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Confesasion, para entrar en la misericordia del señor

Dios nos ha creado libres y nunca nos obligo a amarle,

Por la muerte de Jesucristo nosotros hemos sido perdonados del pecado original.

Concupiscencia, es lo que nos inclina al mal.

10 mandamientos

MANERAS DE COMETER PECADO:

 TIPO 1 ACCION: tu ya sabes(pensamiento y palabra, accion)


 TIPO 2 OMISION: no hacer nada (cuando alguien esta pasando por un problema y no
hacer nada se comete pecado)

Tipos de pecado:

 Pecado mortal; es un pecado que mata el alma, tres requisitos para que un pecado sea
mortal (materia grave, tener pleno conocimiento de que es malo, ser completamente
libre cuando lo haces.)
 Pecado venial

El demonio y el pecado
TESTIGOS DE JEHOVA

¿Qué es el pecado?
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La respuesta que da la Biblia


El pecado es cualquier acción, sentimiento o pensamiento que vaya en contra de las
normas de Dios (1 Juan 3:4; 5:17). La Biblia dice que pecar puede ser hacer algo malo o
injusto a los ojos de Dios, o no hacer lo que es correcto (Santiago 4:17).
En los idiomas originales de la Biblia, las palabras que se traducen como “pecado”
significan fallar el tiro, o no alcanzar el objetivo. Por ejemplo, la Biblia habla de un grupo de
soldados del antiguo Israel que eran tan hábiles con la honda que eran capaces de acertar
“sin fallar el tiro” al lanzar una piedra. Si se tradujera literalmente esta expresión, diría:
“no pecaban” (Jueces 20:16, Nueva Biblia Española). Por tanto, pecar es no alcanzar el
objetivo de cumplir con las normas perfectas de Dios.
Como Dios es el Creador, tiene el derecho de establecer normas para la humanidad
(Revelación [Apocalipsis] 4:11). Y nosotros debemos rendirle cuentas por nuestros actos
(Romanos 14:12).

¿Es posible no pecar jamás?


No, pues la Biblia dice que “todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Romanos
3:23; 1 Reyes 8:46; Eclesiastés 7:20; 1 Juan 1:8). ¿Por qué sucede eso?
Al principio, Adán y Eva no pecaban, ya que habían sido creados perfectos, a la imagen de
Dios (Génesis 1:27). Sin embargo, dejaron de serlo cuando desobedecieron al Creador
(Génesis 3:5, 6, 17-19). Cuando tuvieron hijos les transmitieron el pecado y la imperfección
como si fueran defectos heredados (Romanos 5:12). Como dijo el rey David: “Con error
fui dado a luz” (Salmo 51:5).

¿Son algunos pecados peores que otros?


Sí. Por ejemplo, la Biblia dice que los hombres de la antigua Sodoma “eran malos, y eran
pecadores en extremo”, y que su pecado era “muy grave” (Génesis 13:13; 18:20). Veamos
tres factores que determinan la seriedad de un pecado.
1. Gravedad. La Biblia dice que la inmoralidad sexual, la idolatría, el robo, la
borrachera, la extorsión, el asesinato y el espiritismo son pecados graves que
no debemos cometer (1 Corintios 6:9-11;Revelación 21:8). La Biblia marca una
diferencia entre estos pecados y otros que son involuntarios o se han hecho sin
pensar, como por ejemplo, decir o hacer algo que hiera a alguien (Proverbios
12:18; Efesios 4:31, 32). Sin embargo, la Biblia nos anima a no restarle
importancia a ningún pecado, pues eso podría llevarnos a cometer otros más
graves (Mateo 5:27, 28).
2. Intención. Algunos pecados se cometen por no conocer los mandamientos de
Dios (Hechos 17:30; 1 Timoteo 1:13). Aunque la Biblia no justifica estos
pecados, los distingue de aquellos que se cometen al pasar por alto
deliberadamente las normas de Dios (Números 15:30, 31). La Biblia indica que
la persona que peca a propósito tiene un “corazón malo” (Jeremías 16:12).
3. Frecuencia. La Biblia hace una clara distinción entre pecar una sola vez y
cometer el mismo pecado repetidamente (1 Juan 3:4-8). Dios condena a
quienes deciden seguir pecando, aun después de aprender lo que es correcto
(Hebreos 10:26, 27).
Las personas que han cometido pecados graves quizá se sientan agobiadas por sus
errores. Por ejemplo, el rey David escribió: “Mis propios errores han pasado sobre mi
cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados para mí” (Salmo 38:4). Sin
embargo, la Biblia da esta esperanza: “Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto
a perdonar; él tiene compasión de ustedes. Que cambien los malvados su manera de
pensar, y que dejen su mala conducta” (Isaías 55:7, Traducción en lenguaje actual).

El Pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la ley de Dios, que


consiste en decir, hacer, pensar o desear algo contra los mandamientos
de la Ley de Dios o de la Iglesia, o faltar al cumplimiento del propio
deber y a las obligaciones particulares.

«En sus juicios acerca de valores morales, el hombre no puede proceder


según su personal arbitrio. En lo más profundo de su conciencia
descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí
mismo, pero a la cual debe obedecer... Tiene una ley escrita por Dios en
su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la
cual será juzgado personalmente (2).

«El pecado es un misterio, y tiene un sentido profundamente religioso.


Para conocerlo necesitamos la luz de la revelación cristiana. (...) El
pecado escapa a la razón. Ni la antropología, ni la historia, ni la
psicología, ni la ética, ni las ciencias sociales pueden penetrar su
profundidad.3Algunos dicen que Dios no es afectado por el pecado.
Efectivamente, no afecta a la naturaleza divina, que es inmutable; pero sí afecta al
«Corazón del Padre» que se ve rechazado por el hijo a quien Él tanto ama4.

Si el pecado no ofendiera a Dios sería porque Dios no nos quiere. Si Dios nos
ama, es lógico que le «duela» mi falta de amor. Lo mismo que le agradaría mi
amor, le desagrada mi desprecio: hablo de un modo antropológico.

Pero es necesario hacerlo así, para entendernos. Si Dios se quedara insensible


ante mi amor o mi desprecio, sería señal de que no me ama, que le soy
indiferente.

A mí no me duele el desprecio de un desconocido; pero sí, si viene de una persona


a quien amo.

No es que el hombre haga daño a Dios. Pero a Dios le «duele» mi falta de amor.

El bofetón de su niñito no le hace daño a una madre, pero sí le da pena. Ella


prefiere un cariñoso besín. Es cuestión de amor.

La inmutabilidad de Dios no significa indiferencia. La inmutabilidad se refiere a la


esfera ontológica, pero no a la afectiva. Dios no es un peñasco: es un corazón. El
Dios del Evangelio es Padre. La Filosofía no puede cambiar la Revelación.

Es un misterio cómo el pecado del hombre puede afectar a Dios. Pero el hecho de
que el pecado afecta a Dios es un dato bíblico5.

La Biblia expresa la ofensa a Dios del pecado con la imagen del adulterio6.

El pecado es ante todo ofensa a Dios7.


El pecado ofende a Dios por lo que supone de rebelión.

David, arrepentido de su pecado, exclamaba: «Contra Ti pequé, Señor»8.

«El pecado es un no deliberado dado al amor redentor de Cristo, y esta negativa


lastima a Cristo»9.

Hay hechos que tienen un significado importante.


Por eso Pío XI se negó a pagar al Estado Italiano una lira al año de contribución,
pues eso suponía que el Estado Vaticano no era independiente10.

«La Iglesia ha condenado la opinión de quienes sostenían que puede darse un


pecado puramente filosófico, que sería una falta contra la recta razón sin ser
ofensa de Dios»11.

«La Iglesia ha condenado la idea de que pueda existir un pecado meramente


racional o filosófico, que no mereciera castigo de Dios»12.

El pecado está en la no aceptación de la voluntad de Dios, más que en la


transgresión material de la ley.

