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Noción previa.
Generalidades.
El Derecho de Familia es por excelencia un Derecho “de personas”, su propia razón de ser se
configura sobre la individualidad particular de sus destinatarios, como sucede en el Derecho
Privado, pero también, y con mucha más razón, sobre la individualidad grupal de las personas
ligadas naturalmente por razones biológicas o afectivas. Esta es una de las razones por las que
el Derecho Social está inmerso en el Derecho de Familia, quien tiene el privilegio de estar
dirigido a una comunidad de individuos que naturalmente nacen y permanecen unidos; pero
que a su vez, tiene el reto de brindarles el mayor margen de estabilidad, pese a la continua
movilidad jurídica y material que estos presentan.
Que el Derecho de Familia sea un Derecho “de personas” no lo inhibe de ser un Derecho “de
bienes”, ya que las relaciones que se producen entre los miembros de la familia, pueden ser de
contenido personal o patrimonial, como más adelante se detallará. Es imposible desprender
las relaciones subjetivas de las objetivas, ya que ningún sujeto de derecho sobrevive en el
aislamiento de los bienes y las cosas. Por ello, aun cuando mucho se ha debatido que si el
derecho de habitación constituye una restricción ilegítima al derecho de propiedad sobre los
bienes inmuebles, esa discusión ya ha sido superada. En efecto, considerar al derecho de
propiedad como una amalgama absoluta dentro del Derecho de Familia, y quizá, dentro de las
ramas del Derecho Social, es ignorar la función social de la propiedad privada, y sobre todo,
menospreciar las pautas axiológicas que nutren las relaciones familiares.
Fundamento.
Los fundamentos axiológicos del “derecho de habitación familiar” giran entorno (1) al interés
preeminente del grupo familiar frente al interés individual, (2) al interés superior de los hijos
sometidos a responsabilidad parental frente al progenitor propietario del inmueble, (3) a la
ponderación de la integridad personal y moral del grupo familiar frente a la integridad
económica particular y, (4) a la mayor importancia del interés personal sobre el patrimonial.
Asimismo, existen una serie de fundamentos materiales que justifican la existencia del derecho
de habitación, entre ellos, el hecho de que cada día crece más la demanda de viviendas, por
parte de la población, económicamente activa o no, en medio de una sociedad que cuenta con
un crecimiento geométrico, provocando la concentración y sobrepoblación en sus territorios y,
por efecto de mercado, el alzamiento de los precios de la vivienda; sin mencionar los niveles
de pobreza y desempleo que privan u obstaculizan el acceso a una vivienda digna. Justamente,
en este esquema, existe un grupo mayoritario de la población que no es titular al menos de un
inmueble que le sirva de habitación, y que habiendo conformado familia, no tienen un lugar
para residir con ella. Y dentro de este grupo, a su vez, existen familias que son amenazadas con
la disfunción, desintegración y violencia intrafamiliar, lo que es perjudicial para los hijos que
aún se encuentran bajo los cuidados de sus progenitores.
Los cónyuges, cualquiera que sea el régimen patrimonial del matrimonio, podrán constituir el
derecho de habitación para el grupo familiar en un determinado inmueble, o en una parte del
mismo, si fuere de fácil división. La enajenación y constitución de derechos reales o personales
sobre el inmueble que sirve de habitación a la familia necesita del consentimiento de ambos
cónyuges, y se podrá realizar siempre y cuando beneficie directamente al grupo familiar, so
pena de nulidad.
Derechos patrimoniales y extrapatrimoniales: Derecho de uso y habitación.
El Derecho de Familia tiene por objetivo principal regular las relaciones personales y
patrimoniales de los miembros de la familia entre sí, y las relaciones de éstos con los demás
actores de la sociedad. En palabras simples, el Derecho de Familia regula las relaciones
familiares; las que pueden ser de (1) contenido económico o patrimonial, y de (2) contenido
personal, moral o extrapatrimonial. Así, las relaciones que tienen por finalidad sustentar las
necesidades materiales de los hijos, como la aportación de alimentos, son de carácter
patrimonial, y las que tienen por finalidad consumar el ejercicio de la responsabilidad parental
(autoridad parental), como el cuidado de los hijos, son de carácter extrapatrimonial.
