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Comprender el pasado Una historia de la escritura y el pensamiento histérico Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke y Felipe Soza ©) lee] Maqueta Cubierta Sergio Ramirez Disefio Interior RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 ‘del Codigo Penal, podrin ser castigados con panas de multa, yy privacion de libertad quienes sin la preceptiva autorizaci6n reproduzcan, plagien distibuyan o comuniquen piblicamente, ‘en todo 0 en parte, una obra literara,artistica 0 cientifica, fiada en cualquier tipo de soporte % coweano usr SABRS Seem Seto uencon crm Zt Yowonte Esto obro he recibido uno ayuda 6 la edicién del Ministerio de Educacién, Cubwa y Deporte © Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza, 2013, © Ediciones Akal,S.A.,2013 Sector Foresta, | 28760 Tres Cantos Madrid - Espafia Tel: 918 061 996 Fax 918 044 028 www.akal.com ISBN: 978-84-460-3727-9 Depésito legal:M-1.502-2013 Impreso en Lavel,S.A. Humanes (Madrid) no sélo tiene un valor intrinseco como cualquier otro texto lite- rari, sino que ademas quiere hacer referencia a unos hechos ex- ternos que la historia llama «realidad». «Esto, como ya he dicho, es el elemento peculiar de la histo- ria: s6lo se debe sacrificar a la verdad. Cuando alguno va a escribir historia, debe ignorar todo lo demas» (De hist. conser. 40). Ya antes de Luciano, Tucidides, en su primer libro de la Guerra del Peloponeso, habia hablado de una biisqueda de la verdad (1.22) y también Cicerén habia puesto el fundamento de lo que se verfa como el edificio de la historia en la veracidad de lo que se narra. Esa era la primera ley de la historia, conocida por todos, dice el insigne orador. El historiador clisico sabe que st relato debe ajus- tarse de la manera més fidedigna posible a los acontecimientos del pasado y para eso averigua. «La historia no se puede permitir una mentira, ni siquiera una pequefia» (De hist. conser. 7), sigue diciendo Luciano, y la veracidad seré uno de los criterios para juzgar la calidad del historiador en el mundo antiguo. Volveremos sobre este tema mas adelante. UTILIDAD Y FINES DE LA HISTORIA «Algunos piensan que pueden hacer una buena distincidn en la historia entre lo que da placer y lo que es citil, y por esta razdn elaboran encomios para agradar y entretener a sus lectores; pero ano te das cuenta de qué lejos estan de la verdad? En primer lugar, la distincién que realizan es falsa: la historia tiene una tarea y un fin -lo que es titil- y eso viene de la verdad sola. Porque Tuctdides dice que él esté escribiendo una posesién para siempre, no una obra para ganar un concurso, y por eso no ineluye ficcién, sino que deja a la posteridad el relato verdadero de lo que ha pasado. También advierte sobre la cuestién de la utilidad y sobre lo que es seguramente el objetivo de la historia: que si alguna vez los hom- bres se encuentran de nuevo en una situacidn similar, que pue- dan, por la consideracién de los hechos pasados, enfrentar correc tamente las citcunstancias que les toca vivir» (De hist. conscr. 9) La meta de una narracién histérica nunca era solamente cog- nitiva o intelectual. La historia debfa ser Geil. Una gran parte del valor de la historia en el mundo antiguo era percibido como co- nectado con su funcién educacional. De una u otra manera se vefa la historia como una beneficiosa gufa para In conducta 0 una maestra de vida: magistra vitae (Cic., De oratore 2.36). Polibio ya Io habfa enfatizado antes de estas memorables palabras de Cice- ron. Al inicio de su obra, el historiador griego sefialé el doble propésito de la historia: «Practicamente todos los autores nos 13 Uslidad de la historia Ensefianza politica Ensefianza moral proponen una apologia de la historia al principio o al final de sus obras; aseguran que del aprendizaje de la historia resultan la for- macién y la preparacién para una actividad politica; afirman tam- bién que la rememoracién de las peripecias ajenas es la mas clari- vidente y la tinica maestra que nos capacita para soportar con entereza los cambios de fortuna» (1.1.2). Brindar instruccién po- Iftica y consejo, por un lado, y proveer ejemplos morales, exempla, por otro, eran dos grandes metas de la historia. Si bien estos dos aspectos estan presentes tanto en la historio- graffa griega como en la latina, se puede decir que cada una les otorga un énfasis distinto. Sin dejar de lado la ensefianza ética que entregaba la historia, para los griegos esta debfa sobre todo proveer lecciones para el politico, formar a la clase gobernante con modelos y sistemas politicos para ser imitados y también dar cuenta de los que hubieran fracasado para no caer en ellos en el futuro. Tucidides dice explicitamente que la historia debe ser una «posesin para siempre» (ktéma es aie’), es decir, no se escribe slo para el presente, sino que la historia debe ser una referencia para el futuro. Luciano se enmarca dentro de esta misma tradicién griega cuando sefiala: «No escribas con tus ojos puestos en el presente para ganar alaban- za y honor de tus contempordneos; aspira a la eternidad y prefiere escribir para la posteridad» (De hist. conscr. 61). Los historiadores romanos, en cambio, parecen estar mds preo- cupados por influir en su propio presente, especialmente porque, de entre las cosas que se puede aprender de la historia, quiz4 la central para ellos era la ensefianza moral. El historiador romano quiere mover a un cambio en la conducta de los romanos de su tiempo. Ellos vefan los cambios, incluso los cambios politicos, en términos morales y también vefan importantes aspectos histéricos ~la causalidad entre ellos~ como una cuestién fundamentalmente moral (véase Salustio). Si los romanos intentaban describir y ex- plicar a los hombres y sus acciones en el tiempo, la explicacién y las causas de su conducta tenfan que estar, para ellos, ligadas a las mores, es decir, las costumbres, los habitos, disposiciones y mane- ras de ser. «El centro de atencién para mi dice Livio en su prefa- cio— es saber cual fue la vida, cudles las costumbres [quae vita, qui mores}, por medio de qué hombres [...] fue creado y engrandecido el imperio». La «moralidad», entonces, en su sentido etimoldgico y original era un rasgo esencial cuando se trataba de ilustrar y dar sentido al pasado. Asf, la historia debfa hacer algo mas que contar relatos interesantes sobre este: debfa entregar un juicio