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Otro tipo de explicación es que los dos agentes son diferentes. 2 Esto es, que el
gobierno puede estar haciendo las mismas cosas que el vigilante, pero quién lo hace
marca toda diferencia. Tú debes ser moralmente condenado en el relato, no porque no
imites fielmente el gobierno, pero por qué tú estás actuando como un gobierno, y
no eres el gobierno.
Es este tipo de explicación la que caracterizo como una invocación de autoridad
política. La autoridad política (de ahora en adelante, solo ‘autoridad’) es la propiedad
moral hipotética en virtud de la cual los gobiernos pueden coaccionar a las personas
de ciertas formas no permitidas a nadie más y en virtud de la cual los ciudadanos
deben obedecer a los gobiernos en situaciones en las cuales no estarían obligados a
obedecer a nadie más. La autoridad, entonces, tiene dos aspectos:
• Legitimidad política: el derecho, por parte del gobierno, a hacer cierto tipo de
leyes y de hacerlas cumplir mediante coacción contra el resto de la sociedad –
en resumen, el derecho a gobernar.3
• Obligación política: la obligación por parte de los ciudadanos de obedecer a su
gobierno, incluso en situaciones en las cuales nadie estaría obligado a obedecer
órdenes similares emitidas por agentes no gubernamentales.
Si el gobierno tiene ‘autoridad’, entonces tanto (i) como (ii) existen: el gobierno tiene
derecho a gobernar, y los ciudadanos tienen la obligación a obedecer.
El hecho de tener obligaciones políticas no implica meramente que uno deba hacer
cosas que la ley o el gobierno le ordenen. 4 Por ejemplo, la ley prohíbe el asesinato, y
tenemos la obligación moral de no asesinar. Pero esto no es suficiente para establecer
que tenemos ‘obligaciones políticas’, porque estaríamos moralmente obligados a no
asesinar aunque no hubiera ley en contra de ello. Pero hay otros casos en los que, de
acorde con la opinión popular, estamos obligados a hacer cosas precisamente porque
la ley os lo ordena, y no estaríamos obligados a hacer esas cosas si no fueran
legalmente requeridas. Por ejemplo, muchos creen que estamos obligados a pagar
impuestos sobre la renta en países que legalmente lo requieran y estamos obligados a
pagar la cantidad específicamente requerida por la normativa impositiva. Aquellos
que piensan que los impuestos son demasiado altos no se creen con el derecho a
evadir una porción de sus impuestos. Aquellos que piensan que los impuestos son
demasiado bajos no se sienten obligados a enviar dinero extra al gobierno. Y si la ley
cambiara de forma que el impuesto sobre la renta no fuera legalmente requerido,
nadie estaría obligado a pagarle al gobierno esa porción de sus ingresos. Por lo tanto,
en la mentalidad popular, la obligación de pagar impuestos sobre la renta es una
obligación política.5
No es necesario que todos aquellos que creen en la autoridad política mantengan que
la autoridad política es incondicional o absoluta, ni necesitan mantener que todos los
gobiernos la tengan. Uno puede mantener, por ejemplo, que la autoridad del Estado es
contingente a respetar derechos humanos básicos y permitir a los ciudadanos cierto
nivel de participación política; de forma que los gobiernos tiránicos carecen de
autoridad. Uno puede mantener que incluso un gobierno legítimo no puede ordenar a
una persona, por ejemplo, a cometer un asesinato, ni que un ciudadano estuviera
obligado a obedecer esta orden. Un creyente en la autoridad, puede por lo tanto creer
que solo ciertos gobiernos tienen una esfera limitada de autoridad.
A pesar de estas limitaciones, la autoridad adscrita a algunos gobiernos es una
propiedad moral impresionante. Como vimos en la Sección 1.1, esta autoridad
explicaría el derecho a realizar acciones del tipo que serían consideradas muy mal e
injustas por un parte de agente sin autoridad.
Notas
1. Algunos pensadores diferencian entre obligaciones y deberes (Hart 1958, 100-4;
Brandt 1964). En lo que sigue, sin embargo, usaré ‘obligación’ y ‘deber’ de forma
intercambiable por denotar alguna exigencia ética.
2. Dejo la distinción entre características del agente y las características de la acción a
un nivel intuitivo. ‘Características de la acción’ debe tomarse de forma que excluye
características como ‘ha sido llevado a cabo por un agente de este-y-este tipo’. Del
mismo modo, ‘características del agente’ no debe incluir cosas como ‘siendo el caso
que lleva a cabo acciones de este-y-este tipo’.
3. Uso ‘autoridad’, ‘legitimidad’ y ‘obligación política’ en un sentido estipulado,
técnico. Mi uso de ‘autoridad’ y ‘legitimidad’ sigue aproximadamente el de Buchanan
(2002), pero no requiero que las obligaciones políticas se deban específicamente al
Estado. El presunto derecho a gobernar por parte del Estado debe ser entendido como
un derecho justificado en vez de un derecho demandado (Landseon 1980, 137-9); eso
es, rinde permisible que el Estado haga ciertas cosas en vez de imponer exigencias
morales en otros agentes. Mis usos de ‘legitimidad’ y ‘autoridad’ difieren de los de
algunos otros teóricos (Simmons 2001, 130; Edmundson 1998, chapter 2; Estlund
2008, 2).
4. Las obligaciones políticas aplican no solo a las leyes sino a otras órdenes
gubernamentales, como edictos administrativos y órdenes judiciales. Este punto debe
ser entendido por completo, aunque a menudo simplemente me referiré a la
obligación de obedecer la ley.
5. El enfoque de Klosko en la investigación de grupos nos da algún apoyo a favor de
esta impresión de las actitudes populares (2005, capítulo 9, especialmente 198, 212-
8).
6. Edmundson (1998, capítulo 4) argumenta que la ley no es típicamente coercitiva en
el sentido corriente. Mi uso técnico de ‘coacción’ está diseñado para esquivar el
argumento de Edmundson a la vez que retener la presunción moral en contra de la
coacción.
7. Hay algunas pocas excepciones, como las leyes contra el suicidio, algunos tratados
internacionales, y la constitución del gobierno.
8. Esta condición es articulada por Simmons (1979, 55-6).
9. Simmons 1979, 31-5.
10. Hart 1958, 104; Raz 1986, 35-7, 76-7; Green 1988, 225-6; Christiano 2008, 250;
Rawls 1964, 5.
11. Klosko 2005, 11-12
12. Green 1988, 1, 78-83.
13. Una excepción son los aranceles, que están considerado permisibles ya que el
Estado puede establecer las condiciones sobre la interacción de los extranjeros con la
propia gente del Estado.
14. En filosofía casi toda afirmación está cuestionada por alguien de forma que no
podemos basarnos en premisas completamente no controvertidas, si queremos llegar a
alguna conclusión interesante.
15. Carens 1987, 225-62; Blake 2002.
16. Ver Foot 1967
17. Aquí, uso ‘sentido común’ para lo que la gran mayoría están inclinados a aceptar,
especialmente en sociedad y sociedades a las que los lectores de este libro sea
probable que pertenezcan. Esto no debe ser confundido con ‘creencias de sentido
común’ en mis obras previas (2001, 18-19).
18. Singer 2005.
19. Dancy 1993, capítulo 4.
20. Mackie 1977
21. Ver Huemer 2005, especialmente el capítulo 5, para una justificación del
conocimiento moral y respuestas al escepticismo moral.
22. Russell 1985, 53.
23. Simmons (1979, 196) niega que haya ningún gobierno ‘legítimo’ o que los
gobiernos tengan el ‘derecho’ a coaccionar o castigar a sus ciudadanos. Sin embargo ,
parece usar estos términos en un sentido más fuerte que el mío, por qué él prosigue a
aceptar que los gobiernos pueden estar moralmente justificados en sus actividades
(199). Esto es confirmado por Simmons 2001, 130-1. Entonces, el aparente acuerdo
de Simmon conmigo solo es verbal; en mi terminología, Simmons acepta la
legitimidad política, mientras que yo la rechazo
2
Aún así, como hemos expuesto en la Sección 2.4 esta no es la cuestión principal. La
cuestión principal es si a uno se le está pidiendo que renuncie a alguna cosa a la que
uno tiene derecho, como precio de rechazar el contrato social. Este parece ser el caso.
Si el presidente de la junta no puede demandar que los miembros de la junta le
paguen un dólar para expresar su disentimiento, como puede ser que se le pida a
alguien abandonar su casa y trabajo, dejar atrás a sus amigos y familia para expresar
su desacuerdo con un contrato?
Una respuesta: puede ser que el Estado sea propietario de todo el territorio sobre el
que afirma jurisdicción. Es por esto, que al igual que puedo echar a gente de mi casa
que no acepte limpiar cuando termine la fiesta, el Estado puede expulsar a gente de
su territorio si no están de acuerdo en obedecer las leyes y pagar impuestos.
Incluso si consideramos que el Estado es propietario de todo el territorio, es debatible
si puede expulsar a personas que rechacen el contrato social (compare lo siguiente: si
alguien se marcha de mi fiesta antes de que termine está condenado a morir, entonces,
uno puede pensar que, pierdo el derecho a echar a personas de mi casa). Pero no es
necesario resolver esta cuestión aquí; el lugar de esto, podemos concentrarnos en si el
Estado es de hecho propietario de todo el territorio sobre el que afirma jurisdicción.
Si no lo es, entonces carece del derecho a imponer condiciones sobre el uso de la
tierra, incluyendo la condición de que sus ocupantes deben obedecer las leyes del
Estado.
Para un caso ilustrativo, consideremos el caso de los Estados Unidos. En este caso, el
control del Estado sobre ‘su’ territorio deriva de (1) una previa expropiación de la
tierra por parte de colonialistas Europeos a los que originariamente ocupaban la tierra
y (2) el poder coercitivo actual del Estado sobre los propietarios que han recibido
títulos a porciones de ese territorio, transmitido a través de las generaciones desde los
expropiadores originarios. Esto no parece generar un derecho de propiedad legítimo
por parte del gobierno de los EE.UU. 12 Aunque obviemos la fuente (1), la fuente (2),
que aplica a todos los gobiernos, no es una base legítima para fundamentar una
reclamación de derechos de propiedad. La fuerza no hace el derecho; el mero hecho
que el estado ejercite poder sobre las personas en cierta región no le da al Estado un
derecho de propiedad (o ningún tipo de derecho) sobre toda la tierra dentro de esa
región.
Si pudiéramos establecer la autoridad del Estado, entonces el Estado podría
establecer propiedad sobre todo su territorio simplemente a través de promulgar una
ley asignándose esa propiedad a él mismo. La ley de ‘dominio eminente’ (o ‘compra
forzada’, ‘reposesión’, o ‘expropiación’, dependiendo del país en el que uno viva)
puede ser interpretada como tal ley. Pero esto no es de uso alguno para el teórico del
contrato social ya que el contrato social pretende ser una forma de establecer la
autoridad del Estado. Es por esto que el teórico del contrato social no puede
presuponer la autoridad del Estado en intentar explicar como se establece el propio
contrato social. Si no asumimos que el Estado ya posee autoridad , entonces es difícil
ver cómo el Estado puede reclamar título sobre toda la tierra de los ciudadanos. Y si
debemos asumir que el Estado ya posee autoridad, entonce sno necesitamos la teoría
del contrato social.
El Capítulo 1 incluye un relato en el que tu asumes la tarea de castigar a los vándalos
y extorsionar el pago por tus servicios al resto del pueblo. Imagina que, cuando
aparece a la puerta de su vecino para cobrar el pago, su vecino protesta que él nunca
ha aceptado pagar por tus servicios de prevención del crimen. ‘Au contraire’,
respondes. ‘Has acordado pagar ya que estás viviendo en tu casa. Si no deseas
pagarme, debes abandonar la vivienda.’ ¿Es esto una exigencia razonable? ¿El hecho
que tu vecino no abandone su vivienda muestra que está obligado a pagarte?
No, sin duda. Y si tienes un inquilino ocupando tu vivienda, entonces puedes pedirle
al inquilino que adquiera tus servicios de protección o abandone tu vivienda
(proveído que esto es consistente con el contrato existente, si hay alguno, que has
hecho con el inquilino). Pero no tienes derecho a exigir a tus vecinos que abandonen
sus casas ni tampoco de imponer condiciones sobre la ocupación continuada de su
propiedad. Tu demanda que el vecino abandone su propia casa si no está de acuerdo
con pagarte por la protección no representa una ‘forma razonable de excluirse’ de
comprar tus servicios de protección. A menos que el gobierno realmente sea
propietario de toda la tierra (como normalmente decimos) que los ciudadanos poseen,
el gobierno se encuentra en la misma posición que tu en el ejemplo: no puede exigir a
los individuos que dejen de usar su propia propiedad, ni tampoco puede imponer
condiciones bajo las cuales los individuos pueden continuar ocupando su propia
tierra.
Concluyo que la primera condición de los contratos válidos es violada por el contrato
social.
2.5.2 La negativa a reconocer el disentimiento explícito
Vayamos ahora a la segunda condición: tú no aceptas implícitamente un contrato si tu
explícitamente declaras que no lo aceptas. En el caso del contrato social, un pequeño
número de personas han explicitamente indicado su disentimiento. Estos son los
anarquistas políticos, personas que mantienen que no debería haber gobierno. Aún
así, casi todo gobierno sigue imponiendo sus leyes e impuestos a los anarquistas. No
importa cómo de ruidosamente protestes contra el contrato social, en gobierno no te
reembolsará tus impuestos ni te eximirá de las leyes.
