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APUNTE 1: EXPLOTACION DE MINAS

Introducción

La explotación de un yacimiento minero supone la existencia de una concentración de un


mineral, elemento o roca con suficiente valor económico como para sustentar esta
explotación minera con un beneficio industrial para la empresa. Para que esto se produzca,
se ha de cumplir la ecuación:

Valor Producción = Costos + Beneficios

El valor de la producción se obtiene mediante la valoración económica del yacimiento, de


acuerdo con los datos del estudio de investigación minera, y por tanto, dependen de la
naturaleza y características de la mineralización, que serán unas determinadas. De forma
que para poder cumplir con esta condición, tenemos que analizar los costes que implica la
explotación minera del yacimiento.

Este factor, el costo, depende de muchos factores. Algunos de ellos no son modificables: si
el yacimiento se localiza a gran distancia de centros de transporte o de consumo, tendremos
un coste de transporte a asumir (y minimizar en lo posible). Otros dependen de decisiones a
tomar: por ejemplo, la decisión de abordar una explotación a cielo abierto o subterránea
incide de forma decisiva sobre este factor de costo. No obstante, rara vez tomamos este tipo
de decisiones libremente, ya que suelen estar condicionadas por factores propios de
mineralización: profundidad a la que se encuentra, geometría (horizontal o vertical, mayor
o menor espesor). En cualquier caso, en la toma de decisiones implicada en el diseño de
una explotación minera siempre tenemos un mayor o menor grado de libertad, que nos
permite evaluar distintas alternativas, y elegir la más adecuada para cada yacimiento, de
forma que la ecuación se cumpla (lo cual no siempre ocurre, naturalmente).

Mina (minería)

Una mina es el conjunto de labores necesarias para explotar un yacimiento y, en algunos


casos, las plantas necesarias para el tratamiento del mineral extraído. Las minas también
reciben el nombre de explotaciones mineras, o, simplemente, explotaciones...

Interior de una mina subterránea.


Historia

Antigua maquinaria empleada en Minas de Riotinto.

La mina más antigua conocida en los registros arqueológicos es Lion Cave (Cueva del
León), en Swazilandia. En ese lugar, datado hace 43.000 años, los hombres del Paleolítico
excavaban en busca del mineral compuesto de hierro, la hematita, que extraían para
producir un pigmento ocre. Otros sitios de similar antigüedad son donde los neanderthales
habrían extraído el sílex para fabricar armas y herramientas que fueron encontradas en
Hungría.
Otra operación minera antigua fue la de obtención de turquesa, por los egipcios (c. 3000 a.
C.) en Uadi Maghara, península de Sinaí. La turquesa también fue extraída en la América
Precolombina, en el distrito minero de Cerillos en Nuevo México, donde una masa de roca
de 60 m de profundidad y 90 m de ancho fue removida con herramientas de piedra; el
contenido de la mina cubre 81.000 m².
La pólvora negra fue usada por primera vez en minería en un pozo de Banská Štiavnica,
Eslovaquia, en 1627. En este mismo pueblo se estableció la primera academia de minería
del mundo en 1762.

Tipos de minas

Las minas pueden ser divididas siguiendo varios criterios. El más amplio tiene en cuenta si
las labores se desarrollan por encima o por debajo de la superficie, dividiéndolas,
respectivamente, en minas a cielo abierto y en minas subterráneas.

Mina a cielo abierto


Chuquicamata, la mina a cielo abierto más grande del mundo.
Las minas a cielo abierto, o minas a tajo abierto, son aquellas cuyo proceso extractivo se
realiza en la superficie del terreno, y con maquinarias mineras de gran tamaño. Como
ejemplos de este tipo de minas se pueden citar a Chuquicamata, La Escondida y Pascua
Lama en Chile, Ernest Henry (Australia), Minas de Riotinto, Alumbrera ( Argentina) y
Minas de Tharsis (España), el Cerrejón (Colombia, la más grande de este tipo en el mundo,
con una extensión de 69.000 hectáreas y capacidad de producción de carbón para 2007,
estimada en 31.1 millones de toneladas métricas). Las labores características de este
sistema de explotación son los: bancos, bermas, pista, talud final, talud de trabajo, plaza,
corta, etc. Minas a cielo abierto. La excavación se produce al aire libre, profundizando en la
tierra y originando una hondonada. Un ejemplo son las minas de Río Tinto (Huelva), en las
que la extracción de piritas cupríferas empezó hace 3.000 años y de donde en el pasado se
obtuvieron oro, plata y cobre.

Mina subterránea

La minería subterránea o de socavón desarrolla su actividad por debajo de la superficie a


través de labores subterráneas. En términos comparativos, la maquinaria que se usa en la
minería subterránea es mucho más pequeña que la que se utiliza a cielo abierto, debido a las
limitaciones que impone el tamaño de las galerías y demás labores. Las labores
características de este sistema de explotación son los: túneles, cavernas, bocamina o
emboquille, cuartel, galería, pozo, chimenea, etc. Minas a cielo abierto. La excavación se
produce mediante pozos y galerías que se excavan bajo tierra.

