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Capitulo 20

Tras comer, don Quijote y Sancho van en busca de un arroyo para satisfacer su sed. Escuchan
el ruido de agua en la distancia, pero también golpes, y por ser de noche, no pueden ver bien,
creando una atmósfera escalofriante. En esto don Quijote le dice a Sancho que nació para los
peligros y grandes hazañas, y le pide que lo espere allí por tres días mientras que él sigue
adelante, y que si no vuelve que vaya a decirle a Dulcinea que su cautivo caballero murió.

Sancho comienza a llorar y le dice que deben esperar juntos y que no está bien tentar a Dios
entrando en peligro. Agrega que él dejó atrás a su familia en esperanzas de tener su propia
isla y que ahora don Quijote le paga con abandonarlo en un lugar tan remoto. Cuando don
Quijote insiste en irse, Sancho, sin ser visto, ata los pies a Rocinante y por ende el caballo no
puede moverse. Don Quijote acepta esperar hasta el alba para seguir. Como Sancho aún tiene
miedo, don Quijote le sugiere que le cuente una historia para distraerse.

El cuento se trata de Lope Ruiz, un pastor de Extremadura, quien se enamora de una pastora
llamada Torralba que "tiraba algo a hombruna porque tenía unos pocos de bigotes". Pero
cuando Torralba le provoca celos, el amor que el pastor le tenía se convierte en
aborrecimiento. Ese rechazo hace que Torralba lo quiera aún más. El pastor quiere alejarse de
ella y guía sus 300 cabras hacia Portugal, pero Torralba decide seguirlo.

Cuando el pastor llega al río Guadiana, le pide a un pescador que le ayude cruzar, pero en su
pequeño bote sólo caben una persona y una cabra. El pescador ofrece ayudarlo, pasando una
cabra a la vez. "Con todo esto, volvió por otra cabra, y otra, y otra . . .", cuenta Sancho.

Don Quijote le dice que haga la cuenta que las pasó todas y que siga con la historia, pero
Sancho le responde que no puede porque allí acaba el cuento.

Don Quijote no puede creer que así termina la historia y le da un elogio irónico: "que tú has
contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el
mundo".

De repente a Sancho le da ganas de ir al baño, pero no quiere apartarse de su amo por el


miedo que tiene. Por lo tanto, baja los pantalones y comienza a defecar allí mismo en la
oscuridad, tratando de no hacer ruido para que don Quijote no se dé cuenta. Pese a sus
esfuerzos, don Quijote escucha algo y le pregunta a Sancho qué fue. "No sé, señor", responde
Sancho. "Alguna cosa nueva debe de ser; que las aventuras y desventuras nunca comienzan
por poco". Pero Sancho está tan cerca de don Quijote que los olores le llegan a la nariz. Don
Quijote la aprieta con los dedos inmediatamente y le dice a Sancho: "Ten más cuenta con tu
persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha
engendrado este menosprecio".

Al amanecer, Sancho desata los pies de Rocinante para que pueda moverse, y don Quijote
interpreta el movimiento de su caballo como señal de que deben continuar e investigar el
origen de los golpes que no cesan. De nuevo, don Quijote le pide a Sancho que le espere,
pero Sancho comienza a llora y decide seguir a su amo.
Finalmente encuentran el origen de esos sonidos que tanto miedo les dieron: una máquina
rústica de mazos de madera que mueve una rueda con el agua. Sancho empieza a reírse y
burlarse de don Quijote, pero su amo no tolera este trato y se enfada con él. Entonces,
comienzan a hablar sobre su relación y don Quijote le dice que conversan mucho más que
otros caballeros y escuderos, según los libros de caballería,que ha leído. Por lo tanto, le dice a
Sancho: "De todo lo que he dicho, has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de
amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero. Así que, desde hoy en adelante, nos
hemos de tratar con más respeto [...]". Sancho está de acuerdo, pero le pregunta a su amo
cuánto gana un escudero. A esto don Quijote le contesta que según él ha leído, que "jamás los
tales escuderos estuvieron a salario, sino a merced".

Capitulo 22

Al comienzo del capítulo, Cervantes atribuye la autoría de nuevo al cronista ficticio: "Cuenta
Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima,
dulce e imaginada historia, que [...]". La historia que sigue comienza cuando don Quijote ve
que por el camino vienen 12 hombres esposados y encadenados, dos hombres a caballo con
escopetas y dos a pie con dardos y espadas.