Podría haber un Estado que reconociera el disentimiento explícito. El contrato social
de ese Estado estaría más cerca de ser válido – de hecho, como mínimo no violaría el
segundo principio sobre acuerdos válidos. Pero los estados actuales violan esta
condición con lo cual fracasan en tener autoridad genuina sobre como mínimo
algunos de los que afirman que tienen autoridad. Esto no previene que los estados
tengan autoridad sobre otros ciudadanos, si estos otros de alguna forma han
consentido voluntariamente. Pero el bien conocido rechazo de reconocer el
disentimiento explícito pone en cuestión que la validez de cualquier consentimiento
tácito, incluso por aquellos que no haya expresado disentimiento explícito. Incluso
para aquellos que de hecho no desearían disentir, sigue siendo cierto que no se les dio
la opción de explicitamente rechazar el contrato social.
2.5.3 La imposición incondicional
El tercer principio sobre contratos válidos era que una acción puede tomarse como
indicativa de aceptación a algún esquema, sólo si uno puede asumir creer que, si uno
no hubiera realizado tal acción, el esquema no se le sería impuesto. Esto descarta casi
todas las formas en las que se afirma que los ciudadanos implícitamente aceptan el
contrato social.
Casi todo el mundo sabe que el Estado seguirá imponiendo la misma ley e impuestos
a uno, independientemente de que uno objete al gobierno, acepte servicios
gubernamentales, o participe en el proceso político. Es por esto, que el hecho de no
objetar, aceptar servicios del gobierno, y incluso la participación en el proceso
político no puede tomarse como indicativo de aceptación al contrato social.
La única forma de consentimiento implícito que no es descartada por este principio es
el consentimiento mediante presencia. Si dejas de residir en el territorio controlado
por el estado, solo y solo entonces el Estado deja de imponerte sus leyes. 13 A
diferencia de las otras supuestas formas de consentimiento implícito a ser gobernado,
permanecer en el territorio del Estado es realmente una condición mediante la que el
Estado te impone sus leyes. Es por esto, que sólo el consentimiento a mediante
presencia satisface el tercer principio sobre contratos válidos. La idea del
consentimiento mediante presencia, sin embargo, ha sido rechazada anteriormente
por otros motivos.
2.5.4 La ausencia de obligación mutua
Finalmente, llegamos al cuarto principio relativo a acuerdos válidos: un contrato
impone una obligación mutua a las partes, siendo la obligación de cada parte
condicional a la aceptación por parte de la otras partes de su obligación.
En el caso del contrato social, los individuos supuestamente están obligados a
obedecer las leyes promulgadas por el Estado. A veces los ciudadanos violan esas
leyes, en cuyo caso los agentes del Estado – si están en conocimiento de esa violación
y le pueden dedicar recursos – castigarán al ciudadano, normalmente con multas o
encarcelamiento. Dado el amplio rango de leyes que pueden ser creadas por parte del
Estado y el rango de castigos a los que uno puede ser sujeto, las concesiones
individuales al Estado bajo el contrato social son enormes.
El Estado, a su vez, se supone que asume la obligación de velar por los derechos de
los ciudadanos, incluyendo la protección de los ciudadanos frente a criminales y
gobiernos extranjeros hostiles. ¿Fracasa en algún momento en Estado en este deber?
¿Qué pasa cuando lo hace?
En cierto sentido, el Estado fracasa continuamente. En cualquier gran sociedad, miles
o millones de ciudadanos son victimizados cada año por crímenes que el Estado
fracasa en prevenir. Pero no sería razonable esperar que el Estado previniera todo
crimen. Puede que el contrato social sólo requiera que el Estado haga un esfuerzo
considerable en prevenir crímenes. Pero, ¿y si el Estado fracasa incluso a esto?
Supón que tú eres víctima de un serio crimen que el gobierno podía haber prevenido
fácilmente, a bajo coste, si hubiera hecho un esfuerzo razonable de hacer. ¿Habría el
Estado fracasado en cumplir sus obligaciones bajo el contrato social?
Si el contrato social significa algo, la respuesta a esa pregunta tiene que ser sí. Si hay
un contrato entre el Estado y sus ciudadanos, entonces el Estado debe tener alguna
obligación de hacer algo por los ciudadanos. Ya que la protección contra el crimen es
la función central y más ampliamente reconocida del Estado, el Estado debe
presuntamente tener alguna obligación en lo que respecta protegerlo a uno del
crimen. Si esta obligación tiene significado alguno, debe haber algo que el Estado
pueda hacer que cuente como incumplimiento de su obligación. Y si la situación
descrita en el anterior párrafo no cuenta como un incumplimiento de su obligación de
proteger a los ciudadanos del crimen, es difícil ver que lo sería.
En los Estados Unidos, esta situación se ha dado numerosas veces. Describo una de
estas instancias a continuación. Aunque sea inquietante escuchar esta historia, hay un
aspecto importante a aprender de ella.
En una mañana de marzo en 1975, dos hombres allanaron una casa en Washington,
DC, donde residían tres mujeres.14 Las dos mujeres en el piso de arriba escucharon el
allanamiento y los gritos de su compañera que provenían del piso de abajo. Llamaron
a la policía y se les dijo que la ayuda estaba en camino. Las dos mujeres se
arrastraron fuera de una ventana hacia un tejado adyacente y esperaron. Observaron
llegar un coche de policía y que a continuación se marchara. Un policía llamó a la
puerta delantera, pero al no recibir ninguna respuesta y no ver señales de una entrada
forzada, decidió marcharse. La policía no comprobó la entrada trasera a la casa, por
donde los criminales habían entrado. Volviendo adentro, las mujeres al piso de arriba
escucharon a su compañera gritar otra vez, y volvieron a llamar a la policía. Se les
aseguró que la ayuda estaba de camino, pero de hecho, ningún policía fue designado
a responder a la segunda llamada. Cuando los gritos de su compañera cesaron, las dos
mujeres en el piso de arriba pensaron que la policía había llegado. Ellas llamaron a su
compañera, lo que solo sirvió para alertar a los criminales de su presencia. Entonces,
los dos criminales secuestraron a las tres mujeres y se las llevaron al apartamento de
uno de los criminales donde fueron apaleadas, se les robó, y violó durante catorce
horas.
Lo que es notable sobre este caso no es solo que el Estado fracasó trágicamente en su
obligación de proteger algunos de sus ciudadanos. Lo importante para el contrato
social es lo que ocurrió a continuación. Las mujeres denunciaron el Distrito de
columbia en los tribunales federales, por la negligencia del gobierno en protegerlas.
Si el gobierno tuviera una obligación contractual de hacer un esfuerzo razonable de
proteger a sus ciudadanos, entonces, las mujeres deberían tener un caso clarísimo. De
hecho, los jueces desestimaron el caso sin un juicio. Los demandantes apelaron, pero
la desestimación se mantuvo.
¿Por qué? Nadie disputó la negligencia del gobierno, y nadie disputó que las mujeres
sufrieron un graves daños como consecuencia directa de esa negligencia. Lo que el
tribunal negó es que en primer lugar, el gobierno tuviera algún deber de proveer de
protección a las tres mujeres. El Tribunal de Apelación citó ‘el principio fundamental
bajo el cual el gobierno y sus agentes no están bajo ningún deber general de proveer
servicios públicos como protección policial, a ningún particular, ciudadano
individual’. El deber del gobierno, como el tribunal explicó, era solo el deber hacia el
público en general, de proveer de una disuasión general al crimen. El tribunal estaba
preocupado que el reconocimiento de un deber de proteger a los individuos ‘llevaría
efectivamente a una rápida interrupción de la actividad del Estado’ y ‘atraería a una
nueva generación de litigantes a los tribunales por agravios reales e imaginados’.15
Esto no fue una decisión idiosincrática. En otro caso, una mujer llamó a la policía ya
que su distanciado marido le había llamado y dicho que iba a matarla. La policía le
dijo que les llamara cuando él llegara. Cuando llegó, la mujer no pudo volver a llamar
ya que su marido había llevado a cabo su amenaza.16 En un tercer caso, el
Departamento de Servicios Sociales estaba vigilando un hombre por abusar de su
hijo. En cinco ocasiones, un trabajador social del DDS registró evidencia de abuso,
pero el hijo se dejó en la custodia del padre. Eventualmente, el hombre apaleó a su
hijo tan severamente que el hijo sufrió daños cerebrales permanentes. 17 Estos casos
también resultaron en pleitos contra el gobierno, y estos pleitos, también, fueron
inmediatamente desestimados. El caso del abuso infantil fue apelado hasta el Tribunal
Supremo de los Estados Unidos, donde la desestimación se mantuvo. Una vez más,
los tribunales mantuvieron que el gobierno no tiene ningún deber a proteger a sus
ciudadanos en esos casos.
¿Qué tienen que ver estos casos con la doctrina del contrato social? Los tribunales en
estos casos negaron que el Estado tuviera alguna obligación hacia el individuo. Ya
que un contrato requiere la obligación mutua de las partes entre sí, esto implica que
no hay contrato entre el individuo y el Estado.
¿Qué hay de la sugerencia que el Estado debe sus obligaciones al público en general
en vez de a cualquier individuo? Un problema de esta sugerencia es que es puramente
arbitraria. No existe evidencia alguna para esta sugerencia, y uno podría ser
perdonado por pensar que el Estado simplemente declara que el contrato social sólo
requiere que haga lo que el mismo Estado quiere hacer. Otro problema es que la
teoría del contrato social tiene la intención de explicar porqué los individuos están
obligados a obedecer el Estado. Si un individuo no es parte del contrato social,
entonces el individuo no tiene deber alguno hacia el Estado bajo ese contrato. Si el
contrato, de alguna forma, solo aplica entre el público en general y el Estado,
entonces puede que ‘el público en general’ deba algo al Estado, pero ningún
individuo lo deba. Si, por otro lado, el contrato social aplica entre individuos y el
Estado, entonces el Estado debe tener una obligación al individuo. Los dos casos no
son compatibles: uno no puede mantener que el individuo tiene un deber hacia el
Estado pero el Estado no debe nada al individuo.18
Puede que la opinión de los tribunales en estos casos estuviera equivocada. Ser como
fuere, las opiniones dictadas por los tribunales, reafirmadas, y nunca revocadas son
las opiniones oficiales del gobierno. El gobierno, entonces, ha adoptado oficialmente
la postura explícita de que no tiene la obligación de proteger a ningún ciudadano en
particular. Es por esto, que el gobierno ha repudiado el contrato social. Si el Estado
rechaza el contrato social, entonces no se puede inferir que los individuos están
obligados bajo ese mismo contrato.
Este último argumento, el argumento de la obligación mutua, aplica específicamente
a los Estados Unidos, donde los casos judiciales analizados ocurrieron. Otros
gobiernos puede que escapen de este particular defecto si reconocen un deber
afirmativo de proteger a sus ciudadanos.
Mi afirmación en esta sección no es que la mayoría de personas no estarían de
acuerdo en tener un gobierno, Mi afirmación es que de hecho no hay acuerdo válido.
Puede que tu hubieras aceptado el contrato social si se te hubiera presentado la
ocasión. Pero no se te presentó. Esto hace tu relación con el gobierno no voluntaria,
no contractual, independientemente de si estás contento con la relación. Tampoco
afirmo que todas las relaciones no voluntarias son moralmente ilegítimas o injustas.
La cuestión es que simplemente la teoría del contrato social es falsa, ya que describe
una relación no voluntaria como voluntaria.
2.6 Conclusión
La teoría del contrato social no puede justificar la autoridad política. La teoría de un
contrato social actual fracasa ya que ningún Estado ha proveído una forma razonable
de excluirse – maneras que no requieran que los que disienten asuman grandes costes
que el Estado no tiene un derecho independiente a imponer. Todos los Estados
modernos, al rechazar reconocer el disentimiento explícito, hacen que la relación con
sus ciudadanos sea no voluntaria. La mayoría de justificaciones del consentimiento
implícito fracasan, ya que la mayoría de ciudadanos saben que las leyes del gobierno
se les serían impuestas independientemente de si llevaran a cabo los actos
particulares a través de los cuales supuestamente comunican consentimiento. En el
caso de los gobiernos que niegan cualquier obligación de proteger a ciudadanos
individuales, la teoría contractual fracasa por la razón adicional que, si alguna vez
hubo un contrato social, el gobierno ha repudiado su obligación central bajo ese
contrato, por lo que libera a los ciudadanos de las obligaciones que hubieran tenido
bajo ese contrato.
La premisa moral central de la teoría tradicional del contrato social es encomiable: la
interacción humana debería ser llevada a cabo, tanto como sea posible, de forma
voluntaria. Pero la premisa fáctica central va en contra la realidad: a pesar de lo que
se diga, la sujeción al gobierno es obviamente no voluntaria. En los tiempos
modernos todo ser humano nace bajo esta sujeción y no tiene medios prácticos de
escapar de ella.
Notas
1. Locke 1980. Hobbes, en cambio, afirma que el Estado no debe nada a los
ciudadanos ya que el Estado no es una parte en el contrato; en cambio, entiende el
contrato social como un aucuerdo entre ciudadanos (1996, 122).
2. Rawls 1999; Gauthier 1986
3. Una cuestión interesante sigue siendo si los ciudadanos pueden retirar el
consentimiento, como uno puede hacer su consentimiento delante de otras formas de
coacción. Esto plantea problemas adicionales a los que expongo más en adelante en
el texto.
4. Locke 1980, secciones 100-4.
5. Locke 1980, secciones 116-17, 120-1
6. Hume 1987, 471.
7. Este ejemplo es de Simmons (1979, 79-80)
8. Locke 1980, secciones 120-1; Otsuka 2003, capítulo 5.
9. Este ejemplo es de Simmons (1979, 81).
10. Como Otsuka (2003) argumenta, el consentimiento puede ser válido incluso
cuando no consentir sería muy costoso.
11. Hume 1987, 475
12. El problema de injusticias históricas afecta a casi todo o todo el territorio del
mundo. No está claro que debe hacerse al respecto, cuando devolver la tierra a los
titulares legítimos es imposible. No propongo ninguna solución aquí, aunque, asumo
que el principio de ‘cualquiera que mantenga poder sobre la población actualmente
ocupando la tierra tiene el derecho de controlar su uso’ carece de fuerza ética.Como
mínimo, alguna defensa previa la legitimidad del gobierno sería necesaria para
establecer su derecho de controlar la tierra.
