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CUADERNOS
de pensamiento político
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CUADERNOS
de pensamiento político
EDITA
FAES: FUNDACIÓN PARA EL ANÁLISIS Y LOS ESTUDIOS SOCIALES
PATRONATO
PRESIDENTE: JOSÉ MARÍA AZNAR
VICEPRESIDENTA: MARÍA DOLORES DE COSPEDAL
VOCALES
ÁNGEL ACEBES JORGE MORAGAS
ESPERANZA AGUIRRE ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO
FRANCISCO ÁLVAREZ-CASCOS EUGENIO NASARRE
CARLOS ARAGONÉS MARCELINO OREJA AGUIRRE
JAVIER ARENAS ANA PALACIO
RAFAEL ARIAS-SALGADO ANA PASTOR
JOSÉ ANTONIO BERMÚDEZ DE CASTRO JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA
MIGUEL BOYER MANUEL PIZARRO
JAIME IGNACIO DEL BURGO MARIANO RAJOY
PÍO CABANILLAS ALBERTO RECARTE
PILAR DEL CASTILLO CARLOS ROBLES PIQUER
MIGUEL ÁNGEL CORTÉS JOSÉ MANUEL ROMAY BECCARÍA
LUISA FERNANDA RUDÍ
GABRIEL ELORRIAGA
JAVIER RUPÉREZ
JAVIER FERNÁNDEZ-LASQUETTY
SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA
MANUEL FRAGA PEDRO SCHWARTZ
GERARDO GALEOTE DANIEL SIRERA
JAIME GARCÍA-LEGAZ ALFREDO TÍMERMANS
LUIS DE GRANDES ISABEL TOCINO
JUAN JOSÉ LUCAS MAURICIO TOLEDANO
JOSÉ MARÍA MARCO BAUDILIO TOMÉ
RODOLFO MARTÍN VILLA FEDERICO TRILLO-FIGUEROA
ANA MATO JUAN VELARDE
ABEL MATUTES ALEJO VIDAL-QUADRAS
PEDRO ANTONIO MARTÍN CELIA VILLALOBOS
JAIME MAYOR OREJA EDUARDO ZAPLANA
MERCEDES DE LA MERCED JAVIER ZARZALEJOS
SECRETARIO GENERAL: JAIME GARCÍA-LEGAZ
DIRECTOR: JAVIER ZARZALEJOS
REDACCIÓN: MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO, JOSÉ MANUEL DE TORRES

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ISSN: 1696-8441 Depósito Legal: M-45040-2003

CUADERNOS de pensamiento político


no comparte necesariamente las opiniones expresadas por sus colaboradores

Esta revista ha recibido una subvención de la Dirección General del Libro Archivos y Bibliotecas para su difusión en
Bibliotecas, Centros culturales y Universidades de España, para la totalidad de los números editados en el año
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CUADERNOS
de pensamiento político
Julio / Septiembre
27
Índice 2010

7 Nota editorial
11 LUIS DE GUINDOS
La encrucijada de la economía española
33 GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL
La UE y la crisis del euro
55 ANTONIO MORALES MOYA
Crisis de la identidad española y situación actual del hispanismo
77 MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO
Exclusión o integración: una alternativa trágica en la historia española
del siglo XX
95 ÁNGEL RIVERO
La crisis de la socialdemocracia en Europa
115 GUILLERMO GRAÍÑO
La difícil fundamentación de la izquierda: vida, moral y naturaleza
133 JORGE DEL PALACIO
El PSOE y la cuestión nacional
145 EUGENIO NASARRE
La gran ruptura de la educación en Europa
165 MAURICIO ROJAS
España y los retos de la inmigración
189 JOSÉ CANOSA
La lucha por la energía nuclear

RESEÑAS
203 JOSÉ MARÍA MARCO: La democracia en América (Alexis de Tocqueville) Edición crítica de Eduardo Nolla
206 JUAN VELARDE: Las paradojas de la libertad. España, desde la Tercera de ABC (Benigno Pendás)
209 MIRA MILOSEVICH: The Roads to Modernity (Gertrude Himmelfarb)
213 IRENE CORREAS SOSA: Conducta humana y sociedad civil. Introducción a la filosofía política
de M. Oakeshott (F.J. López Atanes)
215 CARMEN ISOLINA EGEA: God Is Back: How the Global Revival of Faith Is Changing the World
(John Micklethwait, Adrian Wooldridge, Joanne J. Myers)
218 ÁLVARO DE LA TORRE: Es la hora. David Cameron (Juan Milián)
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CUADERNOS
de pensamiento político

Presentación

Cuadernos de Pensamiento Político es una revista trimestral editada por la Fundación


FAES que pretende contribuir al fortalecimiento de los valores de la libertad, la demo-
cracia y el humanismo occidental y promover y difundir ideas basadas en la libertad
política, intelectual y económica, así como divulgar los frutos de la política y de las po-
líticas que se fundamentan en la tradición liberal-conservadora.
Cuadernos de Pensamiento Político se dirige al público interesado en la política es-
pañola e internacional.

Instrucciones para los autores


TEMAS: Cuadernos de Pensamiento Político publica artículos sobre Derecho Político,
Ciencia Política, Economía, Sociología, Relaciones Internacionales, Cultura o cualquier
otra área de conocimiento relevante para el estudio de la política española e interna-
cional.
ENVÍO DE ORIGINALES Y NORMAS DE EDICIÓN: Los autores interesados pueden en-
viar sus trabajos a cuadernos@fundacionfaes.org. La extensión máxima de los origi-
nales será de 12.000 palabras en el caso de los artículos y de 2.000 en el caso de
las reseñas, y estarán escritos en lengua española y en Microsoft Word. Las citas de
los artículos se efectuarán según el modelo Harvard; las reseñas no incluirán notas y
sí una imagen escaneada (a más de 200 ppp) de la portada de la obra reseñada, así
como su referencia bibliográfica completa. En los artículos se hará constar un breve
resumen del contenido y una breve lista de palabras clave. Cuadernos de Pensamiento
Político no se obliga a sostener correspondencia acerca de los originales recibidos, que
deberán ser inéditos y no estar pendientes de evaluación en ninguna otra publicación.
Los autores incluirán en su envío su referencia postal y su número de contacto tele-
fónico, así como una breve nota biográfica.
DERECHOS DE EDICIÓN: Los autores de las obras seleccionadas para su publicación
cederán a Cuadernos de Pensamiento Político todos sus derechos sobre la obra (ex-
cepto aquellos que la ley pueda establecer como intrasmisibles), incluyendo los rela-
tivos a su publicación en la web de la Fundación FAES.
PROCESO DE SELECCIÓN: La Fundación FAES decidirá sobre la publicación de los ori-
ginales recibidos según las instrucciones indicadas a la vista de dos informes de eva-
luación emitidos por especialistas ajenos a la organización editorial de la revista y
manteniendo el anonimato de los autores.
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NOTA EDITORIAL

inalmente, y como era de imaginar, la Presidencia española de la

F Unión Europea ha resultado ser inolvidable. Por primera vez, no sólo


no ha servido para otorgar una relevancia especial al país que la
ejerce sino que se ha producido la circunstancia opuesta: ante los ojos de
toda Europa el Gobierno español ha revelado su hechura adolescente, por
momentos pueril, y ha hecho explícita su completa incapacidad para con-
ducirse de un modo responsable. No es de extrañar que haya dejado en-
trever su alivio al saberse liberado del peso de una obligación que día a día
ponía de manifiesto la inmensa distancia que media entre sus responsabi-
lidades y sus capacidades.

Se nos pidió permanecer atentos al gran día, pero la conjunción no ha


sido planetaria, sólo ha sido adversativa. El Gobierno esperaba del semes-
tre europeo un nuevo impulso y un nuevo protagonismo internacional, sin
embargo, apenas podemos recordar la grotesca imagen de un magistrado,
sedicente apóstol de la justicia universal, recibiendo agradecido el apoyo
público de quien ha introducido en la Constitución de Bolivia la “jurisdic-
ción indígena originario campesina”, a la que obligatoriamente han de su-
jetarse los miembros de cualquier pueblo indígena –que quedan
irremediablemente confinados en ese estatuto personal– y que debe ser
acatada por “toda autoridad pública o persona”, según una “Ley de des-
linde jurisdiccional”.

Se ha aprovechado la Cumbre Unión Europea-América Latina para ce-


lebrar el final de la nación boliviana en sentido moderno y la regresión
hacia la servidumbre, con la whipala como estandarte y símbolo del “Es-
tado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”. Estado de

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CUADERNOS de pensamiento político

raíz teocrática y, al parecer, también “pachamamacrática”, puesto que Bo-


livia se “refunda”, dice la nueva Constitución, gracias a Dios y a la fuerza
de la Pachamama.

Todo un “hito” en el establecimiento de bases sólidas sobre las que cons-


truir una comunidad de derecho moderna, en el empeño de proporcionar
a todos, y especialmente a los más humildes, la redención personal que
nace de saberse un miembro de pleno derecho de la comunidad política
nacional, de la seguridad jurídica y de la igualdad de oportunidades.

Que la política exterior de España hacia América Latina y que el pro-


pio Gobierno queden asociados a personas y sucesos como éstos debiera
causar en los españoles un profundo bochorno, pero aún más debiera cau-
sarlo que este tipo de aventurerismo moral y político se haya convertido
en todo un principio de actuación gubernamental perfectamente recono-
cible ya en todo el planeta, por haber contado como escenario con la Pre-
sidencia europea.

En estas condiciones, la supresión de buena parte de las actividades pro-


gramadas durante el semestre de Presidencia española ha sido una medida
de autoprotección que debe agradecerse.

Llevado al terreno del gobierno económico, este policy style naif y al-
ternativo ha bastado para disparar en nuestros socios comunitarios todas
las alertas sobre el destino de España y sobre el suyo propio. Y, en último
término, ha originado un eclipse sin precedentes del control del Gobierno
sobre sus propios actos. El día 12 de mayo de 2010 quedará marcado en
la historia política española como el día que el presidente del Gobierno
anunció que pese a haber cambiado de opinión en todo en apenas unas
horas seguía teniendo razón en todo, puesto que seguía teniendo a su dis-
posición una mayoría parlamentaria que estaba dispuesta a respaldarlo.

Desde ese instante, parece que la consigna ha sido apoyar los actos del
Gobierno mediante el argumento de que Merkel o Cameron hacen lo
mismo, e incluso de manera mucho más radical.

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NOTA EDITORIAL

Pero el ejemplo alemán o el del Reino Unido son en realidad contrae-


jemplos, y el hecho de que se emplee la palabra “recorte” con la preten-
sión de igualar lo que se hace allí y lo que estamos haciendo aquí no sirve
para dar cuenta de la supuesta similitud de esas políticas sino de la insu-
ficiencia de nuestra mirada sobre ellas. Porque falta el detalle de que los
ejemplos propuestos nacen de procesos electorales que envían a la opo-
sición a la izquierda y sitúan en el Gobierno a personas y partidos con-
vencidos de lo que hacen y comprometidos con el buen gobierno,
mientras que aquí empieza a considerarse como un acto subversivo soli-
citar que se celebren elecciones.

Y falta también el hecho de que el Gobierno acompañe cada golpe de


tuerca de su ajuste –sin que hasta ahora hayan quedado establecidas las
responsabilidades del desajuste– con una salmodia quejumbrosa por lo que
no tiene más remedio que hacer porque lo obligan, pero que quisiera no
tener que hacer y dejará de hacer en cuanto pueda zafarse de quienes lo
acechan. No es ése el tipo de Gobierno que se necesita sino otro que com-
prenda los efectos reparadores y la justicia de sus políticas y que, por ello,
quiera impulsarlas con decisión y coherencia.

El Gobierno español, sin embargo, obra instado por terceros y contra-


riando sus convicciones y sus deseos, y eso casi asegura el fracaso de la
operación.

Pero ante la evidencia de un Gobierno pasmado, sobrepasado, más que


apelar a un vacuo patrioterismo ocupado en denunciar la subordinación de
España a Gobiernos extranjeros conviene recordar que lo ocurrido en las
últimas semanas no ha sido que desde fuera se nos haya “impuesto” lo que
debemos hacer, sino que se nos ha “recordado” y “reclamado” lo que diji-
mos que íbamos a hacer y, de hecho, hicimos durante los Gobiernos del
PP. Nadie debería dar pábulo a la idea de un país sometido a voluntades
extranjeras; lo que hay es un país abandonado por su Gobierno, un país que
respaldó y aplaudió los acuerdos cuyo cumplimiento se nos requiere pero
el Gobierno niega, acuerdos que son buenos para España. Nada se nos
pide que no hayamos comprometido por propia voluntad.

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CUADERNOS de pensamiento político

Padecemos un problema de rumbo y de pulso, los que el Gobierno no


tiene. Sufrimos los efectos de las malas políticas escogidas libremente por
él, que siempre ha podido hacer algo distinto y mejor que lo que ha deci-
dido hacer.

Y siempre habrá quien quiera descargar sus propias y personalísisimas


responsabilidades sobre los hombros de toda la nación o sobre las fuerzas
de la historia. Pero cuando lo haga debe encontrarse enfrente a quien esté
dispuesto a decirle la verdad.

Con esa idea, el número 27 de Cuadernos de Pensamiento Político presenta


los siguientes estudios: La encrucijada de la economía española, de Luis de
Guindos; La Unión Europea y la crisis del euro, de Gerardo Serrano y Frank
Central; Crisis de la identidad española y situación actual del hispanismo, de An-
tonio Morales Moya, Exclusión o integración: una alternativa trágica en la his-
toria española del siglo XX, de Manuel Álvarez Tardío; La crisis de la
socialdemocracia en Europa, de Ángel Rivero; La difícil fundamentación de la
izquierda: vida, moral y naturaleza, de Guillermo Graíño; El PSOE y la cues-
tión nacional, de Jorge del Palacio; La gran ruptura de la educación en Eu-
ropa, de Eugenio Nasarre; España y los retos de la inmigración, de Mauricio
Rojas; La lucha por la energía nuclear, de José Canosa.

Las reseñas son las siguientes: La democracia en América (Alexis de Toc-


queville. Edición crítica de Eduardo Nolla), por José María Marco; Las pa-
radojas de la libertad. España, desde la Tercera de ABC (Benigno Pendás), por
Juan Velarde; The Roads to Modernity (Gertrude Himmelfarb), por Mira Mi-
losevich; Conducta humana y sociedad civil. Introducción a la filosofía política de
M. Oakeshott (F.J. López Atanes), por Irene Correas Sosa; God Is Back: How
the Global Revival of Faith Is Changing the World (John Micklethwait, Adrian
Wooldridge, Joanne J. Myers), por Carmen Isolina Egea; y Es la hora. David
Cameron (Juan Milián), por Álvaro de la Torre.

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LUIS DE GUINDOS

LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA
ESPAÑOLA

INTRODUCCIÓN

spaña está atravesando un momento económico trascendental en su

E historia. Las decisiones que se tomen ahora serán especialmente im-


portantes y marcarán el futuro a medio plazo de la economía espa-
ñola. Nuestra situación es grave: el paro alcanza ya el 20%, y hay cerca de
cinco millones de personas sin empleo; el estado de las cuentas públicas es
alarmante, con un déficit público del 11%; el déficit por cuenta corriente,
que venía de ser de un 10%, denota una grave falta de competitividad de
la economía española. Por si fuera poco, las perspectivas de organismos
internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) o la
propia Unión Europea son poco alentadoras. Las agencias de rating como
Standard & Poors o Fitch ya han cuestionado la calidad de muestra deuda
pública.

Luis de Guindos es director del Centro PwC/IE del Sector Financiero. Coordinador del libro España:
claves de prosperidad. Gota a Gota, 2010.

*
Agradezco a Gonzalo Figar su colaboración para la elaboración de este artículo. Los errores son
únicamente responsabilidad mía.

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CUADERNOS de pensamiento político

Pese a lo preocupante de la situación, es posible corregir el rumbo. Si


se toman las medidas adecuadas, si se implementan las reformas necesarias
para oxigenar y dar impulso a la economía española, España puede iniciar
el viaje de la recuperación y volver a crecer y crear empleo. Pero, por el
contrario, si no se ponen en práctica las reformas necesarias, si se siguen
practicando políticas basadas en el inmovilismo y el gasto público desme-
dido, España estará condenada a un periodo largo de estancamiento.

Para poder diseñar y llevar a cabo un plan económico coherente y efi-


caz, es necesario conocer cuáles son los principales problemas que afligen
a la economía española, y qué consecuencias se derivan de ellos. A lo largo
de este artículo, intentaré explicar cuál es mi visión sobre estos asuntos.
También realizaré una aproximación sobre las dificultades que está atra-
vesando la moneda común, el euro, en la actualidad, motivadas en primera
instancia por los problemas de la economía griega. Finalmente, propondré
una serie de medidas que considero imprescindibles, y que en mi opinión
deben constituir el núcleo de ese plan económico que considero esencial
e inaplazable para revitalizar la economía española.

Como decía, es un momento trascendental en la historia económica de


España. Es el momento de tomar las decisiones adecuadas. Es el momento
de tomar el camino correcto, sin olvidar que éste muchas veces no coin-
cide con el camino fácil. España lo necesita.

TRES DESEQUILIBRIOS DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

La recesión que sufre actualmente la economía española es consecuencia


de una serie de graves desequilibrios que han venido lastrando a nuestro
país en los últimos años, y que no se han sabido corregir. Estos desequili-
brios son propios de España, y no son consecuencia de la crisis interna-
cional, si bien el estallido de ésta actuó de catalizador potenciando los
peligros intrínsecos que acarreábamos los españoles. Cualquier respuesta
que se le quiera dar a la crisis pasa por entender estos desequilibrios y
tomar medidas para corregirlos. Si no, se corre el riesgo de un largo periodo
de bajo crecimiento (en forma de L). Por ello se hace conveniente realizar

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

un conciso análisis sobre cuáles han sido esos desequilibrios y cómo han
afectado a la economía española en su conjunto.

Los rasgos que mejor definen el origen de la crisis actual son una com-
binación de endeudamiento privado muy elevado, burbuja inmobiliaria y
pérdida de competitividad; como he dicho, todo ello en un entorno de cri-
sis financiera internacional. Estos factores no son independientes, sino que
se desarrollaron entrelazados. Su aparición responde a causas comunes,
como es una política monetaria muy laxa, y seguramente errores de regula-
ción y supervisión. El estallido de la burbuja inmobiliaria tuvo una primera
víctima en los balances bancarios, que eran los principales proveedores de
crédito al sector, y que además contaban con unos activos inmobiliarios in-
flados como garantía. La coincidencia de todos estos factores ha generado
la peor recesión en muchas décadas, pero principalmente ha llevado a que
hayamos perdido cerca del 10% del empleo en el sector privado.

1) Alto nivel de endeudamiento de las familias y las empresas

En los años posteriores al estallido de la crisis de las puntocom, los bancos


centrales de las economías desarrolladas (la Reserva Federal en Estados
Unidos y el Banco Central Europeo a éste lado del charco) inundaron la
economía mundial de dinero, al reducir hasta niveles mínimos, nunca vis-
tos en época de bonanza, los tipos de interés. El dinero barato hizo au-
mentar exponencialmente los volúmenes de crédito concedidos, que se
tradujeron en un endeudamiento excesivo y difícilmente sostenible por
parte de las familias y empresas de todo el mundo. Hasta 2008 el sector de
las familias, en gran número de países, incrementó su endeudamiento sus-
tancialmente, en especial a través de hipotecas. Esta deuda mantenía una
relación estable frente a los activos hasta el inicio de la crisis, pero suponía
un porcentaje creciente de la renta disponible. Las empresas no financie-
ras, por el contrario, entraron en la crisis con un nivel de apalancamiento
inferior al del inicio de la década, salvo las inmobiliarias y las adquiridas por
fondos de private equity.

Este fenómeno fue especialmente grave en España, donde ya partíamos


de un excesivo endeudamiento por parte de los agentes privados. La con-

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CUADERNOS de pensamiento político

secuencia es que hoy el endeudamiento global de la economía española es


bastante superior al de antes del inicio de la crisis. Como se puede obser-
var en el gráfico 1, las familias y empresas han pasado de un endeuda-
miento del 148% del PIB en el 2003 a cerca del 225% en el segundo
trimestre del 2009. Ahora, en plena crisis, este endeudamiento ha llevado
a que se contraiga la inversión y aumente el ahorro, perjudicando así la ac-
tividad económica, y por ende la recuperación.

GRÁFICO 1
Endeudamiento de familias y empresas en relación con el PIB

250 Familias
223,6%
Empresas 213,8% 219,2%
199,4% 83,4% 84,0% 85,0%
200
176,5% 79,3%

147,8% 159,8% 71,9%


150 64,4%
57,6%
% PIB

130,4% 135,2% 138,6%


120,1%
100
90,2% 95,4% 104,6%

50

0
2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009-II

Fuente: Banco de España

Según un reciente estudio del Instituto McKinsey, los tres países en los
que el crecimiento de la deuda ha sido más intenso, en el periodo 2000-
2008, han sido Reino Unido, España y Corea del Sur. A partir de aquí, en
el estudio se señalan los sectores y países que deben llevar a cabo un mayor
esfuerzo desde el punto de vista del necesario proceso de desapalanca-
miento, que sólo se ha iniciado marginalmente. Y resulta especialmente
ilustrativo que el país que debe reducir con mayor intensidad su nivel de
deuda es España, incluso por encima de EEUU y el propio Reino Unido,
muy especialmente en el sector de las familias y en el inmobiliario, pero
también el resto de las empresas tanto bancarias como no financieras.

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

Con el volumen de deuda acumulado en España nos estamos haciendo


extremadamente sensibles a un repunte de los tipos de interés a medio y
largo plazo, que encarezca el coste de nuestra financiación, o a un racio-
namiento en los mercados de capitales internacionales. En un momento en
el que el Banco Central Europeo, animado por los datos económicos de
Francia o Alemania, puede decidir aumentar los tipos, España corre un
grave riesgo de prolongar su estancamiento.

2) Exposición al sector inmobiliario

La construcción, un sector clave en la economía española antes y después de


la crisis, tuvo un crecimiento desorbitado, llegando a significar el 19% del
PIB cuando en los países de nuestro nivel de desarrollo está en torno al 10%.
Llegamos a construir y vender 900.000 viviendas al año, más que Francia,
Alemania y el Reino Unido juntos. Es cierto que España tiene característi-
cas especiales para que la construcción suponga varios puntos del PIB más
que en otros países europeos, como el turismo o la inmigración, pero desde
luego estos factores no pueden suponer 9 puntos del PIB de diferencia.

La construcción en España fue durante años un poderoso imán de


atracción de capital, recursos materiales y recursos humanos de baja for-
mación, porque ofrecía rentabilidades inigualables. Durante años el precio
de la vivienda en España fue creciendo de forma artificial más que en nin-
gún otro país desarrollado, como se puede observar en el siguiente gráfico.
Este proceso se vio además agravado por la concepción generalizada (no
sólo en España sino en todo el mundo) de que el precio de la vivienda no
iba a dejar de crecer. Consiguientemente, los bancos concedían hipotecas
(y las familias se endeudaban, como señalamos antes) convencidos de que
el valor de las viviendas hipotecadas compensaría, en su caso, un impago
de los préstamos. Los bancos confiaron en recuperar el crédito, en caso
de dificultad, mediante la venta de la vivienda a un precio superior al del
crédito pendiente de pago. Todo este proceso fue creciendo, y aguantó
mientras el precio de la vivienda subía. Pero llegó un momento en que el
precio de la vivienda dejó de subir. La burbuja inmobiliaria estalló, y la
gran cantidad de recursos que se había invertido, la ingente cantidad de
personas poco formadas que trabajaban en ella, quedaron expuestos. Los

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CUADERNOS de pensamiento político

precios de los activos inmobiliarios cayeron un 10% (ver gráfico 2), y la


economía española quedó gravemente dañada por culpa de su excesiva
exposición al sector inmobiliario.

GRÁFICO 2
Evolución de los precios de la vivienda

80 Cambios en los precios reales de la vivienda (2001:Q4–2006:Q3)


Caídas en los precios reales de la vivienda desde el reciente máximo
70

60

50

40

30

20

10

10

20

30

40
JPN
ALE
AUT
POR
CHE
HOL
GRE
EEUU
ITA
NOR
FIN
AUS
CAN
SUE
DIN
GBR
FRA
IRL
NZL
ESP

Fuente: FMI

3) Pérdida de competitividad

La competitividad de nuestra economía es muy baja en comparación con


otros países. Este hecho se demuestra prestando atención a diversos indi-
cadores, como son el elevado déficit comercial o los costes laborales uni-
tarios en España. En primer lugar, el déficit exterior de la economía
española, que además de ser una muestra de pérdida de competitividad es
la manifestación de un ahorro nacional insuficiente, hace depender a la
economía española de fuentes de financiación exterior. España se endeuda
para financiar importaciones, este modelo no es sostenible. El déficit por

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

cuenta corriente (ver gráfico 3) llegó a ser del 10% del PIB, y sólo se ha
visto reducido en los dos últimos años por la contracción de la demanda
interna.

GRÁFICO 3
Saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente

-3,5%

-4,7%
-5,3%

-6,0%

-7,4%

-9,0%
-9,6%
Saldo Cuenta Corriente (%PIB) -10,0%

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010


Fuente: FMI

Por otro lado, la productividad en España es más reducida que en los pa-
íses desarrollados más avanzados. En España se necesitan más trabajadores
que en otros países para hacer la misma tarea o generar el mismo producto.
Esto pone de relieve un déficit de formación de los españoles. A su vez,
como se puede observar en el gráfico 4, los costes laborales unitarios han
crecido más en España que en la zona euro. Los indicadores mencionados
ponen de relieve lo que constituye un problema de competitividad serio
para la economía española, que se manifiesta en dificultades crecientes para
mantener la cuota de las exportaciones en los mercados internacionales y
en un peso creciente de las importaciones en la demanda agregada.

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CUADERNOS de pensamiento político

GRÁFICO 4
Evolución de los costes laborales unitarios en España y en la zona euro
3,5
Coste Laboral Unitario (% de variación interanual)

3,0

2,5

2,0

1,5

1,0

0,5 España
Zona euro
0,0
2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Fuente: FMI

LOS EFECTOS DE LA CRISIS

¿De qué manera han impactado estos desequilibrios en la economía espa-


ñola? No hay más que analizar la situación actual fríamente para darse
cuenta de que han tenido consecuencias devastadoras. En mi opinión, los
aspectos más relevantes son tres: una fuerte caída del crecimiento y un rá-
pido incremento del desempleo (gráfico 5), el gigantesco déficit público y
la crisis en el sector bancario.

En primer lugar, desde el inicio de la crisis en España (allá por el año 2008,
por mucho que algunos se empeñen en negarlo), la economía española ha
mostrado su peor cara. El año 2009 fue el peor año económico de la historia
moderna de España. El PIB cayó el año pasado un 3,6%. El pesimismo sobre
la evolución de la economía española está en niveles muy elevados, y la falta
de confianza sobre nuestro futuro económico se refleja en indicadores como
el incremento sin precedentes de la tasa de ahorro de las familias en el ám-
bito doméstico, o en las caídas de la inversión extranjera directa que se reco-
gen en los datos de balanza de pagos, por no hablar ya de las rebajas de rating
a las que se ha visto sometida la deuda pública española.

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

Por otra parte, la destrucción de empleo y el aumento del paro se han


convertido en la señal de identidad de la crisis en España, y en un factor
de agravamiento de las cuentas públicas –en 2009 el importe de la presta-
ción de desempleo superó los 30 mil millones de euros, el 3% del PIB es-
pañol– y de la propia crisis bancaria dado su impacto en la mora. El
deterioro laboral resulta especialmente preocupante cuando se compara
con otros países de nuestro entorno. Nadie, ni incluso economías en si-
tuación de colapso como Islandia, Grecia o Irlanda, se aproxima en la des-
trucción de empleo a lo que ha ocurrido en España.

GRÁFICO 5
Evolución del desempleo en España y crecimiento del PIB en EE.UU., zona euro
y España

Tasa de desempleo (%) Crecimiento del PIB (%)


22 20,2% 11
20 18,9% 10
18 9
16 8
14 7
11,0% 11,3%
12 6
9,2%
10 8,5% 8,3% 5
8 4
6 3
4 2
2 1
0 0
-2 -1
-4 Crecimiento del PIB EEUU -2
-6 Crecimiento del PIB Zona Euro -3
-8 Crecimiento del PIB España -4
-10 -5
2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Fuente: Eurostat, FMI, Comisión Europea

Así, cuando se compara la evolución de las tasas de paro en el inicio de


la crisis con la situación actual se comprueba que en España se ha pasado
de una tasa del 8% en septiembre de 2007, muy próxima a la tasa prome-
dio de la Unión Europea (7%) y por debajo de la tasa de paro de países tan
relevantes como Francia o Alemania, a una tasa que en estos momentos as-
ciende al 20,1%, prácticamente duplicando la tasa media de la UE (9,6%).

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CUADERNOS de pensamiento político

Los países de la UE también se han visto afectados en este periodo por la


crisis, pero el impacto que han sufrido en sus tasas de paro ha sido mucho
más moderado, en el entorno de los dos puntos porcentuales. De entre
estos, destaca el caso de Alemania, donde la destrucción de empleo ha sido
la más reducida de la Unión Monetaria, incluso casi despreciable. Parece
algo obvio, pues, que España sufre problemas propios que no son conse-
cuencia de la crisis internacional, perfecto chivo expiatorio para los que no
han querido tomar ninguna medida en materia económica, especialmente
por una regulación laboral que penaliza nuestro mercado de trabajo.

En segundo lugar, España padece a día de hoy la gran enfermedad de un


déficit público desorbitado, que amenaza de manera muy seria con conde-
nar a España a un periodo largo de estancamiento. El déficit público se des-
borda por encima del 11%, un nivel desconocido para España (gráfico 6).
GRÁFICO 6
Evolución del saldo del sector público en España

0
(%) PIB

2005 2006 2007 2008 2009 2010


-5

-10

-15 Saldo Sector Público (Superávit/Déficit)


Fuente: Comisión Europea

La primera consideración es analizar cómo se ha llegado a un déficit de


más del 11% de PIB, desde un superávit del 2% hace sólo tres años. Es di-
fícil encontrar un país con un deterioro presupuestario de tal magnitud
–estímulo fiscal lo llamarían los keynesianos– desde el inicio de la crisis.
Los más de trece puntos del PIB de deterioro obedecen tanto a medidas
discrecionales –planes E, cheques bebé, rebajas impositivas en el IRPF,
entre otras– como al juego de los estabilizadores automáticos del presu-
puesto ante la caída de la actividad y del empleo. Se estima que los estabi-
lizadores automáticos aportan algo más de 5 puntos de PIB de déficit al
saldo, mientras que las decisiones discrecionales se acercarían a cuatro pun-
tos, es decir, cerca de 40 mil millones de euros.

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

Sin embargo, nos faltan todavía unos cuatro puntos del PIB que sólo se
pueden explicar por la desaparición de la burbuja inmobiliaria y el hundimiento
del sector de la construcción. Es bien sabido que los impuestos en su recau-
dación son especialmente elásticos al crecimiento cuando éste se basa, como
ocurrió en España durante bastantes años, en la construcción y en un aumento
de los precios de los activos inmobiliarios. Por ello, no debíamos haber to-
mado como permanentes estos ingresos, y teníamos que haber entrado en la
crisis con un superávit bastante superior. Para ello hubiera bastado que el gasto
público no se hubiera desbordado como lo hizo en el periodo 2004-2007, a
pesar del espejismo del superávit de las cuentas públicas.

Además, las sucesivas rebajas del rating de la deuda pública española


llevadas a cabo por S&P y Fitch no hacen más que indicar una menor con-
fianza en la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas, además de enca-
recer el acceso a la financiación que tanto necesita España para hacer frente
a sus compromisos de pago. El fuerte incremento de la deuda pública ex-
perimentado en los dos últimos años (gráfico 7), a medida que el Estado
ha tenido que ir endeudándose para poner en marcha todos los planes de
estímulo fiscal que aprobó, genera dudas sobre el futuro de las finanzas pú-
blicas. Los mercados ya han empezado a castigarnos, lo que nuevamente
perjudica nuestras posibilidades de salir de la crisis.

GRÁFICO 7
Evolución de la deuda pública en España

70 Deuda Pública (% PIB) 62,3%


60
50,8%
50 46,2%
43,0%
39,6% 39,5%
(%) PIB

40 36,2%

30
20
10
0
2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Fuente: Comisión Europea

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CUADERNOS de pensamiento político

En definitiva, España nunca debería haber llegado a alcanzar un déficit


como el que tiene. Debemos reducirlo rápidamente, ya que si no los mer-
cados nos castigarán aún más, encareciendo y restringiendo adicional-
mente la financiación al sector público y privado. La única posibilidad que
tiene la economía española es intentar convencer a los mercados, que nos
tienen que financiar el déficit público adicional y renovar cantidades in-
gentes de deuda pública y privada, de que la economía española volverá a
crecer moderadamente con rapidez.

El plan de ajuste presentado en mayo, por imposición de nuestros so-


cios del euro, produce la impresión de que el Gobierno empieza a reco-
nocer la enorme gravedad de nuestra situación. Hemos pasado de la “salida
social de la crisis” y del “tenemos margen para gastar” a bajar el sueldo a
los funcionarios y congelar pensiones. Durante varios años se han estado
emprendiendo amplios programas de gasto público, políticas keynesianas
de estímulo de la demanda que han demostrado nuevamente que sirven
para poco. Las cuentas públicas han sido de todo menos austeras, cuando
debería haberse reducido el gasto, adelgazado la Administración, recor-
tando subvenciones, prestaciones y ministerios inútiles. El plan, además,
no recoge medidas estructurales, lo que implica que no es más que un par-
che pasajero, que no reforzará la economía española.

Las cifras de crecimiento que ofrece el Gobierno, que ya eran especial-


mente optimistas para 2011 antes de las medidas, se van a quedar aún más
obsoletas tras el plan de ajuste anunciado. Dadas las peculiaridades de la
economía actual de España que se han descrito antes (alto endeudamiento,
baja competitividad, primas de riesgo elevadas, etc.), el plan inevitable-
mente reducirá el crecimiento económico e incidirá adicionalmente en el
empleo, lo cual dificultará el propio ajuste presupuestario y el que los mer-
cados se lo crean. Debe quedar muy claro que sin crecimiento y creación
de empleo todo será inútil. Para conseguir esto, acometer las reformas es-
tructurales que vamos a ir mencionando es esencial.

Un tercer aspecto preocupante a tener en cuenta es la crisis bancaria. El


sistema financiero español encaró el inicio de la crisis financiera desde una
posición relativamente sólida, por varios motivos. La banca española había

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

optado mayoritariamente por un modelo de banca tradicional, en el que la


captación de depósitos del público constituía su principal fuente de finan-
ciación. Es decir, no eran bancos de inversión sino bancos minoristas. Ade-
más, el mercado doméstico ofrecía abundantes posibilidades de negocio, y
por ello los bancos españoles no tuvieron que recurrir a los activos alta-
mente sofisticados y poco transparentes, que constituyen una parte im-
portante de los denominados “activos tóxicos”. Por el lado de la actuación
pública, en España existía un diferente enfoque regulativo y supervisor; la
regulación española implantó en el año 2000 las conocidas como “provi-
siones anticíclicas”, así como un tratamiento contable más prudente res-
pecto a las operaciones fuera de balance. Este sistema ha demostrado ser
incentivador de buenas prácticas, y actualmente está sirviendo de ejemplo
en las actuales discusiones internacionales para la reforma de la regulación
del sistema financiero internacional. Por su parte, la supervisión española
era más severa, la presencia física y continuada de los inspectores del Banco
de España, así como los requerimientos establecidos de información pe-
riódica permitieron tener un conocimiento en tiempo real de los problemas
de liquidez y solvencia a medida que se iban produciendo.

Sin embargo, como era previsible, un crecimiento del crédito tan des-
orbitado como el que se ha producido en la economía española durante los
últimos años y una concentración del riesgo tan abultada en el negocio in-
mobiliario han producido importantes daños en el sistema financiero. Los
principales problemas a los que se enfrenta el sector financiero hoy en día
son cuatro:

• Una disminución de la actividad. Desde 2007 se observa una pro-


gresiva moderación de las tasas de crecimiento del crédito a empresas
y familias, produciéndose una contracción en 2009.

• Estrechamiento de los márgenes. Un estrechamiento de los már-


genes según el descenso en los tipos tiene un impacto en los activos
bancarios. Esto a su vez provocará una fuerte presión en las cuentas de
resultados de las entidades financieras. Se estima una caída de alrede-
dor del 20% de los ingresos de los bancos y cajas.

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CUADERNOS de pensamiento político

• Incremento de la morosidad. La tasa de mora del sector financiero su-


pera el 5 % acercándose a los valores máximos alcanzados en la anterior cri-
sis, con un nivel de morosidad de las cajas superior a la media del sistema.

• Mayor riesgo país. El cual se va a trasladar a las condiciones de finan-


ciación de nuestro sector bancario; es decir, en los mercados los mayoris-
tas verán aumentar el coste de su financiación, al igual que pasará con la
financiación minorista, a través de una guerra cada vez más virulenta por
los depósitos.

Mención aparte merece la cuestión de las cajas de ahorro, que repre-


sentan aproximadamente la mitad del sistema bancario español. Los in-
formes de la OCDE y del FMI avisan de la problemática que plantea su
naturaleza jurídica y de la necesidad de mejorar su gobierno corporativo.

A mi parecer, es inaplazable la reestructuración de las cajas. Las cajas


de ahorro representan más de la mitad del sector de crédito español, están
mucho más fragmentadas que los bancos y su exposición al inmobiliario es
también más elevada. Ahora, debido a los factores mencionados, va a coin-
cidir una caída importante de rentabilidad, lo que limitará su principal
forma de capitalizarse, con un futuro regulatorio que va a exigir más re-
cursos propios. Por ello, resulta básico acelerar el proceso de ajuste, incluso
planteando cambios en nuestra normativa actual que permitan realizarlo de
forma rápida y decidida.

En mi opinión, la recapitalización debe hacerse con el mínimo coste


posible para el contribuyente. Las ayudas públicas deben estar focalizadas.
La participación de los poderes públicos en las entidades recapitalizadas no
debe transformarse en una politización de la gestión de las mismas. Debe-
rían evitarse los procesos de recapitalización con tomas de participación
generalizadas por parte del sector público.

La labor principal de dirección del proceso de consolidación debe recaer


en nuestro banco central, que además es el responsable de la gestión del
FROB, fondo destinado a facilitar la reestructuración del sector bancario es-
pañol. El objeto fundamental del FROB es facilitar dicho proceso, a través

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

de operaciones de integración, que permitan la eliminación del exceso de


capacidad existente, cifrado en cerca de un tercio, y ganar eficiencia redu-
ciendo los costes de las entidades. A su vez, el FROB podría inyectar recur-
sos en las instituciones resultantes para facilitar su capitalización.

La reestructuración de las cajas no es únicamente un problema del sec-


tor. Su correcta ejecución es vital para la propia economía española, ya que
sin recuperación de la confianza en una parte importante de nuestro sis-
tema crediticio es muy difícil que volvamos a crecimientos positivos. Esto
convierte a la reforma financiera en una prioridad de nuestra política eco-
nómica, sólo por detrás de la reforma laboral.

A esos factores esencialmente intrínsecos hay que añadirle la inestabi-


lidad que está provocando la convulsa situación que vive la eurozona y
que, a su vez, afecta a España.

GRECIA Y EL EURO, EN CRISIS

Se hace necesario detenerse en la crisis en la que está sumido el euro, cau-


sada principalmente por los problemas de la economía griega, así como
en los mecanismos que se han puesto en marcha para asegurar la solven-
cia de Grecia y evitar el contagio a otros países. Estos asuntos son de ex-
trema importancia para el conjunto de la eurozona y para la economía
española, por lo que conviene analizar el impacto que puedan tener en el
proyecto común.

Grecia se ha caracterizado por haber enmascarado sus cifras de forma


casi continuada desde su incorporación al euro, y además ha empleado
instrumentos en el límite de lo aceptable para reducir déficit y deuda. Gre-
cia se ha beneficiado de la credibilidad del euro y, sin embargo, no ha cum-
plido la parte del pacto que le correspondía. En Grecia se han producido
dos fenómenos de extrema importancia que han sido los causantes de su
pobre situación económica actual: un deterioro notable de las finanzas pú-
blicas, por un lado, y, por el otro, una pérdida de competitividad profunda
respecto al núcleo duro de la zona monetaria, es decir, frente a Alemania.

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CUADERNOS de pensamiento político

Evitar lo primero estaba previsto en las reglas del euro, a través del Pacto
de Estabilidad y Crecimiento, que Grecia violó de forma continuada. Im-
pedir lo segundo se dejaba al esfuerzo reformista de los países miembros,
mediante políticas de oferta dirigidas a impulsar la productividad y mode-
rar la evolución de los costes.

Lo más preocupante, no obstante, es que ambos desequilibrios también


se dan en otros países, aunque con menor intensidad que en Grecia. Por
ello, el caso griego, y su evolución, es especialmente significativo a pesar de
que su peso sea muy escaso en el conjunto de la zona euro.

Con un déficit claramente por encima del 10% este año, y sin expecta-
tivas de reducirlo significativamente en los próximos ejercicios, y un ratio
de deuda pública/PIB del 120%, no resultó nada extraña la prevención de
los mercados con respecto a la situación griega. El estallido del caso griego
llevó a que el diferencial del bono heleno frente al germano escalara por en-
cima de los 2,5 puntos porcentuales. Implícito en este diferencial se en-
cuentra no sólo la consideración del mayor riesgo de crédito del propio
emisor, el Tesoro griego en este caso, sino que de alguna forma se incor-
pora una prima ante la posibilidad de abandono del euro.

Esta insostenible situación de las finanzas griegas, unida a la posibili-


dad de que acabe siendo necesaria una reestructuración de la deuda pública
helena, y al riesgo cada vez más evidente y palpable del contagio a otros
países periféricos es lo que llevó a la decisión del Consejo Europeo del pa-
sado 10 de mayo. En primer lugar, se ha conformado un mecanismo de es-
tabilización que por su tamaño, 750 mil millones de euros, pone de
manifiesto la voluntad de los países del euro, y muy especialmente de Ale-
mania, de evitar el contagio a otros países que pudieran tener rasgos simi-
lares a los griegos. Además, al igual que ocurrió con la Reserva Federal y
el Banco de Inglaterra en los peores momentos de la crisis, el Banco Cen-
tral Europeo podrá comprar deuda pública en el mercado secundario para
evitar una ampliación excesiva de los diferenciales de deuda pública.

Sin embargo, y como si fuera la contrapartida del mecanismo de ayuda


anterior, se ha subrayado la importancia de la disciplina presupuestaria, y

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

la necesidad de incrementar la transparencia y el control de las cuentas


públicas de los países con dificultades para evitar situaciones como la
griega. En este sentido, tanto España como Portugal se comprometieron
a reducir sus déficit públicos a un ritmo mayor que el que habían comuni-
cado en sus programas de estabilidad.

La percepción generalizada fue que el acuerdo tenía mucho menos de


rescate de lo que parecía en un primer momento, y que Alemania impuso
gran parte de sus tesis al respecto. Por un lado, el Fondo Monetario Inter-
nacional se ha visto involucrado, en contra de la opinión de Francia y del
propio BCE, y la concesión de préstamos bilaterales exigirá unanimidad,
lo cual otorga un veto a los alemanes. El plan de ayuda, además, sólo se
desencadenaría en el supuesto de que Grecia no pudiera financiarse en los
mercados de capitales privados, lo cual supone una contradicción con car-
gar tipos de mercado, como se quiere exigir por la financiación bilateral, o
bien hacerlo a un coste prohibitivo.

A pesar de la dimensión del plan, los mercados financieros continuaron


castigando sin piedad a Grecia, tanto en su mercado de renta fija como va-
riable, anticipando que va a ser muy difícil que pueda escapar a una rees-
tructuración de su deuda. Las razones del pesimismo de los mercados son
múltiples. Por un lado, la sociedad alemana sigue mostrando su oposición
a los rescates para países como Grecia que han incumplido sus compro-
misos de disciplina fiscal, tal como se reflejó en los resultados de las elec-
ciones regionales de Renania. Esta oposición social podría llevar a que
cualquier tropiezo en la ejecución del programa de ajuste griego impidiera
el pago al Gobierno heleno de los diferentes tramos acordados en el pa-
quete de ayuda.

Sin embargo, la principal causa del escepticismo de los mercados se en-


cuentra en las dudas que genera la capacidad de ejecución del programa de
ajuste por parte del propio Gobierno griego. Hemos visto cómo la socie-
dad griega ha ido mostrando una oposición creciente al ajuste a través de
múltiples huelgas y manifestaciones, y de una caída en picado del apoyo
popular al Gobierno de Papandreu. En estas circunstancias, resulta difícil
mantener la fe en la voluntad política del Gobierno de llevar a cabo los

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CUADERNOS de pensamiento político

ajustes y reformas comprometidas, que van desde subidas de impuestos


hasta la bajada de sueldos de funcionarios y reducciones de las pensiones.

Los números del plan de ajuste fiscal griego resultan cuando menos in-
quietantes. De acuerdo con sus cifras, el ratio deuda pública/PIB llegará al
150% del PIB en 2013 desde el 120% actual, como consecuencia de los dé-
ficit públicos acumulados y de la propia contracción del PIB nominal que
se producirá en los próximos años. Si suponemos un coste medio de la
deuda del 5%, que es una hipótesis conservadora, el Tesoro griego estaría
pagando el 7,5% de su PIB a sus acreedores, que en un 80% son extranje-
ros. De esta forma, en tres años Grecia estaría transfiriendo a sus presta-
mistas extranjeros el 6% de su PIB por intereses de la deuda, lo que supone
casi un quinto del total de sus ingresos tributarios. Visto de otra forma,
Grecia en 2013 deberá alcanzar un superávit primario del 4,5% del PIB
para que su déficit total no exceda del 3%, lo cual supone un ajuste fiscal
sin precedentes, con un impacto social muy profundo.

Grecia debería demostrar con hechos su voluntad de reconducir sus fi-


nanzas públicas. Incluso puede que la salida más inteligente hubiera sido
combinar un paquete de rescate más reducido con una propuesta de rees-
tructuración de la deuda, condicionado a un programa de ajuste fiscal y de
reformas estructurales. El Gobierno griego debería ser consciente de que
la única forma de otorgar credibilidad a su ajuste fiscal, y acabar imple-
mentándolo, es iniciar un plan agresivo de reformas económicas que im-
pulsen el crecimiento potencial de la economía griega y permitan limitar
el efecto contractivo del ajuste fiscal. Y en este sentido, Grecia cuenta con
un amplio margen de maniobra de cara a liberalizar mercados, flexibilizar
su mercado laboral e incluso llevar a cabo un proceso de privatización ge-
neralizado, dada la existencia de un gran número de empresas públicas.

Se han escuchado en las últimas semanas muchas voces que clamaban


por la aparición de un “gobierno económico europeo”. En mi opinión, no
considero que ahora sea necesario establecer un gobierno del euro como
tal, sino simplemente el pactar unas normas claras que aseguren la disci-
plina fiscal y que las cumplan todos los Estados. El problema griego en el
euro no ha sido consecuencia de carecer de un gobierno económico en la

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

Unión Monetaria. El problema griego ha sido consecuencia de la ruptura


de las reglas por parte de un país, que ha recogido los beneficios del
acuerdo, pero ha sido incapaz de cumplir sus obligaciones, que libremente
aceptó cuando se incorporó. El euro necesita menos discrecionalidad por
parte de los Estados y más reglas claras, firmes y que se hagan cumplir.
Por ello, utilizar la crisis griega como excusa para modificar el entramado
institucional de la moneda única constituiría la peor señal posible. Cambiar
las reglas del juego porque uno de los participantes las incumple acabaría
dañando definitivamente al euro y al proyecto de integración monetaria.

La cuestión relevante a día de hoy no es cómo “proteger” al euro, sino


precisar bien qué euro queremos. Necesitamos un objetivo claro, una visión
para el futuro de la zona euro. Se hace necesario reconocer los errores del
pasado y aprender de sus consecuencias. El abandono del Pacto de Esta-
bilidad y Crecimiento fue un tremendo error que no hay que volver a repe-
tir. Europa debe volver a la senda de la estabilidad fiscal. Lo que se necesita
en estos momentos es el compromiso sólido de los países de que están dis-
puestos a cumplir las reglas fiscales que ellos mismos se han otorgado. Y
es que en ausencia de ajuste cambiario y de política monetaria propia, la
prudencia presupuestaria se hace imprescindible. Por ello, la decisión del
Ecofin plantea una nueva etapa en la que la preocupación por la estabili-
dad de las finanzas públicas se convierte en la prioridad número uno. Ésta
es la única posibilidad de garantizar el futuro del euro y va más allá de los
paquetes de rescate a corto plazo.

Por último, me gustaría hacer un comentario sobre el Banco Central


Europeo (BCE). Uno de los acuerdos del mecanismo de ayuda aprobado
por el Ecofin en mayo fue el mandato al BCE para que comprara bonos
públicos y privados en los mercados secundarios de deuda. El BCE, con
extrema diligencia, inició la compra de bonos con vencimientos cortos de
Grecia, Portugal y España. El problema deriva de que sólo unos días antes
el propio Trichet (presidente del BCE) había hecho público que el con-
sejo de gobierno del banco no había estudiado la posibilidad de comprar
deuda en los mercados secundarios. Parece obvio pues que ha habido in-
jerencias y presiones políticas al BCE para que cambiase su operativa. La
piedra angular de la moneda única es la independencia del BCE frente a

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CUADERNOS de pensamiento político

los Gobiernos y sus políticas fiscales. Por ello, si se hubieran producido


presiones políticas de algunos Gobiernos para que el BCE se sumase al
plan de ayuda que aprobó el Ecofin se estaría poniendo en cuestión dicha
independencia y, por tanto, la credibilidad del euro como depósito de
valor y como divisa de reserva.

PROPUESTAS PARA SALIR DE LA CRISIS

La situación de la economía española es, tristemente, crítica. La combina-


ción de elevado déficit público, alto endeudamiento privado, crecimiento
cero, desempleo rampante, crisis bancaria, crisis inmobiliaria e inestabilidad
en la eurozona puede condenar el progreso y la prosperidad de España y
los españoles. Se hace imprescindible e inaplazable el implementar un plan
económico integral que corrija los desequilibrios de la economía española
y conceda un impulso revitalizador para poder salir de la crisis y volver a
crear empleo. El tomar estas medidas ya se ha pospuesto durante dema-
siado tiempo, porque algunos se empeñaban en negar lo evidente y han
malgastado sus energías en asuntos que no interesaban a nadie en lugar de
ocuparse del futuro de los españoles.

Se requiere una estrategia coherente e integral de política económica


que devuelva la confianza sobre la capacidad de crecimiento de nuestra
economía lo antes posible. La alternativa a esta estrategia supone no sólo
la posibilidad de un periodo largo de estancamiento y resignarnos a con-
vivir con una tasa de paro del 20%, sino además asumir el riesgo de que los
mercados nos cierren el acceso a la financiación internacional sin la cual el
ajuste podría ser todavía más abrupto que el vivido hasta ahora.

A mi parecer, este plan debe combinar medidas en tres pilares funda-


mentales:

• La reforma del mercado laboral. Llega ya por desgracia tarde para


cerca de dos millones de personas que han perdido su empleo. La posi-
bilidad de un escenario en el que tengamos que resignarnos a vivir con un
paro estructural del 20 % es la razón fundamental de todas las descon-

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LA ENCRUCIJADA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA / LUIS DE GUINDOS

fianzas que genera actualmente la economía española. La creación de


empleo será la verdadera salida social de la crisis. Esta necesaria reforma
debe eliminar las innumerables rigideces que han llevado a que tenga-
mos la peor crisis laboral de la OCDE, que son principalmente: nuestro
sistema de negociación colectiva, las modalidades de contratación dis-
ponibles y una protección del desempleo desalentadora de la búsqueda
de trabajo. De entre éstas, la más urgente, tal y como señalan todos los
expertos nacionales e internacionales, es flexibilizar nuestro modelo de
negociación colectiva.

• Un ajuste del gasto público agresivo. España ineludiblemente tiene


que llevar a cabo un ajuste fiscal profundo, ante un déficit público que
nunca deberíamos haber alcanzado a pesar de la recesión padecida. Se
hace imprescindible, por tanto, un programa creíble de reducción del dé-
ficit público, que sin suponer una retirada excesiva del estímulo fiscal sí
permita generar confianza en que las finanzas públicas españolas están
bajo control. La disciplina fiscal y la estabilidad presupuestaria deben re-
gresar al corazón de la política económica española. Merece la pena co-
mentar que pensar que dicho déficit puede reconducirse con subidas de
impuestos demagógicas es una ilusión. El ajuste debe comprender un plan
integral que apueste por la austeridad, que elimine subvenciones, cargos y
prestaciones innecesarias, a la par que delimite el marco financiero de las
Comunidades Autónomas (verdadero agujero negro del déficit público) de
manera clara. A su vez, se debe abordar la reforma de las pensiones y del
gasto sanitario para garantizar su sostenibilidad futura.

• La reforma del sector financiero. La reestructuración y la recapita-


lización del sector financiero es otra prioridad para España. El asunto
más relevante a abordar en este sentido es el de las cajas de ahorros, que
representan aproximadamente la mitad del sector financiero en nuestro
país y que se han visto mucho más expuestas a la crisis inmobiliaria.
Por ello, resulta básico acelerar el proceso de ajuste, incluso planteando
cambios en nuestra normativa actual que permitan realizarlo de forma
rápida y decidida. En ese sentido, una dificultad significativa viene dada
por la división de competencias en cuanto a la regulación y supervisión
entre el Banco de España y las Comunidades Autónomas, que se podría

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CUADERNOS de pensamiento político

solventar convirtiendo al Banco de España, gestor del FROB, en el ti-


monel de esta reestructuración.

Definir e implementar con urgencia este plan coherente e integrado para


que España vuelva a recuperar la confianza y la capacidad de crecimiento fu-
turo, es requisito imprescindible para que España inicie la recuperación. El ob-
jetivo inmediato debe ser recuperar el crecimiento y crear empleo. Si no lo
conseguimos, todo será inútil. Los ejes de una política económica correcta si-
guen siendo la voluntad reformista para dotar a nuestra economía de mayor
libertad, flexibilidad y competitividad. Con estos principios, España ya con-
siguió convertirse en una potencia económica de primer orden, capaz de crear
empleo, atraer inversión, garantizar el bienestar de los españoles, y todo ello
bajando los impuestos y manteniendo las cuentas públicas saneadas.

No hacer nada, o por sectarismo ideológico denigrar unas políticas que


han demostrado ser eficaces, es el camino seguro para condenar a España
al estancamiento económico. En cambio, si recuperamos el espíritu refor-
mista, estoy convencido de que España dejará atrás la crisis y volveremos
a la senda de la prosperidad.

PALABRAS CLAVE
Economía española • Economía europea • Mercado laboral • Presupuesto y gasto público

RESUMEN ABSTRACT
España sufre desde hace más de dos años Spain has been undergoing a deep crisis
una profunda crisis. No se puede postergar for over two years. The time to make
más la toma de decisiones profundas para profound decisions to strengthen the
impulsar la maltrecha economía nacional. En ailing national economy cannot be put off
este artículo se realiza un análisis sobre cuá- any longer. This article analyzes the main
les son las principales debilidades de la eco- weaknesses of the Spanish economy, and
nomía española, y qué consecuencias se han what consequences have derived from
derivado de ellas. Se repasa también la actual them. It also reviews the current crisis in
crisis de Grecia y de la eurozona en su con- Greece and the Eurozone, to asses how
junto, para ver en qué medida impacta en Es- much impact it may have in Spain. Finally,
paña. Por último, se hacen una serie de re- a series of recommendations that the
comendaciones que el autor considera author finds inevitable to overcome the
ineludibles para superar la crisis y revitalizar crisis and revitalize our economy are put
nuestra economía. forward.

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GERARDO SERRANO • FRANK CENTRAL

LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO

l ex ministro de Exteriores alemán Joshka Fischer escribía en Le

E Monde el 28 de septiembre lo siguiente: “Estamos inmersos en una


crisis global y es la primera vez que la Unión no aporta una pro-
puesta positiva. En el pasado vivimos la caída del Muro de Berlín y la Gue-
rra de los Balcanes. Fue difícil, pero supimos avanzar. Hoy afrontamos la
mayor crisis desde 1930, ¿y qué hace Europa?”

Ocho meses después, el Financial Times recogía las siguientes declara-


ciones del ministro de Economía alemán Schaüble: “Europa necesita lide-
razgo. Alemania no puede representar sola ese liderazgo. Francia y
Alemania pueden hacer mucho juntas. Sería mejor si el Reino Unido par-
ticipará en ese liderazgo…”1.

Entre la cita de Fischer y la de Schaüble, Europa está sufriendo la peor


crisis de su historia. El objetivo de este artículo es presentar una reflexión
sobre cómo la Unión Europea está gestionando este difícil momento.

Gerardo Serrano y Frank Central trabajan en las instituciones europeas

1
El ministro Schauble es un veterano experto en temas europeos. Su aportación más sobre-
saliente fue el documento Schauble-Lamers, publicado en 1994 y revisado en 1999. Propuso
un núcleo duro de la UE con Alemania, Francia, Benelux. Este núcleo duro debía acelerar su
integración (coordinación) en política monetaria, fiscal, industrial y social. Esta noción es la
base de la fórmula de los grupos pioneros formulada por Chirac, Delors y Fischer en 2000, y
Chirac y Schroeder en diciembre de 2003. El círculo más estrecho está compuesto por Esta-
dos miembro que cooperan entre sí. La separación entre el núcleo duro de países y el resto
de Estados miembro es permanente.

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CUADERNOS de pensamiento político

CAUSAS ESTRUCTURALES DE LA CRISIS DE LA UNIÓN EUROPEA

Cuatro serían las grandes causas que explicarían por qué la Unión afronta
la peor crisis de su historia en una situación de particular debilidad:

a) La debilidad original del diseño de la arquitectura de la Unión Econó-


mica y Monetaria y la pérdida de credibilidad que sufrió la Unión el 27
de junio de 2005, fecha en que se reformó la versión original del Pacto
de Estabilidad.

b) El cambio de mentalidad de los dirigentes políticos alemanes respecto


a la Unión Europea y la resignación de Francia a plantear cualquier al-
ternativa a la hegemonía alemana.

c) El ensimismamiento en que cayó la Unión Europea desde 1997 (fecha del


Tratado de Ámsterdam) hasta finales 2008, cuando la entrada en vigor del
Tratado de Lisboa hizo que la Unión perdiera unos preciosos diez años
para proceder a la reforma de su economía y se alejara de sus ciudadanos2.

d) Y la aparición de una crisis de valores, que impregna de relativismo la


política europea.

