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Accidentes y enfermedades inculpables

INTRODUCCION:
ALGUNAS SITUACIONES QUE AL MENOS DEBEN MOTIVARNOS A PENSAR.

El empleado de una fábrica textil Vicenzo Staracce se encuentra en su hogar, un día


miércoles por la noche, habiendo culminado con su jornada laboral, disfrutando de la
sobremesa familiar con su esposa y sus hijos, siguiendo las alternativas de un programa
de televisión, cuando resulta repentinamente ser víctima de un "accidente" cerebro
vascular que lo incapacita en forma absoluta y permanente para trabajar.

Obviamente ello causará inconvenientes no sólo para él, sino también para su familia
que de él depende, ya que al no poder continuar trabajando ni reinsertarse en el
mercado laboral, el trabajador sustento de su familia -y aunque no lo fuere- se verá
imposibilitado de obtener los medios que le permitan hacer frente a los gastos
necesarios para costear sus necesidades personales y/o familiares. ¿Qué se nos ocurre
inmediatamente de la simple observación de la situación descripta? Olvidémonos de
nuestra calidad de abogados y pensemos sólo en función de seres humanos. Llegaremos
a decir: pobre hombre, pobre familia. ¿No es esto lo que puede venírsenos a la mente
sin esfuerzo si contamos de un mínimo de sensibilidad? Y siguiendo esta línea de
pensamiento, razonaremos también con facilidad: alguien debería ayudarlo. No
podemos dejarlo librado a su suerte -o más bien a su desgracia- Hasta aquí habrá
coincidencia entre los simples ciudadanos y las personas vinculadas y conocedoras del
derecho. Ahora bien; lo que sigue sería preguntarnos: ¿quién debería ayudarlo? Y
pensamos... ¿Sus amigos? ¿Sus familiares? ¿El Estado? ¿Su empleador? Es obvio que
ante un problema de esta magnitud en la vida de las personas, la respuesta que
intentemos dar debe ser seria, y no solo debe estar motivada en el sentido común, sino
que debe buscarse una solución adecuada y definitiva en el mundo del derecho. No
puede quedar librado, ni este sujeto ni su familia a la caridad como consecuencia de un
accidente o enfermedad que recibe la calificación e inculpable, en el marco del Derecho
Laboral. Y esto no es por cierto una idea mínimamente razonable.

Debe tener este trabajador, algún derecho a reclamar ayuda por esta contingencia que
no le es imputable y lo imposibilita de continuar ganando por sí mismo su sustento y el
de los suyos.

Ahora bien, nuestro interrogante se convierte en: ¿puede Vicenzo Staracce reclamar
algo de su empleador, o ex-empleador, en relación a su incapacidad que lo coloca ante
esta contingencia? Obvia es la respuesta jurídicamente hablando, y ello es que sí.

Otro ejemplo de la praxis puede ser también el siguiente: el trabajador de una pequeña
empresa, que practicando su hobbie de paracaidista, pese al pedido concreto de su
empleador de que no realice más este tipo de actividades riesgosas, se incapacita en
forma permanente y absoluta para el trabajo al caer y seccionarse la médula de la
columna vertebral; ¿puede reclamar algo a su empleador en razón de la referida
incapacidad e imposibilidad de reincorporarse al trabajo y de reinsertarse en el mercado
laboral? Nuevamente la respuesta jurídica es sí.

Se debe dejar descontado que todo ser humano a lo largo de su existencia se encuentra
expuesto a riesgos, situaciones que pueden derivar en el padecimiento de ciertas
patologías que afecten a su salud. Se distinguen de este modo aquellas que pueden
manifestarse o adquirirse en forma repentina, sorpresiva, de las otras que se producen
como consecuencia o mediante una evolución paulatina, gradual. La doctrina denomina
accidentes a las primeras y enfermedades a las segundas.

Pero a pesar de esta distinción, ambas categorías conceptuales en la práctica carecen


de relevancia ya que su tratamiento jurídico es común.

Es por ello que podríamos encontrar ejemplos tanto de unos como de otros en los que
la respuesta al interrogante sobre el posible reclamo del trabajador al empleador sería
siempre positiva. Es decir que sea cual fuere el caso que nos ocupa, si se trata de aquellos
en los que el accidente o la enfermedad son calificados como inculpables, podrá en
cualquiera de ellos el trabajador reclamar una prestación por parte de su empleador.

Ahora bien, se torna de importancia responder a las siguientes preguntas: ¿Qué


prestación puede reclamar ese trabajador? ¿Fundado en qué normas del ordenamiento
jurídico puede hacerlo? Y cuando se trata de dar una respuesta a lo anterior, aparecen
ya algunas cuestiones discutidas.

La naturaleza de la prestación que el trabajador puede reclamar a su empleador es


cuestión controvertida de la que nos ocuparemos luego con profundidad, y que
constituirá, si se quiere, uno de los ejes de nuestro trabajo. Por ahora bástenos decir
que sí puede el trabajador reclamar una prestación dineraria por parte del dador de
trabajo, y que ello ocurre en virtud de lo dispuesto por el art. 212 de la Ley de Contrato
de Trabajo.

En efecto, el párrafo 4º de la mencionada norma establece que "cuando de la


enfermedad o accidente se derivara incapacidad absoluta para el trabajador, el
empleador deberá abonarle una indemnización de monto igual a la establecida en
el artículo 245 de la LCT".

Ahora bien, a esto nos referimos al sostener que al menos debe motivarnos a pensar.
Significa todo lo dicho anteriormente que, pese a no tener relación alguna el accidente
o la enfermedad sufrida por el dependiente con la actividad que éste realiza para su
empleador, igualmente debe éste último cumplir con el otorgamiento de una prestación
dineraria a favor del trabajador, y de un monto tan importante como lo es el equivalente
al establecido por la misma ley de contrato de trabajo para el supuesto de despido
incausado. Sí, ni más ni menos. Y es precisamente esta situación la que suponemos debe
al menos llamarnos la atención, y obligarnos a preguntar: ¿Por qué esto es así? ¿Es justo
que solamente sea el empleador quien deba soportarlo? ¿Tiene fundamento que así
sea? Y si tiene fundamento, ¿es válido, es aceptable? ¿No podría el derecho solucionarlo
de otro modo, atendiendo la importante carga que puede representar para un
empleador pequeño (por ejemplo una PYME)? Algunas respuestas a estos interrogantes
es lo que procuraremos hallar aquí, mediante un análisis de la normativa vigente en
nuestro ordenamiento jurídico, intentando una recopilación sistematizada de lo que en
relación al tema han opinado los autores, y analizando la tarea jurisprudencial de donde
podamos extraer los criterios que los tribunales han seguido en relación a la materia.
Nuestro deseo es que la lectura de estas páginas ayude para poder hacernos de una
opinión propia, y nos permita adherir con fundamentos a alguna de las aquí explicitadas
o, al menos nos provoque la curiosidad suficiente como para ponernos a pensar acerca
del tema de los accidentes o enfermedades inculpables y su encuadramiento jurídico,
respecto del cual, si bien pudo haber existido interés y discusión tiempo atrás, pareciera
ser que hoy debemos conformarnos con que todo siga como está y que nadie analice
nada más.

CAPITULO I:
LA REGULACION DEL TEMA DE LOS ACCIDENTES Y ENFERMEDADES INCULPABLES EN
EL ORDENAMIENTO JURIDICO ARGENTINO.

1-La Constitución Nacional.

Nuestra Constitución Nacional, pilar básico del ordenamiento jurídico, dispone en el


párrafo tercero del artículo 14 bis que "el Estado otorgará los beneficios de la seguridad
social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable". Y expresamente en el mismo
párrafo se pone en cabeza del Estado el establecimiento del seguro social obligatorio.

En referencia a este seguro social obligatorio, se sabe que es un instrumento de


previsión y de seguridad que cubre un sin número de ítems (seguro de salud, de vida, de
empleo, etc.), y tal como acota la doctrina, su contenido está en directa relación con el
grado de desarrollo social de cada sociedad.(1) La organización de este sistema de salud,
es puesta por nuestra Constitución Nacional en manos del Estado, y se presenta como
una atribución-deber del mismo, quien deberá no sólo organizarlos, sino también
controlarlo cuando participen organismos de naturaleza privada.

También se hace necesario en este tema, tener en cuenta conceptos vertidos en el


Preámbulo de la Carta Fundamental y que tienen estrecha relación con este tema. Así,
se encuentra la expresión "promover el bienestar general", que no por encontrarse en
dicha ubicación del texto constitucional o consistir en una manifestación más genérica
deja de revestir importancia, sino todo lo contrario.(2) Destacada doctrina (3) considera
asimismo que el Preámbulo no es una mera introducción, sino que forma parte de la
Constitución y en consecuencia sus disposiciones tienen fuerza de norma jurídica. Y en
el mismo sentido la CSJN ha resuelto en varias oportunidades, considerando que el
Preámbulo constituye un positivo factor de interpretación cuando el pensamiento de
los constituyentes no es nítido y claro en el instrumento constitucional.(4) Creemos que
la norma del artículo 14 bis referida en su parte pertinente es bien clara a los fines de
nuestra investigación. No obstante ello, aún si admitiéramos que no lo fuese,
contaríamos con el Preámbulo como elemento esencial e insustituible para la
interpretación constitucional.

Es en él que encontramos la aludida expresión "promover el bienestar general", que no


puede ser otro que el bien común, el bien de todos los hombres que conforman la
sociedad argentina, y de todo el hombre, es decir en su integralidad.

Creemos que la cobertura de las contingencias emanadas del acaecimiento de una


enfermedad o accidente inculpable se subsume indubitablemente en la expresión
"promover el bienestar general" que el Preámbulo menciona como uno de los fines del
Estado.

Por todo ello, aún cuestionando -cosa que no creemos atinado- la claridad del artículo
14 bis, a la misma conclusión arribamos mediante la interpretación constitucional en
base a las directivas del Preámbulo.

Y luego, teniendo en cuenta nuestra Carta Magna, el ordenamiento jurídico positivo


debería derivar sin contradicciones de la misma, plasmando en la práctica no sólo los
ideales de justicia y bienestar, sino protegiendo primariamente a todos los sujetos de
derecho.

2-La Ley de Contrato de Trabajo.

El tema de los llamados accidentes y enfermedades inculpables es tratado por el


ordenamiento legal argentino en el Capítulo I del Título X de la LCT, subtitulado: "De la
suspensión de ciertos efectos del contrato de trabajo".

El mismo está integrado por los artículos 208 a 213 que disponen: El art. 208 regula
sobre el plazo y la remuneración: "Cada accidente o enfermedad inculpable que impida
la prestación del servicio no afectará el derecho del trabajador a percibir su
remuneración durante un período de 3 meses, si su antigüedad en el servicio fuere
menor de 5 años, y de 6 medes si fuera mayor. En los casos que el trabajador tuviera
cargas de familia y por las mismas circunstancias se encontrara impedido de concurrir al
trabajo, los períodos durante los cuales tendrá derecho a percibir su remuneración se
extenderán a 6 y 12 meses respectivamente, según si su antigüedad fuese inferior o
superior a 5 años. La recidiva de enfermedades crónicas no será considerada
enfermedad, salvo que se manifestara transcurridos los 2 años. La remuneración que en
estos casos corresponda abonar al trabajador se liquidará conforme a la que perciba en
el momento de la interrupción de los servicios, con más los aumentos que durante el
período de interrupción fueren acordados a los de su misma categoría por aplicación de
una norma legal, convención colectiva de trabajo o decisión del empleador. Si el salario
estuviere integrado por remuneraciones variables, se liquidará en cuanto a esta parte
según el promedio de lo percibido en el último semestre de prestación de servicios, no
pudiendo, en ningún caso, la remuneración del trabajador enfermo o accidentado ser
inferior a la que hubiese percibido de no haberse operado el impedimento. Las
prestaciones en especie que el trabajador dejare de percibir como consecuencia del
accidente o enfermedad serán valorizadas adecuadamente".

"La suspensión por causas económicas o disciplinarias dispuestas por el empleador no


afectará el derecho del trabajador a percibir la remuneración por los plazos previstos,
sea que aquélla se dispusiera estando el trabajador enfermo o accidentado, o que estas
circunstancias fuesen sobrevivientes".

El art. 209 regula sobre el aviso al empleador: "El trabajador, salvo casos de fuerza
mayor, deberá dar aviso de la enfermedad o accidente y del lugar en que se encuentra,
en el transcurso de la primera jornada de trabajo respecto de la cual estuviere
imposibilitado de concurrir por alguna de esas causas. Mientras no lo haga, perderá el
derecho de percibir la remuneración correspondiente salvo que la existencia de la
enfermedad o accidente, teniendo en consideración su carácter y gravedad, resulte
luego inequívocamente acreditada".

El art. 210 establece el control al que quedará sometido el trabajador: "El trabajador
está obligado a someterse al control que se efectúe por el facultativo designado por el
empleador".

El art. 211 ampara al trabajador con la conservación temporal de su fuente de ingresos:


"Vencidos los plazos de interrupción del trabajo por causa de accidente o enfermedad
inculpable, si el trabajador no estuviera en condiciones de volver a su empleo, el
empleador deberá conservárselo durante el plazo de un año contando desde el
vencimiento de aquellos. Vencido dicho plazo, la relación de empleo subsistirá hasta
tanto alguna de las partes decida y notifique a la otra su voluntad de rescindirla. La
extinción del contrato de trabajo en tal forma, exime a las partes de responsabilidad
indemnizatoria".

El art. 212, complementa directamente al anterior al establecer la reincorporación del


trabajador, y las diferentes consecuencias de la falta de cumplimiento de la misma:
"Vigente el plazo de conservación del empleo, si del accidente o enfermedad resultase
una disminución definitiva en la capacidad laboral del trabajador y éste no estuviere en
condiciones de realizar las tareas que anteriormente cumplía, el empleador deberá
asignarle otras que pueda ejecutar sin disminución de su remuneración".

"Si el empleador no pudiera dar cumplimiento a esta obligación por causa que no le
fuera imputable, deberá abonar al trabajador una indemnización igual a la prevista en
el Artículo 247 de esta ley".

"Si estando en condiciones de hacerlo no le asignare tareas compatibles con la aptitud


física o psíquica del trabajador, estará obligado a abonarle una indemnización igual a la
establecida en el Artículo 245 de esta ley".
"Cuando de la enfermedad o accidente se derivara incapacidad absoluta para el
trabajador, el empleador deberá abonarle una indemnización de monto igual a la
expresada en el Artículo 245 de esta ley".

"Este beneficio no es incompatible y se acumula con los que los estatutos especiales o
convenios colectivos puedan disponer para tal supuesto".

