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Integrantes

- Agurto Medina, Nicole


- Alama Zapata, Vanesa
- Alejo Huamán, Angie Carolina
- Bernal Zúñiga, Leslie Karen
- Caldas Orrego, Alessandro
- Calderón López, Katiuska Rosaura
- Camargo Castro, Misael Andrés
- Cauracuri Vega, Jair Alexander
- Castilla Ayma, Alejandra Venecia
- Castillo Astuye, Mery Sofía

CAPITULO 1
El hecho social entendido como situación

Las relaciones interpersonales constituyen el objeto de los estudios jurídicos ya que desde
Aristóteles (zoon politikon) hasta pasando por Hobbes habla sobre que el hombre es un animal
urbano por naturaleza. Hay que admitir que los hechos sociales son construcciones que adquieren
forma en las relaciones y mediante intercambios individuales, concretos y cotidianos, en función del
sentido que los individuos dan a las situaciones, tal como viven y las sienten en relación con los
demás.

1.Por una parte, obliga a pensar juntas y simultáneamente las situaciones que implican a individuos
y al fenómeno global de la ciudad

2. Por otra parte invita a preguntarse por la naturaleza misma de un discurso que tenga por objeto
la ciudad medieval en general

Sencillez y complejidad

Ambas son ante todo las interpretaciones. Las interpretaciones simples constituyen una imagen,
pueden traducirse en fórmulas incisivas, ayudan a ordenar en el pensamiento la complejidad el
mundo social. Las interpretaciones complejas Generalmente desconocidas fuera del círculo
estrecho de los sabios especialistas.
Relación entre los hombres

En la ciudad los hombres se concentran un espacio restringido de ahí que la posibilidad es que tienen
de entablar relaciones entre ellos se ven aumentadas y a la vez modificadas ya que la ciudad se
puede concebir perfectamente como un modo particular de relaciones entre los hombres

Existen dos maneras de definir la ciudad de manera pertinente

La primera consiste en dar definiciones cuántas han existido del concepto de ciudad, en las
diferentes civilizaciones o tradiciones culturales.

La segunda consiste en utilizar un principio explicativo capaz de dar testimonio de la existencia de


todas las ciudades sean cuales fueren dejando bien claro que por encima de ese principio explicativo
cada civilización da el fenómeno general que es la ciudad de una declinación particular.

CAPITULO 2
En la edad media los contemporáneos nos ayudaron, en un comienzo, a delimitar la particularidad
de la ciudad medieval y a trazar las grandes líneas de su evolución. A lo largo de una primera época,
hasta el siglo IX, es decir, durante la alta edad media, la ciudad es sobre todo una ciudad episcopal.
Se pueden distinguir de forma sumaria dos momentos en esta primera época.

Los primeros ejemplos elegidos se refieren a la ciudad de los siglos VI y VII, es decir, a un mundo
complejo y convulsionado por sucesos trágicos, el de los dos siglos que siguieron a la desaparición
de la autoridad imperial en la parte occidental del Imperio Romano, época de los reinos
directamente procedentes de la instalación de pueblos germánicos en el imperio, en los siglos V y
VI, en especial los francos en la Galia y los lombardos en Italia, fundadores de los dominios más
duraderos. Después vienen los dos siglos carolingios, los siglos VIII y IX, de los que dan testimonio
no los autores cuyos textos se citan expresamente, sino las imágenes, testigos de una cierta forma
de concebir la ciudad y la justificación de su existencia.