Pasemos a explicar esquemáticamente cada una de estas razones.

1. La pérdida de la credibilidad económica de la Unión Europea

El 25 de mayo de 2010, el Financial Times destacaba que la crisis del euro


no es sólo económica sino que, sobre todo, es de carácter político. Nos
atreveríamos a decir, además, que la crisis del euro es una crisis de credi-
bilidad y de valores.

El euro es el mayor logro de la construcción europea. El euro fue según


el Financial Times posible gracias a tres ideas: un Banco Central Europeo

2
Ana Palacio se refiere a este fenómeno en un reciente artículo titulado “Decision Time”, pu-
blicado en The American Interest, July/August, 2010.

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

independiente concentrado en asegurar la estabilidad de los precios; un


Pacto de Estabilidad que implicaba una gobernabilidad fiscal, y una prohi-
bición de que la Unión Europea pudiera rescatar a los Estados con serias
dificultades financieras; es decir, la imposibilidad de la existencia de una
Unión de trasferencias.

La existencia del euro es producto de un compromiso franco-alemán


ante la reunificación alemana que se plasmó en el Consejo Europeo de Es-
trasburgo de diciembre de 1989. A cambio del apoyo de la Unión Europea
a la reunificación alemana, Francia obtuvo el compromiso de Kohl de que
“Alemania será europea y que Europa no será más alemana”. Este com-
promiso trajo consigo el abandono del marco alemán y la integración del
Bundesbank en el Sistema Europeo de Bancos Centrales.

Según el periodista francés Dumahel “el nacimiento del euro está ba-
sado sobre una ficción, puesto que junto a la moneda única coexisten va-
rios sistemas fiscales, presupuestos nacionales y políticas económicas
contradictorias entre sí. El nacimiento del euro se basó en una situación
ambigua, por la cual Francia defendía, al menos retóricamente, la ejecu-
ción de una disciplina presupuestaria en el ámbito europeo que no era
capaz de trasladar a sus propios presupuestos nacionales y Alemania re-
chazaba cualquier idea de un gobierno económico europeo que pudiera
alterar su política fiscal”.

A principios de la década del 2000 y, a iniciativa entre otros del presi-


dente Aznar, se impulsó el Proceso de Lisboa, que pretendía adecuar la
Unión a unos mercados más flexibles y globalizados a través de un continuo
proceso de reforma. El objetivo último de dicho proceso era el de lograr que
la Unión fuera la sociedad más competitiva del mundo en 2010. El primer
capítulo de los cinco grandes apartados de dicho Proceso de Lisboa defen-
día la necesidad de asegurar que los Estados consolidaran sus cuentas pú-
blicas. Pronto se comprobó que estas propuestas no eran más que un mero
ejercicio retórico ya que a instancias de Francia y de Alemania, la Unión pro-
cedió a modificar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para hacerlo más
permisivo con los déficit de las cuentas públicas. Además, y como señala el
profesor Monti, coordinador del grupo del reciente Informe sobre el Mer-

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CUADERNOS de pensamiento político

cado Interior3, los grandes comenzaron a plantear cada vez más resistencia
a la realización y profundización del Mercado Interior.

El resultado de lo anterior es negativo por partida doble ya que, desde


el punto de vista económico, Europa se ha visto sumida en el inicio del
milenio en una lenta pero irremediable pérdida de competitividad respecto
a sus principales socios y competidores. Además, desde el punto de vista
político, Europa ha perdido parte de su credibilidad ante los mercados que
vieron que el marco regulatorio que aseguraba un euro estable y una pro-
fundización del Mercado Interior (segundo gran capítulo del Proceso de
Lisboa) variaba en función de los caprichos de los Estados miembro.

La semilla de la actual crisis que sufre Europa se plantó a partir del


2000. Sólo hacía falta esperar una tormenta para que surgieran grietas en
el edificio. No es de extrañar que desde el inicio de la crisis en 2008, cada
Estado miembro de la Unión haya actuado dentro de un desorden gene-
ralizado en lo que se refiere a sus políticas económicas y fiscales. Cabe pre-
guntarse qué credibilidad tiene un sistema que permite que durante años
uno de sus socios pueda falsear sus cuentas públicas.

2. El cambio de mentalidad de los responsables políticos


alemanes... y la resignación de los políticos franceses: del motor
de Europa a la Santa Alianza

El cambio de enfoque de Alemania hacia la Unión Europea ha sido ob-


jeto de numerosísimos artículos de prensa durante estos días. Defende-
mos que este cambio de actitud no es nuevo y que la crisis del mes de
mayo no ha hecho más que aflorar una tendencia que se venía fraguando
desde hace tiempo y que fue ya brillantemente descrita por José Pedro
Pérez Llorca en un artículo titulado “Germania Restituta”, en Nueva Re-
vista, nº 39, en abril-mayo de 1995. Este artículo describe cómo tras la

3
El profesor Monti ha abordado estas cuestiones en su informe “Una nueva estrategia para el
mercado único”, presentado al presidente de la Comisión Europea el 9 de mayo de 2010, al
que dará continuidad la Comisión con una Comunicación antes del verano de 2010.

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

caída del Muro de Berlín, el equilibrio de poder que se instaló en Europa


durante la Guerra Fría se modificaría para ir dando paso a la hegemonía
alemana en el Viejo Continente.

El poder alemán en la Unión Europea y en sus instituciones es evidente


pero presenta una paradoja que Fischer describió recientemente en un ar-
tículo en el El País publicado en junio de 2009: [...] “a pesar de su hege-
monía, Alemania se niega a dirigir políticamente la Unión Europea […] lo
que sorprende y provoca ciertos recelos es que Alemania desde el estallido
de la crisis ha centrado su gestión desde la óptica nacional, renunciando a
todo intento de capitanear una solución europea […] Alemania ya no ve
a Europa como un proyecto fundamental en el que invertir parte funda-
mental del capital político alemán... Para Alemania, Europa sigue siendo
importante, pero sólo para afirmar los intereses nacionales. Europa ya no
es un proyecto para el futuro [...]. En definitiva, para Alemania, Europa ha
pasado de ser una necesidad como en los tiempos de la Guerra Fría a una
mera opción de política exterior, y en determinados aspectos, como por
ejemplo las relaciones con Rusia, Alemania prefiere seguir un enfoque uni-
lateral e intergubernamental antes que optar por el enfoque comunitario”.

¿A qué se debe este cambio de política?

Varios comentaristas destacan que la dureza del ajuste económico lle-


vado a cabo en Alemania a partir de los 90 supone que la opinión pública
alemana es contraria a cualquier desembolso, pues se considera que los es-
fuerzos del pueblo alemán van a parar a los “holgazanes del sur”.

La enorme dependencia energética alemana lleva a que Berlín opte por


aplicar un enfoque unilateral frente a Rusia, que es su mayor suministrador
de gas, para evitar posibles problemas que le pudieran crear los nuevos Es-
tados miembro en el seno de la Unión Europea.

Por último, la reunificación alemana y el fracaso de la Constitución Eu-


ropea y las dificultades en la ratificación del Tratado de Lisboa, la com-
plejidad de gestionar una Unión Europea con 27 Estados miembro y la
sentencia del Tribunal Constitucional alemán sobre el Tratado de Lisboa

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CUADERNOS de pensamiento político

han sido también factores adicionales que hacen que Alemania adopte un
enfoque más cauto hacia la Unión Europea.

La nueva política alemana supone un desafío a la política que Francia


ha seguido en Europa. Para Francia, Europa no es más que un instrumento
para aumentar su influencia política en Europa y en el mundo. La óptica
gala descansa en varias premisas.

La primera es que Francia no puede por sí sola impedir el resurgimiento


económico alemán, pero Europa sí puede canalizar la potencia germana a
favor de un proyecto común que haga imposible de nuevo la guerra y otor-
gue prestigio político a Francia en Europa y en el mundo. Este presupuesto
se mantuvo hasta la caída del Muro de Berlín, pero la reunificación cam-
bió los parámetros del equilibrio político en Europa. Eso lo intuyeron Mit-
terrand y Thatcher, que se mostraron inicialmente muy cautos ante una
perspectiva de una Alemania reunificada.

La segunda premisa de la política francesa es que Alemania debe estar


plenamente integrada en la Comunidad y que, junto con Francia, debe ejer-
cer un liderazgo conjunto. Esta presunción parte del supuesto de que Fran-
cia no tiene posibilidad alguna de formar, a largo plazo, una alianza
alternativa al eje franco-alemán. Este liderazgo conjunto se basaba en una
división de trabajo, por el que Francia se encarga de las relaciones exte-
riores de la Europa comunitaria y Alemania de la economía europea, que
tenía su plasmación en la paridad de votos en el Consejo, principio que
fue abandonado a raíz del Tratado de Lisboa.

3. La Unión Europea y su década perdida

La ampliación de la Unión Europea de 2004 supuso una amenaza del pre-


dominio del eje franco-alemán. La primera prueba de que tras la amplia-
ción el eje franco-alemán no era suficiente para “dirigir” a la Unión fue la
división que Europa sufrió ante la guerra de Iraq y en especial a raíz de la
publicación de la “Carta de los 8” que cuestionó la posición del eje franco-
alemán y que hizo aflorar un neopacifismo que sigue estando muy pre-
sente en la sociedad europea, como hemos podido ver recientemente con

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

la dimisión del Gobierno holandés y del jefe del Estado alemán. Es inte-
resante aquí hacer una referencia al editorial de 9 de junio del Financial
Times que analizaba el reciente paquete de austeridad alemán desde esta
perspectiva: “[…] Los alemanes están contrariados por el déficit y el res-
cate de Grecia. Tampoco les gusta la campaña de Afganistán”. La medida
de reducción de tropas del paquete de austeridad supone una sospecha
ante cualquier acción militar.

La última ampliación que la Unión llevó a cabo fue cualitativa y cuanti-


tativamente muy diferente a las anteriores. Desde la óptica franco-alemana
la necesidad de reformar el sistema institucional para acoger a 12 nuevos Es-
tados miembro fue una oportunidad para retener el control de la Unión. En
ese preciso momento, el eje franco-alemán pasó de ser el motor de la inte-
gración a una especie de Santa Alianza cuyo objetivo era el de controlar
cualquier iniciativa que perturbara el estatus de ambos países.

Las reformas de los Tratados para adecuar las instituciones a las nuevas
ampliaciones comenzaron con el Tratado de Ámsterdam de 1997 y debieron
finalizar con el Tratado de Niza en 2000, pero el ejercicio se prolongó hasta
diciembre de 2008 con la adopción del Tratado de Lisboa. El largo y penoso
proceso de ratificación del Tratado de Lisboa tras tres referéndums negativos
(el francés y el de los Países Bajos al Tratado Constitucional en 2005 y el de
la República de Irlanda al Tratado de Lisboa en 2008), produjo una desafec-
ción de los ciudadanos respecto a la Unión. No sólo eso, sino que en muchas
ocasiones los responsables políticos utilizan a la Unión Europea como chivo
expiatorio cuando tienen que introducir medidas impopulares. No es de ex-
trañar que la participación en las elecciones europeas de junio de 2009 fuera
del 43%, la más baja desde 1979, fecha de las primeras elecciones europeas.

4. Una crisis de valores

La crisis que vive la Unión Europea no es sólo una crisis económica, sino que
sobre todo es una crisis de valores y una crisis de liderazgo. La crisis de va-
lores tiene numerosas variantes y ha sido brillantemente expuesta en las
obras de Marcello Pera, Nicolas Baverez o Jean Sévillia o en las conferencias
de Jaime Mayor Oreja.

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CUADERNOS de pensamiento político

Durante años los responsables políticos han aplazado unas reformas


económicas y sociales necesarias, y se han negado a trasladar ante sus opi-
niones públicas la verdad, que no era y es otra que Europa ha estado vi-
viendo por encima de sus posibilidades y que si se quería consolidar el
sistema social europeo era necesario emprender unas reformas estructura-
les. Este enfoque basado en el corto plazo sigue vigente al analizar cómo
se está abordando la salida de la crisis, ya que se toman medidas inspira-
das en el miedo a los mercados sin abordar las causas de la falta de com-
petitividad europea ni las consecuencias que las decisiones van a tener
sobre las generaciones futuras.

Polémicas como la de incluir una referencia al cristianismo en el Pre-


ámbulo del Tratado Constitucional y del Tratado de Lisboa, la imposibi-
lidad de definir las fronteras de Europa, los debates sobre la inserción en
las sociedades europeas de personas con otras culturas y religiones (el re-
ciente debate sobre la identidad en Francia o las leyes sobre el burka) pro-
vocan que la identidad y la esencia de Europa sean difusas a los ojos de
los ciudadanos.

Esta crisis de valores se traslada al mapa político europeo de varias for-


mas. Los grandes partidos políticos van perdiendo peso. Por ejemplo, la
CDU/CSU y el SPD suponían el 90% de los votos en los años 70, mien-
tras que en las elecciones de 2009 representaron el 60%. Esta tendencia
provoca que existan cada vez más Gobiernos de coalición (en el Reino
Unido no existía un Gobierno de coalición en tiempos de paz desde 1930).
Además aumenta la abstención y el apoyo a las corrientes populistas, y
aparece un euroescepticismo de masa.

LA CRISIS DEL EURO DE 7-9 DE MAYO 2010

Stephens destacaba recientemente en el Financial Times que los “mercados


planteaban dos tipos de interrogantes a la zona euro: el primero, de natu-
raleza económica, se centra en aspectos como los déficit públicos, la deuda
soberana, el crecimiento económico, etc.; el segundo interrogante, de na-
turaleza política, recaía sobre la falta de liderazgo de Europa”.

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

La falta de liderazgo en la gestión de la crisis se debe a que no se ha sa-


bido comprender su verdadera naturaleza. Esta crisis no sólo se explica
desde la óptica económica sino también desde la óptica política. Lo que
está en juego, como dijo Merkel recientemente, “no es el euro, sino Europa,
el proyecto europeo y sus 50 años de construcción europea”.

¿Qué pasó en mayo de 2010?

Barroso ha manifestado en varias ocasiones que si en mayo la Unión


Europea no hubiera adoptado un paquete de rescate, a día de hoy varios
Estados de la zona euro habrían suspendido pagos.

El relato cronológico de los hechos sería el siguiente: dentro del con-


texto de la lucha contra la crisis financiera, muchos Gobiernos y el Banco
Central Europeo han impulsado medidas destinadas a contrarrestar sus
efectos negativos. Dichas medidas provocaron el empeoramiento de las
cuentas públicas de todos los Estados miembro de la Unión. Al principio
de la crisis, Grecia tenía un reducido margen de maniobra. La falsedad de
las estadísticas griegas dificultó un diagnóstico preciso del estado de sus fi-
nanzas públicas y la crisis económica y financiera vino a agravar esta si-
tuación, lo que llevó a los mercados a desconfiar de la sostenibilidad de la
economía helena. En el programa de estabilidad de enero de 2009, Grecia
anunció que su objetivo era conseguir un déficit del 3,7% en 2009. En oc-
tubre de 2009, Grecia notificó a la Comisión que preveía un déficit de 2,75
puntos más de lo previsto, esperaba una caída adicional de ingresos equi-
valente al 2,5% del PIB de lo recogido en el programa original y un au-
mento extraordinario del gasto de 2,5% del PIB respecto a lo declarado en
el programa de estabilidad.

De esta forma, la estimación oficial del déficit para 2009 pasó del 3,7%
del PIB inicial al 12,5% del PIB.

Posteriormente, Eurostat revisó estas cifras y elevó la previsión del dé-


ficit hasta el 13,6% del PIB en 2009. El volumen de la deuda pública se es-
timó entonces al 120% del PIB.

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CUADERNOS de pensamiento político

En este contexto, Grecia excedía con creces el Pacto de Estabilidad. El


Consejo decidió que existía un déficit excesivo el 27 de abril de 2009 y emi-
tió unas recomendaciones para la reducción del déficit no más tarde de
2012.

El 30 de noviembre de 2009, el Consejo advirtió a Grecia de que no


había dado los pasos necesarios para reducir el déficit y en febrero de 2010
notificó a Grecia medidas adicionales para conseguir tal objetivo, obligán-
dola a informar del desarrollo de la ejecución de estas medidas. Durante
esos meses, sin embargo, los mercados comenzaron a penalizar la deuda
griega al hilo de los rumores sobre la viabilidad de la economía griega para
financiar las necesidades de sus Administraciones.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro, reunidos el 11 de


febrero, decidieron apaciguar los mercados destacando su voluntad de “lle-
var a cabo acciones determinadas y coordinadas para salvaguardar la es-
tabilidad del euro”, sin aprobar un paquete específico de medidas, lo que
no ayudó a calmar las cosas. El 3 de marzo de 2010, Grecia, además de
cumplir con las recomendaciones que le había dirigido el Consejo, anun-
ció medidas adicionales de reducción del déficit por valor de un 2% del
PIB. La Comisión evaluó positivamente estas medidas el 16 de marzo, aun-
que el Consejo, dada la presión sobre la deuda pública griega, decidió pro-
longar hasta el 2014 el plazo en el que el déficit griego debía alcanzar el 3%
del PIB.

Con ocasión del Consejo Europeo del 25 y 26 de marzo de 2010, los Es-
tados de la zona euro confirmaron de nuevo su “voluntad de actuar de
forma coordinada para salvaguardar la estabilidad de la zona euro” y acor-
daron poner en marcha un esquema de ayuda a Grecia con financiación
mayoritariamente europea y una aportación del Fondo Monetaro Interna-
cional (FMI) sin concretar cantidades. Los Estados miembro de la zona
euro estaban dispuestos a contribuir con préstamos bilaterales coordinados.
El procedimiento a seguir debería ser el siguiente: Grecia debía solicitar la
activación del mecanismo de financiación; los Estados miembro del euro
decidirán por unanimidad dicha activación previo examen de los informes
del Banco Central y de la Comisión. La Comisión debería entonces reci-

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

bir un mandato de actuación para poder actuar, y el Consejo, basándose en


el artículo 136 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, fija-
ría los términos de la condicionalidad de la ayuda a Grecia.

La Unión Europea tomó de nuevo una medida sin concretar cómo


pensaba ayudar a Grecia provocando, durante la primera semana de abril
de 2010, que la rentabilidad de la deuda griega y los CDS (seguros de im-
pago de la deuda) volvieran a máximos, por lo que el 11 de abril los Es-
tados de la zona euro estuvieron obligados a detallar en profundidad el
mecanismo de ayuda. Fue entonces cuando se decidió que una vez soli-
citada la ayuda la Comisión, el Banco Central Europeo y el FMI deberían
diseñar conjuntamente un programa que incluyera las cantidades del res-
cate y los términos de la condicionalidad, teniendo en cuenta las reco-
mendaciones del Consejo de 16 de febrero.

El programa de ayuda cubriría tres años y los Estados de la zona euro


podrían aportar hasta 30.000 millones de euros el primer año. El precio de
la ayuda a Grecia se fijaría siguiendo el método habitual aplicado por el
FMI aunque con algunos ajustes. El 14 de abril, Grecia solicitó formal-
mente al FMI su participación y el 23 de abril de 2010 Grecia presentó
una solicitud formal para la activación del mecanismo europeo. Entonces
se estimó que la ayuda necesaria para Grecia ascendería a unos 110.000 mi-
llones de euros en total. En la Declaración de los ministros de Finanzas de
la zona euro del 2 de mayo, se decidió por unanimidad activar el meca-
nismo de apoyo a Grecia a través de préstamos bilaterales coordinados
por la Comisión bajo las condiciones recogidas en la Declaración del 11 de
abril y por un valor de 80.000 millones de euros.

Ante las continuas perturbaciones en los mercados, y para evitar un po-


sible efecto contagio de la crisis griega a otros países de la zona euro con
una situación financiera debilitada, el 7 de mayo de 2010 se convocó una
cumbre de los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro. El temor a
que esta cumbre finalizara sin dar un mensaje claro a los mercados sobre
la voluntad política de asegurar la sostenibilidad del euro estuvo también
muy presente en Estados Unidos y en China, que temieron vivir de nuevo
una situación similar a la ocurrida durante la quiebra de Lehman Brothers.

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CUADERNOS de pensamiento político

La cumbre del euro vino precedida por una carta conjunta de Merkel
y de Sarkozy. El texto destacaba que “la moneda común es responsabili-
dad conjunta de todos los Estados euro”. Ambos Estados miembro defen-
dían también el reforzamiento de la gobernanza económica.

La carta conjunta no pudo ocultar las importantes divergencias sobre el


fondo entre Francia y Alemania, que giraban en torno a la conveniencia de
realizar una rápida intervención a favor de Grecia (tesis francesa) o de espe-
rar hasta el último momento (tesis alemana). La carta conjunta omitía tam-
bién una referencia a si se podría expulsar a un Estado del euro o si, por el
contrario, se debía permitir la reestructuración de su deuda. Francia recha-
zaba cualquier idea de quiebra de un Estado del euro. No hay que olvidar que
los bancos franceses están más expuestos a la deuda griega que los alemanes.
Merkel explicó ante el Bundestag que sería necesario elaborar un procedi-
miento que permitiera devolver la deuda de forma escalonada.

Merkel sugirió también la posibilidad de proceder a una reforma del


Tratado de Lisboa para endurecer las condiciones que debían cumplir las
finanzas públicas de los Estados del euro mientras que, por el contrario,
Francia, defendía que dicha reforma no era necesaria y que bastaba una
aplicación más estricta del Pacto de Estabilidad.

La reunión de los jefes de Estado y de Gobierno del euro, que acabó


con un acuerdo vago sobre la posibilidad de lograr un mecanismo de es-
tabilidad, decidió que la Comisión propusiera un mecanismo europeo de
estabilización financiera que debía ser aprobado por el Consejo de Eco-
nomía y Finanzas (ECOFIN). Éste se reunió de urgencia el domingo 9 de
mayo ante las malas perspectivas que presentaba la apertura de los mer-
cados el lunes 10 de mayo. Comenzó ahí una carrera contrarreloj para de-
finir un paquete de rescate antes de la apertura de Tokio.

Tras la reunión de la cumbre extraordinaria del Eurogrupo, el ECO-


FIN del 8-9 de mayo aprobó los siguientes instrumentos:

a) Un plan de rescate para Grecia preparado por el FMI que consiste en


un instrumento de reestructuración del conjunto de la deuda griega que ha

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

sido objeto de un acuerdo intergubernamental. Alemania y el BCE defen-


dieron por diversas razones la intervención del FMI. Alemania porque le
permitía justificar ante su opinión pública y ante su Tribunal Constitucional
la existencia de una situación de excepcionalidad a la que se refiere el Tra-
tado de Lisboa. El BCE se mostró favorable a la intervención del FMI antes
de que se tomaran las decisiones aduciendo que el peso de la UE en dicha
institución es fundamental y que, dadas las circunstancias excepcionales, la
Unión debía acudir a todas las herramientas a su alcance. Francia, por el con-
trario, se opuso a la presencia de dicho organismo internacional.

b) Una intervención del BCE sobre los mercados para hacer bajar el in-
terés de la deuda soberana. El artículo 123 del TFUE (Tratado Fundacio-
nal de la Unión Europea) prohíbe que el BCE o los bancos centrales
compren directamente deuda pública a los Estados miembro, pero nada
impide que se compre deuda en el mercado secundario. Tras la decisión del
ECOFIN, el BCE deberá garantizar la estabilidad de los precios de la
deuda soberna de los miembros de la zona euro, además de asegurar la es-
tabilidad de los tipos de interés y el tipo de cambio del euro. Nutriéndose
de las reservas del SEBC (Sistema Europeo de Bancos Centrales), el BCE
podrá comprar deuda pública y privada de los Estados frágiles, lo que su-
pone una quiebra de la función original del Banco Central Europeo.

c) Un mecanismo europeo que permitirá intervenir en defensa del euro


cuando sea necesario, con capacidad de movilizar unos 750.000 millones
junto con el FMI. Este mecanismo europeo consta de dos partes:

1) Un reglamento comunitario que autoriza a la Comisión a otorgar apoyo


financiero a los Estados miembro en dificultades debido a circunstancias
excepcionales como señala el artículo 122.24 del TFUE de hasta 60.000
millones de euros y garantizados con el presupuesto comunitario. Para
ello se autoriza a la Comisión a endeudarse en los mercados financieros,

4
Este esquema respetaría el artículo 122 del TFUE que destaca que: “en caso de dificultades
o en caso de serio riesgo de dificultades graves en un Estado miembro ocasionadas por ca-
tástrofes naturales o acontecimientos excepcionales que dicho Estado no pudiera controlar, el
Consejo, a propuesta de la Comisión, podrá otorgar en determinadas condiciones, una ayuda
financiera de la UE”.

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CUADERNOS de pensamiento político

aunque el importe de los préstamos no superará el límite del margen dis-


ponible bajo el techo de los recursos propios para los créditos de pago.

2) Adicionalmente, los Estados de la zona euro adoptaron un acuerdo in-


tergubernamental para otorgar ayuda adicional por valor de 440.000
millones de euros. Para ello se creará un Special Purpose Vehicle (SPV) de
tres años de duración que emitirá bonos en ayudas al país con dificul-
tades bajo la garantía del resto de los Estados de la zona euro. La par-
ticipación de cada Estado en el SPV se determinará en función de la
misma clave de reparto utilizada en el caso griego; es decir, su contri-
bución al capital del Banco Central Europeo.

Durante las negociaciones de este paquete, Alemania defendió que el


rescate de 440.000 millones debería nutrirse de los Gobiernos nacionales
y ser de naturaleza temporal y al margen de los Tratados para evitar con-
vertir a la Unión en una “unión de transferencias”. Francia defendió, en
cambio, la necesidad de crear un mecanismo a largo plazo. Al final, Ale-
mania aceptó crear este paquete de rescate para defender la estabilidad del
euro exigiendo, a cambio, a España y Portugal que introdujeran planes de
ajuste presupuestario para consolidar las cuentas públicas en 2010 y que se-
rían presentadas al ECOFIN del 18 de mayo de 2010. La adecuación de
estas medidas sería evaluada por la Comisión en junio en el contexto del
procedimiento de déficit excesivos. En la reunión de los ministros de Eco-
nomía y de Finanzas del euro del 7 de junio se perfilaron algunos de los de-
talles del funcionamiento del instituto financiero europeo de estabilidad
que hará realidad el instrumento de rescate.

La Unión empezó también a trabajar en la definición de las reformas


que serían necesarias para asegurar la sostenibilidad de la zona euro. El
punto de partida en esta materia ha sido la Comunicación de la Comisión
del 12 de mayo relativa a la mejora de la coordinación en la zona euro.
Esta Comunicación propone reformar el Pacto de Estabilidad y Creci-
miento prestando una mayor atención a la deuda y a su sostenibilidad; una
mayor concertación ex ante a la hora de elaborar los diferentes presupues-
tos nacionales, permitiendo una supervisión europea y una mayor rapidez
en la aplicación de sanciones, y la creación de un nuevo marco de super-

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

visión para vigilar los desequilibrios y la competitividad a partir del artículo


136 del TFUE. Este marco busca evitar divergencias en la zona euro que
pongan en peligro su estabilidad. Por último, la Comisión ha propuesto
transformar el mecanismo de gestión de crisis en la zona euro aprobado el
9 de mayo en un mecanismo permanente. La Comunicación de la Comi-
sión sobre la mejora de la coordinación de la zona euro, los trabajos del
ECOFIN y las conclusiones del grupo de trabajo presidido por Van Rom-
puy5 sobre este mismo tema formarán el conjunto de aportaciones que de-
berá examinar el Consejo Europeo.

¿QUÉ CONCLUSIONES SE PUEDEN OBTENER DE TODO ESTO?

La gestión política de la crisis financiera en general y de la crisis griega en


particular que ha realizado la Unión Europea hasta ahora deja una imagen
de improvisación y de lentitud. Improvisación porque da la sensación de
que reunión tras reunión se evita tomar las decisiones necesarias y que
éstas se toman cuando ya no se puede aguantar la presión de los merca-
dos. De las cinco reuniones extraordinarias que ha celebrado el Consejo
Europeo entre 2008 y 2009, cuatro han estado centradas en la crisis. La res-
puesta a la crisis resulta de conversaciones (a trompicones) entre Francia
y Alemania, que buscan más reaccionar ante los mercados y sus respecti-
vas opiniones públicas que ante los verdaderos problemas de fondo. La
opinión mayoritaria culpa de la lentitud de la reacción de la Unión Euro-
pea a Alemania.

5 Consejo Europeo de marzo de 2010: “pide al presidente del Consejo Europeo que establezca,
en cooperación con la Comisión, un grupo de trabajo con representantes de los Estados miem-
bro, la presidencia rotatoria y el BCE, que presente al Consejo, antes de que acabe el pre-
sente año, las medidas que se necesitan para alcanzar el objetivo de un marco mejorado de
resolución de la crisis y una mejor disciplina presupuestaria, explorando todas las opciones
para reforzar el marco jurídico”. Durante la segunda reunión de este grupo de trabajo se aceptó
el principio de un cierto control ex ante de los presupuestos nacionales por parte de los mi-
nistros y la introducción de un sistema de sanciones que penalice no sólo la violación del um-
bral del 3% del déficit sino cualquier deterioro rápido de las finanzas públicas de un Estado
miembro. El grupo de trabajo estudiará también las diferencias de competitividad entre los Es-
tados miembro.

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CUADERNOS de pensamiento político

¿Cuáles son las causas del comportamiento alemán?

Un artículo del profesor norteamericano Toocz publicado en el Finan-


cial Times el 5 de mayo de 2010 trataba de contestar a esta pregunta. Este
autor defendía que “la reforma constitucional aprobada por Alemania en
el verano de 2009, limitando el endeudamiento federal a partir del 2016,
crea un margen muy rígido para permitir rescates. Otra de las razones ale-
gadas para comprender la actitud alemana es la presión de la opinión pú-
blica en contra de cualquier rescate. La cuestión de fondo que preocupa a
Alemania es la sostenibilidad del modelo financiero alemán ante una débil
tasa demográfica […]”.

Además, señalamos que Merkel ha tenido que realizar un importante es-


fuerzo político por justificar la posición final alemana ante una opinión pública
que, aún hoy, desaprueba mayoritariamente cualquier rescate. De hecho, mu-
chos analistas defienden que la aceptación de Merkel del rescate griego ha
sido una de las causas de la derrota de la coalición gubernamental en el lan-
der de Renania del Norte Westfalia que, además, ha supuesto la pérdida de la
mayoría gubernamental en el Bundesrat. La opinión pública alemana parece
desconocer los beneficios que obtiene de la construcción europea y del euro,
facilitando el éxito de la fuerte campaña que el Bild 6 realizó contra el rescate
griego. En el caso de la crisis griega, el Gobierno alemán ha insistido en el
hecho de que no cabía otra alternativa a los planes de rescate de Grecia, pero
la solución alcanzada supone de hecho un cuestionamiento de la indepen-
dencia del Banco Central Europeo y la creación de una Unión (temporal) de
transferencias, lo que supone vulnerar las condiciones por las que los alema-
nes decidieron abandonar el marco.

Otro elemento a tener en cuenta es el efecto que tiene sobre la definición


y ejecución de la política europea de Alemania la sentencia de su Tribunal
Constitucional sobre la ratificación del Tratado de Lisboa. Esta sentencia ha
reforzado las prerrogativas del parlamento alemán y ha forzado a Berlín a
tomar una actitud mucho más cauta hacia Europa, ya que el Gobierno está
obligado a estudiar la constitucionalidad de cada una de sus decisiones.

6
El Bild tiene una tirada diaria de 3,4 millones de ejemplares.

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

Según el diario Cinco Días, “en Berlín se ha instaurado una total des-
confianza sobre la Comisión Europea a la que se considera responsable de
la falta de control sobre la veracidad de las cuentas griegas, por lo que exis-
ten muchas reticencias a adoptar cualquier solución que suponga un au-
mento de competencias de las instituciones de la Unión para completar el
gobierno económico de la zona euro. Con el fin de gestionar la crisis de la
deuda sin transferir nuevas competencias a Bruselas, Merkel planteó la re-
forma de los tratados, sugerencia que fue rechazada de forma abrupta por
Barroso ante la prensa alemana”.

Alemania vive el escenario de la crisis del euro con desazón, y como ha


destacado el profesor Areilza, “[…] Alemania tiene una disyuntiva […]
bien pretender que el resto de países de la Unión gobiernen imitando a
Berlín, bien liderar una visión de conjunto”. En ese contexto, la canciller se
dirigió al Bundestag el 19 de mayo exhortando a Europa a “adoptar una
nueva cultura de la estabilidad a partir del modelo alemán […] las reglas
deben centrarse en los más fuertes y no en los más débiles”.

Las recientes medidas unilaterales alemanas dirigidas a prohibir ciertas


operaciones en los mercados tienen una clara intencionalidad política na-
cional, al pretender dar una señal a la opinión pública alemana de que el Go-
bierno está luchando contra los especuladores. Merkel alega que este tipo de
medidas, como su resistencia a la hora de aceptar el rescate griego, buscaban
también que sus socios europeos redujeran sus déficit y adoptaran medidas
de ajuste impopulares, como lo han hecho Grecia, Italia, Portugal y España.
Incluso Francia se ha visto también obligada a reducir su gasto público apli-
cando una campaña de rigor, y posiblemente se retrase la edad de jubilación
más allá de los 60 años, quebrando con ello una de las medidas más simbó-
licas adoptadas durante la presidencia de Mitterrand.

Esta política alemana supone un alto coste en la Unión y toda la prensa


destaca el aislamiento de Alemania en la gestión de la crisis griega y que
ésta afectará al futuro de las relaciones con Francia.

Francia y Alemania representan dos culturas distintas respecto a la go-


bernanza económica. Para Francia, la gobernanza económica es un medio

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CUADERNOS de pensamiento político

para poder obtener un poder en Europa que no se justificaría por su re-


ciente trayectoria económica y una oportunidad para tratar de presentarse
como el portavoz de los Estados euro con dificultades.

Alemania, desde su poderío económico, defiende la independencia del


Banco Central Europeo, la disciplina presupuestaria y el no acudir al rescate
de los socios díscolos, mientras que Francia apuesta por el control político de
la gobernanza económica y de la Unión Monetaria a través del Eurogrupo y
del Consejo Europeo. Ambos países, a día de hoy, aún no han encontrado un
mínimo común denominador sobre cómo reforzar dicha coordinación, de
ahí que existan declaraciones, roces y acciones que no son más que el intento
de imponer sus tesis. Schauble declaraba recientemente: “mi opinión es que
la legislación europea será puesta en marcha más rápidamente si hay una ley
alemana”. Por ejemplo, las recientes medidas unilaterales que Alemania ha
adoptado respecto a la prohibición de determinadas operaciones financieras
pueden también entenderse como un medio de ejercer presión.

Durante la cumbre franco-alemana del 7 de junio, Francia y Alemania


recogieron esta medida en una carta conjunta en la que se solicita a la Co-
misión que prepare una propuesta para la totalidad de los Estados de la
Unión. Del mismo modo, las medidas de austeridad aprobadas por Ale-
mania el mismo 7 de junio son un medio de presión para que el resto de
Estados miembro sigan aprobando en el futuro presupuestos restrictivos en
un plazo de tres o cuatro años.

Por de pronto, Alemania ya ha conseguido que el próximo presidente


del Banco Central Europeo sea un alemán. Este nombramiento servirá para
reducir su sensación de aislamiento. Hoy en día, en Europa, a la hora de
tomar decisiones, Merkel tiene que hablar con Sarkozy, Trichet y Strauss-
Khan, todos franceses, y no se puede apoyar en una Comisión que ve como
parte del problema y no como un actor que trabaja para la solución. Sar-
kozy anunció recientemente que estaba dispuesto a reformar la Constitu-
ción francesa para prohibir los déficit públicos. Francia espera que de esta
forma Alemania admita la existencia de la cumbre del Eurogrupo. Desde
la perspectiva francesa, si no se consigue romper el aislamiento alemán se
corre el peligro de que Europa vuelva a una situación como la de los años

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

80, en la que existía el marco alemán y los europeos no tenían más reme-
dio que adecuar sus políticas al Bundesbank.

En una Unión a 27, el acuerdo entre Francia y Alemania es necesario


pero no es suficiente. La aportación de cuantos más Estados grandes mejor
es requerida para lograr un peso específico suficiente. Lo característico del
momento actual es, sin embargo, que los responsables políticos que podrían
ejercer un liderazgo han salido todos muy debilitados de la crisis: Merkel ha
visto cómo dos personalidades de su partido han desaparecido del mapa po-
lítico, el presidente Khöler y Roland Koch, y ha sido incapaz de imponer a
su candidata a la presidencia de la República; Sarkozy, por su parte, sigue con
una cuota de popularidad baja y ya se concentra en las elecciones presiden-
ciales, tras el varapalo recibido en las últimas elecciones regionales; Barroso
se ha visto parcialmente eclipsado por el nuevo intergubernamentalismo y
Van Rompuy. En este sentido, la participación del Reino Unido, a pesar de
no pertenecer al euro y de que el talón de Aquiles de la coalición guberna-
mental es Europa, es clave para configurar el futuro diseño de la gobernanza
económica.

El objetivo principal de Francia es institucionalizar el foro de los jefes


de Estado y de Gobierno de la zona euro y dotarle de un secretariado. Esta
idea recibió unas fuertes reticencias alemanas en diciembre de 2008. Como
hemos destacado, los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro ya se
reunieron en marzo, al margen del Consejo Europeo, y en mayo de 2010.
Merkel se niega a institucionalizar este foro, que pasaría a ser el Gobierno
económico y político de Europa e influiría al Banco Central Europeo. Una
razón de esta negativa es la propia composición del Eurogrupo.

La mayoría de los grandes Estados del euro (España, Italia) son más
proclives a las tesis francesas que a las tesis alemanas. La prensa ha reco-
gido recientemente que parece existir un inicio de flexibilidad en la pos-
tura alemana ante la institucionalización de las cumbres del euro a cambio
de obtener contrapartidas en términos de un refuerzo de la disciplina pre-
supuestaria y de otorgar un papel más importante al Banco Central Eu-
ropeo en la vigilancia de las finanzas públicas, aunque Francia sería
partidaria de que esa labor de supervisión fuera realizada por una entidad

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CUADERNOS de pensamiento político

intergubernamental. En todo caso, en lo que Francia y Alemania se ponen


de acuerdo es en no otorgar más poderes al presidente de la Comisión.

El periódico Le Monde del 30 de mayo de 2010 explicaba que Francia,


para romper el aislamiento alemán y hacer que este país acepte la idea de
la institucionalización de las cumbres del Eurogrupo, ha dado señales por
las cuales estaría dispuesta a admitir sanciones más rigurosas a los Estados
del euro que no respeten el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y a permitir
un escalonamiento en el pago de la deuda de un Estado del euro.

Francia puede contar con un aliado inesperado en la figura de Van Rom-


puy, que, dentro de las limitaciones de sus funciones, se ha convertido en
el interlocutor natural de los Estados en Bruselas, suplantando al presi-
dente de la Comisión. No en vano es Van Rompuy el que fija la agenda del
Consejo Europeo y lo preside (¿Es casualidad que también presida el grupo
de trabajo del Consejo Europeo?).

Tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa estamos asistiendo a una


curiosa paradoja en la Unión Europea que es la del nacimiento de un nuevo
intergubernamentalismo, lo que no favorece a la Comisión Europea.

El Tratado de Lisboa otorga más poder al Parlamento Europeo y en


determinadas cuestiones a la Comisión. En realidad, desde la entrada en
vigor de este Tratado, los Estados miembro han acrecentado su influencia
en el proceso de toma de decisiones y en la formulación de la agenda de
la Unión. La vía utilizada para ello es el Consejo Europeo y su presidente.
El presidente estable del Consejo Europeo que asegura, según los tratados,
la continuidad y la coherencia de los trabajos de la Unión es, sin embargo,
utilizado por Francia y por Alemania para imponer sus agendas en los tra-
bajos del Consejo Europeo. De ello se deriva una novedosa e inesperada
lectura intergubernamental del Tratado.

Una de las características de este nuevo intergubernamentalismo es la hi-


perinflación de órganos y organismos, creando con ello una enorme inefi-
cacia en el funcionamiento de la Unión, un debilitamiento de la Comisión,
una enorme cacofonía de iniciativas y mensajes, lo que confunde a la opi-
nión pública y desorienta a los mercados.

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LA UNIÓN EUROPEA Y LA CRISIS DEL EURO / GERARDO SERRANO ● FRANK CENTRAL

Esta tendencia es particularmente evidente si examinamos las últimas de-


cisiones del Consejo Europeo. Por ejemplo, en marzo de 2010 el Consejo Eu-
ropeo decidió crear un grupo de trabajo presidido por Van Rompuy y
compuesto por los ministros de Economía y Finanzas, la presidencia rota-
toria y el Banco Central Europeo, para examinar la reforma de la gober-
nanza económica.

La creación de este grupo de trabajo crea un precedente peligroso que ha


sido ya imitado por el Parlamento Europeo, cuya Conferencia de Presiden-
tes decidió recientemente crear un grupo de trabajo compuesto por Van
Rompuy, los presidentes de los grupos políticos y los presidentes de siete
comisiones parlamentarias para debatir sobre este mismo tema. En el seno
del Consejo Europeo se ha sugerido que sea esta propia institución la com-
petente para realizar el seguimiento de las medidas de austeridad y no la Co-
misión. Todas estas iniciativas provocarán un debilitamiento del actual
equilibrio interinstitucional en detrimento de la Comisión Europea.

A más grupos de trabajo, más reuniones de diversos organismos para tra-


tar de las mismas cuestiones: por ejemplo, para la preparación del Consejo
Europeo de junio, junto con el procedimiento habitual canalizado por el
COREPER (Comité de Representantes Permanentes) y el Consejo de Asun-
tos Generales, habrá que tener en cuenta lo decidido por el grupo de trabajo
de Van Rompuy, que no es otra cosa que el ECOFIN presidido por el pre-
sidente del Consejo Europeo, la reunión habitual del ECOFIN, esta vez sin
Van Rompuy, y la reunión del Eurogrupo, además de las propuestas de la
Comisión que fueron presentadas en su Comunicación del 12 de mayo.

Por otra parte, llama la atención que el principal instrumento aprobado por
el ECOFIN a principios de mayo sea de naturaleza intergubernamental y
ajeno al Tratado. Se ha abortado la creación de un Fondo Monetario Euro-
peo apostando por un mecanismo temporal y más flexible de estabilización.

Tampoco está claro cuáles son los requisitos exigidos para poder bene-
ficiarse de las medidas adoptadas por el ECOFIN, que parecen regirse por
criterios políticos, al no existir reglas claras vinculantes y automáticas, ni
mecanismo de alerta o mecanismo de sanciones.

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CUADERNOS de pensamiento político

A modo de conclusión nos gustaría cerrar este artículo citando al presi-


dente Aznar, que declaraba recientemente en Le Figaro lo siguiente: “Se ha in-
vadido Europa de instituciones y cargos y al mismo tiempo se han
renacionalizado las políticas, pero hoy es necesaria más política y menos ins-
tituciones, más visión global y menos nacionalismo. Lo que hoy como ayer
hace falta es una definición política. Tenemos presidentes para todo tipo de
instituciones pero carecemos de política. Hace falta otorgar una respuesta po-
lítica fuerte a la crisis que se apoye sobre estos cuatro pilares: restablecer la es-
tabilidad del euro volviendo a la versión original del Pacto de Estabilidad y de
Crecimiento, adoptar un programa ambicioso de reformas estructurales im-
pulsadas por la Unión, favorecer los pactos nacionales de estabilidad y definir
de forma precisa las sanciones para aquellos que no cumplen con las reglas”.

PALABRAS CLAVE
Unión Europea • Economía europea • Europa

RESUMEN ABSTRACT
La Unión Europea afronta actualmente la The European Union currently faces the
peor crisis de su historia: la pérdida de cre- worst crisis of its history: the loss of
dibilidad económica tras la reforma del economic credibility after the reform of the
Pacto de Estabilidad, el cambio de enfoque Stability Pact, Germany’s change of
de Alemania con respecto a la UE, la dé- approach regarding the EU, the lost
cada perdida (1997-2008) en la reforma decade (1997-2008) concerning the
de la economía, y la aparición de la crisis reform of the economy; and the
de valores que impregna de relativismo appearance of a crisis of values which
muchos aspectos de la política europea. Si pervades with relativism many aspects of
a todo ello sumamos la crisis del euro de European politics. If we add the euro crisis
mayo de 2010 y las continuas perturba- of May 2010 to all the abovementioned
ciones en los mercados financieros euro- and the constant turmoil in the European
peos, el panorama resulta desalentador, y financial markets, the outlook seems
más si tenemos en cuenta las distintas vi- grim, much more if we take into account
siones que Francia y Alemania mantienen the differing stances regarding the political
en la gestión política de la crisis finan- management of financial crises held by
ciera. Al final, paradójicamente, y como France and Germany. In the end,
consecuencia de la crisis, el Tratado de Lis- paradoxically and as a result of the crisis,
boa ha dado paso a un nuevo “intergu- the Treaty of Lisbon has opened the way
bernamentalismo” contrario al espíritu que to a new “intergovernmentalism”
lo impulsó. opposing the spirit which initially drove it.

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ANTONIO MORALES MOYA

CRISIS DE IDENTIDAD ESPAÑOLA


Y SITUACIÓN ACTUAL DEL HISPANISMO

-I-

nte todo los conceptos: hispanista, hispanismo, hispanófilo, hispanofi-

A lia, hispanisant 1. Resume Gutiérrez Cuadrado: “Los españoles no


utilizan en el siglo XIX una etiqueta especial para referirse a los fi-
lólogos, eruditos, viajeros o amigos extranjeros que se interesan, ocupan o
preocupan por las cosas de España […]. Sólo a finales del siglo XIX em-
piezan a llamarles hispanófilos, destacando con ello los aspectos más cor-
diales de su inclinación o interés por las cosas de España”2. Por entonces
surge también el término hispanista3, entendido como profesional dedicado
al estudio y enseñanza de la lengua o, en general, de la cultura española, en
relación con la institucionalización de la filología románica en la Península
y con el conocimiento profesional de la enseñanza del español en Norte-

Antonio Morales Moya es catedrático de Historia Contemporánea e investigador de la Fundación José


Ortega y Gasset

1
Cfr. sobre estos conceptos, especialmente, A. Niño: Cultura y diplomacia: los hispanistas fran-
ceses y España. 1875-1931, C.S.I.C.-Casa de Velázquez. Madrid, 1988, pp. 4 y ss.
2
“Hispanolimpio: coloremos el origen de hispanismo e hispanista”, Boletín Asociación Interna-
cional de Hispanistas, 10/03, p. 26.
3
La referencia más antigua del término la ha encontrado A. Niño en Morel-Fatio, quien se aplica
a sí mismo el término en un artículo publicado en 1879.

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CUADERNOS de pensamiento político

américa4. Ambos conceptos se utilizarán indistintamente, si bien parece


que es a partir de los años treinta del pasado siglo cuando el término his-
panista, entendido ya como especialista que cultiva una disciplina científica,
el hispanismo, se irá imponiendo. Prevalecerá, pues, la dimensión profesio-
nal frente a la afectiva y romántica. Finalmente el concepto se vincula con
los patrones derivativos, generalizados a finales del siglo XIX y comienzos
del XX: romanista, latinista, clasicismo, arabismo… de donde hispanismo e his-
panista5. Por su parte, Rafael Altamira, comentando las referencias de la li-
teratura extranjera –cuyo núcleo lo forman, especialmente, los libros de
viaje– relativas al carácter, ideas, inteligencia y condiciones del pueblo es-
pañol, llenas frecuentemente de juicios apresurados y erróneos, “hijos de la
falta de estudio y de la falta de amor”, entiende que el nombre de hispanó-
filos sólo es pertinente para designar “a bien pocos de ellos, aunque algu-
nos, por el prestigio y la elevación de su nombre, compensen sin duda lo
exiguo del número”. Los más podrían entonces ser llamados hispanólogos,
“gente que saben o presumen saber de España, pero que no sólo no la
aman, ni aun sienten por ella benevolencia y simpatía”, dominados por cie-
gos prejuicios6. Término equivalente a los citados, aunque inicialmente más
utilizado, fue el de hispanisant –Foulché-Delbosc y Barrau-Dihigo publica-
ron, en 1919, un Manuel de l’hispanisant, reeditado en 1970– y que irá de-
cayendo, por implicar un menor grado de profesionalización a medida que
el hispanismo adquiere una dimensión científica, hasta caer en desuso.

La noción de hispanismo es una noción abierta, por cuanto aplicada ori-


ginariamente a extranjeros dedicados al estudio de las lenguas y la cultura
hispánica, ya, en 1962, Fernando Lázaro Carreter la extendía a los estu-
diosos españoles. Y en tal sentido se manifestaba, en el Congreso de Nij-
megen de 1965, Dámaso Alonso. Precisa, no obstante, Lía Schwartz que,
aun hoy, “muy pocos especialistas españoles que enseñan en la Península
usarían espontáneamente la palabra hispanismo para designar su campo de
investigación, a pesar de su participación en congresos como los que rea-

4
Cfr. J. Gutiérrez Cuadrado: “El hispanismo lingüístico”, Ínsula, N° 725 (mayo 2007), pp. 4-9.
5
Ibid., p. 25.
6
R. Altamira: “Hispanólogos e hispanófilos” en Escritos patrióticos, Obras Completas, XI, Com-
pañía Ibero-Americana Publicaciones S.A. Madrid, 1929, pp. 47-54. El artículo está fechado en
1896.

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CRISIS DE IDENTIDAD ESPAÑOLA Y SITUACIÓN ACTUAL DEL HISPANISMO / ANTONIO MORALES MOYA

liza la Asociación Internacional de Hispanistas, en la que españoles y nor-


teamericanos constituyen los dos grupos cuantitativamente más impor-
tantes”. Cree Schwartz que: “Desde un punto político, cabría pensar que
esta resistencia delata tal vez el oculto deseo de relegar a un segundo plano
la producción crítica de los extranjeros, un modo de ejercer el control sobre
los discursos interpretativos que circulan en el campo de los estudios his-
pánicos”7.

El hispanismo, caracterizado por prácticas hermenéuticas diferentes en re-


lación con la circunstancia histórica, conoce actualmente una gran expan-
sión. Según la base de datos del portal del Instituto Cervantes, los
departamentos universitarios con enseñanzas hispánicas –lengua, literatura,
cultura, historia– se extienden por todo el mundo. Destaca su concentración
en algunos países: Estados Unidos (1.041), Reino Unido (92), Brasil (89),
Alemania (78), España (70), Francia (67), Italia (63), Argentina (60) o México
(59)8. Tradicionalmente centrado, junto a la enseñanza del idioma, en estu-
dios literarios y lingüísticos –en la exposición que sigue tendremos especial-
mente en cuenta su dimensión historiográfica– dedicados sobre todo a la
Edad Media y al Siglo de Oro, tal sería el canon clásico, se ha ido abriendo
progresivamente a nuevos campos de estudio, como el cine, la cultura po-
pular o los “estudios de género”. Las nuevas orientaciones varían según los
países9 y se relacionan también con las críticas al hispanismo tradicional: para
Estados Unidos, J.R. Resina se ha referido a las raíces conservadoras de este
hispanismo, fundado en la filología románica decimonónica, que convierte la
“identidad española” en “castellana”. Postula alternativamente un modelo de
España plurilingüe y multicultural10; y Eduardo Subirats va más allá en su crí-
tica de la cristalización de lo hispánico en lo español: “Hubo un tiempo en
que la palabra Hispania agrupaba a la pluralidad de culturas y lenguas suje-
tas a la influencia lingüística y civilizadora de la Roma imperial. Pero desde
el siglo XVI, esa amplia Hispania ha sido particularizada en lo español, a lo

7
Lía Schwartz: “De hispanismos, los siglos XVI y XVII y el olvido de la historia” en Ciberletras, re-
vista de crítica literaria y cultura, http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v06/liaschwartz.html
8
Cfr. J. Gutiérrez Cuadrado: “Hispanolimpio….” p. 17.
9
Cfr. J. Álvarez Barrientos (editor): “El hispanismo que viene”, Arbor, 664 (2001), pp. IX-XI.
10
J. R. Resina: “Hispanism and its discontents”, Siglo XX/20th Century 14.1–2 (1996): 85-135.

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largo de una historia oscura de cruzadas y limpiezas étnicas, dirigidas con-


tra las comunidades islámicas y judías de la Península Ibérica en primer lugar,
y a lo largo también de la subsiguiente expansión colonial de una monarquía
hispánica erigida precisamente sobre aquella herida histórica”: un nuevo en-
foque transnacional y global debería recuperar tradiciones y expresiones ar-
tísticas y culturales marginadas y reprimidas11.

Esta crisis del canon clásico, especialmente visible en el hispanismo nor-


teamericano, tiene que ver no sólo, como señala Schwartz, con el “conser-
vadurismo” de la filología española y con la identificación de la literatura de
los siglos XVI y XVII, “con el programa político de expansión de la monar-
quía española, cuyo rechazo involucró también el de la literatura de la época,
sino también con el abandono de la historia en los programas de las escue-
las y universidades del país”. Tal sumisión a la “tiranía del presente” contrasta,
para esta autora, con la actitud del hispanismo francés para el que la histo-
ria es la fuerza unificadora de las ciencias sociales que la complementan: so-
ciología, etnología, psicología y los estudios literarios y lingüísticos12.

Otro aspecto fundamental debe considerarse. La atracción ejercida por


España sobre los estudiosos extranjeros en los dos últimos siglos supone un
fenómeno excepcional sin parangón con otros semejantes en la historio-
grafía universal. ¿Personalidad apasionante del país? ¿Atracción hecha de
admiración y extrañeza? Naturales y extranjeros, desde luego, las han ale-
gado. Al “halo de misterio que ha rodeado siempre a nuestra historia a
causa de su carácter singular”, se refiere Claudio Sánchez Albornoz y Emi-
lio Sáenz alude también a una “historia europea y oriental al mismo tiempo,
paralela y distinta a la de otros pueblos del viejo continente”13. De perma-
nente “fascinante atractivo”, habla Robertson, quien concretando entre tan-
tos a los que España causó la más profunda impresión, cita a V.S. Pritcher,
el autor de The Spanish Temper: Travels in Spain, de quien “casi podría afir-

11
E. Subirats: “Siete tesis contra el hispanismo”, Revista de Humanidades,, Tecnológico de Mon-
terrey, 017 (2004), pp.149-166.
12
Op. cit.
13
E. Sáenz: “La Edad Media vista por los historiadores franceses”, Arbor, 400 (abril 1979), p. 13.

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marse que el paisaje de Castilla le cambió la vida”14; Henry Havelock Ellis


dirá que “España representa, ante todo, la suprema actitud de una mani-
festación primitiva y eterna del espíritu humano, una actitud de energía
heroica, de exaltación espiritual, no ya enmascarada a fines de comodidad
y medro, sino a los hechos fundamentales de la existencia humana. Esta es
la España esencial que me he esforzado por penetrar en mis rebuscas”15.
Los ejemplos podrían multiplicarse y la pasión por España de prerromán-
ticos y románticos impresiona hoy día.

En fin, con humor emocionado, ha definido Mario Vargas Llosa a los his-
panistas, cuya efusiva entrega remite al excitante carácter de su objeto: “Creo
que el profesor Pierce fue el primero que conocí de esa bienaventurada es-
tirpe –secta internacional, mafia o masonería– esparcida por todos los rin-
cones del globo que tienen como razón de ser en la vida contagiar a los
mortales de otras geografías la pasión que sus miembros profesan por la len-
gua de Cervantes y las literaturas que ella ha gestado en España y América,
los hispanistas. Son muchísimos y están en todas partes, de Japón a Mada-
gascar y de Johannesburgo a Helsinki. Constituyen una curiosa humanidad
(…) incluso extravagante, pero, también, generosísima, una punta de lanza
de la propagación de nuestra cultura más allá de sus fronteras lingüísticas.
Nadie ha hecho tanto como ellos para desprovincianizar el español y con-
vertirlo en ciudadano del mundo, metiéndolo por puertas y ventanas en casas
ajenas. Semejante empresa requiere algo más intenso y motivado que la en-
señanza de un idioma. Es decir, no sólo profesores sino apóstoles, cruzados,
fanáticos, agitadores mesiánicos o astutos maquiavelos convencidos de que
ese fin sí justifica todos los medios. Muchos son eso y todavía más”16. Otras
pertinentes razones se han alegado: así se invoca casi siempre el subdesa-
rrollo cultural, político y económico del país. En términos de Nicolás Sán-
chez Albornoz, el hispanismo nace de una asimetría, de una desigual relación
entre esferas culturales: “frente a unas universidades europeas boyantes, las
antiguas españolas se caracterizaban en efecto por una enseñanza profesio-

14
I. Robertson: Los curiosos impertinentes: viajeros ingleses por España (1760-1885), Editora Na-
cional, Madrid, 1976, p. 15.
15
H. Havelock Ellis: El alma de España, Casa Editorial Araluce, 8ª edición, Barcelona, 1928, p.15.
16
M. Vargas Llosa: El País, 4-11-1992.

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nal rutinaria, sin investigación salvo casos heroicos”17; Antonio Niño invoca
“la debilidad científica interna o [el] carácter expansivo de la ciencia en otros
países [coincidente] cronológicamente con la pérdida de importancia de Es-
paña dentro del grupo de naciones que crean y difunden el conocimiento. El
hispanismo comenzó a poner en valor los tesoros de nuestro patrimonio his-
tórico al mismo tiempo que los capitales e inversiones extranjeras ponían en
explotación los recursos naturales del país”18. Y Francisco Ayala afirma con
amargura que oscurece los matices, “la extravagancia de nuestro carácter, lo
que da origen a [una] peculiar y desviada manera de relacionarse con el ex-
terior. Nos movemos al margen descompasadamente. Ocupamos una posi-
ción excéntrica”. Lo explica, por cuanto “a partir de la gran crisis del
Renacimiento, el inmenso cuerpo histórico de la cultura hispana ha vivido
privado de la iniciativa y validez que presta el poderío político y se ha visto
obligado a gravitar, extravagando, sobre otros núcleos de cultura superior, si
no en calidad, en eficiencia y práctica”. En definitiva, recordemos aquí las
críticas al canon clásico del hispanismo, “nuestra extravagancia, el sinsentido
de nuestra realidad para los ajenos, se concreta en una deformación carica-
turesca, polarizada, según el sentimiento que domina el complejo emocional
en dos direcciones fundamentales: la que se complace en el tipismo y la que
se horroriza con la leyenda negra”19.

