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LA GESTIÓN DE LAS ÁREAS VERDES: ENFOQUES Y CORRIENTES

Andrés de Campos Morais


U.N.O. (Univ. Nacional del Oeste)
andres_morais@yahoo.com.ar

Eje Temático: Sociología del Hábitat y el Medio Ambiente


Mesa: La Cuestión Ambiental en Debate. Discusiones en Torno a la Relación Sociedad - Naturaleza

RESUMEN

Los procesos de urbanización explosiva y no planificada que han atravesada los países
Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX ha llevado a una profundización del debate
sobre los áreas verdes dentro de la trama urbana. Cuestiones como las funciones sociales,
ambientales, económicas, paisajísticas, etc. que deben cumplir, su accesibilidad y gestión son sólo
algunas de las dimensiones que han emergido en torno a esta problemática.

Estos debates han influenciado la acción del Estado que ha implementado diversas políticas, no
siempre compatibles entre sí, moldeando los marcos en los que se establece la relación naturaleza-
sociedad dentro del contexto urbano. Este trabajo pretende explorar mediante la observación
documental, los distintos enfoques o corrientes que han orientado la acción del Estado en relación
con los espacios verdes en el área metropolitana de Buenos Aires.

Notas al pie: en la misma página y en Times New Roman, 9, regular y justificado, con el siguiente orden: a):
apellido y nombres del autor; b) título de la obra (destacado en cursiva); en caso de artículos, irán entre
comillas destacándose la obra o revista que los incluye; c) vol. Nº, etc.; d) lugar de edición; e) editorial; f)
fecha de la publicación; g) p. O pp., si correspondiera.

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INTRODUCCIÓN

Lewis Mumford1 plantea que el desarrollo del mundo urbano se realizó en una serie de etapas que
implicaron una ruptura de la simbiosis entre el entorno natural y la cuidad. La primera etapa de
dicho proceso se produce con el surgimiento durante el neolítico de la aldea, como forma ancestral
de la ciudad. Este tipo de organización social estuvo destinada a proveer seguridad para sus
habitantes frente a las amenazas del entorno natural y las agresiones de otros grupos sociales. El
escaso desarrollo técnico implicó el desenvolvimiento de una economía agrícola limitada. Desde el
punto de vista de la morfología, esto implicó el crecimiento de aldeas que contaban con una
estructura antropógena (casas, templos, almacenes, etc.) y amplias extensiones de áreas verdes que
permitían el desarrollo de la agricultura, manteniendo una relación de equilibrio con el ambiente. En
este sentido, Robert W. Miller2 agrega que “…debido a que las primeras ciudades eran pequeñas
en términos de las especificaciones de hoy y la mayoría de los residentes iban al campo y a la
granja, poca importancia se dio a la necesidad de espacios verdes...”

La segunda etapa en el proceso de urbanización se inicia con las innovaciones y desarrollos


producidos en el transporte fluvial y marítimo de gran escala que permiten la obtención de materias
primas y fundamentalmente alimentos desde largas distancias. Esto facilita un proceso de
especialización agrícola e industrial así como al desarrollo del comercio. El crecimiento
demográfico producido durante este estadio se realizó en base a una ampliación de las superficies
naturales afectadas por la actividad agrícola, así como el uso intensivo de recursos naturales
(maderas, carbón, etc.) demandados por la industria. Durante esta etapa, el desarrollo desmedido de
las acciones antrópicas sobre el entorno natural implicaron una ruptura de la relación simbiótica
existente en la etapa previa, aunque seguía siendo un mundo eminentemente agrícola antes que
urbano.

La tercera etapa se inicia a partir del siglo XIX, momento en el que se comienza a producir un
avance notable en la cantidad de suelos dedicados a usos urbanos en detrimento de los espacios
verdes dedicados a la agricultura. Esto se debe al accionar de varios procesos interrelacionados
entre sí, tales como el aumento constante de la población mundial, la tecnificación de la actividad

1
1. Mumford Lewis, “Historia Natural de la Urbanización”, Man´s Role in Changing the Face of the Earth, The University of
Chicago Press, Chicago, 1956.

2
2. Miller Robert., Planeación del Enverdecimiento Urbano, Áreas Verdes Urbanas en
Latinoamérica y el Caribe, Universidad Autónoma Chapingo, México, (1998) 84.
agrícola y el consiguiente uso intensivo del suelo, la utilización de las tierras fértiles para el
desarrollo de la actividad industrial y la utilización de grandes extensiones para la expansión de las
vías de comunicación como los ferrocarriles o las autopistas.