Como se comprende, el Derecho de Familia se desdobla en dos campos, al trazar una línea que
divide los (1) derechos patrimoniales o económicos, y los (2) derechos personales, morales o
extrapatrimoniales. Sin embargo, los derechos patrimoniales están en función de los derechos
personales, lo que significa que, un derecho de contenido patrimonial no se sobrepone a un
derecho de contenido moral. Por esta razón la aportación de dinero por parte de uno de los
progenitores no lo exime de su responsabilidad de relacionarse activamente con su hijo. De
forma similar, el derecho de propiedad no se sobrepone al bienestar y desarrollo integral del
grupo familiar. Y es que como antes se dijo, el Derecho de Familia es sobre todo un Derecho
“de personas”.
Se debe tener en cuenta que el derecho de uso es parte del derecho de dominio o propiedad,
de tal forma que, el derecho de habitación a favor del grupo familiar no es mayor que el
derecho de propiedad de su titular, pero por fundamentos axiológicos del Derecho de Familia,
el interés familiar sí es superior al interés personal. Estas son reglas de ponderación que no
pueden dejarse de tomar en cuenta en el quehacer judicial. Incluso, éstas no son reglas
exclusivas del Derecho de Familia, sino de los valores encarnados en la realidad histórica, que
han llegado al punto de justificar la extinción del dominio en instancias penales, derecho que
en la historia del pensamiento moderno era considerado absoluto, a través de la filosofía
liberal.
Cuando el derecho de habitación se destina a favor del grupo familiar estamos en presencia
del “derecho de habitación familiar”. Este es un derecho subjetivo y una medida de protección
a favor del grupo familiar, que tiene por objetivo sustraer del tráfico jurídico el inmueble que
sirve de habitación al mismo, con el fin de que sus miembros puedan residir en él hasta un
período determinado; salvo para el caso particular en el que existan derechos de terceros
previamente consolidados sobre el inmueble, en cuyo caso éste deberá participar en la
relación contractual que sobre él pesa.
El derecho de habitación familiar es conocido por la doctrina como bien de familia, cuya ley
especial en El Salvador ha sido derogada tácitamente por el Articulo 46 CF. En efecto, la Ley
sobre el Bien de Familia no tiene aplicación en el derecho positivo vigente, por intervención de
los artículos 46 y 111 inciso 3° del CF.
El derecho de habitación familiar recae sobre un inmueble, a favor de los hijos sometidos a
responsabilidad parental y del cónyuge o conviviente no propietario del inmueble. Este
derecho no piensa en la individualidad particular, sino en la individualidad grupal, de los
miembros de la familia. Por ello, el derecho abarca al cónyuge o conviviente no propietario,
quien debe ejercer los cuidados de los hijos. Consecuentemente, el “derecho de habitación
familiar” es un derecho autónomo indivisible perteneciente a los miembros del grupo familiar,
con excepción del propietario de la casa, que para ser cesado o modificado requiere que el
propietario de ella recurra a la figura del litisconsorcio necesario pasivo, tal como se explicó en
otro artículo previamente publicado (http://www.enfoquejuridico.info/wp/archivos/1530).
El derecho de habitación se configura para parejas que han contraído matrimonio (artículo 46
CF) o que han sido declarados como convivientes (artículo 120 CF), a través de la
correspondiente declaratoria de unión no matrimonial. Ahora bien, cuando los cónyuges
obtienen el divorcio no procede el derecho de habitación familiar que contempla el artículo 46
CF, sino el uso de la vivienda familiar, tal como lo establece el artículo 111 inciso 3° CF. Lo que
el artículo 46 CF hace es proteger el “derecho de habitación familiar”, bajo la denominación
protección para la vivienda familiar; es decir, piensa en el objeto (vivienda), no en el derecho, a
pesar que en el fondo conlleva los mismos resultados.
La protección para la vivienda familiar no es una medida indefinida, sino que se sujeta a un
plazo prudencial, proporcional y necesario, generalmente limitado por la mayoría de edad de
los hijos. La razón es que el Derecho no puede establecer cargas perpetuas que restrinjan el
derecho de propiedad de forma indefinida, en cuyo caso si existiría una restricción ilegítima al
derecho de dominio. Además, de no ser así, se ignoraría el beneficio que dicha protección
busca, como es el hecho de evitar la transferencia del dominio, la constitución de gravámenes
o la ejecución forzosa por liquidación de deudas, que se realicen sobre el inmueble que sirve
de vivienda familiar, con posterioridad a que éste haya sido destinado como tal, bajo pena de
nulidad.
