El deseo del hombre de adivinar su futuro por medio de los
sueños se remonta al origen de la especie; muchos fueron los sabios que estudiaron el fenómeno, pero ninguno con tanto éxito como Artemidoro, el griego que llegó a influir decisivamente hasta en el moderno psicoanálisis de Sigmund Freud.
Artemidoro, que nació en Efeso pero que, dada la notoriedad de
su ciudad natal, prefirió considerarse hijo de Daldis -la patria de su madre-, escribió cinco libros sobre la interpretación de los sueños que forman el más completo compendio de conocimientos sobre la actividad onírica de Oriente y Occidente hasta el siglo II a.C.
La importancia del método interpretativo de Artemidoro en
relación al de otros adivinos, tanto previos como posteriores, es que atiende no solamente al contenido del sueño sino también a la personalidad y circunstancias del soñador.
Freud, al destacar este último hecho en la obra del griego, señala
que, según Artemidoro, "el mismo elemento onírico tendrá para el rico, el casado o el orador diferente significación que para el pobre, el soltero y el comerciante".
Lo esencial del procedimiento de Artemidoro -que siglos después
adoptó el propio Freud- es que el método no recae sobre la totalidad del sueño, sino separadamente sobre cada uno de sus componentes, como si aquél fuese un conglomerado en el que cada fragmento exigiera una especial determinación.
Una de las diferencias fundamentales entre las técnicas
empleadas por el griego y por el creador del psicoanálisis es que en el segundo la teoría interpretativa no se descarga sobre el profesional sino sobre el propio sujeto, que debe atender a lo que le sugiere cada elemento onírico.
Para Artemidoro, por ejemplo, ver una llave en sueños indica al
que tiene la intención de cas
Oscar Peyrou
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