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NILDA GARAY MONTAÑEZ

(Universidad de Alicante)

La idea de igualdad en el
constitucionalismo liberal español:
lo racial, las castas y lo indígena
en la Constitución de 1812

1. INTRODUCCIÓN

La Constitución de 1812 marcó un hito importante en el desarrollo del


concepto de igualdad porque su texto reconoció la igualdad formal de los
españoles de ambos hemisferios, aunque se trató de una idea viciada por
prejuicios raciales y sexistas.
La interacción entre igualdad y no discriminación es imprescindible en el
sentido que la segunda no se puede realizar sin la primera. Pero la prohibición de
discriminación racial no aparecerá en el mundo jurídico hasta el siglo XX, en
concreto tras la Segunda Guerra Mundial. Desde los inicios del
constitucionalismo su proscripción era una necesidad evidente ya que el racismo
moderno hunde sus raíces en el siglo XVII. El pensamiento ilustrado se nutrió de
las teorías del mestizaje y de las jerarquías raciales, lo cual repercutió en el
liberalismo español y se introdujo en los discursos de los constituyentes en las
Cortes de Cádiz.
En el presente trabajo se estudiará la influencia de los prejuicios
dominantes en el contenido del Derecho, desde una perspectiva histórico-
constitucional. Se tratará de analizar el papel que jugó la idea de la raza como
factor de exclusión en el constitucionalismo liberal y en la evolución del derecho
a la igualdad. Veremos que las características físicas de determinados grupos
significaron un problema importante durante el proceso de elaboración de
Constitución de 1812, que terminaría por excluir de la ciudadanía a gran parte de
la población de América meridional, en aquel momento parte del territorio de
las Españas. Esta forma de exclusión o discriminación condicionó y continúa
condicionando el desarrollo y la eficacia de la igualdad. 1

1 Las primeras Constituciones de las nacientes repúblicas hispanoamericanas excluyeron


a los grupos considerados inferiores, entre ellos, negros e indios. Sobre el caso peruano, ver:

Cuadernos Constitucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol nº 69/70, pp. 129-158


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Desde el nacimiento de los Estados liberales el ejercicio del poder se ha


asentado en el concepto de representación. Ha habido una aceptación casi
unánime de que el sistema representativo es el más idóneo para la discusión y el
alcance de acuerdos en los asuntos públicos en favor del interés general. Por la
teoría de la representación política, la relación entre representantes y
representados se materializa mediante el reconocimiento y el ejercicio de los
derechos de participación política. Éstos fueron proclamados en las
Declaraciones de Derechos de las revoluciones liberales, siendo sus titulares los
ciudadanos. En la evolución del principio representativo encontramos muchas
carencias, entre las cuales se podría citar al sufragio censitario, el mandato
imperativo y el sufragio universal exclusivamente masculino. Muchos de éstos
clasificaron a la sociedad por la raza.
Actualmente, la representación política no ha resuelto la problemática
relacionada con los prejuicios raciales. Preocupa en Europa la existencia de
partidos políticos que se apoyan en dichos prejuicios, limitando la representación
política a determinados grupos y generando la animadversión hacia otros. Al
respecto, la Asamblea General de la ONU en su Resolución de 26 de marzo de
2010 sobre «Inadmisibilidad de ciertas prácticas que contribuyen a exacerbar las
formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas
conexas de intolerancia», declara su inquietud por la proliferación en muchas
partes del mundo de diversos partidos políticos, movimientos y grupos
extremistas, incluidos los grupos neonazis y de cabezas rapadas, y de
movimientos ideológicos extremistas similares. Y reafirma que de acuerdo a la
normativa internacional los Estados están obligados a condenar toda propaganda
y toda organización que se inspire en ideas de superioridad racial o que pretenda
justificar o promover el odio y la discriminación raciales, cualquiera que sea su
forma (Párrafo 15).
Desde el siglo XIX cuando nació la Carta de Cádiz hasta el siglo XXI, las
categorizaciones excluyentes por motivos raciales han persistido. En los debates
de los representantes en las Cortes de Cádiz, tales prejuicios se pusieron de
manifiesto cuando se trató de determinar el status jurídico-político de la

Cristóbal Aljovín de Losada y Sinesio López: Historia de las elecciones en el Perú. Estudios sobre el
gobierno representativo, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2005. Ver además, los estudios de
la problemática racial en la etapa constituyente en Cádiz y las referencias a las primeras
Constituciones de los primeros Estados independientes americanos de Bartolomé Clavero:
Ama Llunku, Abya Yala: Constituyencia Indígena y Código Ladino por América, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, especialmente pp. 319 y ss. Y el estudio reciente de
Manuel Martínez Sospedra: «Pertenencia nacional, igualdad y representación. Los Decretos de
15 de octubre de 1810 y 9 de febrero de 1811 sobre la representación americana en Cortes»,
en Pilar García Trobat y Remedio Sánchez Férriz (coords.): El legado de las Cortes de Cádiz,
Tirant lo Blanch, Valencia, 2011, pp. 529-568.
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población denominada «india» y de las «castas». 2 Como veremos más adelante,


la Constitución gaditana no cambió el estatus de esta población, que con
posterioridad a 1812 seguiría siendo ignorada y excluida por los constituyentes
de los distintos Estados hispanoamericanos ya independientes. Los datos aquí
analizados apuntan a que las características raciales determinaban en mayor o
menor medida la ciudadanía, y por ende la igualdad en la titularidad de los
derechos.

2. LA IDEA DE IGUALDAD
EN EL CONSTITUCIONALISMO LIBERAL

La historia constitucional es una disciplina de interpretaciones jurídico-


políticas y no el mero recuento de hechos. Es, también, el estudio preferente de
las causas del devenir de los pueblos y de la vinculación con las necesidades y
urgencias del presente. 3 La igualdad y no discriminación son el resultado de la
historia constitucional, del espíritu de la sociedad que en cada etapa construye
los tramos del Derecho. Ambos son conceptos estrechamente vinculados al
constitucionalismo liberal y han regido el proceso de construcción del Estado
constitucional.
La igualdad es un concepto fundamental en nuestra historia por el que los
seres humanos se han movilizado. 4 La igualdad es también la razón de ser del
Estado constitucional. En el principio de igualdad reside la esencia del Estado
como forma política y es aquello que lo distingue de las demás que han existido
en la historia de la humanidad, es decir, la igualdad se institucionaliza en el Estado
constitucional y posteriormente democrático. 5
La idea de igualdad estuvo presente en la formación del constitucionalismo
liberal. Así, en el marco de la revolución inglesa en el siglo XVII son de destacar
las reivindicaciones de igualdad llevadas a cabo por los levellers, que avanzarían
hacia la consolidación del concepto de soberanía popular y la necesidad de
positivación de los derechos de los ciudadanos. 6 En el liberalismo la libertad y la
igualdad afloraron como ideas interactuantes. Si bien la democracia significa la
búsqueda de la igualdad, cabe recordar que ésta se desarrolla con las ideas
liberales. No se puede concebir libertad sin igualdad pues la historia

2 Para una introducción a la idea de castas, ver: Nora Jaffary: «La percepción de clase y
casta en las visiones de los falsos místicos en el México colonial», Signos Históricos nº 8 (2002),
pp. 61-88 (disponible en línea en http://redalyc.uaemex.mx/pdf/344/34400804.pdf).
3 César Landa: «El rol de la Constitución de Cádiz en la gestación de la Independencia
del Perú», comunicación presentada en el X Congreso «Las huellas de la Constitución de Cádiz»,
Asociación de Constitucionalistas de España, Cádiz, 26 y 27 de enero de 2012, (disponible en
línea en www.acoes.es/congresoX/comunicaciones.html).
4 Luciano Canfora: Crítica de la retórica democrática, Crítica, Barcelona, 2002, pp. 117-119.
5 Javier Pérez Royo: Curso de Derecho constitucional, Marcial Pons, Madrid, 2009, pp. 64-
66 y su artículo de opinión «El coste del desengaño», El País de 15 de octubre de 2011.
6 Antonio Enrique Pérez Luño: Dimensiones de la igualdad, Dykinson, Madrid, 2007, p. 51.
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constitucional ha demostrado que las exigencias de la libertad ocasionaron


respuestas políticas que cambiaron un sistema de privilegios que estuvo
sustentado en la desigualdad.
En efecto, la idea de igualdad nació con la modernidad junto con el
desarrollo del capitalismo, evolucionó hacia un concepto jurídico-político con la
ideología liberal hasta constituirse en un principio-derecho aupado por el
constitucionalismo liberal. En este contexto, los derechos, como la igualdad, se
positivizaron en las denominadas Declaraciones Liberales. La doctrina
constitucional suele citar especialmente a dos de ellas: la Declaración
estadounidense de 1776 y la francesa de 1789. Formalmente, con éstas nació el
constitucionalismo moderno. 7
La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, en su
Preámbulo, enuncia: «Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los
hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad». Por su parte, el Preámbulo de la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano de 1789, afirma: «Los representantes del pueblo
francés, constituidos en Asamblea Nacional […]» Y, en su artículo primero
señala: «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las
distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común». La igualdad se
manifestó sobre la base del ideario liberal y del individuo varón denominado
ciudadano.

2.1 Constitucionalismo estadounidense e igualdad liberal

Los hombres ingleses en Norteamérica se consideraron iguales para


organizarse y pactar el gobierno de su sociedad, de modo que la igualdad fue el
requisito razonado para convenir un gobierno civil. Este requisito fue de carácter
excluyente en la medida que no alcanzó a las mujeres, tampoco a la población
negra ni a los nativos de América del Norte. Los autores de la Declaración de
Independencia de 1776, al enunciar la igualdad de «todos los hombres», lo
hicieron desde la fórmula declarativa en base a los esquemas sexistas y raciales
imperantes en aquel entonces. Se autodefinieron como representantes del
pueblo –«We the people [Nosotros el pueblo]»– pese a que ello no implicaba la

