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ntertestam entario
lar O.S.RUSSEll
raduiido por
Duier Jase Hlorín
FO N D O C U L T U R A L Y LITERARIO
IN D IC E
Prefacio 5
Primera Parte
Fondo Cultural y Literario 7
I Judaism o Contra Helenismo 9
1 Surgim iento y Expansión del Helenismo 10
2 Reacción Contra el Helenismo 21
II El Pueblo del Libro 37
1 La Religión de la Tora 38
2 La Tora y las Sectas 44
III Los Escritos Sagrados 54
1 Las Sagradas Escrituras 55
2 La Tradición Oral 59
3 Los “ Libros Ajenos” 65
IV La Literatura Apócrifa 7L
1 Los Libros Com unm ente Llam ados Apócrifos 72
2 Los Otros Libros “ Apócrifos” 81
(o la Pseudoepigrafa)
3 Los Libros Apócrifos en la Cristiandad 84
Segunda Parte
^ Los Libros Apocalípticos 89.
V M ensaje y Método de la Literatura
Apocalíptica 91
1 La Tradición Apocalíptica 93
2 Literatura Apocalíptica y Profètica 101
3 Los Seudónimos 112
VI El Mesías y el Hijo del Hombre
1 El Fondo del Antiguo Testam ento
2 El Mesías Tradicional o Nacional
3 El Mesías Trascendente y el Hijo del
Hombre 129
VII La Resurrección y la Vida en el Más Allá 142
1 La Resurrección, Su Origen y Desarrollo 144
2 La Naturaleza de la Supervivencia 150
3 La Creencia en la Resurrección
y la Naturaleza del Cuerpo Resucitado 156
Bibliografía 163
PR EFA C IO
El Colegio
Rawdon, Leeds
Capítulo I
Judaismo Contra Helenismo
Los años 200 a. de J.C . a 100 d. de J.C ., conocidos
generalm ente como ‘ el período intertestam entario’, son de
fundam ental importancia tanto para la cristiandad como para
el judaism o rabínico, porque fue durante estas centunas
cuando, en un sentido muy especial, se estaba preparando el
camino para el surgimiento de estas dos grandes fe religiosas.
El propósito del presente libro es examinar, aunque en
bosquejo, la cultura y literatura de estos importantes años, y
considerar el desarrollo de ciertas creencias religiosas cuya
influencia habría de notarse particularmente en la iglesia
cristiana creciente.
A lo largo de todo este período los judíos se vieron
envueltos por la cultura y civilización griegas y, especialmente
en la dispersión, muchos tuvieron que adoptar la lengua
griega, bien como única lengua, bien para alternarla con la
aramea. Resultó inevitable, pues, que fueran influidos, y
profundamente, por el ambiente helenista en el que vivieron;
lo sorprendente es que no lo asimilasen en mayor grado y que,
a pesar de la presión que ejercía sobre ellos, pudieran
mantener su distintiva fe judía.
Entre los años 170 a. de J.C . y 70 d. de J.C ., el
nacionalismo judío tuvo intervalos en los que su acción más
importante consistió en resistir los em bates del helenismo.
Com o veremos, este nacionalismo fue motivado no sólo por
pretensiones políticas, sino también por los ideales religiosos
que brotaron de una profunda piedad sentida por muchq ch<¡nH
arraigada a fuertes convicciones teológicas. Para el judaísr
a ísi^ H
tan distinto del helenismo, representó no tanto una form|
vida sino un movimiento religioso nacional. El doctor
Burkitt, escribiendo sobre el judaism o de estos dos siglos y
"JP
medio, lo describe como “ una alternativa para la civilización
como entonces se entendía” . No sólo era una alternativa, era la
alternativa, pues muchos creían que ello conduciría finalmente
a los hombres al Reino de Dios, cuya venida introduciría la
Nueva Era con el establecimiento del gobierno de Dios.
A. Griegos y romanos
La palabra “ helenismo” se usa comúnmente para desig
nar la civilización que abarca los tres siglos transcurridos
aproximadamente a partir de Alejandro el Grande (336-323 a.
de J.C .), durante los cuales la influencia de la cultura griega se
manifestó tanto en Oriente como en Occidente. Este caudillo
alimentaba el deseo de fundar un imperio mundial con una
sola lengua, costumbre y civilización y, con sus grandes
conquistas militares hizo mucho en pro de la realización de
esta idea. Después de su muerte, cuando la zona oriental de su
imperio se dividió entre los seleucidas de Siria, y los ptolomeos
de Egipto, el proceso de helenización continuó desarrollándose
rápidamente en las áreas que respectivamente gobernaban.
Desde una época muy temprana los judíos debieron sentir
el impacto de esta cultura sobre su forma de vida y en
particular sobre su religión. Excepto una extensión proporcio
nalmente pequeña en torno a Jerusalén; los judíos no formaban
un estado sino una dispersión, no sólo por toda Palestina sino
también por todo el imperio. El comercio les hacía de forma
especial accesibles a la influencia del helenismo. La política de
Alejandro y sus sucesores era enviar colonos griegos junto con
los ejércitos, y situarlos como traficantes en las tierras conquis-
tadas. En esas tierras, particularmente las de Oriente, había un
buen número de judíos desterrados de Palestina muchos años
antes y otros cjue, incluso anteriormente al tiempo de Alejan
dro, habían emigrado estableciéndose en ciudades griegas más
hacia el Occidente. Podían encontrarse comunidades judías en
Siria, Antiocjuía, Damasco, Asia Menor, M acedonia, Grecia,
Chipre, Cirene y Roma. Dondecjuiera (jue estuvieran, tanto
bajo el gobierno seleucida como el de los ptolomeos, habían
gozado durante mucho tiempo las bendiciones de libertad
religiosa, merced a una política de tolerancia que sin duda les
dejaría casi indefensos ante la sutil influencia de la cultura
helenista. I^os romanos en su andar de acá para allá persistían
en fomentar el desarrollo de su cultura, especialmente en las
provincias orientales, y buscaban por este medio realizar los
sueños de Alejandro el Grande. Respecto a esto no había
discontinuidad entre los regímenes griegos y romanos o,
realmente, entre los años anteriores a Cristo y los posteriores.
La cultura y civilización helenistas fueron la característica de
todo el período grecorromano, y es sobre este amplio fondo
histórico y cultural c|ue vamos a estudiar las reacciones del
pueblo judío y su fe religiosa.
B. La Versión de los Setenta y la literatura helenista
e n^ fechas primitivas había judíos establecidos en
Egipto, y Alejandría pronto ganó por sí misma un honroso
nombre, particularmente como centro literario. Fue aquí
don d ^s^JJevó a cabo la traducción al griego de las Escrituras:
la Versión de los Setenta,' para j^iso_de los ju d ío ^ d e habla
griega residentes en Egipto Ique no podían leer hebreo, y para
(luienes las traducciones que se daban en los servicios en las
sinagogas resultaban insuficientes. La traducción de la “ Tora”
f) Pentateuco tuvo lugar probablemente durante el reinado de
Ptolomeo II (285-247 a. de J.C .), aplicando posteriormente el
nombre “ Septuaginta” a otras partes del Antiguo Testam ento
también. En la Carta de Aristias, que en fecha posterior fue
' ('o iio c ida tam l)ién cotí el n o m l)rf ele “ Septua ginta .
incorporada a la Biblia griega, hay una leyenda explicando que
la Versión de los Setenta fue el resultado de una orden del rey
Ptolomeo II de Egipto comisionando a setenta y dos “ ancia^
nos” para hacer la traducción. Informaciones históricas pos
teriores dan el número de setenta. Estos hombres tradujeron
cada uno en distinta habitación, y al comprobar los resultados
se apreció que las traducciones eran exactamente iguales. Lo
más probable es, sin embargo, que esta versión naciera como
un Tárgum ,' pero griego, es decir, con el propósito mismo por
el cual surgiera en Palestina un Tárgum arameo: ayudar a
todos aquellos que no entendían las Escrituras en hebreo. La
influencia de la Versión de los Setenta sobre los judíos de la
dispersión, incluso más sobre la joven iglesia cristiana no puede
ser sobreestimada. Aparte de ciertos matices griegos dignos de
atención que recordarían a sus lectores el fondo cultural, la
Versión de los Setenta era casi desechada como vehículo de
helenización. Pero como instrumento para la propagación del
judaism o por toda la dispersión, su contribución fue de
inestimable importancia.
En Alejandría, también, muchos libros escritos por
gentiles se enviaban a diversas partes del mundo donde, sin
duda, eran estudiados por los judíos más eruditos. Tales
escritos a menudo contenían calumniosas acusaciones contra la
raza y religión judías a las que comúnmente se les consideraba
supersticiosas y ateas. Los judíos, por su parte, no intentaban
ocultar, en sus escritos, todo el desprecio que sentían por los
gentiles. Verdaderamente toda la literatura helenista judía,
desde el tiempo de la Versión de los Setenta hasta Josefo a
finales del primer siglo d. de J.C ., tenía como propósito
condenar la idolatría, principalmente por medio del ridículo,
' Compárese el interés que muestran hacia los astros Jubileos y 1 Enoc 72-
82.
^ Véase p. 24 y sigtes.
^ Compárese especialmente el pergamino titulado “ THe War of the Sons
of Light and the Sons of Darkness” .
final, y que la nueva era sería rápidamente introducida.' Esta
visión dualista del universo influyó en sus creencias en cuanto
a la esperanza mesiánica, por ejemplo, la cual en el curso del
tiempo asumió características de trascendencia,^ y también
influyó en su concepción de la vida después de la muerte.'^ En
este último caso la influencia del zoroastrismo es evidente en
materias tales como la separación del alma del cuerpo tras la
muerte; sobre lo que acontece con los que mueren hasta la
resurrección y, también, sobre la doctrina de la resurrección y
sus enseñanzas relativas al juicio final. Otro aspecto en el que
esta influencia se notó profundam ente es en la tan desarrollada
doctrina de ángeles y demonios, especialmente en la personifi
cación de los espíritus del mal, para lo cual no hay paralelo en
el pensamiento del Antiguo Testamento.
Aun más importante que el helenismo sirio fue el
helenismo egipcio en tiempos de los ptolomeos.H^as viejas
tradiciones místicas y religiosas de Egipto y Babilonia se
fcTacionaron con la nueva ciencia y cultura griegas, pro-
di^ ien d o un sistema de pensamiento mucho más abstracto en
la forma que el helenismo sirio.\ Numerosos judíos, especial
mente de la dispersión, fueron muy influidos por la filosofía
religiosa que acom pañaba a esta particular forma de cultura
griega.
Este punto queda bien ilustrado por el autor de la
Sabiduría de Salomón'* cuya fam iliaridad con el pensamiento
griego es evidente, por ejemplo, en sus enseñanzas sobre la
“ sabiduría” . La idea de “ sabiduría puede apreciarla bastante
bien el lector del Antiguo Testam ento en libros como Pro
verbios, Job y Eclesiastés, pero en la Sabiduría de Salomón la
influencia de la filosofía griega es la que destaca de forma más
2. R e a c c i ó n C ontra e l H elenism o
B. L a venganza de Antíoco
El rumor sobre la muerte de Antíoco probó ser falso y el
rey volvió decidido a que Palestina se sometiera a la política de
unificación que había trazado para su reino por medio de la
cultura y religión helenista. Sin duda tal determinación estaba
animada por el creciente temor que sentía ante el creciente
poder de Roma y por la consecuente necesidad de consolidar
su imperio. La destitución de su protegido como sumo
sacerdote lo consideraba una afrenta contra su real dignidad, y
por ello decidió vengarse de los judíos. Así pues atacó
Jerusalén, expulsó a Jasón y restituyó a Menelao a su oficio. Sus
soldados gozando de entera libertad se cebaron en el asesinato;
el templo fue profanado y los vasos sagrados robados (1 Mac.
1:20-28).
Pronto se evidenció que, aunque él contara con el apoyo
' A History of Israel, vol. II, 1934, p. 259.
le los helenizantes de Jerusalén, su política de helenización tue
violentamente resistida por el grueso del pueblo que, en suma,
ehusó reconocer a Menelao como sumo sacerdote. De acuerdo
|on esto Antíoco determinó hacer desaparecer totalmente la
religión judía (168 a. de J.C .). Comenzó destruyendo los
riismos distintivos que, incluso en tiempos del cautiverio,
Sabían sido considerados como característicos de la fe judía
(compárese 1 Mac. 1:41 sigtes.). Se prohibieron los sacrificios;
el rito de la circuncisión y la observancia del sábado y los días
festivos. Desobedecer en esto significaba morir. Además de
esto, los libros de la Tora (o Ley) fueron m utilados o
destruidos; los judíos forzados a comer carne de cerdo y a
sacrificar en altares de idolatría levantados por todo el país.