moral. Porque era del estudio del pasado, de las virtudes y los vi- cios de los antecesores, de donde los romanos derivaban el con- cepto de moralidad pablica (cfr. Tacito, Annales 3.65). Se esfor- zaran por relatar un pasado idealizado 0 un presente corrupto, los 14 historiadores buscaban mover a sus lectores a comportarse de una manera determinada. Esta preocupacién ética marcé la historio- gratia antigua tan profundamente que ha sido considerada —junto con la retérica~ como una de sus caracteristicas més distintivas (Auerbach, 1946). Otro proposito de la escritura historica era, sin duda, preservar la memoria y construir una identidad colectiva. Esto se puede ver claramente en Herddoto cuando distingue la servidumbre de los barbaros de la libertad de los griegos (5.78), o en Tucidides cuan- do, en el discurso fainebre de Pericles, sefiala las caracteristicas del sistema democrético que agrupa a todos los atenienses (2.37). También los historiadores romanos eran especialmente dados a querer proyectar una imagen particular de Roma y usaban todos los medios que tenfan al aleance para transmitirla. La descripeién de la gente y de las instituciones es entregada para mostrar sus caracteristicas esenciales y su naturaleza: escribir acerca de la his- toria de Roma actuaba, en cierto modo, como un instrumento de politica «doméstica» dentro de la misma sociedad romana. La descripcién de la vida publica y de la res publica; las relaciones entre la elite gobernante y la plebe; los militares, el crecimiento del imperio y el aumento de la importancia de los actores indi- viduales; los poderosos nuevos lideres y sus decisiones politicas, en fin, todo servia para descubrir quiénes eran y cémo continuar comportéindose como buenos romanos, incluso cuando cambian las circunstancias como puede verse especialmente en Tito Livio y mas tarde en Ticito. La historia, por tanto, no tenfa los mismos fines que otras ra- mas de la literatura. La escritura hist6rica, entonces, aunque im- plicara un acto de creacién similar al de la escritura poética, se distinguia no sélo por el lenguaje en verso 0 en prosa sino, como dice Polibio, por su finalidad: «El poeta trégico busca excitar y encantar a su audiencia por un momento expresando discursos verosimiles a través de sus personajes, pero la tarea del historia- dor es instruir y persuadir a estudiosos serios a través de la verdad de las palabras y acciones que presenta, y este efecto debe set permanente y no temporal (2.56.10-12). Para Aristételes, en cambio, «la diferencia se encuentra en que el historiador habla de los eventos que han ocurrido, el poeta, en cambio, de los que podrian ocurrit. Es por esta razén que la poesfa es a la vez més filosdfica y mas seria que la historia, porque la poesfa habla de lo universal y la historia de lo particular» (Poética 9.145 1a). Pode- mos estar 0 no de acuerdo con estas afirmaciones, pero lo que esté claro es que los historiadores, aunque ponfan en juego su capacidad creativa, se vefan a sf mismos haciendo algo diferente de la escritura poética. Preservacién de la memoria colectiva Historia y literatura La retorica La inventio HISTORIAY RETORICA Para que se pudiera aprender algo del pasado, los hechos de- bfan estar adecuadamente registrados y ordenados. Este orden era lo que en definitiva le otorgaba sentido a la narracién y sélo asf podia venir luego la ensefianza. En el mundo antiguo este ordena- miento lo daba principalmente la oratoria y, sin duda, esto es lo que quiere decir Cicerén cuando afirma que la historia «se trata de una cosa como ninguna otra digna de un orador» (opus orato- rium maxime; De legibus 1.5). Desde muy temprano la historia extrajo ventajas de la retérica para su provecho propio: una mirada inquisitiva para buscar la evidencia, el olfato para detectar la parcialidad, el estar alerta para proponer argumentos desde la probabilidad y la capacidad para im- poner una estructura en diferentes tipos de material histérico. La historia necesitaba de la retérica: los hechos tenfan que ser inter- pretados; el material, organizado; los detalles, seleccionados; los eventos, reconstruidos; y las palabras, armonizadas con los hechos (Comber, 1997) La divisién tradicional de la oratoria se hacfa en cinco partes: elocutio (estilo), inventio (invencidn), dispositio (orden), memoria (memoria) y pronuntiatio (diccién). El aspecto que més acarrea problemas cuando hablamos de que la historiograffa antigua se apoya en gran medida en las técnicas retdricas es, naturalmente, inventio. Inventio no tiene una traduccién directa; no significa sim- plemente invencidn, sino que, viniendo de invenio, es més bien encontrar y descubrir, buscar por medio de la reflexién, encontrar una posible explicacién usando la creatividad. Los manuales de ret6rica definen inventio como «el hallazgo de cosas verdaderas o verosfmiles que hagan probable la causa» (Cic., De inventione 1.9). Inventio, entonces, era algo absolutamente necesario; de al- guna manera, reconstruir el pasado era -y todavia lo es~ siempre un acto imaginativo. Al revisar a historiadores como Herddoto, Tito Livio o algunos analistas romanos, que narran acontecimien- tos tan lejanos a su propio tiempo y con tan escaso material, se concluye que, haciendo uso de su misma formacién retérica —que necesariamente habrfan tenido como hombres de letras-, deben haber Ilenado los vacfos con una narrativa circunstancial, algu- nas veces reconstruyendo creativamente lo que «deberfa haber pasado» (probabile), a veces para explicar o dar sentido, a veces simplemente para lograr un efecto artfstico 0 poético. Los histo- tiadores del mundo antiguo eran conscientes de que la tendencia a «embellecer» 0 «completar» los relatos no debia oscurecer el compromiso con el descubrimiento de la verdad: discuten la con- fiabilidad del material que utilizan, no son siempre crédulos de 16 sus predecesores y tienen conciencia de los peligros que podta traer la utilizacidn de este instrumento retérico —la inventio— en el campo de la historia (cfr. Polibio, 12; Tito Livio, 33.10.85 Tacito, 13.20). Luciano sefiala también en numerosos pasajes la importancia del cémo debe relatarse la historia, pues el estilo, al narrar la his- toria, se hacfa casi tan importante como la historia misma: «En cuanto al lenguaje, esta debe ser la meta principal: ex- poner el material exactamente y disponerlo lo més licidamente posible, sin usar palabras desconocidas o rebuscadas ni tampoco el lenguaje vulgar de los mercados, sino el que la gente corrien- te pueda entender y los estudiosos alubar. [...] La diccién debe mantener los pies en la tierra: elevarse con la belleza y grandeza de los temas y asemejandose lo mas posible a ellos, pero sin volverse extraiia o dejéndose llevar mas de lo que la ocasién amerita. [...] El orden o disposicién de los hechos debe ser moderado [...] con un delicado arreglo de los eventos, ilumi- nandolos lo mas vividamente posible [...] y adorndndolos con las virtudes propias de la narrativa que progresa pareja y equili- bradamente [...], y asf se logra la claridad deseada» (De hist. conscr. 