7 Si bien, cronológicamente, estos textos significan el punto de arranque del


constitucionalismo actual, no hay que olvidar que los orígenes de su desarrollo se encuentran
en el pensamiento de un conjunto de sociedades vinculadas culturalmente con nuevos valores
de un capitalismo naciente como la inglesa, alemana y la neerlandesa. Sobre la influencia de las
ideas germinales del constitucionalismo en Holanda y Inglaterra y la relación política entre
ambos países, ver por ejemplo: Joaquín Varela Suanzes: «El constitucionalismo británico entre
dos Revoluciones (1688-1789)», Fundamentos. Cuadernos Monográficos de Teoría del Estado,
Derecho Público e Historia Constitucional nº 2 (2000), (disponible en línea en www.unioviedo.es/
constitucional/fundamentos/segundo/pdf/briton.pdf).
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igualdad de todos los hombres que habitaban el territorio de las colonias


independentistas.
El razonamiento que utilizaron los colonos ingleses para declarar su
independencia se configuró en una especie de cuaderno de quejas compuesto
por un listado de agravios. En el agravio número 27 se evidencian los prejuicios
que tenían respecto de la población nativa, a los que se referían como «los
habitantes de nuestras fronteras, los despiadados indios salvajes, cuya conocida regla de
guerra es vulgar, sin honor, que ocasiona destrucción», 8 en una afirmación que deja
constancia de los prejuicios que se tenía de los nativos al asignárseles
características propias de los hombres en «estado de naturaleza» lo que les
incapacitaría para ser individuos con derechos. Con el concepto «estado de
naturaleza» el padre del liberalismo, Locke, excluyó de la sociedad civil a la
población nativa o indígena puesto que entendía que estaba integrada por seres
sin sujeción a las leyes civiles. Sostenía que no todos los hombres reconocen que
la fidelidad y la justicia son principios de obligado cumplimiento, y afirmaba que
existen países y hombres que ejecutaban barbaridades sin remordimiento y que
ello les apartaba de los principios de la fidelidad al contrato y la justicia. 9
El Estado constitucional se estaba gestando sobre la base de la
colonización y en función de los modelos políticos y prejuicios sociales de la
época, incorporando un discurso igualitario limitado a la comunidad de hombres
blancos. En la Declaración de 1776 encontramos, oficialmente, a uno de los
grandes momentos en que se integra la estructura constitucional y que se va a
plasmar en la Constitución.
¿Cuál fue el contenido de la igualdad en la Constitución de los nacientes
Estados Unidos? La Constitución de 1787 no contenía en su texto original una
declaración de derechos. Posteriormente, se le incorporaron las diez primeras
enmiendas para la protección de derechos liberales y luego se le añadieron las
demás, destinadas a la limitación de los poderes públicos. La enmienda XIII, de
abolición de la esclavitud de 1865, y la XIV, relativa al derecho de igualdad de
1868 significaron, en todo caso, una tardía manifestación democrática puesto
que, desde la vigencia de la Constitución hasta el siglo XX, la igualdad ante la ley
coexistió con la discriminación racial de las personas negras y nativas.
Básicamente, sólo la igualdad formal conectada a la libertad religiosa fue un
asunto de debate constitucional. En la práctica, la idea de igualdad en la

8 «Ha excitado insurrecciones domésticas y procurado igualmente irritar contra


nosotros a los habitantes de las fronteras, los indios bárbaros y feroces cuyo método
conocido de hacer la guerra es la destrucción de todas las edades, sexos y condiciones».
Agravio 27. Ver: «In Congress, July 4, 1776. The Unanimous Declaration of the Thirteen
United States of America», Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de América. The
Library of Congress. American Memory (disponible en línea en inglés en
http://memory.loc.gov/ammem/help/constRedir.html y, en castellano, en www.libertad.org/declaracion-
de-independencia).
9 John Locke: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Alianza, Madrid, 1990, pp. 41-45.
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Constitución estadounidense tuvo un contenido ambiguo hasta la segunda mitad


del siglo XIX. 10
La opacidad de la igualdad formal se manifestó en las terminologías que
utilizaron los constituyentes para referirse a la población negra. Las palabras
«esclavos» y «esclavitud» se evitaron cuidadosamente en el documento
constitucional original. 11 No se habló de «esclavos», «negros» ni de «color»,
sino de «other persons» y de «those bound to service». 12 En lo relativo a la
población nativa, en cambio, el constitucionalismo estadounidense sí que hizo
desde sus inicios una referencia a los indios considerándolos «despiadados y
salvajes» y «enemigos naturales». 13 Tanto la imprecisión en el lenguaje respecto
del colectivo negro como la claridad sobre la población nativa revelan la relación
de intereses opuestos propios del capitalismo como sistema hegemónico y de la
intrínseca relación de éste con el constitucionalismo liberal. Todo ello indica la
omisión intencionada de las mujeres, negros y nativos en el concepto de
ciudadano.
Posteriormente, respecto de la ciudadanía de la población negra, la
jurisprudencia de la Suprema Corte en 1857 interpretó la Constitución en el
sentido de que los hombres negros no formaron parte del poder constituyente
de los Estados Unidos de América, puesto que el término We the people de la

10 Sobre la historia del principio de igualdad en el constitucionalismo estadounidense ver:


Philip Hamburger: «Equality and Diversity: The Eighteenth-Century Debate About Equal
Protection and Equal Civil Rights», The Supreme Court Review (1992), pp. 295 y ss. Ver además
Gordon S. Wood: The Creation of the American Republic, 1776-1787, The University of North
Carolina Press, Chapel Hill, NC, 1998, pp. 70-73 y Michel Rosenfeld: «El nacimiento y la
evolución de los derechos humanos en los Estados Unidos», Cuadernos Constitucionales de la
Cátedra Fadrique Furió Ceriol nº 18/19 (1997), esp. pp. 90-95.
11 Sobre el tratamiento semántico de los esclavos en la Constitución estadounidense,
véase Thurgood Marshall: «Reflections on the Bicentennial of the United States Constitution»,
Harvard Law Review nº 101 (1987), pp. 3-5. Una referencia sobre la cuestión semántica en la
Constitución estadounidense y algunas de sus consecuencias actuales puede verse en Lucio
Pegoraro y Sara Pennicino: «Seguridad y libertad. Hacia la búsqueda de un difícil equilibrio: los
derechos de los extranjeros», Revista Europea de Derechos Fundamentales nº 6 (2005), pp. 18 y
ss.
12 Ver Artículo I, Sección 2, Cláusula 3 de la Constitución de los Estados Unidos: «Los
representantes y los impuestos directos se prorratearán entre los distintos Estados que
formen parte de esta Unión, de acuerdo con su población respectiva, la cual se determinará
sumando al número total de personas libres, inclusive las obligadas a prestar servicios durante
cierto término de años y excluyendo a los indios no sujetos al pago de contribuciones, las tres
quintas partes de todas las personas restantes».
13 Agravio 27, Declaración de Independencia de Estados Unidos de 1776. Ver además:
Alexander Hamilton: «The Powers Necessary to the Common Defense Further Considered»,
The Federalist, 24, Independent Journal, Wednesday, December 19, 1787 y James Madison,
«The Powers Conferred by the Constitution Further Considered», The Federalist, 42, New
York Packet, Tuesday, January 22, 1788.
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Declaración de Independencia se refería exclusivamente a los hombres blancos.


14

2.2 Constitucionalismo francés e igualdad formal

La vigencia de la igualdad formal coexistió con las exclusiones a pesar de


que, en el desarrollo de la Ilustración, un sector intelectual y militante pretendió
darle un significado más amplio.
En efecto, dentro del pensamiento ilustrado se realizaron propuestas
orientadas a corregir situaciones de desigualdad consecuencia de la
discriminación racial y por sexo. La defensa de una igualdad real que incluyera a
todos los hombres y mujeres se hizo a la vez desde la teoría 15 y desde la
actividad política. Entre las aportaciones teóricas destacan las obras de
D’Alembert en 1758, Condorcet en 1790 16 y Mary Wollstonecraft en 1792. 17
Políticamente, ello se plasmó en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de
la Ciudadana publicada por Olimpia de Gouges en 1791 como una crítica a la
visión androcéntrica de la Declaración de 1789. En ella manifestaba: «La mujer
nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales
sólo pueden estar fundadas en la utilidad común». Tomando como base los
presupuestos de la igualdad ilustrada, la autora pretendió que tuviese un
contenido más extenso mediante el reconocimiento de la ciudadanía a las
mujeres y los hombres negros. En relación a los derechos de los hombres de
«color», la obra de De Gouges reivindicó la abolición de la esclavitud y denunció
el racismo, 18 con lo cual la igualdad defendida por ella implicaba una nueva forma
de entender a la nación, sus componentes y la ciudadanía.

14 Caso Dred Scott v. Sandford, 60 U.S. 393.


15 Recientes estudios de la idea de igualdad ilustrada en la Constitución de 1812 no
consideran los planteamientos ilustrados que contestaron la igualdad formal. Ver por ejemplo,
Manuel José Terol Becerra: La igualdad ilustrada y revolucionaria en la Constitución de 1812,
Tirant lo Blanch, Valencia, 2012. Los estudios sobre tales planteamientos se visibilizan
básicamente desde el análisis de género.
16 D’Alembert refutó a Rousseau en sus correspondencias la naturalización de la
desigualdad de las mujeres. Condorcet en su artículo «Sobre la admisión de las mujeres al
derecho de ciudadanía» defendió la igualdad en el ejercicio de derechos políticos de mujeres y
hombres. Al respecto es relevante Alicia H. Puleo: La Ilustración olvidada. La polémica de los
sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Madrid, 1993, pp. 22 y ss. Desde la perspectiva constitucional
ver Jasone Astola Madariaga: «Las mujeres y el Estado constitucional. Un repaso al contenido
de los grandes conceptos del Derecho constitucional», en Jasone Astola (coord.): Mujeres y
Derecho, pasado y presente, I Congreso multidisciplinar de Centro, Sección de Bizkaia, Universidad
del País Vasco, Bilbao, 2008, pp. 227-290 (disponible en línea en http://dialnet.unirioja.es/servlet/
articulo?codigo=2874679).
17 Mary Wollstonecraft: Vindicación de los Derechos de la Mujer, Cátedra, Madrid, 2000.
18 Por sus cualidades inclusivas, el igualitarismo de De Gouges podría ser un referente en
del actual derecho anti-discriminación.
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En Francia es de resaltar la defensa de la igualdad y no discriminación de


los hombres de «color» por un sector de la Ilustración organizado en
agrupaciones. En 1788 se había creado la Sociedad de Amigos de los Negros en
París y entre sus componentes estaban De Gouges y Condorcet. 19 En 1789 en la
Asamblea Nacional francesa, el Conde de Mirabeau 20 reivindicó el
reconocimiento de los derechos políticos de los negros de las colonias. Sin
embargo, aquellas críticas a la igualdad formal y su coexistencia con los
estereotipos raciales no obtuvieron el resultado buscado.
La Constitución revolucionaria de 1791 recogió lo prescrito en la
Declaración de Derechos de 1789. La igualdad formal que reconoció el texto
constitucional fue sólo para los franceses de la metrópoli pero no para los
nativos de las colonias. 21 Solo en 1792, Francia reconoció los derechos políticos
de los «hombres de color y negros» libres y en 1794 se aprobó la abolición de la
esclavitud. Pero en 1802 Napoleón derogó la normativa que abolía la esclavitud.
Los intereses económicos determinaron los avances y retrocesos de la igualdad
en una sociedad liberal donde las relaciones de dominación/subordinación se
legitimaban utilizando los valores asignados al concepto de raza. La igualdad
formal en Francia presidió el goce de los derechos constitucionales y se plasmó
en el Código Civil de 1804. Gobernó los espacios público y privado afianzando
así la hegemonía del sistema capitalista.
Había empezado ya el siglo XIX y básicamente en el constitucionalismo
estadounidense y en el francés se marcaron las pautas para la construcción del
edificio jurídico-político donde los prejuicios raciales tenían mucho que ver. En
este marco ideológico y económico aparecería la Constitución de Cádiz.