Después y como corona a sus infames hazañas erigió un altar a
Zeus Olímpico, con una im agen del dios llevando probable
mente los distintivos del mismo Antíoco sobre el altar de los
holocaustos en el atrio del templo (1 Mac. 1:57). A este altar es
al que el escritor del libro de Daniel llama “ la abominación
desoladora” (Dan. 11:31).
A estos sucesos siguió una severa persecución en la que
muchos eran condenados a muerte (1 Mac. 1:60-64). A este
período pertenecen las historias, en parte legendarias, narradas
en 2 Mac. 6-7 del martirio de Elazar y los siete hermanos.
Muchos abandonaron las ciudades y se apiñaron en los pueblos
hasta donde fueron perseguidos por agentes del gobierno
resueltos a triturar la fe judía.
1. L a R e l i g i ó n de la T ora
El doctor G. F. Moore define la palabra “ Tora” como “ el
nombre que comprende la revelación divina, escrita y oral, en
la que los judí()Tp(Tseían el único modelo y norma para su
religión” .^ La palabra significa “ instrucción” o “ enseñanza” ,
e indica la revelación dada por Dios a Israel a través de su
siervo Moisés. La palabra se traduce a menudo como “ Ley” ,
pero esto puede prestarse a error, pues su significado está más
cercano a “ revelación” que a “ legislación” . Sin embargo, ya
que esta “ revelación” encuentra expresión escrita en el
Pentateuco, el nombre “ Tora” se aplica comúnmente a los
cinco libros de Moisés. Como veremos, el nombre pudo ser
aplicado no solamente a los registros escritos de esta revela
ción, sino también a la tradición no escrita, la cual procuró
hacer explícita la enseñanza que estaba implícita en los escritos
de la Tora.
Durante todo el período comprendido desde Antíoco IV
(175-163 a. de J .C .), a Vespasiano (69-79 d. de J.C .), y Tito (79-
81 d. de J.C .), el nacionalismo judío estuvo arraigado y
cimentado en la Tora. En esta palabra subyacían los gérmenes
de la revuelta que había de sentenciar a muerte al helenismo, y
todo lo (jue esa cultura extranjera pretendiera dentro de la
nación judía. Y así el libro, vehículo y expresión de la Tora,
llegó a ser progresivamente el signo y símbolo de su fe.
C. La santa alianza
A. Los fariseos
Según Josefo {Ant. 13.5.9, sec. 171-3) los fariseos existían
ya en tiempos de Jonatán (160-143 a. de J.C .), pero en otra
parte {Ant. 13.10.5-7, sec. 288-99) mantiene que históricamen
te aparecieron por primera vez en el conflicto con Juan
Hircano^ (134-142 a. de J.C .). Por espacio de tres siglos
aproximadamente ejercieron una gran influencia e hicieron
más que cualquier otro partido para la estructuración del
judaism o posterior. Su linaje espiritual se remonta probable
mente hasta los asideos (hasidim), cuya ayuda a los M acabeos
' Op. cit., p. 53.
^ Janeo en el Talmud.
dio sanción religiosa a la lucha de éstos por la libertad. No
constituían un partido político, sino esencialmente religioso,
que atrajo a su causa a un elevado porcentaje de la clase media,
y que llegó progresivamente a detentar una fuerte posición
social y religiosa en la comunidad.
Entre los diversos significados que se le han dado al
nombre fariseo están “ comentarista” (de la escritura en
provecho de la ley oral); “ separado” (de las cosas inmundas o
en el sentido de “ expulsado” , a saber, del Sanedrín). El doctor
T. W. Manson sostiene' que la palabra significa “ Persa” y que
les fue aplicada por sus oponentes, quienes de esta forma los
tildaban de innovadores en teología. Más tarde se dio al
nombre una “ edificante etim ología” , conectándole con el
significado de la raíz hebrea “ separar” , y en este sentido se
entendió como “ cismático” . Es totalmente cierto que, aunque
los fariseos eran celosos defensores de la “ tradición” , para ellos
ésta no era una cosa muerta, e indudablemente algunas de sus
doctrinas (v.gr., el Reino Mesiánico, la otra vida, la creencia en
una multitud de demonios y ángeles, etcétera) recibieron
influencia del pensamiento persa.
Durante todo este período, no obstante, fueron como
baluartes contra las incursiones del helenismo, mostrándose
como valerosos defensores de la religión de la Tora. Pero en la
interpretación de la misma era donde se diferenciaban enor
memente de sus oponentes, los saduceos. Los fariseos sostenían
que la ley oral debía ser considerada como poseedora de la
misma autoridad que la Tora escrita (véase Ant. 13.10.6, sec.
297), mientras que los saduceos defendían la sagrada autoridad
de la Tora escrita como algo completamente superior y aparte
de las nuevas tradiciones y observancias.“
Enseñando e interpretando la Tora, tanto escrita como
oral, y aplicándola a la vida diaria, “ democratizaron la
religión” , haciéndola personal y operativa en la experiencia de
A. Su origen y desarrollo
2. L a T r a d ició n O ral
1. L a s S a g r a d a s E sc r itu r a s
A. El Canon Hebreo
Según la costumbre judía las Escrituras hebreas se
dividían en tres grupos conocidos como Tora (Ley), N eb iim
(Profetas Anteriores y Posteriores) y Ketubitii (Hagiógrafos o
Escritos). Constituían un total de veinticuatro libros que^ por
una división diferente, apar^cen.,.je la Versión Autorizada
como treinta y n_^eve. A estos libros considerados como
inspirados y sagrados portadores de autoridad “ canónica” los
judíos les llamaban “ hacedores de manos inmundas , una
frase cuyo origen se pierde en la obscuridad, pero cuyo uso
“ era probablemente con el propósito de prevenir el descuido y
la irreverencia en el manejo de estos libros sagrados especial
mente por los sacerdotes” .' No todos los libros de la Sagrada
Escritura eran considerados con la mismí^autjiridad, así como
tampoco las tres secciones en las que estaba dividida inspira
ban la misma autoridad. Los judíos los situaban como forman
do un edificio de tres pis.os, en el cual, el más alto representaba
la Tora, el próximo los Profetas y el inferior los Escritos.
Desde Esdras en adelante el judaism o que gradualm ente
se desarrolló concedió la mayor importancia a la revelación
como tal de la J o r a por Dios a Moisés, y reconoció la
subsiguiente historia como de mucha menos importancia;
consecuentemente se le concedió un lugar aparte como la
suprem a autoridad escrita dentro de la congregación judía.
Esto muestra (|ue probablemente sobre el 400-350 a. de J.C ., la
' C,. F. M o o rt', ihid., vol. 111, p. 66 .
-oo-
Capítulo III
Los Escritos Sagrados
“ No hay fin de hacer muchos hbros; y el mucho estudio es
fatiga de la carne” (Ecl. 12:12). Estas palabras indudablem en
te tienen un valor continuo, i. e., para todas las épocas, pero el
escritor probablem ente tenía en mente libros de origen griego
escritos al comienzo del segundo siglo a. de J.C ., o un poco
después, que reflejaban la cultura helenista prevaleciente en
aquel entonces. Estos escritos no están de inmediato a nuestro
alcance, pero la cita nos ayuda a recordar que en la misma
Palestina, desde la primera cuarta parte del siglo segundo a. de
J.C ., hasta el siglo I d. de J.C ., había también muchos escritos
judíos, de diversas clases, que tuvieron una permanente
influencia, si no sobre el judaism o mismo, a la sazón sí sobre la
cristiandad, la cual pretendía ser el “ nuevo Israel de Dios.
Ha sido práctica común clasificar la literatura judía de
este período como canónica, rabínica, apócrifa y pseudoepí-
grafa. Pero, como C. E. Moore ha apuntado,’ tal clasificación
era completamente desconocida para los judíos de ese tiempo y
en verdad está sumamente mal encauzada. Una mejor clasifi
cación, sugiere él, sería la canónica, libros “ normativos” y
libros “ extraños” (o “ ajenos” ). “ Canónica” significa esa parte
santa que introduciría el tiempo del fin. Parece cierto que, en
la época de la guerra contra Roma (66 d. de J.C .), en el espíritu
de este libro, los sectarios mostraban ya simpatía por los
zelotes, y como consecuencia de esto su centro en Qumran fue
destruido, como muestran las pruebas arqueológicas, en el año
68 d. de J.C . Y así, si como parece posible, tienden a ser
identificados con una rama de los esenios, esto explicaría la
referencia de Josefo de que en este tiempo muchos esenios eran
torturados cruelmente.
Las sectas judías diferían entre sí en muchos aspectos;
pero, saduceos aparte, estaban unidas por una cosa como la
más importante de todas en su lucha contra un enemigo
común; no por solidaridad al partido o a la patria; sino por
devoción a la sagrada Tora y al santo pacto con el Señor su
Dios.
representativa del remanente de Israel, remanente que
efectuaría una expiación vicaria por su nación como introduc
ción a la nueva era de la cual hablaron los profetas. Esta
fidelidad encontró expresión en su meticuloso estudio y
práctica de la Ley, y para este propósito se internaron al
principio en el desierto de Judea.
El líder de la comunidad, el M aestro de Justicia, enseñó a
sus seguidores una nueva interpretación de las Escrituras, la
cual les mostraba claramente la parte que ellos habían de
desem peñar en el cumplimiento del propósito de Dios para su
época. De especial significación eran los escritos de los profetas
que, como se creía, no escribieron pensando simplemente en su
tiempo, sino también para el del fin. En la profecía de
H abacuc los sectarios veían una predicción de los tiempos en
los cuales ellos estaban viviendo. El fin estaba cerca. El
“ misterio” (hebreo: raz; cf. Daniel 2:18, etcétera), que fue
transmitido por Dios a Habacuc, pero cuyo significado se le
ocultó, sería “ interpretado” (hebreo: pesher) por el Maestro de
Justicia, quien demostraría que la antigua profecía se había
escrito con referencia no al pasado, sino a las gentes y
acontecimientos de su tiempo. El doctor F. F. Bruce ha
demostrado' que este mismo método de interpretación es en
muchos aspectos similar al adoptado por los cristianos primiti
vos, y que cierto número de pasajes del Nuevo Testam ento se
pueden traducir fácilmente al vocabulario pesher, en el cual la
interpretación de la profecía se da en términos de la época del
propio escritor o del fin de los tiem pos.“
Entre los escritos encontrados en Qumran uno se llama
“ La Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las
Tinieblas” , y es donde se describen los planes para la guerra
' New Testament Studies, vol. 2, No. 3, pp. 176 y sigtes., artículo
“ Qumran and Early Christianity” .
- El ilustra esto enlazando Hab. 1:5 con Hch. 13:16 y sigtes., com
interpretación; Hab. 2:3 y sigtes., con Heb. 10:37 y sigtes., Rom. 1:17 y Gal.
3:11; Amós 5:25 y sigtes., con Hch. 7:42 y sigtes.; Sal. 95:10 con Heb. 3:9 y
sietes.
enseñó una nueva interpretación de las Escrituras y les ligó
mediante un “ nuevo pacto” , que les comprometía a obedecer
la Ley de Dios hasta que la Era Mesiánica alboreara. E l
descubrimiento en 1947 de lo que llamaríamos los baluartes de
estos sectarios del Qumran cerca de las costas del mar Muerto,
así como de un vasto número de los escritos de sus bibliotecas,
nos han ayudado mucho a comprender la situación de
Palestina durante el período intertestamentario.
Tras el hallazgo de los “ Pergaminos del mar M uerto” la
opinión se ha dividido en cuanto a la identidad de la
comunidad del Qumran. Algunos eruditos arguyen una fecha
anterior a los Macabeos, y otros los identifican con los zelotes
en el siglo I d. de J.C . Los que podríamos llamar argumentos
más fuertes, los sitúan posteriormente al asociarlos, sin identifi
carlos, con una rama de los esenios sobre el tiempo de
Alejandro Janeo (102 a. de J.C .), o un poco antes. De este
mismo período tenemos evidencias de una gran comunidad de
esenios y de otra igualmente grande de sectarios, ambas
viviendo en o alrededor del valle del Qumran, y los indicios son
que formaban probablemente una misma comunidad. Esto se
confirma comparando las costumbres, los ritos y las creencias
de ambas sectas, los cuales eran prácticamente iguales.