13. Incluso hay algunas excepciones a esto. Por ejemplo, los ciudadanos de los
EE.UU que viven al extranjero puede que necesario que paguen impuestos de los
EE.UU en parte de sus ingresos.
14. El incidente es la base para el caso Warren v. District of Columbia (444 A.2.d. 1,
D.C. Ct. of Ap., 1981), de la que deriva mi explicación de los hechos.
15. Ibid., de la opinión mayoritaria
16. Hartzler v. City of San Jose, 46 Cal.App. 3d 6 (1975).
17. DeShaney v. Winnebago County Department of Social Services, 489 U.S. 189
(1989).
18.Uno podría afirmar que el contrato social aplica entre los individuos y el Estado,
pero que la única promesa del Estado al individuo era de proteger la sociedad en
general. Típicamente, sin embargo, cuando los individuos hacen contratos para
obtener bienes y servicios, obtienen una promesa de que personalmente se les
entregue el bien, no una promesa en general de que más o menos se le proveerá con
el bien.
La conclusión de Rawls no sigue de sus premisas. Rawls asume que, una vez todas
las inclinaciones particulares y características individuales (o conocimiento de estas)
se ignoran, todas las personas razonables y racionales serán convencidas por los
mismos argumentos. Esta premisa resta en un diagnóstico particular del fenómeno del
amplio desacuerdo intelectual: que estos desacuerdos se deben exclusivamente a
factores como la ignorancia, irracionalidad o sesgos creados por el conocimiento de
las características individuales de uno.25 Si éste diagnóstico es correcto, entonces una
situación en la que la ignorancia, irracionalidad y sesgos se eliminan debería resultar
en un acuerdo general. Pero si el diagnóstico no es correcto y no hay otras formas de
desacuerdo, entonces Rawls no nos ha dado ninguna razón para creer que se llegaría a
un acuerdo en la posición original.
Como de plausible es que el diagnóstico implícito de Rawls? Mientras que gran parte
de desacuerdo es sin duda a causa de la irracionalidad, ignorancia y sesgos
personales, es poco probable que todo el desacuerdo pueda ser explicado de esta
forma. Fuera de la filosofía política, los filósofos continúan con debate persistentes
en epistemología, ética y metafísica, algunos de los cuales cumplen un milenio. Las
partes en estos debates comúnmente aparentan igual de racionales, bien informadas e
inteligentes. Ninguno aparenta intentar ajustar sus teorías a sus propias circunstancias
o estar basados ilícitamente en información personal sobre ellos mismos, si es que
estas transgresiones fueran possible en estas áreas. Aún así, los filósofos
manifiestamente fracasan en encontrar los mismos argumentos convincentes. Es por
esto que es difícil escapar la conclusión de que la mente humana está sujeta a
diferentes fuentes de juicio a parte de la irracionalidad, ignorancia o sesgo personal.
Y cualquiera que estas fuentes de desacuerdo sean, si operan en epistemología, ética
y metafísica no es plausible asumir que están ausentes en filosofía política.
Un diagnóstico más plausible de estos amplios y persistentes desacuerdos filosóficos
es que los seres humanos experimentan diferentes intuiciones y otras apariencias
intelectuales. Cuando comparamos teorías y argumentos, diferimos en el grado de
plausibilidad que vemos en ellas, independientemente de cómo difieren nuestros
intereses personales. Individuos con diferentes intuiciones filosóficas y juicios sobre
la plausibilidad de una teoría, comprensiblemente y racionalmente, llegarán a
diferentes posiciones filosóficas.26 Tampoco se deben eliminar esas apariencias
intelectuales, ya que algún sentido de lo que es plausible es esencial a cualquier
proceso de pensamiento sofisticado del tipo que involucra el razonamiento filosófico.
Un ser sin intuiciones filosóficas no podría, entonces, llegar a un posición filosófica
intachable; simplemente no sería capaz de evaluar posiciones filosóficas.
Considera ahora un desacuerdo de particular interés, el desacuerdo entre los
anarquistas y estatistas sobre la necesidad del gobierno.27 No hay ninguna razón para
pensar que este desacuerdo se evaporara detrás del velo de la ignorancia, ya que
Rawls no nos ha dado ninguna razón para pensar que aquellos que de hecho
mantienen uno de estos puntos de vista lo hacen solo porque se basan en
conocimiento de su posición particular en la sociedad. Los anarquistas no están en
desacuerdo con los estatistas por qué los anarquistas tienen una particular posición
social o una combinación de características personales que de alguna forma les
permitan prosperar en ausencia del gobierno mientras que el resto de la sociedad se
desmorona. Si los anarquistas están en lo correcto en sus creencias sobre lo que
sucedería, entonces algunos sistemas sin Estado serían mejores para la sociedad en su
conjunto que un sistema estatal; y si están equivocados, sería peor para todos,
incluido los anarquistas. Cualquiera sea lo que explica este desacuerdo, no es que
alguien ajusta los principios morales o políticos a su favor.
En apelar a este ejemplo, nótese que no presupongo que el anarquismo político es
correcto; solo asumo que hay anarquistas políticos razonables (me gustaría pensar,
que yo incluido). Es tarea del teórico del contrato hipotético demostrar que no los
hay. Tampoco presupongo que la legitimidad política requiere una acuerdo sobre
todos los detalles. Pero presuntamente, un acuerdo sobre si habría de haber un Estado
es lo mínimo que una teoría del contrato social requiere.
3.4.3 La validez del consentimiento hipotético, parte 1: el apelar a resultados
equitativos
Ahora me centraré en la cuestión de la eficacia moral de consentimiento hipotético.
Anteriormente he mencionado que una forma de leer la justificación de Rawls para la
posición original, es como una apelación a las restricciones sobre los principios de
justicia, en particular las restricciones que los principios de justicia deberían ser
equitativos para todos y que deberían rectificar la arbitrariedad moral en la
distribución de ventajas. Puede este enfoque ser usado para defender la autoridad
política? Imagina que Sue hace una oferta de comprar el coche de Joe. Dados los
hechos sobre el estado del coche, las respectivas situaciones de Sue y Joe, etcétera, la
oferta de Sue es plenamente equitativa para ambas partes, no está sesgada a favor de
ninguna de las partes. Un propietario perfectamente racional, plenamente informado,
y razonable aceptaría la oferta. Aún así, Joe rechaza vender. Es plausible pensar que
Joe ha actuado mal? O que Sue debería poder obligar a Joe a vender?
Imagine, seguidamente, que por puro azar, Joe descubre un diamante en su jardín,
que le confiere una ventaja material de la que Sue, sin culpa alguna, es privada. Ya
que la arbitrariedad moral de la distribución de riqueza resultante podría ser
rectificada con una transferencia de riqueza apropiada, está Joe moralmente obligado
a dar a Sue la mitad del valor del diamante? Tiene Sue derecho a obligar a Joe a
hacerlo?
Como estos ejemplos muestran, el hecho de que un acuerdo hipotético es equitativo o
rectifica la arbitrariedad moral, en general, no crea una obligación de actuar de acorde
con el acuerdo hipotético, ni tampoco crea un derecho a coaccionar a otros para que
acaten el acuerdo hipotético.
Puede que Rawls respondiera a mis ejemplos, como ya respondió a otro
crítico,28 observando que sus principios de justicia estaban destinados a aplicarse sólo
a las estructuras básicas de la sociedad en vez de interacciones a pequeña escala entre
individuos. Hay dos posibles puntos de distinción que Rawls podría plantear. El
primero es una cuestión de tamaño: los ejemplos de los previos parágrafos involucran
dos individuos en vez de toda una sociedad. Esta diferencia, sin embargo, no tiene
relevancia ética. Si una grande corporación hace ofertas a un gran número de
personas, el mero tamaño de la corporación no le da derecho a obligar a los
individuos a aceptar sus ofertas (incluso cuando son ofertas equitativas), no más que
el derecho que tuviera un individuo particular.
La otra distinción es política: mis ejemplos involucran actores privados mientras que
los principios de Rawls prescriben acciones por el Estado. Esta distinción sin
embargo, no puede ser empleada en defensa de Rawls sin caer en una petición de
principios, ya que la respuesta simplemente presupone que el Estado posee algún
estatus moral especial de forma que la coacción por parte de Estado se justifica más
fácilmente que la coacción por parte de agentes privados. Si el Estado posee
autoridad política, entonces esta suposición sería correcta; sin embargo, como que lo
que buscamos es una justificación para la autoridad, uno no puede darla por sentado
de esta forma. Sin asignar ningún estatus moral especial al Estado, Rawls no tendría
manera de restringir la propuesta justificación para la coacción al caso de agentes del
Estado. Y ya que la apelación a la equidad o a la rectificación de la arbitrariedad
moral claramente fracasan como justificaciones para la coacción privada, también
deberían ser rechazadas como fuente de legitimidad política.
Como estos casos muestran, hay un amplio salto entre lo que plausiblemente
podemos tomar que establece el acuerdo hipotético, como la equidad o razonabilidad
de un acuerdo, y lo que el defensor de la autoridad política necesita establecer: el
derecho de imponer un areglo por la fuerza, incluyendo el derecho a coaccionar
perjudicialmente de forma intencionadamente a aquellos que no cooperan y la
obligación de los individuos a acceder a ese acuerdo. Mientras que el acuerdo actual
puede que establezca estas cosas, el mero consentimiento hipotético no puede.29
3.4.4 La validez del consentimiento hipotético, parte 2: condiciones suficientes
para unara un razonamiento moral fiable
La corriente dominante en la defensa de Rawls del contrato hipotético apela a
restricciones al razonamiento sobre los principios morales: en el razonamiento moral,
uno debe evitar ser influenciado por su propio interés, inclinaciones particulares, u
otras características éticamente irrelevantes del individuo. La posición original es una
pintoresca forma de implementar estas restricciones que ya aceptamos.
Sea C el conjunto de todas las restricciones razonables al razonamiento moral, esto
es, todas las restricciones que se sostiene que forman parte de la posición original de
Rawls. Sea J cualquier principio que surge de la posición original; esto es, un
principio de justicia u otro principio moral al que todas las partes hipotéticas estarían
de acuerdo.30 El argumento de Rawls a favor de J podría entenderse como:
1. Se puede llegar a J por un razonamiento que satisface C.
2. Si podemos llegar a un principio moral a través de un razonamiento que
satisface C, entonces es correcto.
3. Por lo tanto, J es correcto.
También podríamos considerar variaciones de este argumento; por ejemplo, para ‘es
correcto’, podríamos sustituirlo por ‘es probablemente correcto’, ‘está justificado’, o
‘debería ser adoptado’. Mis críticas a continuación deberían tomarse como que
aplican también a estas versiones debilitadas del argumento.
La premisa (1) es cierta por estipulación. Pero no está claro cómo uno debe aceptar la
premisa (2). Aunque es plausible que las restricciones que Rawls identifica sean
condiciones necesarias para la fiabilidad o persuasión razonable del razonamiento
moral, Rawls no hace intento alguno de mostrar que abarca todas las condiciones
para argumentos morales fiables o razonablemente persuasivos.
Una dificultad relacionada concierne al salto entre la aceptabilidad procesal y la
certeza substantiva. Incluso si Rawls es exitoso en identificar todas las restricciones
procesales a los argumentos morales, que una persona satisfazca estas restricciones –
no está sesgada, no comete falacias, etcétera – no garantiza la certeza de sus
conclusiones. La certeza de las conclusiones de uno, cualquier sea el campo de
investigación, depende, en parte, de lo certera y completa que sea la información
desde la que uno razona. Esto se ve fácilmente en ejemplos involucrando el
razonamiento científico. Isaac Newton creía en una teoría equivocada, no a causa de
ningún error procedimental en su razonamiento sobre la física, sino a causa de poseer
información incompleta – específicamente, su ignorancia de fenómenos relativistas y
cuánticos.
El mismo principio se mantiene para teorías normativas, donde la información
necesaria es, como mínimo en parte, evaluativa. Esto es, la posibilidad de llegar a
conclusiones morales aceptables depende en parte de la certeza substantiva y de lo
completos que sean los valores iniciales de uno. Si una persona se ha equivocado en
sus valores finales, como la creencia de que el dolor es intrínsecamente bueno, o si
sus valores básicos son correctos pero incompletos, como en el caso de uno que,
equivocadamente, toma el placer como el único bien intrínseco, entonces, esta
persona muy probablemente llegará a conclusiones normativamente incorrectas,
incluso si su razonamiento es procedimentalmente perfectamente aceptable, vacío de
sesgos por el propio interés. Por lo tanto, para estar seguros que las partes en la
posición original llegan sólo a conclusiones normativas correctas, uno debe dotar a
las partes de valores completos y correctos, estipulando que sólo usen esos valores
correctos para llegar a su decisión.
Una explicación del fracaso de Rawls en incorporar esta estipulación, puede ser
porque le requeriría resolver debates intractables dentro de teoría moral sobre cuáles
son los valores morales correctos antes de caracterizar la posición original y obtener
conclusiones de esta. Esta dificultad, sin embargo, no muestra que Rawls está
justificado en omitir la condición de valores correctos y completos desde la posición
original; muestra que las expectativas de utilizar la posición original para justificar
principios normativos son escasas. Sólo si C incluye una restricción de valores
correctos y completos es plausible afirmar que la premisa (2) es cierta, y uno no debe,
al construir un argumento filosófico, dispensar de una condición necesaria para la
plausibilidad de la premisa del argumento meramente porque esta condición interfiere
con la construcción del resto del argumento. Una analogía es el caso el hombre que
ha perdido sus llaves en un callejón oscuro pero decide buscarlas bajo una farola ya
que la luz es mejor allí. La dificultad en identificar la teoría ética exhaustiva y
correcta y sus implicaciones políticas no evita que la información sea necesaria para
garantizar conclusiones moralmente correctas al igual que la dificultad de ver en un
callejón oscuro no previene que las llaves estén allí.