El fin del franquismo y el establecimiento de la democracia han cam-


biado también la percepción de España dentro y fuera del país: emerge
entonces una España normalizada, a despecho de la persistencia de este-
reotipos arcaicos20 y cambia el propio sentido de su trabajo para muchos
hispanistas. Elliot, ante el desarrollo económico y cultural español, ha lle-
gado a proclamar “la defunción del hispanismo”21. En el mismo sentido,

17
N. Sánchez Albornoz: “Apunte sobre el hispanismo”, El hispanismo anglonorteamericano: Apor-
taciones, problemas y perspectivas sobre Historia, Arte y Literatura españolas (siglos XVI-XVIII)
Actas de la I Conferencia Internacional “Hacia un nuevo Humanismo” (CINHU), Córdoba, 9-14 de
septiembre de 1997, p. 178.
18
A. Niño, op. cit., p. XI.
19
F. Ayala: La imagen de España, Alianza Editorial, Madrid 1986, pp. 21-22.
20
Cfr. E. Lamo de Espinosa, “La mirada del otro: la imagen de España en el extranjero”, Infor-
mación Comercial Española, 727 (1993), pp. 9 y ss.
21
Cit. por N. Sánchez Albornoz, op. cit. p. 178.

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aunque introduciendo un matiz importante, lo veremos más adelante, J. F.


Botrel habla del hispanismo actual como de un hispanismo de cooperación:
“en el que se cruzan y contrastan las miradas sobre unos objetos que, al
menos en Europa, van siendo propuestas cada vez más con legítimo, lógico
y merecido protagonismo por los hispanistas españoles”22.

No cabe terminar sin recoger las consideraciones con las que Francisco
Murillo Ferrol avala el papel cumplido por los hispanistas y que no es se-
guro, a nuestro juicio, que, como diremos después, deba considerarse ago-
tado. Por de pronto, en momentos decisivos de la historia española,
parecen revelarse “en su pura desnudez primigenia”, los lineamentos fun-
damentales de grandes conflictos y catástrofes colectivas que posterior-
mente –acaso por el diferente tempo evolutivo en aspectos como el sistema
político, la estructura social y económica o la permanencia de valoraciones
tradicionales– se irá produciendo en Europa. Cita Murillo nuestra presen-
cia bélica en los siglos XVI y XVII; la guerra de Sucesión en el XVIII; el fe-
nómeno napoleónico y la consiguiente intervención británica en la
península; el Congreso de Viena y los cien mil hijos de San Luis; el trono
español y la guerra franco-prusiana; la Semana Trágica y la resonancia con-
tinental del asunto Ferrer Guardia; y la amplísima confrontación que su-
pone nuestra guerra civil, enlazando las dos guerras mundiales.
Recientemente John Elliot apunta que quizás en esta época de incerti-
dumbre en la que parece resquebrajarse la solidez de los Estados naciona-
les, cuestionados desde arriba por la Unión Europea y desde abajo por
entidades regionales, la España autonómica podría anticipar una futura
forma de organización política. Es claro, además, que el hispanismo ha ve-
nido siendo un ingrediente importante, insoslayable de nuestra cultura:
unas veces porque no había españoles que pudieran ocuparse de nuestros
temas o porque las circunstancias políticas y sociales lo impedían23. Por
otra parte, desde que José María Jover señaló, con justeza, la “extrema in-
digencia de nuestra historiografía en planteamientos que desbordan el área
peninsular”, la situación no ha cambiado suficientemente y faltan hispa-

22
J. F. Botrel: “La mirada del hispanista” en La hora del hispanismo, ABC.es cultural (ABC, 2003).
23
F. Murillo Ferrol, “En que se trata de los hispanistas (A Guy Hermet y Edward Malefakis)”, Sis-
tema, 14 (julio 1976), pp. 5-12.

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nistas à rebours. No parece, como querría Marichal, que nos hayamos lan-
zado a publicar libros sobre Alemania o Italia, al menos en el ámbito de la
historiografía, poniendo fin a nuestra “tradición narcisista”.

-II-

De las anteriores consideraciones, insistiremos en dos. La primera: el reco-


nocimiento de lo que para la historiografía española ha supuesto, en mo-
mentos claves, la aportación del hispanismo. Ha escrito Pablo Fernández
Albaladejo, compartiendo la crítica que, más allá de la estética y excluyente de
cualquier sentimiento nostálgico, hace Antonio Muñoz Molina de la década
de los setenta, que procede, no obstante, una “cláusula de reserva” que permita
salvar –resto del “merecido naufragio”– a la recepción de la historiografía fran-
cesa, la de la “Escuela de los Annales”, que a él y a otros historiadores les per-
mitió vivir en una “burbuja virtual”, en una “Arcadia historiográfica en la que
nunca se había estado, pero que nuestras lecturas [primero Bataillon y Sa-
rrailh, luego Vilar, Braudel, Salomon, Chaunu, Le Roy Ladurie, Goubert…]
nos permitían visitar un día sí y otro también”. A mediados de la década era
“innegable la existencia de una comunidad historiográfica” que, aspecto fun-
damental, hizo una “apuesta compartida” centrada en “los perdedores de la
historia”24. Cierto, mas hubo también sombras, inevitablemente, en una época,
iniciada en el franquismo tardío –“habría de prolongarse hasta los noventa”–
que eran visibles para quien, más allá del acantonamiento especializado, con-
templara conjuntamente los siglos XVIII y XIX, especialmente en sus zonas
fronterizas. Fueron años, sus huellas persisten, en los que desde una concep-
ción revolucionaria del cambio social –para Cataluña, Enric Ucelay Da Cal
acuñó el término de “historiografía frentepopulista”–, bien es cierto que con
marcado carácter de psicodrama, se rechazaba el reformismo “burgués” y ni
se contemplaba la posibilidad de una sociedad autogestionada o de un Es-
tado que no fuera instrumento de dominación de clase. En los que el maoísmo
–que estaba haciendo surgir un “hombre nuevo”– o el trotskismo parecían,
en los medios universitarios, opciones políticas razonables.

24
P. Fernández Albaladejo, “Yo también estuve en Arcadia”, en B. Pellistrandi, ed.: La historio-
grafía francesa en el siglo XX y su acogida en España, Madrid, 2002, pp. 325-335.

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En este sentido y para el siglo XVIII, la doctrina historiográfica más in-


fluyente del momento y simplificando –en un examen más detallado ha-
bría que señalar excepciones, tal sería el caso de Miguel Artola, o hacer
algunas matizaciones más o menos significativas– podría resumirse en los
términos que siguen. El pacto nobleza/burguesía, vigente a lo largo del
siglo XVIII, quiebra a partir del momento en que los estamentos privile-
giados, su propiedad, impiden la reproducción de un capital burgués que,
colapsado primero y perdido después el comercio americano, dificultadas
las inversiones industriales por la estrechez del mercado interior y la com-
petencia exterior, necesitaba desvincular, desamortizar, romper las trabas
feudales. Cortada de esta suerte la relación entre la época liberal y un siglo
XVIII privado de su carácter de antecedente inmediato, éste se despeñaba
en una sima “feudal”: “feudalismo tardío” es el término con el que se de-
signa. De este modo, la economía es una economía estancada, a despecho
de ciertos avances correspondientes a la primera mitad del siglo –y ya ini-
ciados en la centuria anterior–, sin apenas progreso, a partir del control de
los medios de producción por los estamentos privilegiados que, orientando
sus inversiones a gastos improductivos, impiden un auténtico desarrollo
económico, perpetuando la diferenciación social entre poseedores y des-
poseídos. La política de los gobiernos ilustrados se considera, a despecho
de algunas medidas aparentemente progresistas, como orientada, en defi-
nitiva, a consolidar la indicada estructura económica, a partir de un Estado
dominado, inevitablemente, por la clase que tiene el poder económico, la
clase feudal, en una situación de desigualdad generalizada. Las ideas ilus-
tradas, en último término, tuvieron como función justificar y racionalizar
dicha desigualdad y dicha dominación. En el fondo de esta interpretación
de nuestra centuria ilustrada y al margen de la tradición liberal, estaba el
concepto de Revolución burguesa. Tal concepto, inspirado en el Prefacio a
la Crítica de la Economía política de Marx, se identifica con la transición del
modo de producción feudal al modo de producción capitalista, realizada
violenta, “revolucionariamente”, por la clase surgida del antiguo modo de
producción y que encarna las nuevas fuerzas productivas, la burguesía. El
término de “Revolución burguesa” reinaba entonces sin apenas discusión
–aunque José Álvarez Junco lo había sometido en 1985 a una crítica con-
vincente– como clave interpretativa de la historia española contemporánea.
Ello suponía la utilización de esquemas interpretativos que, a mi juicio, no

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iluminaban suficientemente la compleja realidad del siglo XVIII español y


no aclaraban, antes bien arrojaban confusión, la crisis de nuestro Antiguo
Régimen. Para salir de este “sueño dogmatico”, los trabajos de algunos his-
panistas, trátese, entre otros, de Jean Sarrailh –La España ilustrada en la se-
gunda mitad del siglo XVIII (1954)– o Richard Herr –España y la revolución
del siglo XVIII (1964)– y, precedida de algunos estudios memorables –La
Hacienda Real y los cambios rurales en la España de finales del Antiguo Régi-
men (1991)– resultaban fundamentales, sin contar las perspectivas renova-
doras que estaba abriendo, al fondo Alexis de Tocqueville, François Furet25.

Así iluminada, la evidencia factual disponible permitía discutir aquellos


supuestos –y de paso tomar en consideración trabajos de historiadores es-
pañoles que estaban siendo escasamente apreciados; un ejemplo por todos:
El pensamiento político del despotismo ilustrado (1953), de Luis Sánchez Agesta.
Más bien, cabría concluir que el Estado español del siglo XVIII no fue, ni
por los hombres que ocupan los aparatos de poder, ni por la política des-
arrollada, un instrumento en manos de las clases que controlaban los me-
dios de producción –la tierra, muy fundamentalmente– es decir, la alta
nobleza y el clero, sino que muestra una autonomía que le permite hasta
cierto punto –no opera en el vacío sino en una realidad social compleja–
modelar esa sociedad y regular la relación entre las clases sociales de
acuerdo con sus intereses, centrados en su consolidación y fortalecimiento.
De aquí se sigue la necesidad de unos cambios políticos, de unas transfor-
maciones sociales y de un desarrollo económico que pugnan con las viejas
estructuras que han de ser transformadas. El reformismo ilustrado, dete-
nido, aunque no totalmente, por la crisis de fin de siglo, política, económica
y moral, no fue tan ineficaz como se decía entonces: las ideas ilustradas no
se limitaron a una crítica abstracta de los estamentos privilegiados, al anti-
cipar el pensamiento liberal e iniciar muchas de sus realizaciones. Las Cor-
tes de Cádiz supusieron, sí, una revolución, mas también un intento de
continuar la política ilustrada interrumpida. La novedad de Cádiz era sobre
todo una novedad política. No se podía confiar después de todo lo que venía
ocurriendo en España en un monarca absoluto. La monarquía limitada,

25
Cfr. A. Morales Moya, “La recepción de François Furet en España”, en En el espacio público.
Ensayos historiográficos, Editorial Universitaria, Salamanca, 2008, pp. 161-173.

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constitucional, era una necesidad si se quería evitar el riesgo de que un poder


arbitrario rompiera la continuidad con aquellas medidas reformistas que la
propia monarquía había impulsado. En cuanto a la soberanía nacional no
era, en plena Guerra de la Independencia26, un mero concepto doctrinal im-
puesto por una minoría radicalizada, sino el reconocimiento, dice Luis Díez
del Corral, de un “hecho palmario: el levantamiento espontáneo del pueblo
español [...]. De seguir siendo rigurosamente monárquicos, habría que re-
conocer como Rey de España a José Bonaparte”27. Concluye, por tanto, el
poder absoluto de un monarca sometido ahora a una Constitución a la que
debe jurar guardar y hacer guardar al acceder al trono (art. 173).

-III-

Seguramente la situación actual del hispanismo debe ponerse en relación


con las dudas y vacilaciones que los españoles –una minoría, cuantitativa-
mente imprecisa, de los habitantes del territorio del Estado, rechaza lla-
marse así– sentimos acerca de nuestra nación y que se traducen en una
innegable crisis de identidad a la que se refería ya hace bastantes años Jaime
García Añoveros: “El sistema político anterior procedió a una tarea tan in-
tensa y abrumadora de homologación de una parte (la vencedora gober-
nante) con la nacionalidad española que no sólo sentó las bases de un
pujante reflorecimiento de las identidades nacionalistas territoriales […]

26
El término literal de Guerra de la Independencia, al margen de su aparición en proclamas, fo-
lletos, etc., y de su adecuación a la realidad de los acontecimientos, lo encontramos por pri-
mera vez, como título de una obra histórica, en fecha tan temprana como la de 1809, con el
libro del Teniente Coronel Francisco Xavier Cabanes, oficial de Estado Mayor del Ejército de
Cataluña, quien publica en Tarragona su Historia de las operaciones del Ejército de Cataluña en
la Guerra de la Usurpación, o sea de la Independencia de España. Cit. por J. Lainz en su Estu-
dio introductorio a Antonio de Capmany, Centinela contra franceses, Madrid, 2008. Sin contar
con que ya en la primera obra importante sobre la Guerra de la Independencia, la Introducción
para la Historia de la Revolución en España, publicada en Londres –1810– por Álvaro Flórez Es-
trada, se habla expresamente de revolución realizada por un pueblo “para libertarse de un ti-
rano y asegurar su independencia”. Para el uso temprano –1809, 1810 y años siguientes–, cfr.
J. Álvarez Barrientos “‘Revolución española’, ‘Guerra de la Independencia’ y ‘2 de Mayo’”, en
J. Álvarez Barrientos (ed.) La Guerra de la Independencia en la cultura española, Madrid, S.XXI,
2008, págs. 239-267.
27
Citado por J. Varela Suanzes: “Rey, corona y monarquía en los orígenes del constitucionalismo
español: 1808-1814”, REP, 55, pg. 132.

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sino que de alguna manera desprestigió, si se puede decir así, la nacionali-


dad española ante los propios nacionales; sentirse y obrar como español es
cosa que hacen muchos naturalmente, pero proclamarlo con soltura y sin
complejos no es tan habitual; incluso hay gente que lo hace excusándose”28.
Un sistema educativo, situado en los niveles más bajos de Europa y cuyos
propulsores, desde planteamientos presuntamente científicos y claramente
erróneos, relegan la Historia a la hora de elaborar programas y planes de
estudio, no parece que vaya a cambiar esta situación29.

Sirva de ejemplo de lo que nos pasa los debates recientes sobre la lla-
mada Guerra de la Independencia30: ¿fue una guerra de liberación nacio-
nal? ¿Le corresponde, incluso, el nombre de Guerra de la Independencia?
La nación española, ¿surge en Cádiz? ¿Se puede hablar histórica –y ac-
tualmente– de nación española o se trata más bien de un Estado plurina-
cional, en el que se incluyen, más o menos, forzadamente, las verdaderas
naciones? Ricardo García Cárcel ha precisado los factores del proceso des-
mitificador de las concepciones clásicas de tan trascendental aconteci-
miento: fascinación por la representación como objeto histórico en sí
mismo, que convierte la realidad histórica en puro constructo, la radical se-
paración entre Historia Moderna e Historia Contemporánea –todo em-
pieza en 1808– y el peso, la presión política de unos nacionalismos,
interesados en la minimización del Estado-Nación “que han contaminado
el conjunto de nuestra historiografía”. Y Antonio Elorza fija las líneas del
proceso31. En primer lugar, las concepciones de Borja de Riquer32, para
quien hasta Ayacucho (1824) no existió, de hecho, un proyecto real de
“nación española”, sino un proyecto de “imperio” –que es muy diferente–
y de la vinculación político-administrativa de los muy diversos países del
Imperio a la corona. Fue tan sólo tras la pérdida del Imperio americano

28
J. García Añoveros: “La identidad”, El País, 2 de octubre de 1997.
29
Op. cit., pp. 273-284.
30
Un resumen detallado en J. Álvarez Junco, “¿Hacer ciencia o hacer patria?” en Revista de li-
bros, 145, (mayo 2009), pp. 3-8.
31
Cfr. “Despierta España”, La Aventura de la Historia, 86 (diciembre, 2005), pp. 20-29.
32
Cfr., especialmente, “Sobre el lugar de los nacionalismos-regionalismos en la Historia Con-
temporánea española”, en Historia Social, 7 (primavera-verano 1990), esp. pp. 119-120, 125.

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CRISIS DE IDENTIDAD ESPAÑOLA Y SITUACIÓN ACTUAL DEL HISPANISMO / ANTONIO MORALES MOYA

cuando el nacionalismo español empezó a formularse, “con la pretensión


de justificar, arropar y consolidar el frágil Estado liberal naciente”. Mas los
políticos liberales no lograron formular un proyecto colectivo nacional,
capaz de integrar a todos los españoles: “De hecho intentaron crear un
nuevo Estado-Nación, desde arriba, desde el poder y desde éste diseñar
una identidad nacional que prescindía o ignoraba totalmente las realidades
preexistentes. Y así la élite política y militar liberal en el poder impuso un
sistema fuertemente centralizado y creó las artificiales provincias, con el fin
de desconocer y hacer desaparecer las realidades regionales y locales his-
tóricas. Pero esto se frustró a causa de las “notables insuficiencias del pro-
yecto revolucionario liberal”. No existe, ni ha existido, según Borja de
Riquer, la nación española, sólo un proyecto nacional fracasado del Es-
tado liberal. Por tanto, no es posible hacer su historia, pues ¿cómo hacerla
si la nación no ha existido? La propuesta del historiador catalán, señala
Elorza, choca con un obstáculo, la Guerra de Independencia: si amplios
sectores del país, en ausencia del Rey y de las autoridades legítimas del Es-
tado, se alzan en armas contra un ejército invasor y se niegan a ser sojuz-
gados, ¿no es la nación la que se levanta? La carga de la prueba se invierte:
“cabe suponer que a despecho del fracaso posterior y de la cadena de es-
trangulamiento que afectan al desarrollo del Estado español decimonó-
nico, hubo un movimiento nacional español y de singular fuerza, ya que
puso en marcha la historia de la España constitucional y sostuvo una gue-
rra desigual a lo largo de casi seis años”33.

Álvarez Junco, sin embargo, considera –y con ello parece confirmarse


la tesis de Borja de Riquer– que la enorme complejidad del conflicto ini-
ciado en 1808 sólo puede entenderse distinguiendo en él “una serie de ni-
veles o subconflictos coincidentes en el tiempo y alimentados entre sí”: la
guerra internacional que enfrenta a Inglaterra y Francia, el carácter de gue-
rra civil, la reacción xenófoba antifrancesa, el componente antigodoyista y
la protesta antirrevolucionaria, de inspiración político-religiosa, entre los
cuales no se incluye el elemento independencia. No es posible hablar de
“Guerra de Independencia”, desde el momento en que no hubo “un in-
tento de secesión de los habitantes de un territorio integrados contra su vo-

33
Antonio Elorza, “Despierta España”, pp. 20-22.

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CUADERNOS de pensamiento político

luntad en un conglomerado imperial”, ni un enfrentamiento con los fran-


ceses por una “liberación española”. En realidad, el término “Guerra de In-
dependencia” es una creación cultural, que no surgió durante los sucesos
de 1808-1814, sino en los primeros años veinte –probablemente en relación
con la rebelión de las colonias americanas– y no aparece como título de
obras históricas –Cecilio López34, Muñoz Maldonado– sino hasta los años
treinta, no consagrándose definitivamente hasta la segunda mitad de los
cuarenta, especialmente con la obra de Miguel Agustín Príncipe, La Gue-
rra de Independencia, publicado en 184435. Esta expresión se convertirá en
la “piedra angular de la mitología con la que pretende aureolarse el na-
ciente Estado-nación liberal en España”, reforzando “una visión de España
como pueblo o nación que pueda servir de base al Estado que está en curso
de construcción”. En resumen, el término “Guerra de la Independencia”
refleja, por supuesto, una convención referida al conflicto bélico que asola
la Península ibérica entre 1808 y 1814, pero que “tiene poco que ver con
lo que realmente ocurrió” y mucho con “la visión del mundo y los intere-
ses políticos de unos grupos sociales que, unas décadas más tarde, se ha-
llaban embarcados en la construcción de un Estado nacional”36. En esta
misma línea, parece situarse X. M. Núñez Seixas37. Y en perspectiva seme-
jante –a la nación española se le discute la existencia, la antigüedad y, desde
luego, en consecuencia, la operatividad– se sitúan los trabajos recientes de
hispanistas destacados que, al margen de su valor e interés, inciden en nues-
tra crisis de identidad. Trátese de Esdaile, quien rechaza para la contienda
el carácter de “guerra nacionalista”: “del mismo modo que hay muchas ma-
terias acerca de las cuales no podemos dar nada por seguro, existe una en
la cual no puede caber la menor duda y esa es el rechazo generalizado del

34
Álvarez Barrientos muestra que Cecilio López no escribió ninguna historia titulada Guerra de
la Independencia, sino dos obras de teatro rotuladas La Guerra de la Independencia, o sea,
Triunfos de la Heroica España contra Francia en Cataluña, redactadas hacia 1814. Art. cit. p.
241.
35
Cfr. sin embargo, la nota 26.
36
J. Álvarez Junco, “La invención de la Guerra de Independencia”, Studia Historica, vol. 12
(1994), pp. 75-99 y Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX. Taurus, Madrid, 2001,
esp. pp. 119-149.
37
X. M. Núñez Seixas: “La memoria de la Guerra de la Independencia”, en La Nación en armas,
Madrid, 2008, pp. 385-ss.

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pueblo español a participar en la guerra contra Napoleón”38. O de Fraser39,


quien no cree en la espontaneidad del levantamiento ni en la resistencia ge-
neralizada de los españoles.

Una posición distinta –y a mi juicio más fundada– la vienen sosteniendo


los antes citados Elorza y García Cárcel. Elorza entiende que la calificación
de “Guerra de la Independencia” resulta adecuada para designar la lucha
contra “una invasión como la napoleónica que colocaba a los territorios de
la monarquía hispánica bajo el gobierno de un rey delegado del Empera-
dor […] fue una insurrección explícitamente orientada a quebrar la de-
pendencia respecto del Imperio napoleónico”. La independencia sería “el
emblema de la acción patriótica desde el primer momento”, tal como re-
coge una abundante documentación, empezando por la Declaración de
guerra de la Junta Suprema de Sevilla a Napoleón del 6 de junio en 1808,
en la que se le exige al corso que “respete los derechos sagrados de la Na-
ción, que ha violado y su libertad, integridad e independencia”. En los múl-
tiples textos que podrían citarse, la independencia se refiere siempre a la
nación: “Esta se configura como el sujeto político que sufre la invasión y
se encuentra amputado de su libertad […]. La nación emerge como mu-
ralla simbólica contra la invasión francesa [a la que] es preciso acudir si se
desea encontrar una legitimidad en ausencia de los representantes de la
autoridad monárquica”. Entre agosto y octubre de 1808, hay una verda-
dera floración de publicaciones, generalmente folletos breves en prosa o
verso, mas ha de recordarse por su importancia el del catalán Antonio de
Capmany, Centinela contra franceses (1808): “Cada provincia se esperezó y
sacudió a su manera. ¿Qué sería ya de los españoles si no hubiera habido
aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, etc.?
Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas na-
ciones se compone la masa de la gran Nación”. Concluye Elorza: “la lucha
por la independencia y el protagonismo de la nación política se encuentran

38
Ch. J. Esdaile, España contra Napoleón. Guerrillas, bandoleros y el mito del pueblo en armas
(1808-1814), Edhasa, Barcelona, 2006, p. 336. Para este autor, la lucha de guerrillas fue un
asunto turbio caracterizado por tantos vicios como virtudes, pero ya no se podrá nunca volver
a arrinconar ni a desdeñar al pueblo, tachándole de populacho o canalla.
39
R. Fraser, La maldita guerra de España. Historia social de la Guerra de la Independencia, 1808-
1814, Crítica, Barcelona, 2006.

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CUADERNOS de pensamiento político

así indisolublemente unidos”. No es en Cádiz donde surge la nación espa-


ñola. La invasión francesa, la renuncia de los Reyes, la pasividad de las au-
toridades legítimas... se ha llevado por delante al Estado. Permanece la
Nación que, reunida en Cortes, se configura como Nación política e inicia
la construcción del Estado liberal40. García Cárcel, por su parte, afirma que
el concepto de guerra nacional o de la Independencia no es un producto
derivado de las Cortes de Cádiz y creado intelectualmente por los libera-
les cuando escriben en los años treinta acerca del conflicto: “No, fueron
muchos los que vivieron la guerra desde 1808 con una conciencia nacio-
nal de beligerante independencia frente al invasor, conciencia que, desde
luego, distaba mucho de ser unívoca”41.

1808 supone, por tanto, si no el nacimiento de una conciencia nacional,


de la Nación en suma, sí uno de los momentos en que ésta, fortalecida en
la centuria anterior y al no haber Estado, se manifiesta en toda su fuerza.
¿Mas de qué nación venimos hablando? Ciertamente de una Nación ilus-
trada, preliberal. Mas no fue ésta el único modelo de Comunidad nacional
que circuló entre las elites del siglo XVIII y principios del XIX. Fernández
Sebastián distingue cuatro distintas versiones, cuatro tipos distintos: en pri-
mer término, una concepción tradicional, “austracista”, de la monarquía de
España; una visión de la comunidad española como un mosaico de cuer-
pos, reinos y provincias en el seno de una monarquía tradicional. Visión,
agrega, “plenamente congruente con una sociedad corporativa, donde no
existe contradicción alguna entre unidad y pluralidad de las partes, o, al
menos, esta disyuntiva no se plantea en términos de absorción por el cen-
tro de los poderes de la periferia. En segundo lugar, una concepción mo-
nárquico-ilustrada, especialmente desarrollada en el reinado de Carlos III,
a la que hemos hecho especial referencia, y que difiere mucho de la ante-
rior. La nación se concibe como “un cuerpo social más o menos pasivo y
homogéneo bajo la autoridad del monarca ilustrado que debe procurar por
todos los medios su bienestar, así como la cohesión entre todos los ele-
mentos integrantes del Estado”. La Corona estaría, en consecuencia, legi-
timada para adoptar un papel mucho más activo, llegando incluso a

40
A. Elorza, op. cit.
41
Op. cit. p. 230.

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intervenir y tomar decisiones de gobierno en asuntos que eventualmente


pudieran colisionar con derechos adquiridos e intereses privados. En ter-
cer término, la idea de nación soberana del primer liberalismo: como dirá
en Cádiz el diputado Espiga, explicando el artículo primero de la Consti-
tución, la nación no debe entenderse como “una reunión de territorios […]
sino de voluntades […] porque ésta es la que manifiesta aquella voluntad
general que puede formar la Constitución del Estado”. Por último, la con-
cepción esencialista del primer romanticismo a la que corresponde “una vi-
sión orgánica y holista de la comunidad política como totalidad cultural
dotada de una esencia ancestral”. Estas cuatro representaciones de la nación
española, a las que en líneas generales corresponden “otros tantos proyec-
tos políticos y actores sociales”, habrán de converger en la decisiva co-
yuntura de 1808, “produciéndose durante los años de la Guerra de la
Independencia encarnizadas polémicas entre sus respectivos partidarios”42.

-IV-

Una segunda y última consideración. Grave crisis de la identidad española,


inseguridad colectiva ante el pasado, presente y futuro de la nación y el
Estado –¿cómo no recordar el “vivir desviviéndose” de Américo Castro?”–
a las que, entiendo, el hispanismo actual, sin relevo claro las grandes figu-
ras todavía en activo –Elliot, Pérez, Bennassar, Herr…–, sobrevalorado no
pocas veces, fuertemente integrado, por otra parte, lo que seguramente no
favorece el distanciamiento preciso, en la realidad cultural española, frag-
mentada por las autonomías y el localismo, viene aportando, en general, es-
casas luces e incluso contribuye en ocasiones a la general desorientación.
Hay excepciones, naturalmente. Me limitaré a señalar dos libros funda-
mentales: España, 1700-1900. El mito del fracaso (1996) de David Ringrose
y El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil (1933-36) de Stan-
ley G. Payne. En nuestra situación actual resulta difícil el arraigo del pa-

42
J. Fernández Sebastián, “España, monarquía y nación: cuatro concepciones de la comunidad
política española entre el Antiguo Régimen y la Revolución liberal”, Studia Historica, 12, pp. 44-
74. Del mismo autor, “L’idée de Espagne au XVIII siècle: l’événement de la Nation” en Nation
et République. Les Éléments d’un débat. Actes du Colloque d’Aix-Marseille, Presses Universi-
taires d’Aix-Marseille 1995.

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CUADERNOS de pensamiento político

triotismo, sea constitucional o elemental, desde el momento en que, como


se señaló, a la nación española se le niega o no se le reconoce legitimidad.
Hay un ataque permanente –propio de la cultura del antifranquismo– a un
nacionalismo español, al que tiende a verse como amenaza para la cívica
convivencia. En realidad, el nacionalismo español en estos momentos, en
la medida en que existe, se presenta, con timidez, como pluralista, fundado
en un riguroso respeto a la Constitución, con viejas raíces ilustradas y li-
berales. Cualesquiera otras manifestaciones de aquél son tan escasas como
intelectual y políticamente irrelevantes. Por el contrario, los nacionalismos
periféricos –vistos con complacencia por gran parte de la izquierda y del
hispanismo– fiscalmente irresponsables, se presentan como propietarios
de sus territorios, dividiendo en lugar de integrar.

Recientemente, Jean Daniel, comentando el último libro de Régis De-


bray, Dégagements, ponía de relieve lo que con el autor tenía en común: el
sentido de lo sagrado, la certidumbre, heredada de Durkheim, de que quien
descuida lo que de religioso hay en el hombre, desconoce todo acerca de
la Humanidad y, lo subrayamos, la convicción de que lo universal debe en-
raizarse en la nación. Graves pueden ser las consecuencias de la increencia
o minusvaloración de la nación –que, por supuesto, no todos entendemos
de la misma manera– como sujeto de derechos a los que el patriotismo
obliga. Tal situación deriva fácilmente en una decadencia colectiva y su-
pone la escasa presencia en el mundo de las relaciones internacionales de
tan precaria realidad, cuyo comportamiento, mediante los gobiernos co-
rrespondientes, difícilmente mantendrá los niveles de dignidad exigibles.

En el mundo globalizado de hoy –estandarizado, en el que la economía,


la tecnología y la omnipresencia del pensamiento científico tiende a borrar las
diferencias culturales (S. Rouvillois)– es, ciertamente, impensable el entu-
siasmo que por España se despertó en la Europa de las guerras napoleónicas
y del Romanticismo –todavía conmueve, lo hemos dicho, la forma en que de
España y del pueblo español, hablaron Byron, Shelley, Keats, Herder o los
Schlegel– al darse en su cultura una serie de características que la identifica-
ban ejemplarmente con el nuevo espíritu europeo. Apego a la tradición, reli-
giosidad, sentido del honor, espíritu caballeresco… Tales rasgos siguieron
dándonos una personalidad especial, con luces y sombras, que apasionaron

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CRISIS DE IDENTIDAD ESPAÑOLA Y SITUACIÓN ACTUAL DEL HISPANISMO / ANTONIO MORALES MOYA

a generaciones de viajeros e hispanistas que nos han dejado múltiples testi-


monios: recordemos algunos textos citados al comienzo de este artículo o el
del propio Kropotkine sobre la caballerosidad del campesino español.

Los viejos valores fueron extinguiéndose en un proceso que han des-


crito algunos de nuestros grandes nombres: de Julio Caro Baroja a José Ji-
ménez Lozano o Miguel Delibes. Caro Baroja nos ha descrito
dramáticamente el hundimiento de la vieja sociedad castellana: “los últimos
representantes –habla de Tendilla en tierras de Guadalajara– de la grave-
dad, del estoicismo hispánico, van muriendo en un ambiente de decaden-
cia y opresión y las nuevas generaciones son flojas y sin carácter […].
Porque todos los valores en que se fundaron han sido removidos y qué
decir de las costas del Sur, de la naturaleza mancillada por todas partes”43.
Y la ruina del País Vasco –donde se han producido en los últimos tiempos
comportamientos semejantes a los de la Alemania nazi– del que describió
su degradación: “Frente al pueblo vasco de fines del XIX y amenazas del
XX, ¿qué es lo positivo? Un pueblo en crisis demográfica, en crisis espiri-
tual, lingüística, económica”. Este país, resumirá, “vive tiempos de trage-
dia”44. Allí se ha ido tejiendo “una malla que oprime y deforma las
conciencias, que ha intoxicado a sectores muy amplios de la población y
embotado los sentimientos más elementales de piedad hacia las víctimas”45.
Y Delibes, “desnoventayochizando Castilla” en expresión de Francisco
Umbral, ha puesto de relieve en sus obras cómo “se ha ido desangrando,
humillando, desarbolando poco a poco, paulatina, gradualmente, aunque
a conciencia. Se contaba de antemano con su pasividad, su desconexión,
la capacidad de encaje de sus campesinos […] de tal modo que la opera-
ción, aunque prolongada, resultó incruenta, silenciosa y perfecta”46.

¿Es necesario referirnos también a nuestra miseria política, con la co-


rrupción o el aprovechamiento generalizados, oasis catalán incluido? ¿O a

43
Cfr. J. Caro Baroja, Los Baroja (Memorias familiares), Taurus, Madrid, 1972, pp.434-435.
44
J. Caro Baroja, El laberinto vasco, Txertoa, San Sebastián, 1985, p. 10
45
F. García de Cortázar, “Voces rotas”, comentando el libro del mismo título de R. Alonso, F. Do-
mínguez y M. García Rey, ABC, 17-03-2010.
46
M. Delibes: Castilla, lo castellano y los castellanos, Espasa, Madrid, 1999, p. 12.

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CUADERNOS de pensamiento político

una economía cuyas bases precarias ha desnudado una crisis de la que no sa-
bemos salir? Hay en el ambiente un sentimiento de general indignidad que
aflora cuando la muerte se lleva a algunos de nuestros varones respetables.
Dignidad; no otro es el calificativo con el que unánimemente se ha califi-
cado a Delibes en el momento de su pérdida. Y como no podía ser menos,
en un proceso cuyo final es imprevisible, la degradación ha llegado a nues-
tra personalidad internacional, con las consecuencias que inevitablemente
seguirán, tal como ha puesto de relieve Antonio Elorza: “Hay algo que se
echa en falta una y otra vez en la política exterior española: dignidad. El con-
cepto romano de dignitas no se refiere a una posición de poder, sino a quien
se comporta haciéndose merecedor del reconocimiento público”47.

No sé cuantos sentirán por España en estos tiempos “amor, benevolen-


cia y simpatía” como entendía R. Altamira que ocurría con los hispanófilos. J.
F. Botrel, sin embargo, ha hablado del hispanismo como una necesaria inte-
rrogación sobre el ser hispánico, sobre una posible hispánica forma de vida,
“como la expresión de una voluntad de pensar y asumir responsabilidades de
cara a lo que representa la antigua, nueva y actual hispanidad”48. Palabras
confortadoras, raras de oír entre nosotros. Y es que, concluimos con Fran-
cisco Murillo Ferrol, nos sigue haciendo falta una perspectiva “desde fuera”,
por cuanto es muy posible que nuestra idola tribus sean tan densos que aho-
guen in nuce, el desasimiento y la distancia suficiente para conseguir la ne-
cesaria objetividad. Un ejemplo reciente: tanto The Economist como Financial
Times vienen criticando nuestro sistema autonómico y denunciando las de-
legaciones catalanas –“embajadas en la sombra” en Londres, Bruselas, París
o Nueva York–, la imposición lingüística en Cataluña y Baleares, todo ello
“artificial, políticamente peligroso para los españoles”. Temas, sin embargo,
ausentes en nuestros Debates de la Nación. “La mirada del otro”, en conse-
cuencia, ¿no nos sigue siendo necesaria en una medida que no se da en otros
países para poner de relieve y poder así enfrentarnos con nuestros proble-
mas? Tal es la tarea que podría, debería quizás, cumplir un hispanismo a la
altura de nuestro tiempo, de lo que este país necesita.

47
A. Elorza: “De Raúl a Chávez”, El País, 13 de marzo de 2010.
48
Op. cit.

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CRISIS DE IDENTIDAD ESPAÑOLA Y SITUACIÓN ACTUAL DEL HISPANISMO / ANTONIO MORALES MOYA

PALABRAS CLAVE
España • Iberoamérica • Cultura

RESUMEN ABSTRACT
El hispanismo es un ingrediente insoslayable Hispanism is an unavoidable ingredient of
de nuestra cultura. Partiendo de esta reali- our culture. Given this reality, this text
dad, el texto explica la evolución del concepto explains the evolution of the Hispanic
hispanista desde una visión romántica y sen- concept from the romantic and sentimental
timental cultivada por algunos autores en el stance fostered by some authors of the
siglo XIX hasta la moderna acepción de es- 19th century, to the modern meaning of
pecialista en una disciplina científica com- specialist in a scientific discipline shared by
partida por la mayoría de estudiosos extran- the majority of foreign and Spanish
jeros y españoles. Morales Moya aborda scholars. Furthermore, Morales Moya
además en este ensayo las diferentes posi- addresses in this essay the different
ciones de las escuelas hispanistas, su im- positions held by Hispanic theories, their
portancia para la historiografía española y importance for Spanish historiography, and
los principales hechos que explican tanto la the main facts explaining both the classic
crisis del canon clásico del hispanismo como cannon of Hispanism and the crisis of
la crisis de la identidad española. Spanish identity.

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Director Carlos Franqui Tania Quintero


Javier Martínez-Corbalán José Luis González Quirós Alberto Recarte
Mario Guillot Raúl Rivero
Consejo editorial Guillermo Gortázar Ángel Rodriguez Abad
Cristina Álvarez Barthe Jesús Huerta de Soto José Antonio San Gil
Elías Amor Felipe Lázaro José Sanmartín
Luis Arranz Jacobo Machover Pío Serrano
María Elena Cruz Varela José María Marco Daniel Silva
Jorge Dávila Begoña Martínez Álvaro Vargas Llosa
Manuel Díaz Martínez Julio San Francisco Alejo Vidal-Quadras
Ángel Esteban del Campo Eusebio Mujal-León
Alina Fernández Fabio Murrieta Redacción
María Victoria Fernández-Ávila Grace Piney Orlando Fondevila
Celia Ferrero Romero José Luis Prieto Benavent Rocío Martínez
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MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO

EXCLUSIÓN O INTEGRACIÓN:
UNA ALTERNATIVA TRÁGICA EN
LA HISTORIA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

“[…] de todas nuestras ilusiones contemporáneas, la más peligrosa es aque-


lla sobre la que se sustentan todas las demás: la idea de que vivimos en una
época sin precedentes, que lo que está ocurriéndonos ahora es nuevo e irre-
versible y que el pasado no tiene nada que enseñarnos”. 1

o hace falta ser un observador perspicaz de la vida política española

N de los últimos años para advertir que el pasado sigue planeando


sobre nuestro presente de un modo que no hubiéramos podido
imaginar tiempo atrás. Alguna ley más o menos reciente y ciertas decisio-
nes judiciales, cuanto menos polémicas, así lo atestiguan.

Puede argumentarse que una sociedad como la española, que fracasó en


su democratización durante los años de entreguerras y no se incorporó a
la normalidad constitucional occidental hasta finales de los setenta, debe
pagar un precio por esa excepcionalidad. En ese mismo sentido, una

Manuel Álvarez Tardío es profesor titular de Historia del Pensamiento en la Universidad Rey Juan
Carlos de Madrid. Acaba de publicar, junto con Roberto Villa García: El precio de la exclusión. La
política durante la Segunda República, Madrid, Ed. Encuentro.

1
Judt (2007): 31.

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CUADERNOS de pensamiento político

cruenta guerra civil, con unos quinientos mil muertos, y una de las dicta-
duras más longevas del siglo XX, habrían dejado una huella difícil de bo-
rrar. Las heridas, cicatrizadas pacientemente durante la Transición y varias
décadas de democracia, siempre pueden volver a supurar.

Todo esto es, en parte, cierto. Treinta años de experiencia democrática


no son un periodo irrelevante para la superación de algunos problemas
históricos, pero tampoco pueden considerarse una garantía definitiva. En
realidad, desde mediados de los noventa hasta hoy, la política española y
la opinión publicada en los medios de comunicación han puesto de mani-
fiesto que existen sectores de la sociedad española que tienen percepcio-
nes enfrentadas sobre el pasado más reciente, las mismas que les conducen
a hacer diagnósticos radicalmente opuestos sobre el funcionamiento de la
democracia española.

En términos generales, buena parte de quienes se sienten cercanos a


los partidos socialista, comunista y nacionalistas, y especialmente las
nuevas generaciones que han ocupado sus órganos de dirección durante
la última década, tienden a pensar que la Transición española fue un
éxito de los ciudadanos, pero también una dolorosa derrota de aquellos
que, desde la oposición, por impotencia o por sentido de la responsabi-
lidad, no pudieron imponer una mutación radical de las instituciones.
Derrota, además, porque las víctimas del franquismo, en sus múltiples
variantes, no fueron debidamente reparadas, entendiendo por repara-
ción la apertura de procesos judiciales contra sus verdugos, es decir, la
llamada “justicia histórica”.

A partir de estos supuestos no siempre se llega a las mismas conclusio-


nes, como se puede apreciar en el debate parlamentario de la llamada “Ley
de Memoria Histórica” durante la primera parte de la VIII legislatura, en
diciembre de 2006. No obstante, al menos para los socialistas cabe consi-
derar, como afirmó su portavoz y ratificó la vicepresidenta del gobierno,
que “la guerra y la dictadura franquista han sido superadas por la sociedad
española y por la democracia”, pero que “aún hay víctimas y familiares de
víctimas de esa trágica época”, personas “que aún no han recuperado los
restos de sus familiares” y que “no han recibido el reconocimiento moral

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EXCLUSIÓN O INTEGRACIÓN: UNA ALTERNATIVA TRÁGICA EN LA HISTORIA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX / MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO

debido y la restitución de su honor”, por lo que toca proporcionarles “la re-


paración” de una “situación injusta”2.

Así pues, la Transición se hizo como mejor se podía, pero con “un pre-
cio”. Como ha escrito un histórico miembro del Partido Socialista Obrero
Español, al haber tenido que aceptar la “continuidad de instituciones y res-
ponsables”, muchas “heridas” quedaron “abiertas, impidiendo una demo-
cracia completa, porque sin memoria histórica no puede construirse una
sociedad totalmente libre”. La oposición de izquierdas aceptó, por tanto, la
ley de amnistía de 1977, pero con el doloroso inconveniente de que la de-
mocracia no fue precedida del “lógico proceso al franquismo”. Cabe con-
cluir, siguiendo el razonamiento de este mismo autor, que no es otro que
Alfonso Guerra, que “las deficiencias que la sociedad democrática poste-
rior ha arrastrado y arrastra se deben, precisamente, a la ausencia de un
proceso al franquismo que hubiese clarificado para los más jóvenes cuál
fue la historia reciente de España”3.

Por el contrario, quienes están más cerca del partido conservador, suelen
tener una opinión sustancialmente diferente. También ven la Transición
como un éxito, pero lo achacan al triunfo de la política del pacto frente a la
de la revancha. No consideran, además, que las izquierdas perdieran frente
a las derechas en los años de la Transición, sino que unos y otros se pusie-
ron de acuerdo en un camino que desterraba el pasado de la política para no
dificultar la infancia de la democracia. Así, la interpretación mayoritaria en
ámbitos conservadores, aunque no la única, es que la Transición cerró un
pasado complejo del que no es bueno hablar demasiado, toda vez que en las
derechas, aunque se rechaza el franquismo, no existe un relato homogéneo
y mayoritario sobre la actuación de los conservadores en los tiempos de la
Guerra Civil e incluso antes. En cualquier caso, no se considera la Transición
como un proceso incompleto por la ausencia de “justicia histórica”. Al con-
trario, se apela a la amnistía aprobada en 1977 para justificar que las víctimas
de ambos bandos sellaron un pacto que ahora no debe ser removido. Por eso,

2
Palabras del portavoz del PSOE en el Congreso, Diego López Garrido. En términos similares se
manifestó María Teresa Fernández de la Vega en el hemiciclo. Vid. El País, 14 y 15-12-2006.
3
Guerra (2005): 274.

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CUADERNOS de pensamiento político

desde este punto de vista, se han criticado las iniciativas sobre la recupera-
ción de la “memoria histórica” del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez
Zapatero, recordando que “nunca se perdió” la citada “memoria” y descali-
ficándolas como un intento de colocar “una carga de profundidad contra la
legitimidad del orden constitucional”4. En resumen, lo que en otros ámbitos
se defiende como “memoria histórica”, aquí se descalifica como un intento
de “utilizar de forma partidista la historia”, señalando –según un portavoz
del Partido Popular en el Congreso– que la palabra importante debería ser
“concordia y no memoria”5.

Ahora bien, lo que está en disputa no es sólo el modo en que las “in-
terpretaciones ideológicas” de la historia –o si se prefiere, las “memorias de
partido”– pueden influir en la conciencia histórica que tienen los españo-
les sobre cómo se desarrolló la Transición y los resultados que produjo.
Lo que parece estar también en cuestión es el análisis que unos y otros
grupos hacen sobre los problemas para implantar la democracia en la Es-
paña de nuestros padres y abuelos, es decir, por qué no tuvimos democra-
cia antes y sí, en cambio, un largo periodo de dictadura.

En realidad, si se presta atención al relato histórico de los primeros, los


que podemos agrupar como críticos –moderada o radicalmente, eso ahora
es menos relevante– de la Transición, se observa una argumentación re-
currente: no es sólo que la democracia nacida en 1978 no hiciera justicia a
las víctimas o no fuera “completa”, es que además aquéllas representaban
la “memoria” de quienes habían luchado por la libertad y la democracia en
tiempos de la Guerra Civil. Es decir, la injusticia no sólo se refiere al plano
individual y moral, sino al político. La democracia, para ser verdadera, no
debió nacer del pacto con los herederos de los verdugos –o con estos mis-
mos–, sino de la completa marginación de aquéllos. Puede que eso no fuera
posible entonces –se suele admitir–, pero ahora toca proceder a la repara-
ción. La importancia de ésta no reside sólo en el ámbito de lo material, ni
siquiera en el de lo simbólico, todo aquello relacionado con la apertura de
fosas y los “derechos” de los familiares a proporcionar una sepultura digna

4
Editorial de ABC, 15-12-2006.
5
Palabras de Manuel Atencia, portavoz adjunto del PP. El País, 14-12-2006.

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EXCLUSIÓN O INTEGRACIÓN: UNA ALTERNATIVA TRÁGICA EN LA HISTORIA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX / MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO

a sus antepasados. Lo más relevante es, sin duda, el plano ideológico, es


decir, la afirmación pública, respaldada por las instituciones y las leyes, de
que hubo unos, los “buenos”, que deben ser reconocidos como tales y a los
que la democracia les debe su existencia.

En buena medida, esta confrontación de opiniones sobre las virtudes


o los vicios de la Transición termina remitiéndose a una determinada
forma de analizar el pasado español en el siglo XX. En el relato de los que
reclaman “justicia” y reparación, alegando que el franquismo cometió crí-
menes contra la Humanidad que deben ser considerados como genocidio,
subyace una interpretación sobre la política española de los años que van
de 1931 a 1939, es decir, la Segunda República y la Guerra Civil. Es una
interpretación basada, sobre todo, en la transmisión de “memorias parti-
culares” y la conformación de identidades ideológicas o partidistas. No es
Historia con mayúsculas, es decir, Historia como ciencia: conocimiento
del pasado basado en un análisis riguroso y honesto de fuentes de con-
trastado valor. Su mayor virtud reside, por tanto, en su sencillez, en el
hecho de que no pretende traer al presente la complejidad del pasado ni
hilvanar un relato lleno de matices. Al contrario, en la medida en que pro-
cura unir a quienes comparten una misma identidad ideológica, opta por
la simplificación. Pero, ¿cuál? Básicamente la siguiente: la democracia de
1978 debería haber nacido de la superación radical, mediante la ruptura,
del franquismo. ¿Por qué? Porque la dictadura destruyó la democracia re-
publicana. Los militares golpistas se levantaron en armas contra un go-
bierno legítimo, nacido de la voluntad de los españoles expresada en las
urnas. Ellos fueron los responsables de que hubiera una guerra civil y los
culpables de la destrucción de la democracia republicana. Ellos, además,
privaron a los españoles de la libertad y el pluralismo político porque no
supieron aceptar la victoria electoral del bloque de izquierdas en las elec-
ciones de febrero de 1936; ni quisieron, tampoco, tolerar que el Gobierno
republicano practicara una política de reformas profundas de la econo-
mía española que favorecía a los más humildes y amparaba los derechos
de los obreros españoles. Los militares habrían actuado, de este modo,
como cabecillas de una reacción conservadora contra la política refor-
mista republicana. Una compleja amalgama de intereses, todos ellos vin-
culados a las clases privilegiadas y a la Iglesia católica, habría estado tras

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el golpismo militar. Franco sólo era la cabeza visible de la derecha espa-


ñola de siempre, una parte privilegiada de la sociedad española de los años
treinta que no estaba dispuesta a admitir políticas de redistribución de la
renta, no toleraba la libertad de cultos, era monárquica de corazón, y sólo
aceptaba la democracia si podía comprar o falsificar los votos… En fin,
aquella era una derecha entendida como un bloque monolítico, partida-
ria de la reacción, fascista en el sentido que la interpretación marxista
siempre ha dado de este término. Era una derecha que en 1936, como
cabía esperar de su comportamiento en los años anteriores, había aca-
bado apelando al miedo a la revolución para movilizar a los militares y
destruir la democracia republicana.

Como todo relato ideológico sobre el pasado, éste tiene algunos ele-
mentos de verdad y otros más propios de los mitos y los pre-juicios. Pero
resulta significativo que, a diferencia de los discursos sobre el pasado ha-
bituales en las elites de izquierdas durante la Transición, los mismos que Al-
fonso Guerra parece haber condenado al olvido, esta visión simplificada de
la quiebra de la democracia republicana está desprovista de matices im-
portantes. Ahora no hay espacio para la reflexión autocrítica surgida en
las propias izquierdas respecto de su comportamiento en el otoño de 1934
y en la primavera de 1936. Parecen haber desaparecido las disputas entre
los propios socialistas –largocaballeristas y prietistas–, o de éstos con los co-
munistas, o la fractura dentro de la izquierda republicana, o el enfrenta-
miento de los anarquistas contra los Gobiernos republicanos, o las disputas
encarnizadas entre las distintas familias comunistas… Y esto, lógicamente,
tiene una implicación relevante: si no se admite que las responsabilidades
por la destrucción de la democracia republicana estén repartidas entre di-
ferentes sectores ideológicos, no cabe justificar que quienes quedaron en la
oposición al franquismo tuvieran que transigir y pactar para recuperar la
democracia en 1978.

No es difícil entender la manera en que este relato, que asocia el fin de


la democracia republicana con el comportamiento cerril y violento de las
derechas y los militares, empuja a ver en la Transición una oportunidad
perdida. Perdida en el sentido de que por fin se podría haber retomado el
camino dinamitado el 17 de julio de 1936 por los franquistas. Para hacerlo

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habría sido necesario romper con el pasado, es decir, construir la demo-


cracia a partir de una verdadera refundación de las instituciones y una firme
voluntad de destruir las costumbres y actitudes autoritarias consolidadas
por tantos años de dictadura.

Sin embargo, por mucho que haya elementos de verdad en ese relato
sobre el final de la democracia republicana, los resultados de la paciente y
fructífera labor de muchos historiadores apuntan hacia una realidad mucho
más compleja6. Es indiscutible que la Guerra Civil empezó en julio de 1936
porque el golpe de Estado, protagonizado por una parte del ejército y sus
oficiales, fracasó en la toma de los principales centros de poder del país y
no fue respaldado de forma unánime, no ya por los propios militares, sino
por las fuerzas de policía y guardia civil. La guerra fue, por tanto, efecto de
la intervención de los militares en la política.

Ahora bien, algo más complejo es lo referido a por qué se llegó a una
situación como la de julio de 1936, en la que el funcionamiento de las ins-
tituciones democráticas era claramente deficiente y había cundido entre
una parte de la clase política y de la sociedad española, en todos los ám-
bitos ideológicos, la opinión de que no cabía tolerar, sino aniquilar, al ad-
versario. No todos los integrantes del Frente Popular estaban igual de
radicalizados, pero para algunos de sus más influyentes líderes locales, es-
pecialmente entre los partidos obreros, no cabía distinguir matices a la hora
de calificar a las derechas; para ellos, todos los conservadores, e incluso los
republicanos de centro, eran fascistas. En esos términos se lo contaba un
miembro del partido agrario, en absoluto una agrupación fascista, a uno de
sus líderes nacionales el día 13 de julio de 1936, poco antes del estallido de
la guerra: “de nada sirve”, le decía, que yo perteneciera a un partido repu-
blicano “antes del advenimiento de la República”, ni que fuera candidato en
varias elecciones a “título declaradamente republicano”; para las gentes del

6
La bibliografía es muy amplia, pero algunos trabajos indispensable son: Linz (1978), Varela
(1978), Payne (1995) y (2003), De Blas (1983), Tusell (1971) y (1986), Juliá (1977), Ruiz
Manjón (1976), Macarro (2000), Rey Reguillo (2007) y (2008), Parejo Fernández (2008),
Townson (2002), Comes (2002), Sinova (2006), Sanz Hoya (2006), Granja Sainz (2008) y Villa
García (2008). Véase también Álvarez Tardío (2005) y Álvarez Tardío y Villa García (2010).

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Frente Popular, añadía, yo “también soy fascista”. Así, concluía, sólo cabía
preguntarse si era “posible convivir con una gente que en cada momento
y en cada acto [negaba] el derecho a la convivencia a los demás”7.

Sin duda, la acción de los militares fue la causa inmediata de la guerra.


No hubo, desde luego, ninguna fuerza impersonal que impidiera a los es-
pañoles consolidar un sistema democrático y evitar un conflicto civil. Sin
embargo, sabemos también que antes de que los militares entraran en es-
cena, las instituciones de la República atravesaban por una situación su-
mamente difícil. También conocemos, gracias a muy buenos trabajos que
se han publicado durante más de tres décadas, que algunas divisiones his-
tóricas básicas estaban enquistadas en la política española de los años
treinta8. Y que la democracia republicana había padecido desde muy tem-
prano un problema grave relacionado con las reglas del juego, elaboradas
más para consolidar una revolución que para hacer posible una democra-
cia pluralista9. Éstas habían sido discutidas por toda la derecha católica,
monárquica o no, que aspiraba a cambiarlas de forma sustancial. Y además
la propia izquierda republicana, primero tras las elecciones de noviembre
de 1933 y luego en octubre de 1934, no había mostrado ningún respeto por
las normas constitucionales elaboradas por ellos mismos al comienzo de la
andadura republicana10.

7
Citado en Tusell (1986): 355.
8
Como análisis global sigue siendo útil Varela (1978). Es obligado, en todo caso, la referencia
a la cuestión religiosa y la reforma agraria. Estudios específicos, en Álvarez Tardío (2002) y
Malefakis (1980), respectivamente.
9
Me he ocupado de este aspecto en Álvarez Tardío (2005). Macarro (2000: 13) ha escrito que
la República no fue entendida “por sus protagonistas como una democracia, sino como una
revolución –o a manera de ella– que venía a regenerar la vida nacional. Ciertamente, esa re-
volución había que desarrollarla mediante vías parlamentarias, pero sin admitir que los ex-
cluidos en abril de 1931 pudieran ganar las elecciones”. Por su parte, Juliá (1994: 177) ha
señalado que: “La República fue sentida y vivida como una revolución, como negación de todo
lo anterior, como nuevo punto de partida, como afirmación revolucionaria del pueblo –obreros
y clase media– contra el Rey, no como culminante de un proceso de transición a un régimen
democrático basado en una generalizado consenso nacional”.
10
Es conocida la negativa de las izquierdas republicanas a condenar la violencia de los socialistas
y la izquierda republicana catalana en octubre de 1934. Menos conocida, pero también signi-
ficativa, es la actitud de dudosa constitucionalidad que siguió el grueso de la izquierda repu-
blicana tras saber, a comienzos de diciembre de 1933, que había sido derrotada en las urnas
por los republicanos de centro y la CEDA. Sobre este segundo aspecto el estudio más com-
pleto y basado en fuentes primarias es el de Villa García (2009).

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En realidad, como bien comprendieron buena parte de los líderes po-


líticos de la Transición, a diestra y siniestra, una cosa era buscar culpables
por el inicio de la Guerra Civil, algo más o menos claro, en la medida en
que sus responsables primeros fueron los militares rebeldes, y otra, bien
diferente, preguntarse por la cuota de participación de los diferentes pro-
tagonistas políticos en la quiebra de un sistema político que desde sus ini-
cios presentaba serios problemas11. Esta segunda cuestión es, como la
historiografía ha puesto de relieve, bastante compleja.

Entre otros muchos problemas derivados de las difíciles condiciones de


la economía y la sociedad española de entreguerras –especialmente el mer-
cado laboral en el campo y todo lo relacionado con el conflicto entre an-
ticlericalismo y catolicismo, aunque no sólo–, lo cierto es que el fracaso de
la democratización tuvo mucho que ver con dos tipos de factores: la cul-
tura política y las reglas del juego.

En cuanto al primero, ni en los comienzos del nuevo régimen ni en los


años siguientes fueron mayoría quienes aceptaron la regla de oro de una
democracia pluralista: las elecciones arbitran una alternancia pacífica en el
poder, lo que implica no sólo aceptar sus resultados sino admitir la legiti-
midad del adversario para practicar una política diferente a la propia, siem-
pre que tanto vencedor como vencido se muevan dentro de principios
básicos comunes. Esto significa, lógicamente, que ni la revolución ni la pura
reacción a cualquier reforma son admisibles dentro del juego democrático,
en la medida en que ambas actitudes exigen que se anatematice al adver-
sario y se impida por todos los medios su llegada al poder. Por otro lado,
también sabemos que en la España de los años treinta, como en muchas
otras regiones de la convulsa Europa de entreguerras, léase Alemania, Aus-
tria, Italia, Portugal o los Balcanes, resultó casi imposible consensuar esos
principios básicos sobre los que debía canalizarse la movilización de masas
propia de la democracia. La forma en que la democracia británica salió

11
En ese sentido, es significativo que durante el debate constituyente Gregorio Peces-Barba, el
ponente socialista, contestara a las críticas expuestas por Manuel Fraga contra el funciona-
miento de la II República, señalando que, desde su punto de vista, en “la historia de España
los desastres ha[bían] sido comunes”. Comisión de Asuntos Constitucionales, mayo de 1978.
La intervención citada, en Cortes Generales (1989): 721.