2.3 Alcances de la igualdad formal

Bajo el predominio de la ideología liberal fundamentada en el


individualismo, las declaraciones de derechos hicieron referencia al «hombre y al
ciudadano considerados en abstracto». 22 Esta abstracción se refería a ese sujeto
individual de raza blanca, provisto de propiedades y de sexo masculino. En esta
abstracción se sustentaría la idea de «sujeto de derechos», presente en los
primeros textos constitucionales. Al respecto, Ferrajoli afirma que en las
primeras constituciones liberales se hacía referencia «únicamente al sujeto

19 En 1781 Condorcet publicó el ensayo «Reflexiones sobre la esclavitud de los negros».


Ver Arsenio Ginzo Fernandez: «Europa y América en el pensamiento de Condorcet», Revista
de Filosofía nº 21/45 (2003) (disponible en línea en www.scielo.org.ve/scielo.php?script=
sci_arttext&pid=S0798-11712003000300004&lng=es&nrm=iso).
20 Discurso en la sesión del 3 de julio de 1789 de la Asamblea Nacional francesa.
21 Maurice Hauriou: Précis de Droit Constitutionnel, Librairie du Recueil Sirey, París, 1929,
pp. 638-644 y Louis Favoreu (coord.): Droit Constitutionnel, Dalloz, París, 2004, pp. 464-466.
22 José Asensi Sabater: La época constitucional, Tirant Lo Blanch, Valencia, 1998, p. 92.
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macho, blanco y propietario». 23 Solo ellos eran iguales, por tanto, se trataba de
«una igualdad formal y falsamente universal». 24
La igualdad formal es aquel constructo de igualdad que se considera
universal pero cuyo contenido no toma en cuenta los aspectos de la realidad
social, ni las diferentes condiciones en que se encuentran las personas; por ende,
no es una igualdad real. La igualdad ante la ley puede tratar de atenuar las
desigualdades pero no busca eliminarlas. La noción de igualdad en el
constitucionalismo liberal se centró en la generalidad de la ley, la capacidad
jurídica, y la ciudadanía. Ello significaba que la ley se tenía que aplicar de una
manera objetiva, sin referencia a casos, situación o personas; se trataba, por
consiguiente, de una formalización, de un sistema de procedimiento. 25 Por tanto,
esta formalidad jurídica igualaba a los individuos como miembros del Estado y en
su relación con él, separando al Estado de la sociedad civil. Tal igualación que
niega las diferencias reales, nació de la idea de que la ley ante la que todos los
hombres son iguales es expresión de la voluntad general y, por esta definición, es
que esta ley trata a todos por igual. Así, el principio de igualdad quedaba
subsumido en el principio de la legalidad26. Y, tal como señala Rubio Llorente,
esta idea de la ley como norma general y abstracta no se realiza quizás nunca
plenamente en lugar alguno, pero es esta idea la que estructura todo el sistema
jurídico del Estado. 27
La declaración de la igualdad necesitó del concepto de ciudadanía como
instrumento para que el individuo pasara a ser titular y accediera al ejercicio de
los derechos. La ciudadanía como pertenencia a una comunidad y participación
en la misma fue concebida para hombres, blancos y propietarios circunstancias
ambas que, supuestamente, les convertía en sujetos con capacidad de raciocinio.
Los autores de las Declaraciones concibieron a los derechos civiles y
políticos como aquellos que provenían de la razón y la vía para su disfrute era la
ciudadanía, aquella que da la posibilidad de participar en la toma de decisiones
públicas, de ejercitar los derechos reconocidos y de alcanzar la igualdad. En
sentido estricto, ciudadanos serían sólo «los nacionales con plena capacidad
política, esto es, los titulares de derechos de participación política». 28
Atendiendo al caso español, en el primer constitucionalismo liberal la noción de

23 Luigi Ferrajoli: Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999, p. 74. En
el mismo sentido, Carlos Aguirre: «Silencios y ecos: La historia y el legado de la abolición de la
esclavitud en Haití y Perú», A Contracorriente, Revista de Historia Social y Literatura en América
Latina nº 3/1 (2005) (disponible en línea en www.ncsu.edu/project/acontracorriente/fall_05/
Aguirre.pdf).
24 Luigi Ferrajoli: Derechos y garantías…, cit., p. 74.
25 Manuel García-Pelayo: Derecho constitucional comparado, Alianza, Madrid, 1984, p. 57.
26 Francisco Rubio Llorente: «La igualdad en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Introducción», en La forma del poder (Estudios sobre la Constitución), Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1997, pp. 620-621.
27 Ibídem.
28 Juan María Bilbao, Fernando Rey y José Miguel Vidal: Lecciones de Derecho Constitucional,
Lex Nova, Valladolid, 2010, p. 49.
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ciudadanía, restringió derechos a los negros, mujeres, castas y de alguna manera


a los indios. La ciudadanía sirvió para dar un contenido restrictivo a la idea de
igualdad y no todas las personas podían incorporarse a la categoría de sujeto
político.
La igualdad nacida de la ideología liberal cumplió una función importante
frente a las situaciones desigualitarias del Antiguo Régimen. Sin embargo, al
profundizar en su análisis, se pone de manifiesto su insuficiencia para responder
adecuadamente a las exigencias de la sociedad como una aspiración humana
contraria a la discriminación injusta. 29
Cabe señalar que en el siglo XX la igualdad formal fue ampliada mediante
el reconocimiento, en los textos constitucionales, de la cláusula de prohibición
de discriminación racial. Se pretende proscribir el trato desigualitario y
perjudicial a una persona por su pertenencia a un determinado colectivo o el
trato peyorativo a un colectivo, es decir, se trata de prohibir un trato injusto a
las personas o colectivos por poseer características físicas de las que no son
responsables.

2.4 De la igualdad formal a la igualdad material

El nacimiento del Estado social determinó, en el siglo XX, que se le diera a


la igualdad un contenido distinto lo que se reflejó en diversos textos
constitucionales a partir del período de entreguerras europeo. El Estado social
fue el resultado de la mayor crítica y revisión de dos de los elementos
definitorios del liberalismo: el individualismo y el abstencionismo estatal. Frente a
ello, «lo que se propugna en el Estado Social de Derecho es un Estado
decididamente intervencionista, un Estado activo». 30
En aquel contexto se consolidó el concepto de igualdad material, es decir,
la igualdad en clave social, una igualdad más inclusiva. Su significado tenía que ver
con su eficacia y de acuerdo a la cual, las personas tienen derecho a un igual
tratamiento, que es el derecho a una distribución igual de oportunidad, recursos
o cargas y según sus circunstancias. 31 Se trata de una igualdad en el punto de
llegada que implica la intervención del Estado en la sociedad con el fin de
conseguir que sea real y efectiva. 32
En España la igualdad formal está prevista en el art. 14 de la Constitución
de 1978 y junto a ella se proscribe de discriminación racial. Partiendo del
reconocimiento del Estado español como «Estado Social» en el art. 1.1 se intenta

29 Encarnación Carmona Cuenca: «El principio de igualdad material en la jurisprudencia


del Tribunal Constitucional», Revista de Estudios Políticos nº 84 (1994), p. 267.
30 Elías Díaz: Estado de Derecho y sociedad democrática, Edicusa, Madrid, 1975, p. 97.
31 Ronald Dworkin: Los derechos en serio, Ariel, Barcelona, 1984, p. 332.
32 Antonia Navas Castillo: «El principio de igualdad y la no discriminación en la
Constitución española de 1978», Mª Victoria García-Atance García de Mora y otros: Derecho
Constitucional III. Derechos y Libertades, Colex, Madrid, 2003, p. 104.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 139

corregir la igualdad formal con la igualdad material o real. Sobre esta base, el
texto constitucional recoge una cláusula, en su art. 9.2, que exige la actuación de
los poderes públicos para que la igualdad sea efectiva. En el Derecho comparado
encontramos en la Constitución italiana un precepto idéntico en su art. 3.2, 33 en
el que se insta a los poderes a que intervengan en la sociedad con el fin de que la
igualdad se materialice.

3. LA RAZA EN EL CONSTITUCIONALISMO LIBERAL

La huella histórica de la discriminación racial se encuentra en las


sociedades medievales y fue recreada en América a partir de la conquista. Al
respecto, Stolcke sostiene que es indispensable prestar especial atención a la
doctrina contemporánea de limpieza de sangre, una concepción genealógica de la
condición socio-política que jugó un papel primordial en el ordenamiento de la
sociedad tardo medieval hispana, 34 que fue trasladada a las colonias españolas de
América mediante la socialización y, posteriormente, incorporada en las Nuevas
Leyes de Indias. Las ideas de «pureza» y «limpieza» estaban unidas al hecho
religioso, ya que durante los siglos XVI y XVII un linaje «limpio» equivalía a un
linaje no contaminado de sangre judía o mora. 35 Desde finales del siglo XVII
hasta la última etapa del siglo XVIII los naturalistas estudiaron las diferencias
«raciales» entre los hombres, plasmándose las primeras formulaciones del
llamado «racismo científico». 36 En el siglo XVIII, junto a la igualdad del
constitucionalismo liberal, se desarrollaron las teorías sobre la discriminación
racial, desarrollándose una filosofía sobre la jerarquía de razas que llegó a ejercer
gran influencia en el Derecho decimonónico. 37
Ya en nuestro tiempo y para hacer frente al auge de las teorías raciales y
sus consecuencias, en 1965 se aprobó la Convención Internacional sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial. 38 Esta normativa
internacional insta a los Estados a adoptar todas las medidas necesarias para

33 Ver Lucio Pegoraro: «L’impatto del diritto comparato sul principio d’eguaglianza»
Revista Derecho en Libertad nº 1 (2008), pp. 59-62 y Livio Paladin: Il principio costituzionale
d'eguaglianza, Giuffrè, Milán, 1965, pp. 203-206.
34 Verena Stolcke y Alexandre Coello (eds.): Identidades ambivalentes en América Latina
(Siglos XVI-XXI), Bellaterra, Barcelona, 2007, pp. 15-20.
35 Christiane Stallaert: Etnogénesis y etnicidad en España: una aproximación histórico-
antropológica al casticismo, Proyecto A, Barcelona, 1998, pp. 21-22.
36 Verena Stolcke: «¿Es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad y la
naturaleza para la sociedad?», Política y cultura nº 14 (2000), pp. 43-45.
37 Nilda Garay Montañez: «La construcción teórica de la discriminación étnica o racial en
la Filosofía Política Ilustrada. Desde una perspectiva crítica», Crítica Jurídica. Revista
Latinoamericana de Política, Filosofía y Derecho nº 31 (2011), pp. 80-85.
38 Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.
Adoptada y abierta a la firma y ratificación por la Asamblea General de la ONU en su
resolución 2106 A (XX), de 21 de diciembre de 1965.
140 Nilda Garay Montañez

eliminar la discriminación racial en todas sus formas y manifestaciones y prevenir


y combatir las doctrinas y prácticas racistas.
De acuerdo con la citada Convención, el concepto de discriminación racial
se refiere a

«toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color,


linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o
menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los
derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social,
cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública.» 39

En su Preámbulo afirma que «toda doctrina de superioridad basada en la


diferenciación racial es científicamente falsa, moralmente condenable y
socialmente injusta y peligrosa», y que «nada en la teoría o en la práctica permite
justificar, en ninguna parte, la discriminación racial».
Además de la normativa internacional, también en el Derecho de la Unión
Europea se ha previsto su prohibición. La Directiva 2000/43/CE, 40 relativa a la
aplicación del principio de igualdad de trato de las personas independientemente
de su origen racial o étnico, define dos formas de discriminación racial. Al
respecto, señala que existirá discriminación directa cuando, por motivos raciales
o étnicos, una persona sea tratada de manera menos favorable de lo que es, haya
sido o vaya a ser tratada otra en situación comparable. Y, existirá discriminación
indirecta cuando una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros sitúe
a personas de un origen racial o étnico concreto en desventaja particular con
respecto a otras personas, salvo que dicha disposición, criterio o práctica pueda
justificarse objetivamente con una finalidad legítima y que los medios para la
consecución de esta finalidad sean adecuados y necesarios.
La Declaración de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la
Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia 41
recoge la definición de la Convención así como la posición de la Directiva y
sostiene, además, que la discriminación racial constituye una grave violación de
todos los derechos humanos y obstáculo al pleno disfrute de esos derechos.
Tomando en cuenta dichas nociones, en el presente trabajo se utiliza la
definición de discriminación racial en el mismo sentido que hace la normativa
internacional y de la Unión Europea, entre otras cosas porque su acepción no ha
cambiado respecto de la que tenía en el primer constitucionalismo liberal. 42

39 Art. 1.1 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de


Discriminación Racial de 1965.
40 Directiva 2000/43/CE del Consejo de 29 de junio de 2000. Ver además: Davide
Strazzari: Discriminazione razziale e diritto un’indagine comparata per un modello europeo
dell'antidiscriminazione, CEDAM, Padua, 2008.
41 Reunión en Durban (Sudáfrica) el 31 de agosto al 8 de septiembre de 2001.
42 Respecto de la historia de la discriminación racial ver por ejemplo: Christian Geulen:
Breve historia del racismo, Alianza Editorial, Madrid, 2010 y Michel Wieviorka: El espacio del
racismo, Paidós, Barcelona, 1992.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 141

En las paradigmáticas declaraciones de derechos del siglo XVIII en donde


está plasmada la historia constitucional de la igualdad y la ciudadanía, se puede
constatar la estrecha relación entre las concepciones que defendían la
superioridad de la raza blanca y la construcción del titular de derechos. La raza y
el sexo fueron factores que orientaron los debates públicos tanto en la Asamblea
en París como en las Cortes de Cádiz.
La evolución de la igualdad y de sus restricciones por motivos raciales en
el primer constitucionalismo liberal motiva el análisis crítico hacia una
reformulación de los principios democráticos. Si por un lado la igualdad lleva
implícita la discriminación, por el otro es evidente que contiene posibilidades
para su realización. Por ejemplo, en este contexto histórico, la influencia de las
Declaraciones de Derechos de 1776 y 1789 así como los debates constituyentes
en Francia sobre la igualdad de los hombres de «color», fueron decisivos para la
independencia de Haití en 1804, siendo la primera sociedad en abolir la
esclavitud. 43 En 1808 ocurrió la invasión napoleónica en España, y a partir de
aquél momento los debates constitucionales sobre la raza traspasaron las
fronteras del sur de Francia.

4. CONCEPTOS RACIALES EN LA SOCIEDAD


HISPANOAMERICANA EN EL CONTEXTO DEL PRIMER
CONSTITUCIONALISMO LIBERAL

En la sociedad medieval y absolutista, la presencia de la discriminación era


patente en todos los ámbitos de la vida. A principios del siglo XIX, España se
encontraba en transición hacia el constitucionalismo liberal, de modo que la
coexistencia de ideas medievales y modernas, ensalzadoras las unas de la
desigualdad y cuestionadoras de la misma las otras, empaparon los discursos de
los constituyentes de Cádiz.
A finales del siglo XVIII, buena parte de los países europeos habían
realizado una serie de profundas reformas económicas incorporándose al sistema
capitalista y avanzando hacia el reconocimiento de los derechos individuales
como los de libertad, igualdad y propiedad. Entre ellos se encontraban Inglaterra,
Italia, Francia y Holanda. En el caso inglés, el texto del Bill of Rights de 1689 había
reconocido los derechos de petición y de propiedad, la libertad de imprenta, el
juicio por jurados, la libertad de cultos y la igualdad política, pero sólo para los
protestantes. 44 Las primeras constituciones de entonces reconocieron derechos
civiles y políticos para un determinado grupo de hombres.

43 Carlos Aguirre: «Silencios y ecos…», cit.


44 Sobre el estudio de esta Carta de Derechos ver Manuel García-Pelayo: Derecho
constitucional comparado, cit. p. 271. Para una revisión del texto del Bill of Rights: Gregorio
Peces-Barba Martínez: Textos básicos sobre derechos humanos, Facultad de Derecho, Universidad
Complutense, Madrid, 1973, pp. 25-27. Los modernos derechos individuales resultantes del
triunfo de la concepción liberal permanecieron el siglo XIX en el contenido de las Cartas
142 Nilda Garay Montañez

Sin embargo, «la burguesía, que en Inglaterra, Holanda o Francia


participaba en la dirección del Estado con una fuerza cada vez mayor, estaba en
España marginada del poder político y apenas si tenía fuerza en las grandes
ciudades comerciales como Cádiz y Barcelona». 45 España estaba entrando
tímidamente en el capitalismo, y la pobreza de la población era evidente. Esta
situación provocó la crítica de los ilustrados. Jovellanos reivindicó un cambio en
la tenencia de las tierras, ya que consideraba que era una de las causas de la
pobreza. 46
Los cambios que se habían dado en los países cercanos a España y las
críticas de los ilustrados propiciaron la realización de pequeñas reformas que no
llegaron a significar una apertura de los mercados y su incorporación a la
economía capitalista. Es más, en España, los ecos de la Revolución francesa de
1789 «unieron al Rey con la nobleza y la Iglesia para terminar con las reformas
ilustradas ante el temor de que produjeran una revolución semejante». 47
Los pequeños cambios que se realizaron en la economía española no
afectaron la estructura social ni política. Se mantenían las relaciones desiguales y
las tensiones sociales en el interior de la península y en la población americana,
dado que «la compulsión política y racial constituía el centro de las relaciones
humanas». 48 La desigualdad de la sociedad española en aquella época se reflejaba
en diversos ámbitos de la vida como, por ejemplo, la educación: el analfabetismo
y la pobreza imperante, unidos a la sospecha ante cualquier cambio, hacían
inviable la extensión de la cultura a un pueblo anclado en la tradición y en la
superstición. 49 A la educación sólo podían acceder quienes tenían recursos
económicos, es decir, los varones de los estratos sociales más altos. García
Trobat explica que, frente a esa realidad, los diputados liberales de Cádiz
consideraron que, para alcanzar el progreso y erradicar la pobreza, era necesario
que toda la ciudadanía estuviera instruida. Para ello plantearon una enseñanza

otorgadas por Napoleón. Ver, por ejemplo, los textos de las Cartas de Holanda, Nápoles, la
misma Carta francesa y el texto de la Carta de Bayona, en Ignacio Fernández Sarasola: La
Constitución de Bayona (1808) I, Iustel, Madrid, 2007, pp. 44 y ss.
45 Jordi Solé Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes en España (1808-
1936), Siglo XXI, Madrid, 1984, p. 8.
46 Gaspar Melchor de Jovellanos: Informe de la sociedad económica de Madrid. Al Real y
Supremo Consejo de Castilla en el Expediente de Ley Agraria, Madrid, I. Sancha, 1820, pp. 116
y ss.
47 Jordi Solé Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes…, cit., p. 9.
48 Pedro Pérez Herrero: América Latina y el colonialismo europeo. Siglos XVI-XVIII, Síntesis,
Madrid, 1992, p. 141.
49 Joaquín Paredes Solís: «Las penalidades del pensamiento (La tradición y el progreso
entre la clandestinidad y el enfrentamiento en la segunda mitad del siglo XVIII)», en De la
Ilustración al romanticismo: Cádiz, América y Europa ante la modernidad, 1750-1850: III encuentro:
ideas y movimientos clandestinos, Cádiz, 23-25 abril, 1987, Servicio de Publicaciones, Universidad
de Cádiz, Cádiz, 1988, p. 108.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 143

uniforme, pública y gratuita, la que se llegaría a plasmar en la Constitución de


1812 en su Título IX «De la Instrucción Pública». 50
Cuando se afianzaron las ideas liberales en las Cortes de Cádiz entre 1810
y 1812, el contexto social de España era sincrético, conservaba esquemas
medievales y tenía algunas influencias de la modernidad. 51 Se había iniciado la
centralización del poder en el Rey; pero la nobleza y la Iglesia que eran
propietarias de dos terceras partes de todas las tierras, percibían aún derechos
señoriales y gozaban de una influencia político-social enorme. 52 Aunque el
absolutismo cambió las instituciones políticas, mantuvo las relaciones desiguales
estratificadas social y racialmente de la sociedad española. De hecho, España
mantenía su estructura social estamental con la primacía de los valores feudales
y, básicamente, en los privilegios por el nacimiento. 53 La tradición seguía
dominando y el escolasticismo arraigado en España luchó contra las innovaciones
que llegaban de los países vecinos europeos, especialmente de Francia, donde se
había puesto de relieve la fuerza de las nuevas ideas y el peligro que suponían
para los poderes establecidos, si venían respaldadas por la masa popular. Lo
nuevo era considerado como algo corrupto, que atentaba contra la autoridad, las
costumbres y la moral establecidas.
A pesar de ello, la cultura ilustrada se extendió. 54 Aunque España
continuaba enfrascada en una serie de conflictos marcada por la pervivencia de
aspectos del sistema feudal, la naciente burguesía se estaba identificando con las
ideas ilustradas. De Esteban explica que las ideas de los enciclopedistas y
revolucionarios lograron pasar el muro de los Pirineos llegando a influenciar «en
ciertos sectores minoritarios de las clases rectoras españolas. Dentro de estas
ideas, que se basaban en el culto a la razón y en la fe en el progreso, destaca
especialmente la que se refiere al movimiento constitucional propio de la época».
55
El autor añade que por la influencia de la Ilustración en su territorio, España
adoptó el constitucionalismo en sentido actual –es decir, concebido como forma
de organización política moderna y racional–, muy tempranamente, hecho que lo

