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Imposturas Intelectuales: cuando la charlatanería y el fraude se visten de Academia.

Autor: Darío
Cuando hace una década, J. Bricmont y A. Sokal escribieron Imposturas Intelectuales sabían
que esta respuesta que proporcionaban a una versión del mundo en construcción en ese
momento (todavía vigente en ciertos sectores de la izquierda esotérica y antirracionalista, y
del discurso social de derecha que tiene como función justificar al precio que sea el orden
económico, social y político vigente) generaría mucha polémica y muchos debates amargos. Y
no era para menos: lo que en su libro ambos físicos estaban haciendo eran dos cosas, una
inmediata y muy importante, y la otra fundamental. La inmediata: desenmascarar el uso
faccioso que varios intelectuales de las humanidades y las ciencias sociales hacían de
conocimientos científicos que no conocían más que por segundas referencias en el mejor de
los casos. Y la fundamental: quitaban el sustento a una visión ideológica del mundo que en
aquellos años se estaba generando y consolidando como alternativa al de la polaridad
capitalismo-socialismo que desapareció con la caída de la URSS y lo que se conocía como el
socialismo realmente existente. Y entre lo inmediato y lo fundamental, un grupo o sector de
intelectuales de varias partes del mundo, ya sea ellos mismos o permitiendo que se realizara
en su nombre cuando eran conscientes de esto, no dudaron en tergiversar y manipular a su
antojo conceptos de la ciencias físicas, matemáticas, computacionales, de la teoría de la
información o biológicas, es decir, de lo que genéricamente se conoce como “Ciencias Duras”,
para darle sustento al discurso que necesitaban construir para explicar, según ellos, y mal,
además, las “nuevas realidades” sociales que “emergieron” con el fin de la así conocida Guerra
Fría.
Y pongamos las cosas claras. No es la primera vez en la historia de la ciencia moderna que
individuos de otras áreas del conocimiento humano intentaron apropiarse de conocimientos
del área científica para tratar de adecuarlos al estudio que se genera en ciencias sociales,
políticas o incluso en cuestiones estéticas. Pero esta quizás sí sea la primera vez que este uso
se hace de manera generalizada, lo que dio origen a posiciones filosóficas que se conocen con
el nombre de Postmodernismo, o en el área social dio origen a lo que Marcos Roitman
Rosenmann en su libro “El Pensamiento Sistémico” llama “pensamiento débil” o “pensamiento
social-conformista”. Como quiera que sea, entonces y actualmente, es frecuente ver en textos
de ciencias sociales o de filosofía obscuras invocaciones a “teorías de sistemas”, o
“conocimientos topológicos”, o “evolución de sistemas sociales” como si la sociedad en su
conjunto y los individuos “evolucionaran” igual que los seres vivos en la teoría biológica de la
evolución. En fin, da la impresión de que en algún momento dado, ciertos discursos y ciertos
intelectuales necesitaran del prestigio de las ciencias exactas para justificar y sustentar su
trabajo, como ya lo comentamos anteriormente.
¿Por qué traer la reseña de Imposturas Intelectuales a los amables lectores de La ciencia y sus
Demonios, y además alentar la lectura del libro?
Aunque el libro es una respuesta social y política a una actitud social y política que sostienen
todos aquellos que de una manera u otra comparten el antirracionalismo posmodernista y del
“pensamiento débil”, no hay que perder de vista que el fondo del libro es la ciencia, su mala
interpretación y la necesidad que hay de evidenciar esto. En un post anterior, Antonio Tormo
mencionó la importancia de que los científicos salgan de sus cubículos y laboratorios y se
involucren, por muchas razones, en lo que está aconteciendo en sus sociedades. Bueno, pues
este libro cumple con ese propósito y lo hace con creces. Y además es importante mencionar
que si bien existe un cierto desprestigio del antirracionalismo posmodernista éste todavía se
encuentra vigente de una manera u otra en los medios de comunicación (como ya se ha
evidenciado varias veces aquí), en las aulas de las facultades de humanidades y ciencias
sociales, y que en su versión social de “pensamiento débil” actúa como marco teórico en las
justificaciones que hay detrás del famoso Plan Bolonia contra la educación superior, o en el
plan de educación en México. También se encuentra en muchas de las manifestaciones
políticas de la izquierda esotérica que cree que el ataque a la racionalidad y la Ilustración es
equivalente a realizar una revolución en el Palacio de Octubre del pensamiento, o una guerra
de guerrillas en las aulas universitarias. Y finalmente quizás varios de los lectores habituales de
La Ciencia y sus Demonios encuentren, como lo ha encontrado quien esto escribe,
sorprendentes analogías entre los alucines esotéricos que los predicadores avientan aquí y en
blogs amigos un día sí y otro también sobre todo contra la Teoría Sintética de la Evolución
(pero no sólo), y los estrambóticos comentarios que los autores del libro nos regalan cuando
señalan a los intelectuales que son el objeto de su análisis.
Creemos que todas estas son razones más que suficientes para que se haga una reseña del
libro Imposturas Intelectuales: juzguen los lectores si estamos en lo cierto o no leyendo esta
breve reseña y el libro en sí.