Funcionamiento

Las operaciones básicas en cualquier tipo de mina son tres: arranque (tumbe), carga
(rezagado) y transporte (acarreo).
Arranqque (Tumbe)

El piico y la maza, símbolo de


d la minería
a

Por arrranque se entiende


e el conjunto
c de operacionees necesariass para separrar la roca del
d
macizoo rocoso do onde se encuuentra. En laa mayoría de las ocasioones es necesario, ademáás,
rompeer la roca enn trozos sufiicientementee pequeños para
p facilitaar los processos posteriorres
(cargaa y transportee).

El arraanque se reaaliza de tres maneras: coon herramieentas, con máquinas


m y coon explosivoos.
Los doos primeros métodos sóllo son rentabbles cuando las rocas a explotar
e sonn relativamennte
blandaas, tales com
mo el carbón o los fosfatoos. Cuando las
l rocas sonn duras es neecesario acuddir
al arraanque mediaante explosivvos. En el caso de las rocas
r ornameentales (márrmol, granitoos,
pizarraas...) empleaadas en arquuitectura y construcción
c n se utilizan herramientaas de corte de
diamaante y voladu uras muy cuiidadosas conn muy poca cantidad
c de explosivo.
e

El arrranque con herramientaas es el máss antiguo y el menos rentable,


r ecoonómicamennte
hablanndo. En lass minas de cobre de Texeo (en Riosa, Astturias, Espaaña), de haace
aproxiimadamente 4.500 años, los 'mineroos' utilizabann como herrramienta cueernos de cabbra
para arrancar
a el mineral.
m Actuualmente se emplea el martillo
m (hiddráulico o neeumático) y el
zapapiico como herramientas manuales.
m

Antes de la mecan nización de las minas, el arranque se efectuaba con


c picos, maazas, barrenaas,
punterrolas, cuñas y con martilllos picadorees.

Las máquinas
m que se utilizan para
p el arrannque son:
Minador HMC-33

En minería subterránea:
• Minador

• Rozadora
• Cepillo

• Scrapper

Rotopala Bagger 288


En minería a cielo abierto:
• Dragalina

• Pala excavadora

• Rotopala

• Mototrailla

• Bulldozer

En general, estás máquinas arrancan la roca utilizando elementos móviles cortantes: picas,
rodetes, cuchillas o discos.

El arranque mediante explosivos es el más utilizado. Para poder cargar el explosivo, se


requiere hacer barrenos o agujeros en la roca y distribuirlos de tal manera que a cada
barreno se le dé una secuencia de detonación y vaya dando salida uno en secuencia de otro.
Generalmente para hacer dichos barrenos se utilizan máquinas neumáticas conocidas como
Stoppers, Máquinas de pierna, Jumbos Neumáticos, y va en aumento el uso de equipos
electrohidráulicos tales como Jumbos, Simbas, Equipos de barrenación Larga, etc. Para
realizar el arranque o tumbe de la roca se utilizan las voladuras.
Pala cargadora de tipo frontal, sobre neumáticos.

Carga (Rezagado)

Por carga se entiende la recogida de la roca arrancada del suelo, y su traslado hasta un
medio de transporte. En el arranque mediante maquinaria esta operación se realiza a la vez
que el arranque. Así, por ejemplo, una pala excavadora utiliza su cazo para arrancar y
cargar.

En las primeras minas la carga se realizaba a mano, con la ayuda de palas.

Las maquinas más usadas para realizar la carga son las palas cargadoras, para el exterior y
Scoop Tram o palas de bajo perfil para las subterráneas.

Un caso especial de carga es cuando se dispone físicamente el medio de transporte debajo


del mineral a arrancar. En este caso la carga se realiza con ayuda de la gravedad. Un
método como este se aplica en minería subterránea cuando el nivel de explotación (de
donde se extrae el mineral) está sobre el nivel de transporte.

Camión de mina a cielo abierto.


Transporte (Acarreo)

El transporte es la operación por la que se traslada el mineral arrancado hasta el exterior de


la mina.
El transporte dentro de una mina puede ser continuo, discontinuo o una mezcla de ambos.
El transporte continuo utiliza medios de transporte que están continuamente en
funcionamiento. Dentro de este tipo de transporte se utilizan cintas transportadoras,
transportadores blindados y el transporte por gravedad.

En el transporte discontinuo los medios de transporte realizan un movimiento alternativo


entre el punto de carga y el de descarga. En este grupo se utiliza el ferrocarril y los
camiones.

