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Transcripción parcial de la conferencia dictada por Roberto Algaze en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de
Bayamón, 12 de noviembre de 2009.
Recuerdo que al recibir la invitación, esa misma tarde, ya andaba yo cavilando acerca de
que en Bologna hace ya casi diez siglos que están enseñando gramática, retórica y lógica;
que esas disciplinas no sólo rondan hoy por ahí, sino que están hasta de moda, y
empezaba yo a armar un contrapunto lindísimo entre la universidad naciente del siglo 11
y la que debería nacer con el siglo 21. Pero pronto descarté esa idea. Pensé: “si hasta este
cambio de milenio ya pasó, ¡cómo voy a hablar del anterior! Hablemos de hoy. ¿Que
pasa hoy en Puerto Rico?, no hace mil años en Italia.
Hablemos de eso… Teniendo tan poco tiempo, me limitaré a lo justo. ¿Qué está pasando?
Trataré de puntuarlo:
La eficiencia es buena para la empresa y para el estado, pero esas instituciones son
distintas porque sus fines son distintos: la empresa eficiente usa pocos recursos para
concentrar la riqueza. El estado eficiente usa pocos recursos para repartirla, tocando más
a todos.
¿Qué hacer? Eso… ¿qué hacer? Nosotros, profesores ¿qué debemos hacer? No tengo la
solución, pero si creo que tengo unas pocas pequeñas soluciones, todas insuficientes,
todas de plazo más largo del que querría, pero son las que tengo. Son las que hago.
Tienen, al menos, la bondad de ser practicables por cada uno, personalmente. Veamos:
Cuando el escultor talla la piedra o cuando la escritora talla las palabras, captura la
realidad mejor que el científico. Insisto: el sentido está en la síntesis, no en el análisis.
Enseñemos literatura a los químicos, música a los contadores, historia a los gerentes.
Como se dice, hagámoslos cultos… humanistas. Si lo llegan a ser ellos, y sus hijos, ya
también le estará yendo mejor a la universidad.
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Todo lo útil lo es para algo. Las humanidades, por inútiles, son su propio fin. Su bondad
radica en sí misma. Ahora bien. Tres cosas:
• Son inútiles las Humanidades, pero no tienen que serlo los humanistas. Así, una
persona muy culta que sepa algo de finanzas será mucho mejor director de un
banco que un especialista en finanzas que apenas sea culto. En Bologna se
estudiaba gramática y lógica para luego ser lo mismo arquitecto que poeta en
Florencia (como Alberti y Dante). Y también, con perdón, se hacían abogados:
muchos abogados y de los que hoy llamaríamos ejecutivos agresivos, que luego
trabajaron en las navieras y en los contratos y seguros de la archiempresarial
Venecia.
El otro día nos decía el profesor Cátala que sólo en Puerto Rico se usa la voz
“académico" como sinónimo de inútil. Se me ocurre que con el mismo significado
podríamos añadir el calificativo de “filosófico”. No lo permitamos. La filosofía no
persigue utilidad, pero la tiene; particularmente la ética. Mejor nos iría si nuestros
gobernantes y representantes la conociesen. ¿Cómo es entonces que prestamos tan poca
atención a la filosofía y al pensamiento racional en la formación de nuestros jóvenes?
5. Seamos tolerantes, excepto con los impostores. Hay quienes realmente desacreditan las
humanidades. Son los falsos, los vividores de las humanidades.
Los grandes problemas de las humanidades y de las ciencias son de dificultad y dignidad
comparable y así tienen que verse en la universidad. No me refiero –o no tan sólo– a las
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Los lingüistas, los pintores, los astrónomos, los biólogos y los novelistas saben cosas.
Muchas. Y esas cosas se generan, se cultivan y se cuidan en la universidad. Las
Humanidades nos hacen pensar. Y pensar con claridad. Más que cualquier otra disciplina,
hacen posible encontrar las conexiones. De ahí su profunda pertinencia en la universidad
del siglo XXI.