50 Pilar García Trobat: «Una aspiración liberal: La enseñanza para todos», en Juan Cano
Bueso (ed.): Materiales para el estudio de la Constitución de 1812, Tecnos, Madrid, 1989, pp. 303-
307.
51 Sobre el contexto social, en general, durante la elaboración de la Constitución de 1812
ver, entre otros, Manuel Pérez Ledesma: «Las Cortes de Cádiz y la sociedad española», en
Miguel Artola (ed.): Las Cortes de Cádiz, Marcial Pons, Madrid, 1991, pp. 172-190; y Jordi Solé
Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes…, cit. Desde un análisis de género, la
investigación de Ana Aba Catoira: «El gran olvido del constitucionalismo gaditano»,
comunicación presentada en el X Congreso «Las huellas de la Constitución de Cádiz», Asociación
de Constitucionalistas de España, Cádiz, 26 y 27 de enero de 2012, (disponible en línea en
www.acoes.es/congresoX/comunicaciones.html).
52 Jordi Solé Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes…, cit., pp. 7 y 8.
53 Joaquín Paredes Solís: «Las penalidades del pensamiento…», cit., pp. 107-108.
54 Ibídem.
55 Jorge de Esteban: Apuntes de Derecho Político II. Derecho Constitucional Español 1, Servicio
de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid,
Madrid, 1989, p. 7.
144 Nilda Garay Montañez

convirtió en uno de los primeros países del mundo que llegaron a tener una
Constitución escrita: la estadounidense de 1787, la de 1791 tras la Revolución
Francesa y la constitución de Cádiz de 1812. Influencia que llegó a las colonias
españolas. 56
Volviendo al contexto sociopolítico español antes del gran brote liberal, el
régimen absolutista trató de impedir los efectos de éste separando a los
reformistas fueron del gobierno y la administración. En 1790 se cerró la frontera
con Francia, se prohibieron los periódicos, se limitaron las Sociedades de Amigos
del País y se reactivó la Inquisición, que, en su celo, no solo prohibió las obras de
Rousseau y Montesquieu, sino también las de Cervantes. 57
Desde la perspectiva social cabe señalar que la sociedad española medieval
y la de los inicios de la etapa moderna, estaban basadas en la idea de castas
cristianas. 58 El nacimiento, origen y religión fueron las vías para fortalecer los
privilegios. Por motivos de origen y raza las personas podían integrarse en la
sociedad oficial tras un proceso legal de comprobación de su calidad de
cristianos y de no pertenecer a otras etnias relacionadas con lo judío o árabe. 59
Bessis puntualiza que a partir de 1535, cualquier persona que quisiera acceder a
un empleo público debía probar que en su familia no había habido ningún
miembro judío o musulmán desde al menos cuatro generaciones. 60 Esta forma
de estructurar la sociedad se recreó en las colonias españolas en América.
Hasta el momento de la llegada del liberalismo a América las Leyes de
Indias de 1680 61 gobernaron las colonias y en ellas se reflejaron los criterios
raciales que ordenaban la sociedad. El Libro VI, Título I «De los indios»
consideraba a los mismos como seres salvajes y dada su naturaleza inferior
debían ser protegidos por los españoles. El Libro VII, en su Título IV ordenaba
que «los gitanos, sus mujeres, hijos y criados sean echados de las indias». En este
Título se asociaba la vagancia y el hurto como costumbres propiamente gitanas y
dañinas para Las Indias. En el Título V «De los Mulatos, Negros Berberiscos é
Hijos de Indias» se diferenciaba a las personas por el color de piel y las mezclas
raciales. Según su raza o mestizaje, se les limitaba la libertad de movimiento, de
contraer matrimonio y se imponía el pago de tributos al Rey. Mediante las Leyes

56 Ibídem.
57 Jordi Solé Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes…, cit. pp. 8-9.
58 Christiane Stallaert: Etnogénesis y etnicidad en España…, cit.; Etienne Balibar: «El
racismo de clase», en Immanuel Wallerstein y Etienne Balibar: Raza, Nación y Clase, IEPALA,
Madrid, 1991 y Ricardo García Cárcel: «Las mujeres conversas en el siglo XVI», en George
Duby y Michelle Perrot: Historia de las mujeres, Del Renacimiento a la Edad Moderna, Vol. 3,
Santillana, Madrid, 1991, pp. 610-616.
59 Ángel Almarza Villalobos: «La limpieza de sangre en el Colegio de Abogados de
Caracas a finales del siglo XVIII», Fronteras de la Historia nº 10 (2005), p. 305 (disponible en
línea en http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/833/83301010.pdf).
60 Sophie Bessis: Occidente y los otros. Historia de una supremacía, Alianza, Madrid, 2002, p.
26.
61 Congreso del Perú: Leyes de Indias, Portal del Congreso del Perú. Archivo digital de la
legislación en el Perú (disponible en línea en www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm).
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 145

de Indias se aplicaron los mismos modelos de discriminación racial que existieron


en Europa. El criterio racial fue, sin duda, la base para consolidar la dominación
europea en el territorio americano. La discriminación racial se reflejó no sólo en
las leyes sino en todas las manifestaciones culturales porque formaba parte de las
estructuras de la sociedad. El «Cuadro de castas» es una expresión cultural
donde se describe la sociedad de castas, es decir, la segregación racial de la
sociedad en las colonias españolas. 62 Éste fue el contexto sociopolítico cuando
brotó el liberalismo gaditano.
En el lapso de cambios hacia una nueva organización política basada en la
igualdad formal, los españoles y los criollos ocupaban los espacios de poder. Los
valores fundados en la superioridad de los criollos frente a los indios y las castas
estuvieron presente en Hispanoamérica desde la conquista y se habían acentuado
durante el siglo XVIII. 63 Esta realidad se evidenció en los debates constituyentes
de Cádiz. Las castas fueron el punto álgido en relación al tratamiento de los
derechos políticos y la igualdad. Castas pardas o castas 64 eran los grupos de
habitantes de las posesiones de España en ultramar que por alguna línea eran
originarios de África. Los estudios de Von Humboldt aportaron claridad a la
definición de castas. El autor sostiene que la sociedad americana estaba dividida
jerárquicamente por la raza, y que en ella los indios y las castas ocupaban el lugar
más bajo. Las castas estaban compuestas por personas que tenían sangre africana,
en concreto, por el grupo negro, mulato, zambo, cuarterón, quinterón, entre
otros. 65
Von Humboldt describió la realidad social de las colonias españolas que se
cimentó con los prejuicios raciales:

«los mulatos son hijos de blancos y de negras y se hacen distinguir por la violencia de
sus pasiones y la volubilidad de sus lenguas. Los descendientes de negros e indias son
llamados chinos o zambos. De la mezcla de un blanco con mulata viene la casta de los
cuarterones y cuando una cuarterona se casa con un europeo o criollo su hijo lleva el
nombre de quinterón. Las mezclas en que el color de los hijos resulta más obscuro
que el de su madre se llama salta atrás». 66

El significado de las castas tenía un contenido peyorativo y en él se


evidencia la huella histórica de la discriminación racial.

62 Ver http://facultyweb.berry.edu/dslade/SPA324/Casta.pdf.
63 Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial, III, La segunda gran expansión de la
economía-mundo capitalista, 1730-1850, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1999, p. 308. En
concreto, sobre la heterogeneidad étnica y el régimen de castas de la América española ver:
Manuel Martínez Sospedra: «Pertenencia nacional, igualdad y representación…», cit., pp. 549 y
ss. Cabe aclarar que en el presente trabajo no se analizarán las categorías criollo y blanco.
64 No suele encontrarse una definición de castas en los estudios de Derecho de ahí que
se ponga énfasis en su explicación.
65 Alexander von Humboldt: Ensayo político sobre el reino de la Nueva-España, Vol. 1,
Librería de Lasserre, Perpiñán, 1836, pp. 259 y 260.
66 Alexander von Humboldt: Ensayo político…, cit., pp. 261-262.
146 Nilda Garay Montañez

El autor pone de manifiesto que la idea de raza se había introducido en las


estructuras sociales de España y sus colonias, y afirma que en «España es una
especie de título de nobleza el no descender ni de judíos ni de moros: en
América la piel, más o menos blanca, decide el rango que ocupa el hombre en la
sociedad». 67 El valor que llegaron a tener, en el ámbito público, las fracciones de
sangre europea en las personas, repercutió en la organización político social en
las colonias hispanas, pues las familias de quienes se sospechaban mezcla de
sangre, pedían a la audiencia judicial una declaración de pertenecer a los blancos.
La decisión judicial que afirmaba la no pertenencia a las castas era requisito para
integrarse en la sociedad. 68 Estos prejuicios impregnarían al constitucionalismo
gaditano y sería la ciudadanía la categoría jurídico-política que serviría para
imputar, según la raza, los derechos políticos.
Ésta era la situación social de España y sus colonias. En 1808 se produjo la
ocupación francesa y la posterior renuncia a la Corona de Carlos IV y Fernando
VII trajo como consecuencia un vacío de poder. Ese mismo año Napoleón
expedía un Decreto por el cual nombraba a su hermano José Napoleón Rey de
España y las Indias y convocó la formación en Bayona de una Asamblea de
notables que debían respaldar la coronación así como fijar las bases de la nueva
Constitución. En efecto, una de las medidas de Napoleón «apuntaba hacia la
aprobación de un texto constitucional llamado a conciliar la autoridad de
soberano con las libertades y privilegios del pueblo». 69 En respuesta a la Carta
de Bayona de 1808 se promulgó la Constitución de 1812.

5. IGUALDAD, DESIGUALDAD Y DISCRIMINACIÓN


EN LA CONSTITUCIÓN DE 1812

La Constitución de 1812 no incorporó una declaración de derechos


aunque sí reconoció el principio de igualdad respecto de los territorios de
ultramar y, a la vez, su representación política. Así, la igualdad estaba implícita en
su contenido y se definió con el concepto de ciudadanía. 70 Pero la igualdad sí se
consideró textualmente en el Proyecto Constitucional de 1811, presentado por
José María Peinado, regidor perpetuo y decano del Ayuntamiento de Guatemala.
71
El precepto relativo a la igualdad del citado Proyecto estaba inspirado en la

67 Alexander von Humboldt: Ensayo político…, cit., p.262.


68 Alexander von Humboldt: Ensayo político…, cit., p. 263.
69 Sobre la Constitución de Bayona, véase Ignacio Fernández Sarasola: La Constitución de
Bayona (1808) I, Iustel, Madrid, 2007, pp. 34 y ss.
70 Ver el reciente análisis sobre igualdad, ciudadanía y derechos constitucionales de la
Constitución de 1812 de Ignacio Fernández Sarasola: La Constitución de Cádiz. Origen, contenido
y proyección internacional, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2011, pp.
241-269.
71 Ignacio Fernández Sarasola: Proyectos Constitucionales (1786-1824), Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 2004, pp. 161-186.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 147