Y como colofón de esta regulación, el art. 213 norma acerca del despido del trabajador:
"Si el empleador despidiese al trabajador durante el plazo de las interrupciones pagas
por accidente o enfermedad inculpable, deberá abonar, además de las indemnizaciones
por despido injustificado, los salarios correspondientes a todo el tiempo que faltare para
el vencimiento de aquélla o a la fecha del alta, según demostración que hiciere el
trabajador".

Teniendo como base las normas transcriptas, ha discurrido la doctrina respecto de


diferentes aspectos del tema que nos ocupa. De allí que se considere de trascendental
importancia el tratamiento de las opiniones de los autores en relación a la naturaleza
jurídica de este instituto de los accidentes y enfermedades inculpables, ya que ello no
configura una cuestión meramente académica sino que, por el contrario, de la posición
que se adopte respecto de ella resultará a la postre el régimen jurídico que le será
aplicable.

Cabe aclarar, que el mayor desarrollo de los estudios doctrinarios y de planteos


judiciales se ha dado en torno del cuarto párrafo del art. 212 de la Ley de contrato de
trabajo, por lo que la mayoría de los autores se refieren sólo a éste cuando expresan su
parecer respecto de la naturaleza jurídica del instituto en cuestión.

Ackerman sostiene que respecto de las prestaciones a las que se alude, no parece haber
vacilaciones en cuanto a que ellas constituyen indemnizaciones, ya que, amén de que
así las califica expresa e inequívocamente la propia letra de la ley en los tres párrafos del
artículo 212 LCT, las mismas tienen una finalidad reparatoria de un daño sufrido por el
trabajador, sea que se considere que éste es el mero daño permanente a la salud que
afecta sus posibilidades de reinserción laboral, o que aquél incluye la extinción del
contrato producida por esta causa o, aún, el que le produce el incumplimiento por el
empleador de reasignarle funciones en razón de la pérdida de su capacidad
laborativa.(5) Es decir que la expresión "indemnización" equivale aquí a "reparación",
entendida como la acción y efecto de "cumplir una prestación a favor del damnificado
que se atribuye al deudor y tiene su causa en un daño injusto".(6) Porque tal como se
señala la doctrina, "y, en general, suele calificarse como indemnización a toda
reparación dineraria".(7) Ahora bien, superada la incógnita semántica, en palabras de
Ackerman, podemos introducirnos en la verdadera discusión respecto de la naturaleza
jurídica de estas prestaciones dinerarias colocadas por la ley a cargo del empleador.

Interesante observación realiza el mencionado autor, en el sentido de que la distinción


entre las diferentes posiciones doctrinarias no siempre resulta ser clara, ya que en
reiteradas oportunidades un mismo autor o una misma línea jurisprudencial aparece
adhiriendo simultáneamente a dos o más concepciones.(8) No obstante esta aclaración
intentaremos realizar un estudio procurando sistematizar las diferentes posiciones
esgrimidas.

CAPITULO II:
NATURALEZA JURIDICA DE LAS PRESTACIONES ESTABLECIDAS EN EL ART. 212 LCT. -
DOCTRINA

1-Consideraciones previas.

En un completo análisis del tema, Mario Ackerman sostiene que "es posible identificar
cinco grandes concepciones: 1) Prestación de la seguridad social. 2) Patrimonialización
de la antigüedad. 3) Independencia de cada párrafo. 4) Indemnización por extinción del
contrato de trabajo. 5) Indemnización autónoma".(9) Manteniéndonos dentro de este
esquema, que consideramos acertado para nuestra finalidad, procuraremos reseñar
ordenadamente el pensamiento de los autores que se enrolan en cada una de las
posturas referidas.

2-Prestación de la Seguridad Social.

La presente concepción, considera que las indemnizaciones constituyen una prestación


de la seguridad social.

En este sentido, Bidart Campos señala que "la distinción material y formal es
interesante, pero lo que interesa es la naturaleza material de la prestación; el mero
hecho de que el beneficio esté estipulado en normas del derecho del trabajo y su pago
imputado al empleador en la relación individual "patrón-trabajador", no alcanza a
atribuir a la indemnización la naturaleza de una prestación laboral; nos parece, casi sin
duda, que es una prestación de la seguridad social, independientemente del texto
normativo al que viene incorporada".(10) Guillermo A. F. López, por su parte, y como ya
lo había hecho en relación a los salarios de incapacidad del artículo 208 de la LCT (11),
consideró también a la indemnización del cuarto párrafo del artículo 212 como una
"prestación de la seguridad social".(12) Postula además, que el hecho de que el art. 212
de la L.C.T. coloque en cabeza del empleador la obligación de reparar la incapacidad
absoluta sufrida por el trabajador, y que el monto de esa indemnización sea igual al de
la establecida para el despido injustificado, no modifica la naturaleza jurídica de la
institución, que constituye una prestación de la seguridad social.(13) Aunque
limitándose expresamente al supuesto del cuarto párrafo del art. 212 L.C.T., Ricardo
Guibourg ha opinado de modo análogo.(14) Florentino Izquierdo se pronuncia acerca de
la naturaleza de la obligación de abonar la indemnización establecida en el apartado 4º
del art. 212 de la L.C.T., sosteniendo que ella "forma parte de la seguridad social" y que
"se trata de una obligación ajena al contrato de trabajo". (15) Se pregunta el autor
cordobés, si podríamos afirmar, con seriedad, que la naturaleza de la obligación que
compele al empleador a pagar la indemnización se deriva del contrato de trabajo.
"Absolutamente no", responde, señalando que "la respuesta hay que buscarla en el
instituto de la seguridad social".(16) Repárese -dice- en que "la obligación emergente de
dichas normas en manera alguna constituye la reparación de un daño causado a otro
con motivo de un incumplimiento contractual o de un ilícito extracontractual -hipótesis
que, de darse, justificaría la atribución de responsabilidad al empleador-, sino que es
una verdadera prestación integrativa de la seguridad social, y, por lo tanto, su atribución
al empleador es injustificable, contraria a derecho; en suma, es inconstitucional".(17)
Por su parte Rosa Elena Bosio comenta que "en nuestro sistema todavía persiste el
criterio de que muchas contingencias (enfermedad inculpable, indemnización por
muerte del trabajador, cargas de familia y recreación) deben ser responsabilidad
exclusiva de los empleadores, cuando en realidad, ante la indiferencia de la causa,
debería ser responsabilidad de un sistema de seguridad social donde se redistribuya la
carga entre todos los miembros de la sociedad". (18) La presente autora señala además,
que el fundamento en que el legislador ha basado esta responsabilidad se encuentra en
el beneficio que ha tenido el empleador por haber contado con el trabajo del trabajador,
y en el hecho puntual en que éste último no puede quedar desamparado y sin
protección. Pero al empleador no se le puede imputar la provocación de ningún daño.
Éste no es responsable, ya que el deber de responder no se funda en ningún daño
provocado con su actuar. No hay culpabilidad. Simplemente, es la legislación quien pone
a su cargo el deber de responder.(19) Y esto sucede porque en Argentina, "muchos
institutos que deberían ser propios en su objetivo, responsabilidad y funcionamiento de
la seguridad social, permanecen en el derecho del trabajo".(20) Se podría decir que la
normativa vigente no se condice con los postulados básicos plasmados en la
Constitución Nacional, ya que en lo concerniente a la seguridad social, es la comunidad
toda en general quien debe respaldar el sistema, y es el Estado quien debe articular los
mecanismos adecuados para cubrir todas las contingencias que puedan presentarse.

Lo expuesto nos provoca un interrogante inevitable. Si los accidentes y enfermedades


inculpables forman parte de la seguridad social, y si en ella la responsabilidad le cabe a
la comunidad en general, ¿por qué debe entonces responder el empleador? Por otra
parte, en referencia a lo dispuesto por el art. 14 bis de la Constitución Nacional en lo
atinente a nuestro tema, en el sentido de que "El estado otorgará los beneficios de la
seguridad social" ..."tendrá el carácter de integral e irrenunciable", Bosio comenta que
el término integral "significa que la cobertura de las necesidades debe ser amplia y total
sin especificar cuáles son esos riesgos o contingencias que debe amparar, por lo que se
entiende que son todos a los que se encuentra expuesto el ser humano a lo largo de su
vida".(21) Y en el concepto, tal como se había señalado en el capítulo anterior, es lo
suficientemente amplio y abarcativo como para incluir en él los accidentes y
enfermedades inculpables.

La expansión y alcance hacia todos los individuos, con independencia del status
profesional, constituye un reto para nuestros Estados.(22) Y no es ocioso señalar que en
este sentido se enroló nuestro constituyente, cuando con la reforma de 1994, y
mediante el art. 75 inc. 23, le atribuye al Congreso de la Nación competencia para el
dictar un régimen de seguridad social integral para los menores en situación de
desamparo, pero también que incluye a la mujer embarazada. Estas y otras
contingencias están a cargo en la actualidad de la seguridad social, y se las considera
dentro del cúmulo de los derechos humanos fundamentales, y que son consideradas
como tal en una clara tendencia mundial Y es el mismo estado el responsable de la
creación y organización de un sistema adecuado para dar protección a todas las
contingencias que se devienen en la vida de todos los individuos en general, y de los
trabajadores en particular.

Pero lo que sucede es que en países como el nuestro, la solución se encontró en un


momento dado, de la manera más fácil y poco responsable, poniendo en cabeza de los
empleadores tal responsabilidad y no en manos del propio Estado como debería ser.

"En la legislación argentina ésta ha sido la forma más fácil que encontró el Estado para
cubrir algunas contingencias, como enfermedad inculpable, licencias remuneradas,
descanso anual remunerado, maternidad, entre otras".(23) De allí que se considere que
se debe propender hacia un sistema integral que transfiera la carga del sector privado a
manos del Estado (o hacia un sistema combinado), tal como lo hacen sistemas más
modernos y "coherentes" de seguridad social. La protección debe ser soportada por
toda la sociedad, en virtud de una interpretación integral del concepto de justicia social.
Y esto porque se deben adecuar criterios: el estado en nuestro país, tiene facultades
para exigir a sus ciudadanos el cobro de impuestos, pero no se observa un compromiso
de su parte para brindarle a los mismos la cobertura de seguridad social que la misma
Constitución Nacional le impone.

Pero además, se debe tener en cuenta que son institutos propios de la seguridad social,
y a la hora de observar su funcionamiento en la práctica, se deben tener en cuenta las
diferencias existentes entre las grandes empresas, que lo pueden enfrentar, y las
pequeñas o medianas que tienen dificultades para cumplir con disposiciones legales de
este tipo.

De allí que contundentemente la doctrina que propicia esta corriente, señale


expresamente que: "En razón de que algunos riesgos no se vinculan directamente con
la prestación del trabajo o con responsabilidad objetiva que lo justifique, se considera
que deben dejar la órbita del derecho del trabajo y ser traspasados a la seguridad social
formando parte de sus institutos propios, con lo que se lograría mayor efectividad en la
tutela y se liberaría al empleador del costo de la cobertura".(24) De todos modos,
quienes propician esta solución doctrinaria, señalan además que el hecho de que el
empleador no pague las indemnizaciones, no quiere decir que no deba contribuir para
formar un fondo en el sistema. Lo que ocurre es que si este sistema es generalizado,
toda la comunidad contribuirá, incluidos el empleador y el trabajador.

Lo que sucede, es que en Argentina, algunos institutos de la seguridad social


permanecen en el Derecho del Trabajo por distintas razones, quizás algunas más
políticas que de índole doctrinaria.

Nadie duda de la insoslayable necesidad de protección de los sujetos víctimas de las


contingencias que analizamos. Pero ella no justifica en nuestro criterio la imposición de
la obligación al pago de tales contingencias al empleador, que ninguna relación tiene
con la situación objeto de la tutela. La eficacia de la cobertura debe procurarse
mejorando o introduciendo técnicas de funcionamiento y financiamiento de la
seguridad adecuadas -tema que si bien reviste vital importancia, excede del objeto de
nuestro trabajo-, pero nunca puede transformarse en excusa para obligar a responder a
quien no debe hacerlo.

Por su parte, Grisolía se enrola también en esta postura, y no encuentra razonable que
deba el empleador responder por las contingencias sociales sufridas por sus
dependientes, ya que ellas deberían ser asumidas por la seguridad social nacional,
regional o sectorial, debiéndose obviamente llevar a cabo eficientes controles a fin de
evitar fraudes. Señala en apoyo que tanto una importante corriente doctrinal, así como
los países más desarrollados, encuadran a las reparaciones a las que dan lugar como
prestaciones de la seguridad social, entendiendo que son beneficios que no pueden
limitarse a quienes se encuentran en relación de dependencia, sino que deben
extenderse a todas las personas.(25) Esta postura viene siendo recomendada no sólo
por autores nacionales, sino que en ella también se enrolan los congresos y la legislación
internacionales, que suprimen la distinción entre enfermedades y accidentes inherentes
o extraños al trabajo, comprendiéndolas en la común denominación de "dolencias", y
excluyéndolas del derecho del trabajo, amparándolas como contingencia de la
seguridad social, y por lo tanto se traslada la responsabilidad individual a la social, siendo
indiferente la causa que la originó. La preocupación es prevenirla y en su caso repararla
y rehabilitarla.(26) Lo que hay que destacar es que en esta materia hay que poner la
atención en la finalidad del resarcimiento, que no es otra que la necesidad de cubrir la
contingencia de la incapacidad.

Ahora bien, y tal como apunta Guisado (27), partiendo de esta consideración, los autores
coinciden tanto los de una corriente como de la otra en que estamos ante una
"obligación de solidaridad",(28) que tiene un aspecto "provisional",(29) o que "cubre
una contingencia social".(30) Y por lo expuesto, estamos en el punto inicial de nuestra
investigación: si la contingencia a la que nos referimos -accidente o enfermedad
inculpable- es una contingencia propia de la seguridad social (aunque regulada en la
LCT), ¿no merecería una respuesta legislativa por la rama del derecho a la que
corresponde por su naturaleza jurídica? ¿No resultaría más coherente que así fuese? ¿O
acaso la naturaleza jurídica de los institutos en derecho son una cuestión meramente
académica que no implica consecuencia alguna? Creemos que la respuesta fluye sola. Y
los ecos de esta posición se encuentran en la voz y en los escritos de destacados
hombres del derecho. Y hace unos cuantos años el maestro Ernesto Krotoschin señalaba
que este tipo de prestaciones "deberían formar parte de un sistema íntegro de
seguridad social".(31) Hay también quienes, desde una posición aún más radical, se
pronuncian por su supresión y reemplazo por un beneficio previsional(32).