44-55). Ademis del estilo claro y licido con que se debfa contar la historia, su lenguaje debfa ser elevado e ir en cortelacién con los hechos que narraba. La historia en la Antigtiedad generalmente relataba acontecimientos importantes realizados por personajes importantes y, por lo tanto, las palabras debtan expresar ese nivel. Una historia de personajes vulgares relatada.con palabras comu- nes era més bien lo propio de la comedia, no de la historia. El estilo era la manera como el historiador elegfa explicar algo. El historiador elige y desarrolla un estilo que se adecua a su historia y, por esto, el contenido y la forma no pueden ser divor- ciados: se alimentan el uno al otro de una manera reciproca como sefiala Cicerén en De oratore 2.63. Contenido (res) y for- ma (verba) pueden dar sentido a una buena historia, pero los fundamentos no se pueden olvidar: si no es un reporte verdade- ro del pasado, sin importar cudn atractiva o interesante sea la narracién, no ser4 historia. Investigacién del pasado y ordena- miento retérico de los acontecimientos no son dos realidades contradictorias ni opuestas, sino que se pueden dar —y se dieron en la Antigtiedad- como una alianza que ayudaba al historiador a cumplir su misién. Algunos elementos propios de la retérica que forman parte también de las caracteristicas de la historiograffa antigua y que veremos a continuacién son los discursos y el uso de la caracteri- zacién y las emociones. El relato histérico El estilo histérico a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. litica diferente de la griega (aunque nunca, por supuesto, se podré desprender el autor de sus propias categorias intelectuales griegas) y, con eso, amplia la mirada y el foco se traslada al interlocutor persa. Algunos historiadores romanos ponfan en boca de los ene- migos de Roma discursos en los que mostraban «la otra cara de la medalla», es decir, focalizando en sus oponentes podian entablar un anilisis politico critico que era relevante para la situacién par- ticular y también para temas mas generales como la conquista y el imperio. Esto puede verse, por ejemplo, en los discursos de Mitrida- tes en las Historias de Salustio (4.69), en el de Anibal en Tito Livio (30.30), en el de Calgaco en el Agricola de Técito (30-32), en los que los historiadores romanos ponen en boca de estos barbaros des- piadadas palabras condenatorias del imperialismo de Roma: «Los romanos, cuya soberbia en vano se evita con la obediencia yelsometimiento, saqueadores del mundo, cuando les faltan tierras para su sistematico pillaje, dirigen sus ojos escrutadores al mar. Si el enemigo es rico, se muestran codiciosos; si es pobre, despéticos; ni el Oriente ni el Occidente han conseguido saciarlos; son los tinicos que codician con igual ansia las riquezas y la pobreza. A robar, ase- sinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la desolacidn». Estas expresivas palabras puestas en boca de un beirba- ro revelan mas sobre la oratoria del propio Técito que sobre lo que podria haber sido el discurso real del Iider britano. Los discursos tenfan también, por supuesto, un fin estético, din- dole variacién a la narrativa: marcaban los momentos mas dramé- tic intes de tomar una decisién o creaban suspenso retardando la accién del relato, Muy comin eta insertar discursos antes de narrar tuna batalla importante. Esto rettasaba y hacfa asf todavia mas inte- resante lo que entonces se consideraba quizd una de las partes més «populares» de la narracidn hist6rica. La belleza de un discurso hablaba de la habilidad y competencia del historiador y le otorgaba autoridad para narrar los acontecimientos (Marincola, 1997). Otro aspecto importante sobre a inclusién de discursos en la historiografia antigua es la pregunta sobre su veracidad. Estos dis- cursos eran compuestos por los historiadores y puede caber la duda de si relataban lo que realmente se habfa dicho en esa oportunidad © eran construcciones ret6ricas basadas mas bien en la inventio o lo probabile. La discusién sobre la historicidad de los discursos de la narrativa hist6rica tiene ya una larga trayectoria y no se ha llegado a conclusiones definitivas; todo dependeré de la visién que se tenga en general sobre la escritura hist6rica antigua. Lo que sf se puede afirmar es que los mismos historiadores no dicen que sus discursos sean la reproduccién exacta de las palabras pronunciadas en la oca- sién, sino que reconocen la dificultad de su tarea y se cuidan intro- duciendo frases como «hablo de este modo» o «diciendo estas co- 19 Estetica Historicidad de los discursos Caracteristicas de los discursos Funcién mediadora entre el pasado y el presente sas, Un ejemplo de esto se ve en las palabras que Salustio pone en boca del general Mario cuando arenga al pueblo para que se sume a su ejército y luche contra Yugurta (véase el largo capitulo 85 de la obra). Lo significativo en este caso es que Salustio pareciera escoger esta ocasién para exponer lo que es quizé el tema central de su obra: la virtud como algo personal y no heredado de los antepasados, re- forzando asf las bases para una «meritocracia». No podremos saber con certeza si se trata de las palabras exactas de Mario (se pueden ver algunos paralelos de este discurso en Plutarco, en Mario 9) 0 si Salustio nos deja slo lo que resultaba apropiado que dijera en una situacién de ese estilo, pero podemos decir sin temor a equivocar- nos que, por una parte, existe fidelidad al sentido original y, por otra, invencién. Afortunadamente no tenemos que escoger entre la una y la otra —los antiguos tampoco lo hacfan-, sino dejar convi- vir a ambas en un delicado equilibrio. Los discursos del relato histérico tenfan un cédigo de conven- ciones propias que era tacitamente