De especial interés es el hecho de que ambas sectas
dedicaban mucho tiempo al estudio e interpretación de la Tora
y de otros libros sagrados. Esta labor solían hacerla en grupos
de diez o más. La forma normal en que desarrollaban este
trabajo era que un miembro del grupo se comprometía siempre
para el estudio o la exposición. Era un proceso continuo;
dividían la noche en tres vigilias, y durante cada una de ellas
un tercio de los miembros debían mantenerse despiertos para
escuchar y responder con las bendiciones apropiadas. Lo
mismo que los esenios, estos sectarios tendrían mucho en
común con los fariseos, pero presumían de ser más estrictos
que ellos en la interpretación de la Tora, como, por ejemplo, en
la observancia del sábado. Creyeron su fidelidad como la
era precisamente muy imparcial! Es erróneo, sin embargo,
considerarles simplemente como un grupo político radical del
estado que creaba problemas a los romanos. Sin duda atrajeron
hacia sí a mucha de la gentuza de su tiempo, pero formaban un
conjunto de patriotas judíos movido por profundas conviccio
nes religiosas. Es interesante notar que Josefo describe a los
sucesivos líderes del movimiento zelote con la palabra “ so
fista” la cual puede bien indicar que dentro del partido había
un programa de enseñanza planeado, yendo más allá del mero
interés político que Josefo implica.
Evidentem ente conocemos que la oposición de los zelotes
hacia Roma estaba profundamente enraizada en su celo por la
Tora. Era este celo y no simplemente “ amor a la patria” lo que
engendró el patriotismo y fanatismo, que llegó a ser temido
tanto por amigos como por enemigos. Josefo posteriormente
nos dice {Ant. 18.1.6, sec. 23) que tenían un “ inviolable apego
a la libertad” ; rehusaban llamar “ Señor” a cualquier hombre o
pagar tributo a cualquier rey, pues Dios era su único caudillo y
Señor; despreciaban el tormento y no daban la menor impor
tancia a la muerte; ni el sufrimiento, incluso la tortura, de
parientes y amigos, les hacía cam biar de propósito. Detrás de
todo esto hay una apasionada devoción a la Tora por la cual no
sólo querían luchar sino, llegado el momento, incluso dar la
vida.
D. Los zelotes
Ya hemos mencionado que Josefo sitúa el origen de los
zelotes en el año 6 d. de J.C ., pero de hecho sus raíces llegan
mucho más lejos dentro del período prerromano, pues pueden
ser justificadam ente considerados como los verdaderos hijos
espirituales de los Macabeos. El doctor R. H. Pfeiffer sostiene
sucintamente esta posición cuando dice: “ Así como los
Fariseos son los herederos de los asideos, y los Zelotes lo son de
los M acabeos.” '
Josefo describe a los zelotes como bandidos, ladrones y
similares, pero igualmente se les podía describir como patrio
tas, según el punto de vista del escritor que fuera; ¡y Josefo no
' Op. cit., p. 36.
tona ateniense significa aquellos (jue defendían las leyes contra
las innovaciones.' Por otra parte, adoptaron en materia
religiosa una posición conservadora distintiva. El sumo sacer
dote y su círculo fueron miembros del partido saduceo hasta el
año 70 d. de J.C ., aproximadamente, aunque algunos años
antes los fariseos y luego los zelotes habían conseguido el con
trol del templo. Su intluencia se determinó por su posición en
el estado, y cuando éste se perdió aquélla cesó.
Como los fariseos, creían en la suprem acía de la Tora,
pero a diferencia de ellos rehusaron reconocerle la misma
autoridad a la ley oral. Tenían, es cierto, tradiciones y usos
propios tanto rituales como legales, pero como todo esto no
tuviera su origen en Moisés no los reconocían al nivel de la
Tora. Por otra parte creían que era en el templo principalm en
te donde las palabras de la Tora podían ser obedecidas, y que
las órdenes emitidas por los sacerdotes en función de su propia
autoridad eran guía suficiente para que el pueblo pudiera
cumplirlas. Efectivam ente, siempre que se compararan la
autoridad de la Tora escrita con la de la tradición oral, los
saduceos consideraban a ésta poco más que una reliquia del
pasado.
Si para los fariseos la Tora era el centro de su fe, la fe de
los saduceos era como una circunferencia dentro de la cual se
podían albergar creencias y prácticas ajenas al judaismo. He
aquí su habilidad para introducir en su sistema muchas
influencias helenistas odiosas para los judíos.
C. Los esenios
El nombre esenio probablem ente se deriva de una palabra
aramea que significa “ santo” o “ piadoso” y corresponde a la
hebrea hasid. Se conoce relativamente poco acerca de los
esenios, pero hay evidencias de una comunidad muy unida de
tipo ascético, que se relacionan con el nombre de quienes
formaban una hermandad esotérica de unos cuatro mil miem-
' Op. cit., pp. 15 y sigtes.
la gente común. Su principal instrumento para la propaganda
de la Tora fue la sinagoga, la cual llegó a ser una institución
sumamente poderosa tanto en Jerusalén como en la dispersión.
La lectura de la Tora acom pañada de una interpretación
traducida a la lengua vernácula fue el distintivo del servicio de
la sinagoga. En esto los escribas, muchos de los cuales
pertenecían al partido fariseo, tendrían un importante papel
que representar. Los evangelios dan alguna indicación de la
posición que las sinagogas habían alcanzado como plazas
fuertes de la religión de la Tora ya antes del tiempo de Cristo.
Pero está claro en los registros del fariseísmo que éste era
esencialmente de carácter legalista, y el legalismo fácilmente
puede conducir al formalismo, y el formalismo al externalismo
y la fantasía, defectos que el fariseísmo reveló en el curso del
tiempo al menos en algunas de sus fases.' Pero a pesar de ello,
los fariseos crearon un espíritu de verdadera piedad y devo
ción, que afectó profundamente la vida del pueblo y desarrolló
un individualismo religioso que dio una nueva significación a
la Tora de Dios.
B. Los saduceos
Si los fariseos pertenecían a la clase media, los saduceos
representaban la aristocracia rica y particularmente al podero
so sacerdocio de Jerusalén. Probablemente la mayor parte de
los saduceos fueran sacerdotes, pero no se les identifica con
todo el cuerpo sacerdotal. Figuraban entre ellos ricos mer
caderes, gobernantes y otros. En su origen, sin embargo, no
fueron un partido religioso, aunque eso era lo que tendían a
ser; más bien eran un conjunto de personas participantes de
una posición social común y holgadam ente cornprometidos
entre sí por una determinación de mantener el régimen exis
tente. Ciertamente, el doctor T. W. Manson sostiene que el
nombre se deriva de la palabra griega syndikoi que en la his-
' Véanse Mat. 9:14; 15:10-20; 16:6; 23 passim; Mar. 12:38-40; Luc.
11:37-54; 16:14 y sigtes.; 18:10 y sigtes.; 20:46 y sigtes.; etcétera.
17:24—18:14; 22:27—23:6). Su visión religiosa se resume bien
en estas palabras:
“ Riquezas y fuerza ensorbecerán el corazón;
Y el temor de Dios está sobre ellas:
No hay nada falto en el temor de Dios,
Y no hay necesidad de buscar ayuda en eso” (4:26).
Pero la verdadera piedad debe encontrar expresión en las
buenas obras, y especialmente en la caridad:
“ El que guarda la ley multiplica las ofrendas;
El que observa los mandamientos sacrifica una ofrenda de paz.
El que recompensa una buena acción ofrece fina harina;
Y el que da limosna sacrifica una acción de gracias” (35:
1, 2 )
Pero la m ultiplicidad de ofrendas no es bastante:
“ El Altísimo no se deleita en las ofrendas de los impíos;
Ni es aplacado por la multitud de los sacrificios” (34:19)
Versión Inglesa
(a partir de la
Biblia die Versión de los
Ginebra, 1560) L a Vulgata Setenta
Esdras 1 Esdras Esdras B, caps. 1-10
Nehemías 2 Esdras Esdras B, caps. 11-23
1 Esdras 3 Esdras Esdras A
2 Esdras 4 Esdras (no en griego)
nado, que permanecen fuera de las Escrituras canónicas y de lai
“ Apócrifa” y que, durante un tiempo considerable, fueron
muy leídos en la oriental y en otras ramas de la Iglesia
Cristiana primitiva. En la práctica católico-romana la palabrai
“ deuterocanónico” es aplicada a aquellos libros descritos por
los protestantes como “ apócrifos” , y la palabra “ apócrifo” a los
conocidos como “ pseudoepigráficos” . Donde, por motivos de
conveniencia, debe hacerse una distinción, aquí será adoptado
el uso protestante.
A. Identidad
Los libros apócrifos del Antiguo Testam ento, conocidos
por el lector moderno como aparecen en la Versión Autorizada,
forman un bloque entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos.
Son doce, de los cuales uno (2 Esdras) no se encuentra en la^
Versión de los Setenta, pero sí er la Vulgata.
I.1 Esdras
II.2 Esdras
III. Tobías
IV. Judit
V. El resto de los capítulos del libro de Ester
VI. La Sabiduría de Salomón
VII. La Sabiduría de Jesús Hijo de Sirac,' o Eclesiástico
VIII. Baruc (con la epístola de Jerem ías como capítulo
seis)“
IX. Las Adiciones de Daniel
a) El Cántico de los Tres Jóvenes Santos
b) La Historia de Susana
c) Bel y el Dragón
' Este ('s ('1 iionihix' (jiií' torna en gric'go. La forma ÍK'hrea “ Ben Sirac"
(hijo (!(' Sirac) c's la usada ('n todo el libro.
- La Apócrifa d(' la VtMsión Rc'visada sí'para la Epístola de Jí'remías
Baruc. En algunos códicc's grií'gos forman libros separados.
Capítulo IV
La Literatura Apócrifa
Comúnmente hablando, la palabra “ apócrifo” a menudo
trae consigo el sentido de “ falso” o “ espurio” , pero en su
origen y uso eclesiástico el significado es completamente
diferente. En este sentido significa igual que la expresión
hebrea “ libros ajenos” y se refiere a los libros no incluidos en el
canon. Etimológicamente la palabra “ Apócrifa” (plural del
griego apocrifón) designa cosas privadas, ocultas o secretas. Se
ha sugerido' que la razón por la que los “ libros ajenos” se
llaman “ ocultos” se funda en ciertas referencias de 2 Esdras.
En ciertos pasajes Esdras es invitado a que vuelva a escribir
todos los libros sagrados de Israel que habían sido destruidos.
El tenía que hacer del dominio público veinticuatro (los libros
canónicos), y tenía que ocultar setenta (los “ libros ajenos” )
(véanse 14:6, 45 y sigtes.). Estos libros “ ocultos” o “ apócrifos” ,
aunque no pertenecieran al canon, eran, no obstante, de gran
valor dentro de la tradición judía representada por este
escritor.
En el uso más moderno, sin embargo, la palabra tiene una
significación bastante más restringida. Entre los protestantes se
usa para describir, generalmente, los libros que se encuentran
en las Biblias cristianas griegas y latinas (por ejemplo la
Versión de los Setenta y la Vulgata), y no en la Biblia hebrea;
aquí la palabra “ pseudoepígrafa” se usa frecuentemente para
referirse al resto de los “ libros ajenos” , de número indetermi-
' Véase C. C. Torrey, op.cit., pp. 8 y sigtes.
apocalípticos. Pero el término puede bien designar a. un
número de diferentes grupos cuyas ceremonias y prácticas
podrían bien corresponder más exactamente con las de la
literatura apocalíptica. Si pudiera comprobarse que los sec
tarios del Qumran eran en efecto una rama de los esenios,
entonces el argumento para la posible influencia esenia sobre
este tipo de literatura puede recibir más crédito que antes,
pues el pensamiento mesiánico y apocalíptico de los pergam i
nos del mar Muerto tiene mucho en común con los escritos
apocalípticos de los “ libros ajenos” .
En conclusión, la existencia de esta literatura no canónica,
apocalíptica y de otro tipo, justifica el punto de vista anterior
de que durante el período intertestamentario el judaism o era
un complejo sistema que contenía en sí muchas sectas, partidos
y tipos, pues la literatura misma revela muchos puntos de vista
diferentes, intereses y creencias que no pueden ser identifica
dos siempre con cualquiera de los partidos reconocidos del
judaismo. Como R. Travers Herford dice: “ La existencia de
escritores como los de los libros apócrifos apunta más bien a
una complejidad que a una simplicidad en las actividades
literarias del tiempo. Además, que la presencia de muchos
elementos en el judaism o contemporáneo no implica en
ninguna manera que hubiera interacción y mutua influencia.” '
Ahora, volvamos a un examen más profundo de la literatura
“ apócrifa” .
3. Los “ L ib ro s Aje n o s”
A. Literatura no canónica
B. Form a y contenido
' Véase 1 Enoc 71:1. Las palabras: “ Subid acá” , en Apoc. 11:12, dirigidas
a Juan en la isla de Patmos probablemente se refieren a una traslación del
espíritu. Véanse también Apoc. 17:3; 21:10.