Por eso, puede haber pecado sin transgresión material de la ley si existe el NO a
Dios en la intención; mientras que puede haber transgresión de la ley sin pecado,
si no se ha dado el NO a Dios voluntariamente.

El pecado no es algo que nos cae inesperadamente, como un rayo en medio del
campo. El pecado se va fraguando, poco a poco, dentro de nosotros mismos13.
Las repetidas infidelidades a Dios, los apegos desordenados consentidos, el
irresponsable descuido de las cautelas, van preparando la caída.

La moral no consiste en el cumplimiento mecánico de una serie de preceptos, sino


en nuestra respuesta cordial a la llamada de Dios que se traduce en una actitud
fundamental en el servicio de Dios.

La opción fundamental es la orientación permanente de la voluntad hacia un fin.

Esta actitud debe explicitarse en el fiel cumplimiento de los preceptos, no de modo


rutinario, sino vivificado por el dinamismo que el Espíritu imprime en nuestros
corazones.

La opción fundamental no consiste en liberarse del cumplimiento de determinadas


normas o preceptos, sino muy al contrario, en hacer una llamada a la
interiorización y profundización de la vida de cada cristiano.

La opción fundamental por Dios consiste en colocar a Dios en el centro de la vida.

»Concebirle como el Valor Supremo hacia el cual se orientan todas las tendencias,
y en función del cual se jerarquizan las múltiples elecciones de cada día»14.

La opción fundamental es una decisión libre, que brota del núcleo central de la
persona, una elección plena a favor o en contra de Dios, que condiciona los actos
subsiguientes, y es de tal densidad que abarca la totalidad de la persona, dando
sentido y orientación a su vida entera.

«Es claro que las actitudes determinan nuestro comportamiento moral de forma
positiva o negativa»15.

Las actitudes son predisposiciones estables o formas habituales de pensar, sentir


y actuar en consonancia con nuestros valores. Son, por tanto, consecuencia de
nuestras convicciones o creencias más firmes y razonadas de que algo «vale» y
da sentido y contenido a nuestra vida. Constituyen el sistema fundamental por el
que orientamos y definimos nuestras relaciones y conductas con el medio en que
vivimos.

Evidentemente que en el hombre tienen más valor las actitudes que los actos. Hay
«actos que expresan más bien la periferia del ser y no el ser mismo del hombre.

»Los actos verdaderamente valiosos son los que proceden de actitudes


conscientemente arraigadas.

»Se ve claramente que, aunque la actitud sea lo que define auténticamente al ser
moral del hombre, los actos tienen también su importancia, porque, repetidos,
conscientes y libres van camino de convertirse en actitud»16.
Incluso podemos decir que hay actos de tal trascendencia que, si se realizan
responsablemente y sin atenuantes posibles, son el exponente de una actitud
interna17.

No hace falta que el acto se repita para que sea considerado grave18. Por ejemplo:
un adulterio o un crimen planeado a sangre fría, con advertencia plena de la
responsabilidad que se contrae, buscando el modo de superar todas las
dificultades, y sin detenerse ante las consecuencias con tal de conseguir su deseo,
¿qué duda cabe que compromete la actitud moral del hombre?

La opción fundamental puede ser radicalmente modificada por actos


particulares»19.

No es sincera una opción fundamental por Dios, si después esto no se confirma


con actos concretos. Los actos son la manifestación de nuestra opción20 .

Si la opción fundamental no va acompañada de actos singulares buenos, se ha de


concluir que la tal opción se reduce a buenas intenciones21.

Es en las acciones particulares donde la opción fundamental de servir a Dios se


puede vivir de verdad. (...) La ruptura de la opción fundamental no es sólo por
apostasía»22.

Lo que sí parece cierto es que la actitud no cambia en un momento.

Los cambios vitales en el hombre son algo paulatino.


El pecado mortal que separa al hombre definitivamente de Dios es la consecuencia
final de una temporada de laxitud moral23.

Por eso decimos que el pecado venial dispone para el mortal.

Algunos opinan que al final de la vida, Dios dará a todos la oportunidad de pedir
perdón de sus pecados; pero esta posibilidad de la opción final no tiene ningún
fundamento en la Biblia24. Por eso es rechazada por teólogos de categoría
internacional como Ratzinger, Rahner, Pozo, Alfaro, Ruiz de la Peña, etc.

Hay, además otros pecados llamados pecados de omisión: «los pecados


cometidos por los que no hicieron ningún mal..., más que el mal de no atreverse a
hacer el bien, que estaba a su alcance»25.

Jesucristo condena al infierno a los que dejaron de hacer el bien: «Lo que con
éstos no hicisteis»26. A veces hay obligación de hacer el bien, y el no hacerlo es
pecado de omisión.
«Se equivocan los cristianos, que pretextando que no tenemos aquí ciudad
permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las
tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga a
un más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal de cada
uno.

Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden
entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fueran ajenos del
todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos
de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales.

El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno
de los más graves errores de nuestra época»27.

«Hoy es muy usual en algunos ambientes hablar de pecado social.

»Pero el pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona.

»Una sociedad no es de suyo sujeto de actos morales.

»Lo cierto es que el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás.

»Pero en el fondo de toda situación de pecado hallamos siempre personas


pecadoras»28.

Las estructuras de pecado se deben a los pecados de los hombres.

«Todo pecado es un ultraje a Dios. (...) En un sentido propio y verdadero tan sólo
son pecado los actos que de forma consciente y voluntaria van contra la ley de
Dios. (...) Por eso, precisamente, el hombre es la única creatura que puede ser
pecadora entre los seres que componen la creación visible»29.

Aunque es cierto que pecados personales generalizados crean un ambiente de


pecado, «no se puede diluir la responsabilidad personal en culpabilidades
colectivas anónimas»30

Hay que sentirse responsables de nuestros pecados que deterioran el ambiente.


Hausherr, Profesor del Instituto Oriental de Roma, publicó un libro titulado Le
Penthos en el que habla del influjo de algunos pecados en el medio ambiente
espiritual del Cuerpo Místico de Cristo31.

¿QUE ES EL PECADO?

Nota: El pecado es la desobediencia a Dios la Transgresión, traspasar los


estatutos de Dios y no aceptar el sacrificio de Cristo ni su palabra.
PECADO Desviación moral del ser humano que lo lleva a una conducta
ofensiva a los ojos de Dios. El pecado impide la relación con Dios. En el AT
hay una serie de palabras que expresan el significado de la palabra pecado:
acción deliberada y engañosa, contraria a la voluntad de Dios expresada en la
Ley. El pecado se encuentra en individuos, tribus y naciones. Su origen está en
la desobediencia de Adán y Eva (Gn 3); los profetas lo denunciaron y
condenaron (Jer 9.3; Ez 4.6, 17). Algunos sacrificios establecidos en la Ley (Lv
4.3; Nm 7.16) se ofrecían por la expiación de los pecados. Dios envió a su Hijo
al mundo por causa del pecado (Jn 1.29). Jesús, el Hijo de Dios, es el amigo de
los pecadores, a quienes vino a salvar (Lc 5.30, 32; 7.34). Él quita el castigo y
neutraliza el poder del pecado (Ro 6.2; 1 Jn 3.6, 9; 5.18) por el don de su
Espíritu (Ro 8).

COMO ENTRO EL PECADO A LA HUMANIDAD?

(Romanos 5:12) Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y
por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.

(Genesis 3:3-6)

3pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: “No comeréis
de él, ni lo tocaréis, para que no muráis”.

6Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y
deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a
su marido, el cual comió al igual que ella. 7Entonces fueron abiertos los ojos
de ambos y se dieron cuenta de que estaban desnudos.

(Genesis 4:6) 6Entonces Jehová dijo a Caín:

—¿Por qué te has enojado y por qué ha decaído tu semblante? 7Si hicieras lo
bueno, ¿no serías enaltecido?; pero si no lo haces, el pecado está a la puerta,
acechando. Con todo, tú lo dominarás.