Presupuestos.
a. Es necesario que la constitución del “derecho de habitación familiar” sea solicitado por los
cónyuges (uno de ellos propietario), sobre el inmueble en el que reside el grupo familiar
(únicamente hijos); ante la Procuradora General de la República o sus auxiliares. Asimismo,
puede solicitarse ante el Juez de Paz o de Familia, a través de las Diligencias de Jurisdicción
Voluntaria (artículo 46 inciso 2 CF).
b. Cuando no existe acuerdo entre los cónyuges o convivientes, la medida debe ser solicitada
por el cónyuge o conviviente que no es propietario del inmueble, ante el Juez de Familia del
domicilio del demandado. En este caso, se debe presentar la correspondiente demanda,
promoviendo el proceso de “protección para la vivienda familiar” (artículo 46 inciso 4° CF). Es
importante aclarar que no existe un criterio definido que considere que los Juzgados de Paz
sean competentes para tramitar este tipo de procesos, ya que el articulo 206 de la Ley Procesal
de Familia (LPRF) no lo expresa, no obstante que el inciso 2 del artículo 46 CF, sí lo habilita. En
todo caso, no se advierte razón alguna para restar competencia al Juzgado de Paz en este tipo
de procesos.
II) La protección para la vivienda familiar se perfecciona frente a terceros a través de su
inscripción registral.
Casuística.
Con el fin de ilustrar la información expuesta, describiremos un caso hipotético, que nos
permitirá comprender de mejor forma el contenido del “derecho de habitación familiar”.
En el año dos mil, Zoila y Rubén contrajeron matrimonio. Durante su relación matrimonial
procrearon dos hijos, Jerry y Jason, de once y doce años de edad respectivamente. El grupo
familiar reside en una casa propiedad del señor Rubén, ubicada en Calle Ramón Belloso, Barrio
San Jacinto, Casa 412, San Salvador. En el año dos mil catorce, los señores Zoila y Rubén se
involucraron en hechos de violencia intrafamiliar. El señor Rubén ha amenazado a la señora
Zoila con “echarla de la casa, a ella y a sus hijos”. La señora Zoila se acerca ante sus oficios a
preguntar, ¿Qué puedo hacer para asegurarles una vivienda a mis hijos, considerando que no
tengo la capacidad económica para alquilar una casa? Además, la señora manifiesta que dicho
inmueble se encuentra hipotecado por el Banco CREDICOM.
En el presente caso es procedente el proceso de Protección para la Vivienda Familiar, con el fin
de destinar el inmueble ubicado en Calle Ramón Belloso, Barrio San Jacinto, Casa 412, San
Salvador, como vivienda familiar, a favor de Zoila y sus hijos. Es viable porque los señores Zoila
y Rubén se encuentran unidos a través del matrimonio y porque los hijos aún no han alcanzado
su mayoría de edad.
Los efectos registrales de la protección de la vivienda familiar consisten en que, una vez
inscrito el “derecho de habitación familiar”, ningún derecho que se perfeccione sobre el
inmueble que éste afecta, tendrá lugar, salvo que el acto que le dio origen se haya consolidado
previamente a la inscripción del “derecho de habitación familiar”.
De esta manera, Zoila puede asegurar una vivienda a sus hijos, a través del “derecho de
habitación familiar”, hasta que ellos cumplan su mayoría de edad.
Embargo.
Habiéndose destinado el inmueble como vivienda familiar, el señor Rubén dejó de cancelar las
cuotas derivadas del contrato de mutuo hipotecario, en el que constituyó como garantía
hipotecaria el inmueble en el que vive su esposa y sus hijos. El Banco CREDICOM ha promovido
un juicio ejecutivo, y ha solicitado el embargo del inmueble descrito. ¿Cuáles son los efectos de
dicha petición de embargo?
En el trámite de ejecución de deudas, el Juez que decrete el embargo en contra del inmueble
de Rubén, tiene el deber de correrle traslado a la señora Zoila y a sus hijos, por ser titulares de
un derecho subjetivo plenamente adquirido sobre el inmueble que será objeto de liquidación.
En el supuesto que el señor Rubén tenga otro u otros inmuebles de su propiedad, la señora
Zoila podrá solicitar el cambio de inmueble destinado como vivienda familiar, siempre que se
acrediten las justas razones. Asimismo, en el supuesto que no existan otros inmuebles, se
puede promover el proceso de alimentos en contra de Rubén, solicitándole una cuota de
dinero a favor de sus hijos, en la que se involucre el rubro de vivienda (ya sea para alquilar otra
casa). Dicha pretensión prosperará en la medida que Rubén tenga la capacidad económica
para proveer alimentos a sus hijos.