^ Véanse 1 Enoc 39:3, 4; 2 Enoc 3:1; 36:1, 2; 38:1; Test, de Abraham 7b,
8b; Apoc. de Baruc 6:3; 2 Esdras 14:9. Nos recuerdan las palabras de Pablo en
2 Cor. 12:2-4 donde dice cómo fue transpuesto al tercer cielo: “ si en el cuerpo,
no lo sé; o si fuera del cuerpo, no lo sé” .
^ Véanse 1 Enoc 14:9-17; 71:7-9; 2 Enoc 20:3; 22: l, etcétera. Hay muchas
leyendas, especialmente en la literatura griega, sobre el alma de un hombre
viajando a través del Hades o de los cielos, bien después de la muerte, bien en
estado de trance. Los apocalípticos, sin embargo, fueron probablemente más
influidos por la idea del Antiguo Testamento sobre un Tribunal Celestial
presidido por Dios y auxiliado por ángeles y a veces por hombres. Ve. 1 Reyes
22:19 y sigtes; Job 1:6 y sigtes.; Isaías 6:6 y sigtes.; Salmo 89:7; Jeremías 23:18
y sigtes. Esta misma idea es desarrollada de una forma extravagante en el
judaismo posterior (Véase Sanhedrin XXXVIII:6).
^ Para la situación del determinismo en la interpretación de la historia por
los apocalípticos véase p. 60.
1. L a T ra d ició n A po c a l íp tic a
A. El secreto no revelado
A lo largo de prácticamente toda esta literatura se puede
delinear un modelo regular el cual, aunque varíe en detalle, es
casi siempre el mismo a grandes rasgos. Los distintos escrito^^
pretenden ser revelaciones hechas por Dios de secretos divinos
a ciertos individuos elegidos (desde Adán hasta Esdras), que
dan a entender ser los autores de tales escritos. Estos hombres,
mediante visiones y similares, habían sido iniciados en el
entendimiento de los secretos celestiales, y subsecuentemente
los reflejaban en sus libros “ ocultos” como instrucciones para
los justos. La naturaleza de esta iniciación varía en las
escribieron imitando al más primitivo de los libros judíos. En
realidad esto no es sorprendente, pues el m ensaje de los
escritores apocalípticos judíos estaba mucho más en conso
nancia con las esperanzas y expectaciones cristianas. Conducía
a los hombres fuera de este maligno y problem ático mundo
para mostrarles un despliegue del gran propósito del Todo
poderoso, quien sostenía la historia y el destino del mundo en
la cavidad de su mano. Se acercaba rápido el día cuando Dios
intervendría con poder y establecería su reino de justicia y paz;
la era mesiánica, pronta a m anifestarse, traería consigo las
bendiciones del paraíso; el gran Día del Juicio testificaría de la
destrucción del malvado y de la vindicación del justo; la nueva
era estaba a la mano, y el reino de Dios muy cercano. No es,
pues, sorprendente en absoluto que tales enseñanzas tuvieran
gran valor para la Iglesia Cristiana, pues era con toda
seguridad una predicción del triunfo de ese mismo reino en el
cual los cristianos creían. Sólo cuando la esperanza cristiana de
una pronta venida de Cristo decayó, estos libros y sus
contrapartes cristianas dejaron de ser estim ados, aunque una y
otra vez a lo largo de la historia la iglesia haya vuelto para
inspiración y estímulo al m ensaje que los apocalípticos
proclamaron.
Se pueden trazar esquem as de los pensamientos de estos
escritores, pero el lector no debe esperar encontrar una unidad
consistente o una presentación lógica en las ideas y creencias
expresadas en esta literatura. Como el doctor F. C. Burkitt
observa: “ El peligro principal actualm ente es que se exija un
modelo de consistencia y racionalidad dem asiado estricto a
escritores para quienes la consistencia y la racionalidad son
consideradas completamente secundarias. Consistencia y
racionalidad pertenecen al pasado, y al curso de los eventos de
este mundo la parte del apocalíptico es estimular a sus
compañeros con diseños del futuro. Y un futuro en el cual todo
es consistente . . . el corazón del hombre no lo ha cambiado. ”'
' Jewish and Christian Apocahjpses, 1914, p. 48.
Capítulo V
Mensaje y Método de la
Literatura Apocalíptica
Ampliamente hablando, la literatura apocalíptica aparece
entre la literatura del Antiguo y el Nuevo Testamentos y está
íntimamente ligada a ambas. Por una parte, continúa al
Antiguo Testamento, pues en muchos de sus aspectos es un
desarrollo de la profecía hebrea. Por otra parte, es una antici
pación del Nuevo Testamento, pues marca un importante
período de transición en el que las creencias reflejadas en estos
escritos fueron adoptadas y desarrolladas por la cristiandad.
Verdaderamente los importantes cambios en el pensamiento
religioso que tuvieron lugar entre los dos Testamentos serían,
en grado considerable, inexplicados e inexplicables si no fuera
por la literatura apocalíptica judía. Esta se adapta especial
mente a la idea del Mesías en su relación con el Hijo del Hom
bre, y a la creencia en la vida después de la muerte. Estos con
ceptos serán tratados en los dos últimos capítulos del presente
libro, y se indicará la importante contribución hecha por los
escritores apocalípticos para el desarrollo de las creencias
religiosas durante el período intertestamentario.
Por algún tiempo los escritos apocalípticos continuaron
siendo populares entre los cristianos. Las características de la
literatura apocalíptica judía están evidentemente presentes en
el canon del Nuevo Testamento, especialmente en el Apocalip
sis de Juan y en el llamado Pequeño Apocalipsis de Marcos 13;
pero totalmente aparte de estos, muchos otros apocalipsis se
Segunda Parte
B. En la historia de la Iglesia
Entre los Padres de la Iglesia los libros apócrifos eran
gen eralm en te considerados como parte de la S agrada
Escritura, pero esta opinión no fue mantenida por varios entre
los más influyentes. Orígenes (185-254), por ejemplo, aceptó
los libros apócrifos como eclesiásticos, pero como erudito limi
tó las Escrituras del Antiguo Testam ento a los libros del ca
non hebreo. Cirilo de Jerusalén (muerto en el 386) enseñó a
sus catecúmenos sobre las bases del canon hebreo, pero aceptó
el uso com6n de los otros escritos. Jerónimo (muerto en el 420)
juzgó que sólo los libros del canon hebreo fueran considerados
con autoridad y por lo tanto canónicos. Distinguió entre “ libros
canónicos” y “ libros eclesiásticos” . A estos últimos, que no
pertenecían al canon hebreo, se les podía situar entre los libros
apócrifos, una expresión que había sido usada ya (aparente
mente por primera vez) por Cirilo de Jerusalén. En la práctica,
sin embargo, Jerónim o incluyó los libros apócrifos en la Vul
gata, la cual llegó a ser la versión oficial Católico-Romana.
Sobre las bases de la Vulgata de la Iglesia Católica Romana
canonizó los libros apócrifos de acuerdo con los concilios de
Trento en 1546 y Vaticano en 1870.
La actitud de los reformadores en cuanto a la literatura
memoria, se da de Enoc 1:9 refiriendo una profecía de “ ese
Enoc de la séptima generación de Adán” . Además de esta cita
más o menos directa hay muchas alusiones a la literatura
apócrifa. Las palabras: “ Las mujeres recibieron sus muertos
mediante resurrección: mas otros fueron atormentados, no
aceptando el rescate” , reseñadas en Hebreos 11:35, nos
recuerdan el martirio de Eleazar y los siete hermanos en 2
M acabeos 6 y 7, y “ fueron . . . aserrados” en Hebreos 11:37 es,
sin duda, una alusión al martirio de Isaías, mientras que frases
como “ el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su
substancia” en Hebreos 1:3 nos recuerda forzosamente al
Libro de la Sabiduría 7:26. Los ecos del Libro de la Sabiduría
pueden, probablemente, apreciarse también en las palabras
del sumo sacerdote referentes al agonizante Jesús (Mat. 27:43),
“ líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Yo soy el Hijo de
Dios” (véase Sabiduría 2:18); así también en las Cartas de
Pablo tales como Romanos 1:20-32 (Sab. 14:22-31), Rom. 9:21
(Sab. 15:7, 2 Cor. 5:4 (Sab. 9:15 y Efesios 6:13-17 (Sab. 5:18-
20). De nuevo ciertos sentimientos y frases familiares al lector
cristiano de los Evangelios tienen su inmediato paralelo en los
Testamentos de los Doce Patriarcas, expresiones como perdo
nar al hermano (Mat. 18:21, compárese Test, de Gad 6:3, 7),
amar de todo corazón (Mat. 22:37-39, compárese Test, de Dan
5:3), y devolver bien por mal (Luc. 6:27s, compárese Test, de
José 8:2). Esto muestra cuán estrechamente unidos estaban a
veces los contenidos de la enseñanza moral de Jesús con los
ideales del judaismo.
La contienda entre Miguel y el diablo por el cuerpo de
Moisés en Judas 9 deriva de la Asunción de Moisés, y la
doctrina de los “ espíritus encarcelados” en 1 Ped. 3:19 está
extraída de Enoc 14-15. La Epístola de Santiago tiene mucho
en común con los libros apócrifos; el escritor estaba sin duda
familiarizado con Ben Sirac, en cuyo acopio de pensamiento y
experiencia participó (compárense por ej., Stg. 1:19 y Ben
Sirac 5:11). Tam bién se hacen referencias a escritos desconoci-
vez represente un escrito independiente, pues parece defender
un calendario diferente en algunas formas al de los Jubileos.
De considerable interés son cuarenta y nueve fragmentos de
un escrito hebreo que parece seguir al libro de Deuteronomio
en poco más o menos la misma forma que Jubileos sigue al
libro de Génesis. Por causa de esto se le conoce generalmente
como “ El Pequeño Deuteronom io” o “ Las Palabras de
M oisés” . Es muy posible que tengam os aquí una historia
apócrifa de los patriarcas, o incluso un hasta ahora desconocido
documento, “ Las Guerras de los Patriarcas” , el cual es una de
las fuentes de Jubileos (véase 34:1-9) y de los Testam entos de
los Doce Patriarcas (véase Testam ento de Judá 3-7).
De interés también es una paráfrasis aram ea de Génesis
5:15 que adorna la narración bíblica con comentarios h aggádi
cos sobre el texto, y tiene mucho en común con nuestra
literatura apocalíptica.' Fragm entos de otros libros de relatos
haggádicos tienen también mucho en común con escritos
atribuidos a Jerem ías y Baruc, pero que no pueden ser
identificados con ninguno ya conocido. De singular interés es
un escrito pseudo-histórico situado en el período persa, el cual
evoca los libros de Ester y Daniel.
3. Los L ib r o s A po c rifo s E n la
C r ist ia n d a d
A. En el Nuevo Testamento
Claram ente se evidencia tras la lectura del Nuevo T esta
mento que sus escritores y lectores de épocas más primitivas
estaban familiarizados con, por lo menos, algunos de los libros
apócrifos, no sólo con aquellos que heredaron de los judíos por
medio de la Versión de los Setenta, sino también con la más
variada clase de escritos. La referencia más clara se encuentra
en Judas, versículos 14-16, donde una cita, sin duda de
' En principio se pensaba que este escrito fuera una copia del Libro de
Lamec de acuerdo con las referencias de unas pocas listas antiguas.
que tales escritos fueron muy populares entre los miembros de
la comunidad del Qumran, y hasta puede ser que algunos de
ellos se escribieran allí.
Muchos fragmentos de escritos apocalípticos relativos al
libro de Enoc han sido descubiertos, escritos en hebreo y
arameo. Uno de éstos tiene mucho en común con 1 Enoc 94-
103, en su relación de advertencias a los justos y de calam ida
des para los pecadores, refiriéndose en varias ocasiones al
“ futuro oculto” ,' por cuyos medios los misterios de esta
generación presente serán al fin revelados. Esta es u n ^ id e a
relativamente común en la apocalíptica como, por ejemplo, en
2 Esdras. Otro grupo de fragmentos contiene una narración del
nacimiento de Noé, conocido anteriormente sólo en 1 Enoc
106. Es posible que estos sean parte de un escrito perdido hace
mucho tiempo, el así llamado “ Libro de N oé” , reconocido por
mucho como una de las fuentes del libro de Enoc.“ Todavía
otra colección de fragmentos, escritos en arameo, ha sido
hallada y describe una visión de la Nueva Jerusalén mostrando
adem ás un especial interés por el templo y su culto.^ Los
indicios son que este escrito debe haber sido muy popular entre
los Sectarios del Qumran, porque los fragmentos representan
haber sido copiados muchas veces y fueron descubiertos en
varias cuevas. Además, han sido encontradas varias porciones
del libro de Jubileos, y de un Testam ento de Levi al cual se le
considera una de las fuentes de los Testam entos de los Doce
Patriarcas.