He interpretado el argumento Rawlsiano como afirmando que algún principio J es
correcto o debería ser adoptado. Suponga que debilitamos esto a afirmar que es
permisible adoptar J o que J no es ilegítima. Esto puede hacer el argumento más
plausible, ya que parece menos inverosímil que Rawls haya proporcionado
suficientes condiciones para la permisividad de un arreglo político de que haya
proporcionado condiciones suficientes para la certeza de un arreglo político. Pero esta
versión débil del argumento realmente no evita el problema analizado. Se requiere
una cantidad adecuada de premisas morales básicas correctas para identificar los
cursos de acción permisibles, no menos que los obligatorios. Suponga, por ejemplo,
que los individuos tienen derechos pero Alastair desconoce este hecho. Alastair
puede, entonces, ser llevado a concluir, falsamente, que ciertas acciones son
permisibles (en particular acciones que de hecho violan los derechos de las personas)
sin cometer ningún error procedimental en su razonamiento. Mi argumento aquí no
presupone ni que hay de hecho derechos individuales; el punto es simplemente que
uno necesita saber la verdad sobre estas cosas para asegurarse de identificar
fiablemente lo que es permisible.
En resumen, los argumentos presentados para la eficacia del consentimiento
hipotético fracasan porque la posición original encarna solo ciertas condiciones
necesarias para la fiabilidad del razonamiento normativo en vez de condiciones
suficientes para la certeza de las conclusiones normativas. Si la posición original es
modificada para incluir las condiciones suficientes para la certeza normativa, se hace
difícil o imposible determinar qué principios serían acordados.
3.4.5 La validez del consentimiento hipotético, parte 3: condiciones necesarias
para la fiabilidad del razonamiento moral
Queda una interpretación restante del argumento de Rawls. Bajo esta interpretación,
la restricción conjunta C representada por la posición originaria se sostiene que es
necesaria pero no suficiente para la aceptabilidad de los argumentos morales. Si
tomamos este punto de vista, podemos argumentar lo siguiente:
1. J es únicamente coherente con C.
2. C es correcta.
3. Entonces, J es correcta.
‘Coherente’ en (1) debería entenderse como refiriéndose a cualquier relación que
permite a C dar apoyo o descartar un principio moral. Por esto, (1) puede significar
que solo podemos llegar a J razonando de acorde con C, que la certeza de J viene
dada por la certeza de C, que J satisface C a un mayor nivel que cualquier otro
principio, o similares. Comprendido así, la premisa (1) es una afirmación muy
exigente, aunque no la he hecho más exigente que lo que el argumento demanda: si C
es meramente necesaria pero no suficiente para la certeza moral, entonces una
premisa sobre el efecto que J es coherente con C no mostraría que J es correcto; lo
que uno debe mostrar es que no hay principios alternativos coherentes con C.
La premisa (1) se expone a una amplia y potente evidencia contraria. Hay muchos
filósofos que parcen haber llegado a conclusiones alternativas a través de un
razonamiento que satisface C. Los diversos pensadores que adhieren al utilitarismo,
igualitarianismo , liberalismo, o anarquismo por lo general no aparecen haber violado
ninguna restricción sobre el razonamiento moral comúnmente aceptada, ni Rawls en
ningún sitio se adentra a mostrar que lo han hecho.
Como caso concreto, considere el utilitarismo, la teoría de que la acción correcta (ya
sea para el individuo o para el Estado) es siempre la acción que produce mayor
beneficios totales netos, sumando todos los beneficios para todos los afectados por la
acción. Rawls nos dice que esta es la teoría con la cual estaba más preocupado a
proporcionar una alternativa sistemática.31 También afirma que la función de la
posición original es simplemente ‘para descartar aquellos principios que sería
racional proponer… sólo si uno conociera ciertas cosas que son irrelevantes des del
punto de vista de la justicia’.32 El utilitarismo por seguro no es un ejemplo de un
principio moral que tendría sentido proponer si uno tiene información relevante des
del punto de vista de la justicia, como la información de la raza de uno, género, clase
social, etcétera. Cualquier cosa que se pueda decir al respecto, puede que el
utilitarismo sea la teoría ética menos susceptible a la acusación de parcialidad
indebida. El pensamiento de los utilitaristas actuales, por lo tanto, parece proveer un
contraejemplo convincente a la premisa (1).33
¿Qué argumento ofrece Rawls a favor de (1)? En la motivación de la construcción de
la posición original, él presenta argumento que la posición original encarna C. Él
también argumenta detenidamente que se escogerían ciertos principios en la posición
original.34 Pero ninguna de estas cosas podría tomarse como algo que establezca la
premisa (1). En conjunto, puede que muestran que hay un ejemplo de razonamiento
que satisface C – eso es, el razonamiento de las partes en la posición original – que
lleva a J. Pero sería falaz inferir que no hay ninguna otra posible vía de razonamiento
que satisfazca C que lleve a un principio alternativo (en lógica Aristotélica, esto es
conocido como la falacia del ilícito menor).35 Y de hecho, como hemos visto, hay
ejemplos de razonamientos que satisfacen C que son inconsistentes con J, como el
razonamiento de los utilitaristas.
3.5 Conclusión
El acuerdo hipotético es normalmente eficaz solo cuando (i) no es factible solicitar
acuerdo real y (ii) que es razonable pensar que la o las partes relevantes estarían de
acuerdo en base a sus creencias generales y valores reales. En el caso del contrato
social hipotético, estas condiciones no se satisfacen.
La filosofía contemporánea sugiere tres formas en las que un contrato social
hipotético podría, sin embargo, tomarse como moralmente relevante. Primero, el
acuerdo hipotético podría tomarse como que muestra que arreglos sociales no podrían
rechazarse razonablemente. Este argumento fracasa ya que no hay razones para
pensar que se podría llegar a ningún acuerdo. Incluso si pudiera llegarse a un
acuerdo, la mera irrazonabilidad de alguien al rechazar un arreglo típicamente no
hace moralmente permisible el coaccionar a esa persona a aceptar el arreglo, ni
tampoco impone a los individuos una obligación de aceptar el arreglo.
Segundo, el acuerdo hipotético puede tomarse como que muestra que un arreglo
social es equitativo. De nuevo, no hay razón para creer que podría llegarse a un
acuerdo general sobre un sistema político, incluso entre personas racionales,
informadas por igual y que carecen de conocimiento sobre sus identidades
individuales, y en cualquier caso el mero hecho de que un arreglo es equitativo, no
hace moralmente permisible coaccionar a personas a aceptar el areglo, ni impone a
los individuos una obligación de aceptar el arreglo.
Tercero, el acuerdo hipotético podría tomarse como que muestra que un conjunto de
principios morales refleja ciertas restricciones razonables sobre el razonamiento
moral. Estas restricciones pueden tomarse tanto como condiciones colectivamente
suficientes o meramente como condiciones colectivamente necesarias sobre la
aceptabilidad de una instancia de razonamiento moral. Si las restricciones deben ser
suficientes para la aceptabilidad del razonamiento moral, deben incluir la condición
de valores correctos y completos por parte de quien razona. Pero esta condición haría
que el contrato hipotético fuera inutilizable, ya que uno necesitaría determinar la
teoría moral exhaustiva correcta. Si, por otra parte, uno se basa solo en condiciones
necesarias para la aceptabilidad del razonamiento moral, entonces uno debe
argumentar que toda teoría política menos una viola como mínimo una condición
necesaria sobre la aceptabilidad del razonamiento moral. Nadie ha argumentado a
favor de esta afirmación, y los desacuerdos razonables entre teóricos parecen plantear
una fuerte evidencia en contra.
Es por esto, que meramente moverse a un contrato hipotético no puede salvar a la
teoría del contrato social. No hay razón para pensar que se podría llegar a un acuerdo
incluso en los escenarios hipotéticos concebidos por la mayoría de teóricos, ni que
este consentimiento hipotético sería moralmente relevante si pudiera ser alcanzado.
Notas
1. La mayoría de las teorías modernas del contrato social hipotético tienen el
propósito de abarcar más que la autoridad política. Típicamente, su objetivo es
explicar de la moralidad que concierne, en palabras de Scanlon (1998, 7), lo que nos
debemos unos a otros. Para los propósitos de este capítulo, supondré las teorías de
pensadores contemporáneos como Rawls y Scanlon adaptadas de forma que
justifiquen los fundamentos de la autoridad política.
2. Waldron (1993, 49) cita este caso a favor de la relevancia política y moral de
consentimiento hipotético. Drowkin (1989, 19) analiza casos de este tipo pero con
mayor escepticismo sobre su relevancia política.
3. Mill (1978, capítulo V, 95) aduce al caso en el que un transeúnte coercitivamente
retiene a un hombre de cabalgar por encima de un puntene que el transeúnte pero no
el jinete conoce ser peligroso. Aquí, parece razonable apelar al juicio del que el jinete
probablemente habría consentido a ser retenido si conociera el estado en el que se
encuentra el puente – a pesar del hecho que este hipotético visualiza una alteración de
las creencias del jinete. Es por estos casos que he incluido el cualificador de
‘fundamental’ y ‘religiosas, filosóficas y morales’ antes de ‘creencias’ en este análisis.
4. Nagel (1991, 33-40) avanza esa sugerencia, aplicando la teoría contractual de la
moralidad de Scanlon (1998) al problema de la autoridad política.
5. Scanlon 1998, 5 298-9; Nagel 1991, 36; Rawls 2005, 137.
6. Nagel 1991, 50-2.
7. Ver Huemer 1996, respondiendo a (una previa edición de) Rawls 2005. Ver
Huemer 1996, respondiendo a (una previa edición de) Rawls 2005.
8. Rawls 2005, 145, especialmente la nota 12, citando a Locke 1990.
9. Locke 1990, 64, 61.
10. Rawls 2005, 170.
11. Para una indicación preliminar de la diversidad de concepciones de la justicia
distributiva, ver Rawls 1999, Cohen 1992, Harsanyi 1975; y Nozick 1974.
12. Gaus (2003, 216-17) argumenta que la legitimidad política requiere el acuerdo
entre todas las personas razonables sobre los principios generales, aunque pueden
permanecer desacuerdos en la interpretación de estos principios. Erróneamente asume
que el acuerdo sobre principios generales es común.
13. Ver Rothbard (1978); Friedman (1989); Barnett (1998); Wolff (1998); Chomsky
(2005); Sartwell (2008). En Stringham 2007, ver los artículos por Tannehills, Barnett,
Friedman, Hoppe, Rogers y Lavoie, Long, Hasnas, Childs, Cuzán, Caplan y
Stringham, de Jasay, Leeson y Stringham, y Anderson y Hill.
14. Ver la sección 5.4.2, para una taxonomía más completa de las actividades
gubernamentales.
15. Rawls 1999. Este tipo de experimento mental fue usado por primera vez para por
Harsanyi (1953; 1955) para derivar principios de justicia distribua, Harsanyi
argumentó que el experimento mental apoyaba al utilitarismo.
16. Rawls (1999, 12, 111) distingue su premisa de ‘partes mutuamente
desinteresadas’ de la premisa de egoísmo. Aún así, la distinción se basa en la
equivocada premisa de que solo deseos de cosas como riqueza, poder y prestigio
cuentan como ‘egoístas’ o ‘interesadas’. Serios teóricos del egoísmo ético rechazan
esta premisa (Hunt 1999).
17. Al final de A Theory of Justice (1999, 509), Rawls analiza qué principios serían
escogidos en la posición original si las partes tuvieran una lista más completa de
principios a escoger en vez de la lista más corta que Rawls considera previamente en
el libro: ‘Dudo, sin embargo, que los principios de justicia (como los he definido)
serán la concepción preferida sobre nada similar a una lista completa.’ Sin embargo,
voy a dejar a un lado esta aparente admisión de que los principios de justicia de
Rawls no siguen de su estrategia argumental.
18. Rawls 1999, 11
19 Ibid., 14.
20. Ibid., 16-17; cf. 199-20.
21. Ibid., 19.
22. Rawls dedica §4 en A Theory of Justice al argumento, que vuelve a exponer en
Rawls 1985, 236-9, y Rawls 2001, 17-18. Ninguno de estos pasajes contienen ningún
detalle adicional significativo más allá de las citas reproducidas en el texto.
23. Rawls enfatiza esta idea más vehementemente en su 1985, 236-9.
24. Rawls 1999, 120.
25. En sus obras posteriores, Rawls parece que renuncia a este diagnóstico,
reconociendo el desacuerdo como el resultado natural del libre ejercicio de la razón
humana (2005, 36-7, 54-8). Sin embargo, el diagnóstico es necesario en su argumento
de A Theory of Justice.
26. En Huemer 2007, argumento que todas las creencias racionales se basan en cómo
las cosas le parecen al que las cree. En particular, ver Huemer 2005, capítulo 5, sobre
el papel de la intuición en la ética. Ver Huemer 2011 sobre el papel de las normas
epistémicas centradas en agente para explicar el desacuerdo racional. Pero ver
Hanson y Cowen (2004) para un punto de vista opuesto.
27. Utilizo ‘estatista’ para el punto de vista que el gobierno debe existir; eso es, la
alternativa al anarquismo político.
28. Ver Rawls 1974, 141-2, respondiendo a las críticas de Harsanyi (1975) al
maximin como regla de toma de decisiones.
29. La reciente defensa del contrato social hipotético de Stark (2000) concede este
punto. Ella propone que un contrato hipotético puede ‘justificar’ principios políticos
de alguna forma, aún así niega que puede mostrar que uno esté obligado a seguir
estos principios o que el Estado tenga derecho a imponer estos principios (321, 326).
