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AMEDEO CENCINI

Como
ungüento
precioso
Instrumentos para
la integración comunitaria
del bien y del mal
AMEDEO CENCINI

Como ungüento precioso


Instrumentos para la integración
comunitaria del bien y del mal

SAN PABLO
Querido padre Amedeo:

Agradezco que me haya escrito sobre su intención de com-


pletar la trilogía de sus libros sobre la vida comunitaria con
el texto Como ungüento precioso.
He tenido ocasión de leer sus trabajos y valoro positiva-
mente su deseo de ofrecer líneas concretas para realizar en
las comunidades religiosas el «compartir» y la «integración»
de que se ha ocupado en los textos anteriores. Como obser-
va acertadamente, los instrumentos que tenemos a disposi-
ción —como la collatio en sus diversas formas, el discerni-
miento comunitario, el reglamento de la comunidad, la
corrección fraterna, la revisión de vida— llegan a nosotros
de manos de una larga tradición del pasado, pero conservan
una considerable riqueza de sentido y pueden ser inteligen-
temente actualizados.
La meta del camino propuesto es la santidad cristiana,
una santidad no sólo individual, sino comunitaria. Esto es lo
que he tenido ocasión de definir, contemplando la experien-
cia de la Iglesia de los Apóstoles, como «comunidad alter-
nativa»: frente a la soledad del hombre prisionero de sus
propios ídolos, la comunidad de los discípulos que se aman
© SAN PABLO 2000 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid) anuncia el don de una nueva comunión, posible por la gracia
Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723 de Dios. Y la vida religiosa juega, ciertamente, un papel
© Figlie di San Paolo, Milán 1999 determinante a la hora de transmitir a nuestra sociedad y a
la Iglesia misma aquel modo evangélico de vida que testi-
Título original: «... come olio profumato...»
Traducido por José Francisco Domínguez monia la novedad de la gracia.
Este testimonio de la posibilidad y concreción de una
Distribución: SAN PABLO. División Comercial comunidad alternativa en la historia bajo el primado de Dios
Resina, 1. 28021 Madrid * Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050 no es fácil. Hay que pagar el elevado precio de jugarse la
ISBN: 84-285-2288-X
Depósito legal: M. 29.541-2000 vida por el Señor en opciones de auténtica libertad y entrega
Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)
Printed in Spain. Impreso en España 5
al prójimo; pero también es experiencia que nos hace plena- Introducción
mente humanos, apagando la sed de nuestro corazón inquie-
to y dando sentido a las obras y a los días de nuestra exis-
tencia.
Deseo sinceramente que su trabajo ayude a muchos reli-
giosos y religiosas —aunque también a comunidades cristia-
nas, siempre necesitadas de nueva regeneración— a redes-
cubrir y renovar cada día el gozo de la vida comunitaria.

En el Señor

+ CARLO MARÍA card. MARTINI


Arzobispo de Milán

Milán, 14 de febrero de 1999 En los dos volúmenes anteriores (Vida en comunidad: reto y
maravilla y La vida fraterna: comunión de santos y pecado-
res»1) esbozamos la naturaleza y el significado de la vida en
común en la comunidad religiosa en estos tiempos de nueva
evangelización.
Llegamos a una doble conclusión: la vida comunitaria
sólo es posible a condición de que sea realmente comunita-
ria, es decir, un compartir la misma vida, la misma identi-
dad, los mismos dones del Espíritu como alimento que viene
de lo alto, pero también compartir el afecto humano, el celo
apostólico, el alojamiento y el pan cotidiano, los dolores y
las alegrías, y así sucesivamente; ha de construirse, por tan-
to, en torno a la experiencia —realista y, una vez más, com-
partida— del bien y del mal que están presentes en cada uno
1
Traducciones de «Com'e bello stare insieme...» y «...come rugiada
dell'Ermon...», publicados en 1996 y 1998 en Italia, Ed. Paoline, en la colec-
ción Religiosi Duemila. El primer volumen Com'e bello stare insieme... ha
sido editado en castellano (Vida en comunidad: reto y maravilla. La vida
fraterna y la nueva evangelización) por Sociedad de Educación Atenas, Ma-
drid 1997, colección Edelweiss, n" 37; el segundo puede encontrarse en Si-
gúeme, Salamanca 1998, con el título La vida fraterna: comunión de santos
y pecadores. Las ediciones en castellano de estas dos obras no respetan los
títulos originales que, junto con el de este tercer volumen que completa la
trilogía —«...come olio profumato...»—, reproducen el Salmo 133 («Qué dul-
zura, qué delicia convivir los hermanos»; «...como rocío del Hermón...»;
«...como ungüento precioso...»), breve canto al amor fraterno, tan significati-
vo para cuantos viven en común. [N. del T.]

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de nosotros y a nuestro alrededor; un bien y un mal que han sabilidad la tarea de trabajar sobre sí mismo a lo largo de un
de ser integrados, vividos como creyentes, individual y duro camino que, desde la conversión, pretende llegar nada
comunitariamente, ante la cruz que nos salva. más y nada menos que a una transformación del yo
Estas dos conclusiones se encuentran en el origen de este (metanoia); ya sea porque la convivencia aumenta, como ya
tercer volumen que pretendería ofrecer líneas concretas, esto hemos dicho, la toma de conciencia personal y los ámbitos
es, que todos y toda comunidad puedan poner en práctica, de experiencia, pero también las posibilidades concretas de
para llevar a cabo esa integración y ese «compartir». realización del bien y del mal.
Así pues, la intención de este libro es eminentemente Precisamente por esto, la vida en común es parábola
práctica, en el sentido más pleno y coherente del término; plenamente humana que desvela el hombre al hombre, con
pretendería, en efecto, facilitar una metodología en estrecha las potencialidades —pero también los riesgos— de la vida
correlación con la naturaleza de la experiencia comunitaria, en común.
desde el convencimiento de que una buena teoría ha de po- «Ser hombres ha de significar ser comunidad», afirmaba
der convertirse en itinerario pedagógico; convencidos tam- con fuerza el cardenal Ballestrero en su discurso en la famo-
bién de que cualquier indicación metodológica separada de sa asamblea de la Conferencia Episcopal Italiana de Loreto
las razones que la justifican y de los objetivos que pretende hace unos cuantos años2. ¡Nunca ha sido tan verdad como
alcanzar es como un cuerpo sin alma; en el mejor de los hoy! Y ser consagrados en esta época nuestra de la nueva
casos, un puro e inútil tecnicismo. evangelización quiere decir y ha de significar cada vez más
La organización de este volumen es muy simple: tiene «ser comunidad».
una estructura con dos vertientes. La primera toma en consi-
deración la integración del bien y describe sus formas e
instrumentos; la segunda se ocupa de las formas e instru-
mentos de la integración del mal.
Se trata de un esquema demasiado clásico y en absoluto
original, pero así es la vida del hombre y de la mujer: el
bien y el mal nunca marcan tanto la experiencia y la vida de
la persona como cuando esta se abre a la relación interper-
sonal y ve inevitablemente reflejadas en la relación, no sólo
la santidad e iniquidad propias, sino también las de los de-
más, con todas las consecuencias que de ello se derivan. Ya
resulta difícil convivir con el propio misterio; pero más aún
cuando el misterio del yo se encuentra y enfrenta con el
misterio del tú.
El consagrado, ciertamente, no constituye una excepción
a esta regla y conoce demasiado bien el esfuerzo que impli-
ca su observancia. Más aún, si es cierto que —como dice
Léon Bloy— «el cristiano está llamado a vivir siempre in-
clinado sobre el abismo», nadie como el consagrado experi-
menta las simas del mal con sus tentaciones y las cumbres 2
A. BALLESTRERO, cit. por E. GHINI, Ciottoli gloriosi nella mano di Dio,
del bien con su atractivo. Ya sea porque asume con respon- Avvenire (21 de julio de 1998) 18.

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PRIMERA PARTE

LA INTEGRACIÓN
DEL BIEN
Capítulo 1
Vamos a empezar, entonces, con la vertiente positiva. Y no Formas e instrumentos
porque sea más fácil (de hecho nadie ha dicho que lo sea);
más aún, podríamos decir que no existe una razón determi- para la integración del bien
nada en el ámbito de los valores que legitime esta prioridad,
porque estas dos integraciones —la del bien y la del mal—
en cierto modo deberían compenetrarse entre sí, por tanto,
deberían ser simultáneas en una comunidad, desde el mo-
mento en que ambas están animadas por el mismo principio
y apuntan al mismo objetivo.
Tal vez podríamos encontrar una razón psicológica de la
prioridad del bien. Normalmente nos sentimos más atraídos
o provocados por la percepción del mal que por la del bien,
con la consecuencia de que, muy a menudo, ni siquiera nos En el cielo como en la tierra (o viceversa)
damos cuenta del bien —y de tanto bien— que hay en noso-
tros y a nuestro alrededor; puede sonar extraño, pero nos En el cielo, «la misma multitud de los bienaventurados (que
preocupa más entender cómo hemos de afrontar el mal que ningún hombre puede contar) aumenta el goce que cada uno
promover el bien; o nos hemos hecho más expertos en cómo tiene de Dios; porque al verle cada alma a su manera comu-
debilitar y combatir las realidades negativas y conflictivas nica, sin duda, esa visión suya, única, a todo el resto de los
que en cómo animar y sostener las positivas y armónicas. bienaventurados. Por eso dice un autor antiguo que los
Como ya tuvimos ocasión de recordar en el volumen ante- serafines, en la visión de Isaías, se están gritando unos a
rior, hemos desarrollado la teoría un tanto lastimera de la otros "Santo, Santo, Santo" (Is 6,3). Así, mientras más com-
comunidad como mea máxima poenitentia, en lugar de partamos el Pan del Cielo entre nosotros, más tendremos de
preocuparnos por elaborar el modelo, bíblico incluso, del Él»1. Qué hermoso es pensar e imaginar de este modo el
«qué dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos», tiempo y el gozo del paraíso, donde cada instante viene
hasta el punto de que algunos —o muchos— ni siquiera acompasado por la contemplación —de todos y cada uno—
creen en esta «delicia», o piensan que todo esto no son sino de la belleza del Dios eterno: precisamente por esto serán
embustes que se cuentan con engaño, o ilusiones creídas de un tiempo y un gozo sin fin y siempre nuevos, originales.
buena fe. La peor consecuencia de este estado de cosas es Ahora bien, ¿es verdaderamente tan irreal imaginar que
que, a pesar nuestro, hemos contribuido a dar una imagen esta medida del tiempo o este gozo compartido puedan co-
un poco deprimente de la vida comunitaria, mediocre, con
menzar ya ahora, y que la comunidad religiosa haya sido
escasa capacidad de atractivo y reclamo vocacional.
puesta en el mundo precisamente para testimoniar hoy, en
Así pues, en esta primera parte trataremos sobre todo de estas vísperas de la eternidad, cómo será el mañana, ese
definir algunas formas de la integración del bien y sus instru- domingo que no conoce el ocaso?
mentos (c. 1); a continuación pasaremos a analizar y descri- No, creo firmemente que no se trata en absoluto de algo
bir sus contenidos teóricos y prácticos: la Palabra comparti- falto de realismo: ¿acaso la vida consagrada no está llamada
da o collatio (c. 2), el discernimiento comunitario (c. 3) y el
proyecto comunitario (c. 4). 1
C. S. LEWIS, LOS cuatro amores, Rialp, Madrid 1991, 74.

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a ser signo —como dice el Concilio— de las realidades fu- soñando despierto con una comunidad religiosa! ¡Cuántas
turas? ¿Y no podría el «compartir» representar esta realidad, veces había imaginado el calor de la fraternidad, la belleza,
muy humana aunque ya penetrada por la gracia, capaz de en particular, de la oración en común, del canto coral, de la
expresar la belleza de vivir juntos en nombre de Dios, y celebración litúrgica comunitaria! ¡Cómo añoraba la fuerza
capaz de propagar tanto la gracia como la belleza, para que y el apoyo de la comunidad orante y la certidumbre de aquella
sean de todos y a todos visibles, incluso fuera de la comuni- presencia prometida por el Señor «donde hay dos o tres reu-
dad? ¿Y no se podría de este modo hacer que el Reino, que nidos» en su nombre (Mt 18,20)! ¡Qué gran necesidad sentía
todavía no existe, comience ya desde ahora? de compartir la fe y de enriquecerse con la experiencia de
los demás! ¡Pero este sueño estaba tan lejos y era tan irreal!
Sí, es cierto, el sacerdote lo consolaba, le contaba que en
¡Qué desilusión! muchas otras partes del mundo había hermanos que estaban
unidos a él por la misma fe. y por el mismo carisma, le decía
Así pues, es posible, no es utópico pensar en una vida con- que no estaba solo; pero él se sentía y de hecho estaba solo,
sagrada capaz de colocarse en medio del mundo como signo hasta el punto de llegar a dudar de que pudiera resistir mu-
de las realidades futuras y de lo que seremos, pero tampoco cho tiempo en esta forma solitaria y anómala de consagra-
es automático ni fácil. Es más, tenemos que confesar que, ción.
en muchas ocasiones, no es esto lo que de hecho sucede. Así Hasta que un día llegó la tan anhelada liberación del ré-
nos lo cuenta el siguiente episodio: una historia de estos gimen opresor: la condena a la soledad y al miedo había
tiempos que, hace algunos años, en un encuentro internacio- llegado a su fin. Podía proclamar su propio credo y vivir
nal de superiores generales de institutos religiosos, propuso públicamente su profesión, ya sin temor, sin la obsesión de
un joven consagrado que la vivió en primera persona. Po- que alguien pudiera enterarse. Posteriormente fue enviado a
dríamos titularla, acaso con un poco de énfasis, del siguien- Italia, donde su Congregación tenía muchas casas y donde
te modo: Del muro de Berlín al muro de la incomunicabilidad su itinerario formativo podría seguir un camino regular en
comunitaria. una comunidad.
Este joven religioso venía de un país de la antigua Euro- El sueño se estaba cumpliendo: ¡Por fin iba a ser herma-
pa comunista y se había consagrado a Dios cuando, en aque- no en una comunidad de hermanos! ¡Por fin le iba a ser
llos países, estaba prohibido y, por tanto, era muy peligroso permitido deleitarse con el placer, hasta ahora sólo imagina-
hacerlo; lo hizo en condiciones de absoluto secreto, incluso do, de la vida en común!
con respecto a sus propios familiares. Su noviciado y toda Pero, precisamente en este punto, llegó la desilusión. In-
su formación consistieron en encuentros periódicos con un mensa e intensísima, al menos tan intensa como lo habían
religioso —encuentros totalmente en secreto, naturalmente—, sido el sufrimiento primero y la esperanza después. Tuvo la
que culminaron con la profesión religiosa pronunciada ante sensación de encontrarse ante una realidad del todo inespera-
el mismo, en un ambiente propio de las catacumbas. Y, evi- da y a años luz de lo que había imaginado: empezó a descu-
dentemente, así siguieron las cosas también después de la brir —así lo confesó ante los superiores generales— que,
profesión. Todo era y debía permanecer privado, escondido, ciertamente, se vive en la misma casa, se ora y se canta en
oculto a cualquier ojo indiscreto, celebrado en la más abso- común, que también se trabaja en cierto modo en común,
luta privacidad, siempre él solo, en la soledad más absoluta. pero en realidad cada uno vive por su cuenta; cada uno re-
¡Cuántas veces —contaba este joven religioso al público for- suelve él solo las cosas más importantes de la vida, se preo-
mado por los superiores generales— se había encontrado cupa de sus propios intereses, incluidos los espirituales, y

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así, por ejemplo, reza a «su» Dios, pero sin hacer partícipes a vamente a esconderse de los demás o a ocultarles práctica-
los demás de su experiencia, porque —otro amargo descubri- mente la propia fe o el propio camino espiritual, ciertamente
miento— en el grupo hay comunicación en general, es cierto, no por maldad, sino por la extraña y absurda costumbre de
pero sobre cosas marginales; no se comparte la vida ni lo que entender de forma privada la fe y la espiritualidad.
es vital para un consagrado. Por consiguiente, el «ser comu- Entonces, ¿de qué sirve vivir en comunidad —se pregun-
nidad» se convierte en algo secundario, con poca incidencia taba este joven religioso— si después los caminos espiritua-
en el modo de entender y vivir la consagración y la espirituali- les no se comparten, siguen siendo privados y no confluyen
dad. Es como si de una consagración mediocre se derivara nunca en un único itinerario marcado por el carisma que
una interpretación subjetiva e individualista de la vida consa- conduzca a todos los hermanos juntos hacia «el monte santo
grada y una vida comunitaria descolorida, o viceversa. de Dios»? ¿Cómo puede llamarse «comunidad religiosa» a
Para nuestro joven fue como un jarro de agua fría, una un conjunto de personas que no comparten lo que tienen de
sorpresa desconcertante. Y se sintió nuevamente solo, extra- más precioso: la propia fe y el don recibido de lo alto? ¿Qué
ña y, sin embargo, profundamente solo en medio de otros capacidad de testimonio y de llamada vocacional podrá te-
consagrados igualmente solos o solitarios. Alguno —conta- ner una comunidad en la que cada uno se preocupa sólo de
ba con una chispa de ironía— le llamaba «extracomunitario», sus propios asuntos y tiende a su perfección privada?
a causa de su proveniencia pero, en realidad, en aquella Las preguntas cayeron como piedras sobre el público aten-
convivencia todos parecían o eran en parte «extracomunita- to y un poco desconcertado de los superiores mayores. Este
rios» porque, en cierta medida, todos vivían más o menos al joven había puesto el dedo en la llaga. A lo mejor —pudo
margen de la verdadera experiencia comunitaria. Pero sin pensar alguno— el paso de una comunidad individualista a
darse cuenta ni sentir por ello gran pesar; y este era el as- una comunidad en que se comparte es la verdadera revolu-
pecto más grave: ¡ser «extracomunitario» sin tener concien- ción en el seno de la vida consagrada. Una revolución que
cia de ello ni hacer nada por dejar de serlo! todavía está por llegar. El muro de la incomunicabilidad en-
Por otro lado, este joven fue lo suficientemente realista tre nosotros todavía tiene que venirse abajo.
como para admitir que, probablemente, sus expectativas,
determinadas por una experiencia tan dramática, eran exce-
sivas y, consiguientemente, crearon sorpresa y desilusión2; Instrumentos de integración:
también fue suficientemente agudo como para descubrir una instrucciones de uso
inesperada semejanza entre las dos situaciones —a pesar de
ser tan distintas— que le había tocado vivir en cuanto a las Es posible hacer algo para quitar de en medio este muro de
relaciones interpersonales: si en la experiencia anteriormen- división y enemistad. Ya lo hemos afirmado en los dos pri-
te padecida existía el miedo al otro en cuanto posible dela- meros volúmenes; acabamos de repetirlo hace poco indican-
tor, que obligaba a hacerlo todo a escondidas, ahora, en la do algunas formas e instrumentos concretos de esta «revolu-
comunidad religiosa, seguía habiendo —aunque por motivos ción» comunitaria (y no parezca exagerado el término). Ahora
diferentes— un extraño miedo al hermano que llevaba nue- vamos a tratar de indicar algunos principios que puedan ayu-
darnos a hacer funcionar concretamente estos medios
operativos o instrumentos de integración.
2
Si esto podía ser cierto en el caso de nuestro joven, también lo es lo
contrario en la mentalidad de muchos: a menudo, una vida comunitaria poco
compartida o una oración en el fondo individualista no causan sorpresa algu- 1. Se trata de ejercicios, de algo en lo que hay que ejerci-
na, como si las cosas estuvieran bien así. tarse continuamente, con humildad y paciencia; en este sen-

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tido son «ejercicios espirituales comunitarios», disciplina en te— que, entre tanto, nos empeñemos de modo individual y
sentido estricto. Requieren mucho tiempo y la práctica coti- también interpersonal en la medida de lo posible: hablando
diana por parte de toda la comunidad. Será nuestra descen- de ello, tratando de convencer a algún otro y de crear una
dencia quien vea los frutos. determinada mentalidad, haciendo todo lo que se pueda, sin
esperar a que la comunidad sea perfecta y a que todos estén
2. No tienen un poder mágico, ni se trata de técnicas que plenamente convencidos.
funcionen automáticamente; valen en tanto en cuanto se pre-
paran, en virtud de lo que suscitan y exigen con anteriori- 5. Ya lo hemos afirmado en los volúmenes anteriores3, pero
dad, y por todo el trabajo previo de inspiración de ideas, de insistimos una vez más en que estos ejercicios no son una
clarificación de determinados valores, de modelo de santi- moda pasajera, ni una prerrogativa de los jóvenes: tienen sen-
dad y fraternidad que presuponen y hacia el que tienden, y tido, como se acaba de recordar, sólo si implican progresiva-
que cambia poco a poco la mentalidad. Por esta razón no mente a todos los miembros de una comunidad. La experien-
hemos presentado estos ejercicios hasta el tercer volumen, cia nos dice, entre otras cosas, que a menudo se encuentran
después de haber expuesto el sentido general de la renova- jóvenes con serias dificultades para entrar en esta lógica, mien-
ción comunitaria, de la nueva idea de comunidad que estos tras que hay ancianos extraordinariamente capaces de com-
mismos ejercicios presuponen y promueven. Fuera de esta partir. En definitiva, no estamos ante una cuestión de edad
lógica, corren el riego de convertirse en mera ejercitación, a cronológica, ni de prurito por la novedad, sino de conversión
medio camino entre la técnica psicológica y la espiritualidad del corazón; fundamentalmente, conversión de ese egoísmo o
convencional, tal vez un poco forzada y, por tanto, poco individualismo radical que nunca es tan diabólico y peligroso
convincente, cuando no contraproducente. como cuando se esconde detrás de argumentos (o coartadas)
que pretenden ser espirituales; se trata de una conversión que
3. Por consiguiente, lo importante no son los ejercicios ha de comenzar de forma explícita durante la formación ini-
individuales y su modo de ejecución, sino el fin hacia el que cial, para seguir después a lo largo de la permanente como un
tienden o la lógica dentro de la que se mueven (en la que se cambio ininterrumpido de mentalidad. Si es cierto que esta
inspiran), que es la doble integración, la del bien y la del mal. conversión es la primera tarea a emprender, lo es igualmente
El ser humano, en especial el ser humano social y comunita- que estos instrumentos pueden ser considerados también como
rio, siempre tendrá que vérselas con esta integración y con el los instrumentos propios de la formación continua.
esfuerzo que de ella se sigue. Podrán cambiar los modos o
especificarse más, pero esta doble integración ha de ser abor- 6. Es fundamental que estos instrumentos sean presenta-
dada y realizada en toda convivencia religiosa. Esta, por su dos con toda transparencia, precisamente por los valores que
propia naturaleza —por aquello de lo que nace y por aquello contienen; y que a todos quede claro que el Instituto quiere
hacia lo que tiende—, ofrece una modalidad específica de asumir una línea concreta, adoptando el correspondiente tipo
integración, más aún, es y constituye en sí misma un modo de instrumentos en el ámbito comunicativo-comunitario (y,
principal para la integración del bien y del mal. por tanto, que nadie piense que está ante una moda, ni ante
las manías de nadie)4.
4. En general, estos instrumentos dan fruto sólo si son
empleados todos juntos y por todos los miembros de la co- 3
Cf A. CENCJNI, Vida en comunidad: reto y maravilla. La vida fraterna y la
munidad. Esto no impide —en el camino hacia esta unani- nueva evangelización, Sociedad de Educación Atenas, Madrid 1997, 135, 140.
midad y con la esperanza de que todos colaboren realmen- "Cf ib, 140-141.

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7. Estos instrumentos funcionan si cada vez necesitan me- Capítulo 2
nos la asignación de un tiempo preciso en el horario comu-
nitario, no obstante lo cual consiguen crear un modo de ser La «collatio»
que se extiende cada vez más a toda la dinámica comunita-
ria en todo momento: desde su práctica oficial (y, tal vez, un
poco «padecida», al menos por alguno) a su realización es-
pontánea que cambia el sentido de las relaciones y el rostro
de la comunidad.

8. Estos «medios», en lo que respecta a la integración del


bien, son la collatio, el discernimiento comunitario y el pro-
yecto comunitario; para la integración del mal tenemos la
corrección fraterna y la revisión de vida.

Con este capítulo empezamos a tomar en consideración el


aspecto práctico-metodológico del crecimiento comunitario.
Si es verdad que los miembros de una comunidad crecen
y se santifican todos juntos, resulta necesario entender cómo
sucede esto. Ciertamente no basta con enunciar el principio
y demostrar su legitimidad; hace falta indicar el camino a lo
largo del cual toma forma este proyecto comunitario
santificante. Pero sin pretender programarlo todo, incluida
la acción del Espíritu santo, como si pudiéramos reproducir
a nuestro capricho el don de Dios o bastara con aprender un
método para mejorar el nivel comunitario; si acaso, será la
conciencia del don divino la que llame nuestra atención so-
bre todo cuanto pueda hacernos capaces de acoger juntos
este mismo don, para que fructifique y sea transmitido a
otros; y que así todos, dentro y fuera de la comunidad, pue-
dan disfrutar de él.
Por otro lado, el riesgo que se corre hoy no parece ser
tanto el de conceder una importancia excesiva al método,
haciendo que todo dependa de su exacta ejecución práctica,
sino más bien lo contrario: mantenerse en la mayor indefini-
ción posible acerca del método y de la praxis. Con la conse-
cuencia de que tenemos muchos modelos teóricos de espiri-
tualidad, de proyectos carismáticos, de vida consagrada y de
formación, mientras que escasean los modelos prácticos, las
técnicas concretas que permitan ejercitar esa espiritualidad

20 21
o alcanzar un determinado objetivo; sabemos dónde hay que Precisamente por esto, señalamos la necesidad de abor-
llegar, pero no tenemos muy claro cómo. Como ya hemos dar la cuestión de la espiritualidad comunitaria no sólo des-
tenido oportunidad de señalar, existen excelentes Reglas de de la perspectiva de los valores que la inspiran (véase el
vida pero —por el contrario— Ratio formationis muy me- volumen anterior), sino también desde la de la praxis y de
diocres, precisamente porque son sólo teóricas y genéricas las modalidades concretas que pueden llevar a realizarla;
y, a la postre, se revelan como inútiles'. Y, lo que es peor, praxis y modalidades que, por otro lado, no tenemos necesa-
muchos no parecen mínimamente preocupados por esta si- riamente que inventar ahora sino que, seguramente, podre-
tuación. Hijos como somos, de una era de «neoilustración», mos encontrar en la tradición más genuina de la vida consa-
hemos llegado a considerar que la teoría o el ideal represen- grada que —tal vez— a lo largo de los siglos ha ido
tan la parte noble de un programa existencial y que basta extraviándose (e individualizándose) un poco, pero que con-
para realizarlo. La práctica, en cambio, sería algo que viene serva en su raíz, todavía intacta, la fascinación de la búsque-
por sí solo, con un poco de experiencia o de «práctica», que da comunitaria de Dios.
todos pueden adquirir situándose inevitablemente —por qué
será— en un nivel claramente inferior al de la teoría. Hemos
olvidado, por ejemplo, que una auténtica espiritualidad tiene De la «lectio» a la «collatio»
que poder convertirse en pedagogía, más aún, que es en sí
misma método, conjunto de indicaciones sobre un itinerario De suyo, la collatio —como veremos mejor dentro de poco—
que conduce a la experiencia de Dios, de lo contrario es una es un momento de la lectio divina que, de una u otra mane-
falsa espiritualidad o, cuando menos, algo muy ambiguo e ra, tendría que contar con un momento coral-participativo;
impreciso. A duras penas llegamos a convencernos de que de hecho no siempre es así y, a menudo, la lectio se limita a
no sólo la teología o la ciencia especulativa tienen valor, un ejercicio solitario, por muy devoto y correcto que sea.
sino también la pedagogía y las disciplinas llamadas di- Por esto, consideramos que es importante insistir en la co-
vulgativas; del mismo modo que también se considera que nexión natural que existe entre ambos momentos, para que
quien acompaña a lo largo de los caminos del Espíritu pue- este método de oración sea completo y para que la nuestra
de contentarse con señalar, tal vez con su ejemplo, la meta sea realmente la oración de una comunidad orante.
final y que no está obligado a sugerir el itinerario que con-
duce hasta ella. Sin embargo, bien mirado, la historia de la
espiritualidad religiosa no es más que la historia de caminos Exilio y vuelta de la Palabra
orientados a una meta, la historia de proyectos meticulosos,
de sabias articulaciones, de etapas intermedias y finales. Sin duda, uno de los frutos más significativos del Concilio
Quienes trabajan en la formación saben perfectamente lo ha sido el redescubrimiento de la Palabra de Dios y la vuelta
peligrosa que puede llegar a ser la ausencia o la falta de de esta misma Palabra a su papel natural en la vida de la
definición de un plan preciso de crecimiento humano y espi- Iglesia y de todo creyente. Papel central y vital, porque la
ritual2. Palabra es la «suprema norma de su fe [...], sustento y vigor
de la Iglesia..., alimento del alma, fuente límpida y perenne
de vida espiritual»3. Por eso, el Concilio insiste en que «to-
' Cf A. CENCINI, / sentimenti del Figlio. 11 cammino formativo nella vita dos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos y
consacrata, Bolonia 1998, 27-28.
2
Sobre el concepto de método en la formación (y la distinción entre 3
método y técnica), cf ib, 26-27. Dei Verbum (DV), 21.

22 23
catequistas dedicados por oficio al ministerio de la palabra sentación orgánica del mismo: lectio-meditatio-collatio-
han de leer y estudiar asiduamente la Escritura»4. oratio-contemplatio-operatio12.
Gracias a esta llamada de atención autorizada y a la con- Hablábamos de vuelta a la Palabra y a un método de
siguiente vuelta a la Escritura, en estos últimos años se ha oración totalmente construido sobre ella, después de aquel
venido desarrollando un método preciso de lectura de la Pa- tristemente famoso «exilio de la Palabra»13 que, durante lar-
labra de Dios, conocido comúnmente con el nombre de lectio go tiempo, la mantuvo sustancialmente alejada de la vida de
divina. Método antiquísimo si tenemos en cuenta que su pri- la Iglesia y de los creyentes'4; una vuelta auspiciada desde
mera formulación (en lengua griega) se remonta a Orígenes diversas instancias —y, de cualquier modo, no sólo invoca-
y, más en concreto, a su Carta a Gregorio Taumaturgo (poco da—, pero que todavía no parece haber restituido plenamen-
posterior al 238)5. Esta expresión también aparece con pos- te esta forma de oración a la praxis eclesial en su estructura
terioridad en los Padres latinos: Jerónimo 6 , Ambrosio 7 , original y en cada uno de sus momentos canónicos.
Agustín8 y, más tarde, en la antigua legislación monástica,
especialmente en la de lengua latina9, desde la Regla de san
Agustín10 a la de san Benito". Pero es sobre todo Guigo II, La Palabra en el origen de la comunidad
abad de la Gran Cartuja durante los años 1173-1180, quien
ofrece el testimonio más completo y conocido de este méto- Nos referimos sobre todo a la fase de la collatio. Tenemos
do de oración, al habernos dejado en sus escritos una pre- la impresión de que hoy se habla mucho de la lectio y poco
de la collatio; en muchas ocasiones ni siquiera se la men-
ciona entre los elementos constitutivos de este método bíbli-
4
Ib, 25. co de oración, hasta el punto de que no todos entienden su
5
Cf ORÍGENES, Carta a Gregorio Taumaturgo 4, Sources Chrétiennes 148, significado. Probablemente también esta «vuelta» ha tenido
192-195. Para un atento análisis histórico de esta cuestión, cf M. MASINI, La que echar cuentas en cierto modo con ese ambiente un tanto
«lectio divina». Teología, spiritualita, método, San Paolo, Cinisello Balsamo
1996, 12-158. La presente reflexión debe mucho a este texto. (Puede encon- individualista del que hemos hablado largo y tendido en los
trarse en castellano una adaptación de la versión reducida de esta obra — dos volúmenes anteriores, o con ese otro exilio —además
Iniziazione alia lectio divina, Messaggero di sant'Antonio, Padua— en INSTI- del de la Palabra—: el exilio de la comunidad o la pérdida
TUTO SUPERIOR DE CIENCIAS RELIGIOSAS SAN AGUSTÍN, La Lectio Divina. Teología,
método, espiritualidad y práctica, Madrid 1994; prácticamente igual, con progresiva del sentido profundo de la comunidad orante y
ligeras variantes: INSTITUTO INTERNACIONAL DE TEOLOGÍA A DISTANCIA, Inicia- peregrina en el camino hacia Dios. En efecto, la collatio
ción a la Lectio Divina [Plan de formación sistemática, Vida Consagrada]), está íntimamente unida a esta doble interpretación de la ora-
Madrid 1996.
6
SAN JERÓNIMO, Carta 22,17 (Epistolario. Edición bilingüe I, J. B. VALERO ción y de la comunidad que ora.
[ed.], BAC, Madrid 1993, 221-223). Carta 130,7 (Epistolario II, J. B. VALERO La oración del creyente, sobre todo, no puede sino co-
[ed.], BAC, Madrid 1995, 658ss.); Carta 107,9 (ib, 208-209). Cf, igualmen-
te, la presentación de D. Ruiz BUENO en Cartas de san Jerónimo, BAC,
menzar con la escucha de la Palabra y de la Palabra de cada
Madrid, 1962, 172ss.; 669ss.; 239ss.
7 12
Cf, por ejemplo, SAN AMBROSIO, Comentario al Salmo 118/2, letra lamed, Cf GUIGO II EL CARTUJANO, La scala di Giacobbe, en Tornero al mió
33 (Opera Omnia, X), Roma-Milán 1978, 42-43. cuore, Bose 1987, 27-41. El texto se encuentra también en Sources Chrétiennes
8
Cf, entre las posibles citas diferentes, SAN AGUSTÍN, Carta 20,3 (L. 163, Lettre sur la vie contemplative (L'échelle des moines), 81-123, y en
CILLERUELO [ed.], Obras de san Agustín en edición bilingüe VIII: Cartas, L. AA.VV, Un itinerario di contemplazione, San Paolo, Cinisello Balsamo 1987,
CILLERUELO [ed.], BAC, Madrid 1951, 83). 21-34.
9
Cf A. M. MUNDO, Las reglas monásticas latinas desde el siglo IV y la " La expresión se encuentra en E. BIANCHI, Pregare la Parola, Turín
lectio divina, Studia monástica 9 (1967) 229-255. 1980, 7.
10 14
Cf G. TURBESSI, Rególe monastiche antiche, Roma 1990, 283. Según los estudiosos, el comienzo de este «exilio» parece que se puede
11
Cf La Regla de san Benito, BAC, Madrid 1979, 378-380, 386-392. fechar en torno a los siglos XII-XIII (cf M. MASINI, O.C, 19-20).

24 25
día (de la liturgia diaria)15, don cotidiano, como el maná del Entonces, podemos dar esta definición provisional o sólo
desierto (Ex 16,4-5), que Dios ofrece a la comunidad de los descriptiva: la collatio es la lectio divina comunitaria, hecha
creyentes y en la que cada creyente reconoce el camino que en común, en la que todos participan y se edifican mutua-
ha de seguir y la vocación que ha de realizar, individual y mente en el testimonio de la fe y del compromiso cristiano,
comunitariamente. Por eso la vida del creyente —y con ma- compartiendo y haciendo partícipes a los demás del pan de
yor razón la del consagrado— ha de estar nutrida y regulada la Palabra divina18. 0, también, collatio significa «"poner en
por la Escritura a través de una escucha cotidiana y regular. común" aquella resonancia original e irrepetible que la mis-
Pero no sólo; esta Palabra, como ya hemos dicho, está desti- ma e idéntica Palabra ha engendrado en cada uno»19.
nada a toda la comunidad, es el alimento que el Padre, en su Y, con razón, la práctica de esta resonancia fraterna o
providencia, prepara para todos según las necesidades de esta lectio divina comunitaria en nuestra convivencia se re-
cada momento («la ración diaria»: Éx 16,4); y, por tanto, no comienda en el documento vaticano sobre la Vida fraterna
sólo la vida del individuo, sino la de toda la comunidad, ha en comunidad20.
de nutrirse de este mismo alimento por medio de una escu-
cha y una participación que tengan resonancia comunitaria.
La collatio es, justamente, este tipo de escucha y partici- El carisma de la comunidad
pación: expresa al mismo tiempo la centralidad de la Pala- en la interpretación de las Escrituras
bra (y el fin evidente de su exilio) y el sentido de la fraterni-
dad orante o de la oración comunitaria (y el fin de esa cierta La collatio no es una característica cualquiera, una especie
irrelevancia que la aquejaba). de adorno o de «accesorio» de la oración bíblica (puesto
En este sentido, la collatio parece el coronamiento natu- que viene recomendada de forma autorizada), ni algo que
ral de la lectio, una de sus fases constitutivas, no un ejerci- los elementos culturales actuales hayan puesto de moda, sino
cio ajeno a la misma, sino una parte integrante. Pues permi- un instrumento indispensable para la comprensión de las Es-
te que emerja el aspecto comunitario como componente crituras, porque la comunidad, en cuanto tal, posee un caris-
básico de la vida comunitaria, comunidad que nace de la ma particular para su interpretación. Veamos, entonces, por
Palabra y crece en obediencia a la Palabra16. Encontramos qué y en qué sentido.
una confirmación de esta interpretación en el documento La
interpretación de la Biblia en la Iglesia, que define la lectio
no sólo como una lectura individual, sino también «comuni- La «collatio» en el origen de las Escrituras
taria, de un pasaje más o menos largo de la Escritura, aco-
gida como Palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la mo- Es interesante señalar, como sugieren muchos estudiosos,
ción del Espíritu en meditación, oración y contemplación»17. que en la Palabra de Dios no encontramos «palabras» que
hayan salido tal cual de la boca de Dios y que hayan sido
15
consignadas inmediatamente en el texto sagrado; sino que
A propósito de esta cuestión y de la articulación de la jornada en torno encontramos un conjunto polifónico de palabras humanas
a las lecturas del día, cf A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor. Libertad
y madurez afectiva en el celibato consagrado, Sociedad de Educación Ate- que transmiten la Palabra de Dios, una historia de palabras
nas, Madrid 1996, 981-984; cf también 979s.
16
B. CALATI, Gregorio Magno, en AA.VV, La lectio divina nella vita
18
religiosa, Bose 1994, 168. Cf'M. MASINI, o.c, 377.
17 19
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, M. TAGGI-M. BISI, Varíe del dialogo, Roma 1997, 83.
20
Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1993, c. IV, C, 2 (p. 114). Cf VFC 16 y 32.

26 27
humanas que, a través de un lento proceso de elaboración y misterio. De este modo la comunidad crece, alimentada y
reelaboración de hechos y experiencias, han llegado progre- estimulada por la Palabra y por un conocimiento del Señor
sivamente, y con la intervención de diferentes personas, a la que será cada vez más penetrante y sinfónico, imprevisible
formulación actual, al texto —que tenemos hoy en las ma- y nuevo. Así se consolida la fuerza de un vínculo entre los
nos— de la «Sagrada Escritura [que] contiene la Palabra de hermanos más tenaz que cualquier elemento de división, y
Dios, y en cuanto inspirada es realmente palabra de Dios»21. que se convierte más y más en comprensión mutua,
Se podría decir que en el origen del Evangelio está, sin corresponsabilidad de unos para con otros, afecto humano,
duda, la Palabra y que, por tanto, hay un intercambio y una tensión hacia la santidad en todos y en cada uno. ¡Es la
transmisión de recuerdos, tradiciones, iluminaciones, inspi- fuerza de la Palabra que se establece cada vez más en el
raciones de lo alto acerca de esta misma Palabra, que han centro de la vida de la comunidad y de toda relación!
llegado hasta nosotros como su auténtica interpretación22. El
Evangelio, queremos subrayarlo, está construido de forma
coral y fue compuesto comunitariamente: hay una especie Las Escrituras en el origen de la «collatio»
de collatio en sus orígenes, cuyo director e inspirador es el
Espíritu santo. La collatio es una forma muy antigua de oración. Según
Pues bien, si este es el origen del texto sagrado, parece Ruiz Jurado, «ya los padres del desierto y otros grupos espi-
evidente que sólo podrá ser descifrado en un contexto que, rituales, particularmente en el Medievo, hablaban de las "co-
en cierta manera, respete este origen; con otras palabras, si laciones", reuniones aptas para la comunicación espiritual
está construido «coralmente», sólo una escucha «coral» lo entre hermanos que participan de un mismo ideal cristiano,
hace comprensible. Más aún, podríamos decir que la escu- o que desean edificarse mutuamente en Cristo»24. Para Masini,
cha coral-comunitaria en cierto modo continúa aquel proce- la collatio pertenece a una «antigua tradición monástica»25,
so de interpretación del misterio de la Palabra, es decir, la y resulta interesante señalar cómo uno de sus valores y sig-
clarifica cada vez más y enriquece su sentido para el hom- nificados, como es el carisma interpretativo de las Escrituras
bre peregrino en busca de Dios. Y mientras cada uno deja por parte de la comunidad, fue inmediatamente acogido y
resonar dentro y fuera de sí la Palabra que le interpela e valorado, dando vida, como consecuencia, a una praxis con-
ilumina, la misma Palabra resuena para toda la comunidad, creta desde los inicios de la vida consagrada. De modo tanto
interpelando e iluminando a cada miembro de la misma, en formal como informal.
una sucesión de interpretaciones que profundizan cada vez En su encomiable y documentado estudio, Masini hace
más su sentido. referencias históricas precisas ya consolidadas de este méto-
Por eso la Palabra crece con la escucha de quien la lee23, do comunitario de oración. De entre estos datos entresaca-
crece porque la inspiración que el Espíritu concede a cada mos algunos elementos que pueden ayudarnos a perfilar la
uno se convierte en don para todos, se entrecruza con el don naturaleza de la collatio, sin duda válidos todavía en el pre-
diferente que el mismo Espíritu concede a otro, en un sente. Empezamos por un dato absolutamente incontroverti-
crescendo de luz que desvela a todos progresivamente el ble: la Escritura es el punto de partida y de llegada, lo que
hay que tratar de entender juntos y la luz que posibilita la
21
DV 24.
22 24
Cf L. ALONSO SCHOKEL, Parola e Spirito, Rassegna di Teología 6 (1987) M. Ruiz JURADO, El discernimiento espiritual. Teología. Historia. Prác-
613-621. tica, BAC, Madrid 1994, 190.
23 23
M. MASINI, O.C, 413.
Cf DV 8.

28 29
comprensión, el verdadero motivo por el que se siente la un tiempo a la collatio espiritual, «en la que se consuelan e
urgencia de compartir el don de inspiración y el fruto de instruyen recíprocamente»29, y «conversan entre sí de cues-
estos intercambios. De este dato esencial se derivan otros tiones que encienden su amor por Dios y les confortan en el
—que podemos encontrar en la historia primitiva de la vida camino del bien»30. Según el monje Esmaragdo (s. IX) este
consagrada— como consecuencia natural. diálogo fraterno podía asumir tres formas: la collocutio (diá-
Esta meditación compartida de suyo no tenía un límite logo de inspiración cultural), la confabulatio (conversación
fijo en cuanto a duración: se desarrollaba en las horas que fraterna), la confessio (aportación de un testimonio perso-
dejaba libres el trabajo o según peticiones provenientes de nal)31.
fuera; tenía lugar en los momentos vespertinos o nocturnos Así pues, con términos más explícitos, las Escrituras se
de la oración, al término de la jornada, cuando la interpreta- sitúan en el origen de la collatio, mientras que se reconoce a
ción de la Palabra podía enriquecerse con la experiencia la comunidad, al menos implícitamente, una especial capa-
personal y los acontecimientos del día en los que la Palabra cidad para entender —en cuanto comunidad de creyentes—
había encontrado cumplimiento; se desarrollaba en el la Palabra de Dios. Al término de este rápido excursus pode-
scriptorium (sala del monasterio donde los amanuenses mos, entonces, citar la definición de Baroffio, que tiene en
transcribían los códices antiguos y miniaban los nuevos)26, cuenta muchos de estos elementos históricos: la collatio es
por tanto, en un lugar que favorecía el recogimiento e invi- «una escucha común del Señor, durante la cual cada herma-
taba a la seriedad del compromiso; finalmente, se celebraba no trata de edificar a su familia manifestando con sencillez
en un clima distendido y coloquial, en medio de un diálogo de corazón su "reacción" ante la interpelación de la Pala-
en el que cada uno exponía lo que había aprendido de las bra»32.
Escrituras y también sus dificultades de interpretación, com-
parándolo todo con las aportaciones y las explicaciones de
los demás. De este modo, todos recibían iluminación y cada El don de la interpretación que hace hermano
uno se enriquecía con las intervenciones de los otros. Por
todos estos motivos, la collatio se consideraba como un útil La afirmación del carisma de la comunidad en la compren-
complemento —para algunos, incluso necesario— de la lectio sión de las Escrituras emerge con particular fuerza y rigor
divina27 y constituía un momento de vida fraterna de los doctrinal en la vida y en los escritos de Gregorio Magno (s.
monjes, de comunión en las cosas de Dios y de mutua edifi- VI). Refiriéndose probablemente a su experiencia en el mo-
cación en el camino de la fe28. nasterio, nos ha dejado un testimonio en el que parece evi-
Interesante es cuanto afirma el cisterciense Jacques de dente el recuerdo de la collatio en sus homilías de explica-
Vitry (s. XIII): los monjes, después de haber guardado silen- ción del profeta Ezequiel de la época de su pontificado:
cio durante casi toda la jornada, dedican comunitariamente «Abordo la explicación de este profeta sin temeridad y con
humildad. Sé por experiencia que muchas cosas de la pala-
-6 La copia de los códices bíblicos se llamaba scriptio divina en parale- bra de Dios que no habría podido comprender por mí mis-
lismo con la lectio divina.
21
Cf J. LECLERCQ, Récréation et enlloque dans la tradition monastique,
29
Revue d'ascétique et mystique 43 (1967) 11-12. Ekkehard IV de San Galo J. LECLERCQ, a.c, 16.
30
cuenta de tres amigos monjes que, en el intervalo entre la oración de la tarde ID, Le formulaire de Pontigny: XXVIII, De communi colloquio,
y la de la noche, se juntaban en el scriptorium del monasterio y celebraban Miscellanea Populetana, Poblet 1966, 250.
31
«collationes de Scriptura» (cf EKKEHARD, Casus s. Galli, 36, cit. por LECLERCQ, Cf ESMARAGDO, Commentaria in Regulam S. Benedicti 42 (PL 102,
Récréation, 16). 879).
32
28
Cf M. MASINI, O.C, 411. B. BAROFFIO, Lectio divina e vita religiosa, Turín 1981, 31.

30 31
mo, he logrado hacerlo estando delante de mis hermanos. sino que nos responde comunitariamente: "Singolorum cor-
Pues Dios me da a mí lo que da a mis hermanos. Y así, por dibus non loquitur, sed communiter respondetur"? Por eso,
el don de Dios, crece la comprensión de las Escrituras, mien- ¿puede sorprendernos que también la comprensión de la Sa-
tras que para vosotros aprendo lo que enseño; y (lo reconoz- grada Escritura tenga lugar communiter, como nos advierte
co) a menudo escucho con vosotros lo que os digo a voso- aquí Gregorio?»35.
tros»33. Aquí Gregorio habla como pastor y anunciador de la Para terminar, hay otra expresión muy significativa del
Palabra, pero el sentido de su intervención puede aplicarse mismo pontífice en la que reconoce a los diferentes miem-
perfectamente a la collatio y a su dinámica; más aún, en bros de la comunidad la capacidad para interpretar espiri-
determinados aspectos es más válida, si cabe, para el seno tualmente las Escrituras: «Si quien me lee y escucha, que
de la comunidad de los monjes y de los consagrados que ciertamente podrá comprender el sentido de la Palabra de
leen en común la Escritura, edificándose recíprocamente. Va- Dios de forma más profunda y verdadera que yo, no encuen-
mos a tratar, entonces, de recoger al menos algunas de las tra de su agrado mis interpretaciones, lo seguiré tranquila-
intuiciones del papa-monje. mente como un discípulo sigue a su maestro. Considero un
Gregorio, educado en el monasterio y por los Padres que don todo lo que este pueda sentir o entender mejor que yo.
le precedieron, como bien subraya B. Calati, afirma sobre Pues todos los que, llenos de fe, nos esforzamos por hacer
todo y con claridad que «la comunidad eclesial es la norma resonar a Dios, somos órganos de la verdad, y está en poder
de la comprensión de la Palabra y de su vitalidad»34. Se de la verdad el manifestarse a través de mí a los demás, o
trata, por tanto, de una afirmación que compromete y que que por los demás me llegue a mí»36.
presenta inmediatamente el sentido del papel de la comuni- Repetimos, aquí Gregorio habla de la comunidad de los
dad en la interpretación de las Escrituras. Gregorio, maestro fieles y mientras que, por un lado, resulta evidente la expe-
y padre de los fieles, está convencido de que, incluso en su riencia del monje, largamente acostumbrado a la lectura en
carisma más cualificado de obispo, es deudor de la comuni- común de las Escrituras, por el otro recordamos que lo que
dad eclesial en cuanto a la comprensión de la Palabra que es válido para las relaciones entre pastor y fieles, lo es tanto
siempre ha de comunicar a sus hijos: «A esta grey, a este más para las relaciones entre los miembros de la misma
pueblo suyo, pueblo de Dios, Gregorio [...] le reconoce el comunidad, todos en el mismo plano ante la Palabra, que
mérito y casi el carisma que él, pastor, tiene de la compren- «ciertamente es igual para todos nosotros, aunque no todos
sión de la Palabra de Dios». Y también, «... la comunidad vivamos del mismo modo; una vez le llega a uno, para que
adquiere en cierto modo el poder espiritual de vivificar la escuche con provecho lo que la Palabra ha hecho resonar
Palabra de Dios, a él dirigida, iluminando con su presencia por medio de otro, otra vez le toca a otro, para que haga
al mismo pastor, guía y maestro. Por otro lado, ¿no dijo el resonar claramente lo que los demás deben escuchar». Lo
mismo Gregorio... que Dios no se dirige a los individuos, importante, concluye Gregorio, es «que todos juntos... cami-
nen firmes en la humildad pues, en esta vida presente, tanto
33 más penetrado estará uno por la verdad, cuanto mayor sea el
GREGORIO MAGNO, Homilías explicativas sobre el profeta Ezequiel
(Sources Chrétiennes 360, 92-95), citado en M. MASINI, o.c, 413-414 (ver- convencimiento de que no se puede acceder por uno mismo
sión castellana adaptada por el Instituto Internacional de Teología a Distan-
cia, Iniciación a la Lectio Divina [Plan de formación sistemática, Vida con-
35
sagrada], Madrid 1996, 74). ID, «Scriptura crescit cum legente» nelle omelie di S. Gregorio Magno
34
B. CALATI, o.c. (véase más arriba, nota 16), 168. Calati señala, además, Parola e Vita 24 (1991) 266.
36
que el monacato tiene una conciencia tan fuerte de su «ser Iglesia» que el GREGORIO MAGNO, Comentario moral de Job 30, 27, citado en ID, O.C
adjetivo «eclesial» a menudo equivale a «monástico». 170-171.

32 33
a la comprensión de la Palabra»37. Entonces seremos plena- Ahora vamos a tratar de distinguir mejor los modos de
mente receptivos y estaremos agradecidos al don de la inter- ejecución del espíritu que ha de animar la collatio.
pretación del hermano.

Condiciones
Condiciones y resistencias
La collatio no se improvisa. Es necesario prepararse para
Pasamos, ahora, al aspecto más metodológico. Nos hemos ella, en un plano psicológico y espiritual, individual y
extendido en la parte histórica porque nos parecía importan- comunitariamente, para poder adquirir determinadas actitu-
te mostrar el arraigo de esta forma de oración en la tradi- des. Tomamos en consideración aquellas que nos parecen
ción más auténtica de la vida consagrada. Y es muy signifi- las más determinantes.
cativo que hoy, aunque con dificultad, la vida consagrada
trate de recuperar sobre todo el sentido profundo de la mis-
ma; incluso en las formas modernas de vida eremítica don- — Un corazón que escucha
de, de un modo u otro, se trata de conservar y reinterpretar
esta antigua y siempre nueva fórmula comunitaria de lectura Es la condición más importante para realizar bien la collatio;
de la Escritura38. es anterior incluso a la capacidad para intervenir y expresar-
Pueden cambiar las formas, pero se ha de mantener la se correctamente. Pues si en una comunidad todos son capa-
esencia. Como dice Olphe-Galliard, el redescubrimiento de ces de hablar, así como de efectuar doctas intervenciones,
la collatio «es un signo de la evolución que lleva a los cris- pero nadie sabe escuchar, la collatio no sirve para nada, se
tianos a reunirse en comunidades espirituales»39, o a volver convierte en mera exhibición vanidosa de palabras hueras,
realmente espirituales las comunidades religiosas, esto es, de las que no puede nacer fraternidad alguna.
comunidades construidas en torno a la Palabra y en el hecho La disponibilidad para la escucha del otro deriva del de-
de compartir los dones de la gracia de cada uno y de todos. seo mismo de escuchar la Palabra de Dios y de la fe en la
misma. También del convencimiento de que la Palabra llega
normalmente a nosotros por medio de caminos muy huma-
37
GREGORIO MAGNO, Comentario moral de Job 30, 27.81, citado en ib, nos, como es el caso de la palabra o el ejemplo del que está
171.
38
Cf F. ANTONIOLI, Le gavette di san Bruno, Avvenire (2 de julio de 1995)
a nuestro lado. Más aún, sólo gracias a este convencimiento,
17; cf ID, Cercatori di Dio. Reportage sulle tracce degli idtimi eremiti, Milán el otro, simple vecino de habitación o de intereses, se con-
1996. Así también sabemos de las monjas de la cartuja de la Trinidad en vierte para mí en verdadero hermano y hermana o «próji-
Savona (Liguria) que sólo tienen dos reuniones semanales, una para compar- mo», con su significado evangélico: la Palabra se establece
tir por parejas las experiencias personales de tipo espiritual (en el llamado
«espaciamiento»), la segunda para llevar a cabo todas juntas la verdadera y en medio de la relación y crea un vínculo firme y resistente,
propia collatio. Lo mismo en el caso de los monjes: «El espaciamiento for- la roca sobre la que se construye la comunidad.
ma parte de la regla de los cartujos desde hace más de 500 años y nadie
puede dejar de asistir a él sin permiso del prior. [...] Lo importante para los Hay una relación concreta entre sed de Dios y aceptación
monjes es abrirse, tanto para acoger a los propios hermanos, con su vida, de la mediación humana a través de la cual discurre la Pala-
como para compartir con ellos algo de la propia vida y del propio corazón... bra: la una depende de la otra; quien rechaza la mediación
Los diálogos son una pedagogía del encuentro con Dios» (J. DUPONT, Quando
una passeggiata apre all'infinito, Avvenire [15 de agosto de 1998] 22). humana precisamente porque es demasiado humana e imper-
39
M. OLPHE-GALLIARD, Conférences spirituelles, en Dictionnaire de fecta frente a la pureza y sublimidad del mensaje divino, no
Spiritualité II, París 1953, cois. 1404-1405. quiere realmente dejarse alcanzar y provocar por ese Dios

34 35
que es siempre diferente de las expectativas o previsiones partido —o lo que, en general, no se pone en común y se
humanas, o —como advierte más explícitamente Bonhoef- guarda para sí—, antes o después se convierte en motivo de
fer— quien no sabe escuchar al hermano, tampoco sabe es- rivalidad o de disputas, no permanece neutro ni es algo ino-
cuchar a Dios40. Quien, por el contrario- quiere realmente cuo en las manos del que ha querido guardárselo. Es como
entrar en relación con Dios sin reducirlo a sus propios de- si la energía que contiene se volviera contra él, precisamen-
signios, en la collatio no escucha sólo al que es competente te porque no se respeta su orientación natural hacia el otro:
y virtuoso y, a lo mejor, incluso experto en las Escrituras, o se pone al servicio de todos para construir la comunidad,
sino que también escucha al que no tiene las mismas carac- o se convierte en propiedad privada que ahoga y destruye el
terísticas, al que es débil en la fe y no especialmente inteli- sentido de la vida en común; o tiene fuerza centrípeta o
gente; escucha a ambos con la misma ob-audientia, porque energía centrífuga.
cree que ambos son mediación, por misteriosa que sea, de Otro significado valioso de la frase de Esmaragdo es que
Dios y de su Palabra al haber recibido los dos el don del la collatio se convierte en instrumento de formación perma-
Espíritu. nente, entendida no como una serie de intervenciones ex-
¡La disponibilidad para la escucha se convierte en el ma- traordinarias desde el exterior, sino como libertad interior
yor estímulo para que el otro se vea con la responsabilidad para aprender de la vida cotidiana —con los instrumentos
de pronunciar palabras que provengan de Dios! Sin duda no ordinarios— y de las personas que normalmente están a nues-
carece de razón la afirmación según la cual el otro habla tal tro lado. Más exactamente, la collatio se convierte en instru-
como yo lo escucho. Y esta escucha, justamente porque nace mento típico de la formación permanente comunitaria, esto
de la fe, crea armonía y concordia, hace nacer la estima que es, de aquella formación continua de la que la comunidad es
va más allá de las apariencias y que engendra el deseo y la —en todos y cada uno de los miembros que la componen—
necesidad de la palabra de quien es miembro de mi comuni- sujeto y objeto al mismo tiempo.
dad. Entonces, de la misma manera que es cierto que deter-
minadas cosas sólo se ven bien con los ojos del corazón, es
igualmente cierto que sólo el corazón sabe escuchar de este — Una palabra responsable
modo al hermano y a la hermana.
Hay que interpretar estas palabras de Esmaragdo: «La La segunda condición es exactamente el reflejo simétrico de
collatio enseña la disponibilidad para aprender»41, la llama- la primera, la otra cara de la moneda. La capacidad de escu-
da docibilitas, en el sentido de que la docilidad para apren- char al otro normalmente viene acompañada por la corres-
der del propio hermano es el ánimo o la disposición del pondiente capacidad de expresarse, usando la palabra para
corazón con que hay que tomar parte en ella porque, afirma entablar relaciones. En definitiva, el que sabe escuchar, por
una vez más este monje, «del mismo modo que la collatio lo general también sabe hablar. No porque tenga una capaci-
instruye, la "contienda" destruye»42. Y hay contienda, bueno dad especial o un particular don de elocuencia, sino porque
será señalarlo, no sólo cuando existe una abierta rivalidad, la ejercitación en la escucha lleva a apreciar la palabra, per-
sino también cuando no se comparte, porque el don no com- mite tomar conciencia de lo mucho que se debe a la palabra
escuchada, leída, estudiada, conservada en el corazón, pues-
ta en el centro de la vida, descubierta como palabra de vida,
40
41
Cf D. BONHOEFFER, Vida en comunidad, Sigúeme, Salamanca 1987, 77. pronunciada por Dios y que nos ha llegado a través de una
ESMARAGDO, Diadema monachorum, XL; De collatione 24 (PL 102, 636).
42
Ib. Esmaragdo se expresa jugando con la asonancia de los términos
mediación humana: palabra, por tanto, divina, aunque tam-
collatio y contentio, tal como señala M. MASINI, O.C, A5(>- bién humana.

36 37
Por esta razón, un corazón que escucha suele ser también vinculada a su experiencia histórica; no es palabra genérica
un corazón que sabe pronunciar las palabras adecuadas en el o abstracta, copiada y desvaída, que podría ser pronunciada
momento preciso, porque a la gratitud para con la palabra por cualquiera y dirigida indiscriminadamente a cualquiera.
sabe unir la responsabilidad para con la Palabra misma. Si «Palabra responsable» significa también esto: comprometer-
la Palabra estuvo en los orígenes de la vida o si hemos sido se con una palabra, confiar a una palabra la misión de ex-
engendrados por una Palabra, entonces toda palabra que sale presar la propia experiencia, traducir lo que podría parecer
de la boca del hombre se convierte en memoria del don indecible con símbolos verbales, imágenes o parábolas que
recibido y recuperación de sus raíces, manifestación de la todos puedan comprender. Lo expresa muy bien Schokel:
propia identidad y redescubrimiento de la propia vocación. «Cuando nos comunicamos con los demás por medio de pa-
Sobre todo cuanto esta palabra nace de la escucha de la labras, les transmitimos algo de nuestra vida espiritual: pen-
Palabra misma de la que nacen y renacen cada día la propia samientos, sentimientos, deseos, fantasías... Por medio de la
vida y la propia fe, y que nutre el don y la respuesta al don palabra tenemos la posibilidad de enriquecer, con la nuestra,
recibido. la vida espiritual del otro. Hablar con el otro es como respi-
Pero existe también una responsabilidad para con los her- rar para nuestro espíritu»43.
manos o las hermanas. Cuántas veces, como hemos recorda- Parece haber una especie de «huelga general» permanen-
do anteriormente, una palabra ha sido capaz de desvelar el te de este tipo de palabra, responsable e «inspirada», en
amor, de aliviar un sufrimiento, de indicar el camino, de nuestras comunidades; lo que viene a poner de manifiesto lo
expresar a Dios. No importa quién la haya pronunciado; lo pobre que es el sentido de responsabilidad fraterna entre
que cuenta es que aquella palabra ha significado novedad de nosotros. La collatio pretende restablecer la circulación de
vida, ha abierto horizontes impensados, y que Dios, su vo- una palabra responsable, de una palabra en absoluto banal e
luntad o su ternura, han llegado a nosotros a través del uten- insignificante, sino densa y sustanciosa como sólo puede
silio humano más antiguo y tal vez más desgastado: la pala- serlo la palabra (humana) que trata de expresar y comunicar
bra. Sólo el autosuficiente y el presuntuoso —modelos de la Palabra (divina) para que dé fruto en todos.
ingratitud— o el superficial y el distraído —modelos de
irresponsabilidad— pueden no haberse dado cuenta de ello.
Quien tiene un mínimo sentido de la realidad y es honesto — Una palabra libre
con la vida, sabe que no puede quedar dispensado de ofrecer
a los demás el don de su palabra. Don humilde y discreto, En el caso de la collatio existe una correspondencia más:
que no se impone ni se pone en el centro; don que expresa entre la Palabra divina que está en el origen de la reflexión
el sentido de responsabilidad del que habla y que, hablando, personal y la palabra humana que trata de traducirla, de
se entrega a quien le escucha: no pronuncia palabras sin captar y expresar su sentido ofreciéndolo a los demás. Y
más, no cae en palabrerías autocomplacientes, no apabulla existe también una condición más, la de la libertad interior.
al otro con prescripciones o reproches, sino que, por el con- La condición realmente fundamental que permite expre-
trario, asume la responsabilidad de su crecimiento y, con la sar en términos humanos la riqueza inagotable del dato re-
propia palabra, lo promueve, lo anima, lo orienta en la di- velado es, en efecto, la libertad propia de quien ha contem-
rección correcta y lo sostiene. plado durante largo tiempo el misterio y ha percibido su
Al mismo tiempo se implica en lo que dice: la palabra fascinación; y precisamente por esto no puede guardarse para
que sale de su boca nace, en efecto, en el corazón, viene de
43
allí, lo revela en su interioridad, es palabra suya, personal, L. ALONSO SCHOKEL, a.c, 617.