También han aparecido escritos de carácter haggádico^
entre los pergaminos del Qumran. Parte de una obra similar al
libro de Jubileos, por ejemplo, ha sido hallada, y ésta puede ser
uno de los orígenes de ese libro o una revisión posterior, o tal
A. Identidad
No hay una lista .convenida den sos ojros libros apócrifos
q ue permanecen fuera de “ la literatura Apócrifa’’ a los cuales
algunas veces se les da el nom bre de “ pseudoepigrafa” .
Representan varios tipos de literatura, pero indudablem ente el
más importante y el más común es el de la literatura
apocalíptica. Algunos de ellos son apocalipsis, propiamente
dicho, mientras que otros, aunque no predominantemente
apocalípticos, tienen elementos de ese tipo muy considerables.
Ciertamente hay pocos, si acaso alguno, que no esté dentro de
esta categoría. Más adelante se hará una exposición de su
método y enseñanza. Aquí reflejamos una lista de tales libros
aceptados generalmente como pertenecientes a esta clasifica
ción junto con sus fechas de composición.
A. L a unidad de la historia
El doctor R. H. Charles sostiene que fue la “ literatura
apocalíptica y no la profecía la primera en comprender la gran
idea de que la historia humana, cosmológica y espiritual, es
una unidad” , que “ Daniel fue el primero en enseñar la unidad
de la historia humana, y que cada nueva fase de esta historia
era una nueva etapa en el desarrollo del propósito de Dios” .^
' Véanse pp. 56, 57.
^ Una interpretación similar se da de Daniel 7:23 en el Talmud
Babilónico, Abada 7.ara Ib.
^ Commentary on Daniel, 1929, pp. XXV, CXIV-CXV.
entender una amplia cifra y probablemente signifique la
inclusión no sólo de los libros apocalípticos, conocidos y
desconocidos, que aparecieron bajo el nombre de Moisés, sino
también la más amplia variación de escritos apocalípticos
incluyendo este mismo libro en que se recuerdan tales sucesos.
La Leyenda de Esdras, pues, pretende efectivamente para -(
la tradición apocalíptica un valioso y autoritario lugar en el
judaismo. Sin duda ello refleja la creencia concienzuda de
ciertos círculos apocalípticos de ese tiempo en que este tipo de
literatura, como la misma tradición oral (compárese Pirke
Aboth 1:1), podía rastrearse retrospectivamente hasta su
fuente, esto es, la revelación dada por Dios a Moisés en el
monte Sinaí.’^Se ha sugerido que “ Esdras y sus cinco com
pañeros puede ser una alusión encubierta al gran rabí Johanan
b. Zakkai -el refundador del judaismo tras los años 66-70 d. de
J.C .- y sus cinco famosos discípulos.” ' Si esto es así, se confirma
todavía más el argumento de que aquí el autor está reclamando
para la tradición apocalíptica un lugar esencial en la vida del
judaism o reformado.
2. L i t e r a t u r a A p o c a l í p t i c a y P r o fet ic a
C. L a Leyenda de Esdras
' Compárense Gén. 6:1 y sigtes., para una narración bíblica de este viejo
mito en el cual el rastro del mal llega hasta los ángeles caídos.
^ Esta creencia se expresa también en Jubileos 10:5-11 y es insinuada en
Mat. 8:29: *¿Has venido acá a molestarnos antes de tiempo? ’
Véanse además pp. 61 y sigtes., y 81.
^ La popularidad del número siete es obvia en el libro de Apocalipsis,
Jonde se encuentra cincuenta y cuatro veces.
Frecuentem ente los escritores apocalípticos hacen uso de
bestias salvajes y aves de rapiña para simbolizar las naciones de
los gentiles. Indudablem ente fueron sim bolizadas por pasajes
como Ezequiel 39:17 y sigtes., y tal vez también por el libro de
Job y el de los Proverbios, donde se muestra gran interés por la
naturaleza y se hacen frecuentes referencias a figuras de
animales de muchas clases. La lista más extensa se encuentra
en 1 Enoc 89:10 y sigtes., donde a las diversas naciones gentiles
se les describe bajo las figuras de leones, tigres, lobos, perros,
hienas, osos salvajes, zorras, ardillas, cerdos, halcones, buitres,
milanos, águilas y cuervos. En el Testam ento de José 19:8, sin
embargo, el león es usado para representar a Judá, y en 2
Esdras 11:37 simboliza al M esías.' En este último caso el leór
hablando con voz de hombre vitupera y después destruye “ al
águila” (11:37 y sigtes.), la cual, como nos dice el autor
(12:11), representa el cuarto reino de la visión de Daniel (Dan.
7:32), el cual es aquí identificado con Roma. En esta visión de
Daniel emergen del mar cuatro grandes bestias pertenecientes
a especies no reconocidas. La primera es como un león con alas
de águila (7:4); la segunda como un oso, llevando tres costillas
en la boca (v. 5); la tercera como un leopardo con cuatro alas
(v. 6); la cuarta es una bestia con diez cuernos y grandes
dientes de hierro (v. 7). Por medio de este extraño simbolismo,
cuyas raíces se hunden en la antigua mitología, el autor pinta
los cuatro grandes imperios: Babilonia, M edia, Persia y Grecia.
Al tiempo que hombres y naciones son simbolizados por
animales, los ángeles buenos son por hombres^ y los ángeles
caídos por estrella^.^ Este uso posterior se funda principalm en
te en 1 Enoc 85-90, donde éste, en una visión, ve una estrella.
' Dragón (Job 7:12; Sal. 74:13; Is. 51:9; Ez. 29:3; 32:2), Leviatán (Sal.
74:14; 104:26; Is. 27:1), Raab (Job 9:13; 26:12; Sal. 89:10; Is. 30:7; 51:9),
Serpiente (Job 26:13; Is. 27:1; Amós 9:3).
^ Véanse Job 7:12; 26:12; 38:8; Sal. 74:13; Is. 51:10; Hab. 3:8; Amós 7:4.
Relativo al poder de Dios sobre el abismo véanse también Sal. 33:7 y sigtes.;
93:1 y sigtes.; 107:23-53; Jonás 2:5-9, etcétera. En Gén. 1:2, 6 y sigtes.. Dios el
Creador salva al mundo del poder del caos en la forma del primitivo océano.
el universo, desde la creación hasta el fin de los tiempos. La
comprensión de estos secretos ayuda al justo a discernir las
señales del acercamiento del fin fundam entándolas en su
sagrada fe.' Muy a menudo la revelación concedida al ilustre
anciano consiste en una narración de la historia del mundo,
culminando en el reinado mesiánico o en la era venidera.
Generalmente hablando la narración dada es perfectamente
clara, bajo sus simbólicas invenciones, hasta la época en la cual
el autor mismo vive; y entonces, inevitablemente, la narración
se obscurece, pues aunque el relato total implica ser predicción
en el nombre del anciano vidente, la predicción propiamente
dicha empieza a partir de la época del autor. Desde este punto
en adelante el ritmo de los acontecimientos es muy acelerado,
pues el fin está muy cercano. La naturaleza del fin y los
detalles de su venida muestran una gran diversidad de
pensamiento, pero usualmente el escritor retrata la destrucción
de los malvados y el triunfo de los justos, ya en este mundo ya
en la otra vida, en un reino terreno o en uno celestial, en un
cuerpo físico o en uno renovado “ espiritual” ; el reinado
mesiánico, temporal o eterno, es introducido e inaugura la era
venidera cuando los propósitos de Dios triunfarán y vivirá con
su pueblo eternamente.^ Este modelo de revelación propendía
a ser estereotipado y formal, pero en sus orígenes, sean como
fuesen, al igual que el libro de Daniel, su propósito era muy
práctico, a saber, inspirar a la nación con un nuevo coraje y una
vivida esperanza en la victoria final del bien sobre el mal, y en
el triunfo de Dios y su reino sobre todos los poderes de las
tinieblas.
B. El lenguaje simbólico
Toda esta literatura abunda en imágenes de tipo fan tásti-j
co y caprichoso, y es tal su magnitud que se puede decir que el
' Sobre la revelación del secreto divino por el Hijo del Hombre, véanse
PP
^ Véanse además pp. 87 y sigtes., y 90 y sigtes.
sucesión de sumos sacerdotes que asumieron el papel de
príncipes no fue ciertamente como para inspirar a los hombres
con esperanzas de liderato de ese tipo para el reino venidero.
B. El M esías levítico
2. E l M e s ía s T r a d ic io n a l o N a c io n a l
A. El Mesías no indispensable
La esperanza tradicional del Antiguo Testam ento de la
venida de un príncipe “ mesiánico” como líder del reino
mesiánico persiste en esta literatura, pero una vez más se
observa que no se piensa conclusivamente del Mesías como
una figura indispensable. Ciertamente, en un número muy
considerable de escritos de este período (apocalíptico y de otras
clases), en los que la esperanza mesiánica está siempre en
primer plano, el Mesías no es mencionado. En el Libro de
Daniel, por ejemplo, la figura del Mesías no aparece, aunque el
término “ ungido” se encuentre dos veces en dos versículos
sucesivos. En Daniel 9:25, 26 leemos acerca de “ un ungido” ,
“ un príncipe ”, y de otro “ ungido” al que le será quitada la
vida, presumiéndose que tales referencias se hagan a los sumos
sacerdotes Jeshua y Onias III respectivamente. Igualm ente la
figura del Mesías está ausente en 1 y 2 M acabeos, Tobías,
Sabiduría de Salomón, Judit, Ben Sirac, Jubileos, 1 Enoc 1-36,
91-104, Asunción de Moisés, 1 Baruc y 2 Enoc. El hecho es que
durante el período persa la esperanza en un mesías davídico
había decaído en el fondo y el énfasis se podía progresivamente
^ n el majestuoso gobierno de Dios en el futuro reino, y sobre el
principio necesario de guardar su Santa Ley. Además, la
(Zac. 3:8; 6:12); y sin duda su nombre simbólico (“ un renuevo
salido de Babilonia” ) facilitó la asociación con las esperanzas
“ m esiánicas” de una restauración del linaje de David.
El punto de vista característico de la futura esperanza
durante el período post exílico continuó siendo el de un reino
terreno, nacional y político por cuyos medios Israel sería
liberado de sus enemigos -babilonios, persas, seleucidas y
romanos. Es cierto que en el Deutero Isaías, por ejemplo, esta
esperanza de futuro llega a ser progresivamente trascendente y
ultraterrena, y la salvación se ve venir de las m ilagrosas obras
de Dios, pero la esperanza política y nacional continuó
manteniendo su lugar en la concepción popular durante el
período intertestamentario.
Sin embargo, ya había aparecido una tensión entre los
elementos terrenos, nacionales y políticos por una parte, y los
universales, trascendentes y ultraterrenos por la otra, cjue no
podía ser resuelta fácilmente. Esta tensión se fue incrementan
do gradualm ente por la influencia en el pensamiento hebreo
de las ideas persas, particularm ente la visión dualista del
mundo donde “ esta era ’ estaba en contra de “ la era futura .
Bajo esta influencia creció en el judaism o, especialm ente en los
círculos apocalípticos, una escatologia con nuevos énfasis, a un
tiempo “ dualista” , cósmica, universalista, trascendente e
individualista” .'
En conexión con estas dos “ escatologías está el nombre
“ M esías” , el cual aparece al menos como un término técnico,
significando la figura escatològica escogida por Dios para
representar la parte principal en la venida del reino. En cada
caso aparece un líder cuya naturaleza y función corresponden a
esa futura esperanza con la que se le asocia. La situación queda
resumida con las siguientes palabras del doctor S. Mowinckel:
“ Los conceptos mesiánicos de ciertos círculos retrataban a un
Mesías predom inantem ente terreno, nacional y político, mien-
' V.iz;r.; Saúl en 1 Samuel 10:1, David c'ii I SaniiK'l 16:13, etcétera.
■ Ksto se refU'ja en pasaj('s post-exílieos eoiiio K\. 29:7; Lc'v. 8:12.
Capítulo VI
B. L a extensión de la personalidad
Bien puede ser que la adopción de seudónimos en parte
de estos escritores fuera, en efecto, un ardid literario el cual fue
subsecuentem ente copiado por otros, y que el principio de esta
práctica se remonte hasta el libro de Daniel en la forma que H.