En el mismo sentido expuesto, también se enrola Amanda Lucía Pawlowski de Pose, en


referencia al artículo 212 de la Ley de Contrato de Trabajo, y en especial a su último
párrafo.(33) Eugenio C. Sigifredo, si bien en un trabajo referido a los infortunios del
trabajo y no puntualmente a los accidentes y enfermedades inculpables, comenta que
para el Derecho de la Seguridad Social y el Derecho Comparado, en el tratamiento del
problema, "las causas del infortunio dejan de tener relevancia para centrar la atención
en el resultado, esto es, en la suspensión de ganancias del trabajador, en la incapacidad
misma".(34) 3-Patrimonialización de la antigüedad:

Otra postura que se ha desarrollado, en cuanto a la naturaleza jurídica de las


indemnizaciones del art. 212 LCT es la que las considera como capitalización de la
antigüedad, o más precisamente como una patrimonialización de la misma. Antonio
Vázquez Vialard, siguiendo a Centeno, ha considerado que "la indemnización del artículo
212 es un típico reconocimiento de un derecho que genera la antigüedad en el empleo,
que (...) es de carácter excepcional ya que se limita a ciertos supuestos en los que por lo
general el hecho del distracto se acompaña de una situación en la que se generan
mayores gastos, por lo que el legislador, con una deficiente técnica, ha querido otorgar
una ayuda a cargo del empleador".(35) Respetuosamente pensamos que la palabra
"ayuda" se relaciona más con el campo de la Seguridad Social que con el mundo del
derecho del trabajo en el cual se desenvuelve la relación laboral. Allí, el empleador,
realiza su actividad con el objeto de obtener ganancias y no de brindar "ayudas" a
aquellos que se encuentren en situaciones especiales en sus vidas que les generen
mayores gastos.

Cabe aclarar además, que el presente autor ha considerado anteriormente que la


indemnización del tercer párrafo correspondía a un supuesto de despido indirecto,
aunque la calificación que aquí tratamos parece limitarse a la hipótesis del cuarto
párrafo.(36) En términos similares, Moreno califica a la "indemnización por incapacidad
absoluta como una compensación por tiempo de servicio".(37) Coincidimos con la crítica
a esta postura, en el sentido de que esta calificación de patrimonialización de la
antigüedad o compensación por tiempo de servicios constituye, en sus efectos, una
descripción del modo de cálculo de la tarifa, y no una explicación de su causa, materia
ésta en la que ambos autores parecen aproximarse a la posición mayoritaria, esto es, la
que entiende que lo que se repara es la extinción del contrato de trabajo.(38) Desde ya
señalamos que si primariamente nos detenemos en las causas y en los objetivos del
instituto, no solamente consideramos la extinción del contrato de trabajo, sino que estas
indemnizaciones van más allá del mismo.

En realidad, la vinculación implícita con la extinción del contrato de trabajo -lo que lleva
tanto a Vázquez Vialard como a Moreno a excluir la acumulación de esta indemnización
con cualquier otra debida por esta causa- hace que esta calificación de
patrimonialización de la antigüedad o compensación por tiempo de servicios, en sus
efectos, no sea sino -reiteramos- una descripción del modo de cálculo de la tarifa, y no,
en cambio, una explicación de su causa, materia ésta en la que ambos autores parecen
aproximarse a la posición mayoritaria.

4-Independencia de cada párrafo A diferencia de lo que puede observarse en la


jurisprudencia, que no se ha detenido en general a examinar separadamente cada una
de las indemnizaciones previstas en el artículo 212 de la LCT, la doctrina sí se ha ocupado
de ello.
Así, Guibourg ha considerado que la indemnización establecida en el párrafo segundo -
aunque la ley la incluya entre las consecuencias del contrato- parece por su objeto más
vinculada al campo previsional que al juego estricto de las relaciones contractuales, ya
que no tiene por origen ni un incumplimiento ni una decisión autónoma por parte del
empleador, sino un hecho natural y una circunstancia patronal no imputable. Este autor
señala, en cambio, que la reparación prescripta por el tercer párrafo del artículo en
cuestión, sí "constituye una sanción para el empleador que deliberadamente omite el
cumplimiento de sus obligaciones".(39) Y respecto del supuesto de incapacidad absoluta
prevista por el cuarto párrafo del art. 212, sostiene que ella "no fija una ´indemnización
por despido` ni pretende castigar al empleador por incumplimiento alguno de sus
obligaciones: determina una compensación al trabajador por la incapacidad en que éste
haya caído y que le impide continuar no ya la relación individual, sino su incorporación
genérica al mercado de trabajo".(40) En otra oportunidad el mismo autor agrega que "la
indemnización del artículo 212 (párr. 4º) no se inserta pues en un régimen general de
resarcimiento por despido directo o indirecto: los párrafos 2º y 3º del mismo artículo
prevén indemnizaciones fundadas en actitudes o circunstancias de la empresa frente al
trabajador incapacitado durante el lapso de reserva; pero el párrafo 4º se funda
exclusivamente en el estado de salud del trabajador, con independencia de sus actitudes
o de las del empleador...la ley pone a cargo de su último empleador una prestación
monetaria de índole previsional".(41) Por su parte, Herrera también formula una
distinción entre los párrafos que componen el art. 212 de la L.C.T., afirmando que la
indemnización prevista por el 2º párrafo puede identificarse con la establecida por el
art. 247 para el caso de la mayor onerosidad sobreviniente, por ser similares las causas
de ambas. En relación a la reparación del párrafo 3º se pronuncia de modo similar a
Guibourg, y le atribuye el carácter de una verdadera sanción para el empleador. Y al
referirse al cuarto párrafo le atribuye a la prestación impuesta al empleador, una
naturaleza asistencial o de seguridad social, negándole el carácter de indemnización por
considerarlo impropio. (42) 5-Indemnización por extinción del contrato de trabajo.

La posición que claramente ha prevalecido en doctrina, es la que entiende que las


indemnizaciones impuestas por el artículo 212 de la LCT son debidas por el empleador,
por la extinción del contrato de trabajo.

Según esta tesis, en las situaciones contempladas en los párrafos 2º y 4º el contrato se


extingue por imposibilidad de cumplimiento de su objeto, y se impone al empleador el
pago de una indemnización en forma similar a como se hace en el supuesto de muerte
del trabajador, aún cuando en el caso de la incapacitación absoluta el monto sea igual
al que se debe en el supuesto de despido sin justa causa.(43) 6-Indemnizaciones
autónomas.

Para otra corriente doctrinaria, estaríamos en este tema ante indemnizaciones de


carácter autónomo. "El párrafo 1º del artículo 212 de la LCT regula un supuesto que
podría implicar una mayor o, aún, una excesiva onerosidad sobreviniente, pero cuyas
consecuencias, a diferencia de los establecido con carácter general en el Código Civil
(art. 1198), por decisión del legislador, deben ser soportados por el empleador.(44) Ante
la negativa injustificada a cumplir con la obligación legal (reasignar funciones sin
disminución de la remuneración), supuesto del párrafo tercero del artículo 212 de la
LCT, se impone al empleador el pago de una indemnización tarifada que repara los daños
y perjuicios causados por él al trabajador con su comportamiento antijurídico. En los
párrafos 2º y 4º, en cambio se configuran supuestos de imposibilidad sobreviniente (45)
o imposibilidad física de cumplimiento (46), cuyas consecuencias, por razones de política
social, también se cargan a la responsabilidad individual del empleador.

Con todo respecto a la encumbrada doctrina que se cita, no se entiende que la expresión
"razones de política social", justifiquen la atribución al empleador de una
responsabilidad que la misma Constitución Nacional coloca en cabeza del Estado.

En líneas generales, autores como Ackerman comparten, con quienes sostienen que
cada una de las indemnizaciones del artículo 212 de la LCT se basa en diferentes
fundamentos, pero con algunos matices. Así, considera que la reparación prescripta por
el segundo párrafo "compensa al trabajador por la imposibilidad de ser reubicado en la
empresa en la que prestaba servicios"; que la del tercer párrafo es una reparación
tarifada de los daños causados al trabajador por la negativa injustificada del empleador
a cumplir con su obligación legal de reasignarle funciones sin disminución de la
remuneración; y que la indemnización del cuarto párrafo consiste en una compensación
al trabajador por su imposibilidad de reinsertarse en el mercado laboral.(47) Tanto en el
caso del 2º como en el del 4º párrafo, "el contrato de trabajo se extingue por
imposibilidad de cumplimiento del objeto, pero no es la extinción del contrato lo que se
indemniza, sino la imposibilidad de reinserción laboral", relativa en el primer caso y
absoluta en el segundo. Es así que, en atención a ello piensa este autor que, "si la
extinción del contrato se produjera por una causa distinta, que obligara al pago de
indemnizaciones, éstas deberían ser abonadas con independencia de las obligaciones
impuestas por el artículo 212 de la LCT en sus párrafos 2º y 4º".(48)

CAPITULO III:
LAS INDEMNIZACIONES DEL ART. 212 LCT EN LA JURISPRUDENCIA ARGENTINA.

1-Las soluciones de la jurisprudencia.

Habiendo analizado la situación doctrinaria en el tema, se hace necesario investigar cuál


es la posición de nuestra jurisprudencia. ¿Qué posición han asumido los tribunales en lo
que respecta a la naturaleza jurídica de las prestaciones que la ley impone al empleador
ante las contingencias sufridas por el dependiente como consecuencia de un accidente
o enfermedad inculpable? Y es el mismo art. 212 de la LCT, que al presentar una
estructura compleja, convierte al sistema normativo en polémico, casi sin precedentes
en el derecho extranjero.(49) Ahora bien, el precepto más polémico y singular de este
sistema es, sin duda, el contenido en el párrafo 4º. Y esta cuestión, entre otras, es la que
ha provocado un intenso y valioso desarrollo en la jurisprudencia, originando también
fallos plenarios de la CNAT. (50) La Corte Suprema de Justicia de la Nación se ha
ocupado, en algunas ocasiones, de cuestiones relacionadas con el artículo 212, 4º
párrafo, de la LCT., no encontrándose, en cambio, antecedentes dignos de mención
referidos a los restantes párrafos de esa disposición. Y, siendo dicho artículo una norma
de derecho laboral, su estudio resulta, prima facie, ajeno a la competencia federal
atribuida a dicho Tribunal por imperio del art. 14 de la ley 48. Y esto porque las
cuestiones entre empleados y empleadores que atañen a derechos que emanan de la
relación laboral y que han sido debatidos ante los tribunales del fuero respectivo no dan
lugar a tal vía recursiva, por lo que sólo incidentalmente, el Tribunal ha emitido "leading
cases" relativos al tema. (51) No obstante lo antedicho, si bien no muy numerosos,
existen valiosos precedentes de gran importancia teórica y práctica para el
juslaboralista. Y es justamente a fines de la década de los años 70, donde se encuentran
algunas sentencias de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo que aluden, con
mayor o menor énfasis, a la característica "previsional" de la indemnización prevista en
el artículo 212, 4º párrafo, de la LCT.(52) Esta insinuación de la jurisprudencia toma el
rasgo de debate ya a comienzos de los años '80, oponiendo doctrinariamente a quienes
postulaban la naturaleza previsional del beneficio de aquellos que no están de acuerdo
con esta caracterización. Hecho que se plasma en las manifestaciones vertidas en las
Jornadas Nacionales de Derecho del Trabajo desarrolladas en San Nicolás en 1981.

En este contexto la Corte Suprema falló en el año 1982 la causa "Mansilla"(53), que
consideramos de especial interés.

En el mencionado "leading case" la empresa demandada planteó dos cuestiones


constitucionales. En primer lugar, señaló que la indemnización prevista en el art. 212, 4º
párrafo LCT, en virtud del cual se la condenaba al pago de la indemnización respectiva,
se trataba en realidad en un beneficio de la seguridad social, y que teniendo en cuenta
lo previsto por el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, estaba a cargo del Estado y
no de un empleador particular. Por otro lado argumentó también que esa obligación
vulnera la misma norma constitucional en cuanto ella proscribe la superposición de
aportes que, en el caso, se generaría por la doble obligación de abonar la indemnización
por incapacidad absoluta y contribuir al sustento del régimen jubilatorio.

La posición de la parte demandada no resulta a nuestro entender descabellada, sino


todo lo contrario, ya que se basa en un estricto respeto a nuestra normativa
constitucional a la cual, tal como ya se ha indicado, las normas inferiores deberían
adecuarse y subordinarse.

Sin embargo, la Corte refutó los dichos de la parte patronal, sosteniendo, ante todo, que
el beneficio establecido en la disposición cuestionada "podría considerarse -desde el
punto de vista material- como una prestación de la seguridad social, pues cubre riesgos
de subsistencia, pero formalmente se encuadra dentro del ámbito laboral y es en
consecuencia directa del contrato de trabajo que vinculara a las partes".(54) De allí que
la doctrina considere que la Corte logró balancear y armonizar las dos posiciones
aparentemente contrapuestas acerca de la naturaleza -previsional o laboral- de la
indemnización en examen y parece haber dejado igualmente satisfechos a los dos
sectores, que se aferran de este fallo como respaldo para sus respectivas posturas.(55)
Pero lo que creemos, a pesar de la encumbrada doctrina que sostiene este argumento,
es que lo que en realidad ha hecho la Corte, en el considerando 5º del fallo en estudio,
es lo que vulgarmente se llama "lavarse las manos". Si bien es cierto que no puede ser
tachada de incorrecta la afirmación de referencia, lo que aquí criticamos es la actitud de
"quedar bien con Dios y con el diablo", la falta de toma de posición en relación a la
naturaleza jurídica de la indemnización establecida por el párrafo cuarto del artículo 212
de la LCT.

Si el planteo realizado por la demandada fue, en el caso, que la indemnización prevista


en el art. 212, 4º párrafo LCT es en un beneficio de la seguridad social, y de allí derivó
entonces que, en base a lo dispuesto por el artículo 14 bis de la CN debe estar a cargo
del Estado y no de un empleador particular, debió a nuestro entender pronunciarse la
Corte de manera clara sobre la naturaleza jurídica de la mencionada prestación.

Estamos de acuerdo con la distinción que realizó el máximo tribunal entre el ámbito
material y formal de pertenencia de la indemnización en cuestión. Nos parece innegable
que desde el punto de vista material estamos en presencia de una prestación propia de
la seguridad social. Asimismo no podemos desconocer que la misma está incorporada
formalmente a legislación del trabajo.