Declaración francesa de 1789, incluyendo los matices propios de la sociedad


americana. Así, en su art. 5 expresaba: «La igualdad consiste en que la ley debe
ser la misma para todos; ya proteja, ya castigue, no pueda ordenar sino lo que es
justo y útil a la sociedad, ni prohibir sino lo que es perjudicial». 72 La aportación
del diputado Peinado, aunque apoyado por la mayoría de los representantes de
ultramar, no tuvo éxito quedando recogida la igualdad en el texto de 1812 de
forma dispersa.
El concepto de ciudadanía, ligado a la nacionalidad, definía a la igualdad en
la Constitución gaditana. Así, la igualdad comprendida en el reconocimiento de la
nacionalidad marcaba un hito en la historia constitucional española y americana.
El art. 1 del Título Primero de la Carta decía: «La Nación española es la reunión
de todos los españoles de ambos hemisferios», y el art. 4º instaba a la Nación a
«conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los
demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen». La
referencia a «todos los españoles de ambos hemisferios» suele ser considerada
como una igualdad novedosa, porque incluía a todos los habitantes de las
Españas. Todos los individuos de ambos hemisferios se presumían iguales. Sin
embargo, el significado de «todos» estaba ligado a la igualdad formal y, en
consecuencia, la expresión «todos los españoles» tenía sus limitaciones puesto
que la ciudadanía era la condición sine qua non para alcanzar la igualdad, ostentar
la titularidad y el goce de derechos.
Como consecuencia de esta interpretación limitativa, la ciudadanía
restringió al contenido de la igualdad. El punto de partida fue el individuo y
pareciera que «todos los individuos» incluía a las mujeres, a los indios y castas.
No fue así, ya que las mismas Cortes dejaron claro que el contenido del
concepto de ciudadanía y, por ende, de la igualdad no incluía a estos grupos. Por
ejemplo, desde la instalación de las Cortes, los constituyentes acordaron la
igualdad de ambos hemisferios y al mismo tiempo positivaron la exclusión de las
mujeres en su Reglamento Interno en cuyo texto prohibieron expresamente su
acceso a las sesiones públicas de las Cortes 73.
Esta forma de entender la sociedad, su organización y limitación del poder
basada en la clasificación por raza y sexo, se expresó en la restricción de los
derechos políticos. El art. 22 de la Constitución señalaba las condiciones para ser
ciudadano aplicables a los varones originarios del África:

«A los españoles que por cualquiera línea son habidos y reputados por originarios del
África, les queda abierta la puerta de la virtud y del merecimiento para ser ciudadanos:
en su consecuencia, las Cortes concederán carta de ciudadano a los que hicieren
servicios calificados a la Patria, o a los que se distingan por su talento, aplicación y
conducta, con la condición de que sean hijos de legítimo matrimonio de padres
ingenuos; de que estén casados con mujer ingenua, y avecindados en los dominios de
las Españas, y de que ejerzan alguna profesión, oficio o industria útil con un capital
propio».

72 Ignacio Fernández Sarasola: Proyectos Constitucionales…, cit., pp. 162-163.


73 Reglamento para el Gobierno Interior de las Cortes del 26 de noviembre de 1810.
148 Nilda Garay Montañez

Los constituyentes incorporaron en la Carta de Cádiz la categoría de raza


y la conectaron al concepto de ciudadanía. Los valores fundantes del liberalismo,
tales como el mérito, el talento, el patrimonio se convirtieron en capacidades
que tenían que demostrar los hombres no blancos para ser ciudadanos e iguales
puesto que, por la paradoja de la igualdad formal, no todos los individuos lo eran.
Respecto de los hombres españoles y criollos se naturalizó la ciudadanía sobre la
base del varón blanco.
La idea de discriminación racial también estuvo presente en la noción de
nacionalidad. El texto constitucional afirmaba que eran españoles «los hombres
libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos»
y «Los libertos desde que adquieran la libertad en las Españas» (art. 5, apartados
primero y cuarto). Los hombres negros seguían sometidos al régimen esclavista,
régimen que pervivía en la época del proceso constituyente. El origen africano de
las personas fue una de las razones de discriminación presentes en la
construcción de la dogmática de los derechos. Los negros no podían gozar de los
derechos al no cumplir con la condición de ser nacional, salvo determinadas
condiciones como el ser liberto. De esta forma, desde el poder político se
modulaba la titularidad y el ejercicio de los derechos, como los políticos, en
función de la raza.
La Constitución había previsto la suspensión de la ciudadanía en el art. 25:

«El ejercicio de los mismos derechos se suspende: Primero. En virtud de interdicción


judicial por incapacidad física o moral. Segundo. Por el estado de deudor quebrado, o
de deudor a los caudales públicos. Tercero. Por el estado de sirviente doméstico.
Cuarto. Por no tener empleo, oficio, o modo de vivir conocido. Quinto. Por hallarse
procesado criminalmente.»

Estas causas definían el sufragio capacitario masculino, propio del derecho


decimonónico, y estaban estrechamente relacionadas con las condiciones de vida
de los habitantes nativos de las colonias, es decir, de la población no blanca: los
indígenas y los libertos. La raza coadyuvó a restringir la ciudadanía, debido a que
América por su elevada población podría tener más representación política que
los españoles. Entonces, el juego democrático giraba en torno a reconocer,
conceder y restringir derechos, aunque siempre entre varones y por razones
raciales.

5.1 El debate en las Cortes de Cádiz

Contra la invasión de Napoleón se produjo el levantamiento del pueblo


español, recuperando su independencia en 1814. 74 Con el fin de llenar el vacío

74 Para un repaso de la historia española, ver Fernando García de Cortázar y José Manuel
González Vesga: Breve historia de España, Alianza, Madrid, 2002.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 149

de poder existente se convocaron las Cortes de Cádiz cuando casi todo el


territorio aún estaba ocupado por los franceses. 75 Las Cortes se dividieron, a
grosso modo, en dos grandes sectores: liberales y absolutistas, 76 aunque su
composición se caracterizó por una presencia significativa de conservadores,
moderados, radicales liberales y de posiciones eclécticas. Los diputados jóvenes
fueron los que propusieron grandes cambios, así como algunos americanos. En
suma, del sector subrepresentado de los profesionales y funcionarios fue del que
salieron los principales oradores y las más radicales propuestas. 77 En estas
Cortes surgió a veces una posición ambigua que, como muchos de los
representantes de las colonias, tendía a votar con las posiciones liberales. 78
En aquel momento de globalización de la ideología liberal muchos de los
representantes políticos de Cádiz se habían formado sobre la base de la doctrina
política que propugnaba la limitación del poder y el reconocimiento de las
libertades. Las obras de los ilustrados así como del padre del liberalismo, Locke,
influenciaron, en distintos grados, en el pensamiento de quienes representaban a
la nación española en Cádiz.
La mayoría de los ilustrados franceses admiraron el avance de las ideas
liberales que ya se habían afianzado con la obra de Locke. Voltaire, por ejemplo,
admiró la organización sociopolítica inglesa y bebió del pensamiento de aquél
respecto de temas como la propiedad y la desigualdad. En su obra recogió la
visión sesgada de la sociedad en función de la raza y sostenía que existe una
sensible diferencia entre las especies de los hombres que pueblan las cuatro
partes conocidas del mundo. Voltaire afirmaba que «sólo un ciego podría dudar
de que los blancos, los negros, los albinos, los hotentotes, los lapones, los chinos,
los americanos, constituyen razas diferentes». 79 El pensamiento liberal basado en
las exclusiones de otros grupos humanos por motivos raciales tuvo influencia en
el primer liberalismo español e hispanoamericano, de ahí que muchos de los
diputados españoles y americanos siguieran esa visión tomando como referencia
al liberalismo inglés y francés –es más, muchos de ellos habían vivido en
Inglaterra, Francia o España. 80

75 Jordi Solé Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes…, cit., p. 14.
76 Ver Manuel Pérez Ledesma: «Las Cortes de Cádiz y la sociedad española», cit., p. 172 y
sobre el rol que jugaron los diputados americanos, ver Marie-Laure Rieu Millán: Los diputados
americanos en las Cortes de Cádiz (igualdad o independencia), Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Madrid, 1990.
77 Manuel Pérez Ledesma: «Las Cortes de Cádiz y la sociedad española», cit., p. 172.
78 Jordi Solé Tura y Eliseo Aja: Constituciones y periodos constituyentes…, cit., p. 14.
79 Voltaire: La filosofía de la Historia, Tecnos, Madrid, 1990, p. 7.
80 Sobre la influencia de los liberales ingleses y franceses en los diputados de Cádiz ver,
entre otros, los estudios de Manuel Moreno Alonso: «Sugerencias inglesas para unas Cortes
españolas», en Juan Cano Bueso (ed.): Materiales para el estudio de la Constitución de 1812, cit.,
pp. 499-505; del mismo autor: «Lord Holland y los orígenes del liberalismo español», Revista de
Estudios Políticos nº 36 (1983) y Marie-Laure Rieu Millán: Los diputados americanos en las Cortes
de Cádiz…, cit.
150 Nilda Garay Montañez

Las relaciones dialécticas de igualdad/desigualdad y discriminación/no


discriminación se manifestaron en el debate constitucional. Alegaciones a la
jerarquía de razas se encuentran, especialmente, en las sesiones donde se
debatieron la igualdad y la ciudadanía de los habitantes ultramarinos, con las
intervenciones de los representantes americanos. 81 La cuestión racial fue
incorporada al debate público sin ambages.
Durante la elaboración de la Carta gaditana y estando en vigor, se produjo
una franca interacción entre la población criolla y la peninsular y el contacto
directo con el pensamiento ilustrado que caló hondamente en las ideas
independentistas de los criollos, estrato social donde se encarnaría una especie
de burguesía hispanoamericana. La mayoría de los diputados americanos eran
criollos con la presencia entre ellos del diputado Dionisio Inca Yupanqui,
autodeclarado indígena.
Los diputados americanos lograron un pacto de iguales con los
representantes españoles en Cádiz. Inmediatamente instaladas las Cortes
Generales y Extraordinarias, los representantes de América reivindicaron la
necesidad de que éstas se pronunciasen sobre la igualdad de derechos entre
españoles americanos y europeos. Durante la primera sesión secreta de las
«Cortes Extraordinarias de todos los reinos y dominios de España», llevada a
cabo el 25 de septiembre de 1810, se procedió a definir asuntos pendientes de la
Instalación de las Cortes. Desde aquel momento, los diputados americanos
manifestaron la necesidad, justicia y conveniencia de acompañar al decreto de
instalación de las Cortes con declaraciones sobre su igualdad de derechos con
los españoles europeos. Solicitaron que era «necesario hablar al mismo tiempo á
la América de su igualdad de derechos con los españoles europeos, de la
extensión de su representación nacional como parte integrante de la
Monarquía». 82 Exigieron la igualdad de todos los habitantes de las colonias
españolas y los de la metrópoli y, por ende, la igualdad en cuanto al ejercicio de
derechos políticos de los habitantes de ultramar. Muchos de los diputados
europeos consideraron a esta propuesta como inoportuna por las circunstancias
en que se encontraba España señalando que nadie se oponía a la fraternidad de
los dominios de Ultramar con los de Europa pero que la propuesta requería
mucho pulso, examen y antecedentes de que aún se carecía. 83 Los americanos
creyeron primordial que la igualdad planteada con anterioridad en Bayona se
reconociera también en la Constitución de Cádiz.
En efecto, el antecedente inmediato de la igualdad de la Constitución de
Cádiz se puede encontrar en el Estatuto de Bayona de 1808. Napoleón convocó

