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Versículos 1–8
I. Los hijos de Israel consultaron el oráculo de Dios para saber cuál de las tribus
había de comenzar la campaña de limpieza de enemigos en el país. La pregunta fue:
¿Quién de nosotros subirá primero? (v. 1). Podemos suponer que, para este tiempo, ya
se habían multiplicado en los lugares que ocupaban, de tal forma que el espacio que
ocupaban les resultaba estrecho. No sabemos si es que cada tribu deseaba el honor de
ser la primera en comenzar la campaña, o si cada tribu tenía más bien miedo de ser la
primera.

II. Dios ordenó que Judá subiese primero y les prometió éxito en la empresa (v. 2):
«He aquí que yo he entregado la tierra en sus manos para que sea poseída; por tanto,
entregaré en sus manos al enemigo que de momento está en posesión de ella». ¿Por
qué había de ser Judá la primera tribu en subir? 1. Por ser la tribu más numerosa y
poderosa. 2. Por ser la primera en dignidad, por lo que también debía ser la primera en
cumplir con este deber. Era la tribu de la que había de surgir el Señor según la carne.
Así que, en Judá, el León de esa tribu había de acometer el primero. De modo similar,
Cristo fue el primero en enfrentarse con los poderes de las tinieblas y vencerlos, y así
nos animó para vencer en nuestras luchas con esos poderes; en Cristo, somos más
que vencedores (Ro. 8:37).

III. Así pues, Judá se dispone a subir, pero pide a su hermano y vecino Simeón que
suba con él uniéndose así en la empresa las fuerzas de las dos tribus (v. 3). Los fuertes
no han de despreciar la ayuda de los débiles. Judá era la tribu más considerable de
todas y Simeón la menos considerable, a pesar de lo cual Judá pide ayuda a Simeón.
La cabeza no le puede decir al pie: No te necesito, puesto que somos miembros los
unos de los otros.

IV. Las fuerzas confederadas de Judá y Simeón salen al campo de batalla (v. 4): Y
subió Judá. Y Simeón subió con él (v. 3). Es probable que el comandante en jefe de
esta expedición fuese Caleb. Por lo que sigue (vv. 10, 11), parece ser que él no estaba
aún en posesión de la heredad que le correspondía. Fue una bendición tener un
general tan valiente.

V. Dios les dio éxito completo. Ya sea que ellos invadiesen primero el campo del
enemigo, o que fuese éste el primero en tocar alarma, lo cierto es que Jehová entregó
en sus manos al cananeo y al ferezeo (v. 4). Respecto de esta campaña se nos dan los
siguientes detalles:

1. El ejército enemigo fue derrotado en Bézec o cerca de la ciudad, el lugar al que


los soldados de Judá y Simeón habían subido, y en el que, más adelante, tuvo Saúl
una especie de cuartel general (1 S. 11:8). Allí mataron a 10.000 hombres. Gran
victoria, conseguida no con propias fuerzas, sino con la ayuda de Dios.
2. El rey enemigo fue hecho prisionero. Su nombre era Adoní-Bézec, que significa
Señor de Bézec. Después de capturarlo, le cortaron los pulgares de manos y pies a fin
de que, en lo sucesivo, no pudiese batallar ni huir (v. 6). Sería bárbaro este modo de
proceder con un hombre ya vencido y a merced de ellos, si no fuese porque era un
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corrompido cananeo que había abusado de setenta reyes de un modo similar. (A)
Cuán elevada había sido hasta entonces la posición de este hombre pero ahora era un
desdichado prisionero, reducido a la miseria y al dolor. (B) Cuán extensa era la
desolación que había llevado a cabo anteriormente, pues había subyugado a setenta
reyes; de forma que, como dice Lightfoot, «Judá, al subyugar a Adoní-Bézec, subyugó
en realidad a setenta reyes más». (C) Cuán justamente fue tratado del mismo modo
que había tratado a otros. (D) Cuán sinceramente confesó la justicia de Dios en ello:
Como yo hice, así me ha pagado Dios (v. 7). (v. 8).

VI. Se hace especial mención de la conquista de Jerusalén.

Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bı́blico de Matthew Henry. 08224 TERRASSA
(Barcelona): Editorial CLIE.

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