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Capítulo VII

El apuntalamiento del psiquismo

LUCILA EDELMAN
DIANA KORDON

El concepto de apuntalamiento del psiquismo r etrabajado por


René Kaes amplía la comprensión vincular del proceso de forma-
ción del psiquismo y abre nuevas perspectivas para el análisis de
distintos fenómenos grupales y clínicos. Es un concepto indispen-
sable para comprender, también, las situaciones de crisis.
El trabajo con los grupos muestra permanentemente la impor-
tancia que éstos pueden llegar a asumir en relación al funciona-
miento del psiquismo. Esta importancia se verifica al analizar los
fenómenos de pertenencia grupal, las situaciones de crisis y el
papel de los grupos en a favorecer u obstruir la creativi-
dad. Es en las situaciones de carencia en las que probablemente
esto se pone más en evidencia. La ruptura con un grupo de per-
tenencia puede llegar a afectar los núcleos más básicos de la iden-
tidad personal.
"Junto al apoyo del psiquismo sobre funciones biofisiológicas
corporales, existe un a poyo de formaciones psíquicas sobre el gru-
po y sobr e las instituciones, particularmente y en primer lugar
sobre sus representantes y sus formas más inmediatas cargadas
de significación: la familia, la madre." (Kaes, R.; 1980a; pág. 19).
Kaes retoma para el retrabajo de este concepto, no sólo la hipó-
tesis del apoyo de la pulsión en las funciones biológicas, sino tam-
hién la relación que establece Freud en "El Porvenir de una ilu-
sión" ( 1927) acerca de que, ante las vivencias de desamparo, la
ayuda y la protección son buscadas y reencontradas por medio de
In proyección común sobre las creaciones colectivas.
En los primeros trabajos de Kaes traducidos al castellano, se
utilizó la palabra apoyo que fue posteriormente sustituida por la

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palabra apuntalamiento. Esta última tiene una acepción m:ís com-
pleja, que incluye a la idea del apoyo.
Frcud utilizó el término alemán anlP.hnung. Este tiene un tri-
ple significado: apoyo, modelo y resquicio o entreabertura. Kaes
retrabaja estos tres significados y establece un status particular
del concepto de apunta lamiento.
La idea de apoyo se corresponde con el concepto corriente de
sostén; uno de los términos soporta al otro, es decir sugiere, aun-
que no en forma absoluta, un carácter unidireccional en oste caso.
La relación de apoyatura es recíproca y simultánea entre apo-
yante y apoyado. Así por ejemplo el narcisismo de los padres se
apoya sobre el bebé y éste, a su vez, apoya su narcisismo en sus
padres.
La idea de modelo tiene que ver con que en la relación con las
estructuras apoyantes el psiquismo se va modelizando, es decir
que interviene el proceso identificatorio.
En cuanto a la noción de entrcapertura o resquicio, a la que
Kaes le da gran importancia, ésta indica a su vez el límite y la
continencia entre lo que apoya y lo apoyado. "El concepto de apo-
yo implíca la idea de que los elementos en apoyo están a la vez
separados y abiertos sobre una de sus fases" (Kaes, R.; 1980a; pág.
94)41 • Esto se relaciona con la posibilidad de que distintas instan-
cias jueguen un papel conten edor.
Se trata de un espacio que permite el proceso de transcripción;
por lo tanto no se trata de la existen cia de un espacio meramen-
te virtual.
Cuando se habla de apuntalamiento se incluye, de esta mane-
ra, estos tres aspectos diferenciables y articulados entre sí.
El concPplo de apuntalamiento pone el acento en lo que ame-
naza con caerse y reclama una consolidación, un refuerzo.
Indica la existencia de un sistema de apoyos múltiples. Parte
de la importancia de con siderar la existencia de una red de soli-
daridades que sostienen el funcionamiento del psiquismo.
Este apuntalamiento múltiple implica la presencia permanen-
te de un movimiento, movimiento de apoyos y de desapoyas, de
apertur as y cierres, de crisis y de cr eación. Estos movimienios son
producidos a partir de estructuras relativamente estables, con cier-
to nivel de complejidad y de características diferentes entre s í.

41 Respetamos la traducción de Eisa Hm:in, pero en este contexto la palabra


a poyo tendria que ser sustituida por apuntnlamicnto.