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fortalecida de la grave crisis de 1926, al hilo de la huelga general convocada


en apoyo de los mineros y derrotada con firmeza e inteligencia por el Go-
bierno conservador de Baldwin, fue una excepción en un período en el que
la violencia sustituyó a las palabras, como bien demostró el caso de Italia
en el bienio 1920-2112. En realidad, como se pudo ver en España de forma
finalmente trágica, había muchos modelos de sociedad rivalizando entre sí,
de tal forma que al competir por el voto no sólo se estaba prometiendo una
gestión política concreta para el día después de las elecciones, sino un pro-
grama para construir una sociedad distinta, en la que, por lo general, no se
reservaba espacio para el adversario, salvo como “sometido”13.

En cuanto al segundo factor citado, las reglas del juego, el problema


para la democracia republicana vino de la elaboración de una Constitu-
ción que no recogía adecuadamente las garantías para que los poderes pú-
blicos respetaran el pluralismo ideológico y de valores de la sociedad
española, es decir, para evitar que la victoria en las urnas de unos se tra-
dujera en un “vía crucis” para los otros. La mayoría del parlamento cons-
tituyente elegido en junio de 1931, en el que las derechas habían obtenido
muy pocos escaños, adoptó decisiones que hacían de las reglas del juego
un reflejo de sus propios programas de partido y una garantía de que se lle-
varía la “revolución republicana” hasta sus últimas consecuencias. Ellos,
socialistas e izquierdas republicanas, no consideraron que el mejor proce-
dimiento a seguir para elaborar una Constitución fuera el del pacto. Puesto
que consideraban la República como la oportunidad esperada durante
tanto tiempo para modernizar radicalmente el país, no cabía transigir con
aquellos que defendieran posturas intermedias o concesiones a los secto-
res políticos y sociales conservadores. Los líderes de la izquierda republi-

12
Sobre el periodo de entreguerras son muy útiles, entre otros: Linz (1993), Mazower (2001),
Ferguson (2007), Paxton (2005), Burleigh (2006) y Kitchen (1992). Para Portugal y el exclu-
sivismo republicano véase el análisis de Ramos (2008).
13
Utilizo este término para evocar el análisis que Marcelino Domingo, un importante político de
la izquierda republicana y varias veces ministro en los gobiernos de Manuel Azaña, hizo en las
páginas de El Liberal (22-XII-1933) después de las elecciones generales de 1933: “Los servi-
dores son quienes deben gobernar. Nadie más. Y los sometidos no pueden elevarse a la ca-
tegoría de servidores hasta que la prueba del tiempo, de la lealtad y de la compenetración
ideológica haya evidenciado que lo son”. Como es fácil entender, para Domingo los “servido-
res” eran quienes habían dado su apoyo a la Constitución y los “sometidos” toda la derecha
católica, fuera o no posibilista.

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cana fueron claros y sinceros por lo que se refiere a este aspecto. El mi-
nistro radical-socialista Álvaro de Albornoz recogía una opinión en abso-
luto minoritaria entre sus compañeros cuando afirmó en las Cortes: “Oigo
decir que una Constitución es siempre una transacción, un compromiso
entre los partidos; creo que ese parecer es erróneo”14.

De este modo, hubo algunos problemas graves que impidieron la conso-


lidación de la democracia española antes de la guerra y generaron una di-
námica perversa de radicalización entre las elites políticas y sindicales, algo
que caló en algunos grupos sociales. Se podría achacar esto a la preponde-
rancia de los extremos o a una polarización irreversible de la vida política. En
parte fue así, pero sólo en parte, pues, por ejemplo, los extremos no obtu-
vieron buenos resultados electorales en las últimas generales de 1936. Y, sin
embargo, en momentos críticos, como el de la primavera posterior a esas
elecciones, predominaron los que no estaban comprometidos totalmente
con los medios pacíficos, los mismos que disculpaban las técnicas de los vio-
lentos y justificaban los discursos intransigentes. Ciertamente, las dificultades
que experimentó la vida política republicana en ese momento y hasta co-
mienzos del verano, tuvieron que ver con la sensación, compartida por buena
parte de los derrotados en las urnas, de que la victoria del Frente Popular, la
coalición de izquierdas, había dado paso a una situación en la que predomi-
naban los extremistas y en la que la exclusión del adversario acabaría siendo
algo más que simbólica. Algunos autores han sostenido que esto fue un mito,
el del miedo a la revolución, construido por las derechas para justificar la re-
belión militar. Pero lo cierto es que ni siquiera se había podido concluir la
consulta electoral con normalidad, al dimitir el Gobierno de forma precipi-
tada cuando ni siquiera se conocían los resultados oficiales, al no garanti-
zarse los derechos fundamentales durante la segunda vuelta –y otras
elecciones complementarias–, y al permitirse que cientos, si no miles, de car-
gos públicos de ayuntamientos, diputaciones y gobiernos civiles fueran cam-
biados sin ningún respeto por los procedimientos legales15.

14
Diario de Sesiones de las Cortes, 9-10-1931, p. 1561.
15
Información y análisis sobre estos aspectos, en Macarro (2000): 401ss, Rey Reguillo (2008):
cap. 7, Álvarez Tardío y Villa García (2010): cap. 8, Parejo Fernández (2008): 40-48, Sanz
Hoya (2006): 244-254 y Grandío Seoane (1998): 281-285.

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CUADERNOS de pensamiento político

La experiencia de esas semanas posteriores a la victoria del Frente Po-


pular en las urnas resulta, sin duda, un buen termómetro para medir las di-
ficultades de consolidación de la democracia en la España de los años treinta.
No se trata de buscar causas que justifiquen el final trágico de la República,
como a veces han hecho algunos autores en un empeño por considerar
como algo “inevitable” la insurrección de los militares y el franquismo. Sino
de analizar los factores políticos que nos permitan comprender los vicios de
la democracia republicana y su consiguiente debilidad institucional.

Aquella primavera de 1936 puso de relieve, con más crudeza que en


momentos anteriores, la fragilidad de los cimientos sobre los que descan-
saba el sistema político republicano. Una tensa campaña electoral, donde
hubo más violencia de lo que a veces se ha dicho, además de una con-
frontación ideológica extrema, no fue seguida de un período de normali-
dad democrática: primero, no se dieron las mejores condiciones de
seguridad e imparcialidad para realizar el escrutinio de los votos; segundo,
en apenas pocas horas empezaron a renunciar de sus puestos algunos go-
bernadores civiles, precisamente los encargados de asegurar el orden pú-
blico; tercero, hubo una ocupación de la calle por parte de los seguidores
del Frente Popular que no sólo fue festiva, sino que supuso una auténtica
medida de presión para propiciar un cambio de Gobierno y una nueva po-
lítica antes incluso de que se conocieran los resultados oficiales; cuarto, a
las pocas horas de cerrarse los colegios electorales, y sin que todavía se su-
piera dónde debía celebrarse una segunda vuelta electoral, como marcaba
la ley, el Gobierno que había presidido las elecciones se sintió desbordado
y acabó dimitiendo dos días después, dejando paso a un Ejecutivo de iz-
quierdas sin que mediara reunión del nuevo parlamento; y quinto, en las
derechas, aunque la reacción no fue similar según se tratara de los monár-
quicos o la derecha católica posibilista, lo cierto es que cundió el temor,
compartido por todo el centro republicano y, a medio plazo, por la iz-
quierda republicana, a que la victoria de las izquierdas se tradujera en una
inminente revolución popular, por lo que iniciaron presiones al Gobierno
para que se tomaran medidas excepcionales. En unas semanas, y sin que
un nuevo parlamento se hubiera reunido, un Ejecutivo de izquierdas pre-
sidido por Manuel Azaña trató de controlar la situación del orden público
sin demasiado éxito. Aunque mostró interés en evitar que la victoria del

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Frente Popular diera paso a una política vengativa, no pudo evitar que a su
izquierda, especialmente entre los socialistas, la radicalización se trasladara
a la vida local y provincial, tomándose medidas tan impropias de una de-
mocracia como una rápida depuración de funcionarios, incluidas las fuer-
zas del orden, o una ocupación poco pacífica e ilegal de los gobiernos
locales, al objeto de expulsar a los elementos de centro y derecha, a los
que se tachaba de cómplices del fascismo16.

Esto es sólo una parte de lo que ocurrió en aquellas semanas compren-


didas entre el 16 de febrero y mediados de marzo de 1936, una radiografía
parcial pero sintomática de algunos problemas primordiales de la democra-
cia republicana que se habían manifestado en sus inicios. Uno de ellos, pro-
bablemente de los más importantes, fue la presencia asfixiante en aquellos
años de una actitud política proclive a justificar la exclusión total del adver-
sario. Sin unos principios básicos comunes sobre los que elaborar una Cons-
titución pactada, la democracia republicana nació y afrontó la prueba de la
alternancia con un importante problema de origen: las reglas del juego que-
daron identificadas con una parte de la sociedad y de los grupos políticos,
amén de asociadas a la idea de revolución. Es verdad que esa parte había
sido mayoritaria en las urnas en 1931 y que contaba con un porcentaje muy
elevado del voto popular; pero no lo es menos que desde finales de aquel
mismo año se fue movilizando y organizando una alternativa conservadora
que tenía entre sus prioridades modificar significativamente la Constitución,
cuando no dejar paso a un sistema político diferente. Además debería te-
nerse en cuenta dos factores que no siempre se enfatizan lo suficiente. Pri-
mero, la derecha republicana, con Niceto Alcalá-Zamora al frente, fue la
primera defensora de la revisión constitucional para modificar la regulación
de la cuestión religiosa. Y segundo, el primer partido republicano por número
de votos tanto en 1931 como en 1933, el Partido Radical, abandonó el go-
bierno nada más aprobarse la Constitución. Es verdad que no se declaró
abiertamente revisionista, pero hizo campaña durante el bienio 1932/1933
a favor de una aplicación diferente de la Constitución y trató de canalizar a
su favor la oposición de muchos grupos sociales a las políticas secularizado-
ras y económicas de los Gobiernos de las izquierdas. Así las cosas, las elec-

16
Sobre este particular véase Macarro (2000): 407-417 y Rey Reguillo (2008): 487ss.

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ciones generales de 1933 y 1936 no fueron simples competiciones para al-


canzar la mayoría parlamentaria y gobernar. Tuvieron un cierto carácter de
referendos constitucionales, e incluso de luchas de suma cero en las que el
perdedor podía interpretar su derrota como el inicio de una etapa en la que
pasaría a ser el excluido.

Difícilmente podía funcionar una democracia sin que los moderados


convergieran en un espacio común que sirviera como núcleo indestructi-
ble sobre el que edificar una Constitución duradera y mantener a raya a los
extremos. Esto no fue posible en 1931, pues el centro republicano y la de-
recha republicana no sumaban la fuerza parlamentaria suficiente para con-
trarrestar el jacobinismo de la izquierda republicana y el exclusivismo
postulado por los socialistas. Una alianza entre el centro-derecha republi-
cano, la derecha católica posibilista y los pequeños grupos liberal-conser-
vadores de las Cortes elegidas a finales de 1933, podía haber servido de
base para aislar a las derechas autoritarias, impulsando una política dife-
rente a la de las izquierdas y promoviendo una reforma parcial de la Cons-
titución. Por diferentes razones, incluida la propia heterogeneidad y
complejidad de la CEDA, tampoco fue posible esa opción, que la izquierda
republicana no respaldó y a la que los socialistas, cada vez más radicaliza-
dos, respondieron con la violencia en octubre de 1934. Tras las elecciones
generales de febrero de 1936, ya hemos señalado el modo en que los com-
portamientos excluyentes, la violencia y los discursos intransigentes cam-
paron por sus respetos en muchas zonas del país, especialmente entre las
izquierdas obreras, acorralando a los partidarios de la moderación y ali-
mentando la reacción autoritaria.

Sin instituciones estables y pactadas entre los sectores más moderados y


pragmáticos, la competencia democrática no aseguraba por sí sola nada más
que la confrontación. La irrupción de la política de masas, con los grandes
mítines, las campañas electorales tensas y reñidas y la posibilidad siempre
abierta de la alternancia, introducía un factor de riesgo en la vida política. Era
necesario que la competición democrática se canalizara en un marco insti-
tucional que la mayor parte de los candidatos respetaran. De lo contrario, la
política de masas podía ser simplemente sinónimo de inestabilidad, o de po-
larización entre proyectos, no de gobierno, sino de sociedad.

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Ciertamente, ésta no era una cuestión fácil de resolver. De hecho, estuvo


en la base de los problemas que experimentó el proceso de democratiza-
ción en muchos países europeos entre 1919 y 1939. Es significativo que la
enorme expansión de la democracia tras el final de la Primera Guerra Mun-
dial terminara, en pocos años, en un fracaso tan importante que las dicta-
duras de diverso signo fueron extendiéndose por el Viejo Continente.
Precisamente, sólo los países con instituciones liberales sólidas, previas a la
irrupción de la política de masas, fueron capaces de resistir, y no sin pro-
blemas serios, como revela el caso de Francia17.

En resumen, la Segunda República no pereció cuando estaba en el


mejor de sus momentos y más razones había para pensar que podía con-
solidarse una democracia. Al contrario, el binomio revolución/contrarre-
volución había ido copando el espacio público en proporción a la
disminución de las posibilidades de acordar unas reglas del juego respeta-
das por todos. Si por democracia entendemos algo más que participación
popular en las urnas y mayorías parlamentarias, hay que decir que algo
esencial estaba fallando para hacer posible la convivencia democrática.

Los relatos ideológicos del pasado, los mismos a los que nos referíamos
al principio de este texto, sirven para alimentar las señas de identidad de sus
productores y receptores, es decir, para reforzar el sentido de pertenencia a
una comunidad ideológica. Desde ese punto de vista, puede ser útil prescin-
dir de la complejidad de la historia política de un país cuando ha resultado
traumática, como es el caso español. Y tal vez sea más rentable apelar al ma-
niqueísmo y potenciar el victimismo, a fin de ganar adeptos.

No obstante, para contribuir a la fundación de una democracia duradera


en España a partir de 1978, fue necesario que esos relatos ideológicos no
ocuparan demasiado espacio, especialmente en el lugar donde podían blo-
quear el pacto fundacional. Existían pero no lograron contaminar el de-
bate constituyente en la medida en que no consiguieron traer al presente
una imagen deformada del pasado que sirviera para justificar comporta-
mientos excluyentes y deslegitimar a la otra parte. No ganaron la partida

17
Para Francia véase Weber (1996): 111ss. y Azéma y Winock (1976): 225ss.

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CUADERNOS de pensamiento político

a la voluntad de integración, basada en buena medida en una reflexión au-


tocrítica, tal vez demasiado intuitiva pero eficaz, sobre la debilidad de la de-
mocracia republicana. Al final sí fue posible en España una versión propia
de la “solidaridad entre los moderados” sin la que difícilmente se habría
fundado una democracia duradera18. Ser conscientes de ello es importante.

PALABRAS CLAVE
España • Democracia • Derechos fundamentales y libertades públicas

RESUMEN ABSTRACT
Durante los últimos años ha cobrado cierta Over recent years, an intense debate on
presencia en la vida política española y en los the recent past has acquired some
medios de comunicación un apasionado de- presence in Spanish political life and in
bate sobre el pasado más reciente, especial- the media, especially after some
mente al hilo de algunas iniciativas legislati- legislative and judicial initiatives. This
vas y judiciales. Este artículo analiza el modo article analyses how “party memories”
en que se han configurado las “memorias have taken their current shape. It suggests
de partido” que lo sustentan. Y sugiere que that those ideological interpretations (on
esas interpretaciones ideológicas (sobre la the Civil War, repression and Franco)
Guerra Civil, la represión y el franquismo) operate from an interested over-
operan a partir de una simplificación intere- simplification of the Spanish political
sada de la historia política española en el si- history of the 20th century, and especially
glo XX, y especialmente de todo lo referido al on everything related to the failure of
fracaso de la democratización en los años democratization during the 1930s. This
treinta. El artículo confronta esa versión sim- article confronts this simplified and
plificada y maniquea, propia de las “memo- Manichean version characteristic of “party
rias de partido”, con los avances significativos memories”, with the significant advances
que se han producido en la historiografía. Y made by historiography. It shows how
expone cómo estos avances nos han permi- these advances have provided us with a
tido conocer mucho más a fondo las razones much deeper understanding of the
de la quiebra de la convivencia en la prima- reasons leading to the breaking-down of
vera de 1936, mejorando nuestra compren- coexistence in the spring of 1936,
sión de los factores que impidieron el buen improving our knowledge of the reasons
funcionamiento de la democracia en tiem- hampering the smooth running of
pos de la Segunda República, básicamente democracy in times of the 2nd Republic,
todo lo relacionado con la cultura política y las particularly everything related with
reglas del juego. political culture and the rules of the game.

18
La expresión entrecomillada la tomo del análisis del historiador François Furet (1988) sobre
la fundación de la III República francesa en la década de 1870.

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EXCLUSIÓN O INTEGRACIÓN: UNA ALTERNATIVA TRÁGICA EN LA HISTORIA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX / MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO

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ÁNGEL RIVERO

LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
EN EUROPA

os partidos socialdemócratas europeos tienden a presuponer que los

L momentos de crisis económica son tiempo de dificultad para la so-


ciedad pero de oportunidad política para ellos. Lo que subyace a esta
asunción es que los europeos, en un ambiente de inseguridad, se vuelven
hacia el Estado en búsqueda de protección: intervención económica, gasto
público, protección social, e inversión en infraestructuras para crear o man-
tener empleos. En esta percepción, el papel ampliado que otorgan las so-
ciedades europeas al Estado en momentos de crisis es necesariamente
equivalente al apoyo electoral a la “socialdemocracia”. Esto es, los social-
demócratas esperan que los europeos, en tiempos de crisis, prefieran que
la receta keynesiana la administren ellos. Pero al revés de lo que anunciaba
esta expectativa, la crisis de 2008 en Europa no vino acompañada de un
mayor apoyo a la socialdemocracia.

De hecho, lo que ocurrió fue exactamente lo contrario: la socialdemo-


cracia europea sufre desde entonces un declive electoral sin precedentes.
El colapso del partido fundador de la socialdemocracia, el SPD (Partido

Ángel Rivero, profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma


de Madrid

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CUADERNOS de pensamiento político

Socialdemócrata Alemán) en las elecciones de 2009, fue visto como el al-


dabonazo que anunciaba la decadencia, de modo que el pánico electoral
se extendió entre los socialdemócratas por toda Europa. No les faltaban
motivos, de entre los países que conforman la Unión Europea, apenas tres
tienen aún Gobiernos puramente socialdemócratas: España, Portugal y
Grecia.

El número es pequeño y las perspectivas poco prometedoras: Gordon


Brown, primer ministro laborista británico, perdió las elecciones del 6 de
mayo de 2010 frente al conservador David Cameron. El que a este último
le faltaran 19 escaños para gobernar con mayoría, no esconde la pérdida
de casi 90 escaños por parte del Partido Laborista. El Gobierno de los con-
servadores en coalición con los liberal-demócratas muestra a las claras que
el experimento de 13 años de Nuevo Laborismo parece definitivamente
zanjado.

Por su parte, Zapatero y Sócrates gobiernan en minoría y su apoyo po-


pular mengua cada día ante una situación económica que no parecen do-
minar y que coloca a estos países bajo la tutela económica de la Unión
Europea. En Portugal y en España, la socialdemocracia no proporciona
seguridad sino incertidumbre en casa y en el exterior.

De modo que sólo Grecia, en una situación económica desesperada, le-


gado de los Gobiernos anteriores, se ha dirigido a la izquierda en las elec-
ciones de octubre de 2009, otorgando una mayoría parlamentaria al
PASOK de Papandreu.

En suma, hay fundamentos para la preocupación electoral de la social-


democracia europea porque sólo Grecia ha votado recientemente social-
demócrata. Pero tampoco parece éste un caso que mueva al optimismo
socialdemócrata, porque la izquierda griega no parece muy feliz con la po-
lítica del Gobierno destinada a sacar al país de la bancarrota.

Cierto es que la socialdemocracia, a pesar de todo, ha querido ver bro-


tes verdes en las elecciones regionales francesas, que concedieron a la iz-
quierda la mayoría de los consejos regionales, o en las más recientes

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

alemanas de Renania del Norte-Westfalia, del 9 de mayo de 2010, donde


la CDU de Merkel ha recibido un severo castigo que hace imposible que
pueda reeditar su Gobierno con los liberales. Es más, significa también la
pérdida de la mayoría en la Cámara Alta alemana (Bundesrat) lo que difi-
cultará la aprobación de sus iniciativas legislativas.

Sin embargo, y a pesar de que los socialdemócratas han anunciado estas


elecciones como la vuelta del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), las
cosas no resultan tan claras. El Partido Socialdemócrata, lejos de ganar, ha
perdido votos y está muy lejos de la hegemonía histórica que gozó hasta
2005. De hecho, el formar una coalición de gobierno se presenta complejo
dado que tendría que hacerlo con los Verdes y con una fuerza política
nueva en este Land, Die Linke, el partido de la izquierda, que compite en
populismo con el SPD. En cualquier caso, las elecciones en este Land, el
más poblado de Alemania, tienen un valor simbólico importante puesto
que fue precisamente aquí donde se fraguó la llegada de Merkel al poder.
Que esto sea un aviso para Merkel ciertamente tiene sentido. Pero que los
socialdemócratas lo interpreten como una recuperación resulta más difícil.

LA CRISIS Y LA SOCIALDEMOCRACIA

En el año 2008 estalló una crisis sin precedentes del capitalismo financiero
que alcanzó todos los rincones del planeta y, en particular, a las econo-
mías occidentales: el crecimiento se estancó e inmediatamente vino la re-
cesión acompañada del desempleo. Pero la crisis no sólo afectó a la realidad
material de millones de personas. Con la crisis también sobrevino la quie-
bra del paradigma neoliberal en economía, que había sido hegemónico du-
rante dos décadas. Tras años de políticas desreguladoras y de defensa del
mercado libre como la panacea, los Gobiernos de EE.UU y de Europa, de
izquierdas, o de derechas, se lanzaron a las nacionalizaciones de bancos, a
las ayudas a las empresas en apuros, a la petición de una mayor regulación
de los sistemas financieros y al desarrollo de onerosos planes de estímulo
económico. La crisis barrió en muy poco tiempo el optimismo de dos dé-
cadas de celebración capitalista y con el agostamiento del optimismo
quedó en entredicho la ideología que lo había acompañado.

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CUADERNOS de pensamiento político

Pero la crisis de 2008 no fue sólo la crisis del capitalismo financiero y de


la ideología neoliberal, sino que señaló también la crisis de la socialdemo-
cracia. Esa crisis encuentra su plasmación en el radical declive electoral de
los partidos socialdemócratas, que pasaron de ocupar once Gobiernos de la
UE 15 en 2000, a ocupar, no sin dificultades, cuatro en la UE 27 en 2009. El
que los socialdemócratas pierdan el gobierno al ser responsabilizados por la
mala situación económica no tendría nada de particular habida cuenta la he-
gemonía que habían ostentado en la década anterior. Sin embargo, esta cri-
sis electoral, explicable por las razones antedichas, se convirtió enseguida en
una crisis existencial. Desde finales de 2008, la prensa “progresista” vinculada
a los partidos socialdemócratas o a think thanks afines a dichos partidos co-
menzó a publicar gran cantidad de artículos con títulos agónicos como “¿La
muerte de la socialdemocracia en Europa?”; “¿Tiene futuro la socialdemo-
cracia Europea?”; “La crisis de la izquierda democrática en Europa”, etcétera
(vid. Liddle, Taylor, MacShane).

Ciertamente la perspectiva de un declive imparable en el apoyo electo-


ral puede explicar este clima de ansiedad de la socialdemocracia europea.
Sin embargo, hay algo más en todo este debate. La ansiedad no proviene
sólo de la pérdida de las regalías del ejercicio del poder. La ansiedad pro-
viene de que la socialdemocracia siente que carece, por primera vez en su
historia, de unos principios firmes que la posicionen frente a los electores.
Esto es, la socialdemocracia se ha desdibujado hasta hacerse invisible, no
tiene posición que la identifique. Esto significa que la crisis de la socialde-
mocracia europea no sólo es electoral sino de ideas y de identidad; es tam-
bién una crisis ideológica.

Así pues, para abordar el examen de esa crisis ideológica, lo primero


que haré será elucidar qué es o qué ha sido la socialdemocracia ideológi-
camente. Resulta interesante que los partidos socialdemócratas europeos
se definan como progresistas al tiempo que hacen alarde de su antigüe-
dad. Un partido que se define como progresista parece denotar que busca
la realización del proyecto de una sociedad futura alternativa a la presente.
Sin embargo, los partidos socialdemócratas europeos no tienen tal pro-
puesta alternativa. Es más, como receta más socorrida para la crisis han
hecho un llamado a la vuelta al modelo de la Europa de posguerra (vid.

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

Liddle, Bos, Paramio). Para ello han acuñado la paradójica expresión


“vuelta al futuro”. Con ella señalan que para que la socialdemocracia vuelva
a tener viabilidad electoral, debería volver a sus raíces.

SOCIALISMO Y SOCIALDEMOCRACIA

Estas raíces se hunden con profundidad en el pasado y explican muchas de


las reacciones ante la crisis económica de la socialdemocracia. Pero tam-
bién revelan problemas de la socialdemocracia con su tradición intelec-
tual. Así, para algunos la socialdemocracia tiene nada menos que 150 años
y con ello remiten a la historia de la socialdemocracia en Alemania. El Par-
tido Social Demócrata Alemán fue fundado en 1875, tras la fusión de dos
partidos obreros, en 1890 se rebautizó con su denominación “socialdemó-
crata” que ahora ostenta pero realmente siguió siendo ideológicamente un
partido socialista, y no socialdemócrata, hasta 1959 (Congreso de Bad Go-
desberg): un partido se hace socialdemócrata cuando abandona la ideolo-
gía socialista. La distinción entre socialismo y socialdemocracia es
importante.

Los partidos socialistas, fundados en la segunda mitad del siglo XIX,


eran partidos revolucionarios (buscaban romper radicalmente e incluso
violentamente con el orden establecido); de clase (representaban exclusi-
vamente a los trabajadores o proletariado); anticapitalistas (buscaban sus-
tituir la economía de mercado por una economía colectivista); eran
anti-individualistas (tachaban como burgueses los derechos de ciudada-
nía); y eran movimientos antipolíticos (buscaban una revolución social que
se llevara por delante el Estado, la democracia y todas las instituciones bur-
guesas. La política, la gestión negociada del conflicto, es propia de las so-
ciedades de clases. En una sociedad igualitaria, el resultado de la revolución
social, la política será innecesaria).

El programa ideológico del socialismo europeo se atemperó con el cam-


bio de siglo en lo referente a los medios para alcanzar una sociedad justa,
de modo que se produjo un cisma entre Occidente y Oriente. Resulta di-
fícil señalar quiénes eran los cismáticos y quiénes los ortodoxos, pero el

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CUADERNOS de pensamiento político

punto de desacuerdo básico es que el socialismo occidental estableció dos


puntos que lo separaron del programa comunista de la Revolución rusa de
1917: 1) que la toma del poder se haría utilizando la democracia burguesa;
2) que el socialismo se alcanzaría como el resultado de la voluntad mayo-
ritaria del pueblo y no por la imposición totalitaria de un partido de “van-
guardia”.

En general, la Revolución rusa, y la creación del Comintern, la interna-


cional comunista fundada en 1919 y que intentó (y en muchos casos logró)
instrumentalizar los partidos socialistas en apoyo de la Unión Soviética,
impulsaron, por reacción negativa, la transformación de los partidos so-
cialistas de Europa occidental en partidos socialdemócratas. Pero no siem-
pre fue así y los movimientos socialistas más atrasados dieron lugar a los
“partidos socialistas unificados” bajo el patrocinio de Moscú. En suma, que
la ortodoxia comunista generó una modernización, en el sentido de la de-
mocracia de los partidos socialistas de la Europa occidental. Es aquí donde
se encuentra la raíz de la socialdemocracia.

Los partidos socialdemócratas son muy distintos ideológicamente de


los socialistas. De hecho si los partidos socialistas son partidos ideológicos,
en el sentido de que tienen como programa un sistema de ideas abstractas
que quieren llevar a la práctica por medios políticos o mediante su impo-
sición autoritaria a la sociedad, los partidos socialdemócratas no tienen
una ideología como sistema, sino más bien una orientación ideológica. Los
partidos socialdemócratas abominan de la revolución, aceptan el capita-
lismo, han hecho de la democracia burguesa uno de sus ideales, defienden
los derechos de los individuos, esto es, defienden en general lo mismo que
todos los partidos democráticos. De modo que su seña de identidad doc-
trinaria es sobre todo de tipo moral: la simpatía y solidaridad con los po-
bres y con los excluidos de la sociedad, con los débiles y con los
vulnerables. Así pues, son estas preocupaciones de tipo moral las que cons-
tituyen las señas de identidad, algo difusas ciertamente, de los partidos so-
cialdemócratas.

Digo algo difusas porque esta preocupación moral no es privativa de la


socialdemocracia, sino que también la encontramos en el conservadurismo

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

paternalista, en la democracia cristiana, y en todos los movimientos polí-


ticos dirigidos a la reforma social. De hecho, donde no encontramos tales
preocupaciones morales es en los partidos antihumanistas: fascistas; liber-
tarios, comunistas, etc. Esto es, en partidos minoritarios, radicales, antipo-
líticos o antisistema.

Así pues, la verdadera diferencia ideológica de la socialdemocracia en


relación a los otros partidos democráticos, con tradiciones intelectuales di-
ferentes pero que participan de su preocupación moral, es que ésta tiene en
su trastero ideológico el (llamémoslo así por razones que luego apuntaré)
muerto del socialismo. Es decir, en su narración de identidad los socialde-
mócratas se ven a sí mismos como herederos del socialismo y de ahí sus
banderas rojas, su pasión por el culto a la personalidad, los desfiles obre-
ros o manifestaciones, los puños en alto y La Internacional. En el terreno
simbólico se identifican con el socialismo, aunque en el terreno ideológico
estén en la heterodoxia.

LA NOVEDAD DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Es esta heterodoxia la que no es tan antigua. La socialdemocracia es muy


reciente. El SPD es un partido socialdemócrata, ideológicamente, como
señalé, desde 1959. De hecho, los únicos partidos socialdemócratas con
una trayectoria democrática intachable serían el Partido Laborista britá-
nico y el Partido Socialdemócrata sueco. Son los únicos que desde su na-
cimiento aceptaron el gradualismo, esto es, el juego democrático, como
instrumento de reforma social (los partidos socialistas, por el contrario,
sólo se acercaron a la democracia instrumentalmente, para la toma del
poder, pero no formaba parte de su ideario). El Partido Laborista británico
fue fundado en 1900 (un partido nuevo para un siglo nuevo) por los sindi-
catos que apoyaban hasta entonces al Partido Liberal. En este sentido sin-
dical, el Partido Laborista pudiera parecer semejante a los partidos
socialistas por su base obrera, pero su historia es bien distinta: nunca fue
un partido revolucionario y fue siempre gradualista en el contexto de una
cultura política, la británica, que abandonó la revolución en el siglo XVII.
También ha de señalarse que fue un partido tradicionalmente débil, que

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CUADERNOS de pensamiento político

alcanzó, de carambola, el poder político en 1924, y que sólo se convirtió


en un partido de gobierno en 1945. Esto es, después de la Segunda Gue-
rra Mundial.

En cuanto al Partido Socialdemócrata sueco, fue fundado en 1889, y la


crisis suscitada en 1917 a consecuencia de la Revolución rusa lo convirtió
en un partido netamente democrático. Su historia es tan extraordinaria que
merecería un tratamiento específico. Resulta interesante observar la de-
mocratización temprana de los partidos socialistas británico y sueco en el
contexto de monarquías constitucionales-parlamentarias estables.

Si hablamos del Partido Socialista Obrero Español, tardó cien años,


desde su fundación en 1879 hasta 1979, en pasar del socialismo a la so-
cialdemocracia. Algunos todavía recordarán cómo bramaba en 1978 Al-
fonso Guerra, un dirigente histórico del socialismo español, cuando decía
que él nunca sería socialdemócrata. También resulta interesante recordar
cómo ese mismo año Manuel Fraga felicitó a Felipe González por su ini-
ciativa de llevar al PSOE hacia la socialdemocracia con el argumento de
que España necesitaba un partido de izquierda democrático.

Así pues, la socialdemocracia no es tan antigua, aunque tenga sus años.


En Suecia tiene quizás 120 años; en Gran Bretaña, 110; en Alemania ape-
nas tiene 50 y en España, 31. En Portugal, el partido del centro izquierda
es el Partido Socialista y el partido del centro derecha, el Partido Social
Demócrata: los dos son socialdemócratas.

Una de las cosas, sin duda la principal, que explica este paso del socia-
lismo a la socialdemocracia es que no es lo mismo ser defensor de la so-
ciedad perfecta que ser defensor de una dictadura brutal y aborrecible.
Mientras no existió el socialismo real, los partidos socialistas pudieron con-
traponer un mito, la sociedad feliz, a la realidad muchas veces brutal y mi-
serable que la Revolución industrial dibujó sobre los países más avanzados
de Europa.

Cuando las miserias de las megalópolis urbanas, de las fábricas infectas,


del trabajo esclavo industrial ya no se asociaron únicamente al capitalismo

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

sobrevenido con la modernidad sino que fueron la definición del socia-


lismo real, lo que era utopía se convirtió en distopía, lo que era deseado
frente a lo existente se convirtió en aquello que de la forma más elocuente
hablaba del valor de lo que teníamos.

Así, a medida que se democratizaron las sociedades occidentales, en


igual grado los partidos socialistas abandonaron su ideología y abrazaron
la socialdemocracia. Es por esto por lo que en las sociedades con demo-
cracias estables más antiguas los partidos socialistas o no existieron o se
convirtieron muy tempranamente en partidos socialdemócratas. Es más, al-
gunos de los enemigos más furibundos del socialismo real fueron precisa-
mente estos partidos.

Si la Revolución rusa inaugura un cambio radical de la percepción del


socialismo en Europa occidental, de sueño a pesadilla, la Segunda Guerra
Mundial ejemplifica con su catástrofe humana el resultado de la exaspera-
ción ideológica que atrapó a estas sociedades entre el comunismo y el fas-
cismo. El final de la guerra señaló para las sociedades el inicio de un
esfuerzo colectivo de superación de los conflictos ideológicos y de los pro-
blemas sociales que los habían alimentado. Se trataba, en concreto, de su-
perar la lucha de clases. Esto es, de incorporar a los menos favorecidos a
la sociedad mediante la intervención del Estado.

LAS IDEOLOGÍAS POLÍTICAS Y EL MODELO DE POSGUERRA

Este afán de superación del conflicto social-ideológico creó el marco co-


lectivo en el que se fraguó lo que se denominó “consenso de posguerra”,
que significó en la práctica la aceptación por parte de todos los países de
la Europa occidental democrática de un modelo en el que el bienestar de
los ciudadanos era una de las obligaciones principales del Estado. Es im-
portante señalar que este compromiso con las políticas de bienestar por
parte del Estado no era privativo de ninguna ideología ni de ningún par-
tido político, sino de todos los partidos políticamente representados en las
democracias occidentales europeas. Es más, sus orígenes ideológicos están
en el conservadurismo y el armonicismo social-cristiano y su lucha contra
la división de la sociedad por el conflicto de clases. Evidentemente, los so-

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CUADERNOS de pensamiento político

cialistas (y comunistas) lo criticaron acerbamente como si se tratara de


morfina para acabar con la lucha de clases y, por tanto, con el sueño de la
revolución.

Para Gran Bretaña, el “consenso de posguerra” que crea el Estado de


Bienestar abarca desde 1945, con la gran victoria del laborista Clement At-
tlee, hasta la elección de Margaret Thatcher como primera ministra en 1979.
La victoria de los laboristas fue su primer verdadero éxito electoral en la his-
toria y sus políticas sentaron las bases del Estado de Bienestar británico: eco-
nomía mixta, servicio nacional de salud universal, prestaciones de desempleo,
vivienda, etc.

Aunque ciertamente corresponde a Attlee el impulso político del Estado


de Bienestar, sus mentores ideológicos fueron William Beveridge, dipu-
tado por el Partido Liberal, que lo diseñó en sus informes de 1942; y John
Maynard Keynes, que creó el modelo económico para acabar con la crisis
y el desempleo haciendo que el Estado gastara el dinero que no tenía, y que
fue militante del Partido Liberal toda su vida.

Más aún, el modelo no sólo fue diseñado por liberales e implementado


por laboristas, el modelo fue aceptado por el Partido Conservador en 1947,
en su Industrial Charter y, lo que es más relevante, con la promesa de no
modificarlo. Así, en los 34 años que estuvo vigente el consenso, casi dos ter-
cios fueron de Gobiernos conservadores que mantuvieron el modelo.

Así pues, igual que en el resto de Europa (donde el impulso ejecutivo


correspondió a los partidos demócrata-cristianos), el consenso de pos-
guerra no es “la” política socialdemócrata sino “la” política del acuerdo
transideológico. De hecho, Daniel Bell y otros muchos teorizaron sobre
este acuerdo denominándolo el final de la política ideológica (vid. epílogo
y postfacio, The End of Ideology): ya no hay conflicto ideológico porque li-
berales, socialistas y conservadores están de acuerdo en todo: el modelo
político de la democracia liberal; la concepción de la ciudadanía: dere-
chos civiles, políticos y sociales de los individuos; las obligaciones del Es-
tado; la regulación del mercado por el Estado, etc. Las diferencias están
en los matices, en el estilo.

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

Es importante señalar que este consenso de posguerra fue denominado


también “consenso socialdemócrata” y esto merece una aclaración. Re-
trospectivamente, pudiera pensarse que las políticas desarrolladas en la
posguerra europea eran propias de los partidos socialdemócratas. No era
así. La denominación “social-demócrata” hace referencia no a una ads-
cripción ideológica de partido sino a una política democrática liberal con
preocupaciones sociales. (Vid. Seymour Martin Lipset, c. 13).

Ahora bien, el consenso de posguerra quebró cuando la crisis del pe-


tróleo de 1973 pulverizó el sustento económico del modelo keynesiano.
Al bienestar de la Europa de posguerra siguió el malestar social y el dete-
rioro industrial. Lo que se había concebido como un instrumento social
de integración (un objetivo social sin duda conservador) dio paso a un ma-
lestar creciente donde la economía se hundía y el Estado engordaba en
una política de nacionalización de pérdidas suicida, creando un gigantesco
sector público, ineficiente, caótico y social y económicamente ruinoso.

MARGARET THATCHER Y EL FINAL DEL MODELO DE POSGUERRA

Se suele atribuir a Margaret Thatcher (primera ministra británica de 1979


a 1990) la voluntad deliberada de acabar con el consenso de posguerra e
iniciar una oleada fanática de implacable liberalismo económico y de au-
toritario conservadurismo moral. Sin embargo, las cosas no fueron así.
Thatcher no destruyó el Estado de Bienestar, sino que tuvo la valentía de
enfrentar una situación de grave deterioro económico, social y político en
el Reino Unido. James Callaghan, primer ministro laborista (1976-1979),
que sucedió al dimitido Harold Wilson, fue incapaz, cierto que en una si-
tuación de compleja minoría parlamentaria, de atajar todos los frentes de
conflicto desatados en aquello que se llamaría el “invierno del descontento”
(1978-1979). Así pues, es el invierno del descontento el que señala el final
del modelo de posguerra. Murió por agotamiento y Thatcher llegó para re-
construir, no para destruir.

De modo que fueron la recesión, la crisis económica, el malestar social y


el descontento en el Reino Unido los responsables del final del consenso de

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CUADERNOS de pensamiento político

posguerra y no un proyecto ideológico de fanatismo neoliberal. Son las rui-


nas de ese modelo las que franquean el paso al Gobierno de Margaret That-
cher con una promesa de orden, austeridad y de saneamiento de la economía
británica. Por tanto, el consenso de posguerra no fue roto sino que se hundió
con el cambio de la coyuntura económica internacional y con la exacerbación
de las patologías keynesianas (patologías sociales y económicas).

Ahora bien, si en la crisis está la razón de la llegada de la Nueva Dere-


cha al gobierno, eso no quiere decir que no abordaran la situación desde
un ambicioso programa de ideas. El impulso ideológico de la Nueva De-
recha thacherista se desplegó en dos planos distintos. En el económico,
con la formulación de un llamado a la vuelta a la economía liberal clásica,
y de ahí que se denominara neoliberalismo. Se trataba de que el mercado,
y no el Estado, fuera la principal institución organizadora de la economía.
El otro plano de impulso ideológico fue el moral, con el llamado a una
vuelta a los valores (back to values) tradicionales, esto es, a aquellos princi-
pios compartidos que permiten el funcionamiento autónomo de la socie-
dad. La lección principal era que la integración de la sociedad no la realiza
el Estado (una sociedad dependiente del Estado no es una sociedad inte-
grada sino enferma) sino los individuos. De ahí la famosa frase de Thatcher:
“la sociedad no existe, sólo existen los individuos y las familias”.

Así fue como se gestó el neoliberalismo como política económica con-


servadora y tuvo un éxito impresionante en el saneamiento de Gran Bre-
taña. Ese éxito económico y social tuvo su reflejo en el éxito electoral que
dio lugar a once años de Gobierno de Thatcher interrumpidos no por la
derrota electoral, sino por una revuelta del Partido Conservador (John
Major, su sucesor como primer ministro y conservador también, aún go-
bernó de 1990 a 1997 con el mayor apoyo electoral jamás cosechado por
el Partido Conservador). El mensaje de esta Nueva Derecha era muy sen-
cillo: el Estado no debe ser el responsable del bienestar de los individuos;
los individuos han de ser responsables de su propio bienestar. Así pues, el
valor central del nuevo discurso ideológico conservador era el de devolver
a la sociedad la responsabilidad de su cuidado. La hegemonía conservadora
duró dieciocho años. Suficientes como para cambiar radicalmente la cul-
tura política del país. El consenso de posguerra quedó pues muy lejos.

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

En este contexto de hegemonía conservadora, resultado del fin patoló-


gico del modelo de posguerra, ocurrió algo absolutamente crucial para la
política europea y mundial. En 1989 comenzó el derrumbe del socialismo
real, no por derrota frente a un enemigo externo sino por implosión. Evi-
dentemente, este colapso del socialismo tuvo consecuencias ideológicas,
muchas de ellas exploradas por Fukuyama en su célebre artículo “El fin de
la historia”. La más evidente es que el socialismo dejó de ser una alterna-
tiva a las democracias liberales y, no menos importante, el socialismo pasó
a significar el fracaso histórico, brutal e inapelable, de un experimento so-
cial sin precedentes. Pero además, ocurrió otra cosa interesante en el plano
ideológico. El derrumbe del socialismo arrastró a los socialdemócratas: el
cadáver del socialismo, que la socialdemocracia tenía en el trastero, se con-
virtió en un muerto muy pesado.

LA “TERCERA VÍA” Y LA MODERNIZACIÓN


DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Es en este contexto de hegemonía liberal-conservadora en el que se pro-


ducirá un proyecto muy ambicioso de “modernización” de la socialdemo-
cracia, de la mano de Tony Blair, en el terreno político, y de Anthony
Giddens, en el ideológico, y que se llamará “Tercera Vía”. Esa Tercera Vía
buscaba para la socialdemocracia un camino nuevo entre dos alternativas
rechazables: el neoliberalismo conservador (que lejos de integrar la socie-
dad se veía como un instrumento de desintegración capitalista) y la so-
cialdemocracia estatista (que estaba vinculada al naufragio del modelo de
posguerra en el invierno del descontento de 1978-1979 y, peor aún, al so-
cialismo real, con el que se sentía vinculada de forma simbólica en la ico-
nografía de la izquierda y de forma determinante, debido a la dependencia
de los sindicatos). Va de suyo que otras ideologías, más allá de las dos men-
cionadas, no merecían ningún tipo de consideración.

El proyecto de Blair significó en la práctica una refundación del Par-


tido Laborista (ahora New Labour) y un realineamiento ideológico como
partido “centrista”, heredero del progresismo del liberalismo decimonó-
nico inglés (modern liberalism), esto es, del liberalismo de la reforma social.

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CUADERNOS de pensamiento político

En la práctica, en relación a la posición establecida por la Nueva Derecha


thatcherista, esto significaba: la aceptación sin ambages del mercado
como principal institución económica (igual que la Nueva Derecha), la
descentralización política (devolution) frente al centralismo desarrollado
por Thatcher, y, sobre todo, la afirmación en el plano de la libertad moral
de una posición netamente liberal (individualista) y, en el plano de la
moral social, una defensa del concepto de justicia social como instru-
mento de orientación ideológica que el Estado debe realizar apoyando a
los individuos (e. g., facilitando su acceso a la educación) pero no (como
en la tradición socialdemócrata estatista) realizando desde el Estado la
igualdad social.

El 1º de mayo de 1997 los laboristas volvieron al gobierno en Gran Bre-


taña con la mayor victoria de su historia. Trece años han durado en el go-
bierno, hasta la reciente dimisión de Gordon Brown y la formación por
Cameron y Clegg de una coalición con mayoría parlamentaria. En cual-
quier caso, ha sido el mayor periodo continuado de Gobierno del Partido
Laborista en toda la historia del Reino Unido.

Así pues, desde el punto de vista electoral, el proyecto de moderniza-


ción de la socialdemocracia realizado por Blair no puede sino calificarse de
éxito. En otro sitio he señalado que el proyecto estaba fundado en unas
bases muy sólidas (vid. Rivero). Esto es, era resultado de un estudio mi-
nucioso de la sociedad británica y de sus problemas, y esto quiere decir
que no era un mero discurso electoral sino un proyecto serio de gobierno
y de reforma económica, institucional y social del país.

Resulta interesante constatar que el triunfo de la Tercera Vía no entu-


siasmó necesariamente a la socialdemocracia europea. Después de estar
un siglo cantando La Internacional, puño en alto, con pañoleta y haciendo
del obrero el nuevo hombre y de la chimenea de la fábrica la atalaya desde
la que avizorar el progreso, que los laboristas británicos les dijeran que la
modernización de la socialdemocracia consistía en la profundización en el
liberalismo resultaba una pócima demasiado amarga. Tan amarga como
que durante cien años se habían repetido que la sociedad ideal emergería
de las ruinas del liberalismo. De ahí que hasta autores como Paramio, que

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

tiene una visión equilibrada de la historia de la socialdemocracia, y que no


parece entusiasmado con la vuelta al populismo aunque lo practique, diga
cosas como que la Tercera Vía tenía “escaso contenido teórico y político”,
etc. Esto es, que aunque en el plano económico los socialdemócratas acep-
taron la hegemonía liberal, en el plano ideológico muchos de los partidos
socialdemócratas europeos prefirieron vivir en la paradoja de un socialismo
capitalista.

De modo que la socialdemocracia se dividió en dos: los moderniza-


dores que hicieron suya la ideología de la Tercera Vía y alcanzaron el
éxito electoral (New Labour, SPD de Schröder, etc.); y los conservado-
res, que siguieron arrastrando el viejo socialismo, condenándose más y
más a la marginalidad electoral y al anacronismo ideológico y discursivo
(PSF, PSI, etc.). Unos se desembarazaron del socialismo y los otros se
aferraron a él dispuestos a hundirse. Eso sí, como he señalado, todos los
partidos socialdemócratas europeos en el gobierno (hicieran suyo o no
el discurso de la Tercera Vía) abandonaron el ineficiente estatismo so-
cialdemócrata y privatizaron, desregularon y modernizaron sus econo-
mías. El caso del PSOE es interesante porque Felipe González es quien
convierte al partido en un partido de gobierno socialdemócrata como se-
cretario general, y es también quien realiza la política modernizadora de
la nueva socialdemocracia desde el gobierno. Cosa distinta es que el par-
tido no integrara en su ideología su práctica de gobierno de los años
ochenta. Esto puede explicar su entusiasmo presente por la vuelta al po-
pulismo, no sólo en el discurso público sino, lo que es peor, en la acción
del Gobierno actual.

LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA Y LA VUELTA AL POPULISMO

Así es como llegamos a la crisis económica de 2008 y a los sucesivos ba-


tacazos electorales de la socialdemocracia europea. La ansiedad socialde-
mócrata radica en que después de abandonar, ya hemos visto que no hace
tanto tiempo, el estatismo por el mercado, se produce presuntamente el
quiliasmo profetizado por sus padres fundadores socialistas: la gran crisis
del capitalismo que empujará la sociedad irremisiblemente en dirección

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CUADERNOS de pensamiento político

del soñado futuro del socialismo. Al parecer, ahora sí, el capitalismo ago-
niza y ha llegado la hora de cosechar la siembra de la justicia social. El
viejo guión socialista continuaba diciendo que el pueblo, iluminado en su
conciencia de clase por el gran acontecimiento de la crisis del capitalismo,
les recompensará electoralmente y castigaría a los partidos defensores de
las clases dominantes negándoles su apoyo.

Sin embargo, los europeos, en lugar de castigar a la derecha, les casti-


gan a ellos; en lugar de votarles como paladines de la lucha contra el ca-
pitalismo, los hacen responsables de la crisis y, o votan a la derecha
buscando seguridad en la gestión de la crisis, o a los partidos de la extrema
izquierda, a los comunistas y a sus franquicias electorales, buscando ven-
ganza de clase.

Así pues, los socialdemócratas europeos se encuentran en la tesitura de


que la crisis traída por el capitalismo no se la pueden endosar electoral-
mente a la derecha; y de que la alternativa del socialismo como alternativa
al capitalismo ya no es de su patrimonio, sino de los partidos situados a su
izquierda. Como si hubieran estado jugando a las sillitas, los socialdemó-
cratas se han encontrado con que son los únicos que no tienen asiento,
están fuera del juego, porque frente a la crisis sólo hay dos recetas: las do-
lorosas reformas necesarias (una especialidad conservadora) o el popu-
lismo que habían abandonado.

Lamentablemente, los partidos socialdemócratas europeos no están dis-


puestos a aprovechar la crisis para profundizar en su modernización ideo-
lógica (esto es, en el proyecto de la Tercera Vía), sino que ansían regresar
a sus orígenes socialistas, que muchos nunca llegaron a abandonar y que
ha dado tan buenos réditos electorales a sus competidores situados a la iz-
quierda. En suma, la socialdemocracia, así lo interpretan, se ha quedado
descolocada porque no es creíble su crítica al capitalismo, puesto que es
cómplice de las políticas liberales de las últimas décadas, ni tiene un dis-
curso alternativo con el que enfrentar ideológicamente la crisis, porque su
socialismo, que estaba en el armario, se percibe como falso y muerto, y
además tampoco creen ya en él ellos mismos (les molesta mucho que les
recuerden “La traición de la socialdemocracia”, vid. Astudillo y Paramio

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

para la defensa; y para los acusadores, Callinicos y Flores de Arcais). De


modo que la manera en la que la socialdemocracia está gestionando su cri-
sis de ansiedad ideológica es mediante un discurso reaccionario.

Los discursos reaccionarios son aquellos que van a remolque de la rea-


lidad, rechazándola y confrontándola con una situación pretérita que se
pinta como una edad dorada. Así, el pensamiento reaccionario se origina
típicamente a comienzos del siglo XIX, cuando los nostálgicos del Antiguo
Régimen destruido por la Revolución francesa sostienen que a través del
autoritarismo puede recrearse un pasado idealizado. No se puede.

El modelo del Estado del Bienestar derivado del consenso de posgue-


rra no puede presentarse como la arcadia socialdemócrata a la que debe-
mos regresar. Si finalizó no fue porque lo destruyeran los malvados
empresarios, ni los capitalistas, ni los conservadores en un ataque de into-
xicación ideológica neoliberal (quizás lo destruyeron los mineros galeses y
otros trabajadores sindicados del sector público). El modelo de posguerra
funcionó mientras duró, ahora las condiciones son otras.

Cuando la socialdemocracia hace un llamado al abandono de la Tercera


Vía, está diciendo que hay que separarse de la derecha y que hay que hacer
una política menos técnica y más emocional (Paramio, en el abrupto final
de su librito, Bos y, sobre todo, Browne et al.). Esto es, hay que repetir que
la culpa de la crisis es de la derecha, de los capitalistas y de los empresa-
rios, y, frente a los malos, hay que mostrar empatía con los buenos: los tra-
bajadores, los obreros, los desempleados. Esto es lo que denominan con
franqueza populismo: la exacerbación del conflicto social como recurso
electoral.

El populismo es una doctrina que sostiene que el pueblo tiene una sa-
biduría superior que el gobernante debe interpretar y convertir en accio-
nes políticas. Los problemas del populismo son muchos y graves. El más
obvio es que el político populista suspende su responsabilidad política y se
la transfiere a un sujeto colectivo abstracto e irresponsable: el pueblo.
Cuando este pueblo es una nación de ciudadanos como los EE.UU. con
una cultura política liberal y un sistema constitucional federal, el popu-

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CUADERNOS de pensamiento político

lismo no es malo: we the people o yes we can apelan a un esfuerzo colectivo


que infunde esperanza en tiempos de zozobra. Como aquí el pueblo son
todos los miembros de una nación democrática, el discurso populista es in-
tegrador y socialmente constructivo.

Pero los asesores americanos del Center for American Progress, que
han vendido a los socialdemócratas europeos que la receta para el éxito
electoral es alejarse de la Tercera Vía y arrimarse al populismo, no han te-
nido en cuenta los problemas de traducción. En Europa el populismo no
suena como en Norteamérica. Todo lo contrario. En Europa el populismo
de derechas se dirige a un pueblo entendido como una nación orgánica,
permanente, un sujeto colectivo que se ve amenazado por los forasteros,
por los inmigrantes, y que, por tanto, una vez puesto en marcha, sirve para
atizar la xenofobia y el racismo. Por su parte, el populismo de izquierdas
entiende el pueblo como una clase social y su discurso es, nuevamente, el
del conflicto y el de la fragmentación. Este populismo busca halagar al
pueblo atacando a sus enemigos (el proverbial enemigo del pueblo): los
empresarios, los capitalistas, los religiosos, los masones, o quien se ponga
por delante.

El peligro del populismo es que es como un incendio que una vez pren-
dido no se sabe cómo apagarlo. El populismo de izquierdas es la vuelta al
socialismo y el abandono de la socialdemocracia, esto es, la vuelta a la po-
lítica entendida como guerra de clases. Desde luego, no servirá para resol-
ver la crisis económica, ni para preparar a la sociedad para las reformas
necesarias; ni tan siquiera servirá para ganar elecciones. Los partidos de la
extrema izquierda tienen un margen mayor para dedicarse al cultivo del
populismo y van a socavar la pretensión socialdemócrata de reencontrarse
con la clase obrera.

Para lo que sí servirá el populismo será para tener una política más hosca,
más violenta y menos dirigida a la resolución de los verdaderos problemas
de la sociedad. En suma, en Europa veremos una escalada verbal del con-
flicto ideológico a través de un estéril combate por buscar culpables tradu-
cible en réditos electorales, pero no veremos nada de un proyecto alternativo
que puede convertirse en un proyecto colectivo con apoyo mayoritario.

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LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN EUROPA / ÁNGEL RIVERO

La crisis de la socialdemocracia es tan profunda como irresoluble. Elec-


toralmente, el populismo alentará la radicalización de la sociedad y el extre-
mismo autoritario, sin garantías de triunfo para los partidos socialdemócratas
que, en el mejor de los casos, habrán de aliarse con partidos antisistema para
formar gobierno. En el terreno ideológico, la socialdemocracia desandará su
proceso de modernización para encontrarse con el discurso de clase del so-
cialismo decimonónico, y la política como concierto se desvanecerá para
dar paso a la lucha de clases. La principal víctima del populismo será la so-
cialdemocracia y, como se dijo hace muchos años, las democracias necesi-
tan partidos socialdemócratas.

PALABRAS CLAVE
• •
Socialismo Europa Formas actuales de pensamiento antiliberal

RESUMEN ABSTRACT
La socialdemocracia europea está ame- European Social democracy is daunted by
drentada por la crisis económica y sufre the economic crisis and in crisis of party
una crisis de identidad partidaria y de dis- identity and political discourse. As a
curso político. Como respuesta al declive response to electoral decline, European
electoral, la socialdemocracia europea está social democracy is trying to change their
intentando cambiar su discurso político de- political discourse by dropping the
sembarazándose del discurso moderniza- modernizing discourse of the “Third Way” and
dor de la tercera vía e intentando regresar al to return to some sort of “Populism”. In my
“populismo”. En este texto, quiero mostrar paper I would like to show why, ideologically,
cómo esta vez la socialdemocracia euro- European social democracy was unprepared
pea no está preparada para gestionar ideo- this time to deal with economic crises; and
lógicamente la crisis económica y por qué el also, I will like to show why the populist
recurso al populismo está también conde- stance is doomed to electoral failure under
nado electoralmente. present circumstances.

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CUADERNOS de pensamiento político

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GUILLERMO GRAÍÑO FERRER

LA DIFÍCIL FUNDAMENTACIÓN DE LA
IZQUIERDA: VIDA, MORAL Y NATURALEZA

INTRODUCCIÓN. ACEPTAR O RECHAZAR LA VIDA

a vida es terrible. Ésa es, al menos, la impresión que nos queda

L cuando somos testigos de una tragedia. Existen sufrimientos inso-


portables; dotar de sentido a esos sufrimientos es una característica
esencial del ser humano. Los momentos trágicos son más profundos e in-
quisitivos que el ánimo que brinda la liviandad de la alegría. De hecho, ex-
plicar la existencia del sufrimiento en el mundo ha sido uno de los grandes
temas motores en la historia de la filosofía y de la teología, una de las gran-
des cuestiones a las que dan respuesta las religiones, y una de las urgencias
psicológicas más elementales provocadas por el horror consciente del
hombre.

Sin embargo, a pesar de que es obvio que el sufrimiento absolutamente


insoportable existe, también parece razonable estimar que ésta no es la
condición universal del hombre. Pessoa, por ejemplo, es muy crítico con
el procedimiento del romántico consistente en hacer metafísica a partir de
situaciones individuales. Dice así:

Guillermo Graíño Ferrer, Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Univer-


sidad Autónoma de Madrid

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CUADERNOS de pensamiento político

“Hay algo de vil, de degradante, en esta transposición de nuestras penas a


todo el universo… Hay algo de sórdido, y tanto más sórdido cuanto que es
ridículo, en la costumbre que tienen los débiles de erigir en tragedias del uni-
verso tristes comedias de sus propias existencias… ¿Qué tiene que ver mi
propia tristeza, que me abate, con el verdor universal de los árboles, con la
alegría natural de esos muchachos y muchachas?... Circunscribo a mí la tra-
gedia que es mía. La sufro, pero la sufro de frente, sin metafísica ni sociolo-
gía. Me confieso vencido por la vida, pero no me confieso abatido por ella”1.

