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3.- Que fue lo que realmente escribió Jesús.
Ahora bien, ¿En dónde se hallaba Jesús? ¿Realmente dentro del templo?
Jesús estaba en uno de los atrios del templo: “Entonces se sentó y comenzó
a enseñarles”.
Adentro estaban los letrados que no tenían a quién trasmitir sus profundos
conocimientos.
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Los escribas y sacerdotes se habían convertido en profesionistas autómatas,
que habían extinguido el Espíritu de la Elección y la Alianza. Ya no resonaba
vibrante la voz de los profetas, sino las exigentes minucias del legalismo.
Roberth Altham en su libro, “La agonía de los hechos”, página 144, narra:
Primero debemos precisar que este tipo de faltas y pecados eran conocidos
en primera instancia por El Alto Tribunal o Sanedrín local, quienes debían
escuchar a los testigos del caso.
Presumimos que los escribas y los fariseos la llevaban ante los jueces, pero
al pasar por allí y viendo a Jesús, quisieron comprometerle. Tampoco sería
improbable el que se la trajesen exprofeso, para enredarle y hacerle caer en
contradicción.
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Por esta razón fue que esa mañana se precipitaron en tropel desordenado a
la explanada del templo, donde se hallaba Jesús predicando.
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San Jerónimo es el primero que propone, conforme a una interpretación de
Jeremías 17:13, que estaba escribiendo en la tierra, los nombres de los
acusadores y sus culpas.
Por una parte se puso del lado de la Ley, por tanto ya no podían acusarlo.
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Si la absuelve, le acusarán de transgresor de la ley mosaica sinaítica.
Han visto, que pasa por encima de los preceptos y ordenanzas establecidas
por los Fariseos.
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La cuestión era malévolamente planteada y hasta incluso apuntando a
posibles complicaciones con el poder civil romano vigente, ya que la pena
de muerte era competencia exclusiva del procurador romano. (Juan 18-31).
Una posición correcta produjo una respuesta acertada. !Evitar una muerte¡
Números 14:22: dice: “todos los que vieron mi gloria y mis señales que he
hecho en Egipto y en desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han
oído mi voz”.
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En Lucas 11:53 está escrito: “Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los
fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que
hablase de muchas cosas”.
Mateo 16:1: “Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle y le pidieron
que les mostrase señal del cielo”.
Algunos otros que, “el nombre de los que se apartan del señor”, conforme
lo escrito en Jeremías 17:13.
Varios, que les estaba recordando la escritura “por el dedo de Dios”, al rey
de los caldeos Belsasar en Daniel 5:5.
No nos olvidemos que en aquella época no existía la biblia como tal, sino
rollos que se leían de manera continua y no tenían divisiones numéricas.
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De su actitud serena y majestuosa se desprende una extraordinaria fuerza
que desenmascara a todos los hipócritas presentes y una indignación que
los hace retroceder avergonzados.
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Vino a manifestarles que las 613 normas de la Ley, implantadas por ellos
para la obediencia y cumplimiento del pueblo, “son tan onerosas que aún
ellos no podían y evitaban cumplirlas”.
Jesús recurre a la misma LEY, que ellos pretenden aplicar para reargüir la
conciencia de los que deseaban ajusticiar a la mujer.
Jesús sabe que es imposible que, TODA LA TURBA QUE HA LLEGADO, HAYA
PRESENCIADO EL ACTO SEXUAL DE AQUELLA MUJER.
Todos están vociferando, pero la primera pregunta que con su mirada les
hace, es:
Sabemos que para presentar una acusación de esta naturaleza debían ser
personas de intachable moral y de reputada honestidad, de lo contrario no
prosperarían las acusaciones.
Entonces ¿podría ser que Jesús estuviera escribiendo las exigencias que
estaban en los rollos?
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Los escribas y fariseos eran PROFUNDOS conocedores de la ley mosaica, por
lo tanto debía necesariamente hablarles con ella en la mano.
Era indispensable que acudiera junto a la acusada para responder por aquel
delito.
“Muchos de los que estaban ahí, con la Ley en una mano y la piedra en la
otra, presumiblemente habían pecado ya con aquella mujer. La posición de
los alborotadores estaba guiada por los celos. No celos de la Ley, sino celos
pasionales enfermizos que los había llevado a espiar a aquella mujer. Era
una venganza pasional, pues ¿de qué otra manera se explica que la hayan
sorprendido “casualmente” en la comisión del pecado? Estos hombres al ver
sus nombres escritos en el suelo y conociendo las Escrituras, debieron huir
del señalamiento que estaban recibiendo”.
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George Stendahall en su libro “Jesús” página 119 dice:
“Al señalar Jesús el polvo con su dedo, les estaba ya respondiendo. Pero
ellos, incapaces de entender sus palabras, menos podrían interpretar su
silencio. Lo que quería decirles cuando escribía en la tierra, era: "Miren este
polvo del que todo hombre ha sido formado. Esta mujer fue hecha de barro,
por eso es débil y frágil. Tan pecadora como el hombre con quien pecó. No
olviden que también ustedes, fueron hechos de barro. ¿Por qué, pues,
acusan y quieren la muerte de alguien que es igual a ustedes? Condenarla
incluye la sentencia para cada uno de ustedes, y yo no vine para condenar,
sino para salvar". (?)
De allí que el oficio de los escribas era tan valioso y apetecido. Así mismo a
los invasores romanos, no les interesaba que el pueblo judío subyugado
aprendiera a leer y escribir.
¡Soberana estupidez!
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Eusebio de Cesárea en su Historia Eclesiástica escrita hacia el 325 d.C.,
recoge una tradición antigua y consolidada del siglo III, y presenta una
correspondencia epistolar entre Jesús y el Rey Abgar de Edesa, ciudad Siria
en la que existió desde temprano una comunidad cristiana que nació en los
tiempos de Jesús.
“Id, y decid a vuestro amo, quien os envió a mí: “Feliz seáis, vos que habéis
creído en mí, sin haberme visto, porque está escrito de mí que quienes me
vean no creerán en mí y que aquellos que no me vean creerán en mí. En
cuanto a lo que habéis escrito, que debería ir a vos, todo a lo que fui
enviado aquí, está terminado, y subo de nuevo a mi Padre quién me envió, y
cuando haya ascendido a ÉL os enviaré a uno de mis discípulos quién sanará
todos vuestros sufrimientos y os dará la salud de nuevo, y convertirá a
todos aquellos con vos a la vida eterna. Y vuestra ciudad será bendecida por
siempre y el enemigo nunca prevalecerá sobre ella”.
MI POSICIÓN PERSONAL:
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No escribió el nombre de Dios, porque en aquella época era CASTIGADA
severamente la persona que osara pronunciar el Tetragrámaton, hasta con
la pena de muerte. Ocultaban el nombre del Señor.
Recordemos que Jesús era un Rabino y por ende conocía todo esto.
PERO SI ESCRIBIÓ…
Los nombres de cada uno de los que estaban desafiándolo y al frente, cada
pecado personal o violación a la ley cometido.
Se iban acercando desde los ancianos hasta los más jóvenes y veían en el
polvo de aquella tierra, escrito su nombre y su pecado.
La segunda para escribir frente a cada uno de los nombres sus pecados.
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Cuando se fueron acercando a mirar lo que había escrito, contemplaron sus
nombres y huyeron avergonzados por la exposición clara y fehaciente de
todas sus faltas, por este hombre que se autocalificaba Hijo de Dios.
Juguete de hombres.
Sólo CINCO MUJERES reciben de Jesús este glorioso nombre entre ellas su
madre María.
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