aceptado por todos. Por ejem- plo, el largo de los discursos en la narrativa era mas corto que el que se habja pronunciado en la situacién reals el orador siempre habla- ba en un lenguaje equilibrado y elegante, més propio del historia- dor que escribfa que del parlante histérico: todos los discursos en Tucidides son en griego atico, sin importar la procedencia del in- terlocutor; en Técito, incluso los discursos dados por barbaros son expresados en un latin claro y refinado. Los recurrentes discursos antes de las batallas tenfan también unos temas que aparecfan cons- tantemente: Ia exhortacidn del general a sus tropas a luchar con valentia, el honor, la ayuda de los dioses, etc. También algo acepta- do era que, en general, el historiador evitaba incluir en su historia un discurso que hubiera sido ya publicado 0 que estuviera disponi- ble al publico de alguna manera, pues se habria sentido constrefido por su contenido, y se concentraba en cambio en Ilenar aquellos vacfos que hubieran dejado sus predecesores. El discurso en la historiografia antigua podia actuar como me- diador entre el pasado y el presente: el pasado se hace presente a través del personaje historico que habla no sélo cuando este da ejemplos del pasado que gatillan la reflexién del lector sobre su propio tiempo, sino también cuando, con cierto anacronismo, el historiador transmite un problema de su propio periodo por boca del personaje histérico y permite asf recrear el debate hist6rico que finalmente nos lleva a examinar el propésito y valor de la historia en si. Los historiadores antiguos se preocupaban mas de encontrar continuidades que rupturas en la historia; buscaban esas verdades permanentes, principalmente de naturaleza humana, y de ahf su insistencia en ver el pasado en el presente y este en el pasado. No siempre resultaba facil exponer estas ideas dentro de 20 la misma nartativa histérica, y un discurso, funcionando casi como un todo auténomo, lo podfa hacer, a veces, mucho mejor. Los historiadores modemos, en cambio, parecen mas interesados en hacer notar las diferencias entre pasado y presente, y se distan- cian asi de este tipo de recursos. Caracterizacién La descripcién de caracteres en la historiografia antigua desem- pefiaba un papel muy importante. Si los sucesos ocurrfan principal- mente como consecuencia de las decisiones humanas y este fue justamente uno de los aspectos que en un primer momento diferen- ci6 a la historia del mito-, se hacfa, por tanto, necesario entender por qué se habfan tomado esas decisiones y cmo eran esas perso- nas que, actuando de una determinada manera, hacfan historia. Parecfa importante conocer la personalidad de Alcibfades para en- tender que los atenienses se hubieran lanzado a la dramatica expe- dicién de Sicilia en la guerra del Peloponeso (Tucidides, libros 6 y 7) y también observar los temperamentos de Catén y Escipién, quienes se enfrentaron al debate que finalmente decidirfa el co- mienzo de la tercera guerra pinica (Tito Livio, libros 48 y 49). Se ha insistido mucho en la visi6n de la Antigiiedad sobre el cardcter como un fenémeno estable y casi inmutable en la persona. La idea de consistencia del cardcter se entiende como el actuar coherente de alguien con lo que se conoce como su personalidad, educacién o motivaciones internas. Ejemplos de esto encontra- mos a lo largo y ancho de la escritura histérica antigua (véanse Herddoto, 7.237.1; Polibio, 8.36.2-3; Técito, Hist. 2.37). Si bien esta cierta inmutabilidad del caracter se da en general, esto no significa que siempre todas las caracterizaciones respondan a este principio, como si los antiguos no tuvieran el concepto de desa- rrollo o no aceptaran el cambio en el cardcter. Por el contrario, las descripciones més profundas, y por ello tal vez més fascinan- tes, suelen ser de personajes en los que se dan a la vez elementos aparentemente inconsistentes y paraddjicos con otros aspectos de su carécter, donde el vicio convive con la virtud 0, més atin, don- de un vicio se parece y se asemeja en algunas circunstancias a la virtud (véase el caso de Catilina en Salustio, 5). En sus caracteri- zaciones, los historiadores més sofisticados eran perfectamente conscientes de la interaccién entre las tendencias enraizadas de una persona y el estfmulo externo que podfa hacer variar su ac- tuar de acuerdo a esta tendencia, y algunos lo expresaron con marcada sutileza, como es el caso de Ticito al explicar las varia- ciones en el comportamiento de Tiberio a lo largo de su vida: 21 El cardcter de los personajes histdricos a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. piados en la audiencia, asegurdndose de que los personajes con los que animaba a simpatizar merecieran realmente esa simpatia (0 antipatfa, segtin el caso). Las emociones causadas en la audiencia no sélo derivan del anilisis hist6rico y moral, sino que también ayudan a reforzar y apoyar este andlisis (Levene, 1997). Polibio, por ejemplo, no critica al historiador Filarco porque excite las emociones en su audiencia, sino porque exagera o inventa los hechos cuando los narra para lograr este objetivo: «Por el deseo de suscitar en los lectores la compasién y con- moverlos con su relato, introduce en su narracidin mujeres que se abrazan, se arrancan los cabellos y se descubren el seno; y ademas lagrimas y lamentos de hombres y mujeres arrastrados junto con sus hijos y sus ancianos padres, Este es el método que sigue a lo largo de toda su historia, tratando de poner en cada episodio he- chos terribles ante los ojos» (2.56.7-8). Es la exageracién y la falta a la verdad histética lo que se teprocha, no el que despierte una reaccién 0 emocidn en el lector. La cualidad agonistica de Ia oratoria también est presente en la historiograffa antigua. Competencia y emulacién apare- cen claramente en las obras de los historiadores grecorromanos. Quizé el ejemplo més obvio es Tito Livio, porque él mismo lo dice sin escrdpulos «No sé con seguridad si merecers la pena que cuente por escri- to la historia del pueblo romano desde los orfgenes de Roma, y aunque lo supiera no me atreveria a manifestarlo. Y es que veo que es un tema viejo y manido, al aparecer continuamente nue- vos historiadores con la pretensién, unos de que van a aportar en el terreno de los hechos una documentacién més consistente, otros de que van a superar con st estilo el desalifio de los anti- guos. Como quiera que sea, al menos