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Venezuela y la tentación pretoriana: ¿un asunto de larga duración?

, Portal Historia, FUNDACIÓN MAPFRE 05/11/14 14:24

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nov

Venezuela y la tentación pretoriana: ¿un asunto de larga duración?


por: Frédérique Langue
5 nov 2014! Comentarios

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In Memoriam Domingo Irwin


Más allá del coraje y de la increíble constancia del movimiento estudiantil venezolano, y junto a su papel de catalizador de la sociedad civil a lo largo de los primeros
meses del 2014, las prolongadas protestas callejeras han hecho resurgir con claridad un fenómeno hasta ahora algo pasado por alto: el pretorianismo, un concepto
polisémico clave para comprender el tiempo presente venezolano.
Entendido como “situación en la cual el sector militar de una sociedad dada ejerce una influencia política abusiva, recurriendo a la fuerza o amenazando con
hacerlo”, el pretorianismo ha acompañado de forma latente el siglo XX venezolano, como árbitro o directamente desde el Gobierno, y mucho después de la
modernización y profesionalización de las fuerzas armadas durante el régimen del “tirano liberal” Juan Vicente Gómez (1908-1935). Desde esta perspectiva, el
intento de golpe de estado conducido por H. Chávez en 1992 sería “una expresión del pretorianismo recurrente del siglo XX”, de acuerdo con las aportaciones de
Domingo Irwin. Por su parte, el término militarismo, más reciente y tan grato a los medios de comunicación críticos, alude a una “situación política en la que el sector
militar de una sociedad dada invade a ésta por una suerte de metástasis, y logra así dominar todos los aspectos fundamentales de la vida social”.
La cuestión no se puede entender cabalmente haciendo caso omiso de las relaciones cívico-militares, en especial en contextos de crisis política o institucional,
cuando los riesgos para el sistema democrático hacen que surja de nuevo el “dilema” entre el llamado control civil y la actuación del sector militar, como ya
planteamos, junto al mencionado Irwin, en el estudio publicado en 2004 en Revista de Indias.
Algunas referencias bastarán para contrastar la influencia de este problema “sencillamente complicado” del presente venezolano:
En primer lugar, el siglo XX fue para Venezuela un tiempo de estructuración de la institución militar a escala nacional, con el ocaso de los caudillos regionales a
principios del siglo — sirva de ejemplo Cipriano Castro— y la organización de unas fuerzas armadas profesionales y de carácter permanente. Este proceso, iniciado
principalmente durante el régimen de Gómez, se hizo más visible desde la década de 1960 y desembocó en una “nueva versión del acuerdo secular cívico-militar y
político-militar venezolano” encaminado a defender la soberanía nacional y lograr el monopolio interno de la violencia. Así se abrió el paso hacia la presidencia de la
República a los generales Eleazar López Contreras (1935-1941) e Isaías Medina Angarita (1941-1945), al coronel Delgado Chalbaud (1948-1950) y finalmente al
general Marcos Pérez Jiménez (1952-1958). El proyecto civilista del Trienio (1945-1948) no se concretará verdaderamente hasta fines de los años sesenta, en una