Todo lo que leeremos a continuación está relacionado con la física y las matemáticas, que son
las áreas de formación de los autores del libro. Aquí, en La Ciencia y sus Demonios, hemos
visto como constantemente los creacionistas de distinto signo manipulan y tergiversan a su
antojo las definiciones biológicas, antropológicas, arqueológicas y geológicas, entre otras, para
tratar de acomodarlas a sus particulares deformaciones. Seguramente alguno de nuestros
lectores que estén estudiando y/o trabajando en cuestiones computacionales o de la teoría de
la información pudieron en algún momento llegar a sentirse incómodos cuando en algún libro
o periódico leyeron, o en la televisión escucharon como alguno de los fundamentos de esas
ciencias fueron utilizados para justificar algo que no venía al caso. No estaría mal que lo
comentaran.
También, solamente haremos un breve recorrido por el Capítulo 1 (Jaques Lacan), y el 10
(Algunos abusos del Teorema de Gödel y de la Teoría de conjuntos), y mencionaremos algunos
textos extras que apoyan la crítica que aquí se pretende contra el irracionalismo moderno,
dejando los otros 9 capítulos del libro, así como el Prefacio, la Introducción y los tres
Apéndices para que ustedes los lean una vez que adquieran el libro.
.* EL ANÁLISIS MATEMÁTICO ES LO QUE YO TE DIGO, O EL SEXO Y LA COMPACIDAD TIENEN
SUS PROBLEMAS COMUNES.
Pregunta: ¿Qué tienen en común el psicoanálisis, las enfermedades mentales y las relaciones
sexuales, con la topología, los conjuntos compactos y los números reales?
Respuesta: Nada… a menos que seas terapeuta de la escuela de Lacan o Jacques Lacan mismo.
¿Funciona o no la terapia? ¿Es válido o no el psicoanálisis? ¿Son éstos dos cosas diferentes?
Independientemente de las respuestas que tengamos a estas últimas preguntas y que salen de
los alcances de esta reseña y, como dicen Sokal y Bricmont, del libro también, Jacques Lacan es
el clásico ejemplo de los abusos que se hacen de un conocimiento que no se tiene más allá de
su existencia, para tratar de dar sustento teórico a un discurso que quien sabe sí por si mismo
podría pararse. “No vamos a entrar -dicen Sokal y Bricmont- en el debate sobre la parte
propiamente psicoanalítica de sus trabajos (de Lacan) sino que nos limitaremos a analizar sus
numerosas referencias matemáticas con el fin de demostrar que Lacan ilustra a la perfección,
en diferentes pasajes de su obra, los abusos citados en la introducción.”
Entonces, dejando a un lado las cuestiones estrictamente psicoanalíticas, ¿es correcto
pretender usar referencias matemáticas dentro del discurso psicoanalítico? “Los defensores de
Lacan, Deleuze y otros podrían argumentar que estas referencias a conceptos científicos son
válidas e incluso profundas, y que nuestra crítica yerra el tino porque no comprendemos el
contexto. Después de todo, estamos dispuestos a admitir que no siempre entendemos el resto
de las obras de estos autores. ¿No seríamos científicos arrogantes, de mentes estrechas, que
hemos pasado por alto algo sutil y profundo?”
¿A que esta última pregunta la hemos visto en nuestros amigos creacionistas? Continúan los
autores: “Ante todo, responderíamos que cuando conceptos matemáticos o físicos aparecen
en ámbitos de estudio distinto, es preciso aportar algún argumento para justificar su
pertinencia. En todos los casos citados aquí acabamos comprobando la ausencia de
semejantes argumentos, ya sean junto a los textos citados o en cualquier otro lugar del
artículo o libro.”
Tratemos de no ser tan duros con Lacan (y con Deleuze, Kristeva y demás) y preguntemos
ahora: ¿cómo saber si estoy ante algo que vale la pena o ante algo que parece un fraude?
Sokal y Bricmont nos proporcionan algunas reglas básicas que podemos seguir cuando no hay
argumentos justificativos: “Hay ciertas «reglas empíricas» que se pueden usar para decidir
cuando los conceptos matemáticos han sido introducidos con un auténtico propósito
intelectual y cuando solo para impresionar al lector. Ante todo, en caso de uso legítimo, el
autor necesita tener un conocimiento adecuado de las matemáticas que se propone aplicar -
en particular, no ha de incurrir en groseros errores- y tiene la obligación de explicar lo más
claramente posible las nociones técnicas necesarias en términos comprensibles para el lector
(que presumiblemente no será un científico). Segundo, puesto que los conceptos matemáticos
tienen asimismo significados precisos, las matemáticas son útiles sobre todo en ámbitos en el
que los conceptos tienen asimismo significados más o menos precisos. Es muy dudoso que la
noción matemática de espacio compacto pueda ser aplicada fructíferamente a algo tan poco
definido como el «espacio de goce» en psicoanálisis. Tercero, resulta particularmente
sospechoso que conceptos matemáticos abstrusos (como el axioma de elección de la teoría de
conjuntos), usados raramente en física -y ciertamente nunca en química y biología-, se vuelvan
milagrosamente pertinentes en las humanidades o en las ciencias sociales.”
Les proponemos a nuestros lectores de La Ciencia y sus Demonios que tomen estos tres puntos
como norte que no perderán en toda la lectura de esta reseña.
.Regresemos a Lacan.