tendré la satisfaccién de haber contribuido también yo, en la medida de mis posibilidades, a evocar los hechos gloriosos del pueblo que esta a la cabeza de todos los de la tierra» (prefacio 1-3). Livio compite y espera ser el mejor. El reto de Salustio es dife- rente, pero también esta presente. Su desafio no es slo con otros historiadores, sino también con los mismos actores de los hechos que est narrando: «Se me antoja especialmente arduo escribir historia; en primer lugar, porque hay que igualar hechos con pa- labras [facta dictis exaequandal» (Conjuracién de Catilina 3.2). En su rechazo al estilo ciceroniano esta también compitiendo para intentar alcanzar, por otros medios, la gloria del orador, La com- petencia en la que Técito esta implicado es més sutil: después de la batalla de Accio no habia historiadores que pudieran escribir historia propiamente tal, «primero, porque eran ignorantes en materia politica ya que no era de su competencia; luego, porque 23 Competitividad a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. consideraban los mismos historiadores del periodo clisico su proce- dimiento o método al escribir historia. Tal vez sea oportuno desta- car que en la Antigiiedad no existfa algo como el «método cientifi- co aplicado a la historia; este es mas bien un concepto propio de la modernidad (que se explicard con detalle mas adelante). Cuando se dice, por ejemplo, que Tucidides es més «cientffico» que su prede- cesor Herédoto, se quiere dar a entender que Tucidides es capaz de sefalar una evidencia mas confiable o cretble para sus afirmaciones y explicaciones que las que Herddoto entrega en algunas partes de su relato, especialmente cuando se basa en ordculos o suefios. El texto ya citado de Luciano (De hist. conser. 47-48) nos ha- bla de la necesidad de contar con un método de indagacién que garantice la conformidad de lo que se narra con los hechos suce- didos. Esto en un primer momento se consiguié por la via oral: relatos contados por testigos oculares o conservados en la memo- ria por sus descendientes, recogidos en viajes y entrevistas, que luego eran recopilados y ordenados. Mas tarde, el documento es- crito se consider6 como una fuente muy valiosa para obtener cier- to tipo de informacién, como la forma de gobierno de las ciuda- des, medidas tomadas por la autoridad -como la declaracién de la guerra o de la paz y otros aspectos oficiales de la vida de un esta- do. También las inscripciones, los escritos piiblicos y las obras de otros historiadores serfan fuentes comunes para que el historiador tuviera material con el cual construir su relato. Aunque él no podia «probar» todo lo que afirmaba, sf se le pedfa que entregara algdn tipo de evidencia que convenciera al lector y que pudiera ser rastreada por este, al menos en parte, para verificar las inter- pretaciones que hacfa el historiador. Ciertamente uno de los principales problemas para llegar a las fuentes de informacién en la historiografia clAsica, y de esa manera entender mejor cémo funcionaba su metodologta, es que los histo- riadores griegos o tomanos no acostumbraban citar consistente- mente las fuentes que habian utilizado para presentar su version de los sucesos histdricos. Precisamente porque es muy diffeil contar ‘cémo un historiador antiguo construye © compone cualquier parte de su narrativa, con bastante frecuencia —sobre todo a partir del siglo XIX— ha habido una tendencia a ser condescendientes con ellos, a mirarlos «por encima del hombro» por no responder a la idea cientifica de la veracidad y exactitud en la historia. En la actualidad todavia existe un acalorado debate sobre si el historiador antiguo trabaja del mismo modo que el moderno. La postura més conservadora sefiala que el historiador de todos los tiempos ha hecho siempre esencialmente lo mismo (Fornara, 1983; Brunt, 1993b; Cornell, 1995). El historiador antiguo, como el mo- derno -sefiala este grupo de académicos-, también se veta a sf mis- 27 El método hist5rico Historiadores clisicos e historiadores modernos a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Hecateo de Mileto Herédoto, Tucidides yJenofonce sobre sus fuentes fue muy escasa. Casi todos provenfan de Jonia, en Asia Menor, y por lo tanto escribieron en el dialecto jonio ~al igual que Herddoto- y preservaron un caracter poético siguiendo el modelo épico: narraban principalmente fundaciones de ciuda- des y sus tradiciones, genealogias de las clases gobernantes, cos- tumbres y modos de vida de diferentes pueblos. Entre ellos se cuenta a Helanico de Lesbos, que escribid cronologfas y obras de geografia, principalmente de la regin de Atica, en las que se es- forz6 por distinguir mitologia de historia. Otros logégrafos fueron Xantos de Sardes, uno de los primeros en escribir sobre la historia de Lidia, y Hecateo de Mileto. Quiz sea Hecateo el logégrafo mas importante y cercano a Herédoto en escritos con contenido histérico. Al parecer habria vivido entre los afios 550 y 480 a.C., pero la informacién que te- nemos de él es muy escasa para dar fechas con seguridad. Sabemos que escribié al menos dos obras en prosa, que hoy se encuentran perdidas, salvo algunos fragmentos: Periégesis (Viaje alrededor del mundo) y Genealogias. En la primera, Hecateo ofrece informacién sobre el mundo conocido alrededor del Mediterraneo y mar Ne- gro, empezando por el estrecho de Gibraltar y siguiendo con Eu- ropa y luego Asia, para terminar en Marruecos, Africa. En cada uno de los lugares tratados, Hecateo entrega no s6lo una descrip- cidn de la tierra y los pueblos que la habitan, sino también una brevisima historia. Las Genealogéas, en cambio, si bien no aban- donan totalmente las historias maravillosas y relatos insdlitos, son un intento de racionalizar y dar consistencia al conjunto de mitos que componian el cuerpo de la tradicidn griega acerca de su pasado, tal como lo anuncia él mismo en el prdlogo: «Hecateo de Mileto cuenta [mutheitai] esto: lo que yo escribo aqui es lo que a mf me parece verdadero, pues los escritos de los griegos son, en mi opinién, miltiples y ridiculos» (Jacoby, Fr.Gr.Hist. 1). El objeto de la historia y el modo de escribirla se perfilé en Grecia de manera mas definida a partir de Herddoto (ca. 484-ca. 425). Fue él quien establecié unos primeros principios que luego consolidarfan a la historia como un tipo especifico de representa- cién escrita de los acontecimientos del pasado. A la narracién