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-REFERENCIAS
INTRODUCCIÓN
1 .Sobre el concepto de "cultura política" y su utilidad como instrumento de análisis, véase Pye y
Verba (eds.),1965; Almond y Verba, 1965; Pye, 1966; Almond y Powell, 1966. En un autor
marxista, Antonio Gramsci, encontramos antecedentes de esta problemática, aunque con énfasis
en los aspectos normativos del orden sociopolítico. Sobre ello puede verse Pizzorno, 196
8, y Rey, 1969, pp. 35 y ss.
Una particular subcultura política puede ser, incluso, propia
exclusivamente de un grupo profesional o funcional especializado. La forma de
coexistencia —que puede implicar conflicto— de las distintas subculturas
políticas dentro de una sociedad determinada, y sus articulaciones con la
ideología o ideologías dominantes, es una característica esencial en el análisis
de cualquier sistema político.
aparentemente universales.
Una ideología puede ser aceptada por grupos sociales con subculturas
políticas diferentes a aquella a partir de la cual se originó, porque, dado el
carácter más general y racionalizador de la construcción ideológica, puede ser
reabsorbida por distintos contextos socioculturales, dándole cada uno de ellos
una significación distinta. Mediante el proceso de especificación necesario para
su operación práctica, la ideología, al ser retomada por grupos con subculturas
políticas diversas, no sólo asume distintas significaciones sociológicas sino que
se transforma, en cuanto ideas, para articularse con otros elementos del equipo
cultural y psíquico del receptor.
Resulta así que si bien puede existir una sola ideología dominante y
"comúnmente aceptada", su especificación para que oriente efectivamente la
acción nunca puede ser homogénea, pues se producirán tantas especificaciones
como grupos con subculturas políticas diferentes existan. En el caso de la propia
clase dominante, cuando la ideología haya sido elaborada a partir de su propia
subcultura, es evidente que existirá un mayor grado de congruencia entre una y
otra, pero aun e este caso la coincidencia entre ideología y subcultura no será
plena o total: la especificación práctica de la ideología "general" tendrá un
contenido más altamente "clasista". Conviene recalcar que con esto no estamos
ante un problema de "mala fe" subjetiva, no se trata de una simple deformación
interesada y consciente para convertir el "interés general" en un "interés
particular"; se trata, más bien, de que la "generalidad" ideológica sólo puede
cobrar existencia sociológica real mediante su reabsorción por distintos grupos
sociales con culturas políticas diferentes y que en tal proceso asume diversas
significaciones y contenidos.
EL PROBLEMA DE LA "LEGITIMIDAD"
En los casos en que la ideo logia de un grupo dominante es aceptada por
los otros grupos sociales, el mantenimiento efectivo del orden político resultará
facilitado por la creencia en la "legitimidad". En términos de la teoría sociológica
del consenso puede afirmarse que el orden político se basará en la participación
común en un sistema de valores internalizados por los diversos actores; o, si se
prefiere, en términos de Herman Heller, diríamos que estamos en presencia no
sólo de una "normalidad" o regularidad de conducta, sino también de una
"normatividad", de una conciencia de "deber ser". Sin embargo, es un error
común tanto de la teoría sociológica como de la jurídica que ha prevalecido en
nuestros países el insistir unilateralmente en los aspectos valorativos o
normativos del orden sociopolítico, exagerando y deformando el alcance y
significación de la "legitimidad" y perdiendo de vista otros aspectos que pasamos
enseguida a señalar.
2 En este sentido, véase la observación de Easton, 1965, pp. 281 n. y 283 n. Por su parte,
Buckley (1970, pp. 279-284) señala la necesidad de complementar las formas de autoridad de
Weber con una tipología correspondiente de las formas de poder no legítimas
por cuanto "acrecienta la probabilidad de que la acción se oriente por él"
(Weber,1964, p. 25); es, por tanto, un componente que asegura una mayor
economía de funcionamiento, en cuanto que le "ahorra" al régimen la utilización
de un mayor grado de coacción o de otros instrumentos no normativos.
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populista, es la existencia de una situación de exclusión o de bloqueo para la
participación política, social y económica de grandes masas, que se refleja en la
existencia de un régimen oligárquico. La exclusión no sólo es política, como
¡-
falta de acceso al poder, sino también económica (existencia de campesinos
sin tierras, de obreros de origen rural subempleados o subpagados, etc.) y
social, consistente en la pervivencia de rasgos estamentales y de privilegios
derivados del origen familiar, etc.
3) Otro de los factores que hace posible la unidad del movimiento es una
ideología vaga y frecuentemente confusa, que gracias a su alto grado de
generalidad y abstracción es susceptible de especificación por los distintos
grupos o clases sociales que componen la coalición, de acuerdo a sus
peculiares intereses en las distintas coyunturas, con lo cual surgen
contradicciones entre la ideología y la cultura política que serán examinadas en
detalle más adelante 5 . Conviene, sin embargo, señalar desde ahora que
frecuentemente lo que comenzó siendo la ideología subversiva de un grupo
contestatario, se convierta, con el transcurso del tiempo, en parte integrante
de la cultura política común del conjunto de la sociedad o en la ideología política
dominante, de modo que es aceptada y asimilada por partidos o grupos
políticos distintos, e incluso contrarios al partido populista que la originó. Cuando
tal fenómeno ocurre puede afirmarse que el carácter conciliador del movimiento
5 En la primera parte de este artículo, que aquí se omite, se discute con mayor detalle las
diferencias e interrelaciones entre la ideología y la cultura política. Véase Rey (1976),
principalmente pp. 126-136.
primará sobre el movilizador. Tal proceso se debe, en parte, a procesos de
desarrollo socioeconómico que modifican la estructura social y en parte al éxito
del esfuerzo de socialización política o "educación cívica" sobre el conjunto de la
sociedad llevado a cabo por el partido en cuestión, y ello con independencia de
que haya conquistado o no el poder político (en el primer caso, AD en
Venezuela; en el segundo, el APRA en Perú).