38 39
sí la belleza que ha podido entrever, al tiempo que puede cas y a las condiciones de cada grupo. Con mucha frecuen-
expresar en palabras muy simples la sublimidad del misterio cia la calidad de la Palabra compartida desvela la calidad de
mismo. La palabra fluye con sencillez y facilidad, con ex- la vida comunitaria.
presividad y veracidad en quien se ha familiarizado progre- Si en una comunidad, por ejemplo, la palabra circula li-
sivamente con el misterio y lo frecuenta cotidianamente, hasta bremente llegando a todos sus miembros, podemos esperar
el punto de sentirlo como parte de sí mismo y de sentir que que también en la collatio la comunidad seguirá dialogando
pertenece a él. Sólo este puede desmigar el pan de la pala- con la misma soltura y participación coral. Si, por el contra-
bra para que todos lo puedan entender y saborear, sin recu- rio, en una comunidad hay un ambiente pesado y una contra-
rrir a poses irritantes o —por el contrario— atrincherarse dicción evidente o subrepticia entre la comunicación oficial
detrás de un silencio un tanto altanero y vacío. Por otro —a base de lugares comunes y expresiones convenciona-
lado, quien realmente ha entendido el sentido de la Escritura les— y la comunicación... subterránea, en corrillos cerrados,
(así como cualquier otra cosa) no desdeñará en absoluto imá- en los pasillos o en las habitaciones, donde sale de todo a
genes, comparaciones, parábolas, ejemplos, especialmente relucir, probablemente la collatio expresará este contraste: o
cuando están tomados de la propia experiencia, la gran pará- se convierte ella misma en algo tal vez realizado correcta-
bola en la que la parábola del Evangelio asume vida fresca y mente, pero profundamente falso y adulterado, que todos
nueva, color y calor humanos. experimentan como tal, o bien será un momento compartido
Cada uno debe ser libre en esta traducción personal, es lleno de largas e interminables pausas, con pocas interven-
decir, tiene que poder «hacer salir» de la propia historia ciones, y las pocas que haya, excesivamente comedidas e
personal lo que propone a los demás como interpretación de inocuas, lo justo para no perturbar ciertos equilibrios y per-
la Escritura. Hablamos, y no se trata de una obviedad, de la mitir... que siga la farsa. Si, finalmente, hay una tensión
libertad interior, intrapsíquica; de aquella libertad que no es excesiva en las relaciones, el compartir reflejará —extraña
sólo ausencia de condicionamientos y de respetos humanos pero realmente— un cierto estilo competitivo que a veces
mezquinos, sino que proviene de la plenitud de la auténtica podrá manifestarse con un silencio agresivo (agresividad pa-
experiencia espiritual y que engendra desenvoltura, senci- siva), o bien con intervenciones en teoría irreprochables, pero
llez, transparencia en la comunicación; con un estilo equili- que en realidad cada uno experimenta como dirigidas a un
brado pero rico en carga expresiva, un diálogo sobrio y dis- blanco preciso. De este modo se usará la Palabra de Dios de
creto, pero también original y eficaz, palabras que provienen forma implícita (e inconsciente) para agredir e imponerse.
de la vida de cada día, filtradas por la experiencia y que En este sentido, pues, la collatio refleja el estilo comunita-
remiten a lo cotidiano; palabras, sobre todo, que provienen rio y la calidad de la comunicación, ya sea positiva o negati-
del corazón y que precisamente por esto llegan al corazón; va, como efecto de una causa concreta.
nacen en un terreno libre y siembran libertad. Pero en otro sentido, el acto mismo de compartir la Pala-
bra puede funcionar como causa eficiente que actúa sobre el
ambiente comunitario con efectos enormemente beneficiosos
— El ambiente comunitario sobre el mismo. Cuando se prepara de manera correcta (como
veremos más adelante) y se presenta con su naturaleza y
La collatio, como decíamos, no puede improvisarse, porque finalidad; cuando se convierte en hábito saludable que en-
no es un instrumento o técnica de oración que funcione de frenta cada vez más a los miembros de una comunidad, indi-
modo automático, casi mágico, en cualquier tipo de realidad vidual y comunitariamente, con la espada de doble filo de la
comunitaria. Está inevitablemente ligada a las característi- Palabra (Heb 4,12), y los familiariza con ella, entonces la

40 41
collatio puede cambiar lentamente el ambiente, tonificarlo, El analfabeto espiritual
volver más saludable el aire que todos debemos respirar y
hacer más comunicativa y fraterna la convivencia cotidiana. Es una figura un tanto singular, ligada a la pobreza e inconsis-
Cuando hay comunicación en torno a la misma Palabra o tencia de su experiencia personal44, que posteriormente da
cuando uno se compromete ante los demás al comentar un lugar a un extraño síndrome: el de no saber «leer o escri-
pasaje de la Escritura, no digo que se vayan a resolver bir», «anunciar-comunicar» la propia experiencia personal a
automáticamente todos Ios-problemas de relación, pero poco la luz de la Palabra.
a poco se irán limando aristas o restableciéndose ciertas re- Quien, por ejemplo, considera o da a entender sutilmente
laciones o, por lo menos, será cada vez más difícil justificar que su experiencia es demasiado elevada e inefable, o em-
resentimientos, rechazos, sutiles marginaciones fraternas y plea palabras altisonantes y se esconde detrás de jergas difí-
todo lo que impida que nos sintamos hermanos. Normalmen- ciles o complicadas, detrás de frases hechas o citas cultas,
te a través de un proceso lento y sin que tenga que producir- entra paradójicamente en la categoría de los analfabetos es-
se nada extraordinario, sin grandes proclamas ni confesiones pirituales. Es analfabeto en el espíritu el que no sabe comu-
públicas; pero justamente esta es la naturaleza de la Palabra nicar con sus propias palabras, sencillas y claras, su expe-
y el objeto de compartirla, como veremos mejor más adelan- riencia de Dios, o aquel que, como dice Jesús, hace gala de
te: dejar que vaya penetrando cada vez más en el tejido de una cierta sabiduría (hablando con grandilocuencia o exhi-
nuestras relaciones, como gota que desgasta poco a poco la biendo experiencias improbables) pero, en realidad, esas pa-
dura piedra de nuestros egoísmos, como brisa matutina que labras tan ampulosas le impiden el acceso al misterio del
disipa las nieblas y elimina la contaminación de nuestros Reino de los cielos; mientras que podemos decir que real-
temores, volviéndonos por fin transparentes unos a otros. mente ha aprendido el alfabeto del espíritu aquel que, con
El ambiente comunitario es, por tanto, causa y al mismo inmediatez y transparencia, con la actitud humilde y espon-
tiempo efecto, condición previa y resultado de la collatio. tánea propia de los «sencillos», testimonia el rostro y el don
No tiene sentido, por consiguiente, esperar a que este am- del Padre (cf Mt 11,25-27).
biente sea el ideal para empezar a compartir la Palabra; así Dicho de otro modo, la autenticidad y la madurez de la
como, por otro lado, sería.ingenuo pretender que la collatio experiencia de Dios también se demuestran en la sencillez y
pudiera ella sola resolver todos los problemas de comunica- la claridad del propio testimonio. Mientras que el discurso
ción y de relación de una comunidad, o ponerse nervioso enrevesado y complicado, o genérico y trivial, manifiesta
porque su práctica no parezca surtir ningún efecto visible y exactamente lo contrario. Puede parecer paradójico, pero es
tangible de modo inmediato. así: el principiante en estas cosas normalmente habla con un
estilo difícil, mientras que el que ha alcanzado una madurez
real en la familiaridad con el misterio de Dios aprende a
Resistencias expresarse cada vez más de forma familiar y comprensible
para todos. La collatio ayuda precisamente a este aprendiza-
Ahora vamos a tratar de determinar algunas de las resisten- je progresivo, como una escuela no sólo de oración, sino
cias más frecuentes a la práctica de la collatio, presentando también de «control de calidad» del propio camino espiri-
una tipología de los personajes más representativos de estas tual y de la capacidad y libertad de compartirlo con los
resistencias.
44
Cf A. CENCINI, La vida fraterna: comunión de santos y pecadores,
Sigúeme, Salamanca 1988, 37.

42 43
demás. Y, por consiguiente, he aquí por qué algunos se re- emisor y receptor. La del «sordomudo espiritual» es una
sisten a la idea de la collatio: no tanto porque compartir la forma de agresividad pasiva, no precisamente (o no necesa-
Palabra dejaría al descubierto la pobreza de su experiencia, riamente) intencional, pero con efectos no menos graves.
sino porque les obliga a aprender el alfabeto elemental del Evidentemente no se comunica; sin embargo y por extraño
Espíritu, que es siempre el alfabeto de los pequeños, y, por que pueda parecer, la sordomudez es contagiosa dentro de
tanto, obliga a traducir la experiencia de la divinidad en una comunidad. Es como un virus: el virus de la autosufi-
términos claros, sobre todo y en primer lugar, para uno mis- ciencia o de la autoinmunización con respecto a los demás.
mo y, posteriormente, también para los demás. Esto es ex- Una terrible infección que se extiende incluso a las relacio-
tremadamente saludable, pero también requiere un gran es- nes con Dios. Y todo lo vuelve débil y tristemente ambiguo.
fuerzo.
Resulta sorprendente, por otro lado, señalar la relación
que hay entre este analfabetismo en el interior de la comuni- — El predicador y el exegeta
dad y un inevitable y correspondiente analfabetismo tam-
bién fuera de la misma. Si hoy en día, en tiempos de nueva Se trata de otras dos figuras que encontramos en esta visión
evangelización, se anuncia la «buena nueva» sobre todo a panorámica de tipos reacios a compartir la Palabra. Menos
través del propio testimonio, quien no haya aprendido este agresivos y polémicos que los anteriores, no rechazan la
arte en el seno de su comunidad ciertamente no podrá im- idea de la collatio, pero la interpretan de un modo del todo
provisarlo fuera; o bien dará el clásico testimonio «inflado» particular y, en definitiva, un tanto descarriado.
(y, a lo mejor, copiado en parte), empalagoso, como un pas- El primero, el predicador incurable que, en cierta medi-
tel dulzón, relleno de trivialidades y palabras prestadas, de- da, todos llevamos dentro, es demasiado espiritual y, con
masiado obvias para parecer suyas, o demasiado pomposas una frialdad letal, dispensa a los pobrecillos que lo escuchan
para resultar convincentes. sermones que no hay quien digiera, que sirven para todos y
para nadie y que no dicen nada de sí mismo (porque no
vienen del corazón). A veces este predicador se convierte en
— El sordomudo el intrépido moralizador que «aprovecha» el momento en
que se comparte la Palabra para dirigir sutiles reproches a
Es el que «ventila él solo sus asuntos» espirituales y no ve alguno o a toda la comunidad.
necesidad alguna de la collatio. Entonces es o «se hace» el El segundo se limita a exhibir su elocuencia y emplea un
sordo —se cierra y no es capaz de recibir nada de los de- tono didáctico para no implicarse demasiado; es el tipo que
más—; o bien es o finge ser mudo —no ofrece nada de sí a sólo se dedica a enseñar y que nunca aprende nada de lo que
quienes están a su lado—; ¡o las dos cosas a la vez! sabe; menos aún, por tanto, lo podrá compartir o podrá apren-
Aparentemente, el sordomudo no hace ningún mal, pero der de lo que los demás saben y le ofrecen. Hay quienes ni
en realidad es un obstáculo para la comunicación intracomu- siquiera imaginan que el estudio y el material estudiado pue-
nitaria, que no puede discurrir libremente precisamente a dan convertirse en mediación formativa, para sí y para los
causa de su inercia. Y cuando en un grupo la comunicación demás, y en instrumento útil para comprender y ayudar a
no alcanza o no activa todos los polos, es decir, todos y cada comprender mejor la Escritura; y también los hay, en el ex-
uno de sus miembros, allí no puede nacer una verdadera tremo opuesto, que reducen o pretenden reducir el acerca-
comunidad, porque esta supone, por su propia naturaleza, el miento a la Palabra a un hecho meramente intelectual o a un
diálogo constante en el intercambio recíproco de papeles: simposio ideológico para unos pocos privilegiados.

44 45
— El tímido fingido y el clásico perezoso responder a dos interrogantes: qué es lo que se puede com-
partir en la meditación y de la meditación de la Palabra, y
El primer tipo está constituido por quienes se avergüenzan o cómo se puede y se debe llevar a cabo todo esto. La prime-
con falsa humildad consideran que no tienen nada interesan- ra cuestión se refiere a la tipología de la collatio; la segun-
te que decir; se justifican con excusas que no convencen a da, en cambio, a la verdadera y propia metodología de la
nadie pero que les autorizan a estar de espectadores, entre misma.
un bostezo y otro (y, tal vez, también a criticar, en su cora-
zón, las intervenciones de unos y otros...).
El segundo es el holgazán que nunca se prepara para Posibles tipos de «collatio»
compartir la Palabra; es cierto, nunca interviene en primer
lugar para poder de este modo «copiar» de los demás o La Palabra se puede compartir en diferentes niveles, que se
aprovechar lo que otro ya haya dicho y, como mucho, con- corresponden con los diferentes momentos de la lectio.
firmarlo (con la caradura, a lo mejor, de invocar a Dios en
su favor: «también a mí me ha dicho el Señor...»).
Son los clásicos oportunistas de la comunidad. Pero, al — Compartir la lectura y/o escucha
menos, son tipos en disposición para escuchar y, de hecho,
en cierto modo escuchan. En cierto sentido, es el nivel inferior; pero manifiesta ya la
Forman una variante de esta categoría los que, por el identidad de una comunidad religiosa: estar juntos escuchando
contrario, no están atentos en absoluto a lo que dicen los la Palabra como alimento que nutre la vida de los individuos
hermanos, sobre todo porque tienen que preparar, en el últi- y del grupo es lo que caracteriza la convivencia como «reli-
mo momento, su intervención y quieren evitar a toda costa giosa». María, que, sentada a los pies de Jesús, escucha su
el papelón de quien guarda silencio porque no tiene nada palabra, representa la personalidad colectiva de una comuni-
original que decir. Otra variante más de la cofradía poco dad de consagrados: también nosotros, como ella, conside-
heroica de los indolentes es la de los que no intervienen ramos que esta es la «mejor parte», y cada día dedicamos un
sencillamente porque... no tienen ganas o no les apetece. tiempo determinado a permanecer «sentados a los pies del
Como si el sentimiento o la sensación subjetiva fueran más Maestro», dejando a un lado cualquier otra actividad porque
importantes y determinantes que la tarea de construir juntos reconocemos que Él es nuestro único maestro y sólo Él tie-
la comunidad en torno a la Palabra; y como si esta tarea ne palabras de vida (cf Le 10,38-42). Nadie podrá minimi-
fuera algo pesado, una especie de duro trabajo que de vez zar nunca esta dimensión de la vida consagrada, ninguna
en cuando exige un descanso. actividad o preocupación apostólica podrá nunca disminuir
o volver menos contemplativa el alma del consagrado; más
Todas estas formas de resistencia deforman de varias ma-
aún, esta escucha meditativa de la Palabra es tan importante
neras el verdadero sentido de la collatio y vuelven estéril su
y central, santifica y determina nuestra identidad común de
puesta en práctica.
tal modo, que la hacemos juntos. E incluso aunque alguien,
en la soledad de la propia reflexión, lleve a cabo el diálogo
de intimidad con Dios, la comunidad en su conjunto da tes-
Tipología y metodología timonio del «qué bello es estar aquí» (Mt 17,4), dice a todos
que es conveniente y totalmente lógico establecer un mo-
Dividimos esta sección, de carácter más marcadamente mento en común cada día para detenerse juntos ante el mis-
metodológico, en dos partes en las que vamos a tratar de

46 47
terio o fijar un tiempo en el que todos puedan alimentarse collatio, es decir, en el momento en que cada uno comparte
de la misma Palabra —del mismo modo que hay un momen- con los demás el fruto de su reflexión personal. En este
to concreto, que a nadie se le ocurriría «saltarse», en el que modo de compartir, la implicación personal no alcanza toda-
se consume en común el pan de cada día—, en una contem- vía su grado más elevado: se trata, en efecto, de expresar un
plación que enriquece a todos y que vuelve significativa la significado objetivo que todavía no ha pasado por el filtro
experiencia comunitaria y más eficaz el mismo trabajo apos- de la propia experiencia subjetiva y que se deduce o extrae
tólico. de una lectura más correcta que personal del texto. En razón
Este es el nivel más bajo del compartir pero, en cualquier de lo cual, este modo de compartir no es difícil ni excesiva-
caso, constituye un punto de partida irrenunciable para la mente comprometedor, pero precisamente por eso interesa
autenticidad de nuestra vida de consagrados. Cuando se rom- comenzar con esta forma que, probablemente, se experimenta
pen determinados equilibrios, antes o después también se como más sencilla y menos arriesgada para quien está al
desencadena en nosotros la «extraña» crisis de identidad y inicio de este tipo de operaciones y, tal vez, no le apetece
de pertenencia; el testimonio corre el riesgo de convertirse especialmente mostrarse tan pronto abiertamente.
en algo insignificante y la vida común degenera en patética El estilo comunicativo de este nivel de collatio es en par-
farsa o en peso insoportable y se convierte en un esfuerzo te didáctico-académico y en parte exhortativo-moralizante.
inútil; más aún, uno empieza a preguntarse qué sentido tiene Ciertamente no es el ideal, pero hay que proceder paso a
vivir juntos. paso y entender que esta es una fase necesaria, cuyas conse-
¿Acaso no es esta la historia de más de una comunidad cuencias no se pueden despreciar en absoluto. Sería negati-
donde, por el frenesí mañanero de unas actividades todas vo que una comunidad se detuviera aquí, dándose por satis-
«urgentísimas» que enseguida toman la delantera sobre todo fecha con este nivel de compartir. En cambio es positivo que
lo demás, desaparece rápidamente todo rastro de esta forma una comunidad, después de un tiempo de experiencia cons-
elemental de compartir? O bien, ¿no es esto lo que sucede tante y regular, sienta como insuficiente este tipo de comu-
en comunidades donde, sencillamente, por esa desidia de nicación de la meditación y tome conciencia de que puede
quien que no tolera ningún tipo de disciplina y no es capaz profundizar más en el nivel de lo compartido.
de adoptar un ritmo de vida regular, todo se abandona a la En este caso ha llegado el momento de dar un paso más.
buena voluntad del individuo?

— Compartir la oración
— Compartir la meditación
El paso siguiente es el indicado en el esquema clásico de la
El segundo momento de la lectio divina consiste en la lectio, es decir, compartir la oratio. La Palabra de Dios,
meditatio, para profundizar el sentido objetivo de la Palabra acogida y meditada, se convierte en nosotros en fuente de
leída o tratar de entender qué es lo que la Palabra quiere oración. En un determinado momento de la lectura de la
decir en un determinado pasaje. Desde la perspectiva comu- Palabra, según la metodología más común y antigua, el cre-
nitaria, la meditación compartida sigue la misma lógica, es yente se dirige a Dios con una oración; en realidad no hace
decir, tiende a la comunicación entre los miembros del gru- sino proseguir su meditación con la súplica, cuyo objetivo
po del significado objetivo que cada uno ha descubierto en es exactamente dirigir su atención cada vez más a Dios y
su meditación personal. fijarla en Él, de modo que la reflexión no se convierta en un
Normalmente, aquí comienza la verdadera y propia repliegue sobre sí mismo.

48 49
Nada más lógico que toda la comunidad participe en esta En este modo de compartir, el individuo se ve progresi-
fase de la lectio, al menos de vez en cuando. En concreto, vamente urgido a una mayor implicación personal con res-
mientras que el momento de la reflexión es algo individual, pecto a la modalidad anterior. En efecto, la oración —por su
ahora se comparte la oración que nace de esa reflexión, como propia naturaleza— se alimenta de la intimidad de la vida.
poniendo en común el fruto de la meditación o, mejor aún, Por consiguiente, este tipo de collatio constituye un paso
expliciíando el punto de referencia común de la meditación de importante para compartir la experiencia personal.
cada uno de los individuos, el único Misterio que atrae a to-
dos y ante el cual la comunidad redescubre su unidad orante.
De hecho, la unidad de una comunidad no puede sino ser — Compartir la contemplación
una unidad orante. Esto es exactamente lo que significa la
collatio de la oración. Con la fase de la contemplatio, la lectio alcanza su punto
La oratio, por su parte, puede ser —según el pensamien- culminante: el alma se sitúa ante la belleza de Dios y de su
to de los Padres de la Iglesia— de cuatro tipos: misterio, tal como resplandece en la Palabra leída, orada y
meditada y, partiendo de aquí, logra captar al menos un rayo
— oración de acción de gracias (cucharistica), de esta belleza esplendorosa que se refleja en la propia histo-
— oración de intercesión fraterna (intercessionis), ria. Con esta actitud, el creyente sitúa su propia vida dentro
— oración de alabanza (laudativa), de la Escritura, y toma la Escritura como criterio de la mis-
— oración de petición de perdón (compunctionis). ma; así pues, por un lado, la propia experiencia personal se
convierte en el ámbito en el que la Palabra se cumple y se
No hace falta que expliquemos el sentido, suficientemen- verifica y manifiesta su eficacia salvífica; por el otro, la Pala-
te explícito, de estas diversas formas de orar a las que bra misma se convierte cada vez más en el punto de referen-
corresponderán, del mismo modo, otras tantas actitudes cia constante de la vida y la muerte, del amor y el sufrimien-
comunicativas diferentes. Sin embargo es importante que la to, del ser creyentes y consagrados. Dicho brevemente, aquí
súplica forme unidad con la meditación anterior, que venga tiene lugar una profunda personalización de la Palabra.
engendrada en cierto modo por ella, que la exprese y al Compartir esta fase constituye también el punto culmi-
mismo tiempo la profundice. nante de la collatio, es expresión de Ja madurez de los indi-
Después, en lo que respecta al tipo de oración (de interce- viduos y de la comunidad. Significa la capacidad y la liber-
sión o acción de gracias, etc.) hay quienes dejan total liber- tad para expresar la experiencia a la luz de la Palabra, para
tad al individuo para que escoja lo que prefiera, siempre en atestiguar, por tanto, lo que comúnmente llamamos «la expe-
sintonía con el contenido de la meditación que se acabe de riencia espiritual», filtrada e iluminada por el texto sagrado,
hacer; otros, en cambio, prefieren establecer e indicar antes para ponerla a disposición de los demás, para que también
el tipo de oración, como un signo más de unidad en el rezo. los hermanos y hermanas encuentren en ella luz y salvación,
Cada comunidad es libre de elegir según las circunstancias. para que el itinerario de uno solo pueda convertirse, también
Tampoco esta forma de collatio es excesivamente compli- para los demás, en encuentro y experiencia de lo divino. En
cada y, por lo general, no plantea especiales problemas: en la el momento en que se produce la personalización del texto,
práctica es como una «oración de los fíeles»; sin embargo es una especie de apropiación del mismo, se cumple también
importante y eficaz a la hora de crear unidad, a la hora de ahí el don del compartir; pues lo que es personal representa
descubrir esta unidad allí donde nace, esto es, ante Dios, y el fruto maduro de un camino espiritual individual, y es jus-
allí donde se purifica continuamente, esto es, ante la Palabra. to que, en una comunidad, esto pertenezca a todos.

50 51
Pensándolo bien, se trata de un verdadero acto de amor adecuadamente mediante la reflexión personal. No hay que
fraterno, tal vez el primer acto de amor fraterno de quien no alarmarse demasiado; sin embargo, será bueno prever estos
sólo vive en comunidad, sino que vive la comunidad: entre- riesgos que, por lo demás, son los riesgos habituales de una
garse mutuamente fragmentos de vida revalorizada por la espiritualidad vaga y poco personalizada, o los del indivi-
Palabra, comunicarse trocitos de nuestra experiencia de sal- dualismo espiritual tan común, y reemprender con valentía
vación por la Palabra que libera y redime. el proyecto. En esto, todos vamos a ser siempre aprendices,
Aquí, el estilo comunicativo ya no es sólo meramente pero precisamente así crecemos todos juntos en comunidad,
exhortativo y puramente intelectual, o preocupado por seña- con la Palabra en el centro, en un camino de formación
lar y destacar el sentido objetivo de la Palabra, sino que es realmente permanente y comunitario.
el estilo de la confessio fidei, que trata de conjugar la objeti-
vidad del texto meditado con la experiencia personal del que
medita —experiencia urgida por el texto mismo— y se ex- — Conversación espiritual fraterna
presa con el estilo de la narratio, esto es, el de quien cuenta
experiencias e historias de la vida —-la suya vivida en medio Tal vez, hablando con rigor, no pertenezca a la lectio, en el
de la parábola evangélica— más que exponer teorías abs- sentido clásico del término, pero creo que puede representar
tractas. «El interés intelectual puede ser una etapa de parti- su conclusión ideal como fruto de una larga práctica de la
da pero, ciertamente, no la de llegada. El texto cobra vida y collado que ha llegado a crear, en los miembros de una
densidad sólo cuando se narra como experiencia de la vida comunidad, cierta familiaridad con la Palabra y con su capa-
de Jesús y nuestra»45. Por otro lado, ¿acaso no es la Biblia cidad para iluminar las situaciones más dispares, hasta el
misma una gran narración? ¿Es que no expresa el «narrarse» punto de convertir la conversación fraterna en lugar de reso-
de Dios que conduce al hombre a narrarse a sí mismo?46. nancia de la Palabra.
La narración es la forma más intensa y completa de Entendámonos bien, no se trata de sermonearse durante
comunicación; más aún, podríamos decir que es la más «con- los momentos de recreación, ni de comportarse como maes-
tagiosa», pues nadie como el que narra —y se narra— evoca tros y padres espirituales; mucho menos se trata de crear un
en quien escucha el recuerdo de su propia-historia, animán- clima artificial de seriedad fingida en nuestros encuentros y
dolo a narrarla. en nuestros momentos de descanso. Por el contrario, se trata
No resulta fácil ni espontáneo llegar a la narración como de aprender, de una vez por todas, a ser personas espiritua-
síntesis entre objetividad y subjetividad, o leer en la Escritu- les, en el sentido más genuino y radical de la expresión:
ra la propia historia y ser tan libre como para poderlo confe- personas que saben vivir con los pies en la tierra, personas
sar y contar, con una sencillez inteligente y con una humilde que aprecian y buscan la compañía humana, que no despre-
sabiduría. Pero las ventajas que esto tiene para la comuni- cian los momentos de fiesta y que saben disfrutar; pero tam-
dad son enormes. Siempre existirá la tentación de volver a bién personas que han aprendido a afrontar cualquier situa-
las intervenciones parenéticas o de caer en generalizaciones ción considerándola desde el punto de vista de Dios,
y obviedades, sobre todo cuando uno no se ha preparado dotándola de un sentido que venga de lo alto. Y que saben
expresar todo esto sin ponerse pesados y sin volverse intrata-
45
COMUNITÁ DEHONIANA DI MODENA, La forza della Parola, 15.
bles, pero también sin avergonzarse de «hablar de Dios» y
46
Lo dice de modo admirable la constitución conciliar sobre la Revela- comunicar su palabra ni de confesar las razones de su pro-
ción: «Dios invisible, movido por el amor, habla a los hombres como amigos, pia esperanza.
trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía» (DV 2).
Puede parecer extraño y contradictorio; pero, a veces, en
52 53
alguna de nuestras comunidades, Dios corre el riesgo de relacionarse con la ausencia precisamente del ejercicio espiri-
convertirse en el «Innominado», como el personaje de Los tual comunitario que es la collatio?
novios de Manzoni. Bien es cierto que, en otros casos, el Tal vez, si aprendiéramos realmente a dialogar de este
riesgo es el contrario, «nombrarlo en vano», pero a esto modo, incluso en nuestros encuentros informales y disten-
apunta precisamente la práctica de la collatio: a saber en- didos, las nuestras serían realmente re-creaciones, como una
contrar el justo equilibrio en virtud del cual seremos capaces continua y nueva creación.
de compartir la fe sin volvernos exasperantes y podremos
incluir en la comunicación cotidiana la comunicación senci-
lla de cada día, en la mesa, durante la recreación, en las Metodología
charlas individuales o en las reuniones comunitarias, el aire
fresco y puro de la Palabra que a todos nos juzga y nos Sobre el aparato metodológico de la collatio no hay nada
libera. Más aún, para ser más precisos, el principal atributo extraordinario que decir, toda vez que hemos aclarado y ex-
de la collatio es exactamente que crea familiaridad con la plicado su diversa tipología. No obstante, vamos a tratar de
Palabra, la costumbre del contacto asiduo con ella, que se hacer algunas indicaciones útiles para su correcta interpreta-
convierte cada vez más en objeto de intercambio y don fra- ción y puesta en práctica. Nos limitaremos a observaciones
terno, hasta el punto de que resulte más fácil, algo casi es- esenciales, pues cada comunidad ha de sentirse libre para
pontáneo, referirse a ella incluso en contextos no oficiales ni adoptar la modalidad que más se adecué a su situación e
de oración. Con la máxima sencillez y con total naturalidad. introducir las adaptaciones necesarias.
Es el estilo de la conversación espiritual fraterna, que no
es algo totalmente nuevo, si es cierto —como afirma Ravasi— 1. La decisión de practicar la collatio ha de tomarse al
que antiguamente los Padres —por ejemplo, Ambrosio, Agustín inicio del curso y ha de figurar en el proyecto comunitario.
y Jerónimo, Ireneo y Orígenes, Atanasio y Basilio, etc.— no Debe quedar claro que es la comunidad en su conjunto (y
sólo predicaban y enseñaban, sino que hablaban y escribían antes aún la Congregación o la provincia, como ya hemos
atentos siempre a las Escrituras, hasta el punto de crear un subrayado) quien ha decidido adoptar esta forma de oración
verdadero y propio modelo lingüístico que, en la práctica, por razones muy concretas y en virtud de unos valores que
impregnaba todas las expresiones de la comunicación: preci- han de explicitarse con toda claridad. Si estos valores no
samente el estilo de la conversatio spiritualis. «Desbordantes quedan claros ni son convincentes, también su realización se
de Biblia, los Padres no sólo hablaban de la Biblia, sino que verá debilitada.
expresaban la Biblia, tanto que su lenguaje, visto al trasluz,
es un entramado de alusiones escriturísticas, hábilmente dis- 2. La collatio ha de versar sobre la Palabra del día: es el
puestas y combinadas, recreadas y reelaboradas»47. El hecho alimento que, para nosotros, prepara cotidianamente la
de que hoy exista una cierta prevención frente a este tipo de providencia del Padre, y no sólo para el individuo, sino tam-
conversación (y que se haya devaluado tanto la calidad de la bién para la comunidad; es el maná del desierto que nos da,
comunicación en nuestras comunidades48), ¿acaso no podría según las necesidades de cada momento, ese Padre que sabe
mejor que nosotros mismos qué es lo que nos hace falta,
como individuos y como grupo. De todos modos, es posible,
47
G. RAVASI, Anche sant'Ambrogio ci invita a riappropiarci delle Scritture, y siempre recomendable, escoger las lecturas del domingo
Jesús 4 (1997) 91.
48
Cf lo que dice al respecto el documento La vida fraterna en comuni-
siguiente.
dad, n. 32.

54 55
3. El momento ideal para compartir la Palabra es hacia la sionar desde su inicio la actividad, volviéndola semejante a
tarde, al término de la jornada en la que cada uno ha podi- una gala de exhibición de los más dotados con la exclusión
do tener una determinada experiencia personal de la Palabra de los demás. En cambio, es de gran importancia el ambien-
misma en torno a las lecturas del día, desde la meditación te familiar y comunitario, no tanto por su valor humano
individual de la mañana hasta las actitudes que ayudan al —aunque no haya que despreciarlo—, sino porque en él se
individuo a crear unidad en medio de la dinámica a veces manifiesta mejor la acción creativa del Espíritu que habla a
dispersiva de los acontecimientos cotidianos49. En cualquier través de los sencillos y los humildes.
caso, hay que destinar un tiempo para su preparación: si
queremos que dé fruto y que no se convierta en algo banal y 7. Hay quienes sitúan antes de la meditación o contem-
repetitivo, la collatio no puede improvisarse. plación compartida una intervención explicativa del contex-
to del pasaje bíblico en cuestión, subrayando brevemente
4. La collatio es oración y, por tanto, ha de encuadrarse los elementos exegéticos esenciales, útiles para su compren-
en un contexto de oración. No es una simple reunión de gru- sión. Puede ser algo oportuno que ayude de hecho a la co-
po o una discusión comunitaria. Por eso hay que entenderla munidad. Ciertamente, la collatio no exige un gran desplie-
y prepararla con todos aquellos detalles que respeten su na- gue de erudición, pero tampoco basta con meras efusiones
turaleza y permitan vivirla realmente como oración: por ejem- de devoción, sobre todo si están desvinculadas del sentido
plo, introduciéndola y concluyéndola con la invocación al objetivo del texto y del esfuerzo por comprenderlo; un acer-
Espíritu, escuchando cada uno las intervenciones de los de- camiento significativo a la Biblia no puede sino beneficiarse
más sin interrumpir ni entablando un debate, evitando en de los principales frutos de los estudios bíblicos50. Lo im-
estos momentos, en la medida de lo posible, cualquier inter- portante es que sea una intervención breve y realmente esen-
ferencia (teléfono, puerta, etc). cial, expuesta de forma tal que oriente la interpretación y
favorezca la lectura espiritual.
5. Nada mejor que incorporar la collatio a la celebración
eucarística: los diversos momentos compartidos —la escu- 8. La collatio ha de llegar a ser un hábito caracterizado
cha, la meditación seguida de la oración y la contempla- por la continuidad y la constancia. A este respecto, cada
ción— pueden perfectamente enmarcarse dentro de la misa. comunidad debe fijarse un ritmo adecuado a sus circunstan-
La dimensión comunitaria resultaría más explícita y saldría cias. Se puede empezar celebrando la collatio una vez al
favorecida con ello. mes, para llegar después, progresivamente, a una vez cada
dos semanas y, finalmente, a la collatio semanal. Al princi-
6. En cualquier caso, ambiente y contexto de oración no pio es bueno empezar con la forma más sencilla (después de
significan una atmósfera excesivamente oficial y solemne. la más elemental de la escucha compartida), esto es, con la
Esto podría causar la inhibición de algún miembro o distor- oración compartida, para probar en momentos sucesivos con
las demás formas, pero prestando siempre especial atención
49 a la sensibilidad de cada uno y a los ritmos propios del
Estas actitudes, como disposiciones interiores en relación con la Pala-
bra, son las siguientes: esperar-desear (la Palabra), acogerla-reconocerla, es- grupo. Ciertamente, prolongar en el tiempo este ejercicio
cucharla-conservarla, permanecer-echar raíces en ella, elegir-discernir a la espiritual comunitario lo vuelve cada vez más fácil y practi-
luz de la misma, cumplirla y dejar que se cumpla, contemplarla y sincerarse cable, y cada vez más fructífero y saludable. El punto de
ante ella (cf A. CENCINI, Vida consagrada. Itinerario formativo, San Pablo
1994, 205-206; / sentimenti del Figlio. II cammino formativo nella vita
consacrata, o.c, 122-124; Por amor, con amor, en el amor, o.c, 981-984). COMUNITÁ DEHONIANA DI MODENA, O.C, 15.

56 57
llegada ideal debería ser, tal como se ha indicado, el paso de nos religiosos que han vivido este tipo de experiencia, abrien-
compartir como acto comunitario oficial de oración («prác- do cada vez más su comunidad y su collatio a los laicos:
tica de piedad») a compartir la Palabra en las palabras co- «El deseo que anhelamos en nuestro interior... es convertir
tidianas, o a compartir como estilo habitual de diálogo, esto la Biblia en una tradición popular, hacer que se convierta en
es, alcanzar la conversación espiritual fraterna. alimento espiritual para todos los cristianos»52.

9. Los encuentros compartidos son compromiso de toda


la comunidad y, por tanto, de todos sus miembros. Hay una Frutos y ventajas
obligación moral de participar en ellos de forma activa y
responsable, por los motivos ya expuestos más arriba y tam- Ya hemos señalado los diferentes aspectos positivos relacio-
bién en el primer volumen de esta trilogía51, que podemos nados con esta operación. Ahora volvemos sobre ellos de
sintetizar en una exigencia de doble naturaleza: lo exige el modo ordenado y sistemático.
camino de formación permanente, en el que cada uno «reci-
be» de los demás y se responsabiliza de ellos, y el ideal de
comunidad como lugar en el que se comparten los bienes La Palabra en el centro de la comunidad
del Espíritu y del crecimiento común. Naturalmente esta obli-
gación habrá de tener en cuenta la diversa configuración de En primer lugar, la Palabra, así compartida, se sitúa cada
las comunidades: una comunidad monástica garantiza una vez más en el centro de la comunidad: es alimento de todos
regularidad que difícilmente se podrá alcanzar en una comu- y luz que ilumina la existencia de la comunidad, es criterio
nidad de religiosos responsables de una parroquia; una co- de vida común y norma suprema de la fe, sustento y vigor
munidad dedicada a la atención de enfermos tiene exigen- del testimonio, fuente límpida y perenne de la vida espiri-
cias y ritmos diferentes que una comunidad de tres religiosas tual53. La collatio no pretende, como objetivo principal, crear
comprometidas en actividades diversificadas. un clima de comunicación y cordialidad —esto llegará por
sí solo en su momento, como veremos, como consecuencia
10. Hay comunidades que, de modo muy loable, han abier- ulterior y no buscada intencionalmente—, sino que, antes de
to sus encuentros compartidos también a los laicos. Esto nada, tiende a restablecer el equilibrio arquitectónico en el
pertenece a la naturaleza del concepto de «compartir», como seno de la comunidad, cuya piedra angular viene constituida
modo de ser de una comunidad que testimonia y dona sus por la Palabra.
bienes sin guardárselos para sí, abriéndose, al mismo tiem- Es cierto que compartir juntos la Palabra no cambia
po, a la escucha de otras voces y acogiendo otros dones. automáticamente las relaciones, pero el hecho de reunirse
Compartir es como una especie de círculo que tiende a ex- para comunicarse en torno a la Palabra o para comunicarse
tenderse. Cuando se aprende a compartir en el interior y se la Palabra unos a otros expresa una ley, proclama un princi-
saborean sus frutos, se tenderá inevitablemente a hacerlo pio, desvela la naturaleza del acontecimiento comunitario:
con toda persona, o a incorporar, en la medida de lo posible, vivimos en comunidad porque hemos sido convocados por la
a todos los demás a la «rueda» o al intercambio del compar- misma Palabra, fuente de la identidad común; seguimos vi-
tir. A este respecto, resulta iluminador el testimonio de algu- viendo en comunidad porque también —una vez más, en

51 52
Cf A. CENCINI, Vida en comunidad, reto y maravilla, o-c, 192ss.; 233ss. COMUNITÁ DEHONIANA DI MODENA, O.C., 1.
y también 240ss. " C f DV 21.

58 59
común—, hemos sido formados por esa Palabra que saca a su sentido, y el crecimiento de la comunidad vivificada por
la luz los secretos del corazón, los purifica y los renueva; el poder de la misma Palabra. Estos dos crecimientos están
decidimos envejecer y morir en comunidad porque esta mis- relacionados entre sí.
ma Palabra, inagotable, sigue desvelando, a través del «ma- Si la Palabra crece con la escucha de quien lee, tanto más
gisterio fraterno», las profundidades del misterio, formando crecerá cuando la escuchan y comparten varias personas: es
en cada miembro de la comunidad la imagen del Hijo, Pala- algo evidente, como también es del todo evidente que varios
bra del Padre. creyentes que meditan y comparten la Escritura pueden com-
Llegados a este punto, verdaderamente podemos retomar prenderla mejor que si se trata de un solo creyente; y esto
lo que dice el Concilio, aplicando —en su justa medida— a no tanto porque «la unión hace la fuerza» o produce la ver-
las relaciones Palabra-comunidad todo lo que la Dei Verbum dad, ni porque la suma de las interpretaciones de muchos
señala a propósito de las relaciones Palabra-Iglesia. Es decir, haya de ser necesariamente preferible a los descubrimientos
la Palabra compartida se convierte cada vez más en el común de uno solo; sino porque el dinamismo del don compartido
alimento de una comunidad religiosa, aquello de lo que to- implica de modo espontáneo y suscita por su propia natura-
dos se nutren por igual y que cada uno ofrece a los demás y leza la acción del Espíritu: donde uno hace don de sí mismo
recibe de ellos; y si nos nutrimos con el mismo alimento, y dona su palabra a los demás, allí queda garantizada la
entonces somos consanguíneos, entramos poco a poco en pro- intervención iluminadora del Espíritu que permite compren-
funda sintonía unos con otros. Y también la Palabra se con- der, en esa palabra humana, las palabras del Hijo.
vierte en «suprema norma de la fe» de aquella comunidad Es un punto importante: la verdad no es un hecho
que, habitualmente, se confronta con la Palabra misma y en cuantitativo, sino cualitativo; no está ligada a la cantidad de
la que esta confrontación es no sólo pública, sino polifónica, datos que se ha adquirido sobre una determinada cuestión,
desde diferentes puntos de vista, más allá y por encima de sino que está vinculada a la armonía con que esa informa-
las partes. Así pues, una confrontación con la Palabra que ción se integra en un todo lógico y coherente. La verdad es
garantiza y respeta la objetividad del dato creído más de lo sinfónica, como dice el poeta y místico de la verdad que es
que puede hacerlo la intuición individual. Finalmente, la Pa- von Balthasar, y lo mismo podemos decir de la verdad que
labra compartida fraternalmente se convierte en «sustento y encierra la Palabra de Dios, siempre demasiado grande para
vigor» de la vida comunitaria, es lo que la hace dinámica, poder ser intuida y expresada por un creyente individual,
creativa, imaginativa, y también lo que le transmite energía, siempre demasiado misteriosa y compleja para resultar de la
estabilidad y eficacia: la Palabra que va y viene, transmitida simple yuxtaposición de trozos o fragmentos erráticos. La
de boca en boca, es palabra «viva y enérgica»54. Está en el collado representa el intento —humilde y voluntarioso pre-
centro de la vida comunitaria, como la Eucaristía. cisamente porque todos lo comparten— de buscar y estable-
cer esta armonía; cuando se comparte en comunidad nadie
se pone por encima de los demás, sino que más bien es
lícito pensar que el Espíritu Santo es el responsable secreto
Crece la Palabra, crece la comunidad de esta actividad que tiende a la unidad significativa de las
partes, el director secreto de orquesta que conjunta instru-
La Palabra compartida, situada más y más en el centro de la mentos e intervenciones, que da la entonación y sugiere la
vida comunitaria, produce un doble fruto: el crecimiento de interpretación, y que, al final, permite descubrir y saborear,
la Palabra misma que manifiesta cada vez más la riqueza de contemplar y... ejecutar la sinfonía de la verdad o acceder a
54
Cf ib.
su luminoso esplendor.

60 61
Así es como la Palabra crece; crece en cuanto a la rique- La Palabra «crea» la comunidad,
za de su sentido, en su capacidad para iluminar cualquier la comunidad «engendra» la Palabra
circunstancia y detalle de la vida; crece en su condición de
alimento y sustento, de luz y consuelo, pero también de En general, hay una relación de mutua influencia entre la
norma y medida, de piedra angular y espada de doble filo de palabra y el contexto y ambiente en que esta misma palabra
la conciencia y de la vida comunitaria. resuena: una realidad influye sobre la otra. Por un lado im-
Pero así crece también la comunidad. De manera inevita- primimos o comunicamos al espacio, especialmente al espa-
ble. De forma discreta y nada estrepitosa, pero siempre real cio humano en que nos encontramos, una determinada inten-
y eficaz. Crece por la fuerza de la Palabra, que es «viva y ción con nuestra palabra; por el otro, este mismo espacio
eficaz» (Heb4,12). nos responde o, más bien, nos envía mensajes claros y nos
Pues la comunidad que practica regularmente la collatio condiciona. Por tanto, algunos ambientes son condición para
confiesa y experimenta que la relación interpersonal nace y que un cierto mensaje resulte comprensible con toda su ri-
mantiene su fuerza y fidelidad sólo en la medida en que se queza: ¿quién no ha oído nunca cómo resuena la melodía de
convierte en vehículo de la Palabra que libera y salva, que un órgano en una catedral, en sus elevadas y majestuosas
establece y restablece relaciones, que cura fracturas y hace bóvedas?
fuerte el amor. Porque, como dice el documento sobre la En teoría sucede lo mismo con la Palabra, también ella
vida fraterna, «el vínculo de fraternidad se hace tanto más interlocutora, por decirlo así, en un intercambio dialógico
fuerte cuanto más central y vital es lo que se pone en co- activo y con influencias múltiples. En realidad, la Palabra
mún»55. Si sólo se comparten las cosas materiales: la vivien- de Dios, cuando resuena en el diálogo fraterno —y no sólo
da, el trabajo, el dinero, de todo ello resultará una unidad en la collatio oficial, sino también en la conversación
que se detiene, en cierta medida, en el nivel correspondiente fraterna—, proporciona una estructura a la comunidad, defi-
a lo material; ciertamente una unidad no muy fuerte y resis- ne sus características esenciales, la orienta en una determi-
tente, cuando no banal y superficial. Si se llega a compartir nada dirección, la hace inconfundible entre otras muchas
los sentimientos, la amistad, las simpatías, se tendrá como formas de convivencia, se establece en su origen, en cierto
consecuencia una relación, sincera, pero que responde en bue- modo la crea. Una comunidad religiosa lo es sólo si deja
na medida a las inclinaciones espontáneas y que, por tanto, que la Palabra plasme continuamente su forma, su modo de
no es auténtica, sino más bien inestable y no siempre evan- ser, el estilo de sus relaciones, los mensajes que envía, los
gélica. Pero si se comparten la fe y la experiencia espiritual contenidos que constituyen su centro de atención y que son
en la Palabra y a través de la Palabra, resultará un vínculo objeto de intercambio entre sus miembros. La Palabra no
fuerte y estable como fuerte y estable es la Palabra que sale sólo leída y estudiada, o rezada y meditada individualmente,
de la boca del Padre (cf Mt 4,4). Entonces la relación fraterna sino la Palabra «expresada» y compartida es la que da forma
crece, es auténtica, y crece la comunidad, porque está cons- a la comunidad.
truida sobre la roca de la Palabra. Por otro lado, la comunidad, como espacio vital humano,
se deja crear por la Palabra en la medida en que se convierte
en una especie de espacio acústico que se pone a vibrar en
consonancia con la Palabra misma, como impregnándose de
ella, espacio contagiado y a su vez contangiante. En esta
vibración hay algo absolutamente nuevo, hay una resonancia
55 del todo original, está la acción del Espíritu que permite
VFC 32.

62 63
di •., nhrir alguna faceta nueva, algún aspecto importante in- en su totalidad y, por tanto, también al hermano o hermana
tuliio propio de esa Palabra. Una comunidad que escucha y individuales el derecho y el deber de proclamar la Palabra;
i'oinparte fielmente la Palabra es y se transforma cada vez no sólo de leerla por su cuenta, sino de anunciarla a los de-
nuís en una resonancia enriquecedora de la Escritura, un eco más. No hablamos, evidentemente, de una tarea en sentido
de aquella Palabra que perdura en el tiempo asumiendo nue- institucional, sino de algo que corresponde a un verdadero y
vos matices. Si la Palabra crea la comunidad, el grupo en el propio ministerio en el seno de la comunidad, un ministerio
que la Palabra resuena y pasa de boca en boca, de modo precioso y humilde que corresponde a todos, independiente-
formal e informal, conserva esa Palabra, se convierte en seno mente del papel que desempeñen o del orden recibido, y que
que la custodia, como María, y también como la Virgen la ha de recuperarse y revalorizarse en estos tiempos si quere-
medita y la «engendra». Mientras que la Palabra permanez- mos que nuestras relaciones sean profundas y auténticas.
ca escrita corre el riesgo de convertirse en letra muerta; pero En este sentido, existe un «magisterio fraterno» que pre-
cuando un hermano la proclama y anuncia a otros, explota cisamente la práctica de la collatio ayuda a reconocer y va-
en su dinamismo y en toda su vitalidad, se convierte en lorar. Obedecer a este magisterio es un importante signo de
Palabra viva y que da vida, es engendrada en la historia de madurez creyente; más aún, podemos preguntarnos para qué
una convivencia de personas que, a partir de ese momento, sirve una obediencia «sólo» a la autoridad constituida y que
se convierte en comunidad. Evidentemente, el Espíritu —como no es capaz de reconocer al Espíritu que está en todos y que
ya se ha dicho— es quien nos hace comprender y «conce- habla también por boca del último y más débil de los her-
bir» la Palabra, ese Espíritu que no se sabe de dónde viene manos. Cuando tiene lugar la collatio todos están en el mis-
ni adonde va (cf Jn 3,8), pero que, sin duda, está presente mo nivel, no con objeto de eliminar cualquier estructuración
allí donde dos o tres se reúnen en el nombre del amor que se de roles, sino para aprender exactamente a acoger la presen-
entrega y se comunica (cf Mt 18,20). cia misteriosa del Espíritu, a quien le gusta expresarse por
Entonces podemos decir que sin el espacio sonoro y vi- medio de los sencillos e iletrados.
brante de la comunidad, la Palabra no puede resonar, es La práctica de compartir la Palabra «da la Palabra» a
más, si no nos encontramos dentro de este espacio, no pode- todos, pero a todos todos: restablece la circulación de la
mos escucharla ni comprenderla56. La comunidad como las Palabra y, de este modo, permite redescubrir los dones de la
elevadas y majestuosas bóvedas de una catedral... gracia presentes en cada uno, lleva a valorar la presencia de
cualquier hermano, convierte a todos por igual en discípulos
del único Maestro y, precisamente por esto, dispone y pre-
«Magisterio fraterno» para para que se escuchen unos y otros. Por eso, finalmente,
compartir la Palabra crea, en cierto modo, unas relaciones
Hasta ahora hemos tomado en consideración las ventajas apropiadas, la distancia y cercanía justas en las relaciones
relacionadas con el contacto directo con la Palabra. Pero interpersonales, relaciones marcadas por la necesidad que
también hay otros frutos que se refieren inmediata o cada uno ha de sentir del otro y de su palabra, y por la
mediatamente a las relaciones interpersonales. responsabilidad que cada miembro de la comunidad debe
El primero de ellos parece ser el que, con anterioridad, asumir en relación con cada uno de los demás miembros y
hemos denominado un poco enfáticamente «magisterio fra- con la comunidad en su totalidad.
terno». En cierto modo, la collado reconoce a la comunidad Así pues, no sólo se enriquece la oración cuando se prac-
tica la collatio, sino que la fe crece y madura y se convierte,
Cf L. ALONSO SCHOKEL, a.c, 620.
de este modo, en escucha del Dios que habla «muchas veces
64 fi4!
y en diversas formas» (Heb 1,1); acogida del don que es Él que traducir todo esto a los demás nos obliga a profundizar,
mismo y que sólo puede llegar a mí desde mis hermanos y ejemplificar, captar lo esencial, poner de manifiesto las
hermanas de comunidad; don del amor y de la Palabra de implicaciones del don recibido. Y también esto es en gran
Dios que, por mi parte, yo ofrezco a quien está a mi lado y medida formativo, especialmente en tiempos de una nueva
comparte conmigo las fatigas del camino. «Es Dios mismo evangelización, donde se exige cada vez más a los anuncia-
lo que nos comunicamos unos a otros: el Don "vivido" por dores que sean sobre todo testigos de una experiencia perso-
cada uno»57. nal, más que maestros de una sabiduría tomada en préstamo.
Por eso, el documento vaticano sobre la Vida fraterna En este sentido, la collatio no sólo tiene un efecto positivo
reconoce que «donde se practica espontáneamente y de co- para la vida comunitaria, sino que tiene también importantes
mún acuerdo, nutre la fe y la esperanza, así como la estima repercusiones en perspectiva apostólica.
y la confianza recíproca, favorece la reconciliación y ali- A nivel interpersonal, la collatio habitúa y capacita para
menta la solidaridad fraterna en la oración»58. caminar realmente juntos, buscando en lo que nos convoca y
nos une —es decir, en la Palabra— el punto de referencia de
la vida en común en su globalidad y de tantas acciones co-
«Collatio» y formación permanente munitarias que, de otro modo, correrían el riesgo de dividir-
nos. Estoy pensando en opciones, en procesos de discerni-
Finalmente, nos parece que la collatio —por su propia natu- miento comunitario, en el camino de búsqueda de la voluntad
raleza— está vinculada al proceso de formación permanen- de Dios, con lo que esto significa para la obediencia, etc.
te, hasta el punto de convertirse —como ya recordamos en Desde este punto de vista, compartir la Palabra no es sim-
el primer capítulo59—, en el instrumento de su realización. plemente un medio que puede proponerse como interesante,
Creo que, llegados a esta fase de nuestro análisis, los moti- sino que constituye el método de una comunidad de consa-
vos de esta vinculación son bastante evidentes. Menciono grados, peregrinos a lo largo del duro camino que conduce
solamente alguno. al monte santo de Dios, porque en este recorrido no puede
En primer lugar, a nivel personal. Si la formación es una existir otro medio u otro itinerario fuera del trazado por la
larga lectio, una especie de lento proceso de asimilación de misma Palabra de Dios. Aprender paciente y constantemente
la Palabra inspirada, la collatio favorece la comprensión in- a leer juntos esta Palabra es un método de formación perma-
dividual del texto sagrado. En efecto, las intuiciones de uno nente extremadamente eficaz.
se convierten en luz para todos. ¡Yo mismo he experimenta-
do esto, personalmente, con sorpresa y gratitud, en mi co-
munidad!
Más aún, la costumbre de confesar el don recibido del
Espíritu es un ejercicio muy saludable, que prepara para
exponer de modo sencillo y también muy personal cosas y
misterios que no son simples ni fáciles de transmitir. Tener

57
M. TAGGI-M. BISI, L'arte del dialogo, Roma 1997, 53.
58
VFC16.
55
Véase más arriba, c. 1, Instrumentos de integración: instrucciones de
uso.

66 67
Capítulo 3 menos en determinados casos. Igualmente consideramos tam-
bién que un auténtico discernimiento comunitario presupone
la collatio y la costumbre de compartir la Palabra. Pues, ¿de
El discernimiento comunitario qué sirve compartir la Palabra si no se consigue que el suje-
to, primero, y la comunidad, después, sean capaces de tomar
decisiones concretas en línea con la Palabra que se parte y
se comparte? Más aún, para el creyente, una decisión es
auténtica sólo si nace de la escucha de la Palabra y, en cier-
to sentido, es confirmada por el diálogo y la escucha de la
comunidad creyente.
En definitiva, pues, afirmamos que el discernimiento co-
munitario constituye él mismo una forma más de compartir:
se comparte ese proceso, a veces pesado y organizado de
diversas formas, de la toma de decisiones en cuanto creyen-
Según algunos autores de espiritualidad (entre los que se tes y consagrados. Insistimos en que no se trata sólo de
encuentra el cardenal Martini1), a las fases clásicas de la prestar adhesión, sea del modo que sea, a una decisión; sino
lectio —después de la meditado, la oratio y la contemplatio— de la participación común en el proceso que ha llevado a
se podría añadir también la discretio o la deliberatio, esto tomar esa decisión.
es, el discernimiento hecho a la luz del Evangelio2. Y si la Precisamente por esto, forma parte con pleno derecho de
lectio se convierte en collatio, Palabra compartida, entonces los instrumentos de integración del bien que el documento
tampoco el discernimiento puede ser ya algo meramente per- sobre la Vida fraterna en comunidad recomienda explícita-
sonal y privado, sino que se convierte en fenómeno comuni- mente3, y que en una comunidad religiosa deberían ser cada
tario: bien en el sentido de que la comunidad religiosa es el vez más eficaces; como ese ungüento precioso que disuelve
sujeto que lo practica y que se responsabiliza de su resulta- determinado agarrotamiento u óxido y vuelve fluido y funcio-
do, bien porque las condiciones y el método seguido en el nal el engranaje —a veces «agarrotado»— de la comunica-
proceso prevén, también en la praxis, este tipo de sujeto y ción comunitaria.
son de naturaleza comunitaria. En este capítulo, por tanto, trataremos en primer lugar de
Estamos convencidos de que este discernimiento comuni- definir el sentido de este proceso y de esta forma de participa-
tario forma parte de las actividades propias de una comuni- ción; después expondremos algunas de sus condiciones y
dad de creyentes, más aún, que representa un modo muy criterios fundamentales, junto con las referencias bíblicas
concreto y eficaz de expresión de la fe y del crecimiento en relativas a este concepto. A continuación analizaremos las
la fe de dicha comunidad; y, al mismo tiempo, consideramos actitudes en cierta medida constitutivas, en el plano teórico
que está profundamente ligado a la práctica de la collatio, y metodológico, para considerar después más de cerca los
como si constituyera su conclusión natural y necesaria, al pasos de que consta esta acción personal y comunitaria.

1
Cf COMUNITÁ DEHONIANA DI MODENA, La forza delta Parola, 15.
2
Según Masini, estas ulteriores articulaciones entrarían en la fase de la
operatio (cf M. MASINI, La «Lectio divina». Teología, spiritualitá, método, 3
San Paolo, Cinisello Balsamo 1996, 462-463). VFC 32.

68 69
Naturaleza y definición trata de una dinámica de grupo que sirva para todo. Su obje-
to y finalidad son de naturaleza trascendente; en orden de
Novedad y continuidad importancia, el método de búsqueda viene después, y en
ningún caso ha de absolutizarse, aun siendo específico y en
Según los historiadores de la espiritualidad de la vida religio- coherencia con el fin. Con el discernimiento comunitario se
sa, el interés por el discernimiento comunitario es algo rela- trata de entrar —con todos los esfuerzos que ello implica
tivamente reciente. Es decir, no podemos hablar de una lar- en el misterioso mundo de los designios y deseos de Dios;
ga tradición histórica, semejante —para entendernos— a la no tiende simplemente a determinar la opción más conve-
de la collatio. Lo afirma expresamente un experto como Ruiz niente, ni pretende garantía alguna de infalibilidad en la toma
Jurado: «El problema es más bien nuevo. En las fuentes de decisión a través de un atajo democrático. Su modelo
históricas y teológicas sobre el discernimiento no encontra- metodológico no es, ciertamente, el parlamentarismo con sus
mos la expresión "discernimiento espiritual" aplicada a la vanas discusiones llevadas hasta el extremo, ni la negocia-
práctica de un grupo o comunidad. [...] La práctica y la ción entre las partes acerca de un mínimo denominador co-
teoría del llamado "discernimiento espiritual comunitario" mún, sino el modelo del «compartir la fe» (confessio fidei)
se han establecido y difundido más bien después del conci- para alcanzar la plenitud de la verdad. El discernimiento
lio Vaticano II»4. En efecto, en las revistas especializadas comunitario crea responsabilidad para con uno mismo, para
sólo se hallan indicios de este tema a partir de 1970. con los demás y para con Dios, en lugar de la contraposi-
Hay quienes, en línea con esta puntualización de naturale- ción dialéctica o la cerrazón autosuficiente. En este proceso,
za histórica, interpretan el interés actual por el discernimien- las decisiones no se toman necesariamente como consecuen-
to comunitario como consecuencia de la tendencia que privi- cia de mayorías opuestas a minorías derrotadas, sino en vir-
legia las formas de «democracia» en las relaciones sociales, tud de otros criterios, entre los que destaca la libertad inte-
tendencia que ha prevalecido en las últimas décadas y que ha rior de reconocer la voluntad de Dios en la palabra del
conducido al abandono de sistemas y fórmulas de gobierno hermano o de la hermana. Quien aprende a discernir con sus
absolutistas. Personalmente no excluyo la posibilidad de esta hermanos aprende a valorar la comunidad y a obedecer tam-
relación, pero me parece reduccionista hacer una interpreta- bién al hermano5, no sólo al superior. En cualquier caso, el
ción del discernimiento circunscrita sólo al ámbito de las discernimiento comunitario no excluye en absoluto el papel
relaciones sociales, reducidas a su vez —en buena medida— del superior como quien debe tomar la decisión final, sino
al esquema dialéctico «superior (contra) subditos». El autén- que —a lo sumo— pretende ayudar al responsable de la
tico discernimiento comunitario no es una hábil maniobra comunidad precisamente a ejercer mejor este cargo y, a los
para restarle autoridad a los superiores, llevada a cabo por demás miembros de la comunidad, a vivir a fondo —esto es,
los subditos (¡Hay que ver lo ambiguos que pueden resultar de modo responsable— su papel en el grupo (que no es
estos términos!) que quieren recuperar parte de aquella auto- simplemente el de pasivos ejecutores de órdenes). El discerni-
nomía a la que renunciaron por el voto de obediencia. miento pretende convertir a todos en constructores de la co-
munidad, no en «consumidores» de la misma6.
Por el contrario, el discernimiento comunitario, en su sen-
tido más amplio, es un modo de buscar —primero personal- En este sentido, se trata de una realidad muy antigua en
mente, después, todos juntos— la voluntad de Dios; no se
5
Según el esclarecedor dicho de san Benito: «Se obedecerán los herma-
4
M. Ruiz JURADO, El discernimiento espiritual. Teología. Historia. Prác- nos unos a otros» (Regla de san Benito, 71 [cf BAC, Madrid 1979, 185])
6
tica, BAC, Madrid 1994, 184-185. VFC 24.

70 71
la Iglesia, una experiencia que siempre ha estado presente comunicación de vida intensa, han aprendido a caminar jun-
—podríamos decir— en cada ocasión en que, en ella, se tos en la búsqueda de los caminos de Dios. Caminos que no
buscaba en común la voluntad de Dios. Tal vez sean nuevas puede dejar de seguir en el presente, con todo lo que impli-
o relativamente recientes la pregunta por el método y la ca de fidelidad y creatividad. En efecto, como bien observa
búsqueda del mismo7, pero, ciertamente, no se puede decir E. Bianchi, una difícil tarea de la vida religiosa ha sido —en
que su espíritu represente algo ajeno a la tradición de la la historia— y sigue siendo —en el presente— «conseguir
Iglesia y, de resultas, a la vida consagrada. Por otro lado, el traducir el mandato de la koinonía al ámbito de las estructu-
aspecto más importante no es el método o el procedimiento: ras de autoridad, para evitar tentaciones arbitrarias y no caer
lo que cuenta es el objetivo general y específico, o la ten- en formas de "democraticismo" sin discernimiento. Se trata
sión intrínseca de esta «búsqueda en común», caminando de crear formas asamblearias y, antes aún, de crear una men-
juntos hacia un objetivo que nos trasciende a todos. Hay talidad capaz de asumir y mantener este itinerario de toma
como una especie de hilo que une idealmente a la Iglesia común de las decisiones»9.
primitiva reunida en concilio en Jerusalén para tomar una
decisión importante, con la Iglesia contemporánea que adopta,
cada vez en mayor medida, el método del «consenso», en Hacia una definición
diversos niveles y con modalidades diversas, para celebrar y
reflexionar, para determinar nuevas vías y tomar decisiones, Tratemos, entonces, de puntualizar, en términos más concre-
de modo formal e informal, pero siempre juntos. tos y precisos, el sentido de este esfuerzo común. Para ello
Por eso, como se dijo en la asamblea de Palermo, «el empleamos diversas definiciones, partiendo de las más ge-
discernimiento comunitario se convierte en escuela de vida nerales para llegar a determinar la naturaleza del discerni-
cristiana, en un camino para desarrollar el amor mutuo, la miento comunitario en una comunidad consagrada.
corresponsabilidad, la inserción en el mundo comenzando
por el propio territorio. Edifica la Iglesia como comunidad 1. El Ordo Poenitentiae contiene una definición muy su-
de hermanos y hermanas, iguales en dignidad, pero con do- gestiva en el plano espiritual del discernimiento: «El discer-
nes y tareas diversas, modelando su figura que, sin caer en nimiento de los espíritus es el conocimiento íntimo de la
"democraticismos" y sociologismos impropios, resulta creí- acción de Dios en el corazón de los hombres, don del Espí-
ble en la actual sociedad democrática»8. ritu Santo, fruto de la caridad»10. Podríamos sustituir la ex-
La vida consagrada se encuentra recorriendo este itinera- presión «en el corazón de los hombres» por las palabras «en
rio histórico ideal; ese hilo pasa también a través de tantas y el corazón del grupo (o de la comunidad)», y entonces en-
tantas comunidades de consagrados y consagradas que, a lo contramos unas preciosas indicaciones para la comprensión
largo de los senderos del tiempo y acostumbrados a una auténtica del discernimiento comunitario, como especificare-
mos inmediatamente.
7
En los textos bíblicos a que normalmente se hace referencia para encon-
trar modelos del actual discernimiento comunitario se narran, es cierto, epi- 2. Otra definición, sencilla y esencial, es la siguiente:
sodios de discernimiento, pero sin que se indique una metodología precisa «El discernimiento comunitario es cualquier modo de bús-
que pueda reproducirse en la actualidad en nuestros diversos contextos; así queda en común de la voluntad de Dios con estilo evangéli-
opina una vez más Ruiz Jurado comentando el pasaje de He 1,15-26 (elec-
ción de Matías, el sustituto de Judas), He 6,1-6 (elección de los siete diáconos)
y He 15,6-29 (concilio de Jerusalén): cf Ruiz JURADO, O.C, 185-185. 9
E. BIANCHI, La comunione nella vita fraterna, Testimoni 13 (1997) 20.
8
CONFERENZA EPISCOPALE ITALIANA, La Chiesa in Italia dapo Palermo, 21. 10
Ordo Poenitentiae 9.

72 73
co». Parece demasiado genérica, pero tiene el valor de poner Condiciones y criterios
en el centro lo que más importa y que constituye el corazón
y el objetivo de esta actividad, poniendo claramente en se- Objeto formal y material12
gundo lugar la cuestión del método.
Ante todo, por cuanto se refiere al objeto formalmente en-
3. Más estructurada y clásica es la definición del experto: tendido, es importante subrayar y aclarar un elemento sobre
Ruiz Jurado entiende «por discernimiento espiritual comuni- el que, a menudo, hay un equívoco. En el discernimiento
tario una búsqueda de la voluntad de Dios hecha por un gru- comunitario (como, por otra parte, en el discernimiento en
po reunido, y participando todos en la reflexión conducente a general) se trata, sobre todo, de examinar la acción de Dios,
identificar los signos que indican la dirección en que mueve no las decisiones del hombre. El objeto primario que hay
el Espíritu»11. Parece una definición que se adapta bien a la que discernir es lo que Dios hace y, sólo en un segundo
situación de la comunidad religiosa, al tiempo que subraya momento, la respuesta humana a la intervención divina. Sólo
correctamente el papel del Espíritu en esta operación. en cuanto se ponga de relieve, en la medida de lo posible, la
acción misteriosa de la gracia, se podrá entonces determinar
4. Para concluir, una última definición posible, que sinte- la acción humana que mejor pueda acoger la propuesta divi-
tiza elementos que diversos autores han puesto de relieve: na. Si, además, el discernimiento es comunitario —como el
«El discernimiento comunitario constituye, ante todo, el es- que estamos analizando— entonces habrá que escudriñar la
tilo de vida evangélica cotidiana propio de una comunidad acción de Dios en el corazón del grupo, habrá que ver lo
de peregrinos y buscadores de Dios; en cuanto instrumento que el Espíritu siembra, dona, aquello hacia lo que estimula
formal de búsqueda se ejercita, en sus momentos fuertes, y urge a la comunidad, no sólo a los individuos.
cuando este grupo se encuentra tomando decisiones concre- Entonces no es exacto, rigurosamente hablando, afirmar
tas acerca del modo concreto de vivir la fe y la consagra- que se hace un discernimiento para determinar la opción
ción en la Iglesia y en la sociedad. En este caso, el sujeto más conveniente y el camino más expeditivo para tomar una
que discierne no es la persona individual, ni la suma de los decisión, o para saber qué hay que hacer y evitar el riesgo
individuos, sino el grupo en su unidad. En cualquier caso, el de incertidumbres o inmovilismos operativos; se elige el la-
discernimiento del individuo es siempre una operación pre- borioso camino de la toma compartida de decisiones, si aca-
via e indispensable para el discernimiento comunitario». so y antes que nada, para tomar conciencia de lo que Dios
ya está haciendo en nosotros y en nuestra comunidad, o para
En esta definición descriptiva es importante la distinción darse cuenta de la dirección que le está imprimiendo el Es-
entre discernimiento como estilo de vida comunitario, sobre píritu. Por eso el espíritu del auténtico discernimiento co-
todo, y como acto formal de búsqueda de la voluntad de Dios. munitario es, en su origen, un espíritu de contemplación,
Estas definiciones consideran el concepto de discernimien-
to comunitario desde diversos puntos de vista e ilustran sus 12
Como se verá por el texto, entendemos la expresión «objeto formal y
diferentes componentes esenciales o las condiciones que lo material» no según la interpretación filosófica clásica, sino como una expre-
hacen posible junto a los criterios que deberían regular des- sión que nos permite distinguir entre el objeto que el discernimiento de los
espíritus —por su propia naturaleza y, por tanto, formalmente— tiende a
pués su puesta en práctica. Vamos a tratar de determinar con reconocer y elegir, a buscar y encontrar, y que es siempre y sólo la voluntad
precisión estos elementos. de Dios, y aquel objeto u objetos, de diferente género y vinculados a la vida
cotidiana (referidos a los compromisos relacionados con la consagración)
que, en cierto modo, ofrecen la ocasión material para poner en práctica dicho
" M. Ruiz JURADO, O.C, 184.
proceso.