de las guerras médicas entre griegos y persas de Herddoto la siguié el relato de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta escrito por Tucfdides (ca, 460-ca. 398 a.C.). Seria este historiador ate- niense junto con su predecesor, Herddoto, y su sucesor, Jenofonte (ca. 430-ca. 354 a.C.), quienes abarcarfan la historia de Grecia desde su periodo de esplendor en el siglo V a.C., luego del triunfo sobre los persas, pasando mas tarde por las hegemonjas ateniense, espartana y tebana hasta los inicios del surgimiento de Macedo- nia como potencia a mediados del siglo 1V. El interés de estos tres 30 historiadores fue dejar un registro de los hechos memorables que habfan ocurrido con Ia intencidn no sdlo de recordar sino, tam- bién, de dar un sentido a los acontecimientos. Herédoto En la introduccién a los llamados Nue- ve libros de la historia de Herddoto, llaman la atencidn algunas palabras que seran cla- ve para entender Ia nueva disciplina que aqui se presenta, La primera, sin duda, es caveriguacién» (historfe), que es precisamen- te como el autor elige distinguir su trabajo del de sus predecesores, especialmente los poetas épicos. Herédoto narra -como Ho- mero- grandes hazatias del pasado, pero st obra no ha visto la luz gracias a la inspiracién de una musa, sino que ha sido el fruto, «En lo que sigue Herddoto de Halicarnaso expo- ne el resultado de sus averiguaciones, para evitar ‘que con el tiempo se borre de la memoria lo ocu- rrido entre los hombres y asf las hazafias, grandes y admirables, realizadas en parte por los griegos y en parte por los barbaros, se queden sin su fama, pero ante todo para que se conozcan las causas que les indujeron a hacerse la guerra» Historias 1.1 primero, de un proceso de recoleccién de informacién ¥, luego, de la elaboracién de la misma en una narracién continua y con sentido. La btisqueda de «causas» (aitiai), que tendran a su vez sus correspondientes efectos, es una de las razones que mueve a He- rédoto a realizar este trabajo, asf como también el poder guardar en la memoria la justa «fama» (kléos) de los hombres que han participado de grandes acontecimientos. Herédoto (ca. 484-425 a.C.), nace en Halicarnaso, una ciu- Método dad griega en la costa de Asia Menor, que en ese momento se encontraba bajo el control de Persia y de la que es exiliado mas tarde por haber participado en algunas luchas politicas. Este he- cho, sumado a la curiosidad natural de Herédoto, lo lleva a viajar ya recorrer tierras lejanas y exéticas, citcunstancia que repercuti- r4 fuertemente tanto en el método como en el contenido de su obra historica. En el método porque Herédoto recoge su informa- cién principalmente de lo que él mismo ha podido ver e investi- gar en el curso de sus viajes y, si no puede recogerla en primera persona, lo hace a través de fuentes orales y lo que le cuentan los mismos nativos de los sitios que visita; en el contenido porque incorporard historias menores de gran colorido local -a veces bas- tante sensacionalistas~ que se alejarin un tanto del objetivo prin- cipal de su obra, que es narrar las causas del conflicto entre grie~ gos y persas. Cronologfas sucesorias de reinos, datos etnogrificos de pueblos vecinos y una descripcién detallada de su geografia muestran a un Herddoto profundamente abierto e interesado por conocer los origenes y caracteristicas de distintos pueblos bairba- ros como los persas, escitas, babilonios y egipcios. Sin embargo, 31 Historicidad Legado este interés no sobrepasaré el de transmitir otros grandes temas que le preocupan: la inestabilidad de la fortuna humana, la justi- cia retributiva, la accidn de lo sobrenatural en el mundo, las dife- rencias entre lo griego y lo bitbaro, y los niveles de causalidad que presentan los acontecimientos humanos. Herddoto esta constantemente contando al lector émo y de donde ha sacado la informacién de sus investigaciones y no deja de registrar los desacuerdos que hay entre las fuentes o la credibi- lidad que le merecen, como si quisiera hacer patente el esfuerzo que ha supuesto dar forma a su obra. Es un autor que esté muy presente en la narraci6n a través de intrusiones frecuentes y di- rectas que pueden darse como comentarios generales, juicios de alabanza o reprensién, expresiones de incredulidad o conjeturas de motivaciones. Las Historias de Herddoto, aunque no rechazan por completo la presencia de lo sobrenatural en el mundo, pueden ser conside- radas como una muestra del momento intelectual que se vivia en Grecia en el siglo V a.C. El intento serio del autor de pasar del mito al légos se ve reflejado, por ejemplo, en el andlisis de tono cientifico de las fuentes del Nilo (2.19-27), el debate constitucio- nal sobre la mejor forma de gobierno (3.80) o las razones de la defensa de Atenas como salvadora de Grecia (7.139). A pesar de lo sefialado, la reputacidn de Herddoto ha variado en el tiempo. Por algunos ha sido considerado como un serio prac- ticante del oficio de historiador en sus rasgos mas esenciales, que se reflejan en buscar la explicacién de unos hechos pasados y de pre- servarlos en la memoria, Para ottos, en cambio, la narracién que él hace de diversos sucesos se acercarfa més a lo fantastico, y lo han aproximado més a un escritor de ficcidn interesado en narrar deta- Iles sensacionalistas que a un historiador propiamente tal. Afor tunadamente, podemos decir que la disyuntiva de elegir entre un Herédoto «confiable» y un «cuentacuentos», se encuentra hoy casi totalmente superada en los sectores académicos, putes no interesa tanto refutar los errores, inexactitudes y exageraciones que pudiera haber como analizar y valorar la obra en sui conjunto, su apertura temiética o la complejidad del material trabajado. No sin razén lla- m6 Cicerén a Herddoto el «Padre de la Historia» (De legibus 1.5). Tucidides Ya desde la Antigtiedad misma, Tucfdides ha sido considerado como el més grande de los historiadores y el més digno de ser emula- do. Su declaracién de principios al comienzo de su Gnica obra, la Guerra del Peloponeso, lo pone a un nivel casi «cientifico» y es ast 32 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Historicidad iguales derechos en los litigios privados y, respecto a los honores, cuando alguien goza de buena reputacién en cualquier aspecto, se le honta en su comunidad por sus méritos y no por su clase social; y tampoco la pobreza, con la oscuridad de consideracién que conlle- va, ¢s