El interés de Lacan por las matemáticas, escriben Sokal y Bricmont, “se centra principalmente
en la topología, rama que estudia (entre otras cosas) las propiedades de los objetos
geométricos -superficies, sólidos, etc.- que se mantienen inmutables cuando el objeto se
deforma sin romperse ni desgarrarse. (…) En los escritos de Lacan en los años cincuenta existen
ya varias referencias a la topología, pero la primera discusión extensa y publicada data de
1966, en ocasión de una célebre conferencia sobre The Languages of Criticism and the
Sciences of Man, celebrada en la Universidad de Johns Hopkins (Estados Unidos). Veamos un
extracto:
“Este diagrama (la cinta de Moebius) se puede considerar la base de una especie de inscripción
fundamental en el origen, en el nudo que constituye el sujeto. Esto llega bastante más lejos de
lo que imagináis a primera vista, ya que podéis buscar el tipo de superficie capaz de recibir
esta clase de inscripciones. Quizás veréis que la esfera, aquel viejo símbolo de totalidad no se
presta a ello. Un toro, una botella de Klein, una superficie entrecruzada (cross-cut), son
capaces de recibir un corte de estas características. Y esta diversidad es muy importante, por
qué explica muchas cosas acerca de la estructura de la enfermedad mental. Si se puede
simbolizar el sujeto mediante este corte fundamental, del mismo modo se puede mostrar que
un corte en un toro corresponde al sujeto neurótico, y en una superficie entrecruzada, a otro
tipo de enfermedad mental (Lacan, 1970, págs. 192-193.)”
Seguramente aquellos lectores de La Ciencia y sus Demonios con conocimientos matemáticos
en topología se quedaron sorprendidos de lo aquí citado: ¿qué tienen que ver las
enfermedades mentales con la topología? Y los lectores que no tienen los conocimientos en
matemáticas seguramente toda la cita no se presenta más que como una galimatías sin
sentido, incluso aunque tengan conocimientos biológicos del funcionamiento del cerebro y el
proceso de las enfermedades mentales. En ambos casos solicitamos su paciencia y sigamos a
Sokal y Bricmont (qué también tiene sus dudas) en su exposición, esperando encontrar una
respuesta sensata a las mismas.
Después de la exposición se genera un debate en el que se encuentra la siguiente cosa:
“Harry Wolf: ¿Puedo preguntar si esa aritmética fundamental y esa topología no son, en si
mismas, un mito, o simplemente, en el mejor de los casos, una analogía para explicar la vida de
la mente?
Jacques Lacan: ¿Analogía de qué? “S” designa a algo que puede ser escrito exactamente como
S. Y he dicho que la “S” que designa al sujeto es instrumento, materia, para simbolizar una
pérdida. Una pérdida que tú experimentas como sujeto (y yo también). En otras palabras, ese
hiato que existe entre una cosa que tiene unos significados marcados y esa otra cosa que es mi
discurso real, el que intento colocar en el lugar en el que estáis, vosotros no como otros
sujetos, sino como personas que sois capaces de comprenderme. ¿Dónde está lo análogo? Esta
pérdida existe o no existe. Si existe, sólo es posible designarla mediante un sistema de
símbolos. En todo caso, la pérdida no existe antes de que esta simbolización indique su
ubicación. Esto no es una analogía. Es realmente, en alguna parte de las realidades, una
especie de toro. Este toro existe en la realidad y constituye exactamente la estructura del
neurótico. No se trata de un análogo; tampoco es una abstracción, pues una abstracción es
una reducción de la realidad, y yo pienso que es la mismísima realidad. (Lacan, 1970, págs.
195-196.)”
¿Entendieron?
En esta parte Lacan realiza varias barbaridades que son comunes a todos aquellos que
pretenden hacer, según ellos, ciencia, sin respetar los métodos del conocimiento científico y
sin explicar para que utiliza conceptos que ni entiende ni al parecer le importó entender. Por
un lado pretende anular el concepto de “abstracción”, en una manera que recuerda a los
esfuerzos creacionistas y de la izquierda irracional (sinceramente creemos que estos imitaron a
aquel, pero no es seguro), y por el otro hace uso de elementos matemáticos como el toro, sin
explicar ni que es (los que no saben topología se quedarán sorprendidos cuando lo conozcan),
ni explicar que tiene que ver este en una discusión psicoanalítica. ¿Qué es en topología un
toro, una botella de Klein y esa mítica “superficie-entrecruzada”? Lacan no hace ningún intento
por explicarlo: “Una vez más -escriben Sokal y Bricmont-, Lacan no aporta ningún
argumentación perentoria, según la cual el toro “constituye exactamente la estructura del
neurótico (signifique esto lo que signifique). Además, cuando se le pregunta explícitamente,
¡niega que se trate simplemente de una analogía!”.
Y tenemos todavía más: “A medida que pasaban los años, el gusto de Lacan por la topología
iba en aumento. Una conferencia de 1972 empieza jugueteando con la etimología del término
(del griego topos, lugar + logos, palabra):
“En este espacio de goce [jouissance], tomar algo acotado o cerrado [borné, fermé] constituye
un lugar [lieu], y hablar de ello constituye una topología (Lacan, 1975a, pág 14; seminario
celebrado en 1972).”
“En esta frase -escriben los autores del libro-, Lacan utiliza cuatro términos matemáticos
(“espacio”, “acotados”, “cerrados” y “topología”), pero sin tener en cuenta su significado.
Desde un punto de vista matemático, esta frase no quiere decir nada. Por lo demás -y ello es lo
más importante-, Lacan no explica nunca la pertinencia de estos conceptos matemáticos para
el psicoanálisis. Aunque el concepto de “goce” tuviera un significado claro y preciso, Lacan no
aporta ninguna razón que permita considerarlo como un “espacio”, en el sentido técnico de la
palabra en topología.