74 75
como se desprende de la definición tomada del Ordo tico camino de discernimiento de la voluntad de Dios, que
Poenitentiae, puesto que se trata de llegar con la mirada es su objeto principal, intrínseco y natural: el objeto formal.
interior allí donde obra el Espíritu de Dios, «en el corazón Por muy parciales y poco relevantes que puedan parecer en
del grupo» —no sólo en la vida privada de cada individuo— ocasiones determinados objetos materiales de discernimien-
y más allá de la evidencia exterior que a menudo conduce a to o determinadas cuestiones por discutir y acerca de las que
extravío. Se trata de penetrar en el dinamismo misterioso de hay que decidir juntos, de hecho todo es suficientemente
la gracia, que también actúa allí donde el hombre experi- significativo si se convierte en ocasión para buscar, a través
menta la propia debilidad y sus relaciones parecen destina- de ello, «cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le
das al fracaso. agrada, lo perfecto» (Rom 12,2). Incluso decidir qué es lo
Objeto material del discernimiento comunitario son, sin que se va a hacer en carnavales —en una comunidad religio-
embargo, todas aquellas situaciones problemáticas de la vida sa juvenil— puede convertirse en ocasión para revisar un
de una comunidad con respecto a las cuales no resulta evi- cierto estilo de vida, para preguntarse acerca de la calidad
dente de forma inmediata la tarea o la actitud concreta ideal de las relaciones fraternas y sobre la capacidad para satisfa-
de la comunidad misma. Más en concreto, el discernimiento cer la necesidad humana natural de distensión y recreación;
comunitario se lleva a cabo para resolver cuestiones prácti- pero también para preguntarse en qué medida está viva la
cas, no a propósito de problemas teórico-doctrinales. En el dimensión penitencial en nuestra vida y en nuestra oración,
discernimiento comunitario el grupo se pregunta sobre lo la dimensión de intercesión por el mundo al que pertene-
que debe hacer, sobre el tipo de respuesta concreta para cemos y del que debemos hacernos cargo en su búsqueda de
determinadas situaciones, sobre la actitud que adoptar en la felicidad a veces desesperada y contradictoria. En defini-
común en determinadas circunstancias. Añadimos, además, tiva, también el discernimiento del carnaval puede convertir-
que el objeto material de este discernimiento es lo que es se en ocasión para la gracia (aunque no necesariamente de-
«libre», no lo que ya ha sido objeto de una disposición que berá tratarse de un discernimiento formal).
vincule el comportamiento o que ya haya sido prohibido u Precisamente por este motivo/cuando se lleva a cabo un
ordenado. Finalmente, en el discernimiento se toma en discernimiento —y sobre todo el discernimiento comunita-
consideración lo que es ambiguo, poco claro, dudoso, no lo rio— se sabe de dónde se parte, pero no se sabe adonde se
que ya es, de por sí, evidente. Por ejemplo, se hará un tal va a llegar. Por este motivo, siempre resulta indispensable
discernimiento no acerca de si se opta o no por la pobreza entrar en su dinámica con un espíritu libre, para dejarse
(teniendo en cuenta que esto ya es objeto de un compromiso conducir por el Espíritu, imaginación anárquica y ordenada,
oficialmente adquirido), sino sobre cómo vivir la pobreza en desbordante y comedida de Dios, viento que, precisamente,
determinadas circunstancias, cuando se trata de comprar o «sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde
no un cierto objeto o de reflexionar sobre ciertas costumbres viene y adonde va» (Jn 3,8).
de vida, tal vez en relación con la pobreza del contexto Hay quienes afirman que hoy la vida consagrada está
social en que se vive, o por la provocación de algún testimo- aquejada de una inmensa pérdida de imaginación, que se
nio o por tener que sacudirse de encima un cierto ambiente presenta como algo superfluo, poco original y demasiado
burgués. previsible. Donde se practica poco el discernimiento comu-
En síntesis, el objeto material del discernimiento comu- nitario o donde se practica con un espíritu no suficientemen-
nitario son las cosas o situaciones prácticas, no reguladas y te libre y valiente, allí muere poco a poco la imaginación,
dudosas. En realidad, estas situaciones constituyen, de he- cunden el aburrimiento y la repetitividad, y la vida cotidiana
cho, tan sólo la ocasión —por así decir— de hacer un autén- comunitaria se convierte en un «teatrillo de autómatas».

76 77
Fundamento bíblico La complementariedad estimula, por su parte, la funcio-
nalidad, por lo que, de hecho, la diversidad no se convierte
Podemos encontrar el fundamento bíblico del discernimiento en competitividad o conflictividad, sino en un dinamismo
comunitario en la imagen paulina de la Iglesia como un cuer- original y singular que sería una pena perder o sofocar,
po (cf ICor 12-14). Si la comunidad es una pequeña Iglesia, porque puede contribuir al bien común y enriquecer a toda
esta imagen puede ser muy significativa también para enten- la comunidad. Así, los superiores necesitan de todos y cada
der el sentido de este acto de compartir. Vamos a tratar de uno de los miembros del grupo, los jóvenes necesitan a los
exponer en síntesis sus elementos centrales. menos jóvenes, los que empujan hacia adelante a los que
En la lógica argumentativa de Pablo, el paralelismo entre defienden la tradición, los que miran a la izquierda a los
«comunidad de creyentes» y «cuerpo» permite poner de ma- que prefieren la derecha, Marta a María, y viceversa. Por
nifiesto cuatro características típicas del organismo comuni- eso es precisamente el Espíritu —el Espíritu que integra
tario. Ante todo la unidad, que proviene de la misma fe en las diferencias— el verdadero responsable de todo discer-
el mismo y único Señor, en un solo Espíritu (cf ICor 12,6): nimiento comunitario. Y por esto mismo el discernimiento
una unidad dinámica y orgánica y más evidenciada, si cabe, comunitario es un modo de animar a los religiosos en parte
—en el caso de la comunidad consagrada— por la pertenen- desmotivados, a los derrotistas —«prejubilados» a los treinta
cia a un único carisma. y ocho años— a despertarse, a asumir las propias respon-
Después la diversidad: de dones, de ministerios, de obras, sabilidades, a convencerse de que su aportación es insusti-
etc., pues «el cuerpo no es un miembro, sino muchos» (ICor tuible y de que no ganan nada encerrándose en su propio
12,14), todos ellos diferentes, pero complementarios entre caparazón.
sí: y esta es la tercera característica, por lo que, del mismo El capítulo 13 de la misma carta a los cristianos de Corinto
modo que «el ojo no puede decir a la mano : "No te necesi- pone de manifiesto el principio y el criterio fundamental del
to"; ni la cabeza a los pies: "No os necesito"» (ICor 12,21), discernimiento comunitario: la caridad, que es «el camino
en la comunidad nadie puede pensar en prescindir del otro o mejor» el don más importante, esa caridad que «se alegra de
considerar que el hermano o la hermana no tienen nada que la verdad» (ICor 13,6), que es mayor que el don de profecía
aportarle. Pablo va más allá, incluso, y nos ofrece otra idea y que el conocimiento de todos los misterios. El resultado
cuando afirma: «... los miembros aparentemente más débiles del discernimiento comunitario no depende del cociente in-
son los más necesarios; y a los que parecen menos dignos, telectual de los miembros de la comunidad, sino de la canti-
los rodeamos de mayor cuidado; a los que consideramos dad y calidad del amor entre ellos. El amor que discierne es
menos presentables los tratamos con mayor recato... Y es un amor paciente y servicial, no es envidioso ni irrespetuo-
que Dios hizo el cuerpo, dando mayor honor a lo menos so, no se busca a sí mismo, no se irrita ni es engreído, busca
noble, para evitar divisiones en el cuerpo y para que todos sobre todo la verdad en la concordia y en la confianza en los
los miembros se preocupen unos de otros» (ICor 12,22-25). demás. Por otro lado, la característica de la capacidad de
En un discernimiento comunitario bien llevado, también el discernimiento se podría añadir a las características del amor
«débil» (el joven o.el anciano, el sencillo o el que carece de que nos describe Pablo: el que ama tiene una mirada pene-
formación, el tímido o el vergonzoso, el inexperto y el que trante y clarividente13, porque participa de la mirada de Dios
carece de luces, el enfermo en el cuerpo o en el espíritu, el
último que ha llegado o el que está fuera de los «grupos de
presión»...) tiene una palabra que decir, que, en ocasiones, 13
La característica de la «clarividencia» es indicada por G. THERRIEN, Le
puede incluso resultar decisiva. discernement dans les écrits pauliniens, París 1973, como la principal cuali-
dad de la actividad del discernimiento.

78
79
y de su Espíritu que ve las cosas en profundidad y, por eso, de los dones de Dios, subsistirán en la única casa del Padre,
puede ver lo que escapa a una mirada poco amorosa. que contiene muchas moradas. Ahora las gracias están dividi-
Finalmente, en el capítulo 14, tenemos otra indicación das, entonces habrá distinción de glorias. La unidad —tanto
teórico-práctica sumamente pertinente: el que habla en co- aquí como allí— consiste en una misma caridad»14.
munidad ha de poder ser entendido. ¿De qué sirve el don de
lenguas si no hay quien las interprete? Ahora bien, si los
carismas están siempre destinados a la comunidad, es nece- Motivación psicológica
sario, cuando se reúna el grupo, que estén presentes los que
Pablo llama «profetas», esto es, aquellos hermanos y herma- La conciencia del misterio de Dios representa, en el plano
nas capaces de interpretar lo que dicen quienes «hablan en antropológico, el elemento fundamental que hace indispen-
lenguas». Dejemos las comparaciones: en nuestras reunio- sable el discernimiento comunitario. Quien ha vivido la ex-
nes (desde los capítulos generales a las reuniones comunita- periencia personal y trabajosa de la trascendencia del Eterno
rias) «hablan en lenguas» los que no son claros, los que se y de la alteridad de Dios y de sus caminos, siente la necesi-
expresan de modo confuso o con términos difíciles, los que dad de hermanos-peregrinos que lo acompañen en la subida
hablan con dobles sentidos o los que ni siquiera saben lo hacia su monte santo. Hermanos con los que compartir la
que dicen o no dicen lo que saben (por los consabidos temo- tensión de la búsqueda y a los que pedir ayuda al decidir la
res). Entonces es importante, como sugiere Pablo, que tam- dirección por tomar. Quien cree, en la teoría o en la prácti-
bién haya «profetas», personas con una mente y un corazón ca, que puede caminar él solo hacia el Horeb, manifiesta en
libres de prejuicios y miedos, del temor de no caerle bien a realidad la pobreza de su experiencia de lo divino y un co-
alguno o de la preocupación de tener que agradar a todos; nocimiento muy escaso de la historia (sagrada y profana) de
libres, también, porque están al margen de partidismos y los buscadores de Dios. Y acabará por cometer errores
alianzas, porque son ajenos a enfrentamientos y conflictos y, garrafales, o por perderse sediento en el desierto de sus es-
por eso, libres para no agredir y no sentirse agredidos; libres pejismos sobre lo divino, o confundiendo ese montoncillo
para consolar y reprender, para decir la verdad en la cari- de tierra donde se ha sentado exhausto, con la montaña más
dad, pero también para acoger y escuchar la verdad dicha alta del mundo, tan alta —se engañará— como para poder
por los otros; libres para «dar la palabra» y «prestar oídos», tocar el cielo con la mano.
así como también para ayudar al otro a expresarse con clari- Si en el origen del deseo-necesidad de compartir el esfuer-
dad y sin temores inútiles. La salvación de nuestras comuni- zo de la decisión hay una experiencia espiritual intensa, de
dades y de nuestras reuniones —y, por tanto, la condición ahí se sigue que el presupuesto fundamental del discernimien-
para poder realizar auténticos discernimientos— viene dada to comunitario ha de ser el discernimiento personal. Todo
precisamente por la presencia de estos profetas y por el de- individuo, en concreto, ha de ser capaz de llevar a cabo su
sarrollo, dentro de cada uno de nosotros, de las virtudes del discernimiento y, de hecho, tiene que haberlo llevado a térmi-
profeta: libertad y franqueza, transparencia y coherencia, bús- no. El discernimiento comunitario no sustituye en absoluto el
queda de lo esencial y celo por el bien de todos. trabajo individual: lo da por supuesto y se construye total-
Hay una expresión de san Bernardo que parece sintetizar mente sobre las aportaciones que cada miembro de la comu-
muy bien al menos alguno de los aspectos que acabamos de nidad puede hacer al grupo. También metodológicamente,
considerar: «Todos nos necesitamos unos a otros: el bien como veremos, el discernimiento personal es anterior al CO-
espiritual que yo no tengo ni poseo, lo recibo de los demás
[...]. Y todas nuestras diferencias, que manifiestan la riqueza SAN BERNARDO, Apología de Guillermo abad IV, 8 (PL 182, 9033-9034).

80 81
munitario o —al menos— lo acompaña, es una de sus partes Pacto inicial
integrantes: es un elemento complementario.
En cualquier caso, el discernimiento comunitario no pue- Cuando se toma la decisión de hacer un discernimiento
de concebirse como un modo de rehuir la propia responsabi- comunitario, se establece una especie de pacto previo entre
lidad, descargando sobre el grupo el esfuerzo y la angustia los miembros de una comunidad, un pacto que les obliga a
de la toma de decisión. Su calidad está inevitablemente liga- todos en cuanto individuos y también como comunidad, an-
da a la calidad de los diferentes discernimientos personales tes incluso de dar comienzo al proceso, y que podemos ex-
de los individuos que componen la comunidad. presar con estos términos: «No sabemos qué decisión vamos
Por otro lado, el discernimiento comunitario es la otra a tomar, ni qué línea vamos a seguir, pero de una cosa esta-
cara de la moneda del discernimiento particular. En una co- mos seguros: en cualquier caso seguiremos unidos; sea cual
munidad religiosa, exceptuando los aspectos absolutamente sea la opinión que reconozcamos como expresión de la vo-
personales del propio mundo interior, el discernimiento nun- luntad de Dios y por muy duro que sea el camino que nos
ca puede ser del todo privado. Nadie puede considerarse lleve a este reconocimiento, nuestra comunidad va a perma-
autosuficiente hasta el punto de no necesitar de la palabra y necer firme y compacta. La diversidad de opiniones no nos
de la sabiduría de los hermanos, bien sea para las cuestiones llevará, en modo alguno, a divisiones entre nosotros».
más espirituales, como para otro tipo de decisiones; ni pue- Es importante que esto quede claro desde el primer mo-
de considerarse tan pobre e insignificante como para no po- mento, a «balón parado», cuando todavía no hemos iniciado
der aportar nada a la búsqueda de todos. El discernimiento el camino que llevará a la decisión final y los ánimos están
comunitario es un modo muy concreto de expresar y «cele- bien dispuestos. No se trata de una medida preventiva como
brar» una comunidad que se preocupa de todos sus miem- si, necesariamente, el itinerario del discernimiento comuni-
bros y que, en cada uno de ellos, se preocupa por toda la tario tuviera que contar con peligrosos momentos de tensión
comunidad; con otras palabras, discerniendo juntos, cada que es mejor atajar de antemano para que no tengan efectos
miembro de la comunidad manifiesta su necesidad de la pre- demoledores; se trata, más bien, de un elemento o un mo-
sencia del otro y, al mismo tiempo, acepta que es y se siente mento que ayuda a entender la naturaleza más íntima y ver-
responsable de él. dadera del discernimiento comunitario. Esta decisión a priori
Por este motivo, el discernimiento comunitario represen- es ya una catequesis que ilustra el sentido de esta actividad
ta una especie de «piedra de toque» del discernimiento del y, al mismo tiempo, sugiere la actitud correcta para afrontar-
individuo, no sólo porque la opinión de uno se enfrenta ine- la con los instrumentos adecuados o con las expectativas
vitablemente con la de los otros, sino porque en la reunión correspondientes. Muchas veces —estamos convencidos de
comunitaria no basta con comunicar la conclusión del pro- ello— el discernimiento comunitario ha fracasado en determi-
pio discernimiento, sino que también hay que exponer lo nadas comunidades o ha arrojado resultados negativos preci-
que la motiva, dando razón de ella, dejando entrever los samente porque no se ha prestado atención a este momento
valores que constituyen su alma y trasfondo, el punto de preliminar, ni se ha procedido a esta aclaración y a esta
partida y de llegada. alianza indispensables.
Esto es exactamente lo que vuelve enriquecedor el proce- El discernimiento comunitario —insistimos— es un ins-
so del discernimiento comunitario, pero también es todo esto trumento de integración del bien, es un modo de compartir
lo que desvela, como en un test, la seriedad y el sentido de los dones del Espíritu; no es un enfrentamiento competitivo o
responsabilidad con que se ha recorrido el camino previo un vanidoso desfile de opiniones con victoria final de alguno
del discernimiento personal. sobre otros, sino que es una actividad de toda la comunidad

82 83
como si fuera un sólo sujeto, mejor aún, es una acción del ¿qué significa «estilo evangélico» en la búsqueda común del
Espíritu de Dios que distribuye sus dones libremente en el rostro de Dios?
seno del grupo, pero siempre para edificación de la comuni- Significa buscar la verdad, con un corazón libre y una
dad, y que hace que todo confluya para su bien. En el discer- actitud responsable, en la caridad y para incremento de la
nimiento comunitario, el Espíritu de Dios se muestra activo, caridad. Vayamos por orden.
es el lugar donde su acción, creativa y siempre convergente
hacia el centro, se vuelve particularmente visible y formativa,
superando las posibles tendencias centrífugas, obra del espíri- Buscar la verdad...
tu del mal. El pacto previo significa la toma de conciencia,
por parte de todos, de esta lógica; significa entrar ya en ella El discernimiento se hace para buscar lo que Dios quiere, lo
conformando mente y corazón con la acción del Espíritu, po- verdadero, lo bello, lo bueno; aquello cuya verdad existe
niéndose a su disposición. Aceptar esta perspectiva preliminar independientemente de mí y que le agrada a Dios (cf Rom
es absolutamente fundamental, como condición indispensable 12,2), no para afirmar la propia verdad confundiendo las
para poder discernir juntos correctamente: y entonces se acepta propias opiniones con la verdad objetiva. De aquí se des-
como un hecho evidente que puedan surgir diferencias prende inmediatamente un criterio metodológico muy im-
valorativas (constituyen justamente la riqueza de un discerni- portante —fundamental, podría decirse— para el buen re-
miento comunitario), se aprende a vivir y construir juntos, sultado del discernimiento comunitario y, posteriormente, una
también en la diversidad y a través de la diversidad. serie de cautelas.
Por este mismo motivo, también es importante que esto
se hable explícitamente. Es verdad que no será suficiente
con prevenir las dificultades y tensiones, sino que, en cual- — Verdad «provisional»
quier caso, debería contribuir a... mejorar el ambiente gene-
ral y, sobre todo, a no crear falsas expectativas, como si en Una vez completado el discernimiento personal que, como
el discernimiento comunitario todo hubiera de marchar como hemos visto, ha de preceder al comunitario, el grupo se reú-
una seda, sin obstáculos, indicando al mismo tiempo el ob- ne para poner en común los frutos del propio análisis; pero
jetivo final y el espíritu general del proceso de discerni- con una condición interior fundamental sin la cual se ven-
miento comunitario: una comunidad unida, una comunidad dría abajo toda la estructura del discernimiento comunitario;
que viva cada vez más la comunión en la búsqueda de la nos referimos al convencimiento de que mi conclusión re-
voluntad de Dios. presenta algo subjetivo y relativo, no es «la» verdad en ab-
Queda ahora por definir mejor qué quiere decir está bús- soluto, es simplemente la conclusión provisional a que he
queda común de Dios «con estilo evangélico». llegado, pero no tiene ni puede pretender tener carisma al-
guno de infalibilidad o un carácter definitivo; nadie ha dicho
que se baste a sí misma y que sea mejor y más cierta que las
Buscar juntos con estilo evangélico verdades a que han llegado los demás. Es «simplemente» lo
que yo he pensado, aquello en lo que creo y que, sincera-
Una de las definiciones que hemos tomado más arriba en mente, considero que es lo que el Señor nos ofrece y nos
consideración dice que el discernimiento comunitario es cual- pide como grupo; pero porque se trata precisamente de un
quier modo de búsqueda en común de la voluntad de Dios «reconocimiento» del misterio trascendente, arriesgado como
con estilo evangélico. Nos indica el elemento esencial; pero, caminar por la cuerda floja, precisamente porque Dios está

84 85
de por medio, nunca podré dar por supuesto que la intuición ral de prudencia y sabiduría, en una palabra, de veracidad,
que he tenido sea la mejor en absoluto y que no es suscepti- caracterizada por unas disposiciones concretas que contribu-
ble de sugerencias que la enriquezcan. Por el contrario, «a yen a hacer más auténtico todo el proceso del discernimien-
medida que voy descubriendo la Verdad, tengo que ir dejan- to comunitario.
do las verdades. No se es fiel a aquella aferrándose a estas. En primer lugar, esta búsqueda conduce a quien la lleva a
Esto supone vivir dispuesto a la constante desinstalación, lo cabo a un estado consciente de una profunda pobreza perso-
que equivale a ser pobre, a vivir en una permanente y dra- nal. Y esto es muy saludable cuando se convierte en dinámi-
mática peregrinación hacia la Verdad»15. ca de grupo. Porque sólo quien se siente pobre es capaz de
Por consiguiente tomo parte en la reunión para continuar vivir bien las relaciones: por un lado «busca» a los demás,
la búsqueda (esperamos que no sea tan dramática), no para siente necesidad de ellos, les pide ayuda, no sólo los escu-
exponer mi conclusión (unilateral); expreso públicamente mi cha distraídamente sino que «les presta oídos». Por otro lado,
opinión para hacer mi aportación al esfuerzo de todos, no por extraño que pueda parecer, sólo el pobre sabe compartir
para imponer mi punto de vista; emplearé por tanto un tono y dar, porque sólo el pobre ha aprendido a apreciar la reali-
suave, un estilo discreto de comunicación, coloquial y dialo- dad y lo poco que tiene, y, por tanto, da con el espíritu
gante; evitaré las aserciones solemnes y las afirmaciones correcto, que no es el exasperante del benefactor y del rico,
apodícticas, no adoptaré actitudes autoritarias o sutilmente y tampoco el... exasperado del mezquino o del avaro. Po-
impositivas y hábilmente manipuladoras. Tomo parte en la dríamos decir que es el espíritu del muchacho del relato
reunión para colaborar en una obra común, no para tomar evangélico, que sólo tenía unos pocos panes y algún pez —es
partido por una postura u otra, para vencer o para defender- decir, prácticamente nada—, y sin embargo «toma su
me, y tanto menos para exhibirme y conseguir la aprobación "prácticamente-nada"» y lo comparte, lo ofrece a los demás,
de los demás. Y si, al final, no busco mi victoria, sino el y tiene lugar lo imprevisto: la bendición del Señor hace que
descubrimiento de lo que Dios ofrece y quiere, estaré muy aquel «prácticamente-nada» sea suficiente para todos (cf Mt
atento a la verdad débil y humilde presente en las palabras 15,32-37). Cuando este espíritu de pobreza se encuentra en
de cada hermano o hermana, que me llega de todas partes, todos los que disciernen comunitariamente, nace el corres-
quizá siempre fragmentada y vista desde ángulos distintos pondiente espíritu de coparticipación que hace surgir algo
que necesitan ser reunidos, porque son complementarios, para nuevo e imprevisto. Cuando en la comunidad todos «toman
formar esa túnica sin costura de la verdad que nadie deberá su propia nada»16 y la ponen en común, allí interviene la
desgarrar, símbolo de la unidad de la comunidad que busca gracia con sus sorpresas y se descubre que, realmente, cuan-
el rostro de Dios. do se practica el discernimiento comunitario, se sabe de dón-
de se parte, pero no se puede saber adonde se va a llegar.
Se parte de objetivos parciales, pero después, inevitablemente
— Ser verdaderos el discurso se amplia y se hace más profundo, va a captar lo
esencial y pone a los participantes frente a la radicalidad de
Probablemente, cuanto más va uno dándose cuenta de la la gracia. Porque Dios, cuando encuentra personas recepti-
seriedad de estas cuestiones a la hora de tratar de entender vas en su pobreza, que viven a fondo la autenticidad de su
los designios de Dios, tanto más se adopta una actitud gene- ser, se revela y los introduce en el mundo de sus deseos.

15
E. PERALES PONS, Vivir el don de la comunidad, San Pablo, Madrid 16
Sobre la llamada «teología de la nada», cf mi libro anterior, La vida
1995, 115. fraterna: comunión de santos y pecadores, Sigúeme, Salamanca 1998, 65-67.

86 87
Una segunda disposición: quien ha aprendido a estar frente Señor que le revele a él la propuesta más inteligente y acer-
al misterio (sin rehuirlo) advierte una fuerte exigencia de tada, sino que él mismo y la comunidad sepan reconocer a
ser objetivo en el análisis del problema y en su expresión. quien habla en nombre del Señor y acoger sus palabras. Esta
Esto implica estar dispuesto a considerar el problema desde es una oración que purifica el ambiente de las relaciones,
diferentes puntos de vista, no de modo unilateral, como ten- primero el interior y, poco a poco, también el exterior. Cuando
deríamos a hacer espontáneamente, dando más valor a nues- todos oran así, el discernimiento comunitario ya ha empeza-
tras preferencias instintivas e inmediatas. Si, por ejemplo, do a dar sus frutos, porque esto es orar «en espíritu y ver-
hay que decidir si abrirse o no a un determinado campo dad» (Jn 4,23).
apostólico, bueno será examinar las ventajas e inconvenien- Por esta razón, el tiempo de oración antes de la reunión
tes de la propuesta, distanciándose del punto de vista inicial, de discernimiento es esencial y ha de ser un momento con-
a menudo sólo emotivo, para atenernos más a la realidad y sistente, porque es un tiempo de purificación personal de los
no distorsionar la búsqueda con contaminaciones inmaduras narcisismos siempre presentes, de los deseos de destacar, de
provenientes del «yo». Esta objetividad valorativa no es fá- dárselas uno de sabio y espiritual, de ser el «gurú» de la
cil; a veces se tendrá la impresión de que tiene uno que situación; porque es ya un tiempo de confrontación con la
violentarse para ponerla en práctica. Por eso es fundamental verdad del Evangelio y de sus criterios, para que sean tam-
mantener una cierta calma y serenidad interiores, una espe- bién los míos en el juicio que debo emitir; y porque, final-
cie de optimismo de fondo que no alimenta temores y prejui- mente, es ya tiempo de pacificación interior desde la tensión
cios; calma y serenidad como modos de sentir «dentro», que de todo nuestro ser hacia la verdad, y de pacificación inte-
hay que pedir en la oración. rior —y también exterior, si fuera necesario— con todos los
hermanos para poder llegar a la misma verdad.
Entonces, este tipo de oración crea inevitablemente un
— Orar «en espíritu y verdad» clima de sinceridad y objetividad, de distensión y de paz, de
disponibilidad para la escucha y búsqueda de lo esencial,
Con esto hemos llegado a la tercera disposición: la actitud que es la verdad, Dios mismo.
orante. El proceso de discernimiento es como una gran es-
cuela de oración o, mejor aún, es esencialmente oración. En
efecto, la metodología del discernimiento comunitario —co- — Los enemigos de la verdad
mo veremos más adelante— sitúa inmediatamente después
de la fase de información o de la propuesta del tema un Cuando, por el contrario, falta este espíritu de oración o
largo tiempo de oración. El que discierne busca ante todo a cuando esta súplica individual y comunitaria no precede ni
Dios; y antes de la toma de decisión, quiere percibir signos, prepara el discernimiento, entonces cabe esperar que el en-
sobre todo le pide al Señor que se revele y que desvele su cuentro se convierta en un enfrentamiento interminable de
verdad, su gracia y su voluntad. opiniones, un conflicto irremediable de intereses, instrumento
Pero en el discernimiento comunitario la petición tiene de cabecillas hábiles y manipuladores o de grupos de pre-
una característica muy peculiar: se pide por uno mismo, sión que imponen en cierta medida sus propias ideas, del
evidentemente, pero también y sobre todo por los demás, que grita más fuerte o sabe expresarse mejor, de quien es
por la comunidad, para que pueda encontrar la verdad. El más audaz y decidido, ambicioso y sin escrúpulos. Entonces
que ora por el buen resultado del discernimiento comunita- el diálogo se convierte en algo caótico, el objeto material
rio aprende a rezar de un modo desinteresado: no le pide al pierde su vinculación con el formal: deja de ser «ocasión»

88 89
para buscar realmente la voluntad de Dios. Ya no existe la
cenizas, que conservaba en un cofrecillo. Lo llevaba siempre
verdad sino, a lo sumo, el carrusel de las falsedades.
consigo, como si fuera algo sagrado: era lo único que le
¿Quiénes son los responsables de este fracaso?
había quedado de su amadísimo hijo. Con el paso del tiempo
Según Ruiz Jurado, son las «personas poco capaces de
había adquirido incluso la costumbre de entretenerse hablan-
relativizar sus propias opiniones o posiciones, individualistas
do con aquellas pocas cenizas que, para él, eran cada vez
empedernidos, tímidos o preocupados excesivamente por que-
más preciosas, como si fuera un modo de exorcizar la muer-
dar mal»17 si no se premian sus ideas, o los que se aferran a
te del hijo querido. En realidad, el día del incendio las cosas
ellas de tal modo que las convierten en un ídolo —«la»
habían sucedido de modo diferente a como él creía: el joven
verdad que ellos han engendrado— hasta el punto de no
había sido raptado por los mismos delincuentes que, des-
saber reconocer en las opiniones de los demás al menos
pués, habían prendido fuego a la casa, llevándose al mucha-
semillas de verdad que hay que conservar y hacer florecer,
cho muy lejos. Pero el padre no podía saberlo: para él, su
fragmentos de verdad con los que recomponer la verdad en
hijo había muerto y, ahora, estaba reducido a un puñado de
su totalidad. Y entonces se empecinan cada vez más en sus
cenizas, un mudo interlocutor de su desesperación paterna.
posiciones, cerrándose lentamente a la escucha y, de este
modo, empobreciéndose. Son las personas que parten con Después de un cierto tiempo y tras muchas vicisitudes, el
una idea y la mantienen a lo largo de las diversas fases del joven, ya adulto, había logrado huir y regresar junto a su
discernimiento. No la abandonan nunca, pero no por cohe- padre. ¡Cuánto había soñado con aquel encuentro! Se pre-
rencia, sino porque son esclavos de un garrafal error de sentó conmovido y tembloroso ante su anciano padre e in-
perspectiva que les lleva a ver sólo un aspecto de la realidad tentó abrazarlo, pero fue increíblemente rechazado como un
—el que ellos mismos han individuado— creyendo que no extraño. Trató por todos los medios de demostrar su verda-
existe nada más fuera de él: es ni más ni menos que su dera identidad, le recordó al padre detalles que sólo él podía
verdad. Ellos la han dado a luz, es su hija y si, por casuali- conocer, pero este no quiso reconocerlo como su hijo en
dad, llegara esta idea a triunfar (para lo que lucharán con manera alguna y, más aún, lo alejó con malos modos como
denuedo), todos deberán saber —y, en cualquier caso, en- si de un impostor y estafador se tratara: su «hijo» era aquel
contrarán el modo de que todos lo sepan— que la paterni- cofrecillo que contenía un poco de ceniza, no aquel joven
dad de la misma les corresponde a ellos. El discernimiento desconocido.
comunitario es, para estas personas, una competición, una Y prefirió volver a su extraño culto cotidiano de aquel
batalla; los hermanos son los rivales; perder supondría una objeto inanimado que había tomado por un ser viviente. Pre-
derrota; el ideal del compartir es sustituido por la pretensión firió su desesperación al consuelo del hijo que había regre-
de la «propiedad privada» de los bienes del Espíritu. Estas sado y que, ahora, había perdido para siempre. Peor aún,
personas son una auténtica desgracia para el discernimiento desde entonces se fue encerrando más y más en su taciturna
comunitario, pero también para sí mismos. soledad, para evitar cualquier contacto con los demás, con
Es algo semejante a lo que nos cuenta esta parábola japo- la vida, con quien pudiera pretender «pasar» por hijo suyo.
nesa. Un rico señor había perdido a su único hijo, al que Excelente metáfora para todos aquellos que rinden un culto
estaba muy unido, en el incendio de su casa, provocado por exagerado a las propias ideas y las sienten como hijas suyas
algunos delincuentes. Abatido y desconsolado, sólo había po- —«su» verdad— que han de triunfar a toda costa, aunque
dido recoger de los restos del inmenso incendio parte de sus sean mediocres e inferiores a otras intuiciones. A menudo la
cosa termina con que están tan enamorados de su verdad
17
M. Ruiz JURADO, O.C, 193. (las cenizas del cofrecillo precioso), que echan a patadas
por la puerta a «la» verdad (el verdadero hijo); o tienen una
90
91
idea tan estática y rígida de la verdad (las cenizas son un chas y venenos, temores y recelos, es enemigo de la liber-
objeto inanimado) que no son capaces de reconocer los de- tad. Un superior especialmente autoritario, que infunde mie-
sarrollos originales, las reacciones inéditas e imprevistas, do psicológico o que explota hábilmente su posición, un
sus diversos matices tal como resultan de las diferentes in- hermano o una hermana violentos o intolerantes, irónicos
tervenciones de los demás (el hijo, mientras tanto, ha creci- con los demás y poco respetuosos con la dignidad ajena; el
do); o están de tal modo encerrados en el culto idolátrico de que tiende a dominar y a erigirse en líder, un grupo de po-
su verdad exclusiva (el culto cotidiano de las cenizas) que der o de presión psicológica en medio de la comunidad...
rechazan de manera sistemática cualquier apertura a los de- todos ellos son factores que perturban la libertad individual
más (la soledad convencida de la propia autosuficiencia). y, por tanto, en mayor o menor medida, son también obstácu-
Tal vez seamos todos un poco como este padre y corra- los objetivos que limitan la posibilidad de discernir libre-
mos el riesgo de practicar estas extrañas idolatrías, quitán- mente en la comunidad.
dole verdad al camino comunitario de discernimiento y em- Normalmente, el enemigo externo se ve o se siente al
pobreciéndonos todos. menos por sus consecuencias; por lo general es fácilmente
identificable; a menudo suscita una cierta reacción igual y
contraria, o desencadena un dinamismo de contraposición
...con corazón libre... que, a veces, acaba por ser repetitivo, poniendo en serio
peligro la libertad de palabra y de escucha mutua.
El segundo elemento del estilo evangélico es la libertad de
los que toman parte en el discernimiento. Es imposible des- Interior. Pero también hay otro tipo de enemigo, quizá no
cubrir la voluntad de Dios, lo que Dios da y quiere libre- tan fácilmente identificable. Es un enemigo que habita den-
mente, cuando no se busca con un corazón igualmente libre. tro de nosotros y que amenaza nuestra libertad. Todos tene-
Libre «de» todo lo que pudiera desviar del camino o hacerlo mos este... extraño y también indeseable inquilino, que ha
pesado, libre «para» caminar sin impedimento y confiando venido a instalarse sin pedirle permiso a nadie, pero que de
en esta aventura. hecho sigue viviendo dentro de nosotros con nuestro con-
El auténtico discernimiento supone que tratamos de ser sentimiento, al menos tácito. Se trata de nuestra consabida
libres en relación con el objeto de decisión. contradicción: queremos ser libres y ¡ay del que nos toque
la libertad! Pero después, con nuestras propias manos, forja-
mos cadenas que nos atan.
— Los enemigos de la libertad ¿Cuáles son estos enemigos interiores?
Algunos de ellos son fácilmente controlables porque los
La libertad, en el discernimiento comunitario —y, en gene- conocemos o podemos tomar conciencia de ellos con tal que
ral, en la dinámica de la vida en común—, tiene normal- reflexionemos un momento con una cierta atención. Por ejem-
mente dos tipos de enemigos, uno exterior y el otro interior plo, determinados esquemas personales de conducta que «nos
a la persona. sabemos de memoria» o algunos modos habituales de reac-
cionar (ante las acusaciones o las calumnias, ante los fracasos
Exterior. Enemigo externo de la libertad del individuo es o los éxitos, ante situaciones dolorosas o de alegría, etc.); la
todo lo que se opone y tiene poder para obstaculizar su pretensión de saberlo todo de los otros, encasillándolos en
actividad normal, en el ámbito expresivo, operativo, etc. Por esquemas perceptivo-valorativos cerrados y rígidos que les
ejemplo, un ambiente comunitario pesado, lleno de sospe- privan de cualquier posibilidad y esperanza de cambio positi-

92 93
vo. Incluso la cultura puede convertirse en un instrumento de — Oración que libera
distorsión real cuando se emplea como esquema presuntuosa-
mente interpretativo de todo, o determinadas soluciones que La relación con Dios es lo que nos libera o, dicho de otro
hemos experimentado como acertadas y que se supone que modo, la libertad tiene raíces místicas y orantes. Porque sólo
han de seguir siéndolo. En la medida en que estas pre-dispo- en la oración podemos experimentar el coraje de la verdad.
siciones interiores nos condicionan para obrar de un modo Cuando estamos frente a la verdad de Dios, descubrimos que
repetitivo e irreflexivo, se convierten prácticamente en enemi- sólo esta verdad tiene el poder de evocar la nuestra, eliminan-
gos de nuestra libertad y, por consiguiente, de nuestra capaci- do poco a poco todos esos miedos mezquinos a mirar en
dad de elegir de forma creativa y original. nuestro interior, a descubrir en nosotros monstruos o altarcillos
Otros, en cambio, son enemigos —también interiores— —que viene a ser lo mismo—, a no contarnos ya más menti-
mucho más peligrosos porque no somos conscientes de ellos ras, sino la verdad de lo que somos, como primer paso para
y son más o menos desconocidos. Se trata de esos condicio- tender a la libertad. «Es difícil decirse todo plenamente. Ha-
nantes ligados a nuestras inconsistencias e infantilismos cerlo en la oración puede ser el punto de partida del proceso
como, por ejemplo, nuestros diferentes miedos (a ser juzga- de discernimiento... Sólo una transparencia total, en presencia
dos, a quedar mal, a desagradar a alguien...), o la preten- del Señor, nos permite individuar poco a poco ese subsuelo
sión, un tanto obsesiva, de ver satisfechas algunas de nues- profundo de nuestro querer y nuestro obrar. Tratar de hacerlo
tras necesidades (de destacar, de ser aceptados), o las es ya en parte caminar hacia la libertad. Con la fuerza del
expectativas irreales con respecto a uno mismo o a los Espíritu en nosotros, y a través de su acción en nosotros en la
demás (incluyendo, en ocasiones, a Dios), en relación con la oración, empezaremos a captar lo más íntimo de nosotros mis-
comunidad o el apostolado, con el presente y el futuro, y mos y llegaremos a percibir, en la verdad, la relatividad de
todo aquello que nos lleve progresivamente a percibir la rea- todo lo que no es Dios en nuestra vida. Esta libertad interior
lidad de modo distorsionado. Estos miedos, pretensiones, ex- es, al mismo tiempo, condición y fruto de la oración. Por eso,
pectativas irreales y distorsiones perceptivas son generalmente buscarla y acogerla cuando se convierte en don del Señor es
de naturaleza inconsciente, pero perturban igualmente el pro- fundamental para decidirse como cristianos»19.
ceso de elección del individuo. En el plano de la liberación interior, este tipo de oración
«Resulta curioso constatar —afirma Azevedo— lo poco veraz y liberadora es ya un paso considerable, sobre todo si
libres que somos en relación con casi todo: respecto a per- se logra implicar a todos en la comunidad, y quien es res-
sonas y cosas y, especialmente, respecto a nosotros mismos. ponsable trata de darlo explícitamente.
Nada nos ayuda tanto a descubrirlo como encontrarnos en la Pero en el plano de la praxis concreta, los maestros de
vida de improviso ante una decisión seria. Cualquier deci- espiritualidad del discernimiento recomiendan algunas cau-
sión de este tipo desencadena en nosotros una crisis de ver- telas, de modo que la oración, entendida no sólo como gesto
dad: nos lleva a descubrir la raíz profunda de nuestros ape- orante, sino como actitud que acompaña a la persona a lo
gos y el rechazo tenaz de nuestras limitaciones»'8. Este es largo de toda la jornada, sea realmente liberadora en orden a
otro valioso fruto del camino de discernimiento. Pero que, la toma de decisiones en el grupo comunitario.
sin embargo, no madura generalmente de modo espontáneo La primera: mantener una atención orante a todo lo que
o en cualquier contexto.
sucede en lo más profundo de nosotros mismos. «Es impre-
18
sionante cómo Dios habla y obra en nosotros de muchas
M. AZEVEDO DE CARVALHO, Preghiera, discernimento e decisione, Vita
consacrata 12 (1983) 707.
"Ib.

94
95
maneras, cuando menos nos lo esperamos. Mantenerse aten- Escribir puede parecer a veces un poco artificioso y, en
tos a las mociones, a las disposiciones, a las resistencias, a cualquier caso, no es una propuesta especialmente atractiva.
las inclinaciones y a todo lo demás que sucede en nosotros, Quien presume de conocerse a la perfección no tendrá la
es un buen modo de percibir la acción de Dios y descubrir humildad suficiente de recurrir a este instrumento; pero ha
lo que quiere. [...] Con frecuencia veremos que no nos en- de saber que, entonces, corre el riesgo de navegar —él mis-
contramos frente a una trayectoria lineal, constante, progre- mO'— en medio de la confusión y de convertirse en elemento
siva y coherente; sino que, por el contrario, frente a un mis- de confusión para la comunidad, que ha de discernir en la
mo objeto de decisión, podemos sorprendernos, a lo largo verdad. La ascesis que supone «escribir» y «escribirse» es
del proceso, con actitudes extremadamente contradictorias..., instrumento de la verdad y premisa de la libertad, para el
con estados de ánimo del todo diferentes y a veces inexpli- individuo y para el grupo.
cables: experimentamos paz o turbación, alegría o tristeza,
disponibilidad o rechazo. Podemos no sentir nada o bien
sucumbir casi bajo el peso de la repugnancia o del miedo o, — Indiferencia cristiana
tal vez, vernos de improviso embargados por un inesperado
entusiasmo y animación. Todo son signos que Dios nos en- Ahora nos espera un paso decisivo y realmente liberador. Se
vía, codificados de forma tal que podemos descifrarlos, a trata de un momento negativo, en algunos aspectos, del pro-
través de la realidad inestable y limitada de lo que somos; ceso de liberación, que produce en el alma una sensación de
son modos de su presencia que se filtran por entre las indiferencia; pero de indiferencia cristiana, determinada no
ambivalencias de nuestra presencia»20. por una situación de pasividad o frialdad general, o de inca-
Pero es indispensable, y no sólo oportuno, tomar nota de pacidad para sentirse interesado o apasionado por algo bello
cuanto sucede en nosotros, con toda su riqueza y compleji- y verdadero en sí mismo, sino que es una indiferencia crea-
dad y, precisamente, a causa de ellas mismas. Es la segunda da más bien por la posición de centralidad cada vez más
cautela: no hay que contentarse con observar y después ana- marcada que Dios está asumiendo en la vida y en el discer-
lizar los motivos a favor o en contra de una determinada nimiento del creyente21.
opción, como ya hemos recordado, sino que hay que poner- Según este concepto típicamente ignaciano, el alma se va
los por escrito. Y no como si se tratara de un autoanálisis liberando progresivamente de las atracciones más inmaduras,
cualquiera, sino dentro del momento orante, como parte del infantiles y adolescentes, y va alcanzando poco a poco una
mismo y de una reflexión efectuada a la luz de la fe. Escribir situación de equidistancia con respecto a las posibles opcio-
hace mucho más preciso el análisis y más detalladas las ano- nes que tiene frente a sí; las opciones se relativizan en cuan-
taciones, que después podremos retomar, poner al día y enri- to a su objeto material (el «qué» se elige), porque el objeto
quecer, lo que permitirá que el discernimiento sea más pon- formal es el que domina cada vez más la situación (el «por-
derado. Al escribir, además, la persona puede analizar más qué» de la elección). Dios va ocupando progresivamente el
objetivamente su experiencia y valorar de modo más pruden- centro de la vida y de los afectos, y el creyente descubre
te lo que experimenta. Y no sólo en relación con el momento que este centro pertenece sólo a Dios y deja que el Eterno
concreto que está viviendo, sino dentro de una visión de sea más grande que esta o aquella alternativa contingente,
conjunto de toda su historia, condensada —precisamente a
través de lo escrito— en el momento presente de la decisión.
21
20
Precisamente en este sentido, Ruiz Jurado la llama «indiferencia posi-
Ib, 708-709. tiva», equiparándola a la «libertad de espíritu» (M. Ruiz JURADO, O.C, 192).

96 97
porque su gracia vale más que la vida (cf Sal 63,4) y lo que dos direcciones23. Sólo entonces se habrán puesto las premisas
cuenta no es lo que se elige en sí, sino la razón por la que se para una decisión libre de seducciones no evangélicas, libre
ha llegado a tal elección, que para el creyente no puede ser para buscar a Dios en cualquier contexto y decisión.
más que Dios y sólo Dios. En cualquier caso, la indiferencia cristiana es una fase
Por otro lado, el peregrino descubre que puede caminar necesaria y obligatoria de clarificación en el discernimiento
hacia Dios siguiendo un itinerario u otro, haciendo una cosa individual. Quien aprende esta indiferencia podrá después
u otra, ya sea comiendo o bebiendo (cf ICor 10,31) o, inclu- ayudar durante el discernimiento comunitario con su actitud
so, con palabras de Pablo, «ya vivamos, ya muramos» (Rom abierta y serena, pacífica y constructiva, desinteresada y ca-
14,8); porque, como dice también el Apóstol, «no es la co- paz de ir directamente a lo esencial.
mida la que nos acerca a Dios» (ICor 8,8), ni son determi- Por el contrario, se reconoce inmediatamente a quien no
nadas obras —las de la ley— las que nos traen la salvación, ha pasado por este momento de purificación: pondrá énfasis,
sino la fe en Cristo Jesús y la configuración con su cruz y su con un tono autoritario o condicionando de forma sutil, en
resurrección (cf Gal 2,15-21; 3,1-5), el pertenecer al Señor, una de las opciones en juego, mostrando un apego excesivo
el ser suyos (cf Rom 14,8). Y entonces, todavía dentro de la a la misma, firme en sus ideas, como si Dios sólo habitara
lógica paulina, podremos comer o no comer carne (cf ICor ahí y sólo fuera posible encontrarlo ahí, rechazando a quien
8,8) o —volviendo a nuestro caso— podríamos tener buenas no piensa del mismo modo. No hará falta un gran esfuerzo
razones para comprar ese microbús (que tan útil nos sería para descubrir, en una defensa tan vehemente de la propia
para diversas necesidades apostólicas), pero también para postura y junto a elementos de motivación positivos y sanos,
decidir no comprarlo (y dar así testimonio concreto de po- la existencia de motivos que aún no han sido sometidos a
breza)22. una verificación saludable, motivos inmaduros y no muy cris-
Más en concreto, en este proceso de relativización progre- tianos. El discernimiento comunitario, entonces, se convier-
siva de la elección material, aquello de lo que nos debemos te en válvula de escape incontrolada por la que salen todas
librar efectivamente es de la atracción emocional incons- las posturas subjetivas, las insistencias desmedidas, en me-
ciente hacia una opción u otra, es decir: del apego con moti- dio de un conflicto a veces interminable, no debido a la
vaciones poco evangélicas a ciertas posturas sólo aparente- agresividad de los individuos, sino en virtud de la confusión
mente evangélicas. Se trata de cortar el contacto con esas creada por un error de perspectiva que ha puesto lo secunda-
corrientes energéticas que, como si de un cable se tratara, de rio en el lugar de lo esencial, el medio en el lugar del fin.
forma inconsciente y automática, nos «conectan» con una Sin embargo no basta con liberarse de los afectos perso-
decisión en lugar de otra, convirtiéndola en atractiva para nales desordenados; es preciso liberarse también de los
nosotros, aunque sea infantil. Ruptura y camino en absoluto interpersonales; aversiones, antipatías —así como también
breve ni sencillo, que podría encontrar en el tipo de oración simpatías—, prejuicios, cerrazón de ideas, no aceptación de
que hemos descrito, su ambiente ideal de purificación, hasta los demás, miedos y sospechas con respecto a algún herma-
llegar a la indiferencia cristiana. Dice el padre Bots, que se no o hermana. El grupo en cuanto tal es el que debe llegar a
debería rezar de este modo («en dos direcciones») hasta en- la indiferencia, para poder recibir la comunicación de Dios
contrar realmente a Cristo en cada una de las opciones posi- a través de la mediación de todos.
bles y, por tanto, hasta sentir indiferencia con respecto a las
21
Cf J. BOTS, Praying in two directions: a christian method of prayerful
22
No se olvide que el discernimiento, por su propia naturaleza, no supo- decision-making, Review for Religious 41 (1983) 58; // discernimento comu-
ne una elección entre el bien y el mal, sino entre dos realidades positivas. nitario, Notizie dei Gesuiti d'Italia 8 (1975) 225-237.

98 99
Esta indiferencia, en el sentido más pleno y liberador del un solo hermano débil en la fe (cf ICor 8,13)24. O mientras
término, será decisiva al final del proceso de discernimiento que por un lado afirma que está dispuesto tanto a vivir como
en relación con la solución que se adopte como consecuen- a morir (cf 2Cor 5,9), o dice que para él «la muerte es
cia de la búsqueda común y de la decisión de la autoridad. ganancia» (Flp 1,21), expresa por otro su preferencia ideal
por la solución que le vaya a permitir configurarse cada vez
más con la pasión y muerte de su Señor Jesús por el bien de
— Preferencia evangélica los hermanos (cf Flp 1,24). En ambos casos, Pablo parte de
una situación de indiferencia y equidistancia con respecto a
La indiferencia que acabamos de describir no constituye un las posibles alternativas, para desembocar posteriormente en
momento definitivo, es sólo una fase —indispensable, una decisión dictada por un valor evangélico: el respeto a la
ciertamente—, pero que debe dar paso a una articulación debilidad ajena y el amor e interés por los que le han sido
sucesiva del proceso de decisión individual. En cierta medi- confiados, siguiendo el ejemplo de Jesús y, por tanto, con
da representa el discernimiento en negativo, caracterizado un inevitable componente de renuncia personal y negación
por la ausencia de una orientación concreta, que ha de ser de sí mismo.
seguida por una orientación determinada, no sólo porque Podríamos resumirlo con estas palabras: de la indiferen-
ahora la decisión sea más clara, sino porque hay un valor cia en cuanto al objeto material, a la preferencia por el
evangélico explícito que la clarifica, moviendo al individuo objeto formal; que llevará después a elegir un objeto mate-
a proceder en un sentido concreto, con una meta precisa. rial determinado.
Aquí, el discernimiento es realmente lo que está llamado a Es interesante destacar cómo Pablo en sus decisiones —o
ser: una elección entre dos bienes, una orientación de la en su discernimiento personal— no sólo tiene en cuenta al
vida determinada por un valor evangélico, una decisión mo- prójimo de forma genérica, sino que asume al otro con su
tivada por la Palabra de Dios, por el espíritu de las Bienaven- debilidad, al otro con su salvación, como criterio fundamen-
turanzas, entrar en sintonía con los sentimientos y gustos de tal a la hora de tomar decisiones sobre sí mismo y sus com-
Jesús, hasta el punto de preferir en la propia vida lo que portamientos25. Esta es la «preferencia evangélica». Y si esto
Jesús mismo prefirió. es válido para cualquier tipo de discernimiento, tanto más
Aquí ya no hay indiferencia; pero antes ha sido necesaria para el discernimiento comunitario, donde nadie debe bus-
tal purificación para ser capaces ahora de expresar una car el propio provecho, sino el de los demás (cf ICor 10,24).
preferencia y, esta, con tintes claramente evangélicos. Pri- Y, precisamente, saber tomar una decisión desde la ver-
mero, la libertad «de»; después, la libertad «para». Más en dad de uno mismo y desde la libertad del Evangelio es lo
concreto, si Jesús prefirió la pobreza y el ocultamiento, la que convierte al discernimiento en signo de madurez de la
obediencia y el servicio, la humildad y la entrega de sí, la fe. Sobre todo cuando esta sintonía con el Evangelio no es
acogida de los pequeños y los marginados, estos serán los fruto de un simple cálculo especialmente meditado o de una
valores preferenciales de quien quiere discernir de modo cris- simple seducción momentánea y extemporánea, aparente y
tiano, o las motivaciones en virtud de las cuales la comuni- superficial; sino que es el resultado de un modo de ser y de
dad está llamada a tomar sus opciones.
24
A este respecto, es ejemplar el caso de san Pablo. Aun- Pablo, tomando este principio como inspirador de su comportamiento,
que afirma que puede comer carne, porque no está prohibi- no parece de hecho hacer uso del decreto de Jerusalén (cf He 15,20.29), es
más, parece ignorarlo (cf He 15,1).
do, no absolutiza este derecho en fuerza de su libertad, sino 25
Esto aparece con claridad cuando Pablo afronta la cuestión de las
que decide no comer nunca carne si con ello escandaliza a carnes inmoladas a los ídolos, tanto en ICor 8-10 como en Rom 14-15.

100 101
sentir estable, que se corresponde con una sensibilidad edu- dad crea el sentido de la responsabilidad o aumenta esta
cada progresivamente para gustar los valores del Evangelio, capacidad de respuesta; por el contrario, es difícil que se
que se mantiene y arraiga cada vez más en el corazón, in- sienta responsable quien no es suficientemente libre en su
cluso frente a decisiones difíciles, dolorosas, que tienen un interior y además vive —aunque él no lo sepa— replegado
cierto regusto a cruz y renuncia. sobre sí mismo. La persona irresponsable es siempre un poco
Es la verdadera consolación del Espíritu26. esclava de algo que ignora; en este sentido, bien se puede
Cuando es el individuo el que lo experimenta, hablamos decir que es, en sentido literal, un «inconsciente».
de conversión del corazón y de la mente. Cuando es una Vamos ahora a tratar de mostrar en qué sentido hay que
comunidad la que lo experimenta como paz y armonía de ejercer esta responsabilidad en el discernimiento comunita-
los corazones, hablamos entonces de milagro del Espíritu de rio, a lo largo de sus diversas fases.
Dios que guía las decisiones y los caminos de ese grupo,
como signo en el corazón de la Iglesia y del mundo de una
comunión posible, de una reconciliación creativa y fecunda — Responsabilidad ante Dios
o de la posibilidad de convivencia en las diferencias, como
signo del Reino que viene y que ya ha llegado. Ante todo, el que discierne tiene una primera responsabili-
dad ante Dios y sus dones. Porque discernir es ya un don en
sí, es poder buscar el Misterio con la certeza —a modo de
...con actitud responsable... prejuicio positivo— de que el misterio divino es bueno, que
se deja ver y tocar, que ofrece signos que se pueden desen-
El razonamiento sigue su curso natural. Un discernimiento trañar; es misterio porque es luminoso, porque resplandece
espiritual y comunitario, llevado a cabo desde la verdad y con una luz a la que el ojo humano no está acostumbrado,
con un corazón libre, crea por su propia naturaleza una acti- con una luminosidad tan intensa que la inteligencia terrena
tud responsable y, al mismo tiempo, la exige. La responsa- no puede penetrarla de forma inmediata, sino que sólo pue-
bilidad es, literalmente, «capacidad para responder» a una de ser recibida, poco a poco, dando tiempo para que se adapte
situación y a sus estímulos, al Espíritu con sus dones; en la mirada, percibiendo tan sólo alguno de sus detalles, de
nuestro caso es capacidad de respuesta a las personas impli- modo progresivo.
cadas en el proceso de discernimiento con su original perso- Este misterio que es Dios no tiene nada en común con el
nalidad, con sus dones, etc. El ser libres para buscar la ver- «enigma» que es, por el contrario, un misterio «cautivo»,
impenetrable, tenebroso, opaco, y que es exactamente el re-
26 sultado del prurito racional humano de conocer inmediata-
«"Consolación" es un término ignaciano que significa "tranquilidad y
docilidad en la relación con el Señor durante la oración". Experimento con- mente, de entenderlo todo, imponiendo su propio esquema
solación siempre que empiezo a arder en amor por el Señor, cuando —al interpretativo a la realidad (la propia ratio), incluida la divi-
amar a cualquier persona o cualquier cosa— la amo en el Señor y a causa del na; en este caso, el misterio se convierte en enigma, imposi-
Señor; cuando vierto lágrimas de alegría o de dolor por la muerte de Jesús o
por mis propios pecados y por los del mundo. Consolación, pues, no signifi- ble de ser entendido.
ca necesariamente sentirse bien. Puedo sentir pesar o ira o malestar y tener ¿Por qué nos hemos entretenido en esta disgresión,
igualmente consolación [...]. El "desconsuelo", por el contrario, es todo lo aparentemente al margen de nuestro tema? Porque el discer-
que tiende a separarme del Señor: las tentaciones, el desánimo, el resenti-
miento, la melancolía, la confusión; y cualquier disminución en la fe o en la nimiento es justamente la acción de una inteligencia humil-
confianza en el Señor, cualquier frialdad en las relaciones con Él» (R. FARICY, de y discreta que trata de entender (intuslegere) sin preten-
Discernere e decidere nello Spirito, Cuore nuovo 15 [1984-1985] 3). der llegar a agotar el misterio y que, por tanto, acepta que le