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R. Kaes con sidera que el apuntalamiento se produce en rela-
ción a la estructura pulsional, al cuerpo, a la función materna y
paterna, a los grupos, a las instituciones, y, por intermedio de
éstos, a lo social en su conjunto.
El apuntalamiento es múltiple, reticular, mutuo y crítico. Los
apoyos no son de idéntica naturaleza y por lo tanto el psiquismo
se apoya de manera diferente sobre cada uno de ellos. Como seña-
lamos precedentemente, la cualidad del apuntalamiento es defi-
nida por Kaes como una apoyatura en doble apoyo; depende de la
existencia del espacio intermediario de apoyo que es la base del
"contrato de apoyatura". Este contrato implica reciprocidad en el
placer y en el beneficio del doble apoyo. El doble apoyo se produ-
ce a través de la compl ementariedad o del antagonismo.
En cuanto a la idea de entreapertura, Kaes reconoce como ante-
cedentes de su propuesta la problemática del espacio transícional
de Winnicott en r elación con la unión y separación, la del encua-
dre de Bleger en r elación con lo continuo y lo discontinuo, y la fun-
ción alfa, contenedora, de Bion en relación con la cuestión del con-
tinente y el contenido.
Consideramos que el concepto de espacio intermediario de apo-
yo o entrcabertura puede encontrar su equivalente en el concep-
to de Winnicott sobre espacio transícíonal. <Winnicott, D.; 1971).
La idea de lo transicíonal probablemente da cuenta mejor de las
características de este espacio. Entre las estructuras de apoyatu-
ra también existe un espacio.
En cada apuntalamiento aparecen siempre los tres componen-
tes del apuntalamiento: apoyo sobre una base originante, mode-
lización, y transcripción. Esta última aparece en relación a los
movimientos de ruptura crítica.
Las características del apuntalamiento se ponen en evidencia
con mayor claridad en las situaciones de crisis. El apuntalamien-
to es en sí mismo el modelo de resolución de éstas, a través, por
de la transformación de un objeto fusiona! en objeto sexual.
La situación de crisis implica una pérdida, una falta, una rup-
l ura en relación a los apoyos con que cuenta el psiquismo.
La crisis puede ser considerada t anto en el desanollo evolutivo
('orno en el funcionamiento permanente del psiquismo. La situación
clt' crisis coloca al psiquismo ante una vivencia de desamparo.
El concepto de crisis puede articularse con el de transiciona-
1idad, dado que la transicionalidad implica la existencia de un
c•spacio de elaboración de la experiencia de ruptura tanto en la

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continuidad del sí mismo, como en la continuidad de las relacio-
nes con los objetos.
En lo que hace al apuntalamiento del psiquismo, la elabora-
ción de una crisis puede seguir tres caminos:
1) la sutura o reducción del espacio transicional;
2) la existencia de un espacio vacío; ésto significa una distancia
exagerada en el sistema de solidaridades recíprocas;
3) la creación de un espacio transicional, espacio de la creativi-
dad, en el que se producen los procesos de transcripción.
Kaes propone, a partir de sus ideas sobre la elaboración de las
crisis y el desapuntalamiento, que no es posible resolver ciertas
crisis a nivel sólo personal, sin establecer las condiciones de un
trabajo psíquico a nivel del grupo.
De esta manera el grupo, que es utilizado espontáneamente
como recurso durante las crisis (el ejemplo clásico es la adolescen-
cia), en las que se produce una ruptura en la continuidad de las
relaciones psicosociales, es también un instrumento privilegiado
para el trabajo terapéutico en estas situaciones.
El grupo permite asimismo una experiencia de reapuntala-
miento de aquello que no llegó a constituirse como realidad psí-
quica. Y, en ciertas condiciones, este reapuntalamiento es posible.
"El grupo es investido con esta capacidad de albergue psíquico,
con la función de ser esta psique o de hospitalizar sus partes enfer-
mas, donde se pueda formar lo que no se ha constituido: el lugar
donde las palabras que no fueron dichas, las prohibiciones que no
fueron promulgadas se puedan enunciar y puedan abrirse su cami-
no. La eficacia del proceso de grupo es función de su capacidad de
contener y de transformar los objetos internos, de su aptitud para
crearlos y para constituir los eslabones no advenidos en el psiquis-
mo." (Kaes, R.; 1989; pág. 147).
En nuestra experiencia clínica hemos encontrado muchas veces
esta capacidad del grupo de actuar como una nueva matriz de
desarrollo de aquello que no pudo llegar a formarse por fallas en
la evolución (Edelman, L. y Kordon, D.; 1983). La problemática
del proceso identificatorio en grupo, directamente relacionado con
este tema, está tratado en otro capítulo de este libro.
El grupo funciona como un aparato protésico en las situacio-
nes de crisis y desapuntalamiento. Desde este punto de vista, el
grupo cumple para muchos sujetos una función anaclítica.
En el desarrollo de esta temática es importante la influencia
del concepto de P. Aulagnier del contrato narcisista. La autora