Nota: El pecado no actúa en una manera inmediata, el pecado tiene un origen.


Se inicia cuando llega a la mente, como un dardo. Se acepta y se manda al
corazón y en el corazón

Se engendra, se disfruta, se desea, se codicia, y se actúa.

Cuando sale del corazón es por que ya esta engendrado, y lo que nace puede ser
cualquiera de estos frutos de muerte: ya sea; mentira, codicia, avaricia, idolatría,
maldad, lujuria, adulterio, fornicacion, robo, amargura, desobediencia,
egoísmo, maldicencias,

ejemplo muy claro lo dio Jesús en su palabra .

(Mateo 15:18) 18Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina
al hombre, 19porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios,
los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias.

Pero cual es la puerta del pecado? Una de las principales entradas del pecado es
la vista. Ejemplos:

(Mateo 6:22)22»La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno,
todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo
estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán
las mismas tinieblas?

(Mateo 5:29) 29»Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y


échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo
tu cuerpo sea arrojado al infierno.

(Genesis 3:6) 6Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a
los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió;

(Génesis 42:21) —Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano,


pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba y no lo escuchamos; por
eso ha venido sobre nosotros esta angustia..

41Jesús les respondió:

(Juan 9:41)—Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís:
“Vemos”, vuestro pecado permanece.

(Juan 15:24)24Si yo no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro ha
hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto, y me han odiado a mí y a mi
Padre.
(Mateo 5:27) 27»Oísteis que fue dicho: “No cometerás adulterio”. 28Pero yo
os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón.

(Lucas 6:41)41»¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no


echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 42¿O cómo puedes decir a tu
hermano: “Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo”, no mirando tú la
viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y
entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

(Proverbios 30:17) 17El ojo que se burla de su padre y menosprecia la


enseñanza de la madre, sáquenlo los cuervos de la cañada y devórenlo las crías
del águila.

1»Hice pacto con mis ojos,

(Job 31:1)¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?

2 Porque ¿qué galardón me daría Dios desde arriba?

El Pecado es Individual, el alma que pecare esa morirá!

(Deuteronomio 24:16 )16»Los padres no morirán por los hijos ni los hijos por
los padres; cada uno morirá por su pecado.

El pecado esclaviza: (esclavo: sujeto a servidumbre, a cadenas, y a la voluntad


de otro)

(Juan 8:34) De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado,
esclavo es del pecado.
El pecado produce Frutos por medio de la carne: .

14Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido al pecado.


15Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto,
eso hago. 16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena. 17De
manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí. 18Y
yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien
está en mí, pero no el hacerlo. 19No hago el bien que quiero, sino el mal que
no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el
pecado que está en mí.

(Galatas 5:18) Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lujuria, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, 21envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas.

El Pecado Trae Consecuencia la Muerte :

( Romanos 6:23) 23porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios
es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.

(1 Corintios 15:56) 56porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder


del pecado es la Ley.

(Santiago 1:15) 15Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el


pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
( Romanos 7:12) …Más bien, el pecado, para mostrarse como pecado, produjo
en mí la muerte por medio de lo que es bueno,

( Romanos 8: 2) 2porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado


de la ley del pecado y de la muerte

Nadie esta limpio de Pecado

(Galatas 3:21) 22Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la
promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes.

(Juan 8:7)El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra
contra ella.

12Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos
los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados,

( Romanos 3:9) ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna
manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como gentiles, están
bajo el pecado. 10Como está escrito:«No hay justo, ni aun uno; 11no hay quien
entienda,

(Romanos 5:12) 12Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre
y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.

(romanos 5:13) 13Antes de la Ley ya había pecado en el mundo;

(Santiago2:8) «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», bien hacéis; 9pero si


hacéis acepción de personas, cometéis pecado
(Santiago4:15)17El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado.

El pecado tiene solucion: “En Cristo Jesus”

(Zacarias 3:9) dice Jehová de los ejércitos, y quitaré en un solo día el pecado de
la tierra.

(Juan 1:29) 29Al siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: «¡Este es
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

(Hebreos9:26) pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó una


vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

(2 Corintios 5:21) 21Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado,
para que nosotros seamos justicia de Dios en él.

(Romanos 5:2)Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a


causa del pecado, condenó al pecado en la carne,

2porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte.

(Romanos 5:20-21 )20La Ley, pues, se introdujo para que el pecado abundara;
pero cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia, porque así como el
pecado reinó para muerte, así también la gracia reinará por la justicia para vida
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

(1 Pedro 2:21 )21Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por
nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. 22Él no cometió
pecado ni se halló engaño en su boca.

(1 Pedro 4:1 )1Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros
también armaos del mismo pensamiento, pues quien ha padecido en la carne,
terminó con el pecado,
(1 Juan 3: 4 )4Todo aquel que comete pecado, infringe también la Ley, pues el
pecado es infracción de la Ley. 5Y sabéis que él apareció para quitar nuestros
pecados, y no hay pecado en él

(1 Juan 5: 18 ) 18Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el


pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios lo guarda y el maligno no lo
toca.

Por tanto una vez disuelto y quitado el pecado no puede morar mas en nosotros

(Romanos 5:12 )1¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que


la gracia abunde? 2¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al
pecado, ¿cómo viviremos aún en él

(Romanos 6:11 )11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero


vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

(Romanos 6:14 )14El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo


la Ley, sino bajo la gracia.

(Romanos 6:12 )12No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo
que lo obedezcáis en sus apetitos; 13ni tampoco presentéis vuestros miembros
al pecado como instrumentos de iniquidad,

(Romanos 6:18 )18y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.

(Romanos 6:22 )22 Pero ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos
siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación y, como fin, la vida
eterna,

(Hebreos 12:1 )1Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos
asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra
del trono de Dios.

¿Moraremos pues en el pecado despues de ser limpios?

12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón tan malo e


incrédulo que se aparte del Dios vivo. 13Antes bien, exhortaos los unos a los
otros cada día, entre tanto que se dice: «Hoy», para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado.

(Hebreos 10:18 )18pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por
el pecado.

(1 Juan 3:8) 8El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca
desde el principio.

Pero si alguno pecare abogado tenemos para con el padre

(1 Juan 2:1) 1Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si
alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo.
2Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros,
sino también por los de todo el mundo.[1]

(Lucas 15:21) “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno
de ser llamado tu hijo”. 22Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad el mejor
vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies.
PECADO QUE NO SE PERDONA Pecar contra el Espíritu de Dios (llamado
pecado de Muerte)

(Mateo 12:31)31»Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a


los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
32Cualquiera que diga alguna palabra contra el Hijo del hombre, será
perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo, no será perdonado, ni en
este siglo ni en el venidero.

(1Juan 5:16)16Si alguno ve a su hermano cometer pecado que no sea de muerte,


pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de
muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17Toda
injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte.

Ejemplo

(Mateo 12:24)—24Pero los fariseos, al oírlo, decían: «Este no echa fuera los
demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios»….Y si yo echo fuera
los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces. 28Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los
demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios,

(Hechos 5:3-9)—Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras
al Espíritu Santo y sustrajeras del producto de la venta de la heredad?
4Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti?, y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por
qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.

5Al oir Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y sobrevino un gran temor sobre
todos los que lo oyeron. 6Entonces se levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo
sacaron y lo sepultaron.

7Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo
que había acontecido. 8Entonces Pedro le dijo:

—Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo:—Sí, en tanto.


9Pedro le dijo:—¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí
a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.

Recordemos toda desobediencia es pecado

(Hebreos 2:2) 1Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las
cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2Porque si la palabra dicha
por medio de los ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia recibió
justa retribución, 3¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación
tan grande?

(Romanos 4:8) 8Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de


pecado».

(1 Pedro 1:15)15sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, 16porque escrito está: «Sed
santos, porque yo soy santo».