Aún así, prosigue diciendo:
“En un escrito que pronto será publicado y que es el filo del cuchillo de mi discurso del año
pasado, creo demostrar la estricta equivalencia de topología y estructura. Si nos guiamos por
esto, es una geometría lo que distingue al anonimato de aquello de lo que hablamos como
goce, o sea de lo que el derecho ordena. Una geometría es la heterogeneidad del lugar, es
decir, que hay un lugar del Otro. De este lugar del Otro, de un sexo como Otro, como Otro
absoluto, ¿qué nos permite afirmar el desarrollo más reciente de la topología?”
“Introduciré aquí el término de “compacidad”. Nada más compacto que una falla, suponiendo
aceptado que la intersección de todo lo que allí se encierra existe en un número infinito de
conjuntos, de donde resulta que la intersección implica a ese número infinito. Esta es la
definición misma de compacidad. (Lacan, 1975a, pág. 14)”
Ante todo estos absurdos, escriben Sokal y Bricmont: “En absoluto: aunque Lacan usa varias
palabras claves de la teoría matemática de la compacidad, (…), las mezcla arbitrariamente y sin
preocuparse por su significado. Su “definición” de la compacidad no sólo es falsa, sino que está
desprovista de sentido. Por lo demás, este “desarrollo más reciente de la topología” se
remonta a 1900-1930.”
Podríamos seguir citando, queridos lectores de La Ciencia y sus Demonios, más disparates de
Lacan, y los atinados comentarios que realizan Sokal y Bricmont acerca de aquellos, pero
sugerimos la lectura completa del libro y del capítulo. Los disparates de Lacan no solamente,
como si no fuera suficiente, están relacionados con la topología y los conjuntos, sino que
abarcan una confusión increíble entre los números irracionales y los números imaginarios
(llega al nivel de, según Lacan, decir que ¡el símbolo de la raíz cuadrada de menos uno y el
órgano sexual masculino están relacionados!, vaya uno a entender cómo), el álgebra, la lógica
matemática y la lingüística.
Vaya que el Doctor estaba disparado.
Quisiéramos aquí, queridos lectores, darles, sobre todo a los que carecen de una instrucción
matemática fuerte, definiciones relativamente sencillas que permitieran una mejor
comprensión de por qué Sokal y Bricmont consideran charlatanería o nueva religión laica lo
que Lacan hace con sus “matemáticas” en conceptos como compacidad, espacio, topología,
límites y acotado, más esto no es posible hacerlo esto sin tener que invocar conceptos claros y
bien definidos de matemáticas avanzadas que salen tanto del alcance de esta reseña como del
libro mismo. Para aquellos lectores con conocimientos fuertes de Cálculo, al final de la reseña
pondremos una referencia bibliográfica básica sobre topología, y agregaremos que en una
próxima reseña sobre puras matemáticas (topología) nos ocuparemos de un libro que a base
de imágenes procura, en la medida de sus posibilidades, prescindir de las definiciones técnicas.
Por si alguien se interesa por verlo en un futuro cercano y no esperar la reseña, también lo
pondremos al final.
Remitimos a las buenas explicaciones que proporcionan Sokal y Bricmont sobre estos temas en
su libro.
Quisiéramos terminar estos comentarios sobre el Capítulo 1 dedicado a Lacan con otros
comentarios sobre él, tomados de otro libro, debido a la pertinencia del tema. En “La
Arquitectura del Lenguaje”, de Noam Chosmky, aparecen dos comentarios de este autor
acerca de Lacan, que vale la pena reproducir:
Respondiendo a una pregunta en un coloquio sobre lingüística en la India, Chomsky dijo lo
siguiente: “Conocí y trate personalmente a Lacan y jamás entendí una sola palabra de todo lo
que decía, de modo que no puedo responder a la pregunta. De hecho, tengo más bien la
intensa sensación de que Lacan gastaba bromas a diestro y siniestro, de que trataba de calibrar
su propia locura, a pesar de lo cual conseguía -y deseaba- que se le tomara muy en serio. No
puedo demostrar la veracidad de lo que digo, pero sigue siendo mi sospecha. Nos llevábamos
muy bien, hablábamos de toda clase de temas, pero nunca abordamos estas cuestiones.”
Bueno: al menos en matemáticas, su intento de pasar en serio no funcionó. El Rey va Desnudo,
¡y de qué manera!
En otro comentario, que aparece en el mismo libro, Chomsky dice:
“En el caso de Lacan, por ejemplo -y aunque va a sonar mal-, tengo la sincera impresión de que
era un charlatán deliberado y de que solo trataba de jugar con la comunidad intelectual
parisina para ver cuántos disparates podía decir sin que dejaran de tomarlo en serio. Digo esto
en un sentido bastante literal. Lo conocí personalmente.”
Pues sí: al parecer era un charlatán en matemáticas. Y de los mejores.
Sobre las cuestiones estrictamente psicoanalíticas no hay algo que decir, ya que no es interés
de la ciencia ni de las matemáticas.
* A LA IZQUIERDA DE LA CHARLATANERÍA
Uno de los temas favoritos de todos aquellos que tienen la intención de “demostrar los límites
del conocimiento científico” cuando no su inutilidad total, es el Teorema de Gödel: “El
teorema de Gödel es una fuente casi inagotable de abusos intelectuales. (…) En este capítulo -
escriben Sokal y Bricmont- daremos algunos ejemplos realmente extraordinarios, en los que el
teorema de Gödel y otros conceptos tomados de los fundamentos de las matemáticas se
extrapolan con absoluta arbitrariedad para aplicarlos al ámbito político y social.