H. Rowley describe. Pero en el caso de algunos de ellos hay tal
vez razón para creer que su uso indica no simplemente un
convenio literario, sino una genuina expresión de inspiración.
Esto se puede explicar mejor por referencia a la concep-
ción hebrea de “ personalidad social” , y en particular de la idea
' Op. cit., p. 36.
revelar el secreto, pues el tin estaba muy cercano. Este
fenómeno de usar seudónimo había sido desde mucho tiempo
familiar entre los egipcios, y también fue conocido entre los
griegos. Pero la forma peculiar que adoptó en Palestina parece
indicar un desarrollo innato y una expresión del pensamiento
nativo hebreo.
A. Un ardid literario
La explicación familiar del origen del uso de seudónimos
entre los judíos la da el doctor R. H. Charles, quien sostiene
que, desde Esdras en adelante, la Ley demandó tan completa
suficiencia que no dejó lugar para nuevas revelaciones de la
verdad fuera de ella misma. La inspiración estaba muerta; la
voz de la profecía muda. Los escritores apocalípticos creyeron,
sin embargo, ser receptores de nuevas revelaciones de Dios.
“ Contra la recepción de tal fe y verdad nuevas, la Ley
permanecía en su posición, a menos que los libros que la
contuvieran estuvieran bajo la garantía de ciertos nombres
grandes del pasado. Contra las dem andas y autoridad de tales
nombres del pasado, los representantes oficiales de la Ley
estaban en parte reducidos al silencio.” ), En apoyo de esta
opinión señala él que sobre el año 200 a. de J.C ., el canon
profético estaba fijado y por lo tanto ningún libro de este
carácter podía ser admitido después de esa fecha. Además,
como la H agiógrafa (la tercera parte del canon) creció y
cristalizó, una prueba que había de sufrir cualquier libro que
solicitara ser admitido era que perteneciera a la época de
Esdras, pues era cuando se juzgaba que la inspiración había
cesado. Por esto, al escritor apocalíptico, para ser oído, le era
necesario publicar su libro en el nombre de alguna persona por
lo menos del tiempo de Esdras.
Mas aparte del hecho de que la Ley no ejercitara la
“ indiscutible autocracia” que el doctor Charles le atribuye,
esta explicación acusa a los escritores apocalípticos no sólo de
" o p . cit., p. 103.
incluso insensible a todo sufrimiento físico, como cuando su
cuerpo es aserrado en dos partes (Martirio de Isaías 5:7). En
estos ejemplos, y en muchos más, estamos tentados a ver una
proyección de la propia experiencia física de los escritores
apocalípticos. Así es como el escritor pensó que la inspiración
podía venir, y por lo tanto hay al menos un argum ento a priori
para la p osib ilid ad de su p articipación m edian te una
experiencia. El atribuye a aquel en cuyo nombre escribe tales
experiencias como él suponía que las tendría si fuera receptor
de un m ensaje, y algunas de éstas pueden bien haber sido
experiencias genuinas en las cuales se creyó a sí mismo
divinamente inspirado.
Quizás sea una valoración acertada el decir que en la
inspiración apocalíptica tenemos una conexión entre la inspira
ción original de los profetas y la más moderna inspiración de
tipo literario. Una y otra vez el escritor apocalíptico muestra
que creyó estar escribiendo bajo la directa influencia del
espíritu de Dios de una manera análoga a la de los profetas, e
incluso cuando aceptaba el entramado literario convencional,
como hacía tan a menudo, todavía creía estar divinamente
inspirado.
3. L o s SEU D O N IM O S
En un aspecto muy importante los escritores apocalípticos
diferían de los profetas en cuya tradición siguieron. Los
profetas hablaban desde el punto de vista de su propia época y,
bajo Dios, revelaban sus oráculos en nombre de ellos; los
escritores apocalípticos escribían bajo el punto de vista de una
época anterior y, siempre subordinados a Dios, escribieron sus
oráculos en el nombre de otro. Generalmente hablando se dicei
con verdad que los escritores apocalípticos son seudónimos.
Los autores escribieron en el nombre de un hombre notable del
pasado a quien fue dada una revelación de las cosas venideras
él había encargado mantener en secreto esta revelación hasta el
tiempo señalado. Con la aparición del libro llegó la hora de
En estos escritos se hace frecuente mención a medios
como sueños, visiones, trances y audiciones a través de los
cuales Dios trasmite su revelación al ilustre anciano en cuyo
nombre el autor escribe. En la gran mayoría de los casos es
completamente imposible decir cuándo la experiencia anormal
descrita es algo más que un mero ardid o convenio literario. Lo
que el doctor Charles dice es sin duda verdadero: “ Así como el
profeta solía usar las palabras ‘ Así dijo el Señor’ , aun cuando de
hecho no había ninguna experiencia psíquica en la que oyera
una voz, pero deseaba poner de manifiesto la voluntad de Dios
la cual él había conocido por otros medios, así el término
‘ visión’ vino a tener un uso convencional semejante tanto en
profecía como en la literatura apocalíptica.” ' Al mismo tiempo,
sin embargo, no debe menospreciarse el que la inspiración
pueda apoderarse del patrón convencional. No hay garantía de
que el mensaje inspirado pueda ser transmitido en sus formas
originales. El hecho de que los profetas, por ejemplo, hicieran
uso de una forma convencional común, a saber, versificación
rítimica, no afecta en ninguna manera a la inspiración esencial;
y decir que los apocalípticos en sus pronunciamientos, usan de
alguna manera un convenio literario, no implica necesariamen
te que sean menos inspirados por hacerlo así. Mucho de este
convenio literario puede bien tener tras él una experiencia
psicológica.
Ciertam ente muchas de las experiencias reseñadas aquí
concernientes al supuesto escritor del libro son tan verdaderas
psicológicam ente que es difícil ver en ellas algo más que la
expresión de un convenio literario. Al recibir la revelación
divina él yace en el suelo como muerto (2 Esdras 10:30; véanse
Dan. 8:17, 18, etcétera), está tan abatido que no puede
describirlo adecuadam ente (2 Esdras 10:32, 55, 56; compárese
2 Cor. 12:4), no está tan sólo turbado en sus pensamientos
(Dan. 7:28) sino incluso enfermo físicamente (Dan. 8:27) y
queda del todo inconsciente (Dan. 8:18); algunas veces es
' Op. cit., p. 176.
mente religiosos que creían que, como antes que ellos los
profetas, su m ensaje era de Dios y que escribieron bajo el
apremio divino.
Al igual que los profetas, los escritores apocalípticos
participaron de la creencia de que la naturaleza del hombre era
accesible a ser invadida por el espíritu de Dios, y la desa
rrollaron para incluir a los espíritus del mal los cuales, como el
espíritu de Dios, podían posesionarse del hombre y controlarlo.
Con toda probabilidad las descripciones de inspiración por las
que el hombre llega a ser “ poseído” habían llegado a ser, en
cierto grado, un estereotipado convenio de esta clase de
literatura; pero puede ser que en los libros apocalípticos esta
descripción reflejara una experiencia personal del escritor
mismo. En 2 Esdras 14 se hace un intento de racionalizar de
antemano ideas de inspiración que representaban la naturaleza
del hombre como abierta para ser invadida por el espíritu de
Dios sobre el que se pensaba (como en tiempos pre-exílicos) en
términos de materia. Allí el profeta es invitado a beber de un
vaso “ Lleno como de agua, pero su color era como de fuego”
(14:39). Es el vaso de inspiración rebosante de Espíritu Santo
por el cual el profeta podía dictar con seguridad los veinticua
tro libros de la Escritura y los setenta escritos apocalípticos.
Distinto a los extáticos profetas del Antiguo Testam ento Esdras
encuentra que sus facultades son fortalecidas más bien que
debilitadas, y en especial su mente es clarificada para que
pueda recordar perfectamente los sagrados escritos.
Se hace mucha referencia en esta literatura a la posesión
de demonios. Ciertamente, aquí la demonología se manifiesta
en todo lo suyo, y de los espíritus del mal se dice ser enviados a
invadir las vidas de los hombres (compárese Test, de Dan. 1:7:
Test, de Zabulón 2:1; 3:2; Martirio de Isaías 3:11, etcétera).
Esta personificación de los poderes malignos alentada sin duda
por la influencia persa, refleja las creencias de los escritores
interesados, y afirma su propia conciencia de la realidad de los
poderes invasores tanto del bien como del mal.
de la historia humana; es un día que introduce una nueva era
en la tierra.^
Es interesante observar que todas estas características y
distintivos se pueden hallar en el apocalíptico día del juicio
final. Hay diferencias, es cierto, algunas de ellas causadas
probablemente por influencias extranjeras; pero en la vasta
mayoría de los casos estas diferencias aparecen como evolucio
nes dentro de la idea profètica. Por ejemplo, el énfasis se ponía
de manera progresiva en el juicio de Dios, situándolo más allá
del tiempo y sobre la historia, en vez de en el tiempo sobre el
plano de la historia; la idea de juicio no estaba simplemente
confinada a los vivos, sino que incluía a los muertos también;
en vez de adoptar la forma de una gran crisis en la historia
determinando el destino de las naciones, el juicio final tendía a
asumir un carácter definitivamente forense en el que los
hombres eran juzgados individualmente.^ Aunque influidos-
por ideas extrañas a la tradición hebrea, los escritores apocalíp
ticos no perdieron de vista las enseñanzas proféticas con
cernientes a la esperanza futura, pero la ampliaron y
enriquecieron por su propio discernimiento y experiencia
religiosos.
C. L a form a de inspiración
Se ha sugerido que la literatura apocalíptica es una simple
imitación de la profecía y un intento de cumplir la palabra de
la Escritura por unos medios que no tienen relación con el
presente, porque se sale de la reflexión literaria. Ciertamente
es difícil determinar hasta dónde lo suyo era una genuina
experiencia de inspiración, y hasta dónde una inspiración
convencional de tipo literario. Pero los escritores apocalípticos
no eran meros plagiadores, copiando y reproduciendo engreí
dos lo que los profetas habían dicho. Eran hombres profunda-
‘ Compárese Inspiration and Revelation in thè Old Testament, 1946, pp.
137 y sigtes.
^ Véanse pp. 92 y sigte.
en otro capítulo,' prevaleció en ciertos círculos apocalípticos la
idea de un reino perteneciente a este mundo, en el cual los
judíos triunfarían y los gentiles serían destruidos. Esta esperan
za en la restauración de Israel estaba en mucho de acuerdo con
la enseñanza profètica del Antiguo Testamento.^ Por otra
parte, sin embargo, la influencia del pensamiento persa se
apreció profundam ente con su punto de vista dualista del
mundo y su visión trascendente del Mesías.^ Pero incluso aquí
los escritores apocalípticos fueron conscientes de su lugar en la
tradición profètica, pues continuaron el estudio de los antiguos
profetas a la luz de la futura esperanza y la interpretación de
sus profecías en términos de sus nuevas expectaciones escatoló-
gicas.
La creencia de los apocalípticos en la vida después de la
muerte fue mucho más allá de cuanto puede ser hallado en los
profetas, y sin duda otra vez fue influida por el pensamiento
persa. Pero aun esta creencia fue construida sobre la esperanza
profètica de la restauración -no para la nación solamente, en
un reino terrenal, sino también para el individuo en un reino
celestial.^
En conexión con esto es de especial interés la concepción
apocalíptica del día del juicio final, el cual puede describirse
como una especialización del profètico día del Señor. H.
Wheeler Robinson ve en este día profètico cuatro característi
cas -juicio, universalidad, intervención sobrenatural y proximi
dad. Adicionalmente distingue cuatro características conteni
das en ello -enfoca la manifestación del propósito de Dios en la
historia; es un día de hechos de Dios y no meramente de
palabras; es un día en el que se m uestra al Dios victorioso
dentro del orden de este mundo presente y sobre el escenario
B. L as últimas cosas
El doctor R. H. Charles tiene razón al apuntar que la
profecía y la literatura apocalíptica tiene cada una su propia
doctrina de “ las últimas cosas” , y al recalcar la diferencia entre
ellas pero debe también recordarse que los amplios caracteres
de la escatologia profètica fueron adoptados por los escritores
apocalípticos, y que permaneció una parte esencial de su
enseñanza, pese a las modificaciones y desarrollos a través de
los cuales esa enseñanza pasara; como veremos posteriormente
D. Sufrimiento y muerte
Algunos eruditos sostienen que las visiones de Daniel
dependieron originalmente de los pasajes del Siervo en el
Deutero Isaías, y que el Hijo del Hombre del uno representa al
Siervo Sufriente del otro. En cada caso se hace referencia “ al
sabio” (Is.*52:13; Dan. 12:3) que hace “ a muchos” justos (Is.