Creemos, como lo hace Bidart Campos que debemos atenernos sin dudar a la naturaleza
material, y que el beneficio debe estar formalmente incorporado a la legislación que
corresponda según aquella.(56) Por supuesto que el traspaso de la regulación del
instituto de los accidentes y enfermedades inculpables del campo del derecho del
trabajo al de la seguridad social no es tarea del Poder Judicial sino del Legislativo.(57)
Pero lo que sí es facultad y labor del primero, y con más razón de la Corte como órgano
máximo del mismo, es declarar la inconstitucionalidad de disposiciones que, como la del
4º párrafo del art. 212 de la LCT, se opone claramente a lo dispuesto por el artículo 14
bis de la Norma Suprema que establece que los beneficios de la seguridad social serán
otorgados por el Estado.

Es la Corte quien debe propiciar cambios y de hecho puede hacerlo a través de su labor,
para ir eliminando (quizás en una posición un tanto utópica sobre el real funcionamiento
de nuestro sistema democrático) las contradicciones que pueden resultar del
ordenamiento jurídico.

El hecho de que la ley laboral le imponga el abono de la indemnización al empleador no


transforma a esta institución en propia del derecho de trabajo, sino que es precisamente
lo contrario lo que debería ocurrir, o sea, dotar de coherencia al ordenamiento haciendo
coincidir sus disposiciones con la naturaleza jurídica del instituto que cae a nuestro
entender por su propio peso.(58) Y es aquí donde creemos radica el meollo del
problema.

La Corte reconoció en el considerando 6º del fallo "Mansilla" que es competencia de la


instancia judicial pronunciarse respecto de la razonabilidad y congruencia de la
legislación (en el caso, del trabajo) con la Constitución Nacional.

Respondió entonces al primero de los aspectos mencionados (es decir, el relativo a la


razonabilidad del precepto) en el considerando 7º, señalando que "el trabajo humano
tiene características que imponen su consideración con criterios propios que
obviamente exceden el marco del mercado económico y que se apoyan en principios de
cooperación, solidaridad y justicia, también normativamente comprendidos en la
Constitución Nacional. Ello sustenta la obligación de los que utilizan los servicios, en los
términos de las leyes respectivas, a la preservación de quienes los prestan...".(59) Sí, tal
como lo expresa la Corte, el trabajo tiene una singularidad que lo hace merecedor de
regirse por criterios propios, basados en principios como los que menciona, que se
encuentran también comprendidos en la Constitución Nacional; pero aquí no estamos
hablando de trabajo ni de una enfermedad que surge como consecuencia o en ocasión
del mismo, sino de dolencias que resultan totalmente extrañas a él, de las cuales derivan
contingencias desfavorables para el trabajador, por lo que no creemos que estas
afirmaciones de la Corte sirvan de sustento para atribuirle la responsabilidad al
empleador por un tipo de contingencias como las aquí analizadas.

El hecho de que quien reclame el cumplimiento de las prestaciones destinadas a cubrir


esas contingencias sea un trabajador bajo relación de dependencia no transforma a esta
institución de la seguridad social en propia del derecho del trabajo. Es más, creemos que
la cobertura de estas contingencias -en virtud del principio de universalidad subjetiva de
la seguridad social- debe brindarse a todos los individuos por igual, independientemente
de su condición o no de trabajador.(60) Además, los principios de cooperación,
solidaridad y justicia mencionados por la Corte, lejos de resultar extraños a la seguridad
social, forman también parte sustancial de esta disciplina.

Según la misma Corte estos principios anidan en los artículos 14, 14 bis, 33 y 67, incisos
26 y 28 (actualmente: art. 75, incs. 18 y 32 del t. o. 1994). Para Bidart Campos "la
Constitución alberga esos principios, sobre todo en el preámbulo, y además en su
espíritu, que está más acá y más allá de la letra del texto...se trata de valores implícitos
que forman el plexo de los que la Constitución auspicia, y cuyo tono social se remarcó
en el artículo 14 bis con la reforma de 1957".(61) Y estos principios y/o valores se han
acentuado luego de la reforma de la CN en 1994, tal como se ha señalado en los primeros
capítulos.

En relación al interrogante referido a la compatibilidad entre el artículo 212 LCT y el


artículo 14 bis C.N., la Corte señala que la norma laboral cuestionada no violenta el
mandato constitucional que dispone que "el Estado otorgará los beneficios de la
seguridad social", pues "ello no significa que la cobertura de las contingencias sociales -
invalidez, vejez, muerte, cargas de familia, maternidad, accidentes de trabajo,
enfermedades profesionales y comunes, desempleo- (...) deba estar exclusivamente a
cargo del Estado y financiada por éste, sino que hace referencia a los objetivos que
corresponde cumplir al legislador".(62) A pesar de tratarse de dichos de nuestra Corte,
y que fueron avalados por constitucionalistas de la talla de Bidart Campos, disentimos
con ellos. En nuestra opinión, la disposición del art. 14 bis de la Constitución Nacional
no hace referencia a los objetivos que corresponde cumplir al legislador, sino a una
obligación que sin lugar a dudas coloca en cabeza del Estado, ya que muy claramente
dice "El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social", y no "serán objetivos del
legislador...".
Si bien en el inciso 12 del artículo 75 de la Ley Fundamental, referido a las Atribuciones
del Congreso leemos: "Corresponde al Congreso: ...12) Dictar los Códigos...del Trabajo y
Seguridad Social", ello no significa relevar al propio Estado de cumplir con la obligación
que el art. 14 bis le impone, cual es la de otorgar los beneficios de la seguridad social. La
legislación emanada del Congreso constituye un medio para el logro de los objetivos y
la efectivización de los principios establecidos en la primera parte de la Constitución
Nacional. Pero todos sabemos que también los otros poderes del estado están
comprometidos a ello. Un medio utilizado para lograr determinadas decisiones viene
dado por recomendaciones de los otros poderes, de organismos dependientes del
estado, de las universidades, de las agrupaciones sindicales, etc., para propiciar el
dictado de normas. Más aún, en muchas oportunidades puede provenir de
requerimientos expresos que se realizan luego de estudios exhaustivos sobre un tema
dado, en el que intervienen no solo los legisladores, sino representantes de todas las
partes que pueden resultar afectadas.

Por supuesto que sería bueno que el Congreso dictara un Código de Seguridad Social tal
como lo indica el inciso 12 del art. 75 C.N., es más, sería necesario, pero esto no lo
autoriza a legislar de un modo que desconozca o soslaye las prescripciones de la parte
general de la Ley Suprema, ya que precisamente a ellas debe someterse el resultado de
su labor.

Por otra parte, nuestro disenso con el Dr. Bidart Campos lo es respecto de su afirmación
de que, tal como lo manifiesta la Corte, la Constitución Nacional no establece que los
beneficios de la seguridad social deban ser otorgados exclusivamente por el Estado, por
lo que no existe impedimento para que algunos de ellos sean puestos por la ley a cargo
de otros sujetos distintos del Estado, como puede ser el empleador.

Creemos que si la letra del art. 14 bis de la C.N. dice "El Estado otorgará...", no podemos
entender otra cosa de lo que la norma concretamente dispone. Si, aunque se lo haga
por ley, se colocan estos beneficios a cargo de sujetos diferentes -léase en el caso, del
empleador- en realidad el que los otorgará será éste y no el Estado. Clarísimo: si el que
paga las indemnizaciones establecidas por el art. 212 de la LCT es el empleador, ¿cómo
podemos entender que el que otorga estos beneficios es el Estado? En síntesis, el Estado
ha delegado una responsabilidad que le impone la propia Constitución Nacional, se ha
desentendido absolutamente de ella, colocándola por completo a cargo de otro sujeto
diferente. Y eso es lo que sostenemos no puede hacer. No obstante, sí consideramos
atendible la afirmación de la Corte en relación a que lo dispuesto por el art. 14 bis de la
CN "no significa que la cobertura de las contingencias sociales (...) deba estar
exclusivamente a cargo del Estado y financiada por éste".(63) Para explicarnos digamos
que la doctrina se refiere, en líneas generales, a los sistemas de cobertura de la
seguridad social existentes clasificándolos en aquellos de tipo asistencial y los que
poseen carácter contributivo. Para los primeros, el accidente o enfermedad sólo importa
en la medida de la necesidad que provoca la pérdida del ingreso en el beneficiario de la
cobertura, y los recursos provienen totalmente del Estado. Estos sistemas sólo existen
en forma aislada y parcial en la legislación comparada, y se ha desarrollado
especialmente en los países anglosajones y escandinavos.
Los sistemas contributivos, por su parte, recurren al aporte patronal a fin de contribuir
a su financiamiento.

Podríamos afirmar también que los sistemas asistencial y contributivo se corresponden,


en cuanto al modo de financiarse, con los denominados universalista (de Beveridge) y
profesionalista (de Bismark) respectivamente; aunque el criterio basal de esta última
clasificación lo constituye el conjunto de individuos que cada uno tiene como finalidad
proteger.

No constituye objeto de este trabajo profundizar acerca de los sistemas de


financiamiento de la seguridad social en nuestro derecho o en el comparado. Sólo basta
con mencionarlos a fin de manifestar nuestra opinión en relación a lo expresado por la
CSJN respecto al alcance del texto del artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

En efecto, coincidimos con el Alto Tribunal en que el texto constitucional no dice que el
otorgamiento de los beneficios de la seguridad social deba estar exclusivamente a cargo
del Estado y financiada totalmente por el mismo. Con lo cual, y teniendo en cuenta la
situación actual de precariedad del sistema argentino de seguridad social, podemos
aceptar que al financiamiento del mismo deba contribuir un sector no protegido por sus
beneficios, como lo es el empleador.

No podemos desconocer que toda regla jurídica debe interpretarse de modo que sus
disposiciones sean útiles y posibles de realización concreta, y no se transformen en
procuradoras de utopías. Dado entonces el estado actual de nuestro sistema de
seguridad social y las posibilidades concretas de su financiamiento sólo por el Estado,
que seguramente se manifestaría en prestaciones y subsidios que no alcancen a cubrir
ni siquiera en parte la contingencia que se quiera atender, es que no formulamos
objeción a la contribución del sector patronal al financiamiento del mismo.

Pero lo que no podemos aceptar, y así concluimos, es que la carga sea en su totalidad
eludida por el Estado y colocada sólo en cabeza del empleador. Porque de este modo ya
no estaríamos interpretando la disposición del art. 14 bis de la C.N. de modo acorde con
la realidad actual del país, sino que flagrantemente la estaríamos violando.

En otras palabras, el Estado puede pedir ayuda para el cumplimiento de su obligación


constitucional de otorgar los beneficios de la seguridad social, pero no puede
desembarazarse completamente de la misma haciéndose reemplazar por otro.

La restante objeción constitucional planteada en el caso (fundada en una supuesta


"superposición de aportes" dado que el empleador condenado al pago de la
indemnización previamente había efectuado contribuciones previsionales y abonado al
trabajador salarios por enfermedad) era mucho menos consistente que la anterior.

Digamos de todos modos que la Corte aclaró respecto de ella que "la indemnización de
referencia no es un aporte en el sentido constitucional de la palabra, esto es, una
contribución forzosa en dinero hecha al fondo de un organismo previsional o de
seguridad social por los beneficiarios del mismo o por los empleadores, sino que se trata
de una carga derivada del contrato de trabajo, cuyo monto debe satisfacer directamente
el principal a su empleado".(64) Por su parte, el Dr. Máximo I. Gómez Forgués, quien
emitió el dictamen previo en su carácter de Procurador Fiscal, opinó que la prohibición
constitucional de superposición de aportes sólo puede ser invocada por los beneficiarios
de la seguridad social y no por los empleadores obligados a erogaciones impuestas por
normas que responden a distintas finalidades objetivas.

La Corte reiteró en varios pronunciamientos posteriores al analizado que el beneficio


establecido por el artículo 212, 4º párrafo, de la LCT podía considerarse como una
prestación de la seguridad social.

En junio del mismo año falla la causa "Reynoso",(65) señalando que las cuestiones
planteadas allí por el apelante, basadas en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional,
eran sustancialmente análogas a la examinadas en el fallo "Mansilla", dando en
consecuencia por reproducidos los términos del mismo.

Asimismo, en este caso, la demandada formuló también objeción constitucional,


reclamando por la violación del derecho de propiedad establecido en el artículo 17 de
la Ley Fundamental. El Tribunal declaró formalmente inadmisible el recurso en relación
a este aspecto, por haberse omitido el desarrollo de la fundamentación concreta,
profunda y circunstanciada exigible en un planteo de esa trascendencia y gravedad. En
el caso "Rivarola",(66) aunque mencionando el precedente "Mansilla", expresó que "la
indemnización (...) prevista en la LCT (art. 212) tiene naturaleza previsional y asistencial
con fundamento en la solidaridad social".

En el año 1983, falla la causa "Murialdo, Eduardo c/ SOMISA",(67) ratificando allí que el
beneficio o subsidio establecido por el art. 212 de la LCT podía ser considerado, desde
el punto de vista material, como una prestación de seguridad social, destinado a cubrir
riesgos de subsistencia.

Este fallo reitera principios axiológicos invocados en el caso "Mansilla", pero bajo un
distinto esquema de hechos controvertidos.

Prescinde de una interpretación estrictamente gramatical de la norma. Entiende más


valioso priorizar la voluntad del legislador y el espíritu tuitivo de la seguridad social, cuyo
objetivo institucional consiste en otorgar cobertura y/o protección a los sujetos
particulares frente a la existencia de determinadas contingencias sociales que afectan
su capacidad productiva y que pueden colocarlos en una situación de indigencia y/o
marginación.

En septiembre de 1985, reiteró esos fundamentos en el fallo "Arrieta"(68) para


descalificar una sentencia que también había considerado "parcial" una incapacidad
establecida entre un 70 y un 80%. Además, señaló que el tribunal inferior no había
ponderado si la capacidad residual del trabajador podía computarse como una
posibilidad seria para ejercer un trabajo productivo en condiciones de competencia en
el mercado de trabajo -ya sea en la actividad que desarrollaba o en otra distinta-
teniendo en cuenta las circunstancias de su edad y salud.

En el caso "Piersante"(69) fallado en 1991, a diferencia de los casos anteriores, la Corte


no calificó a la indemnización del art. 212 como prestación de la seguridad social,
aunque sí hizo referencia a "los fines tuitivos" que informaban a la norma en juego.

En la causa "Iglesias",(70) en septiembre del año 1986, ya con otra integración, la Corte
reiteró que el beneficio que establece el artículo 212 del régimen de contrato de trabajo
podía considerarse desde el punto de vista material como una prestación de la seguridad
social, cuyo rechazo no debía operarse sino con suma cautela y expresó que el hecho de
haber prestado servicios -aún en tareas livianas- hasta el momento del cese no podía
enervar el derecho del trabajador a la indemnización del 4º párrafo del citado artículo.
Asimismo atenuó las referencias a la inserción formal en la legislación laboral.