Sancho le explica a don Quijote que son galeotes, hombres que por sus delitos han sido
condenados a servir al rey en las galeras.

Don Quijote cree que es su deber ayudarlos y le pregunta a uno de los guardas qué delitos han
cometido para merecer semejante castigo. El guarda le sugiere que dirija su pregunta a los
mismos galeotes. Don Quijote comienza a hacerles esta pregunta a los galeotes y se entera de
que muchos habían sido torturados antes de confesar sus crímenes y que otros habían sido
detenidos por delitos menores. Uno ha sido acusado de ser alcahuete, y sobre este tema don
Quijote dice: "Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar
la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni
encanto que le fuerce".

Uno de los galeotes está más encadenado que los demás con una cadena al pie y dos argollas
al cuello asidas a cadenas.

El guarda le explica a don Qujiote que ha cometido más delitos y que es más atrevido que los
demás. Es el famoso Ginés de Pasamonte, al que también se le conoce como Ginesillo de
Parapilla. Le dice a don Quijote que ha escrito su historia en un libro que se llama La vida de
Ginés de Pasamonte: "Es tan bueno--respondió Ginés--, que mal año para Lazarillo de
Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren".

En esto, el comisario alza la vara para golpear a Ginés, pero don Quijote lo defiende y dice
que es castigo suficiente estar encadenado así, y luego les pide a los señores guardianes y al
comisario que dejen libres a estos hombres: "[...] porque me parece duro caso hacer esclavos
a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas --añadió don Quijote--,
que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su
pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo, ni de premiar al bueno
[...]".

Asombrado, el comisario le dice que de ninguna manera puede dejarlos libres y agrega:
"Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante, y enderécese ese bacín que
trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato". En respuesta, don Quijote arremete
contra él y el comisario no tiene tiempo de defenderse por lo que cae al suelo herido por la
lanza. Los otros guardas arremeten contra don Quijote, pero mientras tanto los galeotes
logran desencadenarse. Ginés le quita la espada y la escopeta al comisario y los guardas
huyen.

Luego, don Quijote les pide a los galeotes que, como signo de gratitud, vayan a la ciudad del
Toboso para presentarse ante Dulcinea de parte de su caballero y que le cuenten cada detalle
de lo sucedido.

Ginés le responde que no pueden porque tienen que dividirse para no ser encontrados por
la Santa Hermandad. Don Quijote se enfada y los galeotes comienzan a tirarles piedras a él y
a Sancho. Don Quijote se cae de Rocinante, y uno de los galeotes le quita la bacía de la
cabeza y la usa para golpearlo hasta que ésta se rompe. Los galeotes le quitan además varios
artículos de ropa, dejando a Sancho casi desnudo y se escapan con los despojos de la batalla.

Capitulo 31

Al comienzo del capítulo, don Quijote le pide a Sancho que le cuente más detalles de su visita
con Dulcinea. El caballero supone que Sancho la encontró ensartando perlas o bordando con
oro hilado, pero su escudero le dice que sólo estaba ahechando trigo. Y cuando le pregunta si
hizo algo especial con la carta cuando se la entregó, como besarla, Sancho le responde que
simplemente le dijo que la dejase encima de un costal hasta que terminase su trabajo.

Aun así, las respuestas de Sancho no le cambian la imagen que tiene don Quijote de Dulcinea
y el caballero le responde: "¡Discreta señora! [...] Eso debió de ser por leerla despacio y
recrearse con ella".

Luego don Quijote le pregunta si olía a fragancias aromáticas, a lo que Sancho le responde
que sintió un "olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba
sudada y algo correosa". Don Quijote no le cree y le dice que a lo mejor estaba oliendo a sí
mismo. Después, cuando don Quijote quiere saber qué hizo al leer la carta, Sancho le dice
que no la leyó porque no sabe leer ni escribir, pero que se contentó con lo que Sancho le
contó del contenido y que tiene muchas ganas de ver a su caballero.

Don Quijote también le pregunta si le dio alguna joya al despedirse, ya que es una costumbre
muy antigua en el mundo de la caballería, pero sólo le dio pan y queso. Don Quijote supone
que ocurrió así porque no tenía ninguna joya a mano.
Lo único que le parece extraño al caballero es que Sancho tardó poco más de tres días en ir y
venir, y Toboso queda muy lejos. No obstante, una vez más don Quijote ajusta la historia
para que no haya ninguna discordancia entre su fantasía y la realidad, y sugiere que un mago
le ayudó a caminar más rápido.