Ésta es, sin duda, una posición profundamente pagana e inmanentista:


considerar que la vida es superior a los sufrimientos propios, que no hay un
criterio superior a la vida para poder juzgarla: asumir que no existe una ar-
monía perfecta entre lo objetivo y lo individual, pues el sufrimiento es siem-
pre un fenómeno que ocurre en la conciencia, en la individualidad, y la
naturaleza sigue su curso sin ninguna consideración hacia lo particular.
Nietzsche es, por supuesto, todavía más radical: dice que “a los débiles y
los pobres de espíritu no les es lícito juzgar sobre la vida”, y que “si [los pre-
dicadores de la muerte] encuentran un enfermo, o un anciano, o un cadá-
ver, enseguida dicen: ‘¡la vida está refutada!’ Pero sólo están refutados ellos
y sus ojos, que no ven más que un solo rostro de la existencia”2. Sin em-
bargo, nos parece que, por lo menos de entrada, el hecho de que el sufri-
miento no sea universal, nada dice acerca del problema filosófico que
implica su mera existencia.

En cualquier caso, veamos ahora la posición contraria, a saber, la que en-


tendería que el hombre sí puede alzarse por encima de la vida para juzgarla,
a través de la trascendencia, a través de un transmundo superior ontológica-
mente a este mundo. Esta posición es la que, evidentemente, ocupan, en ge-
neral, las religiones monoteístas y, especialmente, el cristianismo. Desde esta
otra postura, que Pessoa llamará romántica, Chateaubriand dice:

“La vida es una peste permanente. Esta cadena de luto y de funeral que
nos envuelve no se rompe en absoluto, se prolonga; nosotros mismos cons-
tituimos un eslabón en ella. ¡Y luego… corramos detrás de una fama que

1
Fernando Pessoa (2005), pp. 24, 42, 45 y 46.
2
Friedrich Nietzsche (2009): p. 81.

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LA DIFÍCIL FUNDAMENTACIÓN DE LA IZQUIERDA: VIDA, MORAL Y NATURALEZA / GUILLERMO GRAÍÑO FERRER

no perdurará unas leguas más allá de nuestra tumba! ¡Sumerjámonos en el


océano de una felicidad de la que cada minuto transcurre entre sesenta fé-
retros renovados sin cesar!”3

Pessoa y Chateaubriand representan, entonces, los dos tipos ideales de


reacción al problema que nos ocupa. Es decir, ante el sufrimiento en el
mundo, tenemos dos posiciones ideales opuestas: rechazar el mundo o
aceptarlo. Podemos pensar que la vida está equivocada al provocar o per-
mitir algo que nos parece terrible (posición de rechazo); podemos pensar
que somos nosotros quienes estamos equivocados al juzgar como terrible
algo que nos impone la vida (posición de aceptación): “el sentido de la vida
es la vida misma”, decía, desde esta última postura, Goethe4. Si la vida es
cruel y amoral, cuál es entonces el problema: ¿la vida o la moral? ¿Debe-
mos intentar que la vida sea moral, o hacer que la moral esté de acuerdo
con los valores de la vida?

Los cristianos adoptan la primera posición; los paganos la segunda. El


cristianismo depurado de influencias paganas es, no sé si renuncia, pero sí ne-
gación de la autosuficiencia de la vida y, por tanto, de su valor absoluto, de
forma tal que la existencia puede ser juzgada como mala en función de un
criterio exterior a ella (pues la vida sólo puede rechazarse desde fuera de la
vida). En esta lógica, el cristianismo exalta, precisamente, a aquellos que pier-
den en el juego de la vida: enfermos, castos, pobres, etc. Nietzsche, por el
contrario, establece que “no sólo hay que naturalizar la moral, también hay
que naturalizar la política, ordenándola de acuerdo con un derecho que pro-
viene de la vida… La vida nos aporta la medida de lo bueno y de lo malo, y
también de lo justo y de lo injusto”5. En ese sentido, para Nietzsche, la iz-
quierda es la politización de lo que en moral había supuesto el cristianismo:
la igualdad, una venganza contra la vida, una inversión de sus valores6.

Vayamos ahora un poco más allá. Dotemos de un contenido más prác-


tico a las dos posiciones expresadas intuitivamente por Pessoa y Chateau-
briand. Existe un gran paralelismo entre la diferencia que separa estas dos

3
François de Chateaubriand (2006): vol. I, p. 328.
4
Citado en Alain de Benoist (2002b), p. 552.
5
José Emilio Esteban Enguita (2004), p. 26.
6
Cfr.: Friedrich Nietzsche (2009), cap. ‘De las tarántulas’

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visiones y la que separa a la antigua ética de la virtud de la moderna ética


del deber ser. La ética del deber ser es, como dice Alain de Benoist, esencial-
mente humanista. Es decir, parte de la posibilidad de que el hombre juzgue
al mundo desde un trascendente deber ser, y, de esta forma, estime cuáles
son las acciones morales de acuerdo con un criterio autónomo y ajeno al
mundo tal y como éste efectivamente es. Por el contrario,

“en la ética de los antiguos, la conducta virtuosa está en profundo acuerdo


con el mundo… La justicia no consiste en reformar o corregir el mundo
para hacerlo ‘más justo’, sino, más bien al contrario, consiste en hacer, de
lo que en él hay de más armonioso, modelo de conducta”7.

“Los hombres griegos son crueles como la naturaleza”8, dijo Nietzsche.


La inmoralidad para ésta, la visión antigua, reside, entonces, en la sober-
bia imposición de un criterio humano subjetivo a un orden cósmico, en la
rebelión del hombre frente al ser, y no en la dureza que la existencia nos im-
pone. Parece, así, que la gran diferencia entre estas dos visiones, a saber, la
moderna y la antigua, se encuentra en el establecimiento del criterio úl-
timo para poder juzgar moralmente: ese criterio se descubre, para unos,
en la subjetividad del hombre –en la cual se puede encontrar comunicación
con lo trascendente–, para otros, en la realidad natural.

Nos llevaría mucho tiempo ahora profundizar en estas dos visiones éti-
cas que, en última instancia, hunden sus raíces en dos metafísicas opuestas.
Baste, por ahora, quedarnos con la idea de sus dos diferentes weltans-
chauungen, sus dos diferentes actitudes ante la vida, para ir acercando poco
a poco la analogía hacia lo que en este artículo nos ocupa: la filosofía polí-
tica y social. Por ejemplo, para los griegos, el mejor régimen era el mejor ré-
gimen posible, y, además, el mejor régimen posible sólo era posible en las
mejores circunstancias, es decir, que, en otras distintas, otro régimen peor
sería el adecuado: la realidad dicta cuál es el mejor régimen en claro contraste
con la moderna utopía, ese no-lugar en el que las contingencias mundanas
no impiden desarrollar el régimen perfecto en acuerdo con el deber ser.

7
Alain de Benoist (2002b), p. 552.
8
Friedrich Nietzsche (2004), § 23.

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LA DIFÍCIL FUNDAMENTACIÓN DE LA IZQUIERDA: VIDA, MORAL Y NATURALEZA / GUILLERMO GRAÍÑO FERRER

De esta forma, lo que en este artículo estamos intentando demostrar es


que las posiciones políticas no son concepciones neutras ajenas a ‘nuestra
manera de entender el mundo’. Por esta razón, intentamos entender ‘la forma
de entender el mundo’ que da origen a la izquierda como ideología política.
En este sentido, Pessoa se da perfecta cuenta de que, en contra de lo que
pretende la teoría liberal, las concepciones del mundo no son estériles social
y políticamente, sino que, más bien al contrario, son el origen y la profunda
causa de las ideas sociales y políticas. Siendo esto así, para el portugués, ese
subjetivismo moderno, cristiano y romántico que él denuncia no es, en nin-
gún caso, inofensivo, sino que constituye la semilla de todos los proyectos
que pretenden cambiar la realidad ortopédicamente a través de la reforma so-
cial y, por supuesto, la izquierda se encuentra entre éstos.

“El romántico lo refiere todo a sí mismo y es incapaz de pensar objetiva-


mente. Lo que a él le sucede, tendrá que sucederle a la universalidad de las
cosas. Supongamos que un romántico se enamora de una muchacha de
condición social más elevada, y que esta diferencia de clase [se convierte en]
un impedimento… El romántico dirá: ‘no puedo tener a la muchacha a la
que amo porque las convenciones sociales se oponen a ello; estas últimas,
por tanto, son malas’”.
“Transformar nuestras disposiciones de ánimo en medidas del universo;
creer que, porque deseamos justicia o porque amamos la justicia, la Natu-
raleza tendrá que tener necesariamente el mismo deseo o el mismo amor;
suponer que, porque una cosa es mala, puede volverse mejor sin empeo-
rarla, todas son actitudes románticas y definen a todos aquellos espíritus
que se muestran incapaces de concebir la realidad como algo que está fuera
de ellos… Casi todas las reformas sociales son concepciones románticas, un
esfuerzo para adaptar la realidad a nuestros deseos”9.

Bien. Aquí hay un detalle que nos va a dar la clave. Pessoa cree que las
convenciones sociales contra las que se levanta cualquier reforma social
son naturales, pues, para él, lo que el romántico llama injusticias, son ne-
cesidades naturales. Sin embargo, desde Rousseau a los anarquistas, la vo-
luntad de reforma o revolución social no se erige como corrección de la

9
Fernando Pessoa (2005), pp. 55-7.

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naturaleza sino, precisamente, como una vuelta a ella, como un retorno a


sus esencias ahogadas por la convención.

Tenemos, así, que una de las legitimaciones posibles para un proyecto


de reforma social es ésta, a saber, la de pretender que la sociedad actual está
fuera de lo natural y que, por tanto, supone un crimen contra la vida. La
otra legitimación posible es, necesariamente, acatar que el horizonte nor-
mativo no es natural y, por tanto, basarse –aunque no se reconozca– en un
criterio trascendente.

En resumen: haciendo referencia a esas dos actitudes básicas ante la


vida que mencionábamos al principio, la izquierda tiene dos opciones. Pre-
tender que ese horizonte hacia el que quiere dirigir la sociedad coincide
con lo natural y que, por tanto, no requiere de ninguna legitimación tras-
cendental, o reconocer que su horizonte no es natural y, por tanto, admi-
tir que se apoya sobre supuestos trascendentales.

En este artículo vamos a sostener que el horizonte de la izquierda (igual-


dad, emancipación, etc.) sólo puede mantenerse desde una posición tras-
cendental, pues la naturaleza o la vida en cuanto tal son profundamente
incompatibles con semejantes valores. Sin embargo, el supuesto materia-
lismo y ateísmo de la izquierda les ha llevado a intentar una imposible le-
gitimación de sus valores a través de la naturalidad y, por tanto, a rechazar
de esta manera que su horizonte sea una manifestación de una deformada
weltanschauung cristiana (al menos desde Marx, pues la izquierda hegeliana
sí fue consciente de sus orígenes). Veamos, ahora, el porqué de esta impo-
sible legitimación natural, y, por consiguiente, su necesidad de una legiti-
mación trascendental, es decir, su dependencia de la concepción de la vida
cristiana que antes ejemplificamos en la actitud de Chateaubriand.

IZQUIERDA Y MORAL

El concepto político de izquierda supone una disconformidad con la reali-


dad social existente. Como hemos dicho, ahora debemos dilucidar si esa
disconformidad se debe a que la realidad social existente no es natural (y,

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en tal caso, la izquierda sería heredera de una weltanschauung inmanen-


tista), o, por el contrario, si se debe a que, siendo natural la realidad social,
la izquierda no está de acuerdo con la naturaleza (y, en este otro caso, su
postura sería trascendental).

Tal disconformidad, en cualquier caso, está implicada en su concepto ya


que, de no pretender un cambio, la izquierda no se diferenciaría analítica-
mente del conservadurismo, algo que no puede ocurrir hasta que ésta rea-
lice definitivamente sus aspiraciones. Esto no quiere decir que toda voluntad
de cambio social o político sea de izquierdas, sino que toda izquierda debe
mostrar, por lo menos teóricamente, aspiraciones de realización de cambio
social para mantener un criterio de demarcación suficiente con respecto a su
opuesto conservador10.

La izquierda desea el cambio social, y no cualquier cambio social, sino


uno que siga una determinada dirección, deseo que sólo puede mantenerse
diferenciando el ser –aunque sea tomado aquí simplemente como statu quo–
del deber ser. De no ser así, no se entendería por qué busca un cambio, por
qué pretende cambiar la realidad existente. Necesita, entonces, distinguir
entre lo efectivamente existente y lo deseable; necesita un criterio moral,
o por lo menos axiológico, en torno al cual evaluar la realidad social para
poder declarar que esa otra realidad hacia la que aspira es superior a la
presente. Tenemos, por tanto, que, como doctrina política, representa ne-
cesariamente un acercamiento del estado social de las cosas al deber ser. ¿Qué
legitimidad tendría como doctrina política si no declarase que el horizonte
hacia el que dirige su cambio es mejor al presente? ¿Cómo declarar que su
horizonte es mejor, sin decir al mismo tiempo qué es lo bueno y qué es lo
malo? ¿Cómo hacer eso sin un discurso moral o, cuanto menos, sin una je-
rarquía axiológica?

10
No entraremos ahora en el sentido de dicho cambio: baste decir que no busca un cambio
hacia atrás, lo cual sería reaccionario, sino un cambio hacia delante, progresista, noción que
también implica una filosofía de la historia lineal de ecos ilustrados y cristianos, y, por tanto,
un referente exterior metahistórico en torno al cual juzgar qué es progreso y qué decadencia.
¿Cómo se podría distinguir, si no, lo que es avanzar de lo que es retroceder? Es necesario un
punto exterior desde el cual juzgar los movimientos históricos y poder decir dónde está ‘de-
lante’ y dónde ‘atrás’.

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Nietzsche se dio perfecta cuenta de este fondo profundamente moralista


y cristiano –aunque deformado y herético– que encerraba la visión iguali-
taria contra la cual se postuló muy radicalmente. Sin embargo, esa inge-
nuidad de desvincular el discurso igualitario con lo moral parte del propio
Marx, quien no duda en pensar que su doctrina supone la superación de
cualquier tipo de moral, lo cual nos parece profundamente problemático.
“Los marxistas condenan el capitalismo por explotar a la clase trabajadora
y condenar a la mayoría de la gente a llevar una vida alienada e insatisfe-
cha. ¿Qué razones pueden ofrecer para ello, y cómo pueden esperar que
otros hagan lo mismo, si abandonan toda llamada a la moralidad?”11

Veamos. Paul Ricoeur resalta muy bien que nos encontramos en Marx
un eco ciertamente idealista cuando coloca a la autoconciencia como el lugar
al que se debe llegar. En ese sentido, lo que Marx llama ideología es la dis-
torsión de la autoconciencia, es decir, aquello que impide la transparencia
de nuestras acciones ante nosotros mismos. La moral es, entonces, para
él, un producto ideológico, pues su objetivo es camuflar los verdaderos
motivos por los que se prescribe un tipo de comportamiento, algo que im-
pide la libertad. El sujeto piensa que obedece a una ley objetiva y univer-
sal cuando en realidad está favoreciendo con sus acciones el interés de una
determinada clase social. Nuestro autor adopta, de esta forma, una visión
estrictamente sociológica al identificar moral con heteronomía cuando, pre-
cisamente, la autonomía es, teóricamente, un supuesto necesario de cual-
quier acción con significado moral.

Marx entiende que su materialismo acaba con la posibilidad de cual-


quier moral. En eso, estamos de acuerdo con él; el problema es que ese
materialismo, al acabar con cualquier moral, debería, en buena lógica, aca-
bar con la parte prescriptiva de su doctrina. Si Marx cree que el discurso
moral universal es un engaño y que sólo puede hablarse de intereses de clase
sin referencia a lo bueno, entonces debería habernos explicado por qué es
legítimo que los intereses del proletariado triunfen sobre los de la burgue-
sía, o por qué su lenguaje está tan empapado de juicios de valor al hablar
de la opresión de una clase sobre la otra.

11
Allen Wood (2007), p. 681.

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El marxista podría decir aquí que la teoría de Marx es meramente des-


criptiva, es decir: que el materialismo conlleva necesariamente un deter-
minismo y que, en ese determinismo, la victoria del proletariado es el
horizonte al que necesariamente se dirige la humanidad y que, entonces,
lo que hay que hacer es acompañar y empujar a los hombres hacia tal fin.
Parece, en cambio, muy evidente que esa supuesta predicción ha sido ab-
solutamente falsada por los hechos. Pero es que, además, aun suponiendo
que no fuese así, cabría preguntarse por qué ese futuro es superior al pre-
sente, y por qué debemos precipitarlo entusiastamente a través de la lucha
socialista. Dice Oakeshott, con razón, que “las ‘leyes’ que pretenden expli-
car el cambio social no pueden generar una deliberación política capaz de
llegar a decisiones políticas ‘correctas’, o a un discurso político capaz de
proveer decisiones que sean ‘correctas’ o ‘incorrectas”12.

Aquí, la salida parece clara: apelar a la naturalidad del horizonte al que


se tiende, en contraste con la enajenadora realidad del statu quo; apelar a
la reconciliación del hombre o de lo social con su propia naturaleza; de-
clarar que ese acercamiento de la realidad sociopolítica hacia el deber ser,
es, en realidad, un acercamiento hacia el ser, oculto tras las convenciones
sociales o tras la organización social presente. En este sentido, el perso-
naje principal de El banquero anarquista de Pessoa dice que:

“nosotros, todos los avanzados, partimos del principio no sólo de que el


actual sistema es injusto, sino de que sería ventajoso, puesto que hay justi-
cia, sustituirlo por otro más justo. Si no pensamos así, no somos avanzados
sino burgueses. Ahora bien, ¿de dónde viene el criterio de justicia? De lo que
es natural y verdadero, en oposición a las ficciones sociales y las mentiras
convencionales”13.

Es decir: que la izquierda adopta la posición naturalista de la que ha-


blábamos al principio, y su oposición al statu quo social se hace en nombre,
no de una búsqueda de un deber ser trascendente, sino de la verdadera na-

12
Michael Oakeshott (1991), p. 92. [La traducción es mía]
13
Fernando Pessoa (2008), p. 16.

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turaleza de las cosas. La alienación del hombre sería, así, un extrañamiento


producido por el alejamiento de éste de su verdadera naturaleza.

Y es que, a pesar de que Marx insiste, en muchas ocasiones, en el ele-


mento cualitativamente diferenciador del hombre, describe también al co-
munismo como un naturalismo cumplido y se empeña siempre en
desteologizar la herencia todavía espiritual de Feuerbach. Engels va más allá
al atreverse a decir que la teoría de Marx es análoga a la de Darwin en bio-
logía. Sin embargo, parece claro que, fieles a la famosa tesis XI sobre Feuer-
bach (“los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos
el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”), ambos se preocu-
pan poco por el problema de los orígenes o por las legitimaciones radica-
les. La verdad es la praxis, y, en consecuencia, las cuestiones excesivamente
abstractas deben ser superadas.

Quien, sin embargo, sí que es consciente de la dificultad filosófica de le-


gitimar los ideales marxistas y se toma más en serio el problema de su fun-
damentación radical, es Kropotkin. Veamos. La legitimación de un orden
político o social en Dios sería, si fuese verdadera, la fundamentación más ra-
dical, cerrada y coherente posible. Dios es un ser perfecto y, por tanto, bueno
y omnisciente: desobedecerlo –si es que conocemos sus designios– sería
malo automáticamente por la propia naturaleza de sus atributos. Ahora bien,
como hemos visto, la religión es para el marxismo ideología, es decir, extra-
ñamiento, falta de libertad, heteronomía. ¿Qué nos queda, entonces, para
poder fundamentar una doctrina tan cargada de respuestas totales y defini-
tivas a los problemas humanos?14 El humanismo; pero el humanismo sin
Dios es muy difícil de sostener. El mero consenso o la voluntad popular, sin
ninguna apelación exterior, parecen demasiado arbitrarios para legitimar dis-
cursos tan cargados de retórica acerca de la ‘justicia’. Nos queda entonces, si
rechazamos la trascendencia, la naturaleza.

14
Esto último es importante, pues, quien piensa en una solución definitiva, como es el caso de
la izquierda hasta su aceptación del liberalismo, está mucho más impelido a ofrecer un cono-
cimiento metafísico que lo avale, que quien simplemente ofrece respuestas parciales o pru-
dentes: a quien sólo pretende conservar le avala la experiencia; quien quiere cambio hacia un
horizonte inédito debe acreditar un conocimiento metafísico o científico, un conocimiento de
la realidad más allá de la experiencia o, si acaso, una inferencia de cómo la experiencia será
en un futuro.

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Pues bien, Kropotkin se entrega de lleno a esa fundamentación proce-


dente de la naturaleza que Marx y Engels mencionan sólo de pasada, y
acomete, entonces, la tarea de buscar en la biología darwinista el apoyo
necesario para una fundamentación radical del ideal marxista. Veamos, a
continuación, si acaso esto es posible.

DARWINISMO Y POLÍTICA

Cuando Dios o la religión desaparecen de la mirada con la que el hombre


contempla la naturaleza, ésta presenta, sin lugar a dudas, una cara cierta-
mente cruda. El triunfo de la visión darwinista dejó patente que el único
valor natural es la supervivencia. Supervivencia a cualquier precio sin nin-
guna preocupación por el sufrimiento individual. Ésta parece ser la única
regla de la lucha por la vida: perseverar en el ser, tal y como dijo Spinoza,
de tal forma que si para ello se requiere afligir sufrimientos al otro, matar,
parasitar, o hacer lo que sea, ésa será la forma empleada. No hay más regla
que el éxito en la supervivencia.

La más evidente e inmediata consecuencia que esta visión de la natu-


raleza genera sobre el pensamiento social es la de que, de la misma forma
que a través de la lucha y la selección natural se produce la evolución, el
progreso humano será el fruto, análogamente, de la lucha y la competi-
ción entre individuos. Siendo esto así, hay que dejar actuar a la naturaleza
libremente y no distorsionar las contiendas que se encargarán de optimi-
zar las fuerzas de la especie. Queda, así, legitimada la lógica individual del
liberalismo que establece que la lucha entre individuos es positiva para el
progreso social, y que existe una mano invisible encargada de dirigir, hacia
el progreso general, las luchas individuales. El progreso es la cara humana
de la evolución natural, y el darwinismo aparece, de esta forma, como una
legitimación natural de las tesis de los fisiócratas, de Bernard Mandeville y
de Adam Smith.

No podemos ahora entrar de lleno en la filosofía del darwinismo social.


Baste entender que la teoría desarrollada por Herbert Spencer (el primero en
utilizar, por cierto, el término evolución) y William Graham Summer con-

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dena la solidaridad social y la intervención del Estado al entender que son


limitadores del potencial de la naturaleza. Además, dota de un sentido na-
tural y necesario al sufrimiento, y estima que la espontaneidad de la natura-
leza es la forma en la que el sufrimiento existe en menor grado, pues las
reformas encaminadas hacia su eliminación no hacen sino prolongarlo arti-
ficialmente. Muy importante es también destacar que la evolución es un pro-
ceso de lo homogéneo a lo heterogéneo, de forma tal que la igualdad o la
indiferencia son sólo características de las formas de vida más elementales.

Por otro lado, otra lectura política del darwinismo entendió que las razas,
más que los individuos, eran los actores fundamentales en el proceso evo-
lutivo, legitimando, de esta manera, las visiones racistas del progreso hu-
mano. De hecho, uno de los más grandes teóricos de la evolución, Ernst
Haeckel (quien acuñó el término ecología), fue un claro precursor del na-
zismo. Y es que, si Dios no asegura la unidad de la especie humana a tra-
vés de una común paternidad y de la dotación personal de un alma inmaterial,
¿qué garantiza la unidad de la Humanidad si las especies están en continuo
movimiento evolutivo? Es decir: si las especies no son esencias fijadas desde
la eternidad, sino que siguen un proceso evolutivo, no habiendo así ninguna
característica metafísica que les dé unidad, entonces no parece descabellado
pensar que, dentro de una misma especie, unas razas y otras están en esta-
dios evolutivos distintos. La común paternidad de Dios no sólo justificaba
la unidad de la especie, sino también su hermandad al ser todos hijos de un
mismo Padre. La izquierda, de esta manera, queriendo destruir la paternidad
de Dios en aras de la emancipación, no entendió que, sin ese concepto de
paternidad, resultaba muy difícil mantener ese otro de hermandad.

“Dicen que fue Robespierre quien insistió para que se añadiera la pala-
bra ‘fraternidad’ a la divisa de la República, como si se hubiera dado cuenta,
en una intuición fulgurante, de que la libertad y la igualdad eran dos tér-
minos antinómicos; de que era absolutamente indispensable un tercer tér-
mino. La misma intuición que en los últimos tiempos le llevó a intentar
luchar contra el ateísmo, a promover el culto al Ser Supremo...”15

15
Michel Houellebecq (2000), p. 110.

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Vemos así que el darwinismo, que superficialmente parecía una teoría


favorable a los intereses de la izquierda al asestar un duro golpe a la reli-
gión, en realidad lo que hace es demostrar el origen trascendental, teoló-
gico, cristiano y no natural de los ideales que la izquierda quiere aplicar
sobre la tierra, al no encontrarse ninguno de éstos en una naturaleza des-
provista de cualquier atisbo de trascendencia. El darwinismo pudo probar
para algunos el origen material de la vida, pero lo que sí probó con mucha
mayor contundencia fue el origen espiritual de marxismo.

Sin embargo, el teórico anarquista Piotr Kropotkin intentó, como


hemos dicho anteriormente, una legitimación de las teorías anarquistas a
través de la biología evolutiva. Pensó que había que depurar a la teoría dar-
winista de sus elementos malthusianos, es decir, de aquellos que ponen el
peso de la evolución en la lucha y la selección natural, y sustituirlos por una
vuelta a las tesis de Lamarck, en virtud de las cuales, la función crea el órgano
y la evolución se produce por acción directa del medio. Kropotkin, así,
creyó muy equivocado ver en la lucha el elemento central de la natura-
leza; más bien al contrario, entendió que el apoyo mutuo era el factor clave
en la supervivencia y que, por tanto, la lucha podía producirse entre espe-
cies o contra el entorno, pero nunca ad intra. De esta forma, el sentimiento
de hermandad y cooperación en el hombre sería natural y, por tanto, no
haría falta una coerción exterior para refrenar los impulsos contrarios a
una sociabilidad pacífica y cooperativa.

Sin embargo, a pesar de todo lo que se empeñe en decir Stephen Jay


Gould, el fracaso de Kropotkin fue estrepitoso. Dentro de la biología, su tra-
bajo se hundió por la imposible incorporación de los elementos lamarc-
kianos a la teoría de Darwin. Además, su visión de la naturaleza y sus
conclusiones políticas eran a todas luces parciales y falaces. En primer
lugar, porque si realmente existe orden y cooperación dentro de las espe-
cies, es a través de la jerarquía y la dominación. Además, y sobre todo, por-
que, incluso suponiendo que la hermanada cooperación fuese el elemento
central de la vida natural, esta cooperación nunca sería un valor en sí
mismo, sino un simple medio que existiría sólo en función de su efectivi-
dad para la supervivencia. Si de verdad Kropotkin pretendía fundar una
ética naturalista, la vida debía ser su único valor, y la justicia o la igualdad,

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CUADERNOS de pensamiento político

si acaso, sólo un medio sin ninguna entidad intrínseca. Explicar el origen


de los sentimientos morales igualitarios por haber sido éstos beneficiosos
para la evolución, no dice nada acerca de la bondad de éstos sino de su fun-
cionalidad circunstancial y, por supuesto, de su supeditación a un valor su-
perior y anterior: la supervivencia.

Y aquí llegamos al momento en el que se nos hace obligatoria analizar


el gran problema ético de la falacia naturalista. Y es que, sea cual sea el
valor natural dominante, para algunos autores resulta éticamente proble-
mático constituir lo natural en lo bueno. Si la igualdad es el valor natural por
excelencia, ello no quiere decir que, por esta razón, la igualdad sea buena.
Es decir, que, sin una cierta visión divinizadora o inmanentista de la natu-
raleza –y por tanto religiosa–16, uno no entiende por qué lo natural, lo que
es, deba convertirse ipso facto en lo bueno. Hacer tal cosa presupondría la
bondad de la realidad, pues lo que es se convertiría en lo bueno por el mero
hecho de ser, salto al vacío que, por otro lado, cometen tanto quienes exal-
tan la igualdad por ser natural (Kropotkin), como quienes, por el mismo
motivo, exaltan la lucha (Spencer). Ésta es la famosa falacia naturalista que
criticaron David Hume y G. E. Moore, al establecer la total independen-
cia del ought con respecto al is o, dicho de otra manera, al demostrar la im-
posibilidad de legitimar juicios de valor desde enunciados de hecho.

Sin embargo, esta crítica a la falacia naturalista es problemática en bas-


tantes aspectos y, tal como han resaltado muchos autores, no parece posi-
ble una desvinculación total entre ética y ontología. De esta forma llegamos
al punto crucial con el que empezamos el artículo, a saber, a la cuestión de
si existe la posibilidad de juzgar a la realidad desde criterios autónomos a
ésta, o si, por el contrario, ésta nos debe decir qué es lo correcto. Pues bien,
nos parece, a este respecto, que es imposible la autonomía del deber ser con
respecto al ser, tal y como por ejemplo pretendieron Kant y Kelsen.

Por ejemplo: una desvinculación entre ser y deber ser es posible si lo que
es es perfecto. Si Dios es la realidad absoluta y, por definición, es un ser

16
Ernst Haeckel fue muy consciente de esto, y basó su exaltación a los valores naturales en
una religión monista e inmanente.

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LA DIFÍCIL FUNDAMENTACIÓN DE LA IZQUIERDA: VIDA, MORAL Y NATURALEZA / GUILLERMO GRAÍÑO FERRER

perfecto, entonces difícilmente podemos desvincular de Él la pregunta


sobre lo bueno. Lo mismo cabría esperar de la Naturaleza en el panteísmo,
o de cualquier otra realidad que, en otras doctrinas, represente la perfec-
ción17. Sin embargo, en el caso de una ontología desencantada o de un ser sin
atributos divinos, la falacia naturalista sí podría tomar consistencia en cierto
sentido, a saber, en el sentido de su crítica original a Spencer –que podría
hacerse extensiva a Kropotkin–. Y es que lo natural no puede convertirse
automáticamente en lo bueno. Ahora bien, esto no demuestra la indepen-
dencia del deber ser del ser, algo imposible, sino, simplemente, la amorali-
dad del ser, la inexistencia del deber ser en caso de una ontología desencantada.
Spencer o Kropotkin fundamentan su ética en una ontología tan débil que
no puede llegar a permear el ámbito del deber ser y, en eso, Moore acierta;
en cambio, el problema no reside en una incomunicación por principio
entre ética y ontología, sino entre la ética y una concepción naturalista de
la ontología. Llegamos, así, a una posición parecida a la que establece pal-
mariamente la famosa sentencia de Los hermanos Karamazov de Dos-
toievski, o incluso Unamuno en Del sentimiento trágico de la vida, a saber, la
de que parece muy difícil fundamentar una moral sin religión. Es decir:
que la ética sólo puede fundamentarse en una ontología fuerte.

LA POSIBILIDAD DE UNA POLÍTICA DE IZQUIERDA SIN PRINCIPIOS

Hemos desarrollado este último análisis de la falacia naturalista por si acaso


alguien pensaba todavía que la naturaleza podía legitimar, como hacía Kro-
potkin, los valores de la izquierda. Hemos visto que, por el contrario, los
valores de la izquierda son antinaturales y sólo pueden defenderse trascen-
dentalmente; también que la posibilidad de fundamentarlos en Dios queda
negada por su materialismo y que, por último, la fundamentación huma-
nista queda descartada porque, el hombre, o es único en su origen divino
o, entonces, es un ser natural. Asimismo, la autonomía de la moral con res-
pecto a una base ontológica también ha quedado descartada a través de

17
Aunque en algunas religiones la perfección se pueda representar como amoral, esto no in-
valida el argumento, pues, en ese caso, no se reconoce ese otro ámbito de la moralidad al
margen.

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CUADERNOS de pensamiento político

nuestra crítica a la posición de Moore. Así, ante la imposibilidad de toda


fundamentación, y ante la imposibilidad de mantener no arbitraria o afilo-
sóficamente una moral sin fundamentación, la última salida es la de que la
política no necesite moral.

Esta salida (Rawls18, Rorty, etc.) es, ciertamente, liberal, pues participa
de la idea de que la vida pública no se establece sobre ningún modelo de
vida buena, ni sobre ninguna realidad anterior al consenso entre individuos
que viven en una misma comunidad política. Esta salida, asimismo, sólo
podía ser válida, dentro de la izquierda, para la socialdemocracia, en la me-
dida en que ésta admite los principios del liberalismo. Sin embargo, no deja
de ser también una postura muy problemática. Una cosa es que el marco
institucional de una democracia liberal no participe de ninguna concep-
ción de la vida buena, y otra es que una posición determinada dentro de
ese marco, como es la socialdemocracia, no lo haga. Parecería totalmente
arbitrario, por ejemplo, que ésta apelase a la redistribución sin un lenguaje
cargado moralmente, sin una llamada a la justicia, y lo hiciese apelando, por
el contrario, a los simples intereses de individuos particulares sin una con-
cepción del bien o de la sociedad justa que la legitimase. En ese caso, la re-
distribución parecería, a todas luces, un simple robo.

Por esta razón, incluso la más liberal socialdemocracia, en la medida en


que siga apelando a la igualdad y al plus de legitimidad que le otorga de-
fender la justicia social, tendrá ese mismo problema de fundamentación
que hemos descrito a lo largo de todo el artículo. Y es que la única posi-
bilidad de una política sin legitimación moral, es la de la defensa pragmá-
tica y pacífica de simples intereses, algo todavía muy lejano al discurso
socialdemócrata.

18
Para los que piensen, con Rawls, que puede fundamentarse, al modo liberal, una justicia sin
moral, véase Guillermo Graíño Ferrer (2008).

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LA DIFÍCIL FUNDAMENTACIÓN DE LA IZQUIERDA: VIDA, MORAL Y NATURALEZA / GUILLERMO GRAÍÑO FERRER

PALABRAS CLAVE
Pensamiento Político • Socialismo • Valores occidentales

RESUMEN ABSTRACT
Este artículo pretende abordar, desde una This article will try to address from an
perspectiva analítica, la posibilidad de fun- analytical position the possibility of
damentar las posiciones morales de la iz- portraying the foundations supporting the
quierda. En ese sentido, se analiza, en pri- moral stances of the left. In this sense, the
mer lugar, por qué la izquierda necesita de reason why the left needs a moral discourse
un discurso moral; una vez establecido que is analysed in the first place; once the fact
la izquierda es necesariamente moral, se in- that the left is necessarily moral is
vestiga cuál puede ser la fundamentación established, the precise foundations
de esa moral particular; y en tercer y último supporting that specific moral is investigated;
lugar, se descarta la posibilidad de que, al and thirdly and lastly, the possibility of
no encontrar fundamentación, quepa la po- omitting that supportive foundation given the
sibilidad de omitirla. absence of it, is rejected.

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JORGE DEL PALACIO MARTÍN

EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL

los pocos meses de llegar a La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapa-

A tero, líder del Partido Socialista Obrero Español y quinto presidente


del Gobierno de España desde la Transición, realizó unas polémicas
declaraciones en el Senado sobre el concepto de “nación” recogido en la
Constitución española de 1978. Las declaraciones se produjeron en la se-
sión plenaria celebrada el 17 de noviembre de 2004. En concreto, cuando
el senador popular Pío García-Escudero preguntó al presidente del Go-
bierno si consideraba superado el concepto de nación establecido en la
Constitución. La respuesta que Zapatero ofreció fue la siguiente,

“Como no podía ser de otra manera, el Gobierno considera plenamente vi-


gentes los conceptos constitucionales en todos sus preceptos. Y el Gobierno
también tiene la libertad intelectual, e incluso creo que la obligación intelec-
tual, de saber que en algunos casos estamos ante conceptos discutidos y dis-
cutibles, afortunadamente para el propio objetivo de buscar una convivencia
compartida en un proyecto común, que es España, que se rige por la Cons-
titución, que tiene una clara ostentación de la soberanía, y que busca funda-
mentalmente que sus pueblos, sus identidades y sus singularidades estén
cómodas y sean reconocidas en ese proyecto común que, repito, es España”1.

Jorge del Palacio Martín es investigador en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones In-
ternacionales de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

1
La pregunta formulada por el senador Pío García-Escudero fue la siguiente: “Señor presidente,
de forma reiterada usted ha venido realizando una serie de declaraciones referidas al con-
cepto de nación que han generado desconcierto, y en algunos casos incluso alarma. Así, por
boca suya hemos escuchado, por ejemplo, que tiende a relativizar conceptos como los de

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CUADERNOS de pensamiento político

Según Zapatero, el concepto de nación recogido en el segundo artículo


de la Constitución era “discutido y discutible” porque, puntualizaba, “quizá
no haya un concepto tan discutido en la teoría política, en la ciencia polí-
tica y en la ciencia constitucional como el concepto de nación, y es algo
que sabe en efecto cualquier estudiante de Derecho”. De este modo, la in-
vitación del presidente Zapatero a discutir el significado del término “na-
ción” en pos de “buscar una convivencia compartida en un proyecto
común, que es España” contribuyó a dar carta de naturaleza a una nueva
edición del debate sobre el socialismo y la cuestión nacional.

El momento culminante del debate abierto por el partido socialista


sobre la cuestión nacional lo constituyó el proceso de tramitación y apro-
bación del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña. Sobre todo porque
en el preámbulo de dicho texto se introdujo el polémico concepto “reali-
dad nacional”2. En este sentido, la vaguedad semántica que se cernía sobre
el término “realidad nacional” y la definición de España como “nación de
naciones” que hizo Zapatero en defensa de dicho Estatuto no hicieron sino
alimentar la pertinencia de algunas preguntas de no poco calado sobre el

nación o soberanía por su excesiva carga simbólica o incluso emocional –lo dijo usted en el
debate de investidura–, que la expresión nación catalana no le produce preocupación ni re-
chazo, e incluso que no ve diferencias entre nacionalidad o nación –en una entrevista en El País
muy reciente–, o que las diferentes comunidades autónomas pueden autodenominarse como
deseen, incluso naciones –esa declaración también es muy reciente, concretamente, se hizo
en el seno de la Conferencia de Presidentes. Por ello, a tenor de esas opiniones, le pedimos
hoy en el Senado que aclare si considera superado el concepto de nación tal y como lo esta-
blece la Constitución Española o, lo que es lo mismo, que ratifique o desmienta su afirmación
acerca de que no hay diferencias entre nación y nacionalidad. Gracias”. Puede verse la dis-
cusión completa en Diario de Sesiones del Senado (DSS), 17/11/2004. Págs. 922-924.
2
“El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Ca-
taluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación. La Constitución
Española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionali-
dad”. Puede verse en texto completo en http://www.gencat.cat/generalitat/cas/estatut/
index.htm
Definición que también aparecería en el nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía: “El Mani-
fiesto andalucista de Córdoba describió a Andalucía como realidad nacional en 1919, cuyo es-
píritu los andaluces encauzaron plenamente a través del proceso de autogobierno recogido en
nuestra Carta Magna. En 1978 los andaluces dieron un amplio respaldo al consenso constitu-
cional. Hoy, la Constitución, en su artículo 2, reconoce a Andalucía como una nacionalidad en el
marco de la unidad indisoluble de la nación española”. Puede verse el texto completo en
http://www.juntadeandalucia.es/especiales/aj-nuevoestatuto-estatuto.html?idSeccion=1&idA-
partado=1

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EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL / JORGE DEL PALACIO MARTÍN

rumbo que estaba tomando la política del partido socialista: ¿qué entendía
el partido socialista por nación?, ¿en el proyecto político del PSOE España
se calificaba como Estado nacional o como Estado federal y plurinacio-
nal?; y, en definitiva, ¿qué idea de España estaba manejando el partido fun-
dado por Pablo Iglesias?

Resulta interesante constatar que a raíz de este nuevo debate sobre la


posición del socialismo ante la cuestión nacional el PSOE estuvo lejos de
poder mantener un discurso único. No en vano, algunas de las críticas más
rotundas al proyecto plurinacional hacia el que parecían apuntar las nue-
vas reformas territoriales apadrinadas por Zapatero se hicieron oír desde
las filas del propio PSOE. Este hecho sentó las bases para que académicos
y comentaristas políticos subrayasen la difícil convivencia de dos visiones
opuestas sobre el particular en el seno del PSOE: de un lado, habría una
tradición socialista unitaria y centralista; del otro, una tradición federalista
abierta al reconocimiento de España como Estado plurinacional.

Con esta distinción entre una línea de pensamiento unitaria de inspira-


ción “jacobina” y otra federal abierta al reconocimiento de España como
Estado plurinacional –es decir, como “nación de naciones”–, los analistas
han querido señalar que la ambigüedad del discurso del PSOE sobre la
cuestión nacional encuentra su raison d’être en la tensión irresuelta entre
dos maneras antagónicas de entender la articulación del proyecto histórico
de la clase obrera con el problema de las nacionalidades en España. Así las
cosas, los primeros identificarían la posición clásica del socialismo espa-
ñol con el unitarismo centralista, entendiendo el centralismo como la mejor
garantía para la consecución de la igualdad social entre los miembros del
país. Por el contrario, para los segundos la postura original del partido so-
cialista ha sido el federalismo, entendiendo el federalismo como la forma
de organización territorial más propicia para conseguir la congruencia
entre las aspiraciones del socialismo con el reconocimiento del derecho a
la autonomía política y cultural de las regiones. Ambos discursos consti-
tuyen dos vías alternativas hacia la consecución de las aspiraciones de cam-
bio social de la izquierda: la primera, a través de la afirmación de la igualdad
de los miembros de un Estado; la segunda, a través de la afirmación de la
diferencia.

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CUADERNOS de pensamiento político

Lo contradictorio del caso es que ambas posturas se presentan como la


doctrina “tradicional” del partido socialista sobre la cuestión nacional.
Dicho lo cual, la paradoja que quiero explicar en este trabajo es la siguiente:
si el PSOE tematizó de manera consistente la cuestión nacional privile-
giando alguna de ambas posturas como la tradicional. Para ello centraré mi
atención en el desarrollo y la gestión que el PSOE “histórico” –que es como
denominaré al periodo del partido socialista que abarca desde su fundación
en 1879 hasta 1939, final de la Guerra Civil– hizo de la cuestión nacional.

El PSOE “histórico” fue un partido que al concebir la política como “lucha


de clases” ni teorizó, ni llevó a cabo un tratamiento autónomo de la cuestión
nacional por considerarlo un fenómeno político dependiente del desarrollo
social. Dicho de otra manera, la visión de la política como “lucha de clases”
de la que participó el PSOE derivó en una incapacidad estructural para pen-
sar la política en términos nacionales. Sobre todo porque la política entendida
como “lucha de clases” privilegiaba un modelo de comunidad política que
no era la nación sino la clase, entendida ésta como grupo humano al que la
visión de la historia marxista otorgaba legitimidad política.

En suma, como consecuencia de esta incapacidad estructural para pensar


la política en términos nacionales el debate sobre la cuestión nacional en el
PSOE no se planteó como una alternativa entre diferentes identidades na-
cionales. Es decir, no se planteó en los términos “centralismo versus federa-
lismo” –léase, Estado-nacional versus Estado multinacional–, pues las
identidades nacionales se creían condenadas a desaparecer ante la emergen-
cia de un tipo de sociedad igualitaria y homogénea. Al contrario, el PSOE
“histórico” no manejó un proyecto político nacional, sino postnacional: un
proyecto que tenía como objetivo hacer abstracción de la identidad nacional
–y particularismos regionales– a través de la identidad de clase.

Abundando sobre el particular, obsérvese que Ortega fue uno de los in-
telectuales de la época que mayor énfasis puso en señalar en plena II Re-
pública las dificultades ideológicas que el PSOE arrastraba para poder
articular de manera congruente sus intereses como partido de clase con
una política de carácter nacional. En su célebre discurso sobre el Estatuto
de Cataluña, dado el 13 de mayo de 1932 –cerca ya, por tanto, del ocaso

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EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL / JORGE DEL PALACIO MARTÍN

del socialismo histórico–, Ortega ponía en evidencia la ausencia de una po-


sición reconocible del partido socialista ante la cuestión nacional,

“El partido socialista tiene el gran deber en esta hora de hablar a tiempo,
con toda altitud y precisión, por dos razones; la primera, ésta: el partido so-
cialista fue en tiempos de la monarquía un magnífico movimiento de opi-
nión que vivía extramuros del Gobierno; doctrinalmente no revolucionario,
era de hecho semi-revolucionario por su escasa compatibilidad con aquel
régimen; pero desde el advenimiento de la República, el partido socialista
es un partido gubernamental, y esté o no esté en el banco azul, un partido
gubernamental es cogobernante, porque se halla siempre en potencia má-
xima de ponerse a gobernar. Es, pues, preciso que este partido, que es un
partido de clase, al hacerse partido de gobierno, nos vaya enterando de
cómo logra articular su interés de partido de clase con el complejo y orgá-
nico interés nacional, porque gobernar, sólo puede un partido por su di-
mensión de nacional; lo otro, es un dictadura”3.

En comparación con la marea de tinta que ha generado el debate ac-


tual en torno al partido socialista y la cuestión nacional resulta curioso
constatar la escasa cantidad de investigaciones que se han consagrado al
particular en el periodo que he denominado “histórico”. Lo que caracteriza
a estos trabajos es que en ellos el problema del PSOE y la cuestión nacio-
nal se plantea en los mismos términos en los que se plantea en la actuali-
dad: a saber, como una disputa por la hegemonía entre un ala centralista
–vinculada a una visión nacional del Estado– y un ala federalista –vincu-
lada, a su vez, a una visión plurinacional del Estado4. Cabe decir al res-
pecto que negar la existencia de una polémica “centralismo versus
federalismo” en el seno del PSOE “histórico” sería, como diría Sancho
Panza, hablar de lo excusado. Sin embargo, sostengo que se trata de una
descripción del debate sobre la cuestión nacional que no agota la comple-

3
Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la II República 13/05/1932 Pág. 5.279.
4
Hasta donde he podido investigar solamente existen dos monografías sobre el PSOE histórico
y la cuestión nacional. La primera, El PSOE ante la cuestión regional y autonómica 1879-1939,
de Francisco Asensio Rubio (1983) y prologada por Manuel Marín defiende la naturaleza fe-
deral del PSOE. La segunda, Socialismo y cuestión nacional en España, 1873-1939, de Daniel
Guerra (tesis doctoral inédita dirigida por Andrés de Blas y leída en la UNED en 2008), defiende
la naturaleza centralista del socialismo español.

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CUADERNOS de pensamiento político

jidad del mismo al no contar con un dato que creo fundamental: la idea so-
cialista-marxista de una comunidad política futura igualitaria, homogénea
y vertebrada a través de la identidad de clase donde todo particularismo
sería superado.

En este sentido, uno de los “errores” más frecuentes de aquellos que


buscan legitimar posturas presentes a través del pasado es incurrir en la fa-
lacia del presentismo. La enjundia de esta falacia se cifra en valorar y eva-
luar el pasado desde las preocupaciones políticas del presente. Es decir, en
imponer desde el presente un programa de problemas políticos a actores
pretéritos cuyas prioridades e intereses eran otros. En este sentido, antes de
recurrir al socialismo de principios del siglo XX en busca de respuestas a
problemas con los que el socialismo actual está lidiando en la arena polí-
tica, creo que es necesario tener en cuenta que las condiciones ideológicas
del PSOE anterior a la Guerra Civil no son las mismas que las que han
orientado el partido socialista posterior a la Transición. Por tanto, caer en
la cuenta de que los actores del pasado no siempre tenían ni las mismas he-
rramientas ideológicas para enfrentarse a los problemas que nosotros, ni los
mismos objetivos políticos a los que consagrar su acción debe ayudarnos
a ponderar mejor su posición ante la cuestión nacional.

Me interesa enfatizar la cuestión de la falacia presentista para poder su-


brayar la importancia de tener en cuenta aquellos elementos del discurso
del PSOE “histórico” que cancelaban las posibilidades para poder pensar
la política en términos nacionales. En este sentido, Ludolfo Paramio (2009:
26) ha señalado con acierto un ingrediente básico del ideario socialista an-
terior a la II Guerra Mundial en el que no se suele insistir demasiado a la
hora de explicar la historia ideológica de los partidos obreros. Me refiero
a que el socialismo no desarrolló un proyecto político nacional porque
cifró sus obligaciones en la defensa de los intereses de la clase obrera como
sujeto político a quien correspondía la legitimidad históricamente. Postura
que desde el concepto de progreso sobre el que se fundaba la teoría mar-
xista de la historia tenía todo el sentido: la nación, expresión de los intere-
ses de la burguesía, era una forma de organización política condenada por
la historia a desaparecer ante la emergencia de un nuevo tipo de sociedad
sin clases.

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EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL / JORGE DEL PALACIO MARTÍN

En general se ha sostenido que el estallido de la I Guerra Mundial en


1914 y la claudicación de los partidos obreros ante la ola de nacionalismo
que atravesó Europa –y que, a la postre, trajo consigo la quiebra de la II In-
ternacional– supuso la culminación del proceso de nacionalización de unos
partidos socialistas que en buena lógica marxista se habían declarado in-
ternacionalistas desde su fundación. Por ejemplo, en 1869, el programa
fundacional de la socialdemocracia alemana proclamado en Eisenach con
el plácet del propio Karl Marx rechazó tratar la cuestión nacional por con-
siderarla un problema exclusivamente burgués y, por tanto, ajeno a los in-
tereses del proletariado. A grandes rasgos, éste es el patrón que seguirán
todos los partidos socialistas nacidos a finales del siglo XIX. Un patrón al
que tampoco escapa la pauta de actuación del PSOE, pues en los prime-
ros programas que se van emitiendo a partir del mítico 2 de mayo de 1879
queda patente que se trata de un partido orientado a trabajar por la revo-
lución social.

Sin embargo, si relativizamos los hechos de la I Guerra Mundial po-


niéndolos en su propio contexto, puede considerarse que, en general, la
apertura del socialismo europeo a una visión de la política no marxista –y,
por ende, nacional– es relativamente reciente. Hágase notar que el SPD
tuvo que esperar hasta 1959 –en el famoso congreso de Bad Godesberg–
para abandonar oficialmente la concepción de partido del proletariado y
convertirse en partido del pueblo. Para el caso que nos atañe, el del PSOE,
el abandono formal de la idea de política como “lucha de clases” no se
daría hasta un siglo después de su fundación, en 1979. Este proceso, cana-
lizado a través del Congreso Extraordinario de 1979 –su particular Bad
Godesberg– le llevó a renunciar al marxismo como filosofía rectora y a
ajustar progresivamente su ideario al de la socialdemocracia occidental,
abrazando así una visión democrática, liberal y nacional de la política que
le iba a permitir ampliar su base electoral entre la clase media (Gillespie,
1991: 350-369 y Juliá, 1997: 505-520) . Hasta entonces, cuando el socia-
lismo hablaba de “pueblo” no lo hacía en un sentido inclusivo e integrador,
sino exclusivo: como sinónimo de clase social.

Por tanto, el PSOE “histórico” era un partido marcado por una fuerte
ortodoxia marxista y comprometido radicalmente con una visión clasista

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CUADERNOS de pensamiento político

de la política. Hasta aquí nada nuevo que no se supiera. Lo que sí me pa-


rece interesante señalar –y que creo no se ha enfatizado lo suficiente– es
que la centralidad del concepto de “clase” como categoría desde la cual
describir, interpretar y evaluar la política condicionó su forma de enfren-
tarse a la cuestión nacional. Que, insisto, no era un debate entre dos for-
mas de organizar las identidades nacionales dentro de un Estado
–centralismo versus federalismo–, sino una lucha entre dos maneras de en-
tender la comunidad política: la “nación” frente a la “clase”.

En el relato sobre la modernidad de Marx, el hecho de que la historia


hubiese designado al proletariado como el grupo humano al que corres-
pondía la legitimidad política per se señalaba un proceso de progreso cons-
tante que culminaba con la sociedad burguesa, antesala de la emancipación
completa de la humanidad. Pero dejando al margen la operatividad del dis-
curso cosmopolita hacia el que apuntaba el lirismo del internacionalismo
marxista, la idea de la legitimidad histórica del proletariado como clase
tuvo, a nivel doméstico, dos importantes consecuencias para la manera en
la que el PSOE “histórico” entendió la cuestión nacional.

La primera consecuencia es que al considerar la nación como una forma


de organización política dependiente del desarrollo social y, por lo tanto,
como un estadio a superar desde una visión progresista de la historia, el so-
cialismo español no tematizó de manera consistente la política nacional.
Como ha señalado Ángel Rivero (2008: 150-151), pensar que la política na-
cional era un escalón contingente del desarrollo social que podía ser igno-
rado se tradujo en que el socialismo no supo ver en la identidad nacional
ni un principio de integración política, ni un principio generador de coo-
peración social entre los miembros de una comunidad histórica.

La segunda consecuencia es que la legitimidad histórica del socialismo


debía traducirse en una sociedad nueva ordenada y vertebrada con arreglo
a los principios de una identidad de clase. En la medida en que desde la vi-
sión marxista de la historia la hegemonía del socialismo venía después de
la hegemonía de la cultura nacional-burguesa he calificado a este proyecto
identitario del socialismo “histórico” como postnacional. Es decir, como
comunidad política cuyos miembros no se hallan vinculados por una iden-

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EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL / JORGE DEL PALACIO MARTÍN

tidad nacional, sino por una identidad de clase. En este sentido, la inter-
vención del socialista Araquistain en las Cortes Constituyentes de la II Re-
pública en defensa de la inserción de la definición de “república de
trabajadores” para calificar a España señala lo que quiero expresar con el
concepto postnacional:

“…después de esto, comprenderéis el propósito que nos guía de pedir a la


Cámara que acepte esta declaración de que España es una República de
trabajadores; simplemente unir en el primer artículo la declaración de una
norma, la declaración de que España es una República de hombres asocia-
dos por la suprema norma del trabajo, con el principio de origen de la so-
beranía”5.

En este sentido, la comunidad o Estado postnacional se ajusta a lo que


Marx y Engels tasaron en el Manifiesto Comunista como la tarea del socia-
lismo: “los obreros no tienen patria. No se les puede quitar lo que no tie-
nen”. Y se afirmaba a reglón seguido a guisa de principio estratégico: “Sigue
siendo nacional el proletariado en la medida en que ha de conquistar pri-
mero la hegemonía política, en que ha de elevarse a clase nacional, pero de
ningún modo en el sentido de la burguesía” (2004: 68). Se trataba, en úl-
tima instancia, de redefinir la nación con arreglo a los principios del so-
cialismo y orientarla hacia un proyecto de clase haciendo de la clase obrera
la clase hegemónica.

La idea de una comunidad postnacional tal y como aquí se ha explicado


estaba fuertemente enraizada en la cultura política del PSOE “histórico”. Sin
ir más lejos, en la comunión de objetivos entre el programa de 1880 que re-
zaba “el ideal del Partido Socialista es la completa emancipación de la clase
trabajadora. Es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión
en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes” y el pri-
mer artículo de la Constitución de la II República. En él se afirma que Es-
paña es una “República democrática de trabajadores de toda clase”. En este
sentido, resulta interesante señalar que la preferencia del PSOE por términos

5
Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la II República. 16/09/1931. Pág. 943.

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CUADERNOS de pensamiento político

como “trabajador” o “soberanía popular” frente a los más liberales “ciudadano”


o “soberanía nacional” propios de la tradición progresista decimonónica es-
pañola no son detalles sin importancia, sino que encierran un sentido de pro-
fundo cambio político que merece ser señalado.

Y lo es porque el proyecto político del PSOE no tenía como objetivo


integrarse en el sistema liberal –al modo de la socialdemocracia moderna–
desarrollando desde dentro sus carencias sociales, sino que proponía una
comunidad política radicalmente alternativa. La comunidad política com-
prendida en términos liberales –es decir, la “nación”– ha de entenderse
como la reunión de los ciudadanos para la promoción de sus libertades in-
dividuales. En cambio, la comunidad política comprendida en términos
socialistas –es decir, la “clase”– constituye la realización de un sujeto co-
lectivo que se superpone a las libertades individuales. A mayor abunda-
miento, la nación en términos liberales es una comunidad “política” en la
medida en que tanto su legitimidad como la posibilidad de que se con-
vierta en un proyecto sugestivo que genere adhesiones nacen del consen-
timiento de los ciudadanos. Por el contrario, la clase constituye una
comunidad “apolítica” en la medida en que su legitimidad descansa en un
metarrelato que hace del proletariado el modelo de la sociedad del futuro.

Para cerrar este argumento resta responder a cuál es, entonces, el lugar
de la retórica federalista y multinacional que el PSOE “histórico” esgrimió
en algunos de sus textos. La pregunta no es menor porque, casualmente,
el primer –y casi único– pronunciamiento que hizo el partido socialista
“histórico” en un programa oficial sobre la cuestión nacional data de 1918.
En este pronunciamiento, que se enmarca en el XI Congreso del PSOE, se
argumentaba desde el principio del derecho a la autonomía de los pueblos
y se proponía la creación de una “Confederación republicana de naciona-
lidades ibéricas”6.

La retórica federal y plurinacional que blandió el PSOE era un discurso


de oposición que no desvirtuaba su proyecto postnacional. Es más, histó-

6
El Socialista, 1/12/1918.

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EL PSOE Y LA CUESTIÓN NACIONAL / JORGE DEL PALACIO MARTÍN

ricamente puede constatarse que el discurso plurinacional en clave mar-


xista-leninista aflora en el partido socialista en contextos de oportunidad y
como estrategia para penetrar en los lugares donde la oposición al centra-
lismo se vivía con mayor intensidad. En última instancia, el convencimiento
socialista –de esencia accidentalista– en virtud del cual la lucha de clases
podía adoptar diferentes formas no hace sino incidir en la idea arriba refe-
rida: a saber, la idea de que las identidades nacionales no eran rasgos per-
manentes de la sociedad sino que estaban destinadas a desaparecer ante el
advenimiento de una sociedad futura homogénea. Esta idea legitimaba al
socialismo para movilizar y alimentar discursos nacionalistas en aras de
promover el progreso.

En definitiva, y a modo de resumen, podemos sostener las siguientes


ideas sobre el socialismo “histórico” y la cuestión nacional:

1) El PSOE, en cuyo horizonte marxista se bosquejaba la idea de una so-


ciedad igualitaria y homogénea donde las diferencias nacionales estaban
destinadas a desaparecer, no tematizó de manera consistente la cuestión
nacional por considerarla un fenómeno vinculado al desarrollo social.

2) De manera accidental, y bajo la misma expectativa de desaparición de


las identidades nacionales, el PSOE entendió como estratégica la mo-
vilización de los nacionalismos particularistas a modo de discurso de
oposición.