A cielo abierto frente a subterránea

En la minería a cielo abierto o a tajo abierto los costes de arranque, excavación y transporte
son menores, debido a la posibilidad de emplear maquinaria de mayor tamaño; permite
mayor recuperación de las capas, venas o filones; no es necesaria la ventilación, ni el
alumbrado, ni el sostenimiento artificial; permite utilizar explosivos de cualquier tipo y las
condiciones de seguridad e higiene en el trabajo son mucho mejores.

Por el contrario, requiere una mayor inversión inicial en equipamiento y maquinaria; es


necesario ocupar grandes extensiones de terreno y las condiciones de trabajo son a la
intemperie. Además produce un importante impacto visual y medioambiental (polvo, ruido,
etc.) en la zona en la que se desarrolla, lo cual lleva a un importante rechazo social a su
implantación e incluso al cierre de las existentes.

Historia de la Minería en Chile

Desde 1990 Chile ha triplicado su producción de cobre, llegando a aproximadamente 4,6


millones TM anuales. Esto ha significado que en estos últimos 12 años Chile aumente
desde aproximadamente un 16% de su participación en la producción mundial de cobre a
un 30% el año 2002. A continuación les presentamos el desarrollo de esta historia a partir
de la época colonial.

• De la Colonia al siglo XIX


• El ciclo abierto en 1830
• El salitre (1880 - 1930)
• El cobre (1920 - 1971)
• Redefiniciones
• El boom de los '90
• Efectos cuantitativos del boom

De la Colonia al siglo XIX

Mientras que en el siglo XVI la explotación de los lavaderos explica la conformación del
capital original que otorgó los excedentes que hicieron posible la instalación de otras
actividades económicas, los siglos XVII y XVIII han sido caracterizados por los
historiadores como centurias agrarias que desde la Hacienda conformaron la identidad del
alma nacional. Los antecedentes históricos revelan que en esos siglos, aún cuando la
minería aparecía en un lugar secundario, la explotación artesanal de diversos yacimientos
de oro, plata y cobre de altísimas leyes continuaron siendo una gran fuente de recursos, que
posibilitaron la mantención del comercio interno e internacional.

Chile vivió un siglo XVI en el que la minería permitió a los primeros conquistadores la
acumulación del capital que hizo viable la empresa constructora de la Capitanía.

En el siglo XVII el Reino de Chile fue redimensionado, y la actividad agrícola -a través de


las encomiendas/haciendas- pasó a concentrar la economía dada la prioridad de la
supervivencia alimentaria. La exploración de yacimientos se desplazó fuera de las zonas de
guerra por la larga resistencia de los aborígenes del sur de Chile, iniciándose con ello la
explotación de las primeras minas en el norte.

En el siglo XVIII hubo un profundo desapego por la actividad minera. Don Juan Egaña
describió ese fenómeno en 1803, en su Informe al Real Tribunal de Minas, sorprendiéndose
de la poca utilización de los recursos mineros disponibles en su amplia cordillera. Chile
vivía básicamente de sus exportaciones agrícolas.

Sólo en el siglo XIX, entonces, tras la Independencia de España y al compás de la


Revolución Industrial y las nuevas libertades de comercio, se dio paso a un resurgimiento
de la minería como producción clave, esta vez con descubrimientos que abrieron las puerta
a los ciclos de la plata (Chañarcillo) y del carbón (Lota) y luego de la Guerra del Pacífico,
al ciclo del salitre, proceso con el que Chile ingresó a un siglo XX, marcado por la
explotación del cobre a gran escala.

En el siglo XVIII hubo un profundo desapego por la actividad minera.

Don Juan Egaña describió ese fenómeno en 1803, en su Informe al Real Tribunal de Minas,
sorprendiéndose de la poca utilización de los recursos mineros disponibles en su amplia
cordillera.

Chile vivía básicamente de sus exportaciones agrícolas. En el país siempre hubo


explotaciones de pequeña y mediana importancia de casi todos sus recursos mineros (cobre,
oro, plata, salitre y carbón) por parte de los aborígenes y posteriormente de los
conquistadores, pero es a contar de mediados del siglo XIX que gracias a personajes como
José Rojas (carbón de Coronel); Matías Cousiño (carbón en Lota); José Tomás Urmeneta
(plata en Tamaya- Ovalle); el "Cangalla" Méndez (plata en Caracoles-Antofagasta); José
Santos Ossa (salitre en Desierto de Atacama) y de una nueva y más libertaria
institucionalidad, que la minería empezó a prevalecer en las exportaciones chilenas.

Desde luego, fue a contar del siglo XIX en que los efectos del espectacular desarrollo
minero se extendieron hacia todas las áreas de la actividad y junto con el ordenamiento
institucional y el coto al bandolerismo impulsado por Diego Portales, hicieron resucitar las
confianzas empresariales en un agro destruido por los conflictos internos y externos,
estimulando nuevas grandes inversiones que, surgidas desde la minería, permitieron obras
como el canal Las Mercedes que llevaba agua desde el Mapocho hasta la Hacienda de
Mallarauco.

