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Lecturas obligatorias:
Lectura 1: La escuela como albergue
Lectura 2: La niñez, sus derechos y vulnerabilidad en emergencias
Lecturas sugeridas:
Lectura 1: Dos albergues se activan en Quito para damnificados por terremoto -Mu-
nicipio habilita dos albergues para los damnificados del terremoto. Se
busca canalizar la ayuda de forma ordenada.
Lectura 2: En ecuador, talleres de capacitación y recorridos por albergues buscan
prevenir la violencia contra las mujeres, post-terremoto Quito
Lectura 3: Damnificados están en los albergues
TRABAJOS
Cuestionarios
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TÓPICOS DE LECTURA
LECTURA OBLIGATORIA N° 1
LA ESCUELA COMO ALBERGUE
Muy pocas comunidades (si es que existe alguna, por lo menos en el llamado “Tercer
Mundo”), se pueden dar el lujo de destinar y mantener instalaciones exclusivamente
como albergues, a la espera de que ocurra un desastre. Lo que sucede normalmente
es que cuando se genera la necesidad, se destinan para ese fin edificaciones públicas,
tales como escenarios deportivos, centros culturales o de convenciones, templos o,
en últimas, escuelas.
En todos los casos, el cambio temporal (a veces por tiempos muy largos) en el uso
y función de estos espacios, genera grandes traumatismos para la comunidad, aun
cuando se trate solamente de la utilización de un parque o de una cancha deportiva
para colocar carpas en ellos, o el uso de zonas verdes como depósitos de escombros.
La ocupación de esos espacios deja a sectores importantes de la población sin unos
recursos muy necesarios para garantizar su calidad de vida.
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Por otra parte, la gran mayoría de los padres y madres de familia necesitan garantizar
que sus hijos se encuentren ocupados y bajo el cuidado de personas responsables,
durante el tiempo que ellos y ellas dedican al trabajo fuera de la casa. Esa ocupación
y ese cuidado son dos de los servicios más importantes, complementarios al de
educación, que ofrece la escuela.
Poco a poco (cada sector geográfico y/o social a su propio ritmo) comienza a pasarse
de la emergencia a la rehabilitación o recuperación, etapa que en la mayoría de los
casos coexiste parcialmente con la emergencia.
No olvidemos que muchas veces las directivas, los maestros y maestras y el personal
administrativo de la escuela, también resultan directamente afectados –en sus
propias familias y bienes- por los efectos del desastre, debido a lo cual deben
enfrentar de manera personal todas estas “etapas” y cumplir estos ritos, para lo cual
deben contar con el apoyo de las autoridades educativas y de instituciones como las
universidades pedagógicas, tal y como sucedió en Honduras cuando el terremoto
de Marale (Septiembre 2007), donde la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco
Morazán” asumió el acompañamiento a los docentes afectados.
Pensamos que todo lo que se ha dicho en estas páginas no solamente es válido para
las escuelas propias de las llamadas comunidades étnicas, es decir, aquellas cuyo
vínculo esencial gira alrededor de la pertenencia e identidad con un grupo étnico y a
una cultura específica, sino que es en estas en donde se hace más evidente.
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Las culturas cuya supervivencia a lo largo de los siglos ha dependido en gran parte
de que sepan dialogar de manera permanente con esas dinámicas, han desarrollado
una serie de estrategias para mantener ese diálogo, entre los que se destacan los
llamados “bioindicadores” o señales que, de manera permanente, emite el medio, y
que anuncian que van a ocurrir determinados cambios o que arrojan indicios sobre,
por ejemplo, cómo puede portarse el clima en los próximos días o meses.
Algunas de esas señales son de “conocimiento colectivo”. Otras solamente las saben
identificar e interpretar los “sabedores” o “sabios” de la comunidad (chamanes,
amautas, yapushiris, jaibanás, the’walas, etc.). En ambos casos, la escuela (como
concepto “ampliado” que va más allá del edificio donde funciona la institución
escolar), tiene como objetivo transmitirles ese conocimiento a los niños y a las
niñas, para que lo incorporen a su identidad y para que mantengan la capacidad de
relacionarse de manera “sostenible” con su territorio.
Esas señales, por ejemplo, resultan fundamentales para los sistemas de alerta
temprana (que indican la necesidad de activar un plan escolar de emergencia), para
el ordenamiento territorial (dice qué actividad se puede, o no se puede, llevar a cabo
en cada lugar del territorio –por ejemplo, colocar una escuela-) y para entender y
apropiarse de manera vivencial de los procesos que normalmente son objeto de
“materias” como la historia, la biología y las ciencias de la Tierra.
La etnoeducación –al menos teóricamente- no renuncia a los aportes que realiza la
ciencia “occidental” sino, todo lo contrario: los recoge e integra a la cosmovisión y al
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La principal función de la educación para la gestión del riesgo en este tipo de entornos
culturales y sociales, entonces, no es tanto incorporar esta “interdisciplina” a la
cultura, sino más bien reconocer de qué manera la cultura misma es un compendio
de estrategias de adaptación a las dinámicas del territorio, fortalecer esas estrategias,
hacerlas explícitas, enriquecerlas con otras fuentes de conocimiento y garantizar su
superviviencia como patrimonio colectivo.
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