3) Fruto de su incapacidad estructural para pensar la política en términos


nacionales, el PSOE generó un proyecto postnacional donde la comu-
nidad política debía ser integrada a través de la identidad de clase.

PALABRAS CLAVE
Socialismo • España • Formas actuales del pensamiento antiliberal

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CUADERNOS de pensamiento político

RESUMEN ABSTRACT
La ambigüedad que ha caracterizado el dis- The ambiguity constantly portrayed by
curso del presidente Zapatero en torno a la president Zapatero’s speeches around the
cuestión nacional ha generado un renovado national issue has generated a renewed
interés por señalar cuál es la postura clá- interest to describe the classical stance of
sica del PSOE sobre el particular. Los es- the PSOE on this particular matter. Experts
pecialistas han señalado que histórica- have pointed out that, historically, the
mente el PSOE se ha divido en dos PSOE has divided itself according to two
tradiciones: una centralista y unitaria, y otra traditions: one, centralist and unitarian,
federal y plurinacional. Lo que este artículo the other federal and plurinational. What
propone es una nueva descripción del pro- this article sets forth is a new description
blema señalando que esa división no la of this problem, noting that this division
aplicaba al PSOE anterior a la Guerra Civil was not applied by the pre-civil war PSOE,
por tratarse de un partido ortodoxamente as it was an orthodox worker party which
obrero que no pensó la política en términos did not think politics in national terms but
nacionales sino de clase. in classes’ terms instead.

BIBLIOGRAFÍA
Asensio Rubio, F. (1983): Marx, K. y Engels, F. (2004):
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nómica 1879-1939, UNED: Ciudad Real. Madrid.
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EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN


EN EUROPA

INTRODUCCIÓN. LA BATALLA CULTURAL EN EUROPA

En la Europa de hoy se está librando una batalla cultural de dimensiones


colosales. Es una batalla que sucede a la “Guerra Fría” que vivimos los eu-
ropeos en nuestro continente durante casi medio siglo. Es cierto que una
y otra no son comparables y que poseen rasgos muy diferentes. Es cierto,
también, que sería equivocado sostener que una sucede a la otra cronoló-
gicamente. Porque, en realidad, lo que llamo “batalla cultural” se venía in-
coando y abriéndose paso mucho antes de la caída del Muro de Berlín. Lo
que ocurre es que el fin de la “Guerra Fría”, con el colapso del modelo de
socialismo real de inspiración marxista, ha sacado a la superficie y ha dado
vigor a esta nueva escisión del mundo occidental.

El equívoco anuncio de Fukuyama del “fin de la historia” duró apenas


una década, los “felices años noventa” en los que el mundo occidental pare-
cía vivir despreocupadamente, atento exclusivamente a los impresionantes
avances tecnológicos (Internet), que daban un decisivo paso hacia la globa-

Eugenio Nasarre Goicoechea es diputado por Jaén. Del Patronato de la Fundación.

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CUADERNOS de pensamiento político

lización y revolucionaban la vida de nuestras sociedades, tanto en lo que se


refiere al mundo empresarial y económico como a nuestros hogares.

El atentado de las Torres Gemelas, con el que se inauguraba el nuevo


milenio en la datación cristiana, fue una sacudida que nos despertó de ese
sueño. Occidente empezó a interrogarse sobre sus debilidades y sobre los
porqués de un nuevo escenario de conflictos. Y así se abrió paso una nueva
reflexión, que en nuestro país formuló con brillantez en el 2006 Martín
Alonso en un libro con el significativo título Doce de septiembre. La guerra
civil occidental. Evidentemente no se estaba refiriendo a una conflagración
bélica, ni siquiera a una “guerra fría”, basada en el equilibrio del terror, sino
a la escisión de hondas dimensiones que se está produciendo en el seno de
la sociedad occidental, “una casa dividida”, diagnóstico que coincide con
un lúcido ensayo de Víctor Pérez Díaz, La casa dividida, aplicado a nues-
tra realidad nacional. El juicio de Martín Alonso es que “esta es una socie-
dad en transición, donde la vida se relativiza y la cultura judeo-cristiana es
desterrada de la plaza pública. Pero la utopía poscontemporánea occiden-
tal –el secularismo extremo– que la sustituye está llamada a ser tan efímera,
una o dos generaciones, como para no alcanzar siquiera la categoría de
anécdota”.

Las últimas palabras de Martín Alonso son más bien una profecía o una
predicción. A esa nueva “utopía poscontemporánea o posmoderna” po-
dría sucederle lo que le ocurrió a la utopía propiamente marxista, sencilla-
mente su expulsión de la historia, con tan sólo cincuenta o setenta años de
vigencia. Lo que esta hipótesis nos quiere decir en el fondo es que los su-
puestos sobre los que este modelo o utopía descansa son, a la larga, insos-
tenibles para una civilización, bien sea por razones demográficas (lo que
está pasando en Europa), bien sea por el desorden que generan, al produ-
cir una descomposición de las instituciones y estructuras básicas que toda
comunidad humana requiere para funcionar adecuadamente.

Pero a lo que no llegaba nuestro autor es a pronosticar qué tipo de so-


ciedad sustituirá a la del “secularismo extremo”. ¿Será, acaso, “Eurabia”,
como algunos avizoran con inquietantes datos? ¿Habrá suficientes ener-
gías para una renovación de los cimientos espirituales de la civilización de

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

raíz judeo-cristiana? O, dicho en otros términos, ¿será capaz Occidente de


preservar y proyectar hacia el futuro el gran legado de la libertad y de la
razón, claves de su civilización?

Pues bien, en esta batalla cultural, que se libra en torno a ideas, valores
y creencias, la educación es uno de los escenarios principales. La escuela
es protagonista y víctima, al mismo tiempo, de esta escisión en la que vive
la sociedad europea. Y, por eso, podemos hablar con fundamento de crisis
de la educación, crisis de nuestros sistemas educativos, crisis de la escuela
como institución.

Esta crisis afecta prácticamente a todos los sistemas educativos de la


sociedad europea. Por eso, el debate educativo está presente en la vida pú-
blica de los países europeos y en todas las contiendas electorales. Ya no se
trata de los viejos debates sobre la extensión de la escolarización o la de-
mocratización de la escuela. La escolarización universal hasta altas edades
(16 a 18 años) está plenamente lograda. Los recursos que se destinan a la
educación serían impensables hace unas décadas. Si el más relevante es el
profesorado, el conjunto de países europeos supera ya los diez millones de
docentes. La relación profesor-alumnos está en torno a diez. Lo que ahora
preocupa más, paradójicamente, es lo que se llama “abandono prematuro”
del sistema educativo. En España alcanza tasas patológicas: en estos mo-
mentos más del 30 por ciento, mientras que la media europea se sitúa en
el 15 por ciento. Ni siquiera los sistemas educativos cumplen con una de
sus misiones fundamentales: proporcionar una igualdad de oportunidades
a las nuevas generaciones. Pero el malestar educativo tiene un mayor ca-
lado, llegando a la médula de la tarea educativa. Por ello, sólo puede diag-
nosticarse correctamente esta crisis en el contexto de la batalla cultural que
se desarrolla en todo el Occidente.

CAPITAL HUMANO Y CAPITAL SOCIAL

Resulta oportuno hacer referencia a dos conceptos prestados de la ciencia


económica: los conceptos de “capital humano” y “capital social”.

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CUADERNOS de pensamiento político

En ambos la educación ocupa un lugar central. La tesis que se defiende


por quienes utilizan estos conceptos es que sin un elevado “capital hu-
mano” y sin un suficiente “capital social”, cualquier sociedad no tiene ga-
rantizado un porvenir al que se pueda calificar de satisfactorio. Así como
una empresa sin capital se desmorona, sucede lo mismo en una sociedad
sin capital humano y capital social.

El concepto de “capital humano” se puso en boga, precisamente, a par-


tir de la Segunda Guerra Mundial, con motivo del extraordinario éxito del
Plan Marshall en la tarea de reconstrucción de las democracias europeas,
devastadas en aquella conflagración. La ayuda financiera del Plan Marshall
obtuvo en muy poco tiempo unos resultados espectaculares, superiores a
lo esperado. Y varios científicos sociales coincidieron en atribuir tal éxito
al relativamente alto nivel de instrucción y de capacitación de la población
europea. Es exactamente lo contrario, por cierto, de lo que sucede con la
ayuda al desarrollo a numerosos países que padecen penosos niveles de
instrucción y formación.

Detengámonos por un momento en recordar el concepto de “capital”.


La ciencia económica se refiere con él a aquellos bienes que no sirven di-
rectamente para satisfacer nuestras necesidades o nuestros gustos sino que
sirven para producir aquellos bienes capaces de satisfacerlos. Para el agri-
cultor el manzano es el capital. Su utilidad es producir manzanas, con las
que saciamos nuestro apetito. Pero todos sabemos que sin manzano no
hay manzanas. Y, sobre todo, que cultivar y hacer crecer al manzano re-
quiere mucha dedicación y esfuerzo: arar la tierra, plantar la semilla, pro-
porcionar el agua requerida, podar, etc. La idea clave es que elaborar un
buen capital exige muchos esfuerzos, esfuerzos acumulados, muy proba-
blemente los esfuerzos de varias generaciones. Toda inversión en capital
implica una decisión: no dedicar esos recursos y esfuerzos a la satisfacción
directa de las necesidades cotidianas y de nuestros gustos. Es decir, im-
plica un cierto sacrificio, una mirada puesta en el futuro, una capacidad de
renunciar pensando en las generaciones venideras.

Europa se había ido dotando a lo largo del siglo XIX y primera mitad
del XX de unos sistemas educativos formales, que tenían un doble obje-

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

tivo: lograr una instrucción elemental a la totalidad de la población (alfa-


betización, primeras letras, cálculo) y establecer una educación superior,
que pilotaba sobre el modelo de Humboldt, muy exigente para formar a las
élites y que retomaba, de alguna manera, la idea de los Estudios Generales
de la Universidad medieval. En el intermedio se establecía una “enseñanza
media” (bachillerato), de contenido fuertemente propedéutico, que pro-
porcionaba la formación humanística y científica necesaria para el acceso
a los estudios superiores.

Este modelo educativo funcionó en toda Europa a lo largo de, por lo


menos, dos siglos. En España fue implantado en la Ley de Instrucción Pú-
blica de 1857, impulsada por Claudio Moyano. Y, con mayor o menor in-
tensidad y celeridad según los países, logró elevar el nivel de instrucción
de la población con carácter general. Aunque el modelo era deudor de las
diferencias de clases existentes en la Europa de la industrialización y la
formación de las sucesivas burguesías, también hay que reconocer que
contribuyó a una movilidad social impensable en épocas anteriores y es-
tuvo atento a la promoción de los talentos para ayudarles al acceso a los
estudios medios y superiores. Ésta era una de las funciones de los buenos
maestros que formaron a las generaciones de europeos en este amplio
periodo.

Si comparamos los sistemas escolares de aquella Europa, observamos


que las diferencias eran relativamente reducidas. Poseían un denso conte-
nido humanístico, en el que los escolares recibían “el depósito que con-
serva en sí la historia de las ideas más altas que la humanidad ha atesorado”.
Así definía García Morente, precisamente, a las Humanidades. El latín era
un instrumento formativo generalizado, como disciplina mental y como
medio para acercarse a la Antigüedad Clásica. De alguna manera, el sistema
educativo estaba concebido para la tarea de transmisión de la cultura. Toda
Europa se consideraba heredera, al menos culturalmente, de la civilización
judeocristiana. Había una narrativa común (las grandes obras de Homero,
la Biblia, el Dante, el humanismo renacentista, etc.) que permitía un diálogo
fecundo entre las generaciones. Por eso, Unamuno pudo decir en alguna
ocasión que la cultura de un país es lo que se enseñaba en el bachillerato.
Y tenía la costumbre de repasar cada año sus libros de bachillerato.

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CUADERNOS de pensamiento político

Claro está que no todo era idílico en aquel modelo educativo que im-
peró en Europa. Dos elementos se incrustaron en él, que resultaron per-
turbadores. En primer lugar, la escuela fue concebida, también, como
instrumento fundamental para la “construcción nacional” de los pueblos
europeos. El inspirador de esta misión de la escuela fue Fichte en sus Dis-
cursos a la nación alemana. El sistema educativo se convertía en el lugar pri-
vilegiado para modelar el “alma alemana” y ésa sería la base de la
conformación de la realidad nacional. En el Discurso Undécimo dice: “Si el
Estado acepta la tarea que se le propone, generalizará esta educación –y sus
características serán formar el alma alemana– en toda la superficie del te-
rritorio para todos sus ciudadanos futuros sin excepción”. Surge así el con-
cepto del Estado educador, cuyos excesos condujeron al estatalismo
educativo, en que el Estado asume un papel central en la educación, incluso
con el carácter de monopolio, en detrimento de los derechos de las fami-
lias. La gran sacrificada de esta concepción es la libertad, la libertad de en-
señanza, que resulta incompatible con esta visión monopolizadora del
Estado en el ámbito educativo.

El segundo factor perturbador digno de recordar es el que se produce


en la Francia republicana del último cuarto del siglo XIX. El propósito aquí
es arrebatar la educación a la Iglesia. Cuando Ferry elabora sus leyes lai-
cistas en Francia, en las que asume el principio de la escuela pública, única
y laica como núcleo fundamental de la concepción republicana francesa, se
plantea el problema de qué se debe enseñar en la escuela republicana. En
un debate parlamentario celebrado el 10 de junio de 1881 en el Senado,
Ferry afirmó: “La escuela republicana tiene que prescindir de la religión y
basarse en una ética republicana”. Un sector de los senadores le reprochó
que ese planteamiento heriría las conciencias de muchos padres de alum-
nos católicos. Ferry contestó que respetaba “el derecho de libertad de con-
ciencia individual”, pero que había que distinguir entre la libertad de
conciencia y la libertad de enseñanza. Si la primera, decía Ferry, es un de-
recho natural e imprescriptible del hombre, no existe para Ferry un dere-
cho natural de enseñar, ya que se trata de un “poder público que la ley
otorga”. Es decir, el poder de enseñar, de decidir qué se enseña, pertenece
en exclusividad al Estado y las familias no tienen nada que decir en este
ámbito.

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

Este es el contexto cultural europeo en el que, de alguna manera, se va


imponiendo la tesis del Estado educador, aunque no en todos los países se
plasmó con la misma intensidad. En el modelo británico coexistieron las
escuelas públicas y las regentadas por instituciones particulares. Y sus más
prestigiosas universidades fueron instituciones independientes. En otros
países, junto a la escuela pública, tuvieron un importante espacio las insti-
tuciones promovidas por las congregaciones religiosas y otras entidades
surgidas de la iniciativa de la sociedad.

En el momento de la reconstrucción de las democracias y de la bús-


queda de caminos auténticos de paz, tras las amargas experiencias de los
totalitarismos, que condujeron a los horrores de la Segunda Guerra Mun-
dial, apareció un nuevo paradigma sobre el modelo de Estado, que es el que
se plasma en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. En
esa Declaración aparece proclamado con gran nitidez el derecho de las fa-
milias como primeros responsables de la educación de sus hijos, lo que se
convierte en un límite infranqueable de la acción del Estado en el ámbito
educativo.

Este nuevo “paradigma educativo” abrió una brecha, aunque insufi-


ciente, en la conjunción del estatalismo y del laicismo en materia educativa,
los dos rasgos más negativos del modelo que, como hemos visto, se había
ido implantando en Europa a partir del siglo XIX.

EL CAPITAL SOCIAL

El concepto de capital social se abre en las ciencias sociales algo más tarde.
Lo ponen en circulación dos sociólogos, Coleman y Putman, en la década
de los ochenta. Hace referencia al conjunto de normas no escritas, creen-
cias y valores que facilitan la cooperación y la confianza en los grupos hu-
manos. En realidad, el descubrimiento de Coleman y Putman no es más
que un planteamiento excesivamente funcionalista del esencial papel que
en toda comunidad humana desempeña un sólido sistema de valores, que
implica la asunción de deberes, de compromisos. Pero, aun así, ha tenido
la virtud de promover la revalorización de los valores y creencias para la

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CUADERNOS de pensamiento político

organización de la convivencia y para la posibilidad de que cualquier so-


ciedad pueda progresar. Y, al aplicar el concepto de “capital social”, han lla-
mado la atención a que éste puede acrecentarse o deteriorarse. Y, por lo
tanto, a la necesidad, de la misma manera que se hace con el “capital hu-
mano”, de dedicar esfuerzos a cultivarlo y renovarlo.

En realidad, hace ya mucho más tiempo Alexis de Tocqueville lo vio


con mayor lucidez y hondura. Una sociedad –advirtió el gran pensador
francés– no puede afanarse exclusivamente en los bienes materiales, sino
que tiene que elevarse a los bienes del espíritu, donde nace el concepto de
virtud. Resulta muy expresivo un pasaje del capítulo XV (parte II del vo-
lumen II) de La democracia en América, que dice así:

“En los Estados Unidos, cuando llega el séptimo día de cada semana, la
vida comercial e industrial de la nación parece suspendida; todos los ruidos
cesan. Un profundo reposo, o más bien una especie de recogimiento so-
lemne, le sucede; el alma entra al fin en posesión de sí misma y se con-
templa.
Durante ese día, los lugares consagrados al comercio están desiertos, cada
ciudadano rodeado de su familia se dirige al templo, y allí se le preparan ex-
traños discursos que parecen poco a propósito para su oído; se le habla de
los innumerables males causados por el orgullo y la codicia; de la necesi-
dad de reglamentar sus deseos; de los goces que nacen de la virtud y de la
verdadera dicha que la acompaña.
Vuelto a su morada, no se le ve correr a los registros de sus negocios; abre
el libro de las sagradas escrituras y encuentra pinturas sublimes y conmo-
vedoras de la grandeza del Creador, de la infinita magnificencia de las obras
de Dios, del alto destino reservado a los hombres, de sus deberes y de sus
derechos a la inmortalidad.
Así es como, de tiempo en tiempo, el norteamericano huye en cierto modo
de sí mismo y, desligándose por un momento de las pequeñas pasiones que
agitan su vida y de los intereses pasajeros que la impulsan, penetra de repente
en un mundo ideal en donde todo es grande, puro y eterno”.

La conclusión a la que llega el más penetrante observador de la socie-


dad democrática es:

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

“Si los hombres llegasen alguna vez a contentarse sólo con los bienes ma-
teriales, es de creer que perderían poco a poco el arte de producirlos, aca-
bando por gozar de ellos sin discernimiento y sin progreso, como los
brutos”.

Tenemos, por tanto, que preguntarnos si no estaríamos instalados en


un cierto espejismo. Asistimos, sí, a un fuerte progreso material y a una in-
cesante transformación tecnológica. Pero, ¿no resulta pertinente pregun-
tarse si nuestro “capital social” se está acrecentando o se está deteriorando?
¿No puede estar sucediendo que la sociedad europea y occidental esté en
una fase de agotamiento de sus reservas de “capital social”? ¿La crisis que
nos está sacudiendo, y que es mucho más que una crisis de carácter finan-
ciero y económico, no es un serio aviso y una premonición de lo que acabo
de enunciar?

LA GRAN RUPTURA. LA CRISIS DE LA EDUCACIÓN

Planteada así la cuestión, surgen dos problemas, al menos, que hay que
abordar.

El primero se refiere a qué orden de valores, creencias y bienes de na-


turaleza espiritual necesitamos para disponer del “capital social” suficiente
para que nuestras sociedades puedan funcionar y estén en condiciones de
afrontar los retos del futuro. El segundo se refiere a quiénes deben ser los
agentes que proporcionen esos valores.

Empecemos por la primera cuestión. La idea que me parece esencial de-


fender es la necesidad de unos valores objetivos con pretensión universal, que
han de poder ser transmitidos de generación en generación, y que consti-
tuyen la fuente de las virtudes morales, es decir de pautas de excelencia
para el comportamiento. Precisamente la misión de transmitir a las suce-
sivas generaciones esos principios y valores es la que corresponde a la tarea
educativa, cuyos agentes fundamentales son la familia y la escuela. Tradi-
ción y educación, en consecuencia, son conceptos inseparables.

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CUADERNOS de pensamiento político

Con su agudeza proverbial Chesterton ya advertía los riesgos a los que


conducía una mentalidad de negación de valores objetivos hacia la que
una parte de la cultura europea se deslizaba. “Con la falta de un paráme-
tro de valores que resulten concluyentes no pueden realizarse la mayor
parte de las actividades de la vida ordinaria”, decía. Y ponía este gráfico
ejemplo: “No podemos acusar a un vendedor de bonos falsos del Estado
de timador, porque no hemos llegado a ponernos de acuerdo sobre si es o
no vergonzoso ser un timador”.

Pero hay que subrayar que una actitud nihilista respecto a los valores
conduce inexorablemente al repudio de la tradición, por la sencilla razón
de que nuestra civilización se ha edificado sobre la aceptación de una je-
rarquía de valores, que sólo puede establecerse con la aceptación previa de
la consistencia objetiva de los valores.

De alguna manera Romano Guardini expresaba esta concepción, que es


una constante desde Aristóteles, con estas palabras: “La conducta ética
sólo puede surgir del conocimiento, de la constatación de la verdad”. El
Logos precede al Ethos.

El filósofo italiano Massimo Borguesi ha analizado el proceso en que


este doble fenómeno (el nihilismo y el repudio de la herencia) se ha pro-
ducido en el continente europeo, lo que ha provocado una gran ruptura
con los parámetros con los que había funcionado la educación en nuestro
continente.

En el transcurso del último medio siglo –nos dice– hay que distinguir
algunos momentos esenciales. “El primero se caracteriza por el renovado
encuentro, al día siguiente de la segunda guerra mundial entre cristianismo
y humanismo occidental. En el periodo 1945-1960 la tradición cristiana
era considerada como el refugio de Occidente y de su libertad contra todo
tipo de tiranía”.

“En la década de los setenta –continúa– el mito del progreso sobre el


que la nueva filosofía fundaba su crítica en la tradición pasada, equiparada
al tradicionalismo, fue criticado a su vez por el marxismo y por las dife-

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rentes orientaciones de pensamiento maduradas en el clima del 68. Se per-


fila con esto un retorno a un tiempo originario y mítico, a un ‘pensamiento
salvaje’, en el que el sujeto ‘occidental’ y su sentido de la historia son criti-
cados de manera inexorable. La respuesta, tras la decadencia del marxismo,
es el nihilismo de los años noventa; el relativismo, que es la nueva revan-
cha del postmarxismo”.

En este clima se abren paso con rapidez las corrientes que propugnan el
multiculturalismo como nuevo ideal educativo. Finkielkraut las ha resumido
así: “El hombre, ese ‘concepto unitario de alcance universal’ cede su lugar a
la diversidad sin jerarquía de las identidades culturales”. Es exactamente lo
contrario de la concepción de las Humanidades de García Morente. El mul-
ticulturalismo, en efecto, es incompatible con la existencia de un canon y pro-
duce los mismos efectos devastadores en el terreno de la educación que la
negación de un “parámetro de valores que resulten concluyentes”.

De esta forma se ha ido produciendo en Europa un ambiente propicio


para la “gran ruptura educativa”, que, con mayor o menor intensidad, afecta
a los sistemas educativos de Europa.

Es una ruptura educativa que en España alcanza una especial virulen-


cia con la implantación de la LOGSE en 1990, porque se trata de una ley
con una enorme carga ideológica, que constituye un compendio de toda
la doctrina pedagógica que, a partir de las concepciones enunciadas, ha
pretendido la transformación de la escuela. He llamado a este proceso el
“Gran Cambio”, que cuenta ya veinte años de existencia en nuestro país.
Es un cambio de tal magnitud que ha sacudido los cimientos de nuestras
instituciones educativas, produciendo la engañosa sensación de que hemos
vivido cambios incesantes durante este periodo.

Pero la realidad es otra. No es que haya habido muchos cambios, sino


que ha habido uno: “el Gran Cambio”, que no ha sido capaz de digerir el
mundo educativo. Por eso, la iniciativa gubernamental de alcanzar un
“pacto educativo” para dar estabilidad a nuestro sistema educativo ha re-
sultado engañosa. Porque, en realidad, lo que pretende es consolidar el mo-
delo establecido que fatigosamente se ha ido imponiendo a lo largo de

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CUADERNOS de pensamiento político

estas décadas con resultados, empero, muy diferentes a los que previeron
los diseñadores del modelo. Pues si uno de los propósitos era conseguir
un sistema educativo basado en la igualdad de los resultados, en la “equi-
dad” en el lenguaje de sus autores intelectuales, el modelo ha producido en
realidad la expulsión del sistema de más de un 30 por ciento de los esco-
lares. Mayor desigualdad no se puede concebir. Ya que ese casi tercio de
los estudiantes que, tras trece años de escolaridad, abandona el sistema
educativo sin ningún título ni cualificación profesional, está alimentando el
“lumpenproletariado” del siglo XXI.

El Gran Cambio ha provocado una crisis educativa de hondas propor-


ciones, cuyos rasgos principales, todos ellos perfectamente imbricados, son
los siguientes:

a) La crisis de autoridad.
b) La crisis de la memoria o de la tradición.
c) La crisis del consenso de valores básicos.
d) La crisis de la formación concebida como una actividad ascendente en
saberes y virtudes, que exige esfuerzo, una ascesis permanente, el des-
cubrimiento del valor de la obra bien hecha y la recompensa interna y
externa al resultado del trabajo.
e) Finalmente, el debilitamiento de la “misión educadora” de la familia,
que se traslada a la escuela.

Todas estas crisis son suficientemente conocidas y hay ya literatura


abundante que las ha explicado y analizado. Pero lo que me interesa su-
brayar es que la acumulación de todas estas crisis se ha proyectado de manera
más intensa en la escuela pública, cuyo modelo creado en el siglo XIX he
evocado anteriormente.

¿Por qué ha sucedido así? ¿Por qué se ha producido la paradoja de que


precisamente los valores y planteamientos pedagógicos de las corrientes de
izquierda, que son las defensoras a ultranza de la escuela pública, son los
que le han producido un mayor deterioro?

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

En España ese fenómeno ha revestido una especial gravedad. La es-


cuela pública está sufriendo una crisis de confianza. Allí donde hay mayo-
res posibilidades de elección de las familias, las preferencias hacia los
centros de iniciativa social son abrumadoras. La “escuela concertada” es
víctima, a su vez, de su éxito, porque los criterios de admisión establecidos
en el año 1985 sin apenas variaciones (hace veinticinco años) impiden o di-
ficultan que las familias puedan elegir en razón de su identificación con el
ideario del centro. Muchas familias optan por determinados centros con-
certados no en virtud de su ideario sino por “huir” de la escuela pública. Y
éste es un hecho que sólo puede calificarse como indeseable.

A mi juicio, la razón fundamental de ello es que la escuela pública es víc-


tima de modo muy especial de la quiebra del consenso en cuanto a los va-
lores básicos que debe transmitir la escuela.

En el modelo de escuela pública de los siglos anteriores, el centro edu-


cativo no sólo proporcionaba la adquisición de los saberes instrumentales
(la lengua, las matemáticas, la lengua extranjera, en su caso) y el bagaje de
conocimientos que ayudaban a comprender los fenómenos de la natura-
leza, la realidad de las cosas, las leyes del universo. También era el lugar en
el que se cultivaban los relatos o las narraciones con las que un pueblo o
una comunidad se habían ido interrogando sobre los grandes problemas
del hombre y de la vida en diálogo con las generaciones que les habían
precedido. Esos relatos formaban un corpus que ayudaba decisivamente a
encontrar el sentido de la vida y dar una respuesta personal a las pregun-
tas esenciales de la existencia humana. Y a través de ellos se iban descu-
briendo, asimismo, los “valores concluyentes”, para utilizar la expresión de
Chesterton.

La educación sólo es posible a partir de una tradición cultural, de un


“testamento” –nos dice Borguesi– que las generaciones pasadas entregan
a la presente. El maestro/docente no solamente informa, suministra los
datos. Ello ya es superfluo porque basta con Internet, que nos abruma de
ellos. El maestro “relata”, narra para hacer ver a sus discípulos lo que los
autores han visto antes que él y merece la pena ser recordado. El maestro
es el depositario de una tradición. Y en ello estriba su autoridad. Desde sus

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CUADERNOS de pensamiento político

orígenes las universidades no son otra cosa que una concatenación suce-
siva de maestros y discípulos. El discípulo se convierte en maestro, preci-
samente por su previa condición de discípulo respecto a “su” maestro. No
es otra su autoridad. Y, por ello, cuando un profesor reniega de la tradición,
repudia la herencia, quiere desvincularse de ella, pierde inexorablemente su
autoridad. Y en eso consiste precisamente la grave crisis de la autoridad de
los docentes, que no se resuelve, desde luego, con otorgar por ley la con-
dición de “autoridad pública”, aunque sea un loable intento de remediar
algo la penosa situación en que muchos profesores realizan sus funciones
docentes. La autoridad se obtiene por traditio.

Habría que recordar lo que en sus memorias, J. F. Revel, ilustre norma-


lien, ha relatado acerca de la dignidad con los que los profesores de los li-
ceos franceses de la postguerra ejercían su tarea educativa hasta el vendaval
de los años sesenta, porque eran conscientes del legado que recibían y que
les correspondía transmitir a sus pupilos. Y es imperecedera la descripción
que Camus hace de su maestro, monsieur Bernard.

La ruptura de la tradición no sólo significa la muerte del maestro y de su


autoridad. También genera incertidumbre y desconcierto. Supone la elimi-
nación del canon, que las sucesivas generaciones iban recibiendo a través de
los maestros. Ese canon, configurado mediante relatos, narraciones, historias
y reflexiones de los autores “clásicos”, va conformando los “valores básicos”
en los que se sustenta una civilización. Y es con él con el que se produce la
integración entre familia y escuela. Es la fuente de la confianza que la fami-
lia otorga a la escuela para que en ella se eduquen sus hijos.

La diferencia entre la escuela con tradición y la escuela con ruptura es


que en el primer caso los padres saben lo que sus hijos van a aprender en
la escuela. Con la renovación que corresponda a cada momento histórico
(porque tradición no es sinónimo de inmovilismo), el padre sabe que su
hijo va a recibir el legado de referencias que él mismo heredó y con el que
se abrió su mente. La escuela pública necesita como humus que sea la ex-
presión de un consenso en cuanto a los valores básicos de una sociedad. Si
se rompe el consenso, el padre deja de saber qué valores van a ser trans-
mitidos a su hijo. De alguna manera, su hijo se convierte en un conejillo de

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

indias. La crisis de la escuela pública se produce porque muchos padres, al-


guna vez de forma consciente, otras veces por mera intuición, otean los
riesgos de esta incertidumbre.

Ésta es la clave, a mi juicio, de por qué la batalla cultural en la que nos


encontramos, y a la que me refería al principio, está afectando tanto a la mi-
sión de la escuela.

Hay diversos modos de salir de la crisis. Uno consistiría en lograr que


los ciudadanos, los padres de familia, aceptasen la ruptura de la tradición
como algo bueno o inevitable y se convirtieran, así, en cómplices de su
triunfo en relación con sus hijos. Esta operación no es tan fácil, aunque sea
la que se pretenda con ahínco. Y tiene más probabilidades de éxito si es
acompañada con dosis calculadas de coacción, para que no suscite rechazo,
con la finalidad de conseguir así una actitud de sumisión. El conflicto que
estamos viviendo en relación con “educación para la ciudadanía” es una
clara señal en este sentido. Y constituye un claro mensaje a los padres para
que abdiquen de sus derechos/deberes respecto al tipo de educación que
han de recibir sus hijos. Si acaba imponiéndose, es la vuelta en su plenitud
al modelo del “Estado educador” con todos sus ribetes totalitarios.

Claro está que una familia debilitada será mucho más proclive a esta
sumisión. El debilitamiento de la familia no es inocente. Favorece la rup-
tura cultural y educativa. Forma parte del mismo proyecto de transforma-
ción de la sociedad. Si la familia se va mostrando incapaz de cumplir su
misión educadora, esto es, de transmitir los relatos y narraciones a través
de los cuales los componentes de la nueva generación reciben y renuevan
esa herencia, tampoco tendrá suficiente fuerza para exigírselo a la escuela.

El malestar educativo pone de manifiesto el cúmulo de contradicciones


que caracterizan a la situación que vive la escuela. Reclamamos más auto-
ridad al profesor, sin reconocer cuál es la raíz o fuente de su autoridad.
Constatamos los mediocres resultados que el actual modelo produce y su
fracaso en proporcionar oportunidades a los jóvenes a través de su forma-
ción. Pero nos enredamos en encontrar cuáles han de ser los caminos para
mejorar los rendimientos escolares. Somos conscientes del debilitamiento

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CUADERNOS de pensamiento político

institucional de la escuela pública y nos negamos a ponerle remedio. Los


profesores también viven en su propia carne ese malestar. Y el síntoma
más claro de ello es que acuden masivamente a las jubilaciones anticipa-
das (a los 60 años de edad, diez años menos de docencia que hace veinti-
cinco años) para escapar de las aulas.

EL FRACASO DEL PACTO EDUCATIVO

Este malestar educativo ha propiciado un clima de opinión en la sociedad


española favorable a emprender una reforma de la enseñanza. Voces pro-
cedentes de los ámbitos más diversos (mundo empresarial, académico, pro-
fesional) han coincidido en calificar a la educación como una “debilidad
nacional”, que pone en riesgo nuestro porvenir como nación. Y ha habido,
también, una coincidencia en considerar que las medidas a adoptar debe-
rían ser fruto de un amplio acuerdo, principalmente de los dos principales
partidos con opciones de gobierno, precisamente para satisfacer al mismo
tiempo dos pretensiones: el deseo de mejora y el deseo de estabilidad.

En conjugar este doble objetivo estaban las verdaderas posibilidades del


Pacto y también sus dificultades. Para que fuera viable y fecundo el Pacto
precisaba un diagnóstico compartido sobre la situación educativa espa-
ñola, sus males y las causas de los mismos. El Ministerio de Educación se
negó a hacer tal diagnóstico. Es más, sus declaraciones más reiteradas fue-
ron que España “cuenta con un buen sistema educativo”. No tengo por qué
dudar de la sinceridad del ministro Gabilondo. Pero, con tal punto de par-
tida, estaba cercenando las posibilidades mismas del Pacto. Porque, si esa
es su convicción, su obligación es mantener y dar estabilidad a un sistema
al que considera “bueno”. Y la verdad es que las propuestas del Ministerio
de Educación sobre el contenido del Pacto han sido coherentes con tal
doctrina. A pesar de la exuberancia de sus medidas, no se contemplaban
ni reformas de calado ni una sincera voluntad del cambio del modelo que
ha regido nuestra educación en los últimos veinte años.

La losa del “paradigma” de la LOGSE sigue pesando todavía en el nú-


cleo duro de quienes dictan las políticas educativas del PSOE. Se resisten

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LA GRAN RUPTURA DE LA EDUCACIÓN EN EUROPA / EUGENIO NASARRE GOICOECHEA

a abandonarlo, a pesar de los resultados indeseables del modelo. Por eso,


la lección más importante de este último y fracasado intento de Pacto edu-
cativo es que no será posible alcanzarlo en el futuro sin abordar seriamente
un riguroso diagnóstico sobre la realidad de nuestra educación, sobre sus re-
sultados y sobre las causas de sus deficiencias. Es esta la tarea a la que habrá
que dedicar los mayores esfuerzos, con el concurso de los mejores del
mundo académico y de los agentes económicos y sociales.

LA LIBERTAD COMO CAMINO DE SALIDA

Sin perjuicio de ello, ¿es posible hacer algo con conciencia de la magnitud de
la crisis? Esta misma conciencia nos obliga a adoptar una actitud de realismo,
que consiste en saber lo que podemos hacer y lo que no podemos hacer a
la vista de las circunstancias y de la gravedad de la crisis.

Mi punto de vista es que debemos concentrarnos en dos caminos com-


plementarios. Adelanto que el segundo es el más decisivo a largo plazo.

El primero consiste en emprender aquellas reformas y medidas que sir-


van para corregir, aunque sea parcialmente, las orientaciones más equivo-
cadas del modelo educativo que se ha ido imponiendo en Europa en las
últimas décadas y que en España se ha condensado en el sistema de la
LOGSE. Podemos hacer algo para reforzar la autoridad del profesor y for-
talecer institucionalmente a los centros educativos con la finalidad de que
el clima escolar sea más propicio para el cultivo de las virtudes educativas.
Pero con la conciencia de que hasta que no abordemos la raíz del pro-
blema, los arreglos serán siempre modestos e insuficientes. Podemos poner
en marcha estrategias para mejorar los rendimientos escolares, recupe-
rando los alicientes que premien el mérito, que reconozcan el esfuerzo y los
resultados en los aprendizajes de cada alumno. Podemos mejorar los pro-
cedimientos para la selección de los profesores e incentivar su dedicación.
Podemos introducir, aunque sea suavemente y con gran esfuerzo, nuevas
herramientas pedagógicas que vayan, por evidencia empírica, reempla-
zando las más perniciosas que se han ido adoptando con irresponsable en-
tusiasmo, en algunos casos, o con resignado fatalismo.

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CUADERNOS de pensamiento político

Pero el camino más decisivo, el que resulta crucial, es ensanchar las liber-
tades educativas. Sólo se salvará la educación en nuestra Europa mediante la
libertad. Por eso, hoy más que nunca la batalla por la libertad de enseñanza
es más trascendental que nunca. Sólo con libertad podremos salvar y for-
talecer instituciones educativas potentes con capacidad de desarrollar la
educación como traditio. Las necesitaremos fuertes, porque deberán llevar
a cabo esta tarea en un ambiente hostil o, por lo menos, a contracorriente.
Instituciones educativas débiles serán incapaces de asumir esta labor. Afor-
tunadamente hay muchas instituciones que se han dado cuenta de la mag-
nitud del desafío y que están volcando sus esfuerzos para dar respuesta a esta
inaplazable necesidad. En la historia del Continente tenemos suficientes
ejemplos para saber la fecundidad de una adecuada respuesta a la altura de
los tiempos históricos. Acaso lo que ahora necesitemos sean focos de irra-
diación de la cultura, en el que el modelo benedictino sirva de referencia.

La libertad educativa permitirá la elección del centro docente por parte


de las familias. Y se podrá afianzar esa relación de confianza familia-es-
cuela y de colaboración mutua, que es lo único que posibilita una forma-
ción integral: cada uno sabiendo lo que le corresponde y confiando en el
otro.

La batalla por la libertad educativa es la prioridad. El marco en el que


se desenvuelve la libertad de enseñanza en Europa es claramente insufi-
ciente. Como lo es en España. Es imprescindible derribar las trabas que
subsisten para que exista una oferta educativa verdaderamente plural, que
permita la elección de los padres en función de su afinidad con los pro-
yectos educativos. Y resulta esencial dotar de mayor autonomía en todos
los aspectos a los centros educativos, con la contrapartida simple de una exi-
gente rendición de cuentas.

La libertad reclama identidad propia. Las instituciones educativas no


son como las estaciones de gasolina, en las que uno reposta porque se en-
contraba cerca cuando el depósito se estaba vaciando. En el manteni-
miento de la identidad propia es en lo que, a mi juicio, debe esforzarse más
cualquier institución educativa que quiera cumplir su misión. Si se diluye
la identidad, todo el quehacer educativo se desmoronará. Cuantos más es-

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pacios de libertad logremos afianzar, mayores serán las posibilidades para


superar “la gran ruptura”.

PALABRAS CLAVE
• •
Educación Europa Libertad

RESUMEN ABSTRACT
En la batalla cultural que hoy se libra en Eu- In the cultural battle that is being fought
ropa, la educación constituye uno de los es- in Europe today, education lies as one of
cenarios principales. Tanto el “capital hu- the main battlefields. Both “human
mano” como el “capital social” están capital” and “social capital” are suffering a
sufriendo un serio deterioro. La clave de la serious deterioration. The key of the crisis
crisis es la ruptura educativa que se ha is the rupture of education which took
producido en Europa a partir de los años se- place in Europe from the ‘60’s onwards
tenta y que en España se consuma con la and which in Spain was consummated in
LOGSE. La escuela pública es la principal the LOGSE. Public schools are the main
víctima de la escisión que vive la sociedad victims of the splitting of European society.
europea. El fracaso del “Pacto educativo” The failure of the “Education Pact”
pone de relieve la necesidad de ir a las raí- stresses the necessity of searching for the
ces del malestar educativo. En este con- roots of the education malaise. In this
texto, la batalla por ensanchar las liberta- setting, the priority is the battle to broaden
des educativas es la prioridad. education freedoms.

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MAURICIO ROJAS MULLOR

ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN1

avier Fernández-Lasquetty ha escrito un texto importante que da una

J excelente base para una discusión amplia y seria sobre el tema de la in-
migración. Comparto plenamente su enfoque acerca de los principios
que deben fundar una política de integración para una sociedad abierta y
pluralista, basada en individuos libres e iguales, lo que es lo contrario de ese
multiculturalismo que a nombre de la santidad de “las culturas” y la pre-
ponderancia del grupo sobre el individuo fomenta la creación de micro-
sociedades aparte que negocian corporativamente entre ellas. La visión
pluralista o liberal es la de la movilidad, el cambio y la pertenencia del in-
dividuo a una multiplicidad de contextos sociales libremente elegidos. Éste
es nuestro punto de partida compartido y por ello la política de integración
no puede ser otra cosa que una política que fortalezca la libertad de todos
para elegir qué vida queremos vivir. Esto supone a su vez fuertes valores
compartidos, ya que la diversidad se vuelve antagonismo si es pura diver-
sidad. Para ser diversos de una manera constructiva necesitamos también
ser semejantes y esa semejanza está dada por la adscripción a los valores

Mauricio Rojas Mullor es director del Observatorio para la Inmigración y la Cooperación al Des-
arrollo (URJC), director de la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación (Comunidad
de Madrid). Diputado del Parlamento de Suecia (2002-2008) y profesor adjunto de la Universi-
dad de Lund (Suecia).

1
Reflexiones a partir de “Inmigración en la España de hoy: situación real y retos pendientes”,
texto del ex consejero de Inmigración y actual consejero de Sanidad de la Comunidad de Ma-
drid, Javier Fernández-Lasquetty (2010).

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CUADERNOS de pensamiento político

de igualdad, respeto mutuo y libertad individual que fundan la sociedad


abierta.

El texto de Javier Fernández-Lasquetty abre además una serie de “fren-


tes de debate” sobre los retos de esta España en crisis repentinamente
transformada de país de emigración en país de inmigración. Ello me ha
motivado a desarrollar con cierta amplitud algunos temas con el mero afán
de hacer un aporte a un diálogo que es de vital importancia para el con-
junto de la sociedad española.

1. GUETOS Y SEGREGACIÓN VOLUNTARIA

En su texto, Javier Fernández-Lasquetty expresa con toda razón una pre-


ocupación por la formación de guetos, es decir, “ciudades enteras pobladas
predominantemente por inmigrantes de una misma nacionalidad”. Ahora
bien, sobre esto me gustaría hacer algunas matizaciones.

En la gran sociología urbana estadounidense nacida a comienzos del


siglo XX –en particular en el seno de la Escuela de Chicago bajo la direc-
ción de Robert E. Park– se distinguía con todo cuidado el “buen gueto”
del “mal gueto” o, para decirlo con la terminología de aquellos tiempos
anteriores a la barbarie hitleriana en que la palabra gueto no tenía todavía
un sentido en sí negativo, entre el ghetto y el slum2. Muchos estudios sobre
el comportamiento social –y muy en particular los estudios sobre la cri-
minalidad tan bien resumidos por Edwin H. Sutherland (1934) en sus Prin-
ciples of Criminology– mostraban que el gueto tenía un desempeño cívico
muy superior a la media de la sociedad estadounidense, justamente a par-
tir de la conservación de la cohesión social y valorativa dada por la forta-
leza de la comunidad inmigrante respectiva. En otras palabras, el gueto era
un elemento protector frente a formas de vida urbana moderna que com-
portaban un alto riesgo de asociabilidad y, siguiendo la clásica expresión de
Durkheim, anomia o ausencia de normas. Lo contrario ocurría en el slum,

2
La obra clásica al respecto es The Ghetto de Louis Wirth con prólogo de Robert E. Park, pu-
blicada en 1928 y reeditada muchas veces. Para el desarrollo conceptual véase Ward (1989).

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

es decir, barrios degradados social y moralmente (el gueto era muchas


veces tanto o más pobre que el slum, pero no degradado socialmente o
desde el punto de vista de los valores) donde se iba juntando una pobla-
ción de origen variopinto que esencialmente tenía su marginación social y
su deteriorada base valorativa como elemento común.

Ahora bien, no siempre las cosas eran de color de rosa en los guetos a
pesar, y en parte a causa, de su fuerte cohesión interna. La tendencia a la
creación de mini-estados dentro del Estado fue evidente con el preocupante
agregado del surgimiento de aparatos propios de violencia, que van desde las
célebres mafias judía e italiana a los implacables tongs chinos. Al mismo
tiempo, la cohesión interna demostró ser un elemento vital de la exitosa in-
corporación económica de muchas de estas comunidades inmigrantes, cre-
ando oportunidades de progreso que fueron sorprendentes. Los casos más
destacados son el de los judíos y su industria textil neoyorkina y el de los chi-
nos con sus célebres Chinatowns. A día de hoy, la estadística comprueba que
no hay grupos más exitosos económica y educacionalmente en Estados Uni-
dos que los descendientes de aquellos judíos y chinos que vivieron históri-
camente una segregación, discriminación y, en el caso de los chinos, abierta
persecución sin precedentes. Ahora bien, el “precio” o condición del éxito fue
muchas veces una autosegregación muy notable, ya sea habitacional o en
cuanto a los intercambios sociales, que a menudo ha comportado un man-
tenimiento bastante riguroso del matrimonio endogámico.

Lo que todo esto quiere decir es que el fenómeno de la segregación y


la autosegregación mediante el mantenimiento de fuertes lazos comunita-
rios entre los inmigrantes es un hecho muy complejo, que tiene sus claros
pros y contras. Aquí se trata, como se dice, de no tirar el niño con el agua
sucia de la bañera. Los peligros de la segregación son evidentes en térmi-
nos de conductas directamente asociales, tal como lo son los de la autose-
gregación, con su creación de un orden social fuerte y coherente pero al
margen y, a veces, reñido con el orden social vigente y los valores que lo
sustentan. En ambos casos, el riesgo de opresión de los individuos por “su”
colectivo es más que evidente, ya que la misma solidaridad grupal implica
disciplinar fuertemente a sus miembros y, sobre todo, el mantener a sus
mujeres y a sus jóvenes atados a las reglas de conducta y solidaridad del

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CUADERNOS de pensamiento político

grupo. Las ventajas, especialmente en el caso de la autosegregación, están


dadas por la fuerza de una cohesión que potencia los recursos individua-
les y abre posibilidades que de otra manera no se darían3.

Lo más preocupante, y es esto lo que leo en las palabras de Javier Fer-


nández-Lasquetty sobre el gueto, es cuando la segregación/autosegrega-
ción es parte de la creación de núcleos de resistencia a los valores de la
sociedad abierta y a la libertad de las personas, pudiendo además servir de
campo de reclutamiento para tendencias militantemente antimodernas
como el islamismo. En estos casos, como en cualquier caso de creación de
aparatos propios de violencia (sean éstos terroristas o lisa y llanamente cri-
minales), se debe intervenir con mucha claridad mediante políticas públi-
cas y, cuando corresponda, directamente policiales. El problema es cómo
hacerlo sin violar libertades fundamentales como la de elegir dónde vivir
o a qué escuela deben ir nuestros hijos.

Dejo con ello planteada una discusión que no por ser difícil deja de ser
imperiosa.

2. LA SEGUNDA GENERACIÓN

Tal como muy bien dice Javier Fernández-Lasquetty, “la segunda genera-
ción es la que con su comportamiento decidirá si España triunfa o fracasa
en la integración de sus inmigrantes”. También es absolutamente acertado
apuntar en este contexto, como por lo demás en todo nuestro tema, a la
centralidad del trabajo como clave de toda integración y movilidad social.
Aquí tiene España un talón de Aquiles propio y autogenerado de gran ca-
lado con su 40 por ciento de paro juvenil.

Un primer comentario se refiere a la falta de una visión de conjunto sobre


el tema. La novedad del fenómeno disculpa tal vez esta carencia, pero la

3
Alejandro Portes y Kenneth Wilson (1980) han estudiado esto en el caso de los latinos en Es-
tados Unidos, mostrando las claras ventajas de la integración de muchos cubanos a través del
fuerte enclave de Miami. Para un estudio más amplio del tema véase Rojas (2001) y sobre los
empresarios inmigrantes Light (1972) y Sowell (1981).

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

misma debe ser resuelta a la brevedad. Se requiere especialmente seguir el


desarrollo de la segunda generación y de los jóvenes inmigrantes al nivel de
la escuela, de sus condiciones habitacionales, de sus incidencias en lo social y
lo delictivo, de su incorporación en el mercado de trabajo así como de la apre-
ciación de su propia situación vital. Tal vez parecerá un registro demasiado
amplio o exagerado, pero es que mi experiencia y lo que ya hemos visto por
doquier dice que en este tema sí que más vale prevenir que curar, intervenir
a tiempo antes que la intervención deba asumir formas drásticas que todos de-
seamos evitar. Mi experiencia dice también que las complicaciones comien-
zan muy tempranamente, pero no siempre con la visibilidad que hace de una
complicación un problema que nos sintamos obligados a atender. El eventual
fracaso escolar es aquí central y con la falta de instrumentos de medición del
desempeño escolar al que nos ha condenado la política imperante no será
fácil abordar esto con la precisión que se requiere. Además, se necesitan es-
tadísticas y análisis desagregados. No basta hablar de “la segunda generación”
en general, ya que se compone de un mosaico demasiado variado de situa-
ciones para ser relevante. También se requieren microanálisis de áreas o es-
cuelas específicas que así lo motiven. Bueno, como se entenderá, este tema me
inquieta sobremanera y es que he visto de cerca las consecuencias lamenta-
bles y a veces irreparables de no preocuparse a tiempo.

En todo caso disponemos de cierta información, aunque sea a un nivel


demasiado macro, que nos puede dar un punto de partida para una reflexión
más amplia. Se trata de los estudios de Alejandro Portes, Rosa Aparicio y Wi-
lliam Haller (2009 y 2009a) sobre La Segunda Generación presentados el año
pasado, que tratan de reflejar la situación y percepción de chavales con una
edad media de 13-14 años y con origen inmigrante. He estudiado los infor-
mes relativos a Madrid y Barcelona, que muestran algunas diferencias intere-
santes pero que en lo fundamental son bastante coincidentes.

El mensaje de estos informes se podría resumir en unas cuantas palabras:


“aves de paso con un evidente potencial de frustración y descontento pero por
ahora bastante conformes con su actual paradero, España”. Aves de paso pri-
mero porque su adscripción a España como identidad y destino es baja (aun-
que como señalé aumenta con el tiempo). Pero no es que en su mayoría estos
chavales compartan esa especie de “síndrome del retorno” que tan a menudo

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CUADERNOS de pensamiento político

caracteriza al inmigrante adulto sino muy por el contrario: se trata de exis-


tencias jóvenes que muchas veces se proyectan hacia nuevos horizontes, aque-
llos donde sus expectativas puedan realizarse mejor que en España o en el país
de sus padres (45,7 por ciento de los jóvenes del estudio de Barcelona indi-
can otro país de Europa occidental o Norteamérica como el país donde que-
rrían vivir como adultos; la cifra del estudio de Madrid es 40,9 por ciento).
Aquilatar esto es fundamental: una parte importante de estos jóvenes quieren
más y, si pueden, serán los continuadores en nuevos destinos de la aventura
migratoria de sus padres en busca de vidas mejores. Esta apreciación nos lleva
a la segunda parte de mi resumen: el evidente potencial de frustración y des-
contento. Muchos de esos jóvenes, por una u otra razón, no podrán realizar
su nuevo salto migratorio y se terminarán quedando en España más por de-
fecto que por afecto. A esto hay que agregarle una fuerte discrepancia entre
lo que quisiesen llegar a ser y lo que creen que realmente llegarán a ser. En
ambos estudios, más de la mitad de los jóvenes querrían llegar a obtener al
menos un título de diplomado universitario, sin embargo, apenas una tercera
parte cree que lo logrará. Finalmente está la conformidad con el trato recibido
en España, sólo una escasa minoría (en torno al 5 por ciento) se siente dis-
criminada a menudo y una inmensa mayoría percibe a España como un país
de igualdad de oportunidades. Así por ejemplo, tres cuartas partes o más están
de acuerdo o muy de acuerdo con la siguiente afirmación: “Las personas de
color tienen tantas oportunidades de avanzar en España como los blancos”.
Para estas aves de paso España es, en resumidas cuentas, un buen país, pero
sin mucha fuerza de atracción (tres cuartas partes no están de acuerdo con la
afirmación de que “no hay mejor país en el mundo para vivir que España”).

Un aspecto preocupante de los estudios referidos es la frecuencia con que


los encuestados, especialmente de las escuelas públicas, indican la presencia de
pandillas en sus centros escolares e igualmente la indicación de que “hay fre-
cuentes peleas entre estudiantes de distintas nacionalidades o razas”. En ambos
casos, cerca del 60 por ciento de los jóvenes que van a escuelas públicas indica
que esto es así. Se trata de un asunto muy serio que requeriría un seguimiento
muy atento, aunque todavía no alcance expresiones más espectaculares y por
ello visibles. Ya sabemos de famosos estudios sobre el desarrollo de la crimi-
nalidad –estoy pensando sobre todo en Fixing Broken Windows de G. L. Kelling
y C. M. Coles (1997)– donde se ve que es justamente la tolerancia con las con-

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ductas asociales de “baja intensidad” la que desencadena, con su señal de per-


misividad, el paso a niveles mucho menos manejables.

En todo caso, lo decisivo respecto de cómo se desarrollen estos jóve-


nes y la verdadera segunda generación que en gran parte recién está in-
gresando al sistema educacional español estará dado por la realidad de su
progreso, tanto escolar como laboral, y sobre esto las cosas no se ven nada
bien, al menos esto es lo que deduzco del importante estudio de 2009 re-
alizado por FEDEA, Inmigración y resultados educativos en España. En él se
estudian conjuntamente los jóvenes inmigrantes y los nacidos en España
con los dos padres nacidos en el extranjero y allí se apunta a tres hechos
inquietantes: la alta tasa de abandono escolar a partir de los 16 años (a los
21 años sólo queda una décima parte de los jóvenes extranjeros en el sis-
tema educacional, mientras que de los españoles queda la mitad); “un ren-
dimiento sustancialmente peor que los alumnos nativos en todos los
ámbitos analizados por PISA”; y un aumento importante de la segregación
educacional que se pronostica aún mayor para el futuro: “Recientemente,
los índices de segregación han aumentado considerablemente en la edu-
cación infantil, anticipando un aumento aún mayor de la segregación en la
primaria y secundaria obligatoria en la próxima década” (FEDEA 2009).

Hasta ahora muchos de estos hechos problemáticos (como la temprana


deserción escolar) eran explicados como una parte consustancial de una
apuesta migratoria cortoplacista, donde el trabajo era la meta no sólo ab-
solutamente dominante sino también perfectamente alcanzable. Sin em-
bargo, la evidencia del mercado de trabajo español con su extraordinario
nivel de paro juvenil indica que esta opción puede hoy ser equivalente a la
marginación y el desempleo (o del paso a un empleo informal cada vez
menos rentable y más riesgoso). No conozco cifras exactas pero si asumi-
mos la misma diferencia porcentual que existe entre el paro de la población
extranjera en general y la media nacional4 estaríamos llegando a un paro
entre la población extranjera de 16 a 19 años ¡de 62 por ciento!

4
Según la EPA para el cuarto trimestre de 2009 esta diferencia era de un 58 por ciento, ha-
ciendo palpable el carácter discriminador del mercado de trabajo español, especialmente com-
parado con mercados más abiertos como el estadounidense, donde esta diferencia es
marginal o se da a favor de los inmigrantes.

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De lo dicho se comprenderá que comparto plenamente el primer punto


de la “agenda para la integración” propuesta por Javier Fernández-Las-
quetty: “Practicar una política muy activa de fomento del empleo juvenil,
tanto inmigrante como español”. Pero creo que debemos reforzar una po-
lítica así con un conjunto más amplio de medidas, ya que no hay que ser
ni demasiado perspicaz o entendido en la materia para darse cuenta de
que, en un futuro no muy lejano, el tema de la segunda generación puede
complicarse considerablemente.

Finalmente, de la magnitud de la brecha entre grandes aspiraciones vi-


tales y realidades muchas veces frustrantes surgirá la dinámica de la for-
mación de la identidad de la segunda generación y de su respuesta a ese
déficit de expectativas cumplidas. En Suecia y otros países del norte de Eu-
ropa se ha tendido a formar una fuerte cultura de la resistencia o simple-
mente del nihilismo destructivo y autodestructivo, como la que vimos
aparecer violentamente en los suburbios franceses en 2005 y que caracte-
riza, con formas menos espectaculares, la vida de muchas ciudades euro-
peas que han visto transformarse a muchos de aquellos que un día debían
llegar a ser sus nuevos miembros activos y colaborativos en una masa di-
fícilmente manejable de enragés. En suma, mucho está aquí en juego y, una
vez más, más vale prevenir que curar5.

3. REGULACIÓN DE LA INMIGRACIÓN Y DESARROLLO ECONÓMICO

Entramos aquí en el entuerto de los entuertos: la regulación de las formas


jurídicas de la inmigración y su futuro. Para discutirlo quisiera hacer algu-
nas consideraciones introductorias sobre cómo, a mi parecer, las cosas han
funcionado.

Como cualquier observador puede constatar, España ha funcionado du-


rante al menos las últimas dos décadas bajo una situación lo más cercana
posible en el mundo actual a la inmigración libre. La ilegalidad o irregula-

5
He desarrollado más largamente estos temas con referencia al caso de Suecia en Rojas
(2001a) y (2008).

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ridad, es decir, simplemente entrar y quedarse para, con el tiempo, regula-


rizarse, ha sido la forma absolutamente mayoritaria de esta inmigración. El
porqué lo expone Javier Fernández-Lasquetty muy sucintamente: “Porque
llegar legalmente a España era demasiado difícil, mientras que llegar ile-
galmente no era en exceso complicado”. Bajo una fuerte demanda de tra-
bajadores esto hizo, citándolo de nuevo, “que fuera un movimiento
espontáneo al margen de la Ley quien casara la demanda con la oferta”. Así
fue y así lo es todavía.