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sostiene que existe un acuerdo entre el sujeto y la cultura por el
cual aquél se compromete a transmitir los enunciados fundamen-
tales del discur so social dominante, a cambio de ser reconocido
nar cisistamente en su pertenencia a dicha cultura. (Aulagnier,
P. 1975)
R. K aes toma el concepto de contrato narcisista de P. Aulag-
nier como ejemplo de cómo el narcisismo ma terno, parental, fami-
liar, ha lla n s u expresión y su satisfacci ón en el marco de un sis-
tema socio-cultural. Las diferencias históricas y culturales mues-
tran, sin embargo, que existe en la vida humana un conflicto
vital entre las exigencias del narcisismo del sujeto individual,
apuntalado sobre el narcisismo parental y las exigencias de los
sistemas valorativos sociales. H ay que tener en cuenta que la
t ransmisión genealógica contribuye a sostener el narcisismo
materno.
Indisolublemente unido al concepto de apuntalamiento está el
concepto de pasaje de un orden a otro y la tra nscripción de un
orden en otro.
Como h emos señalado, es necesario que exista algo entreabier-
to entre dos sistemas heterogéneos: esto asegur a las condiciones
para una metabolización de lo heterogéneo.
M. Bernard señala, precisando el concepto de transcripción en
Kaes, que "( ... ) la separación entre los términos apuntalados r ecí-
procamente implica la necesidad de una elaboración psíquica en
el momento del pasaje, r esponsable del proceso de traducción que
transforma el estímulo heterólogo en algo, 'del lado de adentro',
homólogo". (Bernard, M.; 199lb; pág. 58).
El proceso de transcripción encuentra desde nuestro punto de
vista, una equivalencia en lo que P. Aulagnier define como activi-
dad de representación, que permite que un elemento extraño al
psiquismo, a través de un proceso de metabolización (tomado del
modelo fisiológico), sea incorporado como elemento h omogéneo en
t'l plano intra psíquico. (Aulagnier, P. , 1975)
La problemática del apuntalamiento está vinculada a la rela-
ción entre el grupo interno o los grupos del adentro con el grupo
Pxterno. Kaes propone la denominación de isomórfica y homomór-
l"ica para las dos modalidades de relación (fusional o discrimina-
da) del sujeto con el grupo. O, mejor dicho, para la relación entre
lo:; grupos del adentro y una formación psíquica intermediaria
rnnstruida por los miembros de un grupo, a la cual denomina apa-
m to p síquico grupal.

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LA POLÉMICA ENTRE R. KAES Y J. LAPLANCHE