Asimismo, y siguiendo una tradición cultural agraria hispana -en que la fama y el
reconocimiento se recoge desde la propiedad de la tierra- los empresarios enriquecidos en
la minería llegaron a los campos, introduciendo nuevas técnicas y cultivos, como el arroz,
la alfalfa y las cepas importadas para la viticultura, fenómeno que hoy vemos reflejados en
las marcas de vinos más conocidas en el país (Cousiño, Urmeneta).

También en materia de transporte e infraestructura, la minería estimuló un fuerte impulso.


El comercio marítimo, acicateado por las decisiones de Rengifo-Portales de construir los
muelles de Valparaíso, de reservar el cabotaje para los barcos chilenos y regular las
importaciones con aranceles progresivos, según se tratara de bienes indispensables o
superfluos, permitió que la marina mercante chilena, que en 1848 contaba con 105 barcos,
llegara a tener 327 en 1865.

Y en materia institucional, para 1874 el primer Código de Minería nacional mantuvo el


principio de propiedad eminente heredado de la época colonial, pero tomó partido -como
era previsible- en favor de la agricultura y redujo las minas de libre adquisición. Asimismo,
conservó el sistema de amparo por el trabajo, sin perjuicio de hacerlo algo más flexible y
modificó el procedimiento de constitución de la pertenencia minera, introduciendo entre la
manifestación y la mensura una actuación intermedia, llamada "ratificación", que luego de
inscrita conformaba un título provisional sobre la mina y autorizaba su explotación.

El Código de Minería de 1888 también mantuvo el principio de la libertad de minas y, junto


con ello, extendió la enumeración de éstas de libre denunciabilidad, sustituyendo el
régimen de amparo por el trabajo, por otro que se basaba en el pago de una patente o canon.

El Código, empero, no innovó respecto del procedimiento de constitución de la pertenencia,


que ya había dado y seguiría dando lugar a toda clase de pleitos y a la consiguiente
inestabilidad de los títulos mineros.

El ciclo abierto en 1830

Los ciclos económicos más prósperos que se observan a partir de 1830 indicarán
nuevamente que en Chile es posible construir un futuro desde la minería.

Ese primer ciclo estuvo ligado a la explotación de cobre y plata del Norte Chico. Hacia la
cuarta década del siglo XIX, Chile se transforma en el primer productor de cobre en el
mundo, posición que ocupará en las dos décadas que siguen. Si bien este dato tiene más
relevancia histórica que económica, ya que el consumo de cobre era bastante menor a nivel
mundial, será la primera vez que Chile se instale como actor minero estratégico y temprano
en la historia mundial. Como vemos, al menos en términos relativos, la minería ya situaba a
Chile como un país rico y líder en un sector en la primera cincuentena de nuestra historia
independiente.
El segundo ciclo de bonanza tendrá que ver nuevamente con la minería, pero incorporará
elementos que se harán comunes en la historia económica del país. Los ingresos
provenientes del primer ciclo sentarán las bases para un segundo: hacia 1850, en la plenitud
del auge de la minería del Norte Chico, se incorpora como factor de dinamismo económico
un fuerte incremento en las exportaciones agropecuarias. Pero éstas pudieron salir de Chile
utilizando la infraestructura portuaria y caminera que la minería contribuyó a crear.

El descubrimiento de nuevos yacimientos internacionalizó aún más la minería chilena con


el "boom" de Caracoles, que si bien se encontraba en territorio boliviano, era explotado por
chilenos. Y aunque estos dos primeros hitos no serán considerados más que como pequeños
ciclos y su importancia económica menor, contribuirán de manera definitiva a sentar el
primer quiebre en esa concepción de la carencia chilena

Las bases ya enunciadas entrarían en escena tras la guerra del Pacifico, centralizando la
economía chilena en la explotación del salitre durante los próximos 50 años.

El salitre (1880 - 1930)

Las principales características del salitre, que determinaban su creciente demanda y precio,
tenían que ver con condiciones geo-políticas y geo-económicas que se perfilaban en el
mundo durante el siglo XIX.

Los ciclos económicos más prósperos que se observan a partir de 1830 indicarán
nuevamente que en Chile es posible construir un futuro desde la minería.

La creación de los estados nacionales en Alemania e Italia y las crisis de los Imperios hacia
fines de ese siglo determinaron un escenario de constante conflicto bélico. El nitrato era el
insumo clave para la fabricación de explosivos. Por su parte, los avances en medicina y la
creciente urbanización determinaron una fuerte explosión demográfica, volcando a los
países a buscar la mejor forma de hacer rendir sus campos para alimentar a una población
cada vez más numerosa. El fertilizante de esos años era el salitre.