102 103
presten ayuda, pero que también asume la necesidad de apor-
tar algo personal al proceso de discernimiento comunitario; que todavía no está en vías de extinción. He aquí una muestra
entonces se siente responsable ante Dios por el don de su de algunas de las ocurrencias que afloran a sus labios cuando
Misterio y, al mismo tiempo, se siente capaz de responder a se trata de trabajar juntos y hacer una aportación personal:
este don de alguna forma. «Tampoco es plan de preocuparse y de ponerse a preparar
Por el contrario, quien lo hace todo él solo y reduce la nada; siempre habrá alguno que tenga algo que decir...»; «¿Y
complejidad del misterio a los vericuetos racionales de su por qué voy a tener que esforzarme precisamente yo? Hay
mente (encontrándose, al final, ante el enigma imposible, un muchos más inteligentes que yo que saben hablar bien; deje-
callejón sin salida), nunca entrará en la lógica y en el espíri- mos que sean ellos los que lo hagan; yo prefiero mantenerme
tu auténticos del discernimiento, o lo reducirá todo a su en un segundo plano...»; «No, no; no vale la pena pensar
medida, solitaria y autosuficiente: no sentirá agradecimiento tanto y preparar algo que decir; es más, la última vez intervi-
por ningún don, ni se verá en la necesidad de responder a ne y luego no hicieron nada de lo que dije; hasta aquí hemos
nadie por lo que (no) ha recibido. llegado, no me la vuelven a pegar...»; «Pero, déjalo ya, todo
La responsabilidad, en definitiva, se compone al mismo es una farsa..., ya verás como todo está decidido y estableci-
tiempo de conciencia agradecida por lo que se ha recibido y do; esto es sólo para hacernos ver que se nos escucha cuando
de percepción de la propia capacidad de respuesta: dos ele- hay que tomar una decisión»; y así sucesivamente con esta
mentos fundamentales para poder desarrollar el discernimien- actitud de hastío y con éste estilo penoso, con frases a medio
to comunitario. Vamos a ver sus consecuencias. camino entre el humor ácido y el «pasotismo» grosero.
La responsabilidad ante el misterio hace que el sujeto Resulta increíble —al margen de estas salidas— el grado
tome conciencia de la importancia de todo lo que está vi- de irresponsabilidad que puede haber en nuestras comunida-
viendo, para sí mismo y para los demás: se trata de descu- des; surge de modo especial cuando se trata de que todos
brir la voluntad de Dios, no de discutir juntos —a veces, trabajen por un mismo objetivo poniendo cada uno algo de
hasta el infinito— hasta llegar a un acuerdo. Todos están sí; parece que algunas personas están muy dispuestas y se
frente al misterio: ante él, todos son iguales, con la misma muestran capaces para trabajar «en lo suyo» y por sus inte-
pobreza y, puesto que nadie tiene la solución en el bolsillo, reses, pero cuando se trata de hacer una aportación personal
es importante tomarse un tiempo de reflexión y de oración, a la causa de todos, donde nadie destaca y la comunidad
de purificación y confrontación con el Evangelio. Si esta- consolida su vitalidad, muestran su falta de disponibilidad.
mos convencidos de que el éxito del discernimiento comuni- En esta irresponsable falta de disponibilidad hay mucho
tario será proporciona] al modo en que se ha preparado, de infantilismo; pero lo más grave es que, aunque el discur-
entonces la persona responsable ante el don de Dios tratará so parece moverse en un eje horizontal y el daño que se
de prepararse meticulosamente, incluso —¡quién sabe!— con produce en la comunidad es grande, aquí la falta de respon-
algún gesto penitencial. sabilidad es, sobre todo, para con Dios y con sus dones. La
También es signo de responsabilidad ante Dios asumir a gracia de conocer el misterio es siempre más grande que las
fondo el propio papel dentro de la comunidad y sentir la ne- limitaciones y contradicciones de nuestra convivencia; y no
cesidad y el deber de ofrecer la propia e insustituible aporta- deja de ser grande por el hecho de haber sido depositada en
ción. Por desgracia el partido de los «consumidores de comu- nuestras frágiles vasijas de barro. Más aún, precisamente
nidad», los teóricos del lema «lo que piensa uno solo, vale porque es una gracia tan valiosa y tan precaria, es necesaria
por lo de todos», o los discípulos de Pilato, que se lavan las la participación responsable de todos. Quien no es capaz de
manos cuando hay que dar la cara, constituyen una especie entenderlo, mal habrá podido comprender la paradoja de la
redención, misterio de poder y de debilidad.
104
ins
Con esto no se quiere decir que el sentido de la responsa-
bilidad implique necesariamente tener algo que decir o que una panorámica cada vez más amplia y abierta —esto es,
sólo el que habla dé muestras de madurez en este aspecto. espiritual y carismática— del problema.
Nadie ha dicho que uno haya de intervenir siempre; se pue- Recuerdo un encuentro para discernimiento comunitario
de hacer una valiosa aportación incluso con la simple escu- que parecía haber llegado a un punto muerto, con dos pro-
cha, cuando se convierte realmente en un «prestar oídos» a] puestas claramente antitéticas acerca de cómo interpretar la
hermano o a la hermana. propia misión educativa en relación con los jóvenes. En rea-
lidad, se estaba celebrando simplemente la reunión semanal
habitual (no un auténtico discernimiento comunitario) y ha-
bía surgido la cuestión del horario de apertura del centro
— Responsabilidad ante la comunidad
juvenil y de la disponibilidad, en términos de tiempo, de los
La responsabilidad ante Dios y ante su gracia se manifiesta religiosos de la comunidad. Enseguida se vio que las dife-
concretamente al asumir una responsabilidad determinada rentes posturas estaban muy alejadas entre sí y, entonces, se
también en relación con los propios hermanos. Del mismo tomó la decisión de hacer un discernimiento. Pero el día de
modo que la gracia de Dios ha llegado a nosotros a través de la reunión se constató que no había habido un gran cambio,
la mediación de muchas personas y, principalmente, de aque- las posturas seguían siendo las mismas y la discusión corría
llas que han vivido fielmente el don del carisma religioso, el riesgo de bloquearse, exacerbando los ánimos y creando
así también nuestra responsabilidad, repleta de agradecimien- un verdadero conflicto de esos que acaban en reproches mu-
to, debe ejercerse en relación con ellas. tuos. La situación quedó desbloqueada cuando uno (un miem-
bro de la comunidad, que no era el superior) invitó a todos a
Participar activa y creativamente en el proceso de discerni- no limitar el problema a la simple cuestión del horario de
miento comunitario significa no sólo tomar parte en la reu- cierre y apertura de unos locales, como si el centro juvenil
nión, después del tiempo de preparación, manifestando la fuera un servicio público, una especie de bar con videojuegos,
conclusión de las propias reflexiones con un «sí» o un «no», y a buscar las razones más de fondo, el interés de los jóve-
o simplemente votando o alineándose con un determinado... nes, los motivos que tenían que ver con el carisma, la situa-
partido: el discernimiento, comunitario no es una discusión ción de la juventud del lugar, la disponibilidad que, en el
parlamentaria seguida de una votación. Hay que presentar fondo, es personal y que cuestiona al individuo y que no hay
los motivos que han inspirado la propia postura, los valores que valorar sólo en términos de tiempo, sino también de
que pretendemos consolidar y realizar. Más en concreto, se intensidad de la atención y, en última instancia, en cuanto
compartiría realmente de forma plena y significativa si se don de sí y como auténtica espiritualidad. Subrayó, además,
expusiera en cierto modo el camino recorrido para llegar a la necesidad de no restringir la posibilidad de intervención
determinada conclusión, de forma que se compartan no sólo educativa a los que venían a los salones del centro o a lo
las opiniones —opiniones que, a lo mejor, se forman aten- que se hacía en el marco de la estructura educativa, sino que
diendo al recuento final, para ver dónde va a estar la mayo- habría que ver la posibilidad de ampliar hacia fuera las opor-
ría—, sino las razones profundas subyacentes. tunidades de encuentro y contacto para llegar también a los
Así la comunidad crece y el diálogo será fecundo: se alejados y a los que ni siquiera conocían la existencia del
evitan estériles discusiones y enfrentamientos, incluso por- centro o pensaban que era «cosa de curas»... También contó
que exponer los motivos personales y las propias razones es una experiencia personal al respecto, para concluir repro-
como ofrecer nuevos puntos de contacto entre posturas apa- chándose a sí mismo su falta de disponibilidad.
rentemente contradictorias, y como ofrecer, en cualquier caso,
Evidentemente, la cuestión no se resolvió de inmediato,
106
107
ni se llegó a un acuerdo por arte de magia; pero, ciertamen-
te, se salió del impasse; el problema, en determinados as- lo ya escrito y profundizar en ello...), motivos a los que
pectos, se volvió más amplio y complejo; más aún, la cues- ahora podemos añadir algún otro: escribir es una ascesis
tión del horario de apertura y cierre de los locales apareció para el que escribe y un inmenso acto de caridad para el que
como un falso problema. Todos reconocieron el acierto de escucha pues, por lo general, clarifica y sintetiza el discurso
aquella intervención. Y, a partir de ella, se entabló una fruc- y le ahorra al oyente grandes esfuerzos de atención e inter-
tífera conversación acerca del modo en que se debía vivir e pretación. Además, escribir «obliga» a todos a decir lo que
interpretar —como individuos y como comunidad— el ca- han pensado y... previene de la tentación de repetir lo que ha
risma institucional de educadores de la juventud en aquel dicho el que ha hablado antes y ayuda a evitar las arriesga-
lugar: el status quaestionis experimentó un giro radical. La das improvisaciones de quien no se ha preparado y busca
clarificación del objeto formal consiguió modificar el objeto afanosamente una inspiración improbable. En resumen, es
material de la discusión; una vez ampliado el objetivo al que garantía de seriedad y de preparación personal. Si cada uno
se debía tender, el diálogo fue realmente muy positivo, pues, escribe lo que va a decir hay menos riesgo de que la reunión
a esas alturas, algunos modos de expresión un tanto acalora- degenere en discusión dialéctica, cuando no en polémica,
dos inevitablemente fueron calmándose y todos fueron con- con el intercambio de «salidas» poco educadas y todavía
ducidos a un análisis de verificación personal importante, es menos pensadas, donde la discusión predomina sobre la re-
decir, se enfrentaron con su propia responsabilidad personal. flexión. El haber escrito, finalmente, reduce además la an-
Como siempre, la responsabilidad de uno a la hora de afron- siedad y contribuye a dar al encuentro comunitario un tono
tar un problema causa actitudes responsables también en los sereno y tranquilizador, como premisa indispensable para
demás. poder compartir.
Fue una prueba más de que cuando se hace el discerni- Como último aspecto de esta responsabilidad en relación
miento comunitario se sabe de dónde se parte, pero no adonde con los demás, querría volver sobre lo que se ha indicado
se llega; añadamos ahora que, cuando se practica el discer- brevemente en el apartado dedicado a la búsqueda de la
nimiento comunitario de modo responsable, no se puede sa- verdad en quien discierne y sobre la sutil tentación de sen-
ber de antemano adonde nos llevará el Espíritu del Señor, tirse «poseedores de la verdad». El que se siente responsa-
pero sí ciertamente que nos conducirá mucho más lejos de ble de la gracia de Dios frente a sus hermanos y vive agra-
lo que habíamos imaginado al empezar. decido la iluminación del Espíritu que le permite penetrar
Así pues, todavía dentro de la línea de la responsabilidad en el Misterio, siente el deber de comunicar a los demás el
en relación con los demás, es bueno prepararse para la reu- don recibido; más aún, siente antes incluso, que ese don no
nión comunitaria poniendo por escrito la propia interven- le pertenece, que no es suyo, que lo ha recibido, y lo ha
ción. Así como es bueno tomar nota de los estados de ánimo recibido para los demás; por tanto no es una idea suya, fruto
en la oración de liberación que prepara el discernimiento en de su esfuerzo intelectual, no es propiedad privada. De modo
sí, como ya hemos visto, también es importante registrar que no sólo la debe compartir, sino que ni siquiera puede
correctamente sobre el papel el camino personal que ha con- pretender que se le reconozca un presunto derecho de pater-
ducido a una determinada postura. Es importante por los nidad sobre esa idea, con «derechos de imagen» como se
motivos que hemos indicado (escribir ayuda a ser más preci- dice hoy en el lenguaje publicitario. Una vez compartida
sos y a identificar correctamente las motivaciones y las ra- con los demás, esa intuición les pertenece a todos, es de
zones profundas, permite poner de manifiesto la relación todos: él sólo ha sido la mediación de una gracia que, desde
entre los valores en cuestión y volver, posteriormente, sobre el Espíritu, ha llegado a toda la comunidad. Entonces, no es
correcto afirmar, como a veces se hace, que en la reunión
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109
comunitaria prevaleció la idea de fulano o de mengano; este
sería un lenguaje demasiado mundano y pagano (como las — El hombre natural y el hombre espiritual
facciones de la Iglesia de Antioquía: cf ICor 1,12), y rayano
en la «irresponsabilidad», porque «discernimiento comuni- En la primera carta a los Corintios nos topamos de frente
tario» no significa que alguien prevalezca sobre otro, y por- con la situación contradictoria de esta comunidad en la que,
que todo es don del único Espíritu a toda la comunidad, que a una sorprendente riqueza de dones carismáticos, se opone
es su verdadera destinataria. una profunda capacidad de discernimiento, evidenciada por
Si, entonces, la auténtica responsabilidad da siempre lu- diversas circunstancias: en esta comunidad se habían tolera-
gar a la seriedad de la búsqueda y a la libertad de la gracia, do situaciones claramente escandalosas; además se acostum-
allí donde falla, cabe esperar, una vez más, que el discerni- braba a recurrir a los tribunales paganos para resolver pro-
miento comunitario se convierta en lucha por el predominio blemas de conducta entre los cristianos; no eran capaces de
de Jas propias ideas con la consiguiente inutilización de cual- reconocer la incompatibilidad entre la unión espiritual con
quier búsqueda de la verdad. Cristo y la unión sexual con prostitutas, ni qué comporta-
miento había que adoptar durante las comidas que precedían
a la celebración de la cena del Señor. ¿Cómo explicar ese
...en la caridad y para incremento de la caridad contraste entre la abundancia de carismas en general y l a
debilidad del carisma de discernimiento?
Es el último elemento de los que conforman el estilo evan- Pablo parece dar una respuesta en ICor 2,14-3,4, donde
gélico del discernimiento comunitario, pero representa su establece una comparación entre el hombre natural, carnal y
condición fundamental, bien para la fase individual del dis- violento, envidioso y partidista («yo soy de Apolo..., yo soy
cernimiento, bien para la comunitaria. Por eso Pablo, en la de Pablo»), que «no acepta las cosas de Dios, son locura
carta a los cristianos de la Iglesia de Filípos, ora así: «Le para él y no puede entenderlas» (ICor 2,14), y el hombre
pido que vuestro amor crezca cada día más en conocimiento espiritual que, por el contrario, puede entenderlas «por me-
y en cualquier tipo de discernimiento, para que sepáis dis- dio del Espíritu». Más en concreto Pablo, en la carta a los
cernir lo más perfecto» (Flp 1,9-10). Gálatas, opone las «obras de la carne» a los «frutos del
Es tanto como decir que el discernimiento no es una cues- Espíritu» (Gal 5,19-22) e incluye entre las primeras muchas
tión de inteligencia o de perspicacia intuitiva, de capacidad ofensas contra la caridad fraterna (casi la mitad de las obras
de análisis o de mediación equilibrada entre posturas dispa- de la carne son pecados contra el prójimo): he aquí por qué
res; sino que es cuestión de corazón, diríamos, si esta expre- los corintios, a pesar de su riqueza de dones espirituales, no
sión —de la que, de hecho, se ha abusado un poco— no eran personas espirituales y, por tanto, no eran capaces de
apareciera como sospechosa y un tanto empalagosa, o —más discernir.
aún— cuestión de afectos ordenados según el Espíritu. Tomás de Aquino sigue y desarrolla estas enseñanzas de
Vamos a tratar de profundizar más en el sentido de esta Pablo. La condición indispensable para ser capaces de dis-
fórmula, recurriendo a la teología de los carismas de Pablo. cernir las cosas espirituales es ser una persona espiritual,
porque sólo así se tiene la mente iluminada y los afectos
ordenados según el Espíritu santo27. La inteligencia no es
suficiente, también hace falta una voluntad ordenada por el
Espíritu. Y, naturalmente, este «ordenamiento» es obra de la
27
TOMÁS DE AQUINO, Comentario de la primera carta a los Corintios, II-2.
110
111
caridad. Por consiguiente, Tomás enseña que el don de la
sabiduría espiritual está fundado en la virtud de la caridad, Ante todo, hay que creer en el discernimiento, y esto signi-
que implica una cierta «connaturalidad» con las cosas de fica también creer en los propios hermanos, tener una mira-
Dios, de las que la persona espiritual juzga rectamente por da benevolente de aprecio y confianza para con aquellos a
una especie de instinto sobrenatural28. los que no he elegido, que otros han puesto a mi lado como
La consecuencia más evidente será, entonces, la siguien- compañeros de un camino común en busca del rostro de
te: antes de que una persona o una comunidad se disponga a Dios. He aquí por qué fe y amor van necesariamente de la
realizar cualquier tipo de discernimiento, debe plantearse una mano en este recorrido: la una sostiene al otro, ambas reali-
cuestión preliminar, una especie de discernimiento previo: dades hacen adulta a la comunidad, capaz de elegir lo que
¿somos personas espirituales, es decir, hay paz y caridad Dios quiere, conforme a las preferencias evangélicas. Pero,
entre nosotros?29. Sólo una persona o un grupo de personas en cualquier caso «más grande es el amor» (ICor 13,13),
cuyos afectos están en sintonía con el Espíritu de Dios serán porque sólo del amor puede venir el aprecio por todos, in-
capaces de discernir; quien no está en la caridad, o una cluso por aquellos a los que, en ocasiones, parece difícil
comunidad en la que no hay perdón, comprensión, respeto, apreciar en un nivel meramente humano.
paciencia, aceptación de las debilidades respectivas y de los Por otro lado, la fe encuentra su expresión más completa
rasgos de inmadurez de sus miembros, en la que no hay en la comunidad reunida en el nombre del Señor y en su
transparencia y claridad en la comunicación, ni tensión ex- busca. Porque no existen creyentes solitarios, sino sólo cre-
plícita hacia la perfección de la caridad, es difícil que pueda yentes que creen junto a los hermanos, en un camino que es
ser lugar de revelación de la voluntad de Dios. Aunque, en ya y siempre discernir juntos el itinerario mismo que hay
definitiva, este grupo tenga gran riqueza de dones caris- que completar. «Pero más grande es el amor», porque sólo
máticos, como la comunidad de Corinto. «Cuando el respeto el afecto que viene de Dios y que poco a poco se convierte
y la madurez de la caridad mutua, la docilidad al Espíritu y en benevolencia humana puede llevar a la decisión de reco-
la legitimidad querida por Dios no reinan, el resultado es la rrer juntos ese camino.
división mayor de opiniones y corazones»30. El discernimiento comunitario es un itinerario más bien
Comprender esto es ya un gran avance. Lo que no quiere flexible, sostenido constantemente por la fe, pero que en sus
decir que haya que esperar a que se den las condiciones distintas fases conoce también el esfuerzo de creer, la duda
perfectas para realizar un discernimiento comunitario, sino que nace de las dificultades en la relación, la sospecha de
simplemente que todos han de tener muy claro que conocer estar perdiendo el tiempo, la irritación contra el testarudo o
la voluntad de Dios supone estar en sintonía con su corazón. el que no colabora o pone palos entre las ruedas de los
demás, e incluso la incredulidad acerca de que Dios pueda
llegar a revelarse a través de ciertas extrañas mediaciones
— «...pero más grande es el amor» humanas. El que discierne en grupo también experimenta,
en un determinado momento, la duda de fe, la duda acerca
El proceso de discernimiento comunitario es un largo itine- de que Dios pueda estar realmente «en medio» de tanta in-
rario de fe que está unida al amor o que conduce al amor. congruencia humana. Por eso la fe puede no ser suficiente.
«Pero el amor es más grande» y corre en ayuda de la fe en
28
Ib, II-2, q. 45, a. 2. estas circunstancias, porque el amor «lo cree todo», cree
29
Cf F. A. SULLIVAN, // dono del discernimento, Cuore nuovo 8 (1980) 9-10. incluso que el poder de Dios puede manifestarse en la debi-
30
M. Ruiz JURADO, O.C, 191. lidad humana.
Es difícil mantener viva la actitud creyente a lo largo de
112
113
todo el recorrido del discernimiento comunitario. En efecto, otro; expresar por todos los medios una actitud cordial y
a veces el discernimiento, precisamente por estar dirigido acogedora con respecto al otro, mostrar paciencia con las
por todos y mediado por todos, parece quedar bloqueado en limitaciones ajenas (y, posiblemente, recordar la paciencia
puntos muertos, en discusiones interminables, por posturas que uno ha hecho ejercitar a los demás); dejar hablar a to-
rígidas, por ideas distantes, sin que se vea solución alguna. dos y «prestar oídos» también a quien no está en sintonía
Entonces se siente con fuerza la tentación de cortar por lo conmigo, hablar de modo que hasta «el más pequeño» pue-
sano y volver a los ritos tradicionales con su estructura se- da entenderme, pero sin dar por descontado que habrá quien
gura y contrastada: ¿no era todo más sencillo y más rápido no entienda nada o que sea demasiado inmaduro o inexper-
cuando uno decidía por todos? to; regalar a la comunidad una actitud serena y optimista,
Ciertamente, en ocasiones discernir en comunidad parece evitar con cuidado esas expresiones o posturas deprimentes
realmente una complicación sin salida que supone una lenti- que envenenan el aire y extienden el pesimismo (rostros du-
tud laboriosa. En el nivel de la eficiencia y la productividad, ros, miradas inquisitorias, sonrisas maliciosas, labios pega-
con todo lo que tenemos que hacer, con las importantísimas dos, la obsesión por acabar cuanto antes, etc).
tareas que nos apremian y las decisiones que tenemos que Y es siempre este «amor más grande» el que permite aco-
tomar en espacios breves de tiempo, decididamente no trae gerlo todo y no despreciar nada, como advierte Pablo (ITes
cuenta. «Pero el amor es más grande» que estos cálculos 5,20-21), para descubrir en tantos matices o detalles que a
fracasados: el amor por los hermanos, el respeto de su dig- menudo pasan inadvertidos, elementos útiles para la decisión
nidad, la certeza del don de cada uno, la seguridad de que final; es sólo un amor grande lo que permite acoger al «pe-
una decisión tomada en común une enormemente al grupo, queño» que habla en la reunión, para reconocer también en
el amor por la verdad que resplandece en todos y en cada sus palabras un don que viene de lo alto; sólo el amor es
uno, el gusto por trabajar juntos, el convencimiento de que más grande que todos esos extraños miedos al otro que a
vale la pena invertir un poco más de tiempo con tal de llegar menudo impiden el diálogo o levantan sospechas; es más
juntos. Entonces, este amor más grande «todo lo aguanta», grande que el miedo a la vida y al futuro que con frecuencia
también esos tiempos largos, incluso cuando también hay bloquea el discernimiento y su dinamismo innovador.
caras largas. Este amor puede llegar a ser más grande precisamente
«La fe se manifiesta más y mejor allí donde se enfrentan gracias al discernimiento; sobre todo cuando está animado
individuos con experiencias e ideas divergentes pero que, al por aquel pacto inicial, más fuerte que cualquier vacilación
mismo tiempo, confiesan una misma fe en Cristo, en la Igle- e incertidumbre, que sostiene en cada fase y dificultad en el
sia, en su vocación específica»31; pero gracias al amor se camino comunitario: no sabemos qué decisión vamos a to-
puede hacer mucho más: se puede hacer espacio a los demás mar, pero sabemos que —en cualquier caso— permanecere-
en uno mismo. Porque «el amor es más grande», y se mani- mos unidos.
fiesta en todas esas disposiciones sencillas —al menos en
apariencia— y concretas que son importantes para discernir
juntos: escuchar con atención, sin interrumpir ni replicar, Propuesta metodológica
sin juzgar ni siquiera en el interior, sin plantear cuestiones
personales ni mirar hacia otro lado mientras interviene el El discernimiento, decía el padre González, es «lo que viene
antes»; no se define por el momento conclusivo en que se
31
A. BARUFFO, Che cos'é il discernimento e la deliberazione in comune, toma la decisión, no consiste en eso, ni su elemento más
Roma 1978, 9. significativo es la decisión a que se llega, sino que es todo

114 115
lo previo a este momento final, que prepara y permite la formal, no podrá celebrarse con mucha frecuencia. Es con-
toma de decisión. Es importante y original precisamente por veniente comenzar con algún aspecto relativo al proyecto
el camino que propone y por la preparación que supone. Por comunitario anual o, en cualquier caso, relacionado con la
esta razón nos hemos extendido a la hora de describir sus vida cotidiana; algo que ayude a aprender bien un método
condiciones y criterios, y, sobre todo, el «estilo evangélico» que pueda aplicarse con posterioridad de modo informal y
del discernimiento comunitario; estilo que inspira también más rápido a todo aquello que, en cierto modo, pone frente
esta última sección de nuestra reflexión. También los dife- a frente nuestra vida y nuestra consagración: lo importante
rentes pasos o cada una de las fases del discernimiento for- es adquirir la mentalidad del discernimiento comunitario.
man parte del proceso que llevará después a la deliberación
común y, por tanto, también estos pasos han de reflejar un
estilo evangélico. Información
Haremos dos propuestas metodológicas. La primera se
refiere al discernimiento comunitario entendido en sentido En este momento es necesario facilitar la información que
formal, con un procedimiento técnico propio. La segunda, sea útil para la reflexión y la emisión de una opinión acerca
mucho más breve y sencilla (la abordaremos en el apartado del tema propuesto. Podrá tratarse de información histórica
siguiente) querría tomar en consideración el discernimiento (cómo se ha obrado hasta el presente, conforme a qué valo-
comunitario como estilo habitual de vida de una comunidad res), económica (si el discernimiento afecta a problemas de
religiosa, aunque se ponga en práctica de modo informal. esta índole, cómo adquirir o privarse de determinados bie-
nes), carismática (si se trata de decidir sobre aspectos
comportamentales vinculados al carisma), sociológica (si la
Elección del objeto toma de decisión exige el conocimiento del contexto social),
etc. Pertenece a esta información formular las hipótesis con
El primer paso es la elección del tema o del objeto sobre el las que el grupo se enfrenta, poner de manifiesto qué es lo
que discernir. Ya hemos indicado que debe tratarse de cosas que implica elegir una u otra de las alternativas posibles o
o situaciones prácticas, no reguladas y dudosas. qué consecuencias se pueden derivar. Normalmente, esto au-
La propuesta la hace normalmente el responsable de la menta el interés y produce un incremento en el sentido de
comunidad, pero también puede hacerla cualquier miembro responsabilidad. Cuando no se tiene suficientemente en con-
de la misma. A veces es la misma vida comunitaria o apos- sideración esta fase, cabe esperar un desinterés más o menos
tólica la que muestra aspectos y posibilidades que habría evidente, junto con una cierta confusión.
que determinar mejor, o sobre los que es necesario que el También es parte integrante de la información saber de
grupo se pronuncie expresando una opinión o tomando una antemano qué tipo de reunión es aquella en la que se va a
decisión vinculante. Lo importante es que todos vean la ne- participar: consultiva o deliberativa32. Personalmente soy de
cesidad de buscar una solución acerca de esa cuestión con- la idea de que el discernimiento comunitario ha de ser nor-
creta. malmente de tipo consultivo, porque me parece que esto re-
Parece evidente que, en una comunidad apostólica nor-
mal, la elección del objeto ha de ser algo prudencial y que 32
A menos que el objeto del discernimiento se refiera a una materia para
tenga en cuenta el margen de tiempo que necesita un discer- la que la Regla o las Constituciones prevean competencias específicas a nivel
nimiento comunitario formal con todas sus fases. Por consi- de decisión, como —por ejemplo— en materia de adquisición de determina-
guiente, el discernimiento comunitario, al menos en sentido dos bienes. En tal caso, la reunión será necesariamente de tipo consultivo.

116 117
fleja mejor la naturaleza de lo que es, sobre todo, un instru- al mismo tiempo una lectura particular de aquellos aspectos
mento de búsqueda de la voluntad de Dios o, mejor aún, de del contexto profano y religioso relacionados con la deci-
crecimiento en la disponibilidad para buscar y reconocer jun- sión que se va a discernir.
tos esta voluntad, y para no dar lugar a equívocos sobre el Es bueno que el superior subraye en este momento la
papel del superior ni dar pie a interpretaciones reductivistas importancia de la actividad que la comunidad se dispone a
del voto de obediencia33. Esto no quita que, en determinados emprender; que invite a responder a la exigencia de partici-
casos o cuando la cuestión no sea especialmente relevante, pación con los mismos motivos inspiradores, invitando tam-
el superior mismo, de acuerdo con la comunidad, decida que bién a escoger un gesto penitencial (individual o común),
la reunión de discernimiento tenga valor deliberativo34, para como expresión de implicación personal y de súplica comu-
aumentar también el sentido de responsabilidad en los indi- nitaria ante Dios y su misterio.
viduos y el papel de la comunidad. Si es la primera vez que la comunidad practica el discerni-
miento comunitario, será necesaria, en este momento, una
catequesis sobre su significado y desarrollo. En concreto, el
Iluminación responsable de la comunidad, u otro miembro de la misma,
tendrá que explicar lo que acabamos de exponer en los apar-
El título de este apartado tal vez resulte un poco excesivo, tados anteriores acerca de la naturaleza del discernimiento y
pero viene a decir que hay que facilitar los puntos de refe- del estilo evangélico con que hay que interpretarlo. Antes de
rencia esenciales para la reflexión de los individuos y del empezar el trabajo es absolutamente indispensable alcanzar
grupo; son los ya los clásicos en la vida del consagrado: la un consenso sobre los valores de fondo y el modo concreto
Palabra de Dios, en primer lugar; después, el carisma del en que se va a hacer el discernimiento, para no esforzarse en
Instituto al que se pertenece y, finalmente, los signos de los vano yendo a perderse por vericuetos que no llevan a ningu-
tiempos o la situación social y eclesial en la que vive la na parte, o por senderos cortados y por caminos paralelos
comunidad. que nunca se cruzan.
Son como focos de luz —los dos primeros desde arriba,
el tercero desde abajo— que iluminan la reflexión, dotándo-
la del trasfondo adecuado, abierto al pensamiento y a los Tiempo de oración y de reflexión
deseos de Dios, pero también a las necesidades de los hom-
bres y las mujeres de nuestro tiempo. Estos son los parámetros Este es el momento en que se invita a cada uno a afrontar
con los que se mide la fidelidad de los consagrados. su propia responsabilidad: ante sí mismo y su propia con-
En concreto se deben indicar textos bíblicos y pasajes ciencia, en relación con Dios y su palabra, frente a la pro-
correspondientes de las Constituciones o la Regla, haciendo pia comunidad y al propio Instituto, pero también (sobre
todo en determinados discernimientos) ante la Iglesia y el
33
mundo. En la fase siguiente se deberá llegar a un discerni-
Así, en una carta del Padre General de los Jesuitas, Que pueden pre- miento personal, que será provisional, pero del que, sin em-
ciarse de tener al respecto una notable tradición, leemos que el discernimien-
to comunitario «ha de hacerse en unión con el superior, a quien corresponde bargo, se habrá de asumir toda la responsabilidad ante la
la decisión. Es el superior el que dirige las reuniones y, aunciue ayudado por comunidad.
sus hermanos en su tarea, debe sentirse, al mismo tiempo, libre para decidir»
(citado por A. BARUFFO, O.C, 15).
Entonces, la primera operación consiste en ponerse real-
34
En el caso de que tenga valor jurídico deliberativo, cada uno es res- mente delante de Dios, para alcanzar los dos objetivos o
ponsable de votar u optar por una decisión que será vinculante para todos. actitudes interiores que hemos indicado más arriba como

118 119
condiciones indispensables para discernir correctamente: la trando siempre la manera de acallar la palabra y la inspira-
indiferencia cristiana y la preferencia evangélica. ción del Señor35.
Además de la Palabra de Dios, el análisis personal debe
tomar en consideración el carisma del Instituto y la Regla
— Liberación de vida o las Constituciones como interpretación autorizada
de la Escritura, junto con los signos de los tiempos que hoy
La oración representa el contexto natural e ideal para descu- interpelan especialmente a la vida consagrada (la pobreza y
brir qué es lo que todavía invade nuestro corazón en forma las diferentes necesidades, ciertas exigencias locales, situa-
de «afecto desordenado» y conseguir la «libertad de espíri- ciones problemáticas destacadas, etc). De aquí debe surgir
tu», o esa «liberación de...». Para discernir es preciso no una consideración global y relativamente completa del pro-
tener prejuicios o carecer de preferencias iniciales que se blema, pero todavía no una decisión concreta.
imponen desde un primer momento, o de posturas ya prede- Por eso se necesita de un tiempo prudencial, entre una y
terminadas; dicho de otro modo, hay que deponer las armas, dos semanas, que permita desarrollar una reflexión que con-
presentarse completamente desarmados ante Dios para bus- siste en dejarse iluminar, en descubrir dónde anida el demo-
carle sólo a Él (y, después, no emplear ninguna arma, ni nio del orgullo y del rechazo de los demás, pero también
siquiera en el momento de la confrontación con los herma- dónde habita la libertad del creyente y del consagrado.
nos). La oración de este período es personal y comunitaria,
pero, sobre todo, debe tratarse de una oración hecha con
espíritu comunitario: por los demás, para que el Señor ilu-
— Evangelización mine a quien él quiera, concediendo a la comunidad la gra-
cia y la libertad de reconocer su voluntad.
Pero la oración es también el momento de evangelización de Será importante que el superior acompañe esta fase con
los sentimientos y de los deseos, de las inclinaciones y de discreción, invitando a todos a un cierto tipo de sensibilidad
las opciones, de la «libertad para...». Hay que «respirar» a y animando al grupo a entender la importancia de lo que se
pleno pulmón el aire del Evangelio, el aire de las cumbres está viviendo. Este es el momento de pedir expresamente la
del sermón del la montaña, el aire del Tabor que transfigura reconciliación de unos con otros, que se supriman contien-
todas las situaciones que vivimos, o el aire del Calvario que
desvela el límite de una elección hecha por amor; es preciso 35
Como nos cuenta la singular historieta, un tanto cómica, de una joven
situarse en la longitud de onda del pensamiento de Cristo que andaba tratando de clarificar su vocación y que, en la oración, pedía con
(cf ICor 2,16), para tener sus mismos sentimientos (cf Flp insistencia al Señor que le revelara su voluntad. Aseguraba estar abierta y
dispuesta ante la hipótesis de la consagración, pero todavía no estaba segura.
2,5), para captar la lógica del grano de trigo (cf Jn 12,24), A menudo se arrodillaba ante una imagen milagrosa de la Virgen con el Niño
para entender que toda decisión ha de llevar a Jerusalén y Jesús, repitiendo siempre la misma súplica vocacional, pero la Virgen calla-
elegir lo que Cristo eligió. No es mentalidad evangélica la ba. Hasta que un buen día llegó la respuesta. El Niño Jesús, quién sabe si
que se decide por una solución en virtud tan sólo de crite- harto de oír siempre las mismas lamentaciones, le ordenó sin ambages: «¡Mé-
tete monja!». Y ella le replicó: «¡Tú estáte calladito! Los niños tienen que
rios humanos (como pueden ser el ahorro económico, el pres- cerrar el pico en presencia de los mayores. Además, yo se lo había pregunta-
tigio y la imagen de la comunidad, las comodidades perso- do a tu madre, contigo no va la cosa...». Esta historia resulta, evidentemente,
nales; objetivos que, en definitiva, están ligados a los propios inverosímil, pero ilustra lo que sucede en muchos discernimientos, teórica-
mente abiertos en busca de la voluntad de Dios, pero que, en realidad, están
intereses y necesidades): cuando uno se busca a sí mismo, manejados por nuestras preferencias o miedos interiores, todavía por evange-
acaba por elegir lo que quiere y después lo justifica, encon- lizar, y que, muy alegremente, se confunden con la voluntad del Altísimo.

120 121
das y rivalidades, que se dejen a un lado conflictos y enfren- lio— parecen permanecer en el tiempo, especialmente en el
tamientos, en definitiva, que se viva la caridad con todos; de tiempo de la oración, y siempre que el sujeto «ofrece» a
otro modo, a pesar de todas nuestras reflexiones y consultas Dios su decisión.
al Evangelio y a los documentos del Instituto, no se realiza-
rá un auténtico discernimiento. Parafraseando a Pablo (y pen-
sando en la comunidad de Corinto), «Aunque tenga todos Compartir los discernimientos personales
los dones de inspiración, si no tengo caridad, ¿de qué me
servirán todos esos dones? No soy más que campana que Es el momento estratégico y central del discernimiento
toca o platillos que resuenan, incapaz de discernir la volun- comunitario. Se ponen en común los discernimientos perso-
tad de Dios» (cf ICor 13). nales de modo ordenado y sereno: cada uno presenta el fruto
de sus propios esfuerzos, sin imposición de ningún tipo ni
dar la impresión de ser más listo o ingenioso que los demás;
Discernimiento personal (provisional) cada uno escucha las razones de los otros, adoptando una
actitud de vulnerabilidad ante la Verdad. Y se ha de hacer
Después de la iluminación de la Palabra y de las Constitu- sin entrar en discusión; o sin centrar la discusión inmediata-
ciones, y del tiempo de oración y de reflexión, el individuo mente en la conclusión del discernimiento, en sus aspectos
tendría que llegar al discernimiento personal. Una vez acla- prácticos, y en la decisión específica que hay que tomar. Si
rado que la condición fundamental es la libertad y la auten- acaso, se tratará de dialogar principalmente sobre los valo-
ticidad del individuo (en concreto, su madurez psicológica y res y las motivaciones, para llegar a captar progresivamente
espiritual), este debería tratar de determinar con qué alterna- la relación que hay entre la inspiración teórico-ideal y la
tiva o solución se siente «más a gusto con el Señor»; qué decisión concreta que se propone. Todavía no ha llegado el
decisión de las posibles se le presenta como más adecuada momento de la decisión definitiva, sino que estamos en un
mientras «mira a los ojos al Señor»36, es decir, qué respuesta momento preliminar que tiene una finalidad específica.
aporta mayor consuelo, cuál presenta mayor sintonía con el
Evangelio, con los sentimientos y las preferencias de Cristo;
cuál está más en la línea de su carisma religioso y responde
— La trama y el tejedor
mejor a las expectativas sociales y eclesiales del momento.
Esta alternativa constituye su elección. Se trata de una con-
«Será necesario que haya uno encargado por su oficio, o por
clusión provisional del discernimiento pero, por ahora, re-
nombramiento, para conducir la reunión», recomienda Ruiz
presenta —para él— lo que el Señor podría pedirle a su
Jurado, «permitiendo las aportaciones de cada uno con res-
comunidad. Así pues, es una conclusión tanto provisional
peto y atención; dando el verdadero sentido espiritual a la
como responsable. Además, es importante que se pongan
reunión; garantizando el clima de búsqueda en todo de la
por escrito las motivaciones que constituyen el entramado o
voluntad de Dios, de orden y respeto mutuo; procurando la
arquitectura básica de su opción.
caridad de las aportaciones; aclarando la marcha y conclu-
Una confirmación interior de la bondad de esta opción yendo a su debido tiempo; o difiriendo a posterior ocasión
viene también del hecho de que esas sensaciones anterior- la conclusión»37.
mente descritas —el consuelo y la sintonía con el Evange- La función de este mediador-moderador es de gran
36
R. FARICY, a.c, 2-3. M. Ruiz JURADO, O.C, 193.

122 123
importancia. No es sólo quien da la palabra a todos y logra gares recónditos; no cabe duda de que, en nuestras comuni-
mantener el orden que permite a cada uno expresarse sin dades, hay gente capaz de reconocer la gracia actuante en
temores; ni siquiera es tan sólo un mediador o moderador los demás. Podría ser el superior, pero también podría ser
(papeles más bien pasivos y de regulación, como parece des- cualquiera de los demás hermanos o hermanas. Es maravi-
prenderse de las palabras de Ruiz Jurado), sino que debería lloso despertar esta capacidad de discernimiento que, sin
ser, sobre todo, un hermano con el carisma de discernimien- duda, está potencialmente presente en cada uno... En cual-
to para reconocer lo que podríamos llamar la trama de la quier caso, se trata de un papel indispensable para el discer-
unidad, es decir, aquellas ideas o consideraciones, aquellas nimiento comunitario.
alusiones indirectas o claras afirmaciones, aquellos valores
o referencias ideales que parecen repetirse en las diversas
intervenciones, remitiendo unas a otras, como formando una — La trama y los tejedores
sutil y delicada trama, la trama de la unidad, de una conver-
gencia que existe más allá de las divergencias, que tal vez La acción conciliadora y exhortativa de «Bernabé» debería
tenga dificultades para salir a la luz y que, precisamente por urgir a los participantes en la reunión a una especie de
eso, necesita de una persona espiritual, de la mirada benevo- reconsideración de los motivos y los impulsos espirituales
lente e inspirada capaz de reconocerla y de tejer sus hilos. que hay en la base de cada uno de los discernimientos39.
Una persona como Bernabé, hombre justo, enviado por la Reconsideración que podría llevar también a una actitud in-
Iglesia de Jerusalén a una comunidad donde había dispari- terior diferente en relación con la decisión tomada indivi-
dad de opiniones acerca de una posible apertura apostólica: dualmente, a la luz de esa trama de valores apenas esbozada
fue enviado allí para poner orden, para entender bien qué es y que, de todos modos, perfila ya un proyecto unitario: tra-
lo que estaba sucediendo y tomar una decisión que parecía ma, por tanto, de unidad.
difícil. Una vez llegado a esa comunidad, Bernabé vio «la Reconocer esta trama, captar su proyecto, ciertamente más
gracia de Dios, se llenó de alegría y exhortaba a todos a amplio que las intuiciones personales y, por tanto, más
perseverar con un corazón firme, fieles al Señor» (He 11,23). «verdadero» que la propia verdad, es signo de libertad inte-
Esto es lo que significa ser tejedor de la trama de la uni- rior; entrar en este proyecto, abandonando el propio o per-
dad: tener una mirada y un corazón lo suficientemente libres mitiendo que se modifique, sin traumas especiales, sino con
como para ver la gracia actuando, alegrarse y exhortar y con- serenidad y gratitud, porque todo esto no puede sino enri-
solar a todos (de hecho «Bernabé» quiere decir, «hijo de la quecer a la persona inteligente y que busca verdaderamente
consolación»38). De este «tejedor» tienen necesidad nuestras a Dios. Por el contrario, sería signo de cicatería y mezquin-
reuniones de discernimiento en el momento en que se com- dad impedir que las nuevas aportaciones y el esfuerzo que el
parten los discernimientos personales: momento en extremo grupo hace por compartir, tuvieran una influencia mínima.
delicado, momento de gracia, pero también de tensión por la El que se mantiene firme en su postura ni ayuda a la comu-
diversidad de opiniones, momento de pesimismo acerca de la nidad, ni da muestras de gran inteligencia.
posibilidad de llegar a una conclusión unánime, de la descon- Entonces, llegados a este punto, cada uno podría tomar
fianza que corre peligrosamente el riesgo de cundir. otra vez la palabra para exponer de nuevo su propia posi-
Nadie dice que haya que buscar a este «Bernabé» en lu- ción, ahora en cierta medida «corregida y aumentada» des-
pués de escuchar las intervenciones de los hermanos y en la
38
«José, llamado por los apóstoles Bernabé, que significa hijo de la
consolación» (He 4,36). Cf A. BARUFFO, O.C, 16.

124 125
línea de la trama unitaria intuida por «Bernabé»; más aún, hay que extrañarse si no se alcanza de inmediato un cierto
es como si, en este momento, cada miembro de la comuni- consenso.
dad desempeñara este papel, haciendo una aportación esen- A veces existe el acuerdo sobre el sentido general de la
cial y valiosa para volver a tejer esta trama ideal, que será, decisión o sobre los valores subyacentes: esto es ya
de este modo, cada vez más fuerte y más clara, y que se significativo e importante, pero todavía falta el consenso so-
presenta cada vez más como agradable a Dios. No ya un bre la decisión que mejor encarna esos valores en la vida
único tejedor, sino muchos tejedores que construyan juntos concreta. Por otro lado, lo propio del discernimiento comu-
la túnica inconsútil de la comunidad (cf Jn 19,23-24), unida nitario es tomar las decisiones por unanimidad, o bien ten-
en la búsqueda de la verdad. der a que la decisión sea lo más unánime posible. Cuando
El diálogo que surge y que debería llevar a la decisión no se da la unanimidad, se puede tomar la decisión de inte-
final no es —nos dice Laiti— un diálogo dialéctico, inspira- rrumpir la reunión y recurrir una vez más a un tiempo de
do en el modelo cultural que predomina en nuestros días y oración y reflexión, advirtiendo, no obstante, que se restrin-
cuyo objetivo es hacer prevalecer las propias razones, sino ja el campo de búsqueda a un par de posturas, simplificando
que se trata de un diálogo testimonial, «es decir, el diálogo de este modo el trabajo de discernimiento. Esta prolonga-
que pretende sacar a la luz los dones de Dios y su correcta ción no es algo extraordinario, ni hay que considerarla como
traducción como servicio al otro según su condición»40. un fracaso; lo negativo sería, si acaso, que los pesimistas de
Como decíamos antes, sería realmente un fruto maravi- turno se pusieran a entonar sus jeremiadas para anunciar
lloso del discernimiento comunitario que cada uno, ponien- que ellos ya sabían que no se iba a llegar nunca a una solu-
do en práctica este diálogo, se apropiara de este papel y se ción. Tenemos que estar siempre atentos porque, dentro de
convirtiera en tejedor de la trama comunitaria, descubriendo cada uno de nosotros, conviven Bernabé, el hijo de la conso-
dentro de sí a ese «Bernabé» que no busca su propio interés, lación, y este pesimista, hijo de la lamentación. A nosotros
sino el de los demás (cf ICor 10,24.33; Flp 2,4); que no es corresponde preferir a uno de estos hijos. Pero conscientes
esclavo de su verdad, sino que sabe reconocerla en los de- de que «para llegar a la verdad comunitaria habrá que sufrir
más; que no sabe qué es la envidia, sino que disfruta con- algo»41.
templando cómo actúa la gracia en los hermanos; que no En teoría habría que seguir hasta que no se alcanzara
envenena ni corrompe el aire que todos han de respirar con cierta unanimidad al establecer que una decisión concreta
ataques y sospechas, sino que exhorta a todos a perseverar permite encarnar un determinado valor evangélico y
con alegría; que no mira sólo lo que es lícito, sino que se carismático mejor que el resto de las propuestas.
preocupa de lo que construye la comunidad (cf ICor 10,23). Pero, ¿en qué sentido hay que interpretar esta unanimi-
Desde este diálogo se puede llegar ya a determinar la dad en la decisión final?
decisión concreta que se ha de tomar. Por lo general, no necesariamente en el sentido de que
todos hayan de tener la misma opinión, sino que se trata de
que el grupo se una al considerar una determinada opinión o
La decisión postura como signo de la voluntad de Dios.

De todos modos, no siempre bastará una sola reunión para


llegar a la conclusión del discernimiento comunitario. No
41
40
B. RUEDA GUZMÁN, Proyecto comunitario, Instituto Teológico de Vida
G. LAITI, L'autoritá al servizio della fraternitá, Verona 1997, 10-11. Religiosa, Madrid 1981 2 , 71.

126 127
— Unanimidad directa e indirecta 26); o bien se puede tomar la decisión de recurrir al voto de
los presentes, estableciendo igualmente el porcentaje nece-
Más en concreto, se puede hablar de unanimidad directa cuan- sario; o también, una comunidad, para un determinado tipo
do todo el grupo llega a una misma opinión. Puede parecer de discernimiento, puede optar por nombrar a un grupo res-
perfecto —y, en efecto, así es— que, en un determinado tringido o a una persona experta para que, a la vista del
momento, el grupo totalmente unido reconozca la voluntad trabajo realizado, emita una decisión final, etcétera.
de Dios en una idea que, a lo mejor, al principio había pro- En estos casos, mucho depende del tipo de discernimien-
puesto una sola persona. Pero no es siempre muy realista to que se lleve a cabo o del tipo de objeto a propósito del
esperar o pretender algo por el estilo, ni se da por desconta- cual se busca tomar una decisión. Lo importante es el prin-
do que este tipo de unanimidad represente de todos modos el cipio de que no hay que dar por sentado que sea la mayoría
ideal de un proceso de discernimiento. En una realidad lo que decide en un discernimiento comunitario, sino que lo
heterogénea —como es hoy la comunidad religiosa— la di- decisivo es que, en un determinado momento, se elige e
versidad de cultura y de experiencias se dejará sentir a lo identifica un signo de la voluntad de Dios.
largo de todo el proceso del discernimiento comunitario, ha- Diferente es, sin embargo, la situación de la comunidad
ciéndolo más trabajoso, pero también más rico. que lleva a cabo su discernimiento comunitario según las
En cambio, la unanimidad será indirecta cuando en el fases que acabamos de indicar y, después, lo pone todo en
grupo no todos son de la misma opinión, pero todos están manos del superior para que tome la decisión final. Este se
de acuerdo en que se ha producido un signo que manifiesta verá entonces ayudado por el trabajo de la comunidad y, al
la voluntad de Dios. Por ejemplo, un capítulo general suele mismo tiempo, será libre para decidir42. Más aún, en ciertas
elegir al superior general no por unanimidad directa, sino circunstancias esta podría ser considerada la situación nor-
indirecta, porque todos, incluso los que no han votado por la mal del discernimiento comunitario: «Nadie —subraya
persona elegida, admiten encontrarse ante un signo de la Laiti— puede renunciar al don de discernimiento ejercido
voluntad de Dios, signo puesto, en este caso, por el derecho por el que preside (de lo contrario estaría queriendo impo-
canónico, que reconoce en un determinado tipo de mayoría ner un rostro autónomo al don de Dios, y se expondría al
el porcentaje suficiente para que se produzca la elección. riesgo de vivirlo como propiedad privada, para ponerse por
encima de los demás). El que preside no puede hacerlo sino
en atención y a través de los dones de todos (de lo contrario
— El signo corre el riesgo de aislar su don, de no mantenerlo como
servicio a la fraternidad de la comunidad concreta que se le
Hay signos que, como el caso del ejemplo que acabamos de ha confiado)»43.
poner, vienen establecidos por la norma jurídica; otros, sin
embargo, pueden establecerse con anterioridad por el grupo 42
Así encontramos en la Regla de Taizé: «Para no favorecer el espíritu de
mismo, de común acuerdo, según algunos, ya en la fase de competencia, el prior tiene la misión, ante su Señor, de tomar la decisión, sin
información. estar atado por una mayoría. Desapegado de las presiones humanas, escucha
al más tímido con ¡a misma atención que al hermano seguro de sí mismo. Si
Por ejemplo, para la elección de Matías, el grupo de la se da cuenta de falta de acuerdo profundo en una cuestión importante, que
Iglesia primitiva resolvió confiar la decisión a la suerte, des- demore su juicio definitivo y tome, con el fin de avanzar, una decisión provi-
pués de un cierto camino de discernimiento comunitario in- sional, a reserva de volver sobre ello más tarde. Pues la inmovilidad es una
desobediencia para los hermanos en marcha hacia Cristo» (La Regla de Taizé,
tegrado por la oración, la penitencia y la determinación de Herder, Barcelona 19784, 25).
los criterios fundamentales para la elección misma (He 1,15- «G. LAITI, O.C, 10.

128 1 in
Todo esto, es decir, la libertad para indicar un signo y la de infalibilidad en esta búsqueda, o —peor aún— vincular
indeterminación del mismo, viene a demostrar, una vez más, nuestra realización a este tipo de certeza. La verdadera ga-
que lo principal en un discernimiento comunitario no es el rantía es esa confirmación que viene de la fe y que el cre-
objeto material lo que hay que decidir, sino el proceso que yente es capaz de leer en su interior. Discernir no significa
lo pone en práctica, la serie de actitudes que se exigen y el disponer del futuro, como si se conociera con certeza de
consiguiente camino de liberación psicológica y de purifica- antemano. Significa, más bien, saber entender e interpretar
ción evangélica, cansado y saludable, que hemos indicado. una dirección en el presente, que va más allá del presente y
que es coherente con la propia condición de creyentes y
consagrados. Como dice ejemplarmente Moioli: «Me parece
La confirmación cristiano obrar yo así; me parece evidente que yo pueda obrar
así; es prudente que lo haga; por tanto, Dios quiere que lo
La decisión tomada debe encontrar elementos de confirma- haga y que, haciéndolo, no encuentre la seguridad en el
ción. Un camino comunitario de discernimiento como el que saber de antemano, sino que la encuentre confiando en él y
hemos descrito en cierto modo no acaba nunca, bien porque confiándome a él... Sólo soy un hombre que busca tu volun-
la decisión tomada aguarda su cumplimiento, y este cumpli- tad; tal como la veo, creo poder caminar mejor; creo poder
miento supone su verificación, bien porque representa un echar a andar. Este "echar a andar" es bueno para mí: en
momento de experiencia de Dios, de su Palabra, pero tam- cualquier caso no me aleja de ti, sino que me lleva hacia ti,
bién de la fraternidad y de un modo de vivirla determinado cumpliendo un designio que todavía no conozco totalmente.
y sabio que, por su propia naturaleza, no puede ser algo En cualquier caso, tú estarás conmigo y yo contigo. Esto es
episódico y aislado en el tiempo. En este sentido hablamos el bien supremo»44. Esta es la mejor de las confirmaciones
de elementos de confirmación. interiores, o la típica consolación espiritual45 que puede y
Confirmación que puede ser de dos tipos: externa e interna. debe buscar el creyente, como aquel que ha hecho este ca-
La confirmación interna es la que proviene de las reac- mino con otros o que ha decidido «echar a andar» con sus
ciones espirituales ante la decisión tomada. Una reacción propios hermanos y, tal vez, podría ver una cierta precarie-
de paz profunda, de serena alegría en el Señor, de fuerte dad en todo esto, a la vista de cómo ha nacido y madurado
sentimiento de unidad con los propios hermanos es cierta- la decisión y de qué es lo que le espera.
mente un signo interno que confirma la elección realizada. Paradójicamente podríamos afirmar lo siguiente: el que
Sobre todo si estos sentimientos positivos se mantienen en una determinada decisión sea voluntad de Dios depende más
el tiempo, a pesar de las ocasionales dificultades objetivas de la actitud con que nosotros la vivamos que de Dios, cuya
que surjan de la decisión misma o que, incluso, hayan sido voluntad seguirá siendo un misterio para nosotros, mientras
creadas por ella. vivamos en esta tierra.
Pero recordemos que cuando estamos haciendo un La confirmación externa es la que proviene de la autori-
discernimiento no estamos comprometiendo a Dios ni su vo- dad legítima competente, en los casos en que se requiera y en
luntad misteriosa, sino que, en el mejor de los casos, nos
comprometemos nosotros mismos a buscarla, en la medida 44
G. MOIOLI, Discernimento spirituale e direzione spirituale, en L.
de nuestras posibilidades y con las ayudas con que conta- SERENTHÁ-G. MOIOLI-R. CORTI, La direzione spirituale oggi, Milán 1982, 64,
mos; y también nos comprometemos a llevarla a cabo una 70.
45
Cf IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirituales, nn. 314ss., en Obras
vez que nos parece haberla identificado. Por consiguiente no completas de san Ignacio de Loyola, I. IPARRAGUIRRE (ed.), BAC, Madrid
podemos exigir especiales garantías o signos extraordinarios 1952, 226ss.

130 131
los modos adecuados a la materia en cuestión. Cuando, por En cualquier caso, insistimos en que el discernimiento
ejemplo, un capítulo general discierne sobre algunos puntos comunitario es un instrumento importante para el crecimien-
de las Constituciones tomando decisiones que van más allá de to humano y espiritual, ofrece una oportunidad preciosa de
las Constituciones mismas, es necesaria una aprobación espe- maduración general a los individuos y al grupo; no sería
cial de ámbito superior. O cuando una comunidad decide rea- conveniente, por tanto, limitarlo tan sólo a unas circunstan-
lizar una compra, por encima de una cantidad concreta, o de cias extraordinarias de la vida comunitaria, cuando se debe
abrirse a un campo apostólico determinado, existe igualmente decidir algo importante; puede y debe, más bien, convertirse
la necesidad de confirmación por parte de un órgano superior. en una manera de vivir, de relacionarse, de crecer juntos en
Para concluir, la confirmación que podríamos considerar la tensión central de nuestra vida, la que nos lleva a buscar a
interior-exterior es la que viene de la vida, es decir, de la Dios y a ver su rostro reflejado en las circunstancias ordina-
puesta en práctica de la decisión tomada. Si la ejecución de rias de nuestro vivir. Debe convertirse en estilo de vida.
la decisión intensifica la vida teologal de los miembros de la Digamos que es el «estilo de vida evangélica y fraterna
comunidad, si aumenta el amor, y libera energías apostóli- de una comunidad que, fiel a su vocación, vive en un conti-
cas haciéndolas creativas, si produce una mayor «presencia» nuo dinamismo de búsqueda de la voluntad de Dios sobre su
o una mayor acogida recíproca de los hermanos o favorece vida y su misión. Es un modo de vivir juntos el propio
la comprensión y el camino común hacia la santidad co- carisma. Es la actitud de una comunidad que vive en un
mún46. Todo esto no puede sino confirmar la decisión desde estado de vigilancia evangélica y de decisión espiritual»48.
el punto de vista tal vez más fidedigno y visible, esto es, el El discernimiento, entendido como estilo habitual de vida
de la vida misma. comunitaria, es aún más importante que el discernimiento
Es evidente que cuanto más converjan los tres tipos de visto como un momento formal de decisión extraordinaria.
confirmación, mayor será la fuerza de la decisión. Si, por el Este segundo aspecto, vinculado a determinados momentos
contrario, faltan estos elementos de confirmación, habrá que de la vida en común, debería crear una mentalidad radical-
tener la humildad y paciencia suficientes como para volver mente opuesta a la tendencia individualista del buscador so-
sobre la decisión tomada. litario de Dios, mentalidad de comunión y de participación,
mentalidad que persigue recuperar la comunidad como lugar
teológico de la presencia de Dios, del hermano como media-
El discernimiento comunitario ción sorprendente de su voluntad, de las decisiones cotidia-
como estilo de vida nas como misteriosos fragmentos donde la divinidad se oculta
y se desvela, se entrega y nos espera. Si el discernimiento
«El discernimiento comunitario —dice ingeniosamente comunitario extraordinario no crea esta mentalidad que hace
Baruffo— es una realidad analógica; ha de ser ejercitado de que se convierta en algo ordinario, sirve de bien poco: no
forma mínima o completa según las circunstancias espiritua- será sino un esfuerzo inútil y artificioso, porque carecerá de
les en las que se desarrolla»47, o según las circunstancias continuidad en la vida de siempre y de todos.
generales en que se encuentra la comunidad, bien en lo que Por otro lado, la relación es también recíproca y funciona
respecta a la disponibilidad de tiempo, bien en lo concer- a la inversa: sólo cuando se ha creado esta mentalidad y exis-
niente al ambiente interno del grupo. te la disponibilidad habitual para la búsqueda común de lo
agradable a Dios, incluso en las cosas más pequeñas, sólo
Cf A. BARUFFO, O.C, 16.
Ib, 14. Ib, 3.

132 133
entonces existirá el clima adecuado en el que se puede cele- Ciertamente esto parece demasiado ideal, como una meta
brar un discernimiento comunitario en el sentido más técnico a la que tender, como esperanza que hay que mantener siem-
de la expresión. En este sentido también puede jugar un cier- pre viva en este tiempo, en determinadas jornadas comunita-
to papel el hábito de la collatio, especialmente cuando no rias más bien hastiosas. Pero también estamos convencidos
sólo es una actividad de oración programada y oficial, sino de que este es el futuro de nuestras comunidades, el punto
que se convierte en clima de comunicación espiritual sincera. de llegada de una formación que no podrá sino ser perma-
En este caso, la actitud habitual para este tipo de comunión nente.
puede facilitar también la puesta en escena de un proceso Por otro lado, ¿acaso no se ha dicho que vivimos hoy en
formal o informal de discernimiento comunitario, y todo esto día tiempos de discernimiento?
de forma natural, porque compartir la Palabra lleva, por su
propia naturaleza, a decidir juntos frente a la Palabra misma.
Por otro lado, sin embargo —y la objeción es obvia—, el
discernimiento comunitario que hemos descrito es muy com-
plejo; entonces, ¿como imaginar que pueda convertirse en
algo habitual un mecanismo que requiere un considerable
empleo de tiempo y un ritmo que difícilmente podemos per-
mitirnos? Es evidente que el esquema propuesto se refiere
tan sólo al discernimiento comunitario entendido en sentido
estricto. Cuando el discernimiento se convierte en estilo de
vida, asume el sentido más general de ese esquema, sus mo-
mentos más decisivos, los puntos clave. Por ejemplo, una
vez propuesto el tema, se podrá dejar un espacio de tiempo
de oración y reflexión relativamente breve (un par de días),
para tratar después de concentrar en una sola reunión comu-
nitaria el discernimiento que hay que hacer en común, con
la toma de decisión. Lo importante, más allá del tiempo y de
la articulación concreta de las diversas fases, es que la co-
munidad esté convencida de poder y deber vivir en común
las decisiones, como valioso momento de crecimiento co-
munitario, según las condiciones y las posibilidades concre-
tas de cada circunstancia, pero llegando, en cualquier caso,
a buscar juntos, a permanecer unidos ante Dios y su miste-
rio, a ayudarse mutuamente en este camino. Si una comuni-
dad insiste en este estilo y en este aprendizaje humilde y
paciente, todas estas cosas le saldrán cada vez con mayor
espontaneidad y naturalidad.
Y entonces dará testimonio, siempre con una mayor con-
vicción y eficacia, de la fuerza unificante de vivir juntos o,
mejor aún, de caminar juntos hacia el monte santo de Dios.

134 135
Capítulo 4 técnicas útiles para el bienestar y la convivencia, o como
metodologías relaciónales que se pueden separar casi total-
mente de una perspectiva creyente. Al contrario, es precisa-
Proyecto comunitario mente el modelo de la comunidad como pequeña Iglesia,
peregrina en el tiempo, como pueblo de caminantes que mar-
chan continuamente hacia metas desconocidas o no comple-
tamente conocidas, lo que nos propone una y otra vez todo
el alcance de significado y la densidad también teológica de
este instrumento de integración del bien, que el documento
sobre la Vida fraterna en comunidad recomienda vivamente
a las comunidades religiosas'.
Especialmente en tiempos como los que está viviendo
hoy la vida consagrada: un período de éxodo, de salida de
una etapa histórica o del tiempo de una cierta seguridad
El contenido de lo que estamos exponiendo está tan íntima- general (seguridad en cuanto a identidad, opciones apostóli-
mente relacionado en sus partes, que prácticamente podría- cas, inserción eclesial y social) para entrar en un período
mos incluirlo todo en un mismo capítulo y bajo un mismo nuevo, marcado por una gran incertidumbre, pero que tiende
epígrafe. Cuando una comunidad vive y comparte realmente a un futuro que, de todos modos, habrá de llegar; como una
la escucha de la Palabra y es capaz de aprender a discernir tierra prometida que aún no se ve, pero que se adivina, hacia
en común sus decisiones ante la Palabra misma y ante las la que es posible encaminarse, pero por senderos todavía
Constituciones que la interpretan, siempre con la misma im- oscuros.
plicación fraterna, es lógico que piense, con la misma acti- Hoy en día estamos llamados no sólo a «proyectar» en
tud y con una fórmula idéntica, también su ser y su obrar, este período de éxodo, sino también a proyectar el éxodo
no sólo en sus aspectos teóricos, sino también en las mismo.
concretizaciones existenciales tanto en sus ideales como en
sus programas, a corto y a largo plazo.
Estamos hablando del proyecto comunitario, pero no sólo Proyecto comunitario
como expresión de una comunidad en la que la collatio y el como instancia de renovación
discernimiento ya están dando fruto o se están convirtiendo
en estilo habitual, sino también como un modo concreto de El proyecto comunitario es un instrumento propio de este
entender las relaciones en el seno del grupo y como compo- tiempo de espera: viene a expresar la laboriosidad de la mis-
nente natural del modelo de comunidad que estamos tratan- ma, en absoluto pasiva, y su riqueza cuando se celebra en
do de perfilar en estos tres volúmenes. común. Es cierto que son éstos tiempos de incertidumbre,
pero no de caos en los que resulta imposible saber de ante-
mano qué pasos daremos de modo inmediato. El proyecto
Elaborar un proyecto en tiempos de éxodo comunitario nace del convencimiento de que se puede dis-
cernir qué hacer en este «hoy» de la historia que nos ha
Como venimos recomendando en los capítulos anteriores, 1
CfVFC 32.31.
hemos de evitar pensar en estas cosas simplemente como

136 137
tocado vivir, sin pretender saber exactamente cómo será el coherente y común, y de un modo de ser y de trabajar a
«mañana»; no se deja llevar por la pasión efervescente que través de una opción apostólica precisa en cuanto a su mo-
quiere descifrar o prever el futuro a largo plazo, sino que se dalidad y objetivos —finales e intermedios—, y una estrate-
contenta con proyectar el futuro más inmediato, el que se gia programada en el tiempo y sustentada por todo lo que
puede ver y comprender desde ahora. Pero lo hace con aten- permita su realización concreta.
ción y pasión, con discernimiento y coherencia, con la va- Así concebido, el proyecto comunitario se convierte en
lentía de revisar después el cumplimiento de las decisiones medio accesible a todos y a todas las comunidades, por me-
tomadas. A la luz del siempre sabio y actualísimo consejo dio del cual la tan ansiada renovación escapa al riesgo de
de los Padres de la Iglesia que, a quienes no hacían nada quedar incompleta o verse frustrada, bien porque es dema-
porque carecían de certezas sobre el futuro o, incluso, por- siado bonita y tan ideal que resulta intraducibie en las pe-
que les echaba atrás la imposibilidad de conocer bien la queñas cosas de cada día; o porque es demasiado abstracta
voluntad de Dios, solían dar una respuesta en estos térmi- y, por lo demás, difícil de entender hasta el punto de escapar
nos: «Vive y pon en práctica lo que has entendido hoy y, a la posibilidad de una verificación regular; o porque es
poco a poco, serás capaz de discernir y entender también el demasiado vaga en sus objetivos y tan distante de la vida de
mañana»2. todos que no apasiona a ninguno; o porque esta renovación
Más en concreto, en este duro éxodo de la vida consagra- ha sido formulada sólo, por unos cuantos y está muy lejos de
da, el proyecto comunitario viene a dar respuesta a una exi- los intereses de los demás hasta el punto de que queda muerta
gencia muy extendida: la de la concreción o traducción co- sobre el papel, como una teoría que no ha sido capaz de
herente, en la existencia cotidiana de una comunidad, de convertirse en estilo existencial, en vida o germen de vida
aquellas exigencias de renovación que nosotros mismos, desde que nunca ha llegado a ver la luz.
hace tiempo, estamos repitiendo con cierta desgana; o que
los documentos de la Iglesia (tan abundantes como sabios)
nos están proponiendo desde el Concilio hasta nuestros días; Proyecto comunitario
o que los capítulos generales —ordinarios y extraordina- como mediación indispensable
rios—, las constituciones renovadas y varios documentos pre-
parados por solícitas comisiones nos piden con insistencia; Yo creo, sobre todo, que el proyecto comunitario representa
y que la Iglesia, con su joven-anciano pontífice, y el mundo una mediación indispensable y providencial precisamente en
del 2000, con sus antiguas y nuevas riquezas y miserias, nos este paso: de las abstracciones teóricas generales y de las
ponen delante como un reto en este momento crucial de la concepciones doctas, a la vida real, la que vivimos en nues-
historia. tras comunidades, en el esfuerzo de un apostolado que, con
El proyecto comunitario es un modo muy sencillo, con- todas sus incertidumbres, sigue siendo lugar teológico don-
creto y a la medida de la comunidad individual (además de de el misterio se revela y, revelándose, salva y redime. Cons-
adecuarse al Instituto) de actuar al menos alguna de estas tituye también esta otra valiosa mediación: de las intuicio-
instancias, haciéndola operativa según las posibilidades rea- nes individuales o del trabajo de las consabidas comisiones
les de la comunidad misma a través de una elección de vida de expertos, a la capacidad programadora de todos los miem-
bros de la comunidad, responsables —porque son deposita-
1
rios del mismo carisma-— de delinear sus aspectos operativos
Citado por L. GUCCINI, Vita religiosa, un futuro da costruire. lndicazioni
per un itinerario, conferencia pronunciada en la Asamblea regional USMI de
o de decidir los modos concretos en que se ha de vivir.
Lombardía (Milán 15 de mayo de 1997) 10. En el plano funcional, el proyecto pertenece a la catego-

138 139
ría de las mediaciones, es una realidad intermedia entre la mente revisado; otras por quienes parecen tener miedo a
teoría y la práctica; entre el elevado cociente intelectual de reflexionar y no hacen sino multiplicar las experiencias sin
unos pocos y la sabiduría espiritual de todos; entre la gran aprender ni construir nada definitivo.
institución y la pequeña realidad local; entre los tiempos Más en concreto, y sintetizando, históricamente se han
largos y los breves; entre el capítulo general, que se celebra producido dos situaciones que en cierto modo han bloquea-
aproximadamente cada seis años y que dibuja para el futuro do en nuestros días el proceso de renovación de la vida
inmediato un cuadro general demasiado ideal, y la vida que consagrada. La primera, ya descrita a grandes rasgos, es la
discurre cada día y que en cada «hoy» necesita de una moti- situación de la renovación bloqueada en el momento de na-
vación concreta. Mediación, también, entre lo ideal y lo real, cer, en sus raíces. Es el caso de esa renovación principal-
entre lo general y lo particular, entre el objetivo final y las mente escrita, contenida en documentos, de considerable va-
etapas intermedias, entre la fidelidad y la creatividad. lor, es cierto, pero que no han dado a luz gran cosa en el
Así pues, el proyecto comunitario, precisamente en vir- plano de la vida concreta. No se puede decir que hayan sido
tud de su situación intermedia, permite aplicar una teoría del todo inútiles, pero, de hecho, deberían haber suscitado
haciéndola viva y, al mismo tiempo, proporciona espíritu y un proceso que, sin embargo, nunca echó a andar. La
orden, finalidad y modalidad a la acción, volviéndola inteli- desconfianza actual por parte de muchos hacia los documen-
gente y orientándola hacia una meta. Dicho de otro modo, al tos del tipo que sea (de la Iglesia o de las Congregaciones),
hacer un proyecto —y, sobre todo, al hacerlo juntos— evita- probablemente sufre las consecuencias de la frustración
mos convertirnos en esos teóricos empedernidos que piensan proveniente de esta renovación fallida, detenida sobre el pa-
que basta con tener unas ideas claras acerca de la teología pel y, en cierto modo, abortada.
de la vida consagrada o del propio carisma para renovarlo La otra situación referente a la renovación que no se ha
todo; así como tampoco se corre el riesgo de que nos con- producido se encuentra en el extremo opuesto: es la renova-
virtamos en meros operarios rutineros que cifran la renova- ción aislada y bloqueada, esta vez en el individuo, que ha
ción exclusivamente en el «hacer», en el «organizar», en el pretendido llevarla a cabo e interpretarla —o se ha encontra-
«correr», sin «perder tiempo» discutiendo y programando. do, sin culpa, haciéndolo— él solo, sin la participación ni
Tal vez sea lo que más nos ha faltado en este tiempo, el apoyo de la comunidad. Por consiguiente, se ha tratado
desde el posconcilio hasta nuestros días, con el riesgo de de una renovación débil, sin perspectivas, precisamente por-
convertirse en el tiempo de las promesas no mantenidas o de que carecía de raíces y... de familia. Pues la renovación o es
una renovación más cacareada que realizada; un tiempo do- comunitaria o no es renovación.
minado unas veces por el grupo de los «intelectuales», un Y sin embargo, como puede verse, en ambos casos lo que
tanto rigoristas y formales, otras por el de los «emprendedo- ha fallado ha sido justamente la comunidad y, más en con-
res», un poco empíricos y manipuladores; en unas ocasiones creto, la comunidad en su papel programador y, por tanto,
por los defensores del discurso de los valores y de las «ideas mediador; ese papel de intermediario que la comunidad des-
claras», menos atentos, sin embargo, a la relevancia de la empeña situándose entre la institución general y el indivi-
historia y de las situaciones; en otras, por quienes están con- duo, entre carisma (con Constituciones y documentos va-
vencidos de que las circunstancias son tan variadas que no rios) y religioso que actúa directamente en el campo de
resta sino ponerse en manos de la inspiración del momento, trabajo, papel que la comunidad lleva a cabo, de hecho, a
del pragmatismo o del espiritualismo, presumiblemente im- través del proyecto comunitario; con una función estratégi-
provisando; unas veces por quienes se mueven sólo cuando ca y absolutamente insustituible, que permite la comunica-
todo está bien definido, organizado y garantizado y final- ción entre las partes y garantiza, de este modo, la posibili-

140 141
dad de renovación y su consistencia y fidelidad tanto en su yectar» no quiere decir simplemente «programar», sino adop-
origen como en las personas que tienen que llevarla adelante tar ante uno mismo, ante la vida y ante el futuro una actitud
realmente. constructiva, valiente y confiada. Estos son los tres signifi-
Me parece un punto importante por clarificar en estos cados fundamentales y progresivos de «proyectar».
tiempos de éxodo, todavía repletos de incertidumbres. La
renovación tiene una estructura comunitaria y un movimien-
to circular; parte de una intuición o análisis detallado de — Inventar algo
tipo carismático, pero llega a la realidad concreta sólo a
través de la mediación de la comunidad, que traduce todo Ante todo, «proyectar» significa, en su sentido más eviden-
ello en proyecto que todos los miembros del grupo, indivi- te, idear algo y concebirlo con la propia mente y desde la
dual y comunitariamente, pueden finalmente llevar a la prác- propia capacidad inventiva, algo nuevo y original, porque es
tica. En esta secuencia no se puede pasar por alto ningún personal, no copiado ni recibido de otros. El que proyecta
elemento: el uno remite en movimiento circular al otro, en algo es su autor, y aunque sean otros los que, con posteriori-
un proceso ininterrumpido que gira en torno a la comuni- dad, la hayan llevado a la práctica, esa idea o esa actividad o
dad, como centro que reelabora las orientaciones fundamen- esa invención es suya, por pequeña y discreta que sea; él ha
tales y las traduce en proyecto de vida para toda la comuni- sido el que la ha engendrado, es expresión de su identidad
dad, las clasifica y distribuye en compromisos fácticos y inconfundible, es creación suya, genuina, como todo lo que
concretos para cada uno de los consagrados. es «hecho en casa». Esto implica un cierto esfuerzo, pero
también permite descubrirse a sí mismo, descubrir aquello
Estoy realmente convencido de que hoy existe un vacío
de lo que uno es capaz, esas energías que a menudo corren
al respecto, vacio de una voluntad o actitud programadora
el riesgo de quedar ocultas, inexploradas, sin expresarse.
por parte de la comunidad. A causa de lo cual, los docu-
mentos que llegan desde arriba se quedan sin «traducción Hay un artista dormido en nuestro interior: «proyectar»
operativa», como si estuvieran escritos en una lengua desco- quiere decir despertarlo; dejarlo dormir significa vivir la vida
nocida, sin que nadie emprenda esta tarea; mientras, el indi- (también la consagrada) como un hastío mortal.
viduo se queda solo en un camino de renovación que, por su
propia naturaleza, supone sin embargo el compromiso de
toda la comunidad. — Más allá de uno mismo

Pero «proyectar», sobre todo si acudimos a la raíz del ver-


Proyectar juntos bo, también puede querer decir lanzarse uno mismo más
allá de sí4. Aquí el sentido no es meramente reflexivo,
Puede ser de gran utilidad recordar el significado literal, la autorrevelador de sí, sino que implica una operación que va
raíz etimológica del verbo «proyectar». Ya aludimos a ello
en el volumen anterior3, pero ahora esta operación semánti- 4
La partícula griega pros significaría precisamente «más allá de». [Se-
ca vuelve a ser importante, aunque no nos mueva precisa- gún el diccionario de la RAE, «proyectar» proviene del latín proiectare, in-
tensivo de proiicere, arrojar; en la primera de sus acepciones se nos dice: «1.
mente una intencionalidad exclusivamente filológica. «Pro- tr. Lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia». En el original italiano, el
término «progettare» —que el autor escribe como «pro-gettare» en esta sec-
3
Cf A. CENCINI, La vida fraterna: comunión de santos y pecadores. Si- ción— incluye la raíz verbal «gettare» —echar, arrojar, tirar—, juego que no
gúeme, Salamanca 1998, 20-22. se mantiene en castellano. N. del T.]