En realidad, el concepto de apoyo o anaclisis (de la palabra ale-


mana anlehnung, traducida actualmente como apuntalamiento)
fue recuperado de la obra de Freud por J. Laplanche y J-B. Ponta-
lis. En el Diccionario de Psicoanálisis (1967) lo definen como ''Tér-
mino introducido por Freud para designar la r elación primitiva de
las pulsioncs sexuales con las pulsioncs de autoconservación: las
pulsiones sexuales, que sólo secundariamente se vuelven indepen-
dientes, se apoyan sobre las funciones vitales que les proporcionan
una fuente orgánica, una dirección y un objeto. En consecuencia,
se hablará también de apoyo para designar el hecho de que el suje-
to se apoya sobre el objeto de las pulsiones de autoconservación en
su elección de un objeto amoroso, esto es lo que denominó Freud el
tipo de elección de objeto por apoyo." En 1905, en "Tres ensayos
sobre teoría sexual", Freud describe una íntima relación entre el
"instinto sexual" y ciertas "funciones corporales básicas".
En la actividad oral del lactante, el placer producido por la s uc-
ción del pecho se corresponde con la satisfacción de la zona eró-
gena, al principio íntimamente asociada a la satisfacción de la
necesidad de alimento.
Así, la fun ción corporal, es decir la actividad aut.oconservati-
va otorga a la sexualidad su fuente erógena, define un objeto, el
pecho, y procura un placer que está dado por un plus respecto a
aquello otorgado por la mera satisfacción de la necesidad (del ham-
bre). Se produce un suplemento de pl acer. Con el tiempo la nece-
sidad nutritiva quedará francamente separada de la n ecesidad de
repetir el placer sexual. Similar procedimiento existe en relación
a las restantes pulsiones parciales.
R. Kaes realiza una nueva propuesta a partir de un análisis
minucioso del concepto de apuntalamiento en Freud. A partir del
concepto de apoyo de la pulsión sexual sobre las funciones corpo-
rales necesarias para la vida, en un pasaje que se construye per-
manentemente entre lo biológico y lo psíquico, abre un camino
para la comprensión de la incidencia del vínculo, del grupo y de
la cultura en la estructur ación del inconsciente y del conjunto del
aparato psíquico.
No obstante, vale la pena señalar que J . Laplanche, en Nue-
vos Fundam entos para el Psicoanálisis (1987), discute esta amplia-
ción del término que establece Kaes. "Después que fue redescu-
bierta por Pontalis y por mí mismo (se r efiere al concepto de apun-

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talamiento) su suerte fue verdaderamente la de ser condimento
de todas las salsas; desde hace ya cierto tiempo se habla de apun-
talamiento de cualquier cosa en cualquier otra: apuntalamiento
en la madre, apuntalamiento en lo biológico, apuntalamiento en
el cuerpo (. .. )". Reafirma que apuntalamiento es "(. .. ) el apoyo que
toma el funcionamiento sexual sobre el funcionamiento autocon-
scrvativo siendo que uno y otro por igual pueden ser llamados tan-
to psíquicos como somáticos". (Laplanche, J.; 1987; pág. 144/145).
Para La planche, el apuntalamiento mantiene validez si se tra-
ta de considerarlo como la presentación de un cierto modo de arti-
culación para el cual presenta diferentes esquemas, pero no es
válido si se intenta considerarlo como un modelo de origen o de
génesis. Sostiene que en Freud, en algunos casos, se da la idea de
una génesis de la sexualidad según el apunt alamiento. Señala
que, analizado seriamente, se puede considerar como una diver-
gencia progresiva, en el seno de un funcionamiento biológico, entre
la autoconservación y la sexualidad. Sostiene que en este proce-
so de divergencia juega un papel fundamental la actividad de
seducción externa, en el sentido que se ejerce una actividad de
erotización sobre el sujeto. A esta actividad la denomina seduc-
ción generalizada . Es decir, discute la idea de un clivaje a partir
de un movimiento endógeno.
Para Kaes, el apuntalamiento compromete una serie de obje-
tos y de formaciones psíquicas sin los cuales la misma pulsión no
podría emerger como formación específica, ya que el apuntala-
miento múltiple interviene en la constitución misma del objeto.
El apuntalamiento de la pulsión depende de cuál es la experien-
cia vincular que se produce de acuerdo a la modalidad de presen-
tación del seno por parte de la madre y al modo de apr ehensión y
succión por parte del niño. Esta experiencia tiene a su vez un sig-
nificado en el grupo y en la cultura, tiene un sentido para el padre.
Por lo tanto, cuando en función de los mecanismos de presencia-
nusencia de la madre se constituye el pecho como objeto sexual,
s(' establecen por internalización, y en la fantasía, un conjunto de
rp}aciones en el que están induidos el valor pulsional, la signifi-
1·ación cultural, el sentido para el otro.
Este último aspecto nos lleva a pensar que el planteo de Kaés
no resulta antagónico con el de Laplanche, tal eomo éste lo pre-
ll·nde, en tanto la presencia de la actividad externa de seducción,
l'll la que él insiste, introduce de hecho a la madre, y a través de
l'lln , al ¡.,rrupo y al orden de la cultura.