Al tiempo que se generaban estas extraordinarias condiciones que aseguraban una demanda
constante de nitrato, el país salía victorioso de la Guerra del Pacifico. Los grandes
yacimientos salitreros de las provincias de Tarapacá y Antofagasta, que ya habían sido
explotados por capitales chilenos en la década del 60, tenían además dos importantes
ventajas comparativas: primero, grandes depósitos con alto contenido de nitrato; y segundo,
una distancia al mar de no más de 80 kilómetros.

Chile se transformó en el mayor productor de nitrato del mundo. Entre 1880 y 1930 las
exportaciones salitreras constituyeron el área más importante de la economía chilena.

Veamos las características de la industria minera del salitre y su impacto en la economía del
siglo XIX:

- Entre 1880 y 1920 la tasa de crecimiento en la producción de salitre se ubica en


torno al 6% anual.
- La industria salitrera requería poca tecnología y una gran fuerza laboral. La tasa
laboral fluctuó en rangos cercanos a las 30.000 personas.
- Como porcentaje de las exportaciones, los primeros años de explotación
significaron un 40% de las exportaciones totales del país, para llegar a constituir un
70% en plena I Guerra Mundial.
- La contribución al PIB fluctuó alrededor del 30% durante el período 1900-1920,
mientras que las exportaciones aumentaron desde US$ 6,3 millones en 1880 a US$
70 millones en 1928.
- En cuanto a los tributos cancelados, estos fluctuaron desde US$ 1 millón en 1880 a
más de US$ 20 millones en los primeros años del siglo XX, lo que constituía casi el
50% de los impuestos totales entre 1895 y 1920.
- Estas circunstancias económicas van a determinar la aparición de un nuevo tipo de
Estado, con una mayor participación en la economía. Mientras en 1880 el gasto del
Gobierno, como porcentaje del PIB, representaba una cifra del orden del 5% al 6%,
para 1920 llegaba a un 14%, iniciando una fase de constante expansión que no se
detendría hasta la década de los '80.
- La contribución al PIB fluctuó alrededor del 30% durante el período 1900-1920,
mientras que las exportaciones aumentaron desde US$ 6,3 millones en 1880 a US$
70 millones en 1928.
- El nuevo Estado que emerge contará, por primera vez en la historia, con recursos y
divisas en aumento que se trasformarán en un creciente gasto público y mayor
bienestar para los chilenos. Reseñando el impacto social de estos recursos, Patricio
Meller en su libro "Un siglo de economía política en Chile" señala que si para 1860
había 18.000 estudiantes en las escuelas básicas y 2.200 en las escuelas medias del
sistema público, hacia 1900 la cifra llegaba a 157.000 y 12.600 respectivamente,
para instalarse, en 1920, en 346.000 y 49.00010.
- Producto de la actividad minera, para 1920 el 44% de las inversiones necesarias
para "achicar" el país provenían del salitre, mediante la ampliación de la cobertura
de ferrocarriles que pasan desde 1.106 kilómetros de vías en 1890 a 4.579
kilómetros en 1920.
- Pese a estas cifras, se instaló en Chile la idea de la "oportunidad pérdida" con el
boom del salitre. Sin embargo, las nuevas corrientes historiográficas y el análisis de
las variables económicas de esos años, tienden a situar el "error" fuera del esquema
de la minería y se le ubica más bien en las políticas fiscales implementadas por las
autoridades de la época.
- Al mismo tiempo que crecía el gasto fiscal, se sustituían impuestos con cargo a los
ingresos de la tributación del salitre. Se eliminaron impuestos como la alcabala, que
gravaba a la maquinaria agrícola y a la renta, por montos cercanos a los US$ 815
millones en 50 años.
- Estamos, pues, en presencia de una estructura fiscal que incubaría serios problemas
potenciales: por un lado, gasto fiscal creciente y rígido, ya que gran parte de las
necesidades las debía asumir el Estado, generando aumento del empleo público; y,
por otro, una estructura tributaria que dependía fundamentalmente de un solo ítem,
expuesto además a fluctuaciones externas.
- Si para 1860 había 18.000 estudiantes en las escuelas básicas y 2.200 en las escuelas
medias del sistema público, hacia 1900 la cifra llegaba a 157.000 y 12.600
respectivamente, para instalarse, en 1920, en 346.000 y 49.000.
- Las cifras macroeconómicas de la época muestran cómo el Estado chileno retuvo
una parte importante de los excedentes generados por el salitre y que éste fue
utilizado para financiar infraestructura social y física.
En cifras actualizadas, el aporte del salitre a la economía chilena entre 1880-1930
fue el siguiente:
o Incremento en la riqueza de Chile en US$ 3.500 millones.
o Impuestos recaudados iguales a 1/3 de todas las exportaciones del salitre.
o 27,6% de aumento de la renta per cápita.
o Inversión en obras públicas, industria, agricultura y ferrocarriles por US$
1.100 millones.
o Reducción de impuestos de US$ 815 millones.