Durante una segunda época, a partir de finales del siglo IX y el siglo X, aparece a plena luz un
desarrollo de las ciudades sobre nuevas bases, ya comenzando en los tiempos carolingios, que llega
pronto a su plena expansión. Entonces adquiere forma lo que en tanta frecuencia se ha ido
considerado la ciudad medieval por excelencia. En los siglos de su existencia se pueden distinguir
dos momentos. El primero, hasta el siglo XII, corresponde a un impulso masivo de las ciudades que
deja estupefactos a los contemporáneos: estos valoran la novedad de un fenómeno que consideran,
con toda la razón, algo sin precedentes. En el segundo, a partir del siglo XIII, el desarrollo de las
ciudades deja sentir sus efectos en toda su amplitud. En ese momento, los contemporáneos dan
testimonio de un mundo profundamente marcado por la existencia de las sociedades y por la
importancia de su papel.
CAPITULO 3

CAPITULO 4
Este capítulo empieza hablando sobre los antecedentes, aquel que se considera el pleno desarrollo
de las ciudades y de sus manifestaciones. Se enfoca más en los fenómenos propios del siglo X y no
tanto en las ciudades, que llaman la atención en siglos posteriores.

Los elementos fundamentales del contexto de la existencia de las ciudades son el desarrollo
demográfico y agrario que empieza a producir efectos tangibles. Estos se producen de manera
simultánea a la desaparición paulatina de los modos de gobierno establecidos siglos antes.

Para dar una idea de conjunto de la urbanización es necesario evaluar los efectivos con que contaba
la población. Se toma como punto de partida al Alto Imperio, es decir el momento de mayor
desarrollo demográfico de las ciudades de Europa antes del siglo IX; luego se nombra al Imperio
Romano que contaba con una población aproximada de nueve a doce millones de habitantes; luego
se eligen tres casos de ciudades del siglo: Germania, Italia y con el tercer caso se ofrece una visión
de la Europa que se vio libre en las conquistas francas de los tiempos Carolingios.

La importancia de los intereses inmobiliarios. Los bienes raíces, rurales o urbanos, son el objeto
primordial de los contratos de La Cava. Propietarios, institucionales religiosas, e individuos, y entre
estos la familia principesca, institucionales religiosas, e individuos que no aparecen más que con
motivos de la alienación de sus bienes. En el siglo IX predominan las transmisiones de propiedad
generalmente bajo la forma de compraventa y el pago en dinero. A mediados del siglo X, las
consecuencias de tierras agrícolas ad laborandum se hacen habituales. Periodos que más abundan
son 9, 10, 13 y 15 años.

A partir de mediados del siglo X, los contratos evidencian la presencia de amalfitanos en Salerno. A
partir de la década de los años 980, las concesiones de bienes raíces urbanos se hacen frecuentes;
se ceden terrenos por 20 o 24 años. Los pagos se llevan a Salerno donde forman parte de un
comercio. Los contratos ratifican un desarrollo económico global, por el incremento lento del
número y también por la existencia de contratos agrarios basados en la respectiva de una
explotación de las tierras. Lo que nos ofrecen los contratos de La Cava es la auténtica imagen de un
desarrollo agrario y urbano.

Una economía de crecimiento lento. El material jurídico de las transacciones no evoluciona y su


grado de variedad no aumenta. Los contratantes son propietarios o concesionarios de bienes raíces.
Las actividades artesanales, el negocio no aparecen en los contratos. El crédito existe, pero ocupa
un puesto marginal. Solo aparecen de forma muy esporádica los prestamos bajo fianza de bienes
raíces.

En esas condiciones, el desarrollo económico, muy real, no puede ser más que el resultado de un
crecimiento lento.
Identidad urbana y nueva distribución de los papeles urbanos. Una reordenación de los poderes
multiplica el número de estos lugares de su ejercicio. A la vez un desarrollo demográfico y agrario
fomenta el desarrollo de las poblaciones nuevas lo mismo que el de las antiguas, y consolida la
vocación urbana. Las ciudades son, en cuanto a lo esencial, las herederas de las del siglo V.

En otras partes ha dado pruebas de una admirable estabilidad, dejando aparte accidentes locales,
como el que vimos que se produjo en Dijon: el obispo de langres residió allí desde el siglo V hasta el
IX. La mayoría de las poblaciones importantes son ciudades.

Las ciudades del siglo X, lo mismo que las de los siglos anteriores, son centros para un territorio en
el que su papel es religioso, económico, militar y político. El desarrollo demográfico y agrario es un
beneficio para ellas. En el año 923 quedan rodeados entonces, en el contexto de las razias nómadas,
lo que contemporáneos expresan siempre las principales dimensiones de la idea de población. La
competencia entre los poderes hacía que esas ocasiones fueron más frecuentes.