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Por su importancia en la constitución del psiquismo y en el
mantenimiento de su unidad a lo largo del tiempo, coincidimos
con la ampliación que efectúa Kaes en relación al concepto; dan-
do cuenta, por otra parte, de lo que la clínica nos muestra.
Trataremos de ilustrarlo con una viñeta clínica.
Lucía perdió a su padre cuando tenía cinco años . Su familia
sufrió una pérdida brusca de su nivel económico. Su ma dre cortó
todo vínculo con la familia del marido, a quienes acusó de haber-
la estafado en una empresa familiar compartida. Lucía transcu-
rrió su infancia viviendo con su abuela, su m a dre y sus tres her-
manos. Sus dos hermanos menores, gemelos, presentan, a partir
de su adolescencia, cuadros psicóticos en forma alterna da: cuan-
do uno está asintomático el otro se enferma y viceversa. Cuando
Lucía cursa todavía el colegio secundario inicia una relación de
pareja con un compañero, con el cual se va a casar siendo muy
joven y sin haberse sentido nunca enamorada de él. P ero Lucía
consigue a través de este casamiento ser "adoptada" y a su vez
"adoptar" una nueva familia integrada por sus suegros, s us cuña-
dos, primos, tíos, tíos abuelos. Esta familia tiene algunos puntos
de contacto con el modelo de la de su origen, en el sentido de que
hay una empresa familíar y propiedades compartidas, incluidas
las viviendas de casi todos s us miembros. En esta familia Lucía
se ubica en un lugar central: en su casa se hacen las fiestas y todos
se reúnen allí n aturalmente. Ella se encarga de atender a todos
los parientes que se enferman, y de realizar cuanto trámite nece-
site cualquiera de ellos. Las condiciones, cada vez m ás marcadas
por la locura, de la r elación entre su madre y sus hermanos meno-
r es, hacen que su distanciamiento autoprotector sea cada vez
mayor, aunque ayuda a su manutención económica. Su vida trans-
curre sin m ayores problemas, y con un sentimiento subjetivo de
bienestar. Lo único conflictivo es su relación matrimonial. Su mari-
do funciona como un chico más, el mayor, y es evidente que no hay
espacios priva dos para la pareja.
En un momento dado, y en un transcurso de tiempo muy cor-
to, muere su suegro, bastante joven, y se enferma una tía muy
mayor que vive en un departamento contiguo al suyo. Se produ-
ce inmediatamente un distanciamiento, con sospechas r ecíprocas,
entre los miembros de la famili a que compartían la empresa y se
decide una división y ven ta de ésta, incluyendo los inmuebles en
los que fun cionaba. Lucía, poco tiempo después , entra en crisis en
su relación de pareja: reclama a su marido falta de protección, de
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no ocupar éste el lugar de un hombre adulto. Esto la lleva a una
separación.
Al poco tiempo muere la tía enferma, y Lucía comienza a sen-
tirse ansiosa, deprimida, confundida, incapaz de hacerse cargo de
sí misma, con variados síntomas fisicos: anorexia, vómitos, taqui-
cardia, mareos, ahogos, cólicos intestinales, temblores. Su aspec-
to es el de quien padece una crisis psicótica y sus vivencias son de
despersonalización. Dice no comprender qué le pasa, y por qué ha
dejado de ser la que era. Adelgaza muchos kilos, no se siente en
condiciones de realizar ninguna tarea.
Este es un ejemplo clínico de cómo, ante la situación de des-
apuntalamiento producida por la pérdida inicial y precoz de su
familia, Lucía pudo reconstruir en la familia del marido una red
que funcionaba como sostén de sus identificaciones, hasta que las
situaciones de enfermedad y muerte la rompen. Esta red consti-
tuye para ella un sistema de apuntalamiento psíquico. El brusco
desapuntalamiento, producído por las pérdidas posteriores, la lle-
vó a la producción de una crisis en la que apareció una desiden-
tificación según la modalidad que ha sido descripta clínicamente
como ruptura de relación simbiótica.
La importancia de la función de apuntalamiento que cumplía
esta familia sustituta se aprecia, como ocurre habitualmente, ante
la pérdida.
Desde el punto de vista del desarrollo y mantenimiento de la
identidad personal, hay una relación simultánea de complemen-
tariedad y oposición entre el apuntalamiento y la transcripción.
Teniendo en cuenta la existencia de lo que J. Bleger denomina
base sincrética, indiscriminada, de la identidad, existe siempre la
necesidad de algún nivel de apuntalamiento. Si los apuntalamien-
tos primeros han sido insuficientes o inadecuados, es decir, si ha
habido una falla en ellos, se dificulta el proceso de transcripción
que permite el funcionamiento autónomo. En el caso de Lucía,
hubo una falla en la apoyatura original que ella intentó sustituir
a través de una prótesis.
El apoyo que se establece es múltiple y es mutuo: de Lucía en
la nueva familia y de cada uno de los integrantes de la nueva fami-
lia en ella. Es evidente que no ha habido en Lucía una elabora-
ción de los duelos y conflictos vividos en sus primeros años, sino
una sustitución protésica en el segundo grupo familiar, una sutu-
ra en el espacio transicional, una falta de creatividad, lo que deter-
mina un déficit en la autonomía del yo, que recién emerge en for-