El auge de las exportaciones salitreras dio un fuerte impulso al sector externo chileno,
transformándolo en el motor del crecimiento y generando dos cambios estructurales
fundamentales en la economía chilena: primero, los inversionistas extranjeros llegaron a ser
agentes importantes, principalmente en el sector minero exportador; segundo, a pesar del
laissez-faire predominante, el gobierno comenzó a adquirir un papel cada vez más
protagónico en la economía debido a los grandes ingresos tributarios generados por las
exportaciones salitreras.

El cobre (1920 - 1971)

El auge y desarrollo del cobre comparte características similares con el salitre, pero su
impacto en la economía está determinado por una gran diferencia. El cobre, hasta muy
entrado el siglo XX, no tuvo la importancia económica relativa del salitre. En la segunda
mitad del siglo XIX el cobre era ya uno de los principales productos chilenos de
exportación. Sin embargo, esta industria nos parecería hoy irreconocible, pues estaba
basada en la extracción en un gran número de pequeños yacimientos de muy buenas leyes y
con alta ocupación de mano de obra.

El verdadero boom de la industria cuprera estuvo determinado por un brusco aumento de la


demanda mundial, debido a la aparición de la industria eléctrica, la expansión del sector de
la construcción y una importante innovación tecnológica en Estados Unidos, que hizo
rentable la explotación en gran escala de minerales con bajo contenido de cobre (1%-2%).

En este contexto, para 1904 se iniciaron las faenas en El Teniente y para 1911 en
Chuquicamata. Las inversiones de estos dos proyectos significaron un flujo de capitales
externos de más de US$ 200 millones de la época, para llegar a producir en 1924 185 mil
TM y representar, por sí solas, el 80% de la producción chilena. Había nacido un nuevo
actor que se relacionará sustantivamente con la historia económica y política del país del
siglo XX: la Gran Minería del Cobre.

El impacto de la minería en la economía del país se medirá, en lo sucesivo, en capital,


tecnología moderna y confianza de los inversionistas extranjeros.
La proporción de las utilidades brutas de la producción de la Gran Minería del Cobre que
quedó en Chile y la relación entre el gobierno y las empresas mineras, observa tres períodos
claramente definidos.

Antes de 1925, la presencia del salitre proporcionaba suficientes ingresos al gobierno -que
mantuvo la política de laissez-faire- con una tasa de tributación del orden del 1% de las
ventas totales.

El auge de las exportaciones salitreras dio un fuerte impulso al sector externo chileno,
transformándolo en el motor del crecimiento y generando dos cambios estructurales
fundamentales en la economía chilena: primero, los inversionistas extranjeros llegaron a ser
agentes importantes, principalmente en el sector minero exportador; segundo, a pesar del
laissez-faire predominante, el gobierno comenzó a adquirir un papel cada vez más
protagónico en la economía.

Entre 1925-60, el trauma del salitre marca las políticas del Estado chileno, orientadas a
reducir las características de enclave minero, conectar la Gran Minería del Cobre (GMC) a
la economía chilena y utilizar sus excedentes para impulsar el desarrollo económico. La
principal herramienta fue impositiva, al punto que para la década de los '50 el 60% de la
tributación total correspondía a la GMC, mientras la tasa promedio del período fue de un
38%. Chile captaba entonces el 61% de las utilidades brutas de las exportaciones de la
GMC. Sin embargo, será otro el gran aporte de la minería a la economía chilena: los costos
salariales. Pese a que menos del 1% de la fuerza de trabajo laboraba en esta actividad, junto
a la GMC surgieron salarios y sindicalización a tasas desconocidas en estas latitudes.

Entre 1960-1971, se instala la preocupación en torno a que las firmas norteamericanas no


estuvieran expandiendo la producción de cobre en concordancia con los objetivos
nacionales. La principal demanda fue entonces el aumento de la inversión. Aunque la
participación nacional en las exportaciones de la GMC se elevó a 66% durante la década de
1960, se pensaba que el cobre era demasiado importante para el desarrollo de Chile como
para que estuviera bajo control extranjero. De este modo, la cuestión de la participación
chilena en las decisiones referentes a la producción y la inversión en el cobre se transformó
en el tema fundamental del proceso de negociación entre el Estado chileno y las firmas
norteamericanas, proceso que culmina con la nacionalización de la GMC bajo el gobierno
de Salvador Allende.

Ahora bien, las remesas de utilidades y amortización del capital de estas compañías
representaron el 1%-2% del PIB en el período 1950-1970, mientras que la inversión interna
total era de alrededor del 20% del PIB.

