentía sueño ni se sentía despierta. Sólo estaba ahí, en su
pedestal, inmóvil e insensible. Hasta que llegó el niño. Sin bajar los ojos,
la estatua Meri Bá se dio cuenta de que eran un niño pequeño y su
madre. Tensó levemente sus hombros, molesta. No le gustaba la gente.
—Hola, zeñoda Medi Bá. Te vi movedte, aunque mamá diga que no —le
susurró, y sonaba plenamente convencido.
Meri Bá sintió los cálidos labios del niño dejando un beso en su mejilla
fría. Un sentimiento desconocido la recorrió de la cabeza a los pies. La
calidez dentro de su pecho se hizo más y más fuerte, y con los ojos bien
abiertos por el asombro, sintió a su propio corazón de piedra latir por
primera vez. Meri Bá lo siguió con los ojos mientras se alejaba con su
madre, y luego volvió a mirar al frente, con la espalda rígida y la barbilla
alta como siempre.
***
17
Nunca había dejado de hacerlo desde que León la había abrazado.
En eso estaba pensando, cuando un par de delgados pero fuertes brazos
la rodearon por la cintura desde atrás y alguien se trepó al pedestal, de un
salto.
***
León volvió muchas veces, tantas como para que se acabara ese
libro y hubiera que empezar otro. Y otro, y otro. Le leyó novelas,
poemas, obras de filósofos y cuentos juveniles, historias históricas y
ficción futurista. Meri Bá comenzó a ver el mundo real. León había
traído la verdad a ella, y ella había visto la verdad. León le siguió
trayendo libros, año tras año. De las novelas pasaron a las enciclopedias.
Meri Bá aprendió de mares y peces, de árboles y mamíferos. Aprendió
de flores, de humanos, de ciencia y geografía. Sabía que León la había
salvado de su vida insensible. Y un día, cuando ya era un anciano con
muchos inviernos encima, León le trajo la Sagrada Biblia. Meri Bá
nunca había oído nada igual. A través de los clásicos y las novelas de
miles de palabras, León la había preparado para la cantidad de
información condensada que había en tan pocas páginas, y por ello Meri
Bá pudo entenderlas.
18
Era difícil creer más de la mitad de lo que León le leía, pero algo
en su corazón le decía que era verdad. Fue mucha información,
demasiada para Meri Bá, pero la entendió. O al menos comenzó a
entenderla. Y un día León leyó la última palabra del libro y calló un
momento antes de hablar con una voz cansada pero llena de calma.
Por primera vez desde que había sido creada, Meri Bá se inclinó
y sus rodillas tocaron el pedestal tan suavemente que no hizo ningún
sonido. Como un ángel guardián sobre León y su Biblia, bajó la cabeza y
juntó las manos sobre su pecho, y rezó por primera vez.
PRISCILA GIBERT
19
EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS
Garrapiñada
Domingo gris, frío. Paseo en Buenos Aires.
El sol cae, el viento helado trae el olor de la garrapiñada.
Cálido, dulce.
Llama. Los ojos la buscan.
Y en la esquina, como un mago desafiando el frio, el vendedor de
garrapiñada hace exhalar a su fogonero amarronado un intenso calor de
hogar. Construye un refugio pasajero.
Pero real. (¿Acaso no es toda pasajera la realidad?)
20
La garrapiñada es quizás la posibilidad de un calor de infancia
que no se ha tenido y que siempre puede darse, aunque sea en ese
pequeño espacio del maní con azúcar y caliente. (Fundamental que esté
caliente y que sea un día gris, frio y ventoso. Si no el efecto no se
produce.)
Tiene su encanto la infancia de maní.
Siempre alguien puede volvernos a ofrecer la infancia.
Y nosotros también,
También nosotros
¿Por qué no?
MARISA MOSTO
21
MINIMA PHILOSOPHICA
Corregir
—Si no me equivoco, dicen que en general la gente siempre le
baja a abrir más rápido a un desconocido que a una persona cercana.
La frase había sido dicha al pasar por una señora entrada en años,
alta y con la espalda recta, mientras se balanceaba al ritmo del vaivén del
colectivo. Su oyente (o mejor, la persona a la que estaba dirigido el
comentario), un chico de unos 14 años, parecía hacerse el interesado y
asentía fervorosamente. Pero se congregaban en ese lugar más de dos
oídos, por lo que también captó la frase una joven que se sentaba frente a
ellos y que intentaba leer un libro que no le gustaba pero que ya había
avanzado tanto que prefería terminarlo.