El crítico social Régis Debray dedica un capítulo de su obra teórica Critique de la raison
politique (1981) a explicar que “la demencia colectiva encuentra su última razón de ser en un
axioma lógico que carece en sí mismo de fundamento: la incompletitud”. Este “axioma”,
llamado también “tesis” o “teorema”, se presenta en forma más bien grandilocuente:
“El enunciado del “secreto” de los infortunios colectivos, es decir, de la condición a priori de
toda la historia política pasada, presente y futura, se expresa en unos cuantos términos
sencillos e infantiles. Si nos en que las definiciones del sobretrabajo y del inconsciente, se
limitan, cada una de ellas, a una sola frase (y, en ciencias físicas, la ecuación de la relatividad
general a tres letras), nos guardaremos de confundir simplicidad con el simplismo. Este secreto
tiene la forma de una ley lógica, generalización del teorema de Gödel: no existe ningún sistema
organizado sin clausura, y ningún sistema se puede clausurar exclusivamente con ayuda de sus
elementos interiores. (Debray, 1981, pág 256; remarcado en el original.)”
Dejemos de lado la alusión a la relatividad general, puesto que es mucho más grave la
invocación del teorema de Gödel (que se refiere a las propiedades de ciertos sistemas formales
de lógica matemática), para explicar “el secreto de los infortunios colectivos”, cuando es cierto
que no existe la menor relación entre dicho teorema y la sociología.
Sin embargo, las conclusiones que Debray extrae de su “generalización del teorema de Gödel”
son bastante espectaculares. Por ejemplo:
“Al igual que el acto de engendrarse un individuo a sí mismo sería una operación
biológicamente contradictoria (¿de “clonación” integral como aporía biológica?), el gobierno
de un colectivo por si mismo -verbi gratia, “del pueblo por el pueblo”- sería una operación
lógicamente contradictoria (de la “autogestión generalizada” como aporía política) (Debray,
1981, pág. 264)”
Y también:
“Por consiguiente, es racional que exista lo irracional en los grupos, pues de no haberlo,
tampoco existirían los grupos. Es positivo que haya mítica, ya que una sociedad desmitificada
sería una sociedad pulverizada. (Debray, 1981, pág. 262)”
De esto último, comentan Sokal y Bricmont: “De lo que, según Debray, se deduce que no son
posibles un gobierno “del pueblo por el pueblo” ni una sociedad desmitificada, y esto, al
parecer, debido a razones estrictamente lógicas.”
A lo que, quien esto escribe, también agregaría: Vaya manera retrucada de asumir el relativo
fracaso de los sueños y las revoluciones de los años sesenta y setenta del Siglo XX.
Hemos visto en estos pocos párrafos, estimados lectores de La Ciencia y sus Demonios, unos
breves ejemplos de la forma en que un autor, identificado con el sector “progresista” de la
sociedad francesa, en este caso, hace uso de un teorema que ni entiende ni aclara de que
manera lo está utilizando para explicar los comportamientos humanos que a él
particularmente le interesan, en una “forma de explicación” que ha hecho escuela al grado de
que actualmente varios sectores de la izquierda que se identifica a sí misma como radical o
alternativa utilizan, entre otras cosas, el teorema de Gödel para negar incluso la posibilidad de
cualquier conocimiento racional y negar incluso la importancia de la Ilustración. El caso es que
ni Debray (quien por cierto en años posteriores matizó muchísimo lo que escribió y que
analizan Sokal y Bricmont en este capítulo, al grado de hablar de la enfermedad de la
“gödelitis” y sus extrapolaciones absurdas) ni quienes actualmente usan a Gödel para justificar
sus posiciones antirracionales, explican ni en que consiste el teorema ni por qué es válido
usarlo en cuestiones sociales: “El fondo del problema -escriben Sokal y Bricmont- está en que
Debray nunca explica la función que atribuye al teorema de Gödel en su argumentación. Si
pretende usar directamente en razonamientos sobre la organización social, entonces se
equivoca sin más. Si, por el contrario, se trata de una simple analogía, puede ser sugestiva,
más no demostrativa. Para apoyar sus tesis sociológicas e históricas tendría que utilizar
argumentos acerca de los seres humanos y de su conducta social, no de lógica matemática.”
Y quien esto escribe no puede dejar de preguntarse, nuevamente, si este uso irracional de la
lógica matemática no es más que una manera de manifestar, ocultando, la aceptación de que
ciertas concepciones políticas y sociales fracasaron con la llegada del pensamiento social-
conformista y el discurso de falta de alternativas a la depredación capitalista neoliberal. Quizás
sale más barata la opción de usar conceptos que pocos realmente entienden pero que si
apabullan y asombran cuando aparecen, que practicar una real autocrítica con los elementos
que se tienen a mano (en teoría, el marxismo) y que siempre fueron utilizados hasta que este
tipo de disparates empezaron a hacerse frecuentes en los discursos de las ciencias sociales,
sobre todo por aquellos que decían sostener un discurso crítico frente a la realidad social,
política y económica. Quizás, también, esto pueda explicar por qué muchos autores que en los
años sesenta y setenta del siglo pasado eran, en sus textos e intervenciones públicas y
académicas, totalmente entendibles se estuviera o no de acuerdo con ellos, y en los años
ochenta y posteriores son francamente pesados y casi crípticos, al grado de dar la impresión
de que el mismo intelectual está doblado en personalidades totalmente ajenas.