un obstéculo para nadie, si tiene algtin beneficio que hacerle ala ciudad. [...] Practicamos la libertad tanto en los asuntos pabli- cos como en los mutuos recelos procedentes del trato diario, y no nos irritamos con el vecino, si hace algo a su gusto, ni afligimos a nadie con castigos, que no causan dafo fisico, pero resultan peno- sos a la vista. Y asf como no nos molestamos en la convivencia privada, tampoco transgredimos las leyes en los asuntos puiblicos, sobre todo por temor, con respeto a los cargos pablicos de cada ocasién y a las leyes y, entre estas, particularmente a las que estén puestas en favor de las victimas de la injusticia. {...] En resumen, afirmo que Atenas es la escuela de Grecia» (237-41), La cuestin de la historicidad de este tipo de discursos interca- lados en la obra de Tucfdides ha sido debatida largamente, pero no se ha legado a una conclusidn definitiva (véase al mismo Tu- cfdides en 1.22.1). Lo que sf se puede ver es que la seleccidn de temas y frases, junto con la disposicién y lugar del discurso en el relato, ya llevan consigo una interpretacién, es decir, lo que el autor ha considerado importante guardar para la posteridad: te- mas exenciales como libertad, necesidad, razdn, imperialismo, fuerza y condicién humana. Los dioses aqui no desempefian nin- tin papel; es el hombre, con su capacidad de sufrir y hacer suftir, el responsable de la guerra. La profundidad del pensamiento de Tucidides haré que en adelante la historia no sea silo recuerdo 0 narracién, sino también una materia de honda e intensa reflexién. Jenofonte Jenofonte (ca. 430-ca. 354 a.C.) sigue el modelo de Tucidides, y contintia con las narraciones en que el autor relata su propio tiempo presente. En sus Hellenica, Jenofonte, que sirvis en el cuer- po de caballerfa ateniense en la guerra del Peloponeso, completa la historia que su predecesor no habfa podido terminar; tanto es ast que las primeras palabras de esta obra son: «después de estas co- sas...» (metd dé taftta), como para realzar su propésito de continui- dad con Tucfdides. La Andbasis (Marcha tierra adentro) narra la ex- pedicién del candidato al trono de Persia, Ciro, al coraz6n de Asia. Jenofonte desempefia aqui un papel mas importante todavia, espe- cialmente una vez que ha muerto Ciro y los griegos que lo acompa- fiaban deciden volver a su patria, pero ni saben el camino, ni son lo suficientemente poderosos para defenderse del rey Artajerjes. Jeno- 34 fonte sera clegido para dirigir al ejército de vuelta a Grecia, isin bastante honorifica yarriesgada, que el autor relatard en terce- ra persona y sin excesiva grandilocuencia. Jenofonte fue un autor no sélo de obras histéricas, sino también muy prolifico en «Cuando se hacfan estas reflexiones voleron los ‘oj0s hacia Jenofonte. Los capitanes le dijeron, acer- andose a él, que asi pensaba el ejército y, ponien- do de relieve cada uno su afecto por él trataba de convencerle para que aceptara el mando. jenofon- te, por una parte, lo queria, en la creencia de que asf se incrementaria su estima entre los amigos y su nombre llegaria con mds grandeza a su ciu- dad. Adems, quiza podria hacer también algiin bien para el ejército. Tales reflexiones lo incita- ban a desear llegar a ser jefe con plenos poderes, Pero, cuando reflexionaba que es incierto para todo hombre cémo serd el futuro y que, por esto, incluso corria el riesgo de perder la fama adquirida con anterioridad, dudaba» otros géneros de trabajos, donde se puede percibir cierta influencia del pensamiento de Sécrates (a quien Jenofonte habria co- nocido personalmente), especialmente en sus tratados politicos, morales y didécti- cos: Ciropedia, Apologia, Simposio, Consti- tucién de los espartanos, Sobre la caballeria, entre otros. Andbasis 6.1.19-22 Historiadores helenisticos Otros historiadores griegos del siglo 1v a.C. se caracterizan también, como Jenofonte, sobre todo por la fuerte herencia que reciben de Tucidides. Tanto la tematica tucidfdea —continuacién de la historia de Grecia después de la guerra del Peloponeso- como su emulacién estilistica (aunque con bastante distancia) pueden verse en una serie de Hellenica, 0 Sobre cosas griegas, como las de Teopompo, las Hellenica de Oxyrrinco, de autor desconocido, y en otros autores como Calistenes, Filarco, Eforo o Timeo. Algunos de estos historiadores helenisticos han sido juzgados por la critica como menos preocupados por referir los hechos histéricos tal cual cocurrieron y mas interesados en contarlos muy bien adornados es- téticamente, incluso «trégicamente», para lograr mover las emo- ciones del lector. El uso de técnicas retdricas para la persuasién varié segtin los autores, pero en algunos casos se habrfa llegado al abuso de estos recursos y los mismos contempordneos no dudaron en denunciarlo, como puede verse en el ataque que hace Polibio contra Timeo o Filarco en sus Historias (libro 12). Enel afio 168... la batalla de Pidna pone fin a la guerra entre Roma y Macedonia. Perse, rey de Macedonia, es derrotado y con élcae también su monarquia. E] triunfo romano se afianzarfa toda- via mas con la victoria sobre la ciudad de Corinto en el 146a.C. La conquista de Grecia por parte de Roma fue un acontecimiento que, de alguna manera, cambié el modo de enfocar de la historia griega. Si bien es cierto que algunos historiadotes griegos continuaron es- cribiendo sdlo sobre Grecia en sus Hellenica, otros, principalmente aquellos que tuvieron contactos personales con Roma, se abrieron a contar y explicar el desarrollo hist6rico de la nueva potencia del Historiadores griegos bajo Roma 35 Mediterraneo. Estos historiadores buscaron establecer conexiones 6 telaciones entre su propia patria y la de los conquistadores y, aun- que todos ellos escriben en griego y para un puiblico mayoritaria- mente griego, eran conscientes de que también serfan leidos por la elite romana mas culta, que se manejaba con soltura en esta lengua. En algunos casos, se dieron acérrimos defensores de la politica ro- ‘mana, como Dionisio de Halicarnaso o Apiano, pero también otros fueron mas criticos y menos halagadores con Roma, como Plutar- co. Sin duda, el historiador griego mas destacado que escribiera historia de Roma fre Polibio. Polibio Después de la batalla de Pidna, Grecia pas6 a formar parte del Imperio romano y muchos griegos fueron deportados a Roma. Poli- bio de Megaldpolis (ca. 200-ca. 118 a.C.) fue uno de estos griegos cultos