El nuevo lugar de las ciudades en la organización de los poderes. El lugar del obispo, y por lo tanto
de la ciudad, en la organización de los poderes diferentes en el siglo X de lo que era antes. La ciudad
de la alta edad media dependía directamente del poder real. El poder del obispo puede definirse
como una especie de señorío local. La ciudad misma es un señorío local en el sentido de que el
obispo expresa y representa su misma existencia. El siglo X se caracterizaba en ciertas regiones no
solo por el incremento de la influencia de la aristocracia laica en las ciudades, sino por un renovado
interés de esa aristocracia por ellas.

Las ciudades y las otras poblaciones como centros de un territorio. En el crecimiento deben verse
las evoluciones que afectan a las ciudades del siglo X y, sobre todo, el desarrollo de los poderes
locales.

CAPITULO 5

CAPITULO 6
En este capítulo hablaremos sobre cómo se da la evolución del paso de la inmigración del campo a
la ciudad. La permanencia de la organización del poblado la que permite la existencia corriente. Le
dan el desarrollo urbano una cierta fisonomía.

Es entonces cuando grandes propietarios se convierten en señores territoriales y se multiplicado los


lugares fortificados con vocación de centros de hábitat agrupado de tierras o de colaboraciones con
frecuencias por iniciativa de los señores. Hábitat agrupado procede de la misma evolución que el
desarrollo urbano y que le ha favorecido de forma indirecta pero real. La difusión de ciertos
progresos técnicos mencionados. Cuando se conocen los círculos de relaciones de los ciudadanos
recientes se ve, como dijo Dijon están compuestas de individuos procedentes de la misma aldea.
Esos ciudadanos mantienen los lazos con su aldea de origen y pueden verse tentados a ir a ella con
frecuencia. La ciudad no es una isla. La experiencia de la vida urbana que llevan a Cano sus
habitantes no es la de un sistema cerrado. La evolución política hace que salgan a plena luz a partir
de la segunda mitad del siglo IX poderes locales que se van reforzando. Es entonces cuando de
manifiesta una descomposición de la organización de los poderes caracterizada al principio por el
debilitamiento de la autoridad real carolingia. Las pérdidas de autoridad del poder real sobre la
aristocracia se aceleran. Se les llama señores territoriales para subrayar que la naturaleza de su
poder se extiende a todos los habitantes de un territorio. La validez de la distinción del señorío
territorial y señorío hacendado merece un examen en sí misma y en cada región donde se quiera
aplicar. Una vez expuestas se puede admitir que la evolución que hemos presentado hace del
señorío hacendado. El poder del señor territorial es considerable a escala de un país pequeño es
algo así como un jefe político y militar cuyo poder es comparable al de un conde. El mundo que
muere es un mundo muy antiguo que, adaptándose había sobrevivido hasta los desórdenes de los
tiempos modernos. La ciudad medieval nace en medio de sus desórdenes en los tiempos en que
triunfa el señorío territorial.

Por consiguiente, nos muestras las dos características la principal es por el agrado de la ciudad y por
las ciertas posibilidades de empleos que ofrece ésta en actividades artesanales o en el servicio
doméstico.

Los centros de hábitat caducado proceden de la evolución del desarrollo urbano.

Se entiende de dos maneras, difusión de ciertos progresos técnicos ya que se da la disminución del
coste del transporte y la comodidad para desplazarse.

El desarrollo de la ciudad también es un signo de una evolución a largo plazo. Contemporáneo a la


época señorial caracterizada en el siglo IX al XII. Se da una relación entre ciudad y señorío. Ha
recibido un impulso notable. Los que fundan las ciudades son los señores o burgos.

Podemos observar que la élite de las sociedades rurales son los menos numerosos.

CAPITULO 7

Palabras claves

- Ciudad
- Relación entre hombres

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