Otro fenómeno que marca la discusión de esos años y que adquiere un carácter fundamental
al inicio del siglo XXI dice relación con los efectos que un ambiente de inestabilidad puede
crear sobre una industria como la minería. Patricio Meller indica, en este sentido, que pese
a que las tasas de retorno de las multinacionales del cobre fueron de por lo menos 19% al
año en Chile (en otras regiones obtenían menos de 10%), la participación chilena en la
producción mundial de cobre declinó desde el 21% (1945-49) al 15% (1950-59) y 14%
(1960-70).
La explicación de esta variable parece radicar tanto en los impuestos directos que afectaban
a esta industria y las políticas cambiarias aplicadas de manera dual, con un dólar
sobrevaluado para las exportaciones de cobre -lo que generaba una mayor transferencia-
mientras la producción de transables para la economía interna estaba protegida por un
complejo sistema de aranceles altos que evitaba la desindustrialización de un país
embarcado en una política de sustitución de importaciones.

Entre 1925-60, el trauma del salitre marca las políticas del Estado chileno, orientadas a
reducir las características de enclave minero, conectar la Gran Minería del Cobre (GMC) a
la economía chilena y utilizar sus excedentes para impulsar el desarrollo económico.

La creación en 1955 del Departamento del Cobre, dependiente del Ministerio de Economía,
Fomento y Reconstrucción, para supervisar las operaciones de las firmas norteamericanas
de la GMC y recopilar estadísticas sobre producción física, precios, tributación, utilidades y
otros ítems, genera profesionales chilenos, ingenieros, economistas, contadores y abogados,
que marcan un salto cualitativo en la creación de know how y competencia del capital
humano nacional.

A mediados de los '60 surge una profunda discrepancia entre las empresas norteamericanas
del cobre y el gobierno chileno respecto de las decisiones de inversión y de expansión de la
producción, exigido éste último por una explosión de expectativas políticas y sociales que
le demanda mayores recursos.

Por otro lado, a contar de 1970, otros factores influyen decisivamente en el proceso
económico. La desconfianza de los inversionistas norteamericanos en un ambiente
enrarecido por revoluciones y "cuartelazos" en América Latina y la intervención
estadounidense en los precios y producción del cobre en períodos de guerra, contribuyeron
a generar un ambiente de mutuo recelo que terminó en un proceso creciente de
nacionalización, que creó bases de desarrollo económico para el país, pero que también
congeló por espacio de 20 años la entrada de nuevos capitales y tecnología.

Redefiniciones

Aunque el período 1973-1982 está marcado por la exploración, se caracteriza por la escasa
atracción de inversión minera hacia Chile. A pesar que en 1974 se dicta el Decreto Ley 600
sobre Inversión Extranjera, contrato ley que garantiza la invariabilidad en las reglas que
regulan el ingreso de capitales extranjeros a Chile, el clima de incertidumbre jurídica e
inestabilidad político-institucional desalentó la llegada de nuevos proyectos mineros, que
requieren de escenarios largos de maduración. En este contexto, la crisis económica de
1981-82 activó en las autoridades de la época la necesidad de legislar para permitir una
mayor apertura de la economía.

La Ley Orgánica Constitucional (LOC) de Concesiones Mineras estableció garantías de


propiedad a los poseedores de las mismas e innovó en un punto fundamental: trasladó al
Poder Judicial la resolución de los casos en que el Estado podía expropiar las pertenencias
(mediatización del concepto de bien común) y, a su vez, facultó a los Tribunales de Justicia
para conocer de manera exclusiva y excluyente si en la explotación del recurso se cumple o
no con el interés público que la Constitución mandata.

La dictación de este estatuto jurídico no sólo respondió a necesidades económicas. Su


orientación dice relación con un cambio de mentalidad respecto de la percepción del rol de
la minería en el país y las orientaciones que determinarán esta industria en Chile. El criterio
imperante, previo a la dictación de la LOC de Concesiones Mineras, respondía a la
necesidad de proceder a una explotación acelerada del cobre, al que se le consideraba en
riesgo de sustitución u obsolescencia por efecto del desarrollo tecnológico.

Por otra parte las autoridades de la época deciden desechar la posibilidad de llevar adelante
una política de control de precios de mercado, iniciada con la renuncia de Chile a la
desaparecida Comisión Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre (CIPEC), al
tiempo que aumentaban la producción de cobre.

La Ley Orgánica Constitucional (LOC) de Concesiones Mineras estableció garantías de


propiedad a los poseedores de las mismas e innovó en un punto fundamental: trasladó al
Poder Judicial la resolución de los casos en que el Estado podía expropiar las pertenencias.
Este marco coincide con una de las mayores recesiones económicas mundiales, que en
Chile tuvo consecuencias severas, marcando un retroceso que no se revertirá hasta la
segunda mitad de la década de los 80'. A partir de 1985, en las condiciones de un itinerario
institucional de transición diseñado hasta 1989, de condiciones jurídico-económicas creadas
en la década de los 70 y de la nueva visión sobre la minería que se instala en el país, se
crean condiciones de recuperación de la actividad minera, que van a demorar casi un lustro
en dar sus primeros frutos. El despliegue de la minería va a coincidir, finalmente, con el
retorno a la democracia.