Y la utilización de conceptos como el teorema de Gödel no tiene, entonces, más que la función
de darle un recurso de respetabilidad a algo que quizás por si mismo quizás no lo tendría:
“Dentro de diez mil o un millón de años -escriben Sokal y Bricmont-, el teorema de Gödel
seguirá siendo verdadero, pero nadie puede decir a qué se parecerá la sociedad humana en un
futuro tan lejano. En consecuencia, la invocación de este teorema da una apariencia de valor
“eterno” a tesis que, en el mejor de los casos, son válidos en un contexto y en una época
dados. Además, la alusión a la “contradicción biológica” supuestamente inherente a la
“clonación integral” parece hoy en día un poquito desfasada (si ya lo era en los ochenta, lo es
más hoy), lo que demuestra la necesidad de ser prudente con las “aplicaciones” del teorema
de Gödel.”
Pero como si esto no fuera suficiente, el filósofo Michel Serres nos regala las siguientes perlas,
usando precisamente los disparates de Debray:
“Regis Debray aplica a los grupos sociales o redescubre en ellos el teorema de la incompletitud
válido para sistemas formales, y demuestra que las sociedades sólo se organizan con la
condición expresa de fundarse en algo distinto de ellas mismas, fuera de su definición o
frontera. Son incapaces de bastarse por sí mismas. Debray denomina religiosa esta
fundamentación y, a través del teorema de Gödel, da cumplimiento a los enunciados de
Bergson, cuya obra “Les Deux Sources de la morale et de la religion” oponía las sociedades
abiertas a las cerradas. No, dice Debray, la coherencia del interior se garantiza mediante lo
exterior, el grupo solo se cierra si se abre. Los santos, los genios, los héroes, los modelos y los
campeones de todo tipo no quiebran las instituciones, sino que las hacen posibles”. (Serres,
1989, pág 358.).
Y agrega Serres:
“Ahora bien, a partir de Bergson, los historiadores más celebres no cesan de copiar Les Deux
Sources (…) Lejos de transcribir un modelo, como ellos, Regis Debray, en cambio, resuelve un
problema. Allí donde los historiadores describen superaciones o transgresiones de límites
sociales o conceptuales, sin comprenderlos, por qué han tomado prestados sin más un
esquema ya hecho que Bergson elaboró basándose en Carnoty la termodinámica, Regis Debray
construye directamente, y comprende, por tanto, un nuevo esquema, basado en Gödel y los
sistemas lógicos.
La aportación de Gödel-Debray, decisiva, nos libera de los modelos antiguos y de su repetición.
(Serres, 1989, pág. 358.)”
Como pueden ver los lectores habituales de La Ciencia y sus Demonios, no solamente los
creacionistas de línea dura usan a la Termodinámica para “explicar” sus alucinaciones.
Pero para que no se diga que solamente cargamos las tintas contra el irracionalismo de la
izquierda, traemos, para finalizar, otra perla del libro Imposturas Intelectuales en el que se usa,
o más bien, se pretende usar a las matemáticas para atacar a los inmigrantes y al sindicalismo,
cortesía del irracionalismo académico de derechas, que también tiene lo suyo, y muy divertido,
como podremos ver a continuación:
“En Theorie du suject -escriben Sokal y Bricmont-, Alan Badiou mezcla alegremente la política,
el psicoanálisis lacaniano y la teoría de conjuntos. El siguiente fragmento del capítulo titulado
“Lógica del Exceso” da una idea de cual es su tono. Tras exponer brevemente la situación de
los trabajadores inmigrantes, Badiou cita la hipótesis del continuo y añade:
“Lo que está en juego es nada más y nada menos que la fusión del álgebra (sucesión ordenada
de los cardinales) y la topología (exceso de lo participativo sobre lo elemental). La verdad de la
hipótesis del continuo haría ley [ferait loi] del hecho de que el exceso de lo múltiple no tiene
ninguna otra misión que la ocupación del lugar vacío, que la existencia de lo inexistente propio
de lo múltiple inicial. Existiría esa filiación sostenida de la coherencia, es decir, que lo que
excede interiormente el todo no va más allá de nombrar el punto límite de ese todo.
Pero la hipótesis del continuo no es demostrable.
Triunfo matemático de la política sobre el realismo sindical. (Badiuo, 1982, págs 282-283)”.
“Triunfo matemático de la política sobre el realismo sindical.” Sokal y Bricmont nos traen a
recuerdo una actitud del izquierdismo maoísta de los sesenta: “El discurso maoísta francés de
finales de los sesenta insistió en la brusca oposición existente entre la “política”, que
supuestamente se debía colocar en una posición dominante, y el sindicalismo”.
Vaya manera de concatenar la topología y el antisindicalismo.
“Pero la hipótesis del continuo no es demostrable.” Badiou aquí lleva razón: no se ve como
hacerlo dentro de este galimatías matemático-lacaniano-político.
“Triunfo matemático de la política sobre el realismo sindical.”
¡Hocico de mono! (de: ¡Oh sí, cómo no!)
* CONCLUSIONES
Si los sueños de la razón pueden dar lugar a atrocidades, su abandono, tal y como lo practican
el irracionalismo tanto de derechas como de izquierdas, da pié sencillamente a ridiculeces.