En la causa "Mejía",(71) también de septiembre de ese mismo año, se expidió de modo


semejante.

Al fallar el caso "Andrade",(72) en mayo de 1989, el máximo tribunal adhirió a la


conclusión y fundamentos del Procurador Fiscal Dr. Guillermo H. López, quien -además
de remitir también a "Iglesias c/ CAP"- puntualizó que "la indemnización prevista en el
art. 212 de la LCT puede considerarse una prestación de seguridad social, naturaleza
evidentemente disímil de la que cabe atribuir al resarcimiento por antigüedad en el
supuesto de despido incausado aunque resulten coincidentes en cuanto a las pautas
sobre las que se calculan".

CAPITULO IV:
ACCIDENTES O ENFERMEDADES INCULPABLES COMO PARTE DEL DERECHO DEL
TRABAJO O DE LA SEGURIDAD SOCIAL.

1-Importancia de considerar a los accidentes o enfermedades inculpables como parte


del Derecho del Trabajo o de la Seguridad Social.

Hemos procurado hasta aquí realizar una sistematización acerca de las distintas
opiniones de la doctrina y de la jurisprudencia nacional acerca de la naturaleza jurídica
del instituto de los accidentes y enfermedades inculpables.

Del debate resultante se hace necesario considerar la importancia que tiene en la praxis
de nuestro derecho adjudicar a una rama u otra del derecho la cuestión. Se considera
que la importancia es innegable y no se trata de una cuestión meramente teórica o
académica.
En efecto, para no pocos autores, cuestión que compartimos, la pertenencia de la
institución bajo análisis a una u otra rama jurídica repercute, o mejor dicho, debe
repercutir o relacionarse directamente con la persona, entidad o sistema en cuya cabeza
ha de colocarse la responsabilidad indemnizatoria por este tipo de infortunios.

De esta consideración como punto de partida, se puede argumentar, que no habrá


cuestionamientos si adherimos a la doctrina que considera que los accidentes y
enfermedades inculpables son un instituto propio del derecho del trabajo. Nadie podrá
objetar que las indemnizaciones dispuestas por el artículo 212 LCT haya instituido como
sujeto pasivo al empleador, ya que es entre éste y el trabajador -sujeto activo de la
prestación- que se desarrolla la relación laboral.

Así vemos como Ackerman disiente con quienes consideran a estas indemnizaciones
como prestaciones de la seguridad social, fundando su opinión principalmente en "la
inexistencia de una relación de seguridad social, ya que el ámbito en el que nace, se
impone y se ejecuta la obligación indemnizatoria -y esto vale para todos los supuestos
contemplados en el artículo 212- es el contrato de trabajo, de suerte que los sujetos
vinculados son exclusivamente el trabajador y su empleador". (73) Considera este autor
que no hay sujeto ni objeto de la seguridad social, y por ello no nace una relación de esa
naturaleza. Y esto porque en la realidad de nuestro derecho no existe un fundamento
legal o normativo para calificar a estas indemnizaciones sino como incluidas dentro del
Derecho del Trabajo.

Asimismo sostiene Machado que la aceptada afirmación de que la institución ya es de


la seguridad social resulta forzada e innecesaria, ya que no existe un patrimonio
colectivo afectado a la cobertura y al que deba contribuirse con prescindencia de la
concreción o no del riesgo (74). Se trata, dice, "de beneficios nacidos en virtud del
contrato e trabajo entendido como relación solidaria-cooperativa que no agota su
contenido en el mero intercambio de prestaciones".(75) Por el contrario, la controversia
surge si adoptamos la posición que considera a la compensación del artículo 212 de la
L.C.T. como un beneficio propio de la seguridad social.

En efecto, de entre los autores que consideran que la mencionada prestación forma
parte de la seguridad social, encontramos algunos que, no obstante ello, están de
acuerdo, o al menos no manifiestan oposición, en que la responsabilidad le sea atribuida
legalmente al empleador; y por otro lado están quienes no concuerdan con esta solución
aunque ella sea la consagrada por nuestro derecho positivo.

Diferentes argumentaciones se han desarrollado para fundamentar la primera de las


posiciones.

Así, en la causa "Frias Regalado c. Riva s.a. s/ cobro de pesos", del 13/8/93, fallada por
la sala VII de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo encontramos una particular
e interesante argumentación emitida por el doctor Boutigue, al que adhiere el doctor
Bergna.(76) Si bien lo que debía decidirse en el caso era la aplicabilidad o no del artículo
212 de la ley de contrato de trabajo en el régimen laboral de la industria de la
construcción, la originalidad en lo que respecta a la materia que aquí nos interesa,
resulta de lo sostenido por el mencionado Camarista, que señala en primer término su
coincidencia en la ubicación de la indemnización del párr. 4º, del art. 212 de la ley de
contrato de trabajo, en el ámbito de la seguridad social, aun cuando, en este supuesto
de pérdida del empleo por razones de incapacidad irreversible, se haya puesto la
cobertura de la contingencia a cargo de una fuente de solvencia presunta como lo es de
quien emplea a ese trabajador.

Parece justificar con esto la decisión legislativa de que las prestaciones del artículo 212
de la ley de contrato de trabajo sean colocadas en cabeza del patrón, en la presunción
de solvencia del mismo.

Pensamos que si bien llamativo, el argumento no es lo suficientemente consistente, ya


que, en primer término, no podemos cargar a una persona o entidad con una
responsabilidad patrimonial por el solo hecho de que posea la solvencia suficiente para
hacerse cargo de ella; y además, si tomamos sus propias palabras -solvencia presunta-
se nos impone casi razonar que no podemos hacer descansar una obligación como la
impuesta por el artículo 212 de la L.C.T. en sólo una presunción. Y esto porque no todos
los empleadores tienen una estructura patrimonial suficientemente fuerte, que les
permita soportar eventualidades de este tipo, sin caer en hasta graves inconvenientes
de naturaleza económica y financiera. Es acertado señalar aquí, que en las "Iniciativas
Nacionales Relativas al Diálogo Social en la Formación - Argentina", realizadas en 1994,
ya se recomendaba dar solución integral a este aspecto.(77) Otro fallo en el que parece
estarse de acuerdo con que la prestación del artículo 212 de la L.C.T. deba ser soportada
por el empleador fue emitido por la sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones del
Trabajo (78). El párrafo que nos interesa sostiene que el resarcimiento en examen no
constituye una sanción sino "un aspecto de la responsabilidad que la sociedad delega en
los empleadores frente a los trabajadores -en este caso inválidos- que pasan a ser una
carga para la sociedad pero con respecto a quienes es justo que los que han utilizado
sus servicios contribuyan a cubrir sus riesgos".

Disentimos con esta opinión. Precisamente lo que de ninguna manera consideramos, es


que sea justo cargar al empleador con esta obligación. Indudablemente que el patrón
ha utilizado los servicios de su dependiente que se incapacita, y que ha sacado provecho
de ellos; pero el punto es que no los ha recibido gratuitamente, sin contraprestación
alguna, sino que por su utilización ha debido retribuir al trabajador.

Por otro lado expresa también el mismo párrafo que lo que es justo es que el empleador
"contribuya" a cubrir los riesgos del trabajador inválido.

Veremos infra, al hacer somera referencia a las distintas maneras en que puede
instrumentarse o financiarse la seguridad social, que uno de esos modos comprende la
contribución de los empleadores mediante aportes al sistema, que se compone también
de un aporte estatal. Pero lo que impone el artículo 212 de la L.C.T. no es una
contribución, como parece entender justo el párrafo que comentamos, sino lisa y
llanamente que sea el empleador el que cubra la totalidad de la contingencia. Una cosa
es contribuir a un sistema de seguridad social para que este pueda financiar, junto con
otras contribuciones de distinto origen, la cobertura de las contingencias sufridas por
los trabajadores, y otra muy diferente es tener la obligación de hacerse cargo de ellas
en forma total y exclusiva.

Por su parte, otros autores o tribunales, como se refirió anteriormente, si bien no


manifiestan expresa y fundadamente su acuerdo en que sea el empleador quien deba
pagar la incapacitación e imposibilidad de reinserción en el mercado laboral del
trabajador, tampoco se pronuncian en contra de que ello así sea, sino que se limitan a
relatar que "se trata de una prestación de la seguridad social que la ley ha colocado a
cargo del empleador", con lo cual podríamos hablar de un asentimiento tácito de esa
situación. O podríamos también decir que denotan indiferencia ante esta importante
consecuencia. Desde luego que no ponemos en duda que lo más importante resulta ser
que el trabajador cuente con una oportuna y adecuada atención de las consecuencias
que le acarrea el acaecimiento de un accidente o enfermedad inculpable que lo
incapacita para trabajar en el presente y con posterioridad, pero consideramos que no
menor relevancia posee la cuestión de si le corresponde o no al empleador hacerse
cargo de esta situación que le es totalmente ajena en su causación. No nos parece en
absoluto intrascendente esta circunstancia. Es cierto que al trabajador, que es el sujeto
activo de estas prestaciones, le resulta indistinto quién sea el obligado a otorgárselas,
es más, es natural que así sea, pero al que obviamente no le resulta lo mismo es al
empleador, y esto es algo que los hombres de derecho no pueden dejar de considerar
seriamente. El valor justicia y el sentido común, a más del respeto por las disposiciones
de la propia Constitución Nacional, no pueden ser soslayados por más que nos
encontremos en un ámbito regido por principios diferenciados del derecho civil.

Un ejemplo de este asentimiento tácito o indiferencia a que hacemos referencia nos lo


proporciona Vazquez Vialard, al afirmar que "lo que el trabajador percibe durante ese
lapso es una prestación que la comunidad le otorga -y pone a cargo del empleador-
como consecuencia de sufrir un infortunio que le impide trabajar y por ende, percibir su
salario".(79) La circunstancia de que sea puesta a cargo del empleador aparece entre
líneas y sin ningún tipo de cuestionamiento o referencia al respecto, como algo que es
así y nada más.

Asimismo, nos parece un contrasentido decir que es una prestación que la comunidad
le otorga, y que la coloca a cargo del empleador, porque de este modo será entonces el
empleador quien la otorgue y no la comunidad.

Y para finalizar este capítulo nos referiremos al pensamiento de quienes sostienen que,
siendo las del artículo 212 de la L.C.T. prestaciones de la seguridad social, no pueden, o
mejor dicho, no corresponde que las mismas sean impuestas al dador de trabajo, sino
que deben ser soportadas por el Estado.

Es quizás Florentino Izquierdo quien con mayor énfasis defiende la opinión


precedentemente aludida, refiriéndose al tema de modo contundente y con una
claridad y simpleza digna de mención.
En efecto, expresa el citado autor que la obligación de abonar la indemnización
establecida en el apartado 4º, art. 212, L.C.T., "forma parte de la seguridad social", y por
ende "se trata de una obligación ajena al contrato de trabajo", y debido a esa naturaleza,
"...la indemnización no está constitucionalmente a cargo del empleador sino que debe
ser soportada por el Estado". (80) Cabe señalar en este sentido que si bien esto es una
responsabilidad política de nuestros legisladores y gobernantes, también los mismos
jueces deben resolverlo, mostrando un activismo judicial (al que ya hemos aludido), que
no se ha manifestado hasta el momento.

Es claro que el empleado debe ser compensado, que debemos acatar el milenario
principio de dar a cada uno lo suyo (Suum cuique tribuere), pero es necesario que se lo
de quien se lo tenga que dar, y no otro, ya que en ese caso se rompe de todos modos el
criterio de justicia y de equidad.(81) Principio que se extrae de integrar nuestro texto
normativo constitucional con el Preámbulo del mismo. Pero además, es la misma
Constitución Nacional quien coloca en cabeza del Estado, en el art. 14 bis, la obligación
de la que venimos hablando.

Y de entender esto de esa manera, resta un tramo muy corto a propiciar el dictado de
la inconstitucionalidad del art. 212, 4º apartado por parte de nuestros jueces.

De todo lo expuesto, se considera la necesidad de adecuar la realidad normativa a lo


establecido por la Constitución Nacional. Se señala además que este pensamiento se
encontraba latente en los constituyentes de la reforma constitucional de 1957, al tratar
el art. 14 bis. Así, en el debate registrado en la Convención Nacional Constituyente de
1957, el convencional Sgrosso señaló que el Plan Beveridge, de Inglaterra, "ampara al
hombre desde que nace hasta que muere. En este plan están comprendidos también los
beneficios del retiro, al mismo tiempo que los beneficios contra enfermedad".(82) Ideas
que no han quedado en el tiempo, sino que fueron ampliadas y consagradas en la
reforma constitucional de 1994.

CAPITULO V:
"DE LEGE LATA"... "DE LEGE FERENDA"

1-En camino a una conciliación de criterios.

Ahora bien, nos ha conducido a algo todo esto? Creemos que, en primer lugar, bueno
sería que nos lleve a repensar el tema. Si bien comenzamos el trayecto en este trabajo
bajo la consigna: "al menos debe motivarnos a pensar", haciéndolo desde un simple
ejemplo, desprovistos de los elementos que proporcionan la letra misma de la ley, y las
opiniones vertidas por la doctrina y la jurisprudencia, sino munidos simplemente de
nuestra lógica y sentido común, nos parece interesante volver a plantearnos el tema
teniendo en cuenta ahora los argumentos que estas fuentes nos hayan podido aportar
a lo largo de estas páginas.
Interesante seria que hayamos podido encontrar en ellas elementos que nos permitan
tomar posición -si es que ya no lo hemos hecho- acerca de si el tema está hoy
correctamente legislado, o si por el contrario algo debería cambiar.

No debemos perder de vista que todo el análisis que hemos realizado hasta aquí es
referido exclusivamente a las normas de nuestro derecho positivo, es decir "de lege
lata". Así, en un párrafo del fallo "Mansilla", la propia Corte Suprema de Justicia de la
Nación ha dicho que tanto la regulación del contrato de trabajo como la promoción y
organización de la previsión social son objetivos legítimos de la acción legislativa y no
compete a la instancia judicial decidir sobre su eficacia, conveniencia y oportunidad, sino
tan sólo examinar su razonabilidad y congruencia con la Constitución.