Pecado grave y pecados cotidianos


(Del documento de la Comisión Teológica Internacional "La reconciliación
y la penitencia")
La conversión como apartamiento del pecado y vuelta a Dios presupone
la conciencia del pecado y de su contraposición a la salvación. La crisis
actual del sacramento de la penitencia está en conexión inmediata con
una crisis de la comprensión del pecado y de la conciencia de pecado,
como se puede comprobar en amplias partes del mundo. En ello juega
también un papel la impresión de muchos hombres de nuestro tiempo, de
que los esfuerzos pastorales de la Iglesia (predicación, catequesis, diálogo
personal, etc.) en muchos aspectos se han quedado atrás comparados con
sus posibilidades. Por ello es necesario explicar, de nuevo, la auténtica
comprensión cristiana del pecado.

Aunque la Sagrada Escritura no nos ofrece una definición propia del


pecado, contiene, sin embargo, una serie de afirmaciones concretas que
desde muchos puntos de vista y en relaciones diversas contienen una
interpretación del pecado. Así la Sagrada Escritura llama al pecado entre
otras cosas:

a) exclusión de la salvación (impiedad, rechazo de reconocer a Dios (Rom


1, 18ss), ruptura de la alianza con Dios;

b) oposición a la voluntad revelada de Dios (άνομία): oposición a la ley de


Dios y a sus mandamientos;

c) injusticia y culpa (άδικία): negarse a vivir según la justicia otorgada por


Dios;
d) mentira y tinieblas: oposición a la verdad de Dios, a Jesucristo que es
el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6), a los otros hombres y a la misma
verdad de ser hombre. El que peca, no viene a la luz, permanece en las
tinieblas.

Sobre este trasfondo aparece claro que cada pecado está en relación con
Dios; es apartarse de Dios y su voluntad, y absolutizar bienes creados.
Por ello, la conciencia y la comprensión del pecado sólo puede tener lugar
por el camino de anunciar a Dios y su mensaje de salvación y de despertar
una renovada y profundizada sensibilidad de Dios. Sólo cuando se hace
claro que el pecado está en relación con Dios, se puede también hacer
inteligible que el perdón de los pecados sólo puede venir de Dios.

Ya en la parénesis y en la práctica penitencial de las comunidades


cristianas primitivas se establecieron distinciones sobre la naturaleza de
los pecados:

a) pecados que excluyen del Reino de Dios como lascivia, idolatría,


adulterio, pederastia, codicia, etc., y que, al mismo tiempo, llevan a la
exclusión de la comunidad;

b) pecados llamados cotidianos.

La distinción fundamental de pecados graves y no graves ha sido


enseñada en toda la tradición de la Iglesia, aunque con diferencias
importantes en la terminología y en la valoración de los pecados
concretos.

Muchas veces se intenta sustituir esta distinción binaria en pecados graves


y no graves, o bien completarla, por la distinción ternaria entre crimina
(peccata capitalia), peccata gravia y peccata venialia. Esta división
ternaria tiene su razón de ser a nivel fenomenológico y descriptivo; sin
embargo, a nivel teológico no se puede borrar la diferencia fundamental
entre el sí y el no a Dios, entre el estado de gracia, la vida en comunión y
amistad con Dios de una parte, y el estado de pecado, el alejamiento de
Dios que lleva a la pérdida de la vida eterna, de otra. Pues entre ambas
cosas no puede darse esencialmente ningún tercer elemento. Así la
distinción tradicional en dos miembros expresa la seriedad de la decisión
moral del hombre.

Con estas distinciones, la Iglesia ya en siglos anteriores —cada vez en los


modos de pensar y en las formas de expresión de la época— ha tenido en
cuenta lo que hoy, en los modos de ver y circunstancias actuales, tiene
mucho peso, en las declaraciones doctrinales de la Iglesia y en las
reflexiones teológicas, sobre la diferencia y la relación entre pecado grave
y no grave:

a) del lado subjetivo: la libertad de la persona humana tiene que verse


desde su relación con Dios. Por eso, se da la posibilidad de que el hombre,
desde el centro de su persona, diga no a Dios como decisión fundamental
sobre el sentido de su existencia. Esta decisión fundamental sucede en el
«corazón» del hombre, en el centro de su persona. Pero, a causa de la
existencia espacial y temporal del hombre, tiene lugar en actos concretos,
en los que la decisión fundamental del hombre se expresa más o menos
plenamente. A esto se añade que el hombre a causa de la ruptura de su
existencia, que ha sido ocasionada por el pecado original, manteniendo el
«sí» fundamental a Dios puede vivir y actuar con «corazón dividido», es
decir, sin pleno compromiso;

b) del lado objetivo se da, por una parte, el mandamiento gravemente


obligatorio con la obligación de un acto en que uno se entrega totalmente,
y, por otra parte, el mandamiento levemente obligatorio, cuya
transgresión normalmente sólo puede ser designada como pecado en un
sentido análogo, pero que, no obstante, no se puede banalizar, porque
también tal modo de actuar entra en la decisión de la libertad y puede ser
o llegar a ser expresión de una decisión fundamental.

La Iglesia enseña esta comprensión teológica del pecado grave, cuando


habla del pecado grave como rechazo de Dios, como alejarse de Dios y
volverse a lo creado, o cuando ve igualmente en cada oposición al amor
cristiano y en el comportamiento contra el orden de la creación querido
por Dios en algo importante, sobre todo en la violación de la dignidad de
la persona humana, una falta grave contra Dios. La Congregación para la
Doctrina de la fe subraya este segundo aspecto haciendo referencia a la
respuesta de Jesús al joven que le preguntaba: «Maestro, ¿qué tengo que
hacer de bueno para conseguir la vida eterna?». Jesús le respondió: «Si
quieres alcanzar la vida, guarda los mandamientos... No matarás, no
adulterarás, no robarás, no mentirás; honra padre y madre. Y amarás a
tu prójimo como a ti mismo» (Mt 19, 16-19).

Según esta doctrina de la Iglesia, la decisión fundamental determina, en


último término, el estado moral del hombre. Pero la idea de decisión
fundamental no sirve como criterio para distinguir concretamente entre
pecado grave y no grave; esta idea sirve más bien para hacer
comprensible teológicamente lo que es un pecado grave. Aunque el
hombre puede expresar o cambiar fundamentalmente su decisión en un
único acto, a saber, cuando este acto se hace con plena conciencia y plena
libertad, sin embargo no tiene que entrar, ya en cada acción concreta,
toda la decisión fundamental de modo que cada pecado concreto tenga
que ser eo ipso ya también una revisión de la decisión fundamental
(explícita o implícita). Según la tradición eclesiástica y teológica, para un
cristiano que se encuentra en estado de gracia y que participa
sinceramente en la vida sacramental de la Iglesia, un pecado grave, a
causa del «centro de gravedad» que constituye la gracia, no es tan
fácilmente posible ni lo normal en la vida cristiana.

Pecado, concupiscencia y elevación


sobrenatural del hombre
Fin sobrenatural, pecado original y sus consecuencias. La promesa del
Redentor.

Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net


1. Elevación sobrenatural del hombre

a) Dios ha querido destinar al hombre a un fin último sobrenatural: la


participación en la vida íntima de la Santísima Trinidad como hijos
adoptivos (cfr. Ephes 1,3-5).

b) Este fin sobrenatural es completamente gratuito; aunque


convenga en razón de la creación del hombre "a imagen y semejanza
de Dios" (Gen 1,26), no es algo exigido por la naturaleza humana, y
es inalcanzable con las solas fuerzas naturales.

c) Para alcanzar su fin último, el primer hombre fue no solamente


creado bueno, sino también constituido en un "estado de santidad y
de justicia original" (cfr. Catecismo, 374-375).
d) "La gracia de la santidad original era una «participación de la vida
divina»105" (Catecismo, 375).

e) Junto con la gracia santificante, Dios concedió a nuestros primeros


padres otros dones que ellos debían trasmitir a sus descendientes.
Estos dones, que suelen llamarse preternaturales, eran: la integridad,
o perfecto sometimiento de los sentidos a la razón; la inmortalidad;
la inmunidad de todo dolor; y la ciencia proporcionada a su estado.

f) De este modo, "todas las dimensiones de la vida del hombre


estaban fortalecidas" (Catecismo, 376):
— "mientras permaneciese en la intimidad divina, el hombre no debía
ni morir (cfr. Gen 2,17 y 3,19) ni sufrir (cfr. Gen 3,16)" (Catecismo,
376);
— el hombre gozaba del «dominio de sí»: "estaba íntegro y ordenado
en todo su ser por estar libre de la triple concupiscencia (cfr. I Ioann
2,16), que lo somete a los placeres de los sentidos, a la apetencia de
los bienes terrenos y a la afirmación de sí contra los imperativos de la
razón" (Catecismo, 377).

g) El hombre fue colocado por Dios en el paraíso ut operaretur, "para


que trabajara" (cfr. Gen 2,15); el trabajo no es un castigo por el
pecado; pero antes del pecado original no experimentaba fatiga
alguna en el trabajo (cfr. Gen 3,17-19). El trabajo es, desde los
inicios de la humanidad, "colaboración del hombre y de la mujer con
Dios en el perfeccionamiento de la creación visible" (Catecismo, 378).

h) "La armonía interior de la persona humana, la armonía entre el


hombre y la mujer, y, por último, la armonía de ellos con toda la
creación constituía el estado llamado «justicia original»" (Catecismo,
376). Toda esta armonía, prevista para el hombre por designio de
Dios, se perdió por el pecado de nuestros primeros padres (cfr.
Catecismo, 379).

2. El pecado original

a) El hombre, tentado por el diablo, perdió confianza en la bondad


paternal de Dios y desobedeció al mandamiento que le había dado,
abusando de su libertad (cfr. Gen 3,1-11). En esto consistió el primer
pecado (cfr. Rom 5,19) y en esto consiste también todo pecado (cfr.
Catecismo, 396-397).

b) El diablo y los otros demonios son ángeles que por soberbia se


rebelaron contra Dios y fueron arrojados del cielo (cfr. Apoc 12,9). El
diablo es "padre de la mentira" (loann 8,44), y con engaños trata de
alejar al hombre de Dios, como hizo para tentar a Eva: "seréis como
dioses" (Gen 3,5; cfr. Catecismo, 391-395).

c) Como consecuencia del pecado, nuestros primeros padres


empiezan a mirar a Dios con miedo y recelo (cfr. Catecismo, 399),
pierden los dones sobrenaturales y preternaturales, y la misma
naturaleza —aunque no esencialmente corrompida— queda herida: la
inteligencia debilitada para conocer la verdad, cae fácilmente en la
ignorancia y en el error; la voluntad, debilitada para el bien, se
inclina fácilmente al mal; los sentidos no obedecen a la razón: "la
armonía en que se encontraban queda destruida" (Catecismo, 400) y,
sobre todo, se realiza la consecuencia explícitamente anunciada para
el caso de desobediencia (cfr. Gen 2,17): el hombre "volverá al polvo
del que fue formado" (Gen 3,19). De este modo "la muerte hace su
entrada en la historia de la humanidad (cfr. Rom 5,12)" (Catecismo,
400).

3. Consecuencias del pecado original para la humanidad

a) Enseña la Sagrada Escritura que así como "por la desobediencia de


un solo hombre, todos fueron constituidos en pecadores, así por la
obediencia de uno sólo [Cristo] muchos quedarán justificados" (Rom
5,19).

b) ´Todo el género humano es en Adán «como el cuerpo único de un


único hombre»106 . Por esta unidad del género humano, todos los
hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están
implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del
pecado original es un misterio que no podemos comprender
plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido
la santidad y la justicia originales no para él sólo sino para toda la
naturaleza humana; cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un
pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana,
que transmitirán en un estado caído107. Es un pecado que será
transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la
transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la
justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado «pecado» de
manera análoga: es un pecado «contraído», «no cometido», un
estado y no un acto" (Catecismo, 404).

c) "Aunque propio de cada uno108, el pecado original no tiene, en


ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la
privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza
humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias
fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al
imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es
llamada «concupiscencia»). El Bautismo, dando la vida de la gracia de
Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las
consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal,
persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual" (Catecismo,
405).

d) "Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto


dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre (...). Ignorar
que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar
a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la
acción social y de las costumbres" (Catecismo, 407).

4. La promesa del Redentor

a) Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios, sino que


recibió la promesa de la victoria sobre el mal y el levantamiento de su
caída por el Mesías Redentor (cfr. Gen 3,15; Catecismo, 410).

b) "Pero ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara?. San
León Magno responde: «La gracia inefable de Cristo nos ha dado
bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio»109. Y
Santo Tomás de Aquino110: «Nada se opone a que la naturaleza
humana haya sido destinada a un fin más alto después del pecado.
Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos
un mayor bien. De ahí las palabras de S. Pablo: Donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5,20). Y el canto del Exultet: Oh
feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!»" (Catecismo,
412).

c) Gracias a la Redención obrada por Cristo, hemos sido hechos de


nuevo partícipes de la vida de la Santísima Trinidad. Por eso, la
elevación sobrenatural es, de hecho, una "nueva creación en Cristo"
(cfr. II Cor 5,17; Gal 6,15) que comporta la elevación o divinización
de todo el ser humano: de la persona, por la filiación divina; de su
naturaleza, por la gracia santificante o habitual; de sus potencias o
facultades del alma, por las virtudes infusas y los dones del Espíritu
Santo:

— por la filiación divina la persona humana es elevada a la dignidad


de hijo de Dios, participando de la Filiación subsistente que es el Hijo;
de este modo no somos ya extraños, sino miembros de la familia de
Dios, domestici Dei (Ef2,19);
— por la gracia habitual o santificante es elevada la naturaleza
humana a participar de la naturaleza divina (cfr. II Petr 1,4). Después
del pecado original, la gracia es participación de la plenitud de gracia
de Cristo (cfr. Ioann 1,16), y no es ya sólo «elevante», sino además
«sanante» de la naturaleza;
— las virtudes sobrenaturales son hábitos infundidos por Dios que
nos hacen "capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida
eterna" (Catecismo, 1813). Por tanto, nos configuran con Cristo.
Virtudes sobrenaturales son las teologales, que tienen directamente a
Dios por objeto (fe, esperanza y caridad), y las morales, que tienen
por objeto los medios para llegar a Dios (prudencia, justicia, fortaleza
y templanza)111;
— los dones del Espíritu Santo "son disposiciones permanentes que
hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo"
(Catecismo, 1830). Completan y llevan a su perfección las virtudes de
quienes los reciben (Catecismo, 1831). Son siete: "sabiduría,
inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios"
(Catecismo, 1831)112.
— las gracias actuales son impulsos de Dios que mueven a obrar; se
distinguen de la gracia habitual en que no constituyen una disposición
permanente (cfr. Catecismo, 2000).
d) La Santísima Trinidad inhabita en el alma en gracia. Su presencia
es fundante del ser y de la vida sobrenatural del cristiano.