La conversación gira a la princesa Micomicona y don Quijote le cuenta a Sancho que


piensa cumplir su palabra y cortarle la cabeza al gigante para que ella pueda recuperar su
reino, pero que justo después irá a ver a Dulcinea. Su escudero piensa que debe estar mal de
la cabeza porque quiere dejar pasar la oportunidad de casarse con la princesa y heredar su
reino, pero don Quijote le asegura que aún sin casarse con la princesa le darán parte del reino
y podrá darle una porción de sus riquezas a Sancho.

Aquí el narrador nos dice que Sancho se cansó de mentir tanto ya que sabía que Dulcinea era
una labradora, pero jamás la había visto. Este detalle no concuerda con capítulos anteriores
en los que dice que Sancho en efecto conocía a Dulcinea.

Se detienen todos a beber en una fuente cuando pasa por el camino un muchacho quien
resulta ser Andrés, el mozo que encontraron atado a un árbol. Don Quijote aprovecha esta
oportunidad para enfatizar lo importantes que son los caballeros andantes para el mundo y
para alardear de cómo lo rescató a Andrés de los azotes de su amo y de cómo lo hizo
prometer que le pagaría a Andrés su salario debido. Andrés corrobora esta historia, pero dice
que tras la partida de don Quijote el episodio no acabó bien: su amo no cumplió su promesa y
además lo volvió a atar al árbol para darle más azotes y quedó muy mal herido.

Por eso, en vez de agradecerle a don Quijote, Andrés le echa la culpa: "De todo lo cual tiene
vuestra merced la culpa; porque si se fuera su camino adelante y no viniera donde no le
llamaban, ni se entremetiera en negocios ajenos, mi amo se contentara con darme una o dos
docenas de azotes, y luego me soltara y pagara cuanto me debía".

Don Quijote dice que su error fue en irse antes de que su amo le pagase y le dice a Dorotea
que deben ir a buscar a ese villano, castigarlo y hacerlo pagar a Andrés, pero ella insiste en
que primero tiene que cumplir la promesa que le hizo. Don Quijote le asegura a Andrés que
le ayudará después, y le pide que tenga paciencia. A esto Andrés le contesta que sólo quiere
algo de comer, y antes de irse le dice a don Quijote: "Por amor de Dios, señor caballero
andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni
ayude, sino déjeme con mi desgracia; que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá
de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes
han nacido en el mundo".
Capitulo 38

En este capitulo se ve como Don Quijote habla del soldado, de cómo es la persona más pobre
que hay en el mundo ya que tiene que sobrevivir con los mínimos recursos existentes y aun
así consigue sacarle el mayor partido a cualquier situación dificultosa. También les dijo que
los menos premiados en la guerra y los más importantes en ella son los pobres soldados, que
además suelen morir en ellas.
También comparó el trabajo de los letrados con el trabajo de los soldados ya que trabajan
muchisimo mas los soldados que los letrados y en realidad es muchisimo menor la
recompensa que recibe un soldado. También afirmo que es necesaria la presencia de los
letrados ya que sin ellos no habría leyes y sin leyes no se podrían defender los reinos y sin las
leyes no se podrían defender los caminos y sin esto no habría seguridad ni la gente podría ir
tranquilas por las calles.
Una vez hubo concluido la conversación de Don Quijote el cautivo dijo que ahora iban a oír
el verdadero discurso y cuando todos estaban dispuesto a oír tal conversación dijo lo que se
viene a decir en el siguiente capitulo.

Capitulo 52

"De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los
deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor"

Cuando el cabrero termina de contar su historia, don Quijote comienza a hablar de la


posibilidad de ayudarlo a sacar a Leandra del monasterio, así como de su profesión de
caballero andante y de encantadores. Al escucharlo hablar de esta manera, el cabrero se
asombra y le pregunta al barbero quién es ese hombre.

El barbero le dice que es el famoso don Quijote de la Mancha, a lo que el cabrero le


responde: "o que vuestra merced se burla, o que este gentilhombre debe de tener vacíos los
aposentos de la cabeza".

Tras oír esto, don Quijote se enfada, lo insulta y le tira un pedazo de pan en la cara. El
cabrero lo coge por el cuello y casi lo estrangula hasta que Sancho llega a defenderlo y estalla
una pelea, dejando los platos en la mesa rotos y las caras ensangrentadas. Mientras tanto, se
ríen los demás.