El desenvolvimiento de estas etapas ha conducido a la urbanización de grandes extensiones de suelo


y a un déficit de áreas verdes, no ya destinadas a usos agrícolas, sino como áreas con funciones
sociales, ambientales y fundamentalmente orientadas el mejoramiento del bienestar de la población
urbana. Reyes Päcke y Figueroa Aldunce3, remarcan que dentro de los países latinoamericanos esta
situación es notoria debido al desenvolvimiento de una urbanización precaria y explosiva que se
produce en la segunda mitad del siglo XX en la mayoría de los países de la región.

Esta particularidad ha generado que el manejo y la gestión de los espacios verdes dentro del ámbito
estatal presente distintos enfoques y corrientes a lo largo del tiempo. La superposición y tensiones
entre estos enfoques emergen con mayor claridad en el caso del área metropolita de Buenos Aires,
donde la regulación y gestión de estas áreas depende tanto de organismos nacionales, provinciales y
municipales.

La visión Higienista
Ramiro Flores-Xolocotzi4 observa que la planificación y gestión de áreas verdes se ha desarrollado
históricamente como parte de las estrategias de desarrollo urbano. En este sentido, identifica a
partir del siglo XIX hasta la actualidad distintas fases en las que el espacio verde se ha relacionado
con la gestión del desarrollo urbano. La primera fase (cuyo origen al autor identifica a fines del
siglo XIX) se caracteriza por la utilización de diseños arquitectónicos en donde los espacios verdes
estaban destinados a fomentaran la salud. Esta fase es identificada por otros autores como R. Miller
y I. Sierra Rodríguez y J. Ramírez-Silva5 como la visión higienista.

Es con el desarrollo de la sociedad industrial y la emergencia de condiciones de hacinamiento, mala


alimentación y extensas jornadas de trabajo que padecían los obreros, se establecieron relaciones de
causalidad entre las condiciones socioeconómicas en las que vivían los sectores obreros y el
surgimiento de epidemias. La insalubridad de las ciudades era una cuestión social.

En este periodo, según, Luis Álvarez Aránguiz6, las ciudades comenzaron a dotarse de servicios e
infraestructuras básicas. En lo que respecta a las áreas verdes, emergen las plazas y parques como
elementos que contribuyen a mejorar la salud de la población. Trinidad Guerra Jimeno7 agrega que
a principios del siglo XX el enfoque higienista planteaba la necesidad de incluir en la expansión
urbana áreas verdes como elementos de “aireación”.
L. Aránguiz sostiene que este enfoque impulsó a Ebenezer Howard en Gran Bretaña en el siglo s
XIX, a desarrollar el denominado Garden City. Este enfoque propuso limitar el tamaño de las
ciudades entre 30.000 y 50.000 habitantes. Asimismo planteó la creación de cinturones verdes que
permitieran mantener una relación de 5 hectáreas de áreas verdes por cada hectárea poblada. Esta
planificación de las áreas verdes tuvo el doble objetivo de posibilitar la recreación de los habitantes
así como limitar el crecimiento de las ciudades. En simultáneo con este enfoque, Frederick Law
Olmsted Jr. y Daniel Burnham, entre otros, desarrollan en Estados Unidos el movimiento conocido
como City Beautiful. Ambas visiones comparten los mimos principios, según R. Flores-Xolocotzi
y Manuel González-Guillén8.

Poner lo de cinturón urbano

Visión funcionalista de los Espacios Verdes

Retomando lo planteado por R. Flores-Xolocotzi, una segunda visión en cuanto a los espacios
verdes, se ubica a inicios del siglo XX. En este periodo la gestión y planificación urbana están
determinadas por la emergencia del autotransporte. En consecuencia se apela a criterios
racionalistas donde tiene gran influencia la escuela de Charles Edouard. En esta visión, los espacios
verdes son comprendidos desde su funcionalidad en el marco de una planificación urbana centrada
en el automóvil, como de su utilidad para el desarrollo de actividades recreativas o de ocio.

Esta visión funcionalista ha tenido una extensa influencia sobre la acción del Estado frente a los
espacios verdes. A modo de ejemplo puede mencionarse el caso del Municipio de La Matanza,
donde varias ordenanzas (Nº 9230, Nº 8.373 y Nº 8.262) ordenan proceder a la apertura o retiro de
plazoletas dado que no cumplen función vial alguna y dificultan el transito vial.

VER TEMA DEL METROBUS EN LA NUEVE DE JULIO

Las áreas verdes como objetos de gestión

Un tercer enfoque se desarrolló a partir de la década de 1980, momento en el que emerge el


concepto de desarrollo sustentable. Jimena Gómez Piovano y Alejandro Mesa9 sugieren que en este
punto tuvo gran influencia la publicación en 1987 por parte de las Naciones Unidas del Informe
Nuestro Futuro Común, que posibilitó posteriormente la acuñación del concepto de desarrollo
urbano sostenible.