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general Marcos Pérez Jiménez (1952-1958). El proyecto civilista del Trienio (1945-1948) no se concretará verdaderamente hasta fines de los años sesenta, en una
coyuntura económica altamente favorecida por el alza del petróleo.
En esos años de marcado auge de los nacionalismos en todo el continente se inaugura no sólo una simbiosis entre civiles y militares, sino también una serie de
acomodos mediante los cuales la institución armada logra redefinir no sólo su papel, sino también sus medios de expresión, como a todas luces refleja la represión
de la lucha armada al principio de los sesenta.
Asentada en el imprescindible “control civil”, esta profesionalización llevaba consigo la pérdida del carácter “pretoriano”, que no se volverá a manifestar hasta el final
del siglo con la “Rebelión de los Ángeles”, el intento de golpe de Estado de 1992 encabezado por Hugo Chávez contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, punto
de partida de la proyección mediática del teniente coronel; y aparecerá de nuevo a partir de 2001 con la radicalización del régimen chavista, la promulgación de las
primeras “leyes habilitantes” y, sobre todo, ya en 2002, a consecuencia de los “Sucesos de abril”, el fallido golpe de Estado contra Chávez.
El segundo aspecto de esta compleja cuestión se remonta al período formativo de la democracia representativa nacida del pacto de Punto Fijo y de la caída de la
dictadura de Pérez Jiménez (1958): la alianza de las fuerzas armadas con sectores civiles radicalizados, una conjunción nada nueva en la historia de Venezuela y
que volvemos a presenciar en la actualidad. Consistió en cierta forma en repetir la llamada “Revolución de octubre”, el golpe encubierto que en 1945 llevó al
escenario político a quien sería presidente de la Venezuela de los sesenta, Rómulo Betancourt, “padre de la democracia venezolana”... Esta renovada conjunción
de fuerzas políticas y militares aparecería con la insurrección militar de Puerto Cabello y Carúpano de 1962, cuyo fracaso incentivó la creación en los siguientes
años de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y del Frente de Liberación Nacional (FLN). La siguiente década se caracteriza por el nacimiento del
MAS (Movimiento al Socialismo) de Teodoro Petkoff, la división del PCV, y la afirmación de estrategias electorales y democráticas. Será también, sin embargo, el
momento en que las Fuerzas Armadas Venezolanas intensifiquen la represión de la guerrilla gracias al respaldo logístico norteamericano.
El tercer punto, derivado precisamente de este funcionamiento sui generis hasta la década de los noventa de la “simbiosis civiles-militares”, radica en el precio que
debió pagar el poder civil, habida cuenta de la importancia y los privilegios económicos adquiridos por las Fuerzas armadas y de los lazos que ante un “enemigo
común” tejieron entre sí los dirigentes de los dos partidos protagonistas de la alternancia democrática (AD y COPEI) y los jefes militares, en el llamado consenso de
las élites.
En estas condiciones, la imagen de un control civil consolidado que se había querido promover tras la caída de la dictadura en enero de 1958 resultó algo
totalmente ilusorio. Los militares reciben desde entonces formación académica en la Academia Militar —origen de los oficiales que impulsaron el golpe de 1992 — y
en el Instituto de los Altos Estudios de la Defensa Nacional (IAEDEN), creado en 1969-1970. Los fracasados guerrilleros, por su parte, en varios casos establecieron
vínculos con el mundo universitario y con jóvenes oficiales, entre ellos los fundadores del movimiento bolivariano, los tenientes coroneles Izarra y Chávez, Douglas
Bravo y Pablo Medina como representante de la sociedad civil. Estas “logias militares organizadas”, entre ellas el MBR-200 (antecedente directo del Movimiento V
República), no se manifestarán de forma violenta hasta las dos intentonas golpistas de 1992. Una de ellas fue la protagonizada el 4 de febrero (convertido en fecha
conmemorativa por el actual gobierno) por el movimiento bolivariano tras la toma de conciencia que representó para los jóvenes oficiales la represión de las
rebeliones populares de febrero de 1989 — el “Caracazo” — por el gobierno de C.A. Pérez.
Esta tendencia a una conspiración permanente en cierta forma canalizada dentro de un marco democrático -pero de cuño inequívocamente presidencialista-, y a
diferencia de los países vecinos, gobernados por regímenes autoritarios o dictaduras, explica la frecuencia de las recientes aproximaciones a la naturaleza del poder
bolivariano como régimen “militarista”.
La desaparición de un líder cuyo carisma se extendió mucho más allá de las fronteras nacionales, la estrecha colaboración con Cuba -y la consiguiente imposición
de un modelo exógeno- y los rumores de golpe fomentados, de acuerdo con el discurso oficialista, desde el “Imperio”, explican los numerosos interrogantes que han
surgido recientemente acerca del papel que en la actual coyuntura corresponde a la institución militar. Más allá del consabido discurso anti-imperialista y de la tesis
del complot manejada por el Gobierno, la detención de tres generales de la aviación y de unos treinta oficiales de distintos grados (2014) indica según varios
analistas, que se repite el fenómeno “sociológico” que genera las tradicionales conspiraciones militares en Venezuela. Otros analistas del sector militar, como Rocío
San Miguel, contradicen esta interpretación y consideran que no se dan las condiciones para un golpe de Estado.
Por su parte, la opinión pública percibe que la actual estructura militar no está exenta de tensiones internas, debido sobre todo a las distintas reformas de la Ley
Orgánica y a una estructuración centralizada en beneficio exclusivo del presidente de la República -dotado de grado militar y mando efectivo, con una Milicia
Bolivariana reforzada constantemente en perjuicio de las demás fuerzas-, convirtiendo al Ministerio de la Defensa en un órgano fundamentalmente administrativo,
desvirtuando de esta forma la simbiosis entre civiles y militares forjada a lo largo de los años de democracia representativa.
In fine, y como ha puesto de relieve recientemente Hernán Castillo (Militares y control civil en Venezuela, Universidad de los Andes, 2013), la ausencia de control
civil afecta no sólo a la política de seguridad y defensa sino también a la propia institución militar. La situación venezolana debe resolverla un árbitro civil», recalca
Luis Alberto Buttó en una entrevista reciente. El debate sigue abierto, en la línea trazada por Irwin, el fundador de la problemática en Venezuela, y como lo puso de
relieve en la última síntesis que publicó conjuntamente con Ingrid Micett.

Principales obras de Domingo Irwin G. sobre el tema

Relaciones civiles-militares en Venezuela 1830-1910 (Una visión general), Caracas, 1996.


Relaciones civiles-militares en el siglo XX, Caracas, El Centauro, 2000.
Con CASTILLO, Hernán y DONIS RÍOS, Manuel Alberto (compiladores), Militares y civiles. Balance y perspectivas de las relaciones civiles-militares venezolanas en
la segunda mitad del siglo XX, Caracas, USB-UCAB-UPEL, 2001.
Con CASTILLO, Hernán, LEDEZMA, L. et al., Militares y sociedad en Venezuela, Caracas, UCA-UPEL, 2001.
Con LANGUE, Frédérique (coordinadores), Militares y poder. Ensayos históricos vinculados con las relaciones civiles-militares venezolanas, Caracas, UPEL-UCAB,
2005.
Con BUTTÓ, Luis Alberto y LANGUE, Frédérique, Control civil y pretorianismo en Venezuela, Caracas, UCAB, 2006.
Con CASTILLO, Hernán y LANGUE, Frédérique, Pretorianismo venezolano del siglo XXI. Ensayo sobre las relaciones civiles y militares venezolanas, Caracas,
UCAB, 2007.
Con MICETT, Ingrid, Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en Venezuela, Caracas, UPEL-UCAB, 2008.
Con CASTILLO, Hernán y LANGUE, Frédérique, Problemas militares venezolanos. FANB y democracia en los inicios del siglo XXI, Caracas, UCAB-UPEL, 2009.
Varios trabajos de Domingo Irwin están disponibles en línea en Tiempo y Espacio, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Revista de Indias, LASA 2003 y LASA 2010.

Imagen de cabecera: Anónimo, El Presidente venezolano Rómulo Betancourt durante un discurso a un grupo de oficiales, ca. 1960. Archivos de la
Fundación Rómulo Betancourt

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