que se establecié en Roma y Ieg6 a convertirse en un refe- rente intelectual de la época; se hizo amigo y mentor de Escipién Emiliano y probablemente lo acompaiié en sus campafias a Espafia y Africa. En el 146 a.C. presencid, también junto a Escipién, la destruccién total de Cartago, que decidis finalmente el témino, « razones para la unién de estos persona- jes, pero lamentablemente la sSnerisis en- tre Alejandro y César se encuentra perdida. Plutarco se presenta a sf mismo como tun pintor que realza los rasgos mas caracte- risticos de sus personajes, y estos son, prec samente, sus vicios y virtudes. Este intento de narrar una biografia centrdndose més en ilustrar el cardcter y temperamento de la persona que sus grandes acciones ha sido cri- ticado por algunos como una tediosa pretensién moralizadora. Sin embargo, la popularidad de Plutarco a través de los siglos (Shakespeare, Montaigne, Rousseau son algunos de sus deudores) refleja ciertamente que al momento de escribir una biograffa son muchas veces los detalles y las anécdotas los que logran captar mejor la particularidad propia de una persona y que son también ellos los que pueden ser presentados como modelo a imitar en una historia que busca ante todo set «maestra de vida» Vida de Alejandro 1.1 La biogratia Dién Casio La Historia romana de Dién Casio (ca. 155-229 d.C.) presenta un tema dominante ~aunque la obra completa narra desde la fun- dacién de la ciudad hasta el afio 235 d.C.— que es nada menos que el cambio del sistema republicano al imperial. Dién sefialard ex- plicitamente que la monarqufa es la tinica que puede garantizar una cierta estabilidad al gobierno de un imperio tan extenso y diverso, afirmacién que seguramente no habria sido del agrado de Augusto, que se proclamaba como el restaurador de la Republica. La activa vida politica de este griego como senador, pretor, legado militar y cénsul bajo distintos emperadores hace que su interpretaci6n de la historia romana venga de una fuente experi- 39 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Salustio, en cambio, eligié los temas monogréficos que se ajusta- ban mejor a su idea de denunciar una Repiiblica en decadencia debido al abandono de la virtud tradicional. Tito Livio, por otra parte, se embarcé en una empresa de enormes proporciones ya que narré mas de 700 afios de historia: inicié su relato desde la fundacién misma de la ciudad de Roma y legs hasta su propio tiempo, dando asf una imagen de continuidad hist6rico-politica notable. Estos tres historiadores entregaron un tetrato muy vivo de la Republica romana en sus distintas etapas, como se puede ver en los siguientes microestudios. César Con escuetas palabras narra Julio Cé- sar (101-44 a.C.) lo que serfa una de sus més grandes y espectaculares hazafias du- rante la conquista de las Galias: el cruce del enorme rio Rin no con naves, como era lo esperable, sino con la construccién de un puente que fue todo un desaffo para la ingenieria del momento. Tan slo diez dias tardé el puente en estar listo. César y sus legionarios cruzaron y se enfrentaron a los germanos derrotdndolos y saqueando sus aldeas. Después de esto, los romanos volvieron a la Galia, cruzaron de nuevo el puente y lo destruyeron para que sus enemigos no pudieran pasar. Tanto la répida construccidn de este puente como la acelerada _ Los comentarios narracidn de estos sticesos bastante importantes nos revelan una de las cualidades més caracteristicas de César: la rapidez o celevitas. Ya fuera en sus actividades en el campo militar como también en el politico, César se adelanta y previene. Sus obras de contenido his- rico, Comentario a la guerra de las Galias y Comentario a las Gue- ras Citiles, podrian enmarcarse dentro de este contexto también. Escritas en un estilo simple, estas no aparecen como una obra de historia propiamente, sino que César, en su previsién, ha querido proveer de material original al futuro historiador que narte la con- quista de las Galias o las guerras civiles, y, por supuesto, se adelanta en proponer su propia interpretacién y punto de vista, Existe, sin embargo, un intento de imparcialidad que hace que los Comentarios no sean unas simples memorias del general. Este toque esti dado principalmente porque usa intencionalmente la tercera persona del singular para narrar los hechos y también por que incorpora algunas visiones desde el punto de vista del enemi- ‘«Coneluida la guerra con los germanos, determi- 1nd César pasar el Rin, por muchas razones; entre las cuales fue la de més peso que, viendo que los .germanos se resolvian facilmente a pasar a la Ga- lia, quiso que también ellos temieran por su pro- pio pais al comprender que el ejército del pueblo romano tenia fuerza y valor para pasar el Rin. [...] Pero atravesarlo con naves ni le parecia bastante ‘seguro ni lo juzgaba propio de su dignidad ni de la del pueblo romano. Asi pues, aunque la construc cién de un puente ofrecta grandisima dificultad a ‘causa de la anchura, rapide y profundidad det rio, crefa, sin embargo, que debla acometer esta em- presa 0, de otro modo, no pasar el ejércitox» Comentario a fa guerra de las Galias 4.16-7 43 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. hace referencia a su no participacién en la vida politica o militar, a diferencia de la mayorfa de sus colegas romanos. Testigo del profundo cambio que significaron las guertas civiles y el principa- do de Augusto, Livio mantuvo buenas relaciones con el poder, sin perder nunca su independencia. Su contemporineo Asinio Po- li6n le critica su «paduosidad> (Patavinitas) y, aunque no pode- mos estar completamente seguros del alcance total de esta critica, podemos inferir que hace relacisn con su provincialismo. Quinti- liano, en cambio, habla de la riqueza Iictea 0 cremosa (lactea ubertas) de Livio, quiza refiriéndose a su estilo retérico, que fluye con pareja suavidad y calma tal como Cicerdn lo habia prescrito para la escritura histérica. Mucho se ha hablado también, especialmente en el siglo xx, del talante dramatico de la escritura liviana, expresado principal- mente en los primeros libros de su obra, que tratan el periodo real y la formacién de la Reptblica. La historia de la violacién de Luctecia por parte de Tarquinio y la posterior venganza de Bruto, que significé el fin de la monarquia y el nacimiento de la Repabli- ca, se ha hecho ya paradigmatica:

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