Como tal, el experimento español de inmigración irregular cuasi-libre es


extremadamente interesante desde todo punto de vista. La teoría económica
sugiere6 que en este caso la migración se guiará por una consideración costo-
beneficio que, a pesar de su complejidad, no difiere esencialmente de cual-
quier otra decisión económica, es decir, que implique el uso de recursos
limitados para fines alternativos. Los costos son difíciles de definir en abs-
tracto y su consideración es muy subjetiva al estar involucrados elementos
como la separación del país natal y de los suyos. Los beneficios están dados
por el diferencial de rentabilidad del empleo dado un cierto capital humano
más el resto de “conquistas o fringe benefits de la migración”, que en el caso
de España incluyen el acceso a la escuela y a la salud así como a un país de
amplias libertades y muy alta seguridad ciudadana7. La suma de todo esto es
lo que, a falta de impedimentos legales reales o bajo el estímulo de regulari-
zaciones masivas, produce el muy mentado “efecto llamada”.

Ahora bien, la evolución del flujo migratorio hacia España muestra una
extraordinaria adaptación a la parte económica o laboral del efecto lla-
mada, siguiendo las alteraciones del ciclo económico español de una ma-
nera ejemplar. El frenazo de la inmigración, ya claramente anunciado por
las cifras de 2008 (con el menor aumento porcentual de extranjeros resi-
dentes a nivel nacional, 7,2 por ciento, detectado desde 1997), se confirmó
plenamente en las cifras ya disponibles en la Comunidad de Madrid para

6
Guillermo de la Dehesa (2008) da una buena panorámica tanto de la teoría como de la in-
vestigación económica en materias migratorias en su libro Comprender la inmigración.
7
Según la estadística de Naciones Unidas para 2008 la tasa de homicidios española está in-
cluso por debajo de la de Finlandia, Dinamarca, Francia o Inglaterra, para no hablar de Hon-
duras o El Salvador, que superan en 68 y 58 veces respectivamente los niveles de España.

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2009 y lo dice todo: la gente, en su gran mayoría, ni se ha venido ni se


vendrá por los fringe benefits de la inmigración sino por el trabajo o, para
ser más rigurosos, los fringe benefits (acceso a la escuela, al sistema sanita-
rio, etc.) no parecen crear por sí solos un incentivo suficiente para una mi-
gración masiva (lo que no excluye una cierta inmigración, que aumentará
bajo la forma de reunificación familiar, que sí puede explicarse por ello).

Esto es a primera vista muy notable, ya que las ganancias de puro vivir
en un país de renta per cápita diez o veinte veces superior al de origen es
muy sustancial. Ahora bien, aquí hay que considerar que la diferencia de
renta per cápita real entre España y los mayores países de origen de sus in-
migrantes no llega a esas magnitudes abismales. En los casos de, por ejem-
plo, Rumanía, Ecuador y Marruecos tenemos un diferencial a favor de
España que en 2008 era de 2,3, 4 y 7,1 veces respectivamente. El que no
se haya producido una migración más importante de países mucho más
pobres (especialmente del África subsahariana donde sí encontramos enor-
mes diferencias de renta per cápita con España8) se explica en gran parte
por lo que en la teoría migratoria se llama “trampa de la pobreza”, es decir,
el obstáculo insuperable que la pobreza extrema misma representa para
llegar a hacer aquella inversión bastante sustancial en términos relativos
que la realización del proyecto migratorio supone.

Sin embargo, el tema de los fringe benefits sí tiene importancia para ex-
plicar el no retorno bajo condiciones de crisis como las del hoy. Es decir,
una vez realizada la migración con su inversión correspondiente sí existe
un incentivo a permanecer en el país aunque la meta de la incorporación
laboral se haya dificultado o, al menos en lo referente al empleo regular, de-
jado de cumplirse. Esto debiera llevar a que el flujo migratorio hacia España
tendiera a describir una trayectoria más de una especie de “S” extendida
que de una “U” invertida9.

8
Así por ejemplo, la diferencia con la República Democrática del Congo era de 107 veces en
2008.
9
Esto a excepción del caso de países como Rumanía, Bulgaria u otros de Europa del Este que
por su limitado diferencial de renta per cápita con España podrían, si su desarrollo económico
futuro es relativamente exitoso, producir una fuerte migración de retorno comparable a la de
los españoles que emigraron hacia el norte de Europa en los años 60.

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Resumiendo; parece que podríamos decir if it ain’t broke, don’t fix it, si
funciona no lo arregles. Tenemos de hecho el sistema más liberal de inmi-
gración que pueda imaginarse hoy por hoy, pero está reñido con una le-
galidad que no sólo está obsoleta sino que simplemente produce hilaridad.
¿Qué problemas reales tenemos entonces que motiven meternos a tratar de
resolver un entuerto que, sin que nadie lo pensase así, le ha reportado evi-
dentes beneficios a España? Para elaborar una respuesta a esta pregunta
miremos primero un poco más de cerca esos beneficios y su sombra más
de largo plazo.

La multiplicación “milagrosa” de los inmigrantes desde mediados de


los 90 hasta 2008 (el aumento de los extranjeros residentes en España es
de 15,5 veces entre 1990 y 2008) fue una parte inextricable del ciclo de bo-
nanza abierto a mediados de los 90 y se produjo a partir de una situación
de paro récord en España (24,8 por ciento en 1994). La inmigración, jus-
tamente por su carácter mayoritariamente irregular, vino a flexibilizar un
mercado laboral formal esclerótico y le dio una de sus principales fuerzas
propulsoras a la bonanza española. El empleo creció por millones y la tasa
de paro se había reducido a la tercera parte cuando la ola migratoria estaba
culminando en 2007. De esta manera podemos decir con fundamento que
los inmigrantes vinieron a crear empleo para sí mismos, para los españo-
les y para futuros inmigrantes. España recibió una potente inyección de
trabajadores dispuestos a todo que sacudió, junto con lúcidas políticas eco-
nómicas y la presión benéfica de la incorporación al euro, un mercado de
trabajo anquilosado. El aporte laboral de la inmigración vino también a
extender en algunos años el lapso de vida útil de nuestro sistema de pen-
siones y sacarnos, al menos en el corto-mediano plazo, de una situación de-
mográfica directamente amenazante.

So far so good. Podemos decir que la economía de España se reformó y


liberalizó mediante la incorporación de millones de extranjeros que entra-
ron “por su puerta trasera”, pero esto permitió, al mismo tiempo, que ni se
reformase ni liberalizase de veras. Siguió en pie todo aquello que hoy cla-
ramente vemos que es insostenible. Este dejar de hacer lo que se debía
hacer a tiempo no es por cierto culpa de los inmigrantes, sino de los gru-
pos de presión que atenazan el mercado formal de trabajo español.

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Pero el problema no se reduce a esto. Por su forma de adaptación es-


pontanea a la demanda existente, la composición de la inmigración res-
pondió muy exactamente al modelo de crecimiento entonces imperante y
hoy en plena crisis. A falta de mecanismos de selectividad explícitos será,
como mencioné, el diferencial de rendimiento del capital humano el que
seleccione a los inmigrantes, especialmente en aquellas áreas dinámicas de
la economía receptora con fácil entrada de una fuerza de trabajo irregular
o nueva. En suma, cada país recibe los inmigrantes “que se merece” de
acuerdo a su modelo productivo y a sus regulaciones laborales. Sobre esto
las estadísticas internacionales son muy claras y las pruebas abundantes en
los estudios migratorios (véase Guillermo de la Dehesa 2008).

En el caso de España ya sabemos lo ocurrido. El ciclo de crecimiento


iniciado a mediados de los noventa es uno de los pocos ejemplos que yo
conozca en una economía moderna de crecimiento sin aumento de la pro-
ductividad. Es algo realmente insólito en nuestro mundo de rápido pro-
greso tecnológico y educacional. Según el Productivity Handbook del
Instituto Nacional de Estadística de Gran Bretaña (2010), para el periodo
1995-2005 el crecimiento español fue, junto con el de Italia en menor me-
dida, único por mostrar un decrecimiento de la productividad total de los
factores (es decir, la parte del crecimiento no atribuible al simple aumento
de la fuerza de trabajo o del capital). Para darse algunos puntos de refe-
rencia habría que decir que, por ejemplo, en Estados Unidos ese aumento
de productividad explicaba el 49 por ciento del crecimiento logrado en
esos diez años, en Gran Bretaña el 51, en Francia el 53, en Suecia el 62 y
en Alemania el 73 por ciento.

Según esta misma fuente, más de dos terceras partes del crecimiento
español (67,9 por ciento) se explican por la mera incorporación de fuerza
de trabajo y el resto se debe a aportes de capital. En suma, podríamos decir
que España creció engordando y no desarrollándose. La inmigración fue
parte de y respuesta a este modelo tecnológicamente estancado de creci-
miento. A él respondió también, de manera general, la cualificación de los
inmigrantes llegados o, en el caso bastante común de aquellos que tenían
más cualificación, el uso de su potencial productivo, lo que ha implicado
no sólo una subutilización sino una destrucción de capacidades por falta de

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

uso y actualización. Esto está, por supuesto, en línea con características


más generales de la economía española, que exhibe una de las tasas más
altas entre los países desarrollados de subutilización de su capital humano.

Las consecuencias de todo esto son múltiples. Al nivel del modelo pro-
ductivo, esa fuerza de trabajo ya incorporada y tan adaptada al mismo (o
por el mismo) se ha transformado hoy en parte del problema, es decir, de
los retos de la reformulación de las bases del crecimiento español para
pasar de un modelo extensivo a uno intensivo del uso de los recursos. Este
problema no es nada distinto del de la gran mayoría de la fuerza de trabajo
española, de la cual unas dos terceras partes ni siquiera tienen una califi-
cación profesional certificada. Se trata, en suma, de un enorme esfuerzo de
calificación y recalificación profesional que será decisivo para todos los ha-
bitantes de España, independientemente de su origen.

En el caso de muchos inmigrantes esto implica que su proyecto migra-


torio inicial se derrumba, ya que el mismo se basaba en una inmediata y
rentable incorporación al trabajo y escasamente incluía una inversión for-
mativa de algún peso. Esto también va a castigar duramente el abandono
escolar temprano, sobre el cual ya se habló. Esta discrepancia entre ex-
pectativas y realidades creará en muchos una fuerte oposición mental a un
replanteamiento del proyecto migratorio lo que, a su vez, dificultará el es-
fuerzo que se requiere para insertarse o reinsertarse de una manera cuali-
tativamente nueva y más sólida en el mercado laboral.

En el largo plazo, y pensando particularmente en la sostenibilidad del


sistema de pensiones, todo esto significa que entramos en una fase donde
aquellos años de respiro dados por la inmigración van a desaparecer rápi-
damente para pasar a mostrar aquello que los estudios económicos de largo
plazo siempre han mostrado: que la incorporación de trabajadores inmi-
grantes de bajo nivel de capital humano y por ello, normalmente, de baja
productividad y alta vulnerabilidad en su situación laboral termina siendo,
cuando se considera todo el ciclo vital, una carga neta para las cuentas fis-
cales. Esto partiendo por supuesto de la existencia de un Estado del bien-
estar que asegure una serie de beneficios cuyo costo tiende a crecer
notablemente con la edad de las personas. En suma, la inmigración fue pan

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para hoy pero puede ser hambre para mañana si no actuamos decidida-
mente en el frente de la formación, del modelo productivo, de las regula-
ciones del mercado de trabajo y de las condiciones mismas de
sostenibilidad de nuestros sistemas de seguridad social y pensiones. En fin,
una vez más se trata de las grandes tareas pendientes españolas ante las
cuales se ganaron algunos años de ilusión y no reforma que caros nos cos-
tarán a no mucho andar.

¿Qué implica todo esto desde el punto de vista de la regulación de la in-


migración? Si el flujo migratorio tuviera un mecanismo expedito de exit, es
decir, un retorno significativo ante las contracciones del ciclo económico,
no tendríamos mucho que decir ya que disminuiría la parte laboralmente
más vulnerable de los inmigrantes resolviendo automáticamente muchos
de los temas arriba planteados y siendo luego, en una futura fase de creci-
miento sobre bases más sostenibles, reemplazada por otros inmigrantes
mejor adaptados a las nuevas circunstancias y exigencias de cualificación
laboral. Pero ya hemos visto que esto no funciona así. En lo fundamental,
la inmigración acumulada en la fase ascendente del ciclo no va a disminuir
cuando éste se revierte y es justamente por ello que el flujo migratorio re-
quiere de una administración o regulación coherente de largo plazo, ante
lo cual el puro mecanismo de mercado muestra defectos insalvables, ya
que los actores económicos pueden aprovechar las ganancias del corto
plazo (fase ascendente del ciclo) cargándole al Estado (es decir, a todos) las
eventuales pérdidas del mediano o largo plazo. En suma, en sociedades
con Estados del bienestar relativamente desarrollados, la adecuación es-
pontánea de la oferta a la demanda laboral mediante la inmigración fun-
ciona sólo en un sentido o, para decirlo drásticamente, no funciona. Por
eso, entre otras cosas, es que hay que cambiar las cosas y abandonar el
modelo de inmigración irregular cuasi-libre español.

Resumiendo, y tomando las palabras de Javier Fernández-Lasquetty con


las cuales concuerdo plenamente, es necesario “romper el bucle de la irre-
gularidad, diseñando un nuevo sistema de llegada legal a España”. Se trata
de pasar decididamente de la irregularidad a la regularidad de la inmigra-
ción y para ello, a mi juicio, no cabe sino terminar, si bien de manera gra-
dual y respetando las expectativas de quienes ya hemos atraído bajo esa

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

extraña figura jurídica, con el sistema de regularización por arraigo. Y hay


que hacerlo con toda claridad para que no quede duda de que sólo la vía
regular permitirá llegar a establecerse legalmente en España. Esto no im-
plica cerrar las fronteras ni nada por el estilo. Muy por el contrario, lo que
se requiere es una regulación generosa, flexible y previsora pero que de
veras funcione.

Al final de su texto Javier Fernández-Lasquetty sugiere una medida muy


innovadora que creo que, con algunas modificaciones, se debe seguir más a
fondo: “Habilitar la posibilidad de que los irregulares puedan cotizar a la Se-
guridad Social y pagar impuestos directos, con independencia de su caren-
cia de permiso de trabajo (…). Ello permitiría –junto a otras circunstancias–
acreditar su arraigo, al tiempo que reduciría el rechazo que pueda existir
hacia su acceso a las prestaciones públicas de Sanidad y Educación”. Esto sig-
nifica de facto, y condicionado al hecho de trabajar y cotizar, regularizar la
irregularidad y me parece excelente como una forma de transición para ese
millón o algo así de irregulares que ya está en España. Así se podría cerrar
el capítulo del arraigo de una forma muy positiva para todos.

Al mismo tiempo habría que ampliar y flexibilizar drásticamente la in-


migración legal por motivos laborales, en lo posible eliminando el limi-
tante de los contingentes y dándole directamente a los empleadores
probadamente serios y solventes, y también a empresas mediadoras, el de-
recho a reclutar mano de obra en el extranjero o mano de obra que haya
llegado a España con lo que Javier Fernández-Lasquetty llama “visados de
búsqueda de trabajo”. Pero en esto creo que hay que incluir –fuera del res-
peto irrestricto de la legalidad y los convenios que regulan la actividad la-
boral– cláusulas muy claras de responsabilidad compartida entre
empleadores e inmigrantes que permitan asumir el riesgo del fracaso del
proyecto migratorio legal y los costos del retorno. De esta manera se po-
dría facilitar el exit migratorio, es decir, la formación de un flujo migrato-
rio que, al menos en parte, funcione en ambos sentidos.

Existe también otra fuerte razón para terminar con la irregularidad y, a


un cierto plazo, con el arraigo como forma de regularización. La situación
de la inmigración irregular cuasi-libre puede terminar dando pábulo a una

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CUADERNOS de pensamiento político

reacción ciudadana contra lo que se estima es un atentado contra una de


las características más determinantes de un país como unidad nacional: el
hecho de realmente controlar sus fronteras y decidir quién vivirá, y bajo
qué condiciones, dentro de ellas. Todo indica que los españoles mayorita-
riamente comparten un asentado sentimiento de solidaridad con los inmi-
grantes pero quieren legalidad en la migración y quieren, además, que esta
legalidad esté ligada al trabajo. En este punto los resultados del Barómetro
de la Inmigración 2009 de la Comunidad de Madrid (2010) son abrumado-
res: más del 85 por ciento de los españoles quiere que ésa sea “la” vía de
entrada a España e incluso más de la mitad (53,3 por ciento) la ve como
una forma legítima de, aquí y ahora, regularizar a los irregulares.

Éste es un excelente punto de partida, justo y generoso, que debemos


cuidar, cosa que no termine –bajo la presión de la crisis, la sensación de des-
control y la nunca ausente agitación de quienes nunca han visto con buenos
ojos a la inmigración– siendo minado. Esto ha pasado en muchas partes de
Europa y debemos impedir que ocurra en España, pero para ello hay que ac-
tuar decididamente y sin tardanza, formar las bases de un New Deal migra-
torio, un “nuevo trato” basado en la legalidad, el trabajo y el deseo de
compartir la sociedad y no de crear sociedades aparte. En suma, merece la
pena cuidar a esta España que de manera tan ejemplar ha acogido unos seis
millones de inmigrantes y no creer que la misma pueda aguantar cualquier
cosa, especialmente en lo que se refiere al sentimiento prolongado de no
tener control sobre quiénes llegan y cómo se llega a ser parte de ella.

4. LOS DAÑOS DEL MULTICULTURALISMO Y DEL OPORTUNISMO


POLÍTICO

Por último, algunas palabras sobre lo que le ha hecho y aún puede hacerle
mucho daño a una verdadera integración de los inmigrantes. Me refiero
sobre todo a los desvaríos político-ideológicos de esa izquierda que de una
u otra manera defiende un modelo de sociedad dividido en submundos
que, en nombre del derecho a la autonomía de “las culturas”, se separan en
una diversidad con cada vez menos puntos de semejanza y confluencia.
Ese proyecto, y las ideas que lo forman, tuvo una larga hegemonía en la po-

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

lítica europea de “integración” (que de hecho era más una política de des-
integración social), especialmente en países del norte como Holanda, Gran
Bretaña o Suecia, que un día fueron obligados a despertar duramente del
sueño multi-culti. Pero no se trata solamente de la izquierda: hay sectores
del centro político e incluso de la derecha que, más por despiste que otra
cosa, todavía tienen devaneos multi-culti, especialmente en funciones po-
líticas y burocráticas, donde puede parecer tan apropiado agrupar a los in-
dividuos en colectivos, “culturas”, para luego darles alguna prebenda o
constituir “instancias de diálogo” que, una vez creadas, se transforman fá-
cilmente en verdaderos reductos del separatismo de esos pequeños y tan
peligrosos poderes que habitualmente no tienen otra fuente de existencia
que el haber sido tocados por la varita mágica del político de turno. Hasta
he escuchado la idea de crear un Consejo Musulmán en alguna de las re-
giones autónomas de España para así facilitar el diálogo con los musul-
manes españoles. Quienes así piensan parecen no tener la menor idea de
qué fuerzas podrían desencadenar y, sobre todo, qué poderosa plataforma
le brindarían de esta manera a los sectores más reaccionarios e integristas
para hacerse los supuestos interlocutores de todos los musulmanes.

En un país políticamente tan dislocado y con fuertes tendencias a la co-


rrupción clientelista como España este tipo de “corporativismo multi-culti”
es un peligro a temer. En todo esto los principios de política liberal de in-
tegración propuesta por Javier Fernández-Lasquetty son ejemplares y muy
importantes: política para individuos libres en una sociedad pluralista, po-
lítica que jamás debe conceder privilegios por el color de la piel, la reli-
gión, la cultura o el origen.

Ahora bien, afortunadamente la inmigración masiva llegó a España


cuando la fase de hegemonía casi indiscutida del multiculturalismo estaba
llegando a su fin. Por ello no se han alcanzado a cometer mayores errores.
Y no sólo eso, en Europa está surgiendo hoy un nuevo consenso sobre la
necesidad de una verdadera integración que para permitirnos ser diversos
debe basarse en lo que compartimos, lo irrenunciable, lo que nos hace fun-
damentalmente semejantes. A este respecto cabe incluso observar que hay
un despertar en parte de la misma izquierda, especialmente en Europa Cen-
tral y del Norte. Una obra muy interesante en este sentido es Rethinking Im-

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CUADERNOS de pensamiento político

migration and Integration: A New Center-Left Agenda (Cramme, 2007). Me


permito realizar algunas citas de la misma dado lo pertinente de las refle-
xiones allí expresadas.

En su capítulo titulado “El reto del multiculturalismo para la centroiz-


quierda”, Jürgen Krönig suma con una efectividad notable la destructividad
del multiculturalismo señalando, por contraste, un camino hacia una ver-
dadera política de integración:

“…es evidente que a través de Europa el multiculturalismo no sólo fracasó


en su propósito de crear una sociedad armónica y más integrada; de hecho,
resultó tener exactamente el efecto opuesto. Al enfatizar, e incluso fomen-
tar, las diferencias entre distintas comunidades, ayudó, en el nombre de la
diversidad, a crear una sociedad aún más profundamente dividida. El gran
experimento del multiculturalismo dañó a la sociedad como unidad; enfa-
tizó las identidades separadas; se opuso a la idea de que deba existir una
identidad nacional aglutinadora basada en la cultura de la sociedad recep-
tora (…); se negó a ver el peligro de la fragmentación e ignoró, cuando no
rechazó abiertamente, la necesidad de valores comunes”. (Págs. 180-181)

En el capítulo de Ernst Hillebrand sobre “los errores de la izquierda eu-


ropea” pueden leerse verdades tan esclarecedoras como éstas:

“La izquierda europea nunca desarrolló una estrategia coherente para abor-
dar el gran reto de la integración de muchos millones de hombres y muje-
res cultural, social y lingüísticamente ‘ajenos’ (...). Peor aún, nosotros nunca
permitimos un debate político abierto sobre estas cuestiones y los proble-
mas y desafíos conectados con ellas (…). Finalmente, y quizá lo más ver-
gonzoso, hemos sido extremadamente cobardes para defender los valores
y las normas esenciales de nuestras sociedades”. (Pág. 37)

Después de estas y otras verdades de semejante calibre, Hillebrand lanza


una serie de preguntas candentes que no sólo deben ser contestadas por esa
izquierda vergonzosa de la que directamente trata el autor. Algunos ejem-
plos lo dicen todo:

“¿Qué valor tienen la libertades individuales para la joven musulmana que


vive bajo el temor del asesinato por honor por el mero hecho de querer

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

beneficiarse de aquellas libertades individuales por las que enaltecemos a


nuestras sociedades? ¿Qué protección recibe ella de nuestros aparatos es-
tatales? ¿Qué libertad (y seguridad) tiene un apóstata musulmán y qué
ayuda recibe él o ella del Estado? ¿Quién protege la libertad básica de las
mujeres dentro de ciertas comunidades inmigrantes a no ser obligadas a
seguir tradiciones culturales misóginas como la de cubrirse el rostro en pú-
blico?” (Pág. 42)

A pesar de este tipo de progresos en la forma de encarar la integración,


creo que en este frente hay todavía una importante batalla esclarecedora que
dar. Lo dicen con toda evidencia los ejemplos de Cataluña dados por Javier
Fernández-Lasquetty en su texto y seguro que podríamos encontrar muchos
ejemplos más, aunque no todos ellos con la escandalosa claridad del caso de
Fátima Ghailán. España necesita un norte claro y distinto en materia de in-
tegración, y lo necesita como país y no como un mosaico de autonomías, ya
que aquí estamos ante un tema de dignidad genuinamente nacional.

PALABRAS FINALES SOBRE LOS RETOS DE ESPAÑA


Y EL EJEMPLO DE OTROS

En pocos años España ha recorrido un vertiginoso camino migratorio. En


un decenio alcanzó o superó los porcentajes de inmigrantes que la mayo-
ría de los países de Europa Central y del Norte han acumulado en las seis
décadas y media que van desde el comienzo de la última posguerra. Su
porcentaje actual supera con creces a los de Francia, Gran Bretaña u Ho-
landa e iguala al de Estados Unidos. Esto ha ocurrido en lo que histórica-
mente es un abrir y cerrar de ojos, en una especie de momento mágico de
gran crecimiento fácil y trabajo para todos, pero ahora la fiesta ha termi-
nado y quedan las facturas por pagar.

Lo que hagamos en estos momentos de crisis será formativo para el fu-


turo y marcará, por largo tiempo, nuestras coordenadas de desarrollo. En
esta perspectiva, y dentro de la temática inmigración-desarrollo, tenemos
dos ejemplos históricos que pueden arrojar cierta luz sobre las posibilida-
des de España. Ambos se refieren a cómo los países más avanzados de la
época enfrentaron la necesidad de reestructurar sus economías después del
largo boom de la posguerra.

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CUADERNOS de pensamiento político

Los países desarrollados de Europa occidental, bajo la presión defensiva


de sus fuertes organizaciones corporativas, optaron por una política gene-
ral de incremento de la regulación, de mercados de trabajo aún más rígi-
dos y de proteccionismo respecto de la inmigración laboral, que pasó de
ser casi libre a estar estrictamente limitada. Ello se completó con una ex-
pansión notable del tamaño de sus Estados y de la carga tributaria. La con-
secuencia de todo ello fue el paso a un largo período de bajísima creación
de empleo y aumento sostenido de la tasa de paro. Así por ejemplo, entre
1974 y 1994 la creación neta de empleo fue muy baja o casi inexistente en
países como Alemania, Gran Bretaña, Francia o Suecia, mientras que la
población en edad activa seguía aumentando y con ello la marginación de
una parte creciente de la misma10.

El mantenimiento de la seguridad del empleo y los altos salarios para


algunos, los insiders en términos económicos, se pagó, en otras palabras,
con la exclusión creciente de los outsiders, es decir, sectores no establecidos
en la fuerza de trabajo, fundamentalmente inmigrantes que siguieron lle-
gando de diversas maneras e hijos de inmigrantes con menor rendimiento
escolar y padres cada vez más expuestos al paro. Se fue creando así esa ex-
clusión social y falta de movilidad que ha terminado costándole tan cara a
la vieja Europa. París no ardió por casualidad en 2005: fueron decisiones
políticas que venían de lejos y un modelo de desarrollo para muchos ex-
cluyente lo que creó la mezcla incendiaria que asoló no sólo la capital fran-
cesa. Lo mismo ocurre en los suburbios de Suecia, Alemania u otros países
que optaron en los setenta por cerrar sus economías y enrielarse en la vía
de la euroesclerosis.

Por su parte, los grandes países desarrollados de inmigración, como Es-


tados Unidos y Canadá, optaron por un camino diametralmente opuesto:
mantuvieron su clásica flexibilidad económica y laboral, contuvieron la ex-
pansión de sus Estados y por ello de las cargas tributarias al trabajo y, en

10
Algunas cifras para ilustrar esto. En Francia el empleo crece un 3,4 por ciento entre 1974 y
1994 mientras que la población en edad activa lo hace un 18 por ciento. Los porcentajes co-
rrespondientes para Gran Bretaña son 2,1 y 10,2 y para Suecia 0,9 y 11,4 respectivamente.
Estas cifras y las que se darán sobre Estados Unidos y Canadá vienen del US Bureau of Labor
Statistics (2010).

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ESPAÑA Y LOS RETOS DE LA INMIGRACIÓN / MAURICIO ROJAS MULLOR

materia migratoria, se abrieron aún más. Las consecuencias han sido no-
tables, especialmente comparando con esa Europa que eligió reestructu-
rarse cerrándose. El desarrollo del ingreso per cápita lo dice todo.
Franceses, alemanes, suecos, belgas, daneses, italianos u holandeses son
hoy considerablemente más pobres de lo que lo serían si se hubiesen des-
arrollado como los estadounidenses. En 2008, para un sueco medio está
pérdida ascendía, según la estadística del Banco Mundial (2010), a nada
menos que 5.200 dólares (de igual poder adquisitivo) por año, y para un
francés se trataba de ¡8.000 dólares anuales!

No se trata, empero, sólo de un empobrecimiento relativo que afecta al


conjunto de la sociedad. Para nuestro tema es tanto o más importante es-
tudiar la capacidad comparativa de creación de empleo –que es la que a fin
de cuentas determina la capacidad de inclusión laboral y con ello sienta las
bases de toda integración– y en este terreno las diferencias son realmente
abismales. Entre 1970 y 2008 el aumento porcentual del empleo en la eco-
nomía estadounidense fue cuatro veces mayor que en Gran Bretaña, Italia
o Suecia y 3,5 veces mayor que en Francia. Canadá los aventajó aún más,
superando con 5,5 veces a los países europeos primero citados y en 4,5
veces a Francia. Es ello lo que explica que en los casos europeos mencio-
nados la creación de empleo sea más lenta que el aumento de la población
en edad activa, generando una creciente exclusión laboral como resultado.
En Estados Unidos y Canadá se da la situación exactamente inversa. En
Canadá, y ateniéndonos al periodo 1974-1994, el empleo crece un 11 por
ciento más rápido que la población en edad activa, que a su vez incluye un
importante flujo migratorio. En Estados Unidos, el excedente a favor del
empleo es aún mayor, nada menos que de un 35 por ciento. En suma, más
empleo para todos, nativos o inmigrantes y, como consecuencia, un au-
mento sustancial de la utilización de la población en edad activa, que es lo
que en última instancia asegura la sostenibilidad a largo plazo de nuestros
sistemas de protección social y pensiones. Se trata, como se ve, de dos mo-
delos estructuralmente divergentes de desarrollo, uno que crea empleo e in-
tegración y otro que crea paro y exclusión.

Lo que esto quiere decir es que España no necesita descubrir el Medi-


terráneo de nuevo. Existen probados caminos de progreso y éstos son los

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CUADERNOS de pensamiento político

de la apertura en todo sentido. No hay que crear miedos xenófobos ni ce-


rrar mercados o fronteras, si es que uno quiere progresar en vez de empe-
queñecerse relativamente. Aquí está el gran reto de España y también su
esperanza.

PALABRAS CLAVE
España • Inmigración • Liberalismo

RESUMEN ABSTRACT
La inmigración plantea, entre otros, cuatro re- Immigration poses, amongst others, four
tos fundamentales a la sociedad española. El essential challenges to Spanish society.
primero trata de cómo evitar la formación de The first one tries to avoid the creation of
guetos sin echar por la borda la fuerza positiva ghettos without wasting the positive
que esas comunidades puedan tener. El se- momentum these communities could
gundo se refiere al destino de la “segunda ge- have. The second addresses the destiny of
neración” en una perspectiva de creciente paro the “second generation” within a setting
y gran fracaso escolar. El tercero es la necesa- of greater unemployment and school
ria revisión de la regulación de la inmigración, failure. The third is the necessary revision
pasando a una política de estricta legalidad of immigration laws, arriving at a policy of
pero de gran apertura. Finalmente tenemos el strict legality but great openness. Lastly,
rechazo al multiculturalismo y el paso a una we have the rejection of multiculturalism
búsqueda de una sociedad plural pero fuerte- and the search of a plural society strongly
mente unida por valores compartidos. held together by shared values.

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CUADERNOS DE PENSAMIENTO POLÍTICO


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JOSÉ CANOSA

LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR

pesar del creciente debate sobre el renacimiento nuclear en Occi-

A dente, hasta ahora es sólo eso: debate y palabras. Ni en Estados


Unidos, Reino Unido o Alemania se está construyendo una sola
central nuclear.

En España el debate está polarizado ideológicamente: sectores amplios


de la derecha y círculos empresariales están a favor; Zapatero, muchos sec-
tores de la izquierda y los ecologistas están en contra. Felipe Gonzaléz pro-
mulgó la moratoria nuclear en 1984, suspendiendo la construcción de
cinco centrales. Aunque ahora, como presidente del Grupo de Reflexión
sobre el Futuro de Europa (González, F. et al., 2010), apoya la energía nu-
clear, se ha creado una tradición nefasta de que decisiones vitales para la
nación pueden anularse por razones ideológicas. El hecho objetivo es que
un programa de desarrollo nuclear requiere un compromiso nacional firme
a lo largo de décadas, independiente de los Gobiernos de turno. Es evi-
dente que esta condición no se da en España.

Desde la primera crisis del petróleo en 1972, el Gobierno francés deci-


dió impulsar el desarrollo de la energía nuclear para independizarse al má-
ximo del petróleo del Oriente Medio. En los quince años siguientes se
construyeron y conectaron a la red eléctrica 56 reactores. Esto fue posible

José Canosa es doctor en Física Aplicada por la Universidad de Harvard y antiguo investigador
en el Vallecitos Atomic Laboratory de General Electric, en donde se diseñó y construyó el primer
prototipo del reactor de agua en ebullición.

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CUADERNOS de pensamiento político

porque todos los partidos políticos (incluido el comunista), sindicatos y


élites técnicas acordaron que el programa nuclear era una prioridad estra-
tégica nacional que debía mantenerse al margen de la política y de los Go-
biernos del momento.

El programa nuclear francés ha tenido éxito porque se ha desarrollado


a lo largo de 35 años con una voluntad y unidad inquebrantables, gracias
a la fortaleza del Estado francés. Los 58 reactores franceses proporcionan
hoy el 80% de la electricidad del país. En 2007 la capacidad eléctrica ins-
talada de Francia era de 120 gigavatios (1 GW = 1000 MW), y los picos
de utilización en invierno alcanzaban los 85 GW. Esto permite exportar la
producción eléctrica de 12 reactores.

La operación a lo largo de décadas de la logística del combustible y de


los residuos nucleares es una tarea de gran envergadura que ha sido posi-
ble por el compromiso de un Estado fuerte. Areva –la empresa nuclear del
Estado francés– está construyendo dos grandes reactores en Europa: en
Olkiluoto (Finlandia) y en Flamanville (Francia).

En la actualidad, el programa nuclear más ambicioso es el de China, en


donde se están construyendo 21 reactores con tecnología china y occi-
dental. El objetivo es alcanzar en 2030 una capacidad eléctrica nuclear de
120 GW, equivalente a 100 reactores de gran potencia.

Corea del Sur está construyendo 6 reactores con tecnología propia y


está proyectando 14 reactores más, con los que espera alcanzar una po-
tencia eléctrica nuclear de 27 GW en 2020. Sus 20 reactores actuales su-
ministran el 40% de su energía eléctrica. Para disgusto de las potencias
nucleares establecidas (Estados Unidos, Francia y Japón), Corea acaba de
ganar el contrato para construir 4 centrales nucleares en los Emiratos Ára-
bes Unidos, y Seúl ha anunciado que espera vender 80 reactores más por
valor de 400.000 millones de dólares de aquí a 2030. El éxito en la expor-
tación está basado en el dinamismo del mercado interno coreano.

¿Cómo explicar este milagro? El hecho es que no hubo milagro, sino una
voluntad de cambiar las cosas por parte de los Gobiernos de Corea. A prin-

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LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR / JOSÉ CANOSA

cipios de los 50 se fabricaron los primeros coches Seat en Barcelona; en esta


época Corea estaba inmersa en una guerra que dejaría al país en ruinas. Hoy
Hyundai es el quinto fabricante mundial de coches, mientras que España
sigue ensamblando los modelos de las multinacionales extranjeras. Cons-
ciente de las deficiencias de su sistema educativo, en el que las universidades
estaban sujetas al control tradicional de la burocracia estatal, a finales de los
60 el Gobierno decidió crear un nuevo instituto de posgrado especializado
en ciencias aplicadas y tecnología, el Korea Advanced Institute of Science
(KAIS). El Gobierno coreano pidió ayuda al americano; éste mandó a Fred
Terman a evaluar el proyecto del KAIS y asesorar al Ejecutivo de Seúl. Ter-
man (1900-1982) es universalmente reconocido como el padre de Silicon
Valley y el principal impulsor de la excelencia mundial de la Universidad de
Stanford (Gillmor, C.S., 2004). En 1971 Terman presentó el informe final de
su equipo a los Gobiernos surcoreano y americano. Fue recibido muy favo-
rablemente por Seúl, que puso en práctica sus recomendaciones con rapidez
y entusiasmo. Nada se interpuso en el camino: ni tradiciones coreanas an-
cestrales e intocables, ni “títulos oficiales”, ni que el jefe del Estado firmara
los nombramientos de catedráticos, ni otras lindezas medievales análogas.
Una de las primeras y más fuertes recomendaciones de Terman fue que el
KAIS se liberase del control del Ministerio de Educación.

En España, en 2010, el ministro de educación de turno trabaja, una vez


más, en la elaboración de un plan de reforma de “la universidad española”,
un entramado burocrático y funcionarial sin autonomía de gestión, en el
que las universidades no pueden contratar libremente a los profesores. A
pesar del fracaso de este modelo a lo largo de los siglos, nuestros políticos
(¿y la sociedad?) no quieren que cambie nada.

Japón está construyendo 3 reactores y tiene otros 35 en operación con


una capacidad eléctrica total de 49 GW, con la que obtiene el 30% de su
electricidad.

Estamos ante un dilema: por un lado, Francia, China, Corea y Japón siguen
adelante con sus programas nucleares asumiendo sus posibles costes impon-
derables; por otro lado, Estados Unidos y Reino Unido quieren impulsar la
energía nuclear y luchan por alcanzar unos costes que sean competitivos con

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CUADERNOS de pensamiento político

los de la energía basada en el gas y en el carbón. En el presupuesto para 2011,


Obama ha triplicado hasta 54.000 millones de dólares los avales para garan-
tizar los préstamos a la industria nuclear, y el primer aval por 8.500 millones
ha sido concedido para 2 nuevos reactores en Georgia, aproximadamente el
70% del coste de su construcción. Si los reactores son construidos y operados
con beneficios, la compañía eléctrica pagará los préstamos a los bancos; en
caso contrario, el Gobierno asumirá los pagos. Esto muestra que la energía nu-
clear sólo puede renacer con el apoyo económico decisivo de los Gobiernos,
y este apoyo tiene que ser mantenido durante décadas.

LOS COSTES DE LA ENERGÍA NUCLEAR

El coste de construcción de una central nuclear es muy elevado y es el fac-


tor que más influye en el coste de la energía nuclear, mientras que el coste
del combustible nuclear influye muy poco. Al contrario, las centrales de gas
o carbón tienen un coste de construcción relativamente bajo, y el factor de-
terminante en el coste de la energía generada es el precio del combustible.

Los costes de construcción de una central nuclear están sujetos a gran-


des incertidumbres, por lo que es muy difícil cuantificar el coste de la ener-
gía nuclear. Hasta el momento, los costes de construcción de la central de
Olkiluoto se elevan a 4.700 millones de euros, un 57% más que los presu-
puestados por Areva. Su construcción empezó en 2005 y se prevé termi-
narla en 2012; es decir, durará siete años en vez de los cuatro previstos por
el contrato. Cada año de retraso supone unos costes financieros extras de
unos 500 millones de euros (con un coste de capital del 10%).

Los retrasos imprevistos en la construcción de una central nuclear pue-


den ser debidos a múltiples razones, como los altos niveles de calidad exi-
gidos por los Gobiernos en la construcción de una obra muy compleja. En
Olkiluoto ha habido retrasos por deficiencias en la base de hormigón del
edificio del reactor, que tuvo que ser rehecha. Areva se ha quejado de los
retrasos de las autoridades finlandesas en la entrega de la documentación
dando el visto bueno a trabajos terminados, la cual es requerida para la
prosecución de las obras. Un componente vital del reactor nuclear, la va-

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LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR / JOSÉ CANOSA

sija de contención del núcleo (pressure vessel) es un forjado gigantesco de


acero especial que a día de hoy sólo es fabricado por Japan Steel Works, y
cuya entrega puede sufrir retrasos considerables. Pero por encima de todo
está la complejidad de una obra civil gigantesca en las nuevas centrales de
Olkiluoto y Flamanville. Esta complejidad puede apreciarse en las fotos de
la construcción de Flamanville (http://energy.edf.com).

En Occidente no ha sido posible fijar un precio de la energía nuclear que


sea aplicable a más de una central, porque las centrales no son sistemas
que se fabrican en serie con un coste definido. Según Saulnier, portavoz de
Areva: “Una instalación nuclear es única, porque no puede ser simulada
en un ordenador, ni se puede ensamblar y operar un prototipo en un han-
gar. Sólo puede verse cómo funciona una vez construida, cuando se com-
prueba qué es lo que se había proyectado” (Saulnier, J., 2009).

Debido a la dificultad objetiva de determinar el coste de construcción


de una central nuclear, se usa un concepto nuevo: el coste de construcción
de “hoy” (overnight cost). Esto supone que la central se construye en un día,
y que los costes de la mano de obra y materiales son los de hoy, y por
tanto no incluyen ni la inflación ni los intereses durante la duración im-
previsible de la construcción.

El estudio más autorizado existente (MIT, 2003) y su actualización (MIT,


2009) contienen un análisis exhaustivo de los costes de la energía nuclear. Éstos
incluyen los de la construcción de las centrales, los del combustible (muy va-
riables en el caso del gas), y los de operación y mantenimiento durante su vida
útil, estimada en cuarenta años. Estos costes son los siguientes (en dólares):

CUADRO 1
Comparativa de costes (nuclear, carbón y gas)

Construcción $/kW Coste de Coste de la Con impuesto Con el mismo


construido combustible energía de $25/ coste de
céntimos/kWh céntimos/kWh tonelada de CO2 capital (7,8%)
Central nuclear 4000 0,23 8,4 8,4 6,6
Central de carbón 2300 0,89 6,2 8,3 6,2
Central de gas 850 2,4 6,5 7,4 6,5

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CUADERNOS de pensamiento político

Los costes de capital en la primera columna son los costes de hoy (over-
night costs) y no incluyen ni la inflación ni los intereses. Pero si una central se
construye en cuatro años, como es el caso de las últimas centrales coreanas y
japonesas, o en ocho o más años, como ha ocurrido en Occidente, los costes
reales pueden ser bastante superiores a los costes de hoy. En el período 2003-
2009 ha habido una inflación anual del 15% en materias primas como el acero
y el cemento, y en componentes esenciales como las vasijas del reactor. En los
proyectos presentados en Estados Unidos para nuevos reactores, se estima
que los costes reales pueden superar a los de hoy entre un 30 y un 70%.

Como se indica en el informe del MIT: “Juzgamos que la reducción de los


costes de la energía nuclear es factible, pero hay que demostrarlo”. Más claro:
es posible igualar a los coreanos y japoneses, pero hay que demostrarlo.

Estos datos indican que si el plazo de construcción de una central nu-


clear fuera más predecible, no habría la prima de riesgo sobre el coste del
capital (10% para las nucleares y 7,8% para las de carbón y gas), y la ener-
gía nuclear sería competitiva con las energías fósiles, incluso sin un im-
puesto sobre la emisión de CO2.

En diciembre de 2008, Electricité de France, el principal operador nu-


clear francés, ha manifestado que el coste de la energía de la nueva central
de Flamanville (con un reactor como el de Olkiluoto) será de 56 €/MWh,
equivalente a 7,8 céntimos de dólar/kWh, muy próximo al coste dado por
el MIT (8,4 céntimos de dólar/kWh).

Roberto Centeno (Centeno, 2009) da como coste de la energía nuclear


14 €/MWh1, es decir, unos 2 céntimos de dólar por kWh, que es cuatro
veces menor que las cifras actualizadas del MIT y de Electricité de France.

Los costes de combustible de una central de gas son muy volátiles y re-
presentan entre el 40 y el 70% del coste de la energía producida, mientras
que los costes del combustible nuclear son menos volátiles y representan
1
No está claro a qué costes se refiere Centeno, quizás a los de la energía que habrían produ-
cido las cinco centrales españolas abandonadas si su construcción se hubiera completado
hace unos 25 años.

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LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR / JOSÉ CANOSA

sólo el 3-5%. Incluso si el precio del uranio se dobla, su repercusión en el


precio de la energía nuclear no es significativa.

Ésta es una diferencia fundamental entre las centrales nucleares y las


de gas. En las nucleares el coste principal es el del capital para la cons-
trucción, mientras que en las de gas es el del combustible. Por tanto, es
esencial prolongar la vida de las nucleares en la medida que se cumplan
condiciones rigurosas de seguridad, porque el coste de la energía nuclear
cae drásticamente si se prolonga la vida de las centrales.

Originalmente se previó que tanto los reactores americanos como los fran-
ceses o españoles tendrían en promedio una vida de cuarenta años; pero esta
limitación no estuvo basada en razones técnicas, sino en prácticas de conta-
bilidad y amortización utilizadas para las centrales fósiles. En los últimos
treinta años los 104 reactores americanos han sido operados con eficacia y se-
guridad crecientes: la mayoría de los reactores funcionan ininterrumpida-
mente el 90% del tiempo, en comparación con el 55% en 1980.

A partir del año 2000, la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) de Es-


tados Unidos empezó a conceder extensiones de veinte años para la ope-
ración de las centrales con licencias iniciales de cuarenta años. Hasta hoy,
la NRC ha concedido prórrogas a 49 centrales. Puesto que la mayoría de
las centrales francesas (y españolas) tienen la misma tecnología que las
americanas, Electricité de France va a solicitar también prórrogas de veinte
años para la operación de centrales antiguas.

Si tras cuarenta años de operación los costes de capital de las centrales


nucleares han sido prácticamente amortizados, a partir de entonces sí se
puede afirmar con rotundidad que el precio de la energía nuclear es casi diez
veces menor que el de una central de gas; ésta es la misma relación que existe
entre los costes de combustible de ambas centrales (véase el cuadro 1).

En este contexto, la clausura de la central de Garoña fijada por el Go-


bierno para 2013, frente a la recomendación unánime del Consejo de Se-
guridad Nuclear de extender su operación diez años más, es una decisión
ideológica que supone un despilfarro económico considerable.

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CUADERNOS de pensamiento político

Con la experiencia ganada por los franceses en sus casi cuarenta años
de generación eléctrica nuclear, los reactores que Areva construye en Ol-
kiluoto (Finlandia) y en Flamanville (Francia) están diseñados para una
vida útil de sesenta años.

SEGURIDAD DE LAS CENTRALES NUCLEARES

En los reactores nucleares civiles no puede producirse una explosión nu-


clear, porque están diseñados para que operen en un régimen muy por de-
bajo de un estado denominado criticidad por neutrones inmediatos, el cual
es una condición necesaria para que se produzca una explosión.

Los reactores franceses más avanzados, como los de Olkiluoto (Fin-


landia) y Flamanville, son reactores de agua a presión del mismo tipo que
los utilizados en la marina americana2, en la que no se ha producido un
accidente a lo largo de los 54 años en los que han estado en servicio más
de doscientos buques de propulsión nuclear.

Todos los reactores comerciales occidentales utilizan agua ligera como


refrigerante y moderador de los neutrones3 y se denominan también reac-
tores térmicos. El accidente máximo creíble en un reactor comercial es la
pérdida total del agua de refrigeración, lo cual puede resultar en el calen-
tamiento y la fusión del núcleo del reactor con el combustible nuclear. La
pérdida del agua de refrigeración es un problema de fontanería debido al
fallo de bombas de agua, válvulas de presión, rupturas de tuberías, etc.,
pero no es una explosión nuclear. En los reactores de última generación,
se ha incorporado un sistema de refrigeración de emergencia que sumi-
nistrará agua al núcleo del reactor por gravedad; de esta forma, se evitará
la pérdida total del refrigerante aun cuando falle el sistema de refrigera-
ción de potencia.

2
Pressurized Water Reactor (PWR). Areva utiliza las siglas EWR por European Pressurized Water
Reactor, un diseño evolucionado y mejorado del PWR.
3
Para utilizar el uranio enriquecido con la máxima eficiencia, los neutrones de fisión tienen que
ser moderados (frenados) hasta tener una energía cinética del mismo orden que la de las mo-
léculas de agua.

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LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR / JOSÉ CANOSA

Las consecuencias de este hipotético máximo accidente son graves, por-


que el reactor queda inutilizado a perpetuidad y debe ser sellado y descon-
taminado. La máxima energía que puede ser liberada en el núcleo del reactor
como consecuencia de su completa fusión se calcula teóricamente con bas-
tante exactitud. Estos resultados teóricos se han verificado a lo largo de los
años con experimentos reales denominados excursiones de potencia.

La vasija de contención de los reactores comerciales occidentales


(pressure vessel) es un forjado gigantesco de acero especial, diseñado para
contener el núcleo del reactor en el caso de que éste se funda totalmente
en el hipotético máximo accidente. La vasija de contención a su vez está
alojada en el edificio del reactor, una construcción especial diseñada para
resistir el impacto de un avión comercial y los efectos de un terremoto.

En el programa civil americano, el accidente en la central nuclear de


Three Mile Island (TMI) en Pennsylvania, ocurrido en 1979, desató una
fuerte reacción del público contra la energía nuclear. La pérdida del agua
de refrigeración provocó la fusión de una parte del núcleo, pero no hubo
ninguna víctima mortal ni la salud pública se vio afectada por la liberación
de una dosis muy pequeña de radiación en la atmósfera.

El reactor accidentado en TMI era del tipo de agua a presión, que junto
con el reactor de agua en ebullición son los dos tipos básicos utilizados en
las centrales nucleares occidentales. Éste es el único accidente digno de
mención en una central nuclear occidental con reactores de agua ligera.

El mayor desastre de la historia de la energía nuclear civil ocurrió en


1986 en Chernobyl (Ucrania). Fue debido a un cúmulo de sucesos desgra-
ciados, sobre todo a los errores graves de los operadores en el curso de un
experimento sobre seguridad. Pero el reactor de Chernobyl tenía también
un diseño que resultaba en una operación inherentemente inestable. Ade-
más, no era un reactor de agua ligera como los occidentales, sino que uti-
lizaba grafito como moderador. Cuando se produjo el calentamiento y la
fusión de su núcleo, varias miles de toneladas de grafito prendieron súbi-
tamente fuego con consecuencias desastrosas. Las enormes dimensiones de
los reactores del tipo de Chernobyl no permiten alojar el núcleo del reac-

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CUADERNOS de pensamiento político

tor en una vasija de contención como la utilizada en los reactores occi-


dentales de agua ligera.

Podemos afirmar que la seguridad de los reactores occidentales ha sido


demostrada durante más de treinta años, durante los cuales no han pro-
vocado una sola víctima mortal ni heridos de consideración. Es mucho
más seguro trabajar en una central nuclear que en una mina de carbón, o
que conducir un coche.

LOS RESIDUOS NUCLEARES

Cuando el componente fisible del uranio (U-235) en las barras de com-


bustible de un reactor se agota, las barras usadas tienen que ser sustitui-
das. Estas barras contienen múltiples productos de fisión que mantienen
una radiactividad elevada durante milenios. La práctica actual es almace-
nar los residuos en piscinas cerca del reactor para que tanto su radiactivi-
dad como el calor liberado por la misma disminuyan a niveles que
permitan su almacenamiento en contenedores secos. Éstos se depositan
sobre el terreno.

Pero esto es una solución temporal. Los residuos deben ser almacena-
dos permanentemente de forma que no entren “nunca” en contacto con la
biosfera y constituyan un riesgo para la salud pública. Este requerimiento
constituye un problema técnico y político. El problema político es bien co-
nocido y se resume en la frase “no en mi vecindad”.

Para los reactores actuales, hay un consenso científico de que el pro-


blema de los residuos radiactivos de larga vida debe resolverse almacenán-
dolos permanentemente en zonas geológicas profundas. El Congreso de
los Estados Unidos aprobó en 1982 la creación de un depósito nuclear en
Yucca Mountain (Nevada). Este proyecto progresó poco y lentamente. Fue
obstruido por la oposición continua de los políticos de Nevada y de los ecol-
ogistas. Obama ha anunciado su abandono sin especificar alternativas. La
triste historia de Yucca Mountain contrasta con la planificación y resolu-
ciones del Gobierno y el Parlamento finlandés, que han decidido construir
un depósito nuclear permanente para los residuos radiactivos. El depósito

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LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR / JOSÉ CANOSA

se está construyendo en Olkiluoto en una formación geológica rocosa, con


un sistema extenso de túneles en los que se almacenarán los residuos a una
profundidad de 500 metros. Su inauguración se prevé para 2020 y será el
primer depósito nuclear permanente del mundo.

Los 104 reactores americanos producen el 20% de la electricidad del


país y han acumulado hasta la fecha 58.000 toneladas de residuos. Yucca
Mountain estaba diseñada para almacenar permanentemente hasta 70.000
toneladas de residuos radiactivos.

EL FUTURO DE LA ENERGÍA NUCLEAR

La energía nuclear es una fuente de energía que no emite CO2 ni gases


contaminantes nocivos para la salud. Es una fuente de energía de alta den-
sidad que utiliza un combustible que proviene de países estables (Australia,
Canadá), y que sólo representa el 3-5% del coste total de la energía. Ol-
kiluoto está proyectada para una vida de sesenta años y su producción
eléctrica anual será equivalente al 19% de la producción total de Finlandia.
Hay que valorar lo que esto supone en términos de seguridad energética.

Los ideólogos antinucleares dicen que están a favor de la ecología y de


las energías renovables. Deberían considerar los siguientes datos de Esta-
dos Unidos: los 104 reactores nucleares produjeron en 2007 el 20% de toda
la electricidad y evitaron la emisión de 3 Mt (millones de toneladas) de
dióxido de azufre, 1 Mt de óxido de nitrógeno y 693 Mt de CO2.

Los ideólogos pronucleares afirman que la energía nuclear es la más


barata de todas, y que sólo tiene ventajas. Sin embargo, en Occidente se ha
establecido que los costes nucleares no es que sean más bajos que los del
gas y del carbón, no; de hecho son impredecibles por los retrasos en la
construcción de las centrales. Ésta es la razón por la que en Estados Uni-
dos, la cuna de la energía nuclear, no se ha construido un reactor en treinta
años. Y también es la razón por la que, para relanzar la energía nuclear,
Obama ha anunciado que avalará entre el 70 y el 80% del coste de cons-
trucción de nuevas centrales.

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CUADERNOS de pensamiento político

Se puede concluir que la seguridad de las centrales es un problema re-


suelto, y que el almacenamiento permanente de los residuos puede solu-
cionarse con las tecnologías existentes, si surge la voluntad política de
hacerlo. Los obstáculos que pueden limitar el renacimiento nuclear son el
desarrollo de energías renovables cuyos costes futuros sean más bajos y
que por tanto compitan por recursos financieros limitados.

PALABRAS CLAVE
Energía • Economía internacional • Ciencia y Tecnología - I+D - Universidades •
Medioambiente - Sostenibilidad

RESUMEN ABSTRACT
El único país occidental con un programa France is the only Western country with an
nuclear activo es Francia; pero el centro de ongoing nuclear civilian program; but the
gravedad nuclear se ha desplazado a Asia: nuclear center has shifted to Asia: China
China y Corea del Sur, seguidos por Japón, and South Korea, followed by Japan, have
tienen los programas más importantes. To- the most important programs. All these
dos estos países tienen un Estado central countries have strong central governments
fuerte, cuyos Gobiernos han decidido que la which have decided that nuclear energy is
energía nuclear es una prioridad estraté- a national strategic priority that must be
gica nacional que hay que perseguir a toda carried out at all costs. The U.S.
costa. El Gobierno de Estados Unidos, deci- Government, committed to relaunch
dido a impulsar la energía nuclear después nuclear energy after a 30 year hiatus, has
de un parón de treinta años, ha anunciado announced the granting of loan guarantees
la concesión de avales para financiar el 80% covering up to 80% of construction costs of
del coste de construcción de nuevas cen- new nuclear power stations. This shows
trales. Esto muestra que la energía nuclear that a rebirth of nuclear energy will only be
sólo puede renacer con el apoyo económico brought about by the strong economic
decisivo de los Gobiernos, apoyo que tiene support of governments; a support which
que mantenerse durante décadas porque will have to be held for decades because
en Occidente se requieren unos diez años up until now, deciding to build a new
desde la decisión de construir un reactor reactor and connecting it to the grid takes
hasta su conexión a la red. about ten years in the West.

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LA LUCHA POR LA ENERGÍA NUCLEAR / JOSÉ CANOSA

BIBLIOGRAFÍA
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Conferencias FAES, 20 de julio de 2009. MIT (2009):
Gonzaléz, F. et al., (2010): Update of the MIT 2003 – The future of Nu-
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2030”, Comisión Europea, mayo de 2010. Saulnier, J. (2009):
Gillmor, C.S. (2004): “Areva’s Field of Dreams”. Time, 5 de
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ford. Stanford University Press.

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CUADERNOS de pensamiento político

La democracia
en América
ALEXIS DE TOCQUEVILLE
Edición crítica y traducción de Eduardo Nolla
Editorial Trotta. Liberty Fund. Madrid, 2010, 1358 páginas.

Tocqueville ha tenido una fortuna envidiable en Hay que elogiar en primer lugar el trabajo de
nuestra lengua. Desde muy temprano hubo va- edición: la generosidad en el aparato docu-
rias traducciones al castellano de La democra- mental no dificulta el manejo del texto. Es una
cia en América, sin duda impulsadas por el auténtica proeza tipográfica, que recoge como
experimento de construcción nacional que se base las ediciones de 1835, 1838, 1840 y
estaba llevando en los antiguos territorios es- 1850. En notas a pie de página van las varian-
pañoles y quizás también por el interés que en tes, los borradores, los descartes, los comenta-
España suscitaban los liberales de tiempos de rios de Tocqueville y de su círculo de amigos y

RESEÑAS
Luis Felipe, los doctrinarios. En el siglo XX escri- familiares, que se encuentran, fundamental-
bió y enseñó en Madrid uno de los grandes es- mente, en la biblioteca de la Universidad de
pecialistas en Tocqueville, como fue don Luis Yale, donde se conserva la copia de los ma-
Díez del Corral. Hoy mismo, en Argentina sigue nuscritos perdidos de La democracia.
trabajando Darío Roldán. Y en estos días llega al
mercado español lo que es la culminación de Eduardo Nolla, por su parte, ha aportado su
una brillantísima carrera académica dedicada larga experiencia, su minuciosidad, su claridad
a Tocqueville, con la publicación en castellano conceptual, su conocimiento del texto y su evi-
de la edición crítica de La democracia en Amé- dente cariño hacia la obra de Tocqueville para
rica a cargo de Eduardo Nolla. ofrecernos un trabajo definitivo, absolutamente
extraordinario. Nolla sitúa a la Universidad es-
Eduardo Nolla ya había realizado una primera pañola en la punta de la investigación histórica
versión crítica de La democracia, publicada en y debería ser reconocido como es debido.
español en 1990. Esta edición también se pu- Cuando conseguimos dejar atrás el asombro,
blicó en Francia, en la editorial Vrin. Hace poco empezamos a comprender lo que tenemos de-
tiempo, Eduardo Nolla sacó en Liberty Fund una lante. Como dice el propio Eduardo Nolla, ésta
edición bilingüe de La democracia, que ha pa- es una creación textual que no existía anterior-
sado a ser la edición canónica en Estados Uni- mente, aunque todo lo que aparece fue escrito
dos, con la traducción de James T. Schleifer. Es por Tocqueville. Está el libro que todos hemos
esta edición la que ahora nos llega en español, leído, pero inserto en un nuevo texto que nos
de la mano de la Editorial Trotta y, también, de permite comprenderlo desde otras perspecti-
Liberty Fund. Para facilitar la consulta, incluye vas, y de otra forma, si no del todo nueva, sí más
la paginación de la edición bilingüe. profunda y a veces más intensa.