Primero, pensó, no tiene ningún sentido decir “si no me
equivoco”. ¡Es lo mismo que no decir nada! Es como decir: “si
no me equivoco, tengo razón”, o sea: “si no me equivoco, no me
equivoco”. ¿Y si te equivocás, qué? ¿Es falso lo que decís? Eso
se sobreentiende siempre... Distinto es decir “si mal no
recuerdo” o cosas parecidas; advertir al interlocutor que no
estás seguro de lo que estás diciendo. Pero advertir que te podés
equivocar se da por hecho.
Segundo, “dicen que...” es una mala señal para hablar de lo que
sea. ¿Quién dice? Tirar datos por tirar da la falsa sensación de
que uno sabe de lo que habla, sin la responsabilidad de tener que
comprobarlo con evidencia empírica.
Tercero, “en general, siempre...” es un oxímoron. Si es siempre,
se da en todos los casos, no en la mayoría. Claro que si tomamos
los casos que sí comprueban lo que queremos decir establecemos
un conjunto y que dentro de ese conjunto todos los casos se dan
como pretendemos. Pero el total involucra más que ese conjunto.
Cuarto, “le baja a abrir” tampoco tiene sentido. En realidad es:
“baja a abrirle”. Uno le abre a alguien. Pero baja algo —las
escaleras, por ejemplo— o simplemente baja y ya. No hay que
confundir objeto directo con indirecto.
22
El libro se había cerrado y no había indicación de cuál era la
última página leída. Con el ceño fruncido y manos torpes que se
rebelaban frente a su falta de previsión al no usar el señalador, la chica
fue hojeando y releyendo hasta que se hartó y guardó el libro en su
mochila. Decidió que no valía la pena y se levantó justo a tiempo antes
de que el colectivero cerrara la puerta y la dejara una parada más lejos de
donde tenía que bajarse. Se había inmerso tanto en su análisis que casi se
olvida de a dónde tenía que ir.
FERNANDO VICARIO ESCADE
23
DIALOGUITOS EN EL PERÍPATO
A Federico Caivano
Estimado Federico Caivano:
Le agradezco su escrito que me ha inspirado otras reflexiones.
Comparto esa extraña sensación de mezcla rara de Museta y
Mimi que transmite usted en su ensayo del número 4 de nuestra querida
Philosophia vulgaris “¿Suerte o éxito?”.
Me adviene por ejemplo cuando la gente dice “hay que rezar
mucho para que Dios alivie a determinado enfermo o consuele a su
familia”, o lo que sea que se quiera rogar al Altísimo.
¿No se cumple, acaso, siempre su Sapientísima Voluntad
independientemente de que le recemos o no? ¿Podrían añadir algo a su
Sabiduría, a su “saber hacer”, nuestros rezos?
Como si a fuerza de ser miles los que rezamos, nuestras
oraciones llegaran a su corazón y consiguieran que Dios desde su lugar
ontológico reflexionara y se dijera:
– “Es verdad, no me había percatado de que lo que me piden será al fin
de cuenta mejor para todos.”
24
Pero por otro lado fue Él mismo Quien nos advirtiera: “Pedid y
se os dará” (Mt 7,7).
Uno vive medio atrapado entre esas coordenadas en las que se
reúnen las dos voluntades: los propios deseos y los de Dios-Amor (o la
suerte, o el destino, dirá usted).
Al menos, creo, en ese punto de intersección que nos reúne no
estamos solos.
Sé que esto es harina de otro costal, pero por alguna razón que
desconozco a mí me sirve de consuelo.
A Federico Caivano
Te agradezco mucho, a vos y también a Sofía, por habernos
recibido hace dos sábados en la casa de ustedes. Fue un lindo
festejo de este número 5 de la revista, que ya está llegando a su
fin. Lo que pensamos hace un año se hizo realidad y goza de muy
buena salud, gracias a vos, a Marisa y a todos los que están cerca
de Philosophia vulgaris. Nos servimos entonces todos una copa,
para brindar.
Radulfus
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