En medio de la riña, se oye el son de una trompeta y don Quijote le pide al cabrero que se
hagan las paces porque la trompeta lo llama a una nueva aventura. En la distancia ve a
hombres vestidos de blanco, que hacen una procesión para que llueva, pero se imagina que
son unos malvados que traen a una señora principal contra su voluntad, por lo que se sube en
Rocinante con su adarga y anuncia: "Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que
haya en el mundo caballeros que profesen la orden de la andante caballería; agora, digo que
veredes, en la libertad de aquella buena señora que allí va cautiva, si se han de estimar los
caballeros andantes".

Todos tratan de detenerlo, y Sancho le advierte que es una procesión religiosa y que la señora
que llevan es la Virgen María, pero don Quijote no le hace caso. Cuando llega a la procesión
y les exige que dejen libre a la señora "cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras
que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguido le habedes fecho".

Al escuchar estas acusaciones absurdas, los de la procesión creen que don Quijote debe ser
algún hombre loco y comienzan a reírse, pero esto sólo lo irrita aún más. Don Quijote
arremete contra las andas y uno de los disciplinantes responde con un golpe en el hombro con
un bastón. Don Quijote cae al suelo mal herido y enseguida llega Sancho y le pide al
disciplinante que no le dé más palos porque es un "pobre caballero encantado". El
disciplinante decide huir, no por las súplicas de su escudero, sino porque cree que lo ha
matado. Sancho también cree que está muerto y se arroja sobre su cuerpo llorando. Cuando
llegan los de la compañía de don Quijote, el cura reconoce a otro cura de la procesión y le
explica quién es don Quijote, de modo que los disciplinantes se tranquilizan y se acercan al
cuerpo del caballero para ver si está muerto.

Los gemidos de Sancho reviven a don Quijote, quien le pide a Sancho que le ponga sobre el
"carro encantado" porque ya no tiene fuerzas para montarse en Rocinante. Deciden volver a
su aldea hasta que se presente otra gran aventura que les sea "de más provecho y fama".
Todos se despiden y el cura, el barbero y Sancho Panza, lo llevan a don Quijote en el carro.

Tras seis días de viaje, llegan al pueblo un domingo al mediodía y todas las personas en la
plaza se sorprenden cuando se acercan al carro y ven a su vecino más flaco, amarillo y
acostado sobre un montón de heno. Llega a la plaza la mujer de Sancho para preguntarle qué
le ha traído, y Sancho le contesta que no le trae ropa para ella ni zapatos para los niños, pero
"cosas de más momento y consideración" y que pronto será gobernador de una ínsula. Su
mujer no entiende de qué habla y Sancho le dice: "No te acucies, Juana por saber todo esto
tan apriesa; basta que te digo verdad y cose la boca. Sólo te sabré decir, así de paso, que no
hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero
andante buscador de aventuras".

Cuando don Quijote llega a su casa, el ama y la sobrina le preparan su lecho.

El cura le cuenta a la sobrina todo lo sucedido y maldicen una vez más los libros de
caballerías.

Aquí entra la voz del narrador y dice que el autor no ha podido hallar información sobre su
tercera salida pero que ha escuchado que fue a Zaragoza y ha encontrado dentro de una caja
de plomo de un antiguo médico varios pergaminos con epitafios y elogiossobre las hazañas
de don Quijote, la belleza de Dulcinea, la fidelidad de Sancho y hasta la sepultura del
caballero. El primer libro termina con estos poemas que encontró su autor, pero antes le pide
a los lectores: "que le den el mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros
caballerías, que tan validos andan en el mundo; que con esto se tendrá por bien pagado y
satisfecho, y se animará a sacara y buscar otras, si no tan verdaderas, a lo menos de tanta
invención y pasatiempo".

Don Quijote se pelea con un cabrero por parecerle que le falta al respeto; pero durante esa
pelea oye el sonido de una trompeta y cree que se trata de una nueva aventura. Pero es una
procesión en la que llevan a una virgen en petición de lluvia. Don Quijote cree que llevan a la
imagen cautiva y acomete a los disciplinantes. Uno de ellos se defiende y derriba a don
Quijote. Sancho acude a socorrerle; y, creyéndole muerto, le alaba. Deciden volver a la aldea
de ambos en el carro encantado (con el cura y el barbero). Son recibidos en su pueblo:
Sancho, por su mujer, y don Quijote, por su ama y sobrina. Se termina diciendo que no se han
podido hallar noticias de la tercera salida que hizo don Quijote, pero que sí se encontraron
unos pergaminos en una caja de ploma, dedicados a don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea y
Rocinante.

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