En este blog constantemente hemos visto como una visión religiosa del mundo (ya en su forma
dura: creacionismo bíblico; ya en su forma edulcorada: diseño inteligente) trata por todos los
medios posibles de desprestigiar y negar conocimientos científicos perfectamente establecidos
como la Teoría Sintética de la Evolución, la genética y demás áreas que identifican el quehacer
biológico actual. Para hacerlo no dudan en retorcer hasta lo ridículo tanto definiciones
perfectamente establecidas como el significado de la palabra Teoría en ciencia, cuando no de
plano negarle validez alguna en el momento que ven que sus tonterías sencillamente no
proceden. Pues bien: no se necesita tener religión para realizar estas piruetas “intelectuales”;
hemos visto unos pocos ejemplos del libro que reseñamos en los cuales, intelectuales que se
consideran a si mismo ateos, no dudan en crear parecidas piruetas con tal de ajustar la
realidad a sus conceptos preconcebidos sobre la ciencia y su quehacer, creando, como bien lo
indican los autores del libro, una especie de nueva religión laica con todo y sacerdotes (ellos
mismos), feligresía fanática que los sigue a ultranza (hay varios ejemplos en internet) y mitos
que pretende esconderse tras una, por llamarla de alguna manera, “razón irracional”, en
donde su dios quizás sean ellos mismos o el irracionalismo que dicen practicar, que llevado al
extremo, recuerda muy bien lo que Russell cuenta acerca del solipsismo también extremo.
Si bien es cierto que en La Ciencia y sus Demonios solamente hemos tenido que lidiar con los
irracionales de la primera especie (los religiosos), y que casi no tenemos visitas de los de la
segunda (lo más cercano a esta definición de seguidores de la religión laica son los que
veneran a Sandín y que piensan que Lamarck es mucho mejor y más grande que Darwin), no
hay que perder de vista que muchos de los seguidores de la segunda especie tienen, en este
momento, puestos de responsabilidad tanto en los gobiernos, como en las universidades,
como en las empresas y en los medios de comunicación masiva. Marxistas vergonzantes de su
pasado revoltoso muchos de ellos, ahora abrazan la nueva fe irracionalista y anticientífica con
la misma pasión que hace 20, 30 o 40 años abrazaron irracionalmente el leninismo o el
maoísmo o el anarquismo, cuando no de plano se pasaron totalmente “al lado del enemigo”.
Si bien es cierto que no se trata de juzgar su actitud ni sus cambios políticos, sus razones
habrán tenido, también es cierto, para los fines que la reseña que nos ocupa, que la actitud de
ataque contra el racionalismo, la Ilustración y la ciencia en particular que tienen estos
conversos es más que preocupante por qué, habría que preguntarse, si detrás de este
desprestigio (según ellos) de la ciencia y el conocimiento racional (pero no solo, sino también
de las humanidades y de las ciencias sociales en general) se arman las justificaciones que
permiten elaborar aberraciones educativas como el Plan Bolonia o los “cambios educativos” de
México. Quizás la base de estas tonterías educativas se encuentre en las justificaciones que el
posmodernismo y las teorías del pensamiento sistémico crean para irnos quitando derechos en
todos los ámbitos de la vida decente, o al menos para justificarlas, que para esto hay
intelectuales que se pintan sólos. El lenguaje criptográfico con el que varios intelectuales
escriben sus textos (en el libro reseñado abundan), las explicaciones que no explican algo, la
invocación al recurso de autoridad (algo que los irracionales de izquierdas tienen muy en
común con los religiosos) y el alegar conceptos que no comprenden, parece que solamente
están para marear al respetable mientras algunos vivos se llevan la mayor parte de la tarta.

En suma: quizás sea necesario preguntarse si la función actual del irracionalismo laico no es
más que la de ocultar la realidad para que no exista quien proteste.
¿Por qué nos preguntamos esto?
Por qué hemos visto a muchos irracionales de derecha religiosa negar validez a la medicina,
por ejemplo. No hace mucho un debate interesante y divertido contra los que se oponen a la
vacunación masiva y a la medicina “oficial” se dio en este blog y en un blog amigo. Pero a
todos los que cuestionamos este alucine antivacunas nos ha quedado claro que sí alguno de
esos defensores de los “medios naturales” de salud se enferma gravemente de cáncer, por
poner un ejemplo, inmediatamente irá a una institución de la depravada medicina oficial para
ver si tiene remedio su enfermedad. Pero, ¿que hace la izquierda irracional?
“Por desgracia, escriben Sokal y Bricmont en el capítulo titulado “Intermezzo: El Relativismo
Epistémico”, las ideas posmodernas no están confinadas en los departamentos de filosofía
europeos o en los de literatura de las universidades norteamericanas. Nos parece que donde
más daño hacen es en el Tercer Mundo, precisamente allí en donde vive vive la inmensa
mayoría de la población mundial (…)
Meera Nanda, una bioquímica india que ha militado en los movimientos de “ciencia para el
pueblo” de la India y que actualmente estudia sociología de la ciencia en Estados Unidos,
relata la siguiente historia a propósito de las supersticiones tradicionales védicas que rigen la
construcción de edificios sagrados y que están destinadas a potenciar al máximo la “energía
positiva”. A un político indio, que estaba metido en grandes dificultades, le advirtieron:
“que sus dificultades desaparecerían si entraba en su oficina, por una puerta orientada hacia el
oriente. Sin embargo, aquel acceso estaba bloqueado por un barrio de chabolas y era
imposible atravesarlo en automóvil. De ahí que ordenara la demolición del barrio. (Nanda,
1997, pág. 82)”
Con mucho acierto, Nanda señala lo siguiente:
“Si la izquierda india se hubiese mantenido tan activa en los movimientos de ciencia para el
pueblo como lo había sido en el pasado, hubiera emprendido el combate no solo contra la
demolición de las viviendas, sino también contra la superstición que se había utilizado para
justificarla (…) Una izquierda que no se hubiese preocupado tanto de garantizar el respeto por
el conocimiento no occidental nunca habría dejado esconderse a quienes se ostentan detrás
de los “expertos” indígenas.”