El boom de los '90

Durante la década de 1990 a 2000, el sector minero mostró un dinamismo sin precedentes,
resultado de una abundante inversión extranjera. El flujo de capitales mineros llegó a
nuestro país gracias a la riqueza de su subsuelo y a su estabilidad política, social y
económica. Las condiciones jurídico-institucionales ya existían a partir de 1974, pero serán
el marco de estabilidad democrática y la amplia base de consensos políticos las que
garantizarán este despegue.

La minería ha sido protagonista de la senda de crecimiento alto y sostenido que tuvo la


economía chilena en la última década. Pese al freno tras la crisis asiática de 1997, el sector
ha sostenido un crecimiento anual promedio en la producción de cobre entre 1998 y el año
2002 cercano al 6%, cifra muy superior al 3% de crecimiento anual del PIB nacional. De
este modo, a pesar de los precios relativamente bajos de nuestros más importantes recursos
metálicos, la participación de la minería en el PIB nacional aumentó de un 8% en 1997 a un
10% en el 2000.
Desde la promulgación del Estatuto de Inversión Extranjera hasta el año 2002 se han
autorizado inversiones por US$ 86.695 millones14. De esta cifra US$ 37.635 millones
corresponden a inversiones autorizadas para el sector minero, es decir, un 43% del total.
Los gastos estimados en exploración en Chile, en los últimos 10 años han oscilado entre 73
y 245 millones de dólares anuales, con un promedio anual para la década de 150 millones
de dólares.

A su vez, el auge de la exploración permitió incrementar las reservas de cobre conocidas, lo


que se refleja en el crecimiento de la superficie concesionada para la explotación minera,
que subió desde 4 a 8,4 millones de hectáreas en el período señalado.

Otro factor básico para atraer inversiones a la minería chilena fue la calidad de sus recursos
humanos. Nuestra gente, especialmente en el Norte, posee una sólida cultura y tradición
minera y una creciente formación técnica en nuevas tecnologías, acentuada en la última
década, a las cuales las empresas dedicaron importantes recursos en la capacitación de sus
trabajadores.
La disposición en términos privilegiados de un bien estratégico, en condiciones de ser
explotado por una adecuada infraestructura vial, energética y de comunicaciones -
porcentaje sustantivo producto de la propia actividad minera-, una política económica
responsable y expansiva, estabilidad democrática y el marco jurídico-institucional, juegan
como atributos relevantes para impulsar el desarrollo de los negocios mineros en Chile.

El resultado es un boom económico y minero sin precedentes, y que marcará en el


imaginario de Chile otra gran oportunidad histórica de desarrollo del país.

Efectos cuantitativos del boom

La inversión minera materializada entre 1990 y 2002 más de US$ 18.000 millones, que
representa la proporción mayor del total de la inversión extranjera en el país.

La participación de las exportaciones de cobre en relación al total de envíos de Chile sigue


siendo la más importante de nuestra economía. Las exportaciones de cobre son cercanas a
los US$ 7 mil millones. En la ampliación y diversificación de otros productos de
exportación, que refuerzan -como se aprecia en el Gráfico 5- la capacidad de inserción
internacional de la economía chilena, es fundamental el rol de la minería como base de
desarrollo de otras industrias exportadoras, por creación de infraestructura, retorno de
divisas, balanza comercial, economías de escala.

La participación de las exportaciones de cobre en relación al total de envíos de Chile sigue


siendo la más importante de nuestra economía.

La base de esa capacidad exportadora de cobre de Chile está dada por la fuerte inversión en
la exploración, que en los últimos 10 años -como se indicó- superó los US$ 1.500 millones.
Ello ha derivado en que las reservas de cobre conocidas aumenten en Chile desde 97
millones de toneladas métricas (TM) en 1985 a 370 millones de TM al año 2000, lo que
revela la confianza y visión de futuro de los inversionistas. Su efecto sobre el potencial
productivo de Chile es enorme, creando -en definitiva- un poder exportador para el país de
proyecciones de largo plazo, que no existiría sin esas inversiones.

Desde 1990 Chile ha triplicado su producción de cobre, llegando a aproximadamente 4,6


millones TM anuales. Esto ha significado que en estos últimos 12 años Chile aumente
desde aproximadamente un 16% de su participación en la producción mundial de cobre a
un 30% el año 2002.

Atlas Minero
(fuente: www.sernageomin.cl)
• Arica y Parinacota / Tarapacá
• Antofagasta
• Atacama
• Coquimbo
• Valparaíso
• REGION METROPOLITANA
• O'Higgins
• Aysén
BIBLIOGRAFIA

(1) http://e-ciencia.com/recursos/enciclopedia/

(2) http://www.minmineria.gob.cl/

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