Alexis Vásquez10 destaca que desde este enfoque los espacios verdes no están asociados a planes de
desarrollo urbano sino que son concebidos como complejos sistemas socioecologicos. Desde esta
perspectiva las áreas verdes no sólo proveen beneficios sociales asociados a la recreación, el
esparcimiento o la salubridad pública, sino que también proveen beneficios ambientales. Aspectos
como la diversidad biológica y su preservación adquieren una relevancia significativa para esta
visión.

Dentro de esta visión podemos agrupar una extensa producción que, en términos generales, se ha
orientado a elaboración de distintos modelos para la evaluación y gestión de las áreas verdes desde
un enfoque sustentable. Principalmente han considerado indicadores vinculados a la accesibilidad
de las áreas verdes, su consumo de agua y energía, la contribución a la calidad del aire, su valor
como habitad, entre otros.

Otra propuesta construida a partir de entender los espacios verdes como objetos de gestión es la
desarrollada por Fernandez y Garay, quienes parten de comprender al conjunto de áreas verdes del
área metropolitana de Buenos Aires como un sistema complejo integrado a otro sistema social, y
por tanto su gestión debe ser abordada como un todo.

Desde esta visión, el sistema de áreas verdes del área metropolitana de buenos aires debería contar
con límites, que si bien se explecita en términos físicos, debe tener en consideración los procesos y
flujos ambientales que tiene lugar dentro de ese sistema. Dentro de dichos límites deben
identificarse tres elementos.

El primero de ellos son los corredores de biodiversidad, conformados fundamentalmente por todos
aquellos espacios verdes lindantes a autopistas, rutas, etc (viales), líneas ferroviarias o ríos
(fluviales). El segundo elemento lo integran los nodos, compuesto por el conjunto de plazas,
parques, reservas, etc. Por ultimo están los enlaces, que se definen como las zonas de conexión,
conformadas fundamentalmente por el arbolado en la vía pública.

La conjunción de los lìmites del sistema y los tres elementos mencionados prevamiente, definen la
estructura del sistema, es decir, la forma en la que se organiza el sistema y las interacciones y
procesos que tiene lugar dentro del mismo.

Las áreas verdes como elementos de represión- exclusión


Otra visión sobre las áreas verdes ha puesto el foco en el análisis de las mismas como elementos de
represión o como espacios que materializan procesos de inclusión-exclusión.

Fernandez y Carre han abordado como la creación del Cinturon Ecològico Àrea Metropolitana
Sociedad del Estado, a partir del 1977 por la última dictadura militar constituyó un intento del
gobierno de facto por disciplinar y controlar los espacios y modalidades de socialización.

Partiendo de la premisa de que el proceso de urbanización y el aumento de la densidad poblacional


se encuentran relacionadas con el crecimiento de la violencia, la delincuencia y el incumplimiento
de las normas sociales y que esto se potencia con contextos de pobreza y urbanizaciones precarias,
la dictadura militar planificó la construcción de un cintura ecológico alrededor de la ciudad de
Buenos Aires con una doble funcionalidad. Por un lado, construir una ciudad “limpia y estética”
que posibilitara a rectificación de las conductas de la población. Por el otro, significó la
construcción de una muralla verde, que separara a la ciudad de buenos aires, asociada a la idea de
ciudad civilizada, del conurbano bonaerense donde se asociaba la pobreza, la delincuencia, etc.
Este proceso se incluía y complementaba dentro de un proyecto más amplio que comprendía por
ejemplo, la erradicación de villas y asentamientos.

Otros trabajos (Palermo) abordan bajo la visión de las áreas verdes como elementos de represión-
exclusión procesos más contemporáneos como el cercamiento de las plazas en la Ciudad de Buenos
Aires durante los últimos años.

Según Palermo La Ciudad de Buenos Aires inició durante durante los últimos años una política de
carcamiento de las plazas y parque de la ciudad. En 2004, la ciudad ya contaba con 35 plazas
cercadas. Para el año 2008 no sólo el número creció a más de 70, sino que también se incluyó
sistemas de cámaras de seguridad y personal de vigilancia dentro de los espacios verdes.

Según la autora, esta política sobre los espacios verdes es la respuesta del estado frente a la
problematización pública del fenómeno de la inseguridad. La identificación colectiva por parte de
los “ vecinos” de la plaza o parque como ámbito inseguro, en el que se producen hechos delictivos,
generó como contrapartida una política de control sobre dichos espacios que intenta satisfacer la
demanda de mayor seguridad de los “vecinos” mediante mecanismo que restringen el disfrute y
aprovechamiento de los espacios verdes y excluyen a aquellos individuos considerados extraños.