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ma de síntoma cuando se produce un desapoyo critico a partir de
las modificaciones producidas en esta segunda familia.
En las situaciones sociales de ruptura (migración, modificación
brusca de paradigmas sociales, situaciones de catástrofe natural
o social, etc.), se produce una falla en los sistemas sociales de apo-
yo que determina, desde el punto de vista psíquico, la aparición de
lo que R. Kaes (1976) denominara de no asignación, con
la irrupción de sentimientos de indefensión, inermidad, agresivi-
dad y tendencia a conductas impulsivas (Bleger, J., 1967). El agru-
pamiento constituye una posibilidad de restituir ciertos niveles de
apoyatura perdidos. De esto se deduce la utilidad de dispositivos
grupales para la elaboración de las situaciones de crisis.
Pero el dispositivo grupal de apoyatura no implica sólo próte-
sis, aunque la prótesis sea, en determinadas circunstancias, con-
dición para la supervivencia.
Implica simultáneamente la condición de posiblidad para la
creación.
El sentimiento de permanencia, de seguridad y de continui-
dad están en relación, desde los primeros momentos de la vida,
con la disposición del medio material y maternal circundante.

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Capítulo VIII
Identificación, identidad y grupo

MIRTA SEGOVIANO
DIANA KoRDON

El grupo es un lugar privilegiado en el proceso que, por vía de


las identificaciones, otorga y sostiene la identidad personal.
Durante toda la vida, la experiencia grupal tiene un pap el
decisivo en el apuntalamiento del proceso identificatorio y en la
constitución de la identidad individual. Entre esas experiencias,
la que tiene lugar en el vínculo primario conformado por la fami-
lia posee un carácter fundante. En este grupo primario se cons-
truye un vínculo que permite internalizar un conjunto de rela-
ciones y en ese proceso identificatorio se determinan aspectos
fundamentales del grupo interno de cada sujeto. Se define allí
su ubicación en el orden generacional y en el plano de la identi-
dad sexual, y la estructura interna de relaciones entre las deman-
das pulsionales, el deseo, las instancias intrapsíquicas valora-
tivas y el carácter. El grupo primario, y a partir de su inscrip-
ción histórico social, es portador de un discurso que incide en la
constitución de rasgos definidos de la identidad individual. El
pasaje por los otros grupos significativos -grupos de pertenen-
cia y de referencia- incide en la producción de nuevas identifi-
caciones primarias y secundarias al cumplir estos, entre otras,
funciones de grupo primario.