81 Ver la reciente publicación sistematizada que permite analizar los debates en las
Cortes: Fernando Martínez Pérez (ed.): Constitución en Cortes. El debate constituyente 1811-
1812, Ediciones UAM, Madrid, 2011. Ver esp. pp. 115 a 211 relativas a los derechos de los
extranjeros y las castas.
82 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias. Sesiones Secretas, Sesión de 25
de septiembre de 1810, por la noche, núm. 2, p. 6.
83 Ibídem.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 151

a hombres notables de España y de sus territorios de ultramar para que


integrasen la Asamblea que se reunió en Bayona, entre ellos seis naturales en
representación de las provincias de ultramar, 84 quienes reivindicaron la igualdad
que, finalmente, se reflejó en el texto de la Carta de Bayona. 85 Al respecto, cabe
destacar las observaciones hechas por José del Moral, diputado del reino de
México, que solicitaba que se reconociera la igualdad entre españoles y
americanos. 86
Napoleón era consciente que no sólo necesitaba los apoyos de los
españoles de la metrópoli sino también de los territorios ultramarinos cuya
emancipación pretendía evitar. Para consolidar su proyecto político y militar,
realizó el llamamiento a diputados de ultramar para integrar la Junta de Bayona,
lo que ha venido a configurarse como una auténtica revolución. Era la primera
vez que se le concedía representación propia a los territorios ultramarinos en
España 87 y era la primera vez que se reconocía tal igualdad en un texto
constitucional liberal.
Aquella igualdad de la Carta de Bayona tuvo importante repercusión en la
Constitución de Cádiz, especialmente entre los hombres blancos que componían
los niveles altos de la sociedad. Ello derivaría a la discusión de si los hombres no
blancos serían iguales y ciudadanos.
Centrándonos en los debates en las Cortes de Cádiz, la situación de la
población indígena americana y la de los esclavos comportaron «dos asuntos
espinosos presentados a las Cortes por los diputados americanos». 88 En
concreto, las posiciones estaban referidas a los derechos políticos de los
indígenas y las castas. Fueron temas importantes en los trabajos parlamentarios
de los diputados americanos. 89 Los debates pusieron interés en la ciudadanía y
en la abolición de la esclavitud sin que esta última se materializara. Se debatió,
también, sobre el tributo indígena, que se logró eliminar.
Los Diarios de Sesiones de las Cortes de Cádiz evidencian que el hombre
criollo, indígena y los integrantes de las castas fueron objeto de acaloradas
discusiones relativas a los derechos políticos y que, específicamente, las
posiciones estaban referidas al derecho de sufragio. En plena crisis política y
económica que vivía la sociedad española, los constituyentes tenían que decidir

84 Ignacio Fernández Sarasola: La Constitución de Bayona (1808) I, cit., p. 41.


85 Observaciones que sobre el Proyecto de Constitución presentado de orden del
emperador a las Juntas de españoles celebradas en Bayona, hicieron los miembros de éstas,
observaciones hechas por D. José del Moral, Diputado del reino de Méjico, Bayona 25 de junio
de 1808, Ignacio Fernández Sarasola: La Constitución de Bayona (1808) I, cit., pp. 393-394.
86 Ibídem.
87 Ignacio Fernández Sarasola: La Constitución de Bayona (1808) I, cit., pp. 93 y ss.
88 Mª Teresa Berruezo León: «La presencia americana en las Cortes de Cádiz», en Juan
Cano Bueso (ed.): Materiales para el estudio de la Constitución de 1812, cit., p. 65.
89 Mª Teresa Berruezo León: «La presencia americana en las Cortes de Cádiz», cit., p. 53.
152 Nilda Garay Montañez

sobre la «cuestión americana» 90 esto es, si reconocían los derechos políticos a


las poblaciones nativas y negras con el riesgo de perder poder en la
representación política, ante la posibilidad de que la población en América fuese
más numerosa.
Sobre este asunto, King explica que, a pesar de los censos locales
realizados en la segunda parte del siglo XVIII, no se sabía exactamente cuál era la
población de América y las Filipinas. Quince o dieciséis millones, según las
estimaciones de Alejandro von Humboldt, fueron las cifras comúnmente
aceptadas en la época tanto por los españoles como por los americanos. La
población de España en aquel momento era inferior a esa cifra lo cual significaba
el riesgo de una menor representación. 91
Para solucionar este dilema, se utilizó la división racial de la sociedad
americana en base a una estructura de castas complicada, y en ellas se encontró
la fórmula para excluir a una parte de la población de ultramar de los derechos
políticos y así asegurar el control del poder por los peninsulares. 92 La
representación política se estaba gestando sobre la base de la raza a la que se
unió la idea de la capacidad. Sobre éstas giró el debate del art. 22 de la Carta
gaditana. Con frecuencia se argumentó que el citado precepto constitucional sólo
trataba de abrir la puerta de la virtud y del mérito a aquellos que se
«encontraban lejos de la esfera política» 93 sin la intención de excluir «de los
derechos ciudadanos a ninguno que los goce». 94
En la pugna por el poder por parte de los representantes, cuando se
debatió sobre la ciudadanía de las castas y esclavos, el diputado Muñoz Torrero
explicó ante las Cortes la diferencia entre los derechos civiles y políticos,
indicando que los civiles son de todos los individuos que componen la nación.
Los políticos pertenecen exclusivamente al ejercicio de los poderes públicos. Los
derechos políticos no los tienen todos. Recalcó que era la primera vez que
tenían estos derechos tanto españoles como americanos. Y, añadió: «Algunos
americanos piden una justicia rigurosa y esto no es posible menos en una
Monarquía como la que se estaba organizando». 95 Tras dicha introducción, el

90 Matthew C. Mirow: «Codification and the Constitution of Cádiz», Florida International


University Legal Studies Research Paper nº 11-13 (2011), (disponible en línea en http://papers.ssrn.
com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1844438).
91 James F. King: «The Colored Castes and American Representation in the Cortes of
Cadiz», The Hispanic American Historical Review nº 33/1 (1953), p. 33.
92 Ibídem. Además de King, respecto del estudio detallado sobre el vínculo de raza con el
constitucionalismo gaditano ver J. M. Fradera: «Raza y ciudadanía. El factor racial en la
delimitación de los derechos políticos de los americanos», en J. M. Fradera: Gobernar Colonias,
Península, Barcelona, 1999, pp. 51-69.
93 Ver la intervención del diputado Olivero en Diario de Sesiones de las Cortes Generales y
Extraordinarias, sesión de 6 de septiembre de 1811, tomo 339, p. 1.784.
94 Diputado Olivero en Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión
de 6 de septiembre de 1811, tomo 339, p. 1.784.
95 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 6 de septiembre de
1811, tomo nº 339, p. 1.790.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 153

diputado defendió la exclusión de las castas de la titularidad y ejercicio de


derechos, siendo ésta su argumentación:

«Algunos señores americanos desatendiéndose de esta distinción han hablado de la


regla de la justicia en que debe fundarse toda política. Pero si llevamos demasiado lejos
estos principios de lo que se dice rigurosa justicia sin otras consideraciones, seria
forzoso conceder a las mujeres con los derechos civiles, los políticos y admitirlas en las
Juntas electorales y en las Cortes mismas. La cuestión presente se debe, pues, reducir,
a saber: si los españoles originarios del África han de ser llamados desde luego al
ejercicio de los derechos políticos o no.» 96

El diputado Muñoz Torrero puso en la discusión parlamentaria dos


razones de exclusión en la representación política: el sexo y la raza. 97 El citado
diputado refirió que no todos los representantes americanos estaban de acuerdo
en concederles ciudadanía a las castas, poniendo en evidencia que, en el mismo
grupo defensor de los habitantes de ultramar, las posiciones raciales respecto de
los originarios de África no eran las mismas. 98 Por ejemplo, el diputado por
Lima, Morales y Duarez, entendió que la aplicación del Decreto de 15 de octubre
de 1810 sobre igualdad de derechos entre españoles y ultramarinos igualaba a los
criollos, españoles europeos e indios, hablando de los «oriundos»; y alegó que
los negros no eran oriundos, «son unos africanos: por tanto, quedan excluidos
en la proposición, así como se excluyen los mulatos». 99
Los diputados aludían al origen africano de las castas, a la mezcla de
africanos con indígenas, al color de la piel, a los nombres que en cada lugar de
América tenía el grupo de personas según su mestizaje. Terminologías tales
como «sangre africana», «moro», «moreno», «oscuro», «mulatos», «negros»,
«castas», entre otras, se utilizaron en la sesiones del 4 al 11 de septiembre de
1811 cuando se debatió el art. 22 de la Constitución, uno de los más polémicos,
tanto en la Comisión como en la sesión pública; 100 pero en estas sesiones no se
trató la esclavitud. El diputado García Herreros consideró «arbitraria e
indecorosa» la pretensión de contabilizar la población de origen africano,
eufemismo que se empleaba en el hemiciclo para rehuir el término «esclavo». 101

96 Ibídem. Respecto de la discriminación por sexo, no existe debate constitucional sobre


la ciudadanía e igualdad su referencia fue accidental, sólo apareció en el debate acerca de la
ciudadanía de las castas.
97 Al respecto ver Verena Stolcke: «¿Es el sexo para el género…?», cit, pp. 44 y ss.
98 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 6 de septiembre de
1811, tomo 339, p. 1.790.
99 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 23 de enero de
1811, nº 119, p. 420.
100 Congreso de los Diputados, «Hace 200 años. Diario de las Cortes de Cádiz Crónica
Parlamentaria Diaria» (disponible en línea en www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/
Congreso/Hist_Normas/200/H1811_9#04091811) y Diario de Sesiones de las Cortes Generales
y Extraordinarias, sesión de 4 de septiembre de 1811, nº 337, pp. 1.759-1.769.
101 Antonio Fernández García: La Constitución de Cádiz (1812) y Discurso preliminar a la
Constitución (1812), Castalia, Madrid, 2003, p. 53.
154 Nilda Garay Montañez

Los constituyentes se limitaron a debatir sobre su ciudadanía y respecto


de la esclavitud sólo trataron el aspecto formal del asunto, es decir, si se debía o
no prohibir el comercio de esclavos. Así, el diputado Argüelles exigió que
solamente se prohibiera, de momento,

«el comercio de esclavos. Para tranquilizar a algunos señores que hayan podido dar a la
proposición sentido diferente […] El tráfico, Señor, de esclavos, no solo es opuesto á
la pureza y liberalidad de los sentimientos de la Nacion española, sino al espíritu de su
religion. Comerciar con la sangre de nuestros hermanos es horrendo, es atroz, es
inhumano, y no puede el Congreso nacional vacilar un momento entre comprometer
sus sublimes principios ó el interés de algunos particulares.» 102