5. Algunas consecuencias de nuestra condición de pecadores


llamados a ser hijos de Dios

a) Adoración, agradecimiento y humildad ante la Majestad de Dios, a


quien todo debemos, tanto en el orden natural como en el
sobrenatural (cfr. Catecismo, 2628).

b) Conocimiento de nuestra debilidad de pecadores y de nuestra


grandeza de hijos de Dios:
—"Veritas liberabit vos (Ioann 8,32); la verdad os hará libres. ¿Qué
verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino
de la libertad? Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que
provienen de la relación entre Dios y sus criaturas:

saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de
la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran
Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a damos cuenta de
eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No
lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más
íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de
los que aman al Señor por encuna de todas la cosas"113.

c) Seguridad y confianza en Dios: es Padre misericordioso, que nos


perdona siempre; todo lo ordena a nuestro bien: omnia in bonum;
paciencia en las adversidades y espíritu de reparación.

d) Humildad para reconocer y no extrañarnos de nuestra debilidad


para hacer el bien y evitar el mal (consecuencia del pecado original,
aunque esté perdonado por el Bautismo), y para dolemos de nuestros
pecados personales; confianza en que Dios nos da siempre las gracias
actuales necesarias para vencer toda tentación. Distinguir lo que es
propio de la naturaleza humana (lo natural) de lo que es
consecuencia de la herida del pecado en la naturaleza humana:
después del pecado original, no todo lo que se experimenta como
"espontáneo" es bueno. Es preciso luchar para comportarse de modo
humano y cristiano (cfr. Catecismo, 409).

d) La consideración frecuente de nuestra filiación divina; buscar el


trato con las Tres Personas divinas presentes en el alma en gracia.

Todos los números del catecismo de la Iglesia que tratan el


tema:

CONCUPISCENCIA, cf. Deseo;


Concupiscencia de la carne, 2514, 2520;
Ley y concupiscencia, 1963, 2542;
Pecado y concupiscencia, 1869;
Mandamientos y concupiscencia, 2529, 2534;
Lucha contra la concupiscencia, 978, 1264, 1426, 2520, 2530;
Purificación del corazón y concupiscencia, 2517, 2530;
Significado y clases de concupiscencia, 2514-15.

En la suma teológica Santo Tomás de Aquino.

Catequesis del Papa Juan Pablo II sobre el tema.


Pecados según su gravedad
Pecado Venial, Mortal y contra el Espíritu Santo.

Por: Ma. del Carmen Rodríguez | Fuente: Catholic.net

El pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la Ley de Dios o


de la Iglesia, o cualquier falta en el cumplimiento del deber y de
nuestras obligaciones.

Hay diferentes pecados según su gravedad:

Mortal:

Es el que separa totalmente al hombre de Dios y requiere del


sacramento de la Reconciliación para que sea perdonado. Para que un
pecado sea mortal, se necesita que haya materia grave, pleno
conocimiento, y consentimiento. En otras palabras, que lo que se
hace sea grave, que se conozca la gravedad y que aún así se cometa.
Se merece el castigo de vivir apartados de Dios en la vida eterna.
También hace que se pierdan los méritos alcanzados por las buenas
obras.

Venial

Cuando la materia es leve o cuando se desobedece una materia


grave, pero sin conocimiento, ni consentimiento. El pecado venial
deliberado y sin arrepentimiento nos dispone poco a poco al pecado
mortal, pero no rompe la amistad con Dios totalmente, es
humanamente reparable con la gracia de Dios.

Si alguien se niega a recibir la misericordia de Dios, no será


perdonado. Es lo que llamamos el pecado contra el Espíritu Santo.

El pecado genera una facilidad para el pecado, la repetición de los


malos hábitos nos lleva al vicio. Por ello se nos oscurece la conciencia
y llega un momento en que no sabemos que está bien y que está
mal. Es conveniente luchar contra nuestros malos hábitos antes que
nos lleven a la enemistad total con Dios.

El pecado es una realidad opuesta a la Salvación que Dios nos ofrece.


El pecado nos esclaviza, nos hace menos libres, ya que estamos
esclavizados por nuestras pasiones, vicios, etc.

No hay pecado que no pueda ser perdonado si nos acogemos a la


misericordia de Dios con un corazón arrepentido y humillado.

Son siete...los pecados capitales: Orgullo,


Avaricia, Gula, Lujuria, Pereza, Ira y
Envidia
Pecados Capitales

Son siete: Orgullo, Avaricia, Gula, Lujuria, Pereza, Envidia e Ira.

Por: Catholic.net | Fuente: corazones.org

Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza


humana caída está principalmente inclinada. Es por eso muy
importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a
detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre
estos pecados.

Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4)


como siete:
 Orgullo
 Avaricia
 Gula
 Lujuria
 Pereza
 Envidia
 Ira.
San Buenaventura (Brevil., III,ix) enumera los mismos. El número
siete fue dado por San Gregorio el Grande (Lib. mor. in Job. XXXI,
xvii), y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media.
Escritores anteriores enumeraban 8 pecados capitales: San Cipriano
(De mort., iv); Cassian (De instit. cænob., v, coll. 5, de octo
principalibus vitiis); Columbanus ("Instr. de octo vitiis princip." in
"Bibl. max. vet. patr.", XII, 23); Alcuin (De virtut. et vitiis, xxvii y
sgtes.)

El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que


da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás (II-
II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente
deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos
pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como
su fuente principal”.

Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser


material o espiritual, real o imaginario.

1. Soberbia u Orgullo
Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que
busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios
(Catecismo Iglesia Católica 1866)

Virtud a vencer: Humildad


La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo
tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos
dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no
aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha
descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras
otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo
ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio.

La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto


abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los
dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

2. La Avaricia
Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno
de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo
mandamiento. (CIC 2514, 2534)
Virtud a vencer: Generosidad
Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.
3. La Lujuria
El deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son
desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es
propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la
procreación.

Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la


virtud de la castidad.

Como vencer la lujuria:


Dios bendijo al hombre y a la mujer con atracción mutua. Mientras
ambos viven bajo el amor de Dios, sus corazones buscan el amor
divino que es ordenado hacia darse buscando ante todo el bien del
otro. El placer entonces es algo bueno pero muy inferior. En
comunión con Dios se ama verdaderamente y se respeta a la otra
persona como hijo o hija de Dios y no se le tiene como objeto de
placer. En el orden de Dios se puede reconocer la necesidad de la
castidad para que el amor sea protegido. Es necesario entonces
conocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad.

Pero el pecado desordenó la atracción entre hombre y mujer de


manera que el deseo carnal tiende a separarse de propósito divino y
a dominar la mente y el corazón. La lujuria crece cuanto mas nos
buscamos a nosotros mismos y nos olvidamos de Dios. De esta
manera lo inferior (el deseo carnal) domina a lo superior (el corazón
que fue creado para amar). Cuando la lujuria no se rechaza con
diligencia, el sujeto cae presa de sus propios deseos que terminan
por dominarle y envilecerle.

La lujuria se vence cuando guardamos la mente pura (lo cual requiere


guardarse de miradas, revistas, etc. que incitan a la lujuria) y
dedicamos toda nuestra energía a servir a Dios y al prójimo según
nuestra vocación. Si nos tomamos en serio nuestra vida en Cristo
podremos comprender el gravísimo daño que la lujuria ocasiona y,
aunque seamos tentados estaremos dispuestos a luchar y sufrir para
liberarnos. Un ejemplo es San Francisco, quien al ser tentado con
lujuria se arrojó a unos espinos. Así logró vencer la tentación.

Virtud a vencer: Castidad


Es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según
los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere
dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana
personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo.

4. La Ira
El sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo,
suscitado por un daño real o aparente. La ira puede llegar a ser
pasional cuando las emociones se excitan fuertemente.

Virtud a vencer: Paciencia


Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

"Si buscas un ejemplo de paciencia encontrarás el mejor de ellos en


la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia:
sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, males que
podrían evitarse. Ahora bien, Cristo en la cruz sufrió grandes males y
los soportó pacientemente, ya que en su pasión "no profería
amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría
la boca" (Hch 8,32). Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz:
"Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en
el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo
inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia" (Heb 12,2). -
Santo Tomás de Aquino. Exposición sobre el Credo.

5. La Gula
Es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la
bebida. Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas:
1- Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita.
2- Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en
detrimento de la salud.
3- Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas,
especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance
económico
4- Comer o beber vorazmente dándole mas atención a la comida que
a los que nos acompañan.
5- Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total
de la razón. La intoxicación injustificada que termina en una completa
pérdida de la razón es un pecado mortal.

Virtud a vencer: Templanza


Moderación en el comer y en el beber. Es una de las virtudes. Vence
al pecado capital de gula.