Si bien es cierto que desde la doctrina sí se han emitido opiniones acerca de si es


correcto o no que las prestaciones establecidas por la L.C.T. en su artículo 212 sean
consideradas como una obligación que emana del contrato de trabajo o por el contrario
se las entienda como formando parte del ámbito de la seguridad social en congruencia
con su naturaleza jurídica, no nos hemos nosotros planteado hasta aquí cómo debería
enfocarse la cuestión si no se la encuadra tal como se lo hace hoy desde el punto de
vista legislativo. Es decir, qué se podría hacer "de lege ferenda".

Si el ser y el deber ser en cuanto a la legislación de esta materia transitan hoy caminos
diferentes; es necesario teorizar en función a un futuro mejor, para unificar un sendero
y propiciar la coherencia.

Es evidente que mientras la legislación en materia de accidentes y enfermedades


inculpables siga siendo la que hoy contamos, mientras las disposiciones relativas a la
materia sigan estando incluidas dentro del texto de la ley de contrato de trabajo, y ellas
sigan imponiendo la responsabilidad por tales contingencias al empleador, muy
difícilmente sea diferente la respuesta que frente a planteos similares al realizado en el
caso "Mansilla"(83) emane de nuestros tribunales.

En consonancia con lo dicho se manifiesta Mario Ackerman, quien sostiene que "puestos
en el rol de legislador o de responsable de la definición de políticas sociales, no
vacilaríamos en incluir, no ya el art. 212 sino todas las prestaciones económicas del
Capítulo I del Título X de la ley de contrato de trabajo, en el campo de la seguridad social,
apelando a los instrumentos basados en la solidaridad, universalidad e inmediatez
propios de esta disciplina; sin embargo, en el estado actual de nuestro régimen
normativo, que limita al empleador individual la responsabilidad exclusiva en el pago de
las prestaciones, no parece que ellas puedan ser ubicadas fuera del campo del derecho
laboral y, especialmente, del ámbito de las relaciones individuales de trabajo". (84) Lo
dicho, salvo que se declare la inconstitucionalidad de tal normativa, dejando en claro
que para nosotros, al igual que para Florentino Izquierdo (85), ello es lo que debería
ocurrir cada vez que se formule el planteo por ante los tribunales del trabajo, aunque
sólo respecto de los párrafos 4º y 5ª del art. 212 de la L.C.T.
Ahora bien, a más de la posible -aunque difícil- declaración de inconstitucionalidad a que
nos referimos, podemos comenzar a hablar de una solución diferente, generalizada, y
no depender de la aplicación de un parche en cada caso concreto.

Y de allí que no es utópico proponer un cambio en la legislación. Demás está decir que
las propuestas de cambio de la legislación para quitar la carga impuesta por ella a la
patronal, desplazando de ámbito la protección, emanarán siempre de aquellos autores
que consideran que los accidentes y enfermedades inculpables son temas que, por su
naturaleza, hacen parte de la seguridad social. Punto de partida este del que nos
hacemos eco.

Puestos entonces a analizar alternativas, comenzaríamos por la que se nos ocurre


caracterizar como radical. Y como se considera que las indemnizaciones de las que
venimos hablando son propias de la seguridad social, esto acarrea la incuestionable
obligación del Estado para ponerlas a su cargo. La base de esta argumentación se
encuentra, y tal como ya se ha adelantado, en lo dispuesto por el artículo 14 bis de la
Constitución Nacional.

El otorgamiento de las prestaciones atinentes a esta materia por parte del Estado es un
mandato constitucional, una obligación emanada del propio texto de la ley suprema. Y
el Estado no cumple con esta obligación si la traslada sin más a un tercero, entiéndase
en el caso concreto el empleador.

No podemos dejar de reconocer que desde el punto de vista estrictamente normativo


hemos sido tentados a encolumnarnos tras esta opinión, aunque veremos más adelante
que la misma puede ser moderada en atención a la concreta realidad en que las normas
deben desenvolverse.

No coincidimos con la opinión de la C.S.J.N. vertida en el fallo "Mansilla" cuando señala


que el artículo 212 de la L.C.T. no violenta el mandato constitucional del art. 14 bis, ya
que lo allí dispuesto "no significa que la cobertura de las contingencias sociales (...) deba
estar exclusivamente a cargo del Estado y financiada por éste, sino que hace referencia
a los objetivos que corresponde cumplir al legislador". (86) Y esta posición parece ser la
avalada por Bidart Campos, que al comentar el mismo fallo señala que el hecho de que
los beneficios deban ser otorgados por el Estado, nada impide que algunos de ellos sean
puestos a veces por la misma ley a cargo de otros sujetos distintos, como bien puede ser
el empleador. (87) Respetuosamente disentimos tanto con lo expresado por el Alto
Tribunal como con la autorizada opinión del referido constitucionalista.

En nuestra opinión, la disposición del art. 14 bis de la Constitución Nacional no hace


referencia a los objetivos que corresponde cumplir al legislador, sino a una obligación
que sin lugar a dudas coloca en cabeza del Estado, ya que muy claramente dice "El
Estado otorgará los beneficios de la seguridad social", y no "serán objetivos del
legislador:...".
Si bien en el inciso 12 del artículo 75 de la Ley Fundamental, referido a las Atribuciones
del Congreso leemos: "Corresponde al Congreso: ...12) Dictar los Códigos...del Trabajo y
Seguridad Social", ello no significa relevar al propio Estado de cumplir con la obligación
que el art. 14 bis le impone, cual es la de otorgar los beneficios de la seguridad social. La
legislación emanada del Congreso constituye un medio para el logro de los objetivos y
la efectivización de los principios establecidos en la primera parte de la Constitución
Nacional. Pero todos sabemos que también los otros poderes del estado están
comprometidos a ello. Un medio utilizado para lograr determinadas decisiones viene
dado por recomendaciones de los otros poderes, de organismos dependientes del
estado, de las universidades, de las agrupaciones sindicales, etc., para propiciar el
dictado de normas. Más aún, en muchas oportunidades puede provenir de
requerimientos expresos que se realizan luego de estudios exhaustivos sobre un tema
dado, en el que intervienen no solo los legisladores, sino representantes de todas las
partes que pueden resultar afectadas.

Más aún, por supuesto que sería bueno que el Congreso dictara un Código de Seguridad
Social tal como lo indica el inciso 12 del art. 75 C.N., cosa que sería necesario, pero esto
no lo autoriza a legislar de un modo que desconozca o soslaye las prescripciones de la
parte general de la Ley Suprema, ya que precisamente a ellas debe someterse el
resultado de su labor.

Por otra parte, nuestro disenso con el Dr. Bidart Campos lo es respecto de su afirmación
de que, tal como lo manifiesta la Corte, la Constitución Nacional no establece que los
beneficios de la seguridad social deban ser otorgados exclusivamente por el Estado, por
lo que no existe impedimento para que algunos de ellos sean puestos por la ley a cargo
de otros sujetos distintos del Estado, como puede ser el empleador.

Creemos que si la letra del art. 14 bis de la C.N. dice "El Estado otorgará...", no podemos
entender otra cosa de lo que la norma concretamente dispone. Si, aunque se lo haga
por ley, se colocan estos beneficios a cargo de sujetos diferentes -léase en el caso, del
empleador- en realidad el que los otorgará será éste y no el Estado. Clarísimo: si el que
paga las indemnizaciones establecidas por el art. 212 de la LCT es el empleador, ¿cómo
podemos entender que el que otorga estos beneficios es el Estado? En síntesis, el Estado
ha delegado una responsabilidad que le impone la propia Constitución Nacional, se ha
desentendido absolutamente de ella, colocándola por completo a cargo de otro sujeto
diferente. Y eso es lo que sostenemos no puede hacer. No obstante, sí consideramos
atendible la afirmación de la Corte en relación a que lo dispuesto por el art. 14 bis de la
CN "no significa que la cobertura de las contingencias sociales (...) deba estar
exclusivamente a cargo del Estado y financiada por éste". Resaltamos aquí, al igual que
Bidart Campos, el término exclusivamente. Para explicarnos digamos que la doctrina se
refiere, en líneas generales, a los sistemas de cobertura de la seguridad social existentes
clasificándolos en aquellos de tipo asistencial y los que poseen carácter contributivo.
Para los primeros, el accidente o enfermedad sólo importa en la medida de la necesidad
que provoca la pérdida del ingreso en el beneficiario de la cobertura, y los recursos
provienen totalmente del Estado. Estos sistemas sólo existen en forma aislada y parcial
en la legislación comparada, y se ha desarrollado especialmente en los países
anglosajones y escandinavos.
Los sistemas contributivos, por su parte, recurren al aporte patronal a fin de contribuir
a su financiamiento.

Podríamos afirmar también que los sistemas asistencial y contributivo se corresponden,


en cuanto al modo de financiarse, con los denominados universalista (de Beveridge) y
profesionalista (de Bismark) respectivamente; aunque el criterio basal de esta última
clasificación lo constituye el conjunto de individuos que cada uno tiene como finalidad
proteger.

No constituye objeto de este trabajo profundizar acerca de los sistemas de


financiamiento de la seguridad social en nuestro derecho o en el comparado. Sólo basta
con mencionarlos a fin de manifestar nuestra opinión en relación a lo expresado por la
CSJN respecto al alcance del texto del artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

En efecto, coincidimos con el Alto Tribunal en que el texto constitucional no dice que el
otorgamiento de los beneficios de la seguridad social deba estar exclusivamente a cargo
del Estado y financiada totalmente por el mismo. Con lo cual, y teniendo en cuenta la
situación actual de precariedad del sistema argentino de seguridad social, podemos
aceptar que al financiamiento del mismo deba contribuir un sector no protegido por sus
beneficios, como lo es el empleador.

No podemos desconocer que toda regla jurídica debe interpretarse de modo que sus
disposiciones sean útiles y posibles de realización concreta, y no se transformen en
procuradoras de utopías. Dado entonces el estado actual de nuestro sistema de
seguridad social y las posibilidades concretas de su financiamiento sólo por el Estado,
que seguramente se manifestaría en prestaciones y subsidios que no alcancen a cubrir
ni siquiera en parte la contingencia que se quiera atender, es que no formulamos
objeción a la contribución del sector patronal al financiamiento del mismo.

Pero lo que no podemos aceptar, y así concluimos, es que la carga sea en su totalidad
eludida por el Estado y colocada sólo en cabeza del empleador. Porque de este modo ya
no estaríamos interpretando la disposición del art. 14 bis de la C.N. de modo acorde con
la realidad actual del país, sino que flagrantemente la estaríamos violando.

En otras palabras, el Estado puede pedir ayuda para el cumplimiento de su obligación


constitucional de otorgar los beneficios de la seguridad social, pero no puede
desembarazarse completamente de la misma haciéndose reemplazar por otro.

Prosiguiendo en el análisis de las alternativas propuestas a fin de responder el


interrogante de qué hacer cuando creemos que el camino que deben seguir hoy los
tribunales en sus decisiones, sujetos como es lógico al derecho vigente, no es el que
debieran si atendiéramos a la naturaleza jurídica del instituto que tratamos, no podemos
dejar de mencionar la propuesta formulada por Raúl E. Altamira Gigena, en su trabajo
"Sistemas de cobertura de los accidentes laborales".(88) Tomando de ella sólo la parte
que creemos pertinente a los accidentes y enfermedades inculpables, diremos que este
destacado autor propicia lisa y llanamente la derogación del art. 212 de la L.C.T., y el
reemplazo de la clásica responsabilidad individual del empleador, por la responsabilidad
social.

Asimismo propone sustituir el pago de indemnizaciones únicas por el de una prestación


salarial continuada. Así nos dice, "el trabajador, cuando se accidente o enferme será
atendido por la obra social, para lo cual la Empresa deberá efectuar un aporte superior
al actual, a los fines de atender la contingencia de los infortunios laborales" -y podemos
leer también inculpables-.(89) Respecto a la solución propiciada por Altamira Gigena,
puede no tener demasiada importancia para el trabajador, a quien puede que no
interesarle demasiado quién sea el que deba pagarle sus haberes, pero sí reviste mucha
importancia para el empleador, a quien sí puede cambiarle la situación si el sistema
previsional -que como sabemos se financia, entre otros, con fondos provinientes del
Estado- debe encargarse de abonar parte o la totalidad de los haberes del trabajador. Y
a esto lo encontramos más justo, ya que implicaría retirar o al menos reducir una carga
que pesa sobre el empleador -sin corresponderle ni por el sentido común ni por lo
dispuesto por la Ley Suprema de la Nación- sin que ello vaya en desmedro de los
derechos del trabajador, que por el contrario, puede que se vea beneficiado con este
sistema.

El Doctor Ricardo Guibourg: En su ponencia "Ideas para la cobertura de los accidentes


de trabajo", se introduce en el análisis de la normativa vigente y su sistema
indemnizatorio, admitiendo, al igual que el doctor Altamira Gigena la posibilidad de que
sea suplido por un sistema de renta o suplemento de salario, que se pague en la medida
que este falte, aunque este autor con reservas, ya que se plantea, además cómo
garantizar a la víctima por la insolvencia del deudor y el control de rehabilitación de las
víctimas. Cualquiera fuese el sistema que se adopte -propone el ponente- deben
orientarse los respectivos esfuerzos a la búsqueda de uno que pueda ser efectivamente
cumplido y fielmente aplicado al mismo tiempo que comprendido y acatado por las
personas involucradas.(90) 2-Nuestra opinión.