En su intervención, el diputado Argüelles puso como ejemplo el Bill de la


abolición del comercio de esclavos de Inglaterra, aprobado el 5 de febrero de
1807 que presenció en la Cámara de los Lores. Solicitó, pues, seguir el ejemplo
del país aliado y solamente eliminar el tráfico comercial de personas negras más
no la libertad de los esclavos en América hispana. 103
Pero en las Cortes de Cádiz hubo un sector de representantes que apeló
al discurso igualitario en defensa del derecho de sufragio de las castas. El
diputado Alcocer manifestó que en el siglo XIX, un siglo «tan ilustrado, y en una
Nación tan culta como la española, debe atenderse á las cualidades físicas y
morales de los súbditos, y no al color». 104 Por su parte el diputado Castillo
preguntó en el hemiciclo: «¿Por qué el color de la piel o el origen africano tiene
que restringir la titularidad de los derechos ciudadanos? ¿Será la razón de esto
porque los descendientes de los ardientes climas del Africa tienen el color
atezado, moreno o negro?». 105
Respecto de la idea de ciudadanía de la población indígena, los
constituyentes de Cádiz los consideraron sujetos menores de edad, para así
suspender su acceso a la ciudadanía activa. Esta noción respecto de «los indios»
se refleja en las afirmaciones del diputado Valiente:

«En orden á los indios, siendo esta la porción más considerable en el número, la
originaria de aquel país, y la más considerada y defendida por las leyes, es tal la
pequeñez de su espíritu, su cortedad de ingénio, su propensión al ócio, á la oscuridad y
al retiro, alejándose siempre del concurso de las demás clases, que al cabo de tres
siglos de oportunas y empeñadas providencias para entrarlos en las ideas comunes y

102 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 2 de abril de 1811,
nº 185, p. 811.
103 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 2 de abril de 1811,
nº 185, p. 812.
104 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 4 de septiembre
de 1811, nº 337, p. 1.763.
105 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 4 de septiembre
de 1811, nº 337, p. 1.768.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 155
regulares, se muestran iguales a los del tiempo del descubrimiento de las Indias. […] tal
es el génio y condicion de estos infelices.» 106

Y continuó, esta vez argumentando sobre su capacidad de raciocinio:

«En el singular y laudable Propósito de conservarlos en la pureza de su origen y de


atemperarse en lo posible á sus usos y costumbres, la ley los estima en la capacidad de
aun menos de siete años, y les concede de lleno un cúmulo de exenciones y privilegios
que no tienen ejemplar. […] El indio, sea de la edad que fuese, por lo común no es
admitido al uso de los Santos Sacramentos, […] son rudos en extremo, y muy
resistentes al alcance de tener ideas comunes. En este estado de incapacidad y minoría
legal seria un absurdo habilitarlos para las interesantes funciones de intervenir en las
Córtes: saldrían de sus pueblos para elegir sin saber á lo que iban.» 107

De esta forma se consideraba al indígena incapaz para ser ciudadano y, en


todo caso, se justificaban las causas de la suspensión de la ciudadanía. De la raza
dependía si el indio podía ejercitar los derechos políticos. Esta forma de
entender el sistema representativo liberal marcaría al constitucionalismo
hispanoamericano.
Hemos podido contrastar que la jerarquía racial como instrumento de
cohesión o exclusión jugó un papel, no necesariamente positivo, en el desarrollo
de los principios constitucionales. Los blancos europeos y criollos compartían
cierto vínculo de cohesión, puesto que para ellos no supuso un gran problema
alcanzar igualdad y gozar de los mismos derechos políticos, a costa de la
marginación de otros grupos. 108 El colectivo indígena, en cierto modo, era
susceptible de ser considerado ciudadano, hecho que sería más difícil de alcanzar
para el grupo de origen africano. El criterio racial, en los debates, presentó dos
interpretaciones, una referida al vínculo de sangre, según las teorías
decimonónicas y otra referida a lo identitario. Un ejemplo de ello lo
encontramos en la posición del diputado suplente Dionisio Inca Yupanqui que, en
las Cortes, se presentaba como «Inca, Indio y Americano» 109 y defendió con
entusiasmo la causa de sus hermanos indígenas, 110 aunque no de los castas. Lo

106 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 23 de enero de


1811, nº 119, p. 425.
107 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 23 de enero de
1811, nº 119, p. 425.
108 Las complejas distinciones raciales en la sociedad en las colonias hispanoamericanas (y
en las colonias portuguesas y francesas) fueron también legitimadas por los criollos. Al
respecto ver Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial, III, cit., pp. 319-324. Los
representantes en las Cortes de Cádiz no criticaron en sus lugares de origen la jerarquía racial.
Algunos en las Cortes se opusieron a la abolición de la esclavitud y el tráfico de esclavos,
sobre estas posiciones en las Cortes ver: Antonio-Filiu Franco Pérez: «La “cuestión cubana” en
las Cortes de Cádiz», en Pilar García Trobat y Remedio Sánchez Ferriz (coords.): El legado de
las Cortes de Cádiz, cit., pp. 569-597.
109 Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión de 16 de diciembre de
1810, nº 81, p. 173.
110 Marie-Laure Rieu Millán: Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, cit., p.70.
156 Nilda Garay Montañez

cierto es que el mencionado diputado no había vivido en el Perú desde muy niño,
hecho que le recriminó el diputado limeño Vicente Morales y Duárez. 111

6. CONCLUSIONES

La realidad aquí reflejada de la igualdad en la Constitución de Cádiz nos


permite constatar que el Derecho, por ser un producto histórico, es el espejo
del desarrollo de una sociedad determinada y que no escapa a los prejuicios
sociales. El propósito del Derecho es la convivencia pacífica, y la igualdad y la no
discriminación son imprescindibles para alcanzar tal fin. Sin embargo, la ciencia
jurídica apenas ha profundizado, hasta ahora, en el potencial que tienen los
prejuicios, como el racial, para limitar la eficacia normativa.
En el siglo XIX las teorías que establecían la existencia de una jerarquía de
razas humanas habían logrado influir en el desarrollo científico y, en concreto, en
la filosofía política y las ciencias jurídicas. Por un lado, un amplio sector de la
Ilustración defendió tales teorías y, por otro, había quienes criticaron los
prejuicios raciales por vulnerar el principio de igualdad que ya se había positivado
en las Declaraciones de Derechos liberales. Aquellas críticas no lograron cambiar
el contenido de la igualdad formal.
La igualdad formal que adoptaron los nacientes Estados constitucionales
sólo respondía a los intereses de la burguesía que se configuró en el sujeto de los
derechos con características biológicas y económicas determinadas: sexo
masculino, de raza blanca y con patrimonio. Así, este sujeto solo tendría
capacidad para tomar decisiones en el ámbito público mediante el sufragio
capacitario, derecho que ordenó durante mucho tiempo la vida en el espacio
público.
El año 1812, cuando España ingresó en el constitucionalismo, marcó un
hito importante al reconocer la igualdad de los territorios y habitantes de ambos
hemisferios. Pero la ampliación de la igualdad a los territorios ultramarinos no
significó la ampliación de su contenido. Su carácter formal impidió el acceso a la
ciudadanía a determinados grupos por motivos raciales.
La igualdad de ambos hemisferios proclamada en la Carta gaditana fue, en
realidad, el producto de las pugnas por el poder político y económico en el
sistema denominado por Wallerstein economía-mundo. La pugna entre las
potencias inglesa, francesa y española hizo que la igualdad irrumpiera al mismo
tiempo en América hispana y la península. Así, las Cortes de Cádiz iniciaron su
andadura en el momento en que ya se había desarrollado el constitucionalismo
liberal en el espacio público y la codificación napoleónica en la esfera privada.
La ideología liberal fijó en ambos hemisferios la igualdad programática.
Pero esta idea de igualdad ya había sido incluida en la Carta de Bayona de 1808
durante la invasión napoleónica y en contestación a ésta España decidió elaborar

111 Ibídem.
La idea de igualdad en el constitucionalismo liberal español 157

su propia Constitución. La igualdad heredada de Bayona trajo como


consecuencia un cambio en las formas pero no en el fondo de la sociedad
española, puesto que los prejuicios raciales arraigados se mantenían. Así, en el
debate constituyente en Cádiz los representantes políticos alegaron razones
raciales para el reconocimiento de los derechos políticos.
El debate de la ciudadanía de las castas y de los indígenas en unas Cortes
constituyentes apareció como un problema complejo dado que el edificio de la
representación política que hasta entonces existía se había estructurado sobre la
idea del varón blanco. Era la primera vez que se introducía explícitamente en el
debate constitucional el hecho racial. Ello significó, para el constitucionalismo, la
puesta en evidencia de sus rémoras que marcarán, en el futuro, sus avances y
retrocesos.
La discriminación racial continúa siendo un problema pendiente de
solución en el Derecho. En España la normativa existente respecto de la no
discriminación racial no está alcanzando la eficacia deseable. Aunque la
jurisprudencia constitucional respecto de la prohibición de discriminación racial
rechaza el racismo (véanse por ejemplo, las SsTC 214/1991, de 11 de noviembre
y 176/1995, de 11 de diciembre, sobre la discriminación contra lo judío), en el
contenido de la STC 13/2001, de 29 de enero (caso Rosalind Williams) el citado
Tribunal considera que para la realización de los controles policiales de personas
extranjeras «determinadas características físicas o étnicas pueden ser tomadas en
consideración en ellos como razonablemente indiciarias del origen no nacional
de la persona que las reúne» (fto. Jco. 8). El voto particular que formuló el
Magistrado Julio González Campos resalta los efectos negativos de estos
criterios (Fundamento1). Posteriormente, el Dictamen del Comité de Derechos
Humanos de Naciones Unidas concluyó que en el caso Rosalind Williams sí se
vulneró la prohibición de discriminación racial (Dictamen. Comunicación Nº
1493/2006). Sería por tanto oportuno afianzar el carácter normativo de la
Constitución mediante una ley garantista contra la discriminación racial siguiendo
la andadura de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva
de mujeres y hombres en la medida que ésta viene significando un ciento avance
en cuanto a la igualdad real.
En el proceso de construcción de la Unión Europea, como ya se ha
referido, la prohibición de discriminación racial ha estado formalmente presente.
La Unión ha regulado mediante su Derecho derivado la igualdad de trato y la no
discriminación racial o étnica, con una posición inequívoca de rechazo a las
teorías que tratan de establecer la existencia de las razas humanas. Si la
normativa europea en el siglo XXI reconoce la existencia de teorías racistas
parece obvio que la doctrina constitucional necesita incorporar a su contenido
esta realidad social.
El análisis que se ha realizado aquí de la idea de igualdad, estrechamente
vinculada a la ciudadanía, y su nexo con la huella histórica de la discriminación
racial pretende desvelar que los estereotipos raciales siguen estructurando las
relaciones sociales sin que el derecho se haya pronunciado de forma
contundente. Se necesitaría más estudios que permitan replantear el Derecho
158 Nilda Garay Montañez

constitucional, tomando en cuenta el papel que ha jugado y que juega la


discriminación racial en el desarrollo del constitucionalismo liberal y social.

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