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I. Antecedentes
La inclusión de la educación socioemocional en el Nuevo Modelo Educativo (NME)
responde a problemáticas de índole social, a consideraciones de tipo filosófico y científico,
a necesidades pedagógicas y a las tendencias mundiales.
Respecto de las problemáticas sociales, existen fenómenos que resultan muy preocupantes
por su potencial amenaza de deshumanizar a las personas. México vive una situación de
violencia generalizada por la presencia del narcotráfico, los problemas de corrupción, la
impunidad y la continua violación a los derechos humanos, el desempleo, la injusta
distribución de la riqueza y la discriminación de los grupos vulnerables. Fenómenos como
el consumo excesivo, las adicciones de todo tipo, la falta de oportunidades para el
desarrollo laboral y profesional, y otros factores que caracterizan negativamente a la
sociedad actual, aunados a una falta de desarrollo emocional que impide la capacidad de
resiliencia frente a las adversidades, amenazan constantemente el bienestar de las personas.
En este sentido, la depresión y el suicidio son problemáticas que revelan un bajo nivel de
desarrollo socioemocional. De acuerdo con datos del inegi, en el 2013 se registraron en
México 5 mil 909 suicidios, lo que representa el 1% de las muertes registradas y coloca al
suicidio como la decimocuarta causa de muerte, presentando una tasa de cerca de 5 por
cada 100 mil. Resulta preocupante constatar que 40.8% de los suicidios son cometidos por
jóvenes de entre 15 y 29 años. En dicho porcentaje la tasa alcanza 7.5 suicidios por cada
100 mil jóvenes.1
El mal manejo de la ira es también un síntoma de un pobre desarrollo socioemocional. En
una encuesta realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) en el 2015, México obtuvo el primer lugar en bullying a escala
internacional. Entre los más de 26 millones de alumnos que hay en nivel básico, se reporta
que entre 60 y 70% ha sufrido de violencia.
Algunos otros datos muestran indicios de un bajo desarrollo socioemocional de la
población joven. Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Exclusión, Intolerancia y Violencia
en la Educación Media Superior (eneivems), realizada en el 2013 con una muestra de mil
500 estudiantes de 15 entidades federativas diferentes, señala que 56% dice estar triste,
44% se siente solo y 26% considera que es un fracaso. Los “Cuestionarios de contexto”,
que son parte de la prueba Planea que diseñó el Instituto Nacional para la Evaluación de la
Educación (INEE),2 revelaron en el 2016 que solamente 25% de los alumnos de
bachillerato muestra actitudes empáticas, 18% se siente capaz de tomar decisiones y 26%
muestra consistencia en el interés, mientras que 76% no es perseverante y 74% no sabe
manejar el estrés.
Estos datos revelan la necesidad de tomar en cuenta el desarrollo socioemocional en la
educación escolar.
Así, las escuelas reconocen hoy la importancia de contribuir a educar los factores
emocionales de manera deliberada y de que los padres y maestros sean formados para
enfrentar y, sobre todo, prevenir problemáticas tanto a nivel individual como social
relacionadas con fenómenos que minan el tejido social y obstaculizan el bienestar de las
personas.5
Las emociones tanto básicas como complejas pueden ser experimentadas agradablemente,
causando estados de tranquilidad y alegría, o bien de una manera desagradable, provocando
malestar o dolor. Al primer tipo se les llama emociones positivas o no aflictivas, y al
segundo, negativas o aflictivas.6 Tanto unas como otras tienen una función muy importante
para nuestra sobrevivencia como especie y para la construcción de nuestra identidad
personal. Sin las emociones negativas no sería posible defendernos (miedo), poner límites
(enojo), entrar en contacto con nosotros mismos (tristeza) o evitar alimentos en mal estado
(asco).
Ambos tipos de emociones pueden tener un buen manejo que favorezca una vida más
plena, o pueden tener uno inadecuado que propicie estados de sufrimiento emocional. El
amor, por ejemplo, que es uno de los mejores sentimientos que experimenta el ser humano,
puede generar dependencia, sobreprotección y autodestrucción si se le maneja mal. De ahí
la importancia de contar con una educación que promueva la modulación adecuada de las
emociones.
Autores como Daniel Goleman han difundido el concepto de inteligencia emocional, que es
la capacidad de vivenciar nuestras emociones sin reprimirlas, pero dándoles una
canalización adecuada. Manejar las emociones implica que la persona tiene que hacer una
labor introspectiva de autoconocimiento y además desarrollar su habilidad para relacionarse
positivamente con los demás.
La psicología positiva, por otra parte, es un movimiento que surgió en Estados Unidos
encabezado por Martin Seligman, cuyo propósito es enfatizar las fortalezas que una persona
tiene para alcanzar el bienestar o felicidad. Este psicólogo propone un modelo de la “vida
feliz” llamado PERMA (por sus siglas en inglés):
Para Seligman, la felicidad puede entenderse como una experiencia puntual o también
como una sensación permanente de fondo que impregna nuestra existencia. De ahí que
distinga tres niveles de vida feliz:
Una de las más destacadas estudiosas del bienestar subjetivo, Sonja Lyubomirsky,7 se ha
dado a la tarea de reunir los resultados de las investigaciones sobre el tema. En un trabajo
realizado con sus colaboradores sintetiza los tres factores más importantes que determinan
la felicidad: (1) el 50% son los aspectos hereditarios que determinan el temperamento; (2)
el 10% son las circunstancias, y (3) el 40% son acciones voluntarias (lo educable).
A pesar de que se reconoce la gran influencia de lo hereditario para determinar el
temperamento de una persona, lo interesante es que 40% del bienestar es producto de las
acciones voluntarias, por un lado, y contrariamente a lo que podría pensarse, las
circunstancias juegan un papel muy reducido. En otras palabras, lo que tiene mayor
influencia en el bienestar de las personas no es lo que les sucede, sino la manera en que
interpretan lo que les sucede, y la interpretación es un factor educable. Lyubomirsky define
la felicidad como “la experiencia de alegría, satisfacción o bienestar positivo, combinada
con la sensación de que nuestra vida es buena, tiene sentido y vale la pena”.
Las ideas de Seligman han inspirado en España el programa de educación socioemocional
“Aulas felices”, que tiene como propósito cultivar en los niños las fortalezas personales que
los hagan personas positivas y más felices.
Conciencia emocional
Regulación emocional
Autogestión
Inteligencia interpersonal
Para Bisquerra, el desarrollo de estas competencias permite a las personas regular los
estados aflictivos y producir en sí mismas estados de bienestar. La práctica de la educación
emocional implica diseñar programas bien fundamentados y materiales didácticos
aplicables a todos los grados de la educación, empezando por el preescolar.
1. Lograr el autoconocimiento.
V. Conclusiones
A pesar de los retos descritos en el apartado anterior estamos convencidos de que no sólo
vale la pena abordar la educación socioemocional, sino que es imperativo hacerlo. Y es que
ésta es el eje de la formación integral que permite a las personas consolidar un sentido sano
de identidad y dirección que les ayude a tomar decisiones libremente, a considerar su
repercusión en los demás —tanto en gente cercana como lejana—, a establecer relaciones
constructivas y a encontrar un sentido de vida que les permita un mayor nivel de bienestar
emocional.