Si bien nuestra posición ya se ha expresado sobradamente en el transcurso de la


investigación, sí se cree adecuado esquematizarla para simplificar su interpretación.
Creemos que los accidentes y enfermedades inculpables son tema propio del Derecho
de la Seguridad Social y no del Derecho del Trabajo. Las razones son en general
coincidentes con la de muchos autores antes nombrados. Así estamos en condiciones
de señalar:

a) Lo importante en este tema no es la causa que genera la contingencia sino la


contingencia misma. El objetivo debe estar centrado en brindar cobertura a la situación
que el accidente o enfermedad genera, es decir, a la suspensión de los ingresos del
trabajador, provocada por aquellos, justamente cuando más los necesita. La
imposibilidad de trabajar importa un agravamiento de la situación del trabajador, y
consecuentemente de la de los que de él dependen, y es esto lo que debe constituir el
centro de la atención y protección sin importar la causa por la que se ha llegado a este
estado.
b) Aun si quisiéramos hablar de la causa, no podemos dejar de advertir que por su propia
definición, los accidentes y enfermedades inculpables son aquellos que no guardan
relación alguna con la tarea o actividad que el dependiente realiza para su empleador,
por lo que no se advierte razón para que sea este quien deba responder. Además, por
constituir estos accidentes o enfermedades inculpables una manifestación de dolencias
comunes, que pueden afectar a cualquier persona, al margen de que se encuentre
inmersa en una relación laboral, creemos atinado manifestar en que la cobertura de los
mismos debería ser brindada por todos los ciudadanos, y no solo por aquellos que
mantienen una relación de ese tipo.

c) El objetivo no debe ser indemnizar la extinción del contrato de trabajo, sino brindar
protección a quien sufre las consecuencias de su imposibilidad, relativa o absoluta, de
reinsertarse en el mercado laboral y procurarse su subsistencia.

d) Las obligaciones impuestas por las normas laborales sobre la materia no constituyen
un castigo al empleador por daño alguno causado por él al dependiente o por algún
incumplimiento contractual de su parte o aun por un ilícito extracontractual. Al no
verificarse ninguno de estos supuestos, resulta injustificada la atribución de tal
responsabilidad al dador de trabajo, y como tal injusta. Pero en la práctica, la obligación
de responder impuesta al patrón sí se traduce en un castigo sin causa.

e) No concordamos con el argumento que justifica que sea el empleador quien deba
responder en el caso de los accidentes o enfermedades inculpables por el hecho de
haber gozado de los servicios del trabajador. Si bien ello es cierto, no lo es menos que
para poder utilizar esos servicios ha debido pagar por ellos, cumpliendo con la
contraprestación a su cargo.

f) Del art. 14 bis de la Constitución Nacional, al establecer que "el Estado otorgará los
beneficios de la seguridad social...tendrá el carácter integral e irrenunciable", se deduce
que el término integral denota que la cobertura de las necesidades debe ser amplia y
total. Y como ya se ha señalado anteriormente, se interpreta en forma comprensiva de
todas las contingencias que puedan acaecer a una persona, dentro de las que se
encuentran los accidentes y enfermedades inculpables.

g) Si bien no configura un argumento en sí, no podemos dejar de considerar y valorar el


hecho de que tanto la doctrina moderna como la legislación comparada en la actualidad
incluyen a los accidentes propios o extraños al trabajo dentro de la común
denominación de dolencias, excluyéndolas del Derecho Laboral, e incluyéndolas dentro
del Derecho de la Seguridad Social. Se produce de este modo un traspaso de la
responsabilidad individual a una de tipo social, incluyendo a las prestaciones necesarias
para prevenir, reparar o rehabilitar las referidas dolencias dentro de los llamados
derechos humanos fundamentales. Esta tendencia no es aleatoria ni basada en muchos
de los fundamentos que antes señalamos, sino que constituye un elemento más para
tener en cuenta en el tema aquí tratado.
CONCLUSION.
Sobrados son los ejemplos que podemos mencionar de situaciones en que un trabajador
puede resultar incapacitado para trabajar o reinsertarse en el mercado laboral como
consecuencia de haber sufrido un accidente o enfermedad totalmente ajenos al trabajo
que realiza en relación de dependencia. De hecho con uno de ellos hemos comenzado
nuestro trabajo a fin de utilizarlo como disparador de pensamiento.

Analizando la normativa que contempla estas situaciones, vemos como el ordenamiento


laboral contempla la situación concreta del trabajador incapacitado en forma absoluta
y, a pesar de que el empleador no resulta, ni subjetiva ni objetivamente, responsable de
tal minusvalía, reconoce derecho al dependiente al cobro de la indemnización tarifada
integral por despido, que -según voluntad legislativa- no es incompatible y se acumula
con las reparaciones que los estatutos especiales o convenios colectivos puedan
disponer para el supuesto (art. 212 LCT).

Nos cupo ante esto preguntarnos entonces acerca de lo atinado o no de tal disposición,
de la justicia o injusticia que puede resultar del cumplimiento de la misma, de lo lógico
o ilógico de la atribución legislativa de tal responsabilidad al empleador, y, por supuesto,
de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la norma laboral.

Pensamos además si tiene fundamento que esto sea de este modo, y si lo tiene, si es
válido, aceptable; y si no podría ser de otra manera.

Resulta incuestionable que si un trabajador resulta víctima de un accidente o


enfermedad inculpable deben proporcionársele los medios para paliar esa contingencia.
Ahora bien: ¿Quién debe hacerlo? Sobre esto ha girado el centro de nuestro análisis en
el presente trabajo.

En el decorrer de este trabajo hemos anticipado ya nuestra opinión al respecto. Creemos


que los accidentes y enfermedades inculpables son tema propio de la Seguridad Social
y no del Derecho del Trabajo. Nuestras razones son coincidentes en general con la de
los autores citados.

Ahora bien, si sostenemos con base en los argumentos esgrimidos supra que estamos
en presencia de contingencias propias de la seguridad social, puede que del análisis de
las disposiciones de nuestro derecho positivo nos surja un interrogante más: El hecho
de que las prestaciones destinadas a cubrir dichas contingencias se encuentren
encuadradas formalmente dentro de las normas del derecho del trabajo, es razón
suficiente para atribuirles naturaleza laboral? La respuesta nos parece obvia. No.

Por ello creemos que la respuesta legislativa en la materia debe ser concordante con la
naturaleza material que posee la institución, es decir que si las prestaciones a que nos
referimos forman parte del campo de la seguridad social, las normas que las impongan
y regulen deben pertenecer también a esa rama jurídica.
Pero, hoy por hoy, en el estado actual de nuestra legislación en la materia, no resulta
posible que los tribunales resuelvan eximir de responsabilidad al empleador por las
contingencias a que venimos refiriéndonos, salvo que se decidan por la declaración de
inconstitucionalidad de las normas relativas a esta materia contenidas en la LCT.

Pero si la actividad jurisdiccional no acude a tales pronunciamientos, creemos que es


hora de que comencemos a pensar en una solución de fondo para dotar de congruencia
e nuestro ordenamiento jurídico y brindar la respuesta que este instituto merece de
acuerdo con su naturaleza jurídica, y que no nos contentemos simplemente con
expresar que existe la posibilidad -remota- de la declaración de inconstitucionalidad en
cada caso en que se plantee.

Y así concluimos que el Estado no puede ignorar y eludir su responsabilidad impuesta


por la misma normativa constitucional. Podemos aceptar que no sea sólo él quien
financie los gastos necesarios para la cobertura de las contingencias protegidas por la
seguridad social, ya que no podemos hacer aplicación ciega de los preceptos legales, sin
atender a la actual situación de precariedad en que se encuentra el sistema argentino
de seguridad social.

No se nos escapa tal circunstancia, de tal modo que reconocemos que pretender una
financiación exclusiva por parte del Estado significaría tanto como condenar a los
beneficiarios del sistema de Seguridad Social, a tener que recibir prestaciones o
subsidios insuficientes y, siendo ellos el objeto excluyente de la protección, nos obliga a
descartar esta interpretación.

El hecho de pensar en la contribución al financiamiento del sistema de seguridad social


por parte de un sector no beneficiado por sus prestaciones, como el de los empleadores,
no se encuentra en pugna con la atribución de tal responsabilidad formulada por la
Constitución Nacional al Estado. Pero lo que nos parece es que el Estado no puede
desentenderse bajo ningún pretexto de su obligación constitucional de brindar las
prestaciones propias de la seguridad social. Y que dentro de ellas se encuentran
indudablemente comprendidas las necesarias para proteger a las víctimas de los
accidentes o enfermedades inculpables.

Podrá en cuanto al financiamiento del sistema requerir la colaboración de sectores no


beneficiados como lo es el de los empleadores por ejemplo entre otros posibles
colaboradores.

Ello a fin de posibilitar el otorgamiento efectivo y suficiente de los beneficios de


seguridad social a sus destinatarios, y que ellos no se tornen una mera ilusión. No se nos
escape que el objeto principal de la seguridad social es precisamente el amparo o
cobertura de las contingencias sufridas por quienes se encuentran en un estado e
necesidad o en una situación que por determinadas circunstancias es digna de
protección.
Sin perjuicio, por supuesto, de que quien les brinde esa protección sea el que deba
hacerlo por la naturaleza de la institución que tratamos y por el mandato constitucional
al efecto.

Debe en consecuencia producirse un cambio en la legislación a fin de quitar la carga de


responder por la cobertura de las contingencias derivadas de los accidentes o
enfermedades inculpables que hoy pesan con exclusividad sobre las espaldas del
empleador.

De este modo, a nuestro entender, no sólo habrá justicia, sino respeto a la supremacía
de la Constitución, principio éste que constituye la más eficiente garantía de la libertad
y la dignidad del individuo, al imponer a los poderes constituidos la obligación de
encuadrar sus actos en las reglas que ella prescribe, en su carácter de ley fundamental
y suprema de la Nación.

Por último, y a manera de colofón definitivo, no sobran las palabras vertidas en la 92º
Conferencia Internacional de la OIT, cuyo documento se titula ejemplarmente
"Organizarse en pos de la justicia social". En ese texto expresamente se señala: "La
legislación no es estática; y puede evolucionar para reflejar las circunstancias
cambiantes. Así pues, en relación con la legislación laboral, los gobiernos necesitan
capacidad para elaborar, codificar y revisar las leyes. Esta capacidad no se limita a las
cuestiones técnicas y al conocimiento del derecho comparado nacional e internacional.
También puede requerir aptitudes para sopesar las implicaciones socioeconómicas de
diversas disposiciones de la legislación laboral. Los gobiernos también deben tener
capacidad para celebrar consultas con los interlocutores sociales en el proceso de
formulación y revisión de las leyes laborales, así como para la aplicación de las
mismas".(91) Así, nuestra propuesta no dista de lo que señala la prestigiosa
Organización. Entre todos debemos colaborar para que el cambio y el camino a la justicia
se haga realidad en nuestro país.