53:11; Dan. 12:3) y que sufre en obediencia a la voluntad de
Dios (Is. 53:3 y sigtes.; Dan. 11:53). El doctor F. F. Bruce
arguye^ que los secatrios del Qumran, por ejemplo, inter
pretaron su misión en términos de la “ exégesis unitiva” del
^ New Testament Studies, vol. II, No. 8, pp. 176 y sigtes.
(véanse 13:3, 4), pero al mismo tiempo es llamado “ mi M esías”
o “ mi hijo el M esías” (7:28, 29) que “ brotará de la simiente de
D avid” (12:32). Le es dado el título mesiánico “ mi siervo” '
(7:28; 13:32, etcétera), y revela cierto número de característi
cas que pertenecen a la esperanza nacional asociada con ese
nombre.^
L a tensión que surgió entre los elementos de este mundo y
los del otro mundo, ambos representados por los nombres
“ M esías” e “ hijo del H om bre” , fue aliviada en algunos escritos
con la introducción de un reino interino, un “ M ilenio” , en el
que, tras un juicio preliminar, el Mesías reinaría sobre la tierra
durante 1000 años (compárense 2 Enoc 32:2—33:2; Apoc. 20:4-
7). Algunas veces la duración es de cuatrocientos años (véase 2
Esdras 7:28); otras veces es infinita (véase 2 Baruc 40:3). Este
reino interino marca el fin del presente eón para ser seguido
del Juicio Final, la destrucción del mundo, la nueva creación,
la resurrección ^ y el comienzo de la nueva era de biena
v e n tu r a n z a .L a introducción de esta idea de un milenio es en
sí misma una indicación del término medio que los escritores
apocalípticos adoptaron entre estas dos corrientes expectantes,
y muestra cómo la idea del Mesías, si bien en forma supramun-
dana, so es sólo superviviente sino también triunfante sobre la
poderosa influencia del concepto del Hijo del Hombre.
Hay un gran desacuerdo entre los eruditos en cuanto a la
relación entre el Hijo del Hombre y el M esías de las
Similitudes de Enoc. El doctor H. H. Rowley, por ejemplo,
afirma que “ no hay evidencia de que el Hijo del Hombre fuera
identificado con el Mesías hasta el tiempo de Jesú s” .^ Apoya
' La frase latina filius meus, sin duda refleja la palabra griega pais que
puede significar “ hijo” o “ siervo” . El segundo significado es más común en el
uso posterior, v probablemente represente la traducción correcta del original;
compárese Hcn. 3:13.
2 Compárense 13:33 y sigtes.; también 2 Baruc 29:3; 30:1; 39:7; 40:1;
70:9; 72:2.
^ Apoc. 20:4 menciona también una primera resurrección al comienzo del
milenio en el cual Cristo reinará.
^ Véanse además pp. 82 y sigte.
' Op. cit., p. 29.
es sólo incidental al simbolismo que retrata el propósito de
Dios a través de sus santos. En las Similitudes de Enoc la
presencia de elementos mitológicos es más evidente, pero
igualmente aquí la mitología ha estado asimilada a las ideas del
Antiguo Testamento. Cuanta influencia esta idea del Hombre
Primordial pueda haber tenido sobre el pensamiento judío no
fue ciertamente encajada en un período cualquiera y tomada
de una fuente cualquiera, sino que vino a lo largo del tiempo y
bajo diferentes formas, siendo incorporada a la corriente de la
esperanza apocalíptica. Es ciertamente improbable que
hubiera un préstamo consciente de la idea o algún conocimien
to de su origen en la mitología oriental, especialmente cuando
a su debido tiempo fue asociada con la idea judía del Mesías.
B. El fondo oriental
Presuposiciones teológicas cristianas aparte, hay muy
poco en este cuerpo de literatura que le recuerde al lector la
día será revelado. Ciertam ente este secreto ha sido ya revelado
al elegido (48:7). El tiempo vendrá cuando “ el justo aparecerá
ante los ojos de los justos” (38:2) con todo su esplendor y se
sentará en el trono de la gloria de Dios (61:8). El será ante Dios
juez de cielos y tierra, de ángeles y de hombres, de muertos y
vivos (68:8). Su aparición traerá liberación a los fieles (48:4 y
sigtes.), y ellos tendrán parte en el reino del Hijo del Hombre
(46:4 y sigtes.).
Se ha pretendido que esta figura del Hijo del Hombre es
un desarrollo imaginario de lo que ya ha sido presentado en
Daniel 7. Este punto de vista se apoya en el hecho de que la
descripción del trono de Dios en 1 Enoc 71:7 y sigtes. (Véase
también 14:18, 19) es un derivado muy fiel de Ezequiel 1 y
Daniel 7, y que los pasajes del Hijo del Hombre son leídos
como una Midrash o comentario de Daniel 7. El doctor T. W.
Manson interpreta al Hijo del Hombre aquí como un símbolo
colectivo, como en Daniel 7, y cree que la misma interpreta
ción se adapta a los otros nombres por los que es llamado: “ el
Ju sto” , “ el Elegido” , “ el U ngido” .' En un artículo posterior^ el
mismo autor reconoce en este concepto una referencia tanto
colectiva como individual. La idea colectiva encuentra expre
sión en el Rem anente; la individual en dos personajes -el
propio Enoc (véase 1 Enoc 71:14) que es reconocido como el
núcleo del grupo de los elegidos, y el M esías que en el fin
vindicará a los santos. El doctor H. H. Rowley niega cualquier
referencia aquí al Mesías, y reconoce en la figura dada a “ la
personificación del concepto de Daniel del Hijo del Hombre
en una persona supram undana que sería la representativa y la
cabeza del reino que el concepto sim bolizaba, y que bajaría a
habitar con los hom bres” .^ Otros, como el doctor S. Mowinckel
' Compárese The Teaching of Jesus, 2a. edic. 1935, pp. 228 y sigte.
^ Véase Bulletin of the John Rtjlands Lihrarij, XXXIl, 1949-50, pp. 178 y
sigtes.
The Relevance of Apocalyptic, 1944, p. 57. Véase también “ The
Suffering Servant and the Davidic Messiah” , en The Servant of the Lord,
1952, p. 85.
Algunos eruditos han apuntado que la visión reseñada en
Dan. 7 tiene características que recuerdan al libro de Ezequiel
(véase cap. 1), donde la frase “ hijo del hombre” se encuentra
unas cien veces significando “ hombre” tanto en sus flaquezas
de criatura como en su glorioso lugar en la creación de Dios
(véase también Sal. 8:4, 5). Otros han encontrado puntos de
contacto entre el Hijo del Hombre de Daniel y el Siervo
Sufriente del Deutero Isaías donde, en cada caso, el pueblo de
Dios es “ el sabio” que hará “ a muchos” justos.' Otros han
llevado la idea del Hijo del Hombre hasta fuentes mitológicas
corrientes en el pensamiento oriental, y así intentan explicar
ciertas características que de otra forma no podrían ser
comprendidas.^
La siguiente etapa en el desarrollo de esta idea se
encuentra en las Similitudes de Enoc (1 Enoc 37-71), probable
mente escrito en la época de los Macabeos. Ha habido mucha
controversia sobre la cuestión de las sugeridas interpolaciones
cristianas, pero en ello parece haber una buena razón para
creer que el libro es una unidad literaria, y que las menciona
das interpolaciones son, en efecto, parte del libro. El Hijo del
Hombre es presentado aquí como un ser celestial sin la menor
existencia terrenal anterior; pero es preexistente (48:3),
habiendo sido creado por Dios antes de la formación del mundo
y ocultado por él desde el principio (48:6; 62:7); es una
criatura divina cuya faz está “ llena de gracia, como la de los
santos ángeles” (46:1), a quien Dios confirmó su divina gloria
(61:8). Pero, aunque es divino, de él se puede pensar como del
típico o ideal hombre que, como “ el Elegido” , encabeza a “ los
elegidos” en el reino celestial. Distintivos de su carácter son la
sabiduría, la comprensión y la justicia, y los justos serán un día
exaltados a estar con él. En él están ocultos todos los secretos
del universo (52:1 y sigtes.). Pero el más grande secreto es el
Hijo del Hombre mismo que permanece oculto, pero que un
3. E l M esía s T ra scen d en te
Antes del año 200 a. de J.C ., como hemos visto, había estado
desarrollándose entre los judíos una escatología en muchos
aspectos diferente de la concepción política y nacional del
Antiguo Testamento, caracterizada principalmente por una
e( Jesiis y el M esías
X Al principio de la era cristiana la vasta mayoría de los
judíos participaban de la creencia en la venida de un MesJ^s^de
la línea de David, un poderoso rey guerrero que a la larga
libertaría a su pueblo de las garras de sus e n e m ig o s,^ o s
sectarios del Qumran, por ejemplo, aguardaban im paciente
mente el tiempo cuando sem ejante Mesías les guiara a la gran
batalla entre “ los hijos de las tinieblas” y “ los hijos de la luz” .
Los zelotes, también, estaban dispuestos en cualquier momen
to a unirse bajo la bandera de este caudillo y luchar espada en
mano.
Es casi un prodigio el que Jesús, desde el tiempo de su
tentación en adelante, no sólo rehusara proclamarse Mesías,
sino que disuadiera a otros a que le llamaran así. El sabía que
lo era, y más tarde tam bién lo supieron_sus d iscíp u ]^ (véase
Mar. 8:29), pero no fue hasta próximo el fin de su vida cuando
frente al sumo sacerdote dio a conocer abiertam ente su
mesianismo (Mar. 14:61,62).
De haberlo hecho así antes, ello hubiera conducido a una
total desavenencia y mala interpretación no sólo por parte de
las gentes, sino de sus discípulos también. Cuán djfifr£üDÍje-era
la interpretación de Jesús de la de las gentes de su época. El no
que los miembros de la comunidad continuaran viviendo
según la disciplina primitiva “ hasta que venga un profeta y los
M esías descendientes de Aarón e Israel” (M anual de Discipli
na, col. IX, renglón II). Algunos eruditos le darían aquí la
traducción “ ungido” en vez de “ M esías” , refiriendo la frase
simplemente a la restauración de la verdadera línea de
sacerdotes aarónicos y reyes davídicos. Pero las indicaciones
expresan que dos Mesías son esperados, cuya venida sería la
señal de la nueva era aguardada por los Sectarios y por la cual
habían orado. El Maestro de Justicia, parece ser, iba a ser un
precursor del Mesías; a su muerte seguirían cuarenta años de
amargos conflictos entre “ los hijos de la luz y los hijos de las
tinieblas” , al final de los cuales la era mesiánica amanecería.
La creencia de los Sectarios en un Mesías monárquico y
militar concordaba con las esperanzas tradicionales de la
nación, y tenía el apoyo de muchas profecías del Antiguo
Testamento. Pero a diferencia del escritor de los Testamentos,
su creencia en un Mesías sacerdotal no pudo haber surgido de
la admiración por la hosmonea y sacerdotal casa de Levi, pues
ellos mismos eran hijos de Zadok y ponían sus miras en la
venida de un Mesías sacerdotal de la línea de Zadok, el cual era
el único representante del verdadero sumo sacerdocio.
Tal creencia en un líder sacerdotal y monárquico hallaría
precedente en el liderato combinado de Josué y Zorobabel, los
dos “ hijos de aceite” en los primeros días del Segundo Tem plo
(compárense Zac. 3 y 4). Además, en los pergaminos como en
los Testam entos, al Mesías sacerdotal se le da prioridad sobre
el monárquico y revoca las relativas posiciones de sacerdote y
rey en el ideal commonwealth de Ezequiel 40-48. Esto se
indica en una colección de bienaventuranzas procedentes de la
Cueva I en las cuales se otorgan bendiciones, una para el sumo
sacerdote y otra para el “ príncipe de la congregación” . La
subordinación del Mesías monárquico es clara en fragmentos
procedentes de la misma Cueva, los cuales relatan un
“ Ran(i[uete M esiánico” . En ellos leemos: “ No se permita a
supremo gobernante (compárese 2 Esdras 7:29; 12:31, 32; 2
Baruc 30:1 y sigtes. ). Pero en la imaginación popular cobraban
fuerza los aspectos políticos y nacionales de la obra del Mesías,
y la futura esperanza fue vista, especialmente en tiempos de
persecución e inquietud nacional, en términos de liberación
del poder de Roma (véase Mat. 21:9). Muchos consideraron al
Mesías un libertador militar tipo zelote que libraría al país de
sus odiosos enemigos. Esto dio lugar a que se levantaran una
serie de “ falsos Mesías ” que incitaron al pueblo contra el
enemigo común -Hezekiah el “ bandolero” a quien Herodes
ejecutó, su hijo Judas el Galileo y su hermano Menahem, el
profeta Teudas en tiempos del procurador Cuspios Fadus
(véase Hch. 21:38), otro judío que condujo a sus seguidores al
desierto en tiempos de Festo, y Simón Bar Kochba cuya
revuelta fue sofocada en el año 135 d. de J.C .