30. Aunque inicialmente describe su teoría del contrato hipotético como una forma de
llegar a los principios de justicia (1999, secciones 1-4), Rawls después apela al
contrato hipotético como justificación para principios éticos en general (secciones 18-
19, 51-2).
31. Rawls 1999, xvii-xviii.
32. Rawls 1999, 17.
33. Podría decirse que el razonamiento utilitarista viola la restricción de desinterés
mutuo que Rawls incorpora en la posición original (1999, 12). Pero esto apenas
puede consistir una restricción genuina al razonamiento moral aceptable, ya que no es
el caso que el razonamiento moral de uno es defectuoso si uno tiene en cuenta los
intereses de otros. De forma similar para la sugerencia de que el utilitarismo viola la
restricción de que uno no puede basarse en ninguna concepción del bien.
34. Pero ver Harsanyi 1975 para argumentos de peso que la posición original
realmente lleva al utilitarismo.
35. En lógica Aristotélica, el ‘término menor’ en un silogismo es el término que
aparece como el sujeto de una conclusión. Si el término menor se encuentra en la
conclusión, entonces debe encontrarse como mínimo en una premisa.
Aproximadamente, esto significa que si una conclusión hace una afirmación que
aplica a todos los miembros de una clase determinada, como mínimo una premisa
debe contener información aplicable a todos los miembros de esta clase. En este caso,
la conclusión deseada es que todo razonamiento moral que satisface C es consistente
con J (esto es parafrasear (1)), de forma que el término menor es ‘razonamiento
moral que satisface C ’, y este término se encuentra en la conclusión deseada. Ya que
cualquier afirmación que haga Rawls sobre la posiciónoriginal sólo concierne un caso
de razonamiento que satisface C, el término menor no se encuentra en las premisas.
4
La Autoridad de la Democracia
En las democracias actuales, nadie está obligado a (ni por el Estado ni por nadie) a
manifestar sus razones para promover propuestas políticas. Es más, la calidad de las
razones ofrecidas para a favor de una propuestas política es solo una parte de lo que
determina el destino de una propuesta, y casi todo el mundo sabe esto. El destino de
las propuestas políticas en las democracias actuales está determinado por la retórica
al menos tanto como por el razonamiento, y los reclamos retóricos se escuchan con
considerablemente mayor frecuencia que los argumentos serios y racionales. Los
resultados políticos también están influidos por el interés propio. ‘La deliberación’
nos asegura Cohen, ‘centra el debate en el bien común’ 6– pero en realidad, grupos de
interés en competencia rivalizan por el control de los procesos políticos con la
esperanza de usar el poder estatal para el beneficio propio. 7 Sería extremadamente
inusual encontrar a ciudadanos tan ingenuos que pensasen que solo la fuerza de los
argumentos ofrecidos, y no su poder político, determinarían si sus propuestas
políticas fueran adoptadas.
La tercera condición de Cohen requiere que ‘las partes sean tanto formalmente como
sustancialmente iguales.’ Y elabora de la siguiente manera:
[C]ada uno tiene igual voz en la decisión. […] [L]a distribución existente
de poder y recursos no influencia las oportunidades para contribuir a la
deliberación.8
Por supuesto, no existe sociedad actual en la que estas cosas sean ciertas. En
cualquier sociedad moderna, un pequeño número de individuos – periodistas,
escritores, académicos, políticos, celebrities – juegan un importante rol en la
deliberación pública, mientras que la gran mayoría de gente no juega ningún papel en
el debate. La gran mayoría de gente no tiene oportunidades reales de que sus ideas
lleguen más allá de un reducido grupo de conocidos. Y la distribución de poder y
recursos existente casi determina completamente las oportunidades de uno de
contribuir a la deliberación pública. Los ciudadanos más adinerados pueden comprar
espacios publicitarios o incluso su propio canal de televisión u otro medio de
comunicación; las clases bajas y medias no pueden. Los individuos con poder político
pueden hacer que sus opiniones sean retransmitidas en los medios de comunicación
nacionales – el Presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, puede hacer un
llamamiento para una conferencia de prensa en cualquier momento; yo no puedo. Es
difícil imaginar que estos hechos puedan cambiar. A día de hoy, los Estados Unidos
contienen más de 300 millones de habitantes. ¿Cómo podrían todas estas voces
escucharse igualmente? ¿Cómo sería la sociedad si cada uno de estos individuos
pudiera hacer un llamamiento para una conferencia de prensa para debatir su última
idea de propuestas política?
Finalmente, de acuerdo con la cuarta condición de Cohen, la deliberación ideal ‘trata
de llegar a un consenso motivado racionalmente’.9 Esto, también, es falso en
cualquier sociedad actual. En los EEUU, por ejemplo, hay un gran debate público
sobre cuestiones tales como el aborto, el control de las armas o las políticas en
materia de sanidad. Algunos de los participantes en este debate persiguen influenciar
a los ciudadanos que permanecen indecisos sobre el tema en cuestión. La mayoría
probablemente solo están intentando expresar sus propias opiniones y sentimientos.
Prácticamente ninguno está persiguiendo el consenso. La mayoría sabe que no tienen
oportunidades realistas de alcanzar un acuerdo con los partidarios del punto de vista
ideológico opuesto, y no realizan intentos serios para lograrlo.
Tal y como estas observaciones nos recuerdan, la democracia deliberativa de Cohen
es una escenario puramente hipotético. Dado lo distante que es este escenario a la
realidad, ¿qué propósito sirve el ejercicio imaginativo? ¿Qué rol puede jugar en
justificar las acciones de cualquier gobierno actual?
Quizás si alguna sociedad actual se aproximara mínimamente a este ideal, esto podría
conferir legitimidad a sus estructuras políticas. Cohen pero, no realiza intento alguno
de argumentar que ninguna sociedad ni se aproxima a este ideal, y sería difícil
argumentar de tal modo. No se halla ni cerca de ser verdad, por ejemplo, que todos
los individuos tienen una voz igual en el debate público, sin que se hallen afectados
por la riqueza o el poder. Tampoco es cierto que los resultados políticos estén
determinados por argumentos puramente racionales o que el debate público aspire al
consenso.
Cohen afirma que ‘el procedimiento deliberativo ideal está diseñado para proveer un
modelo que las instituciones puedan imitar.’ 10 Quizás la concepción de democracia
deliberativa de Cohen proporcione pautas de cómo debería cambiar la sociedad. Si
bien esto puede proveer de un rol útil para la construcción de Cohen, no nos acerca a
derivar la autoridad política. Una descripción de un ideal al cual nuestra sociedad se
debería dirigir pero de la cual nos encontramos tan lejos difícilmente constituirá un
argumento por el cual nuestro Estado tiene autoridad política.
Cohen prosigue afirmando que ‘los resultados son democráticamente legítimos si y
solo si podrían haber sido el objeto de un acuerdo libre y razonado entre
iguales.’11 Él no argumenta a favor de esta tesis, ni explican exactamente lo que
quiere decir. ¿Cómo deberíamos entender la fuerza de ese ‘podrían’?
En una posible lectura, el principio de Cohen es absurdamente permisivo. Imagina
que estás caminando por la calle, cuando de repente un boxeador te pega un puñetazo
en la cara. ‘¡¿Por qué haces eso?!’ preguntas. ‘Bueno’, responde el boxeador, ‘tú
podrías haber acordado recibir un puñetazo en la cara.’ Ahora supongamos,
análogamente, que una cierta ley podría haber sido el objeto de un acuerdo libre y
razonado entre todos los ciudadanos, en el sentido de que los ciudadanos podrían
haber decidido libremente acordar tal ley – pero de hecho ningún ciudadano lo ha
hecho. Es por lo menos dudoso cómo esta situación podría conferir al Estado el
derecho moral de imponer esta ley por la fuerza.
Presumiblemente, Cohen optaría por una lectura más fuerte de ‘podría’. Habermas
escribe sobre lo que ‘podría satisfacer el acuerdo no-forzado de aquellos
involucrados, si pudiesen participar, como libres e iguales, en la formación de la
voluntad discursiva’.12 Quizás Cohen, de manera similar, diría que un sistema
político legítimo es aquel sobre el cual acordaríamos si deliberásemos de forma ideal.
En esta interpretación, Cohen y Habermas están apelando a la teoría del contrato
social hipotético. Hemos visto, de todos modos, los problemas que presentan este tipo
de teorías en el Capítulo 3. Brevemente, había dos problemas. Primero, no existen
razones para pensar que la estructura y principios de cualquier Estado actual podrían
de hecho haber sido acordados después de una deliberación ideal. Segundo, aunque la
estructura y principios de algún Estado actual pudieran haber sido acordadas, no hay
razones para pensar que este hecho pudiera conferir autoridad a tal Estado. Ni Cohen
ni Habermas han argumentado sobre estos dos problemas centrales.
4.2.3 La irrelevancia de la deliberación
Dado que ninguna sociedad satisface las condiciones de Cohen para una democracia
deliberativa ideal, si existiese tal sociedad, tendría entonces su gobierno autoridad?
No está claro por qué debería. Recordemos el ejemplo de la Cuenta del Bar (Sección
4.1). Tus compañeros y estudiantes han votado, por encima de tus objeciones, para
que pagues las bebidas de todos. Ahora añadamos las siguientes estipulaciones al
ejemplo: antes de tomar la decisión, el grupo ha deliberado. Todos, incluyéndote,
habéis tenido una oportunidad igual para ofrecer razones a favor o en contra de que se
te fuerce a pagar por las bebidas de todos. El resto ha avanzado argumentos
afirmando que iría en favor de los intereses del grupo el forzarte a que pagases. Han
intentado alcanzar un consenso. Al final, han sido incapaces de convencerte de que
deberías pagar, pero todos los demás han coincidido en que deberías pagar. Estás
ahora obligado a pagar por todos? Están los otros miembros del grupo autorizados a
obligarte a pagar mediante amenazas de violencia?
Claramente no. Tienes derechos -en este caso, el derecho a escoger cómo gastar tu
dinero y el derecho a no ser sometido a coacción perjudicial- los cuales no son
negados o anulados por el mero hecho de que una decisión para violar tus derechos
ha sido precedida por un justo y razonado proceso deliberativo. La justicia del
proceso no habilita a alguien para inhabilitar todo derecho o restricción ética. Del
mismo modo, es dudoso cómo el tipo de deliberación que Cohen describe, aunque
fuera realmente a ocurrir, conferiría legitimidad al Estado. Los individuos tiene un
derecho prima facie preexistente a no ser coaccionados. La deliberación, por muy
justa y razonada que sea, no elimina por sí sola este derecho. Por supuesto que se
pueden dar razones para anular los derechos prima facie de los individuos, y tales
razones pueden formar parte de un proceso deliberativo. Pero el proceso deliberativo
no constituye una razón en sí misma para suspender los derechos prima facie de los
individuos.
4.4 Conclusión
En términos relativos, la democracia es admirable. En grandes y obvias formas, es
superior a todas las otras formas de gobierno. 33 Pero no soluciona el problema de la
autoridad política. El hecho que una mayoría de persona favorece alguna normal no
justifica imponer esa norma a través de la fuerza a aquellos que están en desacuerdo
ni castigar coercitivamente aquellos que desobedecen la norma. Hacer esto es,
típicamente, no respetar a los que disienten y tratarlos como inferiores. La cuestión
no es alteradas si uno añade que la mayoría ha deliberado de cierta forma antes de
decidir imponer la norma.
La necesidad de respetar los juicios de otros miembros de la sociedad de uno no
genera obligaciones políticas generales en los países democráticos, por al menos dos
razones: primero, porque muchas personas saben que tienen una mejor opinión con
respecto a muchas cuestiones prácticas que la mayoría de ciudadanos; segundo,
porque la obligación de respetar los juicios de otros no tiene fuerza suficiente como
para anular los derechos individuales, como el derecho de un individuo de controlar
su propiedad.
La obligación de contribuir a la igual promoción de los intereses, similarmente,
fracase en establecer obligaciones políticas. Entre muchas otras cosas, no está claro
en qué sentido la igualdad democrática es la única concepción pública de igualdad
realizable, y no está claro cómo la obediencia a leyes democráticas constituye dar
soporte significativo para las instituciones democráticas. Però incluso si la obediencia
a las leyes democráticas constitiuyera soporte significativo para la igualdad, derivar
obligaciones políticas de este hecho seguiría requiriendo postular un deber muy
exigente de promover la igualdad. Este deber muy probablemente implicaría
demandas absurdas, requiriendo a uno mismo que virtualmente dedicara su vida a
promover la igualdad. Al final, la autorización democrática no puede justificar ni la
obligación de obedecer la ley ni el derecho a imponer la ley por la fuerza a los
disidentes.
Notas
1. Cohen 2002; Habermas 2002
2. Véase Cohen 2002, 92-3, para una descripción más completa acerca de estas
condiciones.
3. Cohen 2002, 91
4. Cohen 2002, 92. La ‘primera condición’ de Cohen consta de dos partes. La primera
es la descrita en el texto. La segunda es que ‘los participantes suponen que pueden
actuar desde los resultados [de su deliberación].’ Esta parte parece incuestionable.
5. Cohen 2002, 93 (énfasis en el original). La cita de Habermas es de Habermas 1975,
108. La cita de Habermas sugiere que las partes en una deliberación ideal no solo
creen sino que correctamente creen que solo las razones expuestas determinarán el
sino de sus propuestas.
6. Cohen 2002, 95.
7. Carney (2006) documenta numerosos casos. El punto principal aquí es que, no que
los votantes individuales sean egoístas, sino que grupos de interés egoístas especiales
influencian a los votantes.
8. Cohen 2002, 93.
9. Cohen 2002, 93 (énfasis en el original)
10. Cohen 2002, 92
11. Cohen 2002, 92 (énfasis añadido). Comparar Habermas 1979, 186-7.
12. Habermas 1979, 186.
13. Wolff (1998, 29-34) plantea problemas especiales para la legitimidad de la
democracia representativa. Christiano (2008, 105-6) argumenta que la democracia
representativa es en general superior a la democracia directa. No obstante, no creo
que dudase que las leyes creadas mediante referéndum son legítimas.