COMENTARIOS FINALES

Las áreas verdes, como elementos naturales dentro de la estructura urbana han sido pensadas desde
distintas visiones, tanto desde el ámbito académico como político. Esto ha tenido su correlato en las
políticas estatales que al respecto han tenido lugar en el ámbito del área metropolitana del Buenos
Aires.

En las páginas precedentes se presentó en primer lugar, de forma sucinta, el desarrollo general del
proceso de urbanización a fin de poder contextualizar históricamente la cuestión.

En segundo lugar se intentó esquematizar las distintas visiones que han influenciado sobre la
gestión de las áreas verdes en el área metropolitana de Buenos Aires. Si bien, dicha
esquematización no contiene la totalidad de la extensa producción académica y política sobre la
materia, creemos que la misma presenta agrupadas y ordenadamente las principales características
de las distintas visiones.

En este punto cabe realizar algunas observaciones con respecto a dichas visones. Con respecto a la
visión higienista y la visión funcionalista, debe remarcarse su carácter limitado o acotado. La
intervención del estado en materia de áreas verdes no puede estar guiada exclusivamente por
criterios vinculados a hacer más “saludables” las ciudades. Sin dudas, la higiene urbana y la
preservación de la salud de los habitantes son criterios trasversales a cualquier política estatal. No
obstante, estos criterios no pueden opacar la importancia que las áreas verdes revisten como
espacios de sociabilización, como elementos que prestan servicios ambientales únicos.

Igual observación debe realizarse sobre la visión funcionalista, que subordina la cuestión de los
espacios verdes a las necesidades de movilidad de una sociedad que aún sigue centrada en el
automóvil. Aquí, además de remarcar la importancia de considerar otros criterios a la hora de
abordar los espacios verdes, debe remarcarse la necesidad de avanzar con mayor decisión a visiones
que reduzcan la utilización del automóvil en favor de otras formas de transporte, dado los niveles de
congestión, emisiones y contaminación sonora que estos generan.

Por otro lado, si bien repensar las áreas verdes como elementos de represión- exclusión constituye
una labor irrenunciable, en particular de las ciencias sociales, esta visión no puede inspirar la acción
de las distintas agencias del Estado. Concebir a los espacios verdes como un dispositivo destinado
al control de la población o a la exclusión de ciertos individuos estigmatizados como peligrosos no
resulta compatible con las aspiraciones de una sociedad democrática y socialmente equitativa; más
aún dado que es una posición común en muchos de los discursos el asociar la idea de peligroso con
los sectores más pobres de la sociedad.

A lo mencionado en el párrafo anterior debe agregarse que la visión de las áreas verdes como
elementos de represión- exclusión relegan o eliminan los aspectos ambientales. Desde esta visión,
cuestiones como la conservación de la biodiversidad o los servicios ecológicos que brindan las
áreas verdes son colocadas en un segundo plano.

Por último, encontramos la visión de las áreas verdes como objetos de gestión. Este enfoque ha
realizado aportes importantes en la medida que ha contribuido a pensar las áreas verdes con mayor
autonomía respecto de los planes de desarrollo urbano, priorizando una visión sistémica, que dé
cuenta de las complejidad de las interacciones entre el subsistema ecológico y el subsistema social.

Asimismo, ese abordaje sistémico ha permitido rescatar la importancia de concebir y gestionar las
áreas verdes en función de los ecosistemas sobre los cuales se encuentran emplazadas, y no en
función de división política administración en que se encuentra dividido el territorio o de
consideraciones socio-económicas.

Sin embargo, debemos remarcar que la visión de las áreas verdes como objetos de gestión ha
puesto un excesivo énfasis en aspectos técnicos vinculados a la construcción de modelos, índices,
metodologías, etc. destinadas a medir aspectos como el grado de sustentabilidad, perdiendo de vista
la dimensión política. En la medida que es el Estado el que lleva adelante la gestión de las áreas
verdes y que este se encuentra atravesado por pujas de poder, es necesario considerar dentro de la
gestión los aspectos o la dimensión política.

En síntesis, consideramos que pensar las áreas verdes desde una perspectiva sistémica es la vía más
promisoria para avanzar hacia ciudades más aptas para el desarrollo humano y más compatibles con
el ambiente. Por esta razón rescatamos os aportes de la visión de las áreas verdes como objetos de
gestión, remarcando la necesidad de incluir la dimensión política y otros aspectos poco explorados.
Esto adquiere mayor relevancia cuando se considera en el Área Metropolitana de Buenos Aires,
donde intervienen distintas agencias del Estado Nacional, la Ciudad de Buenos Aires, la Prov. de
Buenos Aires y los 28 municipios que lo conforman.

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