C. El Mesías davídico
La esperanza en un Mesías davídico se aprecia muy
claramente en dos escritos de este período, los Testam entos de
los Doce Patriarcas y los Salmos de Salomón. Los Testamentos
presentan serios problemas de naturaleza crítica en los cuales
'Jew ish Apocahjptic and the Dead Sea Scrolls, 1957, pp. 12, 13.
pero en algunos casos, aunque pocos, distinguen el reino de la
era final para que el Juicio Final siga al reino mesiánico.'
Pero tal vez sea más significativo todavía el hecho de que
aquí la tendencia a la individualización está mucho más
pronunciada. Las almas individuales se adelantan para ser
juzgadas. Quizás la más clara afirmación de individualismo se
funde en 2 Esdras. Ahí se pregunta si el justo podrá interceder
por los impíos en el Día del Juicio, “ padres por hijos, hijos por
padres, hermanos por hermanos, parientes por sus allegados,
amigos por los suyos más apreciados” (7:103). En respuesta
Dios dice: “ El Día del Juicio es decisivo . . . pues entonces
cada uno cargará con su justicia e injusticia” (7:104, 105). En
aquel tiempo la intercesión será inútil, pues cada uno debe ser
juzgado por sus propios méritos. El individuo es responsable
ante Dios sólo de sí mismo.
2. L a N aturaleza de la S u p e r v iv e n c ia
C. Desarrollos subsecuentes
Estas concepciones bíblicas de la resurrección se encuen
tran también en los libros apocalípticos extrabíblicos; pero en
los subsecuentes desarrollos se encuentran muchas variantes
entre las cuales no todas resultan muy claras para el lector, y
quizás tampoco para los mismos escritores.
El pensamiento de Isaías 24-27 es ampliamente seguido
en 1 Enoc 6-36 (véase también 37-71, 83-90, etcétera), donde
sólo los justos, presumiblemente israelitas, son resucitados para
tomar parte en el reino mesiánico (25:4 y sigtes.). La vida tras
la resurrección es un desarrollo orgánico de la presente vida de
justicia (90:33). Aquí en este nuevo orden de cosas el impío
que haya sido castigado en esta vida permanecerá en el Seol
eternamente (22:13), pero el malvado que no haya recibido su
debido castigo en la tierra será trasladado como espíritu sin
cuerpo del Seol a la Gehenna,' el lugar de tormento.
Una variante sobre el tema de Daniel 12:2 se puede
encontrar en los Fragmentos Noachic en 1 Enoc, donde se
implica al menos que los justos serán resucitados para partici
par de las bendiciones de los vivos piadosos en el reino
mesiánico (10:7, 20), y que los impíos, o algunos de ellos
(67:8), serán resucitados para juicio y sufrirán en el fuego del
Gehenna en cuerpo y espíritu (67:8, 9). En el Testam ento de
Benjamín los patriarcas resucitan primero para participar en el
reino terreno (10:6), y después los doce hijos de Jacob, cada
uno al frente de su propia tribu (10:7). “ Entonces también
todos los hombres resucitarán, algunos en gloria y otros para
vergüenza” (10:8). Este concepto es todavía llevado más lejos
en 2 Esdras, el cual declara que habrá una resurrección general
para ser seguida de un juicio que será universal y final. Las
' Véase p. 93.
cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos” (is.
26:19). Algunos eruditos toman esto, así como la visión de
Ezequiel del valle de los huesos secos, como una referencia a
una resurrección nacional; pero si en efecto el versículo se
refiere a una resurrección real de los cuerpos de los hombres,
entonces esta es la primera vez que tal creencia aparece en el
Antiguo Testamento. Es significativo que en este pasaje sólo a
los preeminentemente justos ^e les resucita para participar del
reinado mesiánico que será establecido en la tierra. Se ha
sugerido que este versículo pueda referirse al tiempo de
Antíoco Ocus (358-338 a. de J.C .), cuando muchos judíos
fueron martirizados. Si esto fuera así, podem os estar en
presencia del suceso histórico que condujo a la formulación de
la creencia en una resurrección física de los muertos.
En Daniel 12 estamos sobre un terreno histórico más
seguro, pues este libro fue compilado en el año 165 a. de J.C .,
cuando reinaba Antíoco IV (Epífanes). Sin duda la creencia en
la resurrección aquí expresada surgió de la persecución que
precedió a la revolución de los M acabeos durante la cual
muchos judíos fueron martirizados. En este pasaje leemos: “ Y
muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán
despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y
confusión perpetua” (Dan. 12:2). El día en el que Dios
actuaría como libertador y extendería su reino sobre la tierra
estaba cercano. Pero muchos israelitas habían dado sus vidas
por serle fieles; seguram ente que ni aun la muerte podía
robarles su parte en ese reino. Dios levantaría a esos mártires
para que, juntam ente con los vivos, pudieran participar de las
bendiciones del reino (compárense también 2 Mac. 7:9, 14, 23,
36). Pero los que fueran enemigos de Israel habían muerto sin
recibir la debida recompensa por causa de su impiedad. Estos,
también, serían resucitados para recibir el castigo merecido.
Una vez más el principio de selección es visto en función de las
obras, pero ahora no solamente serían los muy buenos los
resucitados para recibir la recompensa, pues los muy malos
ción entre tal creencia y los eventos reales son expresados en
algunos de los Salmos y en el libro de Proverbios, y encuentran
su expresión clásica en el libro de Job.
Tras largo tiempo se halló una solución que iba a tener un
revolucionario efecto sobre las religiones judía y cristiana. No
solamente la nación justa podría tener parte en el futuro reino
mesiánico; el individuo justo también la tendría, pues los
piadosos ya muertos serían resucitados y recibirían su debida
recompensa de la mano de Dios. Estas síntesis de las
escatologías de la nación y del individuo fue efectuada por los
apocalípticos, cuya creencia en|una resurrección corporal hizo
posible tal fusión.
B. Su origen histórico
1. L a R e s u r r e c c i ó n , S u O rig en
Y D esarrollo
B. LIBROS APOCRIFOS
-163-
don divino . . . Por otra parte, el cuerpo espiritual es en cierto
sentido la posesión actual del fiel, y puede, por lo tanto, ser
poseído sólo a través de la fidelidad” . El hombre es creado
“ con naturaleza invisible y visible; de am bas dependen su
muerte y su vida” (2 Enoc 30:10). Y am bas son la creación de
Dios.
“ fijada” para que los hombres pudieran contemplarle;
compárese 37:2), no sólo es reconocido por sus amigos sino que
aun permite a toda la asam blea que se aproximen y la besen
(64:2, 3).^
El cuerpo “ espiritual” , entonces, no es meramente un
cuerpo simbólico en el sentido de que sea representativo,
simplemente representando al cuerpo terrenal pero siendo algo
totalmente diferente de él en identidad, y sin haber relación
orgánica alguna entre ellos; más bien se puede describir como
constitutivo, pues es constituido en cuerpo como los hombres
entienden ese término y tiene la misma subestructura, aunque
m uch o del co n cep to e sté e sp iritu a liz a d o . El cu erp o
“ espiritual” es el cuerpo físico transformado, para que corres
ponda con el ambiente que es natural para la naturaleza y ser
del propio Dios.
La aparente contradicción entre el cuerpo “ espiritual”
como cuerpo físico transformado y a la vez como su contrapar
te celestial, coexistente con él hasta el día de la resurrección, es
parcialmente resuelta por la creencia de que el cuerpo
“ espiritual” crece pari passu con el cuerpo físico, y que las
acciones justas de un hombre en el cuerpo de carne condicio
nan la apariencia del cuerpo en los cielos. Esta creencia es
expresada explícitamente en los escritos apocalípticos cristia
nos,^ e implícitamente en los judíos. “ Este cuerpo espiritual” ,
escribe el doctor Charles,^ “ es el resultado de la unión de la
gracia de Dios y la fidelidad del hombre. Es, por una parte, un
' Compare Juan 20:27 para las propiedades físicas del cuerpo resucitado
de Jesús.
^ Compare Apoc. 3:4: “ Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no
han mancjiado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas,
porque son dignas.” Compare 16:5.
Que el cuerpo “ espiritual” es ya uno_ con la persona para quien es
preparado queda claro en el “ Himno del Alma” sirio que reza así: “ Vi la
vestidura igual a mí como si hubiera sido en un espejo. Y me contemplé en ella,
y me conocí y vi a través de ella, (jue estábamos divididos en dos, siendo uno, y
otra vez éramos uno en una forma.
^ Op. cit. vol. 1, pp. 187-188.
Dios dice a los arcángeles: “ Id al Paraíso que está en el tercer
cielo, y esparcid vestiduras de lino y cubrid el cuerpo de Adán,
y traed aceite ‘de fragancia’ y vertidlo sobre él” (40:2). Y
haciéndolo así, “ le prepararon para el sepelio” (40:2). La
conexión aquí entre el cuerpo terrenal y el obtenido en el
Paraíso celestial no está dem asiado clara, pero parece ser que el
ultimo es una contraparte del primero y que es este cuerpo
celestial el que espera resurrección. No sólo es la contraparte
del cuerpo físico, sino que es también coexistente con él hasta
el día de la resurrección (2 Enoc 22:8).
Por otra parte el cuerpo “ espiritual” es un cuerpo físico
transformado (compárese I Enoc 108:11); el cuerpo que es
sepultado en la tierra será levantado como “ un cuerpo
glorioso” en el día de la resurrección. ‘ El escritor de 2 Baruc
pregunta en relación con aquellos que han de resucitar:
“ ¿Recobrarán esta forma presente, y llevarán estos miembros
trabados . . . o por ventura cambiarán estas cosas que han
tenido en el mundo como también el m undo?” (49:3).^ Se dice
que en la resurrección los cuerpos de los m alvados y los de los
justos igualm ente serán levantados sin que haya cambio en su
forma o apariencia (50:2); las viejas marcas físicas o defor
maciones serán todavía evidentes,- haciendo posible el recono
cimiento de los que habían muerto (50:3, 4). Cuando el juicio
haya pasado los cuerpos de los hombres serán gradualm ente
transformados, mediante una serie de cambios, en cuerpos
“ espirituales’ .
El cuerpo “ espiritual’ de Enoc, hemos dicho, no necesita
alimento ni nada terrenal para su satisfacción (2 Enoc 56:2) y,
como tal, es igual al de los ángeles; y aun cuando vuelve a la
tierra por . un espacio de treinta días, presum iblem ente en
cuerpo celestial (aunque su cara hubiera tenido que ser
' Compare 1 Cor. 15:35: “ ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con (}ué
cuerpo vendrán?” La relación de la transformación de la resurrección del
cuerpo en 2 Baruc 49-51 encuentra un impresionante paralelo en 1 Cor. 15.
- Compare Marcos 9:43 y sigtes., (jue se refiere a la supervivencia de las
deformaciones físicas en la vida después de la muerte.
manos y las arrojó contra la tropa, invocando al Señor de la
vida y del espíritu, que de nuevo se las devolviera” . En otra
parte el mismo escritor nos dice cómo el tercero de los siete
hermanos martirizados tendió hacia adelante sus manos y dijo:
“ Del cielo tenemos estos miembros, que por amor de sus leyes
yo desdeño, esperando recibirlos otra vez de él” (7:11).
La transición del hombre a la otra vida, de la tierra al
cielo, sin embargo, condujo inevitablemente a la creencia en
un cuerpo “ espiritual” que correspondiera con su ambiente
celestial. En las Similitudes de Enoc, donde hay una curiosa
mezcla de tierra y cielo en la cual ángeles y hombres viven
juntos (39:4, 5), “ los justos y elegidos . . . serán vestidos con
vestiduras de gloria. Y las vestiduras serán allí vestiduras de
vida del Señor de los Espíritus” (62:15, 16). Las “ vestiduras de
gloria” , como veremos, son la resurrección “ espiritual” de los
cuerpos de los justos. Al finalizar el reino mesiánico, relatado
en 2 Baruc, los justos serán resucitados para vivir en los cielos
(51:10). Aunque habrán de ser levantados del polvo de la tierra
sin cambio en la apariencia de sus cuerpos físicos (42:8; 50:2),
tendrá lugar después del juicio una gradual transformación
hasta (jue estos cuerpos físicos sean cam biados en “ espiri
tuales” (cap. 51; véanse también 2 Enoc 22:8, 9).