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Permite que sintamos la caricia de Tu mano

Oh Padre Celestial,
Tu Hijo Bendito cuando estuvo con nosotros sus hermanos,
nos descubrió a cada paso,
los tesoros infinitos de amor, de perdón y misericordia
que se encierran en Tu corazón...
Tú conoces que sin una ayuda tuya, especialísima,
andaremos vagando lejos, muy lejos de tu casa.
Lejos, muy lejos de Tu bendita mirada.
Tú sabes que tratamos de ocultar nuestra miseria
y de ahogar el remordimiento de vivir lejos de Ti,
precipitándonos más y más en el abismo de las cosas materiales que,
mientras más las buscamos, más nos esclavizan.
Permite que, cuando nos veamos atormentados
por el remordimiento de habernos alejado de Ti
recordemos estas palabras que Tu Hijo dirigió al enfermo pecador:
"Ten confianza, hijo: tus pecados te son perdonados" (Mt. 9,2).
Que como ese enfermo pecador,
sintamos la caricia maternal de tu mano bendita,
sanando las heridas que dejó el pecado en nuestro espíritu.

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