142 141
precisamente más allá de lo que la persona es o considera en las manos de, entregarse uno mismo, la propia vida, la
ser. El que «proyecta» o «se proyecta» no se contenta con realización de los propios deseos, especialmente los que van
permanecer dentro de los límites de su yo actual, de lo que más allá de las propias posibilidades, pero que forman parte
es fácil y está seguro de saber hacer, sino que se propone del yo ideal, que atraen hacia sí.
romper en cierto modo con estos límites, sobrepasarlos, in- Por otro lado, el ser humano debe entregarse —a qué o a
tentar algo nuevo, algo que nunca había intentado antes, aun- quién, será él quien lo decida—, pero en todo caso tiene que
que sea arriesgado. respetar esta ley psicológica. El que se «proyecta» —en el
En este sentido, «proyectar» significa, en rigor, diseñar sentido que estamos considerando— no se cierra dentro de
una realidad inédita, expresa la osadía de arriesgarse y no una lógica exclusivista y limitada a pequeños intereses o
darse por satisfecho con la repetición, repetición tal vez por considerada desde sus solas fuerzas, sino que se abre a la
miedo al fracaso (y con la ilusión de ser así más realista o confianza y a la esperanza, apostando por algo (un ideal) o
humilde). por alguien más grande que él y digno de su confianza.
Precisamente por esto, quien tiene el valor de proyectar María, una vez más, es el ejemplo más significativo de
la vida pone los cimientos para permanecer siempre joven y esta entrega de sí: cuando acepta el anuncio divino, se pone
no envejecer, mantiene frescas sus fuerzas y su capacidad totalmente en las manos de Dios («He aquí la esclava del
para cambiar, para convertirse, para renovarse. Y no en cual- Señor»); no entiende bien cómo podrá realizarse este pro-
quier dirección, sino en una perspectiva autotrascendente, yecto («¿Cómo será posible, si no conozco varón?»), pero,
en un plano más propiamente espiritual. Mientras que, en también por ello, se entrega a aquel que es omnipotente
términos psicológicos, sólo gracias a esta operación descu- («Hágase en mí según tu palabra»). Y lo imposible llega a
bre el individuo su yo ideal; es decir, no sólo lo que es, sino ser posible (cf Le 1,26-38).
lo que está llamado a ser, lo que podría llegar a ser si siem-
pre mostrara el valor de «autoproyectarse», el valor de «lan-
zar el corazón más allá de los obstáculos». — Juntos
Cuando María acoge las palabras misteriosas del Ángel y
acepta convertirse en madre del Salvador, lleva a cabo Resulta fácil aplicar estos significados progresivos a la co-
exactamente —en el plano humano-psicológico— este tipo munidad en cuanto agente que elabora un proyecto. Más
de operación autotrascendente: elige algo que está claramente aún, cuando es la comunidad la que «proyecta», sucede como
«más allá de» lo que siempre había pensado de sí misma o si estos significados se potenciaran y parece que se acentúa
para su futuro; algo en cierto modo «más allá» de sus fuer- más todavía el carácter tensional ya evidente en ellos.
zas y de su humanidad, hasta el punto de parecerle imposi- Una comunidad que elabora un proyecto, o aquella en la
ble. Con todo el temor que esto implica. que sus miembros están habituados a pensar de modo cohe-
rente el propio ser y obrar, construye su futuro inmediato
gracias a la colaboración de todos y a los dones personales
— Entregarse y confiar que se comparten, dones naturales y dones recibidos por
gracia, dones de sabiduría espiritual y de creatividad (1 er
Finalmente, hay un último significado, tal vez menos evi- significado).
dente y, por lo general, menos ligado a la idea de «proyec- Esta puesta en común de los bienes no consiste simple-
tar». Si la raíz de este verbo incluye el latino proicio, enton- mente en la suma o yuxtaposición de los mismos y tanto
ces proyectar significa también confiarse a alguien, ponerse menos en su oposición más o menos conflictiva sino que,
144 US
cuando se regula según las normas y con el espíritu del Definición
discernimiento comunitario, desplaza generalmente hacia ade-
lante el objetivo que la comunidad pretendía alcanzar al prin- Vamos a tratar ahora de definir este valioso instrumento para
cipio, más allá de aquello que la comunidad misma parece- la integración del bien y camino de renovación de la vida
ría capaz de conseguir según una valoración exclusivamente consagrada de nuestros días.
racional de las capacidades de los individuos: la comunidad, No tomamos la definición de un texto científico, sino de
en efecto, no resulta de la suma o del conjunto de sus miem- una carta circular de un Superior general que ha comproba-
bros (2o significado). do la importancia de este instrumento y lo recomienda a sus
Por tanto, una comunidad que programa con este espíritu religiosos. El proyecto comunitario es «un instrumento con
se encuentra necesariamente con la necesidad de desplazar el que, como comunidades locales, nos decimos a nosotros
también el punto de referencia de su obrar: no ya ella mis- mismos quiénes somos, qué queremos ser, qué tenemos que
ma, sino la fuerza de una idea que viene de lo alto; no ya el hacer, cómo lo podemos hacer, cuándo y con qué medios»6.
cálculo puntilloso (¿cuántos somos?, ¿con qué aptitudes?, Hasta aquí los elementos que integran la definición, aun-
etc.) a la hora de determinar y garantizar una opción, sino la que expresados de forma muy simple. Después la carta sigue
certeza de que se lleva adelante un proyecto de Dios. Nada ofreciendo otros elementos significativos. «No se trata de
más lógico —si el proyecto divino está en el origen— que crear una identidad y una misión de la nada [...]; sin embar-
ponerse en las manos del único que puede asegurar la reali- go, una comunidad ha de forjarse constantemente. Siempre
zación del proyecto y que justifica cualquier riesgo. En cual- puede mejorar en su vida consagrada y apostólica. El cambio
quier caso, esto es condición indispensable de la renovación de personas requiere una nueva sintonía y, tal vez, la
(3er significado). redefinición de los roles. Circunstancias cambiantes pueden
exigir adoptar nuevas estrategias y medios diferentes. Todo
«Este proyectar y proyectarse juntos rejuvenece la vida y
esto ha de ser analizado al comienzo de un nuevo curso y ha
renueva la vida común, impidiendo que se fosilice o se man-
de confluir en el proyecto comunitario, al que cada uno apor-
tenga estéril y aburrida, porque así destruye el amor y la
ta la propia experiencia, sus intuiciones y sus sugerencias»7.
fraternidad y al final vacía y desnaturaliza la fidelidad. Don-
de se acostumbra a proyectar la vida y la consagración, nun- Podemos intentar descomponer los elementos centrales de
ca se da nada por descontado, ni siquiera la fe, y tampoco la definición, tanto en su parte más esencial, como en la
las respuestas que esa fe ha de dar a las expectativas del descriptiva. Veremos cómo el proyecto comunitario tiene mu-
momento histórico. Al contrario, todo se remite al motivo chos elementos en común con el discernimiento comunitario.
que provocó la opción de cada uno y el nacimiento de la
comunidad, a esa evangelicidad carismática que todo lo sos-
tiene y que no puede ponerse entre paréntesis ni el más Sujeto
mínimo instante»5.
Si este es el sentido de «proyectar», en el ámbito indivi- El sujeto del proyecto comunitario es, ante todo, la comuni-
dual y comunitario, entonces bien podemos decir que el pro- dad local. Las comunidades constituyen el eslabón impres-
yecto tiene algo en común con la profecía, porque implica cindible que conecta las instancias superiores (la congrega-
considerar con una mirada profética la propia vida y la pro-
pia comunidad. 6
G. INVERARDI, citado por A. DALL'OSTO, Progetío comunitaria, Tesdmoni
2 (1989)3.
7
5
A. CENCINI, O.C, 22. Ib.

146 147
ción en su totalidad o el capítulo general) y la realidad Protagonistas
operativa. Cualquier proyecto de renovación tiene que echar
cuentas con la voluntad y la disponibilidad responsable de la Los protagonistas responsables del proyecto comunitario son
comunidad local y entrar en ese ámbito. Y no sólo porque la los componentes individuales de cada comunidad. Aunque
comunidad represente en cierto modo una extensión del Insti- sea la comunidad local la titular del proyecto, quienes de
tuto, una especie de longa manus que realizaría en la periferia hecho lo conciben y definen sus partes son los hermanos,
cuanto se ha decidido en el centro, sino también porque la las hermanas, cada uno en particular y todos en su conjunto.
comunidad, como decíamos poco antes, tiene su peculiar ori- No sólo el superior.
ginalidad (la de sus miembros) y, sin duda alguna, tiene algo La idea misma de proyecto sugiere el papel destacado
nuevo que ofrecer a propósito de esta renovación. «de la persona como portadora de intencionalidad traducible
El proyecto comunitario es expresión de todo ello; tanto en acciones y, en el seno de esta dinámica, susceptible de
de la fase receptiva de las indicaciones que provienen del ser enriquecida, revisada, replanteada»8; por tanto, progra-
centro, como de la fase más típicamente creativa de los cami- mar quiere decir, para el individuo, aportar toda su inteli-
nos a seguir, de los estilos que conviene adoptar, de las pe- gencia, puesta al servicio del ideal que se pretende realizar
queñas acciones que se deben llevar a la práctica. La auténti- por medio de acciones específicas que tienden a un objetivo.
ca renovación es la resultante de ambas dimensiones en una Pero no sólo. La elaboración de un proyecto es expresión
síntesis armónica y fecunda. El camino de renovación de la de una fidelidad que es dócil y flexible, propia de quien es
vida consagrada nace efectivamente en los capítulos, puede consciente de no haberlo comprendido todo, ni de sí mismo
ser estimulado e iluminado por los documentos, pero poste- ni de Dios, ni de los hermanos ni del carisma. Por eso hay
riormente se hace realidad en cada una de las comunidades que estar abiertos a las aportaciones de los demás, a sus
locales. Corresponde a los capítulos generales y provinciales sugerencias enriquecedoras y a sus análisis, pero sin perder
hacer la programación fundamental, válida para todo el Insti- de vista, ni siquiera un instante, a quien es Irrenunciable.
tuto o la provincia, pero a las comunidades locales les toca Por esto, el proyecto comunitario construye la comunión en
definir el proyecto comunitario. Es una responsabilidad con- la comunidades. Y la comunidad se convierte cada vez más
creta. Hasta que la idea o el programa no se encarnan en una en fruto de la acción y de la colaboración de todos. «La
persona y no se convierten en proyecto de varios individuos, participación en este trabajo otorga a cada uno, cualesquiera
en su ser y en su obrar, no nace nada nuevo. que sean sus medios y sus afanes, el derecho a decir: soy,
Por tanto, cuando no se desencadena el proceso de renova- quizá, diferente de los demás, pero estoy integrado en la
ción, la comunidad debe preguntarse seriamente acerca de la comunidad, estoy identificado con su carácter, si hay que
propia responsabilidad de cara a la renovación misma, antes dar una definición de la comunidad, estoy comprendido en
de echar las culpas al «centro» (o, si se prefiere, a «los de ella»9 (a condición de que ese «derecho» y ese «estar identi-
arriba»). Del mismo modo, si en un Instituto no se renueva ficado» no se entiendan como reivindicaciones indiscutibles).
nada, los superiores mayores deben igualmente preguntarse A este respecto, un superior general, hace ya tiempo, ha-
si han ofrecido los estímulos correctos y han promovido el blaba de algunos religiosos «en crisis» con sus superiores
adecuado espíritu de libertad e iniciativa que responsabiliza mayores, «enfadados», por diversas razones, con la institu-
a toda comunidad al proyectar y realizar la renovación en
cuestión. 8
G. LAITI, Per un progetto comunitario, Verona 1997, 1.
9
B. RUEDA GUZMÁN, Proyecto comunitario, Instituto Teológico de Vida
Religiosa, Madrid i981 2 , 70.

148 149
ción central, y poco dispuestos a colaborar con ella, pero de acontecimientos o episodios que interpelan a la comuni-
que fueron «recuperados» —en cierta medida— para el Ins- dad de varias maneras).
tituto en su capacidad de acción creativa precisamente por el Una comunidad está viva en la medida en que tiene le-
proyecto comunitario. Estimulados por la lógica del proyec- vantadas y en guardia sus antenas, que es capaz de captar el
to o por el hecho de encontrarse juntos programando la vida más sutil murmullo de la historia de su entorno, que se sien-
y el apostolado, no pudieron echarse atrás ante responsabili- te desafiada por lo que pasa, que no se conforma con juzgar
dades concretas; es más, se sintieron en cierto modo retados (y, tal vez, con condenar), sino que se pregunta por su papel
a encargarse de aquello que criticaban a los superiores y ante esas rupturas y contradicciones de la vida social, que
llamados a hacer su aportación. Esto que a veces es difícil a deja que le afecte lo que sucede y, si es necesario, deja que
nivel oficial y de relaciones institucionales, se vuelve más esto mismo la cuestione, en virtud de la gracia recibida y de
practicable en la dimensión de la vida cotidiana, que es el la responsabilidad que de ella nace.
ámbito propio del proyecto comunitario. Las comunidades intocables e «inoxidables», por el contra-
rio, no sentirán la necesidad de programar la vida ni harán
nunca un proyecto comunitario, si no es para insistir en lo
Puntos de referencia que siempre se ha dicho y confirmar su sutil presunción.
Serán comunidades de un extraordinario inmovilismo, ape-
Los puntos de referencia remotos del proyecto comunitario nas rozado ligeramente por la historia.
son la Palabra de Dios y la Regla de vida o las Constitucio- Y si este es tiempo de éxodo, ¡están todavía en Egipto!
nes, los dos elementos estructurales de la vida de un consa-
grado y de una comunidad de consagrados. Y precisamente
son estos dos elementos los responsables de la condición Presupuesto fundamental
autotrascendente del proyecto, operación en la que el indi-
viduo y el grupo están invitados a ir más allá de una pers- Entonces no sólo hay elementos comunes entre el discerni-
pectiva sólo inmanente. Al mismo tiempo, son también es- miento comunitario y el proyecto, sino que el primero es
tos dos polos los que marcan el ámbito del que no puede condición indispensable del segundo, constituye en cierto
salir todo proyecto comunitario: cuanto se decida y propon- modo una de sus fases preliminares, absolutamente impres-
ga a la comunidad deberá ser una interpretación y aplica- cindible. En efecto, para trazar la fisionomía de la propia
ción de lo que Dios ha dicho y de lo que prescriben las comunidad, primero es necesario interrogarse ante Dios de
Constituciones. modo individual y como grupo, y recorrer ese camino que
Los puntos de referencia próximos son, sin embargo, las conduce a una decisión concreta e iluminada por su Palabra
indicaciones más inmediatas y contingentes que permitan y por el diálogo fraterno, como hemos visto en el capítulo
llevar a la práctica la Palabra divina y la Regla humana: las anterior. De este modo, vuelve la imagen unitaria de una
orientaciones del capítulo general y provincial, la programa- comunidad reunida en el nombre del Señor y convocada por
ción de la Iglesia local, las necesidades de la zona, la situa- su Palabra (collatio), para buscar todos juntos la verdad con
ción general de la comunidad (en el plano de la fidelidad un corazón libre y una actitud responsable (discernimiento
carismática, del testimonio evangélico, de la calidad de las comunitario) y estar en el mundo y en la Iglesia según el
relaciones...), determinadas exigencias tanto en el ámbito es- proyecto de Dios (proyecto comunitario).
piritual (por ejemplo, las que surgen en unos ejercicios espi- Por otro lado, aunque el discernimiento comunitario sea
rituales) como en el apostólico (retos que pueden provenir condición indispensable del proyecto, se diferencia de él en
150 151
que este último tiende sobre todo a la ejecución o a la defi- y en este período de la Iglesia, dentro de la realidad del
nición de un marco de acción que pueda llevarse a la prácti- Instituto y en el camino que está recorriendo, según las últi-
ca. Así como también se diferencia del manual o prontuario mas disposiciones capitulares o las recientes indicaciones
que, de suyo, no tiene en cuenta la intencionalidad del indi- del superior general (esto corresponde al proyecto comunita-
viduo, mientras que el proyecto comunitario está construido rio propiamente dicho).
en su totalidad, como ya hemos señalado, gracias a las apor- Así pues, tenemos tres pasos consecutivos: el marco ge-
taciones peculiares de los individuos y a la voluntad de to- neral de valores, la programación específica básica y el pro-
dos de responder a la llamada común del Señor en el hoy de yecto comunitario propiamente dicho, como tres niveles pro-
la historia y de los signos de estos tiempos. gresivos, que desde lo más general se estrechan cada vez
más hacia lo particular, desde lo abstracto a lo concreto,
desde lo doctrinal a lo existencial, con sus criterios y puntos
Objeto de referencia correspondientes: Palabra de Dios y Magiste-
rio de la Iglesia (en el caso del marco general de valores),
La cuestión del objeto del proyecto comunitario remite a la las Constituciones o Regla de vida y los capítulos general y
definición del ámbito del proyecto mismo. Ciertamente el provincial (en el caso de la programación básica) y, final-
proyecto comunitario tiene un marco de referencia irrenun- mente, la comunidad local (en el caso del discernimiento
ciable (constituido por la Palabra y por las Constituciones) comunitario). Es importante, para no caer en equívocos, dis-
del que deriva el conjunto de valores e ideales en los que tinguir bien estos tres niveles y relacionarlos correctamente.
todo consagrado reconoce su propia identidad; pero, por otro En determinados casos, es decir, cuando la comunidad ha
lado, exige una programación contextualizada en cuanto a clarificado con anterioridad los dos primeros, se podrá pasar
ambientes, tiempos, condiciones, medios e instrumentos, ener- inmediatamente al tercero, de lo contrario será necesario al
gías necesarias y disponibles. menos recordar los elementos fundantes antes de pasar al
Dicho de otro modo, la peculiaridad del proyecto comu- proyecto propiamente dicho.
nitario no consiste en volver a proponer temas esenciales En cualquier caso, entre los tres niveles existe una rela-
sobre los que discutir y decidir («No se trata de crear una ción circular, que ha de quedar suficientemente garantizada
identidad y una misión de la nada», recuerda Inverardi), sino por su relación teórica y su correspondencia práctica, del
que consiste en decidir cómo realizar, aquí y ahora, ese mismo modo que en toda persona hay, o debería haber, una
valor determinado. Una cosa es dialogar sobre la identidad coherencia entre los motivos fundamentales, las perspectivas
del consagrado en el ámbito bíblico y teológico (lo que cons- existenciales y las actividades concretas.
tituiría el marco general de valores); otra distinta es clarifi- En general, cuanto más firme y clara es la referencia a
car el modo en que tal identidad puede expresarse en la los valores de fondo, generales y específicos, más claro y
Iglesia y en el mundo, a la luz del propio carisma y de las concreto podrá ser el proyecto que realiza esos ideales. En
propias Constituciones (esto vendría a ser la programación cualquier caso, el proyecto comunitario debe llegar a este
específica básica que tiene ya una concreción en la Regla de grado de concreción, de lo contrario servirá para poco. Su
vida del Instituto); otra cosa es, también, comprender y for- objeto típico y propio es la concretización existencial del
mular qué es lo que podemos hacer hoy, en esta comunidad, marco que define; su principal atribución es la confronta-
ante esta situación local, entre esta gente, en la misión que ción con la realidad de cada día, por medio de una opción
nos ha sido confiada, con las fuerzas que tenemos a nuestra que pueda realizarse en todos sus aspectos y que toda la
disposición y siendo los que somos, a lo largo de este curso comunidad pueda llevar a la práctica.

152 153
Por esta razón, el proyecto comunitario también está estre- ella; el segundo objetivo es el crecimiento del grupo como
chamente relacionado con la formación permanente, pues de- comunión fraterna de vida y de propósitos.
finir el proyecto comunitario significa confrontarse inevita- Hay un fin en el proyecto comunitario que podríamos
blemente con la propia identidad y con los valores llamar esencial, porque afecta precisamente a la naturaleza
fundamentales del propio carisma, para encarnarlos en el pre- de este instrumento y que es entendido directa y explícita-
sente. Más aún, en este punto el proyecto comunitario se con- mente como tal por los que se reúnen para programar en
vierte en instrumento habitual de formación permanente. Exac- común; y existe otro fin que no es querido ni entendido
tamente como la collatio y el discernimiento comunitario. directamente, pero que constituye una consecuencia agrada-
Por el contrario, una comunidad que no proyecta su ble y provechosa del proyecto. El primer objetivo es, pues,
existencia o que sólo programa el horario y los cargos ofi- discernir la voluntad de Dios aquí y ahora, en relación con
ciales, pierde una preciosa ocasión de crecimiento y de revi- nuestra comunidad; el segundo será la progresiva unión de
sión, de formación continua en el tiempo; y camina hacia un la misma". En términos todavía más precisos y pertinentes
lento proceso de de-formación que la aleja cada vez más del podemos decir que el primer objetivo del proyecto comunita-
auténtico proyecto de sí misma. Cuando no existe formación rio es buscar el proyecto que Dios ya tiene para con noso-
permanente, no sólo hay una falta de formación, sino que se tros; sólo en el interior de esta búsqueda será posible discer-
produce una verdadera y propia de-formación. nir y formular nuestro proyecto comunitario como acogida y
respuesta al proyecto divino. Entonces la comunidad vivirá
en medio de la paz y la concordia.
Fin En cualquier caso, es importante la distinción que hemos
señalado: sólo la primera finalidad, la esencial, ha de ser
Ante una estructuración del discurso como la que estamos entendida explícitamente; es decir, todos han de quererla
proponiendo, con varios niveles en cuanto a puntos de sinceramente y a todos se ha de indicar como el verdadero
referencia y también una diversificación del objeto propio motivo del proyecto comunitario. La segunda finalidad será
del proyecto comunitario, cabe esperar una diferenciación sólo una consecuencia de esta actitud, porque la paz y la
también a propósito del fin- al que tiende el mismo proyecto armonía de una comunidad religiosa no son bienes que haya
comunitario. que buscar explícitamente, son sólo un don de lo alto. Nin-
En un volumen que tal vez esté entre los primeros escri- guna comunidad debe convertirlos en un objetivo declarado,
tos sobre el tema y que aún mantiene su validez, encuentro porque de hecho se decide vivir juntos en el nombre del
una afirmación sobre esta cuestión que suena como sigue: Señor no por nuestro bienestar psicológico o espiritual, sino
«El primer resultado del proyecto ha de ser el desarrollo y para buscar juntos a Dios, para testimoniarlo como el mayor
crecimiento del ser comunitario; el segundo resultado, que bien, como aquel que elimina las diferencias, y para llevar a
nos pongamos a discernir juntos lo que Dios quiere de la cabo una misión que va más allá de nuestras personas. Sólo
comunidad, aquí y ahora»10. Creo que es exactamente lo con- cuando no se busque en primer lugar el propio bien y el
trario: el primer objetivo del proyecto comunitario es dis- propio bienestar, sino sólo a Dios, nos vendrán dados tam-
cernir lo que Dios da hoy a la comunidad y lo que quiere de
" Algo así como lo que también sucede en el discernimiento comunita-
10
Ib, 110. Todavía es más ambigua, en nuestra opinión, la siguiente rio, cuyo primer objetivo (objeto formal, como lo hemos llamado nosotros)
afirmación del mismo autor: «Esta es la finalidad del proyecto comunitario: es buscar lo que Dios da y quiere y, sólo en segundo lugar (o como objeto
trabajar en comunidad para hacer la comunidad» (p. 49). material), buscar la respuesta a Dios más acertada.

154 155
bien esos bienes «por añadidura» (cf Mt 6,33) y la comuni- los miembros de la comunidad puedan realizar. El realismo
dad conocerá la armonía y será testimonio de la paz. es precisamente su arma más eficaz.
Ciertamente este discurso excede el tema que estamos De estas dos exigencias en apariencia contradictorias, sur-
tratando, pero la lógica del proyecto comunitario ofrece una ge una tensión inevitable e insuperable: ha de haber algo de
ocasión concreta para recordar esta importante distinción e utópico en un proyecto comunitario, de lo contrario se corre
insistir en ella. En efecto, da la impresión de que en muchas el riesgo de programar la inercia y legitimar la mediocridad
comunidades hay una cierta confusión al respecto (y la frase y la repetitividad. Al mismo tiempo, el proyecto no puede
que hemos citado al principio vendría a confirmarlo) y que pedir imposibles o exigir sistemáticamente a cada miembro
—paradójicamente— no hay suficiente armonía y unión en de la comunidad un heroísmo cotidiano.
las comunidades o que faltaría un cierto bienestar psicológi- Ciertamente, no vamos a pretender resolver aquí esta con-
co precisamente porque estas realidades son objeto de una tradicción; nos limitamos simplemente a hacer algunas
tensión excesiva, porque se buscan demasiado directamente, observaciones. La primera, acerca del significado de los tér-
como bienes primarios, mientras que, por el contrario, sólo minos. «Utopía» significa literalmente «plan, proyecto, doc-
son bienes secundarios, que únicamente se pueden alcanzar trina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el
como consecuencia involuntaria, no perseguida directamente, momento de su formulación. Lugar que no existe»'2. Añada-
de una finalidad trascendente: la búsqueda de algo que es mos inmediatamente que no entendemos este término con
superior. Son un don, no una conquista, y un don que se este significado tan radical. No es verdad que todo lo que ha
entrega a quien no lo busca excesivamente ni se preocupa de prescribir el proyecto comunitario no exista en ningún
demasiado por sus propios intereses. lugar: se encuentra ya en la Palabra de Dios y en las Consti-
Es una ley psicológica, aunque también evangélica, muy tuciones; el problema, si acaso, es que con el tiempo ha
próxima a las palabras de Jesús a propósito de quien busca la podido convertirse en algo poco habitual, o que se trata de
vida y la pierde (cf Jn 12,25). El proyecto comunitario, en- una realidad especialmente exigente y que, hoy, requiere un
tonces, podría convertirse en ocasión importante para corregir esfuerzo especial, que pide el abandono de algunas costum-
el equívoco y restablecer una cierta jerarquía de importancia. bres demasiado cómodas, un poco burguesas, tanto individua-
les como colectivas. Estoy convencido de que en cada Insti-
tuto hay puntos de la Regla o de las Constituciones que a
Utopía y realismo nadie se le ocurriría quitar del texto pero que, en la práctica,
son desmentidos por la realidad de la vida, que va en otro
Tenemos que hacer una última aclaración acerca de la natu- sentido. ¡Esta es la verdadera contradicción!13.
raleza y el fin del proyecto comunitario. Pensemos, por ejemplo, en lo que sucede a propósito de
Si su fin esencial es discernir el don y la vocación que nuestra misión entre los pobres. Casi todos los institutos
vienen de lo alto, entonces se entiende que, por su naturale- religiosos apostólicos han nacido con este proyecto que pue-
za, el proyecto tiene que tender hacia algo que trascienda al de encontrarse constantemente subrayado, motivado, aplica-
sujeto y a la suma de los sujetos de la comunidad; el pro-
yecto pide ir «más allá» de Jo que aparece inmediatamente 12
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua española, Espasa
accesible y fácilmente realizable, «más allá» de metas sólo Calpe, Madrid 199221. En cuanto a la etimología, el diccionario de la RAE
o demasiado humanas, para entrar en la órbita de los deseos indica: «Del griego oú, no, y topos, lugar: lugar que no existe».
" Algo de esto saben los formadores y formadoras, sobre todo cuando
divinos. Por otro lado, ya lo hemos visto, el proyecto comu- han de explicar la Regla de vida a los jóvenes y se encuentran frente a estas
nitario tiene que determinar algo muy concreto y que todos contradicciones entre texto escrito y vida concreta de la Congregación.

156 157
do a los diversos ámbitos de vida en las Constituciones.
mará a la puerta, especialmente pobres y necesitados, como
Pero, ¿cuánto de esto se vive en nuestra existencia concreta?
expresión de una especial exigencia carismática. Aunque esta
¿Qué relación existe entre esta riqueza y especificidad de
fuera la actitud propuesta a todos, que es ya más que un
inspiración carismática y los criterios con que tomamos
objetivo menor, se dejaba después al individuo la posibilidad
decisiones, nuestro estilo de vida, los objetivos de nuestro
de interpretar con mayor o menor radicalidad este servicio. El
trabajo, etcétera? ¿Acaso el proyecto comunitario no debe-
contexto mismo lo dejaba entender claramente, invitando a
ría proponer de nuevo lo que ya está en la Regla o en las
todos los miembros de la comunidad a ver a Cristo crucifica-
Constituciones, pero que a veces es como si no existiera?
do en las diversas formas de pobreza actuales: en el forastero,
Esto no es utopía; se trataría, más exactamente, de recuperar
en el mendigo, en el gitano, en el magrebí, incluso en quienes
esta inspiración carismática en la dimensión de la experien-
fingen ser pobres... a quienes, en cualquier caso, el proyecto
cia concreta, de las decisiones cotidianas. Hoy se habla mu-
exigía tratar «de forma evangélica».
cho de esto, la opción por los pobres está presente en todos
los documentos de la Iglesia y de nuestros institutos; sin Entonces, realismo y utopía, lo concreto y lo ideal se
embargo, a duras penas se convierte en norma de vida con- funden entre sí.
creta, en criterio habitual de decisión. O bien, como indicá-
bamos hace poco, se trata de una opción individual, se ha
convertido en compromiso prioritario de algún religioso o Secuencia de la elaboración del proyecto
religiosa (a quienes unas veces se mira con cierta desconfian-
za y otras se muestran ellos mismos un tanto originales en Elaborar un proyecto implica siempre seguir una secuencia de
su opción un poco instrumental). pasos ordenada y coherente. Esta secuencia parte inevitable-
mente de la lectura de la propia condición e identidad (quié-
¿Qué es lo que ha fallado? Evidentemente la mediación nes somos a la luz de nuestras fuentes, Palabra de Dios y
de la comunidad local, cuya misión es precisamente asumir Constituciones). El siguiente análisis se refiere a la situación
el ideal propuesto por las Constituciones para concretarlo en histórico-ambiental (con sus necesidades y expectativas, sus
la praxis normal de la vida. Y este es exactamente el papel y recursos y urgencias), siempre desde los puntos de referencia
la misión del proyecto comunitario: discernir la manera de que hemos indicado. «El proyecto debe facilitar la acción
dar testimonio, aquí y ahora, de determinados valores fun- —observa Rueda—. Pero previamente se necesita un análisis
damentales. Esto no es utopía, ¿o acaso se ha convertido en de la situación para poder emitir un juicio valorativo»14.
utopía concebir en nuestros días una comunidad que mues-
tre esta valentía y esta coherencia? A partir de este análisis hay que determinar la meta que
se quiere alcanzar en términos globales (es decir, referidos a
Una última observación. Una norma indicativa podría ser la comunidad en sí misma y frente a los demás) y, a conti-
esta: en un proyecto comunitario hay que precisar con clari- nuación, los objetivos intermedios. Después las etapas dis-
dad y concreción un objetivo (y el modo correspondiente para tribuidas a lo largo del año (esto no siempre es indispensa-
alcanzarlo) que en sí mismo sea accesible a todos, pero que ble); el método o los métodos que van a permitir alcanzar el
también deje abiertas ulteriores posibilidades de realización, objetivo; sus implicaciones en los diferentes ámbitos de vida
mejor aún, que estimule hacia una autenticidad evangélica (desde la vida de oración a la apostólica); los instrumentos
cada vez mayor. Sigamos en la línea de los ejemplos anterio- que puedan facilitar la consecución del objetivo, y finalmen-
res. En el proyecto de una comunidad, en la parte referente al te la revisión en el momento establecido.
estilo de vida para con los de fuera, se recomendaba asumir
siempre una actitud hospitalaria y de acogida ante quien 11a- 14
B. RUEDA GUZMÁN, O.C, 24.

158 159
Dicho de este modo un tanto apresurado y frío, el procedi- «rehacer» va incluida también la libertad de renovar el pro-
miento de elaboración del proyecto puede parecer simplista yecto juntos y saber cuándo ha llegado el momento de ha-
y también poco eficaz y significativo. Pero volveremos so- cerlo, en su totalidad o en una parte.
bre esta cuestión cuando desarrollemos los contenidos arti-
culando mejor la propuesta.
Propuesta metodológica

Tiempo y tiempos Con estas breves indicaciones no pretendemos ofrecer un


esquema fijo que no tenga en cuenta la posibilidad de
Según el padre Inverardi, como ya hemos tenido ocasión de adaptaciones o modificaciones, válido para cualquier situa-
ver, una comunidad ha de forjarse constantemente; siempre ción comunitaria, para usar como instrumento técnico infali-
puede mejorar en su vida consagrada y apostólica. Pero, de ble. Se trata sólo de un intento de señalar los elementos
hecho, puede haber circunstancias particulares que pueden metodológicos esenciales que nos parecen especialmente fun-
hacer necesario, o al menos útil, volver sobre el proyecto cionales.
comunitario. Por ejemplo, «cambios de personas... Circuns- Es importante tener claro desde el principio que las indi-
tancias diferentes... Todo esto ha de ser analizado al co- caciones metodológicas son relativas y que han de ser revi-
mienzo de un nuevo curso y hacer que quede reflejado en el sadas y, en la medida de lo posible, mejoradas; lo que cuen-
proyecto de vida»15. ta es la actitud interior positiva, el espíritu constructivo con
Así pues, aunque el tiempo ideal para la elaboración del que cada religioso se dispone a llevar a la práctica este ins-
proyecto comunitario sea el comienzo del curso, puede ha- trumento de integración del bien y a colaborar para que al-
ber otras ocasiones favorables en este sentido: fuertes expe- cance su objetivo. Lo que no hay que cuestionar es su rele-
riencias espirituales por parte de los miembros de la comu- vancia y la misión que cumple, especialmente en estos
nidad, retos o invitaciones imprevistas por parte de la Iglesia tiempos.
local o de la comunidad civil, eventuales indicaciones de los Precisamente por esto, el documento vaticano menciona
superiores, signos de esclerosis en los cargos o los papeles expresamente y recomienda la práctica del proyecto comu-
por desempeñar, o muestras de rutina. Esto pone de mani- nitario a todas las comunidades religiosas como modo con-
fiesto, una vez más, la estrecha relación que existe no sólo creto (además de la Palabra compartida, la experiencia de
entre el proyecto comunitario y el discernimiento, sino tam- Dios y el discernimiento comunitario) «de poner al servicio
bién —como veremos— con la revisión de vida. El tiempo de los demás y de hacer que reviertan sobre la comunidad
oportuno no se hace esperar para quienes muestran su deseo los dones que el Espíritu otorga abundantemente para su
de autenticidad y renovación y tienen las antenas bien orien- edificación y misión en el mundo»17.
tadas. En definitiva, si no se trata de algo facultativo, tenemos
Por otro lado, no se establece un proyecto comunitario de que aprender un método para ponerlo verdaderamente en
una vez por todas, sino que se trata de vivir manteniendo un práctica.
equilibrio histórico difícil y que hay que rehacer constante-
mente^. En el esfuerzo y la disponibilidad que supone este
15
G. INVERARDI (cf supra, nota 6).
16 17
Cf B. RUEDA GUZMÁN, O.C, 18-20; 24-29. VFC 32.

1 <c i
160
Mentalidad programadora Rueda hace al respecto algunas observaciones muy con-
cretas: «No tengáis miedo de perder ni tiempo ni dinero en
Hay un requisito preliminar: la capacidad para elaborar el el empleo de los medios que favorezcan la integración de la
propio proyecto personal. Es importante haber adquirido una comunidad. Cuando tengáis que elaborar el proyecto comu-
cierta familiaridad con él hasta el punto de haber madurado nitario, no temáis romper el quehacer diario con el acompa-
en uno mismo una mentalidad programadora. Es un poco la ñamiento de visitas, llamadas de teléfono, etc. Recogeos en
misma lógica que ya hemos visto a propósito del discerni- alguna casa, un poco alejada de vuestra residencia habitual,
miento: resulta indispensable saber hacer un discernimiento en donde nadie os moleste, en donde podáis dedicaros a un
personal para poder colaborar después en el comunitario; tiempo fuerte de vida fraterna, para lograr un conocimiento
pues lo mismo vale para la relación que existe entre proyec- profundo —incluso aunque penséis que habéis llegado a un
to personal y comunitario. conocimiento exhaustivo, tras haber vivido diez años juntos
Pero más que desde el punto de vista del contenido, esta en comunidad—, para que todos puedan integrarse en el gru-
relación es significativa en el plano de la disposición inte- po y practicar la caridad en todas las dimensiones, hasta en
rior. Al hacer el propio proyecto personal, el sujeto tendría aquellas en las que jamás se había pensado hasta entonces.
que haber aprendido a entrar progresivamente en la lógica [...] Por lo tanto, siempre que sea posible, determinaos a
de proyectar la vida y proyectarse a sí mismo de acuerdo pasar una semana entera dedicados a esta importante labor
con el triple significado progresivo que hemos visto ante- de planificación comunitaria. Mi invitación a que establez-
riormente. Quien se ha ejercitado en la tarea de pensar la cáis estas jornadas de vacación, de convivencia íntima, de
propia consagración en esta perspectiva dinámica, autotras- reflexión y de oración, es tan firme como sincera. Si no
cendente y confiada, no podrá sino hacer una aportación ex- podéis dedicar más que un día, que sea un día lleno y que,
tremadamente positiva a la comunidad durante el camino del por lo menos, vaya precedido de una noche de verdadero
proyecto comunitario. descanso»18.
La experiencia nos dice que los más refractarios o los Estas observaciones, y el espíritu con que se proponen,
que más problemas crean a lo largo de este itinerario, nor- dan muestras de gran sabiduría. Tal vez alguno pueda en-
malmente son personas que no quieren «complicarse la vida» contrar exagerado dedicarle una semana a este tipo de acti-
(así piensan y tal vez lo dicen) con esta actitud programado- vidad; de hecho no siempre será posible robarle a nuestros
ra y profética. Pero no se dan cuenta de que, de este modo, trabajos tan urgentes un tiempo tan largo. Pero en cualquier
ellos mismos se convierten en complicación para los demás. caso es importante y siempre posible hacer un gesto concre-
La vida comunitaria, en efecto, no dispensa a nadie del to en este sentido. Puesto que el proyecto tiene la importan-
duro camino personal, es más, lo exige como una condición cia que le hemos atribuido de cara a la renovación de nues-
indispensable. tra vida consagrada, merece este tipo de atención. Y además,
¿estamos realmente tan seguros de que se trataría de un tiem-
po «robado y perdido»?
Contexto ambiental ¿No sería tal vez expresión de un proyecto comunitario
que restablece determinadas jerarquías de valores y catego-
Nos referimos, de modo particular, al proyecto comunitario rías de importancia, huyendo de la confusión y del equí-
típico del inicio del curso pastoral. Es importante darle un voco?
cierto relieve, empezando por el tiempo que se le dedica y
por el lugar en que, todos juntos, lo van a elaborar. B. RUEDA GUZMÁN, O.C, 63-64.

162 163
Operación espiritual jo» (como a menudo se llaman con términos que recuerdan
cada vez menos el proyecto comunitario) carecen de tono
«Hay que recordar que formular y reformular un proyecto espiritual, en absoluto se preparan con un tiempo de oración
comunitario es una tarea que compromete: se elabora en un y reflexión, no se presentan haciendo un llamamiento al sen-
ambiente de oración y de reflexión. Sería, en efecto, equivo- tido de la libertad y responsabilidad, a las aportaciones de la
cado considerarlo sólo como un instrumento funcional»19. verdad y caridad que cada uno debe hacer a la comunidad, y
Sin embargo, el proyecto comunitario todavía es para mu- así, en lugar de enfrentarse con la espada de la Palabra, cada
chos sólo, o sobre todo, una operación de tipo técnico: dis- uno se prepara afilando su propia espada... Con las conse-
tribución de cargos y cometidos, determinación del horario cuencias, tristes y a veces trágicas, que todos conocemos.
de la comunidad, reparto de funciones para no sobrecargar
el centro o el vértice y no agobiar al pobrecillo del superior
(o para no permitir, según los tipos, que concentre todos en Valor prioritario
sus manos), búsqueda de un camino para «invertir de modo
óptimo las fuerzas todavía disponibles»20, programación de Aclaradas estas premisas y, si fuera necesario, después de
calendario y turnos de los ejercicios espirituales, cursos de haberlas hecho objeto de reflexión individual y comunitaria,
formación permanente, vacaciones de cada religioso. En de- se puede proceder a la redacción del proyecto o, en cualquier
finitiva, se entiende más fácilmente que el discernimiento caso, a la reunión comunitaria que prepara esta redacción.
comunitario implique un cierto clima espiritual y que re- El primer punto o el primer paso de este camino consiste
quiera mucha oración, mientras que el proyecto parece mo- en una pregunta: ¿cuál es el valor prioritario de nuestra
verse en un nivel muy inferior, decididamente menos espiri- comunidad en este preciso momento histórico?
tual. Es un gran error. La respuesta a esta pregunta constituye el elemento que
Como ya hemos dicho, el proyecto comunitario es una soporta todo el proyecto comunitario. Cuando se hace una
forma de discernimiento comunitario, no se lleva a cabo en programación de este tipo, no hay que tomar en bloque todo
torno a la mesa de reuniones, discutiendo, sino poniéndose el marco de los valores y volver a optar por todo él; por otra
todos ante el misterio del proyecto que Dios tiene sobre parte, tampoco tendría sentido pasar inmediatamente a las co-
nosotros; es sólo «el hombre espiritual», diría Pablo (cf ICor sas concretas que hay que hacer y a la distribución de cargos
2,14-3,4) quien puede entenderlo y proponerlo, ese hombre y tareas. Es indispensable, sin embargo, focalizar un aspecto
nuevo que ha purificado sus pensamientos y afectos, sus particular y específico de la propia identidad carismática.
deseos y proyectos en la soledad silenciosa con que uno se ¿Cuál? Ante todo hay que buscarlo teniendo como trasfondo
enfrenta a la «espada de doble filo» (Heb 4,12). los puntos de referencia, remotos y próximos. El aspecto ele-
Sin embargo, resulta aterrador pensar cuántas veces estas gido podría ser el que una revisión de vida anterior haya
reuniones de «programación» o de «organización del traba- revelado que falta, o que es poco testimoniado, donde se sien-
ta especialmente la urgencia de conversión o que haya de ser
19
recuperado; o bien ese aspecto en el que la última carta circu-
G. INVERARDI (cf supra, nota 6). lar del superior general o provincial ha invitado a centrar la
20
Así se puede leer en un borrador de reflexión sobre el tema, entregado
a las religiosas de un instituto que estaba a vueltas con el problema del atención; o el tema (o un aspecto del tema) indicado por un
envejecimiento. Dicho e interpretado de este modo, el proyecto comunitario itinerario sugerido por la Iglesia —universal o particular—, o
se convierte extrañamente en algo parecido a un cursillo de preparación para lo que la situación histórica y local de aquella comunidad
la buena muerte. Algo así como decir: «Si tenemos que morir, al menos
muramos en pie, combatiendo hasta el final...». concreta señala como más urgente y esperado.

164 165
Aquí la comunidad tiene que poner en práctica su papel su crecimiento, la verdad y su fuerza unificadora de progra-
de mediación creativa y responsable, disponiendo de un cierto mación. El discernimiento, por tanto, está orientado a enten-
espacio de libertad a la hora de discernir este valor priorita- der qué es lo que Dios quiere para nuestra comunidad, no lo
rio. Ciertamente, desde el punto de vista de la unidad de la que yo pienso. Por tanto, exige un cierto distanciamiento de
familia religiosa, podría ser significativo que todas las co- las propias posiciones y preferencias.
munidades de un mismo Instituto tuvieran el mismo valor de Este tiempo es, por tanto, tiempo de oración, no por uno
referencia; no exclusivamente, pero el superior general o mismo —o sólo por uno mismo—, sino por la comunidad,
provincial, desde su punto de observación, podrían tener bue- para que Dios ilumine a mis hermanos a la hora de descu-
nas razones par indicar algún valor en el que todos hubieran brir su proyecto, al discernir lo que El propone para nuestra
de comprometerse. Por otro lado, también es importante que conversión.
la comunidad local afronte sus propios problemas, que pon- Por consiguiente, la conclusión a la que llega la reflexión
ga sobre el tapete sus propias debilidades, que responda a del individuo es provisional. Representa el resultado de una
los llamamientos de su propia gente. No olvidemos que el escrupulosa reflexión realizada ante el Misterio, pero que no
sujeto del proyecto comunitario es la comunidad local, y no pretende en modo alguno ser definitiva ni expresar sin
sólo en cuanto ejecutora de las indicaciones que le llegan posibilidad de duda la voluntad del Altísimo.
desde arriba, sino como responsable de un discernimiento No es necesario que este tiempo sea especialmente largo;
que sólo puede llevarse a cabo in loco. No creo que haya lo importante es que se viva con estas actitudes interiores.
una norma absoluta al respecto. En general, cuando hay una
buena disposición interior no surge conflicto entre ambas
dimensiones, sino que se encuentra un modo inteligente de
combinar ambas realidades: las indicaciones del superior ma- — Discernimiento comunitario
yor se leen a la luz de la situación específica de la comuni-
dad en cuestión. Yo no recuerdo un solo superior general Precisamente con la libertad que viene de esas disposiciones
que haya tenido problemas al respecto con sus comunidades. interiores se puede hacer, en un momento concreto, el
Normalmente, la elección de este valor no se produce discernimiento comunitario.
inmediatamente en el grupo. Es necesario que cada uno lle- También aquí remitimos a lo que ya se ha dicho al res-
ve a cabo su discernimiento personal. pecto. Sobre todo será indispensable que cada uno de los
hermanos haya madurado su capacidad para escuchar al otro
con la capacidad de acoger y percibir lo positivo, de dispo-
— Tiempo de discernimiento personal nibilidad para aprender del otro y para descubrir en sus pa-
labras la acción del Espíritu, capacidad de libertad para re-
No me extiendo mucho en la descripción analítica de este conocer en la idea del hermano una idea mejor que las propias
paso, ya tratado en el capítulo anterior21. Querría insistir y de mantener a lo largo de todo el discernimiento una acti-
solamente en tres puntos esenciales de este discernimiento. tud positiva, exhortativa y consoladora (con la actitud de
Por supuesto que es personal, pero no tiene como centro la Bernabé, el hijo de la consolación). Esta actitud permite
propia persona, sino a Dios y su voluntad, la comunidad y tejer poco a poco la trama del proyecto comunitario a partir
de un valor que todos reconocen como prioritario.
21
Véase no sólo la parte metodológica, sino también el apartado sobre Este es el momento en el que se debería llegar a determi-
las condiciones y criterios. nar y definir este valor.

166 167
— Formulación del valor y objetivo central El conjunto de estas tres formulaciones constituye el ob-
jetivo central del proyecto comunitario, más evidente, en
Esta definición podría tener tres niveles y formulaciones. cuanto tal, en la tercera formulación que, de todos modos,
La primera es la formulación bíblica: se trata de anclar en ha de leerse sobre el trasfondo de las otras dos.
la Palabra de Dios el valor que se indica como prioritario, no
simplemente para que esta lo confirme, sino para que nos
muestre toda la amplitud de su sentido, toda su verdad y be- «Declinación» del valor y objetivos intermedios
lleza, sus raíces y las perspectivas que podría abrir en nuestra
vida, también en el plano de la conversión. ¿Quién, sino la Hemos llegado al momento en el que se debería, por así
Palabra, puede desempeñar este papel? Esta es la función del decir, «declinar» el valor prioritario, es decir, pasar revista a
punto de referencia remoto. En concreto, se tratará de identi- los diferentes aspectos y dimensiones de la vida comunitaria
ficar aquellos pasajes bíblicos que nos indiquen el alcance y consagrada y tratar de entender juntos el modo en que el
la densidad bíblico-teológica del valor elegido. valor que ha sido puesto en el centro del proyecto puede
La segunda formulación es la carismática. El valor que vivirse en cada uno de esos aspectos y dimensiones.
se ha escogido como prioritario habrá de ser reconocido en Un valor, por definición, por ser algo intrínsecamente ver-
la Regla, en el texto de las Constituciones, para captar su dadero, bello, bueno, no se reduce a una única expresión de
significado también desde el punto de vista del carisma reli- comportamiento, ni afecta a una sola dimensión de nuestro
gioso, el papel que desempeña en este carisma, y las pro- vivir, sino que influye en todas las áreas de la personalidad,
puestas de comportamiento que la Regla indica para vivir puede fecundar cualquier aspecto de la experiencia (pense-
este valor y convertir la vida a la luz del mismo. mos en el valor por excelencia, el valor del amor). Más aún,
En concreto, también aquí habrá que indicar los textos precisamente este es el significado de la «internalización del
concretos de la Regla, como puntos de referencia esenciales valor» y de la verificación personal de la misma. Y esto es
para comprender ese valor y convertirlo en proyecto de vida. lo que entendemos con la expresión «declinación del valor»:
La tercera formulación es la que podríamos llamar com- en esta etapa del camino metodológico de la elaboración del
portamental o referida al comportamiento. Después de ha- proyecto comunitario hay que «decir» o expresar el valor
ber definido el contenido esencial —bíblico y carismático— elegido como prioritario en los diferentes ámbitos y frentes
del valor central del proyecto, hay que especificar en qué de la vida consagrada, aplicándolo a los votos, a la vida
sentido queremos ponerlo en el centro de nuestra vida, en común, a la oración, al ministerio apostólico.
qué dirección debe cambiar nuestra existencia, cuál es el Bastará con indicar y proponer sugerencias esenciales,
significado en el ámbito concreto del ser y del obrar que sin poner toda la carne en el asador y correr el riesgo de
este valor tiene para nosotros. Esto debería hacerse, en la formular un proyecto comunitario que sea más amplio que
medida de lo posible, con una sola frase que habrá de ser las mismas Constituciones. Muchos autores recomiendan que
formulada con esmero y claridad, con palabras sencillas y esta programación no ha de ser excesiva, sino más bien esen-
compromisos precisos. cial y precisa. En realidad, el verdadero problema no es
El punto de referencia de esta tercera formulación podrán tanto el de la cantidad de compromisos que se consignan en
ser aquellos elementos más contingentes, vinculados a la pro- el papel como su coherencia interna, es decir, que se haya
pia situación histórica, al ambiente, al tipo de testimonio que encontrado y escogido un valor fundamental que pueda «de-
el pueblo de Dios espera de la comunidad en ese contexto clinarse» fácilmente en la vida concreta con toda su comple-
concreto, a las indicaciones de diversos documentos, etc. jidad natural. Si acaso, se deberá extremar la atención para

168 169
que esta declinación sea correcta, esto es, para que se pro- sar —si fuera necesario— el horario de cada día, para que
yecte siempre en la misma línea, una línea inspirada en ese permita la posibilidad real de una comunicación enriquece-
valor prioritario que constituye su espíritu y que, después, dora, y la planificación general del año, con sus plazos y
se diversifica en los diferentes sectores de la vida de cada etapas, con sus fechas señaladas, sus fiestas, las diferentes
día. Incluso puede haber muchas propuestas diferentes en un programaciones en los diversos períodos.
proyecto comunitario con tal que todas tengan la misma fuen- Otro aspecto vinculado al tema de la comunicación es la
te de inspiración y conduzcan al mismo punto de llegada. imagen que la comunidad da de sí al exterior: cómo se
El conjunto de estas indicaciones constituirá los objetivos comunica la comunidad con el mundo exterior y cómo testi-
intermedios del proyecto comunitario, esto es, los que deben monia de modo sencillo y comprensible sus valores. Muchas
llevar a la realización del objetivo central; estos objetivos veces la llamada «incomprensión» de nuestra identidad y de
intermedios son tan importantes como el central; constitu- nuestros valores, que nosotros imputamos sin perder un ins-
yen una especie de comprobación del mismo. tante al mundo de hoy, ¿acaso no podría ser reflejo, princi-
Pongamos ahora un ejemplo sencillo. palmente, de la pobreza de la comunicación entre nosotros,
Imaginemos que una comunidad ha elegido como valor y —de rebote— la consecuencia de nuestra incapacidad para
prioritario la calidad de la comunicación interpersonal entre compartir con quien sea los bienes del Espíritu? Estar habi-
los miembros que la componen: no sólo el hecho de que tuados a un cierto tipo de comunicación en el seno de nues-
haya una relación, sino su calidad, su contenido y su riqueza tra comunidad «sirve también para aprender a comunicarse
de cara al crecimiento de todos. de verdad, permitiendo después a cada uno, en el apostola-
En primer lugar se discute la vida comunitaria^ el tipo do, "confesar la propia fe" en términos fáciles y sencillos, a
de relación que existe entre los miembros: ¿hay o no una fin de que todos la puedan comprender y gustar»23. Esto
auténtica relación entre nosotros? «El vínculo de fraternidad mismo vale también para un cierto modo de hacer apostola-
se hace tanto más fuerte cuanto más central y vital es lo que do, o para la actividad misma que estamos llevando a cabo:
se pone en común»22. ¿Qué es lo que compartimos entre ¿es capaz de «expresar a Dios», de confesar su amor por
nosotros: el alimento, el sueldo, el coche, el trabajo, o tam- todos, por los pobres y necesitados en particular? ¿Existe tal
bién algo más personal y esencial para el crecimiento de vez otro estilo que permita reflejar de modo más inmediato
cada uno, como la experiencia de Dios, los bienes del Espí- el amor del Padre? ¿O podríamos quizá abrirnos a algo nue-
ritu, la Palabra de Dios? ¿Por qué la incomprensión u otras vo y más coherente con nuestro espíritu y con el ministerio
actitudes insignificantes impiden demasiado a menudo que de la evangelización? Y, siempre en esta misma línea, ¿habrá
nos comuniquemos? ¿Por qué tanta comunicación fútil y de que precisar mejor la naturaleza y la función de la propia
tan escasa calidad? ¿Estamos realmente seguros de que nos comunidad, de sus roles y su responsabilidad? Pero no en
conocemos unos a otros, de que nos acogemos en el corazón abstracto, sino siempre en relación con el valor prioritario.
unos a otros? ¿No podríamos tener la humildad de aprender También la vida de oración puede revisarse conveniente-
a expresar la riqueza de la vida en común también a través mente a la luz de un valor central como es el de la comuni-
de determinadas formas comunicativas como el discernimien- cación interpersonal. Con mucha frecuencia, nuestra oración
to comunitario, la revisión de vida o la corrección fraterna? es solitaria, individual, una relación con un Dios «privado»,
Estas y otras preguntas semejantes podrían servir para no participada, y de este modo nuestra experiencia de Dios
especificar otros tantos compromisos concretos, o para revi- permanece en secreto, no se pone a disposición de los de-
22 23
VFC 32. ib.

170 171
más, no se la deja fructificar de cara al crecimiento y la Revisión
santidad de todos24. ¿Qué podemos decir sobre el crecer jun-
tos ante Dios en un camino de santidad comunitaria? Nues- Todo cuanto se haya decidido ha de redactarse con esmero,
tra oración, de hecho, ¿es experiencia de comunicación y poniendo de manifiesto, incluso gráficamente, lo que consti-
comunión, o deja a cada uno cómodamente encerrado en su tuye el centro de esta operación: el valor prioritario con sus
individualidad? ¿Practicamos la collatio, y con qué espíritu formulaciones (los objetivos centrales). También es impor-
y empeño? ¿Está abierta nuestra oración a los laicos, para tante dar el justo relieve a los objetivos intermedios y a todo
que también ellos gusten la belleza de Dios y canten sus lo que ha surgido en la declinación del valor principal.
alabanzas? ¿«Comunica» nuestra oración esta belleza? ¿La Someter el proyecto comunitario al juicio del superior
anuncia y da testimonio de ella? Además, ¿es la nuestra una general o provincial es signo de unidad. En casos de este
oración profundamente marcada por el carisma, que recon- tipo no existe la obligación de solicitar una aprobación for-
duce a la experiencia mística del fundador para que también mal, pero, además de dar una cierta autoridad a nuestro com-
nosotros podamos vivirla? Ciertamente, el discurso se ocu- promiso, hacerlo se convierte en un signo más de un camino
pará después de la verificación del ritmo diario, semanal y de fe y de búsqueda de la voluntad de Dios, que llega a
anual de la oración en sus diversas expresiones (de la euca- nosotros a través de mediaciones concretas. Esto, natural-
ristía a la liturgia de las horas, de su dimensión penitencial a mente, será necesario cuando en el proyecto comunitario se
la contemplativa); de sus momentos importantes y de revi- incluyan iniciativas o perspectivas que, por su naturaleza,
sión (retiros mensuales y ejercicios anuales), pero siempre exijan una aprobación superior, como, por ejemplo, el caso
en la mayor consonancia posible con el valor central. de una nueva orientación apostólica.
Se podría continuar entrando en las diferentes áreas de Cada uno de los religiosos habrá de recibir una copia del
una vida de consagración (por ejemplo, los votos, la dimen- proyecto comunitario, firmada por todos, y deberá tenerla con
sión ascética) y tocar también algunos aspectos que a veces frecuencia a la vista. Deberá convertirse en presencia o com-
corren el riesgo de no recibir la atención que se merecen: la pañía habitual que permita una revisión cotidiana sobre todo
formación permanente o la animación vocacional, que po- personal. Nada mejor que un encuentro de oración en el que
drían recibir de una reflexión como ésta luz y nuevos estí- el superior entregue copia del proyecto a cada uno de los
mulos que se convertirán después en compromisos persona- religiosos, para manifestar no sólo la importancia de esta ac-
les y comunitarios. tividad, sino también el compromiso que cada miembro de la
Este modo de «proyectar» la vida es ya en sí mismo comunidad asume ante Dios y ante el grupo, con el convenci-
formación permanente que se prolonga en el tiempo con los miento común de que el proyecto comunitario es un don que
instrumentos y utensilios de la vida cotidiana, con los her- viene de lo alto, aunque esté hecho por manos humanas.
manos y las hermanas que el Padre ha puesto a mi lado También es importante que haya una copia del proyecto
como mediación misteriosa de su acción formadora. en la comunidad a ser posible en lugar visible, provista de
indicaciones y símbolos creativos, situada en un lugar que
se visite diariamente y que sirva para una revisión cotidiana
comunitaria. De este modo, el proyecto no correrá el riesgo
de ser aparcado con el tiempo, como ocurre con tantos bue-
24
Cf, a propósito de este punto, los capítulos 2 y 3 de la primera parte nos propósitos.
del volumen anterior a este: La vida fraterna: comunión de santos y pecado- Así pues, hay una importante revisión informal y cotidia-
res, Sigúeme, Salamanca 1998, 39-89.
na, personal y comunitaria.
172 173
Pero también forma parte de la metodología del proyecto Conclusión
comunitario la revisión que hay que hacer después de un
cierto período establecido por la comunidad, en la que se El racimo de la alegría
examina su puesta en práctica efectiva. Sobre todo, a partir
del valor prioritario, para pasar después al objetivo central
y, finalmente, a los intermedios. Hay comunidades que, en
los retiros mensuales, han tomado la costumbre de hacer
una revisión de acuerdo con el proyecto comunitario, a ve-
ces considerando sólo un aspecto concreto. Un plazo que
parece natural, para efectuar una revisión más completa, po-
dría ser después de los ejercicios espirituales anuales o, en
cualquier caso, al finalizar el curso y antes de comenzar el
siguiente.
Es importante que esta revisión no se entienda como un
acto de valoración moral, sino como un acto de discerni- Un día, no hace mucho tiempo, un campesino se presentó a
miento espiritual, pues tal es la naturaleza del proyecto co- la puerta de un convento y llamó enérgicamente. Cuando el
munitario. Pero de este análisis-revisión hablaremos más ade- hermano portero abrió la pesada puerta de roble, el campe-
lante en la segunda parte. sino le enseñó, sonriendo, un magnífico racimo de uvas.
Añadamos aquí tan sólo una última sugerencia. La revi- «Hermano portero —dijo el campesino—, ¿sabes a quién
sión, en cualquier caso, ha de capacitar para seguir «proyec- quiero regalar este racimo de uvas que es el más hermoso de
tando», se ha de considerar un momento de crecimiento, mi viña?».
proyectado hacia adelante; lejos de convertirse en una espe- «Tal vez al abad o a alguien del convento».
cie de acto, más o menos agresivo, en el que se «rinden «Pues no. ¡A ti!».
cuentas», o en una deprimente «autoflagelación» comunita- «¿A mí?». El hermano portero se ruborizó todo él por la
ria por las infidelidades de todos, ha de convertirse en nueva alegría. «¿De verdad que me lo quieres dar a mí?».
etapa del camino de peregrinación que nos conduce a todos «Pues sí, porque siempre me has tratado con amistad y
—y a todos juntos— hasta el monte santo. me has ayudado cuando te lo he pedido. Quiero que este
¡Allí, en la cima de este monte, habrá una gran fiesta, racimo de uvas te dé un poco de alegría». La alegría sencilla
porque el proyecto de Dios se cumplirá finalmente en todos y sincera que podía ver en el rostro del hermano portero
nosotros! también le iluminaba a él.
El hermano portero dejó el racimo bien a la vista y estu-
vo contemplándolo toda la mañana. Realmente era un raci-
mo estupendo. En un cierto momento le vino esta idea: «¿Por
qué no le llevo este racimo al abad para darle también a él
un poco de alegría?».
Tomó el racimo y se lo llevó al abad. El abad se sintió
sinceramente feliz por este gesto. Pero se acordó de que en
el convento había un hermano anciano y enfermo y pensó:
«Le llevaré a él el racimo, así se animará un poco». De este

174 175
modo, el racimo de uvas volvió a emigrar. Pero no permane- Ese racimo constantemente en movimiento expresa el di-
ció mucho tiempo en la celda del hermano enfermo. Este namismo propio del amor y manifiesta la comunidad reli-
pensó que el racimo podría darle una gran alegría al herma- giosa ante la Iglesia y el mundo como signo y fruto del
no cocinero, que se pasaba el día sudando junto a los fogo- amor que se comunica, que detesta el acaparamiento, que
nes, y se lo mandó. Pero el hermano cocinero se lo dio al busca a toda costa la participación y el bien de todos y,
sacristán (para darle también a él un poco de alegría), este comunicándose, se multiplica, exactamente como sucedió con
se lo llevó al hermano más joven del convento, quien, a su aquellos pocos panes que un día bendijo Jesús y con los que
vez, se lo llevó a otro, a quien se le ocurrió dárselo a otro. sació el hambre de mucha gente (cf Jn 6,1-15).
Hasta que, de fraile en fraile, el racimo de uvas volvió al En el fondo, aquel racimo de uvas parece como si se
portero (para llevarle un poco de alegría). Y así se cerró el multiplicara, llega a todos y a todos les basta porque —pa-
círculo. Un círculo de alegría'. radójicamente— nadie lo guarda para sí, nadie se apropia de
Una historia tan sencilla como hermosa; una historia que él; no sirve para satisfacer la avaricia ni el egoísmo del indi-
respira frescura y autenticidad en las relaciones, así como viduo, sino que sacia el hambre y expresa y exalta la frater-
era auténtico y genuino aquel racimo de uvas, el más her- nidad del grupo: por eso asume las dimensiones de un raci-
moso de la viña, que va pasando por todas las celdas hasta mo inmenso, como el de la tierra prometida, que apenas
volver al punto del que había partido, y que, pasando de un podían sostener los dos exploradores (cf Núm 13,23-24). En
lugar a otro, parece volverse cada vez más hermoso y oloro- efecto, en este tiempo de éxodo hay algo de profético en
so, y transformarse en símbolo de algo diferente, como un esta concepción de la vida comunitaria, en la que cada uno
mensaje de paz que aumenta la alegría diciéndole a cada piensa inmediatamente en compartir los dones recibidos (de
uno cuánto le quieren los demás. Una historia inventada, Dios y del hermano) y nadie se guarda nada para sí. Siem-
pero tan bella que no puede quedarse en el mundo de los pre habrá que construir constantemente una comunidad en la
cuentos, como si fuera algo inverosímil, demasiado ideal o que nadie considera «de su propiedad» ningún bien, como la
demasiado distante en el tiempo y en la realidad... de los orígenes (cf He 2,44), es decir, tal como se encuentra
La parábola de este racimo de uvas es y tiene que ser la en el proyecto originario de la vida en común como creyen-
historia de cada una de nuestras comunidades. tes y, tanto más, como consagrados.
Más en concreto, este don, o aquel racimo de apetitosas
uvas, es en primer lugar la Palabra de Dios que pasa de
Compartir y multiplicación mano en mano entre los miembros de la comunidad, que
cada uno entrega al otro, por medio del compartir comunita-
Al término de esta primera parte sobre la integración del rio, que cada uno prepara como un regalo absolutamente
bien en nuestras comunidades hemos querido contar la his- personal, pensado expresamente para el hermano, para su
toria de este racimo peregrino que es símbolo del bien que crecimiento y desarrollo. Este es el espíritu de la collatio, el
estamos llamados a compartir, bien que no pertenece a na- deseo de regalar al otro la Palabra de vida, la decisión de no
die, que es de todos; señala hacia ese tesoro común que apropiarse del don que viene de lo alto, la preocupación por
debe ser la alegría de cada uno y el motivo de crecimiento hacer inmediatamente partícipe a quien se tiene al lado de lo
de toda la comunidad. bello y verdadero que está experimentando. ¡Es tan evidente
y sorprendente, en esta historieta, la inmediatez con que
1
B. FERRERO, 40 storie del deserto, piccole storie per l'anima, Turín cada fraile piensa al instante a quién regalar lo que él mis-
1993, 16-17. mo ha recibido, «para darle un poco de alegría»!