Pero, decimos nosotros, lo ridículo todavía estaba por venir, tal como nos lo traen los autores
de acuerdo al relato de Nanda:
“Conté esta historia a mis amigos partidarios del constructivismo social en Estados Unidos. (…)
[Me contestaron] que meter en un mismo costal dos descripciones tan diferentes del espacio,
estando las dos, como están, vinculadas a distintas culturas, es una acción progresista en sí
misma, pues entonces ninguna de ellas puede aspirar a la verdad absoluta y, de este modo, la
tradición acabará perdiendo el control que ahora posee sobre la mentalidad de la gente.
(Nanda, 1997, pág. 82)”
“… meter en un mismo costal dos descripciones tan diferentes del espacio…” … Ni duda cabe
que Lacan hizo escuela, pero no solo él, como lo descubrirán los lectores cuando tengan el
libro.
Y comentan los autores del libro: “El problema con este tipo de respuestas es que hay que
hacer elecciones prácticas: ¿qué fármaco hay que utilizar o en que sentido conviene orientar
las viviendas? En estos casos, el laxismo teórico se hace insostenible. El resultado es que los
intelectuales caen en la hipocresía de emplear la ciencia “occidental” si es indispensable (por
ejemplo, cuando están gravemente enfermos), mientras que recomiendan al pueblo que se
confíe a las supersticiones.”

Ciencia Occidental, malvadas empresas de la industria farmacéutica, científicos vendidos al


establecimiento, ciencia malévola, científicos obcecados y cerrados ante “las alternativas”,
“defensa de las tradiciones” frente a los “ataques de los occidentales”, …, las mismas tonterías
se pueden intercambiar con la derecha religiosa, ya que al menos una parte de la izquierda que
se presenta además con carácter de “radical” ha decidido abdicar de su responsabilidad para
con el pueblo, los trabajadores, y para con ella misma.
Del relato de la bioquímica uno no puede dejar de traer este comentario de Noam Chomsky:
“Me resulta deprimente, francamente, leer discursos izquierdistas y cultos sobre ciencia y
tecnología como una reserva de lo masculino y lo blanco, y luego salir por los pasillos del MIT y
ver los resultados significativos de tantos esfuerzos por cambiar ese patrón tradicional por
parte de científicos e ingenieros, muchos de los cuales distan del planteamiento de los
“resultados positivos de lo social”, que en gran medida compartimos. (…)
(…) [Muchos científicos], no hace tanto tiempo, tomaron parte activa en la animada cultura de
la clase obrera de su tiempo, tratando de hallar compensaciones del carácter de clase de las
instituciones culturales por medio de programas de educación destinadas a la clase obrera, o
bien escribiendo libros de matemáticas, ciencias y otros temas para el público en general. (…)
Me sorprende, por lo notable, que los izquierdistas que hoy serían sus equivalentes más bien
parezcan aspirar a privar a los pueblos oprimidos no sólo de las alegrías de la comprensión y
del saber, sino también de las herramientas de la emancipación, informándonos de que el
“proyecto de la Ilustración” ha muerto, de que debemos renunciar a las “ilusiones” de la
ciencia y la racionalidad, mensaje que sin duda alegrará a los poderosos, encantados de
monopolizar tales instrumentos para su uso exclusivo.” (Noam Chomsky: “Sobre democracia y
educación.” Volumen I)
Y otra forma de alejar a la gente de la ciencia, pero no solamente de la ciencia sino también del
necesario discurso filosófico y social, es escribir tonterías como las que desmontan Sokal y
Bricmont en su libro: si la mayoría de la gente entiende que la ciencia es la palabrería que se
denuncia (con todo y sus límites) en Imposturas Intelectuales, entonces los poderosos y
algunos más podrán seguir decidiendo que hacer en ella y seguir disfrutando de los beneficios
que le corresponden a todos. Y todo esto, por desgracia, con aval de cierta izquierda radical.
Lamentable.
Es necesario ya aventar por la borda todo este discurso irracional de derecha e izquierda. Ha
hecho mucho daño. Leer Imposturas Intelectuales es un buen comienzo. Informarse e informar
es un buen comienzo.
Alan Sokal, Jean Bricmont. Imposturas Intelectuales. Prefacio, Introducción, Once Capítulos,
Epílogo y Tres Apéndices, 309 páginas. Ediciones Paidós Ibérica, Paidós Transiciones.
Barcelona, España, varias ediciones.
.* Los otros libros citados son:
Noam Chomsky. La Arquitectura del Lenguaje. Editorial Kayros, Barcelona, España, 2003, 106
páginas.
Noam Chomsky. Sobre Democracia y Educación. Escritos sobre ciencia y antropología del
entorno cultural. Ediciones Paidós Ibérica, Paidós Estado y Sociedad 128, Barcelona, España,
2005, 417 páginas.
Marcos Roitman Rosenmann. El Pensamiento Sistémico. Los orígenes del social-conformismo.
Editorial Siglo XXI – UNAM, México, 2003. 125 páginas.
* La propuesta de libros de introducción a la topología:
M. A. Amstrong. Topología Básica. Editorial Reverté, Madrid, España, 1987. 281 páginas.
Bert Mendelson. Introduction to Topology. Dover Publications, Dover Books on Mathematics.
Estados Unidos, 1990, 206 páginas.
* El libro sobre topología que se reseñará próximamente:
Alejandro Illanes Mejía. La caprichosa forma de Globión. La Ciencia para todos, número 168,
Fondo de Cultura Económica, México, 1999. 137 páginas.
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