14. Christiano 2008
15. Véase Christiano 2008, cap. 7, para un debate sobre los límites de la autoridad
democrática.
16. Para la premisa (1a), véase Christiano 2008, 20. Para (1b), véase Christiano 2008,
17-18. Por brevedad, omito el debate sobre a qué equivale el mismo status moral. El
teórico de la democracia puede que reconozca calificaciones para la premisa (1b).
Quizás, por ejemplo, los niños y dementes tienen un status distinto al de los adultos
normales, de tal modo que no necesariamente hemos de otorgarles derechos de igual
participación democrática.
17. Christiano (2008, 31) escribe, ‘la justicia tal como la he descrito no suele
normalmente imponer requisitos directamente sobre cada individuo.’ Pero el
argumento para la obligación política requiere que la justicia imponga requisitos
sobre los individuos.
18. Christiano 2008, 98-9, 250.
19. Christiano 2008, 249. He insertado la premisa (2f) como lo requiere la validez del
argumento, aunque Christiano no lo pone explícitamente.
20. Sospecho que esta sugerencia es la más cercana a los que Christiano tiene en
mente cuando afirma que, ‘Imponemos estándares impersonales de manera justa a las
instituciones que no nos imponemos completamente a nosotros mismos como
individuos’ (2008, 31; énfasis añadido).
21. El IRS estima que más de 300 billones de dólares en concepto de impuestos son
evadidos anualmente por el 16% de contribuyentes que estafan (Departamento del
Tesoro de EEUU 2009,2).
22. Christiano 2008, 249.
23. Christiano 2008, 47
24. La interpretación estricta es sugerida por la observación inicial de Christiano que
se debe ver que se hace justicia, pero otras observaciones aclarecen que tiene como
intención hacer referencia a la interpretación débil, ‘ [La] publicidad débil requiere
sólo que las personas sean capaces de ver que son tratadas de acuerdo con lo que de
hecho son los principios de justicia correctos.’ (2008, 52; énfasis añadido). Compare
47: ‘[La publicidad] demanda que los principios de justicia social deben ser unos que
las personas pueden, en principio, observar si se encuentran en efecto o no.’ Analizo
el principio estricto en el texto simplemente para hacer el argumento más completo.
25. Ver La República de Platón 1974, Oakeshott 1962, 23-6; Caplan 2006; Brennan
2011.
26. Este no tiene porqué ser el caso. Uno puede pensar que los votantes o los
legisladores que hicieron la ley, no porque estuvieran equivocados en creer que era
justa, sino porqué correctamente creyeron que la ley sería a sus propios intereses, o
por alguna otra razón compatible con el hecho de que la ley es injusta. Dejo a un lado
estos casos, considerando solo el caso más favorable al que avanza el Argumento
desde la Igualdad.
27. Ver Delli Caprini y Keeter 1996, CApítulo 2, Caplan 2007b, Capítulo1.
28. En los Estados Unidos de América, ligeramente por encima de la mitad de todos
los impuestos federales recaudados provienen del 10% más rico de contribuyentes
(los catedráticos de la sociedad, por así decirlo). El 20% más pobre (los estudiantes
de postgrado de la sociedad) pagan menos del 1% de todos los impuestos federales y
incluso tienen un tipo impositivo sobre su renta negativo (U.S. Congressional Budget
Office 2009).
29. Christiano 2008, 97; Estlund 2008, 8.
30. Christian 2004, 287.
31. Locke (1980, secciones 7-12) propuso que todos los individuos en el estado de
naturaleza tienen el derecho a castigar a aquellos que transgredan el derecho natural
En la sección 11 parece permitir que incluso en la sociedad civil, las víctimas de un
crimen, a través de su propia iniciativa, asegurar compensación del criminal si el
Estado fracasa en esta tarea, y en las sección 20, nos dice que cuando el Estado
fracasa en asegurar la compensación del criminal a través de ‘una perversión
manifiesta de la justicia’, entonces el individuo puede tomarse la justicia por su
propia mano.
32. Como Christiano nos dice, ‘cada ciudadano tiene un deber de ayudar a producir
instituciones democráticas’ (2008, 249).
33. Ver Sen 1999, capítulo 6
5
Consecuencialismo y Equidad
5.3 Equidad
NOTA DEL TRADUCTOR: Una de las obras de Rawls tiene por nombre ‘Justice as
Fairness’ que ha sido traducido al castellano como ‘Justicia como equidad’ y la
traducción común al castellano de fairness es justicia, cuando realmente hacen
referencia a conceptos diferentes, por lo que se usará en esta traducción, según lo
que se crea más apropiado, ‘justicia’ o ‘equidad’ a discreción del traductor. Esto
aplica a toda la traducción, pero en este apartado esto es especialmente
problemático.
Christopher Wellman ofrece un ejemplo con una lección similar. 18 Amy tiene una
emergencia médica y necesita ser llevada al hospital inmediatamente. Beth sabe esto
pero no tiene un vehículo con el que transportar a Amy. Es por esto que
temporalmente le roba el coche a Cathy para llevar a Amy al hospital. Esta acción
viola los derechos de propiedad de Cathy. Aún así, el acto es permisible, provisto que
no haya otras formas de rescatar a Amy sin por lo menos cometer violaciones de
derechos de igual seriedad.
Estos ejemplos sugieren el siguiente principio: es permisible coaccionar una persona
o violar sus derechos de propiedad, provisto que hacerlo es necesario para prevenir
que ocurra algo mucho peor.
Es por esto que puede que el Estado esté justificado a coaccionar a personas y
confiscar su propiedad a través de impuestos, ya que hacerlo es necesario para
prevenir el colapso de la sociedad. Si el Estado no impusiera coercitivamente la ley,
demasiadas personas violarían la ley, y si el Estado no recaudase impuestos
coercitivamente, el Estado no podría proveer beneficios cruciales descritos
anteriormente en la Sección 5.1.2.
5.4.3 Supremacía
La autoridad del Estado se supone que es suprema, en el sentido que nadie más tiene
el derecho a coaccionar individuos de la forma en la que lo hace el Estado. Esto,
también, es difícil de justificar.
Modificando el escenario del bote salvavidas una vez más, suponga que en el bote
hay dos pasajeros armados, Gumby y Pokey, cada uno de ellos reconoce que se debe
sacar agua del bote, y cualquiera de ellos estaría justificado en tomar las medidas
necesarias para que así sea. Pero Gumby es más rápido en actuar: desenfunda su
pistola y fuerza al resto de pasajeros a sacar agua del bote. Llegados a este punto,
¿adquiere Gumby algún tipo de supremacía?
No, no lo hace. Si Pokey se diera cuenta de algún otro desastre inminente que solo
puede ser evitado mediante la coacción, él estaría justificado en utilizar coacción para
evitarlo. Esto sería verdad si Gumbly nunca se hubiera encontrado en el bote, y sigue
siendo cierto después que Gumby haya usado coacción para evitar que el bote se
hundiera. El acto inicial de Gumbly no impide la coacción justificada por los demás,
ni reduce el rango de circunstancias en las que otros puedan usar coacción, de forma
que en un futuro le sea más fácil a Gumby que a cualquier otro en el bote estar
justificado en usar coacción. Pokey tampoco estaría barrado en tomar acciones
coercitivas para imponer el arreglo de sacar agua del bote si la imposición de Gumby
fuera inadecuada.
Antes del acto coercitivo de Gumby, sería cierto que Pokey podría de forma
permisible usar fuerza en contra de Gumby, si fuera necesario para prevenir que
Gumly cometa serias violaciones de los derechos de otros o para prevenir que ocurra
algo muy malo. Después del acto coercitivo de Gumby esto sigue siendo cierto. El
mero hecho que Gumby fuera el primero a usar coacción para salvar el bote no lo
hace inmune de ser coaccionado en circunstancias en las que normalmente sería
permisible coaccionar a alguien. Por ejemplo, si, después de salvar el bote salvavidas,
Gumby trata de robar a los pasajeros, Pokey estaría justificado en hacer uso de la
fuerza para defender el resto de pasajeros.
Parece, entonces, que el Estado no tiene, por razones consecuencialistas, autoridad
suprema. Otros agentes pueden usar fuerza para lograr los objetivos que el Estado
estaría justificado en usar fuerza para lograr, en el caso de que los esfuerzos del
Estado sean inadecuados. Por ejemplo, si el Estado fracasa en proveer de protección
adecuada contra el crimen, no hay ninguna razón obvia por la cual agentes privados
no deberían poder proveer de seguridad usando los mismos métodos que el Estado
debería poder usar (de nuevo, en las mismas circunstancias en las que el Estado
debería hacer uso de la fuerza). Y los agentes privados deberían poder hacer uso de la
fuerza en contra del Estado cuando es necesario para prevenir que el Estado cometa
serias violaciones de derechos o prevenir que pase algo muy malo.
¿Cuando puede uno hacer uso de la fuerza en contra de otros? Es plausible mantener
que individuos y organizaciones privadas están justificados en hacer uso de la fuerza
sólo cuando
i) tienen una fuerte justificación para creer que el plan que van a intentar implementar
es correcto (por ejemplo, que produciría los beneficios previstos y que estos
beneficios serían enormes en comparación con la seriedad de las violaciones de
derechos necesarias para implementar el plan);
ii) tiene una fuerte justificación para creer que su uso de la fuerza sería exitoso en
causar que su plan sea implementado; y
iii) no hay alternativas disponibles para conseguir los beneficios sin, como mínimo,
violaciones de derechos igual de serias.
En realidad, estas condiciones son muy estrictas y raramente se dan. Es plausible
pensar que la mayoría de vigilantes clandestinos violan la condición (i) y que la gran
mayoría de rebeldes o terroristas tanto (i) como (ii). Así que no deberíamos aprobar
de la gran mayoría de actos actuales de justicia vigilante o terrorismo.
Aún así, la conclusión es un rechazo de la supremacía de la autoridad gubernamental,
ya que las razones mencionadas en el anterior parágrafo aplican por igual a los
agentes gubernamentales. El Estado también debe tener una fuerte justificación para
creer que cada una de sus planes implementados coercitivamente es correcto, que su
uso de la coacción será exitoso, y que no hay mejores alternativas. Si uno se basa en
la justificación consecuencialista de la legitimidad del tipo que ha sido analizada,
aparentemente no hay forma de escapar esta conclusión. Así que no está claro en qué
sentido el Estado tiene autoridad suprema; puede coaccionar a individuos en las
mismas circunstancias, por el mismo tipo de razones, bajo las cuales los agentes
privados pueden coaccionar a individuos. Y al igual que la mayoría de actos de
justicia clandestina y actos terroristas no están justificados, creo que es plausible
pensar que la gran mayoría de acciones estatales violan una o más condiciones para la
coacción justificada.
5.5 Conclusión
Los argumentos desde el juego limpio y consecuencialistas son los que más se
acercan a justificar la autoridad política. Aún así, no pueden fundamentar la autoridad
independiente del contenido, amplia y suprema para el Estado. El Estado tiene el
derecho, como mucho, de coactivamente imponer políticas correctas y justas para
prevenir daños muy serios.24 Nadie tiene el derecho a coercitivamente imponer
políticas contraproducentes o inútiles ni de imponer políticas cuyo propósito son
objetivos de menor importancia. El Estado puede estar justificado en recaudar
impuestos, en administrar un sistema de policía y justicia, y proveer de defensa
militar. En hacerlo, el Estado y sus agentes sólo deben tomar los mínimos recursos y
emplear la mínima coacción. El Estado no debe proseguir a imponer coercitivamente
leyes paternalistas o moralistas, políticas motivadas para la extracción de rentas, o
políticas dirigidas a promover bienes innecesarios, como el soporte al arte o a un
programa espacial.
Notas
1. Estos argumentos no asumen el consecuencialismo, en el sentido de la justícia de
una acción es solamente determinada por sus buenas o malas consecuencias.
2. Hobbes 1996, capítulo 13. Locke (1980, capítulos y 9) ofrece una evaluación
menos horrenda pero aún encuentra ‘grandes inconvenientes’ al estado de naturaleza.
3. Buchanan 2002, 703-5.
4. Christiano 2008, 53-5, 237-8; Wellman 2005, 6-7. Christiano afirma que el estado
‘establece justicia’ al proveer de estas normas uniformes.
5. Ver Rawls (1999, 295) sobre del deber de justicia y Wellman (2005, 30-2) sobre el
deber de socorro. Ninguno de estos pensadores tiene una postura generalmente
consecuencialista. Rawls apela a lo que las partes en la posición original aceptarían, y
Wellman (2005, 33) termina apelando a un principio de equidad no consecuencialista.
6. El ejemplo es de Singer (1993, 229).
7. Rand 1964, 49; Narveson 1993, capítulo 7.
8. Hume 1987, 480.
9. Wellman 2005, 17-19.
10. Brandt 1992, capítulo 7.
11. Hart 1995, 185-6, Rawls 1964, Klosko 2005.
12. Algunos filósofos sostienen que uno solo tiene una obligación de justicia a asistir
en un arreglo cooperativo solo si uno libremente acepta los beneficios del arreglo
(Rawls 1964, 10; Simmons 1979, 108-7, 2001, 30-1). El ejemplo de sacar agua del
bote sugiere que la libre aceptación no es necesaria.
13. Estadísticas recientes sobre el encarcelamiento de delincuentes por temas de
drogas en prisiones estatales y federales son del Departamento de Justicia de EE.UU
2010b, 37-8. Las estadísticas más recientes sobre los delincuentes por temas
relacionados con las drogas en cárceles locales es del Departamento de Justícia de los
EE.UU 2004, 1, que informa que un 24,7% de los presos en 2002 eran delincuentes
por temas relacionados con las drogas. Las clasificaciones están basadas en el delito o
crimen más serio por el que el preso fue encarcelado.