Notas al pie:
1) Conf. GELLI, María Angélica. "Constitución de la Nación Argentina, comentada y
concordada". Editorial La Ley; Bs. As.; 2006; p.170. Conf. EKMEKDJIAN, Miguel. "Análisis
pedagógico de la Constitución Nacional". Editorial Desalma; Bs. As.1993. p. 29.
2) ALBERDI, Juan Bautista. "Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina". Editorial Plus Ultra; Bs. As.; 1991; p.285. El autor, comentando el
Preámbulo de su proyecto constitucional, sostiene: "el Preámbulo vendrá a ser la
antorcha de disipe la oscuridad de las cuestiones prácticas, que alumbre el sendero de
la legislación y señale el rumbo de la política del gobierno".
3) BIDART CAMPOS, Germán. "Derecho constitucional". Editorial Ediar; Bs. As.; 1964; T.
I; p. 314 y ss. En el mismo sentido parece enrolarse GELLI; Conf. Op. cit., p. 6 y ss.
4) Conf. GELLI. Op. cit.; p. 8.
5) Conf. ACKERMAN, Mario E.; "¿Qué reparan las indemnizaciones del artículo 212 de la
L.C.T.?". En R.D.L.; 2000-2; p. 39.
6) ALTERINI, Atilio A.; "Responsabilidad civil; límites de la reparación civil". Editorial
Abeledo-Perrot; Bs. As.; 1974; p. 171 y ss.
7) MOSSET ITURRASPE, Jorge; "Responsabilidad por daños". Editorial Ediar; Bs. As; 1979;
T. I; p. 238.
8) Conf. ACKERMAN, M.. Op.cit.; p. 39 y ss.
9) ACKERMAN, Mario E.. Op. cit.; p.41.
10) BIDART CAMPOS, Germán; "Prestaciones de la seguridad social a cargo del
empleador". En T. y S.S. 1982; p. 637.
11) LOPEZ, Guillermo A. F.; "La suspensión de la relación de trabajo". Editorial Astrea,
Bs. As.; 1978; p. 66.
12) LOPEZ, Guillermo A. F.; "La indemnización por incapacidad absoluta del artículo 212
de la LCT"; En D.T. 1983; p. 1749.
13) Ibidem; p. 1749-1750.
14) GUIBOURG, Ricardo; "El dos doce"; En L.T. XXXI-A; p. 200.
15) IZQUIERDO, Florentino V.; "La inconstitucionalidad del art. 212, apartados 4º y 5º de
la L.C.T.". En "Foro de Córdoba"; Nº 26; 1995; p. 27.
16) Ibidem.; p. 28.
17) Ibidem.; p. 27. Sobre las consecuencias que acarrea para este autor la pertenencia
de la obligación establecida por los párrafos 4º y 5º, art. 212 de la Ley de Contrato de
Trabajo al ámbito de la seguridad social volveremos más adelante.
18) BOSIO, Rosa E.. "Lineamientos básicos de Seguridad Social". Editorial Advocatus.
Córdoba. 2005. p. 17.
19) Ibidem.; p. 18.
20) Ibidem.; p. 37.
21) Ibidem.; p. 46.
22) Ibidem.; p. 92.
23) Ibidem.; p. 94.
24) Ibidem.; p. 94.
25) GRISOLIA, Julio Armando; "Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social", Tomo I;
Décima edición ampliada y actualizada. Editorial Lexis Nexis, Buenos Aires; 2004; p. 955
y ss.
26) AISS, XIV Asamblea General, Estambul 1961; "Organización y financiamiento del
seguro de accidentes de trabajo"; RISS, 1982, nº 2. ALTAMIRA GIGENA, Raúl E.;
"Protección de las incapacidades"; ponencia presentada al VI Congreso Nacional de
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social; íd., DT, XXXIX-655; Etala Juan José, "Ámbito
de aplicación personal de la seguridad socia". DT, XXXIX; p. 993.
27) GUISADO, Héctor. "El art. 212, párr. 4º de la LCT y los trabajadores de la
construcción"; D.T. XLIII-B; p. 815. El presente autor señala: "Quizás la dificultad para
entendernos radica en que nuestras respuestas corresponden a interrogantes diversos:
qué es este "beneficio" y para qué se ha establecido. Un examen más detenido de la
cuestión nos lleva a reformular nuestro enfoque anterior y a sostener -a la luz de todas
estas reflexiones- que el resarcimiento en cuestión es una respuesta "laboral" a una
contingencia propia de la seguridad social".
28) ACKERMAN, Mario, "Accidentes y enfermedades inculpables, El art. 212 de la LCT".
Editorial Hammurabi, Buenos Aires, 1997, p. 177. "Indemnización por incapacidad
absoluta del artículo 212, apartado 4º de la Ley de contrato de Trabajo". L.T. XXIX-A;
p.1057. Cit. Guisado, H. op. cit.; p. 59.
29) PERUGINI, Eduardo R.. CNAT, sala IV, 28-12-76, T. y S.S. 1977-717. Cit. Guisado, H.
Op. Cit.; p. 59.
30) Conf. FERNÁNDEZ GIANOTTI, Enrique, "Derecho Civil, incapacidad absoluta (art. 212,
LCT) y convenios colectivos: Jornadas Nicoleñas", en D.T. XLII-B-795. Cit. por Guisado, H.
Op. Cit.; p. 59. 31) KROTOSCHIN, Ernesto; "Tratado práctico de Derecho del Trabajo".
Editorial Depalma; Bs. As.; 1981. T.I; p. 422.
32) ALTAMIRA GIGENA, Raúl E.; "Extinción del contrato de trabajo por incapacidad del
trabajador". Revista de Derecho Laboral, Nº 2000-1. Extinción del Contrato de Trabajo.
T. I: Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe., p. 359.
33) PAWLOWSKI DE POSE, Amanda Lucía; "La compensación del artículo 212, 4º párrafo,
de la ley de contrato de trabajo como beneficio propio de la seguridad social"; DT; 2002-
B; p. 1413. Afirma que el mismo "satisface un objetivo caro a la seguridad social, que no
es otro que permitir la cobertura patrimonial del sujeto afectado en su capacidad
productiva por una contingencia que afecta su estado de salud práctico". Ello explica, a
su entender, que la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en distintas oportunidades,
haya destacado que la indemnización prevista por el art. 212, 4º párr. de la LC puede
considerarse una prestación propia de tal disciplina. "Lo resuelto se ajusta a derecho
pues, como señalamos anteriormente, nos encontramos con una prestación propia de
la seguridad social impuesta a los empleadores con base en el principio de solidaridad
que inspira esta disciplina". 34) SIGIFREDO, Eugenio C.; "La Ley de Riesgos del Trabajo
en problemas (Crónica de una muerte anunciada)". Semanario Jurídico; T. 81-1999-B; p.
169. El presente autor señala: "el eje es la imposibilidad o incapacidad para trabajar
(transitoria o permanente) que priva al trabajador de sus ingresos (en forma total o
parcial) y que le coloca en una situación de debilidad o hiposuficiencia mayor a la que
normalmente vive en la relación jurídica sustancial (relación o contrato de trabajo)".
35) VAZQUEZ VIALARD, Antonio; "La inhabilidad psicofísica sobreviniente como causa
de modificación o resolución del contrato de trabajo"; T. y S.S.; 1980-65; p. 80.
36) Ibidem, p. 71.
37)MORENO, Jorge. "La indemnización por incapacidad absoluta". L.T.; XXVII-B.; p. 1013-
1018.
38) ACKERMAN, M. E. "¿Qué reparan...?". Op.cit.; p. 45.
39 GUIBOURG, R. Op.cit.; p. 196.
40) Ibidem; p. 199.
41) En su voto en CNAT, sala III, 8-11-78, T. y S.S. 1979; p. 49.
42) HERRERA, Enrique. "Extinción del contrato de trabajo por incapacidad del
trabajador". D.T.; 1984; p. 1212.
43) Esta analogía fue uno de los argumentos en los que se apoyó la mayoría en el
plenario 241 de la Cámara Nacional de apelaciones del Trabajo del 27-9-82; en
autos "Querro, Oscar c/ EFA"; L.T. XXX; p.1034.
44) ORTIZ LALLANA, María del Carmen. "La extinción del contrato de trabajo por
imposibilidad física de cumplimiento". MTSS-IELSS; Madrid; 1985; p. 49.
45) Se discrepa con Herrera, que ve en el cuarto párrafo -y no, en cambio, en el primero-
un caso de mayor onerosidad sobreviniente.
46) ORTIZ LALLANA, M del C. Op. cit.; p.50.
47) ACKERMAN, Mario E. "Qué reparan...". Op. cit.; p. 53.
48) Ibidem.; p. 53. El presente autor agrega: "Las indemnizaciones de los párrafos 2º y
4º son obligaciones de solidaridad que, por razones de política social, y ante la
precariedad del sistema argentino de seguridad social, el legislador ha puesto en cabeza
de aquel que utilizó la capacidad laboral del trabajador".
49) Conf. ACKERMAN, Mario E., "Accidentes y enfermedades...". Op.cit; p.23. Cit. por
GUISADO, H. "La extinción..." Op.cit., pág. 55.
50) Acuerdo 227 del 25-6-81, D.T. 1981; p. 1224 y LT. XXIX-B-855; Acuerdo 241 del 27-
9-82, D.T. 1982; p. 1442 y L.T. XXX-B; p. 1034, y Acuerdo 254 del 10-12-86, D.T. 1987; p.
335 y L.T. XXXV-A; p45.
51) Conf. Crit. CSJN, Sent. del 18-9-86, "Iglesias c/ CAP", Fallos 308:1745; ídem.; Sent.
del 10-9-91, "Piersante c/ YPF", DT 1992-A; p. 881. En www.csjn.org.ar.
52) Conf. GUISADO, H. "La extinción en los términos del artículo 212 (4º parr.) de la LCT
según la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación". Revista de
Derecho Laboral Nº 2000-2; Extinción del Contrato de Trabajo - II. Ed. Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe. Op.cit.; p. 57.
53) CSJN; Sent. del 30-3-82. "Mansilla, Manuel Antonio c/ Cía. Azucarera Juan M. Terán
- Ingenio Santa Bárbara s/Falta de acción. Inconstitucionalidad". Fallo 304.415.
www.csjn.org.ar 54) CSJN; Sent., del 30-3-82; consid. 5º; T. y S.S.; 1982; p. 637.
55) Conf. GUISADO, H.. "La extinción...". Op.cit.; p. 58. 56) Conf. BIDART CAMPOS, G.,
"Prestaciones...". Op.cit.; p. 637.
57) La propia Corte, después de señalar las dos facetas de la indemnización: previsional
(por su finalidad) y laboral (por el ámbito en que se encuadra la obligación), afirma que
tanto la regulación del contrato de trabajo como la promoción y organización de la
previsión social son objetivos legítimos de la acción legislativa y no compete a la
instancia judicial decidir sobre su eficacia, conveniencia y oportunidad, sino tan sólo
examinar su razonabilidad y congruencia con la Constitución.
58) BIDART CAMPOS, G.; "Prestaciones...". Op. Cit.; p. 637. Señala este autor que "La
distinción material y formal es interesante, pero lo que interesa es la naturaleza material
de la prestación"... "nos parece, casi sin duda, que es una prestación propia e la
seguridad social, independientemente del texto normativo al que viene incorporada".
59) CSJN; Sent., del 30-3-82; consid. 7º; T. y S.S.; 1982; p. 640.
60) Conf. BOSIO, R.. Op.cit.; p. 92. Esta autora considera que esto es una clara tendencia
mundial y constituye un reto para nuestros estados. 61) BIDART CAMPOS, Germán J.,
nota a fallo (sin titulo). E.D. 100-526. Cit. Guisado, H. op. cit.; p. 61 62) CSJN, 30-3-82
(consid.8º), T. y S.S. 1982; p. 640.
63) Ibidem.; p. 640.
64) Ibidem.; (consid. 9º), T. y S.S. 1982; p. 640.
65) CSJN, 17-6-82, "Reynoso, Miguel O. c/ Fidensa SRL". E.D. 100; p. 525. 66) CSJN, 11-
11-82, "Rivarola, J. c/ Empresa Ferrocarriles Argentinos", D.T. 1983; p. 371.
67) CSJN, 29-11-83 "Murialdo, Eduardo c/ Somisa", Fallos: 305:2048 68) CSJN, 19-11-85,
"Arrieta de Reynoso, Julia Argentina c/ Empresa Ferrocarriles Argentinos", Fallos:
307:2200.
69) CSJN, 10-9-91, causa P.39.XXIII, "Piersante, Carlos S. C/ Yacimientos petrolíferos
Fiscales.
70) CSJN, 18-9-86, "Iglesias, Julio c/ Corporación Argentina de Productores de Carne", T.
y S.S. 1987; p. 1037.
71) CSJN, 2-9-86, CAUSA M.424.XX, "Mejía, Oscar c/ YPF s/ Demanda laboral". Expresó
también que la Cámara había soslayado que el beneficio en cuestión "puede
considerarse desde el punto de vista material, como una prestación de la seguridad
social, pues está destinado a cubrir riesgos de subsistencia".
72) CSJN, 18-5-89, "Andrade, Romualdo Inocencio c/ Siderca S.A.", T. y S.S. 1989; p. 609.
73) ACKERMAN, M. E. "Qué reparan...". Op.cit.; p. 44.
74) MACHADO, José Daniel. "El doscientos ocho". Revista de Derecho Laboral Nº 2003-
1; p. 363. Aunque manifiesta que lo dicho no es incompatible con la opinión doctrinaria
de que esta contingencia debería ser atendida mediante técnicas de la seguridad social,
que de hecho es lo que ocurre en el derecho comparado. Respetuosamente disentimos
y pensamos que sí esta institución es ya de la seguridad social; lo que ocurre es que está
incorrectamente legislado dentro de la LCT, pero ello no cambia la naturaleza jurídica
que el instituto posee.
75) Ibidem, p. 363.
76) CNAT; Sala VII; 13-8-93, "Frias Regalado c. Riva s.a. s/ cobro de pesos"; sent. 22.019;
Manual de Jurisprudencia La Ley, Ley de Contrato de Trabajo, 4ª ed.; Ed. La Ley, Buenos
Aires, 2002, p. 554.
77) En ella se señala: "la cobertura integral de esta contingencia debe encuadrarse de
manera coherente con otros institutos referidos a infortunios laborales, de manera que
se cubran las siguientes situaciones: ...c) El sistema, además de resguardar a las víctimas
de los infortunios tanto en su aspecto reparatorio y/o resarcitorio como en su cobertura
médico-asistencial, permitirá descartar la posibilidad de que un siniestro se torne de
imposible cumplimiento para el empleador. d) Por esta última circunstancia, el sistema
deberá asumir toda responsabilidad de los empleadores por los infortunios laborales o
no (accidentes, enfermedades, reparación, recapacitación, art. 212 LCT, y cualquier otra
norma jurídica al respecto)...". En www.ilo.org.
78) CNAT, sala IV, 28-12-76, "Bernachi, Ricardo C. contra Hilanderia Villa Devoto (S.A.)";
T. y S.S. 1977; p. 717.
79) VAZQUEZ VIALARD, Antonio. "Derecho del Trabajo y de la Seguridad social"; 2ª
Edición actualizada; Ed. Astrea, Buenos Aires, 1984, T. I; p. 374.
80) IZQUIERDO, Florentino V.. "La inconstitucionalidad del art. 212, apartados 4º y 5º de
la L.C.T."; En "Foro de Córdoba"; Nº 26; 1995; p. 27-30. El presente autor señala: "La
inconstitucionalidad de las normas citadas nace del hecho de que la imposición por ley
al empleador de la obligación, vulnera su derecho de propiedad, protegido por el art. 17
de la Constitución Nacional, al obligarle a abonar una indemnización sin causa legal".
81) Ibidem. p. 28. Expresa que "puestos a opinar sobre la constitucionalidad de este
traslado arbitrario de responsabilidad (el efectuado por el art. 212 de la L.C.T). -
sustentado en el solo argumento de que es el que manda (el Estado) quien lo impone al
que obedece (el empleador)- sólo volviendo a la época en que existían el señor y los
súbditos podríamos justificarlo. Pero puestos en el marco del Estado de derecho,
necesariamente debemos concluir admitiendo la existencia de la inconstitucionalidad".
82) Diario de Sesiones de la H. Convención Nacional Constituyente de 1957; T. II; p. 1474.
Cit. IZQUIERDO, Florentino; op. cit.; p. 29.
83) Que la indemnización establecida por el 4ª párrafo del art. 212 de la L.C.T. es un
beneficio de la seguridad social, y que como tal, de acuerdo a lo establecido por el art.
14 bis de la Constitución Nacional, debe estar a cargo del Estado y no del empleador.
84) ACKERMANN, Mario E.. "Sobre la aplicación del artículo 212 de la ley de contrato de
trabajo (t.o.) en el régimen laboral de la industria de la construcción". DT.; 1994-A; p.
350.
85) Conf. IZQUIERDO, Florentino V. op. cit.; p.27-30.
86) CSJN. Sent. del 30/3/82; "Mansilla, Manuel Antonio c/ Cía. Azucarera Juan M. Terán
- Ingenio Santa Bárbara s/Falta de acción. Inconstitucionalidad"; Fallo 304.415.
www.csjn.org.ar. T. y S.S.; 1982; p. 637.
87) BIDART CAMPOS, G.. Nota a fallo... Op.cit.,Guisado, H. op. cit.; p. 61.
88) ALTAMIRA GIGENA, Raúl. "Sistemas de cobertura de los accidentes laborales".
Rev.Trab.y Seg. Social. 1988; p. 784.
89)ALTAMIRA GIGENA, Raúl E. Ponencia en X Congreso Nacional de Derecho del Trabajo
y la Seguridad Social (Informes de los Relatores); Tema 3: "Accidentes laborales.
Sistemas de Cobertura". (Relator: Doctor Alberto José Maza). Derecho del Trabajo. T.
XLVIII-B. p.1667. Allí señala: "Cuando el trabajador sea dado de alta con incapacidad, se
le otorgará la jubilación por invalidez parcial, y a partir de allí el organismo previsional
le abona la jubilación en proporción al grado de incapacidad. La Empresa le continuará
efectivizando los haberes en función al grado de capacidad residual. De ello surge que
el trabajador continuará percibiendo el salario íntegro, pero le será abonado por dos
"entidades", el organismo previsional y la Empresa. Si la incapacidad se incrementa en
la misma proporción se modificará el régimen de pago, hasta que se determine la
incapacidad total, por la que deberá dejar de trabajar para percibir únicamente el haber
previsional...se pretende que el trabajador continúe vinculado a la industria y el
comercio, hasta que eventual y realmente no pueda desempeñar tarea alguna. Se aspira
a que el trabajador se considere así útil, parte de la sociedad productiva, a diferencia del
sistema actual que lo relega, sin desempeñar un rol productivo. Tiene también como
positivo las reformas, que el trabajador continúa vinculado o asociado a la obra social, y
por lo tanto siempre tendrá asegurada la contingencia salud...el trabajador minusválido
no tendrá un tratamiento distinto del que tiene salud plena, ya que ambos estarán
protegidos por el sistema previsional y de obras sociales; la única diferencia estaría dada
por quién le abone parte o todos los haberes." 90) Ibidem. p.1669.
91) 92º Conferencia Internacional del Trabajo. "Organizarse en pos de la justicia Social".
Ginebra; 2004; p. 98. www.iol.org
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Fuente
Testa, C. (2009). Accidentes y enfermedades inculpables. Recuperado de
http://www.saij.gob.ar/doctrina/dacf090006-testa-
accidentes_enfermedades_inculpables.htm#

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