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CUADERNOS de pensamiento político

Está, en primer lugar, la cuestión estética. Toc- entender tan profundamente la naturaleza de la
queville es un escritor de primera fila, de los úl- democracia americana. Sorprenderá a muchos
timos franceses que mantuvieron el gran estilo lectores aprender que Tocqueville, antes incluso
aristocrático que nació con los moralistas y los de emprender el viaje a Estados Unidos, ya
memorialistas del siglo XVII y se termina, prácti- tenía una idea clara de lo que escribir. El tra-
camente, con él. Hay algo de español en esta bajo de preparación y redacción partió por tanto
manera de escribir, como un recuerdo de la exi- de una hipótesis previa acerca de lo que se iba
gente prosa española del Siglo de Oro, y la per- a encontrar en el Nuevo Mundo. Resulta fasci-
fecta traducción de Nolla parece sensible a esta nante ver cómo la observación de la realidad, y
veta subterránea. “Si es posible –dice Tocquevi- luego la reflexión, fueron dando forma a esa in-
lle en una nota al margen–, emplear aquí un es- tuición primera.
tilo firme, simple, corto, entrecortado, didáctico.
Desdeñar la forma oratoria” (p. 768, nota g). Así Un ejemplo –recurrente– es el de la importancia
podemos ver al escritor en acción, obsesionado de la religión en la vida norteamericana, que
por la síntesis y la concentración. El trabajo de contrasta violentamente con el apego de los
escritura en Tocqueville, lector de Pascal, tiene norteamericanos a los placeres materiales.
algo si no de ascesis, sí de despojamiento, de Desde una perspectiva europea, tan fuerte-
búsqueda incansable de lo esencial. De ahí el mente influida por Platón –que Tocqueville leyó
valor de esta edición. Lo que en el texto aca- en 1836, en Suiza–, se podía deducir que el cul-
bado de La democracia es un espejo bruñido, tivo de la espiritualidad y la moral requería ale-
impecable, se nos presenta aquí como un work jar, e incluso desterrar, el ejercicio del comercio
in progress. Nuestro tiempo, tan amante de lo y la industria. Así lo indica en un apunte, que en
fragmentario, se complacerá en esta multiplici- esta edición va incluido en nota (p. 940, nota
RESEÑAS

dad de perspectivas y en las asociaciones im- e). Y sin embargo, de la observación de la rea-
pensadas que abre. (No así Tocqueville, que lidad norteamericana Tocqueville deduce lo con-
andará de mal humor al verse descubierto de trario. El espíritu americano, tan apegado al
este modo…) bienestar y a los goces materiales, se desborda
también en la religión, en fenómenos de espiri-
Uno de los muchos atractivos de Tocqueville es tualismo exaltado –como las de los shakers–, e
el propio personaje, aristócrata, como es bien incluso en formas de misticismo.
sabido, y simpatizante de la democracia, por
mucho que esa misma democracia, en su país, Tocqueville, tan intelectual, tan distante, intuye
asesinara a buena parte de su familia y dejara una de las características de la religión en Nor-
a su madre enferma para el resto de sus días. teamérica, como es el fenómeno evangélico en
Además, Tocqueville, que encarna en un alto lo que tiene de conversión personal y de com-
grado un cierto espíritu francés de servicio al promiso con la fe renovada. Siguiendo la intui-
Estado, se enfrenta en Estados Unidos a una ción de Tocqueville, ha habido luego quien ha
sociedad en la que parece, como él mismo dijo, llamado a los norteamericanos un pueblo de
que no existe el Estado… Desde esta perspec- místicos. Resulta encantador, a este respecto,
tiva, esta edición complementa el gran Tocque- descubrir en apéndice el pequeño texto en el
ville and Beaumont in America de G. W. Pierce. que Tocqueville pone en escena, como si de una
Pierce reconstruyó el viaje de los dos amigos fábula ingenua se tratara, una visita a tres lu-
por lo que entonces era Estados Unidos. En esta gares de culto cristiano, tres sectas en lenguaje
nueva edición tenemos más materiales para norteamericano, que plasman el pluralismo re-
comprender el periplo espiritual y moral que un ligioso de Estados Unidos. Aún más lo es la con-
archieuropeo como Tocqueville recorrió hasta fesión del propio Tocqueville, que podemos leer

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CUADERNOS de pensamiento político

gracias a Nolla y a sus editores y que ilumina cráticas”. Siguiendo su método de trabajo, Toc-
como pocas veces el texto final: “Si (yo) hubiese queville se niega a “imaginar una democracia
nacido en la Edad Media, habría sido enemigo ideal cuando [puede] concebir fácilmente una
de las supersticiones, pues entonces el movi- real” y cuando “lo que sucede ante nuestras mi-
miento social impulsaba a ello. Pero en nuestros radas basta para ilustrarnos”. Así que al hablar
días me siento indulgente con todas las locuras de los pueblos europeos, se volverá a ellos “tal
que puede sugerir el espiritualismo. El gran ene- como se presentan a mi mirada [el énfasis es
migo es el materialismo (…)” (p. 956, nota e). mío], con sus tradiciones aristocráticas, sus co-
nocimientos adquiridos, sus libertades”. Se pre-
En otro capítulo, la edición de Eduardo Nolla gunta entonces “si al volverse democráticos no
permite ver el esfuerzo de Tocqueville por si- arriesgan, como se nos quiere persuadir, volver a
tuarse en un punto que le permita entender ca- caer en una especie de barbarie” (p. 768, nota
balmente la nueva realidad democrática. A g). La respuesta de Tocqueville es negativa, como
Tocqueville le habría sido fácil adherirse al pre- en otras ocasiones. Una vez adquirido el gusto
juicio muy común entonces (y que muchos por los placeres intelectuales, afirma, un pueblo
hemos conocido todavía) de la vulgaridad de no lo pierde. Aun así, queda la pregunta, que
los norteamericanos. Buena parte de la Se- desarrolla en El Antiguo Régimen y la Revolución
gunda Democracia va dedicada a esclarecer y que le llevará a presentir con tanta precisión los
este punto capital. En el capítulo IX Tocqueville peligros de la igualdad democrática. Por el ca-
se plantea abiertamente mostrar “Cómo el mino, Tocqueville ha echado mano de una céle-
ejemplo de los americanos no prueba que un bre pensée de Pascal que ha cobrado una
pueblo democrático no pueda tener aptitud y dimensión cultural y política nueva: “El hombre
gusto por las ciencias, la literatura y las artes” no es ni ángel ni bestia, y la desgracia quiere

RESEÑAS
(p. 763). Y aquí todas las precauciones son que aquel que quiere hacer el ángel haga la bes-
pocas. Una nota del editor nos informa de que tia” (nº 257 de la edición Lafuma).
el autor pensó en partir del reconocimiento del
tópico, pero presentándolo como “algo mode- Los problemas de la elaboración de un método
rado, sutil y no muy profundamente satírico. Es de análisis que permita comprender la realidad
preciso que no menosprecie demasiado a los sin tener que pasar por modelos ideales ya es-
americanos si a continuación quiero realzar a taban expuestos en el texto definitivo de La de-
los otros pueblos democráticos” (p. 764). Viene mocracia en América. Es bien conocido el
a continuación la comparación de los ameri- capítulo dedicado a comparar a los historiado-
canos con los castores, como si de un pueblo res de “los siglos democráticos” con los de “los
animalizado se tratara. La imagen está inspi- siglos aristocráticos”. Tocqueville vuelve en él a
rada por los trabajos de Buffon, que Tocquevi- una idea fundamental, como es que la demo-
lle conocía, y podría insinuar la generalización cracia prefiere las ideas generales mientras que
de que la democracia embrutece a los hom- las sociedades aristocráticas se inclinan por las
bres. Pues bien, de lo que acaba queriéndose particulares. (Esta idea, aplicada a la lengua,
burlar Tocqueville es precisamente de quienes da el soberbio capítulo IX, sobre la lengua de la
“creen que la democracia nos llevará a vivir democracia, que parece glosar su propio estilo
como castores”. aristocrático.) Los apuntes descartados nos per-
miten darnos cuenta de hasta qué punto Toc-
El razonamiento no acaba aquí, y Tocqueville, queville era consciente de la necesidad de esa
como es frecuente en su trabajo, vuelve a la re- unidad –algo esencial para él en la imaginación
flexión sobre las sociedades europeas, a las que creadora–, cuando apunta para sí mismo cuál
llama, como es bien sabido, “sociedades aristo- debería ser la situación de este capítulo con

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CUADERNOS de pensamiento político

respecto al que trata de las ideas generales (p. las ciencias sociales que está contribuyendo
853, nota b). tan decisivamente a elaborar. En torno a él gira
buena parte del texto del capítulo, pero, curio-
Además, las notas nos informan de la posición samente, sólo se hace del todo explícito en un
de Tocqueville ante las consecuencias de este comentario que no apareció en la edición de-
predominio de las ideas y de las palabras. Como finitiva: “Creo que casi todos los instantes de
–según Tocqueville– el historiador de los siglos su existencia, las naciones, como los hombres,
democráticos no logra percibir suficientemente son libres de modificar su destino” (p. 858,
las influencias individuales, acaba negándolas. nota j). Y por si fuera poco, este capítulo iba a
“Prefiere hablarnos de la naturaleza de las razas, ir seguido de otro, suprimido, acerca de la in-
de la constitución del país o del espíritu de la ci- fluencia de la democracia en la oratoria reli-
vilización”. Entre paréntesis, y descartada de la giosa. La edición de Eduardo Nolla nos
edición definitiva, viene aclarado lo que piensa descubre el núcleo de este proyecto descar-
el autor: “…grandes palabras que no puedo oír tado: un nuevo elogio, típico de Tocqueville, del
pronunciar sin que involuntariamente me catolicismo norteamericano… basado en la
acuerde del horror al vacío que se atribuía a la idea de que los sacerdotes católicos se dirigen
naturaleza antes de haber descubierto el peso a la razón, y no sólo a la fe, y tratan de con-
del aire”. (p. 855) Lo cual, dicho sea de paso, vencer más que de emocionar.
nos devuelve al universo de las polémicas pas-
calianas… Tocqueville, como bien vio Díez del Como se ve, esta nueva edición es todo un fes-
Corral, gravita, incluso en la cuestión del método, tín para los aficionados a Tocqueville y a la re-
alrededor del autor de las Pensées. flexión sobre su tiempo… y el nuestro.
RESEÑAS

Ni que decir tiene que Tocqueville se da cuenta


de que ha alcanzado un punto esencial para JOSÉ MARÍA MARCO

Las paradojas de
la libertad
España, desde la Tercera de ABC
BENIGNO PENDÁS
Tecnos. Madrid, 2010, 506 páginas.

Una Tercera sobre las Terceras hecho en esas 126 “Terceras” de ABC con glo-
de Benigno Pendás sas, al par, acertadas y oportunísimas, a lo
largo de un periodo político tan interesante
En ocasiones apetece emular. Y ésta es una es- como es el que ha vivido España desde el 28
pecie de seudo Tercera, a causa de la agudeza de agosto de 1998 al 17 de enero de 2010. Lo
de las aportaciones que Benigno Pendás ha he contemplado con ojos de economista, como

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CUADERNOS de pensamiento político

contraste con el planteamiento de ese gran po- con un mensaje evidente, que se desprende de
litólogo que es el profesor Pendás. Histórica- la primera cita que aparece en él, la de la pá-
mente va desde que Aznar, con el modelo gina 13: “Defiendo, como Pericles, una con-
económico Aznar-Rato, logró insertar a España fianza audaz en la libertad”. Pero lo que plantea
como miembro fundador de la Unión Econó- es, al par, ambicioso y muy realista. Lo com-
mica y Monetaria, o sea, de la Eurozona, hasta prueba la cita final del libro (página 498): “La
que nos encontramos en medio de la gravísima historia universal es un tribunal muy exigente,
crisis económica originada, en parte esencial, que actúa con justicia inapelable... Aquí y
por los errores considerables de la política eco- ahora el desafío consiste en no tropezar con el
nómica del Gobierno de Rodríguez Zapatero. destino, esa ‘vieja roca’, como decía Hölderlin”.
Y quien se empeña en hacerlo debe tener pre-
Ése es para mí el friso sobre el que se basa sente este terrible párrafo de la pág. 109 –que
un desarrollo ideológico desplegado con un quizá, como economista, yo lo veo en lo que
lujo cultural tan magnífico que, al contemplar sucede ahora mismo: “Alguien podría decir: “A
este libro, por fuerza he tenido que recordar horse! A horse! My kingdom for a horse...”. Y
aquellos que recogían trabajos previos de añadía irónicamente Pendás: “Se trata de Wi-
prensa de Ortega y Gasset, quien, como se- lliam Shakespeare, Ricardo III”. Ese clamor por
ñala Julián Marías, tiene una parte conside- un caballo cualquiera, ¡cómo se escucha en
rable de su obra en “artículos..., parcialmente estos instantes!
reunidos en libros”. Por ejemplo recordemos,
por las consecuencias políticas que tuvo, el ¿Con qué nos vamos topando en esta obra?
volumen La redención de las provincias y la En primer lugar, con un mensaje que corrobo-
decencia nacional, aparecido en 1929, en el ran en el aquí y ahora de España todos los eco-

RESEÑAS
que se inserta, incluso, el artículo titulado nomistas. Se lee en la página 37: “¿Qué se
Bajo el arco en ruina, que publicó El Impar- espera de España?... La respuesta debe ser
cial el 11 de junio de 1917. Ortega, por otro clara y sencilla: austeridad, rigor, perseveran-
lado, es uno de los antecedentes intelectua- cia, solidez y buen criterio; dureza en las nego-
les de Pendás, y me parece, tras leer este ciaciones y fidelidad en los compromisos; una
libro, que lo es con Díez del Corral y en lo eco- cierta dosis, en fin, de calvinismo social y cul-
nómico con un clásico, Stuart Mill, y con un tural, que proteja conscientemente al homo
grande de la tercera generación de la Escuela faber y sitúe en su justa dimensión al homo lu-
de Viena, Hayek. Desde luego, sin olvidar a Je- dens”. De ahí que señale (página 56) que “el
remías Bentham. Deliciosa la anécdota sobre modelo liberal... debe impregnar la reforma
éste de la página 26. (educativa) de una genuina política de la ex-
celencia”. Y en la página 477 se lee: “Una so-
Por eso, como son los escritos de todos estos ciedad que prescinde de la excelencia corre
grandes pensadores, es éste un libro crítico, es- grave riesgo”, pero con este complemento que,
crito, como se lee en la página 228, por un “li- como profesor universitario asume, en la pá-
beral austero”, irritado con quien tiene el gina 486: “Hemos construido un sistema uni-
“estúpido empeño (de)... dar lecciones sobre el versitario caro, ineficaz y ostentoso, mal
sentido de la Historia, después de hacer el ri- considerado por los índices internacionales de
dículo una y mil veces con sus pronósticos fa- más prestigio. Tenemos que hacer algo para ex-
llidos” y consciente (página 498), de “que ‘la traer un sentimiento razonable del material hu-
libertad es poder’ como dijera John Quincy mano disponible. Es más importante que
Adams”. Es un libro, pues, esencialmente, urgente, y tal vez por ello carece de interés in-
sobre lo que sucede en la política de España, mediato para los políticos”.

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CUADERNOS de pensamiento político

En segundo lugar, y de modo persistente, mala conciencia de una izquierda molesta con-
surge una crítica profunda, intensa, a los que sigo misma por haberse plegado a los encan-
denomina (página 40) “nacionalismos perifé- tos del capitalismo”.
ricos”. En la página 121 se alude a que,
“como dijo tempranamente el Tribunal Consti- También debo anotar el evidente afecto de
tucional, ‘autonomía no es soberanía’, sino Pendás hacia los Estados Unidos. Se respira
que es un poder limitado en el que cada or- aquel atlantismo que, en su momento, Casti-
ganización territorial es ‘una parte del todo’...”, lla intentó al procurar aliarse con Inglaterra, y
o en la 122, se señala: “¡Cuántos males se que fracasó, para nuestro daño, una y otra vez.
derivan del romanticismo trasladado a la po- Ahora exige, a poca sensatez que se tenga,
lítica!” O lo de la 129, cuando apostilla esto pensando además en nuestra proyección en
así: “¡Cuánto daño ha hecho esa miseria del Iberoamérica, un enlace franco con los Esta-
historicismo, que denuncia Karl Popper!”. De dos Unidos que Pendás liga a lo que se puede
ello (pág. 214), por ejemplo, se deriva la crí- leer en las páginas 209-210: “Sea en esta ge-
tica al historicismo de Herrero de Miñón, por- neración o en las dos o tres siguientes, el
que permite a los nacionalistas “huir” del mapa del mundo se va a reconstruir según los
término odioso de los “privilegios”. Por la planes del hegemón americano. Europa sólo
misma razón, existe resistencia a llamar puede sobrevivir como sujeto global si consi-
“poder constituyente” “a ese ‘fondo de poder gue aportar legitimidad y buen sentido a las
originario’, como lo califica Herrero, que les andanzas, a veces erráticas, de la única su-
permite decidir su futuro a ellos solos...”. perpotencia. Caerá en la irrelevancia si pre-
¿Para qué seguir en este repertorio perfecto tende competir con los Estados Unidos por
que he fichado? Llega hasta la referencia, en razones de soberbia, envidia o ingratitud. Ca-
RESEÑAS

las páginas 493-495, que concluye así: “En minamos hacia una era imperial...”. Y en la 497
el fondo, hay mucho de revancha del austra- se indica: “Hablemos de la única potencia uni-
cismo frente a los decretos de Nueva Planta. versal digna de ese nombre, prestigioso sin
Menos mal que muchos, la inmensa mayoría, duda, pero muy exigente”.
preferimos todavía salvar la letra y el espíritu
de la Transición democrática”. Y si quiero ser notario total de esta obra, no
puedo dejar a un lado los múltiples elogios que
Aunque en términos menos duros, también es en ella se hacen a dos políticos: uno, José
implacable, desde el punto de vista intelectual, María Aznar, y otro, Mariano Rajoy. Su mensaje
la crítica, lógica en un liberal, al socialismo. es, pues, rectilíneo. No se busque en ese gran
Véase el capítulo 14, El último fabiano; o el asturiano que es Benigno Pendás, miedos al
descarnado planteamiento que hace en las qué dirán o adaptaciones cucas a eso que pre-
págs. 213-214 de lo que Pendás denomina tende ser lo políticamente correcto.
“Apuntes para el buen socialista”. Y muy espe-
cialmente esta expresión que explica mucho Esta obra es una de esas luminosas que sirven
sobre la tragedia del socialismo, porque liquida para afianzar nuestra acción hacia el futuro. Por
nada menos que sus fundamentos básicos, los eso considero que debe ser perfecta. Y en ese
de un intento de adaptación del mensaje Ri- sentido, mi única crítica es a su Índice Ono-
cardo-Marx al de Keynes –recordemos el librito mástico. Es preciso rehacerlo del todo, y para
de Joan Robinson, An essay on Marxian eco- un libro como éste, que es preciso que se con-
nomics–, hoy totalmente pulverizado. Aparece vierta en uno de referencia, ese índice es obli-
esta tragedia bien clara en la página 345 del gado. Volvamos a él porque su valor se
de Pendás: “Ante todo, es preciso sublimar la encuentra en que como se lee en la página 56,

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CUADERNOS de pensamiento político

“el tiempo apremia; como recordaba el maes- de El Castillo de Kafka: “Cuando K. llegó, ya era
tro Díez del Corral, se puede perder el tren de tarde...”.
la Historia, por unos minutos, lo mismo que los
trenes de verdad”. O lo escalofriante del inicio JUAN VELARDE FUERTES

The roads to modernity


The British, French,
and American Enlightenments
GERTRUDE HIMMELFARB
Vinatge Books. A Division of Random House, Inc.
New York, 2004. 235 páginas.

The Roads to Modernity se publicó por vez pri- derno en tres diferentes contextos culturales:
mera en los EE.UU. en 2004, y en 2008 en el el británico, el francés y el americano. Define la

RESEÑAS
Reino Unido. Aunque se trata de un libro con Ilustración británica como “Sociología de Vir-
seis años a cuestas, conviene insistir en la ne- tud”, la francesa como “Ideología de la Razón”
cesidad de su lectura. Gertrude Himmelfarb, su y la americana como “Política de la Libertad”.
autora, es la gran historiadora contemporánea De paso, cuestiona varios tópicos: que los fran-
de la Inglaterra victoriana (destacando además ceses son los exclusivos padres de la Ilustra-
por sus ensayos sobre John Stuart Mill, Alexis ción; que existe sólo una Ilustración –La
de Tocqueville y el liberalismo, Darwin o George Ilustración– como estilo de pensamiento
Eliot) y una de las mejores representantes ac- común a las culturas nacionales de Occidente
tuales de la Historia de las Ideas. En Europa es y, sobre todo, que los británicos no tuvieron una
poco conocida fuera de los círculos profesio- Ilustración propia y que alimentaron una espe-
nales, pero en los EEUU se la considera una de cie de Contrailustración (o Contrarrevolución).
las personalidades públicas más polémicas. El Pero vayamos por orden.
meollo de sus investigaciones es “las ideas que
importan”, las que motivan a actuar a los hom- Los que no conocen la obra historiográfica de
bres y tienen que ver con la política, religión y Gertrude Himmelfarb suelen identificarla como
valores morales. En este sentido, The Roads to “musa” y “abeja reina” de los neoconservadores
Modernity no es un libro muy distante de sus americanos, en su calidad de esposa (ya viuda)
obras anteriores ni posteriores. de Irving Kristol, padrino de los neocons, y
madre de William Kristol, el analista político de
La autora muestra en esta obra, a través de un The Weekly Standard, o incluso como hermana
excelente análisis de las ideas de la Ilustración, de Milton Himmelfarb, un escritor y analista de
cómo éstas influyeron en los diferentes proyec- temas judíos. Desde luego, la suya es una fa-
tos políticos que configuraron el mundo mo- milia muy notoria. El escritor norteamericano

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CUADERNOS de pensamiento político

Jacob Weisberg escribió en The New Yorker, en como historiadora, aunque no le perdonen sus
los noventa, que “ninguna familia ha tenido un actuaciones públicas: se opuso rotundamente
impacto tan grande en el conservadurismo ac- al cambio de currículo en las universidades
tual como los Kristol”. Sin embargo, desde que norteamericanas, al feminismo radical, al
en 2008 se publicó The Roads to Modernity en aborto y a la discriminación positiva. Criticó fe-
el Reino Unido, con prólogo de Gordon Brown, rozmente la “Nueva Historia”, la de los histo-
candidato laborista en las elecciones generales riadores postmodernos que relativizan la
del 6-M, los periodistas británicos de izquierda verdad histórica “huyendo de la tiranía de los
no han dejado de estar preocupados y confun- hechos”, y les reprochó su silencio acerca de
didos a causa de la historiadora americana. En las ideas políticas, culturales y morales que
el Reino Unido se sabe que Margaret Thatcher subyacen a los acontecimientos históricos,
es una gran admiradora de Himmelfarb. Ambas, acusándoles además de no distinguir entre
en su momento, apostaron por restaurar los va- “héroes” y “villanos”.
lores victorianos. O las virtudes victorianas,
como los prefiere denominar Himmelfarb (que El propósito principal de The Roads to Moder-
aquí llamaríamos, a secas, valores tradiciona- nity es rescatar la Ilustración de los críticos
les): esfuerzo personal, respeto, responsabili- que no creen en ella y de sus supuestos de-
dad, prudencia, sensatez, templanza, decencia, fensores que no son capaces de criticarla, de
familia. En la actualidad estos valores son ta- los postmodernos que niegan su existencia, de
chados como conservadores o neoconservado- los historiadores que disminuyen su importan-
res y, paradójicamente, parece casi vergonzoso cia, y, sobre todo, de los franceses, que la han
mencionarlos como puntos de referencia en los usurpado por completo. Este rescate está de-
programas de partido, porque la acción política terminado por la intención de redefinir la idea
RESEÑAS

se identifica exclusivamente con la imagen y la de la Ilustración, abusivamente identificada


gestión. En tal contexto, las ideas y la moral pa- con los philosophes, y de demostrar que exis-
recerían no tener mucho sentido. tió una Ilustración inglesa muy diferente de la
francesa y la americana. Sin embargo, Him-
Gertrude Himmelfarb tiene 88 años. Su último melfarb reconoce que hay una serie de con-
libro, The Jewish Odyssey of George Eliot, se pu- ceptos y valores que comparten todos los
blicó el año pasado. Nació en 1922, en Broo- ilustrados: respeto por la Razón, derechos del
klyn, Nueva York, en el seno de una familia hombre, libertad, igualdad, justicia, tolerancia,
judía “pobre y digna” –como ella misma la de- ciencia, progreso.
fine–, cuyos padres emigraron a los EE.UU. en
la época de la Gran Guerra. Se graduó en la En los dos últimos siglos, los paradigmas de la
New Utrecht High School de Brooklyn, fue in- revolución liberal y de la Ilustración eran los fi-
vestigadora en la Universidad de Cambridge y lósofos y escritores franceses del XVIII. Esta
se doctoró en la Universidad de Chicago. Entre identificación de la Ilustración con Francia
1950 y 1965 desarrolló una carrera poco con- llevó a juzgar otros acontecimientos históricos
vencional, como una independent scholar que desde la experiencia francesa: por ejemplo, la
escribió varios libros mientras cuidaba de sus Guerra de la Independencia americana (1775-
dos hijos. Posteriormente, recibió en los EE.UU. 1783) como preludio de la Revolución de
los premios más importantes de Humanida- 1789, o la ausencia de revolución política en
des y actualmente es profesora emérita de la Inglaterra como contrarrevolución o contrai-
Universidad de Nueva York. Los que la identifi- lustración. Himmelfarb discrepa de los autores
can con el pensamiento neocon no pueden que afirman que existe sólo una Ilustración
negar sus méritos y su gran profesionalidad (Peter Gay), de los que alegan que no existe

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CUADERNOS de pensamiento político

Ilustración inglesa (Franco Venturi), o de los Razón no sólo se definía en oposición a la re-
que, en el otro extremo, aseguran que la Ilus- ligión, sino que implícitamente reclamaba el
tración británica ha creado el mundo moderno mismo estatuto dogmático que ésta. En tal
(Roy Poter). sentido, la defensa de la Razón equivalía a la
doctrina de la gracia divina. Para los ilustrados
En primer lugar, Himmelfarb demuestra que franceses, la Razón sólo la pueden poseer unos
existe una Ilustración británica. Venturi argu- pocos: los bien nacidos y los cultos, eso es,
menta que en Inglaterra no había un grupo de ellos mismos, porque la gente corriente, tal
intelectuales que se vieran a sí mismos como como escribió Diderot en un artículo de la
una clase aparte, consciente de su papel y de Encyclopédie, no forma parte de la “época fi-
su función específica en la sociedad. Una clase losófica”. “La multitud es ignorante y estúpida”,
disidente y potencialmente revolucionaria, afirmó. Pero sostuvo asimismo que el individuo
como en el caso de los philosophes franceses. no posee la capacidad de decidir lo que es
La historiadora norteamericana afirma que los bueno o malo. Sólo la raza humana tiene tal
ingleses, efectivamente, no tenían philosophes capacidad y derecho, porque sólo ella puede
que se reunieran en salones sofisticados para expresar la “voluntad general”. La voluntad in-
discutir de lo divino y lo humano, pero sí había dividual puede ser buena o mala; la general
en Inglaterra y Escocia escritores, pensadores siempre es buena, según Diderot.
y filósofos morales (pensadores que sostenían
que cada hombre posee un sentido moral, esto Éstas no son las ideas que sostuvieron los pen-
es, capacidad innata de distinguir el bien y el sadores británicos y americanos en el siglo
mal), publicistas muy activos que frecuentaban XVIII. Para ellos, la Razón no tiene un papel pre-
los pubs y publicaban en revistas como The dominante, y no es la religión, ni como dogma

RESEÑAS
Spectator. Tal diferencia entre philosophes y fi- ni como Iglesia institucional, el enemigo princi-
lósofos morales no es baladí. Aunque rinde ho- pal de la Humanidad. No creen en el abismo
menaje a la trinidad británica –John Locke, entre Razón y religión. La separación de la Igle-
Isaac Newton, Francis Bacon–, para Himmel- sia del Estado no significa la separación de la
farb, el padre de los ilustrados británicos sería religión de la sociedad. Al contrario, la raíz de la
el tercer Duque de Shaftesbury, sin olvidar a tolerancia, la que garantiza las libertades indi-
Adam Smith, David Hume y Edward Gibbon. viduales, está en la tolerancia religiosa, en la
Además, incluye en la Ilustración británica a existencia de diversas iglesias. Además de re-
pensadores que habitualmente han sido ta- presentar una esperanza de salvación para los
chados de contrarrevolucionarios, como John individuos, la religión es un buen instrumento
Wesley y Edmund Burke, quien sin duda es uno para realizar reformas sociales. De ahí que el
de sus filósofos favoritos y el que más ha in- Reino Unido sobreviviera a la revolución eco-
fluido en su obra historiográfica. nómica en el siglo XVIII sin pasar por la revolu-
ción política.
El núcleo de la Ilustración francesa es la Razón.
En nombre de la Razón, Voltaire declaró la gue- La base de la Ilustración británica es la Virtud
rra a la Iglesia. Para los philosophes, los prin- entendida como capacidad del hombre de dis-
cipales enemigos eran la religión y el ancien tinguir el bien y el mal. La Sociología de Virtud
regime. “La Razón para los philosophes” –se es una ética social que no deriva ni de la Razón
decía en la Encyclopédie– “es lo mismo que la ni de la religión, sino del sentido moral, de la
gracia divina para los cristianos. Tal como la capacidad del hombre para ser compasivo y
gracia divina motiva a los cristianos para ac- benevolente con los de su especie. La benevo-
tuar, la Razón motiva a los philosophes”. La lencia es una virtud mucho más modesta que

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CUADERNOS de pensamiento político

la Razón, pero posiblemente mucho más hu- los Padres Fundadores –Washington, Jefferson,
mana. La compasión y la benevolencia como Adams y Hamilton– pero no les pareció sufi-
virtudes personales en el nivel social se reflejan ciente para construir un nuevo orden político.
en la fundación de organizaciones benéficas y Los americanos pusieron la Libertad por de-
caritativas, que amortiguaron las consecuen- lante de la Razón y de la Virtud. La Libertad fue
cias de la modernidad y contribuyeron decisi- la causa de la Revolución y el fundamento de
vamente a una política reformista. la República, la fuerza principal que inspiró la
Constitución. La americana no fue una revolu-
Los legados más notables de la ideología de la ción sentimental, como la francesa, sino polí-
Razón fueron el anticristianismo y la Revolución tica. Los americanos querían construir un nuevo
francesa. Como observó Hanna Arendt, esta úl- orden político, no un nuevo orden social. Lu-
tima fue una revolución de los miserables. La charon, como afirmó Hannah Arendt, por un es-
“pasión por la compasión” no dejó sitió en ella pacio público de libertad, no por el reparto del
para la ley ni para la libertad, ni siquiera para pastel.
la Razón. La Revolución francesa no fue una re-
volución social, sino una revolución sentimen- La ilustración británica no fue impulsada por el
tal, que desembocó, como sabemos, en el ideal de un cambio revolucionario, como la
Terror jacobino. Es irónico que Robespierre francesa y la americana. Los filósofos morales
usase el eufemismo “República de la Virtud” no querían construir un nuevo orden social ni
para su régimen de Terror, acusando la influen- político, sino reformar la sociedad, hacerla
cia directa de Rousseau, que invitaba a con- mejor para todos los hombres. Ahí estaba el se-
vertir las “voluntades individuales” en una creto británico, que ya intuyó Montesquieu en
“voluntad general”. Rousseau no usó el con- el siglo XVIII, cuando afirmó que los ingleses
RESEÑAS

cepto de “reino de virtud”, pero introdujo la idea saben mejor que nadie cómo valorar los tres
de la religión civil en su Contrato Social, como grandes logros de la humanidad: la religión, el
base de un nuevo orden social. Tal religión in- comercio y la libertad. Himmelfarb, desde la
culcaría en los hombres los sentimientos so- perspectiva de la Historia de las Ideas, afirma
ciales sin los cuales un hombre no sería un que los británicos se enfrentaron al mundo mo-
buen ciudadano. derno con good sense, lo que sus filósofos de-
finieron como common sense. Este buen
Aunque Himmelfarb no lo mencionase explíci- sentido o sentido común les ha sido útil en las
tamente, no es difícil percibir la influencia que épocas turbulentas de la modernidad. En tér-
tuvo Rousseau en el socialismo y en el comu- minos políticos, podría decirse que se trata de
nismo, que se presentaron como nuevas reli- una equilibrada mezcla de la pasión por la li-
giones. Tampoco que la Razón ha sido el fetiche bertad individual y de la consciencia de la res-
de las utopías totalitarias de los siglos poste- ponsabilidad social.
riores, y, sobre todo, que el terror y la falta de li-
bertades individuales de los regímenes más Himmelfarb, además de mostrar las diferencias
tiránicos de la modernidad se justificaron ape- históricas, políticas, sociales y culturales de las
lando a la Razón. tres Ilustraciones, describe, con brillantez insó-
lita y espíritu de provocación intelectual, cómo
La Política de la Libertad en el caso americano, las ideas y las éticas se convierten en progra-
aunque influida por los filósofos morales y por mas y actitudes políticas concretas.
la Sociología de Virtud, tuvo sus características
peculiares. La virtud fue la base del ideario de MIRA MILOSEVICH

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CUADERNOS de pensamiento político

Conducta humana
y sociedad civil
Introducción a la filosofía política
de M. Oakeshott
F.J. LÓPEZ ATANES
Unión Editorial, Madrid, 2010, 262 páginas

En el prólogo de este libro señala no sin razón segundo lugar, acercarnos de un modo general
Benigno Pendás que “aunque resulte sorpren- a sus posiciones teóricas, su lenguaje, sus pro-
dente para los profanos, también la historia de puestas en el orden político, trazar una pano-
las ideas políticas está sujeta a las reglas de la rámica de su trayectoria intelectual a través de
moda y acaso al imperio de lo efímero”. Y con- sus libros y ensayos; por último, dar cuenta de
tinúa: “no hay ‘canon’ universal ni doctrina con- sus dos principales categorías políticas bási-
solidada que resista el paso de una generación cas: asociación de empresa y asociación civil”.
de investigadores arriesgados”. Es seguramente
en esta última donde hemos de encuadrar al No es fácil sistematizar el pensamiento de un
profesor López Atanes y al libro resultado de su autor, máxime cuando el propio autor no desa-

RESEÑAS
tesis doctoral. rrolla su obra de una forma sistemática, es más,
cuando ni siquiera podemos encontrar toda ella
No es temerario afirmar que Michael Oakeshott en lo que podríamos denominar “volúmenes te-
es posiblemente en nuestro país, y no única- máticos”, sino, salvando De la experiencia y sus
mente aquí, uno de los grandes desconocidos modos (1933) y Sobre la conducta humana
del pensamiento contemporáneo, a diferencia (1975), recoge su pensamiento en diversas re-
del mundo anglosajón, donde ocupa un lugar copilaciones de ensayos que van dando forma
destacado. No ayuda en la solución de este a su filosofía política. Este hecho es reconocido
hecho la falta tanto de estudios sensatos, pro- por López Atanes, si bien no es la única dificul-
fundos e incluso críticos sobre este autor, ni tad encontrada en el estudio de este pensador.
tampoco la carencia de traducción de sus obras A la falta de traducción de sus textos, un ver-
al castellano, lo que no ocurre con otros. Quizás dadero problema a la vista de los resultados,
sea efectivamente una cuestión de modas que se une la dificultad en el rastreo de las fuentes
ensalzan a unos y relegan a otros al olvido, al- de las que se nutre. A pesar de lo cual, Oakes-
gunos injustamente, como Oakeshott. hott consigue introducir al lector en su pensa-
miento, lo lleva hacia preguntas cuya respuesta
Es precisamente por ello por lo que considera- exige un estudio más detallado y deja, tras su
mos de especial interés la “Introducción a la fi- lectura, a aquel que se acerca con curiosidad e
losofía política de M. Oakeshott”, tal y como se interés, deseos de conocer su filosofía política
recoge en el propio título de López Atanes. En desde sus propios escritos.
sus propias palabras, “no tiene más pretensio-
nes que, en primer lugar, aportar algunos datos Tal y como hemos indicado, López Atanes se-
básicos sobre la figura de Oakeshott […]. En ñala que su libro no pretende ser más que un

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CUADERNOS de pensamiento político

acercamiento a la obra de Oakeshott. Este ob- conocimiento que pueda provenir de otras for-
jetivo está suficientemente logrado. Podemos mas por cuanto pierde pureza al estar media-
conocer a lo largo de las páginas su pensa- tizado. A partir de aquello que llega a conocer
miento en torno, fundamentalmente, a las si- por sí mismo (aspecto de indudable influencia
guientes ideas: el individuo, la sociedad, el clásica) deduce sus propios planteamientos
Estado y el gobierno; todo ello junto a otros que somete a continua revisión; de ahí que po-
temas, en ocasiones transversales a los otros, damos encontrar ciertas leves contradicciones
como la educación, la legitimidad de las deci- en algunos aspectos de su pensamiento, que
siones o el papel de la ley. no son tales realmente, sino evoluciones fruto
de la profundización y autocrítica.
Previamente, el profesor López Atanes nos da
elementos suficientes para poder acercarnos de Quizás el punto más interesante a destacar es
una mejor manera a su obra –especialmente la caracterización que lleva a cabo de las co-
para aquellos a quienes Oakeshott les es ajeno. munidades políticas y de los Estados. Para ello
Así, gracias a una biografía intelectual podemos parte de la diferenciación entre asociación civil
contextualizar el momento en que escribe, su y asociación qua empresa (capítulo 7 y si-
formación y ciertas fuentes. Oakeshott nació en guientes). La segunda, que es la que le interesa,
1901 y murió en 1990, y vivió, salvo pequeñas se define como “agentes que se relacionan en
estancias en lugares como Alemania, en Ingla- términos de satisfacción de necesidades, son
terra. Por la época en la que vivió, llegó a cono- sujetos vinculados unos a otros por imaginadas
cer diversos momentos políticos que marcarían y deseadas satisfacciones comunes”, de tal
su pensamiento: fue un siglo de contrastes en forma que “lo propio de la asociación qua em-
lo político, lo económico y lo social. Su forma- presa es la satisfacción de unas necesidades
RESEÑAS

ción de historiador le sirvió para acercarse y en- comúnmente consensuadas”. Así, el criterio es
tender mejor los acontecimientos con los que la utilidad mutua, una suerte de utilitarismo co-
convivió, e incluso para justificar su propio pen- lectivo en donde se asume, y no se discute, que
samiento y su ser conservador. Profundamente el bienestar colectivo es el bienestar propio,
tradicionalista en su pensamiento y en su obra, idea que por otra parte no es original de Oa-
podemos ver en él continuas referencias clási- keshott. Esta asociación qua empresa va a con-
cas. No sólo son constantes las influencias aris- ducir a la universitas –a la que no difícilmente
totélicas, también lo son la consideración de la se le pueden diferenciar los elementos configu-
respublica y del ius, herencias de Roma. No son radores del Estado–, si bien esta construcción,
éstas las únicas influencias que vemos en su como el propio Estado, es artificial por cuanto lo
obra. Es notable la impronta hobbesiana, y no natural es la individualidad y el autogobierno.
menos el idealismo, de raíz hegeliana funda- Ello frente a la societas.
mentalmente. Si bien éstas, junto a Montaigne,
ensayista renacentista, son los influjos princi- Una vez llegamos a conceptualizar el Estado
pales en Oakeshott, por cuanto otras son difíci- nos surge la pregunta: ¿cómo es ese Estado y
les de determinar debido a que sus escritos de dónde surge la legitimidad del gobernante
carecen de citas y de referencias directas. para llevar a cabo la acción de gobernar?

Como hemos señalado anteriormente, los En la concepción de Oakeshott hay una suerte
temas que podemos destacar son el individuo, de contrato que permite la traslación de volun-
la sociedad, el Estado y el gobierno. Oakeshott tad del individuo al Estado, pero la pregunta que
es deudor de un pensamiento deductivo cuya él se hace va algo más allá. ¿Para qué? No es
fuente principal es la experiencia. Así, niega el suficiente para él una respuesta en sentido hob-

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besiano, o como la dada por los primeros libe- que no es la idea de Oakeshott. Él quiere limi-
rales: para la protección de la seguridad del in- tar la legitimidad al momento en que exista una
dividuo. Considera por tanto que es necesario coincidencia de voluntades: el gobierno res-
algo más, ya que el Estado que él concibe es te- ponde al pueblo y el gobernante es el siervo
leocrático. En este sentido, “gobernar es en del gobernado, y no al revés; lo que no implica
parte condicionar los fines de los sujetos al pro- que sea la voluntad del gobernado la que haya
pio fin de la asociación institucionalizado y que de imponerse necesariamente, por cuanto no
podría llegar a definirse por parte de aquél es necesariamente virtuosa. La herramienta
como la tarea de administrar bienes y recursos”. principal de la que se vale el Estado es la ley.
La que tienen los ciudadanos, si bien no es di-
Así el gobierno es, en palabras de Oakeshott, recta, son los controles al poder, y por su-
“la actividad de generar e imponer fines, y el puesto, la elección de representantes.
reconocimiento de éstos como condiciones
sustantivas de lo real”. Pero ello nos puede lle- Estas breves líneas no hacen justicia a otros
var a una fácil pregunta, ¿cómo conjuga ello muchos aspectos de indudable interés seña-
con la libertad del individuo? lados en el libro del profesor López Atanes, pero
sí pretenden despertar el interés de futuros lec-
Lo soluciona señalando que el sentido del Es- tores, investigadores y estudiosos en la figura
tado y por tanto la acción del gobierno de- de Michael Oakeshott. Tras habernos aden-
pende de una “suerte de síntesis entre la trado, siquiera brevemente en su figura, enten-
voluntad del gobierno y la de los asociados”. demos por qué es una de las figuras más
Evidentemente ello supone establecer ciertos respetadas en el conservadurismo británico y
controles por cuanto aun cuando la voluntad nos sumamos a los que reivindican para este

RESEÑAS
del gobierno y la del gobernado coincidan, ello autor el papel que merece en la historia del
no impide que el gobernante trate de imponer pensamiento político contemporáneo.
sin consensuar su voluntad al gobernado. De
esta forma, derivaríamos en un totalitarismo, IRENE CORREAS SOSA

Dios ha vuelto
God Is Back. How the Global Revival
of Faith Is Changing the World
JOHN MICKLEWAITH Y ADRIAN WOOLDRIDGE
Ed. Penguin Press. 405 pags.

En el libro God Is Back los periodistas Mic- no más allá de sus fronteras y de hasta qué
klethwait y Wooldridge, realizan un análisis del punto ello está influyendo en las relaciones
fenómeno religioso en Estados Unidos y Eu- internacionales. Este libro tiene algunas de las
ropa, de cómo estos modelos han triunfado o virtudes de la revista The Economist, en la que

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trabajan ambos periodistas: es un análisis del poder con la religión supuso la creación
ameno y bastante completo de una realidad de un principio de tolerancia religiosa de
en el que utilizan parámetros que no son ha- arriba abajo y viceversa, y, como consecuen-
bituales. cia, la creación de un libre mercado en el que
los grupos religiosos podían competir libre-
La presencia de la religión en la esfera pública mente, mejoraban su interacción con los ciu-
es un hecho: constantemente se citan el caso dadanos y su posibilidad de crecimiento.
de los atentados del 11 de septiembre, o ac-
tualmente en España el debate sobre el burka Este mercado libre llevó a la llamada “ameri-
en los lugares públicos o en Italia la presen- canización de la religión”, esto es, a la libre
cia del crucifico en los centros escolares. Este elección de la religión (se puede ser bautizado
libro estudia estos fenómenos, entre otros, de niño como católico y acabar la vida siendo
como reflejo del crecimiento de la fe y de sus baptista), a la salvación mediante el estudio
distintas manifestaciones. Los autores consi- por cada individuo de la Biblia y al desarrollo
guen analizarlo en su complejidad, pues in- de la conciencia (frente a una religión estruc-
tentan observarlo en la política, en la turada alrededor de instituciones sociales) y a
Universidad, en la economía, o simplemente la función de unos líderes carismáticos frente
en el reconocimiento por los ciudadanos de a unos clérigos tradicionales. La aceptación
un país del aumento de su religiosidad, sin de la libertad religiosa conlleva la apertura del
estar llenos de prejuicios hacia ningún grupo mercado a la concurrencia y, como conse-
religioso. cuencia, supone una mayor capacidad de
elección, que es aprovechada tanto por las
Así estudian principalmente la diferente evo- estructuras religiosas que tienen un “mer-
RESEÑAS

lución de este fenómeno en Europa y en Es- cado” mayor como por la capacidad de elegir
tados Unidos. En el caso europeo, ésta ha la Iglesia a la que se quiere pertenecer.
sido tanto de rechazo a las manifestaciones
religiosas en general como al que expresa su Pero también han sufrido las iglesias en Esta-
fe. Micklethwait y Wooldridge consideran que dos Unidos los “ácidos de la modernidad”,
este proceso comienza durante el periodo de aunque las crisis han existido por diferentes
la Ilustración en Francia y posteriormente in- motivos: inicialmente los enfrentamientos fue-
cide sobre todo en las elites europeas, y que ron entre católicos y protestantes y, desde la
la evolución intelectual era incompatible con Segunda Guerra Mundial, entre fundamenta-
la fe religiosa. En el siglo XIX un segundo mo- listas y liberales. Esto llevó a periodos de dis-
vimiento en esta dirección conllevó la adop- tanciamiento de los grupos religiosos de la
ción de otros “cultos”: a la ciencia, a la cultura esfera pública (sobre todo los evangelistas), y
o al socialismo. Se contrapuso entonces mo- a un desprecio de la “cosa pública” y de los
dernidad y fe religiosa. políticos. A este proceso se le unieron proble-
mas organizativos y una relación extremada-
Coetáneamente, el proceso en Estados Uni- mente estrecha con el alcohol y los
dos fue diferente sin llegarse a producir esta escándalos sexuales por parte de algunos lí-
identificación entre desarrollo científico-inte- deres religiosos, lo cual retrasó su incorpora-
lectual y modernidad versus secularización. ción al mundo de la acción política.
Fue ésta una relación más tranquila, al consi-
derarse que ambas –modernidad y fe– pue- Uno de los capítulos más interesantes del
den convivir. En la primera enmienda a la libro es en el que se realiza un análisis de la
Constitución de los Estados Unidos la relación religión durante el periodo del 2000 al 2008

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en Estados Unidos. Consideran que la in- encontraba ante una sociedad tan sofisticada
fluencia de los grupos religiosos en materia a la hora de la evangelización y el manteni-
de política internacional no fue tanta como se miento de la fe.
les ha adjudicado: la base formada por el
apoyo de los grupos religiosos ayudó a la En los últimos capítulos, Micklethwait y Wool-
elección en el 2004 de George W. Bush e in- dridge estudian las “guerras culturales” y el
fluyó en política interna (el caso Schiavo y la futuro de las religiones en este contexto. Por
financiación de proyectos de investigación que un lado, analizan internamente el acerca-
utilizaron líneas celulares creadas con ante- miento de los distintos grupos intelectuales
rioridad al 2001). –los liberales, los teócratas y los neocons– a
la religión, matiz éste que la mayoría de la
Con respecto a la política internacional, la in- prensa europea no hace; mientras que por el
fluencia de los grupos religiosos abarcaría las otro consideran en el contexto internacional,
relaciones con Oriente medio, y especial- las llamadas “guerras de religiones” y a pesar
mente con Israel, aunque los autores entien- de que las actuales luchas podrían parecerse
den que no es tanta la influencia del “lobby a las del siglo XVII, éstas no tienen por qué
judío” y sí es más importante la identificación ser iguales y podría alcanzarse una conviven-
de los evangelistas con Israel como tierra de cia pacífica. Es curioso que la relación de cau-
conquista, siendo por ello un grupo con salidad entre el éxito futuro de la Biblia frente
mucha mayor influencia. Este punto es pro- al Corán lo miden con parámetros económi-
bablemente contestado por una gran canti- cos y sociales, pero parecen dejar de lado ele-
dad de analistas que consideran que “el lobby mentos como el factor demográfico.
judío” es el que establece la agenda de la po-

RESEÑAS
lítica exterior de los Estados Unidos. Finalmente, los autores llegan a la conclusión
que da título al libro: “Dios ha vuelto” , la fe ha
Otra de las cuestiones que examinan es el es- vuelto y esto tiene consecuencias. Entre ellas,
tudio del espíritu empresarial dentro de las que las religiones deben desarrollarse en un
iglesias americanas, factor que habría llevado mercado libre que favorece a todos y que, al
a su éxito y producido su internacionalización. final, la religión ayuda a crear comunidad y
Así, han observado que el modelo de gestión concede reposo en “época de turbulencias”.
de estas iglesias está mucho más profesio- También destacan que cuando este mercado
nalizado. De hecho han conseguido que en libre no ha sido capaz de desarrollarse o se ha
un “mundo alienado” haya un lugar donde se perdido, como en el caso europeo, esto ocurre
cree comunidad (en algunos casos de cien- en menoscabo de la sociedad. Y, por fin, seña-
tos de miles de personas) y que esta fórmula lan que la religión y el poder deben estar lo
se esté expandiendo con gran éxito en Lati- más separados que sea posible, puesto que el
noamérica o en Corea del Sur. La sofisticación monopolio religioso a corto plazo puede ser
de la sociedad requeriría también nuevas téc- una ventaja pero, a la larga, genera falta de ca-
nicas a la hora de la aproximación a la fe, pacidad competitiva y una posterior pérdida
aunque esto no es algo que sea nuevo: el del propio sentimiento religioso.
Padre Arrupe en su libro Este Japón increíble
(1965), sobre su experiencia en aquella na-
ción, ya hablaba de las dificultades que se CARMEN ISOLINA EGEA

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Es la hora. David Cameron


JUAN MILIÁN
Prólogo de Jorge Moragas
LID Editorial Empresarial, Madrid, 2010. 176 páginas.

David Cameron ha logrado situar de nuevo en discurso y que han impulsado a un político
el poder al Partido Conservador británico, y lo como David Cameron, de gran capacidad ora-
ha hecho con un liderazgo y un mensaje reno- toria y fino olfato para detectar las necesidades
vado. El nuevo primer ministro ha desplegado, de cambio de la sociedad británica.
desde que se hiciera con el liderato de su par-
tido en 2005 con un brillante discurso, intere- La carrera de Cameron para ser primer ministro
santes recursos de comunicación política que se remonta a 2005, cuando fue elegido líder
Juan Milián analiza con detalle en este libro. Es del Partido Conservador en el congreso de
RESEÑAS

la hora. David Cameron es una obra que viene Blackpool. No era el favorito, pero salió victo-
a cubrir la falta de bibliografía en castellano rioso en la elección tras pronunciar un brillante
sobre el líder conservador británico, y que será discurso que emocionó al auditorio. Lo hizo sin
de interés tanto para quienes quieran conocer papeles ni teleprompter, y no se refugió detrás
mejor las claves del mensaje, la personalidad del atril. Habló moviéndose por el estrado, con
y los valores del nuevo Premier del Reino gestos eficaces y convincentes, y concluyó entre
Unido, como para aquellos que deseen saber una intensa ovación. Los delegados apostaron
más sobre comunicación política. por él. La clave: reafirmación de los principios
conservadores y modernización del mensaje del
Juan Milián, politólogo y experto en comunica- partido, para lograr el cambio que la sociedad
ción, recoge en su libro (escrito antes de las re- británica deseaba frente a un laborismo des-
cientes elecciones) las facetas esenciales del gastado y ayuno de nuevas ideas. Y sobre todo,
político del siglo XXI que encarna David Came- fe en la victoria y convicción de dejar atrás las
ron, que debe desenvolverse en una sociedad derrotas electorales. David Cameron supo mos-
hipermediatizada en la que las nuevas tecno- trarse como símbolo de todo eso. Y fue efectivo.
logías son tan importantes como los medios Sus habilidades de comunicación demuestran
de comunicación en la acción política. Milián la importancia de la oratoria en la política, una
acude también al fondo de su mensaje, desta- actividad en la que convencer a las personas
cando los valores que mueven al líder conser- sigue siendo esencial.
vador que ha personificado el cambio frente al
laborismo. Un interesante libro de política en Jorge Moragas, coordinador de Presidencia y
todas sus dimensiones, tanto en la puesta en Relaciones Internacionales del Partido Popular,
escena, como en las ideas que subyacen al que prologa el libro, destaca lo que George Os-

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CUADERNOS de pensamiento político

borne, mano derecha de Cameron, le dijo sobre líder, más importante hoy que el programa,
el líder tory antes de que pudiera conocerle debe ser aquello que dice ser, y la exigencia
personalmente: “tiene el factor X, el factor de la de ejercicio ético de la política para gozar de
atracción”. Ideas, valores y comunicación for- autoridad es máxima. David Cameron ha lo-
man, según Juan Milián, “el tridente de David grado sublimar sus cualidades al elevar su fi-
Cameron, un arma con la que cualquier aspi- gura por encima de ideologías y partidos. Ha
rante al liderazgo debe contar”. El líder tory se sabido utilizar la televisión, las nuevas tecno-
ha rodeado de eficaces compañeros de ca- logías, y los libros escritos sobre él para pro-
mino: expertos en marketing político como yectar una imagen de líder conservador
Steve Hilton y responsables de prensa como diferente, moderno, con problemas como los
Andy Coulson. Esto muestra la importancia que de cualquier ciudadano, entregado a su fami-
Cameron ha concedido a la comunicación po- lia y, sobre todo, presidenciable. Milián des-
lítica, los mass media y las nuevas tecnologías. taca que el líder tiene que hacerse ver
Pero no por ello ha descuidado el fondo de sus claramente como el futuro vencedor. Nadie se
discursos, reafirmándose en conceptos liberal- alinea con los perdedores. La sensación de
conservadores esenciales como el de la res- posibilidad de alcanzar el gobierno ha sido
ponsabilidad individual y el repliegue del decisiva para Cameron, ya que ninguno de los
Estado frente al avance de la sociedad. Came- anteriores líderes tories logró que se visuali-
ron reclama situar a la familia y a la comunidad zara esa opción. Él ha apostado por innovar
en el centro de la acción política, y prestar tam- en el discurso del Partido Conservador, con un
bién atención prioritaria a cuestiones como la mensaje de cambio elaborado con la cabeza,
lucha contra la pobreza o el medio ambiente, pero dirigido al corazón, con valentía y sin
combinando los valores tradicionales con una ocultar las dificultades. La capacidad de su

RESEÑAS
mayor sensibilidad social. líder para conectar con la sociedad ha de-
vuelto la esperanza a muchos conservadores.
Juan Milián ha planteado esta obra como un
análisis de los principales elementos de la co- Juan Milián desgrana este nuevo mensaje, ba-
municación política. Evalúa, entre otros temas, sado en el afianzamiento en lo esencial. En su
las ideas, los valores, la estrategia, el mensaje, discurso de Blackpool en 2005, apeló a las
el liderazgo y la oratoria de David Cameron. bondades del pensamiento conservador y des-
Clave en su éxito es haber sabido utilizar su in- tacó los principios que deben hacer sentirse
teligencia emocional, potenciando las cualida- orgullosos a los tories y que a él le llevaron a
des con las que se identifica el ciudadano entrar en ese partido: amor al país y a su his-
medio, que busca políticos que comprendan toria, fe en la libertad y en la responsabilidad.
sus problemas y tengan la capacidad y la de- Cameron pone el acento también sobre valo-
terminación para resolverlos. Cameron es cer- res básicos, como la familia, la comunidad y la
cano, a pesar de provenir de la clase educación de los jóvenes, que cree que están
acomodada y haberse formado en institucio- en peligro en la “sociedad rota” del Reino
nes elitistas como Eton y Oxford, y hace un dis- Unido, así bautizada por el líder conservador,
curso social, reclamando la vigencia de valores y también así percibida por casi el 70% de los
subyacentes en la sociedad del Reino Unido. ciudadanos, según The Times. El líder tory ha
formulado este discurso integrador, de tono
La influencia de los medios de comunicación moderado, aunque no exento de dura crítica
ha personalizado la política, exigiendo que el al laborismo, bajo el concepto de compassio-
candidato encarne los valores de su mensaje. nate conservatism (conservadurismo compa-
Bajo el foco constante de los mass media, el sivo o social).

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CUADERNOS de pensamiento político

La comunicación de este joven dirigente, hoy Sabe que es importante captar la atención del
primer ministro del Reino Unido, es objeto de público desde el inicio y hacer tangibles sus
un pormenorizado estudio por parte de Juan valores mediante el recurso a experiencias per-
Milián, especialmente su oratoria, un elemento sonales. Sus críticas irónicas al adversario y sus
clave en la política. Cameron ha deslumbrado finales decididos y emotivos logran poner en
en varios discursos. Para Milián, Cameron do- pie al auditorio.
mina el arte de emocionar y persuadir a través
de la palabra, usando la empatía y conociendo En definitiva, estamos ante un libro útil para
las tendencias sociales. Logra que las ideas lle- comprender la trayectoria de Cameron hasta su
guen al oyente, creando un vínculo emocional reciente victoria electoral. En Es la hora. David
estrecho, fruto de un lenguaje cercano y un Cameron, Juan Milián ofrece buen análisis, re-
tono moderado. Es directo y resulta franco y di- flexión e interesantes consideraciones sobre
dáctico en sus alocuciones, sabiendo manejar habilidades de liderazgo y comunicación polí-
tanto el espacio y la gestualidad como las in- tica. Una obra que pone en valor los discursos
flexiones de la voz, e incluso la vehemencia que aúnan buena forma y fondo sólido, de
cuando es necesaria. Nunca descuida la mi- ideas y principios. Anima a seguir creyendo en
rada amable, porque el rostro del político es la política de altas miras que busca convencer
esencial en el cartel electoral y en los debates al ciudadano hablándole de lo que le preocupa
televisados, donde destaca la telegenia del y le interesa, con palabras directas e ideas
líder tory. Cameron ha confiado en su principal acertadas, como las que han apreciado los vo-
speechwriter, Steve Hilton, pero él también tantes británicos en David Cameron.
sabe escribir buenos discursos, porque lo hizo
con anterioridad para otros líderes del partido. ÁLVARO DE LA TORRE
RESEÑAS

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