176 177
Esta debería ser una norma metodológica general: lo que Pero no sólo eso. Es realmente hermoso vivir en una co-
el consagrado recibe como don de la gracia (o de la natura- munidad en la que este principio metodológico se aplica
leza) ha de comunicarse y compartirse inmediatamente con también a los bienes materiales, que es en el fondo el signi-
los demás: no es propiedad privada de nadie. Y, como ya ficado inmediato de esta parábola. Es hermoso y tranquiliza-
hemos visto, sobre este principio metodológico se asienta toda dor vivir en una comunidad en la que cuanto uno recibe se
la estructura, no sólo de la collatio, sino también del discerni- piensa inmediatamente en función de los demás, en función
miento comunitario y del proyecto comunitario. Cuando uno de quien podría necesitarlo, o simplemente de aquel a quien
piensa inmediatamente en el otro, y nada más recibir o expe- podría gustarle; es hermoso y reconcilia «con el otro» expe-
rimentar algo bueno o hermoso enseguida se pregunta cómo rimentar detalles, atenciones, delicadezas; es tranquilizador
ponerlo a su disposición, allí salta un dinamismo que multi- formar parte de una comunidad en la que los frutos del tra-
plica por sí mismo el don que el individuo tiene en sus ma- bajo y los regalos que se reciben, los talentos y las capaci-
nos. Es el mismo dinamismo prodigioso y evangélico que dades individuales no se entienden celosamente como pro-
antaño multiplicó los cinco panes y los dos peces; es un dina- piedad privada, sino como dones que Dios da para bien y
mismo misterioso, de la gracia, que transforma las relaciones. alegría de todos y que han de ser compartidos; es hermoso y
Más aún, estas son precisamente las relaciones propias de las contagioso aprender a compartir generosa y sistemáticamente
personas consagradas, lo que las califica como tales. los bienes materiales y los bienes espirituales, porque si todo
Entonces la comunicación no sólo será un intercambio de es común entre nosotros, seremos cada vez más un solo co-
información (y, menos aún, correrá el riesgo de degenerar razón y una sola alma, y nuestra comunidad se convertirá en
en charla vacía o en miserables habladurías), sino que más signo del Reino. Tal vez, los bienes materiales una vez com-
bien se convierte en confesión de la propia fe, anuncio de partidos no se multipliquen, pero precisamente gracias a este
«lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que he- gesto se multiplicará el gozo de vivir juntos (cf Sal 133) y
mos contemplado, lo que han tocado nuestras manos» (cf se cumplirá la promesa del «ciento por uno», ya en esta
Un 1,1-4); y la comunidad se convierte en el lugar donde vida, para quien lo abandona todo para seguir con los demás
convergen regularmente todos los dones, hasta formar una al Señor (cf Mt 19,29) como tesoro único y común.
especie de depósito de la fe que permite invertir y capitali- Gracias a Dios existen estas comunidades que difunden
zar el esfuerzo creyente de cada uno, de forma tal que la el suave olor de la vida en común en nombre de Dios. Quien
poca fe de cada hermano o hermana se convierte en la fe las ha encontrado siquiera una sola vez, tiene una idea de
fuerte de todos juntos. Entonces sí que podemos decir que esa fraternidad que nace de la experiencia de la paternidad
la fe es comunitaria. divina y conoce su delicioso sabor; siempre las añorará, y
Es realmente hermoso vivir en una comunidad en la que no puede dejar de sentirse impulsado, siempre que pueda, a
cada día, por medio del compartir, se produce este prodigio reproducir esta fraternidad en su propio contexto de vida,
de la «multiplicación de la fe»; donde las experiencias de familiar o social.
Dios no son algo secreto o privado, donde los bienes espiri- Por el contrario, es triste vivir en una comunidad en la
tuales no pertenecen al individuo, donde nadie pretende acu- que cada uno acumula cosas para sí o se apropia de lo que
mular para sí, ni confunde, con cierta vanidad, la santidad debería poner al servicio de todos; es deprimente y poco
con el depósito de sus «graneros», donde los caminos hacia creyente vivir preocupándose cada uno de sí mismo, de las
Dios se entrecruzan en una peregrinación terrena común y el propias cosas y del propio futuro, llenando la habitación de
único racimo de uvas pasa de mano en mano para alegrar el objetos que «tal vez en el futuro puedan ser útiles»; es des-
corazón de todos y convertirse en vino de regocijo. corazonador y lleva a perder el gusto por la vida en común

178 179
vivir con hermanos incapaces de anteponer nada a los pro- Compartir y transparencia
pios intereses y que no saben ver las necesidades ajenas ni
pensar en la alegría de los demás. Hay otro aspecto importante simbolizado por el racimo de
En realidad, estas son anticomunidades, que evidentemente uvas de nuestro relato: su transparencia. Como decíamos,
no podrán ejercer ningún atractivo vocacional. Es más, si el este racimo que va de celda en celda se convierte en mensa-
racimo de uvas no recorre todas las habitaciones, al final je extremadamente claro: expresa el don de la fraternidad,
nadie regalará nada, ni siquiera una sola uva, en una comu- expresa la atención del hermano por el hermano, habla de
nidad en la que cada uno se lo guarda todo para sí... Por algo que es mucho más que el simple racimo material de
otro lado, el campesino de esta simpática historieta no rega- uvas: expresa a la persona.
la el racimo para que el otro se lo coma y disfrute a solas Este racimo tiene un poder expresivo más rico que todas
con él, sino para que le dé alegría; y sabía o intuía que la las palabras y discursos sobre la fraternidad. Y nos indica un
alegría de aquel fraile iba en un cierto sentido, más allá de criterio más indispensable para vivir como hermanos: la
sí, o que haciendo este regalo al hermano portero en cierto autenticidad de la palabra.
modo lo estaba haciendo a todo el convento; y si no lo sa- Una palabra es auténtica cuando en ella se transparenta
bía, pudo entenderlo enseguida. algo de nosotros y de nuestra experiencia, de nuestro ser y
Qué diferencia entre este sencillo trabajador de la tierra y de lo que nos preocupa o importa, de nuestros ideales y
esos modernos «bienhechores» de hoy en día que, por el nuestras esperanzas. Entonces esa palabra se convierte en
contrario, hacen regalos a los religiosos amigos suyos, a don, y don no de cosas y objetos, sino de uno mismo, como
individuos, recomendándoles que los usen para sus necesi- un acto de confianza con respecto al otro, ante el que uno se
dades personales. Pero, sobre todo, qué diferencia entre el entrega por medio de la palabra, confiándole la propia vida
hermano portero del cuento y los religiosos de hoy que, en o, al menos, algo de sí mismo. Este racimo —podría decir
casos como este, reivindican la apropiación del regalo o do- cada uno— soy yo mismo entregado como regalo para el
nativo recibido, con la excusa (o la coartada) «de respetar la crecimiento de toda la comunidad. Allí, en el momento en
voluntad del donante». Esto no es sólo una clara forma de que podría haberme escondido para pensar en mí mismo,
hipocresía, sino que más.bien es signo de la debilidad, en acepto desvelarme y expresarme a mí mismo, para que el
nuestras comunidades, del testimonio de espíritu de pobreza otro pueda alimentarse con mi vida y para que la comunidad
y de caridad que lleva a compartir lo que se tiene y lo que pueda edificarse con este don.
se es, con la alegría de sentirse realmente hermanos. Esos La imagen evangélica que mejor expresa esta riqueza de
bienhechores que hacen regalos privados en el fondo no tie- significado nos viene ofrecida por otro racimo de uvas, el
nen culpa alguna, simplemente es que nunca han visto testi- que la tarde de la última cena se convierte en vino de la
moniada la alegría del compartir en la comunidad religiosa, alianza, la sangre misma de Jesús que se derrama por nues-
ni se han visto nunca implicados en ella. tra salvación. Este racimo convertido en vino y transforma-
En realidad, esta antiquísima y preciosa norma de la vida do en sangre representa el culmen de la autenticidad y de la
en común según la cual lo que se recibe como regalo debe- transparencia, y esta secuencia indica el ciclo vital de la
ría compartirse siempre, tiene mucho que decirle a la cultu- palabra, que —cuando es verdadera y genuina— expresa
ra actual y a sus neurosis por las ansias de acapararlo todo. siempre una realidad que la supera, o se transforma regular-
Por esta razón, constituye ya un testimonio eficaz, una for- mente en algo más grande y remite inevitablemente a aquel
ma típica y moderna de apostolado, con tal que todavía se que la pronuncia: ¡la eucaristía es símbolo de verdadera co-
viva y se disfrute en nuestras comunidades. municación, humana y cristiana! En ese vino está presente

180 181
el Señor, que, entregándose a nosotros, nos muestra la con- había donado. En definitiva, hay una enorme diferencia en-
dición de la auténtica comunicación, la que nos lleva a ser tre el racimo que regala el campesino al hermano portero y
don unos para otros por medio de la palabra pronunciada, el racimo que vuelve al fraile después de haber pasado por
esa palabra que nos conduce a identificarnos con lo que todos los hermanos. Era un racimo de uvas y ahora se ha
decimos, a estar «presentes» con toda nuestra realidad en convertido en un racimo de amor, de fraternidad, de la ale-
las palabras que salen de nuestra boca. gría de vivir juntos; expresaba el reconocimiento obligado
Ya dijimos, al hablar del estilo de la collatio, que no por parte de una sola persona, y se ha convertido en expre-
consiste en soporíferos «sermones» recíprocos: en ella se sión transparente del don de sí que cada religioso del con-
debería aprender a expresar la propia fe y a confesar la pro- vento hace a los demás; estaba destinado a ser propiedad de
pia experiencia de Dios. Comunicación que, desde la Pala- uno solo y ha terminado por enriquecerlos a todos; era un
bra oficial y públicamente compartida, pasa también a las bien recibido y se ha convertido en un bien regalado; era el
conversaciones informales y a la comunicación habitual de racimo más hermoso de la viña de este campesino y se ha
cada día. La palabra es auténtica cuando deja transparentar convertido en la parábola más expresiva del amor fraterno
la vida y lo que Dios realiza en ella; es verdadera si desvela en comunidad. Sobre todo era símbolo del amor humano y
la profundidad del espíritu donde mora Dios. se ha transformado en certeza de la presencia y del amor
Esta palabra, entonces, es un acto de benevolencia y de divino: se ha convertido en Eucaristía.
libertad, de confianza y gratuidad. Es un gesto completa- Es la confirmación existencial del amor evangélico: lo
mente desarmado y, por eso mismo, costoso; porque en ese que donamos vuelve a nosotros, y vuelve de forma enrique-
instante nos exponemos también a la posibilidad de no ser cedora; sobre todo si entregamos lo que hemos recibido de
entendidos ni acogidos; pero esto precisamente expresa la Dios, el bien de su Palabra, de la experiencia que tenemos
autenticidad y el desinterés del don de la palabra en los de él, de la inspiración del Espíritu, de una palabra de áni-
diferentes momentos de la dinámica comunitaria, desde la mo, de aprecio, de fraternidad.
oración hasta el discernimiento de la voluntad de Dios y el Es la prueba de que para realizar la renovación del estilo
proyecto de vida. de vida comunitaria no hacen falta grandes revoluciones o
De otro modo, esa palabra es opaca y falsa: esconde en estrategias; basta tan sólo con un gesto que se convierta
lugar de desvelar, se convierte en obstáculo de las relaciones poco a poco en actitud habitual en las relaciones, en estilo
precisamente cuando podría facilitarlas, vuelve espuria la eucarístico de comunicación y de vida.
comunidad y engañosas las relaciones, como un guiñol de Este gesto, o ese racimo, es como ungüento precioso que
fingimientos o una finta defensiva. va bajando por la barba de Aarón.
Cuando la palabra es transparente, la comunicación fluye
con libertad, llega a todos los miembros, activa todas las
potencialidades. Y al final el círculo se cierra y el racimo
vuelve al punto de partida, pero —una vez más— enriqueci-
do y más apetitoso porque está lleno de la aportación de
cada uno, del don y de la bondad de todos.
Dejemos las metáforas: cuando nos comunicamos o nos
entregamos con palabras transparentes que expresan la vida,
siempre cabe esperar un enriquecimiento, siempre cabe es-
perar una vuelta del don que supera con mucho lo que se

182 183
SEGUNDA PARTE

LA INTEGRACIÓN
DEL MAL
Capítulo 1

Formas e instrumentos
para la integración del mal
Del mismo modo que existen ejercicios para la integración
del bien, también los hay para integrar el mal. Ya los hemos
indicado en el capítulo 1 de la primera parte, aunque ni la
corrección fraterna ni la revisión de vida representan ele-
mentos totalmente novedosos. Tal vez sea importante enten-
der la idea de «ejercicio», es decir, tener que practicar cons-
tantemente gestos y actitudes concretas para impedir que el
mal tenga efectos devastadores y se convierta, en cambio, en
motivo y momento de unión. En realidad, si la idea de estos
«ejercicios espirituales comunitarios» diarios todavía no nos En realidad, en la primera parte no sólo hemos definido ya
parece lo más evidente o natural, la posibilidad de integrar el concepto de integración, sino que también hemos ofreci-
el mal probablemente nos parezca todavía más imprecisa y do ejemplos prácticos de esta integración por cuanto se re-
de dudosos resultados; quién sabe si estamos verdaderamen- fiere al bien que hay en nosotros y a nuestro alrededor, en
te convencidos de que se trata de una posibilidad ofrecida a nuestras comunidades. No obstante, nos parece que este con-
todos y a todas las comunidades; quién sabe si, a nivel per- cepto, cuando se aplica a la realidad del mal, presenta mati-
sonal, hemos experimentado esta gracia que se nos ofrece. ces especiales y pone el acento en aspectos originales que,
Sin embargo, no existe comunidad sin esta capacidad para de hecho, acaban por exigir a quien practica la integración
integrar el mal, ni puede haber testimonio alguno de vida nuevas acciones o bien termina por ofrecerle posibilidades
consagrada; esta integración es como un signo puesto en el inéditas.
mundo de cómo el mal puede ser redimido no sólo en la Si la integración del bien significa sobre todo compartir
perspectiva escatológica futura, cuando todos seamos real- lo positivo que hay en nosotros y en cada hermano que vive
mente liberados de todo mal, sino también en el esfuerzo a nuestro lado, para captar el significado y el valor exactos
cotidiano de aceptarse unos a otros y de perdonarse mutua- de la integración del mal tenemos que recurrir a otros signi-
mente, y —mucho más allá del perdón— con la libertad de ficados complementarios de esta expresión.
cargar cada uno con los pesados fardos del hermano, de
responder al mal con el bien, de amarse en la diversidad y
en las diferencias con un amor más fuerte que el que provie-
Integración religiosa
ne de la carne y de la sangre. ¡Integración como plenitud de
la redención, ya desde el presente!
Hubo un tiempo, inmediatamente después del Concilio, en
Así pues, en esta segunda parte querríamos ante todo cen- el que se hablaba a menudo en nuestros ambientes de la
trarnos, en la medida de lo posible, en el concepto mismo de llamada «integración afectiva», que venía a designar la re-
«integración del mal» (c. 1), para analizar a continuación la cuperación de cierta (supuesta) libertad y a corregir en cier-
teoría y la praxis de la corrección (y promoción) fraterna (c. ta medida un antiguo ideal ascético que, considerado desde
2) y de la revisión de vida (c. 3). nuestra situación actual, parecía asentarse sobre una sospe-

186 187
chosa y maniquea supresión de afectos y sentimientos. Esta sentimientos y nuestras exigencias afectivas, o quién o qué
integración ponía finalmente los sentimientos y las exigen- cosa ha de ejercer esta función de núcleo vital, de energía
cias afectivas de la persona en el centro de su vida y de sus calurosa, de corazón que late. Angelini observa con aguda
intereses, haciendo que todo lo demás girara en torno a este inteligencia: «Lo que tenemos que buscar no es nuestra inte-
núcleo vital. Integración, en efecto, significa en su raíz gración afectiva; es más bien nuestra integración religiosa, es
precisamente este dinamismo entre las partes, una especie decir, la integración de todo lo que somos y sentimos, de lo
de relación dialéctica entre un centro significativo y unos que alegra nuestra vida y lo que la entristece, de lo que nos
elementos desviadores que pueden ser reconducidos hasta el "realiza" y también de lo que, por el contrario, nos "mortifi-
centro, como atraídos por una fuerza unitiva o por la fuerza ca", en la perspectiva de lo que creemos»1, esto es, en la
magnética de este núcleo central que lo atrae todo hacia sí. perspectiva de la fe o del objetivo de una existencia consagra-
Podríamos incluso decir que se trata de una imagen da. En efecto, nuestra vida no se celebra a sí misma, sino a
«astrológica» o «heliocéntrica» del mecanismo de integra- Aquel que vale inmensamente más que la vida: «Tu amor
ción: una gran energía cálida en el centro, en el corazón de vale más que la vida, mis labios te alabarán» (Sal 63,4).
la realidad y de la vida, y todo alrededor la vida misma con Lo mismo vale para lo que estamos tratando de expresar,
sus diversos elementos y componentes, con sus variados co- es decir, para la integración del mal. Si en el centro de la
lores, con la positividad y negatividad que bailan en torno a vida (y de la comunidad) se encuentran las exigencias
ella, irresistiblemente atraída, como subyugada, por el poder afectivas personales de los individuos, no se ve qué espacio
de atracción de esta energía vital y por el calor que ella puede quedar para integrar el mal personal y comunitario;
misma libera. dicho de otro modo, si el objetivo es el bienestar emotivo
subjetivo, se evitará, ignorará y desterrará con todo el cuida-
do del mundo lo que se oponga a ello directa o indirecta-
«Nada se libra de su calor» mente, aunque sea un hermano o el conjunto de sus limita-
ciones, debilidades o pecados. Si las pretensiones del sujeto
Usando la comparación del salmo, podríamos decir que «nada están replegadas o vueltas sobre sí mismas, ¿cómo puede el
se libra de su calor» (Sal 19,7), ninguna parcela de la vida, individuo tener la fuerza de abrirse al otro y acoger lo que
presente o pasada, así como tampoco ningún sentimiento del es diferente y que no sirve inmediatamente para las propias
corazón o pasión del alma, consciente o inconsciente; y necesidades e intereses? Más aún, el que está demasiado
precisamente por no librarse y dejarse atraer, se transforma, preocupado por contemplarse y autocomplacerse, como Nar-
cobra sentido, ya no es un meteorito enloquecido destinado ciso, ¿cómo va a poder acoger y reconocer como propio lo
a vagar y a perderse en los espacios del sinsentido o de una que empaña su propia imagen, sus defectos y debilidades,
negatividad irrecuperable y destructiva tanto para sí mismo que a lo mejor alguien le echa en cara? Reaccionará con
como para los demás, sino que se convierte en un fragmento hosquedad ante la constatación de sus propios errores; res-
de vida recuperado y situado dentro de una verdad total que ponderá al mal con el mal. Con esa rabia que, como una
lo aprecia y le da sentido, el descubrimiento de que todo intoxicación psicofísica, contamina la inteligencia y el espí-
—dentro y fuera de sí— puede y debe girar en torno a una ritu en su totalidad, deforma el rostro y la vista; con esa
verdad central. rabia que nace de una lectura desesperada y violenta, casi
Pero volvamos al discurso de la integración afectiva. Hay
que preguntarse si en el centro de nuestra vida, en el sentido ' G. ANGELINI, Meditazione su Ezechiele. II. // mutismo del profeta, La
que acabamos de exponer, realmente tienen que estar nuestros Rivista del clero italiano 6 (1997) 444.

188 189
despiadada, de la realidad ajena, y que provoca una reacción tros —en la medida estrecha y limitada de nuestras comuni-
desmedida ante lo que es —o parece ser— negativo; con esa dades—, integrar el mal que hay en nuestro interior y a
rabia que es como una tempestad que arrebata, a quien se nuestro alrededor. Sin ella, ese mismo mal tendría una fuer-
irrita, el control del timón, llevándolo donde no sabe y no za desintegradora que destruiría toda posibilidad de vida
quiere, o como un arma que le estalla en la mano; o bien fraterna. Es tanto como decir que lo que no es integrado se
con esa rabia «de baja intensidad» que produce malhumor, convierte en desintegrador: no permanece inerte, no es ino-
como un líquido pestilente que fluye por las venas y que, de cuo, sino que actúa en un sentido destructivo, en un sentido
algún modo, contamina el ambiente y descarga el malhumor «antimisericordioso»; es como una toxina rabiosa que
sobre los demás. Sobre todo cuando se «incuba», se cría y deambula y corrompe e infecta todo lo que toca.
se hace crecer esa rabia a lo largo del tiempo y se convierte En cambio, la misericordia recibida (de Dios) y donada
en rencor, el punto culminante de la no integración2. (a los hermanos) es el centro vital y el corazón que late en
la existencia de cada hombre y de cada comunidad humana.
En torno a ella, cada día se puede construir y reconstruir
La misericordia, fuerza integradora una fraternidad cada vez más rica y más fuerte que todo
mal; sin ella, nadie es mi hermano y la vida común se con-
Si, por el contrario, en el centro de la vida está la gracia o la vierte en un infierno.
experiencia de la misericordia, entonces hay espacio y lugar
para todo, también para el mal; el sol de la misericordia
divina lo atrae todo hacia sí y lo transforma todo: el enemi- El taller del carpintero
go en amigo, la huida de casa en abrazo paterno, la miseria
del propio envilecimiento en banquete de fiesta, porque «aun- Pero tal vez quede todavía un significado por descubrir en
que vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como este rico horizonte de perspectivas que giran en torno al
la nieve; si fueren rojos cual la púrpura, se volverán como la término y a la realidad de la integración. Me parece que
lana» (Is 1,18). puede reconocerse claramente en la historia singular de esta
La gracia es lo contrario de la rabia. Es la ternura de extraña comunidad.
quien es rico en misericordia; no sólo un sentimiento y una
emoción gratificantes para el corazón del penitente, perdón Hace mucho tiempo, en un pueblecito había un taller de un
o remisión, sino que es fuerza y energía viva que se extien- carpintero. Un día, durante la ausencia del dueño, todas sus
de como en dos direcciones, centrífuga y centrípeta, es de- herramientas de trabajo celebraron un gran consejo. La reu-
cir, fuerza que se irradia desde el centro a la periferia y que nión fue larga y animada... Se trataba de excluir de la distin-
calienta y transforma lo que es gélido y sin alma, o que ha guida comunidad de las herramientas a un cierto número de
renegado de su forma originaria (como el mal). Pero tam- sus miembros. Uno tomó la palabra y dijo: «No podemos
bién es fuerza que reconduce hacia el centro todo aquello tener entre nosotros al hermano Cepillo: tiene un carácter
que corre el riesgo de estar «des-centrado» o sin corazón y cortante y puntilloso, que pela y rebaja todo lo que pilla».
de romper la unidad (una vez más, como el caso del mal). «El hermano Martillo —protestó otro— tiene un tempera-
En definitiva, la misericordia es una fuerza de integra- mento fuerte y violento. Yo diría que es un machacón. Su
ción por medio de la cual se nos permite, también a noso- modo de golpear constantemente es irritante y pone de los
nervios a todos. ¡Expulsémoslo!». Otro intervino para decir:
- Cf E. PEYRETTI, Non andaré in bestia, Rocca 16-17 (1997) 50. «Tenemos que expulsar a nuestra hermana la Sierra, porque

190 191
muerde y hace rechinar los dientes. Tiene el carácter más de ellas a una acción que se convierte, cada vez más, en
mordaz y desagradable de toda la tierra». «¿Y los clavos? acción común, en colaboración. Dejando a un lado el len-
¿Se puede vivir con gente tan punzante? ¡Que se vayan! Y guaje un tanto árido de los principios, integrar el mal no es
que también se vayan con ellos la Lima y la Escofina. Vivir sólo una acción que desde el bien va hacia el mal, sino
con ellos es un roce continuo. ¡Y echemos también a la también a la inversa; no sólo significa perdonar y absolver,
Lija, cuya única razón de existir parece ser la de arañar al tratar con misericordia y no hacer pagar la culpa, sino que
prójimo!». también quiere decir captar esa parte de bien, de potenciali-
Así discutían cada vez con mayor animosidad las herra- dad positiva que hay oculta en toda acción humana, incluso
mientas del carpintero. Hablaban todas a la vez. El martillo en la que parece más perversa. Significa tener una mirada
quería expulsar a la lima y al cepillo; estos, por su parte, aguda y penetrante que sabe ver la cara oculta de la reali-
exigían la expulsión de los clavos y del martillo, y así suce- dad, que no se detiene en las apariencias, sino que es capaz
sivamente. Al final de la sesión, todos habían expulsado a de percibir ese núcleo puro y duro que permanece, en cual-
todos. quier caso, más allá de toda deformación en el comporta-
La reunión fue bruscamente interrumpida por la llegada miento. Quiere decir ser lo suficientemente inteligente como
del carpintero. Todas las herramientas callaron cuando lo para no ignorar, y tanto menos perderse, los insospechables
vieron acercarse al banco de trabajo. El hombre tomó una yacimientos de bien presentes en cada uno, sino —por el
tabla y la serró con la Sierra mordaz. La cepilló con el contrario— saber apreciarlos, con un corazón libre y una
Cepillo que rebaja e iguala todo lo que toca. La hermana mente abierta, haciendo converger todo este potencial posi-
Hacha que hiere con crueldad, la hermana Escofina con su tivo del individuo en la construcción de un bien común.
lengua áspera, la hermana Lija que araña y raspa, entraron La mirada misericordiosa no es tanto una mirada que tapa
en acción inmediatamente después. El carpintero tomó des- y oculta la realidad, que sólo «quiere» ver el bien y que
pués a los hermanos Clavos, con su carácter punzante, y al finge patéticamente que no existe el mal; el clásico y piado-
Martillo que golpea y machaca. Se sirvió de todas estas he- so «cerrar los ojos» a las realidades negativas no es expre-
rramientas de mal carácter para fabricar una cuna. Una her- sión de misericordia ni participa en absoluto del poder
mosísima cuna que habría, de acoger a un niño que estaba a integrador propio de la misericordia, porque de este modo
punto de nacer. Para acoger la vida. deja las cosas como están: el pecador con su mal y el peca-
A lo mejor, para hacer más hermosa esta cuna, falta toda- do con su diabólico poder destructivo. La misericordia, por
vía una herramienta. La tuya3. el contrario, es activa y laboriosa, genial e imprevisible, cam-
bia y convierte, sabe sacar el bien del mal, construye la casa
Esta historia, tan irreal y sin embargo tan cercana a la de todos, el edificio comunitario, no sólo con las piedras
realidad de nuestras comunidades, nos desvela un aspecto escogidas, sino también con los cascotes y los escombros:
muy importante del significado de la integración, considera- construye la cuna de la vida que nace, como nos cuenta la
da esta vez más desde su objeto que desde su sujeto. Inte- historia, con las piezas y la aportación (caracteres y tempe-
gración es también esto: no sólo la acción de un «centro ramentos difíciles) de todos.
bueno», activo y enérgico, sobre las partes exteriores pasi- Así pues, la integración del mal, desde este punto de
vas o que deberían ser «redimidas», sino que también es vista, es una acción que parte de la periferia y converge en
dinamismo de estas últimas, aportación original de cada una el centro, que crece y se desarrolla precisamente gracias a
esta acción común, centro que es deudor de las partes, es
3
B. FERRERO, La bottega del falegname, Se vuoi 6 (1996) 32. decir, una realidad comunitaria construida y que se vuelve

192 193
realmente comunitaria gracias no sólo al bien, sino también de cada uno de nosotros en el mal comunitario o en la debi-
al mal que se comparte. lidad del hermano, y el poder peligrosamente desintegrador
de todo lo que no es integrado.

Instrumentos para la integración del mal: 4. La integración del bien y la integración del mal son las
instrucciones de uso dos caras de la misma moneda, dos expresiones de la misma
lógica interpretativa de la comunidad religiosa. De aquí se
Ya hemos visto al comienzo de la primera parte algunas sigue que las formas e instrumentos para la integración del
normas teórico-prácticas acerca de la interpretación y utiliza- bien y del mal deberían remitirse los unos a los otros en el
ción de algunos instrumentos para la integración del bien y mismo individuo y convivir en la misma comunidad; tam-
también del mal. Creemos que vale la pena añadir ahora bién se desprende que, en líneas generales, no se debería
algunas indicaciones referidas más en particular a las for- insistir en la debilidad o las limitaciones del otro sin aludir
mas de integración del mal, como premisas de la parte más al mismo tiempo a su positividad.
operativa de nuestro discurso.
5. La fidelidad y constancia al aplicar estos ejercicios
1. La integración del mal plantea más problemas, en el personales y comunitarios determina lentamente una nueva
ámbito psicológico-espiritual, que la integración y participa- conciencia en cada miembro del grupo: conciencia del pro-
ción del bien. Las formas que propondremos tendrán éxito pio papel y de la propia responsabilidad en el seno de la
en la medida en que nazcan de y contribuyan a crear una comunidad. En esta nueva configuración de las relaciones,
mentalidad en este sentido, una cultura de la integración del será misión del superior velar sobre todo por la formación
mal, todavía ausente en buena medida de nuestros progra- de esta mentalidad y de esta cultura de la integración del
mas ascéticos de formación inicial y permanente y, por mal, y reactivar constantemente estas formas e instrumentos
desgracia, con frecuencia ausente de nuestras comunidades. incluyéndolos en el proyecto comunitario, favoreciendo y
exigiendo de todos, con delicadeza y firmeza, su puesta en
2. El objetivo de estos instrumentos y de los ejercicios práctica.
que hay que poner en práctica no será, por tanto, el bienes-
tar psicológico de la comunidad o la neutralización de los 6. Condición indispensable de esta praxis comunitaria es
inevitables conflictos, sino precisamente esta cultura inte- la experiencia personal de integración del propio mal. Nadie
gradora o esta nueva relación con el mal, tanto individual puede pensar en proponer a los demás lo que antes no ha
como comunitario. Por consiguiente, no se han de llevar a la experimentado como importante y positivo para sí mismo;
práctica sólo cuando exista una ruptura que solucionar o un menos aún deberá sentirse psicológicamente obligado a hacer
conflicto que resolver, sino que siempre han de verse como nada tal vez porque todos lo hacen o por agradar a otro, sólo
instrumentos normales y cotidianos de crecimiento. por obediencia o por no romper la armonía; antes debe haber
un camino personal de integración del propio mal, una con-
3. Por consiguiente, antes de pensar en las técnicas de versión en la manera de vivir la relación con las propias debi-
integración, será importante facilitar la formación de una lidades y limitaciones. Sólo desde la integración psíquica in-
conciencia en este sentido, e insistir en el principio o en los terior se puede proceder a la integración interpersonal. Sin
dos principios fundamentales sobre los que descansa toda la duda, el motivo por el que en nuestras comunidades no se
lógica de la integración del mal: la responsabilidad personal practica la corrección fraterna, ni la revisión de vida, tiene

194 195
también y sobre todo su raíz en la insuficiente experiencia sentido tanto activo como pasivo estos mismos instrumen-
personal de reconciliación con la propia debilidad. tos; de forma tal que, en una comunidad, todos han debido
aprender a practicar la corrección fraterna, pero también a
7. Estando así las cosas, es decir, si la experiencia espiri- dejarse corregir, a perdonar y a pedir perdón. Sería extrema-
tual ha de ser anterior, estas formas e instrumentos no pue- damente negativo que existieran dos grupos distintos: los
den ser estratagemas psicológicas o técnicas de integración «correctores» y los «corregidos», los que siempre tienen algo
de grupo, sino que serán expresión del hombre espiritual, que reprochar a los demás y los que se equivocan siempre; o
redimido y pacificado por la cruz, que precisamente con bien los que asumen la responsabilidad de llamar la aten-
este tipo de disponibilidad y actividades extiende, en cierto ción al hermano y los que se limitan a esperar. Nadie obten-
modo, el poder unitivo y pacificador de la misma cruz. dría ventaja alguna de esta rígida, artificiosa y a la larga
insostenible división de papeles.
8. Expresión auténtica de esta integración interior y per-
sonal es el perdón. Aquí no hablaremos de él explícitamen- 10. Como ya hemos anticipado, los instrumentos de los
te, porque ya lo hemos hecho en el volumen anterior y por- que vamos a hablar son dos: la corrección (y promoción)
que, más que un ejercicio propiamente dicho de integración, fraterna y la revisión de vida.
lo consideramos como una condición indispensable, una
predisposición del corazón y de todo el ser y, en cualquier
caso, algo que viene antes y que, todo lo más, acciona el
mecanismo integrador del mal. Entendemos, pues, el perdón
como «el acto libre de amor —o, en cualquier caso, de res-
peto activo— de quien readmite a la relación consigo al
propio ofensor, reconociéndole una dignidad que supera el
mal realizado y siendo capaz de sobrellevar el peso sin ce-
der a la cólera»4. O, como dice Spidlik, «perdonar es una
confesión de unidad: esta es la gran diferencia entre los
dioses paganos y el Dios cristiano»5, o entre el perdón como
acto puramente psíquico y el perdón como gesto profunda-
mente relacional que abre a la integración. El perdón, enton-
ces, es condición y al mismo tiempo consecuencia de la
integración del mal.

9. Uno de los indicios más fiables del correcto funciona-


miento de estos instrumentos de integración y, en última
instancia, de la capacidad integradora de una comunidad,
consiste en la disponibilidad de todos para practicar en un

4
R. MANCINI, Esistenza e gratuita, Asís 1996, 146.
5
Tomado de una entrevista a T. Spidlik, en el diario L'Unitá del 6 de
abril de 1997.

196 197
Capítulo 2 más clara y convincente manifestación del amor fraterno»2,
porque no hay amor más grande que el de quien sale al en-
cuentro del hermano pecador, el de quien se siente responsa-
Corrección (y promoción) fraterna ble y hace su aportación personal para que se corrija, el de
quien se deja corregir y corrige, que lleva al otro sobre sus
hombros y se deja llevar por el otro; pues, parafraseando a
Pablo, ya es difícil, y en absoluto se da por hecho, amar a
quien se lo merece y es bueno, pero amar al hermano débil y
decidir ayudarle a llevar el peso de su debilidad, esto es ver-
dadero amor humano y divino, como el que Dios nos ha mos-
trado en Cristo «siendo aún pecadores» (Rom 5,8). En un
contexto más explícitamente comunitario «se dan muestras de
que somos hermanos no cuando en la comunidad se vive y se
respira un clima de serenidad y alegría, sino cuando se respi-
ran aires de "tempestad" y urge poner un remedio, cuando se
Se ha dicho que la corrección fraterna es el mandato evan- extiende el desconcierto y la tensión por alguna espectacular
gélico menos observado. Y no se trata de algo nuevo, si es «grieta» que pone seriamente en peligro la estabilidad de todo
cierto —como dicen los rabinos— que es «muy dudoso que el "edificio" comunitario»3.
se pueda encontrar a un solo hombre capaz de corregir a su
prójimo de la manera adecuada»1. De hecho, no se hace casi Ya señalamos en el volumen anterior cómo, según lo que
nunca. Somos capaces de indignarnos, de rasgarnos las ves- afirman las investigaciones científicas y la experiencia de la
tiduras, de criticar y difundir a los cuatro vientos el error vida común, los problemas de relación perturban seriamente
del prójimo, pero nos resulta difícil corregir como herma- la dinámica comunitaria cuando desencadenan la lógica de
nos, conforme el método y el espíritu que se nos proponen la acción «igual y contraria», lógica infantil de acción y
en el Evangelio. En efecto, Jesús, en Mateo 18,15-17, no reacción, de ataque y contraataque, de acusación y del «y tú
sólo nos muestra un comportamiento, sino que nos propone más», como una especie de espiral enloquecida4. Dicho de
un método, una pedagogía de la corrección fraterna con una otro modo, no podemos pretender que deje de existir el mal
sabia síntesis entre ideal teológico y metodología pedagógi- en nuestras comunidades, pero podemos y tenemos que apren-
ca, muy lejos de nuestra costumbre meramente de rechazo der a responder ante las limitaciones o las caídas del herma-
ante la realidad del mal en sus diferentes formas. no con respuestas más libres y menos defensivas, más inteli-
gentes y menos cobardes, más creativas y menos repetitivas,
En efecto, frente al mal reaccionamos espontáneamente más evangélicas y menos paganas.
con el rechazo o la condena; nos sentimos demasiado justos o
pecadores sin remisión; jueces inflexibles o imputados sin La corrección fraterna es una de estas respuestas, una
defensa; aparentamos indiferencia o nos empeñamos en gue- especie de «regla de oro» al servicio de la comunidad. Des-
rras imposibles. Sin embargo, corrección fraterna quiere decir de siempre.
aprender a convivir con el mal, primero con el propio, y des- 2
U. TERRINONI, La correzione fraterna nel Nuovo Testamento, Creciere
pués con el de los demás. Más aún, es una forma de cargar oggi 4 (1995) 19.
con la debilidad del hermano. Y acaba por convertirse en «la 3
Ib.
4
Cf A. CENCINI, La vida fraterna: comunión de santos y pecadores, Si-
1
J. GALOT, Vivere insieme un grande amure, Milán 1993, 147. gúeme, Salamanca 1998, 172.

198 199
Historia antigua y moderna cia humana la que aprende y tiene que aprender del estilo
divino, como subraya sobre todo el libro de los Proverbios.
El tema de la corrección fraterna, después de un largo pa- «El que no usa la vara odia a su hijo, pero el que le ama le
réntesis de olvido, está ganando nuevamente terreno y sien- prodiga la corrección» (Prov 13,24; cf 23,13); «castiga a tu
do objeto de reflexión, tratando también de que se traduzca, hijo mientras hay esperanza, pero no te excedas hasta matar-
aunque todavía tímidamente, en praxis de la Iglesia y de las lo» (Prov 19,18); «el que reprende a uno al fin encontrará
comunidades religiosas como una de esas realidades, «anti- más valor que el que le trata con lengua aduladora» (Prov
guas y siempre nuevas» presentes en la estación del floreci- 28,23); «el que rechaza la corrección se desprecia a sí mis-
miento posconciliar, pero que hunde sus raíces en épocas y mo, el que escucha la reprensión adquiere inteligencia» (Prov
contextos mucho más remotos. 15,32). De todos modos, la corrección fraterna va más allá
del esquema padre-hijo y tiene que ver con cualquier rela-
ción de proximidad; no se trata de algo facultativo, sino que
La corrección fraterna en la Palabra de Dios es vinculante: «corregirás a tu hermano para no hacerte cóm-
plice de su pecado» (Lev 19,17).
No es mi intención hacer aquí un análisis de los textos de la Es sorprendente la actitud de Job, que se aviene con do-
Biblia; tan sólo pretendo poner de manifiesto el fundamento cilidad a escuchar a su «amigo» Elifaz (ya hay una correc-
bíblico de este precepto e insistir, al menos, en alguno de ción), quien le invita a prepararse para una corrección pos-
los muchos aspectos que señalan las Escrituras en relación terior, la que viene del Señor, y a dejarse instruir por él. Y,
con él. aunque la prueba se ensañe con su físico devastado, acepta
En el Antiguo Testamento el sentido predominante que se escuchar humildemente para tratar de entender cómo y por
da a este rasgo pedagógico va en la dirección del castigo, de qué Dios, que era su amigo, se ha convertido inexplicable-
la disciplina, de la corrección. Dios aparece como el gran mente en su enemigo6. Esta es la sabia respuesta de Elifaz:
educador que guía a Israel y que se dirige al pueblo elegido «¡Oh, sí, feliz el hombre que por Dios es corregido y no
considerado en su totalidad (cf Dt 4,36; 8,5; Os 7,12; 10,10). desperdicia la enseñanza del todopoderoso! Porque él hiere
Después del exilio de Babilonia la actividad pedagógica de y después sana la herida; llaga, y su misma mano cura» (Job
Dios se desplaza del grupo al individuo y asume progresiva- 5,17-18; cf 34,10).
mente los rasgos de una acción que nace del amor, del amor En síntesis, podemos decir que en el Antiguo Testamento
paterno, del interés por quien tiene que crecer y puede ha- la corrección es sobre todo una acción divina y paterna, y
cerlo precisamente por medio de la corrección: «No despre- que la corrección humana, que también se recomienda con
cies, hijo mío, la corrección del Señor y no te enfades por insistencia, está llamada a modelarse sobre la divina. Pero
su represión, porque el Señor reprende al que ama, como un ya comienza a abrirse paso una concepción fuerte de la co-
padre al hijo querido» (Prov 3,1-12); el Señor «reprende, rrección fraterna, como ejercicio obligado entre creyentes e
corrige, enseña y guía como un pastor su rebaño» (Si 18,13). hijos del mismo Dios y Padre; por tanto, se trataría de una
«Dios educa en el amor, fortiter et suaviter, "en la justa actitud mucho más que facultativa.
medida" (cf Lev 26,18.28), refiriéndose ampliamente a la El Nuevo Testamento está plagado de alusiones a la correc-
experiencia humana»5. Por eso es precisamente la experien- ción fraterna. En el texto clásico de Mateo 18,15-17, como
ya hemos apuntado, Jesús no se conforma con proponer un
5
U. TERRINONI, Se tuo fratello... Sui sentieri evangelici della vita fraterna,
Bolonia 1993, 66. 6
cf ib, 67.

200 201
valor ideal, sino que sugiere un método inteligente y gradual
de la corrección fraterna en el seno de una comunidad de castigo, que a todos alcanza, no seríais hijos legítimos, sino
creyentes. Volveremos más adelante sobre este texto y su bastardos. [...] Es cierto que todo castigo, en el momento de
riquísimo significado, quedándonos, de momento, con los recibirlo, es desagradable y motivo de disgusto; pero des-
tres niveles de intervención que señala. El primero (v. 15): pués, en los que se han ejercitado en él, produce frutos de
la amonestación en secreto y de forma confidencial al her- paz y de justicia» (Heb 12,7-11). Así se cierra el círculo
mano que ha cometido una falta por parte de otro hermano, entre Antiguo y Nuevo Testamento: Dios, el educador de su
que no deberá olvidar —en ese mismo momento— que él pueblo, es el Padre que corrige por amor, modelo de toda
mismo es un pecador y que actúa en nombre de la comuni- corrección. Cuanto más aprendamos a ser sus hijos, más nos
dad, no a título personal. El segundo (v. 16): la amonesta- comportaremos como hermanos, con todas las implicaciones
ción del hermano en presencia de algunos miembros de la concretas de la fraternidad, incluida la corrección. Entonces
comunidad, para dar mayor peso a la intervención y conse- uno se dispone gustosamente a «corregir [al que cae] como
guir que vuelva quien se había alejado. El tercero (v. 17): hermano» (2Tes 3,15) y a «hacer volver [al hermano] al
consiste en la intervención de toda la comunidad, invitada a buen camino» (Sant 5,19), con palabras que salen del cora-
tomar conciencia de la actitud cerrada del hermano, de su zón y que abren brecha en el corazón del otro8. Como Dios
autoexclusión de su propio seno. Este, no obstante, aun cuan- Padre hace con cada uno de nosotros. Así pues, de la correc-
do no reconozca su error, nunca dejará de ser un hermano; ción paterna a la corrección fraterna, o de la experiencia
ningún miembro de la comunidad podrá quedar eximido de personal al servicio interpersonal.
mostrar con él una atención benévola, tal vez para volver a
comenzar de nuevo, partiendo de cero, acercándose a él como
a un pagano o un publicano al que se quiere conducir a la La corrección fraterna
verdad en la caridad7. en el pensamiento de algunos Padres
También Pablo propone a menudo la corrección fraterna
como un deber que no sólo afecta a quien desempeña un La época de los Padres asume sin variaciones relevantes el
cargo (cf ITes 5,14), sino a todo creyente animado por el modelo y la praxis de la corrección fraterna que sugiere el
Espíritu (cf Gal 6,1); obligación que se ha de practicar «con mandato evangélico, objeto de muchos comentarios e
amabilidad» (Gal 6,1; 2Tim 2,24), hasta convertirse en ser- interpretaciones y motivo de numerosas recomendaciones a
vicio mutuo de todo creyente para con sus hermanos (cf los hermanos y a las comunidades creyentes. Esto muestra
Rom 15,14). Y si en ocasiones la corrección fraterna es cau- la continuidad con el punto de referencia y la pretensión de
sa de aflicción y produce alguna herida, el autor de la carta fidelidad al mandato evangélico, hasta crear los hábitos co-
a los Hebreos deja entender que las pruebas, las heridas, las rrespondientes. Citemos sólo algunas de las intervenciones
desilusiones, el cansancio, las tensiones, las tristezas... son más originales9.
pasos obligados para el crecimiento comunitario de la cari- El autor de la Didajé remite expresamente al Evangelio
dad en la verdad: «El castigo que soportáis os sirve para cuando invita con firmeza: «Corregios mutuamente, no con
educaros. Dios os trata como a hijos. ¿Hay algún hijo que ira, sino con paz... A quien peca contra otro, no le dirijáis la
no sea corregido por su padre? Si estuvieseis exentos de
8
Cf U. TERRINONI, a.c, 27.
9
7
Cf J. GALOT, Qu'il soitpour toi comme le páien et le publicain, Nouvelle Este apartado y el siguiente se inspiran en el análisis de L. D E CANDIDO,
Revue Théologique 106 (1974) 1024, citado por U. TERRINONI, a.c, 24. Correzione fraterna. Itinerario di storia e spiritualita, Credere oggi 4 (1995)
28-41.

202
203
palabra, ni sea escuchado por vosotros en tanto no se La corrección fraterna en el monacato primitivo
arrepienta»10. Es interesante el modo en que Cromacio, pa-
triarca de Aquilea, comenta Mt 18,15: «La mayor ganancia «El monaquismo privilegia la práctica de la corrección frater-
que uno puede obtener será la de lograr, mediante la correc- na»15. Esta afirmación de De Candido es muy importante para
ción fraterna, salvar al hermano que yerra... Actuar así quie- nuestro análisis, pues retrotrae la corrección fraterna a los
re decir realmente amar a los hermanos y ser hombres de albores de la vida religiosa señalándola entre los elementos
paz, en lugar de guardarse la ira encerrada en el espíritu. El esenciales de la vida fraterna. «La razón fundamental es do-
verdadero servicio consiste en llamar la atención y corregir ble: experiencia de fragilidad, exigencia evangélica. La co-
al hermano que se equivoca. La corrección delicada del her- rrección fraterna equivale a preocupación por el hermano o la
mano es útil con tal de que no provenga de la animosidad, hermana culpables y a garantía de la comunidad»16.
sino de un corazón desinteresado y de la verdadera cari- Así, Pablo el ermitaño, adoptando la actitud interior ideal
dad»11. para acoger la corrección fraterna, reconoce a fondo su
También resulta singular el modo en que Ambrosio, obis- vulnerabilidad en términos que pueden parecer excesivos:
po de Milán, expresa su disgusto y su condena al emperador «Estoy en el fango, hundido hasta el cuello y lloro ante Dios
Teodosio por un hecho gravísimo como el asesinato de 7.000 diciendo: ten piedad de mí». Parece casi responderle Anto-
ciudadanos12: cuando el emperador entró en Milán, el obispo nio abad (el fundador del monacato eremítico): «Puede lla-
decidió alejarse de la ciudad, dirigiéndole, no obstante, este marse "hombre" a quien es razonable o a quien aguanta que
escrito: «He preferido someter en secreto a tu consideración le corrijan. Pero a quien no se deja corregir se le llama
tu carácter impetuoso, antes que provocarlo, tal vez, con una salvaje, porque su estado es propio de salvajes. Y hay que
intervención mía en público... Aconsejo, ruego, exhorto, re- rehuir a estos individuos, porque quien convive con la mal-
procho porque me apena que no te sientas afligido por la dad nunca podrá estar entre los inmortales [...]. No hay que
muerte de tantos inocentes»13. Esta intervención fue tan efi- encolerizarse contra los que pecan, aunque su acción merez-
caz que Teodosio se inscribió entre los penitentes, convenci- ca ser denunciada y sea digna de castigo. Debemos convertir
do por las palabras persuasivas y por la actitud respetuosa a quien ha caído por la justicia misma y también castigarlo,
del obispo. Hay que señalar que, en otro contexto, el mismo si fuera conveniente, personalmente o por medio de otros;
Ambrosio califica de «amiga» y «afable» la auténtica co- pero no hace falta encolerizarse o enfurecerse, porque la
rrección propuesta por el Evangelio14. cólera sólo obra la justicia de modo pasional y no según
Por tanto, podemos concluir que la corrección fraterna discernimiento»17.
está presente no sólo en las preocupaciones de los Padres de Según Pacomio, padre del monaquismo cenobítico o
la Iglesia sino también, como consecuencia, en la praxis de comunitario, «en el caso de todas las amonestaciones y pre-
la Iglesia primitiva. ceptos para los que se haya prescrito y establecido la co-
rrección, bastarán los priores locales. Si después hay alguna
culpa de un género nuevo, se expondrá al prepósito del mo-
10 nasterio»18. Por tanto, la corrección fraterna existe y es re-
Didajé 15.
" CROMACIO, Tratado 58, 1.
12
Se trata del castigo desproporcionado ordenado por Teodosio en agosto
15
de 390 contra Tesalónica. L. D E CANDIDO, a.c, 32.
16
13
AMBROSIO, Carta 11 (51). Ib.
14 17
ID, Tratado sobre el Evangelio de san Lucas 8, 21 (cf Obras de san Atribuido a ANTONIO, Avisos 13, 69.
18
Ambrosio I, BAC, Madrid 1996). PACOMIO, Regla 133.

204 205
comendada, aunque sea una tarea atribuida al papel específi- rrige— de su condición de pecador y de la debilidad de su
co del superior. palabra. La fecundidad de la corrección fraterna estriba en
Del mismo modo Basilio se remonta al precepto evangé- la oración, es decir, en la invocación a Dios para que sea su
lico en lo que respecta a la corrección fraterna, pero añade gracia la que obre en el hermano extraviado. Hay algunas
que quien recibe una corrección debe obrar «como se com- razones que dispensan de la obligación de practicar la co-
porta un hijo enfermo con su padre y con el médico preocu- rrección fraterna (la espera de un momento más oportuno, la
pados por su salud: el hijo sabe perfectamente que, aunque duda razonable de que no se vaya a acoger la ayuda, o in-
se le ofrezca algo desagradable o amargo para su curación, cluso que alguien llegue a perderse por causa de la correc-
su padre no puede ignorar ningún remedio para la salud del ción misma), y también hay excusas falsas (la pereza, la
hijo, ni el médico puede equivocarse»19. vergüenza, la «ley del silencio» por miedo a las represalias
De gran importancia es la aportación de Agustín al res- o para evitar rencores)26. La autoridad tiene una responsabi-
pecto. Este obispo invita a las mojas de Hipona a la correc- lidad concreta en este sentido, pero siempre deberá hacer
ción fraterna (empezando por la priora como sujeto y objeto todo lo posible para que la corrección fraterna conserve su
de corrección) y las exhorta a poner «mayor empeño en finalidad pedagógica y de crecimiento, y que su objetivo no
ponerse de acuerdo que en amonestarse»20. San Agustín es sea simplemente castigar.
tan realista que reconoce lo que les cuesta a algunos practi- También san Benito, el gran legislador del monacato, de-
car la corrección fraterna, «bien porque desagrada compro- dica mucha atención a la corrección fraterna, que propone
meterse, bien porque nos avergonzamos de hacer frente a según el esquema progresivo del Evangelio, pero atribuyen-
los hermanos o para evitar rencores» 2 ', pero también reco- do su realización siempre a los superiores (primero en priva-
noce que, aunque la corrección fraterna sea un deber, no es do, después delante de la comunidad): «Y, si ni aun así se
un deber absoluto; hay que discernir si intervenir o no según corrigiere [el hermano], incurrirá en excomunión, si com-
la norma de la prudencia en la caridad22. Su Regla se extien- prende el alcance de esta pena. Pero si es un obstinado, se le
de con generosidad a propósito de la corrección fraterna, someterá al castigo corporal»27. Sin embargo, un toque de
señalando la caridad como su presupuesto fundamental23, ca- humanidad evangélica viene a suavizar aquí la dureza de
ridad que se expresa en la paciencia y en la moderación24; estas penas impuestas a los culpables: «Con toda solicitud
su fundamento teológico reside en el hecho de que Dios se ocupará el abad de los hermanos culpables [...]. Por eso
corrige al que ama; el antropológico, en la humildad25, en- se ha de portar en todo como un buen médico y mandarle
tendida como toma de conciencia —por parte de quien co- hermanos de confianza, sabios monjes ancianos quienes, con
discreción, consuelen al hermano turbado, lo animen a com-
19
BASILIO, Regla, cuestión 24. portarse con humildad y lo conforten para que no lo hunda
20
AGUSTÍN, Carta 210. (Cf Obras completas de san Agustín Xlb, BAC, una tristeza excesiva (...) y que todos oren por él»28.
Madrid 1991 3 ).
21
ID, La ciudad de Dios, 1, 8, 2. (Cf Obras completas de san Agustín También se da especial relevancia a la corrección fraterna
XVI, BAC, Madrid 1988"). en la experiencia franciscana, donde la comunidad constitu-
22
Ib, 1, 9, 2. ye «el seno materno», fuera del cual no es posible vivir.
23
Para san Agustín, sólo puede corregir quien lo hace por amor (cf A.
CLERICI, La correzione fraterna in S. Agostino, Palermo 1989, 1 13).
24
«No es apto para corregir quien no ha superado con el amor el odio 26
característico del vengativo» (cf ib, 109). Cf AGUSTÍN, La ciudad de Dios 1, 9, 1-2.
27
25
Para Agustín, la humildad es la ley esencial del cristiano (cf AGUSTÍN, BENITO, Regla, 23; cf también 24-26 y 44 sobre la excomunión. (Cf
Comentario a la carta a los Gálatas, 15, en Obras completas de san Agustín BAC, Madrid 1979, 117-121, 143).
28
XVIII, BAC, Madrid). Ib, 27.

206 207
Cada hermano que haya cometido una falta debe poder ex- Podemos, por tanto, concluir que la corrección fraterna,
perimentar en la comunidad la maternidad de quien está a su considerada desde los primeros momentos de la vida religio-
lado, exactamente como sugiere Francisco: «Si entre los her- sa como esencial para la vida fraterna, no puede ignorarse
manos, dondequiera que estén, hubiera alguno que quisiera en nuestros días.
caminar según la carne y no según el espíritu, que los her-
manos con los que se encuentre le reprendan, y lo instruyan
y corrijan con humildad y diligencia»29. La corrección fraterna en la vida
Al término de este breve repaso, podemos concluir que la consagrada de nuestros días
corrección fraterna:
Hemos afirmado que la corrección fraterna es tal vez el man-
— se ha recomendado desde los inicios de la vida religiosa, dato evangélico más desatendido en la actualidad: de hecho
como praxis normal de una vida comunitaria que tiene casi nunca se practica en nuestras comunidades, a pesar de
que vérselas con las limitaciones de cada uno de los que pertenece —como ya hemos visto— a los orígenes y a
hermanos; la tradición más genuina de la misma vida consagrada.
— ha sido siempre leída e interpretada teniendo como Pero si intentamos ir más allá de las apariencias, descubri-
trasfondo las indicaciones evangélicas propuestas por Je- remos que la situación no es tan estática ni hay tanto
sús mismo y también el modelo del Dios Padre que co- inmovilismo; está despuntando un renovado interés al res-
rrige a los que ama; pecto, aunque haya dificultades para que se convierta en
— se reconoce normalmente que es tarea de los superiores, praxis habitual. Tal vez sería más exacto decir que nos en-
confiada a su responsabilidad pero para que, en cual- contramos en medio de una situación un poco contradictoria
quier caso, intervengan siempre como hermanos; aunque y ambigua. Por una parte, por ejemplo, De Candido observa
la corrección se atribuye también implícitamente a cual- que «el espíritu evangélico de la corrección fraterna ha pa-
quier miembro de la comunidad para que actúe como un sado a nosotros como una herencia y que sus motivos y
padre30; comportamientos inspiradores siguen manteniéndose, si bien
— siempre es calificada como signo de fraternidad; por tanto con un lenguaje nuevo y diferente»31; por otro lado Cabra,
hay que ejercerla con amabilidad y comprensión, con con su habitual realismo, pone de manifiesto que la correc-
humildad y desde la conciencia del propio pecado; ción fraterna «ha caído más bien en desuso en estas últimas
— se indica como deber, no como un gesto facultativo, aun- décadas»32. Algo más; un signo muy positivo es la recomen-
que de vez en cuando pueda ser objeto de discernimiento; dación autorizada del documento La vida fraterna en comu-
— tiene como finalidad el crecimiento del individuo y de la nidad de que se practique la corrección fraterna33, pero tal
comunidad, y no el simple castigo ni, menos aún, la vez la necesidad de hacer esta recomendación venga a indi-
inmunización fraterna de la comunidad mediante el ale- car, en cierto modo, un fenómeno singular que el mismo
jamiento del hermano pecador. Cabra retrata en estos términos: «Los superiores parecen ha-
25
ber perdido la valentía de amonestar. Se ha extendido entre
Fonti francescane 17, citado por U. TERRINONI, O.C, 68.
30
Será santo Tomás (Summa Theologica, II-II, q. 33) quien defienda que
los religiosos y las religiosas tal alergia a recibir la más
«todos están capacitados para practicar la corrección fraterna como vínculo
de caridad, aunque la parcela de juicio o castigo se reserve a los prelados, es
decir, a la jerarquía. Pero también estos son objeto de la corrección fraterna 31
L. D E CANDIDO, a.c, 38.
32
por parte de los subditos», movidos, no obstante, «no por la insolencia, ni la P. G. CABRA, Per una vita fraterna, Brescia 1998, 109.
33
dureza, sino por la mansedumbre y el respeto» (L. D E CANDIDO, a.c, 32). CfVFC32.

208 209
mínima observación de parte de la autoridad, que esta pre- Sentido penitencial y sentido espiritual
fiere a menudo no tomar la iniciativa. Con el riesgo de que
los religiosos y las religiosas naveguen tranquilamente en Hay un significado clásico de la corrección fraterna, en per-
medio de sus defectos, de los que no es raro que ni siquiera fecta consonancia con el mandato evangélico de Mateo 18,
sean conscientes»34. que entiende este servicio fraterno, en la línea de la recupe-
Ciertamente, la corrección fraterna no puede reducirse a la ración de quien se ha equivocado, como un modo evangélico
intervención de la autoridad constituida pero, de todos mo- de situarse ante el pecado ajeno. Esta interpretación queda
dos, el fenómeno que denuncia Cabra es indicativo de una perfectamente expresada en la siguiente definición, más des-
menor disponibilidad al respecto y, tal vez más allá de todo criptiva que esencial, de Terrinoni: la corrección fraterna
esto, podría entenderse como la expectativa de un modo dife- «es un gesto purísimo de caridad, realizado con discreción y
rente de interpretar el servicio de la autoridad en función del humildad, en relación con quien ha errado; es comprensión
crecimiento del individuo, de forma más puntual y evangéli- caritativa y disponibilidad sincera hacia el hermano para ayu-
ca, más fraterna y compartida por todos, más positiva y me- darle a llevar el fardo de sus defectos, de sus miserias y
nos impositiva de corregir al que se equivoca y animar a quien debilidades a lo largo de los arduos senderos de la vida; es
todavía no tiene suficiente confianza en sí mismo. una mano tendida hacia quien ha caído para ayudarle a le-
Vamos a tratar ahora de entender mejor esta antiquísima vantarse y reemprender el camino. Es "una especie de li-
norma que, en la medida en que nos ayuda a integrar el mal, mosna espiritual", afirma santo Tomás; es una práctica y
transforma nuestra vida comunitaria convirtiéndonos en mo- eficaz catequesis que hace creíbles el amor y la verdad; es
tivo de salvación unos de otros, en presencia providencial, una solícita intervención fraterna que quiere curar las heri-
en auténtica «autoridad»35 que ayuda a crecer. das del alma, sin causar sufrimientos, ni humillaciones»36.
Pero hay también otro significado que está abriéndose
camino progresivamente en la interpretación de la correc-
Definición: de la corrección ción fraterna. «A lo largo de los últimos años —observa
a la promoción fraterna desde un punto de vista teológico Cario Collo—, la correc-
ción fraterna se ha desplazado desde la esfera penitencial
A quien considera con cierta profundidad la sensibilidad es- hacia la espiritual»37, es decir ha pasado gradualmente de la
piritual del momento presente, enseguida le resultará evi- finalidad exclusivamente negativa (el reproche por un error)
dente que nos encontramos frente a un cambio de significa- a otra positiva-«propositiva», que se articula «en una plura-
do a propósito de la corrección fraterna. En este apartado lidad de intervenciones graduales, no fácilmente definibles a
vamos a tratar de desentrañar el sentido de este cambio, priori, que van desde la ayuda que se presta al hermano para
considerando algunas de sus implicaciones, pero también que- que no se extravíe, el apoyo que se ofrece a los débiles o el
remos poner de manifiesto las resistencias que llevan a opo- estímulo dirigido a los pusilánimes, la exhortación, la llama-
nerse al espíritu y la práctica de la corrección fraterna. da de atención y la corrección, hasta la drástica medida de
la excomunión, en el caso de que se revele como útil»38.

36
U. TERRINONI, O.C, 63.
37
C. COLLO, La prassi penitenziate della Chiesa come esercizio di
P. G. CABRA, O.C, 109-110. correzione fraterna, Credere oggi 4 (1995) 42.
38
En el sentido etimológico del término (autoridad: de augere, crecer). Ib, 43.

210 211
Así pues, siempre se trata de una intervención motivada mos, «al ver su fe» (cf Le 5,17-26). Corrección fraterna es
por la presencia del mal, de la limitación, de la debilidad, de también esto: cargar con el peso de alguien que es débil y
la incertidumbre, pero con la intención de superar todas es- que sólo con sus fuerzas nunca podría llegar a resolver sus
tas realidades en virtud de la fuerza positiva siempre presen- problemas, teniendo bien presente que, en otras ocasiones,
te en el sujeto; la corrección fraterna quiere poner de mani- nosotros mismos hemos sido llevados por otro. Entonces se
fiesto este bien para hacerlo fructificar. Se trata de corregir realiza realmente la integración del mal.
«promoviendo» y de «promover» corrigiendo. Precisamente
gracias a esta apertura o a esta mirada prospectiva tiene
lugar la integración del mal. En este sentido va la definición «Yo soy el guardián de mi hermano»
de Peradotto, según la cual, la corrección fraterna es «un
conjunto de comportamientos de iluminación, consejo, estí- Evidentemente, este modo de entender la corrección fraterna
mulo, reproche, amonestación y súplica que hay que cultivar exige sobre todo una ampliación de la perspectiva del senti-
pacientemente para adquirirlos como estilo propio y para do del «yo», tal vez una genuina y auténtica conversión in-
hacerlos practicables cada día»39, por medio de los cuales se terior. Para llegar exactamente a invertir la insolente frase
trata de ayudar al hermano a desistir del mal y hacer el bien. de Caín (cf Gen 4,9) y reconocer que sí, que yo soy el
«La corrección fraterna es entrar en la intimidad del culpa- guardián de mi hermano, que Dios lo ha puesto a mi lado
ble; pero este alberga en su interior quién sabe cuántos va- para que me ocupe de él, porque es voluntad del Padre ce-
liosos elementos positivos: hay que reservar un elogio para lestial que no se pierda ninguno. Vivir en comunidad, consa-
ellos»40. grados al mismo Dios y Padre, significa tomar la decisión
Supone una notable ampliación de significado y, de todos de recorrer el mismo camino de santidad y, por tanto, unir
modos, en línea con ese sentido de fraternidad responsable inevitablemente la propia suerte con la del otro; más aún,
que es la clave de lectura del Mateo 18,15-17. En efecto, el significa descubrir que ya es así, que un vínculo que no
verbo reprender traduce un término hebreo cuya raíz signifi- proviene ni de la carne ni de la sangre, sino que es más
ca también «exhortar y educar», no sólo «corregir y casti- fuerte que todo eso, nos une ya entre nosotros, en el bien y
gar». Existe, además, una interpretación etimológica real- en el mal, aunque no nos demos cuenta (culpablemente), y
mente sugestiva (aunque no sé en qué medida está fundada), pretendamos ocuparnos cada uno de nuestra propia santidad
según la cual «corregir» vendría del verbo cumregere, esto personal, tan improbable como privada42. La comunidad es
es, literalmente significaría «llevar juntos», llevar juntos el sujeto de santidad antes (y todavía más) que el lugar donde
peso de un problema, de una debilidad, de un pecado, en cada uno se construye su propio itinerario personal de per-
definitiva, de una situación complicada del hermano, para fección, aguantando a los otros, pecadores, para llegar así a
no dejarlo solo y ayudarle a salir de sus problemas41. En ser santo.
cierto modo, como aquellos hombres del evangelio de Lucas
Entonces, la corrección fraterna no es una intervención
que cargaron sobre sus espaldas al paralítico y lo llevaron
extemporánea cuyo objetivo sería restablecer la armonía o la
ante Jesús para que lo curara: Jesús lo curó, como ya sabe-
paz perdida, sino la consecuencia inevitable de este estado de
cosas que no es simplemente humano, o de esa situación de
39
F. PERADOTTO, Correzione e condivisione, Vita Pastorale 8-9 (1989)
hecho que es el don de vivir juntos en el nombre de Cristo y
130.
40
L. D E CANDIDO, a.c, 40. 42
Hemos comentado con amplitud este extraño equívoco (el «demonio
41
Cf F. PERADOTTO, a.c, 130. del individualismo») en los dos volúmenes anteriores.