EL CONCEPTO DE IDENTIFICACIÓN

La identificación es una modalidad del funcionamiento psíqui-


co que interviene en los más variados procesos y manifestaciones:

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en la formación de síntomas, en el trabajo del sueño, en las fan-
tasías, en los lapsus, en la creación artística y otros, además de
ser, por ejemplo, la condición de posibilidad del trabajo de duelo,
donde por medio de la identificación el Yo se ofrece al Ello como
sustituto del objeto perdido.
Por otro lado, la identificación es también un mecanismo for-
mador de estructuras: cuando Freud elabora la segunda tópica,
señala cómo por la vía de las identificaciones las otras instancias
se van diferenciando a partir del Ello. Incluso, según sugieren
La planche y Pontalis 0967), habría sido justamente el descubri-
miento del papel que las identificaciones cumplen en la estructu-
ración del psiquismo y de la personalidad, lo que lo llevara a esa
nueva formulación.
La noción de identificación refiere pues, a un mecanismo prin-
cipal tanto del funcionamiento como de la estructuración de lo psí-
quico. Corresponde a un proceso, el proceso identificatorio, y tam-
bién a una resultante, por ejemplo cuando definimos al Yo como
la "sedimentación de las investiduras de objeto resignadas" (Freud,
S., 1923, pág. 31) que han pasado a constituirlo por medio de las
identificaciones, o como cuando hablamos de la identidad de una
persona.
Pero si el abordaje de esta noción es complejo, no lo es sólo por
requerir que estos diferentes niveles de análisis sean contempla-
dos, sino también y sobre todo porque existen diversos desarro-
llos psicoanalíticos que se han ocupado de ella: unos u otros de
estos desarrollos suponen ciertas variaciones en la concepción
acerca del psiquismo, e implican también diferencias en aspectos
técnicos. Algunas de estas diferencias abarcan incluso el disposi-
tivo que se puede considerar adecuado, o aún el más adecuado
-como en el caso del abordaje psicoanalítico grupal-, para la emer-
gencia, despliegue y elaboración tanto de las manifestaciones como
de las formaciones psíquicas en juego.
Esas distintas teorizaciones parten evidentemente de los enun-
ciados freudianos, pero en Freud, mientras que hay nociones que
parecen explicar el funcionamiento psíquico como si se tratara del
sujeto aislado, separado y hasta casi independiente de los otros,
hay otras nociones en las cuales los otros del sujeto aparecen impli-
cados desde un principio. Algunas de las diferencias teóricas a que
hacemos referencia se relacionan, pues, justamente con una diver-
sa concepción en este punto.
En "Psicología de las masas y análisis del Yo", el texto donde

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Freud hizo su más completa exposición acerca de la identificación,
dejó enunciada la famosa frase: "En la vida anímica del individuo,
el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto,
como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mis-
mo la psicología individual es simultáneamente psicología social
en este sentido más lato, pero enteramente legítimo" (1921, pág.
67). La integración del otro en el psiquismo individual es para
Freud una evidencia, algo que efectivamente ocurre. Sin embargo
existen interrogantes que esta misma formulación plantea y que
el sentido lato deja ocultos.
Así, la identificación, vía privilegiada por la que el otro está
integrado en el psiquismo individual, es caracterizada por Laplan-
che y Pontalis (1967) como el "Proceso psicológico mediante el cual
un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro
y se transforma total o parcialmente, sobre el modelo de éste",
mientras que D. Lagache (1955), desde una óptica que toma en
cuenta el contexto intersubjetiva en el cual se producen las iden-
tificaciones, señala que "Lo interiorizado no es la imagen de un
socius, es la experiencia de una relación interpersonal. Este des-
doblamiento de la interioridad procede de la interiorización de
una relación de dos, en otros términos, de una doble identifica-
ción. Así se explican los desplazamientos o transferencias ulterio-
res en los cuales el sujeto puede, según las circunstancias, jugar
uno u otro rol, por ejemplo, el de la madre o el del hijo, el de la
autoridad o el de la sumisión".
Un aspecto principal de las divergencias que advertimos aquí
surge de ciertos desarrollos de la teoría de las relaciones objeta-
les, como los aportados por D. Fairbain, M. Mahler y D. Lagache
principalmente, y de la importancia creciente que fueron toman-
do en psicoanálisis. Vemos cómo la idea de "objeto" no es la mis-
ma en cada caso: la asimilación o la internalización que tiene lugar
en la identificación, corresponde a aspectos, propiedades, atribu-
tos, en uno y a un vínculo en el otro.
Sobre estas bases, subrayamos dos cuestiones que nos intere-
san especialmente: una más general, ya enunciada por Freud, que
es la de la integración del otro en el psiquismo individual; y otra,
más particular, acerca de la idea que representa ese otro, o eso
otro que se internaliza.

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