14. Esta estimación está basada sobre la premisa que el 24,7% de los presos en
cárceles locales son delincuentes por cuestiones relacionadas con las drogas
(Departamento de Justicia de los EE.UU 2004, 1), junto con la población carcelaria
de 2008 según el Departamento de Justicia de los EE.UU 2009. Las estadísticas para
las prisiones estatales y locales son del Departamento de Justicia de los EE.UU
(2010a, 37-8). El número total de presos de en todo tipo de cargos, incluyendo
instituciones estatales, locales y federales, es alrededor de 2.3 millones.
15. Alguien podría argumentar que para proveer seguridad de forma efectiva, el
Estado debe tener cierto grado de deferencia de sus ciudadanos – los ciudadanos
deberían estar de acuerdo con no juzgar cada ley individualmente por ellos mismos –
y esto es parte del coste de la seguridad. Analizo esta idea en la Sección 7.5.
16. En contraste a la postura de los defensores de la autoridad política, como Rawls
(1964, 5): ‘Es, por supuesto, una situación familiar en una democracia constitucional
que una persona se encuentra moralmente obligado a obedecer una ley injusta’
17. Ver http://www.givewell.org/ para una evaluación de caridades, incluyendo una
lista de las caridades más efectivas.
18. Wellman 2005, 21.
19. Sobre bienes indispensables, ver Klosko 2005, 7-8.
20. En el sentido económico del término, un bien público es un bien con dos
características: (1) es no rival, significando que el consumo de otra persona del bien
no detrae del bien a otros; (2) no es excluible, significando de que si es proveído, es
imposible o muy costoso controlar quien lo recibe.
21. Estas políticas en parte son paternalistas en su motivación cuando hacen algo que
no sea transferencias de efectivo. Por ejemplo, cuando el Estado hace ciertos recursos
disponibles para ciudadanos indigentes con la restricción de que sólo sean destinados
a la formación, esto es en parte redistributivo y en parte paternalista.
22. Ver Huemer 2010b sobre política migratoria, especialmente 460-1, sobre las
motivaciones de las políticas migratorias.
23. Para ser explícito, hay una lista de políticas gubernamentales análogas a tus
acciones en la historia: Evitar que un pasajero coma patatas fritas: leyes en contra de
las drogas y otras leyes paternalistas. Evitar el juego de cartas: leyes en contra del
juego y otras leyes moralistas. Confiscar joyería: programas de asistencia sociales y
otros programas de redistribución de riqueza. Recaudar dinero para Sally: subsidios,
contratos sin licitación y otras políticas motivadas por la extracción de rentas.
Amenazar con disparar a otros pasajeros que hagan lo mismo: prohibición de los
justicieros y la prohibición de crear un gobierno que compita con este. Confiscar
propiedad para hacer una escultura: el soporte del Estado a las artes. Lanzar a un
pasajero por la borda: restricciones migratorias y deportación de inmigrantes ilegales.
24. El Estado incluso no va a tener este derecho si, como se argumenta en la Parte II,
el Estado no es necesario para la provisión de ningún bien vital
6
La psicología de la autoridad
La arquitectura también puede ser usada para simbolizar poder y autoridad. La Figura
6.1. muestra el edificio del capitolio de Colorado, que es común de los edificios de
capitolio de los Estados Unidos. La arquitectura es mayoritariamente de estilo
tradicional, con anchas columnas delante. Estas columnas no necesitan aguantar
nada; existen para el efecto estético y emocional, muy probablemente para dar al
edificio una apariencia sólida y tradicional. En frente del edificio hay una estatua de
un soldado, recordando a los visitantes de aquellos que han luchado por el Estado. A
la derecha y izquierda hay cañones (no funcionales), simbolizando el poderío militar
del Estado. El edificio se encuentra en una colina de forma que los visitantes miran
arriba hacia el edificio mientras se aproximan a este y deben subir una serie de
peldaños para llegar a su puerta. Las puertas son de un tamaño mucho mayor que un
ser humano, y una vez dentro, el visitante se encuentra con techos abovedados tres o
cuatro veces más altos que el típico ser humano. En Denver hay edificios mucho más
grandes que el capitolio pero puede que ninguno sea tan exitoso en hacer sentir
pequeño al visitante. Todo esto enfatiza el poder del Estado y crea cierta disposición
hacia la sumisión respetuosa por parte del visitante.
Cierto es que, este parágrafo ha sido tomada de una parte de la ley con una particular
reputación de incompresibilidad, el Código Tributario. Aquí tenemos una ley más
comprensible:
Ninguna persona deberá situar, usar, dejar, almacenar o mantener ningún
mobiliario tapizado no fabricado para uso de exteriores, incluyendo, sin
limitación, sillas tapizadas, sofás tapizados, y colchones, en cualquier de
las áreas situadas el los siguientes lugares:
Los escritos de abogados, jueces y legisladores son tan distintivos que comúnmente
se les refiere como ‘jerga legal’, como si fuera un lenguaje propio. Este lenguaje tiene
un tono distintivo que es altamente formal, desapasionado y técnico. Las frases son
largas y abstractas, con múltiples cláusulas. En el anterior ejemplo del Código
Tributario, la frase tiene 69 palabras (como comparación, la frase media de un libro
contiene 21 palabras). Hay frecuentes referencias cruzadas a otras leyes.
Comúnmente hay disyunciones y conjunciones largas y aparentemente redundantes,
como ‘cualquier porche, cubierto o descubierto’, ‘debido proceso’, y ‘intereses a
largo plazo’. Palabras corrientes son usadas de forma técnica, como con
‘consideración’ o ‘descubrimiento’. Se preservan usos arcaicos, como en el uso de
‘tal’ en ‘tal transferencia’, o términos como ‘consabido’ y ‘adjunto’. El vocabulario
técnico frecuentemente se basa en el Latín y otras lenguas extranjeras, como con los
términos mens rea, certiorari, y en banc.
¿Cual es el efecto de esta forma peculiar de hablar y escribir? Primero y ante todo, las
leyes y documentos legales son frecuentemente incomprensibles para las gentes
comunes. Nuestra inhabilidad para comprender la ley nos hace reticentes a
cuestionarla, mientras que su misma incomprensión confiere una aire de sofisticación
y superioridad tanto a la ley como a los legisladores. Las personas tienden a sentir
respeto para aquellas cosas que no pueden comprender, al igual que las personas que
tratan con tales cosas. Este tipo de respeto es importante si uno está intentando
convencer a otros que accedan a su dominio.
Otro efecto del lenguaje legal es distanciar emocionalmente el autor, tanto del sujeto
en cuestión como de su audiencia. El autor puede desear distanciarse de la audiencia
para mantener una sensación de superioridad. El autor también puede desear
distanciarse emocionalmente del sujeto en cuestión, ya que la cuestión entre manos,
en lenguaje legal, involucra órdenes de agentes del Estado hacia otros seres humanos,
respaldadas por amenazas de violencia contra aquellos que desobedezcan.
Normalmente, ordenar que se haga daño, por la fuerza, a otras personas sería un
trabajo estresante (independientemente de si las víctimas se merecen ser lastimadas).
El lenguaje técnico y abstracto ayuda a la audiencia y al autor olvidar que esto es lo
que está ocurriendo, y filtra el impacto emocional de emitir amenazas coercitivas
contra otras personas.
Un uso del lenguaje similar es comúnmente usado por terroristas dedicados a diseñar
recomendaciones y justificación para el ejercicio de poder. Los filósofos políticos
contemporáneos más respetados comúnmente utilizan lenguaje que recuerda a la
jerga legal. Considere un parágrafo representativo del pensador político más célebre
de nuestros tiempos, John Rawls:
Deseo comentar ahora la segunda parte del segundo principio, que de ahora
en adelante llamaremos el principio liberal de la justa igualdad de
oportunidades. No se le debe confundir con la noción de los puestos
abiertos a las capacidades; tampoco ha de olvidarse que puesto que está
vinculado al principio de diferencia, sus consecuencias serán muy distintas
de las de la interpretación liberal de los dos principios tomados en
conjunto. En particular, trataré de mostrar más adelante (§ 17) que este
principio no está sujeto a la objeción que conduce a una sociedad
meritocrática. Deseo considerar aquí algunas otras cuestiones, en especial
su relación con la idea de la justicia puramente procesal.32
Algunos han sugerido que las víctimas regresan a un estado infantil, con el captor
sirviendo de figura paterna.40
6.6.2 ¿Por qué ocurre el síndrome de Estocolmo?
Hay pocos estudios académicos de fenómeno, en parte porqué los psicólogos no
pueden crearlo en el laboratorio, y las explicaciones teóricas son especulativas. Pero
una plausible explicación adscribe al síndrome a un mecanismo de defensa
inconsciente. Cuando uno se encuentra completamente bajo control de una persona
peligrosa, la supervivencia de uno puede depender en desarrollar características
agradables para el captor. Esto incluye la dependencia sumisa, tanto como
sentimientos de simpatía y cariño hacia el captor. Las víctimas no escogen
conscientemente adoptar esas características, ni pretenden adoptarlas. Simplemente
se encuentran teniendo esas emociones y actitudes.41 Si este es un mecanismo de
supervivencia, hay evidencia de que es efectivo: después de su arresto, uno de los
ladrones de Estocolmo relató que no pudo matar ninguno de los rehenes a causa del
vínculo emocional que había formado con ellos.42 Para esta razón, el FBI anima el
desarrollo del síndrome de Estocolmo en tomas de rehenes.43
La existencia de este mecanismo de defensa puede ser explicado en términos
evolutivos: durante la historia de las especies, ha sido común por una persona o grupo
concentrar una gran cantidad de poder sobre los demás. Aquellos que enojaban al
grupo o persona poderosa era más probable que les mataran o sinó lastimaran.
Aquellos que complacían a los poderosos tenían más posibilidades de sobrevivir y
prosperar bajo el favor de los poderosos. Es plausible suponer que características del
tipo de las del síndromes de Estocolmo serían complacientes para los poderosos.
Entonces, la evolución podría haber seleccionado para una tendencia a desarrollar
esas características en las circunstancias apropiadas.
6.6.3 ¿Cuando ocurre el síndrome de Estocolmo?
Podemos explicar en términos de la anterior teoría las condiciones bajo las cuales es
más probable desarrollar el síndrome de Estocolmo. Estas condiciones incluyen las
siguientes.44:
1. El agresor posa una amenaza creíble y seria para la víctima. Es esta situación
que hace algún mecanismo de defensa necesario. El síndrome de Estocolmo
involucra cambios extremos en las actitudes de la víctima, que tienen serios
potenciales costes (por ejemplo, uno puede terminar uniéndose a los planes
terroristas del agresor). Por lo tanto, deberíamos esperar que esos cambios sólo
ocurren cuando hay una seria amenaza.45
2. La víctima se percibe a sí misma como incapaz de huir. Las víctimas que
pudieran escapar preferirían esa opción por encima de establecer lazos
afectivos con el agresor.
3. La víctima no es capaz de imponerse al agresor o defenderse efectivamente del
agresor. Si uno tiene la opción de neutralizar el poder del agresor, esto sería
claramente preferible a establecer lazos afectivos con el agresor.
4. La víctima perciba alguna muestra de aprecio por parte del agresor, incluso si
sólo se manifiesta en una ausencia de abuso. Esta es la circunstancia que hace
que la estrategia de establecer lazos afectivos con el agresor podría ser exitosa.
Los agresores que son puramente abusivos no es probable que sean
‘conquistados’ si la víctima desarrolla afecto por ellos.
5. La víctima está aislada del mundo exterior. Cuando una persona o grupo de
personas son mantenidas cautivas por un agresor, los forasteros típicamente
tendrán una imagen muy negativa del agresor. En cualquier comunicación con
las víctimas, los forasteros es probable que expresen pensamientos y
sentimientos negativos sobre el agresor. El síndrome de Estocolmo es, por lo
tanto, más probable que se desarrolle en ausencia cuando ese tipo de influencia
contraria.
Aunque el término ‘síndrome de Estocolmo’ apareciera en el contexto de situaciones
involucrando la toma de rehenes o el secuestro, las condiciones listadas más arriba
pueden darse en una variedad de casos. En cualquier situación en la que esas
condiciones se den, podemos esperar encontrar fenómenos similares involucrando la
identificación con el agresor por parte de la víctima. En consecuencia, los síntomas
del tipo del síndrome de Estocolmo han sido observado en una variedad de grupos,
incluyendo campos de concentración, miembros de sectas, civiles el prisiones
comunistas Chinas, prostitutas atadas a proxenetas, víctimas de incesto, mujeres
maltratadas, prisioneros de guerra y víctimas de abuso infantil.46
6.6.4 ¿Los ciudadanos corrientes son propensos al síndrome de Estocolmo?
¿Son los ciudadanos de gobiernos bien establecidos susceptibles al síndrome de
Estocolmo? Considere las siguientes cinco condiciones:
1. El agresor posa una amenaza creíble y seria para la víctima. Todos los
gobiernos modernos controlan sus poblaciones a través de amenazas de
violencia. En algunos casos, su capacidad para la violencia es asombrosa. El
gobierno de EE.UU, por ejemplo, posee suficientes armas para matar a todas
las personas en el mundo. A menor escala, los gobiernos tienen un aparato de
encarcelamiento de individuos para largos periodos de tiempo, y hacen uso de
este aparato de forma regular. Para aquellos que resisten su captura, los
gobiernos tienen herramientas de uso de la fuerza física impresionantes y hasta
incluir la fuerza letal.
2. La víctima se percibe a sí misma como incapaz de huir. Escapar del gobierno
bajo el que uno se encuentra tiende a ser difícil y costoso, comúnmente
requiere abandonar la familia y amigos de uno, el trabajo, y la sociedad entera
en la que se encuentra. Incluso para aquellos dispuestos a tolerar tales costes,
sólo pasarán a ser sujetos a otro gobierno. Escapar del gobierno en general, es
virtualmente imposible.