212 213
de su sangre. Es la manifestación coherente de la responsabi- «La corrección fraterna crea una relación de corresponsa-
lidad asumida en relación con aquel que es, a todos los efec- bilidad entre personas: no se puede dejar sólo al culpable en
tos, mi hermano, y cuya santidad me preocupa, más aún, jun- su rectificación; tiene que percibir la cercanía de quien le
to al cual yo me santifico. De lo contrario, lo que hay es comprende y asume con él las consecuencias de la culpa de
aislamiento, marginación fraterna, esa sutil violencia de la que se le ha acusado, sobre todo cuando estas consecuencias
perfección privada que no deja espacio para el otro en mi son gravosas. [...] Comunidad cainita es la que muestra des-
corazón, en definitiva, lo que hay es el homicidio. interés por el hermano, como si uno no fuera el guardián de
No pensemos que este término es exagerado, porque no los demás y más aún cuando este está a punto de caer o ya
cabe otra alternativa al hecho de hacerse cargo del hermano: ha caído»43.
o me hago responsable de mi hermano o lo excluyo de la (o
de mi) vida, exactamente como si lo matara; no hay un tér-
mino medio. Realmente Caín mató u obró «como si matara» Las resistencias
a su hermano Abel, cuando a la pregunta de Yavé respondió:
«¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gen 4,9): Si así están las cosas, ¿cómo es que la corrección fraterna, a
ahí, en ese preciso momento le asestó el golpe de gracia; pesar de tantos elogios, se practica tan poco? ¿Se trata de
esas palabras matan definitivamente al hermano y la comu- nuestra acostumbrada incoherencia o existen especiales
nidad; pronunciadas ante el Dios que es Padre, pretenden contradicciones internas y externas que la hacen difícil? En
suprimir cualquier rastro de paternidad. Este es el gran peli- primer lugar, vamos a tratar de descubrir las resistencias
gro de quien no reconoce su propia responsabilidad en rela- desde la perspectiva de la corrección que hay que hacer y,
ción con el otro; pero vaya donde vaya, aunque huya, le después, desde la perspectiva de la corrección que tenemos
perseguirá y no le dejará en paz, obsesiva y punzante, la que aceptar. Lo haremos de forma breve, describiendo sim-
pregunta del Padre: «¿Dónde está tu hermano?». plemente algunos rasgos de los diferentes tipos, y es que,
La conversión que subyace al cambio de perspectiva en por desgracia, son muchos.
relación con el hermano al que se corrige (o en relación con
el peso del hermano por cum-regere) es tal vez la conversión
más imperceptible y radical que existe, la de la propia identi- — Las resistencias a corregir
dad: de un yo pequeñito pequeñito que ha tratado de de-limi-
tar rigurosamente sus fronteras, a un yo que ha ampliado es- El irresponsable. Es aquel que todavía no ha entendido en
tas fronteras hasta el otro, hasta quien está a su lado; de un yo absoluto la vinculación que nos une recíprocamente. Es un
acurrucado y replegado sobre sí mismo, perfectamente —y individualista que, poco a poco, va dando muestras de
tristemente— integrado en torno al centro de su propio yo indiferencia ante los problemas del otro y que tranquiliza su
como si del centro del universo se tratara, a un yo que ha propia conciencia con las habituales excusas infantiles del
descubierto la propia identidad en ser hijo de Dios y que, juego de competencias («En el fondo, la cosa no va conmi-
poniendo a Dios en el centro de su vida, logra integrar cual- go, le corresponde decírselo al superior...»; «¿Y por qué
quier limitación y debilidad personal; en fin, de un yo que tengo que intervenir yo? No es de mi incumbencia...»). En
«pasa de largo» ante los problemas ajenos, a un yo capaz de realidad se trata de un listo que no quiere complicarse la
sentir «compasión» y de acercarse a todos, para vendar las vida: no ha visto ni oído nada, no se ha dado cuenta de nada
heridas y cargar con quien ha caído, para cuidar de él (cf Le
10,30-37): un yo capaz de integrar el mal del hermano. L. D E CANDIDO, a.c, 40.

214 215
o no está seguro de haber entendido bien y, por tanto, es también puede penetrar en nuestras comunidades contami-
mejor no hacer nada... nando las relaciones. A la larga, se hace insostenible vivir al
lado de aquel a quien se teme.
El puritano. En una variante del irresponsable. Represen-
ta a los que, en particular, no saben (o no son capaces) de El vergonzoso. Se trata una vez más del individualista
reconocer la responsabilidad concreta que los hermanos de que tiene miedo de confesar su fe y de expresar su afecto
una comunidad comparten en el mal. La caída de un herma- por el hermano, o que tiene grandes dificultades para com-
no normalmente afecta a todos, interpela y acusa a todos y partir su mundo interior y para entrar en el de los demás.
cada uno: nadie puede lavarse las manos o decir que es Entonces se justifica y se esconde detrás de la «hoja de
totalmente ajeno al hecho; nadie puede decir: «Es asunto parra» de la racionalización: «La corrección fraterna es de-
suyo; yo no he hecho nada malo...», porque precisamente masiado engorrosa para mí, no soy la persona más indicada,
esta podría ser su responsabilidad: el no haber hecho nada conmigo no va lo de ir haciendo de consejero espiritual...»;
para impedir esa caída. El puritano, en cambio, trata de dis- o bien: «Me resulta más bien artificioso eso de tener que
tanciarse del otro pecador para evitar el contagio; si pudiera sacar lo positivo de los demás; si él solo no es capaz, es
lo aislaría en cuarentena o, en un caso extremo, lo traslada- inútil que yo me esfuerce». Tal vez se considere un tipo
ría a otro lugar para hacerse la ilusión de estar a salvo del concreto, que va al grano; en realidad, lo que le pasa es que
mal para siempre y de vivir sólo con gente como él, bajo el está cohibido, que se avergüenza de sí mismo y que ha per-
consabido lema «pocos, pero buenos» (que, de este modo, dido el gusto de ser simplemente él mismo y de dar testimo-
se vuelven malos). Tal vez ni siquiera es capaz de imaginar nio de aquello en lo que cree.
lo triste y repelente que sería vivir entre hermanos puritanos
o lo falsa que resultaría esta comunidad de «santos». El paternalista (o maternalista). A diferencia de los per-
sonajes vistos hasta ahora, este tiende en exceso a hacer una
El miedoso. Es el que tiene un miedo excesivo a las posi- corrección tras otra, tal vez movido por un celo exagerado o
bles reacciones negativas del otro («Mejor no tocarlo, por- por un ensañamiento terapéutico con respecto al prójimo; o,
que podría tener una reacción...»; «¿Y si después me recha- tal vez, por ese instinto excesivamente protector y compla-
za y no me dirige la palabra?», etc). Con estos miedos ciente que vuelve artificial incluso la valoración positiva que
confecciona una serie de excusas con las que justifica su se hace del otro. El riesgo es que se vuelva insoportable, de
falta de intervención. Bueno sería, sin embargo, que alguien modo que no se acepten sus observaciones críticas, tal vez
le recordara que el miedo suele ser la proyección de nues- muy acertadas. O también el error puede ser la insistencia
tras inseguridades... A veces el miedoso se muestra exagera- en hacer correcciones más «paternas o maternas» que
damente complaciente con el otro: tiene tanto miedo (del fraternas, llegando a resultar pesado y adoptando una acti-
hermano o de sus posibles reacciones) que hace todo lo po- tud irritante.
sible para estar a buenas con él, aunque esté viendo su error.
De este modo, en lugar de la verdad caritativa de la correc- El «proyectivo». Es el que tiene «la viga en su ojo» (Mt
ción fraterna, establecerá unas relaciones artificiales y fal- 7,4-5) y pretende ver «la paja en el ajeno». En lugar de
sas, llenas de miedos y de engaños, de palabras inútiles y de corrección fraterna, lo que hará es una «proyección fraterna»
silencios embarazosos. Tal vez sería bueno recordar que hoy que, en realidad, es cualquier cosa menos fraterna. La
en día vivimos cada vez más en un clima social de descon- «proyección» es un mecanismo de defensa involuntario, aun-
fianza mutua, y que este clima, aparentemente inofensivo, que muy extendido en la vida cotidiana, por el cual rechaza-

216 217
mos algunos aspectos de nosotros mismos, atribuyéndoselos permitir reprochar algo a los demás. El problema es que esta
en cierto modo a los demás. La corrección fraterna, por su sutil presunción en cierto modo queda en evidencia, creando
parte, se convierte en proyección cuando el sujeto «atribuye en ocasiones auténticas caricaturas: él, el justo, que con toda
a los demás sus propios errores, sus propias inclinaciones y solemnidad amonesta al hermano pecador, quien, por su par-
faltas. En lugar de instrumento de vida, se convierte en ins- te, padece humillado (¿o «con las narices hinchadas»?). A
trumento de muerte, en tumba de la vida comunitaria»44. Se veces, estos justos están también dotados, amén de un poten-
trata de un mecanismo peligroso, sobre todo porque a menu- cial cómico insospechable, de un cierto poder e influjo sobre
do resulta invisible para quien lo practica. los demás, por lo que cabe esperar que la corrección provo-
que, a la larga, las reacciones negativas típicas de quien se
El pesimista. Practicar la corrección fraterna quiere decir siente tratado con suficiencia y autoridad.
fundamentalmente creer en el otro, tener confianza en sus Entonces este justo debería recordar que «sigue siendo
posibilidades de cambio; más aún, significa ser capaces de alguien perdonado por Dios y que está llamado a perdonar
despertar en él esos insospechables yacimientos de bien, de (Mt 18,35) y que sólo la mirada del que se ha enmendado
capacidad positiva que tal vez están dormidos en su interior. puede ser pura y recta al corregir (Mt 7,5 y par.)»46. Por el
La corrección fraterna nace de la estima por el otro y produ- contrario, si sigue considerándose justo, lo mejor es que re-
ce autoestima en el otro; no es un gesto humanitario de nuncie a cualquier corrección fraterna.
conmiseración. El que no es capaz de percibir el bien que Una variante de este tipo sería el que nunca hace correc-
hay en los demás y, por tanto, no lo estima ni espera en él, ciones fraternas porque tiene miedo a caer en lo que él mis-
¿cómo va a poder hacer una auténtica corrección fraterna? mo está reprochando; es siempre la misma premisa equivo-
Sin embargo, no es tan raro tropezar con comportamientos y cada: como si en la corrección fraterna cada uno se estuviera
justificaciones de este tipo: «Es una guerra perdida de ante- exhibiendo a sí mismo y su propia justicia. En realidad, se
mano, no hay nada que hacer con cierta gente...»; «Después hace la corrección fraterna no en virtud de la propia obser-
de todo, la corrección fraterna no sirve para nada; además, vancia y perfección, sino porque a uno le preocupa la santi-
tendría que entenderlo él solo; la mejor corrección es el dad y el bien del hermano. En la auténtica corrección fraterna
ejemplo...». Señala C. Collo: «Sólo quien ha aprendido "con no hay uno que es infalible que amonesta al que ha caído,
toda humildad a considerar a los demás como superiores a sino uno que tiene experiencia de la propia debilidad; es
uno mismo" y a "gozarse y congratularse con todos" (cf Flp más, no se trata de un hermano que corrige a otro, sino de
2,3.17) será capaz de corregir fraternamente a los demás. El Dios Padre que corrige a ambos, donando el uno al otro, y
que no es capaz de decir nunca una palabra de alabanza, ni concediendo su perdón a los dos. Finalmente, señala De
de alegrarse con el prójimo, que también se abstenga de la
Candido, «hay una doble traición en silenciar las culpas de
corrección fraterna»45.
un hermano que son idénticas a las propias; y tanto más
cuando el otro las conoce, porque se desperdicia la oportu-
El «justo». Sería el que pretende hacer la corrección fraterna nidad de una doble corrección y una doble enmienda»47. Pero
desde una postura poco natural y artificiosa, esto es, desde la cuántas veces en nuestras comunidades se producen estas
presunción de ser esencialmente justo, tan justo que se puede traiciones; como una especie de pacto tácito de... no agre-
sión («Yo te dejo en paz a ti y tú me dejas en paz a mí»).
44
A. ARVALLI, Correzione fraterna nella maturitá ¡imana e xpirituale,
Credereoggi4(1995)55. Ib, 43.
45
C. COLLO, a.c, 49. L. D E CANDIDO, a.c, 40.

218 219
— Las resistencias a ser corregido a descubrir quién sabe qué monstruos en sus propios recove-
cos secretos, tiene miedo de que otro descubra en él
El «don perfecto». Como figura teórica de nuestro panorama negatividades insospechadas. Entonces se cierra y recibe la
descriptivo vendría a ser el «tres veces santo»; ese que está corrección a la defensiva, como algo sospechoso y hacién-
al margen de cualquier sospecha y permanece absolutamen- dose el ofendido. En realidad, su susceptibilidad le lleva a
te incontaminado; en realidad, nadie es tan tonto como para ver alusiones a sus defectos en lo que dicen los demás. Será
considerarse de este modo, pero, de todos modos, hay quie- muy importante que la corrección de estos sujetos sea en
nes en la práctica actúan con tal suficiencia y presunción extremo «afable» y fraterna, como recomendaba san
que parecen propiamente unos «don perfectos», personas sin Ambrosio.
tacha, que terminan por emitir un mensaje de este tipo: «Yo
no tengo ningún fallo; reto a cualquiera a pillarme en fal- El vengativo. Es el que interpreta la corrección fraterna
ta...»; «No me toquéis, podría reaccionar mal...». Puede tra- como una especie de desafío o enfrentamiento, con un ven-
tarse de personas cuyo comportamiento es, en efecto, co- cedor y un derrotado, por lo que trata de reaccionar, ante lo
rrecto, muy atentas a la observancia exterior. Pero, en un que percibe como acusaciones o ataques, con contraataques
nivel más profundo, son con mucha frecuencia como islas y nuevas acusaciones. A lo mejor no de forma inmediata ni
sin puerto donde atracar, como castillos sin puente levadizo: directa; a veces esperando la mejor ocasión para tomarse
no ofrecen al otro posibilidad alguna de diálogo, de comuni- revancha. De este modo, los otros aprenden a no atacarlo.
cación profunda; llegado el caso, son ellos los que sujetan Sin embargo, bastaría que él mismo aprendiera que la vida
las riendas y quienes deciden el tipo de comunicación. Una comunitaria no es un desafío y que tanto menos lo es la
vez me dijo una persona: «Yo corrijo a los demás, pero corrección fraterna. Por eso no hay necesidad de declararle
nadie me corrige a mí», y no sabía muy bien si tenía que la guerra a nadie, sino sólo de aprender a crecer juntos.
alegrarse o llorar por ello. Ciertamente, este no es un buen
signo; podría significar la existencia de una cierta presun- Hasta aquí la descripción de lo que se opone en nosotros
ción de infalibilidad que tapa la boca a quien pudiera pensar a la lógica y al espíritu de la corrección fraterna. No hemos
lo contrario. pretendido agotar la variedad de fuerzas interiores que se
oponen a esta praxis evangélica, ni uno tiene que verse re-
El quisquilloso. Otra resistencia a la corrección —en par- flejado a la fuerza en un tipo concreto de los descritos, ex-
te pasiva, en parte activa— viene constituida por la actitud cluyendo todos los demás; como sucede siempre en estos
excesivamente susceptible de quienes, ante cualquier obser- casos, puede haber actitudes que correspondan a más de uno
vación, reaccionan como ante una ofensa. Es evidente que de ellos.
un carácter de este tipo da a entender falta de disponibilidad Ciertamente, cada uno haría bien en tratar de descubrir
para dejarse corregir; para estas personas, la corrección todo lo que en su interior opone resistencia y crea dificulta-
fraterna es algo negativo, como una amenaza para la integri- des a la hora de cumplir con este mandato evangélico tanto
dad del propio yo. En efecto, la susceptibilidad del quisqui- en sentido activo como pasivo.
lloso es, sobre todo, signo de inseguridad y falta de autoes-
tima; razón por la que reacciona ante la cosa más nimia
como si se tratara de algo catastrófico. Por este motivo, el
quisquilloso suele ser también alguien que se conoce poco y
en un nivel muy superficial; huye del autoanálisis por miedo

220 221
La lógica de la salvación cristiana quien lo recibe; no es una cuenta bancaria que nos ha dejado
un bienhechor y que nos permite vivir de las rentas; es más
La corrección fraterna arranca desde atrás; no es algo que bien un don que suscita inmediatamente la responsabilidad,
pueda improvisarse, como si fuera una simple técnica de es experiencia de redención recibida de lo alto que convierte
intervención opcional que se pudiera limitar a los casos más al salvado en instrumento de salvación para los demás; es
extremos. Es un modo de estar y crecer juntos, de vincular tener la plena experiencia de la salvación recibida precisa-
la propia vida a la del «prójimo», de entender la comunidad mente cuando uno se decide a donar y ofrecer esta salvación
como acontecimiento de salvación, lugar teológico en el que al propio hermano. Por otra parte, este es el signo más gran-
se manifiesta concretamente nuestra condición de objeto y de del amor redentor de Dios: no sólo el habernos salvado,
sujeto de la redención. Este es el punto central en torno al sino habernos hecho capaces de llevar la salvación y la reden-
que se decide el sentido de la corrección fraterna, que es ción, como él.
antes (y mucho más) teológico que psicológico, y a la vista Aquí nace la corrección-promoción fraterna, en ese punto
del cual debería caer cualquier tipo de resistencia. de encuentro en el que la salvación recibida se convierte en
salvación donada, donde un pecador perdonado es capaz de
ofrecer un perdón redentor, donde se convierte en mediador
De la salvación recibida a la salvación donada de la salvación y sale al encuentro de un hermano pecador
como él, para que acoja el don de Dios como él.
Ya hemos hablado antes de la responsabilidad que nos une a
unos con otros, a nivel sobrenatural y natural. De esta idea
se deriva claramente, si bien de forma genérica, el deber de — La integración del mal en torno a la cruz
asumir responsabilidad en relación con el otro, quien, preci-
samente por esto, se convierte en mi hermano. Pero la co- Y si la salvación ha llegado por medio de la cruz del Hijo,
rrección fraterna puede y debe estar vinculada de un modo la corrección-promoción fraterna revive en cierto modo el
todavía más específico al mecanismo de la salvación cristia- mysterium crucis:
na, que es salvación que viene de la cruz de Cristo y que
llega hasta el hombre para salvarlo. — también ella está determinada por la presencia del mal, y
del mal de otros;
— corregir significa cargar con el mal, como hizo el Hijo en
— Autor de salvación la cruz o, al menos, comprometerse con él, dejar que este
mal entre en cierto modo en la propia vida y, por tanto,
Aquí tiene lugar algo prodigioso e inmensamente bello, aun- significa aceptar pagar un determinado precio por él;
que también inédito y comprometido, más aún, algo deci- — corrección-promoción fraterna quiere decir, sobre todo,
didamente superior a las fuerzas humanas: quien ha sido poner la cruz en el centro de las relaciones con el her-
salvado por la cruz, en cierto modo viene a participar de la mano y con su vida, para experimentar que sólo la cruz
fuerza redentora de la cruz misma, ha sido investido por la puede juzgar la vida del hombre y permitirle descubrir la
gracia con la misión de anunciar la salvación, haciéndola gravedad de su culpa (aspecto de la corrección); y tam-
eficaz; recibe el encargo de hacerse a sí mismo por medio bién para descubrir que sólo quien ha sido levantado en
de ella, de convertirse él mismo en autor de salvación. La la cruz puede atraerlo todo y a todos hacia sí, también al
salvación cristiana no es un simple don que deja pasivo a hombre pecador, para manifestar su poder divino en la

222 223
debilidad humana y transformar el mal en bien (aspecto no? Evidentemente nadie, sólo mi experiencia personal de
de la promoción). pecador juzgado y reconciliado por la cruz y en torno a la
cruz. No hay realidad como la cruz que tenga el poder de
En su conjunto, estos pasos trazan el itinerario misterioso juzgar y de reconciliar; nada hay como la sangre de Cristo
de la integración del mal del hermano en torno a la cruz, a que haga tomar conciencia del pecado, pero también de la
través de los dos movimientos clásicos integradores descri- certeza de la reconciliación. La corrección-promoción fraterna
tos anteriormente, el movimiento centrífugo y el movimien- arranca precisamente de esta experiencia; y sólo es posible
to centrípeto: de un centro que se extiende hacia la realidad, gracias al camino personal penitencial del que es un reflejo,
sometiéndola al juicio de la verdad; y de un centro que atrae como una prolongación. Ese camino no estaría completo sin
hacia sí, transformando esa realidad y volviéndola en cierto este servicio fraterno. Más en concreto, dispone de esta po-
modo semejante a sí. Es el doble dinamismo de la correc- sibilidad quien ha aprendido a dejarse juzgar por la Palabra
ción y la promoción fraterna, como un doble movimiento de de cada día, y a encontrar en ella el camino de la propia
un mismo corazón salvado y salvador. verdad y de la reconciliación, consigo mismo y con Dios.
La corrección y promoción fraterna, así entendida, es algo Del poder de esta Palabra y de la costumbre de enfrentar-
muy pequeño, como todo lo que es humano, pero realiza se a ella, nace la valentía de la corrección fraterna. Que no
este misterio humano y divino. Es un gesto fraterno muy significa que yo deba amonestar al hermano al compás de
humilde, pero a través del cual el Padre concede la salva- versículos bíblicos; quiere decir, más bien, superar ciertas
ción. Cuando dos hermanos se corrigen y se ayudan con este renuencias gracias al juicio de la Palabra que me hace aco-
espíritu, ahí el mal ya ha sido derrotado y transformado en ger en profundidad mi pecado, haciéndome entender igual-
posibilidad de gracia. mente que el mal del hermano es también mío, que su caída
¡El todo en la parte! me interpela y, en cierto modo, me juzga. Es muy poco
sentir pesar por el mal ajeno; hay que llegar al convenci-
miento de que ese mal también me pertenece.
La fuerza de la Palabra La corrección fraterna supone esta honestidad con uno
mismo. De lo contrario se corre el riesgo de caer en esas
La corrección-promoción fraterna me lleva entonces a des- formas de reproche y juicio que expresan más superioridad
cubrir al «hermano» y también una dimensión completamente que fraternidad, como un detalle de benevolencia por parte
nueva de las relaciones interpersonales: el otro deja de ser de quien, «al corregir», está de hecho negando su responsa-
un simple compañero de viaje o un amigo cualquiera, «el de bilidad. En cambio, quien llama la atención al hermano, siente
la habitación de al lado» o un amigo íntimo, una presencia la necesidad de intervenir precisamente porque ha descu-
interesante o insulsa, difícil o fácil de amar; es ante todo bierto que tiene parte en ese mal presente en la comunidad.
aquel con quien vivo en plenitud el don y la tarea de la Pero sólo el poder de juzgar de la Palabra, como espada de
salvación. Sólo entre hermanos en Cristo —que lo son gra- doble filo, nos hace ser obstinadamente verdaderos con no-
cias a la cruz— se puede practicar la corrección fraterna. sotros mismos y comprensivos con el hermano, convirtién-
Más allá de la indiferencia y del miedo, de la envidia y el donos en instrumento eficaz de reconciliación.
rechazo, de los apegos demasiado humanos y de los celos.
En teoría estaremos probablemente de acuerdo con todo
esto, pero, ¿quién me da a mí la fuerza para intervenir?,
¿quién me sugiere las palabras justas en el momento oportu-

224 225
Una palabra modelada por la Palabra Por otro lado, la Palabra escrita, también la inspirada por
Dios, tiene necesidad de una mediación humana, de una voz
Y entonces se perfila cada vez más el tipo de servicio que el que la haga resonar; mientras está en el papel corre el riesgo
hermano presta al hermano por medio de la corrección-pro- de permanecer inanimada, pero cuando un hermano la pro-
moción fraterna. Gracias a la Palabra no sólo superamos clama, o simplemente se la ofrece a otro hermano, en ese
nuestro miedo a los demás o a su rechazo, la tentación de momento la Palabra empieza a respirar y cobra vida; es como
pensar sólo en nuestros problemas y en nuestra perfección, si se reanimase, se convierte en Palabra encarnada. Y da
sin buscarse nuevas e inútiles dificultades. Sobre todo, aban- muestras de un poder singular, poder de corregir y promo-
donamos ese extraño respeto humano que nos impediría pro- ver, de reanimar la vida misma. Es hermoso pensar que tam-
nunciar, precisamente entre nosotros, el nombre de Jesucris- bién la Palabra de Dios necesita hoy de una mediación hu-
to, ¡como si no hubiera necesidad de anunciar la salvación mana para poder resonar como palabra de vida para todos.
en nuestras comunidades! Esto no significa que tengamos Por eso, si «nos dijéramos» con más frecuencia la Pala-
que sermonearnos unos a otros, se trata simplemente de es- bra del Señor, habría más optimismo y esperanza en nues-
tar convencidos de la necesidad de prestar un servicio, el tras comunidades, menos depresiones y caras largas, más
servicio «decisivo», diría Bonhoeffer, el de una palabra for- corrección y promoción fraterna. Mientras que, por el con-
jada por la escucha de la Palabra, o modelada por ella48. trario, que la corrección fraterna haya caído en desuso no
Así pues, el servicio de una palabra que tiene el poder de sólo quiere decir que carecemos del valor para practicarla o
transmitir energía o de liberar en el otro fuerzas inimagina- que no nos amamos, sino también que, tal vez, vivimos ale-
bles, promoviendo en él el desarrollo de la mejor parte de su jados de la Palabra.
personalidad, liberándola de todo aquello que aún la tiene
esclava y bloqueada.
La promoción fraterna, como parte del espíritu de la co- Estilo y método
rrección evangélica, no consiste simplemente en complacer-
se unos a otros, en el empeño por decirse sólo cosas bonitas Tomando como punto de referencia fundamental Gálatas 6,1-5
que resulta agradable escuchar, tal vez forzando un poco las y sin pretender dar normas precisas, podríamos sugerir algu-
cosas y porque sea necesario; por el contrario, consiste en nas indicaciones a propósito del modo en que se ha de desa-
despertar el bien, la parte positiva del hermano, algo que rrollar la corrección fraterna.
sólo la Palabra puede hacer, porque lo que sale de la boca
de Dios es alimento adecuado para el hombre. No hay nada
que pueda activar el bien en él tanto como la Palabra; nada «... Vosotros, hombres de Espíritu...»
como lo que Dios dice puede alimentarle y animarle a vivir
una vida nueva. No se trata de recompensarse unos a otros La corrección fraterna es una actividad espiritual, no un
con palabras obsequiosas o lisonjeras; la Palabra de Dios descubrimiento de las dinámicas de grupo y, como tal, sólo
también puede resultar amarga y complicarnos la existencia, pueden llevarla a la práctica personas «espirituales», es de-
la nuestra y la de los demás, pero para convertirnos en lo cir, que siguen un procedimiento a la luz del Espíritu.
que estamos llamados a ser, para que tengamos vida y la
tengamos en abundancia (cf Jn 10,10).
48
Cf D. BONHOEFFER, Vida en comunidad, Sigúeme, Salamanca 1987, 82-86.

226 227
— Discernimiento previo indispensable actitud o un gesto, un detalle o una broma, pueden ser más
expresivos que las palabras serias y oficiales, y menos
Esto quiere decir, más en concreto, que toda corrección fra- embarazosos que una llamada de atención; naturalmente sólo
terna ha de ir precedida por un serio discernimiento, en el puede encontrar estos gestos quien hace un discernimiento
que el individuo se pregunte principalmente por las motiva- en el Espíritu y, en el nivel humano, es lo suficientemente
ciones reales de su gesto, para purificarlo de posibles inten- inteligente y delicado como para buscar formas que no hie-
ciones agresivas, de revancha o de autoafirmación, y conse- ran la susceptibilidad ajena, ni sean contraproducentes.
guir que el discernimiento sea expresión de amor verdadero
y de sentido de responsabilidad en relación con el otro.
También es importante discernir si conviene o no hacer la — Verdad y caridad
corrección y, en caso de hacerla, de qué modo: es evidente
que la corrección fraterna no es para cualquier tipo de faltas Para concluir, otro importante objeto del análisis previo es
(¡faltaría más!), sino más bien para aquellas de una cierta la relación entre verdad y caridad. Es cierto que, en ocasio-
entidad y que más incidencia tengan en el compromiso de nes, con la excusa de la caridad no queremos hacer frente a
consagración y en la vida comunitaria, de cuya gravedad el la verdad, pero no podemos olvidar que también la verdad
sujeto parece no haberse dado cuenta. Pues nadie es capaz está sometida a la caridad porque, como dice agudamente
de percibir todas sus faltas y, en este sentido, la corrección san Francisco de Sales, «una verdad que no es caritativa
fraterna presta un importante servicio: ayuda al hermano a procede de una caridad que no es verdadera». En la prácti-
conocerse mejor49. De todos modos, la norma general es ca, «verdad caritativa» significa entender que no hay que
tener el suficiente sentido común como para no hacer una decir siempre e inmediatamente toda la verdad a la persona,
corrección fraterna en el caso de cuestiones que no tengan que hay que tener en cuenta su capacidad para comprender
remedio (defectos físicos, tics nerviosos, hábitos demasiado y aceptar determinadas observaciones, hay que considerar el
arraigados, comportamientos que ya son objeto de atención especial momento por el que está atravesando y que, tal vez,
por parte del sujeto...), y para no excederse en la corrección; podría aconsejar esperar una ocasión más propicia.
«no sería un grupo sano aquel en el que la mayor parte del Ciertamente supone ya un rasgo de sabiduría con discerni-
diálogo fraterno se reserva a la corrección fraterna. [•••] La miento saber escoger el momento justo, evitando, por un
corrección fraterna es, en la comunidad, como la sal en la lado, hacer la corrección en situaciones de fuerte emoción
sopa: si falta está insípido; si hay demasiada, no hay quien (ira, ansiedad, impaciencia, depresión, euforia), pues, en la
se lo coma, una pizca lo hace apetitoso»50. medida de lo posible, hay que decir las cosas importantes
Además no sólo existe la corrección verbal directa, sino cuando hay calma y serenidad suficientes para poder razo-
que también hay un modo indirecto de corregir. A veces una nar con lucidez; pero, por otro lado, tampoco hay que dejar
pasar el instante propicio: «Puede haber ocasiones en las
49
Es interesante la observación de Cabra a propósito de las diferencias que no se puede callar en absoluto, porque el silencio se
perceptivas: «Baste pensar en la diferencia que habría entre la enumeración entendería como debilidad o como aprobación de acciones y
que los demás harían de mis pecados, en el caso de que se les pidiera, y la
confesión que yo hago habitualmente de los mismos: esta diferencia de jui-
decisiones manifiestamente erradas, o bien porque, dejando
cio, por la que lo que para mí es mínimo e irrelevante se convierte a menudo la corrección para más adelante, podría no volver a presen-
en algo grave y de gran relevancia para los demás, explica las heridas que yo tarse la ocasión para intervenir»51. Un gran respeto, mucha
puedo infligir a la comunidad, incluso sin darme cuenta» (P. G. CABRA, O.C,
110). 51
50
A. ARVALLI, a.c, 59. Ib, 58.

228 229
prudencia, pero también sentido de la oportunidad y valen- mejorar en su autoestima. La «dulzura» de la que habla Pa-
tía; todo ello siempre por el bien del hermano. blo significa también el realismo convincente con el que se
En cualquier caso, la fase previa del discernimiento es percibe y se hace percibir lo que de positivo habita en el
indispensable: es ya, en cierto modo, corrección fraterna. En corazón del hermano. Una buena regla podría ser la siguien-
efecto, aun cuando se llegara a la conclusión de que todavía te: en toda corrección, no debe faltar nunca la promoción
no conviene intervenir de modo inmediato, crea en la perso- fraterna, mejor dicho, esta última debería ser más evidente
na una actitud fundamental y una mentalidad que favorecen que aquella, no tanto para que el otro me acepte ni, tanto
el crecimiento del otro. menos, para caer en la complacencia, en la hipocresía o en
el servilismo de la adulación (con la esperanza, tal vez, de
obtener algún provecho personal), sino porque es necesario
«...corregidle con dulzura» apoyarse en lo positivo para corregir lo negativo. La correc-
ción parte de la consideración (o de la crítica) de lo negati-
También cuando escribe a Timoteo, Pablo dice que el siervo vo, pero tiene que llevar a poner de relieve lo positivo, de lo
del Señor ha de «corregir con dulzura» (2Tim 2,25). La ex- contrario corre peligro de transmitir sobre todo un sentido
presión se explica por sí sola, pero tal vez sea más impor- de condena, dando a entender que no se trata de una verda-
tante entender de dónde viene esta dulzura o amabilidad y dera corrección fraterna. Llevada al extremo, acabaría por
qué hacer para que nazca. convertirse en un sutil acto de crueldad. Lo diferente —y
más fraterna— que podría ser la vida comunitaria si tuviéra-
mos esta capacidad de percibir el bien unos en otros, queda
— Raíz contemplativa expresado en esta poesía de un autor desconocido:

Nadie puede improvisarla y mucho menos fingirla. La raíz ¿Acaso no sería este mundo mejor
última de esta dulzura es de tipo comtemplativo. Nace en el si la gente con que nos cruzamos nos dijera:
ámbito de una oración en la que el otro no es simplemente «Conozco algo bueno de ti»,
aquel por el que pido a Dios, sino un don que se me ha y nos tratara según esta afirmación?
entregado para que, por medio de él y junto a él, pueda
recorrer mi camino hacia el Padre; pero también es un «peso» ¿No sería mejor y más estimulante
si cada apretón de manos sincero y cordial
que el Padre ha puesto sobre mis hombros, del que soy res- llevara consigo esta afirmación:
ponsable y guardián. Entonces amo y aprecio este don en la «Conozco algo bueno de ti»?
medida en que acepto hacerme cargo de este peso y lo con-
templo como algo valioso que siento cada vez más «pro- ¿No sería la vida mucho más feliz
pio»: yo pertenezco a mi hermano y él me pertenece a mí. Y si esa pequeña bondad que hay en todos nosotros
si en este «tesoro» descubro una sombra o una mancha, pro- fuera la única cosa nuestra
curo intervenir con un cuidado extremo, con delicadeza, es que la gente se molestara en recordar?
decir, con dulzura y amabilidad, para evitar arruinarlo.
Pero, al mismo tiempo, trataré de descubrir en él la bon- ¿No sería la vida mucho más feliz
dad que posee y que Dios, Padre común, ha depositado en si alabáramos la bondad que vemos?
Hay una cantidad inmensa de bondad
su vida; y veré el modo de despertar esta bondad, de estimu- en la peor parte de -vosotros y de mí.
larla, de hacer que tome conciencia de ella para que pueda

230 231
¿No sería también hermoso practicar haya pasado a los cuatro vientos. En esta fase no hay
esta buena manera de pensar? que hablar con nadie de la caída o la debilidad del her-
¡Tú conoces algo bueno de mí! mano, sino sólo con el interesado; en cualquier caso,
¡Yo conozco algo bueno de ti! quien hace la corrección no actúa a título personal, sino
que representa a toda la comunidad y la preocupación
del grupo por quien se ha alejado.
— Carácter progresivo — Si esto no surtiera efecto, se hace necesaria la interven-
ción de otros miembros de la comunidad, no para actuar
Otro elemento de esa dulzura que recomienda san Pablo es como testigos y levantar acta de la situación, sino para
su carácter progresivo, entendido como forma de profundo evitar un juicio apresurado y erróneo, o en exceso de-
respeto por el otro. En general, a todos nos resulta difícil pendiente de la percepción de uno solo; y, al mismo tiem-
contemplar la verdad del propio yo, los propios defectos y po, para dar mayor peso a la corrección, con la espe-
contradicciones; tal vez nadie esté preparado para aceptar de ranza de que el sujeto pueda ser convencido más
golpe toda la verdad acerca de sí mismo. «Por eso, determi- fácilmente por la palabra de varias personas.
nadas acusaciones graves, sinceras hasta despellejarnos, no — Si tampoco esto diera resultado, entonces «dilo a la co-
le aprovechan a nadie, ni a quien las recibe, ni a quien las munidad», para que. al hermano le quede claro que toda
hace. Tenemos que recordar que la verdad, o mejor, lo que la comunidad se hace cargo de su pecado, que se siente
creemos que es la verdad, cuando se usa mal puede conver- interpelada por él y que no quiere perder a un hermano.
tirse en objeto contundente, en un arma impropia capaz de — Si tampoco escucha a la comunidad, «considéralo como
causar un daño considerable en el otro»52. pagano y publicano»: aquí se subraya nuevamente lo que
Más en concreto, este carácter progresivo o gradual de la ha de hacer el individuo («considéralo...») en una situa-
corrección fraterna no puede sino inspirarse en las indicacio- ción que no hay que considerar irreversible, porque en la
nes evangélicas que ya hemos recordado (cf Mt 18,1-5-17): comunidad nadie deja de ser responsable de un hermano.
en primer lugar, la llamada de atención absolutamente confi- Queda siempre un margen para la inventiva del corazón
dencial, después pidiendo ayuda a algunos hermanos, final- y un amplio espacio para la esperanza y la acción secre-
mente la intervención de la autoridad. Más que una sucesión ta de la gracia, realidades en las que todavía puede apo-
rígida de sujetos y modos de intervención, me parece que la yarse quien, con anterioridad, ha experimentado perso-
praxis propuesta por Jesús ha de entenderse en su significado nalmente el poder de la misericordia y ha aceptado
fundamental, que sigue siendo el de un inmenso respeto por hacerse cargo del hermano. «Este ha de seguir preocu-
la persona, por el hermano que ha caído. Por eso, precisa- pándose por el hermano con un afecto inalterable, par-
mente, se hace necesario tener presentes algunos elementos. tiendo nuevamente de cero, sin cansarse y sin caer en la
desconfianza, plenamente convencido de que nunca va a
— Hay que acercarse al hermano con un cuidado extremo, llegar el momento en que pueda decir: "¡Ya basta!". Para
de forma reservada y discreta, a solas. Esto no sólo se quien se ha "alejado", siempre es bien recibido el mo-
refiere al modo de actuar con respecto al individuo, sino mento del retorno; para quien ha permanecido a la espe-
que indica también lo que en ningún caso se ha de hacer ra, siempre es motivo de alegría el momento de la acogi-
con respecto a los demás, es decir, no pregonar lo que da y el perdón»53.

¡2
Ib, 60. " U. TERRINONI, O.C, 83.

232 233
«...Ten mucho cuidado, pues tú también — La verdadera fraternidad
puedes ser puesto a prueba»
En esta misma línea —ausencia de cualquier presunción—
El cuidado o la vigilancia a que alude aquí la Palabra de será importante manifestar la propia disponibilidad para de-
Dios consiste en una actitud que expresa la intensidad con jarse corregir. Esto expresa la verdadera fraternidad: los her-
que se vive el momento presente, por parte de una persona manos que, cuando se corrigen mutuamente, se sienten cada
que tiende a la realización de algo en el futuro, pero con vez más hijos de ese Padre que «reprende a los que ama»
una memoria concreta del pasado. (Prov 3,12).
«La corrección fraterna exige autocrítica y purificación
del corazón y de la palabra; establece o potencia vínculos de
— El recuerdo de la propia debilidad amistad; envuelve con misericordia la culpa en sus carac-
terísticas e intensidad, sin ningún tipo de matices; transmi-
Cuando se hace la corrección fraterna (lo mismo que cuando tiendo señales de amor; se completa con el perdón»54.
se perdona) es importante no olvidar nunca la propia debili- Entonces, si así es la verdadera fraternidad, creo que la
dad y las propias caídas. Es un recuerdo que «nos pone en corrección-promoción fraterna es realmente un deber que
nuestro sitio» y que, en ese momento, nos lleva a adoptar el obliga a todos, en sentido activo y pasivo, y que nadie puede
comportamiento correcto, el propio de personas que no pre- considerarse excluido ni dispensado de esta tarea. Más aún,
tenden dominar, sino servir; personas que no se sienten su- considero que este modo de entender la llamada de atención
periores, sino que quieren ponerse al lado del hermano para al otro tiene mucho que decir a los superiores, bien porque
caminar con él. puede recordarles una tarea que forma parte ineludible de su
Por tanto, nada de afirmaciones solemnes, demasiado se- servicio (si corresponde a todos, con mayor razón a los su-
guras, o con la pretensión de interpretar las intenciones aje- periores), bien porque ilustra de manera clara y evangélica
nas y saber más que el otro de determinadas cosas. Siempre esa característica o componente de la auténtica corrección
hay que expresarse con una exquisita discreción, desde el que consiste en hacer crecer al hermano. Es como si dijéra-
convencimiento de que las propias conclusiones no son más mos que la única y verdadera corrección es la fraterna: si no
que hipótesis y que, por tanto, se han de formular en térmi- es promoción fraterna, no es evangélica.
nos de impresión («me parece que...», «podría ser que...») y Nuestras comunidades tendrán futuro cuando testimonie-
que, en consecuencia, uno está dispuesto a revisarlas. El mos que se puede vivir juntos, débiles y pecadores como
Sirácida sugería que, antes, conviene saber bien cómo se somos, sin que la debilidad y el pecado puedan destruir la
han desarrollado efectivamente las cosas: «Interroga a tu ami- comunidad, sino que, más bien, podemos construir a partir
go, quizá él no ha hecho nada...; Interroga a tu amigo, quizá de ellos la trama de nuestro ser hermanos y hermanas: cre-
no ha dicho nada... Interroga a tu amigo, porque muchas yentes salvados por la cruz y que en torno a la cruz encuen-
veces hay calumnias.... Interroga a tu vecino antes de tran la fuerza no sólo de perdonarse, sino de corregirse y
amenazarle» (Si 19,13-17). animarse mutuamente.
Esta es la verdadera fraternidad, la «buena noticia» para
el mundo y la Iglesia de hoy.

L. D E CANDIDO, a.c, 40.

234 235
Capítulo 3 para poder así reconocer y evitar posibles engaños y astu-
cias diabólicas y confesar las transgresiones. Con el correr
La revisión de vida de los siglos, este encuentro espiritual dio paso a un ritual
concreto a partir del cual se fue configurando poco a poco
el capítulo de culpas. Se celebraba en presencia de la comu-
nidad reunida en un lugar determinado, en un momento con-
creto de la jornada y con una confesión de culpas cada vez
más articulada, según un catálogo de faltas exteriores fijadas
de antemano. Antes de las acusaciones particulares, de ordi-
nario se leía un capítulo de la Regla ante el abad, que, des-
pués de las confesiones, dirigía unas palabras de amonesta-
ción y exhortación, además de imponer a cada uno la
penitencia correspondiente.
De este modo se venía a establecer una cierta e íntima
Junto a la corrección fraterna, como instrumento para la in- relación temática entre la Regla, la confesión de las propias
tegración comunitaria del mal, se encuentra la revisión de faltas y las advertencias, del abad, pero, sobre todo, la rela-
vida. Hemos dicho que se encuentra «junto a» porque com- ción resultaba al menos teóricamente evidente, aunque no
parte la naturaleza y la finalidad de la corrección fraterna, declarada explícitamente, entre la conciencia personal de la
pero también y hasta cierto punto, su estructura metodológica. culpa y la responsabilidad ante la comunidad. En realidad,
Representa una realidad moderna, al menos en la formula- el fin perseguido y explícitamente admitido de esta antigua
ción que hemos elegido para designar esta forma de integra- institución era la tutela de la exacta observancia de la Regla.
ción del mal pero, con diferentes nombres, la encontramos El capítulo de culpas pretendía ser un eficaz muro de con-
prácticamente en los albores del monacato. tención de las transgresiones, un freno contra cualquier con-
sentimiento tácito de las mismas, para salvaguardia de la
vida religiosa y de la misma comunidad. Además, la acusa-
El capítulo de culpas ción espontánea de las propias faltas era considerada como
una «penitencia» pública por la ruptura de la comunión
La revisión de vida cuenta con un ilustre antepasado: el tradi- fraterna; servía igualmente como ejercicio ascético para li-
cional capítulo de culpas, «antigua y fundamental institución berar el corazón de cualquier presunción y facilitar al grupo
monástica que se remonta al siglo VIII y que, posteriormente, una mayor conciencia de la necesidad de ayudar a sobrellevar
se extendió a casi todos los institutos religiosos»1. un misma carga2. «El pecado es una carga pesada —afirmaba
En realidad, su origen se remonta al antiguo monacato Basilio—. Nos la quitamos de encima mutuamente y tam-
(el de Pacomío, Antonio, Basilio, Agustín) y a la práctica, bién en nuestro entorno, llevando al hermano a convertir-
por parte de los jóvenes novicios, de someter al discerni- se...»3. Aunque después era sobre todo la autoridad consti-
miento de un monje anciano el propio camino espiritual, tuida (el abad o el superior) quien mediaba en la relación

1
U. TERRINONI, Se tuo fratello... Sui sentieri evangelici della vita fraterna, 2
Cf ib, 70-71; cf también P. SCIADINI, Capitulo delle colpe, en AA.VV.,
Bolonia 1993, 69. El breve excursus histórico que sigue se inspira en la Dizionario enciclopédico di spiritualitá I, Roma 1975, 414.
excelente síntesis que hace este autor. 3
BASILIO, Regla menor, 178 (PG 31, 1201).

236 237
entre individuo y comunidad: a él correspondía amonestar a flexión crítica acerca de un acontecimiento, un hecho de la
los hermanos e imponer la penitencia (sólo él tenía «voz en vida comunitaria, que se evalúa a la luz de la Palabra de
el capítulo»), mientras que —por extraño o contradictorio Dios y de las Constituciones del Instituto, y que se desarro-
que pueda parecer— él quedaba dispensado de tener que lla según el criterio o trinomio metodológico del ver, juzgar,
confesar sus faltas. actuar5. De aquí resulta una especie de «examen de con-
De hecho, en la historia de la vida consagrada, esta espe- ciencia comunitario sobre el modo de vivir juntos y de ad-
cie de confesión pública se ha mantenido durante mucho tiem- ministrar los dones que Dios ha hecho a cada uno. Por eso,
po sin ninguna vitalidad espiritual y perdiendo cada vez más no implica tanto una discusión acerca del tema propuesto,
su carácter vivo y participativo. El formalismo vacío y anóni- cuanto una reflexión en voz alta, hecha con total libertad, en
mo, las acusaciones repetidas con una monotonía exasperan- un clima de confianza mutua para tratar de ver juntos más
te, el ambiente cada vez menos penitencial (no costaba mu- allá de las apariencias con objeto de descubrir los motivos
cho confesar todos casi las mismas cosas y, menos aún, «expiar profundos de lo sucedido y desenredar la madeja de causas
las culpas» por medio de la oración indicada en la penitencia) que han interferido en el "hecho de vida"»6.
y cada vez menos comunitario (faltaba casi por completo —al Muchas comunidades se han servido y se sirven todavía de
menos en la catequesis oficial— la dimensión comunitaria de este método con excelentes resultados. Se trata, sin duda, de
la culpa y de la responsabilidad común en ella), habían hecho un «instrumento privilegiado para disipar, en la comunidad,
entrar irremediablemente en crisis a la antigua institución y las posibles y densas sombras, sospechas y pesados silencios
su espíritu: era una acción comunitaria, pero que no expresa- que, a menudo, apagan el entusiasmo y que son fuente de
ba comunión. De este modo, en los años inmediatamente pos- incomprensión y sufrimiento»7. Pero, en mi opinión, con este
teriores al Concilio, las comunidades se desembarazaron rápi- tipo de reflexión crítica, se corre el riesgo —aunque desmen-
damente del «rito del viernes por la noche después de tido en teoría— de favorecer discusiones sin término; y se
completas»4, considerado insignificante y anacrónico. acaba por amortiguar fatalmente el duro enfrentamiento de
Sin embargo, no todo era despreciable en esta práctica. cada uno con su propio mal delante de la comunidad, tan
evidente •—aunque de forma un poco rudimentaria— en la
tradición del capítulo de culpas. Además, tampoco se desarro-
La revisión de vida llan posteriormente otras posibles formas eficaces de integra-
ción del mal comunitario en cuanto tal, algo que, sin embar-
Un intento de recuperar el auténtico espíritu del antiguo ca- go, es hoy muy necesario. La revisión de vida en sí misma, y
pítulo de culpas es el instrumento de la revisión de vida. tal como la entendemos aquí, por una parte es más sencilla y,
por otra, es más consistente, aunque más dura, en el sentido
A menudo, con esta expresión se quiere designar una con-
de que apunta directamente al análisis del propio mal y del
creta práctica comunitaria que tiene sus orígenes en el siglo
comunitario. Esta es la razón por la que querría proponer,
pasado, en Francia, a cargo especialmente de la rama juvenil
junto al método del «ver-juzgar-actuar»8, una forma de revi-
de la Acción católica y que, con posterioridad, se difundió
rápidamente a otros lugares. Este método consiste en la re-
5
Cf M. TAGGI-M. BISI, L'arte del dialogo, Roma 1997, 60-61.
6
U. TERRINONI, O.C, 72-73.
4 7 Ib 73
Con frecuencia el capítulo de culpas se celebraba en común el viernes - -
por la noche, tal vez para subrayar su carácter teóricamente penitencial. En 8
A propósito de este método, remitimos, en su aplicación a la vida
muchos ambientes, además, se dejaba libertad al individuo para confesar de comunitaria religiosa, a los estudios de U. TERRINONI, O.C, 11-1A y M. TAGGI-
modo espontáneo las propias culpas ante la comunidad antes de las comidas. M. BISI, O.C, 60-61.

238 239
sión de vida que sea más fiel al dato histórico del pasado, así Hay que decir que, en la práctica, no siempre se puede
como también a las necesidades del presente, y que, en cual- hacer una distinción rígida entre estas tres modalidades, es-
quier caso, el Magisterio nos pide que pongamos en práctica pecialmente entre la segunda y la tercera; pero es importan-
en este tiempo de renovación de la vida consagrada9. Tal vez te mantener una relación gradual entre los tres tipos. En
podríamos decir que el método del «ver-juzgar-actuar» está cualquier caso, una comunidad tiene que empezar por el
especialmente indicado para asambleas programáticas extraor- primero de ellos, y pasar de forma progresiva a los siguien-
dinarias, como puede ser el caso de un capítulo general o tes, sin dejarse llevar por las prisas. Puede incluso permane-
provincial (o determinadas formas de sínodo), en las que se cer durante un cierto tiempo en el primer nivel, porque este
dirige toda la atención a la decisión que hay que tomar, mien- ya permite alcanzar resultados considerables. En los prime-
tras que la metodología de la revisión de vida, tal como la ros años después del Concilio, cuando un imprevisto interés
presentamos ahora, me parece más indicada para la vida de la por lo comunitario pareció despertar grandes entusiasmos de
comunidad concreta y su difícil relación con las limitaciones innovación, y palabras como «comunión», koinonía y otras
de sus miembros. semejantes parecieron convertirse en «santo y seña», una
especie de símbolos de una vida consagrada inédita, muchas
comunidades se dedicaron, con empeño y con grandes espe-
Definición y tipología ranzas de renovación, a practicar diferentes formas de diná-
mica de grupo, entre las que se encontraba la misma revi-
Podríamos definir la revisión de vida de la que pretendemos sión de vida, empezando e improvisando enseguida por el
hablar aquí en es estos términos: se trata, en general, de una tercer nivel. ¿Cuáles fueron los resultados? Pues que no fue-
reflexión crítica (como una especie de examen de concien- ron raros los casos en que todo se resolvió en enfrentamientos
cia) acerca de un aspecto particular de la propia conducta y reacciones interminables, en estallido incontrolado de ten-
y/o de la vida comunitaria, a la luz de la Palabra y de las siones y rencores interpersonales, hasta el punto de que hubo
Constituciones, ante la comunidad y con la ayuda de la «heridos y muertos» como resultado de ciertos encuentros
comunidad, confesando cada uno sus propias faltas o las de de revisión de vida: la falta de una preparación adecuada, de
la comunidad al Dios de la misericordia. un itinerario progresivo, de una sensibilidad personal y co-
A partir de esta especie de definición descriptiva, resulta munitaria madura, junto con la confusión de los objetivos
evidente la posibilidad de diferentes modalidades interpretati- con el método, determinaron el fracaso de estas operaciones
vas de la revisión de vida. Más en concreto, existen tres y su abandono precipitado, con la «vuelta a lo privado»,
modos distintos y progresivos de entenderla y practicarla. como se dijo entonces, es decir, vuelta, en muchas ocasio-
El primero, tal vez el más clásico, pero que no hay que nes, a un estilo preconciliar de incomunicación o, en todo
obviar en absoluto, contempla el análisis y la confesión so- caso, de comunicación muy pobre.
lamente de la propia conducta por parte de cada uno. En el El tercer tipo de revisión de vida, insistimos, es, por su
segundo, la reflexión crítica se refiere a aspectos de la vida naturaleza, el más difícil y delicado; puede suscitar una ca-
comunitaria en general, sin hacer referencia a los indivi- dena de resentimientos y revanchas, de heridas difícilmente
duos. En el tercero existe también la posibilidad de observa- cicatrizables, a menos que se resuelva en el pacto tácito de
ciones críticas a cada uno de los hermanos, en una especie una complaciente y recíproca «no agresión». No todas las
de corrección fraterna pública. comunidades pueden pensar en practicar este tipo de revi-
sión, porque podría incluso ser peligroso; en todo caso, siem-
" C f V F C 32. pre es necesario recorrer con anterioridad un cierto camino,

240 241
crear un determinado ambiente, partir de la libertad —cada puede aprovechar todo esto para analizarse y mejorar, pero
uno— de reconocer ante todo los propios pecados delante también podría llegar a herir y lastimar profundamente, po-
de la comunidad y dejarse corregir por el otro. Este es el dría desanimar y paralizar cualquier intención de mejorar, o
sentido de la propuesta progresiva y articulada de la revisión bloquear y prejuzgar cualquier posibilidad de relación. Aun-
de vida que estamos haciendo ahora. que la comunidad no es una cofradía de justos intocables,
Por otro lado, con excepción de esta condición, tampoco tampoco es el campo de batalla de una agresividad no repri-
es cuestión de pretender que se den las circunstancias ópti- mida o donde estallan conflictos incontrolados, sino el lugar
mas para hacer la revisión de vida; si se espera a que la en el que se aprende con paciencia y tenacidad a vivir tam-
comunidad esté madura y no haya problemas, nunca se hará bién el mal como acontecimiento de bien y de comunión,
la revisión de vida. No hay que olvidar que esta práctica de con Dios y con los hermanos.
compartir las culpas es más un modo de crecer juntos que Este modelo de comunidad religiosa debería resultar ya
un privilegio de las comunidades «perfectas». Así pues, lo suficientemente evidente desde todo lo que hemos venido
normal es que una comunidad empiece con el primer tipo, diciendo hasta aquí, pero la lógica de la revisión de vida
para pasar progresivamente a los otros dos sin especiales ofrece nuevas ideas para la definición de este modelo.
prisas por alcanzar un nivel perfecto.

•— Primer nivel: el don de la confesión fraterna


Condiciones y niveles
«Confesaos los pecados unos a otros» (Sant 5,16), nos reco-
Por tanto, es necesario ante todo crear un cierto tipo de mienda la Palabra de Dios; pero no se trata de un mandamien-
mentalidad, remitiéndose constantemente al modelo de co- to, sino de un don de la gracia. Es una gracia poder confe-
munidad religiosa como fraternidad que nace y renace cada sar nuestros pecados al hermano11. Es una gracia porque, en
día de la sangre de Cristo, reconciliada por su cruz, y que ese mismo momento, el mal pierde toda su carga de destruc-
no es una asociación de justos —comprometidos cada uno ción y de muerte. Se ve obligado a salir de las tinieblas
en su camino personal y. privado de perfección— que no desde las que dificulta y obstaculiza —sin ser descubierto—
tienen nada que perdonarse; comunidad de pecadores que, las relaciones fraternas, de modo que, al salir a la luz es
reconociéndose y ayudándose unos a otros a reconocerse reconocido y perdonado, porque es en cierta manera con-
pecadores, experimentan juntos la misma misericordia divi- fiando al hermano y puesto sobre sus espaldas. Y «cuando
na y, también juntos, edifican la santidad de todos. me dirijo a mi hermano para confesarme, me dirijo al mis-
Precisamente por esto, ayudarse mutuamente a reconocer mo Dios»12.
la propia vulnerabilidad no puede ser algo improvisado o Pero es todavía una gracia mayor el poder confesar nues-
por «celebrar» inmediatamente en público, sino que debe tro pecado delante de toda la comunidad. En este caso, es
venir después del aprendizaje de un cierto método. De he- cargado sobre los hombros de todos, como si todos soporta-
cho hay una revisión de vida más «padecida» que buscada, ran el peso del hermano y se lo quitaran de encima; enton-
casi salvaje, podríamos decir, que «viene de las pullas o ces ese pecado no sólo pierde su poder destructivo, sino que
alusiones más o menos amables que los hermanos y las her- se convierte incluso en ocasión de crecimiento y momento
manas se dedican de cuando en cuando»10. Es cierto que uno
" Cf D. BONHOEFFER, Vida en comunidad, Sigúeme, Salamanca 1987, 89-90.
10 12
P. G. CABRA, Per una vita fraterna, Brescia 1998, 11. Ib, 90.

242 243
de gracia para toda la comunidad, no solamente para el indi- dríamos decir, en virtud de la cual cada miembro del grupo
viduo. Por un lado, se admite nuevamente al hermano a la se siente implicado en cierto modo en la debilidad o la caída
verdadera comunión; mientras que, por otro, los miembros del hermano —bien porque puede haber sido su causa direc-
de la familia han aprendido a hacerse cargo del peso de ta o indirecta, bien porque puede no haber hecho nada por
quien es débil. En esa comunidad se vive cada vez más la impedirla—. Hay un vínculo que nos une en el bien y en el
fraternidad; en su seno, todos son llevados por los demás y mal: reconocerlo es un acto de verdad, y no un simple gesto
todos se convierten en portadores de la debilidad del otro; de solidaridad bonachona para con el hermano más débil.
es una verdadera comunidad, porque ha tenido el valor de Por el contrario, es cruel quien por norma se excluye a sí
hacer salir de las tinieblas lo que el ser humano trata mismo de la comunión de los pecadores, quien se considera
desesperadamente de ocultar (a veces, también a sí mismo), inmune al mal de la comunidad o simplemente lo atribuye a
es decir, el mal; es comunidad que tiene todos los papeles los demás. Hacer una revisión de vida en este segundo nivel
en regla para presentarse ante el Dios rico en misericordia y con el espíritu adecuado significa haber entrado en la pers-
poder así experimentarla. Y, justamente por esto, es también pectiva de la responsabilidad comunitaria; mientras que, quien
una comunidad que tiene algo que decir a la gran comuni- pretendiera denunciar el mal comunitario sin sentirse parte
dad humana en sus esfuerzos por establecer relaciones de él, descargando en los demás la propia responsabilidad o
fraternas. su pedante presunción,.no habría comprendido qué es la re-
Pero, entonces, ¿por qué confesar las propias faltas de- visión de vida y sólo causaría daño: «Dan más miedo los
lante de la comunidad? ¿Acaso no basta la confesión justos fanáticos que los pobrecillos pecadores, siquiera por-
sacramental individual? Por supuesto que basta, sobre todo que aquellos son más, y a la larga causan mayor daño»13.
para quienes, como individualistas empedernidos, todavía no
han entendido la naturaleza del vínculo que les une a sus
hermanos; quienes, por el contrario, han descubierto y saben — Tercer nivel: el valor de corregirse mutuamente
perfectamente que su mal tiene una inevitable repercusión
negativa sobre la comunidad, no encuentran nada más lógico Así como es una gracia poder confesar los propios pecados
que pedir también públicamente perdón a sus hermanos. Por- al hermano, también es una gracia ser corregidos por el
que no hay nada más coherente que pedir perdón no sólo a propio hermano, y todavía lo es más, aunque la naturaleza
Dios, en el secreto del confesonario, sino también a los pro- se resista y no lo entienda inmediatamente como tal, que se
pios hermanos. nos corrija delante de toda la comunidad. En este momento,
resulta mucho más evidente el valor salvífico de la comuni-
dad misma, su condición de lugar y ámbito de salvación que
— Segundo nivel: la responsabilidad personal pasa a través de la cruz y de su juicio, mediado por la mise-
en el mal comunitario ricordia y por la palabra del hermano. Decíamos antes que
este tercer nivel es especialmente delicado, que descansa en
En el ámbito de la comunidad, la condición indispensable equilibrios interpersonales que hay que revisar (y reforzar)
para pasar al segundo nivel de la revisión de vida es, constantemente, que presupone una considerable libertad in-
justamente, la consecuencia de lo que acabamos de decir, terior a la hora de corregir y de ser corregido, supone un
esto es, el convencimiento o constatación de que cada uno
participa en el mal del hermano o en las limitaciones de la 13
E. FRANCHINI, Caro giusto, ti scrivo questa lettera per ilirti cite ti
comunidad. Es la teoría de la responsabilidad colectiva, po- conviene perdonare, Bolonia 1990, 4.

244 245
cierto camino en el plano de la conciencia que uno tiene de crecimiento comunitario en torno a la experiencia del mal
sí y en el ámbito de la capacidad de relación; sólo puede individual y comunitario, y se ofrece como situación propicia
ponerlo en práctica quien ama sinceramente al hermano y para favorecerlo. No es una técnica singular y sofisticada,
sinceramente desea su bien. Pero la imagen de comunidad sino un modo sencillo de compartir y manifestar el mal o la
que se desprende de este tipo de comunicación, aun con debilidad que hay en nosotros y a nuestro alrededor, para
todo el esfuerzo y ascesis que supone, es realmente la de la compartir y manifestar juntos también el poder de la miseri-
comunidad profética de hermanos que, en la verdad y en la cordia divina que es capaz de extraer el bien del mal.
libertad, construyen cada día unas relaciones que les vuel- Vamos a ver, entonces, las etapas de este camino.
ven cada vez más auténticos y libres, hermanos que se con-
vierten en valiosa mediación, unos de otros, de esa forma-
ción permanente que tiene en la comunidad su habitat natural, Itinerario personal y comunitario
su mayor compatibilidad, su camino adecuado.
Sin poner mucho énfasis, podríamos decir que esta es la Sin pretender indicar un itinerario concreto con todos sus
comunidad del futuro, la que, definitivamente, ha asumido detalles, me parece que la revisión de vida podría seguir
el camino de santidad de todos, y que expresa la verdadera y provechosamente esta sucesión articulada de diferentes mo-
profunda maternidad de la comunidad: no ese maternalismo mentos.
banal e intimista que satisface el infantilismo de algunos,
sino esa maternidad fuerte que engendra en cada miembro el
estado adulto de la fe. Y quien es adulto, bien lo sabemos, — Propuesta del tema
cuida del otro; no piensa sólo en sí mismo, sino que desea
que el otro crezca y pone de su parte para que este último El tema de reflexión puede ser propuesto por el superior o
sea él mismo y madure en la verdad. Más en concreto, se por cualquier otro miembro de la comunidad, pero es impor-
siente responsable del otro, al tiempo que se da cuenta de la tante que todos vean la utilidad o necesidad del análisis crí-
necesidad de su presencia y de su palabra. El verdadero tico sobre el particular. El que propone el tema también
adulto en la fe es consciente de que no se basta a sí mismo y debe motivarlo, ilustrarlo, explicarlo, ofrecer toda la infor-
está convencido de que la Palabra de Dios también le llega a mación útil para enfocar correctamente el problema; proble-
través de la palabra y del rostro del hermano; por eso escu- ma que no necesariamente ha de tener relación directa con
cha esta palabra y la obedece aun cuando le dirija repro- la vida comunitaria o referirse simplemente a actitudes ex-
ches, poniendo al descubierto su debilidad delante de la co- ternas: lo importante es que quede bien definido y delimita-
munidad. Esta experiencia puede ser dura, por más que tenga do y que esté en relación con el compromiso común de
lugar en un contexto específico que la vuelva aceptable; pero consagración. Corresponde a quien tiene la responsabilidad
comunidad religiosa también significa esto: no consiste en oficial de la comunidad mostrar esta conexión y, tal vez,
la yuxtaposición simplona de gente que se finge buena y señalar los riesgos y consecuencias, en perspectiva presente
que, a la fuerza, deben agradarse unos a otros, sino que es o futura, que tienen ciertos comportamientos de infidelidad
comunidad de hermanos que se esfuerzan juntos por cons- o falta de observancia con respecto al tema elegido. Por
truir un proyecto de santidad y por prestarse mutuamente el tanto, será bueno no escoger temas genéricos o demasiado
servicio de la verdad. amplios (por ejemplo, la caridad o los votos), sino ámbitos
lo más precisos y delimitados posible, y que tengan conse-
La revisión de vida parte de estas premisas o de esta ima- cuencias en el ámbito del comportamiento que todos puedan
gen real e ideal de la comunidad; cree en la posibilidad de
247
246
revisar (por ejemplo, actitudes concretas vinculadas al pro- un par de semanas, para reflexionar sobre el tema propuesto
pio carisma). en un clima de profunda oración. Llevar a cabo una revisión
Pero lo que da enseguida el tono inconfundible y propor- de vida no significa hacer simplemente un análisis de la
ciona contenidos precisos a la revisión de vida, son los puntos situación o una complicada autocrítica o una revisión pedan-
de referencia de la misma: La Palabra y las Constituciones. te; se trata de repensar a conciencia la vida personal y co-
Sólo la Palabra de Dios puede juzgar la conducta del indivi- munitaria ante Dios y ante su Palabra, ante las Constitucio-
duo y de la comunidad, mientras que la Regla o las Constitu- nes y la comunidad.
ciones interpretan esa Palabra traduciéndola a comportamien- En este proceso adquiere una importancia fundamental la
tos concretos. Son como dos focos de luz que permiten súplica: en primer lugar, por uno mismo, para poder contem-
descubrir las deficiencias personales y comunitarias. Concre- plar el propio interior con honradez y claridad y para ser
tamente, la propuesta del tema de reflexión debe ir acompa- capaces de recibir con gratitud las observaciones de los her-
ñada de la indicación de textos bíblicos concretos y de los manos, para ver con objetividad las limitaciones y las defi-
pasajes correspondientes de las Constituciones. Lo ideal sería ciencias comunitarias y tener la valentía y la libertad interior
que el superior de la comunidad presentara por escrito el tema de denunciarlas, así como también ese amor por la verdad y
concreto de revisión, las citas relativas de la Escritura y de esa benevolencia por el hermano que dulcifica, o al menos
los textos de las Constituciones y del Reglamento o Directo- vuelve aceptable, hasta el reproche más duro. Pero también es
rio, junto con la propuesta de pistas para la reflexión (escrito una súplica por el otro, para que también él pueda descubrir
en cuya redacción pueden ayudarle otros hermanos). El hecho la verdad de sí mismo y esté dispuesto a aceptar las observa-
de ofrecer un texto escrito se convierte en signo de la impor- ciones que se le hagan, y, sobre todo, para que pueda tener
tancia de la revisión y, por lo general, este gesto se entenderá suficiente luz como para descubrir también mi debilidad y
de este modo y se acogerá no sólo como una atención para contar con el valor necesario para decírmela con franqueza.
con la comunidad, sino también como ayuda para la medita- Toda la comunidad debe comprometerse en esta plegaria
ción personal y el examen de conciencia. común. Cuando se ora así, unos por otros, la revisión de
Finalmente, hay que determinar cuál va a ser el nivel de vida —del mismo modo que sucede en el discernimiento—
la revisión, dando por válido lo que hemos dicho más arriba, empieza a dar ya sus primeros frutos: es una oración que
esto es, que al principio será necesario que la comunidad purifica de los individualismos y de las falsas percepciones,
«se contente» con el primer nivel y que haga un buen rodaje del miedo y de la agresividad, de los prejuicios y de la
durante un tiempo prudencial hasta adquirir una determina- «desesperanza fraterna», es decir, de la falta de esperanza
da mentalidad y actitud. con respecto a los hermanos y a la posibilidad de que pue-
dan cambiar y crecer. Muchas veces, en nuestro ánimo y en
nuestras comunidades, se instala una especie de desesperan-
— Tiempo de oración y de purificación za pagana y gratuita con respecto a nuestros prójimos; es un
sentimiento pagano porque indica, en su raíz, la incapacidad
Toda revisión de vida, al igual que el discernimiento comu- para percibir la amabilidad objetiva del otro, esa semilla de
nitario u otras actividades que comprometan a toda la comu-
nidad, será válida en la medida en que se haya preparado
que ya hemos hecho cuando hablamos del discernimiento o del proyecto
con anterioridad14. Hace falta un tiempo adecuado, al menos comunitario vuelvan a aparecer aquí. Estas vendrán a confirmar un mismo
estilo que debería caracterizar cada vez más la dinámica relacional, como
14
Es, por tanto, perfectamente normal que algunas de las indicaciones modo de vida gradualmente abierto a una comunicación fraterna de calidad.