La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de exceso, el


abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas.
Quienes en estado de embriaguez, o por aficción inmoderada de
velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya
propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente
culpables (CIC 2290).

6. La Envidia
Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo
desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se
opone al décimo mandamiento. (CIC 2539)

Virtud a vencer: Caridad


La tercera y principal de las Virtudes Teologales. La caridad es el
amor de Dios habitando en el corazón.

7. La Pereza
Falta culpable de esfuerzo fisico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno
de los pecados capitales. (CIC 1866, 2094, 2733)

Virtud a vencer: Diligencia


Prontitud de ánimo para obrar el bien.

Lo que es el pecado y lo que no es


Dios juzga nuestros pecados tal como los tenemos en la conciencia.

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte

5. Conviene instruirse bien de lo que es pecado y de lo que no


lo es, pues si creo que algo es pecado grave -aunque de suyo
no lo sea- y a pesar de eso lo hago voluntariamente, cometo
un pecado grave.

«La educación de la conciencia es indispensable»122 .

«La formación de la conciencia es una grave obligación moral: el


hombre está obligado a formar una conciencia recta.
»En caso contrario, se hace responsable de todas sus faltas, aun las
cometidas con ignorancia»123.

«Una conciencia equivocada es culpable si se debe a despreocupación


por conocer la verdad y el bien»124.

«La conciencia es la norma subjetiva próxima del actuar.

»Es decir, que en la determinación última, la conciencia decide.

»Esto parece obvio cuando se trata de la conciencia recta, asentada


en criterios verdaderos.

»Pero, ¿también en caso de error invencible, el hombre ha de seguir


el dictamen de su conciencia? La respuesta es afirmativa. (...)

»Pero la conciencia errónea plantea hoy serios problemas


pastorales dado que, debido a la situación doctrinal confusa, (...) no
es fácil discernir cuándo alguien está en ignorancia culpable, o
simplemente se debe a que ha sido instruido en tales errores»125.

6. Por lo tanto, una acción pecaminosa no será pecado, si al hacerla


yo no sé que es pecado.

Una acción lícita y permitida será pecado, si al hacerla yo creo


erróneamente que es pecado y la hago libremente.

El pecado será grave, si al hacerlo yo lo tenía por grave, aunque de


suyo la materia no sea grave.

El pecado será leve, si al hacerlo yo lo tenía por venial, aunque


después me entere que la materia fue grave.

El pecado ya cometido fue leve, pero si lo repito después de conocer


su gravedad, la misma acción será ahora pecado grave.

La razón de todo esto es que Dios juzga nuestros pecados tal como
los tenemos en la conciencia.

Lo que Dios castiga es la mala voluntad que tenemos al hacer una


cosa, no las equivocaciones o errores involuntarios.

Pero debemos procurar tener bien formada la conciencia.

«Quien duda de si está en la verdad, ha de poner los medios para


salir de esa situación»126.

Evidentemente que la moralidad de un acto está condicionado por


circunstancias que pueden ser agravantes, atenuantes y hasta
excusantes. Pero esto no obsta para que haya normas morales
objetivas.

La moral de situación descarta estas normas objetivas y sólo


atiende, como norma de moralidad, al juicio particular de cada uno,
prescindiendo del recto orden objetivo127.

Algunos, siguiendo la doctrina de Max Weber, de la «ética de la


intención», sostienen que la fuente de la moralidad es el fin que se
proponga el agente. Pero Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis
splendor rechaza esta doctrina diciendo: «Si el objeto de la acción
concreta no está en sintonía con el verdadero bien de la persona, la
elección de tal acción es moralmente mala»128.

7. Para pecar basta tener intención de hacer lo que es pecado,


aunque después no se realice.

Soy culpable del pecado en el momento en que he decidido


cometerlo.

Por ejemplo: peca gravemente quien ha tenido intención de cometer


un adulterio, aunque después, por alguna dificultad que surgió, no lo
haya realizado en la práctica.

El pecado realizado es más grave, pero sólo el intentarlo ya es


pecado.

Uno coge cierta cantidad de dinero con intención de robar, y luego se


entera que robó su propio dinero: ha
cometido pecado formal aunque no haya sido pecado material.

Dos palabras sobre la doctrina del doble efecto:


«Se puede tener en cuenta la doctrina clásica sobre las cuatro
condiciones que se requieren para actuar cuando de la acción se
siguen dos efectos, uno bueno y otro malo.
Son las siguientes:

a) Que la acción, en sí misma, sea buena o al menos indiferente.


b)Que el fin perseguido sea obtener el efecto bueno y, simplemente,
permitir el m alo.
c) Que el efecto primero o inmediato que se ha de seguir sea el
bueno y no el malo.
d) Que exista causa proporcionalmente grave para actuar»129.

8. El 6 de agosto de 1993 el Papa Juan Pablo II firmó la encíclica


«Veritatis splendor». La encíclica ha venido a terminar con
el subjetivismo moral que se estaba extendiendo en la Iglesia.

Muchos se creen con el derecho de decidir ellos mismos lo que es


bueno y lo que es malo, según su conciencia; prescindiendo de la ley
de Dios, tanto natural como positiva.

El bien y el mal tienen un valor objetivo, y no dependen de las


opiniones de los hombres.

Es importante la opción fundamental de orientar la vida hacia Dios.


Pero, aunque no haya un rechazo explícito de Dios, se incurre
en pecado mortal por una transgresión voluntaria de la ley moral
en Materia grave.

Monseñor Yanes, Presidente de la Conferencia Episcopal Española,


ha dicho: «Veritatis splendor» es una presentación amplia de algunos
aspectos fundamentales de la moral cristiana. (...). La encíclica es
una invitación a la reflexión. Supone el sincero deseo de buscar y
encontrar la verdad. Exige tomar en serio nuestra vida y nuestra
vocación delante de Dios»130.

Dice la encíclica:
«La conciencia no está exenta de la posibilidad de error (nº62). El
mal cometido a causa de una ignorancia invencible o de un error de
juicio no culpable puede no ser imputable a la persona que lo hace
(...), pero cuando la conciencia es errónea culpablemente porque el
hombre no trata de buscar la verdad, compromete su dignidad
(nº63).

El hombre tiene obligación moral grave de buscar la verdad y seguirla


una vez conocida (nº34).

Es pecado mortal lo que tiene como objeto una Materia grave y es


cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento (nº70).

Con cualquier pecado mortal cometido deliberadamente, el hombre


ofende a Dios que ha dado la ley (...); a pesar de conservar la fe
pierde la gracia santificante (nº68).
La opción fundamental es revocada cuando el hombre compromete
su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario en materia
moral grave (nº67).

Los cristianos tienen en la Iglesia y en su Magisterio una gran ayuda


para la formación de la conciencia (nº64). La Iglesia ilumina sobre la
verdad objetiva de la ley natural, obra de Dios (nº40).

El hombre que se desengancha de la verdad objetiva de la ley natural


se equivoca (nº61).

Es inaceptable que se haga de la propia debilidad El Criterio de la


verdad para justificarse uno mismo (nº104), adaptando la norma
moral a los propios intereses (nº105).

La conciencia no es una fuente autónoma para decidir lo que es


bueno o malo (nº60). Por voluntad de Cristo la Iglesia Católica es
maestra de la verdad, y su misión es (...) declarar y confirmar con su
autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma
naturaleza humana (nº64).

El Señor ha confiado a Pedro el encargo de confirmar a sus


hermanos (nº115). La Iglesia se pone al servicio de la conciencia
ayudándola a no desviarse de la verdad (nº 64, 110, 116).

Los fieles están obligados a reconocer y respetar los preceptos


morales específicos declarados y enseñados por la Iglesia en el
nombre de Dios (nº76). Los fieles, en su fe, deben seguir el
Magisterio de la Iglesia, no las opiniones de los teólogos (Prólogo).