3. La víctima no es capaz de imponerse al agresor o defenderse efectivamente del
agresor. Es virtualmente imposible que ningún individuo se defienda
efectivamente contra la mayoría de gobiernos modernos, para no hablar de
vencerlos.
4. La víctima perciba alguna muestra de aprecio por parte del agresor, incluso si
sólo se manifiesta en una ausencia de abuso. La mayoría de ciudadanos
perciben sus gobiernos como beneficiosos dados los servicios sociales que
provee. Algunos sienten que su gobierno es bueno ya que no abusa de su poder
tanto como otros gobiernos lo han hecho a lo largo de la historia.
5. La víctima está aislada del mundo exterior. En el caso de ciudadanos de la
nación-estado moderno, puede que el ‘mundo exterior’ consista de países
extranjeros. La gran mayoría de personas, en particular democracias liberales
avanzadas, tienen acceso a perspectivas del mundo exterior en este sentido, si
deciden consultarlas. Aún así, hay dos razones por las cuales este hecho puede
fracasar en prevenir el desarrollo del síndrome de Estocolmo. Primero, nuestro
uso actual de esas perspectivas externas es limitada. La gran mayoría de
personas obtienen la gran mayoría de información de fuentes de dentro de su
propio país. Segundo, las fuentes externas se encuentran en situaciones
similares. Es como si los rehenes tuvieran acceso sólo a ‘perspectivas externas’
de rehenes y secuestradores de otros lugares. En esta situación, no està claro
que el acceso a estas perspectivas retrasaría el desarrollo del síndrome de
Estocolmo.
Los precursores generales para el desarrollo del síndrome de Estocolmo, entonces, se
satisfacen razonablemente bien en el caso de los ciudadanos de Estados modernos. Es
por esto que no es sorprendente encontrar que los ciudadanos tienden a identificarse
con sus gobiernos, adoptar las perspectivas de sus gobiernos, y desarrollar lazos
emocionales (comúnmente considerados ‘patriotismo’) hacia sus gobiernos.47 Tal y
como las víctimas de Estocolmo tendía a negar o minimizar los actos de coacción de
sus captores, muchos ciudadanos tienden a negar o minimizar la coacción de su
gobierno. Casi todos los teóricos que consideran de algún modo esta cuestión, están
de acuerdo que el gobierno es una institución coercitiva 48, pero aún así las
discusiones sobre políticas raramente abordan la justificación del uso de la fuerza
para imponer esas políticas. No es que fracasemos en general en adscribir significado
moral a la coacción; si las decisiones de una agente no gubernamental fueran el foco
de la discusión, entonces, la cuestión de la justificación de la violencia sería el tema
principal. Pero la realidad o bien el significado moral de la coacción se desvanece de
nuestra vista cuando el agente involucrado es el Estado. Las actitudes diferenciadas
pueden extenderse hasta la aceptación de la imagen del Estado como que tiene un
derecho único la obediencia forzada y es capaz de crear obligaciones morales con
simplemente emitir órdenes. Dadas las dinámicas del síndrome de Estocolmo, el
poder tiene una tendencia autolegitimarse: una vez está suficientemente arraigado, el
poder es percibido como autoridad.
Aquellos que aceptan la legitimidad del gobierno pueden encontrarse que es difícil de
creer que están bajo la influencia de algo como el síndrome de Estocolmo, ya que el
concepto es típicamente aplicado a situaciones en las que el agresor es socialmente
condenado – secuestradores, ladrones de bancos, cónyuges violentos y demás. Todos
estos tipos de agresiones son malas, y la mayoría de personas ven sus gobiernos
como buenos; por ende, el concepto del síndrome de Estocolmo no puede aplicar a
nuestros sentimientos hacia el gobierno, ¿o puede?
Por supuesto, esta reacción puede ser en sí misma un producto del síndrome.
Afortunadamente, no necesitamos decidir en primer lugar si el gobierno es bueno o si
su coacción justificaba decidir sobre si el concepto del síndrome de Estocolmo aplica.
Los precursores para el desarrollo del síndrome identificados en la Sección 6.6.3,
tanto como los síntomas del síndrome descritos en la Sección 6.6.1, son amorales,
condiciones fácticas. La maldad del agresor o lo injustificable que sea su coacción no
se encuentra en ellas. Y los ciudadanos de los Estados modernos de hecho tienden a
satisfacer estas condiciones descriptivas. Esto es observable independientemente de si
el gobierno, en última instancia, tiene justificación de su existencia o no.
Notas
1. Honoré (1981, 42-4) expresa esta preocupación respecto el anarquismo filosófico
de Simmons, una doctrina más moderada que la mía.
2. Por esta razón, DeLue (1989, 1) alerta que la aceptación generalizada del
anarquismo filosófico ‘sería una tragedia para los regímenes liberales’.
3. Ver Crito en 50d en Platón 2000, y Hume 1987, 480. Ambos filósofos parecen
estar preocupados por qué incluso una pequeña cantidad de desobediencia, puede que
incluso un solo acto de desobediencia, lleve a este resultado
4. Klosko 1992, 42 desarrolla este punto más extensamente en su 2005, capítulo 9.
5. Hume 1992, sección III.ii.9, 552. Hume utiliza esta premisa para rechazar la teoría
del contrato social, que en esos tiempos tenía poca recepción entre el público. Esta
fuerte tesis de la infalibilidad moral podría ser explicada por su metaética antirealista
(1992, Sección III.i.1-2).
6. Lindberg 1992, 58; Russell 1991. En el siglo cuarto a.C., Aristotil analiza los
argumentos que establecen la Tierra es esférica (De Caelo, 297a9-297b20), y en el
siglo tercero a.C., Eratóstenes provee una explicación razonable de porqué la Tierra
es redonda.
7. Ver Stove (1995, 58-62) sobre ‘El argumento de Colón’ para mayor análisis.
8. Ver la introducción de McLean y Hewitt a Condorcet 1994 (35-6). Condorcet se
da cuenta que cuando asumimos que los individuos son de fiar en un 80% y la
mayoría sobrepasa la minoría por solo nueve personas, la probabilidad de que la
mayoría esté en lo correcto excede el 99,99%. El Teorema del Juzgado puede ser
engañoso, ya que la premisa de la independencia probabilística raramente se cumple.
Aún así, se puede hacer una afirmación cualitativa más general; a saber, que la
convergencia de fuentes de información sobre una proposición probabilística da
soporte a la proposición, en mayor grado que una sola fuente de información,
provisto que (i) cada fuente es más fiable que una conjetura al azar, (ii) que ninguna
fuente es completamente dependiente en la otra, y (iii) una fuente no es más probable
que esté de acuerdo con otra si la otra fuente es incorrecta que si está equivocada. Es
muy plausible que estas condiciones comúnmente se cumplan cuando las fuentes son
individuos particulares.
9. La explicación que sigue en el texto se basa en Milgram 2009. Adicionalmente a la
versión que describo en el texto (‘Experimento 5’), Milgram detalla muchas otras
interesantes variaciones en el experimento.
10. Milgram 2009, 27-31.
11. Milgram 2009, 195-6.
12. Arendt 1964, 24-5, 135-7, 148-9.
13. Wallace y Meadlo 1969; Kelman y Hamilton 1989, 10-11.
14. Kelman y Hamilton 1989, 6.
15. Ver Festinger y Carlsmith 1959 por una defensa magistral de la teoría. Sobre la
importancia en particular de la propia imagen, ver Aronson 1999; Aronson et al.
1999.
16. Festinger y Carlsmith 1959.
17. La grande diferencia en actitud era entre el grupo Control y el grupo Un Dólar
sobre la cuestión de su disposición a participar en un experimento similar otra vez.
Esta diferencia era de alrededor de 1.8 puntos en una escala de 10.
18. Esto era un dólar de 1950; el equivalente hoy sería alrededor de 8$. La razón por
la que los sujetos mintieron probablemente fuera por deferencia a los
experimentadores, pero los sujetos no sabían esto.
19. Aronson y Mills 1959.
20. Las puntuaciones de la discusión en la condición Dura eran un 19% mayor que en
la condición Leve y un 22% mayor que en la condición de Control (Aronson y Mills
1959, 179).
21. Ver Brehm 1956.
22. Podría ser aún más satisfactorio creer que la obediencia al Estado es
suprerogatoria en vez de obligatoria, pero esto podía quebrar la credibilidad de
incluso el auto-engaño más ambicioso – la mayoría de nosotros no hacemos grandes
sacrificios suprerogatorios. Es más creíbles que hacemos grandes sacrificios que
moralmente se nos requiere hacer.
23. Ver Singer 1993, capítulo 8; Unver 1996.
24. Cialdini 1993, capítulo 4.
25. Asch 1956; 1963.
26. De un mito de creación egipcio, analizado en Lindberg 1992, 9.
27. Algunos filósofos han elevado este sesgo en una teoría de la razón práctica.
MacIntyre (1986) y Murphy (1995) mantienen que no se necesita ninguna razón para
seguir las normas de la sociedad de uno pero que siempre se necesita de una razón
para partir de las prácticas comúnmente aceptadas. No argumentan a favor de esta
premisa, sin embargo, y yo creo que su postura en esta cuestión es una manifestación
del sesgo del status quo.
28. Ver Wingo (2003) para un extenso análisis y una defensa de esa tesis.
29. Bushman 1988. El experimento involucra una mujer diciendo a la gente en la
calle de dar un penique a un motorista para el parquímetro. Era más probable que los
sujetos cumplieran con la orden cuando la mujer llevaba un uniforme ambiguo que
cuando estaba vestida en ropa ordinaria (72 por ciento v. 50 por ciento de obediencia,
p = 0.01).
30. U.S.C., Título 26, sección 2702. No tengo ni idea de lo que significa el parágrafo.
31. Código de Boulder Revisado, 5-4-16. Esta ordenanza fue aprobada como
respuesta a la tradición de Boulder de incendiar sofás después de grandes eventos
como puede ser un partido de fútbol americano.
32. Rawls 1999, sección 14, 73.
33. Grahan, Rawlings, y Rigsby 1994, 1-11; Lang 1974.
34. Sigo el uso popular de la expresión ‘síndrome de Estocolmo’. Mi uso de la
palabra síndrome , sin embargo, no intenta transmitir que el fenómeno es un trastorno
o enfermedad.
35. Brook 2007
36. Fitzpatrick 2009.
37. Shaw 2009, 5-6. El agente de libertad condicional, encontrando inconsistencias
con sus narrativas, separó a Garrido y Dugard, y continuó interrogandoles para
descubrir quién era ella. Eventualmente, Garrido admitió haber secuestrado a Dugard,
justo después Dugard reveló su identidad.
38. Graham 1994, 5.
39. Graham 1994, 12, 42-3.
40. de Fabrique et al. 2007; Namnyak et al. 2008. La víctima es típicamente incapaz
de escapar en primera instancia pero a menudo tiene oportunidades de escapar una
vez se ha desarrollado el síndrome.
41. de Fabrique et al. 2007; Mattiuzzi 2007.
42. Lang 1973, 126.
43. de Fabrique et al. 2007.
44. Los ítems (i), (ii), (iv), y (v) son ed Graham et al. 1994, 33-7; cf.de Fabrique
2007; Namnyak et at. 2008, 5. He añadido el ítem (iii), que, aunque no identificado
como una condición distintiva por Graham y otros, es claramente presenta y de
importancia en los casos clásicos del síndrome de Estocolmo.
45. Freud (1937, capítulo 9) postula que cuando un individuo teme sufrir dolor a
manos de otro, el individuo podría intentar lidiar con la ansiedad a través de
identificarse psicológicamente con la persona que presenta una amenaza. Esto se
describe como ‘identificación con el agresor’.
46. Graham et al. 1994, 31; Graham et al. 1995; Julich 2005.
47. Una manifestación interesante de esta identificación con el gobierno es el uso, por
parte de ciudadanos privados, de ‘nosotros’ para hacer referencia al gobierno, como
en ‘Nosotros invadimos Irak en 2003’, que podría decirlo un Americano incluso si el
orador no tuvo nada que ver en la invasión o se opuso activamente a esta. Ya que la
palabra ‘nosotros’ normalmente incluye a orador, esto sugiere una fuerte
identificación con el Estado.
48. Edmundson (1998, capítulo 4) es una rara excepción.
49. Thompson n.d., 19-20. Otros detalles del caso son de Thomson (n.d) y Kelman y
Hamilton (1989, 1-17).
50. Thompson n.d. 12, 27-8. Treinta años después, Thompson fue condecorado con la
Medalla al Soldado y invitado a hablar en West Point, Annapolis, y Quantico.
51. Thompson n.d., 11.
52. Zimbardo et al. 1973; Zimbardo 2007.
53. Ver Zimbardo 2007, esp.210-21, sobre los factores circunstanciales en el
Experimento de la Prisión de Stanford. Ver los capítulos 12-16 para evidencia y
argumentos más allá del estudio de la prisión de Stanford.
54. Acton 1972, 335 (de una carta a Mandell Creighton fecha del 5 de Abril 1887):
“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los
grandes hombres casi siempre son malos hombres, incluso cuando ejercen influencia
y no autoridad: aún más cuando se sobrepone la tendencia o la certeza de la
corrupción por autoridad”.
55. Zimbardo, Haney, Banks 1973, 81.
56. Orwell 1984, 219-20. Estas observaciones citadas son del agente de la policía del
pensamiento O’Brien, el carácter que captura y tortura el protagonista de la novela
para romper su espíritu.
57. Milgram (2009, 139-40), comenta, de forma similar, que la mera auto-
designación como una figura de autoridad normalmente es suficiente para obtener
obediencia del resto.
58. Tversky y Kahneman 1981.
59. Ver Sección 13.1 y Sección 13.4 para más ejemplos.