248 249
bondad, indestructible aunque pequeña, que Dios ha deposi- Mejor dicho, debe «celebrarse» en un clima de oración: ante
tado en él. La oración de preparación para la revisión comu- la cruz del Señor, símbolo supremo de la integración de
nitaria, especialmente cuando se trata del tercer nivel, des- todo mal, tanto personal como comunitario. No hay limita-
truye esta falta de esperanza: es una especie de reconciliación ción, debilidad o deficiencia humana que no pueda ser trans-
con la positividad del otro, que hace nacer en el corazón la formada por la cruz. Bueno será hacer hincapié en que la
certeza de que esa semilla que llevamos dentro va a ser revisión de vida no es una actividad solamente natural, que
capaz de madurar y mejorar. Con otras palabras, el reproche no tiene por único objeto el reconocimiento del mal, que no
deberá incluir un mensaje de esperanza y de confianza, la consiste en repartir, de modo más o menos equitativo, una
relevancia de lo negativo habrá de ser superada por el con- culpa que afecta a todos; tampoco se celebra exclusivamente
vencimiento de que es más importante lo radicalmente posi- de cara a un intercambio recíproco del perdón bajo el lema
tivo que hay en el otro: si quiero decirle palabras que ven- de un «amémonos» que nos va a durar poco. Por el contra-
gan de Dios, primero habré de contemplarlo con los ojos de rio, entra en una lógica de integración y transfiguración del
Dios. Rezar es aprender esta mirada. mal personal y comunitario que, poco a poco, conduce a los
Por eso, la oración de quien se dispone a hacer una revi- miembros de una comunidad a aceptar no sólo la propia
sión de vida es una oración que tranquiliza y pacifica el carga, sino a echarse a los hombros también la de los de-
interior, que serena y consolida el vínculo fraterno, permi- más, asumiendo cada uno la propia responsabilidad y la del
tiendo reflexionar con calma y profundidad, predisponiendo, otro. No pretende tan sólo restablecer las relaciones que se
en definitiva, para una escucha receptiva de cada hermano o han roto, sino que quiere recuperar el sentido y la belleza de
hermana, de cada palabra que pronuncien. vivir juntos. Con este convencimiento podemos reunimos
Podríamos decir, como norma general, que hasta que la para buscar en común la verdad en la caridad, escuchándo-
oración no haya creado en nosotros este modo de considerar nos y entregándonos mutuamente el don de la palabra, como
al otro y esta paz y benevolencia interiores con respecto a transparencia del ser.
uno mismo y a los demás, todavía no estamos preparados El lugar de la reunión deberá expresar este espíritu en la
para la revisión de vida. Y esto es algo que enseguida se medida de lo posible: podría ser la capilla o bien otro espa-
pone de manifiesto. cio, convenientemente decorado, con la cruz como punto de
Y lo mejor sería que, junto a la oración, el superior o un referencia visible para todos. Los miembros de la comuni-
miembro de la comunidad propusiera también un gesto peniten- dad se dispondrán en círculo, de forma que se vean unos a
cial comunitario, para invocar la luz del Espíritu y disponerse otros, aunque la revisión de vida no consista en un diálogo
de modo adecuado para la revisión misma. Esto también con- entre todos. Hay quien prefiere hacer su propia confesión
tribuiría, en la mente de cada miembro de la comunidad, a ante la cruz, otros arrodillados; así pretenden expresar con
dar importancia y el justo relieve a lo que se está haciendo; y, más intensidad el aspecto penitencial. Puede ser algo exce-
por tratarse de una acción de todos, reforzaría principalmente lente, pero manteniendo siempre un ambiente de libertad al
la dimensión comunitaria de la revisión. respecto.
Y si la revisión de vida no es simplemente una dinámica
de grupo, tenemos que rodear de oración la reunión, para
— La reunión comunitaria que se pueda respirar realmente una atmósfera «orante», y
que a todos resulte claro en cada instante, incluso en los
Es el momento más delicado y difícil; por eso ha de venir momentos más duros, que no estamos solos discutiendo, sino
precedido por una intensa oración individual y comunitaria. que está presente Alguien más en la comunidad que hace de

250 251
mediador en el diálogo y que favorece la comunicación. To- vida constituye una auténtica y verdadera liberación del su-
dos han de sentirse literalmente envueltos por esta Presen- jeto: liberación de los miedos y reticencias con respecto a sí
cia. Así pues, la reunión comenzará con la escucha de la mismo; pues, a menudo, tener que «confesarse» a los demás
Palabra y de un texto de las Constituciones. Para pasar con es el mejor modo de desvelarse a sí mismo.
posterioridad a la parte propiamente dicha de la confesión La confesión de la propia culpa normalmente debe estar
personal, de acuerdo con el nivel de revisión que se haya seguida por la petición de perdón a la comunidad y, si fuera
decidido. En general, es mejor que cada uno venga a la posible, también a algún hermano concreto. Es totalmente
reunión con algo escrito: esto demuestra la seriedad de la lógico que después de la acusación que uno hace de sí mis-
preparación para la revisión (que en absoluto puede mo venga la petición de perdón, pero hacerlo en este con-
improvisarse) y produce el efecto positivo de disminuir la texto —y tanto más después de una confesión que nada tie-
tensión en el momento de la exposición; además, como lo ne de formal— puede adquirir una importancia excepcional
que se escribe normalmente se ha pensado y elaborado bas- en lo que respecta a las relaciones interpersonales: ¿quién
tante, ayuda a ser sencillos y claros, lógicos y comprensibles podría negarlo en estas circunstancias? He visto relaciones
en todo lo que se dice. bloqueadas durante mucho tiempo reanudarse gracias a la
valentía de quien pide perdón ante toda la comunidad y des-
Primer nivel: confesión del «yo». En el primer nivel se pués de haber reconocido la propia parte de responsabilidad.
trata, como ya sabemos, de que cada uno confiese sus pro- Sin embargo, la participación del individuo todavía no
pias culpas o fragilidades. Estas han de ser entendidas en queda agotada con esto; falta aún un paso importante en la
sentido amplio, no sólo en cuanto transgresiones (referidas línea de la integración del mal por parte del sujeto mismo:
al tema o cuestión acordada), sino como experiencia de es- el compromiso que se ha de asumir ante la comunidad como
fuerzo a la hora de vivir la propia consagración, como con- signo de la propia voluntad de conversión. Lo que antaño
fesión de la propia debilidad o de sensación de impotencia. era la penitencia, a menudo insignificante, que imponía el
Es importante no limitarse a enumerar las faltas exteriores superior o el abad se convierte ahora en una decisión con-
que todos conocen de antemano y a repetir lugares comunes. creta y responsable, una especie de propósito personal de
Evidentemente, cada uno es libre de hacer su confesión de cambio de vida en ese sector concreto en el que el sujeto se
acuerdo con el propio discernimiento, pero también deberá ha mostrado más débil. Del mismo modo que ha confesado
tener presente que la sinceridad de su análisis facilitará el su culpa ante la comunidad, ahora es totalmente coherente
proceso de integración del mal; mejor aún, que se perdona y que, ante la misma, manifieste su voluntad de crecer asu-
transforma sólo —o sobre todo— el mal que es confesado. miendo públicamente un compromiso concreto. De este modo
Pero en todo esto será importante proceder con cautela, sin no sólo pide a los hermanos que carguen con su pecado,
querer hacerlo todo de inmediato. sino que, en cierto sentido, les confía su propio proyecto de
Por cuanto he podido comprobar al respecto, en la prácti- crecimiento, les pide que lo vigilen, que le ayuden a reali-
ca de la revisión de vida hay un inevitable efecto contagio. zarlo, a lo mejor llamándole la atención si «escurre el bul-
Cuando alguien, aunque sea uno sólo, muestra la valentía y to». Y esto, ¿no es ya integración del mal o, al menos, un
la transparencia de confesar lo que tiene en su corazón, to- principio de transformación? Por otro lado, sería demasiado
dos se sienten animados a hacer lo mismo, y muchos se dan cómodo reconocer simplemente el propio error sin compro-
cuenta de que, en el fondo, no es tan difícil como pudiera meterse a nada.
parecer; más aún, incluso es liberador y casi se hace por sí En cualquier caso, en este primer nivel, la revisión de
solo. Muchas veces, ya en este primer nivel, la revisión de vida no es sólo confesión de la propia culpa, sino también

252 253
escucha de la confesión del hermano. Como parte importan- comunidad fueran una consecuencia de las propias imper-
te de esta forma de compartir, la escucha expresa interés, fecciones (como, de hecho, suele suceder). El principio fun-
atención, deseo de entender y ayudar, aprecio y gratitud por damental al que debería atenerse cualquier intervención po-
la apertura y la sinceridad; ausencia de prejuicios («ya sé lo dría ser el siguiente: denuncio el mal que hay en mi
que va a decir...») y de juicios; nace de la percepción de lo comunidad, pero no como un mal que me es ajeno y no me
positivo que hay en el otro y logra transmitir, en cierto modo, pertenece, sino como el mal que yo también he contribuido
esa esperanza y certeza de las que hablábamos antes. Es en a engendrar.
parte cierto que el otro habla tal como yo lo escucho; esto De este modo, no sólo se evita disparar contra un blanco
significa que se verá estimulado y ayudado a ser sincero y inanimado, que no puede responder y sobre el que se puede
auténtico si percibe a su alrededor una escucha respetuosa y descargar alegremente toda responsabilidad personal (y tam-
cordial; por el contrario, si percibe agresión o indiferencia, bién —¡quién sabe!— algún que otro resentimiento). Así se
tenderá a cerrarse o a defenderse, a esconderse o a hablar lo evita sobre todo que alguien pueda aprovechar la situación
mínimo indispensable. (denunciar los males de la comunidad) para atacar a alguno
Gracias al ambiente de escucha fraterna, el otro podrá en particular sin pronunciar su nombre (tal vez, porque se le
abrir su corazón y quien escucha podrá conocer mejor sus tiene miedo). Es esta una artimaña del todo incorrecta, aun-
esfuerzos y dificultades, y llegará a apreciarlo por lo que es que clásica en este tipo de reuniones, que, evidentemente,
y lleva dentro, con la verdad de un juicio límpido y fiel a la suprimiría la eficacia y la verdad de lo que estamos hacien-
realidad. Resulta sorprendente darse cuenta de cómo la revi- do15. El objeto del análisis crítico en esta segunda modali-
sión de vida hace aumentar la estima y el conocimiento mu- dad es el grupo en cuanto tal, el «nosotros», en cuanto cons-
tuos. Esto es también otro signo de integración y transfor- tituido por entidades personales que determinan las
mación del mal. características de la experiencia del grupo y que, por tanto,
Para terminar, una diferencia más con respecto al pasado también asumen la responsabilidad del camino común de
que no es meramente formal: aunque antaño, como ya vi- crecimiento.
mos, el superior de la comunidad quedara dispensado de Por tanto, hay que estar atentos para que este nivel no se
confesar sus culpas y se limitara a escuchar las de los de- convierta en un fastidioso e inútil proceso donde se juzga a
más, me parecería significativo y del todo natural que fuera todos y a ninguno, sin ventajas para nadie, o en un proceso
precisamente él quien iniciara la confesión, en cuanto pri- general en el que se exime a todos de responsabilidad (por
mer responsable de la comunidad. tanto, con daño para todos), que deja las cosas como están.
En cambio, ha de expresar el sentido de pertenencia de cada
Segundo nivel: denuncia del «nosotros». En el escalón miembro de la comunidad, que cuando habla del grupo, sabe
superior encontramos una nueva posibilidad de revisión de que también está hablando de sí mismo. De aquí se sigue
vida: denunciar lo que no funciona en el ámbito de la comu- que cuanto más logra uno darse cuenta de su propia fragili-
nidad. Ya hemos mencionado la importancia de tener una dad, tanto más capaz será de descubrir los verdaderos males
actitud equilibrada al respecto, que nace del convencimiento que afligen a la vida comunitaria; siempre con caridad, pero
de que somos corresponsables del mal de la propia comuni- también sin medias tintas. Pedirá por ello perdón a Dios,
dad y, por consiguiente, de que no podemos permitirnos «dis- por su parte de culpa, y por la misma razón, será capaz de
parar al grupo». Por tanto, será necesario entender este se-
gundo nivel como estrechamente vinculado al primero, como 15
Sería el viejo mecanismo de defensa de «hablarle a la nuera para que
una prolongación del mismo, como si los problemas de la se entere la suegra».

254 255
indicar el mejor remedio o de proponer un compromiso con- filtro del examen atento y paciente de la verdad, que es
creto a toda la comunidad. También aquí, como en el primer «pura, pacífica, condescendiente, conciliadora, llena de mi-
nivel, la revisión de vida no acaba simplemente con la de- sericordia» (Sant 3,17), palabras que han sido juzgadas, an-
nuncia o la petición de perdón, sino que puede y debe con- tes de salir de los labios, por un último examen de caridad,
cluir sabiamente con la elección de un nuevo modo de ser, que nos hace buenos como el Padre, colmados de una ternu-
de un objetivo de conversión por el que la comunidad unida ra y una tolerancia solícitas que se extienden poco a poco,
se compromete a mejorar el propio estilo de vida y la propia como la luz de la mañana, pero también lo suficientemente
fidelidad. fuertes como para corregir y devolver al camino recto.
Es importante, pues, que la intervención de cada miem- Este equilibrio entre delicadeza y firmeza, entre verdad y
bro de la comunidad transmita este sentido de esperanza y caridad, entre lo privado y lo público, ciertamente no es
de optimismo con respecto al grupo, que, por muy torpe y fácil. Por eso hemos hablado de camino progresivo, desde el
pesado que se haya vuelto por sus incoherencias, siempre primer nivel hasta el tercero. No obstante, estamos conven-
tiene fuerzas para recuperarse. cidos de que esta es la máxima expresión de la madurez de
una comunidad, el reto decisivo. En mi opinión, este equili-
Tercer nivel: corrección del «tú». Finalmente, en el ter- brio puede buscarse y encontrarse en torno a un desafío ra-
cer nivel, la revisión de vida considera la posibilidad de dical en la vida de todo hombre —con mayor razón en la de
llamarse mutuamente la atención, indicándose unos a otros cada consagrado— y que podríamos formular como princi-
las respectivas transgresiones. pio fundamental de la revisión de vida en el tercer nivel:
En esta operación, las resistencias que señalamos al ha- corrige a tu hermano con las palabras que el Padre podría
blar de la corrección fraterna cobran mayor relevancia. dirigirle en este momento, según tu discernimiento. En con-
Precisamente por tratarse de algo público, pueden crear cierta creto, habíale en nombre de Dios, no en el tuyo propio.
dificultad: surge una sensación vaga, como una especie de Dicha así, esta frase suena como una pretensión imposi-
mezcla de pudor, miedo, vergüenza, temor a herir, de no ble, o como una interpretación forzada que podría volver
saber expresarse bien, de no haber entendido al otro, de artificiosas las consecuencias de la intervención. En reali-
poder destruir las relaciones, de complicarse la vida, y así dad, esto es lo que tendríamos que hacer siempre, es el prin-
sucesivamente, que en muchos casos acaba por convencer a cipio fundamental de toda relación, de todo diálogo, de toda
la persona de que lo mejor es que se quede callada, que es palabra. Debería ser objetivo y compromiso general pronun-
preferible un silencio aparentemente inofensivo. Un silencio ciar sólo palabras que vengan de Dios, decir sólo lo que sea
comprensible, si se quiere, ya que nace del miedo y a veces de su agrado, sólo lo que pueda vehicular su amor de Padre,
expresa indiferencia o poca implicación en la responsabi- tierno y enérgico. Lo que, de todos modos, caracteriza la
lidad; es un silencio que puede volverse agresivo, como una revisión de vida en el tercer nivel es la voluntad de adoptar
forma sutil y pasiva de violencia, comparable a la de quien esta actitud, sin presunción de ningún tipo, pero asumiendo
agrede con palabras fuera de tono en este tipo de reuniones. esta responsabilidad concreta. Desde este punto de vista se
Con todo esto insistimos en que es indispensable purifi- nos recuerda la regla fundamental de toda comunicación cris-
car las intenciones para ser capaces y libres de pronunciar tiana que, si siempre hay que poner en práctica, tanto más
palabras responsables, palabras que nacen en el silencio de en una circunstancia delicada y frágil como la de una comu-
la oración y de la escucha del corazón del Padre que ama a nidad que está haciendo la revisión de vida.
todos los hermanos; palabras pensadas para expresar el de- E s t e p r i n c i p i o a u m e n t a todavía más el s e n t i d o de
seo de ayudar al hermano, palabras que han pasado por el responsabilidad, al tiempo que tranquiliza, porque Dios no

256 257
puede dejar de estar cerca de quien obra en este sentido; le Pasando a aspectos más concretos y relacionados con el
da fuerzas para pronunciar palabras que corrigen, pero tam- comportamiento, podríamos decir que cobra importancia el
bién el espíritu y el corazón con los que ejercer este minis- nexo que hay entre el primer y el tercer nivel: al dirigirse al
terio; disipa cualquier duda acerca de su conveniencia, pero hermano, será útil tener en cuenta la confesión que ha hecho
también muestra sus condiciones de autenticidad; pide que de sus faltas, lo que haya dicho en otras revisiones de vida
se hable en nombre de Dios, pero antes pide que se mire al acerca de sus esfuerzos, dudas, fallos, bien para no insistir
otro a través de los ojos de Dios para amarlo con su cora- en lo que, para él, es ya motivo de sufrimiento, bien para
zón; exige que se busquen palabras divinas para llegar al ofrecerle nuevos elementos que le ayuden en el conocimien-
corazón humano, que se escuchen los silencios del Altísimo to de sí mismo.
para respetar el misterio del hermano. Insistimos en que si, por un lado, hay que tomar concien-
Este principio tiene la virtud de unir la tarea de hablar cia del propio e insustituible papel al corregir al hermano y
con la de escuchar: el mismo espíritu con el que uno amo- de la resonancia que podrían tener las propias palabras, por
nesta al hermano (la conciencia de ser mediadores de la el otro, el que corrige tiene que esforzarse por ser extremada-
Palabra de Dios) se convierte en la actitud con que, por su mente delicado al llamar la atención. El que quiere realmen-
parte, lo escuchará después (como mediación de la Palabra te ayudar tratará de no caer en la arrogancia de interpretar
de Dios para uno mismo). Es una relación estratégica de las intenciones del otro, o de dárselas de psicólogo, de saber-
correspondencia que hace de la revisión de vida, en este lo todo del otro o descubrir quién sabe qué recónditos secre-
nivel, una operación altamente espiritual; no una simple (e tos; no pretenderá desvelar eventuales realidades demasiado
improbable) dinámica de grupo, sino una dinámica profun- personales o reservadas, o de las que se ha enterado de for-
damente humana y fraterna: todos juntos frente al mismo ma confidencial; estará tanto más atento a no dar a lo que
Dios y Padre, como enviados suyos, los unos a los otros, dice un tono de acusación o de juicio, de superioridad o de
para conocer mejor su voluntad y ayudarnos recíprocamente desprecio. Una palabra responsable siempre tiene en cuenta
a cumplirla, para escuchar su Palabra y anunciarla como la fragilidad de quien escucha, emplea siempre tonos sua-
palabra que corrige y que salva, que hiere y venda la herida, ves, serenos y tranquilizadores, respeta la susceptibilidad;
que nos hace hermanos e hijos del mismo Padre. normalmente se pregunta cuál podrá ser la reacción del otro,
Quien asume el esfuerzo y corre el riesgo de hablar en llega a darse cuenta del punto más allá del cual no conviene
nombre de Dios, también será capaz de escuchar y, de he- ir de momento; es una palabra paciente, no precipitada; quiere
cho, escuchará al otro como escucharía la Palabra de Dios. el bien del otro, no su condena; es una ayuda para crecer y
Escuchará al otro con el convencimiento de que en esa pala- no consecuencia o motivo de resentimiento.
bra humana se oculta y llega hasta él la voluntad divina; no Una regla sabia y prudente, y que propongo a quienes
sólo escuchará al hermano sabio y casi santo, virtuoso e practican este tipo de revisión de vida, sería indicar al otro
inteligente, sino también al débil y contradictorio, porque ha aquellos comportamientos o actitudes personales de los que
aprendido a no escandalizarse de la debilidad de las media- no sospecha mínimamente que puedan causar malestar o su-
ciones humanas (por cuanto que él también realiza este mis- frimiento a los demás, como sin embargo sucede. Podrían
mo servicio)16. ser unas indicaciones útiles e iluminadoras y que —al mis-
mo tiempo— no ofenderían demasiado a quien recibe la co-
16
Cf, al respecto, las consideraciones hechas en el primer volumen de rrección, pues quedaría a salvo su intención. Personalmente,
esta trilogía, A. CENCINI, Vida en comunidad: reto y maravilla; la vida fraterna recuerdo una revisión de vida en la que, algunos de los jó-
y la nueva evangelizaciún, Atenas, Madrid 1997, 174-180. venes formandos a mi cargo, me dijeron que una determina-

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da actitud mía, que había adoptado intencionadamente como modo, es más probable que cada uno se sienta estimulado y
opción formativa concreta, estaba creando, sin embargo, un ayudado a decir la verdad y que la verdad de todos se haga
efecto negativo ciertamente indeseado e imprevisto. Me cos- manifiesta. La comunidad, precisamente gracias a esta aper-
tó un poco aceptarlo, me escoció un poquitín tener que reco- tura recíproca en la verdad, se convierte cada vez más en
nocer que sus observaciones ponían en evidencia una cierta lugar privilegiado para discernir y aceptar la voluntad de
incoherencia o contradicción por mi parte, por lo que aque- Dios, mientras que la reunión de revisión se convierte en
llo que yo consideraba coherencia en mis comportamientos etapa importante para cumplirla en común, como hermanos,
corría el riesgo de convertirse en rigidez y, por tanto, en «obedeciéndonos» unos a otros.
contravalor. Sin embargo, fue muy positivo y saludable para
mí reconocer al final en sus observaciones elementos de ver-
dad a propósito de mi persona y mis debilidades. Sin que — Celebración penitencial-pascual
esto me llegara a resultar ofensivo.
En esta línea, entonces, será indispensable que las adver- Parece que lo natural es continuar la reunión de revisión con
tencias no sean sólo negativas, sino que han de contener en una celebración penitencial (con o sin posibilidad de recon-
sí y expresar ya, de forma comprensible, la confianza en lo ciliación sacramental), que prolongue y retome ese ambiente
positivo del hermano, la esperanza acerca de sus posibilida- de oración con el que se había iniciado y que ha impregnado
des de cambio, como ya hemos indicado al hablar de la cada momento. La revisión de vida, en el fondo, es como un
oración de preparación para la revisión de vida. Es posible gran rito, con sus diferentes momentos de meditación, súpli-
hacer un reproche transmitiendo a la vez confianza y espe- ca, intercesión fraterna, escucha y comunicación de la Pala-
ranza; todos debemos aprender este arte. bra; concluirla con una liturgia de la Palabra de carácter
En el plano de la escucha, si el hermano es visto como penitencial sería como volver al punto de partida. Es como
mediación providencial y preciosa de la presencia de Dios, un círculo que se cierra, desde la Palabra a la vida y desde
entonces las correcciones que me haga habré de aceptarlas la vida a la Palabra. La una ilumina a la otra, mientras que
de forma incondicional, aun cuando el otro me diga cosas en la comunidad nos sentimos más reconciliados y comen-
que en ese momento no comparto o que incluso me parez- zamos a experimentar esa unión que deriva no sólo del bien
can injustas y me hagan daño. En este caso, escapar a la que hay en nosotros, sino también del mal que se comparte.
tentación de mostrarme ofendido o a la de ser rechazado, También existe una razón más teológica: después de ha-
estar dispuesto a realizar el esfuerzo de reflexionar sobre ber reconocido la propia culpa y habernos reconciliado con
ello, de preguntarme, de buscar siquiera un fragmento de los hermanos y las hermanas, sentimos espontáneamente la
verdad en lo que se me dice, es algo que hace crecer a la necesidad de reconciliarnos con Dios, que nos pide, antes de
persona en el plano humano y espiritual y que «edifica» —en acercarnos al altar, que nos pongamos en paz con el herma-
todos los sentidos— la comunidad. Por otro lado, nadie po- no (cf Mt 5,23-24). Además, una buena revisión de vida
see la verdad en su totalidad, ni siquiera la verdad relativa a ayuda a descubrir nuevos aspectos relativos a las propias
uno mismo, mientras que quien vive a nuestro lado es, sin faltas, a vivir con mayor intensidad la conciencia de pecado
duda, capaz de ver algo de nosotros que escapa a nuestra y, por tanto, hace sentir con más fuerza la necesidad de
mirada. Es un rasgo de inteligencia, tanto en el plano huma- celebrar la misericordia del Padre.
no como en el espiritual, tomar en consideración todo lo que Para concluir, la motivación tal vez más fuerte: la revi-
los demás puedan indicarnos. sión de vida, especialmente la del tercer tipo, nunca queda
Si en una reunión todos aprenden a escucharse de este sin consecuencias; pone al individuo frente a una realidad

260 261
personal, en parte nueva y no del todo agradable y prevista, no se borra nada, sino que se mira con ojos nuevos, con una
y también puede crear, a pesar de la buena voluntad de to- mirada que penetra en profundidad, que descubre sus raíces
dos, alguna dificultad en las relaciones alguna situación ten- enfermas y que ve toda su ambigüedad, pero que también lo
sa, sobre todo cuando la comunidad está dando sus primeros expone a la luz y al sol de la misericordia que todo lo ca-
pasos. Sería ingenuo asombrarse por ello. Pero es una razón lienta y lo renueva.
más para poner en las manos del Dios rico en misericordia, En una comunidad que se abre a estas realidades, resulta
todo aquello que al hombre le parece difícil de realizar. La una nueva geografía de las relaciones, tiene lugar un nuevo
revisión de vida representa sólo un subsidio, un instrumento modo de sentir y percibir al otro, una nueva pertenencia a la
especialmente adecuado para construir juntos la verdad en misma comunidad, como si se produjera el nacimiento de
la caridad. Pero lo que nos reconcilia en nuestro interior y algo inédito e impensado. Es el milagro anunciado en la
entre nosotros es sólo la misericordia del Padre; quien con- vigilia pascual: «Lo que está destruido, vuelve a construirse;
vierte el mal en bien es sólo su Espíritu creador17. lo que ha envejecido se renueva, todo recupera su integri-
Entonces, no es que se trate simplemente de una celebra- dad»18. Nuestras celebraciones litúrgicas tienen que expresar
ción penitencial en la que, a lo mejor, llegamos a experi- con valentía y creatividad este milagro.
mentar una mayor certeza del perdón del Altísimo, sino que
es también una celebración pascual, porque en toda comuni-
dad que celebra la misericordia de Dios mediante la revisión — Fiesta en familia
de vida se produce una resurrección. No basta con decir que
en esa comunidad se ha hecho la paz, que ya no hay más Jesús nos dijo que hay gran alegría en el cielo cuando se
tensiones y que no se va a pensar más en lo que ha sucedido convierte un solo pecador (cf Le 15,7). Cuando se hace una
anteriormente, porque se ha decidido echar tierra encima; buena revisión de vida debería convertirse más de uno, reco-
ahí está teniendo lugar algo mucho más grande, un milagro nocer mejor su propio pecado, arrepentirse, proponerse me-
de resurrección de ese pasado, así como de las fuerzas des- jorar para no entorpecer el camino de todos; entonces, debe
perdiciadas, de las tensiones equivocadas, de las relaciones haber alegría, tiene que celebrarse con una fiesta que sea
conflictivas. Cuando se reconoce todo esto y se somete a reflejo de la de Dios en el cielo.
este saludable proceso de comprobación, revisión, reconci- Es algo más importante de lo que parece y debería for-
liación, corrección y conversión, es como si Dios lo trans- mar parte de la práctica normal de todo proyecto de revisión
formara y corriera la piedra que cerraba ese «sepulcro», re- de vida. Y también es algo muy sencillo, porque cada comu-
cuperando ese pasado y convirtiéndolo en punto de partida nidad tiene ya su modo de festejar: puede bastar un pequeño
de una nueva etapa, rescatando de este modo todos los re- «extra» en la comida o simplemente prolongar un rato más
cursos que se habían dilapidado. No basta decir que Dios la sobremesa para charlar, comunicarse y compartir con tran-
está dispuesto a pasar por encima de nuestros errores y quilidad, en lugar de apoltronarse con escasa fantasía delan-
fechorías, volviendo la página y borrando los renglones tor- te del televisor o retirarse cada uno apresuradamente a su
cidos. El Padre me devuelve esa misma página como una propio espacio privado. Lo importante es que haya un signo
nueva posibilidad de crecer y, además, endereza los renglo- que exprese la alegría sencilla y serena de una comunidad
nes torcidos. Esto tiene lugar en la revisión de vida: en ella reconciliada, recordando bien que la alegría, como «esplén-
dido testimonio de la dimensión evangélica de una comuni-
17
Cf ID, Vivir en paz- Perdonados y reconciliados. Mensajero, Bilbao 18
1997, 172ss. Cf E. FRANCHINI, L'arte di utilizzare le proprie colpe, Bolonia 1990, 4-6.

262 263
dad religiosa»19, es auténtica y duradera en una comunidad conocimiento que gana en profundidad y que facilita la cari-
sólo cuando nace y renace constantemente de la reconcilia- dad, principalmente porque puede incrementar la calidad de
ción. La revisión de vida es como un salmo que narra las las relaciones. Pensemos, por ejemplo, en cómo la posibili-
miserias del hombre y la misericordia de Dios y, como todos dad de manifestar las propias dudas y los propios esfuerzos,
los salmos, debe «acabar en gloria». en un plano humano y espiritual, puede estimular la ayuda
recíproca. Lo expresa acertadamente el padre Radcliffe:
«También tenemos que ser capaces de compartir nuestras
Los frutos dudas. Cuando un hermano entra en ese desierto de la pérdi-
da total de sentido debemos dejar que hable. Tenemos que
El fruto más importante de una revisión de vida es la inte- respetar su lucha personal y no quitarle la palabra. Si un
gración y transformación del mal personal y comunitario. Es hermano tiene la valentía de hablar de estos momentos de
un paso decisivo en este fatigoso proceso, porque implica oscuridad e incomprensión, y nosotros tenemos el valor de
una verdadera y propia transformación de la culpa. Se pasa escucharle, puede entonces suceder que haga el don más
de una situación de ruptura y desarmonía a otra de creci- grande de sí. El Señor puede guiar a un hermano en la no-
miento en el amor fraterno y de construcción de la comuni- che oscura de Getsemaní. ¿Nos echaremos a dormir mien-
dad, como ya hemos indicado. Pero hay otros frutos, apa- tras el hermano lucha? Nada une más estrechamente a la
rentemente menores, que, en realidad, disponen para este comunidad que una fe por la que hemos tenido que luchar.
crecimiento y son consecuencia del mismo. Mencionamos Esforzándonos juntos por descubrir el significado de lo que
sólo algunos. somos y de lo que estamos llamados a hacer a la luz del
Evangelio, nos sorprenderá encontrarnos y descubrirnos mu-
tuamente como si fuera la primera vez»20. ¡Cuántos anate-
— Conocimiento de uno mismo, mas y excomuniones podríamos habernos ahorrado en nues-
del hermano y de la comunidad tras comunidades si cada uno conociera y estuviera dispuesto
a compartir el drama, con frecuencia oculto, que el otro está
Si se entiende la revisión de .vida como venimos proponien- viviendo!
do, con la colaboración de todos en el compromiso de la Igualmente aumenta el conocimiento que uno tiene de sí
verdad, sin duda esto supone un progreso en el conocimien- mismo, gracias a lo que el otro me dice (y a mi modo de
to de uno mismo y de los demás, de los problemas comuni- reaccionar, aunque trate de que no se me note) y a lo que yo
tarios y de las dinámicas interpersonales. Ya en el primer digo acerca de mí. En efecto, pensar en voz alta, tener que
nivel, en la reunión comunitaria en la que cada uno confiesa comunicar de forma comprensible a los demás mis propias
su propia culpa, es inevitable que se produzca un conoci- debilidades y caídas es una «resonancia» que me revela as-
miento más adecuado del otro; y no sólo porque hayamos pectos nuevos de mi propia persona (del mismo modo, en
podido añadir más información a lo que ya sabíamos de él, cierta medida, que tener que enseñar una cosa es el mejor
sino porque la manifestación de sus dificultades y de sus modo de aprenderla). Insistimos en que el ambiente de escu-
problemas permite entenderlo, comprender muchas cosas de cha y de ausencia de juicio en el que se desarrolla la re-
él, de sus actitudes, de su carácter, de sus reacciones, que de unión facilita la plena expresión de uno mismo y se convier-
otro modo habrían resultado incomprensibles. Se trata de un te en situación propicia para crecer en el propio conocimiento.
20
"VFC28. T. RADCLIFFE, en P. G. CABRA, O.C, 120-121 (la cursiva es nuestra).

264 265
— Aprecio por el hermano propia naturaleza, y más aún cuando no nos enfrentamos a
él, tiende a aislar y a cortar puentes, crea desconfianza e
Es un aspecto íntimamente ligado al anterior, del que es incomunicabilidad, hacer perder el gusto de vivir y de cons-
consecuencia. Conocer más en profundidad al hermano es truir juntos, nos vuelve extraños a nosotros mismos y entre
condición para poder apreciarlo. Muchas veces, en este tipo nosotros. Pero cuando se tiene la valentía de mirarle a los
de reuniones, no sólo se descubren realidades inimaginables ojos y confesarlo no sólo ante Dios, sino también ante los
y positivas del otro, sino que al escucharle hablar de sus propios hermanos, para ayudarnos mutuamente a superarlo,
fatigas y dificultades, uno se da cuenta de lo infundados que es como si se deshiciera un complicado nudo o se limpiara
eran determinados prejuicios y lo equivocados o «malva- un virus que infecta y bloquea todos los programas del or-
dos» que eran algunos juicios. Y se acaba por apreciar al denador. Entonces nos comunicamos de nuevo y volvemos a
otro en su esforzado camino hacia el bien. compartir.
La revisión de vida nos permite caer en la cuenta de que, Más en concreto, compartir el mal permite compartir el
en ocasiones, damos por supuestas cosas que ni siquiera exis- bien, y esto abre nuevas posibilidades de comunicación has-
ten y, por el contrario, no sospechamos lo más mínimo qué es ta entonces impensables. Cuando llegamos a confesarnos las
lo que puede haber detrás de determinadas actitudes que juz- culpas con el espíritu que hemos indicado, se alcanza un
gamos negativamente de modo un tanto precipitado. Una re- tipo de confianza e intimidad que libera y activa cualquier
visión de vida bien hecha, o que se ha convertido en hábito de otro tipo de comunicación, a partir de la comunicación fun-
la comunidad, nos sitúa ante el misterio del otro con una damental de los bienes espirituales de que hemos hablado en
actitud respetuosa; hace que sintamos cercano, realmente «pró- la primera parte. Mejor aún, podríamos decir que ahora po-
jimo», a nuestra vida y a nuestro corazón, aquel a quien nor- demos entender por qué muchas veces no conseguimos com-
malmente manteníamos lejos, guardando la «distancia de se- partir nuestros dones: porque antes no hemos sido capaces
guridad», sobre todo porque no lo conocíamos. Entonces, la de confesarnos mutuamente nuestros pecados. Ciertamente,
escucha «obediente», cordial y respetuosa hace que surja un la influencia es recíproca, pero no cabe duda de que con
aprecio que se basa en último término en la realidad del otro, frecuencia la comunicación queda bloqueada en torno al mal,
no en el esfuerzo de pensar bjen o no ver el mal, ni en piado- porque todavía no nos hemos convencido lo suficiente de la
sas y artificiosas interpretaciones en el fondo insinceras. necesidad de compartirlo, o porque nos parece absurdo que
De este modo podremos constatar que la consideración se pueda vivir la «comunión de los pecadores» o que la
positiva del prójimo es más un hecho perceptivo que in- integración del mal pueda ser un ideal alcanzable. De esta
terpretativo, y muchas veces ni siquiera hace falta recurrir a manera el mal oscuro y escondido impide y empobrece la
la mirada de la fe para apreciar sinceramente a un hermano: comunicación en el seno de la comunidad.
bastan unos ojos limpios y un oído atento. Sin embargo, cuando se aprende esta lógica y se echa
mano, con humildad y constancia, de estos instrumentos para
compartir nuestra debilidad, se abre también la posibilidad
— Compartir el bien de compartir el bien en toda su riqueza. Entonces, con
naturalidad y sencillez, nos comunicamos la propia experien-
El mal constituye en sí mismo un estorbo para la comunica- cia espiritual, el propio camino hacia Dios, como la reali-
ción, sobre todo cuando este mal permanece oculto21. Por su dad más importante y decisiva de nuestra vida, acerca de la
21
De esto hablamos en el segundo volumen: cf A. CENCINI, La vida fraterna:
que, sin duda, cada uno de nosotros tiene mucho que decir y
comunión de santos pecadores, Sigúeme, Salamanca 1998, 199-204. que podría ser de gran ayuda para el hermano. Se comparten

266 267
las reflexiones sobre la Palabra, porque la Palabra es ali- vez que sienta la necesidad, para mejorar el ritmo de la vida
mento común de la comunidad, porque sólo puede ser en- fraterna, en caso de que se produzcan episodios molestos y
tendida gracias a las aportaciones de todos, porque en torno embarazosos, o en otras circunstancias. La norma general po-
a ella se crea una sintonía de intenciones y de mentalidad, dría ser fijarse una cadencia prudencial: ni con demasiada
de corazones y de actividades. Nos comunicamos también frecuencia, ni dejando pasar un tiempo excesivo, de forma
las experiencias apostólicas, las alegrías y las dificultades, que se convierta en un instrumento familiar que ayude a la
los éxitos y los fracasos, porque el apostolado no es cosa comunidad a vivir su mal unida ante la misericordia de Dios,
del individuo, sino que se realiza en nombre de toda la co- y no como un acontecimiento que crea separación.
munidad y gracias a ella; por eso es justo y bueno que En concreto, se podría celebrar la revisión conforme al
contemos y queramos que nos cuenten lo que Dios se ha siguiente ritmo: al concluir el curso escolar (o formativo o
dignado hacer por medio de todos nosotros. Algo así como pastoral) o antes de comenzar un nuevo año (y de redactar
lo que sucedía en la Iglesia primitiva, de la que se nos pre- el proyecto comunitario). Después, durante el año, al térmi-
senta a menudo a los apóstoles y misioneros «contando» los no del Adviento y durante la Semana santa, a ser posible el
frutos de la predicación del Evangelio (y, en efecto, todos Viernes santo, antes de la liturgia de la adoración de la cruz.
«tenían un solo corazón y una sola alma»: He 4,32); algo Así pues, unas tres o cuatro veces al año.
que, por desgracia, no sucede muy a menudo en nuestras Como ya hemos recomendado, toda comunidad debe em-
comunidades, de las que todavía no se ha desterrado del pezar absolutamente por el primer nivel, sin tener prisas por
todo la imagen del religioso extrañamente locuaz fuera de pasar a los otros dos. Es más, en el caso de que se decidiera
casa e igualmente (sordo) mudo dentro de ella. Si, por el pasar al segundo o tercer grado de la revisión de vida, siem-
contrario, el bien y la gracia del apostolado pertenecen a pre sería bueno que cada uno confesara antes sus propias
todos —y esto es otro de los frutos, y muy valioso—, se faltas. Podría ser peligroso y posible causa de confusión
debilitan las envidias y los celos, nos sentimos hermanos perder el contacto con la propia experiencia de pecado.
que disfrutan del bien de los otros, y todos juntos damos
gloria al Padre. Hemos tenido la humildad de compartir nues-
tras debilidades, ¡ahora nos .encontramos compartiendo las «El infierno» del diablo
maravillas de Dios!
Conocemos todos, más o menos, la visión de santo Domin-
go: descubrió al diablo, vestido de fraile, que daba vueltas
Frecuencia de la revisión de vida por el convento al término de la jornada, para recoger sus
«ganancias». En el dormitorio, los pecados de pereza; en la
No sé si es del todo lícito dar indicaciones acerca de la fre- iglesia, las muchas distracciones o la falta de puntualidad;
cuencia con que se debería hacer la revisión de vida. En mi en el refectorio, los pecados de gula; en el locutorio, las
comunidad, a lo largo de estos años de experiencia con esta conversaciones insensatas y las maledicencias; en la biblio-
forma de integración de mal, he llegado a la conclusión de teca la vanidad del saber, y así sucesivamente. Una variante
que hay momentos «naturales» en los que se puede celebrar de esta visión —mucho más fiel a la original—, reproduce
una revisión de vida: por lo general, al término de etapas una expresión del diablo realmente colorida y muy signifi-
significativas para la comunidad, o en momentos de especial cativa. Así pues, el demonio, «habiendo sido llevado a capí-
compromiso espiritual, o antes de determinados discernimien- tulo, empezó a huir aterrorizado: "Este lugar —dijo-— es
tos. Obviamente, cada comunidad puede decidir hacerla cada para mí un infierno: todo lo que voy ganando en otras par-

268 269
tes, aquí lo pierdo. Pues aquí se llama la atención a los «Tú, Cristo, que eres amor,
frailes, aquí confiesan sus culpas, aquí son acusados, aquí no quieres que seamos jueces
reciben la disciplina y aquí son absueltos. Por eso detesto que desde fuera arrojan condenas,
este lugar más que ningún otro"»22. sino que nos das la posibilidad de ser
en el seno de la familia humana
Parece increíble, pero también hay un infierno para el
como la levadura en la masa,
demonio, un lugar al que no iría nunca y donde se vería un fermento capaz
condenado a consumirse de rabia, porque en él perdería todo de levantar pesos enormes:
lo que con su astucia diabólica adquiere engañando y ten- todo lo que se había paralizado
tando a los frailes ingenuos; exactamente como dice una y endurecido».
inscripción en la sala capitular de la abadía de Casamari:
«Las transgresiones del monje en la observancia de la Re-
gla, aquí en el capítulo las pierde el diablo»23. Este lugar
«infernal» para el mismo demonio es el capítulo, donde se
celebra la revisión de vida, donde cada uno se confiesa a los
demás y donde todos reciben la misma misericordia del Pa-
dre. Y si es «infierno» para el espíritu de la mentira, no
sería exagerado decir que este lugar de misericordia para
nosotros es como un pequeño paraíso en la tierra, porque
cuando el mal ya no tiene poder para separar o romper, allí
ha comenzado el reino del Bien. Si el paraíso es contemplar
el rostro de Dios, cada vez que nos perdonamos y nos ani-
mamos unos a otros vemos resplandecer al menos un deste-
llo del rostro del Padre en el rostro del hermano. En la
medida en que se convirtiera en mentalidad y praxis habi-
tual, la revisión de vida podría transformar nuestras comuni-
dades en lugares «ecológicos», oasis de paz, morada acoge-
dora y hospitalaria para todos.
Hay una preciosa oración del hermano Roger de Taizé en
la que podemos contemplar esta imagen de la comunidad
religiosa, llamada a ser en el mundo fermento capaz de le-
vantar «pesos enormes», el enorme peso del mal que endu-
rece los corazones y nos aleja entre nosotros:

22
P. LIPPINI (dir.), Storie e leggende medievali. Le «Vitae Fratrum» di
Gerardo di Frachet, Bolonia 1988, 127.
23
«Quidquid in regulam delinquit monacus hic in Capitula deperdit
diabolus». Esta inscripción en un escenario tan rico en historia es una prueba
más de la antigüedad del capítulo de culpas.

270 271
Conclusión del hombre: con el convencimiento de que se está ante una
obra que supera la propia capacidad y que está necesitada
de una gran sabiduría y ayuda de lo alto.
«Querida comunidad, anciana Precisamente por esto, el motivo inspirador de toda la
y siempre joven...» obra ha sido la Palabra de Dios, y, más en concreto, esa
palabra que nos cuenta poéticamente —en un salmo— la
belleza de vivir juntos. El salmo 133 no sólo canta el amor
fraterno, sino la delicada belleza y bondad que supone vivir
unidos: unidos por la misma fe en el mismo Dios, Padre de
todos. Fue este canto, según afirma san Agustín, el que «dio
origen a los monasterios»1. Vivir juntos como hermanos es
«como rocío del Hermón», que se posa suavemente y de
modo uniforme en la tierra de la comunidad humana, para
refrescarla, volverla fértil, darle bienestar; es «como ungüento
Por fin hemos llegado al término no sólo de este modesto precioso», esto es, «fuerza sagrada que penetra todo el ser
volumen, sino de toda la trilogía. Francamente, no había de Israel, su realidad profunda, física y espiritual (la barba),
nacido como trilogía, pero después, pasito a pasito, el dis- su dignidad (el manto), convirtiéndolo de este modo en un
curso ha ido creciendo por sí solo. A menudo sucede esto pueblo sacerdotal (Ex 19,6)»2, o —teniendo en cuenta la
cuando se escribe, sobre todo si el tema es de esos que te función del óleo en la consagración sacerdotal— se podría
cautivan y, a medida que va captando cada vez más el inte- decir que «vivir como hermanos equivale al ejercicio de una
rés y la atención del que escribe, ofrece a cada paso nuevas función sacerdotal: la fraternidad viene a ser, con palabras
ideas para el análisis, abriendo horizontes inéditos. Como de Pablo, "un culto espiritual" (Rom 12,1), que es bendición
cuando se sube a una montaña. para el pueblo mismo y para el mundo entero»3.
Algo parecido me ha sucedido también a mí. Y no es que También yo querría ben-decir a la comunidad y cantar
haya tenido una inspiración especial o que haya sido presa sus bellezas, aunque no sea poeta ni juglar. Pero mi comuni-
de un estremecimiento irresistible, pero empecé a escribir dad es mi vida, mi casa y mi familia, ¡es mi historia! No
con gran ímpetu, me dediqué, por tanto, a pensar y orar, a puedo prescindir de ella...
recordar y comparar, a preguntarme y responderme, a ima-
ginar y a soñar acerca de un tema sobre el que todo consa-
grado puede considerarse un experto o, en cualquier caso, Te bendigo
puede exhibir una experiencia que le da derecho opinar.
De este modo, yo, que no soy escritor de profesión, sino Querida comunidad, anciana y siempre joven, después de
un consagrado y, a estas alturas, con una discreta experien- haber escrito, o, mejor dicho, después de haber pretendido
cia en la vida comunitaria, me lancé a esta aventura un tanto
arriesgada, aunque tiene también su dosis de atractivo, to- 1
2
AGUSTÍN, Enarraciones sobre los Salmos 132, 2.
mando la decisión de escalar esta montaña de tres picos. El G. RAVASI, // libro dei Salmi. III (101-150), Lettura Pastorale della
Bibbia, Bolonia 1984, 697.
resto, es decir, la mayor parte —al menos así lo creo y ' B. PROIETTI, "Se il tuo fratello... cade in miseria... aiutalo" (Lev 25,35).
espero— ha sido obra de la gracia de Dios, que en estos Realta e conseguenze dell'essere fratelli per l'AT, en AA.VV., Consacrati
casos se alia siempre con una cierta inconsciencia por parte per una comunione fraterna, Roma 1993, 48.

272 273
escribir tanto —tal vez demasiado— sobre ti, siento la nece- mar, sufrir y disfrutar... en grupo, con personas a las que me
sidad de dirigirme a ti directamente, de hablarte como a una unían y me unen vínculos no de carne y de sangre, sino un
persona real. He de confesarte que me cuesta imaginar este vínculo fuerte, tenaz, aun cuando haya habido tensiones y
diálogo, porque es como si tuviera que hablar conmigo mis- dificultades en las relaciones, o tal vez hayamos discutido
mo, pues tú formas parte de mi vida y de mi persona; es precisamente sobre la naturaleza de la vida en común. Víncu-
como si tuviera que alejarme de mi centro, objetivarme a mí lo que, ciertamente, viene de Dios, de compartir ese proyec-
mismo y separarme en cierto modo de mi «yo», y contem- to por Él diseñado que se llama carisma; pero también vín-
plarme con unos ojos neutros y ajenos. Al mismo tiempo, te culo profundamente humano e intenso; tan intenso que
lo puedo asegurar, no me cuesta nada establecer este contac- siempre he sufrido los cambios de destino como desarraigos
to, sentirte como acostumbrada interlocutora de mi ser y de cruentos, que, sin embargo, me han permitido arraigar mejor
mis pensamientos, porque tú no eres una entidad abstracta, mi condición de «ser comunitario». Con la disponibilidad, a
un ideal etéreo y desencarnado; todo lo contrario, eres una menudo dolorosa y cansada, para levantar siempre nuestra
realidad muy viva y vibrante, perfectamente identificable en tienda en otro lugar, nosotros, consagrados, estamos dicién-
su pasado y en su presente: detrás de ti y en tu interior hay doles a todos que la vida de cada ser humano es un continuo
rostros concretos, nombres y apelativos cariñosos, hay una peregrinar hacia Dios, y que mientras tanto, en esta tierra, el
historia que he vivido o que hemos vivido juntos, con luga- hombre encuentra casa y hermanos en todas partes, hasta en
res y fechas, con acontecimientos alegres y no tan alegres, los confines del mundo, y que no se preocupa por el alimen-
con esperanzas y decepciones. to, ni por el vestido, porque Dios es Padre y no permite que
En algunos momentos te he bendecido realmente; en otros, nos falte de nada (cf Mt 6,25-34) y que, por tanto, todo el
no digo que haya hecho lo contrario, pero siempre te he mundo es comunidad. Por eso, una vez más, te bendigo.
visto dura y exigente; me ha parecido más real la prosa de la
vida común como máxima poenitentia, que la poesía del
«ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos uni- Te doy gracias
dos...». En definitiva, me ha costado sentirte como madre,
porque me ha parecido que lo que me pedías era más de lo Querida comunidad, anciana y siempre joven, eres vieja y
que me dabas. Pero, en cualquier caso, te he sentido y te joven a la vez, eres antigua y moderna, clásica y original;
siento como parte de mi persona, tanto que ahora no podría estás llena de arrugas y, sin embargo, eres hermosa. Y tam-
imaginarme fuera de ti, sin ti. Llevo impregnado tu aroma, bién eres don y conquista, cruz y delicia, santa y pecadora,
tú siempre estás conmigo. Cuando estoy a solas o cuando individualidad y pertenencia, soledad e intimidad: ¡eres mis-
hablo con Dios, es como si lleváramos el mismo nombre: yo terio! Porque misterio significa ese punto central y tan cáli-
te pertenezco a ti y tú me perteneces a mí. Estoy convencido do que nos permite juntar dos polos aparentemente contradic-
de que cualquiera podría reconocer en mí a un ser comunita- torios, pero que forman parte de la vida. Y precisamente
rio; por eso te bendigo. esta posición central constituye tu identidad y riqueza: cuen-
Además mi vida está jalonada por las comunidades en las tas con una larga historia a tus espaldas (no necesariamente
que he estado: comunidades diferentes con experiencias di- gloriosa) y, al mismo tiempo, conservas intacta —en el pre-
ferentes, en etapas concretas de la vida, y viviendo aconteci- sente— una gran capacidad de testimonio que te vuelve
mientos diferentes, no siempre jubilosos; pero siempre la actualísima; posees sabiduría y atractivo.
experiencia comunitaria, experiencia de una vida unida a la Sin embargo, no podría bendecirte ni darte gracias si sólo
de otros, la costumbre de rezar y pensar, discernir y progra- fueras santa y morada únicamente de los «santos». Ya no

274 275
serías signo eficaz de lo que el amor de Dios puede producir en cualquier caso, providenciales para mi crecimiento. Tam-
en los inciertos acontecimientos humanos, en la precariedad bién te doy gracias porque, en tu condición de madre, no me
del amor del hombre. Si tú fueras «sólo» santa, tal vez no permites ni un solo instante descargar infantilmente sobre ti
tendrías toda esta historia que es tu riqueza, y yo, pecador, —es decir, sobre mis hermanos— el peso de la construcción
habría sido seguramente expulsado de tu seno, junto con de la fraternidad; sé que depende de mí y de que yo sea
muchos otros. adulto, que tú seas bella, una hermosa comunidad.
Sin embargo, te doy gracias porque no sólo me has aco- Te doy gracias por los «padres» que me has dado, con
gido con toda mi debilidad, sino porque llevas conmigo esta cuya fidelidad me han engendrado para el carisma de mi
debilidad, junto con la de todos mis hermanos pecadores, Instituto en el que he descubierto mi identidad; padres que
recordándonos que nuestra santidad es precisamente esta: también me han querido con ternura y afecto, especialmente
vivir juntos la conciencia de nuestro pecado ante la miseri- cuando, siendo yo todavía joven, perdí afectos importantes;
cordia del Padre. Te doy gracias porque si miro la historia educadores que me han hecho crecer en sabiduría y en gra-
de mi comunidad, veo constantemente activa esta misteriosa cia; hermanos mayores que, conmigo, han derrochado pa-
y estratégica síntesis, como una sabia dosificación de lo que ciencia, que me han comprendido y perdonado; hermanos
parece oponerse en la naturaleza del hombre: el bien y el con los que me une una profunda amistad y con los que
mal, la muerte y la vida, la vocación sublime a la santidad y podría compartirlo todo de mí; hermanos que ahora me ayu-
la constatación cotidiana del pecado. En ti, todo esto se en- dan y me aman, que pasan por alto mis incongruencias, que
cuentra, y casi se funde, en la experiencia d& la cruz de me sustituyen allí donde no soy capaz de llegar y que no me
Cristo que ha reconciliado consigo todas las cosas (cf Col avergüenzan por mis errores; te doy gracias también por los
1,20). Esto es justamente lo que te convierte en morada de hermanos más jóvenes que me has confiado ahora, que me
Dios y del hombre. acogen y que tienen tanta fe como para aceptarme como
Así pues, te doy gracias, mi querida comunidad, por tantas mediación del don de Dios, a mí, su hermano mayor en el
veces como me has ayudado, porque tu fe ha sostenido mi fe camino del discipulado.
escasa; porque la fidelidad de mis hermanos con frecuencia Pero también quiero darte gracias por esos hermanos, un
me ha dado fuerzas en mi agotamiento, porque su paciencia poco duros y rudos, a través de los cuales has ido forjando
ha sido capaz de soportar mis crisis; porque la oración comu- mi carácter, aunque a veces de forma un tanto singular; gra-
nitaria ha sido muchas veces mi salvación. Aun cuando no me cias por esos hermanos que me han hecho sufrir, a menudo
haya dado cuenta ni se lo haya agradecido a nadie. o tal vez siempre sin quererlo, que no secundaron mis pre-
Te doy gracias porque eres la mediación constante y fiel tensiones adolescentes, o que con su modo de actuar me
de la gracia que Dios me da, el lugar seguro adonde me orientaron a poner a Dios en el centro de la vida y de los
llega su Palabra, el instrumento cotidiano de mi formación sentimientos, para amar cada vez más al prójimo. Te quiero
permanente. Para mí eres «la mansión del Señor», «aquí dar gracias también por la soledad que me has hecho experi-
viviré porque la deseo» (Sal 132,14). mentar, aunque a veces la haya vivido mal y con resenti-
Te doy gracias porque eres y te siento como madre, en el miento; ahora reconozco que ha sido una escuela importante
sentido más pleno de la palabra; y mientras sigues acogiéndo- para aprender a vivir las relaciones.
me con toda mi carga de limitaciones y contradicciones, no Te doy gracias, comunidad, porque me has protegido y
dejas de darme a luz según el proyecto que Dios te ha confia- defendido. Muchas veces he sentido la tentación de traicio-
do; por eso «siento» a menudo tus reproches, a veces callados narte, no porque pensara abandonarte, sino creyendo
y discretos, en otras suficientemente claros y explícitos, pero, ingenuamente que otros vínculos y relaciones podrían lle-

276 277
narme más o sustituir lo que sólo tú podías darme. Te doy posible la integración de las diferencias, que la comunión
gracias porque me has acogido de nuevo cada vez que he entre gente distinta es realizable en esta tierra, que no es
«regresado», porque siempre me ha recibido un padre aún cierto que sólo podamos encontrar una relación satisfactoria
más «pródigo» en la bondad, que lo «pródigo» que yo he con los que son semejantes a nosotros, porque —por el con-
podido ser a la hora de despilfarrar los dones, el don, sobre trario— las relaciones son realmente satisfactorias sólo cuan-
todo, de la fraternidad. do son capaces de atravesar las fronteras que espontáneamen-
Te doy gracias por el duro aprendizaje a que me has te tendemos a fijar a la salida de nosotros mismos, cuando
sometido, por el camino ascético que aún me impones para van más allá de la pretensión de hacer que todo lo que toca-
aprender a vivir con los demás, para aprender a aceptar sus mos se asemeje a nosotros; son satisfactorias sólo cuando se
diferencias, a dejarme condicionar por sus limitaciones, a abren realmente a la alteridad. «A un Dios comunión corres-
tener un corazón misericordioso. Pero también te pido que ponde una Iglesia comunión. Esto requiere la existencia de
encuentres el modo de recordarme siempre que, por mucho comunidades fraternas, tanto religiosas como familiares, don-
que dé a los demás y que te dé a ti, nunca saldaré la cuenta, de la realidad de la comunión se manifieste de forma clara.
ni igualaré lo que de tí y de los demás he recibido. [...] ¿De qué vale confesar a un Dios comunión si aquí en la
tierra cada uno piensa en sus cosas, si la dimensión fraterna
queda sobrepasada por la dimensión individualista, si la co-
munidad se ve como un ideal abstracto, si la eficacia inme-
Te exhorto
diata se convierte en la principal preocupación, dejando en
sombras cualquier otro objetivo, empezando por la fraterni-
Querida comunidad, anciana y siempre joven, permíteme al dad?»4. ¿Cómo es posible «narrar» a este Dios-Trinidad, si
final que también... te diga yo algo. No me agrada del todo también en la comunidad religiosa, que debería narrar esta
el verbo que titula este apartado, pero, por ahora, no en- comunión, cada uno piensa en sí mismo, lo inunda todo de
cuentro otro mejor. De todos modos, no pretendo en modo individualismo, incluso la tensión hacia la perfección, cuando
alguno enseñarte o reprocharte nada. toda otra realidad se ve desde la perspectiva de la eficacia?
Lo que te pido al término de esta prolongada charla es
que seas tú misma: comunidad de personas convocadas en Por eso te exhorto y te ruego, comunidad, que seas tú
Cristo por el Espíritu del Padre para dar testimonio en el misma. Lo que está en juego es valioso, no es calderilla de
mundo del amor del Dios-Trinidad; comunidad humana que andar por casa ligada a intereses relativos (bienestar psico-
narra la comunidad divina, teología narrativa del modo de lógico, eficacia apostólica, racionalización del trabajo, etc.),
amar de Dios. Esto son «palabras mayores»', ¡quién sabe en sino la narración humana del amor divino; y, por tanto, no el
cuántos textos de teología se encuentran elevadas descrip- simple deseo de una santidad privada, sino la demostración
ciones y análisis del amor trinitario, donde la diversidad de concreta, existencial y visible para todos, de que se puede
Personas se resuelve constantemente en un abrazo que exal- ser santos viviendo juntos, acogiendo cada uno la debilidad
ta conjuntamente la identidad y la comunión de los Tres! Y del otro, dejándose formar cada uno por la virtud del herma-
sin embargo, hay que ver durante cuánto tiempo la Trinidad no, cantando todos juntos las misericordias del Señor.
santísima ha estado lejos de la sensibilidad de los creyentes, ¡Querida comunidad, anciana y siempre joven, todo tu
cada vez menos significativa y aún menos incisiva; lejos futuro cabe en este sueño!
porque era inaccesible, poco inteligible, intraducibie.
He aquí por qué se necesitan «comunidades concretas», 4
P. G. CABRA, Per una vita fraterna, Brescia 1998, 164.
capaces de expresar, con la experiencia de su vida, que es

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De la «lectio» a la «collado» 23
Exilio y vuelta de la Palabra 23
La Palabra en el origen de la comunidad 25
El carisma de la comunidad en la interpretación de
las Escrituras 27
La «collado» en el origen de las Escrituras 27
Las Escrituras en el origen de la «collado» 29
El don de la interpretación que hace hermano 31
Condiciones y resistencias 34
Condiciones 35
Resistencias 42
Tipología y metodología 46
Posibles tipos de «collado» 47
Metodología 55
Frutos y ventajas 59

282 283
Págs. Págs.

La Palabra en el centro de la comunidad 59 Proyectar juntos 142


Crece la Palabra, crece la comunidad 60 Definición 147
La Palabra «crea» la comunidad, la comunidad Sujeto 147
«engendra» la Palabra 63 Protagonistas 149
«Magisterio fraterno» 64 Puntos de referencia 150
«Collado» y formación permanente 66 Presupuesto fundamental 151
Objeto 152
3. El discernimiento comunitario 68 Fin 154
Naturaleza y definición 70 Utopía y realismo 156
Novedad y continuidad 70 Secuencia de la elaboración del proyecto 159
Hacia una definición 73 Tiempo y tiempos 160
Condiciones y criterios 75 Propuesta metodológica 161
Objeto formal y material 75 Mentalidad programadora 162
Fundamento bíblico 78 Contexto ambiental 162
Motivación psicológica 81 Operación espiritual 164
Pacto inicial 83 Valor prioritario 165
Buscar juntos con estilo evangélico 84 «Declinación» del valor y objetivos intermedios... 169
Buscar la verdad 85 Revisión 173
...con corazón libre 92
...con actitud responsable 102 Conclusión. El racimo de la alegría 175
...en la caridad y para incremento de la caridad .... 110 Compartir y multiplicación 176
Propuesta metodológica 115 Compartir y transparencia 181
Elección del objeto .- 116
Información 117 SEGUNDA PARTE
Iluminación 118 LA INTEGRACIÓN DEL MAL
Tiempo de oración y de reflexión 119
Discernimiento personal (provisional) 122 1. Formas e instrumentos para la integración del
Compartir los discernimientos personales 123 mal 187
La decisión 126 Integración religiosa 187
La confirmación 130 «Nada se libra de su calor» 188
El discernimiento comunitario como estilo de vida 132 La misericordia, fuerza integradora 190
El taller del carpintero 191
4. Proyecto comunitario 136 Instrumentos para la integración del mal: instruccio-
Elaborar un proyecto en tiempos de éxodo 136 nes de uso 194
Proyecto comunitario como instancia de renovación 137
Proyecto comunitario como mediación indispen- 2. Corrección (y promoción) fraterna 198
sable 139 Historia antigua y moderna 200

284 285
Págs.

La corrección fraterna en la Palabra de Dios 200


La corrección fraterna en el pensamiento de algu-
nos Padres 203
La corrección fraterna en el monacato primitivo... 205
La corrección fraterna en la vida consagrada de
nuestros días 209
Definición: de la corrección a la promoción fraterna... 210
Sentido penitencial y sentido espiritual 211
«Yo soy el guardián de mi hermano» 213
Las resistencias 215
La lógica de la salvación cristiana 222
De la salvación recibida a la salvación donada 222
La fuerza de la Palabra 224
Una palabra modelada por la Palabra 226
Estilo y método 227
«...Vosotros, hombres de Espíritu...» 227
«...corregidle con dulzura» 230
«...Ten mucho cuidado, pues tú también puedes
ser puesto a prueba» 234

3. La revisión de vida 236


El capítulo de culpas 236
La revisión de vida 238
Definición y tipología 240
Condiciones y niveles 242
Itinerario personal y comunitario 247
Los frutos 264
Frecuencia de la revisión de vida 268
«El infierno» del diablo 269

Conclusión. «Querida comunidad, anciana y siem-


pre joven...» 272
Te bendigo 273
Te doy gracias 275
Te exhorto 278

Siglas y bibliografía 281


286

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