La Iglesia tiene autoridad no sólo en cuestiones de fe sino también en


cuestiones de moral (nº28 y 95). La fe tiene un contenido moral:
suscita y exige un compromiso coherente con la vida (nº83).

Una verdad no es acogida auténticamente si no se traduce en hechos,


si no es puesta en práctica (nº88). La libertad no es un valor absoluto
(nº32). La libertad debe someterse a la verdad (nº34).

No hay libertad fuera de la verdad (nº96). Se llegaría a una


concepción relativista de la moral (nº33). La revelación enseña que el
poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino
sólo a Dios (nº35). La doctrina moral no puede depender de una
deliberación de tipo democrático (nº113).

La ley natural es universal en sus preceptos, y su autoridad se


extiende a todos los hombres (nº51). A ella deben atenerse tanto los
poderes públicos como los ciudadanos (nº97 y 101).
Las opiniones de los teólogos no constituyen la norma de enseñanza
(nº116). En la oposición a la enseñanza de los Pastores no se puede
reconocer una legítima expresión de la libertad cristiana ni de las
diversidades de los dones del Espíritu Santo (nº113).

Los Pastores tienen el deber (...) de exigir que sea respetado siempre
el derecho de los fieles a recibir la doctrina católica en su pureza e
integridad (nº113). Hay verdades y valores morales por los cuales se
debe estar dispuesto a dar incluso la vida (nº94).

Ninguna doctrina filosófica o teológica complaciente puede hacer


verdaderamente feliz al hombre: sólo la cruz y la gloria
de Cristo resucitado, pueden dar paz a su conciencia y salvación a su
vida (nº120).

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Pecado Mortal o Venial: La Eterna Duda


Extensa es la lista de actos o situaciones por las cuales la gente se
pregunta si tal cosa es pecado o no

Por: Steven Neira | Fuente: Capsulas de Verdad


Extensa es la lista de actos o situaciones por las cuales la gente se
pregunta si tal cosa “es pecado o no”. Desde copiar en un examen hasta
desperdiciar la comida, sin embargo, las situaciones se extienden a un número
interminable, al punto de que muchas veces se puede caer en un serio
fariseísmo. Justamente por ello, la Iglesia no tiene una lista con todos los
actos o situaciones en las que la gente se le pueda ocurrir estar envuelta,
y menos – como muchos quisieran – tiene un “pecadómetro” para medir
de qué momento a qué momento se convierte algo en pecado. Sin embargo,
nos da lineamientos claros para poder formar nuestra consciencia al respecto.
Naturaleza del pecado
Es importante entender que todo pecado es malo. Todo pecado tiene un
efecto negativo en nosotros y en los demás, aunque algunos son más dañinos
que otros. De hecho, algunos son tan dañinos que pueden ser mortales.
Obviamente – y aclaro por si es necesario – esto no quiere decir que cometiendo
ciertos actos podemos caer muertos allí mismo, sino que, algunos pecados
pueden causarnos una muerte espiritual. Estos pecados que nos causan la
muerte espiritual es lo que la Iglesia llama pecados mortales. Mientras que,
aquellos que son dañinos pero no mortales, son los que la Iglesia llama pecados
veniales.
Ante esta realidad, la Iglesia nos da ciertos criterios para poder definir si
algo puede ser considerado pecado mortal o venial. Esto, no con el fin de
convertirnos en fariseos, y mucho menos para caer en escrúpulos confesándose
hasta cinco veces a la semana.
Criterios para detectar un pecado mortal

La Iglesia nos enseña que hay tres aspectos que uno debe cuestionarse para
determinar si algo es o no un pecado mortal:
¿Es materia grave?
En otras palabras, ¿es una ofensa seria y directa contra los Mandamientos
de Dios? Una guía práctica para responder esta pregunta la encontramos en los
Diez Mandamientos[2]. Se debe considerar el pecado en sí mismo, pero
también el daño que ha causado (un pecado contra nuestros padres puede
ser mucho más grave que si lo hubiésemos cometido a un extraño), y así
como también el daño causado por el mismo (por ejemplo, robar $20000 a tu
jefe, es mucho más grave que robarte un lápiz del trabajo).
Básicamente, para que un pecado sea considerado como “de materia
grave”, debe ser una gran ofensa a las Leyes de Dios – y por tanto a Dios –
, y que puede además causar mucho daño.
¿Tengo plena consciencia del acto pecaminoso?
Plena consciencia implica saber con certeza que lo que se hace es pecado.
Por ejemplo, si alguien jamás estuvo consciente de que la contracepción (control
artificial de la natalidad) era un pecado y contrario al plan de Dios con respecto
al sexo, esa persona no podría considerarse plenamente culpable (es decir,
merecer una culpa) por dicho pecado. Así es señores, el conocimiento es un
poder que implica una gran responsabilidad, algo que san Pedro conocía
muy bien y nos lo transmitió mucho antes que el tío de Spiderman.
¿El pecado se llevó acabo con pleno consentimiento?
Quiere decir que el acto se realizó libremente luego de una decisión
consciente.Las acciones que son realizadas bajo amenaza o algún tipo de
fuerza (como que nos apunten con un arma en la cabeza, o algo así de
dramático), o acciones que son efectuadas en un momento en que la consciencia
no es plena y hay falta de lucidez (por ejemplo, bajo la influencia de drogas,
alcohol o una situación psicológica particular) pueden limitar el grado de culpa
de la persona. Pero OJO, esto en ningún momento quiere decir que la acción
en sí misma no es un pecado; sino que la persona puede no ser culpable
del todo.
Y así, para que un pecado sea considerado pecado mortal, deben estar
presentes LAS TRES condiciones. En resumen: un pecado es mortal cuando
hay materia grave, y hay pleno conocimiento de su pecaminosidad, y se ha
elegido libremente cometerlo. Si alguna de estas condiciones no se cumple, el
pecado no sería mortal sino venial.
El pecado mortal y el Dios de Amor
Nunca falta quienes tratan de decir que no existe tal cosa como “pecados
mortales”, debido a que Dios es un Dios de Amor, y por tanto perdona todo (algo
que es correcto). Sin embargo, si nos damos cuenta de las tres premisas antes
mencionadas, nos daremos cuenta que no es Dios quien nos “retira” su
Gracia, sino que somos nosotros quienes consciente, libre y
deliberadamente decidimos apartarnos de ella. Para hacerlo más gráfico, al
cometer un pecado mortal, el mensaje es el siguiente:
“Sé que lo que estoy haciendo es una ofensa seria contra Tu ley y que tendrá un
efecto mortal en mi relación contigo, pero no me importa. Voy a hacerlo
libremente de todas maneras.”
… Eso suena a un rechazo bastante GRANDE de Dios, así que el nombre de
“pecado mortal” lo tiene bien merecido.
¿Y el pecado venial?
¿Qué hay de los pecados veniales? ¿No son gran cosa entonces? ¡Claro que sí!
Recordemos que todo pecado es una ofensa a Dios y daña nuestra relación con
El y con los demás. Mientras más pecamos (así sean pecados veniales) más
se debilitará nuestra capacidad de amar y servir a Dios.
Hay que entender que a Dios no le basta con darnos la gracia suficiente para
sobrevivir, sino que quiere darnos todo lo necesario para ser perfectamente
santos
IMPORTANTE
Un pensamiento final para que tengamos en mente: aunque seamos capaces
de observar las acciones de otros y determinar si lo que hacen es de
materia grave (por ejemplo, si escuchamos de alguien que cometió un
asesinato), no podemos determinar el estado de su alma. Tampoco tenemos
idea de hasta qué punto la persona es consciente de su pecado y mucho menos
el grado de libertad con el que lo cometió.
Aunque podamos decir que objetivamente un asesinato es un una grave ofensa
contra Dios, no podemos decir que esa persona sea culpable de pecado mortal,
o que ha sido separada de la gracia de Dios. Confiamos por ello a todos los
pecadores (incluyéndonos a nosotros) a la misericordia de Dios.

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