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RICHARD WAGNER: VIDA Y OBRA

Richard Wagner fue uno de los músicos más influyentes de la historia de la música,
pues la aportación wagneriana no sólo fue revolucionaria en el aspecto formal (en los
campos de la melodía, la armonía y la orquestación, con el uso de una orquesta
sinfónica de proporciones muy superiores a las que tenían las habituales orquestas de
ópera), sino que también dejó una impronta duradera. Su gran aspiración no era otra que
la de lograr la Gesamtkunstwerk, la «obra de arte total» en la que se sintetizaran todos
los lenguajes artísticos.

La infancia de Wagner se vio claramente influenciada por su padrastro Ludwig Geyer, quien
suscitó el interés del niño por todas las manifestaciones artísticas. Esto causó una formación en
todas las artes, especialmente la literatura y más tarde, gracias a la obra de Carl Maria Von
Weber y el descubrimiento de la Sinfonía nº 9 de Beethoven, por la música. Este doble interés
se vería reflejado en su escritura de los libretos operísticos.

Entre sus principales obras caben destacar, en su primera etapa, El Holandés Errante, o
Tannhäusen, posteriormente El Anillo del Nibelungo o bien Los Maestros cantores de
Núremberg.

EL PRELUDIO DE TRISTÁN
La ópera Tristán e Isolda se considera en muchos aspectos el inicio de la música
contemporánea europea. La obra se divide en tres actos con música y libreto de Wagner,
quien se basó ampliamente en el romance de Godofredo de Estrasburgo. También se
inspiró en la filosofía de Schopenhauer y su propia aventura con Mathilde Wesendonck.

En la obra se vio el comienzo del fin de la armonía tradicional y se abría el camino a las
grandes revoluciones de la armonía de finales del siglo XIX y principios del XX.

El preludio del primer acto es un gran ejemplo de cómo esta obra, especialmente en lo
referente a los motivos de Tristán, comenzará a desfuncionalizar la armonía. Posee gran
complejidad armónica, y no es de extrañar que tesis enteras se hayan basado en sólo la
primera parte de este preludio.

Posee una forma libre completamente innovadora, ni la tonalidad ni los elementos


temáticos constituyen esquemas suficientemente claros, al ser la primera excesivamente
ambigua e inestable, y los temas breves y poco contrastados.

Pese a esto, la obra contiene una gran coherencia interna y no es en absoluto caótica,
sino que mantiene una estabilidad y expresión inigualables.
ANÁLISIS
Para analizar al completo esta obra sería necesario tener muy claro las relaciones entre
personajes en la obra, así como los leitmotivs que son representados en, al menos, la
primera parte de la obra, pero en este momento sólo realizaremos un breve esbozo.

Partiremos de una secuencia armónica en tres etapas, denominada como las tres
muertes de Tristán, secuencia que aparece en cuatro ocasiones a lo largo del preludio:

1. El anhelo (cc. 1-11).

2. El éxtasis de amor (cc.68-73).

3. El Mundo como voluntad y Representación (cc.81-90).

4. Renuncia y muerte (cc.101-106).

La primera vez que se escucha la secuencia es al principio de la obra, y el carácter es


expositivo. Además, no sólo presenta la secuencia sino que introduce dos breves
motivos conductores de la obra: “el anhelo” y “la magia-filtro del amor”.

En el compás tres nos encontramos con uno de los acordes que más polémica ha
generado alrededor de su función. Si analizamos el acorde desde el punto de vista
clásico, se puede considerar una sexta francesa en función de dominante de la
dominante alterada por medio de una apoyatura cromática.

Interpretación clásica
del acorde de Tristán.
En la teoría armónica contemporánea el acorde de Tristán cumple una función de
subdominante (II7).

Interpretación contemporánea del


acorde de Tristán.

En el compás 68, la secuencia de las tres muertes de Tristán reaparece de forma no muy
evidente, preparando la música que llevará al clímax. Sobre una pedal de dominante de
La Mayor el tema reaparece con una armonía ligeramente alterada, y con una nueva
incorporación: el motivo del éxtasis del amor, un tema intermedio que surge entre los
temas de la magia-filtro del amor:

Tras el pasaje anterior, surge la tercera aparición de la secuencia en el compás 81, que
coincide con el clímax del preludio. En el aspecto armónico, la tónica ha cambiado a Mi
bemol, y la armonía se ha vuelto más clásica pues el acorde de Tristán se ha adaptado a
la función de II7 de Mib para enlazar con V7.

Puede relacionarse esta decisión con la influencia filosófica de Schopenhauer y su


interpretación del mundo racional en contraposición al caos.
En el compás 83, el acorde de Tristán comienza a descender de nuevo hacia la armonía
del principio de la obra, poniendo fin al orden y regresando al “caos”.

En la cuarta fase, resignación y muerte (c. 101), se recuerda una vez más la secuencia
armónica. La tonalidad se mantiene estable (V de Sol), y el preludio se desintegra,
dejando en escena a Isolda, dormida.

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